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Copyright © Jan Anguita, 2014


Imagen de la portada: © petarpaunchev - Fotolia.com

Siéntete libre de compartir este libro con quien quieras. Pero,


por favor, no lo vendas ni lo modifiques.
Índice

La Felicidad Existe........................................................................ 3
La Fórmula de la Felicidad ........................................................... 8
¿Se Cumple Siempre? ................................................................ 12
El Increíble Poder de la Mente .................................................. 30
Cómo Actuar para Ser Plenamente Feliz ................................... 56
Los Tres Pasos hacia la Plena Felicidad ..................................... 73
Los Cuatro Niveles de Felicidad ................................................. 79
Cinco Aspectos Importantes de la Fórmula de la Felicidad....... 93
Capítulo 1
La Felicidad Existe
La fórmula de la felicidad existe. Quería decírtelo ya desde el
principio para que no tengas ninguna duda sobre lo que puedes
esperar de este libro. Estas páginas no tratan sobre consejos más o
menos genéricos para ser feliz, sino de la fórmula exacta de la
felicidad. Una fórmula muy poderosa que se cumple siempre.
Es muy posible que tengas ciertas dudas a la hora de creer lo
que te acabo de decir. Y creo que haces bien: es muy sensato no
creer ciegamente lo que nos dicen los demás si no lo hemos
comprobado por nosotros mismos. Pero, personalmente, también
creo que es una pena que el tema de la felicidad genere tanta
desconfianza. Si oímos que alguien habla de cómo ser plenamente
feliz, enseguida pensamos que seguramente nos querrá engañar. En
cambio, si nos dice que nos explicará la ley de la gravedad, nos
parece la cosa más normal del mundo.

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Y no son dos cosas tan diferentes. Tanto la felicidad como la
fuerza de la gravedad son fenómenos del universo, y todos los
fenómenos siguen leyes que se pueden explicar.
Una diferencia importante entre la felicidad y la gravedad es
que sabemos con total seguridad que la gravedad existe. Con la
felicidad, en cambio, no lo tenemos tan claro. Incluso hay mucha
gente firmemente convencida de que la plena felicidad no existe.
Hay una tendencia bastante generalizada a afirmar que no se puede
ser completamente feliz, sino que sólo se puede disfrutar de ciertos
momentos de bienestar de vez en cuando. Así que, si alguien afirma
que tiene la fórmula de la felicidad, no debe estar diciendo la
verdad.
Pero si lo pensamos un poco, esta creencia no tiene demasiada
lógica. Todos hemos sido felices en algún momento, ¿verdad? Estoy
seguro de que en algún momento de tu vida has experimentado la
felicidad, aunque sólo haya sido un minuto. Y si puedes
experimentar la felicidad durante un minuto, ¿por qué no tendrías
que poder hacerlo durante dos minutos? Y si puedes ser feliz
durante dos minutos, ¿por qué no tres? ¿Crees que hay alguna
especie de limitación cósmica que regula el máximo de felicidad que
puedes sentir? ¿Crees que hay algún guardián en el universo que
vigila que no seas feliz más tiempo del que te corresponde?
Estoy seguro que no.
Si no somos plenamente felices, no es porque no sea posible,
sino porque no sabemos cómo conseguirlo. Es así de simple. Para
nosotros, la felicidad es un fenómeno que escapa a nuestra
comprensión. No conocemos los mecanismos que la controlan.
Sabemos que es un sentimiento que acostumbra a producirse

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cuando estamos rodeados de situaciones agradables pero, aparte
de esto, poca cosa más.
Con la felicidad, pasa lo mismo que pasaba con la gravedad
hace unos siglos. En aquella época, sabíamos que las cosas caen al
suelo si no hay nada que lo impida, pero no sabíamos gran cosa de
este fenómeno. No sabíamos qué lo producía ni qué fuerzas lo
regulaban, de forma que no lo podíamos predecir ni controlar.
Pero un día, Isaac Newton se dijo a sí mismo: no tenemos ni
idea de por qué las cosas caen al suelo, pero alguna explicación debe
haber. Voy a ver si la descubro. Y la descubrió: después de varios
estudios y experimentos, formuló las famosas leyes que ahora
llevan su nombre. Y gracias a ellas, y a otros descubrimientos que
vinieron más adelante, si lanzamos un objeto con una determinada
fuerza podemos calcular exactamente donde caerá.
Lo que sabemos actualmente de la felicidad es más o menos lo
mismo que sabíamos de la fuerza de la gravedad antes del trabajo
de Newton. Sabemos que unas veces viene y otras se va, y sabemos
también algunas de las cosas que podemos hacer para mantenerla
más tiempo a nuestro lado. Pero no conocemos el proceso exacto
que la regula, de forma que no la podemos predecir ni controlar
completamente.
Personalmente, me llama mucho la atención que la humanidad
no dedique más recursos a solucionar este tema. Hay muchísimos
científicos investigando una gran diversidad de fenómenos, pero
prácticamente nadie se preocupa por resolver el misterio de la
felicidad. A mí me apasiona la física, y me encanta estar al día de los
descubrimientos que hace esta rama de la ciencia, pero creo que
estudiar la felicidad es aún más importante. Si tuviera que escoger
entre comprender el funcionamiento de la felicidad o entender la

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física cuántica, escogería la primera opción sin dudarlo ni un
segundo. En cambio, la cantidad de dinero y de esfuerzo personal
que se invierte en estudiar la felicidad es ridícula comparada con los
recursos que tienen otras ramas del conocimiento.
Este es el motivo principal por el cual el comportamiento de la
felicidad sigue siendo una incógnita para nosotros. La conciencia
humana tiene la capacidad de entender cualquier cosa si se lo
propone, pero hay que interesarse sinceramente y ponerle
dedicación. Y en el caso de la felicidad no lo hemos hecho. En
ningún gobierno hay un Ministerio de la Felicidad, en ninguna
universidad hay un Departamento de la Felicidad, en ninguna
escuela se enseña ninguna asignatura dedicada a la felicidad. Le
hemos dado la espalda a la felicidad. Nadie la estudia, nadie se
preocupa por ella. Incluso hemos llegado a pensar que preocuparse
por la felicidad es una actitud infantil y poco seria. Investigar sobre
biología, física o medicina sí vale la pena, pero la felicidad es casi
una tontería.
Si queremos un mundo más agradable, esto tiene que cambiar.
Y, afortunadamente, ya está cambiando. Supongo que ya lo has
visto, pero la humanidad está viviendo una transformación
espectacular en los últimos años. Estamos remodelando
completamente nuestra sociedad para construir otro modelo nuevo
mucho más luminoso. Y uno de los pasos de esta remodelación es
poner la felicidad en el lugar que le corresponde: en el punto más
alto. No hay nada más importante que la felicidad.
A menudo hablamos de construir “un mundo mejor”, pero no
siempre tenemos claro qué es esto exactamente. Pues un mundo
mejor es un mundo donde la gente que vive en él es más feliz. Así

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de sencillo. La felicidad es lo que marca la diferencia entre una
buena vida y una mala vida.
Este libro es un pequeño grano de arena en esta magnífica
tarea que estamos haciendo entre todos. Aquí encontrarás la
fórmula exacta de la felicidad, junto con la explicación de cómo
funciona exactamente y de cómo podemos aplicarla a nuestra vida.
Espero de todo corazón que te guste y que te resulte útil.
Tú puedes ser feliz, tanto como quieras.
Y no es sólo una frase que suena bien.

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Capítulo 2
La Fórmula de la Felicidad
La fórmula de la felicidad es muy sencilla, así que este capítulo será
corto, rápido y directo. Lo que es un poco más complejo es sacarle
todo el provecho, entenderla en profundidad y ver claramente que
no falla nunca. De esto es de lo que hablaremos en los siguientes
capítulos.
Si has leído los artículos sobre la fórmula de la felicidad que hay
a mi blog –jananguita.es–, lo que te explicaré aquí no te resultará
nuevo. Si quieres, puedes pasar directamente al siguiente capítulo,
aunque tampoco irá mal repasar los conceptos básicos antes de
continuar.
Como decía, la fórmula de la felicidad es muy simple; como lo
son también muchas de las fórmulas matemáticas más importantes
de la historia. La segunda ley de Newton, por ejemplo, uno de los
pilares de la física, es sencillamente F=ma. Igual que la famosa
Teoría de la Relatividad: E=mc2.

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No es ninguna casualidad que estas fórmulas sean tan cortas.
En general, las leyes que gobiernan el universo se pueden expresar
de una forma muy sencilla. No se necesitan fórmulas largas y
complicadas, porque el universo no es un caos indescifrable: es una
estructura perfectamente ordenada, con unos principios
fundamentales muy simples.
En el caso de la felicidad pasa exactamente el mismo. La
felicidad, este sentimiento que a veces parece tan misterioso y
complejo, en realidad tiene un comportamiento muy simple que se
puede entender muy fácilmente.
Y para entender este comportamiento, el primer paso es ver
claro qué es la felicidad. No me refiero a qué es como sensación –
que es lo que normalmente nos planteamos cuando hablamos de
felicidad–, sino como sustancia. ¿Qué es exactamente la felicidad?
¿De qué está hecha?
Quizás te parece una pregunta un poco extraña pero, al fin y al
cabo, la felicidad no deja de ser un elemento más del universo, igual
que los árboles, las piedras y todo el resto de cosas que existen. Y,
por lo tanto, tiene sustancia. No es una sustancia física, como la de
una roca o una patata, pero es un tipo de sustancia.
Y esta sustancia es el amor. La felicidad está hecha de amor.
La felicidad es simplemente la otra cara del amor. Aunque
utilizamos dos palabras diferentes, amor y felicidad son dos
aspectos de la misma cosa. Son la misma fuerza vista desde dos
puntos de vista distintos.
Una manera muy gráfica de visualizar esta idea es imaginarse el
amor y la felicidad como dos fuerzas que viajan en dirección
contraria y que se complementan la una a la otra. Por un lado, el
amor es una fuerza que va desde dentro hacia fuera porque, cuando

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amamos, nuestro amor sale de nuestro interior y viaja hacia aquello
que amamos, ya sea una persona, un animal, una determinada
actividad, o cualquier otra cosa. Te lo puedes imaginar
perfectamente como un rayo de luz que sale de ti y que se dirige
hacia aquello que amas.
La felicidad, en cambio, viaja en dirección contraria. La felicidad
es una fuerza que va desde fuera hacia dentro, porque es la
sensación que se produce en nuestro interior cuando vemos o
experimentamos cosas que nos gustan. Así:

Amor

Felicidad

Figura 1: La relación entre el amor y la felicidad.

Desde nuestro punto de vista, el amor y la felicidad parecen dos


cosas diferentes, porque una sale de nosotros y la otra entra, pero
en realidad son la misma fuerza formando un círculo. La felicidad
que parece que viene del exterior, en realidad es el mismo amor
que hemos expresado volviendo hacia nosotros. Como si fuera un
bumerán. El amor que expresamos en nuestra vida diaria se refleja
en aquello que amamos y vuelve a nosotros en forma de felicidad.

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Esta idea se puede expresar fácilmente a través de la siguiente
fórmula:

Felicidad = amor expresado

He aquí la fórmula de la felicidad. La cantidad de felicidad que


sentimos en cada momento es igual a la cantidad de amor que
estamos expresando. Ni un poco más, ni un poco menos. Es una
fórmula exacta que se cumple siempre y que cualquier persona
puede comprobar.
Lo que no dice la fórmula de la felicidad es qué tienes que amar
ni cómo lo tienes que hacer. Es completamente indiferente si amas
a una persona, a una profesión, a un objeto o a un animal; y
tampoco importa si, para expresar tu amor, te pones a cantar, a
bailar o a pintar. Tú eliges qué amas y cómo lo amas. Lo único que
dice la fórmula de la felicidad es que si expresas tu amor serás feliz;
si no, no. Así de sencillo.

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Capítulo 3
¿Se Cumple Siempre?
Siempre que explico la fórmula de la felicidad veo que, en general,
la mayoría de personas están bastante de acuerdo con ella. Como
pasa con prácticamente todo, cada uno tiene su propio punto de
vista, pero el grado de aceptación es bastante grande. Es una
fórmula muy sencilla e intuitiva, y enseguida se ve que expresar
amor es un acto agradable que produce bienestar.
Aún así, hay una cierta reticencia a la hora de aceptar que la
fórmula es exacta y que se cumple siempre. Un comentario que oigo
a menudo es: en general sí, pero no siempre se cumple. Hay veces
que expresamos amor, y que esto no produce felicidad.
Es muy razonable tener este tipo de dudas. Es verdad que hay
situaciones en las que tenemos la sensación de estar ofreciendo
amor y respeto al mundo, y el resultado no es agradable.
Seguro que te ha pasado más de una vez: quizás has tratado a
alguien tan bien como has sabido, pero no has recibido más que

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problemas; quizás has puesto en marcha un negocio con toda la
ilusión y el amor del mundo, y no ha durado ni un año. Todos hemos
vivido experiencias similares en estas, y realmente parecen ir en
contra de lo que afirma la fórmula de la felicidad.
Pero es sólo una apariencia, y uno de los objetivos de este
capítulo es abordar esta cuestión. Analizaremos en profundidad
todos los procesos que intervienen en la fórmula de la felicidad y
veremos que, a pesar de que a veces puede parecer lo contrario, se
cumple siempre.
Pero antes de entrar en los detalles de la fórmula, creo que es
importante comentar que también hay otro factor, aparte de las
experiencias negativas que hemos vivido, que hace que nos
resistamos a aceptar completamente la fórmula de la felicidad:
nuestra marcada tendencia a creer que la plena felicidad no es
posible. Esta creencia, tan arraigada en nuestro interior, hace que
nos cueste mucho asumir que realmente hay una fórmula que
funciona. Hay una parte de nosotros que dice: ¿una fórmula de la
felicidad exacta? Esto no puede ser. Llevo toda la vida creyendo que
no se puede ser completamente feliz, si ahora resulta que hay una
fórmula exacta, ¡esto significaría que no tengo razón! A menudo,
por no decir siempre, el obstáculo más grande que se interpone en
nuestro camino hacia el bienestar son nuestras propias barreras
mentales. Y una de las barreras mentales más grandes que existe es
el miedo a reconocer que nos hemos equivocado.
Aceptar que hay una fórmula de la felicidad tan sencilla y
exacta implica aceptar que se puede ser plenamente feliz. Este
paso, a su vez, implica abandonar completamente muchas de las
ideas que han formado parte de nosotros desde que podemos
recordar. Y esto acostumbra a provocar un poco de vértigo.

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Llevamos muchos años completamente convencidos de que la
vida y el sufrimiento van de la mano: que tenemos que trabajar para
ganarnos el pan, y que es muy difícil que el trabajo sea agradable;
que nuestro cuerpo es frágil y que puede fallar en cualquier
momento; que hay muchas personas malas por el mundo que nos
pueden hacer daño si no vigilamos, etc. Si ahora aceptamos que
tenemos la felicidad al alcance de la mano, todo esto se va a al
garete. Muchas de las creencias que nos han acompañado durante
años caen al suelo, y hace falta valentía para afrontar este proceso.
Pero si estás leyendo este libro es porque, o bien ya has
abandonado estas ideas, o bien estás más que preparado para
dejarlas atrás.
La fórmula de la felicidad se cumple siempre. Siempre. No hay
excepciones.

¿Qué Significa Exactamente “Expresar Amor”?


