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PREGUNTAS CIVIL II – SEGUNDO CUATRIMESTRE – CONTRATOS

He visto en ese foro algunos documentos de preguntas y respuestas de


otros/as compañeros /as que están bastante bien, pero a la vista del primer
examen, el espacio tasado, la redacción, etc, realizo este otro en el que amplío
el campo de posibles respuestas, detallo a la vista de los exámenes guardados
en el Centro de Calatayud aquellos exámenes que me parecen más
importantes, de mayor a menor, “Estrella, importantísimo, Importante, leer”, así
como los tres temas de los que más veces han caído preguntas de los
supuestos del Practicum, “24, 25 y 27”. He utilizado para ello, cómo no, el
manual del profesor Lasarte, mis notas de la presencial, que me dieron muy
buen resultado en Obligaciones (recogidas de este manual y que se dejaban en
copistería). Doy las gracias a la compañera Teufel, por su “envío”, que me ha
servido de “guía”. Espero que os sirva de ayuda.

TEMA 19. EL CONTRATO (IMPORTANTE)

Clasificación de los contratos

Atendiendo a lo siguiente se pueden clasificar los contratos como sigue:

a.- Según el elemento determinante en el proceso formativo: 1. Si el


elemento determinante es el “consentimiento”, estamos ante contratos
consensuales. 2. Si el elemento es la “entrega de la cosa”, estamos ante
contratos reales. 3. Si el elemento determinante es la “forma solemne” estamos
ante contratos formales.

b.- Según la finalidad perseguida: 1. Si el fin es “la liberalidad o


altruismo” estamos ante contratos gratuitos. 2. Si el fin es el “intercambio
económico recíproco y equivalente” estamos ante contratos onerosos.

c.- Según la regulación del tipo contractual del Derecho positivo: Si el


contrato es conforme al tipo contractual recogido en el Derecho positivo
estamos ante un contrato típico, en sentido contrario o negativo, estamos ante
un contrato atípico.

d.- Según el momento o periodo: Si éste es “único” estamos ante


contratos instantáneos; si es “continuado no periódico” estamos ante contratos
duraderos; si es “periódico” los contratos son de ejecución periódica.

e.- Según el nacimiento de obligaciones a cumplir, si compete sólo a una


parte, son unilaterales, si compete a ambas partes son bilaterales.

Contratos consensuales, reales y formales

Los contratos consensuales (arts. 1.254 y 1.258 CC).son aquellos que


se perfeccionan, es decir, generan derechos y obligaciones para las partes por

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entenderse válidamente celebrados, por el mero consentimiento contractual, es
por ello que al ser éste un elemento genético de los contratos, la mayor parte
de ellos tengan carácter consensual, como por ejemplo, los contratos de
compraventa, permuta, arrendamientos, sociedades, mandato, seguro, fianza,
etc, y en general, todos los contratos que no entren en la clasificación como
reales o formales.

Por contratos reales se hace referencia a una limitada relación de


contratos para cuya perfección el Cc requiere, demás del mero consentimiento,
la entrega de una cosa. Son los contratos de préstamo, en sus dos vertientes,
mutuo y comodato, depósito y prenda. En ellos no habría propiamente contrato
sin la entrega de la cosa, sino un mero precontrato que permitiría a las partes
instar la ejecución del mismo para llegar al verdadero contrato, previa entrega
de la cosa.

Los contratos formales son aquellos en los que la forma, a diferencia de


otros, asume carácter de elemento esencial o estructural del propio contrato a
efectos de determinar la validez del mismo; en otros términos, sin la “forma
solemne”, cuando ésta es requerida, no se puede decir que el contrato haya
sido perfeccionado o celebrado.

Contratos gratuitos y onerosos

Se habla de contrato gratuito (o lucrativo) cuando una de las partes se


enriquece u obtiene un beneficio a consecuencia del contrato si asumir carga o
contraprestación alguna. El ejemplo paradigmático es la donación o regalo. Son
asimismo gratuitos: el mandato, el préstamo y el depósito (basados en la idea
de beneficiar a alguien sin exigir nada a cambio).

Por el contrario, en los contratos onerosos la prestación de una parte


encuentra su razón de ser en la contraprestación de la otra. Onerosidad
equivale a reciprocidad, por lo cual lo que se trata es de establecer una
valoración subjetiva en la transferencia de la cosa y su valor por parte de los
contratantes.

Si la equivalencia entre las prestaciones se fija de antemano y de forma


cierta y segura por las partes al celebrar el contrato, se habla de contrato
conmutativo.

En el supuesto de que le ejecución de las prestaciones, o su concreta


cuantía, depende de un acontecimiento incierto, se habla de contrato aleatorio.

Contratos típicos y atípicos

Bajo la calificación de contratos típicos se agrupan aquellos esquemas


contractuales que están legalmente contemplados y a los que el Derecho
objetivo proporciona una regulación de carácter general. Así pues, los diversos

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tipos de contratos recogidos en el Código Civil o en cualquier otra disposición
legal se encuadran en esta calificación.

Contratos atípicos son aquellos que, aún careciendo de reconocimiento


legal y de regulación positiva, reúnen los requisitos esenciales de la figura
contractual. Su admisibilidad es indiscutible, pues la jurisprudencia, con base
en el art. 1.255 y concordantes, es reiterada en el sentido de que “la libertad
contractual derivada de la iniciativa económica privada, conlleva que las
personas puedan estructurar libremente figuras no consagradas aún
legalmente”.

Contratos instantáneos, duraderos y de ejecución periódica

La distinción entre contrato instantáneo y duradero atiende al período


temporal propio de ejecución del contrato.

Son contratos instantáneos aquellos cuya completa ejecución se realiza


en un acto temporal único o en un breve lapso temporal.

Son contratos duraderos aquellos que conllevan cierta continuidad


temporal en su vigencia y ejecución, estableciendo un vínculo entre las partes
contratantes que se prolonga durante un determinado plazo temporal. Durante
dicho plazo las partes, de forma continuada o no, según la naturaleza del
contrato, deberán llevar a cabo la ejecución de las prestaciones.

En el caso de que al menos una de las partes contratantes deba realizar


alguna/s prestaciones con una determinada regularidad temporal, se habla de
contratos de ejecución periódica (pagar mensualmente la renta del
arrendamiento…).

Contratos bilaterales y unilaterales

La distinción entre contratos bilaterales y unilaterales se fundamenta en


el nacimiento de obligaciones a cargo de una o de ambas partes.
Contratos bilaterales, también llamados sinalagmáticos, son aquellos
contratos que generan obligaciones para ambas partes, de forma reciproca y
correspondiente.
Contratos unilaterales son los que generan obligaciones para una sola
de las partes contratantes.
La razón fundamental de la contraposición entre ambos tipos
contractuales, viene dada porque en los contratos unilaterales no es de
aplicación la facultad resolutoria por incumplimiento, contemplada en el art.
1.124 Cc, como causa de ineficacia del contrato.

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Autonomía privada y fuerza vinculante de los contratos

La consagración normativa de la autonomía privada en nuestro Código


Civil se encuentra formulada en el art. 1.255: “los contratantes pueden
establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente,
siempre que no sean contrarios a las leyes, a la moral, ni al orden público”.
La fuerza vinculante de los contratos se encuentra sancionada en el art.
1911 Cc, conforme al cual: “las obligaciones que nacen de los contratos tienen
fuerza de ley entre las partes contratantes, y deben cumplirse al tenor de los
mismos”. Dicho precepto, fundamental en nuestro sistema, atribuye a las
obligaciones “fuerza de ley” en las relaciones entre los contratantes,
fundamentando así la eficacia obligacional de la autonomía privada.

TEMA 20. LOS ELEMENTOS DEL CONTRATO

Elementos esenciales y elementos accidentales del contrato

El minimum de elementos que acredita la existencia de un contrato válido


viene representado por el consentimiento de las partes, el objeto y la causa.
Pero, dado el reconocimiento de la autonomía privada, es obvio que las partes
pueden introducir en el contrato previsiones complementarias (no requeridas
legalmente) de las que dependa la propia eficacia del contrato celebrado. Ello
obliga a distinguir entre:

- elementos esenciales del contrato, y


- elementos accidentales del contrato.

Los elementos esenciales, deben estar presentes en todo contrato para


que, válidamente, se pueda hablar de tal. Por ello es tajante e imperativo el art.
1.261 CC, que formula la necesidad de concurrencia de todos (o de los tres) los
elementos esenciales del contrato: “No hay contrato sino cuando concurren los
requisitos siguientes:
- Consentimiento de los contratantes.
- Objeto cierto que sea materia del contrato.
- Causa de la obligación que se establezca”.

Los elementos accidentales pueden estar presentes por voluntad de las


partes en un determinado contrato, pese a que su presencia no es esencial
(conforme al art. 1.261), ni determinante, para que pueda hablarse de contrato
válido.
Fundamentalmente, tales elementos accidentales son la condición y el
término. Una vez integrados en un acuerdo contractual asumen una
extraordinaria importancia, por lo que difícilmente pueden ser calificados como
meros accidentes del mismo. En menor medida, respecto de los contratos
gratuitos, asume cierta relevancia el modo. El rechazo de la referida
“accidentalidad” ha hecho que no pocos autores hablen de determinaciones o
estipulaciones accesorias, en vez de elementos accidentales del contrato.

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La tradicional bipartición de los elementos del contrato tiene la ventaja
de aclarar que sólo los elementos esenciales son requisitos legales e
ineludibles de la válida formación del contrato, al tiempo que permite precisar el
carácter contingente o accesorio de los elementos accidentales. Estos últimos
son contingentes en relación con la válida celebración del contrato; pero, si real
y concretamente se incorporan al acuerdo contractual por la voluntad de las
partes, los elementos accidentales acaban por convertirse en requisitos
determinantes de la eficacia del contrato, pese a que éste sea válido desde que
concurran el consentimiento, el objeto y la causa.

De forma más escueta

Por elementos esenciales del contrato entendemos aquellos que


deben estar presentes en todo contrato para que se pueda considerar válido.
Art .1.261 CC estipula: “No hay contrato sino cuando concurren los siguientes
requisito: 1. El consentimiento de las partes 2. Objeto cierto que sea materia
del contrato 3. Causa de la obligación que se establezca”
En cambio los elementos accidentales pueden estar presentes por
voluntad de las partes en un determinado contrato y su presencia no es
esencial ni determinante para que pueda hablarse de contrato válido. Son
elementos accidentales: a. La condición b. El término c. El modo.

La capacidad contractual

El contrato se define como acuerdo de voluntades. Por tanto el punto de


partida del contrato viene representado por la voluntad coincidente de las
partes contratantes.
La manifestación del consentimiento de cada una de las partes puede
darse de muy diferentes maneras (firmando un extenso contrato; levantando la
mano para detener un taxi…), pero requiere en todo caso que el
consentimiento se haya formado libre y conscientemente y, además, por
persona que tenga capacidad de obrar o capacidad contractual.

¿Quiénes no tienen capacidad contractual?

Repasar apuntes por si acaso.

La libre formación del consentimiento y los vicios de la voluntad: el dolo

El Ordenamiento jurídico vela en todo caso porque el consentimiento


contractual se preste por los contratantes de forma libre y consciente. Por ello,
cuando el consentimiento (por lo general de una de las partes) ha sido fruto del
error, de la coacción o del engaño, declara viciado el contrato y permite que

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sea anulado por el contratante que ha sufrido tales interferencias en la
formación de su consentimiento o voluntad de contratar.
En tal sentido, dispone el art. 1.265 CC que “será nulo el consentimiento
prestado por error, violencia, intimidación o dolo”. A tales anomalías en la
formación del consentimiento se les conoce, técnicamente, como vicios de la
voluntad o vicios del consentimiento.
Actuar dolosamente (con dolo) significa tanto como malévola o
maliciosamente, ya sea para captar la voluntad de otro, ya incumpliendo la
obligación que se tiene contraída.

El dolo como vicio del consentimiento, consistente en inducir a otro a


celebrar un contrato que finalmente celebra y que, por tanto, incurre en error.
Lo que ocurre es que, como dicho error ha sido provocado por la otra parte, el
ordenamiento jurídico considera al dolo como un supuesto específico de vicio
del consentimiento.

El art. 1.269 CC afirma que “hay dolo cuando, con palabras o


maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el
otro a celebrar un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho”. El art. 1270 CC
completa la regulación del dolo como vicio del consentimiento disponiendo que
“para que el dolo produzca la nulidad de los contratos deberá ser grave y no
haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo incidental sólo
obliga al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios”.

El error como vicio del consentimiento

Repasar apuntes

La intimidación

La intimidación se configura como uno de los vicios de la voluntad, que


puede conllevar a la invalidez del contrato.
Entendemos por intimidación una amenaza de sufrir un mal inminente en
la persona o bienes de la misma, persona o bienes de su cónyuge,
descendientes o ascendentes”.
Los requisitos para que la intimidación o amenaza conlleven la nulidad
del contrato son los siguientes:
1.- Una amenaza que inspire temor racional y fundado.
2.- La amenaza ha de estribar en un anuncio de mal inminente y grave
3.- La amenaza ha de ser injusta y extravagante al Derecho.

El temor reverencial (temor a desagradar a las personas a quienes se


les debe sumisión y respeto) no supondrá la invalidez del contrato.

De otra forma si cabe en el espacio

La intimidación es uno de los “vicios de la voluntad” o deficiencia del


consentimiento que puede comportar la invalidez del contrato.

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Según el art. 1.267.2, consiste en “inspirar a uno de los contratantes el
temor racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona y
bienes, o en la persona o bienes de su cónyuge, descendientes o
ascendientes”.
1.- La amenaza de que sea objeto una de las partes contratantes ha de
ser de tal naturaleza que “inspire un temor racional y fundado”, que le lleve a
prestar un consentimiento inicialmente no deseado. El Tribunal Supremo exige
que entre el temor y el consentimiento finalmente otorgado debe existir un nexo
eficiente de causalidad. Por tanto habrá que atender a la entidad de la
amenaza, así como “a la edad, el sexo y la condición de la persona”, como
originariamente indicaba el párrafo tercero del art. 1.267. La referencia al sexo
ha sido suprimida, por aplicación de la Ley 11/1990, algo que según Lasarte no
es plenamente acertado, pues –quiera el legislador o no- las diferencias entre
hombres y mujeres existen, y posiblemente en esta materia deberían ser
tenidas en cuenta.
2.- La amenaza ha de estribar en el anuncio de un mal inminente y
grave, ya que otro tipo de “advertencias” o “avisos” no merecen el calificativo
de intimidación (se requiere que la coacción al contratante sea “de tal entidad
que… influya en su ánimo induciéndole a emitir una declaración de voluntad no
deseada y contraria a sus propios intereses”; SSTS 1993, 1979, 1964). El CC
requiere expresamente que el mal anunciado recaiga directamente sobre la
persona o sobre los bienes del contratante o sobre los de sus familiares más
cercanos (cónyuge, descendientes o ascendientes), aunque puede resultar
discutible que dicho círculo de personas haya de ser asumido al pie de la letra:
la amenaza podría ser sobre un familiar que no pertenece a ese círculo tan
restringido (sobre un hermano, por ejemplo); es más, ni si quiera habría que
requerir un vínculo familiar propiamente dicho (sobrino huérfano que convive
con él; “madre de leche”…).
3.- Aunque el CC no lo explicite, la amenaza intimidatoria ha de ser
injusta y extravagante al Derecho, ya que si la amenaza se reduce al posible
ejercicio de un derecho (ej: proceder a la ejecución hipotecaria del domicilio del
deudor o embargarle un porcentaje del sueldo) evidentemente no se está
llevando a cabo intimidación alguna.

El temor reverencial.

El último párrafo del art. 1.267 contempla el denominado temor


reverencial o metus reverentialis: “El temor de desagradar a las personas a
quienes se les debe sumisión y respeto no anulará el contrato”. Esto es, el
temor reverencial no es relevante para el Derecho en tanto no tenga naturaleza
intimidatoria; por tanto, el contrato celebrado será válido y eficaz (ej.: un
dependiente que, por agradar a su empresario jefe y ante la insistencia de éste,
accede a prestarle su piso para una aventura amorosa; pero si el empresario le
ha amenazado con despedirlo, el contrato –en caso de llegar a celebrarse- será
anulado a causa de existencia de intimidación).

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El dolo: Concepto y Requisitos

A nivel conceptual, actuar dolosamente significa tanto malévola como


maliciosamente, ya sea para captar la voluntad de otro, ya sea incumpliendo la
obligación que se tiene contraída.
El dolo, como vicio del consentimiento, consiste en inducir a otra
persona a celebrar un contrato que finalmente celebra y que, por tanto, incurre
en error.
Para que el dolo pueda ser considerado una causa de anulabilidad del
contrato, se requiere:
1.- Que sea grave, es decir, llevado a cabo con mala intención
consciente y deliberada de engañar a la otra parte.
2.- Que sea un dolo determinante o causante, es decir, que induzca a
la otra parte a celebrar el contrato.
3.-Que no haya sido empleado por ambas partes
El dolo omisivo: puede consistir también en conductas pasivas o
reticentes que, resultando a la postre engañosas, induzcan a contratar a quien
no hubiera llegado a hacerlo en caso de de haber sabido lo ocultado por una de
las partes.

Por si acaso, de forma más amplia

Actuar dolosamente (con dolo) significa tanto como malévola o


maliciosamente, ya sea para captar la voluntad de otro, ya incumpliendo la
obligación que se tiene contraída.

El dolo como vicio del consentimiento, consistente en inducir a otro a


celebrar un contrato que finalmente celebra y que, por tanto, incurre en error.
Lo que ocurre es que, como dicho error ha sido provocado por la otra parte, el
ordenamiento jurídico considera al dolo como un supuesto específico de vicio
del consentimiento.

El art. 1.269 CC afirma que “hay dolo cuando, con palabras o


maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el
otro a celebrar un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho”. El art. 1270 CC
completa la regulación del dolo como vicio del consentimiento disponiendo que
“para que el dolo produzca la nulidad de los contratos deberá ser grave y no
haber sido empleado por las dos partes contratantes. El dolo incidental sólo
obliga al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios”.

Por tanto, para que el dolo sea causa de anulabilidad del contrato se
requiere:

1.- Que el dolo sea grave, llevado a cabo con la intención, con la mala
intención consciente y deliberada, de engañar a la otra parte.

2.- El dolo ha de inducir a la otra parte a celebrar el contrato, i.e., ha de


tratarse de un dolo determinante o dolo causante, sin cuya existencia la parte

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que lo sufre no hubiera contratado. La relación de causalidad entre la conducta
engañosa o insidiosa y la voluntad de celebración del contrato se recoge en el
art. 1.269 CC.
El dolo determinante se contrapone así al dolo incidental, que no resulta
caracterizado por el CC, el cual se limita a disponer que no tendrá
consecuencias anulatorias del contrato celebrado, sino que sólo dará lugar a
indemnización de daños y perjuicios. A pesar de la falta de definición legal, la
noción de dolo incidental es clara: es la conducta engañosa que lleva a quien,
libre y conscientemente, está decidido a contratar, a aceptar unas condiciones
desfavorables o perjudiciales que no hubiera aceptado de no intervenir el dolo
incidental (ej.: necesito reparar mi coche en el pueblo donde se me ha
averiado, y el mecánico, argumentándome que es la romería de la comarca –lo
que es falso- hace que acepte un precio desorbitado).

3.- Que el dolo no haya sido empleado por las dos partes contratantes,
ya que en tal caso la actuación malévola de ambos excluye la protección a la
buena fe que fundamenta la regulación positiva del dolo. Se habla así de
compensación de dolo, para poner de manifiesto que de una parte compensa,
anula o destruye la relevancia del dolo de la otra parte.

