Sie sind auf Seite 1von 1

1 Aun cuando aplicando supletoriamente el Código Civil la consecuencia sea siempre la nulidad total del acto jurídico

(artículos 140 y 219 CC), el ordenamiento laboral debería contar con normas específicas que maticen estos efectos absolutos.
Por ejemplo, debería pensarse en la posibilidad de establecer reglas de nulidad parcial, lo que permitiría declarar nulas sólo
una o algunas cláusulas sin afectar la totalidad del acto jurídico. De esta forma, si la cláusula de determinación del lugar de
ejecución de la prestación no existe o es indeterminada, entonces debería declararse nula esa cláusula de lugar y respetarse
la vida del contrato de trabajo en lo que toca a las demás cláusulas. Hay que resaltar que este mecanismo de preferencia de
la nulidad parcial sobre la total existe en el artículo 9 del Estatuto de los Trabajadores español. 2 Para un análisis de las
fronteras entre los contratos de actividad civiles y mercantiles y el contrato de trabajo, Vid., CASTRO ARGUELLES, María
Antonia, formas alternativas de contratación del trabajo: de los contratos de actividad a la descentralización productiva,
Navarra, Aranzadi, 2007, pp. 49 ss.

laborales; mientras, si se trata de un contrato de naturaleza civil o mercantil, la persona involucrada


se verá excluida de la protección laboral. En el Código Civil hay, básicamente, dos contratos de
intercambio de servicios: el contrato de locación de servicios y el contrato de obra. Mientras en la
legislación mercantil está el llamado contrato de transporte que nos interesa diferenciar del contrato
laboral. Respecto al contrato de locación de servicios, el artículo 1764º del Código Civil señala que
«por la locación de servicios, el locador se obliga, sin estar subordinado al comitente, a prestarle sus
servicios por cierto tiempo o para un trabajo determinado, a cambio de una retribución». Como se
ve, al igual que en el contrato de trabajo, en el contrato de locación de servicios lo que se promete
al cliente es una actividad o servicio. Eso sí, la ejecución de la actividad habrá de realizarse en
régimen de autonomía o independencia, pues, de lo contrario, no habría elemento de distinción con
el contrato de trabajo. Este sería el caso de un electricista que es contratado por una empresa para
que solucione con sus propias herramientas y por el plazo de un año los desperfectos eléctricos que
eventualmente se produzcan. Como se ve, el electricista pone a disposición de la empresa su
servicio o actividad, sin estar ligado a una jornada fija, sin recibir órdenes de cómo organizar su labor
por parte de la empresa, sin ser fiscalizado por un supervisor, etc.. Lo mismo se puede decir de un
abogado consultor que es contratado por una municipalidad para que absuelva consultas desde su
oficina. En otras palabras, la existencia de subordinación no es determinante para la calificación del
contrato y para ello habrán de analizarse los hechos concretos del caso. En segundo lugar, respecto
al contrato de obra, el artículo 1771º del Código Civil señala que «por el contrato de obra el contratista
se obliga a hacer una obra determinada y el comitente a pagarle una retribución». Aquí, si se mira
bien, lo que se promete es una obra o un resultado concreto. No se promete una actividad, como
sucede en el caso de un contrato de trabajo o de un contrato de locación de servicios. Además,
sumada a esta importante diferencia, en el contrato de obra la prestación personal también ha de
ser autónoma o independiente. Por ejemplo, el encargo a un sastre para que diseñe y confeccione
un terno, sería el caso típico de un contrato de obra. El sastre se compromete a realizar una obra
determinada (terno) para su cliente. El sastre en ningún momento promete su actividad, como el
electricista o el abogado consultor, sino que se compromete a realizar una obra o resultado
determinado. Por supuesto, ello en lo que respecta a la característica de la autonomía, pues el sastre
trabajará con sus herramientas, en la jornada que él escoja y sin la supervisión de nadie. Ahora bien,
esta relación de autonomía no quiere decir que el cliente no tenga facultades de especificación de la
prestación, en la medida que podrá escoger el tipo de tela para el terno o la fecha en que estará
terminado, sin embargo, estas facultades no pueden confundirse con el poder de dirección. Por eso,
cuestión distinta sería si el cliente lleva al sastre a trabajar a su casa, le entrega la tela que necesita,
le compra las herramientas necesarias, le impone una jornada y lo supervisa constantemente. En
este último caso, el sastre tendría un contrato de trabajo y el cliente se convertiría en empleador del
mismo. En tercer lugar, el contrato de transporte puede definirse como aquel en virtud del cual una
persona se compromete a cambio de un precio cierto a trasladar de un lugar a otro, a personas o
cosas, por encargo de un remitente (cliente). De esta forma, en el contrato de transporte también se
promete una actividad o servicio, pero, a diferencia del contrato de trabajo, se ejecuta de forma
autónoma o independiente. Ejemplo de ello, es el caso de los distribuidores de productos comerciales
con vehículo propio o de los porteadores de maletas en lugares turísticos. De este modo, el dueño
de un camión que presta sus servicios de transporte de mercancías a un empresario y él mismo
organiza el recorrido sin tener que dar cuenta a nadie, prestará su servicio de manera autónoma. Del
mismo modo, los porteadores del Cuzco, que apoyan a los turistas en su recorrido cargando sus

Das könnte Ihnen auch gefallen