La fórmula de la felicidad es muy simple: felicidad es igual a amor
expresado. Pero detrás de esta simplicidad hay una serie de
conceptos muy profundos que hacen que entenderla
completamente no sea tan fácil como puede parecer a primera
vista.
De entrada, podemos ver que hay dos conceptos clave que
forman parte de esta fórmula: “amor” y “expresar”. Para entender
bien la fórmula, pues, tenemos que tener claro que significan
exactamente estos términos.
Sobre el amor, creo que cualquier cosa que se pueda decir se
queda corta. En realidad, cuando hablamos del amor sobran las

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palabras. Es un sentimiento demasiado puro y bonito para poderlo
atrapar con palabras. He buscado la definición en diferentes
diccionarios y no hay ninguna que se acerque, ni de lejos, a lo que
realmente es el amor. ¿Crees que hay alguna frase que pueda
capturar, con toda su belleza, lo que sientes cuando miras a tus
hijos? ¿O a la persona que amas? ¿O una puesta de sol?
Yo tampoco.
Afortunadamente, todos sabemos qué es el amor, así que en
realidad no nos hace falta ninguna definición.
El término “expresar” también es bastante sencillo. Es hacer
que una cosa que tenemos en nuestro interior salga al exterior y se
haga visible. Podemos expresarnos de muchas maneras: pintando,
hablando, moviéndonos, cantando, escribiendo, etc. Todas ellas son
maneras de hacer que las ideas y sentimientos que tenemos dentro
se manifiesten.
Así que los dos conceptos principales de la fórmula de la
felicidad, “amor” y “expresar”, son relativamente fáciles de
entender.
Pero es importante no dejarse engañar por esta aparente
sencillez. Uno puede pensar: sí, felicidad es igual a amor expresado.
Esto significa que tengo que expresar mi amor para ser feliz. Ya lo he
entendido. Y sí, en esencia es así de fácil. Pero el proceso para
llevarlo a cabo tiene su complejidad.
Porque, aparte de los dos conceptos principales que ya hemos
comentado, hay otro que no sale de forma explícita en la fórmula de
la felicidad, pero que en realidad está tan presente en ella como los
otros dos: tú. Cuando hablamos de “expresar amor”, implícitamente
hay un sujeto que lleva a cabo esta acción.
Y este eres tú.

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Para ser feliz, tú tienes que hacer que tu amor salga al exterior.
Esto es lo que significa “expresar amor”, y eres tú quien lo tiene que
hacer. Tienes que hacer que tu amor haga un viaje: desde tu interior
hasta el mundo que te rodea.
Ahora bien, ¿quién eres tú? ¿Dónde está exactamente “tu
interior”? ¿Dónde se encuentra tu amor? Estas cuestiones ya no son
tan fáciles, y se merecen ser tratadas con detalle.

¿Dónde Estás Tú?


La principal dificultad para comprender en profundidad la fórmula
de la felicidad es entender bien qué es exactamente “tu interior”,
qué es “tu exterior” y qué camino sigue tu amor para ir de un punto
al otro.
Este proceso se puede plantear como si fuera una cuestión
geográfica, ya que expresar tu amor implica transportarlo de un
punto a otro. ¿Recuerdas aquellos problemas de física de la
escuela? “Un tren sale de un punto A y se desplaza hasta un punto
B...” Pues esto es muy similar. El punto A es tu interior, el punto B es
el exterior y tu amor es el tren.

Punto A: Punto B:
Tuorigen.
interior Eldestino.
mundo
Etapas exterior
intermedias
.
Figura 2: El camino que tiene que seguir tu amor para poder
expresarse.

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Para que este proceso se pueda llevar a cabo con éxito,
tenemos que conocer todos los puntos de este trayecto. Por un
lado, tenemos que localizar los puntos de salida y de llegada:
tenemos que tener muy claro de dónde sale el amor y a dónde tiene
que llegar. Y, por otro, tenemos que saber qué etapas intermedias
tiene que atravesar para llegar al destino final. Tenemos que
conocer el camino exacto que tiene que seguir el amor para poder
expresarse en el mundo exterior.
Uno de los objetivos principales de este libro es precisamente
analizar con detalle todo este proceso para que no quede ninguna
duda de cuál es el camino que lleva a la felicidad. Buscaremos
exactamente dónde está la fuente de tu amor y estudiaremos a
fondo todos los pasos que tiene que seguir para poder manifestarse
plenamente.
Empezaremos por el principio: el punto A, el origen de tu amor.
Tu amor sale de tu interior, así que la pregunta es: ¿dónde está tu
interior? ¿Dónde estás tú?
La mayoría de nosotros estamos identificados con nuestro
cuerpo, así que la primera respuesta que nos viene a la cabeza es:
yo estoy aquí, con mi cuerpo. Desde este punto de vista,
interpretamos que “nuestro interior” es lo que hay dentro de
nuestro cuerpo y que “el mundo exterior” es todo lo que se
encuentra más allá de los límites del cuerpo.
Sin embargo, la realidad es un poco más compleja.
Ahora haré una afirmación que quizás te parecerá obvia, pero
en realidad es muy profunda: la distancia entre una cosa y ella
misma es cero. Es decir, la distancia entre tú y tú es cero.
¿Por qué te digo esto? Pues porque la distancia entre tú y tu
cuerpo no es cero, y esto significa que no eres tu cuerpo. Plantéate

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un momento qué distancia hay entre tú y tu pie, por ejemplo.
¿Verdad que no es cero? Seguramente ahora mismo este libro se
encuentra más cerca de ti que tu pie. Incluso podrías llegar a
desprenderte de tu pie y enviarlo a la otra punta del mundo. Así que
tú no eres tu pie. Tú no puedes alejarte de ti, ni siquiera un
milímetro, y en cambio sí puedes alejarte de tu pie.
Si ves claro que hay una distancia entre tú y tu pie, el siguiente
paso para descubrir dónde estás es simplemente buscar un punto
donde la distancia entre este punto y tú sea cero. Este es el punto
donde tú estás.
Hay un ejercicio muy sencillo para encontrarlo. Está publicado
en mi blog, así que quizás ya lo conoces. Se trata simplemente de
coger un objeto cualquiera y preguntarte dónde se encuentra el
punto desde donde lo estás observando. Coge un bolígrafo, por
ejemplo. ¿Dónde está el punto desde donde observas el bolígrafo?
¿Está en la mano? No, ¿verdad? ¿En la barriga, quizás? Tampoco.
Para hacerlo más fácil, primero lo localizaremos en el eje
vertical. Mira a qué altura se encuentra, ¿por encima de la cintura o
por debajo? ¿Por encima o por debajo del cuello? Y respecto a la
frente, ¿por encima o por debajo? Haciendo estas sencillas
observaciones, enseguida verás que se encuentra a la altura de los
ojos.
Ahora toca situarlo en el eje horizontal. Este paso es todavía
más fácil; sólo te tienes que preguntarte si se encuentra hacia la
derecha o hacia la izquierda del eje de tu cuerpo. Está centrado,
¿verdad que sí?
Haciendo este sencillo ejercicio, se puede ver muy fácilmente
que el punto desde donde percibimos la realidad se encuentra

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centrado en el eje del cuerpo, a la altura de los ojos. Tal y como
muestra la Figura 3.
Fíjate que hasta aquí sólo hemos localizado el punto en dos
dimensiones. Para acabar de situarlo en tres dimensiones hay que
encontrar a qué profundidad se encuentra. Este paso es un poco
más difícil, pero también se puede hacer.

Figura 3: El punto desde donde percibimos la realidad se encuentra


a la altura de los ojos, centrado en el eje del cuerpo.

Para conseguirlo, céntrate un momento en el punto que hay


entre tus ojos: el punto (1) que marca la Figura 4. Quédate unos
segundos con la atención fija en este punto y fíjate bien en cómo te
sientes.
Una vez lo hayas hecho, desplaza tu atención hacia la parte
posterior de tu cabeza: el punto (2) del dibujo. Y vuelve a mirar
cómo te sientes.

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(2)
(1)

Figura 4: ¿A qué profundidad se encuentra el punto desde donde


observamos la realidad?

En qué caso te sientes más "puro", ¿cuando tienes la atención


centrada en el punto (1) o en el punto (2)? ¿En qué caso te sientes
más libre y relajado?
Si meditas habitualmente, enseguida verás la diferencia. Si no,
quizás te cuesta un poco.
Pero si te fijas bien, verás que la diferencia es abismal: cuando
pones tu atención en el punto (1), te encuentras con todos tus
problemas y preocupaciones; en cambio, cuando te centras en el
punto (2), encuentras paz.
¿Sabes por qué? Porqué el punto (2) es el punto que te conecta
con tu naturaleza más profunda. Es la puerta que te conduce a tu
esencia divina.
Este es el punto donde la distancia entre él y tú es cero. Este
punto eres tú.

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¿Qué Es el “Mundo Exterior”?
Una vez localizado el punto, te animo a familiarizarte con él y a
disfrutar de su compañía. Deja de leer unos minutos, focaliza tu
atención en la zona central de los ojos, hacia la parte posterior del
cráneo, y fíjate que aquí la distancia entre tú y este punto sí es
prácticamente cero.
Disfruta también de la sensación de paz y bienestar que
produce estar en esta zona. Es como volver a casa, ¿verdad? No es
extraño sentirse así, realmente es volver a casa.
Cuando lleves un rato con la atención en este punto –que a
partir de ahora denominaré “punto central”–, desplaza lentamente
tu atención hacia otra zona de tu cuerpo y fíjate cómo, enseguida, la
distancia entre tú y el punto donde te estás fijando deja de ser cero.
No hace falta que vayas muy lejos, ni siquiera que salgas de la
cabeza. La distancia entre el punto central y tu nariz, o tu frente, o
la parte superior de tu cabeza, no es cero. Entre tú y cualquier otra
cosa que no sea el punto central hay una distancia superior a cero.
Esto significa que tú eres el punto central y nada más. Tu
mundo exterior no es todo aquello que se encuentra más allá de los
límites del cuerpo, sino todo lo que está fuera del punto central.
Esto incluye a todas las partes de tu organismo, por supuesto, pero
también a tus pensamientos y sentimientos.
Tradicionalmente, hemos creído que los pensamientos y los
sentimientos formaban parte de lo que llamamos “mundo interior”.
Por esta razón, cuando hace un rato hablábamos de “expresar lo
que tenemos dentro”, es muy posible que hayas pensado que se
refería a expresar tus sentimientos y pensamientos. De hecho, creo
que yo mismo he usado esta expresión –es tan habitual que a veces

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se me escapa. Pero fíjate que, desde el punto central, tú ves tus
pensamientos y sentimientos a una cierta distancia, como si
estuvieras mirando una película. Los pensamientos normalmente
están flotando alrededor de la cabeza, y los sentimientos los
percibimos como sensaciones en diferentes partes del cuerpo,
como la barriga o el pecho.
Tus pensamientos y tus sentimientos están fuera del punto
central, y por lo tanto, fuera de ti. No son una cosa que tengas que
expresar –bien, en parte sí, pero ya hablaremos de esto más
adelante–, por encima de todo son una cosa que ya has expresado.
Ya han salido de ti hacia el mundo exterior.
Te recomiendo que medites un rato sobre este hecho antes de
continuar. Es importante que aprendas a familiarizarte con el punto
central, que es lo que realmente eres tú, y que veas claramente que
todo el resto, pensamientos y sentimientos incluidos, se encuentran
en una cierta distancia de ti.
De cara a la fórmula de la felicidad, este paso es muy
importante, porque el punto central es el protagonista absoluto. Si
lo recuerdas, hace un rato decíamos que para expresar amor
tenemos que transportarlo desde el punto A, su origen, hasta el
punto B, el mundo exterior. Pues el punto A es el punto central. Es
la fuente de donde sale tu amor. Sin él, no hay ninguna posibilidad
de expresar nada.

Las Tres Capas de la Realidad


Ahora que ya tenemos claro el punto de donde sale nuestro amor,
sólo falta saber a dónde lo tenemos que llevar para expresarlo.

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Desde un punto de vista general, esto no es difícil. Ya hemos dicho
hace un momento que el mundo exterior es todo lo que hay fuera
del punto central, así que conseguir que tu amor se desplace un
milímetro del punto central ya es expresarlo.
No obstante, esta idea tan simple a la práctica se vuelve un
poco más compleja, porque hay muchísimas maneras de aplicarla.
Es por esta razón que creo que es conveniente estructurarla un
poco para explicarla correctamente.
De ahora en adelante te propongo clasificar la realidad en tres
grandes bloques: tu mente, tu cuerpo y el mundo físico.
Evidentemente, tu cuerpo forma parte del mundo físico, pero con
este término me referiré sólo a la realidad que nos rodea más allá
del cuerpo: las otras personas, los objetos, la naturaleza, etc.
Esta clasificación es completamente arbitraria, como todas las
clasificaciones, así que no te la tomes al pie de la letra. En ningún
caso estoy diciendo que esta sea la estructura profunda de la
realidad. Es simplemente lo estructura que a mí me va bien para
explicarte lo que te quiero explicar.
En última instancia, la realidad es una; sin clasificaciones ni
bloques. No hay fronteras ni separaciones entre ningún punto del
universo, y todo forma una unidad indivisible. No hay ningún lugar
en todo el universo donde un objeto acabe bruscamente y empiece
otro, sino que las diferentes formas se van transformando
gradualmente las unas en las otras, sin que se pueda diferenciar
claramente dónde empiezan y dónde acaban.
Aunque parezca contradictorio, cada uno puede interpretar el
universo a su manera precisamente porque es una unidad. Si
hubiera fronteras, no habría interpretaciones alternativas; las

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fronteras están donde están y punto. Pero como no hay, cada uno
las puede poner donde quiera.
Y desde mi punto de vista particular, creo que diferenciar la
mente del cuerpo y del mundo físico exterior es muy útil para
entender mejor la fórmula de la felicidad. Pero insisto en que estas
tres áreas no están realmente separadas. No busques fronteras
claramente definidas entre ellas, porque no existen.

El Camino que Sigue el Amor para Manifestarse


Si usamos esta clasificación de la realidad que te propongo,
tenemos cuatro partes más o menos diferenciadas: el punto central,
tu mente, tu cuerpo y el mundo físico exterior. De estas cuatro
partes, tú eres el punto central y el resto es la realidad externa a ti.
Si recuerdas la Figura 2, donde mostrábamos las diferentes
etapas que tiene que seguir el amor para poder manifestarse, ahora
ya les podemos poner nombres:

El punto central La mente El cuerpo El mundo


físico
Figura 5: Las etapas que sigue el amor para manifestarse.

EL orden de las etapas que hay en la Figura 5 es muy


importante: primero va el punto central, después la mente, después
el cuerpo y por último el mundo físico. El amor tiene que atravesar
todas estas etapas y tiene que hacerlo en este orden. Si no, se
queda bloqueado y no puede salir.

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Dado que este orden es tan importante, vale la pena que lo
compruebes por ti mismo. Para hacerlo, sólo tienes que focalizar tu
atención en el punto central. Si lo haces, verás que, lógicamente,
este punto está en el centro de todo. El punto central es el centro
de tu existencia. Todo lo que te pasa gira alrededor de este punto.
Desde tu punto de vista, es el centro del universo.
Si después, a partir del punto central, empiezas a desplazar tu
atención un poco hacia el exterior, lo primero que encontrarás son
tus pensamientos: tu mente. Los pensamientos están flotando
alrededor del punto central. Son como nubes que van y vienen
delante el punto central y que lo rodean completamente. Te
recomiendo que lo valides por ti mismo: cierra un momento los
ojos, céntrate en el punto central y mira hacia fuera: ¿qué es lo
primero que ves? Los pensamientos.
Una vez hemos entrado en el área de la mente, si continuamos
alejándonos más del punto central llega un momento en que
empezamos a encontrar partes de nuestro cuerpo: la cara, los
brazos, el torso, las piernas, etc. Por último, si nos alejamos todavía
más del punto central, acabaremos saliendo de los límites del
cuerpo y entraremos en el mundo físico exterior: el aire que nos
rodea, los objetos, las otras personas, etc.
Así pues, las tres capas de la realidad están situadas de forma
que cada una de ellas rodea la capa anterior: la mente rodea el
punto central, el cuerpo rodea la mente y el mundo exterior rodea
el cuerpo, tal y como muestra la Figura 6.
A efectos prácticos, esto significa que cada capa sólo es
accesible desde la capa inmediatamente anterior. Por ejemplo, si
tenemos una idea en nuestra mente y queremos manifestarla en el
mundo exterior, no podemos hacerlo directamente, primero tiene

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que pasar por nuestro cuerpo. Imagínate que tienes la idea de un
cuadro en la cabeza. Si quieres materializarla, no puedes hacerlo
sólo pensando, tienes que utilizar tu cuerpo: coger un pincel y
ponerte a pintar. Nuestras ideas se expresan en el mundo a través
de nuestros actos.