El dolo omisivo.

Normalmente el que pretenda engañar a la otra parte llevará una


conducta activa. Pero ¿cabe hablar también de dolo por omisión?

Aunque la enseñanza clásica excluía el dolo por omisión, no puede


extraerse dicha consecuencia del art. 1.269CC. Éste habla de “palabras o
maquinaciones insidiosas” para identificar a la conducta engañosa y, si bien se
piensa, tal resultado puede lograrse mediante una conducta activa u omisiva.

Además, actuar en el tráfico contractual con medias palabras o con


reticencia es claro que atenta al principio de buena fe. En consecuencia el dolo
puede consistir también en conductas pasivas o reticentes que, resultando a la
postre engañosas, induzcan a contratar a quien no hubiera llegado a hacerlo de
saber cuanto, consciente y deliberadamente, le oculta la otra parte. Así lo ha
reiterado el TS.

El dolo del tercero.

En contra de cuanto afirma el art. 1.268 CC respecto a la violencia o la


intimidación, el art. 1.269 CC parece requerir de forma necesaria que el agente
doloso sea precisamente la otra parte del contrato: “…palabras o
maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes”.

Por supuesto, dicha expresión no excluye la existencia de dolo cuando la


tercera persona actúa a consecuencia de la maquinación de uno de los
contratantes (se habla con un perito amigo para que certifique una medida falsa
y notoriamente agrandada de la finca que se quiere vender), ya que en tal caso

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la intervención del tercero es sencillamente material: quien conspira o maquina
es, propiamente hablando, el contratante maligno.

Pero, ¿será posible y lícito que un contratante se aproveche del dolo de


un tercero aunque no haya conspirado con él? La respuesta debe ser negativa.
Como propusiera ALFONSO DE COSSÍO, hoy es pacífico admitir que no es
lícito que uno de los concurrentes se aproveche del engaño en que el tercero
ha hecho incurrir a la contraparte. Por tanto ha de propugnarse la anulación del
contrato cuando aquél conoce la actuación insidiosa del tercero (y, por tanto, el
engaño en que ha incurrido la otra parte), aunque no haya conspirado con él.
No obstante, la jurisprudencia parece inclinarse hacia una interpretación
excesivamente literal y rigorista del art. 1.269, con apoyo, sensu contrario, del
art. 1.268, privando de trascendencia anulatoria al dolo del tercero incluso en
los supuestos en que una de las partes contratantes conozca la situación y, por
tanto, se aproveche de ella en detrimento de los intereses de la otra parte.

La violencia como vicio del consentimiento

El Código Civil es suficientemente explícito al definir las situaciones en


que se violenta la voluntad o manifestación del consentimiento de una de las
partes contratantes. Según el art. 1.267 “hay violencia cuando para arrancar el
consentimiento se emplea una fuerza irresistible”. Tal fuerza irresistible se dará
en todos los casos de violencia física absoluta. En tales supuestos no es que el
consentimiento esté viciado, simplemente “es que no hay consentimiento”.

El objeto del contrato: Requisitos

Conforme a los arts. 1.271 y 1.273 los requisitos del objeto del contrato son
tres: licitud, posibilidad y determinación.

Licitud.

Según cabe deducir del art. 1.271, tanto las cosas como los servicios
han de ser lícitos:
a.- Respecto de las cosas, el CC excluye del ámbito contractual “las
cosas que están fuera del comercio”.
b.- En relación a los servicios, el art. 1.271.3 excluye del contrato “todos
los servicios que sean contrarios a las leyes o a las buenas costumbres”.

Posibilidad.

El art. 1.272 dispone que “no podrán ser objeto de contrato las cosas o
servicios imposibles”. Si la licitud engloba la “posibilidad jurídica” de convertir a
un bien determinado en objeto de contrato, la posibilidad o imposibilidad
contemplada en el art. 1.272 ha de quedar circunscrita a la “posibilidad física o
material” de entregar la cosa o ejecutar el servicio que constituya objeto del
contrato

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Determinación o determinabilidad.

Aunque el art. 1.273 se refiera exclusivamente a las cosas, este requisito


es extensible a los servicios. Una vez perfeccionado el contrato, es necesario
que la cosa o servicio quede determinado. De otra forma, sería necesario un
nuevo pacto o acuerdo de las partes para estar conformes en el objeto del
mismo.

De ahí que el CC no requiera como requisito sine qua non que el objeto
contractual quede absolutamente determinado, sino que le baste con que el
objeto sea determinable “sin necesidad de nuevo convenio entre los
contratantes”: venderme una bicicleta de tal modelo o hacerme la endodoncia
de una pieza cariada…

De forma más escueta

Como requisitos para el objeto del contrato, atendiendo a los artículos


1.271 y 1.273 CC, son tres:
- Licitud: Tanto las cosas cuanto a los servicios objetos del contrato han
de ser lícitos.
- Posibilidad: No podrán ser objeto de contrato las cosas o servicios
imposibles
- Determinación o Determinabilidad: Una vez perfeccionado el
contrato, se requiere que la cosa o el servicio que constituyen su objeto queden
determinadas o sean determinables en nuevo pacto o acuerdo entre las partes.

La causa del contrato

El Cc al referirse al elemento causal del contrato (art. 1.274) comienza


por distinguir entre contratos onerosos y gratuitos, estableciendo que:

- En los contratos gratuitos o de “pura beneficiencia”, la causa viene


representada por “la mera liberalidad del bienhechor”.
- En los contratos onerosos el Cc plantea la cuestión en perspectiva
unipersonal, ya que se refiere la causa a cada una de las partes contratantes y,
no al contrato en su conjunto.
- En los contratos gratuitos la causa del bienhechor o benefactor, al ser
el único obligado a dar (donante), hacer (depositario) o no hacer algo, coincide
con la causa del contrato.
- En los onerosos la descripción legal no es suficiente para dilucidar qué
debe entenderse por causa del contrato.

El hecho de objetivizar la causa persigue dos finalidades:


1.- Rastrear la causa del contrato en su conjunto.
2.- Independizar la causa contractual de los motivos, móviles o caprichos
de las partes.

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TEMA 21. LA FORMACIÓN Y EL CONTENIDO DEL CONTRATO

La aceptación. El valor del silencio

La aceptación es una declaración de voluntad por naturaleza recepticia,


esto es, debe ir dirigida de forma precisa al oferente y ser plenamente
concordante con la oferta, o en su caso, contraoferta, con independencia de
que pueda realizarse tanto de forma expresa, tácita o a través de hechos
concluyentes que no dejen lugar a dudas sobre la admisión de las condiciones
contractuales ofrecidas.

El silencio o la falta de actuación de quien no puede ser considerado aún


eventual aceptante, no puede considerarse como una manifestación positiva de
voluntad de que lo vincula contractualmente, el que calla ni afirma ni niega. Así
lo ha declarado el Tribunal Supremo en más de una ocasión en supuestos en
los que entre las partes no existía relación o trato previo alguno de naturaleza
contractual, si bien, en la misma línea ha reiterado que ello no obsta a que,
cuando entre las partes existen relaciones previas que impondrían al eventual
aceptante la adopción de medidas de carácter positivo, aquél se limita a dar la
callada por respuesta, cabe considerar el silencio como declaración de
voluntad.

El principio de libertad de forma

En general, para los contratos rige el principio de libertad de forma.


Puedo arrendar un piso oralmente o mediante papeles. En el primer caso se
habla de contrato verbal y en el segundo de contrato escrito; pero en ambos
casos el resultado sustancial será el mismo: las partes quedan obligadas a
respetar la palabra dada y a cumplir el compromiso contraído respecto de la
contraparte, si no quieren incurrir en responsabilidad.

Si bien la forma es, en línea de máxima, indiferente para el nacimiento


del contrato, no lo es, en cambio, en términos prácticos. En caso de
incumplimiento de lo acordado y el subsiguiente pleito, por lo común será
sumamente difícil acreditar ante el Juez la existencia de un contrato verbal.

Por tanto, a efectos probatorios es total y absolutamente desaconsejable


la celebración de contratos verbales cuando el contenido patrimonial de los
mismos tenga una relativa entidad económica. Por ello quizá aunque el art.
1.278 declare la absoluta libertad de forma, no obsta a que los artículos
inmediatamente sucesivos demuestren un acusado favor respecto de las
formas escritas, para evitar en la medida de lo posible las incertidumbres sobre
la celebración de la mayor parte de los contratos.

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La forma complementaria o ad probationem

El principio de libertad de forma (art. 1.278) parece verse contradicho por


lo dispuesto en el art. 1.280. Esta norma contiene una enumeración de
supuestos que, según indica su encabezamiento, “deberán constar en
documento público”. En su último párrafo, por otra parte, dispone que “también
deberán hacerse constar por escrito, aunque sea privado, los demás contratos
en que la cuantía de las prestaciones… exceda de 1.500 pesetas” (hoy una
cifra ridícula, pero no así en el momento de promulgación del Código).

La forma escrita del art. 1.280.2 CC

El párrafo reseñado dispone que “también deberán hacerse constar por


escrito, aunque sea privado, los demás contratos en que la cuantía de las
prestaciones de uno o de los contratantes exceda de 1.500 pesetas”. En el
momento de publicación del Código la citada cantidad representaba una cifra
dineraria importante. Pero en cualquier caso el fondo del asunto sigue siendo el
mismo: si el art. 1.278 se pronuncia abiertamente en favor de la más absoluta
libertad de forma, ¿por qué y para qué se exige la forma escrita en el art.
1.280.2?

Nuestros codificadores se declararon partidarios de la más amplia


libertad de forma, pero al mismo tiempo entendieron que debían transmitir a los
ciudadanos, a través de normas complementarias, las dificultades probatorias
de todas aquellas formas contractuales que no constasen por escrito. Pero ello
no quiere decir que la inexistencia de forma escrita prive de eficacia a un
contrato cuyas prestaciones superen el montante de 1.500 pesetas. La
jurisprudencia ha relativizado la importancia del precepto frente a pretensiones
en semejante sentido, declarando que “es totalmente desafortunada la
invocación del último párrafo del art. 1.280 para negar eficacia al contrato por
no constar en forma escrita, pues, con tal invocación, se pretende desconocer
el principio de espiritualidad introducido en nuestro sistema jurídico por el
Ordenamiento de Alcalá…” (SSTS 1997, 1967 y 1965).

El precontrato

La idea genérica de precontrato es referida doctrinalmente a los


acuerdos contractuales cuyo contenido radica precisamente en la celebración
de un contrato de futuro. Las partes se obligan a celebrar un contrato futuro,
ora mediante la prestación del nuevo consentimiento respecto de este, ora
mediante la manifestación de una sola de las partes, por entender que la otra
se encuentre ya vinculada por el primer contrato.
Grandes y casi insuperables dudas e incógnitas plantea la viabilidad y
utilidad de la figura genérica del precontrato cuando se configura como
promesa bilateral. Las dudas e incógnitas suponen el abandono definitivo de la
configuración del precontrato.

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Los tratos preliminares. La responsabilidad contractual

Los tratos preliminares no suponen la fijación definitiva de una oferta


contractual, sino la realización de actos preparatorios de un eventual o
hipotético contrato que, a la postre, puede llegar a celebrarse o no. En
consecuencia, uno de los motivos de aparición de los tratos preliminares viene
representado, precisamente, por el juego de ofertas y sucesivas contraofertas.
Los tratos preliminares no son objeto de contemplación en el Código
Civil, no obstante, pueden tener importancia para el Derecho; en primer lugar,
porque pueden coadyuvar a la interpretación del contrato, y en segundo,
porque en determinados casos de ruptura pueden dar origen a responsabilidad,
calificada como responsabilidad contractual.
Como regla general, la ruptura de los tratos preliminares no conlleva
consecuencia alguna, sin embargo, cuando éstos han sido llevados a cabo por
una de las partes sin observancia del principio general de buena fe, para
después provocar de forma injustificada la ruptura de los mismos, ésta dará
lugar a la denominada responsabilidad precontractual, también equiparada por
algunos autores a la culpa “in cotrahendo”, pese a no ser absolutamente
coincidentes, pues esta expresión es utilizada de manera genérica para
explicar ciertos supuestos de ineficacia o nulidad contractual como
consecuencia de circunstancias que eran conocidas para una de las partes
contratantes (se trata de contratos efectivamente celebrados aunque viciados
de nulidad).
Conviene subrayar que cuando la negociación preliminar tiene por objeto
dañar a una de las partes o a un tercero, ha de buscarse un mecanismo de
responsabilidad, aunque no se encuentre normado de forma expresa, por lo
cual, aparte del recurso al art. 7.1 respecto a la buena fe, hay una cierta
conformidad en traer a colación en esta sede el art. 1.902 CC.

El contrato de opción

El contrato de opción se caracteriza por incorporar una promesa


unilateral, en cuya virtud el optante tiene la facultad de realizar un determinado
acto jurídico, cuyo contenido vincula al promitente por la mera declaración de
voluntad de aquel, siempre y cuando la opción sea ejercitada en las
condiciones establecidas en el contrato. Su operatividad se ve reducida en la
práctica a la opción de compra y más raramente a la opción de venta.
En la opción de compra el concedente de derecho está otorgando un
derecho de preferencia de adquisición al optante a cambio de un precio,
conocido como prima o señal de opción. En caso de incumplimiento, el optante
puede reclamar la correspondiente indemnización de daños y perjuicios.

La condición: Noción general y requisitos

La condición forma parte de los elementos accidentales del contrato,


incorporados al contrato por voluntad de las partes. Una vez conformes las
partes en someter el contrato a condición, esta deja de ser un mero accidente

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para convertirse en elemento esencial para la eficacia del contrato. Para que
pueda hablarse de condición, el CC establece:
- El suceso contemplado como condición tiene que ser posible
- Las condiciones no pueden ser contrarios a las leyes ni a las
buenas costumbres.
- El acaecimiento o falta de acaecimiento de la condición estipulada no
puede depender de la voluntad de las partes.

Condición suspensiva y condición resolutoria

Dentro de la categoría de condición contractual, encontramos las


denominadas condición suspensiva y condición resolutoria.

Condición suspensiva: Cuando la eficacia del contrato depende del


acaecimiento de la condición, es decir, hasta que no se produzca el evento
futuro o incierto, los efectos propios del contrato se encuentran en suspenso.

Condición resolutoria: Cuando el contrato apenas celebrado genera


los efectos propios, cual si no existiera condición, pero el acaecimiento de esta
supone la ineficacia sobrevenida del contrato, operando con carácter
retroactivo.

Así pues, el acaecimiento de la condición puede traer consigo: A) Ora la


eficacia del contrato (condición suspensiva) B) Ora la ineficacia del mismo
(condición resolutoria).

La condictio iuris o condiciones legales

Esta locución es utilizada para expresar que, en ciertos casos, la ley


subordina la eficacia del contrato u otro negocio, al acaecimiento de un suceso
futuro o incierto y en todo caso, no dependiente de la voluntad de las partes,
por ejemplo, se requiere que el testado fallezca para que el testamento tenga
eficacia.
La categoría de la “condictio iuris” no la contempla el Código Civil; en
realidad nada tiene que ver con una condición, puesto que:
1.- La condición es un elemento accidental o contigente, no necesario,
del contrato, mientras que la condictio iuris constituye un presupuesto legal y
necesario de eficacia del contrato, o del acto o negocio jurídico, de que se trate.
2.- El cumplimiento de la condictio iuris no tendrá por principio, eficacia
retroactiva, en contra de cuanto ocurre en las relaciones contractuales
sometidas a condición.

El término o plazo como elemento accidental: Término inicial, final y


esencial

El término, como elemento accidental, es el momento temporal en que


comienzan o terminan los efectos de un contrato, o cuando ha de llevarse a

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cabo el cumplimiento de una obligación determinada, presupone la eficacia del
contrato.
El término puede consistir tanto en fijar una fecha concreta, como futura,
en un periodo temporal determinado, que comienza a contar a partir del día de
la celebración del contrato respecto al primer supuesto y, en una fecha
indeterminada pero determinante por referencia a un evento que ha de venir o
producirse necesariamente, respecto al segundo. Así podemos hablar de:
1.- Término inicial: día cierto a partir del cual un contrato genera los
efectos que le son propios (de forma equivalente a cómo ocurre en el caso de
que contenga una condición suspensiva).
2.- Término final: día cierto en el que los efectos propios del contrato se
darán por concluidos (de forma similar a como ocurre cuando contiene una
condición resolutoria).
Hablamos de término esencial cuando el cumplimiento de ciertas
obligaciones excluye de forma absoluta que se pueda llevar a cabo con
posterioridad a la fecha señalada en el contrato su cumplimiento; si éste se
efectúa fuera de la fecha señalada como término esencial equivale a un
verdadero incumplimiento al no satisfacer el interés del acreedor, si bien, ese
interés no tiene “forzosamente” que conllevar indemnización de daños y
perjuicios, pudiendo darse un nuevo “pacto o acuerdo” entre las partes.

Los contratos: El modo

El modo consiste en la obligación accesoria impuesta al beneficiario de


una determinada liberalidad por el disponente de ésta.
La relación entre la liberalidad y el modo es claramente de
subordinación: el modo es accesorio respecto de la liberalidad en que consiste
el “negocio jurídico”, es por ello, que en el supuesto de que el modo sea
impuesto consista en una carga de carácter ilícito o imposible, se tendrá por no
puesto, mientras que la validez de la liberalidad permanecerá.
La carga modal, sin embargo, no puede interpretarse como un mero
ruego, sino que es obligatoria para el beneficiario, quien habrá de cumplirla. En
caso de incumplimiento imputable al obligado, la liberalidad puede ser
revocada si las personas legitimadas para ello ejercitan la oportuna acción, por
ejemplo, revocación de la donación o la “devolución de lo percibido con sus
frutos e intereses” en el caso de institución de heredero o legatario.

La perfección del contrato entre ausentes

La doctrina ha querido dilucidar cuando quedará vinculado el oferente


por la declaración de voluntad del aceptante, es decir, cuando ha de
entenderse celebrado el contrato en el supuesto que las negociaciones entre
las partes contractuales ocurran en la distancia y no tengan un medio inmediato
de concluir dicha negociación. Encontramos 3 teorías:

Teoría de la emisión: Dado el consentimiento de ambas partes, debe


entenderse perfeccionado el contrato desde el mismo momento en que el
aceptante emite su declaración de voluntad

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Teoría de la expedición o remisión: Bastaría con que el aceptante
remitiese al oferente la declaración de voluntad para quedar vinculado
contractualmente.

Teoría de la recepción: Exige que la aceptación llegue al círculo propio


de la actividad del oferente, aunque la recepción no suponga efectivo el
conocimiento de la aceptación por parte de éste.

TEMA 22. LA INTERPRETACIÓN E INTEGRACIÓN DEL CONTRATO

Los criterios interpretativos de carácter subjetivo

Inicialmente la interpretación debe dirigirse a desentrañar la “intención


de los contratantes” (arts. 1.281, 1.282 y 1.289.2), generándose así la
denominada “interpretación subjetiva”: la que trata de indagar tanto la voluntad
de cualquiera de las partes, cuanto la intención común de ambas. La
fundamental es esta última: “la interpretación admisible es la que atiende a la
común intención de los contratantes (…) basada en la voluntad bilateral de
ambos, quedando, por tanto, excluida la mera voluntad interna de cualquiera
de los contratantes, que puede servir, no obstante, para concretar aquella
voluntad común” (STS); “para averiguar la intención de los contratantes no
puede atenderse a lo que cada uno entendió o pensó al contratar” (STS).
Proporciona el CC para ello los siguientes criterios:
1.- La intención de los contratantes asume primacía, aunque la fórmula
contractual utilizada por las partes arroje, literalmente interpretada, un resultado
contrario a aquella (art. 1.281).

