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La Santa Compaña es, en la mitología popular de Galicia, una leyenda fantástica sobre una

procesión de ánimas o aparecidos que discurre desde las doce de la noche por los términos
de una parroquia con el propósito de visitar, o advertir, a todas aquellas casas en las que en
breve habrá un óbito, deceso o defunción. Con el nombre de Huéspeda1 se advierte una
leyenda semejante en León (provincias de Zamora, León y Salamanca) y Extremadura, así
como en Castilla, bajo la denominación de Estantigua.

enominaciones[editar]
La Estantigua (etimológicamente, huest antigua) es un mito presente con diversas variantes
en todo el cuadrante noroeste de España, donde recibe también las denominaciones
de Güestia, Güéspeda, Estadea, Hoste, Genti de Muerti, procesión de ánimas o
simplemente Compaña.
Según los escritores Juan R. Cuba, Antonio Reigosa y José Miranda, "la denominación
de Santa Compaña es errónea, pese a su fortuna en la literatura, pues la Compaña podrá ser
muchas cosas, pero santa, desde luego, no".[cita requerida] Solo se la llamaría "santa" como acto
apotropaico de defensa supersticiosa y en realidad se trataría de una leyenda pagana antigua
que luego fue superficialmente cristianizada.

Grafiti de la Santa Compaña en Pontevedra.

Origen[editar]
Algunos de los elementos concurrentes en el mito parecen provenir de la Cacería salvaje o
Mesnie Hellequin, un mito de origen germánico muy difundido por toda Europa.

Elementos de la leyenda[editar]
Quizá la descripción clásica de la Compaña es la que hizo el folclorista Xesús Rodríguez
López:2
La compaña es la reunión de almas del Purgatorio para un fin determinado. A las doce de la noche se
levantan los difuntos, salen en procesión por la puerta principal, una persona viva va delante con la cruz
y el caldero de agua bendita, y no puede, bajo ningún pretexto, volver la cabeza. Cada difunto lleva una
luz que no se ve, pero se percibe claramente el olor de la cera que arde. La comitiva tampoco se ve,
pero se percibe el airecillo que produce su paso. El desgraciado director solo puede dispensarse de tan
tétrico cometido encontrando a otra persona y entregándole la cruz y el caldero, antes de que haga un
círculo en la tierra, con lo cual queda libre de dirigir la compaña.
Xesús Rodríguez López, Supersticiones de Galicia (1895)
Aunque el aspecto de la Compaña varía según la tradición de diferentes zonas, la versión más
extendida afirma que está formado por una comitiva de almas en pena vestidas con túnicas
negras con capucha que vagan durante la noche.2
Esta procesión de ánimas forma dos hileras, van envueltas en sudarios y con los pies
descalzos. Cada fantasma lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera en el aire. Al
frente de esta compañía fantasmal se encuentra un espectro mayor llamado Estadea.
La procesión va encabezada por un vivo (mortal) portando una cruz y un caldero de agua
bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, percibiendo su
presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.
Esta persona viva que precede a la procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el
patrón de la parroquia es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa
"función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, únicamente se
podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada delgadez y
palidez. Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les
permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin
que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. Condenados a vagar noche tras noche
hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido (al cual el que encabeza la procesión le
deberá pasar la cruz que porta).
Caminan emitiendo rezos (casi siempre un rosario) cánticos fúnebres y tocando una pequeña
campanilla y a su paso, cesan previamente todo ruido de animales en el bosque: solo se
escuchan unas campanas. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando en
forma desmedida y los gatos huyen despavoridos, realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales cuentan con la facultad de contemplar la
"Compaña". Elisardo Becoña Iglesias, en su obra La Santa Compaña, el Urco y los
Muertos explica que según la tradición tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de verla:
solo los niños a quienes el sacerdote, por error, ha bautizado usando óleo de los difuntos
poseen de adultos la facultad de ver la aparición. Otros, no menos creyentes en la leyenda,
habrán de conformarse con sentirla, intuirla, etc.
Para librarse de la maldición de sumarse a la peregrinación de la Santa Compaña debe
dibujarse en el suelo un círculo y entrar en él o bien acostarse boca abajo, o llevar una cruz
encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña o bien (en última instancia) salir
corriendo.

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