Mundo físico
exterior
Cuerpo

Mente
Punto
Central
AMOR

Figura 6: Esquema de las tres capas de la realidad, junto con el


camino que tiene que seguir el amor para manifestarse.

Del mismo modo, nada de lo que sale de tu punto central


puede manifestarse directamente en tu cuerpo o en el mundo
físico: primero tiene que pasar por la mente. Primero tienes que
pensar en una cosa antes de poder hacerla.
En cuanto a la fórmula de la felicidad, esto implica que, en
primera instancia, tu amor se manifiesta siempre en forma de
pensamientos. Una vez ya tiene forma mental, este amor puede
continuar su viaje y manifestarse en tu cuerpo en forma de actos

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concretos. Y después, a través de tus actos, tu amor puede salir al
mundo exterior. Siempre tiene que seguir este camino; no puedes
manifestar amor directamente en tus actos, y todavía menos en el
mundo exterior. Primero tiene que existir en forma de
pensamientos. Esto es lo que simboliza la Figura 7.

El punto central La mente El cuerpo El mundo


físico
Figura 7: Los caminos que no puede seguir el amor para
manifestarse.

Sin embargo, hay que puntualizar que esto no es totalmente


cierto. En esta vida no hay nada imposible, así que no es verdad al
cien por cien que sólo se pueda acceder a cada capa a partir de la
capa anterior. Entre otras cosas, sí es posible manifestar
pensamientos directamente en el mundo exterior sin pasar por el
cuerpo.
Pero yo no lo sé hacer, y no conozco a nadie que sepa. Así que,
si te parece bien, a lo largo del libro tomaremos el esquema que te
he propuesto como si fuera correcto. A efectos prácticos,
actualmente lo es. El día que la humanidad aprenda a manifestar
sus pensamientos sin necesidad de actuar este libro quedará
parcialmente obsoleto. Es ley de vida.

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Pero todavía falta un poco para que esto pase.

La Fórmula de la Felicidad se Cumple Siempre


Cómo te comentaba al comienzo del capítulo, la fórmula de la
felicidad se cumple siempre. Siempre que sale amor de tu punto
central y empieza a viajar hacia el exterior, tú sientes felicidad. Lo
que pasa es que a veces creemos que estamos expresando amor, y
en realidad no lo estamos haciendo. Por esta razón, a veces puedes
tener la sensación de que no funciona.
Hay un motivo principal por el que pasa esto: creemos que
podemos expresar amor directamente a través de nuestros actos.
Cuando pensamos en la idea de expresar amor, lo primero que nos
viene a la cabeza es hacerlo a través de los actos: hacer cosas que
nos gusten, actuar de forma amorosa con los demás, ser amable,
decir frases agradables, ayudar, etc. En parte, esta idea es correcta,
porque los actos pueden transportar amor, pero no siempre es así.
Un acto aparentemente bonito puede estar totalmente vacío de
amor. Una persona puede dar dinero a una causa benéfica, ayudar a
una persona mayor a cruzar la calle o decir la frase más tierna del
mundo, y en cualquiera de estos casos puede ser que no esté
expresando nada de amor. Todo dependerá de los pensamientos
que haya detrás.
Los actos no pueden generar amor de la nada, el único que
puede hacerlo es el punto central. Los actos sólo pueden
transportar hacia el exterior el amor que viene de los pensamientos.
Por lo tanto, para que nuestros actos sean verdaderamente
amorosos, tienen que ir precedidos de pensamientos de amor.

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Por su parte, los pensamientos tampoco pueden generar amor;
sólo pueden transportar hacia el cuerpo el amor que viene del
punto central. Hay que vigilar un poco, porque del mismo modo que
los actos pueden tener una apariencia amorosa y no serlo, los
pensamientos también. Para que un pensamiento sea un verdadero
canal de amor, tiene que ser sincero. Tiene que conectar
completamente con nuestra esencia. No sirve de nada forzarnos
para tener pensamientos bonitos si no nos los creemos; tienen que
ser pensamientos sinceros. Esta es la única manera de que nuestro
amor empiece su viaje hacia el exterior.
Así que, si alguna vez crees que estás actuando con amor y ves
que no te sientes bien, mira en tu interior. Verás que, o bien no
tienes pensamientos amorosos, o bien no son pensamientos
sinceros. Y si no hay amor en tus capas internas, tus actos estarán
completamente vacíos.
Por el contrario, si conectas con tu punto central, tienes
pensamientos que resuenen con el amor que sale de él y actúas en
consecuencia con este amor, te sentirás feliz. Cien por cien seguro.

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Capítulo 4
El Increíble Poder de la Mente
Tu mente es el elemento más importante de tu vida. Hay varios
motivos para hacer una afirmación como esta, y seguramente
necesitaríamos un libro entero para hablar de ellos con detalle, pero
de cara a tu felicidad, tu mente es el elemento principal que
determina cómo te sientes.
Al ser la primera etapa que hay después del punto central, la
mente es la primera puerta que el amor se encuentra en su camino.
Si está abierta, el amor fluirá, aunque sólo sea un poco; y si el amor
fluye, sentirás felicidad, aunque sólo sea un poco. Por el contrario, si
la mente está cerrada, el amor no puede fluir nada, y en esta
situación la felicidad no es posible.
Siempre que tenemos pensamientos positivos, nos sentimos
bien, y siempre que tenemos pensamientos negativos, nos sentimos
mal. Nuestro estado emocional básico depende únicamente de

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nuestra mente. Lo que no es responsabilidad exclusiva de la mente
es cómo de bien o cómo de mal nos sentimos.
En nuestra vida hay una gran variedad de estados de ánimo
diferentes: nos podemos sentir radiantes de alegría, medianamente
contentos, indiferentes, frustrados, enfadados, deprimidos,
aburridos, etc. Pero más allá de esta variedad, en realidad sólo hay
dos estados de ánimo principales: nos sentimos bien o nos sentimos
mal. Todas las llamadas “emociones negativas” tienen en común el
hecho de ser desagradables para nosotros. Cada una tiene una
intensidad y unas características particulares pero, en esencia, su
rasgo principal es que, cuando las sentimos, nos sentimos mal. Las
“emociones positivas”, en cambio, nos hacen sentir bien. Nos
podemos sentir muy bien o sólo un poco, pero bien al fin y al cabo.
Estos dos tipos generales de emociones son los que determinan
la calidad de nuestra vida. Cuando sentimos emociones negativas, la
vida es realmente dura; cuando sentimos emociones positivas, es un
auténtico regalo.
Y lo que marca el paso entre las emociones negativas y las
positivas es la mente. Si tenemos pensamientos positivos, nos
sentimos bien, y si tenemos pensamientos negativos, nos sentimos
mal. Nada de lo que hacemos con el cuerpo puede generar un salto
de una emoción negativa a una positiva, o al revés.
Con el cuerpo, lo que podemos hacer es modificar algunas
particularidades de nuestro estado de ánimo, pero sin salir del
estado básico que marca la mente. Si estamos pensando
positivamente, en función de nuestros actos nos podemos sentir
mejor o peor, pero siempre nos sentiremos mínimamente bien. Del
mismo modo, si tenemos pensamientos negativos nos sentiremos
mal, y a pesar de que podemos modificar ligeramente este estado a

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través de los actos, no dejaremos de sentirnos mal mientras
continuemos pensando igual. Los actos sirven para canalizar el amor
que viene de la mente y darle más o menos fuerza, pero no para
expresar amor directamente.

Mente Cuerpo

Emoción negativa Emoción positiva

Mente Cuerpo

Figura 8: Nada de lo que hacemos con el cuerpo puede hacer que


pasemos de sentirnos bien a sentirnos mal, o viceversa. Sólo la
mente tiene este poder.

Esto significa que siempre que te sientes mal el problema está


en la mente. Y no hay nada que puedas hacer para cambiar tu
estado si no cambias lo que estás pensando. Los actos pueden
ayudar a la mente, pero no pueden hacer nada por si solos si la
mente no cambia.
Este es el motivo por el cual es tan importante aprender a
controlar la mente: es la llave que abre y cierra la puerta de la
felicidad.

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Cómo Expresar Amor con la Mente
El primer paso hacia la felicidad, y el más importante, es aprender a
expresar amor con la mente. Nuestra mente tiene que estar abierta
para que el amor pueda fluir libremente a través de nuestros
pensamientos. Y esto, a la práctica, implica saber guiar nuestros
pensamientos para que sean positivos la mayor parte del tiempo.
Intuitivamente, todos tenemos más o menos claro qué significa
“tener pensamientos positivos”. Básicamente, los pensamientos
positivos son aquellos que van a favor de la vida, ya sea de la vida
en general o de alguna parte en particular. Puedes pensar que la
vida es bonita en su conjunto, o puedes pensar que te gusta una
cosa concreta –una persona, una actividad, una situación, un
objeto, etc. En cualquiera de los dos casos, estarás teniendo
pensamientos de amor.
A menudo, la diferencia entre un pensamiento positivo y un
pensamiento negativo es muy sutil. Incluso puede suceder que dos
pensamientos digan cosas parecidas, y que uno sea positivo y el
otro negativo. Por ejemplo, fíjate en las dos siguientes frases:
- La vida es un desastre.
- Mi vida no me gusta, pero creo que puedo trabajar para
mejorarla.
Las dos frases expresan un rechazo hacia la situación actual,
pero la vibración que emiten es muy diferente. El primer caso es un
pensamiento claramente negativo; el segundo, en cambio, tiene
una cierta positividad, porque expresa esperanza y voluntad de
mejorar. Es un pensamiento que va a favor de la vida, aunque
exprese un cierto rechazo por la situación presente.

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Si quieres ser feliz, tus pensamientos tienen que ir a favor de la
vida. Esta es la clave. Es la manera de permitir que el amor fluya a
través tuyo. En cambio, si en algún momento tienes pensamientos
que van en contra de algo, la mente se convierte en una barrera
infranqueable y el amor no puede pasar.
Aparte de esto, tienes total libertad sobre qué decides pensar.
Las opciones que tienes disponibles son realmente infinitas. No hay
ninguna norma sobre qué tipo de pensamientos concretos tienes
que tener para ser feliz. Puedes pensar lo que quieras y cómo
quieras, sólo tienes que vigilar un poco y hacerlo siempre en
términos mínimamente positivos.
Dado que el conjunto de posibles pensamientos positivos es
infinito, es imposible hacer una lista completa, pero algunos
ejemplos concretos podrían ser los que muestra la siguiente tabla:

Pensamientos muy Soy una buena persona.


positivos respecto a ti.
Mi vida me gusta mucho.
Soy muy bueno en mi trabajo.
Hoy he ayudado a tal persona.
Etc.

Pensamientos Hay cosas que no hago bien,


moderadamente positivos pero intento mejorar día a día.
respecto a ti.
No soy la persona más
simpática del mundo, pero soy
bastante agradable.
En tal situación no he actuado
bien, pero intentaré aprender la

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lección para la próxima vez.
Etc.

Pensamientos muy Mi trabajo me encanta.


positivos respecto a algo
Mi familia es maravillosa.
externo a ti.
El mundo es un lugar fantástico
donde vivir.
Hoy he pasado el día con unos
amigos y hemos disfrutado
mucho.
Etc.

Pensamientos El mundo no va del todo bien,


moderadamente positivos pero poco a poco vamos a
respecto a algo externo a mejor.
ti.
Mi trabajo no me gusta mucho,
pero creo que puedo encontrar
otro mejor.
Tal persona me ha hecho una
cosa que no me ha gustado,
pero creo que puedo entender
por qué lo ha hecho.
Etc.

He clasificado estos ejemplos teniendo en cuenta si son


pensamientos muy positivos o sólo un poco, y si son pensamientos
sobre ti o sobre otra cosa. Y lo he hecho así por dos motivos
principales: en primer lugar, para dejar claro que la fórmula de la

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felicidad no dice qué tenemos que amar, así que podemos amar
cualquier cosa, tú incluido. Creo que es importante remarcar este
punto, porque a menudo pensamos que el concepto “amar” va
ligado a “amar a otro”, y no es así. Puedes amarte a ti mismo. Tener
pensamientos positivos sobre ti es una manera perfectamente
válida de expresar amor. Y por lo tanto, genera felicidad.
En segundo lugar, también es importante tener en cuenta que
la fórmula de la felicidad no especifica qué cantidad de amor
tenemos que expresar. En ningún momento dice que tengas que
expresar un amor completamente puro e ilimitado por todo lo que
existe. Si sólo expresas un poco de amor también sirve.
A efectos prácticos, esto significa que no hace falta que tengas
siempre pensamientos totalmente positivos, es suficiente que lo
sean de forma moderada.
Este punto es muy importante, porque nos permite pensar en
cosas que no nos gustan sin renunciar a un mínimo de bienestar.
Imagínate que hay alguna situación que preferirías que fuera
diferente –algún tema personal o alguna situación global de la
humanidad– y quieres pensar o hablar de ello. En este caso, puedes
buscar la manera de hacerlo desde un punto de vista mínimamente
positivo: “tal situación no me gusta, pero creo que es posible
mejorarla”, “seguramente con el tiempo cambiará”, “puedo hacer
algo para ayudar”, etc. Si caes en la trampa de pensar sólo en
términos negativos, te sentirás mal, pero si consigues formular tus
ideas de forma mínimamente positiva podrás pensar en lo que
quieras sin dejar de sentirte bien.
Siempre es posible hacerlo. Siempre. Sólo es cuestión de
práctica. Y esta es la clave de la felicidad: aprender a guiar nuestros
pensamientos con un mínimo de positividad.

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Todo Requiere un Proceso de Aprendizaje
Si quieres aprender a controlar tus pensamientos, el primer paso es
tomar conciencia de que necesitarás pasar por un proceso de
aprendizaje; igual que para aprender a hacer cualquier otra cosa. Y
los procesos de aprendizaje requieren un poco de tiempo y
dedicación.
Piensa un momento en la energía que invertiste para aprender
todo lo que ahora sabes hacer. ¿Cuántas horas dedicaste a aprender
a escribir cuando eras pequeño? En el supuesto de que sepas tocar
algún instrumento, ¿cuántos años de estudio teórico y práctico
necesitaste para llegar a tocarlo mínimamente bien? Si tienes
alguna carrera, ¿cuánto tiempo pasaste estudiando antes de
conseguir el título?
No fue un día, ¿verdad que no?
Pues el caso de la mente es igual. Querer aprender a controlarla
de un día para otro no es una actitud realista. Es como si una
persona que no tiene conocimientos de música ve como alguien
toca el piano y dice: “yo también quiero hacerlo, y quiero hacerlo
ahora, sin ningún tipo de esfuerzo ni proceso de aprendizaje”.
Es imposible aprender a dominar la mente sin un cierto trabajo,
del mismo modo que no se puede aprender nada sin trabajo –o
como mínimo, yo no sé cómo hacerlo. Y asumir este trabajo es el
primer paso para poder empezar a andar. Tendrás que invertir un
tiempo, que pueden ser meses, o incluso años, a entender bien la
teoría y a dominar la práctica. Y durante este tiempo tendrás que
mantener una cierta dedicación mínimamente constante.
Si pensar en un plazo de meses o años se te hace difícil de
asumir, recuerda que los estudios de piano duran unos diez años, y

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mucha gente lo hace. Yo creo que aprender a ser feliz es bastante
más importante que tocar el piano, pero esto ya es una opinión
personal.
Además, a pesar de que normalmente se necesita bastante
tiempo para llegar a ser un experto en el dominio de la mente, no
necesitarás un periodo demasiado largo para ver adelantos
importantes. Y a medida que vayas mejorando, cada vez te resultará
más fácil continuar adelante.