2.- No obstante, cuando la discordancia entre la intención de las partes y


los términos del contrato no sea o resulte evidente y los términos utilizados
sean claros, habrá de mantenerse la interpretación literal, como ha reiterado
suficientemente la jurisprudencia (si el texto resulta claro, sin sombra de dudas,
debe el intérprete o Juez abstenerse de más indagaciones) -SSTS-.

3.- Respecto de los extremos accesorios de carácter complementario o


de detalle, la intención de las partes debe prevalecer sobre los términos
contractuales, cualquiera que sea la generalidad de estos (art. 1.283).

El elemento volitivo (lo querido por las partes) requiere prestar principal
atención a los actos constatables por las partes. Por ello, el art. 1.282 ordena
que “para juzgar de la intención de los contratantes deberá atenderse
principalmente a los actos de éstos, coetáneos y posteriores al contrato”. No se
excluyen en sede interpretativa los actos precontractuales o tratos preliminares
(el art. 1.282 dice “principalmente” los coetáneos y posteriores, pero no
“solamente”), que serán más espontáneos y desinteresados que los actos
poscontractuales

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Los criterios interpretativos de carácter objetivo

Las reglas de carácter objetivo operan de forma tendencial, al menos,


desde luego no de forma absoluta, en un ámbito diverso a la intención de los
contratantes, ofreciendo como resultado la llamada interpretación objetiva.
Tales reglas son, fundamentalmente las siguientes:
1.- La interpretación sistemática: art. 1.285 Cc, “las cláusulas de los
contratos deberán interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las
dudosas el sentido que resulte del conjunto de todas”.
2.- Exclusión de la anfibiología y el principio de conservación del
contrato: se trata de evitar el doble sentido, sin sentido o pluralidad de
acepciones de una fórmula, giro o término. Respecto al principio de
conservación del contrato, el art. 1.284 Cc recoge, “si alguna cláusula de los
contratos admitiere diversos sentidos, deberá entenderse en el más adecuado
para que produzca efectos”.
3.- Los usos interpretativos: el art. 1.287 dispone en su primera parte
que las ambigüedades de los contratos se interpretarán teniendo en cuenta el
uso del país. Tener en cuenta que el art. 3.1 recoge que los usos no pueden ser
considerados como normas jurídicas, ni tendrán la consideración de costumbre,
por lo que el papel que desempeñan en puramente auxiliar en la determinación
del contenido del contrato.
4.- La interpretación contra “stipulatorem”: El art. 1.288 prohíbe que el
resultado interpretativo al que se llegue favorezca al autor de cláusulas
ambiguas.

Los medios de integración

Señala como tales el art. 1.258 la buena fe, el uso y la ley. Sin embargo,
el escalonamiento jerárquico de dichos medios debe ser al contrario.

La ley: la norma imperativa aplicable a un supuesto contractual


determinado conformará e integrará el régimen del mismo con primacía incluso
sobre el acuerdo o clausulado contractual. Las normas dispositivas, en cuanto
son disponibles por las partes, sólo integrarán el contrato cuando contemplen
un elemento natural del mismo que no haya sido contemplado o regulado de
forma diversa a la legalmente prevista.

Los usos normativos: en el art. 1.258 tienen carácter normativo, y por


tanto integran el acuerdo contractual en cuanto costumbre. Ahora bien, al igual
que las normas dispositivas, en caso de ser conocidos y no queridos por las
partes pueden ser excluidos del acuerdo contractual.

La buena fe: es simultáneamente principio general del Derecho y un


medio integrador. No puede ser extraña a la propia conformación de los usos
normativos y de los mandatos legales. No puede ser entendida desde una
perspectiva subjetiva, sino que se superpone al propio comportamiento de las

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partes y configura el contenido o los efectos del contrato de acuerdo con las
reglas de conducta socialmente consideradas como dignas de respeto.

De forma más sucinta para el espacio

Como medios de integración, el artículo 1288 del CC señala como tales


la ley, el uso y la buena fe (en este escalonamiento jurídico). Por tanto;
La ley: La norma imperativa aplicable a un supuesto contractual
determinada conformará e integrará el régimen del mismo con primacía incluso
sobre el acuerdo o clausulado contractual.
Los usos normativos: Tienen carácter normativo, y por tanto, integran
el acuerdo contractual en cuanto costumbre. Puede ser excluida del acuerdo
contractual por las partes.
La buena fe: Es simultáneamente un Principio General del Derecho
legalmente formulado.

TEMA 23. LA EFICACIA DEL CONTRATO

Los contratos a favor de tercero

La existencia de contratos generadores de derechos en favor de


tercero se encuentra consagrada en el art. 1.257.2: “Si el contrato contuviere
alguna estipulación en favor de tercero, éste podrá exigir su cumplimiento,
siempre que hubiese hecho saber su aceptación al obligado antes de que haya
sido aquella revocada”.
Ocurre así cuando una persona celebra un seguro de vida en favor de su
(en el futuro) cónyuge viudo o, en su defecto, sus hijos; o por ejemplo en los
viajes de novios contratados por parientes o allegados, etc. Los ejemplos
podrían ser muchos, pero con los indicados resulta suficiente, ante el riesgo de
convertir una mera posibilidad (la de convertir a un tercero en beneficiario del
contrato) en regla general.

TEMA 24. LA INEFICACIA DEL CONTRATO (TEMA


ESTRELLA/PRACTICUM)

La nulidad del contrato: Concepto y causas

La nulidad es la sanción más intensa que se puede imponer al contrato,


en cuanto supone que ab initio, desde el principio, no produce ninguno de los
efectos que le son propios, sin necesidad de una declaración judicial en este
sentido.
Esta jurisprudencia sancionadora se caracteriza por:

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1.- E contrato tiene en su origen un defecto estructural.
2.- Implica una carencia absoluta de efectos.
3.- La ineficacia opera ipso iure, de manera automática, sin que sea
necesario que recaiga declaración judicial. Ello no es óbice para que se pueda
instar un pronunciamiento judicial sobre la cuestión, que tendrá sólo un valor
declarativo.
4. Tiene carecer definitivo.

Aunque las causas de nulidad responden a criterios de política


legislativa, las causas más significativas de nulidad son:
1.- La falta de algunos elementos esenciales del contrato: el
consentimiento, la causa o la forma ad solemnitatem.
2.- La ilicitud de sus elementos, como el objeto (art. 1.271 Cc) o la causa
(art. 1.275 Cc).
3.- La vulneración de los límites a la autonomía de la voluntad entendida
como norma imperativa, la moral y el orden público.
4.- En situaciones de cotitularidad, cuando existen disposiciones en las
que falta el consentimiento de la otra parte.
5.- Los negocios celebrados sin poder o por quien carece de poder
suficiente, aunque algunos autores lo sitúan como nulidad relativa.

Respuesta de otra compañera

La nulidad del contrato es el supuesto más grave de ineficacia. Suele ser


adjetivada como “nulidad absoluta” o “nulidad de pleno derecho”. Los contratos
nulos no merecen para el Derecho más que rechazo; no puede reconocer el
ordenamiento jurídico ningún efecto del contrato nulo, ni siquiera su
admisibilidad con tal contrato.

Las causas de nulidad

“La nulidad propiamente dicha, absoluta o de pleno derecho, tiene lugar


cuando el acto es contrario a las normas imperativas o prohibitivas o cuando
no tiene existencia por carecer de alguno de sus elementos esenciales… pues
según el art. 1.261 del CC no existe si falta el consentimiento, el objeto o la
causa” (STS). Dado que el art. 1.261 y ss. tienen en general carácter
imperativo, bastaría con afirmar que la nulidad del contrato se deriva de la
contrariedad al Derecho imperativo.
No obstante, vamos a glosar el párrafo anterior. Son causas de nulidad
radical:

1.- La carencia absoluta o inexistencia (excluidos, por tanto, los


denominados vicios del consentimiento, pero no la violencia absoluta) de
cualquiera de los elementos esenciales. Se ha de considerar que falta
absolutamente el consentimiento cuando quien celebra el contrato lo hace
arrogándose falsamente en representación de otro (STS) o es un enajenado
mental (“loco”, vulgarmente).

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2.- El incumplimiento de cualquiera de los requisitos del objeto del
contrato: licitud, posibilidad y determinación.
3.- La ilicitud de la causa.
4.- La contrariedad a las normas imperativas, a la moral y al orden
público, en cuyo caso suele hablarse, directamente, de “contrato ilegal”.
En particular, los actos a título gratuito sobre bienes comunes realizados
por un cónyuge sin el consentimiento del otro.

La acción de nulidad

Por muy nulo que sea un contrato, en caso de haberse celebrado,


producirá una apariencia de tal que, salvo que sea destruida, seguirá
produciendo los efectos propios del contrato de que se trate, como si fuera
válido.
Para evitarla, el Derecho dota a la acción de nulidad (vehículo procesal
tendente a lograr que el Juez decrete la nulidad del contrato) de una serie de
caracteres:
1.- Es imprescriptible, es decir, puede ser ejercitada en cualquier
momento.
2.- Puede ejercitarla cualquier persona interesada en deshacer el
contrato nulo.
“La jurisprudencia no excluye a los terceros, si a ellos les puede
perjudicar el negocio jurídico que impugnan” (Sent. de la AP de Valladolid). Es
más: en la práctica es más frecuente el ejercicio por terceros, dado que quien
genera la causa de nulidad no está legitimado para impugnar el contrato (por
tanto sólo la parte que sufra una causa de nulidad imputable exclusivamente a
la contraparte podrá actuar judicialmente).

Causas de anulabilidad

Las razones o causas de anulabilidad pueden identificarse con las


siguientes:
1.- Todos los vicios del consentimiento: error, violencia (no absoluta),
intimidación y dolo (art. 1.300 CC).
2.- Inexistencia de plena capacidad de obrar en alguno de los
contratantes, tal como ocurre en los siguientes casos:
a. Menores no emancipados.
b. Personas sometidas a tutela, conforme a la sentencia de
incapacitación.
c. Personas sometidas a curatela, conforme al art. 293 CC.
d. Emancipados respecto de los contratos considerados en el art.
323 (para el casado menor de edad, el art. 324 CC).
Inexistencia de consentimiento marital o uxorio (esto es, del otro
cónyuge) respecto de los actos o contratos onerosos realizados por el otro
cónyuge, cuando legalmente se requiere el consentimiento de ambos.

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La confirmación del contrato anulable

Si las causas de anulabilidad son disponibles para las partes,


renunciando al ejercicio de la correspondiente acción, es lógico que exista un
cauce para sanar el contrato antes de que la acción de anulabilidad prescriba.
Dicho cauce se conoce con el nombre de confirmación o de ratificación. Según
el art. 1.313 “purifica el contrato de los vicios de que adoleciera desde el
momento de su celebración” (esto es, tiene eficacia retroactiva) y por
consiguiente extingue la acción de anulabilidad.
Para que sea válida debe llevarse a cabo por quien estuviera legitimado
para ejercitar la acción de anulabilidad y que el confirmante tenga conocimiento
de la causa de anulabilidad y que el vicio no le siga afectando.
La confirmación puede realizarse de forma expresa o tácita. Esta última
consiste, según el art. 1.311, en que el legitimado para ejercitar la anulabilidad
“ejecutase un acto que implique necesariamente la voluntad de renunciarlo”.

Efectos de la nulidad y anulabilidad. La ineficacia contractual

El principal efecto de la nulidad y la anulabilidad es que el contrato no


produce ninguna consecuencia que le es propia; lo que ocurre en la nulidad
ipso iure y desde el principio y, en la anulabilidad, a instancia de parte una vez
que es decretada por la autoridad judicial.
Puede ser que se haya procedido a la ejecución del contrato,
habiéndose realizado alguna o algunas de las prestaciones, esto se suele
hacer en los contratos anulables, por la eficacia inicial que le contrato tiene. En
estos supuestos es necesario que las cosas vuelvan a la situación anterior a la
celebración del contrato.

El desistimiento unilateral

Perfeccionado un contrato, quedan los contratantes vinculados por el


mismo si concurren los requisitos propios para que surta su eficacia. Sin
embargo, existen casos en los que le legislador consiente que una o cada una
de las partes, por su sola decisión unilateral y, sin necesidad de justificación,
ponga fin a una relación contractual. Son los siguientes:
1.- El dueño de la obra o “comitente” (art. 1.594 Cc): puede, por su sola
voluntad, dar orden al contratista para que cese4 la construcción, poniéndose
fin al contrato. En tal caso habrá de abonar al contratista una indemnización
que comprenda los gastos tenidos en la ejecución de lo hecho y el beneficio
que el contratista obtendría de haber concluido la obra.
2.- Cualquiera de los socios de la sociedad civil concluida por tiempo
indeterminado puede, por su sola voluntad, renunciar a la sociedad, poniendo
así fin a la relación social, sin necesidad de indemnizar a nadie, salvo que la
renuncia se haya hecho de mala fe.
3.- El mandante, libremente y por su decisión, puede revocar el
mandato, que deja de producir sus efectos sin que se establezca ningún efecto
indemnizatorio.

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4.- El mandatario, por su parte, puede renunciar al mando, pero
debiendo indemnizar al mandante, salvo que el desempeño del mandato le
cause grave detrimento.
5.- Pactado el comodato por tiempo indeterminado, el comodante puede
reclamar la devolución de la cosa prestada a su libre voluntad.
6.- El depositante, se haya o no pactado el tiempo de duración del
depósito, puede reclamar la restitución de la cosa depositada en cualquier
momento y dependiendo de su libre decisión.
7.- Últimamente y, debido a la transposición de diversas directivas
europeas, se ha acentuado la importancia del desistimiento por parte del
adquirente de bienes muebles: “cuando la perfección del contrato no sea
simultánea con la entrega del objeto” o, “cuando se realice una compra por
catálogo”.

La resolución del contrato por incumplimiento

El art. 1.124.1 CC establece. “la facultad de resolver las obligaciones se


entiende implícita en las recíprocas, para el caso de que uno de los obligados
no cumpliere con lo que le incumbe”. La razón del precepto es clara: si uno de
los contratantes no quiere o no puede cumplir, se debe permitir al otro que dé
por resuelto el contrato, es decir, se le reconoce “ope legis” una facultad
resolutoria del contrato en base al incumplimiento de la otra parte; recoge así el
Código Civil que debe considerarse implícita en las obligaciones recíprocas.
Por otro lado, según la reiterada jurisprudencia del Tribunal Supremo, el
ejercicio de la facultad resolutoria requiere:
1.- Que el demandante haya cumplido su obligación o que acredite que
se encuentra en condiciones de hacerlo.
2.- Que la otra parte no cumpla, aunque su incumplimiento no sea total,
sino parcial.
3.- Que las partes se encuentren ligadas por un contrato bilateral.
4.- Que la obligación sea exigible.
5.- Que la frustración del contrato dimanante del incumplimiento sea
patente o, al menos, que se pueda acreditar.

En el supuesto de obtenerse la resolución del contrato, ésta tiene


efectos retroactivos y eficacia resolutoria, por lo que ambas partes habrá de
reintegrarse recíprocamente el objeto del contrato que hubieren recibido.

La cláusula “rebus sic stantibus”; Concepto, requisitos y efectos.

Doctrina y jurisprudencia han recogido tradicionalmente la llamada


cláusula “rebus sic stantibus” como remedio al desequilibrio patrimonial que la
alteración de las circunstancias contractuales comporta, en el sentido de
entender implícito en todo contrato de tracto sucesivo un pacto, en virtud del
cual el cumplimiento del mismo se entiende necesario siempre y cuando las
circunstancias sigan manteniéndose tal y como se encontraban en el momento
de perfección del contrato.

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Es decir, en el supuesto de una extraordinaria modificación del entorno
contractual habrá de concluirse que el contrato no vincula a las partes o que no
les obliga, más allá de la observancia a las circunstancias coetáneas en el
momento de la ejecución.
La jurisprudencia TS exige:
1.- Que entre las circunstancias existentes en el momento de la
celebración del contrato y las concurrentes en el momento de su cumplimiento
o ejecución se haya producido “una alteración extraordinaria”.
2.- Que como consecuencia de dicha alteración resulte una
desproporción exorbitante y fuera de todo cálculo entre las prestaciones
convenidas.
3.- Que no exista otro medio, jurídicamente hablando, de remediar el
desequilibrio sobrevenido de las prestaciones.
4.- Que las nuevas circunstancias fueran imprevisibles para las partes en
el momento de la celebración.
5.- Que quien alegue la cláusula rebus sic stantibus tenga buena fe y
carezca de culpa.

La acción rescisoria

Es un remedio jurídico puesto al servicio de los intereses legalmente


determinados, por la cual se obliga a la devolución de las cosas que fueron
objeto del contrato con sus frutos y del precio con sus intereses (Art. 1.295 CC
párrafo primero).
La rescisión es una forma particular de ineficacia del contrato que
procede de un momento posterior a la celebración del mismo, el cual nace
plenamente válido, pero posteriormente puede ser declarado ineficaz por sus
efectos lesivos o perjudiciales para una de las partes o un tercero (art. 1.291
CC); hay que diferenciarla de la nulidad y anulabilidad pues éstas hacen
referencia a una invalidez inicial del contrato.

Requisitos:
- Sus titulares sólo pueden utilizarlo cuando carezcan de otro recurso
legal para obtener la reparación del perjuicio, siendo por tanto de carácter
subsidiario (art. 1.294 Cc).
- Sólo podrá llevarse a cabo cuando el que la haya pretendido puede
devolver aquello a que por su parte estuviese obligado (art. 1.295 CC primer
párrafo “in fine”).
- Que las cosas objeto del contrato no se hallen legalmente en poder de
terceras personas que hubieran procedido de buena fe, por lo que en este caso
sólo podrá reclamarse la indemnización de perjuicios al causante de la lesión
(art. 1295 párrafos segundo y tercero).

Plazo: La acción de rescisión tiene un plazo de caducidad de cuatro


años, que se empieza a contar a partir de la celebración del contrato, con la
excepción de “las personas sujetas a tutela y para los ausentes, en las que el
plazo empezará a contar una vez haya cesado la incapacidad de los primeros o
sea conocido el domicilio de los segundos.

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Las causas de rescisión en el Código Civil

Se pueden clasificar en tres grupos:

1.- Rescisión por lesión, entendida como perjuicio patrimonial para una
de las partes contratantes.
- Todos los contratos que puedan llevar a cabo los tutores sin la debida
autorización. Los contratos que celebre el menor por sí sólo serán anulables y
no rescindibles.
- Los celebrados en representación de los ausentes, siempre que éstos
hayan sufrido la lesión en más de la cuarta parte del valor de la cosa y no se
haya celebrado contrato con autorización judicial.
- La partición de herencia, siempre que la lesión sea en más de la cuarta
parte, atendiendo al valor de las cosas cuando fueran adjudicadas.

2.- Rescisión por fraude, es decir, con ánimo de engaño respecto de


terceros.
- Los contratos celebrados en fraude acreedores, cuando éstos no
pueden cobra de otro modo lo que se les deba. Esta norma supone el
encuadramiento de la acción pauliana. Se presume el fraude en todas le
enajenaciones gratuitas y en las onerosas cuando el transmitente ha sido
condenado judicialmente o se trata de bienes embargados judicialmente.
- Los contratos que se refieran a cosas litigiosas, cuando hubiesen sido
celebrados por el demandado sin conocimiento y aprobación de las partes
litigantes o de la autoridad judicial competente.
- Los pagos hechos en estado de insolvencia por cuenta de obligaciones
a cuyo cumplimiento no podía se compelido el deudor al tiempo de hacerlos.

