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CONCLUSIONES
Q u e v e r m o r i r a u n a p e r s o n a e s i m p a c t a n t e y doloroso y
más aún si la persona que está pasando por este estado de
salud tan difícil es una persona allegada o un familiar .El estar con
esa persona y estar sufriendo junto al paciente y ver el deterioro de esa
persona día a día, ya que las enfermedades terminales son lentas y el
paciente pasa por una agonía. La calidad de vida que debe tener un
paciente en etapa terminal debe ser de acuerdo a sus necesidades
teniendo en cuenta su salud física, emocional y mental .La
ayuda espiritual es importante porque le ayuda al paciente a
sentirse bien confortado con el mismo y aceptar su muerte
A lo largo de nuestra vida las personas tenemos que hacer frente a múltiples
pérdidas. No todas las pérdidas son igual de significativas ni interfieren de la
misma manera en nuestra vida cotidiana, pero toda pérdida, con valor real o
simbólico, conlleva un proceso de duelo, consciente o no, para quien lo sufre.
Desde hace varios años diversos autores han defendido la idea de que para
superar el duelo es necesario pasar por varias fases o etapas. No obstante, y
siguiendo el planteamiento propuesto por J.W. Worden, el hecho de hablar de
fases y/o etapas puede colocar a la persona en una posición pasiva frente a su
dolor, donde no sea posible hacer nada más que esperar que se vayan
sucediendo gradual o progresivamente dichas etapas. Por este motivo, este
autor prefiere hablar de TAREAS DEL DUELO, lo que sitúa al sujeto en una
postura más activa de cara a la elaboración del mismo. Hablar de tareas implica
que la persona puede hacer algo para manejar su dolor. Aunque esas tareas
requieren un cierto esfuerzo.
Es importante aclarar que no se trata de técnicas o trucos a los que agarrarse
para que el duelo pase antes o para que duela menos, ya que el control de la
experiencia subjetiva del dolor es algo que está fuera de nuestro alcance. Las
tareas ayudarán a que la persona que ha sufrido la pérdida aprenda a abrirse a
las emociones que experimenta, sin juzgarlas ni luchar contra ellas y a darlas
sentido, para ir poco a poco asumiendo la pérdida, recolocándola en su vida y
continuar avanzando en el camino que le marquen sus valores.
Hay personas que niegan que se haya producido una pérdida o el significado
que ésta supone para ellas, lo que dificultaría esta tarea. Cuando la pérdida no
es por una muerte, como puede ser el caso de una ruptura de pareja, la
esperanza de que la persona un día vuelva puede alargar en el tiempo esta tarea,
dificultando la elaboración del duelo. Por eso es preciso aceptar la realidad de la
pérdida y de las emociones que genera.
Para poder trabajar las emociones que surgen durante el período de duelo, es
necesario que la persona sea consciente de qué emociones se están
experimentando y permitirse sentirlas. Algunas de ellas son más evidentes,
como la ira o el enfado, pero puede que no esté dejando salir a la superficie otras
emociones más difíciles de afrontar, pero que también es necesario manejar,
como es el caso del dolor, la angustia, o el sentimiento de soledad.
Worden habla de tres áreas de adaptación que se deben abordar tras la pérdida:
Para completar esta tarea, la persona tendrá que aprender a asumir los roles a
los que no está acostumbrada, desarrollar habilidades que nunca había tenido y
seguir adelante con un nuevo sentido de sí misma y del mundo.
Esta última tarea consiste en encontrar un lugar para la persona que se ha ido
que le permita a la persona estar vinculada con ella, pero de forma que no le
impida continuar con su vida. Debemos encontrar maneras de recordar a los
seres queridos que han fallecido llevándolos con nosotros, pero sin que ello nos
impida seguir viviendo (Worden, 2004). No consiste en renunciar al fallecido, sino
en encontrar un lugar adecuado para él en su vida emocional.