Cómo Aprender a Elegir los Pensamientos Más


Adecuados para Ti
El procedimiento básico para aprender a generar pensamientos
positivos es muy sencillo: se trata simplemente de detenerte un
momento y buscar pensamientos que te ayuden a mejorar tu
estado emocional.
Creo que vale la pena remarcar hasta qué punto es simple este
procedimiento. No tienes que hacer nada complicado: sólo tienes
que buscar un pensamiento mínimamente positivo y pasarás a
sentirte bien, sea cuál sea tu estado actual.
Por ejemplo, imagínate que tienes un problema de salud y que
te sientes bajo de ánimo. En un caso como este, lo más habitual es
creer que el malestar anímico es una consecuencia directa del
problema de salud, pero no es así. Si te sientes mal, es porque estás
teniendo pensamientos negativos: “me encuentro mal”, “llevo
mucho tiempo así”, “qué mala suerte he tenido”, “¿por qué me ha
pasado a mí?”, etc. Este tipo de pensamientos son pensamientos de

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rechazo y no permiten que el amor fluya. Y son la causa real del
malestar.
Si cambias estos pensamientos por otros que sean más
positivos, te sentirás mejor al instante, independientemente de si el
problema se resuelve o no. Por supuesto, esto no quita que lleves a
cabo las acciones que creas necesarias para solucionar el problema
de salud, pero de cara a tu bienestar anímico, los pensamientos son
lo más importante.
La parte difícil es encontrar los pensamientos concretos que te
ayudarán a sentirte mejor. Por un motivo muy sencillo: no todos los
pensamientos positivos sirven en cualquier situación. De hecho, en
una situación determinada, la gran mayoría de pensamientos no te
servirán. Si estás pasando una mala época e intentas tener
pensamientos como “la vida es maravillosa”, “todo va bien”, “la
gente que me rodea es fantástica”, u otros similares, seguramente
no funcionará. Incluso es probable que te pongas de peor humor y
que te sientas muy mal. Seguramente habrá una parte de ti que
pensará: ¡qué tonterías, si todo es un desastre!
Para entender este fenómeno, hay que recordar que la mente,
al igual que el cuerpo, no puede generar amor de la nada; la única
parte de ti que puede hacerlo es el punto central. Lo único que
puede hacer la mente es canalizar el amor que viene del punto
central hacia el exterior. Y para que esto sea posible, tus
pensamientos tienen que estar alineados con lo que sientes
realmente a nivel profundo. Tienen que ser pensamientos sinceros.
Esta es la clave: buscar pensamientos positivos y sinceros.
Aprender a dominar la mente no consiste en buscar pensamientos
positivos y forzarnos a pensar en ellos, sino en buscar la parte
positiva de cada situación y expresarla con pensamientos.

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Es como el ejemplo clásico del vaso medio lleno o medio vacío.
Si tenemos mucha sed, y sólo tenemos un vaso con un poco de
agua, no se trata de intentar pensar que el vaso está totalmente
lleno y que todo es fantástico. Esto sería falsear la realidad y no
funciona. Lo que sí funciona es fijarnos en la parte positiva de la
realidad: el vaso está medio pleno y podemos beber un poco.
En el ejemplo anterior del problema de salud, podrías buscar
pensamientos realistas y sinceros para centrar tu mente en la parte
positiva de lo que te está pasando: “esto hace tiempo que dura,
pero es verdad que un poco mejor sí me encuentro”; “tengo la
suerte de tener a mi familia a mi lado”; “el equipo médico que me
trata me está ayudando mucho”; “este problema me está haciendo
ver cuáles son las cosas realmente importantes en la vida”, etc.
Estas son algunas posibilidades que podrían funcionar, pero si
funcionan o no depende del caso concreto. Tienen que ser
pensamientos sinceros, y esto depende de cada persona y de cada
momento.
Nadie puede decirte qué pensamientos tienes que tener para
sentirte bien, ni tampoco puedes tener una reserva de frases
positivas guardadas para usarlas en caso de necesidad. Tienes que
“fabricarlas” a medida en cada momento, y tienes que hacerlo tú.
Sólo tú sabes cómo te sientes en cada momento, y sólo tú sabes qué
pensamientos resuenan sinceramente con lo que hay en tu interior.
Es importante tener siempre presente que estos pensamientos
existen: siempre, en cualquier situación, puedes encontrar
pensamientos que te ayuden a sentirte mejor. Siempre puedes
encontrar algunas frases que, al decirlas o pensarlas, te relajes
internamente. Siempre.

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Así que, si te sientes mal, o si simplemente te quieres sentir
mejor, el planteamiento más adecuado es decirte a ti mismo: sé que
existen pensamientos que harán que me sienta mejor, sólo tengo
que encontrarlos. Y a partir de aquí ir probando posibles
pensamientos que se te ocurran.
Al principio, esto implica ir haciendo pruebas. Tendrás que
buscar algunas frases que creas que pueden servir y mirar cómo te
sientes. Si ves que no funcionan, buscas otras. Y así hasta que las
encuentres.
El procedimiento básico es así de simple; no hay gran cosa más.
No obstante, creo que vale la pena hablar con más detalle de alguno
de sus aspectos. Aunque la idea básica es muy sencilla, es
importante asimilarla bien y que no quede ninguna duda de cómo
aplicarla.

Es Importante Detenerse y Practicar


El primer punto para tener éxito es tomarse el proceso de llegar a
controlar la mente como lo que es: un aprendizaje. Y en cualquier
proceso de aprendizaje es imprescindible practicar un poco.
Por esta razón, es muy recomendable que te reserves un
espacio y que adquieras la rutina de practicar habitualmente.
Personalmente, creo que entre cinco y diez minutos al día, varios
días a la semana, es suficiente. Simplemente busca un lugar
tranquilo, siéntate un rato y dedica unos minutos a buscar
pensamientos que te hagan sentirte mejor. Si estabas mal, intentar
mejorar este estado. No hace falta que llegues a sentirte bien; es
suficiente que intentes sentirte algo menos mal. Y si estabas bien,
intenta sentirte todavía mejor.

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Lo más importante de la práctica es la constancia, así que elige
una frecuencia que creas que puedes mantener. Es mucho mejor
practicar poco, pero de forma sostenida en el tiempo, que empezar
practicando una hora cada día y dejarlo en una semana. Por esta
razón, creo que unos minutos al día es una buena opción. Y también
creo que es mejor no hacerlo cada día, sino tres o cuatro veces a la
semana. Así es mucho más fácil no cansarse.
Pero esta es una opinión completamente personal. En tu caso,
elige la opción que consideres más adecuada para ti.
Si te pones un horario concreto, será mucho más fácil que
mantengas la constancia. Por ejemplo, lunes, miércoles y viernes a
las 19h; o martes, jueves y sábado a las 8h, o cualquier otra
combinación que te vaya bien. Tómatelo como si fuera un curso,
con la ventaja de que puedes elegir el horario que más te convenga
y de que es gratis.
Si, por el motivo que sea, decides no practicar de forma
habitual, como mínimo sé consciente de que de este modo
difícilmente conseguirás muchos progresos. Es como querer
aprender a tocar el violín practicando sólo de vez en cuando. Lo digo
porque estamos poco acostumbrados a hacer este esfuerzo, y es
habitual no dedicarle la energía que se merece. Y, entonces, cuando
no vemos resultados importantes, pensamos que no funciona.
Evidentemente, cada uno puede pensar lo que quiera, pero es
mucho más productivo ser honesto con uno mismo: si no
practicamos, claro que no funciona.
Aparte de practicar en algún lugar tranquilo y relajado, también
es importante irlo probando en situaciones reales. Cuando te pase
algo que te haga sentir mal –un comentario de alguien, un problema
en el trabajo, una mala noticia, etc. –, date cuenta tan rápido como

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puedas de que la causa real del malestar son tus pensamientos.
Independientemente de lo que haya pasado, si te sientes mal es
porque estás teniendo pensamientos negativos, y esto es lo que
tienes que cambiar para sentirte mejor.
Intenta cambiarlo, pero tampoco te obsesiones mucho. Sobre
todo al principio. Recuerda que estás aprendiendo, y que nadie hace
bien las cosas a la primera; ni siquiera a la segunda. Tómate cada
situación problemática como una oportunidad para practicar, y
acepta que, durante un tiempo, no te saldrá tan bien como querrías.
Aparte de esto, si ves que es posible, intenta detenerte antes
de empezar a buscar nuevos pensamientos; incluso en situaciones
reales. Si estás en el trabajo, por ejemplo, y pasa algo que te
disgusta, quizás puedes salir un momento a dar una vuelta, o ir al
lavabo y aislarte un rato. La idea es que puedas estar un poco
tranquilo y centrado en lo que estás haciendo. Si intentas controlar
lo que piensas mientras alguien te está hablando o mientras haces
otras cosas, te será mucho más difícil. Así que, si puedes, intentar
buscar un espacio para poderte centrar con calma.
Evidentemente, no siempre podrás; no pasa nada. Algunas
veces irá mejor y otras peor. La cuestión es que vayas practicando
con calma y constancia y avanzando despacio. Sin prisa, pero sin
pausa.

No Te Pases de Positivo
Quizás uno de los errores más comunes a la hora de buscar
pensamientos positivos es elegirlos demasiado positivos. Las frases
más típicas son cosas como: “la vida es fantástica”, “todo está bien”,
“soy una persona maravillosa”, etc.
La gran mayoría a veces, esto no funciona.

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¿Por qué? Pues porque, en general, implican hacer un salto
demasiado grande desde el punto donde estamos ahora. Si estamos
pasando un mal momento, e intentamos pensar que la vida es
maravillosa, estaremos intentando hacer un cambio emocional
demasiado brusco.
Es como intentar hacer un maratón el primer día que salimos a
correr. Es mucho más efectivo ir despacio y elegir frases menos
ambiciosas al principio. A la larga se gana tiempo.
La manera de hacerlo es no buscar pensamientos que te hagan
sentir bien, sino pensamientos que te hagan sentir mejor. Esta es la
clave. Para que un pensamiento sea efectivo no hace falta que
resuelva completamente tu malestar, es suficiente que lo alivie.
Cuando estés un poco mejor, entonces, si quieres, sí puedes
buscar otro pensamiento un poco más positivo que te haga sentir
todavía mejor. Y así, paso a paso, puedes ir aumentando tu
bienestar.
Por ejemplo, imagina que te ha dejado tu pareja hace poco y
que estás muy triste. En un caso así, pensar que la vida es preciosa
seguro que no funciona. Sólo con intentarlo, seguro que una parte
de ti piensa: ¡y un rábano!
En cambio, si intentas tener pensamientos positivos más
moderados, seguro que consigues sentirte menos mal: “ahora estoy
pasando una mala época, pero pronto estaré mejor”; “estoy
contento por los años que compartimos”, etc. Normalmente hay
que buscar un poco, pero seguro que encuentras pensamientos que
harán que te sientas mejor, aunque sea sólo un poco. Y una vez
conseguida esta pequeña mejora, podrás buscar frases todavía más
positivas. Y así, poco a poco, ir mejorando tu estado.

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Así que no busques pensamientos totalmente positivos desde
el principio, busca simplemente pequeños pensamientos que te
hagan sentir un poco mejor.

Busca Pensamientos Creíbles


Según cómo se interprete, puede parecer que trabajar con
pensamientos positivos implica engañarse a un mismo. Puede
parecer que tenemos que introducir frases positivas a la fuerza
dentro de nuestra mente, tanto si creemos que son ciertas como si
no.
Pero esta no es la manera correcta de hacerlo. De hecho, es
prácticamente imposible: si intentas pensar en cosas que no crees,
tu subconsciente las rechazará con mucha fuerza.
Este es otro motivo por el cual decir frases demasiado positivas
no acostumbra a funcionar: para que una afirmación positiva sea
efectiva, tiene que ser creíble. Tiene que ser algo que creas que es
cierto.
Así que no intentes engañarte a ti mismo. Simplemente intenta
dirigir tu mente hacia aquellos pensamientos que crees que son
ciertos, y que son un poco más optimistas que los que estabas
teniendo hasta ahora.
Para ilustrar esta idea, te pongo un ejemplo personal que creo
que encaja muy bien con ella. Resulta que, hace un tiempo, casi
cada día hacía un trayecto que pasaba por delante de una casa
donde había un perro. Y cuando pasaba por allí, el perro se ponía a
ladrar y me daba un susto que me ponía de muy mal humor.
Además, el perro no siempre estaba, así que cuando me acercaba a
la casa ya me ponía nervioso pensando en si estaría o no. Y para

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acabarlo de arreglar, la situación de la casa respecto a la calle hacía
que no lo viera hasta el último momento, y no me podía preparar.
Durante unos días, mis pensamientos fueron bastante
negativos, tanto hacia el perro como hacia su amo. Pensaba que el
perro era malo y que el amo era un mal educado. Al principio creía
que eran unos pensamientos muy lógicos y que tenía toda la razón
del mundo, pero al final me di cuenta de que, independientemente
de si eran ciertos o no, me estaba perjudicando a mí mismo. Así que
decidí que tenía que intentar pensar de forma más amorosa.
La primera idea que me vino a la cabeza fue lo que
habitualmente hacemos cuando pensamos en afirmaciones
positivas: buscar frases positivas y ya está, sin darle muchas vueltas.
Y se me ocurrieron cosas como: “estoy tranquilo cuando paso por la
casa”, “no me molesta que el perro ladre”, etc. Pero no
funcionaron, porque no eran ciertas. No estaba tranquilo en
absoluto y el perro me molestaba mucho, así que intentar pensar lo
contrario hacía que una parte de mí lo rechazara.
Para tener éxito, lo que tenía que hacer es buscar alguna frase
que pudiera pensar mientras pasaba por delante de la casa y que
fuera mínimamente positiva y sincera. Pensé un poco, y al final se
me ocurrió la siguiente: “es un perro muy bonito”. Esto sí era
verdad. Era un perro agresivo y ruidoso, pero era bonito. Así que me
centré en este aspecto.
Y funcionó.
La siguiente vez que pasé por delante de la casa, en lugar de
pensar en la molestia que me causaba el perro, pensé que era
bonito. Y me calmé enseguida. El mal humor desapareció, y a pesar
de que no me tranquilicé completamente, me sentí mucho mejor. El

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nuevo pensamiento permitía que mi amor pudiera fluir un poco, y
cuando el amor fluye, el bienestar aparece.
Además, el perro no ladró. Por primera vez, se me quedó
mirando, tranquilo, sin decir nada. Así de poderosa es nuestra
mente. No sólo tiene el poder de modificar nuestro estado de
ánimo, sino que también influye de forma muy determinante en la
realidad externa.
Pero lo que me parece más interesante de este ejemplo es que,
cuando queremos modificar lo que estamos pensando, no se trata
de coger pensamientos positivos a la fuerza, sino de observar bien
la situación que estamos viviendo, y buscar pensamientos positivos
y sinceros que puedan encajar con ella.