3.- Rescisión por otros motivos. El art. 1.291.5 establece mediante una
cláusula remisiva de carácter general, cualesquiera otros casos en que
especialmente la ley determina la rescisión.

Efectos de la rescisión del contrato

- Una vez declarada la rescisión, el contrato es ineficaz con carácter


retroactivo.
- Los contratantes deberán devolverse las mismas cosas objeto del
contrato con sus frutos y el precio con sus intereses.
- La entrega deberá ser “in natura”, por lo que la rescisión sólo podrá
llevarse a efecto cuando el que la pretende pueda devolver aquello a que por
su parte estuviera obligado.
- Tampoco tendrá lugar la rescisión cuando las cosas se hallaren
legalmente en poder de terceras personas que no hubieran procedido de mala
fe.
- Queda a salvo el derecho del que ha sido lesionado en el contrato de
reclamar la indemnización del perjuicio.

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TEMA 25. LA DONACIÓN (TEMA ESTRELLA/PRÁCTICUM)

Las donaciones remuneratorias y las modales u onerosas

1.- Donaciones remuneratorias.


Son aquéllas que encuentran su razón de ser en los méritos del
donatario o en los servicios prestados por éste al donante. El art. 619 CC dice,
“es también donación la que se hace a una persona por sus méritos o por los
servicios prestados al donante, siempre que no constituyan deudas exigibles”.
El problema que plantean este tipo de donaciones viene dado por el
hecho de que lo recogida en el art. 619 parece verse contradicho por el art. 622
que dispone que “las donaciones con causa onerosa se regirán por las
disposiciones generales de los contratos, y las remuneratorias, por las
disposiciones del presente Título en la parte que excedan del gravamen
impuesto”. No obstante, la mejor doctrina ha acabado por entender inaplicable
a las donaciones remuneratorias el art. 622 cuya segunda parte se refiere
probablemente a las donaciones modales.

2.- Obligaciones modales u onerosas.


Son aquellas donaciones que incorporan una carga modal, pues la
onerosidad propia está excluida de los actos de liberalidad en general y, de la
donación en particular. Conforme al art. 619 Cc “es aquella donación que
impone al donatario un gravamen inferior al valor de lo donado”. En caso de
coincidencia de valor entre lo donado y el gravamen modal, el “animus
donando” puede considerarse inexistente.

Presupuestos y elementos de la donación

Son presupuestos esenciales de la donación: el empobrecimiento del


donante, el enriquecimiento del donatario y la intención de hacer una liberalidad
(ánimus donando). Estos presupuestos excluyen de la categoría de la donación
a aquellos actos realizados a título gratuito que no entrañan una pérdida
patrimonial, como el préstamo, depósito, etc.
Sus elementos: en síntesis, como en el resto de contratos, capacidad de
las partes, objeto, causa y forma; esto tiene que ser objeto de desarrollo por
separado.

Capacidad de las partes

Capacidad para ser donante (art. 624 CC).


1.- Tener capacidad para contratar conforme al art. 1.263 Cc. Los
menores emancipados podrán donar con asistencia de su padre o curador si el
bien es de los que se menciona en el art. 323 Cc, y sin su concurso en otro
caso.
2.- Tener el poder de disposición de los bienes donados.

Manoli Nieves Vázquez 26


3.- Las personas jurídicas podrán donar siempre que esté previsto en
sus estatutos y la donación que se haga sea acorde con la finalidad social.

Capacidad para ser donatario (art. 625 Cc).


- El donatario debe tener la condición de persona.
- Si es menor de edad, basta la capacidad de entender y querer, por lo
que es válida la aceptación de una donación por éste.
- Respecto al “nasciturus” la donación es válida, debiendo aceptar por él
los que serían sus representantes legales si hubiera nacido.

El art. 626 Cc exige la capacidad para contratar cuando se trate de


donaciones donde el donatario asuma una obligación.

Objeto y límites de la donación

La regla general es que el objeto de una donación puede ser una cosa o
un derecho, sea real o de crédito. Los bienes donados deben estar
individualizados.
Se prohíbe la donación de bienes futuros, concepto que incluye no sólo
a los bienes que no tiene existencia actual, sino a todos aquellos de los que el
donante no puede disponer en el momento de la donación.
Límites:
1.- Cuando se realice la donación de todos los bienes presentes del
donante, el art. 624 CC exige que el donante se reserve, bien en propiedad,
bien en usufructo, lo necesario para vivir en un estado que corresponda a sus
circunstancias. No es necesario que se haga esta reserva de forma expresa,
pero la cláusula que la excluya es nula.
Si el donante no se ha reservado bienes suficientes puede pedir la
reducción de la donación.
2.- El art. 636 CC pretende salvaguardar el derecho de los legitimarios y
se refiere a la donación inoficiosa. La donación es válida, sólo que si excede en
el momento de la muerte del causante de la porción de libre disposición, ésta
puede ser reducida. Se trata de una ineficacia parcial.

Causa de la donación

La donación es un contrato gratuito. Conforme al art. 1.274 CC, la


“causa en la donación es la mera liberalidad del bienhechor”, entendido el
concepto de “liberalidad” como el proporcionar a otro una ventaja o beneficio
sin contraprestación.

La forma de la donación

Para el Código Civil la donación es un contrato formal, sin este elemento


la donación es nula, si bien, sus requisitos varían tratándose de bienes
muebles o inmuebles.

Manoli Nieves Vázquez 27


1.- Donación de bienes muebles:
- Si se realiza de forma “verbal”, requiere la “entrega”.
- Si se realiza por “escrito”, no es necesaria le entrega inmediata pero
debe constar en el escrito “la aceptación del donatario”.

2.- Donación de bienes inmuebles:


- Se exige “escritura pública”, que debe expresar los bienes donados y
las cargas que asume el donatario.
- La aceptación puede recogerse en la misma escritura o en otro
documento complementario

La donación simulada
Se trata del supuesto en que las partes han acordado una donación,
pero simulan una compraventa que se recoge en escritura pública. Una vez
que queda probado que existe simulación, “la donación querida por las partes
es nula porque se precisa escritura pública de donación”. No basta, pues, una
escritura cualquiera.

Perfección de la donación: La aceptación

La donación, bajo pena de nulidad, está sujeta a la aceptación por parte


del donatario, que la puede realizar por sí mismo o por medio de persona
autorizada (mediante poder especial para aceptar donaciones). Art. 630 CC.
La aceptación tiene importancia para determinar el momento en que
queda vinculado el donante. El Código regula la perfección de la donación en
dos artículos, vinculados con sus respectivas teorías:
- Establece, de una parte, que “la donación no obliga al donante, ni
produce efecto, sino desde la aceptación” (teoría de la emisión, art. 629)
- De otra, recoge que “la donación se perfecciona desde que el donante
conoce la aceptación del donatario” (teoría del conocimiento, art. 623).

Efectos de la donación

1.- Saneamiento. El donante no está obligado al saneamiento por


evicción ni vicios ocultos. En compensación, el donatario se subroga en todas
las acciones que pueda tener el donante contra terceros en caso de evicción.
2.- Deudas del donante: El donatario responde de las deudas del
donante que sean anteriores a la donación y “siempre“ que haya sido realizada
en fraude de acreedores (art. 1.111 CC, acción Pauliana).
3.- El derecho de acrecer. En las donaciones hechas a más de una
persona al mismo tiempo, no se produce el derecho de acrecer. Si uno de ellos
no llega a adquirir la parte vacante no aumenta a la de los codonatarios. Esta
regla no afecta a donaciones hechos conjuntamente a los cónyuges.

Manoli Nieves Vázquez 28


La revocación de las donaciones

La donación es irrevocable en el sentido de que no puede quedar sin


efecto por la sola voluntad de donante, una vez que haya tenido lugar la
aceptación del donatario. Si bien, el Código Civil, teniendo en cuenta su
carácter de atribución patrimonial sin contraprestación, faculta al donante para
recuperar lo donado en algunos supuestos.
Estas causas se encuentran tasadas, no obstante hay que tener en
consideración que la concurrencia de alguna de ellas no significa pérdida
automática de la propiedad por parte del donatario, sin que faulta al donante a
pedir la ineficacia. Las causas de revocación se limitan a tres supuestos:
1.- Supervivencia o superveniencia de hijos.
2.- Incumplimiento de las cargas impuestas al donante.
3.- Ingratitud del donatario.

La supervivencia o superveniencia de hijos

- Es indiferente que se trate de hijos matrimoniales, no matrimoniales o


adoptivos. Cuando se trata de hijos tenidos después de la donación, aunque
sean póstumos, hablamos de superveniencia. Si resulta vivo el hijo del donante
que éste reputaba muerto cuando hizo la donación, hablamos de
supervivencia.
- El plazo para ejercer la acción de revocación es de 5 años, y se trata
de un plazo de caducidad, contados a partir del nacimiento del hijo o de la
adopción o desde que se tuvo noticias de su existencia.
- La legitimación activa para ejercer la acción corresponde al donante,
sus hijos o descendientes. Es una acción irrenunciable antes de que se
produzca el nacimiento.
- No tiene efectos retroactivos, es decir, subsisten los efectos de los
negocios otorgados por el donatario. Cuando la cosa no puede devolverse
porque se halla en poder de terceros, se habrá de entregar su valor al tiempo
de la donación. También se deben los frutos desde la interposición de la
demanda.

Incumplimiento de cargas impuestas al donatario

El supuesto de revocación por incumplimiento de cargas impuestas al


donante se recoge en el art. 647.1 CC, “La donación será revocada a instancia
del donante cuando el donatario haya dejado de cumplir alguna de las
condiciones que el donante le impuso”.
El CC no establece la duración para el ejercicio de la acción, si bien, por
vía analógica la jurisprudencia recurre al plazo de 4 años de caducidad,
contados desde que se debía cumplir la carga o se pidiese su cumplimiento por
la persona autorizada.
Asimismo, la legitimación activa para su interposición corresponde al
donante, y mediante jurisprudencia reiterada, a sus herederos.
El efecto de la acción es retroactivo, recoge a este respecto el art. 647.2
CC, “quedarán nulas las enajenaciones que el donatario hubiese hecho y las

Manoli Nieves Vázquez 29


hipotecas que hubiese impuesto”. Se deben los frutos desde el momento en
que se dejó de cumplir por el donatario la carga impuesta.

Ingratitud del donatario

Causas tasadas. Art. 648 Cc.


- Que el donatario cometa algún delito contra la persona, el honor o los
bienes del donante. El TS entiende delito en sentido amplio, como cualquier
conducta sancionable y reveladora de ingratitud del donatario.
- Que el donatario impute al donante alguno de los delitos que se siguen
de oficio, aunque lo pruebe. Excepción. Que el delito haya sido cometido contra
el propio donatario, su cónyuge o hijos.
- Que el donatario le niegue alimentos al donante, debiéndoselos.
- En las donaciones entre cónyuges se considera ingratitud que el
donatario incurra en causa de desheredación o le sea imputable, según
sentencia, la causa de separación o divorcio.

El plazo de ejercicio para ejercer la acción de revocación es de 1 año de


caducidad desde que el donante conoció el hecho y tuvo posibilidad de ejercitar
la acción. No cabe renuncia anticipada.
La legitimación activa para su ejercicio corresponde al donante; sus
herederos no podrán ejercitarla si su causante pudo hacerlo y no lo hizo.
En este supuesto, la acción de revocación, una vez concedida, no tiene
efectos retroactivos, no afecta a terceros que hayan adquirido del donatario o a
cuyo favor se hayan constituido hipotecas. Si no se pueden devolver los
bienes, será el valor que tenían al tiempo de la donación. Los frutos se deben
desde que se interpuso la demanda.

TEMA 26. EL CONTRATO DE COMPRAVENTA (TEMA ESTRELLA)

Capacidad para celebrar el contrato de compraventa. Las prohibiciones

La compraventa exige que las partes contratantes tengan la capacidad


suficiente para contratar y obligarse, así el art. 1.457 CC establece una
remisión a la normativa que contiene los presupuestos de “capacidad de obrar”.
Los cónyuges, cualquiera que sea el régimen matrimonial podrán
venderse bienes entre sí. El art. 1.459 CC prohíbe a determinadas personas
adquirir por compra, aunque sea en subasta pública o judicial, por sí ni por
persona intermedia alguna, bienes de otros sobre los que tenga algún tipo de
influencia, así:
- Se prohíbe al tutor adquirir los bienes de sus pupilos, siendo extensible
a todo cargo tutelar.
- Tratándose de mandatarios y albaceas, la prohibición se hace
extensiva a cualquier forma de administración o representación voluntaria.
- Prohibición sobre los funcionarios públicos en la demarcación territorial
y respecto de los bienes de cuya administración estuvieran encargados; al

Manoli Nieves Vázquez 30


personal al servicio de la Administración de Justicia, los bienes en litigio ante el
Tribual en cuya jurisdicción ejerciera sus funciones, afectando también a
abogados y procuradores.

La contravención de estas prohibiciones comporta la nulidad radical y


absoluta del contrato celebrado, independientemente de la posible
responsabilidad disciplinaria y penal a que pudiera dar lugar en su caso. La
conculcación de la prohibición del mandatario y albacea es objeto de
anulabilidad, al poder recaer con posterioridad el consentimiento del mandante
a los sucesores.

El precio en la compraventa

El precio es el otro elemento objetivo característico de la compraventa y


consiste en la suma de dinero que el comprador se obliga a entregar al
vendedor a cambio de la cosa entregada. Ha de reunir los siguientes requisitos:

1.- Precio verdadero o real. El pago del precio constituye la prestación a


cargo del comprador, de tal modo que si no existiera estaríamos ante un
contrato simulado de compraventa, que si cumple los requisitos de la donación
se considerará como tal, o bien, al constituir el precio para el vendedor la
verdadera causa del contrato, su ausencia o ilicitud provocaría la declaración
de la inexistencia de la compraventa.

2.- Precio cierto o determinado. No es necesario precisarlo


cuantitativamente en el momento de la celebración, sino que basta que pueda
determinarse sin necesidad de un nuevo convenio, ya sea con referencia a otra
cosa cierta, se determine por el que tuviera la cosa en determinado día, bolsa o
mercado, o se deje su señalamiento al arbitrio de persona no participante en el
contrato. La determinación por tercero deberá hacerse, salvo pacto, en relación
con el momento de la perfección del contrato.

3.- Precio consistente en dinero o signo que lo represente. Por principio,


el precio debe consistir en dinero, en cuanto medio legal de pago, pues si
consiste en cualquier otra cosa debe entenderse que estamos ante un
supuesto de permuta. El art. 1.446 contempla la circunstancia de que el precio
consista parte en dinero y parte en otra cosa, estableciendo como criterio
principal para la calificación del contrato como compraventa o permuta la
intención de las partes, y como ratio subsidiaria, la proporcionalidad entre el
dinero y el valor de la cosa. El inciso “signo que lo represente” debe entenderse
por cheque, pagarés, letras… si bien la entrega de tales documentos
mercantiles “sólo producirá los efectos del pago cuando hubiesen sido
realizados” (art. 1.170).

4.- ¿Precio justo? Para el CC la compraventa no supone una estricta


equivalencia objetiva entre el valor de la cosa y el precio pactado, circunstancia
por la que no existe la exigencia de que el precio sea “justo”, si bien el precio
irrisorio se equipara al precio simulado. Una cuestión de especial relevancia es
el precio fijado por disposiciones administrativas o “precio legal”, de tal modo

Manoli Nieves Vázquez 31


que si el convenido es superior, el contrato será nulo parcialmente, es decir, el
exceso se tendrá por no puesto, si bien el contrato seguirá surtiendo efectos.

El pacto de arras.
Como sabemos, en la celebración del contrato de compraventa es
sumamente frecuente el establecimiento de un pacto de arras, regulado en el
art. 1.454, ya estudiado

La entrega de la cosa: La tradición instrumental

Objeto y circunstancias de la entrega de la cosa.


La obligación primera y fundamental del vendedor es la entrega del
objeto de la compraventa. Hay que tener en cuenta que la entrega de la cosa
abarca no sólo a ésta, sino a sus accesorios (aunque no hayan sido
mencionados), así como a los frutos producidos desde el día en que se
perfeccionó el contrato. Además el vendedor deberá facilitar al comprador los
títulos de pertenencia e informes necesarios para hacer valer lo transmitido.
No contiene el CC reglas especiales sobre el tiempo y el lugar de
realización de la entrega, por lo que debe entenderse aplicables, salvo pacto en
contrario, las generales. En la mayor parte de los casos, en aplicación del art.
1.171, la entrega de la cosa se hará en el lugar “donde ésta existiera en el
momento de constituirse la obligación”. Pese a lo dicho, normalmente existen
previsiones convencionales para el tiempo y el lugar.

La tradición instrumental. Con semejante expresión se refiere la doctrina


al supuesto contemplado en el art. 1.462.2: “Cuando se haga la venta mediante
escritura pública, el otorgamiento de ésta equivaldrá a la entrega de la cosa
objeto del contrato...”. El otorgamiento de la escritura pública equivale o hace
las veces de entrega o tradición, aunque en realidad y materialmente no haya
habido transmisión posesoria del transmitente al adquirente. Ahora bien:
siempre que, como continúa el citado artículo, “de la misma escritura no
resultare o se dedujere claramente lo contrario”.

Otras formas de entrega de la cosa en la compraventa

1.- Tradición real: material y simbólica


Según el art. 1.462.1 “se entenderá entregada la cosa vendida cuando
se ponga en poder y posesión del comprador”. La puesta en posesión puede
tener lugar de dos maneras diferente:
a.- Materialmente: Cuando hay una entrega manual y efectiva o cuando
el adquirente de facto y de forma inmediata, ejercita los poderes característicos
del propietario.
b.- De forma simbólica: No se produce transmisión material, pero el
vendedor manifiesta de forma inequívoca su intención de transferir la posesión
al adquirente.

2.- Constitutum pessessorium y traditio brevi manu

Manoli Nieves Vázquez 32


En el primer supuesto se suple la tradición material. El vendedor
continúa poseyendo la cosa pero por otro título diferente al de propietario que
antes ostentaba, por ejemplo, el vendedor sigue viviendo como arrendatario en
la casa cuya propiedad transmitió.
En el segundo, el comprador tenía con anterioridad a la compra la
posesión inmediata de la cosa, aunque fuera en concepto distinto al de dueño,
pasando ahora a serlo, por ejemplo, el arrendatario adquiere la propiedad del
piso que ocupa.

Reglas especiales en materia de venta de inmuebles

Los inmuebles pueden ser adquiridos bien atendiendo a la medida


(cabida) de los mismos a razón de un precio por unidad de medida o número,
bien por un precio alzado sin atender a la medida o concreta extensión de la
misma. Supuestos:

1.- Venta de inmuebles por unidad de medida con cabida inferior a la


señalada en el contrato.
El art. 1.469.2 establece que “el vendedor se encuentra obligado a
entregar al comprador, si éste lo exige, todo cuanto se haya expresado en el
contrato, pero si esto no fuera posible, podrá el comprador optar por una rebaja
proporcional del precio o por la rescisión, siempre que en este último caso no
baje de la décima parte de la cabida la disminución de la que se le atribuye al
inmueble”.

2.- Venta de inmueble por unidad de medida con cabida superior a la


señalada en el contrato.
“El comprador tendrá la obligación de pagar el exceso de precio si la
mayor cabida o número no pasa de la vigésima parte de los señalados en el
contrato; pero, si excedieran de dicha parte, el comprador podrá optar entre
satisfacer el mayor valor del inmueble o desistir del contrato” (art. 1.470 CC).

3.- Venta por unidades de medida y problemas de calidad.


