A B C D O M I N G O 18 DE A B R I L DE 1971. EDICIÓN DE IiA MAÑANA. PAG. W.

M US i CA S tuvo la delicadeza de permanecer algunos

DEAN DIXON DIRIGE LA «SÉPTIMA SINFONÍA», DE
ua razón de que acabe de titular asi
esta crónica es la de que considero que el
simple hecho de que se haya interpretado
la «Séptima sinfonía», de Mahler, es, con
diferencia, lo más sobresaliente del último
concierto de la Orquesta Nacional. Por en-
cima y al margen de farragosidades y de
versión, necesariamente imperfecta. Que si
es siempre digna de aplauso la inclusión
en programa de cualquier Mahler, lo es
sobremanera la de alguna de esas páginas
suyas que, cual la «Séptima», no se es-
cucha prácticamente nunca.
Ya sé que en alguna, en muchas, sí se
quiere, de las obras del compositor austría-
co, junto a períodos de extremada origina-
lidad, de interesantísima temática, de es-
pléndida orquestación, aparecen otros de
banalidad cierta, de ingenuidad exagerada,
incluso de deficiente construcción. Pero
creo que se habla demasiado de ello. Que
se destaca por demás ese aspecto—casi
constante, quizá, pero, como aspecto, par-
ni por las características relativas de esta
última composición. La Orquesta sonó
basta y sin matices y en alguna ocasión,
como en el «adagio», hubo faltas palpables
de medida.
No contribuyó, a mi modo de ver, el pia-
nista Radu Lupu a elevar, por lo menos en
medida apreciáble, el nivel interpretativo
del «Concierto* del músico noruego. Es,
sin duda, un considerable ejecutante, pero,
al menos en está ocasión, ha aparecido
como excesivamente arrebatado, pseudo-
brillante añadiría, de cuadriculado fraseo y
carente en el «adagio'» de todo asomo de
lirismo. Aunque quizá en este terreno sea
en el que pueda encontrarse virtud en la
versión escuchada: estuvo en las antípodas
de las relamidas que se oyen a menudo.
El público aplaudió, a secas, tras el «Con-
cierto» de Grieg, mientras que ovacionó y
aclamó al finalizar la «Sinfonía» de Mah-
ler. Mejor dicho, la parte del público—casi
toda de las alturas—, que moderó su prisa
segundos en su butaca. Escribo del viernes.
Al concierto en sí había precedido la in-
terpretación, por la Orquesta en pie, del
coral variado de la «Cantata 140*. de Bach,
en memoria de dos músicos insignes, José
Cubiles e Igor Stravinsky, escuchado por el
público igualmente de pie.—Leopoldo HON-^
TANON.
ANA LÁZARO T S ü «TARDE DE
"BALLET"»
La actividad incansa'ble, el amor y co*
nocimiento de la especialidad que demues-
tra siempre Ana Lázaro, rinde un nuevo
fruto. Con el título «Tarde de "ballet"» y
un planteamiento de las formas de bailar,
desde Luis XIV hasta nuestros días, brin-
dará una conferencia-concierto en la tar-
de de hoy domingo, en la Agrupación Cul-
tural y Deportiva Telefónica, ilustrada
con ejemplos a cargo de siete bailarines
solistas.
Sin apenas apoyos, es muy meritorio el
esfuerzo de la calificada coreógrafo y di-
rectora y digno de vivo aplauso.—F.-C.
ENCUENTROS MUSICALES, DE LA
FUNDACIÓN JUAN MAKCH
Dentro del ciclo Encuentros Musicales, de
la Fundación Juan March, en colaboración
con los Colegios Mayores de la TJniversi-

Lupu y Dixon
eíal índice—de la irregularidad de la mú-
sica viahleriana y se olvida o se caüa que,
en todo caso, son tantos, tantos los posi-
tivos, los que enseñan, los que sorprenden,
que bien merece la revisión cualquiera de
sus obras. Máxime, por infrecuente, esta
«Séptima sinfonía». Agradezcámosela, pues,
al director norteamericano de color Dean
Dixon, maestro de movimientos comedidos,
si bien con gran variedad de gestos indica-
tivos, dentro de los cuates insiste, quizá
demasiado, en el de mantener vertical,
hacia abajo y oscilante, el brazo derecho.
Su trabajo me merece muy diferente cali-
ficación en la sinfonía a que me he referido
p_ en el acompañamiento a RaduLupu, to-
üsta, en la primera parte del «Concierto
para piano y orquesta», de Grieg.
He hablado antes de versión imperfecta
de la obra de Mahler. No rectifico. Pero es
a cambio de añadir en seguida que, sin
alcanzar la perfección, la que nos ofrecie-
ron Dean Dixon y la Orquesta Nacional de
España fue muy superior a lo que, si se
tiene en cuenta lo siguiente, es lícito exigir:
obra no de repertorio, de casi hora y media
de duración, con dificultades individuales y
colectivas grandes; y, finalmente, a la que se
han podido dedicar muchos menos ensayos
de los que necesita. Sí; me parece que hade
reputarse como absolutamente plausible la
«Séptima-» oída. Y que no sería justo refe-
rirse a lo que no fuera enteramente limpio,
exacta.nente medido, acertadamente sen-
tido. Creo que lo es, por el contrario, sub-
rayar lo bien conseguida que estuvo ésa
atmósfera de desolación—-¿de temor?—que
aparece aquí y allá; lo finamente que se
dibujó el «scherzo»; la estupenda presta-
ción del viento, trompetas y trombones a la
cabeza, en el «allegro* inicial; las destaca-
das intervenciones de violín, trompa y oboe
dentro de una muy meritoria serie de co-
metidos singulares, aderezados en lo tim-
brico por guitarra y mandolina, en la
«Nachtmusik II»; la magnífica respuesta de
la orquesta toda en el «fínate»...
El juicio sobre el director americano y
tu versión acompañante en el «Concierto»
de Grieg no puede tener idénticos caracte-
res a los expuestos. Ni por los resultados
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ABC (Madrid) - 18/04/1971, Página 73

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