El Enemigo Número 1 del Pensamiento Positivo


Cuando empieces a trabajar de forma sincera y constante para
aprender a controlar tus pensamientos, enseguida te darás cuenta
de que es cierto que tienes la capacidad de decidir qué quieres
pensar. Al principio cuesta un poco por la falta de práctica, pero
enseguida se ve que es perfectamente posible.
Aparte de esto, también te darás cuenta de que son tus
pensamientos los que determinan cómo te sientes. No son las
circunstancias externas las que hacen que te sientas bien o mal, sino
el contenido de tu propia mente.
Una vez hechos estos dos descubrimientos, lo más lógico sería
hacer un gran salto de alegría. Al fin y al cabo, acabas de descubrir
que eres el amo absoluto de tu propio bienestar y que, con un poco
de práctica, puedes aprender a sentirse tan bien como quieras.
Sin embargo, en la vida real raramente pasa esto. Lo que
seguramente te pasará es casi lo contrario: te enfadarás y sentirás

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un fuerte rechazo hacia la idea de cambiar tus pensamientos,
incluso en detrimento de tu propio bienestar. Una voz en tu interior
te dirá: no quiero cambiar lo que estoy pensando y me da igual si
esto me perjudica.
Es una voz que acostumbra a tener mucha fuerza y que se llama
“orgullo”.
Cuando una situación nos resulta dolorosa, la culpamos de
nuestro malestar y consideramos que es ella la que tendría que
cambiar, no nosotros. Nos vemos a nosotros como víctimas
inocentes de un entorno cruel, y nos creemos con al derecho de
exigir que este entorno cambie. Nos parece lo más justo, ya que,
desde nuestro punto de vista, nosotros no hemos hecho nada.
Si la situación en cuestión la ha causado otra persona
directamente, todavía lo creemos con más fuerza: si alguien nos
insulta, creemos que nos tendría que pedir perdón; si nos roba,
creemos que tendría que pagar por su delito, etc. Si estamos
sufriendo como consecuencia de lo que otra persona ha hecho,
queremos que rectifique ella, y la idea de hacerlo nosotros nos
parece muy injusta, e incluso humillante.
Pero si queremos aprovechar el poder de nuestra mente, esto
es precisamente lo que tenemos que hacer. Es indiferente qué nos
esté pasando o qué nos hayan hecho, tenemos que cambiar
nosotros. Tenemos que olvidarnos de lo que hacen los demás y
modificar nuestros pensamientos. Si alguien nos trata mal, no
ganaremos nada quejándonos e intentando que cambie, es mucho
más provechoso analizar bien qué estamos pensando sobre esa
persona y cambiarlo por algo más positivo.
Pero, como decía, por muy sensata que sea esta idea,
acostumbra a chocar con nuestro orgullo: yo no he hecho nada

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malo, es él quien me ha maltratado. ¿Por qué tengo que cambiar
yo? Es muy injusto.
Imagínate que tienes un problema en el trabajo: un día
descubres que hay un compañero, con quien creías que te llevabas
bien, que va hablando mal de ti por la oficina. Y empiezas a pensar
cosas como: “me ha traicionado”, “pensaba que éramos amigos”,
“qué mala persona”, “cómo se puede ser tan hipócrita”, etc. Dado
que son pensamientos sin mucho amor, te sientes mal.
Imagínate también que, a pesar de que al principio piensas que
te sientes mal por lo que te ha hecho tu supuesto amigo, enseguida
te das cuenta de que la causa real del malestar son tus
pensamientos. Entonces decides intentar cambiarlos por algunas
alternativas más positivas: “mis compañeros saben que soy buena
persona y no le creerán”, “puedo intentar hablar con él para saber
qué pasa exactamente”, etc.
Una vez llegado a este punto, a pesar de que ves que puedes
cambiar lo que piensas, y que sabes que esto sería beneficioso para
ti, es posible que tu orgullo te lo ponga difícil. Es tu compañero
quien ha actuado mal, y por lo tanto es él quien tiene que cambiar.
Además, alguien tiene que hacerle frente, porque su
comportamiento se merece un castigo. Si nadie le dice nada,
quedará impune, y esto sería una gran injusticia, ¿verdad?
En realidad es todo el contrario: es el sistema más justo que
puede haber.
Para empezar, no hay nunca ningún acto que quede impune.
Siempre que pensamos sin amor, recibimos un “castigo”: el
malestar. Y nadie se puede escapar de él. Así que siempre que veas
a alguien que hace daño a los demás, puedes estar seguro de que
está sufriendo por dentro. No se puede ser feliz sin expresar amor.

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A veces, algunas de estas personas tienen muchos bienes
materiales, y esto nos hace pensar que el universo es un ser injusto
que premia a quien menos se lo merece. Pero no es verdad. El
premio más valioso de la vida no son las riquezas, sino la felicidad. Y
la felicidad no se puede obtener sin amor. Así que no hace falta que
vayas castigando a nadie, si realmente actúan sin amor, ya tienen
bastante con lo que deben estar sufriendo.
Pero lo más importante de todo es que tu felicidad depende de
ti, y nada puede ser más justo que esto. Si tu bienestar dependiera
de los demás, entonces sí sería injusto, porque estarías en manos de
tu entorno. Sufrirías y disfrutarías en función de lo que te hacen, y
no de lo que haces.
Afortunadamente, no es así. Tu bienestar depende de ti. Es una
muy buena noticia, por supuesto, pero también tiene una parte de
responsabilidad. Siempre que te sientas mal, el que tiene que
cambiar eres tú.

No Uses Pensamientos Positivos Antiguos


Por último, otro aspecto importante a tener en cuenta es que los
pensamientos positivos son un poco como los chistes: cuando los
has explicado, pierden su poder. En general, son de un solo uso.
Así que no pienses que, porque un día te ha ido bien una
determinada frase, siempre será así. Lo más probable es todo lo
contrario.
Cada momento de tu vida es único, y una cosa que te funcionó
ayer no tiene porque hacerlo hoy. Y si te funciona, nunca lo hará tan
bien como si te detienes un momento para ver qué es lo que
realmente necesitas hoy.

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La mejor manera de trabajar con pensamientos positivos no es
tener una lista de frases bonitas e irla repitiendo constantemente,
sino detenerte un momento para fijarte en lo que estás pensando e
intentar mejorarlo un poco. Sin prisas, sin intentar tener
pensamientos excesivamente positivos desde el principio, y sin
repetir de forma mecánica frases antiguas.
Aparte de mejorar nuestro estado de ánimo a corto plazo, esto
tiene otro beneficio mucho más importante: si vas practicando con
paciencia y perseverancia, cada vez te resultará más fácil dirigir tu
mente hacia pensamientos positivos. Y llegará un momento en que
ya no necesitarás detenerte para buscar pensamientos positivos,
porque lo estarás haciendo en todo momento de forma natural.
Pero sobre todo, sobre todo, sobre todo, hay que ir paso a
paso. Si quieres correr una larga distancia el primer día, te quedarás
a medio camino. En cambio, si hoy corres dos kilómetros, mañana
tres y pasado mañana cuatro, dentro de unos meses estarás
preparado para hacer un maratón.

Cómo Sentirte Bien Aquí y Ahora


Las pautas del apartado anterior son una buena guía para aprender
a dirigir la mente, pero lo que realmente importa no es estudiar
estas pautas y aprendérselas de memoria, sino ponerlas en práctica.
Por esta razón, te propongo un pequeño ejercicio que te permitirá
aplicarlas ahora mismo y mejorar tu estado de ánimo muy
rápidamente.
Es muy posible que ya hayas hecho este ejercicio alguna vez, o
quizás otro parecido, pero también es muy posible que lo hicieras

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una vez y que luego te olvidaras de él. Así que te animo a hacerlo
igualmente, y a hacerlo aquí y ahora. Ir repitiendo las cosas crea
hábitos, y coger el hábito de mejorar tu estado de ánimo es una de
las mejores cosas que puedes hacer.
Para empezar, detente un momento y fíjate en cómo te sientes
ahora mismo. Es igual si te sientes muy bien o muy mal, o si estás en
un punto intermedio. Simplemente fíjate en tus sentimientos. Si te
ayuda a identificarlo mejor, puedes ponerle un número del uno al
diez.
Después fíjate en el tipo de pensamientos que estás teniendo.
¿Estás pensando en el trabajo? ¿En algo que tienes que hacer?
¿Estás pensando que tu vida es muy bonita? Es indiferente si estás
pensando en cosas positivas o negativas, simplemente pon atención
en tus pensamientos, y al principio no intentes cambiarlos.
Cuando ya hayas observado bien cómo te sientes y qué estás
pensando, entonces sí: intenta buscar deliberadamente algún
pensamiento que sea un poco más positivo que los que estabas
teniendo. He subrayado “un poco” porque es muy importante no
buscar pensamientos muy positivos. Ni siquiera hace falta que sean
positivos. Simplemente busca un pensamiento un poco más
optimista, o menos pesimista, que los que estabas teniendo hasta
ahora. Sólo un poco.
Para que sea realmente efectivo, es imprescindible que sea un
pensamiento creíble para ti. Tiene que ser algo que creas que es
cierto. Si no, habrá una parte de tu mente que te dirá: venga va, no
digas tonterías.
Por ejemplo, si estás teniendo un mal día, no intentes pensar
que la vida es fantástica. Lo único que conseguirás es ponerte de
peor humor. En cambio, lo que sí puedes hacer es intentar pensar

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en algo menos pesimista. Por ejemplo, si estabas pensando que
todo es un desastre, puedes intentar pensar que hoy todo va mal,
pero que en unos días quizás la situación mejora:
- He pasado malos momentos otras veces y al final siempre se
resuelve todo.
- Hoy me estoy centrando en las cosas negativas que me
pasan, pero es verdad que hay muchas cosas positivas a mi
alrededor.
- Seguramente no podré conseguir sentirme fantásticamente
bien en un segundo, pero sí puedo cambiar mis
pensamientos poco a poco para sentirme un poco mejor.
- Etc.
Es igual qué pensamiento elijas, pero es necesario que cumpla
dos condiciones: que sea creíble para ti y que sea un poco más
positivo que lo que estabas pensando.
Si no lo has hecho nunca, quizás te cuesta un poco, pero ten
paciencia. Si necesitas cinco minutos, dedícale cinco minutos, y si
necesitas diez, pues diez. Piensa que siempre hay pensamientos que
cumplen estas dos condiciones, sólo los tienes que encontrar.
Si lo haces, verás que realmente te sientes un poco mejor. Si
estabas bien, ahora estarás todavía mejor, y si estabas mal, ahora
estarás un poco menos desanimado/enfadado/frustrado/triste o
como sea que te sintieras. Sea cuál sea el caso, tu estado emocional
habrá mejorado un poco.
Quizás te parece poca cosa, pero en realidad lo que acabas de
hacer es muy importante. Sin cambiar tu situación externa, en
pocos minutos has mejorado tu estado de ánimo. Sólo utilizando el
poder de tu mente.

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Este pequeño ejercicio es muy útil para mejorar tu estado
anímico rápidamente en cualquier situación, pero lo mejor de todo
es que puedes repetirlo tantas veces como quieras y buscar cada
vez pensamientos más positivos. Puedes hacer un paréntesis en lo
que estabas haciendo y dedicar un rato a ir buscando poco a poco
pensamientos cada vez más positivos hasta que te sientas
completamente bien.
Dado que es muy importante ir despacio, es posible que tardes
un rato en conseguirlo. Primero tienes que fijarte bien en cómo te
sientes y en qué estás pensando, y buscar un pensamiento un poco
más positivo. Sólo un poco. Cuando estés seguro de que lo has
encontrado y de que te sientes mejor, entonces vuelve a buscar
otro pensamiento un poco más positivo. Y así puedes ir repitiendo
el proceso hasta sentirte tan bien como quieras.
Es muy importante ir paso a paso y sin prisas, así que
seguramente tardarás un rato. Quizás necesitas media hora, quizás
una hora o quizás más. Y tal como estamos acostumbrados a vivir,
esto nos parece mucho tiempo. Pero, antes de descartarlo,
piénsatelo bien: no hay tiempo mejor invertido que el que dedicas a
mejorar tu bienestar.
Este ejercicio es la base de la felicidad. Aparte de esto, puedes
hacer todo lo que creas que te puede ayudar a estar mejor, pero lo
más importante es que aprendas a guiar mínimamente tus
pensamientos para mantenerlos dentro del camino de la
positividad.
Y la única manera que yo conozco de conseguirlo es practicar.
Practicar, practicar y practicar. Es lo que hacemos siempre que
queremos aprender a hacer cualquier cosa. Así que intenta adquirir
el hábito de ir haciendo este ejercicio de forma regular. No hace

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falta que sea cada día, ni tampoco que le dediques mucho tiempo
cada vez que lo hagas. Unos minutos, varias veces por semana, es
suficiente para ir avanzando.
Pero aunque el esfuerzo necesario no es muy grande, seguro
que habrá momentos que te dará pereza. Seguro que a veces te
sentirás mal y no te apetecerá nada ponerte a buscar pensamientos
positivos. Y te pondrás a hacer cualquier otra cosa antes que esto.
Cuando te encuentres en esta situación, sólo tienes que hacerte
una pregunta muy simple a ti mismo: quieres ser feliz, ¿sí o no?

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Capítulo 5
Cómo Actuar para Ser Plenamente
Feliz
Es posible que después de leer el capítulo anterior te venga una
duda a la cabeza: si la mente es la que determina si nos sentimos
bien o mal, ¿qué papel tiene el cuerpo en nuestro bienestar? ¿Sirve
de algo actuar, o pensar es suficiente? Con todo lo que hemos dicho
sobre la mente, tiene lógica plantearse esta cuestión.
La respuesta es que sí, los actos también tienen un papel muy
importante en nuestra felicidad. La mente es el elemento principal
que determina cómo nos sentimos, pero el cuerpo también
participa en este proceso muy activamente. Por dos motivos: por un
lado, el cuerpo puede ser una gran ayuda a la hora de controlar los
pensamientos. No es indispensable, pero puede ser muy útil. Y por
otro lado, las acciones tienen la capacidad de impulsar el amor que
viene de la mente y darle más fuerza. Si, además de pensar
positivamente en una determinada cosa, actuamos para hacerla

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visible en el mundo físico, nuestro amor se manifestará con mucha
más intensidad que si sólo pensamos en ella.
En cuanto al primer motivo, seguro que lo has comprobado
muchas veces: un día estás en casa preocupado por un tema
concreto y decides salir a la calle a dar una vuelta. Y por el simple
hecho de cambiar de aires, cambia un poco tu manera de pensar. Y
te sientes mejor. En casos así, tendemos a creer que la acción que
hemos llevado a cabo es la que ha mejorado nuestro estado, pero
en realidad sólo ha sido una ayuda, no la responsable directa.
Siempre que pasamos de sentirnos mal a sentirnos bien es porque
han cambiado nuestros pensamientos. Esta es la razón principal del
cambio. Lo que pasa es que el cuerpo puede ayudarnos a controlar
mejor lo que pensamos. Dependiendo de qué hacemos y de cómo
es nuestro entorno, nos resulta más o menos fácil pensar
positivamente.
El segundo motivo para no dejar de lado el cuerpo es que la
mente, por sí sola, no puede lograr la plena felicidad. La mente es la
puerta de la felicidad, y como tal, es el puente que permite pasar
del malestar al bienestar; pero una vez ya estamos en la zona del
bienestar, necesitamos la ayuda del cuerpo para ampliarlo al
máximo. Con la mente podemos conseguir estar mínimamente bien,
pero es a través del cuerpo que podemos llegar a la plenitud. Si
recuerdas los pasos que sigue el amor para poder expresarse –
Capítulo 3–, el cuerpo es la segunda etapa en este camino, y lo
necesitamos para que el amor pueda manifestarse plenamente.
Siempre que tienes pensamientos positivos, tu amor se
manifiesta, pero es una manifestación muy débil. En cambio, todo lo
que haces con el cuerpo es mucho más sólido. Si estás en casa
pensando positivamente en un proyecto que te hace ilusión, te

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sentirás bien. Pensar positivamente es una manera de expresar
amor, y siempre produce felicidad. Pero si, además, te levantas del
sofá y lo pones en marcha, te sentirás mucho mejor, porque de este
modo tu amor se manifestará con mucha más fuerza.
Así pues, aunque la mente sea la pieza más importante, el
cuerpo no es un elemento que tengamos que olvidar. Tiene la
capacidad de ayudarnos a controlar lo que pensamos más
fácilmente, y también tiene la capacidad de dar continuidad al amor
que viene de los pensamientos y proyectarlo todavía más lejos.