Cuando la falta de correspondencia entre el precio pagado y el bien
comprado no es cuantitativo, sino cualitativos, es decir, por defectos de calidad,
se aplicará lo dicho en el punto 1° del art. 1.469.

4.- Venta de inmueble hecha a precio alzado.


No tendrá lugar ni aumento ni disminución del precio convenido, por
haber sido éste fijado alzadamente (art. 1.471 CC). El mismo criterio rige
cuando se compraron dos o más fincas por un solo precio.

5.- Plazo de ejercicio de las acciones.


El CC establece un plazo de prescripción de 6 meses, pero la
jurisprudencia otorga a dicho plazo carácter de “caducidad” en los supuestos
que el comprador opte por la rescisión o acumulación del contrato.

6.- La facultad para suspender la entrega.

Manoli Nieves Vázquez 33


El CC considera excepcional la facultad de que el vendedor retenga o
suspenda la entrega de la cosa en dos supuestos, sin necesidad de instar la
resolución del contrato:
a.- Compraventa con precio de presente. “El vendedor no estará
obligado a entregar la cosa vendida si el comprador no ha pagado el precio o
no se ha señalado en el contrato un plazo para el pago”.
b.- Compraventa con precio aplazado. El vendedor no está obligado a la
entrega “si después de la venta se descubre que el comprador es insolvente..”.
El término insolvencia entendido en sentido amplio por lo jurisprudencia y se
requiere su declaración judicial.

El saneamiento por evicción en la compraventa

Según mis notas

Sanear por evicción, o vencer en juicio, aparece recogido en el art. 1.475


CC, según el cual “tendrá lugar la evicción cuando se prive al comprador, por
sentencia firme y en virtud de un derecho anterior a la compra de todo o parte
de la cosa comprada”. Pese a la exigencia de sentencia firme, el TS en algún
caso, ha dado lugar a la evicción cuando la privación de la propiedad al
comprador ha tenido lugar a consecuencia de resoluciones administrativas.

Requisitos sustantivos:
1.- Sentencia firme que suponga la privación de todo o parte de la cosa
vendida.
2.- La privación de todo o parte de la cosa debe ser efectiva; no basta
una amenaza de privación.
3.- La sentencia debe tener como base un derecho anterior a la compra.

Requisitos formales (arts. 1.481 y .1482 CC): Es fundamental la


notificación al vendedor, “llamada en garantía”. La ausencia de la notificación
exonera al vendedor de la obligación de saneamiento. Si no comparece en
juicio, habrá de estar al resultado del mismo.

Pactos: Par aumentar, disminuir o suprimir la obligación legal (el


vendedor responde de la evicción aunque nada se haya expresado en el
contrato) de saneamiento es necesario pacto expreso, El pacto será nulo si
existe mala fe del vendedor. Con esta cláusula el CC lo que hace es restringir
lo recogido en el art. 1.475, por lo cual el comprando tiene que hacer constar
expresamente en el contrato que renuncia al saneamiento por evicción, con lo
cual tiene conocimiento de sus riesgos y consecuencias.

El art. 1.478 CC recoge las “partidas” indemnizatorias que el comprador


puede exigir al vendedor:
- Restitución del precio que tuviere la cosa vendida al tiempo de la
evicción, ya sea mayor o menor que el de venta.
- Los frutos o rendimientos, si se le hubiere condenado a entregarlos al
que le haya vencido en juicio.

Manoli Nieves Vázquez 34


- Las costas del pleito que haya motivado la evicción y, en su caso, las
del seguido con el vendedor por el saneamiento.
- Gastos del contrato si los hubiese pagado el comprador.
- Los daños e intereses y los gastos voluntarios o de puro recreo u
ornato, si se vendió de mala fe.

Evicción parcial (art. 1.479 CC): Se establece que si sin la parte de que
ha sido privada no se hubiera comprado la cosa, puede optar el comprador por
resolver el contrato sin más obligación que devolver la cosa. La misma regla
cabe aplicar si se hubieran comprado conjuntamente varias cosas por un precio
alzado y consta que el comprador no hubiera comprado las unas sin la otra.

La evicción de cargas en el contrato de compraventa

Art. 1.483 CC. Si una finca estuviese gravada, sin mencionarlo la


escritura, con alguna carga o servidumbre no aparente, de tal manera que deba
presumirse que no la habría adquirido el comprador si la hubiese conocido,
podrá pedir la rescisión del contrato, a no ser que prefiera la indemnización por
daños y perjuicios. Durante un año desde el otrogamiento de la escritura se
podrá ejercer la acción rescisoria o solicitar la indemnización. Si bien:
- No será de aplicación en caso de cargas inscritas, si perjuicio de las
acciones que correspondan al comprador, cuando el vendedor haya
manifestado que la finca estaba libre de cargas o afectada por otras distintas a
las que se encuentra una vez perfeccionada la compraventa.
- El supuesto de hecho de la norma queda reducido a las cargas o
servidumbres no aparentes y a las aparentes de difícil conocimiento y que no
hayan sido objeto de inscripción.
- A pesar de que el precepto alude a la escritura pública, hay que
entenderlo aplicable también al supuesto de que el contrato se haya
perfeccionado en documento privado.

El saneamiento por vicios ocultos en la compraventa

Concepto de vicio oculto: Cualidad peyorativa de la cosa vendida o


ausencia de una cualidad que determina su inutilidad total o parcial para la
satisfacción del interés del comprador; si el vicio hace a la cosa impropia para
el uso a que se la destina o si disminuyen de tal modo este uso que, de
haberlos conocido el comprador no la habría adquirido o dado menos precio
por ella (art. 1.484 CC).
El vicio debe ser oculto en el sentido de que no puede ser conocido por
un comprador que despliegue la debida diligencia, de acuerdo con sus
conocimientos y los usos del tráfico (art. 1.485 CC).

Pactos: El saneamiento por vicios ocultos puede ser excluido siempre


que el vendedor no conozca los defectos de la cosa. El pacto no es lícito en las
normas sobre derechos de los consumidores.

Remedios: Las acciones edilicias. Art. 1.486.1 CC.

Manoli Nieves Vázquez 35


- Acción Redhibitoria: Se faculta al comprador a desistir del contrato,
abonándosele los gastos que pagó.
- Acción Quinta Minoris: El comprador puede pedir una rebaja
proporcional del precio, a juicio de peritos.
- El plazo de ejercicio es de 6 meses de caducidad a contar desde la
entrega de la cosa vendida.
- Si el vendedor ha actuado de mala fe, es decir, conocía los vicios, el
comprador podrá optar entra le redhibitoria o la rebaja del precio; pero si opta
por la redhibitoria además se le indemnizará por daños y perjuicios.
- La jurisprudencia acepta la compatibilidad entre estas acciones y las
que nacen de la disciplina del error, el dolo, el incumplimiento de las
obligaciones y el resarcimiento de daños y perjuicios; la causa la hallamos en el
deseo de acoger pretensiones que se hagan pasado el breve plazo de las
acciones edilicias.

Derechos y obligaciones del comprador

El pago del precio (art. 1.500 CC) es la principal obligación del


comprador, que se debe hacer en el tiempo y lugar fijados en el contrato, y en
su defecto, en el tiempo y lugar de entrega de la cosa.
Como regla, el pago del precio aplazado no genera intereses, aunque en
la práctica es muy frecuente lo contrario. “El comprador deberá intereses por el
tiempo que medie entre la entrega de la cosa y el pago del precio en los casos
siguientes:
1.- Si así se hubiere convenido.
2.- Si la cosa vendida y entregada produce fruto o renta.
3.- Si se hubiese constituido en mora.
Suspensión del pago (art. 1.502 CC). El comprador puede dejar de
pagar el precio ante la perturbación de la posesión o dominio de la cosa
adquirida o el fundado temor de serlo por acción reivindicatoria o hipotecaria,
hasta que el vendedor haya hecho cesar la perturbación o el peligro o afiance
la devolución del precio.
Respecto de los gastos complementarios, el comprador deberá abonar
los gastos necesarios y útiles hechos en la cosa vendida hasta la perfección o
hasta la consumación del contrato, así como los gastos de transporte, salvo
pacto en contra y, los gastos de expedición de la primera copia de escritura y
los demás posteriores a la venta, salvo pacto en contra; esto último adquiere
especial relevancia en la venta de bienes inmuebles en lo que se refiere a su
inscripción en el Registro de la Propiedad.

La doble venta

La doble venta, o como en ocasiones precisa el TS, “la pluralidad de


ventas sobre una misma cosa”, es muy frecuente en la práctica.
El CC se preocupa única y exclusivamente de determinar cuál de los
compradores devendrá propietario (art. 1.473):
1.- Si el objeto de la venta consistiere en una cosa mueble, la propiedad
se transmite a quien primero haya tomado posesión de buena fe.

Manoli Nieves Vázquez 36


2.- Si fuere inmueble, la propiedad pertenece a quien antes la haya
inscrito en el Registro. Sin inscripción, pertenecerá a quien primero la posea de
buena fe, y faltando ésta, a quien presente el título de fecha más antigua.
El Código no considera qué ocurre con el comprador que ha sido
defraudado, el cual podrá solicitar la correspondiente indemnización de
conformidad con las reglas generales o, en su caso, acudir a la vía penal. La
jurisprudencia ha resaltado de forma reiterada que la buena fe del comprador
es un “requisito indispensable”, en cuanto “de ordinario la doble venta
presupone una actuación dolosa o fraudulenta del vendedor y no merece
protección quien colaboró en la maniobra o cuando menos, la conoció”.
Por buena fe debe entenderse ignorancia o desconocimiento por parte
del comprador de que la cosa comprada había sido objeto de venta
anteriormente. Constituye, pues, un supuesto de buena fe en sentido subjetivo
que es, al propio tiempo, una circunstancia de hecho.

Los riesgos en la compraventa: El art. 1.452 CC

Durante el lapso de tiempo que se puede producir, a veces prolongado,


entre una y otra fase contractual durante el cual el objeto de compra sigue
estando en poder del vendedor, hasta la correspondiente entrega, éste puede
ser destruido, sufrir deterioros, daños o menoscabos, e incluso la posible
pérdida, como asimismo, puede experimentar beneficios, producir frutos o
generar cualquier incremento.

En lo concerniente al último incidente, existe consenso, en reconocer


que el comprador hasta la entrega o la tradición de la cosa no es dueño, pero
tiene derecho a los frutos e incrementos de la cosa.
Respecto de los daños, menoscabo o la posible pérdida de la cosa, la
cuestión planteada dista de ser tan sencilla. El art. 1.452 dispone al efecto lo
siguiente:
“El daño o provecho de la cosa vendida, después de perfeccionado el
contrato se regulará por lo dispuesto en los arts. 1.096 y 1.182. Esta regla se
aplicará a la venta de cosas fungibles hechas aisladamente y por un solo
precio, o sin consideración a su peso, número o medida. Si las cosas fungibles
se vendieron por un precio fijado con relación al peso, número o medida no se
imputará el riesgo al comprador hasta que se hayan pesado, contado o medido,
a no ser que éste se haya constituido en mora”.
La remisión al art. 1.096.3, “Si el obligado se constituye en mora o se
halla comprometido a entregar una misma cosa a dos o más personas
diversas, serán de su cuenta los casos fortuitos hasta que se realice la
entrega”, determina que el vendedor asume los riesgos, incluso cuando la
pérdida obedezca a caso fortuito, si ha incurrido en mora o cuando haya
realizado una doble venta.
La remisión al art. 1.182, “quedará extinguida la obligación que consista
en entregar una determinada cosa cuando ésta se perdiere o destruyere sin
culpa del deudor y antes de haberse constituido éste en mora”, por tanto, con
carácter general, el vendedor queda exonerado de la entrega salvo que no
pueda acreditar que la pérdida trae causa por no haber actuado con la
diligencia debida en su conservación.

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Para la mayor parte de los autores es el comprador quien asume los
riesgos. En el mismo sentido se pronuncia la escasa jurisprudencia existente
hasta la fecha.

La resolución del contrato de compraventa

Según el art. 1.506 CC, “la venta se resuelve por las mismas causas de
todas las obligaciones, por las específicas señaladas en la regulación de la
compraventa y por el retracto convencional y el legal. A este tenor, hemos de
distinguir, cuatro causas de resolución:

1.- Causa general: Aplicación a la compraventa del remedio general de


resolución por incumplimiento, art. 1.124 CC, “si uno de los obligados no
pudiera cumplir lo que le incumbe, el otro no tendrá por qué quedar vinculado a
la realización de su prestación, aunque el primero no haya ejecutado la suya
por imposibilidad sobrevenida”, en este último inciso se estará a lo
contemplado respecto de los “riesgos en la compraventa”.

2.- Causas específicas:


- Art. 1.503 CC, “Si el vendedor tuviere fundado motivo para temer la
pérdida de la cosa inmueble vendida y el precio, podrá promover
inmediatamente la resolución de la venta. Si no existiere este motivo, se
observará lo dispuesto en el art. 1.124”.
A diferencia del art. 1.124 en el que es necesario el incumplimiento, en
éste se tiene un motivo de que existe “un temor fundado por parte del vendedor
de que va a existir incumplimiento, no permitiéndose el juez fijar un plazo
complementario para que el comprador cumpla.

3.- El pacto expreso de resolución en las ventas inmobiliarias: el


pacto comisorio.
Es la facultad resolutoria concedida al vendedor, en virtud de “pacto
expreso”, ante la falta de pago en el término convenido o en cada uno de los
plazos señalados. Aunque la automaticidad resolutoria del plazo temporal
previsto para el pago no es absoluta, ya que el art. 1.504 Cc exige como
requisito esencial para que proceda la resolución, el previo requerimiento
judicial o por acta notarial, por lo que no basta el mero incumplimiento, sino que
el comprador cuenta con un plazo complementario para pagar, el existente
entre el término fijado y el día en que el vendedor lo requiere judicial o
notarialmente. El requerimiento al comprador no sólo permite el ejercicio de la
facultad resolutoria, sino que también priva al Juez de la facultad de dar un
nuevo plazo.
Conviene destacar que, junto a la resolución propiamente dicha, es
frecuente estipular el comiso de todo o gran parte de lo que hubiese pagado el
comprador hasta el momento de la resolución. Tales pactos, no obstante,
quedan sujetos a la facultad moderadora de los jueces al ser considerados
supuestos de cláusula penal.

Manoli Nieves Vázquez 38


NOTA: El ámbito de aplicación del art. 1.504, pese a su tenor literal, ha
sido extendido hasta el extremo de abarcar cualquier venta de inmuebles
aunque no contenga pacto resolutorio alguno.

4.- La resolución de la venta de bienes muebles.


El CC omite la necesidad de requerimiento o interpelación alguna al
comprador en el supuesto de venta de bienes muebles. Dispone el art. 1.505
que “respecto de los bienes muebles, la resolución de la venta tendrá lugar de
pleno derecho, en interés del vendedor, cuando el comprador, antes de vencer
el término fijado para la entrega de la cosa, no se haya presentado a recibirla, o
presentándose, no haya ofrecido al mismo tiempo el precio, salvo que para el
pago de éste se hubiese pactado mayor dilación”.

El retracto convencional

Supone una forma de resolución pactada en el momento de celebración


del contrato que permite al vendedor recuperar la cosa vendida, reembolsando
al comprador el precio de la venta, gastos del contrato y cualquier otro pago
legítimo, además de gastos necesarios y útiles hechos en la cosa vendida.
El plazo es el establecido por las partes siempre que no exceda de 10
años. En defecto de estipulación expresa, el plazo será de 4 años; ambos
plazos se computan a partir de la fecha del contrato y son de caducidad.
El retracto convencional es enajenable e hipotecable por el vendedor y
puede ser ejercitado por los acreedores de éste a través de la acción
subrogatoria.
El pacto de retroventa puede otorgar eficacia “erga omnes” cuando
afecta a bienes inmuebles siempre que se inscriba en el Registro de la
Propiedad (art. 1.510 CC).

El contrato de permuta: Concepto y caracteres

La permuta es un contrato por el cual cada uno de los contratantes se


obliga a dar una cosa para recibir otra (art. 1.538 CC).
La permuta es un trueque o intercambio de una cosa por otra, es un
instrumento propio de una economía primitiva.
Pueden ser objeto de permuta tanto los bienes materiales como
inmateriales, así, se pueden permutar derechos de crédito, e incluso las cosas
futuras.
No es permuta el intercambio de servicios o de cosas por servio; no se
trata de que dicho contrato no sea válido, es que no es permuta sino un
contrato atípico.
A tener en consideración: el dinero no puede ser objeto de permuta si no
es tomado en consideración como tal.
El art. 1.446 CC prevé permuta con complemento en dinero; en este
supuesto se considerará permuta siempre y cuando el valor del dinero sea
menor que la cosa por la que se permuta o cambia. Si fuese mayor o
equivalente el valor del dinero por la cosa, estaríamos en la compraventa.

Manoli Nieves Vázquez 39


El régimen de la permuta es escaso, su regulación se recoge en los arts.
1.538 a 1.541 CC, por lo tanto se aplicará a la permuta el mismo régimen que a
la compraventa en la medida que resulte compatible.

La permuta de cosa ajena

Al igual que en la compraventa, es posible que la permuta recaiga sobre


una cosa ajena, dado el carácter puramente consensual del contrato. El
problema se presenta, cuando esa cosa haya sido transmitida por el obligado al
otro permutante con carácter traslativo, pese a continuar siendo ajena, y el
adquirente tema que, antes o después, le será reclamada por su verdadero
propietario, viéndose en consecuencia privado de ella.
El remedio, el art. 1.539 CC, “si uno de los contratantes hubiese recibido
la cosa que se le prometió en permuta y acreditase que no era propia del que la
dio, no podrá ser obligado a entregar la que él ofreció a cambio, y cumplirá con
devolver la que recibió”.
Con otras palabras, el contrato de permuta queda resuelto si el
permutante-adquiriente se presta a devolver la cosa recibida, al tiempo que se
encuentra especialmente legitimado para no atender al cumplimiento de la
obligación que sobre él pesaba como consecuencia de la celebración de la
permuta.
Si yo permuto el libro de contratos por el de derechos reales creyendo
que era de un compañero, y a éste le había sido prestado por otro, yo devuelvo
el libro de derechos reales siempre y cuando me devuelva el “otro” el de
obligaciones, si se lo hubiese dado ya, en caso contrario no estoy obligada a
darlo.

TEMA 27. LOS ARRENDAMIENTOS (TEMA ESTRELLA/PRACTICUM)

Arrendamientos de cosas

Se define el arrendamiento de cosas como aquel por el que “una de las


partes se obliga a dar a la otra el goce o el uso de una cosa por tiempo
determinado y precio cierto” (art. 1.543 CC).
Requisitos: precio cierto y tiempo determinado.
Caracteres:
- es un contrato consensual, se perfecciona por el mero consentimiento.
- es un contrato sinalagmático, generador de obligaciones recíprocas.
- es un contrato de tracto sucesivo, su ejecución se desarrolla por un
periodo de tiempo.
- no es un contrato formal, la LH permite el acceso al Registro de la
Propiedad de todos los arrendamientos de bienes inmuebles y los
subarriendos, cesiones o subrogaciones.
En lo referente al objeto su regulación, el Código se refiere al
arrendamiento de fincas rústicas y urbanas pues estos bienes fueron

Manoli Nieves Vázquez 40


considerados más importantes, si bien hoy los Arrendamientos Rústicos y
Urbanos están regulador por Leyes Especiales: LAU y LAR, por lo que le
regulación del Código tiene un valor residual, aplicándose a:
- Los arrendamientos de fincas rústicas y urbanas que caen fuera del
ámbito de la legislación especial.
- A los que recaen sobre cosas muebles.
- A los que tienen por objeto un derecho.
- A los que recaen sobre una universalidad, como el arrendamiento de
industria.

Capacidad de las partes en el arrendamiento

1.- Capacidad del arrendador


- Basta la capacidad para administrar.
- El art. 1.548 CC dice que “si la duración del arrendamiento es superior
a 6 años, el administrador de bienes ajenos no podrá darlos en arrendamiento,
si no cuenta con poder especial. Los padres o tutores, respecto de los bienes
de los menores o incapacitados, necesitan autorización judicial para arrendar
en las condiciones señaladas. Si se trata de bienes muebles no hace falta la
autorización, aunque exceda de 6 años, si no tienen la consideración de
objetos preciosos”.
- Si el que arrienda no es propietario debe tener un derecho de disfrute
sobre la cosa que no sea intransmisible: puede arrendar el usufructuario, pero
no el titular de un derecho real de habitación o uso.

2.- Capacidad del arrendatario.


Basta la capacidad general para contratar.

El objeto del arrendamiento (art. 1.545 CC)

- No pueden ser materia del contrato los “bienes consumibles”, a los que
el Código llama fungibles. El motivo: el arrendatario debe devolver la misma
cosa al término del arrendamiento. Esto no impide arrendar una cosa
consumible si el uso que vaya a hacer el arrendatario no implica consumo.
- Pueden ser objeto del contrato: cosas muebles, inmuebles o una
universalidad (industria).

Requisitos

1.- Precio cierto.


- No tiene que consistir en una cantidad de dinero, puede concretarse en
la entrega de una cosa o cosas o en la realización de una prestación de hacer
o no hacer, siempre que tengan un valor patrimonial. Ejemplo: arrendamiento
ad meliorandum o aedificandum, en castellano, a cambio de mejoras o
determinadas obras en la cosa.
- Que el precio sea cierto significa que esté determinado o sea
determinable. El Código considera ineficaz el contrato cuando no hay prueba

Manoli Nieves Vázquez 41


del precio convenido. En este caso se debe devolver la cosa arrendada y el
precio que se establezca por el tiempo que se ha tenido la cosa para evitar el
enriquecimiento injusto.
2.- Tiempo determinado. Art. 1.453 CC.
- Se excluye el arrendamiento a perpetuidad. Si no se dispone nada
sobre la duración se toma como criterio el fijado para el abono del alquiler que
será anual, mensual o diario.

Obligaciones del arrendador

1.- Las perturbaciones en la cosa:


- El arrendatario como poseedor inmediato de la cosa tiene acciones
para defender su posición jurídica cuando sea perturbado por terceros e incuso
por el propio arrendador.
a.- Perturbaciones de hecho: No responde el arrendador porque el
arrendatario tiene la antes denominada “protección interdictal”.
b.- Perturbaciones de derecho: Sí responde el arrendador, que debe
defender el derecho del arrendatario. Por ello, el arrendatario está obligado a
poner en conocimiento del arrendador la perturbación de que esté siendo
objeto en el plazo de tiempo más breve posible. Será responsable de los daños
y perjuicios que su negligencia ocasione.

2.- Reparaciones en la cosa:


- El arrendador debe realizar todas las reparaciones necesarias para que
la cosa siga sirviendo al uso al que está destinada. La necesidad puede venir
dada: por el transcurso del tiempo, deterioro por el uso ordenado, desgaste
natural o provocado por caso fortuito o fuerza mayor. Se incluyen las
reparaciones que imponga la autoridad.
- No es reparación la reconstrucción o reedificación, por la igualdad con
la pérdida de la cosa.
- El arrendatario debe soportar las reparaciones cuando por su urgencia
no pueden realizarse después de finalizado el contrato. Si duran más de 40
días se debe disminuir el precio de arrendamiento en proporción al tiempo y a
la parte de cosa afectada. Si no se puede usar la cosa por las obras se podrá
pedir resolución.
- El arrendatario debe avisar de la necesidad de proceder a la reparación
en el plazo de tiempo más breve posible. Deberá indemnizar en caso de que su
conducta negligente provoque daños.
- El arrendatario podrá realizar las reparaciones necesarias a costa del
arrendador o de quien corresponda, en caso de que el arrendador no las
acometa.

3.- Saneamiento de la cosa arrendada:


- El arrendador responde por evicción y por vicios ocultos. Se aplican las
normas de la compraventa.

Manoli Nieves Vázquez 42


Obligaciones del arrendatario

1.- El pago del precio.

2.- Límites al goce y uso de la cosa.


- El arrendatario debe usar la cosa como un diligente padre de familia.
Esto se traduce en la obligación de usar la cosa conforme al uso pactado y, en
su defecto, según su naturaleza sin alterar su forma y destino.
- Si se han realizado mejora útiles o de recreo se aplica el régimen
previsto por los arts. 487 y 488 Cc para el usufructuario.
- El arrendatario será responsable de los deterioros que causen en la
cosa las personas de su casa aunque no les una relación familiar.

Supuestos de terminación del arrendamiento

1.- Vencimiento del plazo. Tácita reconducción. Arts. 1.565 y 1.566 CC.
- El supuesto más normal de extinción del arrendamiento es el
vencimiento del plazo estipulado.
- Si al terminar el contrato de arrendamiento, el arrendatario permanece
15 días en el uso o goce de la cosa arrendada con la aquiescencia del
arrendador, se entiende que hay tácita reconducción. Significado. Nuevo
contrato con idéntico contenido salvo en su duración, que será, según el caso,
la que se señala en los art. 1.577 y 1.581 CC, y las garantías prestadas por un
tercero que se consideran extinguidas.

2.- Venta de la cosa arrendada.


- El comprador puede pedir que se termine el arrendamiento, salvo que
se haya pactado otra cosa en el contrato de compraventa o el arrendamiento
estuviera inscrito en el Registro de la Propiedad; en estos casos el arrendatario
debe ser respetado hasta que finalice el arrendamiento conforme a las
condiciones pactadas o inscritas.

3.- Resolución del contrato, conforme a lo recogido en el art. 1.124 CC


(antes visto)

El deshaucio

El art. 1.569 CC dice “el arrendador puede pedir el lanzamiento del


arrendatario del inmueble arrendado por unas causas taxativamente previstas”;
estas causas son:
1.- Que haya vencido el contrato por haber llegado el término fijado o el
que se desprende de los arts. 1.577 y 1.581 CC.
2.- Que el arrendatario haya incumplido su obligación de pagar el precio.
En este caso se puede solicitar que se abonen las rentas debidas.
3.- Que el arrendatario haya incumplido alguna de las condiciones del
contrato siempre que se refiera a estipulaciones de trascendencia.

Manoli Nieves Vázquez 43


4.- Que el inmueble se haya destinado a usos o servicios no pactados o
que lo hagan desmerecer o que el arrendatario no haya usado el inmueble con
la diligencia de un buen padre de familia.

Efectos de la extinción del arrendamiento

El arrendatario debe devolver la cosa en el estado en que se encuentra


menos lo que se encuentre menos lo que se hubiese perdido por el tiempo o
por causa inevitable.

Subarriendo y cesión del arrendamiento

1.- Subarriendo: El art. 1.550 CC autoriza a subarrendar en todo o en


parte la cosa arrendada a menos que se haya prohibido expresamente en el
contrato de arrendamiento.
El arrendador tiene acción directa contra el subarrendatario para cobrar
las rentas debidas por éste al arrendatario.

2.- Cesión del arrendamiento. En este caso el arrendatario cede su


posición jurídica. En su lugar se coloca otra persona. Para que sea eficaz se
requiere el consentimiento del arrendador.

El arrendamiento de vivienda en la LAU

La duración del contrato

El Título II tiene carácter imperativo y, en consecuencia, cualesquiera


condiciones o estipulaciones contractuales que resulten perjudiciales para el
arrendatario respecto de la regulación legalmente establecida son sancionadas
con la nulidad.

La duración del contrato de arrendamiento es de cinco años, mediante el


sistema de prórroga potestativa para el arrendatario, si bien, se deja la opción
de ser libremente pactada por las partes, aunque con un plus al arrendatario.
La prórroga anual durante el quinquenio inicial sólo podrá ser excluida
cuando, de forma expresa, conste en el contrato que la duración
tendencialmente quinquenal no puede entrar en juego en atención a la
necesidad del arrendador de ocupar por sí o para sí mismo, como vivienda
permanente el inmueble objeto de arrendamiento. Concluido el periodo
quinquenal sin que ninguna de las partes haya notificado a la otra su voluntad
de no renovarlo, la ley permita la continuidad de año en año por un nuevo
periodo trienal.
La nueva ley descarta la existencia de subrogación “inter vivos”. La
cesión del contrato o el subarriendo requieren el consentimiento, expresado por
escrito, del arrendador, conforme a las reglas generales en materia de
contratación.

Manoli Nieves Vázquez 44


El efecto de la subrogación “mortis causa”, queda limitado al periodo
contractual restante.
En lo referente al uso de la vivienda familiar, en casos de crisis
matrimonial, el texto establece que “el cónyuge no arrendatario podrá continuar
en el uso de la vivienda arrendada”.

La renta

Una vez fijada por las partes a su libre albedrío, la ley sólo prohíbe la
exigencia de pago anticipado de más de una mensualidad de renta. Durante los
cinco primeros años de duración del contrato, la renta sólo podrá ser
actualizada con arreglo al índice nacional general de IPC.

Contenido del contato: Derecho y Obligaciones de las partes

La nueva LAU introduce una novedad, el arrendatario podrá realizar las


obras requeridas para la condición de minusválido de sí mismo, o de cualquier
otra persona que con él conviva, sin necesidad con el consentimiento del
arrendador.
El texto exige al arrendatario de forma cautelar, la “previa notificación por
escrito al arrendador de las obras que pretende llevar a cabo”.
Se mantienen los derechos de tanteo y retracto a favor del arrendatario,
estableciéndolos como imperativo y obligatorio para el arrendador en los
contratos de duración igual o superior a cinco años. En los casos de superior
duración convencionalmente pactada, cabe excluir el derecho de adquisición
preferente.

TEMA 30. EL CONTRATO DE OBRA (ALGO CAE)

El Contrato de Obra. Concepto y caracteres

El CC contempla una subespecie de contrato de arrendamiento a la que


denomina “arrendamiento de obra/s. La doctrina trata de evitar esta
denominación, llamándolo contrato de obra; en el mismo sentido se pronuncia
el TS.
Su concepto viene dado en el art. 1.544 CC, según el cual, “ el contrato
en virtud del cual una parte (contratista) se obliga frente a la otra (comitente o
dueño de la obra) a ejecutar una obra y entregársela a cambio de un precio
cierto”.

Caracteres:
- Es un contrato consensual.

Manoli Nieves Vázquez 45


- Es un contrato no formal.
- Es un contrato oneroso: se exige que medie precio, que debe ser
cierto.
- Se caracteriza porque el contratista asume una obligación de hacer
(ejecutar la obra) y de dar (entregar el resultado producido).
- Cuando se trata de inmobiliaria y proceso de edificación se destaca la
Ley 38/1999, de 5 de noviembre, de Ordenación de la Edificación (LOE).

Sujetos intervinientes en el contrato

Las partes del contrato previstas por el Código Civil son:


- El comitente o dueño de la obra.
- El contratista.
En el ámbito de la construcción inmobiliaria, por la complejidad del
proceso, intervienen otros sujetos vinculados por distintos contratos. El art. 8
LOE alude a los “agentes de la edificación”, es decir, a todas las personas
físicas o jurídicas que intervienen en el proceso de la edificación. La LOE se
preocupa de definir los diferentes agentes de la edificación: promotor,
proyectista, constructor, director de obra, etc, y de señalar sus obligaciones.

Obligaciones del contratista

1.- Obligación de ejecutar la obra.


- Se trata de una obligación de hacer y de resultado.
- La obra debe realizarse en las condiciones pactadas, de acuerdo con el
proyecto realizado y sometiéndose a las instrucciones del comitente.
- El contratista actúa bajo su propio riesgo y responsabilidad.
- La diligencia exigible al contratista es la propia del profesional o
empresario: Lex artis. Se debe ejecutar la obra sin vicios o defectos.
- Se debe efectuar la obra en el plazo contractualmente previsto.
Normalmente el contratista asume la responsabilidad por los retrasos no
imputables al comitente. Se pueden acordar prórrogas y es frecuente la
inclusión de cláusulas penales para el caso de retraso o primas para el caso de
conclusión anticipada.

2.- Obligación de entrega.


El contratista debe entregar la obra según la modalidad que se haya
pactado:
- Si es por unidades de medida, según las vayan siendo ejecutadas.
- En otro caso, a la finalización total de la obra.
- La entrega supone el traspaso posesorio y por parte del comitente
existe el correlativo deber de recibir la obra.

3.- Obligaciones accesorias.


- El contratista debe asesorar e informar al comitente en relación con
todos los extremos que se produzcan durante la ejecución de la obra.
- Es deber del contratista guardar y custodiar el lugar donde se
desarrolla la obra, los materiales y la parte de obra ejecutada.

Manoli Nieves Vázquez 46


Obligaciones del comitente

1.- Pago del precio.


- El pago del precio deberá hacerse conforme a la modalidad que se
haya pactado.
- Si es por unidades, el precio será satisfecho parcialmente, a medida
que vayan siendo entregadas las unidades de obra ejecutadas.
- En otro caso, y para cuando nada se haya previsto, según el art. 1.599
CC, el precio de la obra deberá pagarse al hacerse la entrega.
- El precio puede ser fijado desde el principio con carácter inmodificable
o fijando una cantidad indicativa sometida a revisión o ajustes posteriores.

2.- Recepción de la obra.


- A la obligación de entrega del contratista le corresponde la obligación
de recepción de la obra del comitente. Es una obligación presente en todo
contrato de obra, mobiliaria o inmobiliaria.
- El retraso injustificado en la recepción de la obra poner en mora al
comitente y desplaza hacia éste los riesgos que pueda padecer la obra desde
entonces.
- Si se recepciona la obra sin reservas se extingue la responsabilidad del
contratista por incumplimiento patente pero no extingue la responsabilidad por
vicios ocultos o por ruina. Se desplazan los riesgos desde la recepción hacia el
comitente.

3.- Deberes accesorios.


- El comitente debe colaborar con el contratista en lo que sea necesario
para que se pueda dar cumplimiento al contrato.
- Si se ha obligado a suministrar materiales habrá de entregarlos en el
momento oportuno y con las condiciones de calidad requeridas.

Responsabilidad y garantías en el Código y en la LOE

1.- Responsabilidad por vicios ocultos:


- El contratista además de la responsabilidad general por
incumplimiento, pues asume una prestación de resultado, responde por vicios
ocultos. La jurisprudencia entiende con criterio práctico que son ejercitables las
acciones de responsabilidad por vicios ocultos dentro de su plazo y la de ruina
alternativamente, y si se ha agotado el plazo de las primeras, entiende posible
el ejercicio de la acción general por incumplimiento o la acción específica de
ruina, especialmente cuando interviene promotor porque, como vendedor,
queda sujeto al saneamiento y además a la responsabilidad por ruina.

2.- Responsabilidad por ruina. Ideas previas.


- La interpretación jurisprudencial del art. 1.591 CC supuso la
elaboración de unos criterios generales de responsabilidad en el procedo
edificatorio.

Manoli Nieves Vázquez 47


- La LOE aborda el tema de responsabilidades y garantías en el art. 17 y
ss. En buena medida consagra las pautas jurisprudenciales elaboradas en
torno al art. 1.591 CC y prevé un sistema de seguros en la construcción.
- la LOE no deroga expresamente el art. 1.591 CC. Dado el plazo de
garantía de 10 años que se consagra en él y la falta de carácter retroactivo de
la LOE, el régimen de responsabilidad del 1.591 se aplicará al menos durante
ese plazo de garantía.

Responsabilidad constructiva en el art. 1.591 CC (MEMORIA)

En este precepto se consagra una garantía legal a favor del comitente


por la ruina padecida por un edificio en el plazo de 10 años desde su
construcción: hablamos de responsabilidad por ruina o responsabilidad
decenal. No se puede renunciar anticipadamente a esta acción.
El concepto de ruina ha sido ampliado por la jurisprudencia. Comprende
la ruina física, ya sea actual o potencial o incipiente y la llamada ruina
funcional, que tiene lugar cuando los defectos hacen inútil lo edificado para la
finalidad a la que se destina.
Para que surja la responsabilidad decenal es necesario que la ruina se
produzca en el plazo de 10 años desde que se produjo la recepción definitiva
de la obra. Desde que se produce la ruina empieza a contar el plazo de
ejercicio de la acción. Unos entienden que como acción personal dicho plazo
es de 10 años (contra arquitecto y contratista, responsabilidad solidaria) y, otros
que de 15 años, por incumplimiento de las condiciones del contrato, entendido
como plazo de garantía; a partir de ahí, sigue siendo debate doctrinal, la
habilitación de un nuevo plazo de 15 años, de prescripción, conforme a lo
recogido en el art. 1.964 CC.
No hay responsabilidad decenal si la ruina obedece a caso fortuito o
fuerza mayor. Si hay ruina se presume por causa imputable al contratista sobre
quien recae la carga de la prueba de la causa de exoneración.
El art. 1.591 alude a vicios de la construcción, vicios del suelo y vicios de
la dirección. De los primeros responde el contratista y de los demás, el
arquitecto. Pero los legitimados activos y pasivos han sido ampliados por la
jurisprudencia de forma notable. (otros titulados superiores como ingenieros,
los distintos tipos y subtipos de promotores inmobiliarios)

El desistimiento unilateral del promitente

Según el art. 1.954 CC, “el dueño puede desistir, por su sola voluntad de
la construcción de la obra aunque se haya empezado, indemnizando al
contratista de todos sus gastos, trabaja y utilidad que pudiera obtener de ella”.
El comitente no necesita alegar “justa causa”, ni esperar un momento
temporal determinado para privar de efecto el contrato de obra, puede desistir
del contrato cómo y cuándo quiera, si bien resarciendo al contratista en los
términos establecidos. Los “gastos” y el “trabajo” realizado por el contratista
son interpretados por el TS con generosidad, para evitar que el libre
desistimiento del comitente perjudique la indemnidad patrimonial del
contratista.

Manoli Nieves Vázquez 48


La utilidad que pudiera obtener de la obra es un concepto indemnizatorio
más y, por ende, también referido al contratista. La jurisprudencia suele
concretar este componente en denominado beneficio industrial que le
correspondería al contratista, en una estimación, a falta de pacto en contra, del
15 por ciento del quantum total de la obra contratada.

TEMA 31. EL CONTRATO DE SOCIEDAD (LEER)

El Contrato de Sociedad: Concepto y caracteres

Según el CC, “la sociedad es un contrato por el cual dos o más personas
se obligan a poner en común, dinero, bienes o industria, con ánimo de partir
entre sí las ganancias” (art. 1.665).
Caracteres:
- Es un contrato consensual, en cuanto se perfecciona por el mero
consentimiento. El CC consagra la libertad de forma supeditando su existencia
frente a terceros a la escritura pública, siempre que se aporten a la sociedad
bienes inmuebles o derechos reales.
- Es un contrato bilateral o plurilateral, que da origen a derechos y
obligaciones recíprocos. En el contrato de sociedad nos encontramos dos
partes o más con intereses afines, existiendo un fin que las partes pretenden
alcanzar, un mismo interés, por lo que la idea que ha de guiar a las partes será
la de cooperación.
- Es un contrato oneroso y conmutativo.
- Es un contrato preparatorio, en el sentido de que tiene por objeto crear
una entidad destinada a celebrar otros contratos.
- Es un contrato de tracto o ejecución sucesiva, porque no se agota o
consume por el cumplimiento de una o varias prestaciones determinadas.
- Es un contrato de confianza, basado en la “intuitu personae” de cada
uno de los socios.