El Cuerpo Puede Ser una Buena Ayuda para Pensar


Positivamente
Si en un momento dado quieres cambiar lo que estás pensando,
puedes conseguirlo sólo con la mente. Puedes sentarte en el sofá
tranquilamente y modificar tus pensamientos.
Pero, si lo has intentado, ya habrás comprobado que en algunos
casos es muy difícil; sobre todo si estás ofuscado con algún tema
que te preocupa mucho. Intentas dejar atrás los pensamientos
negativos, pero enseguida vuelven a aparecer dentro de tu cabeza.
En cambio, si haces algo con el cuerpo –que puede ser tan sencillo
como salir a dar una vuelta o ponerte a leer un libro–, es posible
que puedas cambiar la dirección de lo que estabas pensando con
más facilidad.
Por ejemplo, imagínate que estás sin trabajo desde hace meses
y que esto te produce una gran angustia. En esta situación, y en
cualquier otra que te haga sentir mal, lo más importante es que
intentes cambiar tus pensamientos. Si te sientes mal, es que son

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negativos. Así que tendrías que poner en práctica todo lo que
hemos explicado en el capítulo anterior: buscar la manera de, poco
a poco, ir dirigiendo tus pensamientos para convertirlos en
positivos.
Pero, aparte de esto, puedes hacer cosas con tu cuerpo para
facilitar el proceso: puedes hacer deporte para estar mejor
físicamente, puedes mantener una vida social activa, puedes buscar
ideas y soluciones que te ayuden a salir de la situación que te
preocupa, etc. Nada de esto es estrictamente necesario para
cambiar tus pensamientos, pero te puede ayudar mucho. Si quieres,
puedes encerrarte en casa y no hacer nada que no sea pensar, y si
tus pensamientos son positivos, te sentirás bien. Lo que pasa es que
se necesita una gran fuerza mental para conseguir algo así. Es
mucho más fácil lograrlo si el cuerpo también colabora.
Por este motivo, es muy recomendable que mantengas una
vida activa y que hagas todo aquello que creas que puede ayudarte
a ser más positivo: hacer deporte, comer bien, relacionarte
habitualmente con otras personas, trabajar activamente en
proyectos que te hagan ilusión, etc. Estos son sólo algunos ejemplos
típicos, pero no hay una lista exacta de lo que hay que hacer y lo
que no hay que hacer. Simplemente busca lo que a ti te vaya mejor.
Pero no pierdas de vista en ningún momento que el objetivo
número uno siempre es controlar tus pensamientos. Utiliza tu
cuerpo para hacer todo aquello que creas que te puede ayudar en
esta tarea, pero no olvides que el cuerpo, por sí solo, no puede
hacer nada por tu bienestar.
Además, cuanto menos necesites el cuerpo para controlar lo
que piensas, mejor para ti. Si aprendes a controlar tus
pensamientos sin ninguna ayuda externa a la mente, serás

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completamente libre en cuanto a tu bienestar. Siempre serás capaz
de sentirte bien, sea cual sea la situación donde te encuentres. En
cambio, si dependes del cuerpo, habrá momentos que difícilmente
podrás hacer lo que necesitas para calmarte. Imagina que un día un
compañero de trabajo hace un comentario que te molesta en una
reunión. En un caso así, seguramente no dirás: esperadme un
momento que salgo a dar una vuelta para tranquilizarme y ahora
vuelvo. En cambio, si sabes dirigir tus pensamientos sólo con la
mente, podrás hacerlo sin interrumpir nada.
En resumen, utiliza el cuerpo siempre que lo necesites para
ayudarte a controlar lo que piensas, pero sin olvidar que la mente es
mucho más importante. Y no dejes de practicar los ejercicios del
capítulo anterior para aprender a controlar tus pensamientos sólo
con la mente. Este es el poder más grande que puedes tener.

Cómo Actuar con Amor


Una vez ya has aprendido a pensar positivamente, ya sea con la
ayuda del cuerpo o sólo con la mente, es cuando los actos toman
verdadera importancia. Sin una mente positiva, cualquier acción
está completamente vacía, pero cuando la mente está llena de
amor, entonces los actos son un canal maravilloso que permite que
nuestra luz se manifieste al máximo.
Y la manera de conseguirlo es muy sencilla: hacer aquello que
amas.
Hay una especie de dilema en el mundo del crecimiento
personal sobre cuál es el mejor camino para ser feliz: hacer lo que
amas o amar lo que haces. Y, normalmente, la segunda opción tiene

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más apoyo. Hay una conocida frase de Jean-Paul Sartre que dice que
“la felicidad no es hacer lo que uno ama, sino amar lo que uno
hace”. Y siempre que alguien la cita acostumbra a recibir la
aprobación de quienes lo oyen.
Hay que reconocer que, de entrada, esta afirmación parece
muy razonable. Aparentemente, tiene sentido intentar disfrutar de
aquello que hacemos. El problema es que este planteamiento
asume que el amor no es la fuerza primordial de la vida. La frase de
Sartre presupone que hay algún motivo X, que no es el amor, que
nos impulsa a hacer las cosas; y nos dice que, una vez ya las estamos
haciendo, entonces tenemos que intentar amarlas. Por ejemplo,
eliges tu trabajo por diversas razones que no tienen nada que ver
con el amor: la proximidad, el dinero, el prestigio, la
responsabilidad, porque de alguna manera te tienes que ganar la
vida, etc. Y después dices: ya que lo tengo que hacer, intentaré
amarlo tanto como pueda.
Para ver si este camino tiene sentido o no, podemos trasladar
esta misma situación a otro ámbito de la vida donde sí tenemos
claro que el amor es lo más importante: las relaciones
sentimentales. Imagina por un momento que eliges pareja por un
motivo diferente del amor, pensando que después ya te esforzarás
para amarla. Escoges a una persona por su aspecto físico, su
intelecto o el dinero que tiene y, una vez empezáis a convivir,
entonces intentas amarla. ¿Crees que funcionará? Seguramente no,
¿verdad? Con un poco de suerte, quizás consigues estar más o
menos bien, pero seguro que no llegarás a los niveles de felicidad
que podrías lograr junto a alguien a quien amas de verdad.
El caso del trabajo, o de cualquier otra área de tu vida, es
exactamente igual. Es prácticamente imposible forzarte a expresar

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amor por una cosa que no amas. Tu amor es el que es, y no puedes
obligarte a amar de un día para otro lo que no amas de forma
natural y sincera; del mismo modo que no puedes decidir
enamorarte de una persona a la fuerza. Si un determinado trabajo
no te gusta, no te gusta. Y si decides hacerlo, aunque con mucho
esfuerzo quizás puedes llegar a estar medianamente bien, seguro
que no serás nunca plenamente feliz. Así que, aunque la frase de
Sartre suena muy bien en teoría, en casos reales es difícilmente
aplicable.
En cambio, si decides hacer lo que amas, el planteamiento es
completamente diferente. Decides dejar de lado todos los posibles
motivos X y pones el amor por delante de todo. Antes de hacer algo,
miras dentro de ti y te preguntas: ¿qué es lo que amo? Y sigues la
dirección que te marca tu amor. Eliges profesión por amor, te casas
por amor, compartes tu tiempo con gente que amas, cuidas a tu
cuerpo con amor, etc. Todo lo haces con amor. Y si no lo amas, no lo
haces.
Esta es la mejor manera de ser feliz, porque así el amor sale de
ti de forma natural. Intentar obligarte a amar lo que no amas es
como intentar que salga agua de un pozo seco. En cambio, hacer lo
que amas es abrir el grifo de tu amor para que fluya libremente.

Hacer lo que Amas Es Posible


Es posible que la idea de hacer sólo aquello que amamos te parezca
muy bonita, pero imposible de aplicar actualmente. Quizás piensas:
a lo mejor sí que unos pocos afortunados pueden tener la vida que

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realmente quieren, pero es imposible que todo el mundo lo pueda
hacer.
Si esta idea te ha pasado por la cabeza, recuerda un momento
cómo eran las relaciones sentimentales hace unos años. Antes,
prácticamente nadie se casaba por amor. Para elegir marido o mujer
se tenían en cuenta aspectos como si era trabajador, si sabía cuidar
de la casa, si tenía dinero, etc. Si había amor o no era una cuestión
secundaria, y te podías considerar afortunado si te casabas
enamorado. Seguramente, mucha gente pensaba que era imposible
que todo el mundo se casara por amor, y que si alguien creía lo
contrario, era un iluso.
Sin embargo, como acostumbra a pasar a menudo, el tiempo ha
demostrado que estábamos equivocados. Hoy en día, casi todo el
mundo se casa por amor. Y si alguien lo hace por algún otro motivo,
consideramos que se equivoca. Sabemos perfectamente que
pasarnos la vida junto a una persona que no amamos tiene que ser
muy pesado, así que a la mayoría de nosotros ni se nos pasa por la
cabeza. Preferimos quedarnos solos antes de hacer una cosa así.
En cambio, en otras áreas de la vida todavía no hemos hecho
este cambio de mentalidad y seguimos pensando que no es sensato
dejar que el amor sea nuestra prioridad. Esta situación es
especialmente habitual en el ámbito laboral. Cuando escogemos
trabajo, lo hacemos por mil motivos que no tienen mucho que ver
con el amor: el sueldo, la proximidad, el prestigio profesional,
porque algo tenemos que hacer para sobrevivir, porque está
relacionado con lo que estudiamos, etc. Creemos que si alguien ama
lo que hace, afortunado él, pero no nos parece nada realista
pretender que todo el mundo tenga tanta suerte.

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Si te fijas, es exactamente lo mismo que pensaban nuestros
abuelos del matrimonio. Y del mismo modo que ahora hemos
conseguido que emparejarnos por amor sea lo más normal del
mundo, dentro de un tiempo hacerlo todo por amor será la norma y
no la excepción. Personalmente, estoy convencido de que nuestros
nietos pensarán en nosotros y dirán que éramos unos antiguos, y les
costará entender cómo podía ser que tomáramos tantas decisiones
sin tener en cuenta lo que realmente queríamos.

El Mejor Regalo para el Mundo: tu Amor


Uno de los obstáculos que te puedes encontrar a la hora de decidir
plantearte tu vida en función de lo que realmente te gusta, es que
quizás sientas que esto te puede convertir en una persona egoísta.
Tenemos muy arraigada en nuestro interior una creencia que dice
que tenemos obligaciones y responsabilidades que debemos
asumir, y que dejarlas de lado sería una gran falta de respeto para
nuestro entorno y para la sociedad en general.
En primer lugar, hay que decir que esta afirmación tiene una
parte que es cierta. Como comentaremos más adelante, hacer lo
que amas sin pensar también en los demás tiene un cierto peligro.
De cara a la felicidad, el mejor camino de todos es hacer lo que
amas, asegurándote siempre de no hacer daño a nadie. Pero incluso
si no tomas esta precaución, es mucho mejor hacer lo que
realmente quieres que hacer lo contrario. Vivir una vida que no te
gusta sí es realmente peligroso, para ti y para tu entorno. Porque,
aunque hagas actividades que aparentemente son muy útiles para
la sociedad, si las haces a disgusto no serás feliz. Y si eres infeliz,

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estarás triste y amargado. Y una persona triste y amargada
difícilmente puede hacer algún bien a alguien. Normalmente hace lo
contrario.
Este hecho es aplicable a cualquier tarea que te puedas
imaginar, incluso las que parecen más admirables: ayudar a los
demás, cuidar niños, trabajar de médico o de maestro, dar dinero a
caridad, hacer voluntariados, etc. En principio, todas estas
actividades son buenas, y consideramos que quién las hace
contribuye al bien de la humanidad. Pero no siempre es así. Para
que una actividad sea realmente buena desde el punto de vista del
bienestar, hay que hacerla con amor. Y si haces una cosa a disgusto
porque te sientes obligado, ya sea por los demás o por tu propio
sentido del deber, no la harás con mucho amor. Y si no actúas con
amor, el valor de tus actos queda reducido al mínimo, sea lo que sea
lo que hagas.
Piensa un momento en un médico que, desde un punto de vista
puramente técnico, intenta hacer bien su trabajo, pero que en
realidad no ama su profesión. ¿Querrías ser su paciente? O piensa
también en un padre que cada día vuelve a casa de mal humor
porque no disfruta nada del trabajo que hace. ¿Querrías ser su hijo?
Con esto no quiero infravalorar los esfuerzos de nadie; por
supuesto, poner un plato en la mesa cada día para que los hijos
puedan comer tiene un gran valor. Pero también debemos ser
conscientes de que todo lo que hacemos a disgusto crea dolor a
nuestro alrededor. Tener unos padres que siempre están tristes o
enfadados es una fuente de sufrimiento constante para cualquier
niño.
En cambio, si haces lo que amas, emitirás amor por todos tus
poros y la gente de tu entorno lo recibirá. Y este es el mejor regalo

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que puedes hacer al resto del mundo: a tus hijos, a tus amigos, a tu
familia y a la humanidad en general. Si realmente quieres el bien de
tu entorno, lo mejor que puedes hacer es dejar que tu amor brille
con todo su esplendor. Y esto sólo es posible si haces lo que
realmente amas.

El Camino para Hacer lo que Amas


Cuando ves claro que el único camino para ser verdaderamente feliz
es hacer lo que amas, y que esto no sólo es positivo para ti, sino
también para el resto de la humanidad, aparece una duda práctica:
¿y esto cómo lo consigo? La idea suena muy bien, pero tal y como
está montado el mundo, no parece nada fácil.
Es verdad que no es fácil, pero tampoco es tan difícil como
solemos pensar. Tenemos la suerte de vivir en una época y en una
zona del mundo donde, por primera vez en la historia de la
humanidad –o, como mínimo, en la historia que conocemos–,
podemos elegir nuestro camino libremente sin muchos obstáculos.
Si en algún momento crees que lo que deseas es muy difícil, piensa
primero en el hijo de una familia pobre de la Edad Media que
quisiera ser pintor, o en una mujer de hace dos siglos que quisiera
estudiar. O piensa también en alguien que ahora mismo se
encuentre en alguno de los países que tienen conflictos abiertos o
que sufren falta de alimentos y de recursos económicos. Ellos sí lo
tienen difícil. Y aún así, no lo tienen imposible. No hay nada
imposible.
Tú, en cambio, lo tienes prácticamente todo de cara: no has
vivido nunca ninguna guerra, comes y duermes caliente cada día, y

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vives en un país donde, si respetas a los demás ciudadanos, ninguna
ley te impide casi nada. Si lo comparas con la humanidad de hace
unos años, y con la situación que viven muchas personas ahora
mismo en otros puntos del planeta, vives en un auténtico paraíso de
libertad y oportunidades. Y, tal y como están yendo las cosas, el
futuro que se nos presenta es todavía mejor.
El caso es que lo único que te separa de hacer lo que amas es tu
propia voluntad. Y lo mejor de todo es que lo sabes. Sabes
perfectamente que tienes la capacidad de ponerte a trabajar y a
luchar por lo que quieres, y sabes también que si te esfuerzas a
fondo lo conseguirás. Sólo tienes que tener una cosa muy presente:
no lo conseguirás en un día. Necesitas un poco de tiempo y
perseverancia.
Si quieres comprarte una casa, montar un negocio, ponerte en
forma para correr maratones, o cualquiera otro sueño que puedas
tener, lo más probable es que necesites tiempo. Y mientras pasa el
tiempo necesario para que se haga realidad, tienes que tener
paciencia y mantener la constancia.
Afortunadamente, tu felicidad no depende de esto. La plena
felicidad sí, pero la felicidad en general no. Es muy difícil ser
plenamente feliz si no haces lo que realmente te gusta, pero sí
puedes ser medianamente feliz en esta situación. Recuerda siempre
que la base de tu felicidad depende de lo que estás pensando, y tus
pensamientos los puedes cambiar ahora mismo sin esperar ni un
segundo.