Notas esenciales del contrato de sociedad

La constitución de un fondo común con las aportaciones de los socios.


Cada uno de los socios ha de aportar algo a la sociedad y la totalidad de lo
reunido se hace común a todos los socios. La aportación puede consistir:
- En cosas materiales: dinero o bienes (aportación propia).
- En el trabajo del socio. Industria (aportación impropia).
El fin de obtener un lucro repartible. Esta intención es un elemento
esencial del contrato de sociedad y supone que:
- La sociedad se constituye para obtener un lucro o ganancia.
- La ganancia ha de ser común a todos los socios.
La ganancia o la pérdida ha de ser repartida entre los socios,
considerándose nula la cláusula que excluya que uno o más socios de la

Manoli Nieves Vázquez 49


correspondiente parte de las ganancias o de las pérdidas. Sólo el socio de
industria puede ser excluido de toda responsabilidad en las pérdidas.

Disolución de la sociedad

La sociedad se resolverá o extinguirá en función de distintas causas,


siendo unas dependientes y otras independientes de la voluntad de los socios.

1.- Por causas dependientes de la voluntad de los socios, se extingue:


- Cuando expira el plazo para el que fue constituida, aunque puede
prolongarse por consentimiento expreso o tácito de todos los socios.
- Cuando se termina el negocio que sirve de objeto social. Supone ello el
cumplimiento del fin para el que fue creada la sociedad.
- Por la volunta o renuncia de cualquiera de los socios, siempre que la
sociedad se haya constituido por tiempo indefinido, no se le haya señalado
término o éste resulte de la naturaleza del negocio. La renuncia ha de hacerse
de buena fe, en tiempo oportuno y ponerse en conocimiento de los demás
socios.

2.- Por causas independientes de la voluntad de los socios, se extingue:


- Por pérdida de la cosa que sirve de objeto a la sociedad, por
imposibilidad de que un socio realice la aportación prometida o la siguiere
realizando.
- Por la muerte de cualquiera de los socios o por insolvencia.

Efectos de la disolución

La extinción lleva como consecuencia la necesidad de liquidación de la


sociedad, es decir, de realizar las operaciones encaminadas a ese fin, no
extinguiéndose su personalidad hasta que se concluya la liquidación, como
puede ser, cobrar créditos, pagar deudas, etc.
Por último, se fijará concretamente el haber divisible entre los socios,
remitiéndose el Código a estos efectos a las reglas de la herencia.

TEMA 33. EL MANDATO (SABER BIEN ESTE TEMA)

El mandato: Concepto y caracteres

Según el art 1.709 CC: “por el contrato de mandato se obliga una


persona a prestar algún servicio o a hacer alguna cosa por cuenta o encargo
de otra”. Esta última es denominada mandante, mientras que la persona
obligada a la realización del servicio recibe el nombre de mandatario.
A diferencia del contrato de arrendamiento, el mandatario se obliga a
gestionar los intereses del mandante (actuando ciertamente en su beneficio, al

Manoli Nieves Vázquez 50


igual que en el arrendamiento) a través de la realización de determinados actos
jurídicos cuyo contenido acabará recayendo en la esfera jurídica del mandante.

Caracteres:
- El mandato es un contrato consensual, como se deduce claramente de
los propios términos literales del art. 1.709 (“... se obliga una persona”).
- Conforme a las reglas generales, impera respecto del mandato el prin-
cipio de libertad de forma. El mandato puede ser expreso (puede darse por
instrumento público o privado y aún, de palabra) o tácito, y la aceptación tam -
bién puede ser expresa o tácita, deducida esta última de los actos del man-
datario.
- El mandato es un contrato naturalmente gratuito. Así lo establece el art.
1.711.1: “a falta de pacto en contrario, el mandato se supone gratuito”. Se
presume con carácter oneroso si el mandatario tiene por ocupación el
desempeño de servicios de la especie a que se refiere el mandato (art.
1.711.2).
- El mandato es un contrato basado en la confianza que el mandante
otorga al mandatario, es un contrato intuitu personae.

Clases de mandato: Simple y Representativo

1.- Mandato simple.


El mandatario puede actuar en su propio nombre (sin revelar que ges-
tiona intereses ajenos), si bien por cuenta, interés y encargo de su mandante,
en cuyo caso estaríamos ante un mandato simple, no representativo. No se
produciría vinculación entre mandante y terceros, los cuales tendrían acciones
exclusivamente contra el mandatario, sin perjuicio de las que puedan derivar de
la relación de mandato propiamente dicha entre mandante y mandatario.

2.- Mandato representativo.


Si el mandatario actúa “en nombre” del mandante, por el contrario, éste
es parte en los contratos o actos jurídicos que, gestionando sus intereses, cele-
bra el mandatario con terceros: el mandante es quien adquiere los derechos y
asume las obligaciones que se derivan de esos actos o contratos debiendo
cumplir todas las obligaciones que el mandatario haya contraído dentro de los
límites del mandato. Hay que entender que las figuras de mandato y poder de
representación no coinciden, aunque tradicionalmente se les consideraba
unidas.

Así, puede existir mandato sin que se haya otorgado poder de


representación (mandato simple, no representativo); mandato con
representación (representativo), en cuyo caso vincula directamente el
mandatario al mandante; y, por otra parte, el poder de representación puede no
implicar una relación de mandato, sino de otra especie (p. ej., el de un órgano
de un ente social en el contrato de sociedad).

Manoli Nieves Vázquez 51


Obligaciones del mandante

El mandante asume la iniciativa del contrato y, en consecuencia,


establecerá las bases de desarrollo del mandato y fijará al mandatario cuantas
instrucciones y reglas considere oportunas en defensa de la gestión fructuosa
de sus asuntos. Sus obligaciones son, por tanto, notoriamente limitadas,
encontrándose reducidas a las siguientes:

1.- Debe anticipar las cantidades necesarias para la ejecución del


mandato, si el mandatario las pidiere. Si éste las hubiere anticipado, las
reembolsará, aunque el negocio no haya salido bien, con tal que esté exento
de culpa el mandatario.

2.- Está obligado a indemnizar los daños y perjuicios ocasionados al


mandatario por el cumplimiento del mandato, siempre que el mandatario no
haya incurrido en culpa o imprudencia en su gestión.

3.- Deberá pagar al mandatario la retribución procedente si así se pactó.

4.- En el caso de pluralidad de mandantes, esto es, cuando dos o más


personas hayan nombrado mandatario para un negocio común, quedan obli-
gadas solidariamente frente a él.

5.- Cuando se trata de un mandato con poder de representación, el man-


dante debe cumplir todas las obligaciones que el mandatario haya contraído
dentro de los límites del mandato; en lo que el mandatario se haya excedido,
no queda obligado el mandante sino cuando lo ratifica expresa o tácitamente.

Obligaciones del mandatario

Las obligaciones fundamentales del mandatario son las siguientes:

1. Debe ejecutar el mandato de acuerdo con las instrucciones del man-


dante, teniéndole informado de su gestión. En caso de ausencia o falta de ins -
trucciones, el mandatario habrá de actuar, según la naturaleza del asunto o
negocio, como lo haría un buen padre de familia.

2. Está obligado el mandatario a rendir cuentas de sus operaciones al


mandante y a abonarle cuanto haya recibido en virtud del mandato. No señala
el Código el momento temporal de tales obligaciones del mandatario, por lo
que, salvo acuerdo convencional o instrucciones del mandante referentes a tal
extremo, dependerá, en definitiva, del acto de interpelación del mandante. Tal
interpretación se deduce del contenido del art. 1.724, conforme al cual el
mandatario es deudor de los correspondientes intereses con carácter general,
“después de fenecido el mandato, desde que se haya constituido en mora”; así
como desde el día en que, en su caso, “aplicara a usos propios” las cantidades
que hubiere recibido en calidad de mandatario.

3. Pesa sobre el mandatario la obligación de resarcir los daños y per-

Manoli Nieves Vázquez 52


juicios que, por su gestión o por la falta de ella, haya causado al mandante, ya
sean debidos a actuación dolosa o culposa.

4. Si un mandante ha nombrado dos o más mandatarios, el art. 1.723


excluye la responsabilidad solidaria si no se ha hecho constar de forma
expresa.

5. Cuando el mandatario obra en su propio nombre, queda obligado di-


rectamente en favor de la persona con quien contrató, como si el asunto fue re
personal suyo, sin perjuicio de las acciones entre mandante y mandatario.

Derechos o facultades del mandatario

1. El mandatario podrá ejercitar el derecho de retención sobre las cosas


que son objeto del mandato, hasta que el mandante le reembolse lo anticipado
y proceda a la indemnización de daños y perjuicios, en caso de que se
hubieren producido y hubiesen sido ocasionados por el cumplimiento del
mandato.

2. El mandatario cuenta con la facultad de nombrar sustituto, desli-


gándose de su relación con el mandante, si éste autorizó la sustitución, ya sea
designando esa persona (aquí más bien se puede hablar de un nombramiento
de sustituto por el mandante) o concediendo la autorización de un modo
genérico:

- El mandatario no quedará exento de responsabilidad cuando nombre


sustituto si el mandante ni lo autorizó ni lo prohibió.
- Responde el mandatario en el caso de que el mandante haya prohibido
la sustitución
Cuando el mandante haya autorizado genéricamente la sustitución (esto
es, sin designación de persona), el mandatario sólo responderá de la actuación
del sustituto por él elegido cuando sea “notoriamente incapaz o insolvente”.

Extinción del mandato

Además de las causas generales que determinan la extinción de las obli-


gaciones (como transcurso del tiempo por el que se constituyó, celebración del
negocio propuesto, imposibilidad de realizarlo, etc.), el art. 1.732 (tras la
reforma introducida por la Ley 41/2003) establece que “El mandato se acaba:
1. Por su revocación.
2. Por renuncia o incapacitación del mandatario.
3. Por muerte, declaración de prodigalidad o por concurso o insolvencia
del mandante o del mandatario.
El mandato se extinguirá, también, por la incapacitación sobrevenida del
mandante a no ser que en el mismo se hubiera dispuesto su continuación o el
mandato se hubiera dado para el caso de incapacidad del mandante apreciada
conforme a lo dispuesto por éste. En estos casos, el mandato podrá terminar

Manoli Nieves Vázquez 53


por resolución judicial dictada al constituirse el organismo tutelar o
posteriormente a instancia del tutor”.

La revocación del mandato

Al ser un mandato un contrato basado en la confianza que el mandante


ha depositado en el mandatario, se puede producir la revocación unilateral por
parte del mandante, produciendo sus efectos desde que tenga conocimiento el
mandatario.
Si bien, los problemas surgen cuando el mandatario tiene poder de
representación para contratar con terceros y éstos ignoran esta revocación,
que no obstante, sí conoce el mandatario. La solución ha sido por la
jurisprudencia, al “reiterar que estos actos tendrán plena eficacia entre
mandante y terceros, sin perjuicio de la acción del mandante contra el
mandatario”.

La renuncia del mandatario

La renuncia es una facultad del mandatario, si bien, ha de ponerla en


conocimiento del mandante y ha de continuar la gestión hasta que el mandante
haya podido disponer las medidas necesarias para evitar la interrupción de los
asuntos gestionados (arts. 1.736 y 1.737 CC).

La muerte del mandante o mandatario

La tan mencionada confianza como base del contrato de mandato,


supone que la muerte de uno de los contratantes dé lugar a su extinción; no
obstante, lo hecho por el mandatario, ignorando la muerte del mandante, es
válido y surtirá todos sus efectos, por apariencia, siendo de aplicación lo
recogido respecto a terceros.

La quiebra o insolvencia de las partes

El art. 1.732.3° CC, recoge asimismo la revocación del mandato por


concurso o insolvencia del mandante o del mandatario.
Asimismo, en su párrafo “in fine” recoge que también se extinguirá el
mandato, “por la incapacitación sobrevenida del mandante a no ser que en el
mismo se hubiera dispuesto su continuación o el mandato se hubiera dado
para el caso de incapacidad del mandante apreciada conforme a lo dispuesto
por éste. En estos casos el mandato podrá terminar por resolución judicial
dictada al constituirse el organismo tutelar o posteriormente a instancia del
tutor.

Manoli Nieves Vázquez 54


TEMA 33. PRÉSTAMO Y DEPÓSITO (LEER)

El depósito voluntario: concepto y presupuestos

El CC no ofrece definición del depósito, limitándose a destacar el


carácter voluntario del mismo: “depósito voluntario es aquel en que se hace la
entrega por la voluntad del depositante” (art. 1.763).
Características o presupuestos:
1.- La finalidad principal y autónoma del contrato es la obligación de
“guarda y custodia”, lo que permite su distinción con otros supuestos
contractuales en los que aparezca una obligación de custodia por razón de la
posesión de la cosa.
La obligación de custodia que pesa sobre el depositario se caracteriza
por su provisionalidad, de tal manera, que el bien depositado debe ser objeto
de restitución cuando le sea pedido o reclamado por el depositante. El
depositario no podrá hacer uso de la cosa depositada sin permiso expreso del
depositante.
2.- El objeto de la obligación deber ser una “cosa ajena”, sin que ello
suponga que se tenga que exigir la titularidad del dominio al depositante.
3.- El objeto ha de ser un “bien mueble, una cosa corporal, e incluso los
títulos y valores”. No obstante, el llamado “deposito judicial” puede recaer sobre
“bienes inmuebles”.
Con esto, podemos definir el depósito como el contrato en virtud
del cual una persona, llamada depositante o deponente, entrega una cosa
mueble a otra, llamada depositario, para que éste la guarde y se la restituya
cuando aquélla la reclame.

Obligaciones del depositario

1.- Obligación de guarda y custodia.


Es la principal obligación del depositario. La responsabilidad exigida en
el ejercicio de dicha obligación es la diligencia exigida con carácter general en
sede de obligaciones, no obstante, en el contrato de depósito, ésta
experimenta una agravación cuando la cosa depositada se entrega cerrada y
sellada, de tal forma, que se presume la culpa del depositario cuando se
restituyera con el sello o cerradura abiertos o forzados. Igualmente se
encontrará agravada, o disminuida, si existe pacto expreso en tal sentido.
Si bien no existe un deber de administración en el depositario, sí debe
recoger y custodiar los frutos, productos y accesiones, pues deberá ser objeto
de restitución junto a la cosa principal depositada.
En cualquier caso, salvo permiso expreso, sobre el que recae la prueba,
el depositario no puede servirse de la cosa depositada ni de los productos,
frutos o accesorios, debiendo responder por el contrario de los daños y
perjuicios.

2.- La obligación de restitución.

Manoli Nieves Vázquez 55


Dispone el art. 1.766 CC, “la cosa depositada debe ser restituida al
depositante, o a sus causahabientes, o a la persona que hubiera sido
designada en el contrato con todos sus frutos, productos y accesorios”.
En el supuesto de tratarse de un depósito de dinero, el depositario será
deudor de los intereses de las cantidades que haya aplicado a uso propio, o de
los que haya restituido una vez extinguido el depósito y una vez constituido en
mora.
Si el depositario descubriere que la cosa depositada ha sido hurtada y
supiese quién es su verdadero dueño, debe hacer saber a éste el depósito. Si
transcurrido un mes el verdadero dueño no reclama la cosa, quedará libre de
toda responsabilidad y devolverá la cosa a aquél que la depositó. La obligación
de entrega o restitución se transmite a los herederos del depositario.

3.- Momento temporal de la restitución.


La restitución debe producirse cuando de deponente la reclama, sin
necesidad de justa causa, es decir, libremente y, con independencia de plazo
contractual. Esta regla contiene dos excepciones:
a.- Cuando judicialmente haya sido embargado el depósito en poder del
depositario.
b.- Cuando se haya notificado a éste la oposición de un tercero o la
restitución de la cosa depositada.
En definitiva, el establecimiento de plazo temporal o fijación de un
término representa un papel secundario en el caso del depósito

Lugar de la restitución

Según dispone el art. 1.774 CC: “Cuando al hacerse el depósito se


designó lugar para la devolución, deberá hacerse en que se halle la cosa
depositada, aunque no sea el mismo en que se hizo el depósito, con tal de no
haya intervenido malicia de parte del depositario”.

Pérdida de la cosa y subrogación real

Rige en el supuesto de pérdida de la cosa la presunción de culpa del


depositario. El art. 1.777 CC recoge, la pérdida de la cosa depositada por
causa de fuerza mayor, estableciendo que si el depositario recibiere otra en su
lugar, estará obligado a entregar ésta al depositante.
En el caso de que la reparación obtenido por el depositario no consista
en la recepción de “otra cosa” (no se puede concluir de la lectura del precepto
anterior la existencia de “un deber del depositario”, por lo que se puede aplicar
cualquier vía de indemnización de las reglas generales de las obligaciones).
Es por ello que el art. 1.777 es un supuesto concreto de aplicación del
principio de subrogación real, por lo que no debe ser interpretado de forma
restrictiva o literal.

Manoli Nieves Vázquez 56


El depósito irregular

Tradicionalmente se ha calificado así el contrato cuyo objeto consiste en


una determinada cantidad de cosas fungibles, principalmente dinero, que
pueden ser no sólo utilizadas, sino incluso consumidas, por el depositario.
Toda vez que la fungibilidad del objeto dado en depósito admite y
posibilita la adquisición de la propiedad de la cosa dada en depósito por el
depositario, éste no podrá quedar vinculado a devolver la misma cosa, sino que
la obligación de restitución se ha de considerar convertida en la obligación de
entregar al depositante una misma cantidad de cosas fungibles, su equivalente
exacto o “tatundem”.
Ello no supone que todo depósito dinerario deba ser calificado como
depósito irregular, sino sólo aquél cuyo objeto pierde su individualidad, por lo
tanto, no nos valdría el supuesto de que el dinero se entregue en un sobre
cerrado o similar.
Se propugna por la doctrina, que para proceder a la calificación del
depósito irregular, debemos estar básicamente a la verdadera intención de las
partes, puesto que en una importante cantidad de casos el objetivo perseguido
en estos supuesto de depósito es la obtención por el depositante de
“disponibilidad del dinero”, distando su pretensión de la concesión de un
préstamo.
El argumento en contra, es que la finalidad del contrato de depósito, es
decir, la custodia o guarda de la cosa, desaparece, pues la cosa fungible
ingresa en el patrimonio del depositario sin posibilidad de distinguirla.
La jurisprudencia más reciente se pronuncia a favor de la calificación
como préstamo de las imposiciones o “depósitos” a plazo fijo.

TEMA 34. LOS CONTRATOS ALEATORIOS

El contrato de renta vitalicia: Concepto, elemento, sujetos y contenido

Según el art. 1.802 CC, “el contrato aleatorio de renta vitalicia obliga al
deudor a pagar una pensión o rédito anual durante la vida de una o más
personas determinadas por un capital de bienes muebles o inmuebles, cuyo
dominio se le transfiere con la carga de la pensión”.
La finalidad económica de esta figura reside en proporcionar al perceptor
un ingreso fijo periódico a los efectos de subsistencia, aunque también puede
perseguir favorecer a una determinada persona.

1.- El alea de la renta vitalicia

Este elemento aleatorio reside en la incertidumbre de la duración de la


vida que se contempla y, por lo tanto, la imposibilidad de conocer a priori si
existirá o no una equivalencia entre el capital que se entrega y la renta que se
percibe periódicamente, concurriendo de este modo el riesgo ganancia-pérdida.
Se excluye la posibilidad de referirla a personas jurídicas, pues la
permanencia de las mismas daría lugar a rentas perpetuas.