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La Última Etapa para Llegar a la Felicidad
Completa
De cara a tu felicidad, es muy importante aprender a hacer lo que
amas. Es la manera de conseguir que tu amor se manifieste en el
mundo físico.
Pero si quieres lograr la plena felicidad, esto no es suficiente.
Hay otro paso necesario para expandir tu amor al máximo. Se trata
de pensar también en el bien de los demás además de tu propio
bien.
Hacer lo que realmente amas es muy importante, pero también
lo es hacerlo de forma que no hagas nunca daño a nadie. La razón
profunda que se esconde detrás de este hecho es que, en el
momento que haces daño a alguien y te das cuenta, tu amor se
bloquea al instante. Hacer daño conscientemente es lo contrario de
amar, y es totalmente incompatible con la felicidad.
En cambio, si te preocupas sinceramente por el bienestar de los
demás, tu amor puede moverse con plena libertad. Es la guinda del
pastel que, unida a los pasos anteriores, hace que tu amor se
manifieste completamente. Si piensas positivamente, tu amor se
expresa en forma de pensamientos. Si, además, haces lo que te
gusta, el amor coge todavía más fuerza y se manifiesta en el mundo
físico. Y si, por último, lo haces todo pensando también en el
bienestar de los demás –además del tuyo–, entonces el amor que
sale de ti es máximo. Y la felicidad que sientes también.
La manera práctica de aplicar esta idea a tu vida diaria es
encontrar los puntos comunes entre lo que tú amas y lo que aman
los demás. Es muy importante no fijarte únicamente en lo que
quieren los demás –una tendencia bastante habitual–, ni tampoco

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dejarte llevar sólo por lo que tú quieres –también bastante común.
Para llegar a la plena felicidad hay que tener en cuenta las dos
cosas, tal y como muestra la Figura 9.

Lo que te
Lo que hará Lo que aman
tú amas plenamente los demás
feliz

Figura 9: El camino de la plena felicidad es encontrar la manera de


hacer lo que amas, sin perder nunca de vista el bienestar de los
demás.

Para poner un ejemplo concreto, imagínate que te gusta mucho


la música y que tienes ganas de ponerte a tocar la guitarra. Una
manera de expresar tu amor sería simplemente hacer realidad este
deseo: coger una guitarra y ponerte a tocar.
Pero imagínate también que son las dos de la madrugada y que
vives en un edificio con vecinos. Si te pones a tocar, seguramente
los molestarás, y molestar a los demás no es expresar amor por
ellos. Así que, para poder sentirte realmente bien, tendrías que
buscar alguna manera de tocar la guitarra sin molestar a nadie. Hay
varias opciones: ir a otro lugar, esperar hasta mañana –que
tampoco falta tanto–, intentar tocar muy bajito, etc. En estos casos,

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estarías respetando lo que tú quieres –tocar la guitarra– y lo que
quieren los demás –dormir tranquilamente. Y esto sería mucho más
positivo para tu propia felicidad que pensar únicamente en ti.
En este punto, es importante remarcar que hay una gran
diferencia entre ser consciente de los sentimientos de los demás y
no serlo. No es lo mismo molestar siendo plenamente consciente de
ello, que hacerlo sin darse cuenta. Si por el motivo que sea no te
das cuenta de que puedes molestar a tus vecinos, podrás tocar la
guitarra y sentirte medianamente bien. Pero si eres consciente de la
hora que es y ves claramente que molestarás, no podrás ser feliz si
te pones a tocar.
Un día, en una conferencia, me hicieron una pregunta muy
acertada sobre este tema. Una persona me dijo: imagínate a una
abuela que prepara una gran bandeja de macarrones para sus
nietos, ilusionada porque piensa que estarán muy contentos. Pero
resulta que los nietos están hartos de los macarrones de la abuela y
de comer lo mismo cada día. En un caso así, ¿la abuela está
expresando amor por los nietos o no?
La respuesta es que depende de si la abuela es consciente de lo
que sienten sus nietos o no. Si no ve que están cansados de los
macarrones y cree realmente que les gustarán, está expresando
amor. Realmente lo hace por amor, dentro de su capacidad de
percibir la situación. Pero si en algún momento se da cuenta de que
los nietos no están contentos, ya sea porque lo ve o porque se lo
dicen, entonces la situación cambia. Si lo continúa haciendo, ya no
será con el amor puro que la guiaba antes, y no se sentirá tan bien.
Es decir, nuestra capacidad de expresar amor está limitada por
nuestra conciencia actual. No podemos expresar amor más allá de
nuestra conciencia. Si la abuela no ve que sus nietos no quieren

70
macarrones, no se le ocurrirá nunca preparar otro plato; seguirá
haciendo lo mismo con toda la ilusión del mundo. En cambio, si en
algún momento ve la realidad, tendrá que tenerlo en cuenta si
quiere seguir expresando amor.
En cierto modo, se puede decir que la fórmula de la felicidad no
nos “penaliza” mucho por el hecho de no tener la conciencia más
desarrollada. Para ser felices, no hace falta que expresemos el
máximo amor posible en términos absolutos, sino el máximo amor
posible dentro de nuestro nivel de conciencia actual. Tenemos que
hacerlo lo mejor posible dentro de nuestras capacidades del
momento.
Es una suerte que sea así, porque en caso contrario sería muy
difícil ser feliz; tendríamos que expresar un amor completamente
puro desde el primer día de nuestra vida. En cambio, de este modo,
podemos ir expresando cada vez más amor de forma gradual, a
medida que vamos creciendo como personas y nuestra conciencia
se va expandiendo.
Teniendo en cuenta esto, alguien podría decir que, de cara a
nuestra propia felicidad, quizás sería mejor no ser muy consciente
de lo que sienten las otras personas: si la abuela era feliz haciendo
macarrones mientras no sabía que a sus nietos no les gustaban,
¡quizás habría sido mejor para ella no descubrirlo nunca!
En cierto modo, esta afirmación es cierta. Cuanto menos
conscientes somos de lo que sienten los demás, más fácil es ser
mínimamente feliz, porque podemos hacer lo que queramos sin
tener la sensación de hacer daño a nadie. Simplemente no nos
damos cuenta. En cambio, a medida que tomamos más conciencia
de nuestro entorno, no podemos hacer según qué cosas sin que
nuestra felicidad se resienta. Hacernos más conscientes implica

71
tener una mayor responsabilidad. Si una cosa no la vemos, no la
vemos; no podemos hacer más. Pero en el momento que la vemos,
entonces ya no tenemos excusa para no preocuparnos por ella.
Así que, sí, cuanto más conscientes somos, mejor lo tenemos
que hacer para poder ser felices. Nuestro amor tiene que ser más
puro.
Pero, por otro lado, el nivel de felicidad que tenemos al alcance
también es más grande, porque cuanto más conscientes somos de
nuestro entorno, más lo podemos amar. Y cuanto más amamos,
más felices somos.
La abuela del ejemplo, mientras no veía que sus nietos no
querían macarrones, podía sentirse bien sin cambiar de actitud.
Pero su felicidad era limitada, porque en el fondo había una tensión
latente entre ella y sus nietos, aunque no la viera. Cuando se da
cuenta de que los nietos no están contentos, esto supone un reto,
porque ya no puede seguir haciendo lo mismo y ser igual de feliz.
Pero, por otro lado, el nivel de felicidad que podrá lograr será más
grande, porque tendrá la oportunidad de hacer algo que haga
realmente felices a sus nietos. Tendrá la oportunidad de expresar
todavía más amor.
Por este motivo, en realidad es mucho mejor ser lo más
consciente posible. Esto supone un reto, porque implica tener que
preocuparnos más por los demás, pero también abre las puertas a
una felicidad mucho mayor para todos.
Nada es comparable a lo que sentimos cuando contribuimos a
la felicidad de los demás.

72
Capítulo 6
Los Tres Pasos hacia la Plena
Felicidad
Si tenemos en cuenta todo lo que hemos explicado hasta ahora, el
camino que lleva a la plena felicidad se puede resumir en tres pasos
muy simples: pensar con amor, hacer lo que amas y tener siempre
en cuenta el bienestar de los demás.
Para verlo de una manera gráfica, estos pasos se pueden
representar como si fueran tres compuertas en el camino que
recorre el amor para expresarse completamente, tal y como
muestra la Figura 10.
La primera compuerta representa a la mente. Si los
pensamientos son positivos, esta compuerta está abierta y el amor
puede fluir; en cambio, si los pensamientos son negativos, la
compuerta se cierra y el amor se queda bloqueado. La segunda
compuerta representa al conjunto de nuestros actos: si hacemos lo
que realmente amamos, la compuerta se abre, y si hacemos cosas

73
que no nos gustan, se cierra. Por último, la última compuerta
representa a la manera como nos relacionamos con el mundo
externo: si nos preocupamos por su bienestar, se abre; si le
hacemos daño, se cierra.

Punto central

Compuerta 1: la mente

Compuerta 2: los actos

Compuerta 3: la
relación con el mundo

Amor

Figura 10: Las compuertas que tiene que atravesar el amor para
poder expresarse completamente. Cuanto más abiertas estén, más
amor podrá fluir.

Nuestro nivel de bienestar depende de cómo de abiertas están


estas compuertas. Cuando las tres están completamente abiertas, el
amor puede fluir al máximo y se produce la plena felicidad. En
cambio, cuando están cerradas nos sentimos muy mal. Y
entremedio, cuando las compuertas están medio abiertas, están los
diferentes estados de ánimo que podemos sentir, en función del
grado de apertura de cada compuerta.

74
Esta figura también muestra muy claramente la importancia del
orden de las etapas que sigue el amor a la hora de manifestarse. Si
la primera compuerta –la mente– está cerrada, es completamente
irrelevante el estado en que se encuentran las otras dos; tanto si
están abiertas como cerradas, el amor no podrá fluir. Es decir, si tus
pensamientos no son mínimamente amorosos, no importa cómo
actúes, la felicidad quedará fuera de tu alcance.
De manera similar, si la segunda compuerta está cerrada, no
importa cómo está la tercera. Primero tienes que hacer lo que
realmente amas antes de poder aportar verdadero valor a tu
entorno.

Punto central Punto central

Amor
Mente
Amor

Cuerpo

Relación con
el mundo

Figura 11: La importancia de la orden de las etapas. Si la mente está


cerrada, es igual cómo están las otras compuertas: el amor no podrá
fluir. En cambio, si la mente está abierta, esto sí tiene valor; incluso
aunque las siguientes compuertas estén cerradas.

75
En cambio, si la primera compuerta está abierta, esto sí tiene
valor; incluso aunque las siguientes estén cerradas. Si la mente es la
única etapa que está abierta, el amor no podrá fluir
completamente, pero sí podrá fluir un poco. Podrá hacer una parte
del recorrido, y esto producirá un poco de felicidad. No será una
felicidad completa, pero será un estado mucho más positivo que si
estuviera todo cerrado. De forma similar, si abrimos las dos
primeras compuertas, también habrá un cambio muy positivo,
aunque la tercera esté cerrada.
La mente, pues, es la etapa más importante. Es una etapa que,
si está bloqueada, impide completamente que el amor pueda salir.
Así que, si nuestros pensamientos no son positivos y amorosos, no
hay nada a hacer. No importa que externamente intentemos ser
amables o que intentemos conseguir los objetivos que nos
interesan, la felicidad no podrá formar parte de nuestra vida de
ninguna manera.
Este es uno de los principales motivos por los cuales no
conseguimos tener una vida llena y satisfactoria: no somos
conscientes de la importancia de la mente. Pensamos que los actos
son mucho más importantes, y es en ellos donde centramos
nuestros esfuerzos. Si queremos montar un negocio, por ejemplo,
ponemos la mayor parte de nuestra energía en los actos que
tenemos que hacer –definir los productos o servicios, buscar local,
poner anuncios, etc. Pero por mucho que hagamos, no puede
funcionar de ninguna manera si nuestros actos no van precedidos
de los pensamientos correctos.
Este hecho es una fuente de mucha frustración entre nosotros.
A veces nos esforzamos mucho a nivel físico y los resultados no
llegan. Y entonces nos preguntamos: ¿por qué no ha funcionado? He

76
trabajado mucho; mucho más que otras personas que sí lo han
conseguido. ¿Por qué yo he fracasado?
Y la respuesta es muy simple: la primera compuerta estaba
cerrada. Los pensamientos no eran los adecuados para que el
proyecto funcionara.
Este fenómeno se produce en todos los ámbitos de nuestra
vida: las relaciones sentimentales, la salud, las amistades, etc.
Mucha gente no acaba de encontrar una pareja con quién tener la
relación que desea, y no entiende por qué. Desde su punto de vista,
creen que se esfuerzan mucho, y esto les genera mucha frustración
y desconfianza hacia los demás. Piensan: lo he dado todo en esta
relación. He sido fiel, he estado a su lado en los momentos difíciles...
¿cómo puede ser que me haya dejado? ¿Cómo puede ser que me
haya tratado tan mal? La vida es muy injusta.
El motivo es el mismo de antes: la primera compuerta cerrada.
Una persona puede entregarse a nivel físico en una relación –
haciendo actos que en apariencia parecen amorosos–, pero si no se
entrega también a nivel mental, no funcionará. Nada puede
funcionar si la mente está cerrada.
En cambio, si tenemos la mente abierta, entonces sí tiene
sentido plantearse abrir la segunda compuerta: el cuerpo. Cuando
nuestros pensamientos están alineados con el amor, nuestros actos
pueden ser amorosos, pero no antes.
Los actos no pueden generar amor de la nada. Lo único que
pueden hacer es coger el amor que viene de la mente y proyectarlo
hacia el exterior. Así que, si la mente está cerrada, no pueden hacer
nada. Pero si está abierta, entonces los actos toman mucha
importancia, porque es a través suyo que podemos dar más
intensidad a nuestro amor y hacer que llegue más lejos. Si hacemos

77
lo que nos gusta, nuestro amor se proyecta con más fuerza que si
sólo pensamos en ello.
Por último, una vez las dos primeras compuertas están abiertas,
el último paso es abrir la tercera. Se trata de actuar de forma que
nuestro amor pueda fluir sin hacer nada que perjudique a nadie. La
tercera compuerta se puede ver como un refinamiento de la
segunda: hacer lo que amamos, pero no de cualquier manera, sino
de forma que sea positivo para todo el mundo. Este es el último
paso que, junto con los otros dos, lleva a la máxima felicidad.

78
Capítulo 7
Los Cuatro Niveles de Felicidad
Hasta ahora hemos hablado con detalle de cómo funciona la
felicidad y de qué tenemos que hacer para experimentarla al
máximo. Justo en el último capítulo, lo comparábamos con tres
compuertas que el amor tiene que atravesar para poder
manifestarse plenamente y convertirse en felicidad: tenemos que
pensar con amor, hacer lo que amamos y tener en cuenta el
bienestar de los demás.
Ahora bien, ¿qué pasa exactamente cuándo ponemos en
práctica todo esto? ¿Qué sucede en nuestra vida emocional cuando
vamos abriendo o cerrando estas compuertas? Idealmente, lo mejor
sería que estuvieran siempre abiertas al máximo, pero a la práctica
no es así. A veces nuestros pensamientos no son plenamente
positivos, a veces no hacemos lo que realmente nos gusta, y a veces
no tenemos en cuenta el bienestar de los demás.