Manoli Nieves Vázquez 57


En todo caso, lo que sí debe existir en el momento de constitución del
contrato es la denominada “equivalencia del riesgo”, es decir que ambas partes
tengan igual posibilidad de pérdidas y ganancias. A tal efecto, recoge el art.
1.804, “Es nula la renta constituida sobre la vida de una persona muerta a la
fecha del otorgamiento o que en el mismo tiempo se halle padeciendo una
enfermedad que llegue a causar su muerte dentro de los 20 días siguientes a
dicha fecha”.

Sujetos del contrato de renta vitalicia

El art. 1.803 CC recoge; “Puede constituirse la renta sobre la vida del


que da el capital, sobre la de un tercero o sobre la de varias personas.
También puede constituirse a favor de aquella o aquellas personas sobre
cuya vida se otorga, o a favor de otra u otras personas distintas”.

Contenido del contrato de renta vitalicia

1.- La entrega del capital:


El capital puede consistir en bienes muebles o inmuebles, materiales o
inmateriales, cuyo dominio se transmite al deudor de la pensión sin que esta
última suponga derecho real, carga o afección sobre aquellos a favor del
rentista, sino simplemente el nacimiento de una relación obligatoria en cuya
virtud el deudor queda vinculado a satisfacer dicha renta o pensión.

2.- El derecho a la pensión o renta:

a.- La pensión.
Según la terminología utilizada en el art. 1.892 CC, no se desprende que
la pensión tenga que consistir en una suma dineraria, pudiendo estribar en la
entrega de otro tipo de bienes muebles o bien, parte en dinero y parte en cosa
mueble o inmueble.
Lo que sí resulta imprescindible es que “la pensión o renta se fija y
determinada”, admitiendo para ello el jugo de las cláusulas de estabilización.

b.- La periodicidad de la renta.


Las partes pueden estipular periodos de pago distintos al anual, incluso
plazos anticipados, si bien deben distinguirse cada uno de los vencimientos del
derecho a la percepción de la renta del que proceden.

c.- Satisfacción de la renta.


A este respecto, el art. 1.806 CC recoge, “la renta correspondiente al año
en que muere el que la disfruta, se pagará en proporción a los días que
hubiese vivido; si debe satisfacerse por plazos anticipados, se pagará el
importe total del plazo que durante su vida hubiese empezado a correr”.

d.- Incumplimiento y asguramiento el pago de la renta.


Dice el art. 1.805 CC, “la falta de pago de las pensiones vencidas no
autoriza al perceptor de la renta vitalicia a exigir el reembolso del capital ni a

Manoli Nieves Vázquez 58


volver a entrar en la posesión del predio enajenado; sólo tendrá derecho a
reclamar judicialmente el pago de las rentas atrasadas y el aseguramiento de
las futuras”.

TEMA 35. LA TRANSACCIÓN Y EL CONVENIO ARBITRAL (LEER, SI BIEN


CONVIENE TENER CLARO ALGUNOS CONCEPTOS. IMPORTANTE EL
ARBITRAJE.

La transacción: Concepto y características

El art. 1.809 CC nos ofrece el concepto del contrato de transacción, al


recoger, “la transacción es un contrato por el cual las partes, dando,
prometiendo o reteniendo cada una alguna cosa, evitan la provocación de un
pleito o ponen término al que había comenzado”.
Se trata, por lo tanto, de llegar a un acuerdo, evitando con ello, en lo
posible, erradicar la intervención jurisdiccional o terminar, previo acuerdo en vía
judicial, el inicio del proceso propiamente dicho y, su posterior prolongación en
el tiempo.
Sus presupuestos nos vienen dado por la jurisprudencia del TS:
1.- Existencia de controversia entre las partes.
2.- Voluntad de las partes de poner fin a la situación de incertidumbre.
3.- Reciprocidad de las concesiones acordadas.

Características:
- Es un contrato consensual, pues la mera promesa de alguna cosa es
susceptible de poner fin a la controversia.
- Un contrato bilateral o signalamático (recíproco), en tanto y cuanto las
cesiones o concesiones de cualquiera de las partes encuentra correspondencia
contemporal en la otra.
- No se exige forma solemne, aunque en algún sentido se puede
desprender del art. 1.815 CC, la forma escrita del mismo, si bien, no de forma
vinculante.

Objeto del contrato de transacción

El CC excluye las materias que afectan al orden público y al interés


general, materias que se encuentran fuera del ámbito de su disponibilidad por
los particulares.
Como en cualquier contrato se requiere que el objeto sea posible, lícito,
determinado o determinable, con las excepciones que dispone el art. 1.814 CC,
no se puede transigir sobre el estado civil de las personas, ni sobre las
circunstancias matrimoniales, no sobre alimentos futuros”, Vamos a desarrollar
un poco estos tres conceptos.

Manoli Nieves Vázquez 59


1.- El estado civil de las personas: la prohibición no se extiende a las
consecuencias meramente patrimoniales derivadas del concreto estado civil,
salvo que exista un nexo tan íntimo entre el contenido puramente patrimonial y
el estado civil que la transacción afecte a este último, siquiera de forma
tangencial, debiéndose declarar en tal caso la nulidad del contrato.

2.- Las cuestiones matrimoniales: será posible la transacción sobre los


aspectos puramente patrimoniales derivados del matrimonio, como también
sobre algunos aspectos puramente personales, admitiéndose supuestos en los
convenios de separación en cualquiera de los casos de crisis matrimonial.

3.- Los alimentos futuros: a este respecto el art. 1.814 CC se refiere


tanto a los alimentos futuros como a las pensiones no vencidas, no obstante, la
jurisprudencia y la doctrina limitan la aplicación de este precepto a los
alimentos futuros de naturaleza legal, como el sustento, habitación, vestido y
asistencia médica. Sí se puede transigir respecto de alimentos vencidos y no
satisfechos.

Si bien no voy a desarrollar un pregunta sobre la ineficacia del contrato de


transacción, hay que tener en cuenta ante una posible eventualidad, la
ineficacia de este tipo de contratos, además de por las reglas generales, hay
que tener en consideración las “especialidades” recogidas en el art. 1.817 CC
sobre el error o dolo que se pudiera dar y, que son desarrolladas en los art.
1.818 y 1.819.

El convenio arbital: Concepto

El convenio arbitral constituye un acuerdo de voluntades de naturaleza


contractual cuyo objeto radica en someter cuestiones litigiosas a la decisión de
uno o varios árbitros. Dicho acuerdo de voluntades, conforme al art. 9.1 de la
Ley 60/2003, “podrá adoptar la forma de cláusula incorporada a un contrato o
acuerdo independiente”, es decir, a través de un contrato o convenio que tenga
de forma precisa por objeto acordar el arbitraje y, “deberá respetar la voluntad
de las partes de someter a arbitraje todas o algunas de las controversias que
hayan surgido o pueda surgir respecto de una determinada relación jurídica,
contractual o no contractual”
Por lo tanto, aunque la Ley evita hablar de contrato, es innegable su
carecer contractual.

Tipos de arbitraje

Los tipos de arbitraje son dos, en función de la resolución a la que se


llegue: de Derecho o en equidad y, las partes tienen la facultad de elegir el tipo
que deseen para resolver su controversia.

1.- Arbitraje de Derecho.


Se entiende por arbitraje de Derecho el que de ser resuelto y
fundamentado atendiendo al conjunto de normas jurídicas aplicables al caso

Manoli Nieves Vázquez 60


debatido. Los árbitros han de ser especialistas en Derecho, pues la decisión
arbitral ha de ser “motivada”. La anterior ley recogía el requisito de que los
árbitros habrán de ser abogados en ejercicio, si bien la nueva redacción dada
al apartado 1 del art. 15 por la Ley 11/2011, recoge sólo la condición de jurista,
sin necesidad de estar colegiado, si se trata de un único arbitro, en el supuesto
de que el caso haya de ser resuelto por tres o más árbitros, se requerirá que al
menos uno de ellos tenga la condición de jurista, tanto en un supuesto como en
el otro, siempre que no exista acuerdo en contra por las partes.

2.- Arbitraje en equidad.


La ley de 1988 afirmaba que en él los árbitros actuarán “según su saber
y entender”, resolviendo pues la cuestión litigiosa atendiendo a la justicia
material del caso concreto planteado, si necesidad de fundamentar su decisión
en norma jurídica alguna. De otro, el art. punto 2 del mismo precepto
consideraba que “en el caso de que las partes no hayan optado expresamente
por el arbitraje de Derecho, los árbitros resolverán en equidad”. Por tanto, en
caso de duda, primaba el arbitraje de equidad, resultado raro en la praxis que
las personas encargadas de dictar el laudo no fuesen especialistas en
Derecho.

Debemos hacer constar que esta regla se ha invertido con la Ley


60/2003, con lo cual, ahora, por principio, todo arbitraje debe considerarse
arbitraje de derecho.

Contenido del convenio arbitral

El art. 9.1 de la ley 36/1988, del que cabe extraer que el contenido
necesario del contvenio se limita estrictamente a los siguientes extremos:
1.- Voluntad de las partes de someterse al arbitraje.
2.- Determinación de la “relación jurídica” (sea contractual o
extracontractual) de la que, en su caso, resulten las controversias o cuestiones
litigiosas a resolver.
Existiendo tales elementos, las partes han de entenderse sujetas al
arbitraje, aunque no existan en el convenio normas ad hoc para la designación
de los árbitros o reglas relativas al procedimiento arbitral, pues si las partes no
hubieren pactado nada sobre estos extremos podrán completarse, en cualquier
momento, mediante la aplicación de las reglas dispositivas establecidas al
respecto en la propia Ley 60/2003:
- El art. 15 en relación con el nombramiento de los árbitros (y los
siguientes para la aceptación, recusación, sustitución y responsabilidad).
- Los arts. 24 y ss respecto de la sustentación del procedimiento arbitral.

El laudo

Una vez concluido el procedimiento arbitral, los árbitros ponen a fin la


controversia mediante una decisión que recibe el nombre de laudo: resolución
acordada por los árbitros que, una vez firme, tiene el mismo valor y eficacia que
una sentencia; produciendo, por tanto, “efectos idénticos a la cosa juzgada”, de

Manoli Nieves Vázquez 61


manera tal que “frente a él sólo cabrá solicitar la revisión conforme a lo
establecido en la LEC para las sentencias firmes”.
El laudo debe dictarse por escrito, expresando las circunstancias
personales de los árbitros y de las partes, la fecha y el lugar en que se dicta, la
cuestión sometida a arbitraje, una sucinta relación de las pruebas practicadas,
las alegaciones de las partes y, finalmente, la decisión arbitral, determinando la
Ley que, como regla, el laudo, deberá ser motivado. El laudo debe ser
notificado a las partes mediante entrega a cada una de ellas de un ejemplar
firmado por los árbitros, pudiendo ser también protocolarizado notarialmente si
así lo solicita y a su costa, cualquiera de las partes.
En principio, el periodo o plazo de que disponen los árbitros para adoptar
el fallo arbitral será fijado por las propias partes que se someten a arbitraje.
Para el caso de que las partes no hayan señalado plazo alguno, la ley fija con
carácter supletorio el de “seis meses”, contados desde el día en que hubiera
debido realizarse la contestación de la demanda, pudiendo prorrogarlo los
árbitros por un plazo no superior a dos meses mediante decisión motivada.
El plazo establecido tiene carácter “preclusivo”, salvo que las partes
concedieran a los árbitros otra prórroga, y por tanto su transcurso, sin haberse
dictado el laudo, determina la terminación de las actuaciones arbitrales y el
cese de los árbitros.

TEMA 36. LA FIANZA (IMPORTANTE, ALGO CAE)

El contrato de fianza: concepto y caracteres

La fianza es una garantía de carácter personal, tendente a asegurar la


satisfacción del acreedor, previniendo el riesgo de insolvencia del deudor,
mediante la posibilidad de acudir al patrimonio de un tercero: el fiador.
El fiador asume el compromiso de responder al incumplimiento de la
obligación si el deudor no cumple. Tiene carácter solidario, de forma que el
acreedor debe perseguir los bienes del deudor antes de proceder contra el
fiador.

Características:
1.- Es un contrato de carácter oneroso, ya que se celebra en función de
una obligación principal válida, cuyo cumplimiento garantiza. Se perfecciona
por el mero consentimiento; ha de constar claramente la voluntad de afianzar.
2.- Es un contrato de carácter accesorio, en cuanto se celebra en función
de una obligación principal válida.
3.- Puede ser gratuita u onerosa, aunque lo normal es que sea gratuita.
4.- En el supuesto de que la fianza sea de carácter gratuito, estaremos
ante un acuerdo unilateral, ya que sólo nacen obligaciones a cargo del fiador y
a favor del acreedor, por lo que es suficiente que intervengan en el contrato de
fianza estos dos últimos. Es bilateral si el fiador recibe retribución.
5.- Se suelen considerar un contrato abstracto y no causal.

Manoli Nieves Vázquez 62


Clase de fianza

1.- Fianza convencional, legal y judicial.


Esta clasificación se hace atendiendo a su origen.
Es convencional cuando surge de un contrato de fianza convenido
espontáneamente entre fiador y acreedor o exigido al deudor por el acreedor.
Es legal o judicial cuando, por disposición de la ley o del juez, una
persona ha de garantizar el cumplimiento de una determinada obligación
mediante la intervención de un fiador.

2.- Fianza simple o subfianza.


Atendiendo al carácter y naturaleza de la obligación garantizada, se
distingue entre fianza simple o doble, en cuyo caso se habla de subfianza. La
primera garantiza la obligación principal; la segunda garantiza una fianza
anterior, es decir, la obligación del fiador.
La existencia de subfianza supone, pues, que existe un fiador principal y
un fiador secundario o complementario, en conclusión, “un fiador del fiador”. En
la práctica es raro acudir a semejante mecanismo, pues normalmente el
acreedor preferirá imponer el esquema de la finaza solidaria antes que el
procedimiento de “fianza sucesiva”.

3.- Fianza indefinida o ilimitada y fianza definida o limitada.


Por la extensión con que el fiador garantiza la obligación principal, la
fianza será indefinida o ilimitada si comprende la obligación principal, las
responsabilidades accesorias de éstas e incluso los gastos de juicio; si la fianza
se circunscribe a la obligación principal o parte de la misma, concretamente
señalada en el paco o contrato, estaremos ante una fianza definida o limitada.
La fianza debe ser expresa y no puede extenderse a más de lo
contenido en ellas. En la práctica son más frecuentes los supuestos de fianza
indefinida que los de fianza definida o limitada y, que se identifica con la fianza
simple.

Las relaciones entre acreedor y fiador

Es la que propiamente se deriva del contrato de fianza, ya que la que se


produce entre el fiador y el deudor o entre cofiadores se deriva propiamente
hablando del hecho del pago por parte del fiador o bien de circunstancias
anteriores a la propia constitución de la fianza y entre fiador y acreedor.
La obligación principal del fiador consiste en pagar la deuda, en el caso
de no hacerlo el deudor y con la extensión que hayan pactado. La regla general
en la materia viene dada pro al fianza simple o indefinida. La fianza
“comprenderá no sólo la obligación principal, sino todos sus accesorios, incluso
los gastos del juicio, entendiéndose respecto de éstos, que no responderá sino
de los que se hayan devengado después de que haya sido requerido el fiador
para el pago”.

Manoli Nieves Vázquez 63


El benefico de excusión en la fianza subsidiaria

La obligación de pago a cargo del fiador no nace de forma automática,


sino que es meramente subsidiaria. En tal sentido, recoge el art. 1.830 CC, “el
fiador no puede ser compelido a pagar al acreedor sin hacerse antes la
excusión de todos los bienes del deudor”.
A su vez, el art. 1.832 dispone que, “para que el fiador pueda
aprovecharse del beneficio de la excusión debe oponerlo al acreedor luego que
éste le requiera para el pago, y señalarle los bienes del deudor realizables
dentro del territorio español que sean suficientes para cubrir el importe de la
deuda”. Se deduce de ello, que además de oponerse al pago alegando la
necesaria reclamación previa contra el deudor, lo cual nos lleva a que lo
importante es la indicación o señalamiento de bienes propios del deudor
suficientes para atender al pago, algo que compete al propio fiador si quiere
beneficiarse de la posición subsidiaria que inicialmente ocupa.

El beneficio de división en el caso de cofianza

Consiste en el hecho de que “siendo varios los fiadores de un mismo


deudor y por una misma deuda, la obligación a responder de ella se divide
entre todos”, constituyéndose, de esta forma, la obligación de los fiadores con
carácter mancomunado, por ende, “el acreedor sólo podrá reclamar a cada
fiador la parte que le corresponda satisfacer, a menos que se haya estipulado
expresamente la solidaridad”.

Las relaciones entre deudor y fiador. La llamada relevación de la fianza

Aún antes de haber pagado, en determinados supuestos, el fiador puede


proceder contra el deudor principal a fin de que éste le releve de la fianza o el
garantice el reembolso del pago a realizar por el fiador. Esto se encuentra
regulado en el art. 1.843, y recoge los siguientes supuestos:
1.- Cuando el fiador se ve demandado judicialmente para el pago.
2.- Caso de quiebra, concurso o insolvencia del deudor.
3.- Cuando el deudor se ha obligado a relevarle de la fianza en un plazo
determinado y éste ha vencido.
4.- Cuando la deuda es exigible.
5.- Cuando hubieran transcurrido 10 años desde la constitución de la
fianza y la obligación principal no tiene término fijo para su vencimiento, a
menos que sea de tal naturaleza que no pueda extinguirse sino en un plazo
mayor del citado.
Estos supuestos se refieren exclusivamente a las relaciones internas
entre fiador y deudor, no afectando en modo alguno al acreedor, quien podrá
reclamar el cumplimiento de la obligación afianzada al fiador, bien de forma
directa o bien mediante el beneficio de excusión.

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La posición del fiador solvens

Si el fiador llegase a pagar por el deudor principal, éste tiene derecho a


reclamar al deudor el reintegro de lo efectivamente pagado. El CC concede al
fiador solvens dos vías:

1.- La denominada acción de reintegro o reembolso.


Regulada en el art. 1.838, “el fiador que paga por el deudor debe ser
indemnizado por éste”. La indemnización debe comprender.
- La cantidad total de la deuda.
- Los intereses legales desde el momento de haber comunicado el pago
al deudor.
- Los gastos ocasionados al fiador desde el momento del requerimiento
del pago.
- Los daños y perjuicios cuando procedan.

2.- La subrogación legal.


Gracias a ella, el fiador se convierte en acreedor del deudor y ello le
permite al fiador solvens utilizar, como subrogado, todas las garantías o
derechos accesorios que correspondían al acreedor, a fin de lograr lo que
realmente satisfizo o pagó al deudor.
Si bien, en este caso, la subrogación del fiador solvens no alcanza el
importe nominal del crédito, “ si éste ha transigido con el acreedor, no puede
pedir al deudor más de lo que realmente haya pagado”.

Las relaciones de los cofiadores entre sí

Cuando son dos o más los cofiadores de un mismo deudor y de una


misma deuda, entre en juego respeto de ellos el llamado beneficio o división.
Cada uno de ellos responderá de “la parte que le corresponda satisfacer”, no
obstante, cabe excluir del juego de dicho beneficio si uno de ellos, de los
cofiadores, satisface la deuda por el importe íntegro de la misma.
En tal caso, “el que de ellos la haya pagado podrá reclamar a cada uno
de los otros cofiadores la parte que proporcionalmente le correspondía
satisfacer”, al tratarse de una obligación mancomunada.
Si alguno de ellos fuera insolvente y no pudiese realizar su parte
proporcional del pago, ésta recaerá sobre el resto, incluido también el que
pagó, proporcionalmente en la parte que correspondía al insolvente.

------- FIN ------

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