79
¿Qué pasa en estos casos? O lo que es el mismo: ¿cuáles son los
diferentes estados emocionales que podemos sentir en función de
cómo de bien estamos aplicando la fórmula de la felicidad?
La respuesta a esta última pregunta es muy simple: infinitos. La
felicidad que sentimos en cada momento puede variar dentro de un
rango donde las diferentes posibilidades son infinitas. Entre la
máxima felicidad y la felicidad mínima hay una variedad infinita de
estados de ánimo posibles, que se producen en función de la
cantidad de amor que estamos expresando en cada momento.
Esto se debe a que la intensidad del amor que expresamos se
puede regular de infinitas maneras diferentes: podemos expresar
muy poco amor, un poco más, todavía un poco más, etc. Nuestro
amor no es como un interruptor que se abre y se cierra, es más bien
como aquellas lámparas que tienen una ruedecita que permite
regular la intensidad de la luz a medida que la giramos. Podemos
girar nuestra “ruedecita” interna, y en función de esto, expresar
infinitos grados de intensidad de amor diferentes.
Dado que los diferentes niveles de intensidad de amor que
podemos expresar son infinitos, los diferentes grados de felicidad
que podemos sentir también lo son. Para cada nivel de intensidad
de amor expresado, hay un nivel de felicidad asociado. En función
de la cantidad de amor que expresamos, podemos estar muy mal,
un poco menos mal, mal pero no mucho... y así hasta estar muy
bien. Todo esto pasando por un rango de posibles estados de ánimo
que es verdaderamente ilimitado.
Así que, en la vida real, los diferentes estados de ánimo son
infinitos.
No obstante, desde un punto de vista teórico, podemos limitar
esta variedad infinita para estudiarla con más facilidad. Sin olvidar

80
que la realidad no tiene límites, podemos escoger los casos más
representativos y analizarlos por separado.
Cuáles son los casos que se escogen como “más
representativos” es un hecho completamente arbitrario. Una
persona lo puede ver de una manera y otra lo puede ver de otra
completamente diferente. Y todos los casos pueden ser correctos,
siempre que se explique bien desde qué punto de vista se está
mirando.
En mi caso, considero que hay cuatro niveles básicos de
felicidad. Estos cuatro niveles se corresponden con los estados de
ánimo que se producen cuando las diferentes compuertas están
completamente abiertas o completamente cerradas, dejando de
lado las otras posibilidades intermedias –donde las compuertas
pueden estar medio abiertas o medio cerradas. Pero insisto en que
estos niveles son sólo modelos teóricos que ayudan a simplificar un
poco la realidad para poder analizarla con más facilidad. No son una
verdad absoluta ni mucho menos.
El primer nivel es la felicidad baja o infelicidad. Este estado se
produce cuando la mente –la primera compuerta– está cerrada. En
este caso, es completamente indiferente si el resto de compuertas
están abiertas o cerradas. Da igual cómo sean nuestros actos: el
amor no puede fluir prácticamente nada y, por lo tanto, la felicidad
es muy baja.
El segundo nivel es la felicidad moderada. Este nivel se produce
cuando la primera compuerta está abierta y la segunda está
cerrada. Es decir, nuestros pensamientos son mínimamente
positivos, pero lo que estamos haciendo no nos gusta. En este caso
el amor puede fluir un poco, porque la mente está abierta, pero no
del todo, porque los actos no son amorosos.

81
El tercer nivel es la felicidad alta, y se produce cuando las dos
primeras compuertas están abiertas y la tercera está cerrada. Es
decir, pensamos positivamente y hacemos lo que nos gusta, pero no
prestamos mucha atención al bienestar de las demás personas. En
esta situación, el amor ya empieza a fluir con bastante intensidad,
pero todavía se ve un poco limitado por el hecho de no pensar
mucho en los demás.
El cuarto y último nivel es la plena felicidad, y se da cuando las
tres compuertas están abiertas: pensamos con amor, hacemos lo
que nos gusta y nos interesamos sinceramente por el bienestar de
los demás. En esta situación el amor puede fluir con la máxima
libertad.

Nivel 1: Infelicidad Nivel 2: Felicidad moderada


No se expresa amor. Por lo Se expresa amor sólo a
tanto, no hay felicidad. través de la mente. Hay
felicidad, pero poca.

Mundo físico Mundo físico


exterior exterior

Cuerpo Cuerpo

Mente Mente
FELICIDAD
FELICIDAD
AMOR

AMOR

Figura 12: Los dos primeros niveles de felicidad. La flecha azul


representa la cantidad de amor que estamos expresando y la flecha
roja representa la felicidad resultante.

82
Nivel 3: Felicidad alta Nivel 4: Felicidad plena
Se expresa amor a través de la Se expresa amor con la mente
mente y de los actos. La y los actos, y en perfecta
felicidad ya empieza a ser armonía con el entorno. La
bastante alta. felicidad es máxima.

Mundo físico Mundo físico


exterior exterior

Cuerpo Cuerpo

Mente Mente
FELICIDAD
AMOR

FELICIDAD
AMOR

Figura 13: Los niveles 3 y 4 de felicidad. Es importante notar que,


cuanto más amor expresamos, más felicidad sentimos.

Las Figuras 12 y 13 muestran una representación gráfica de


estos niveles. La flecha azul representa la cantidad de amor que se
está expresando y la flecha roja representa la felicidad resultante.
Lo más importante de esta gráfica es ver que, cuanto mayor es la
flecha azul, mayor es también la flecha roja. Es decir, cuanto más
amor expresamos, más felices somos.
Como te comentaba hace unos instantes, aquí únicamente
están representadas cuatro diferentes posibilidades, pero en
realidad hay infinitas. Las flechas pueden tener infinitas longitudes y

83
amplitudes diferentes, y esto da lugar a los diferentes estados de
ánimo que nos encontramos en la vida real.
Pero si cogemos los casos más representativos, tenemos estas
cuatro posibilidades básicas. El objetivo de este capítulo es
analizarlas por separado para ver las características particulares de
cada una de ellas y ver también cómo podemos actuar en cada caso.

El Nivel 1 de Felicidad: la Infelicidad


Desde un punto de vista teórico, el primer nivel sería el caso de una
persona que no expresa nada de amor. Sus pensamientos son
completamente negativos, y esto hace que el amor no pueda fluir
nada. En consecuencia, no siente nada de felicidad. Se siente
totalmente desgraciada.
Sin embargo, este caso no existe en la realidad; es simplemente
una muestra teórica de lo que pasa cuando no expresamos amor. En
la vida real no hay nadie que no exprese nada de amor. El amor es la
fuerza que sustenta la vida –no puede haber vida sin amor– así que,
si alguien está vivo, seguro que está expresando un mínimo de
amor. Incluso las personas que hacen cosas aparentemente terribles
están expresando un poco de amor. Aunque no lo parezca.
El primer nivel, pues, en la práctica no representa los casos
donde no expresamos nada de amor, porque esto es imposible, sino
los casos donde expresamos muy poco amor con nuestros
pensamientos. Esto es lo mismo que decir que expresamos poco
amor en general, porque si no hay amor en la mente, no puede
haber amor en ninguna parte más.

84
Si expresamos poco amor con la mente, significa que tenemos
pensamientos que no dejan que nuestro amor pueda salir. Estos
pensamientos pueden ser muy diversos, pero generalmente tienen
una característica común: el rechazo. Los pensamientos que
predominan cuando estamos en el primer nivel son pensamientos
de rechazo, ya sea hacia nosotros mismos o hacia nuestro entorno.
Algunos posibles ejemplos de este tipo de pensamientos son los
que muestra la siguiente tabla:

Ejemplos de Mi vida es un desastre.


pensamientos de Yo soy un desastre.
rechazo hacia un Soy muy tímido.
mismo No soy muy inteligente.
Nunca conseguiré tener éxito.
En tal situación no he actuado bien.
No soy atractivo.
Me están saliendo arrugas.
Estoy demasiado gordo.
...

Ejemplos de El mundo es un desastre.


pensamientos de Los políticos son unos ladrones.
rechazo hacia el Mi madre me ha hecho tal cosa.
entorno Mi amigo me ha engañado.
Los ricos son malas personas.
La humanidad está destrozando la
naturaleza.
...

85
Todos estos pensamientos son pensamientos de rechazo, y
ninguna persona que los tenga dentro de su cabeza, y se los crea,
puede ser feliz. No mientras los esté teniendo. Porque el rechazo es
lo contrario del amor.
Es posible que pienses: sí, es verdad, estos pensamientos son de
rechazo, pero muchos de ellos son reales. ¿Cómo podemos no
pensar en esto si es lo que vemos a nuestro alrededor?
Pues la respuesta es muy simple: que una cosa sea real no
implica que tengamos la obligación de pensar en ella. Si una cosa no
nos gusta, podemos no pensar es eso. Es cierto que en algunos
casos es difícil, pero no es imposible. Es una opción.
Además, en el supuesto de que decidamos pensar en una
determinada cosa, tampoco hay ninguna ley escrita en ninguna
parte que diga que si es negativa tenemos que pensar en ella en
términos negativos. Podemos pensar en cualquier cosa con amor,
sea cual sea.
Por ejemplo, es cierto que la humanidad no es precisamente
cuidadosa con el medio ambiente, pero esto no quiere decir que
tengamos que pensar en este tema constantemente. Y si decidimos
pensar en ello, hacerlo desde el rechazo no es la única opción.
Podemos hacerlo perfectamente desde el amor. En lugar de pensar
“la humanidad está destrozando la naturaleza”, podemos pensar
cosas como: “¿qué puedo hacer para ayudar al planeta?”, “hay
mucha gente que no se preocupa por la naturaleza, pero también
hay mucha que sí”, “cada vez hay más conciencia medioambiental”,
etc. La situación es la misma, pero la manera de pensar en ella es
completamente diferente: una bloquea el amor y la otra permite
que fluya.

86
En cualquier caso, los pensamientos negativos son los que nos
llevan al primer nivel: la infelicidad. Y, si queremos salir de él,
tenemos que buscar la manera de estructurar el contenido de
nuestra mente desde el amor y no desde el rechazo.
Dejando esto de lado, dentro de este primer nivel podemos
encontrar dos casos diferentes: situaciones más o menos
permanentes y situaciones temporales.
El primer caso sería el de las personas que, de forma más o
menos continúa, están siempre teniendo pensamientos no
amorosos. Dentro de su cabeza casi siempre hay pensamientos
negativos, y esto hace que su amor no pueda expresarse
prácticamente nunca. Por supuesto, se sienten mal la mayor parte
del tiempo.
Dentro de este grupo hay un gran rango de posibilidades. En el
extremo más suave están las personas que a menudo están
depresivas o de mal humor, pero sin hacer mucho daño a nadie. En
el otro extremo se encuentran las personas que hacen daño a los
demás de forma activa: aquellas a las que llamamos “malas
personas”, a pesar de que realmente no lo son –simplemente son
personas con su amor muy bloqueado. Y en medio de estos dos
extremos hay una gran variedad de posibilidades.
Afortunadamente, la gran mayoría de personas no nos
encontramos en esta situación de estar pensando constantemente
de forma negativa. Lo que sí es muy habitual es caer en este estado
de forma más o menos periódica. Durante nuestro día a día nos
sentimos más o menos bien, pero de vez en cuando entramos en
una rueda de pensamientos negativos que nos hace sentir mal.
Algunas veces, esta rueda se inicia con algún acontecimiento
externo –una mala noticia, algo que alguien nos hace o nos dice,

87
etc. –, pero incluso en estos casos, el acontecimiento en cuestión no
es el responsable directo de nuestro malestar. Lo que nos hace
sentir mal son los pensamientos que nosotros mismos generamos a
partir del acontecimiento.
Por esta razón, es muy importante aprender a controlar
nuestros pensamientos de forma consciente y deliberada, y
dirigirlos hacia los aspectos positivos de la vida, tal y como hemos
explicado al Capítulo 4. Si te encuentras rodeado de pensamientos
negativos de forma más o menos habitual, cambiar esta dinámica
tiene que ser tu principal objetivo a corto plazo.

El Nivel 2 de Felicidad: la Felicidad Moderada


El primer nivel de felicidad es aquél donde nuestros pensamientos
son negativos, ya sea de forma temporal o de forma más o menos
continua. Si es temporal, nos sentiremos mal sólo un rato, y si es
una situación continúa, nos sentiremos mal casi todo el tiempo,
pero el concepto básico es el mismo: si nuestros pensamientos no
están alineados con el amor, no podemos ser felices.
El segundo nivel, en cambio, se produce cuando nuestros
pensamientos son principalmente positivos, pero la actividad que
estamos haciendo no nos gusta. Puede ser una cosa que no nos
gusta nada, o simplemente una cosa que no nos gusta mucho, pero
el caso es que preferiríamos estar haciendo otra actividad.
Un ejemplo sencillo es cuando tenemos que hacer alguna
actividad cotidiana que no nos apetece –alguna tarea en el trabajo,
ir a comprar, hacer la comida, planchar, etc. –, pero a pesar de no
tener ganas de hacerlo, no tenemos pensamientos negativos al

88
respecto. Simplemente lo hacemos y ya está, sin entrar en una
rueda de negatividad mental. En casos así nos sentimos más o
menos bien, porque nuestros pensamientos son positivos, pero no
estamos radiantes de felicidad, porque lo que estamos haciendo no
es lo que realmente nos gustaría hacer.
Otros ejemplos un poco más complejos son cuando algún
aspecto de nuestra vida no nos gusta, pero sin que esto nos impida
mantener una cierta positividad: quizás nos aburrimos en el trabajo,
pero somos capaces de hacerlo sin pensar todo el día que no nos
gusta; quizás no nos sentimos a gusto en el lugar donde vivimos,
pero somos optimistas respecto a la posibilidad de mejorar en un
futuro, etc. En estos casos también nos sentiremos mínimamente
bien, pero no tanto como nos gustaría.
Es importante saber diferenciar cuándo hay negatividad mental
y cuándo no la hay. Si vas a comprar sin ganas, pero por el camino
vas pensando en cosas positivas para ti, te situarás en el segundo
nivel de felicidad. En cambio, si empiezas a pensar que no tienes
ganas de ir a comprar y que no te gusta nada hacerlo, caerás al
primer nivel. Lo mismo pasa si te gustaría vivir en otro lugar o si tu
trabajo no es el que más te motiva del mundo. En función de lo que
estés pensando estarás en el primer nivel o en el segundo.
Tal como pasaba en el nivel anterior, en este caso también hay
situaciones más o menos permanentes y situaciones temporales.
Los casos permanentes son los de aquellas personas que no
acostumbran a tener pensamientos negativos casi nunca, pero que,
en cuanto a su vida, no se esfuerzan mucho para conseguir lo que
realmente desean. Normalmente se dejan llevar por su entorno y
por los acontecimientos, y van tirando sin luchar demasiado por lo
que realmente quieren.

89
Estas personas acostumbran a ser bastante agradables de trato
porque, al tener una mente libre de negatividad, irradian una luz
muy bonita a su entorno. Pero, al mismo tiempo, se nota que no
están dando todo lo que tienen dentro. Hay una cierta apatía en su
mirada, fruto de no estar siguiendo el camino que realmente les
marca su corazón.
Si este es tu caso, el siguiente paso para mejorar tu bienestar es
muy claro: fijarte bien en lo que realmente deseas y trabajar para
conseguirlo. Aprovecha que tienes la suerte de saber mantener una
mente positiva, y canaliza esta energía para dirigirte hacia donde
realmente quieres ir. No te dejes llevar por las opiniones de los
demás. Aquí lo que cuenta es lo que quieres tú. Sólo así podrás
conseguir que tu amor brille al máximo.
Por otro lado, los casos temporales son la cosa más habitual del
mundo. Es perfectamente normal encontrarnos a menudo en
situaciones que no son las que realmente querríamos. Tal como
funciona nuestro planeta actualmente, es muy difícil estar siempre
haciendo lo que más nos gusta. Por mucho que te esfuerces para
mantenerte dentro de las actividades que realmente te llenan, es
muy probable que de vez en cuando tengas que salir de ellas y
enfrentarte a situaciones que no te gustan.
Cuando pase esto, la prioridad número uno tiene que ser
mantener la positividad a nivel mental. Aunque lo que estés
haciendo no te guste, intenta mantener los pensamientos
mínimamente positivos. Y, tan rápido como puedas, vuelve al único
camino que tiene verdadero sentido: hacer lo que realmente te
gusta.

90
Los Niveles 3 y 4 de Felicidad: la Plena Felicidad
A diferencia del nivel anterior, el nivel tres de felicidad se produce
cuando nuestros pensamientos son positivos y, además, estamos
haciendo algo que nos gusta. Al nivel dos accedemos cuando
dejamos que el amor fluya a través de nuestros pensamientos, y al
tres cuando permitimos que llegue también a nuestros actos.
A partir de este nivel la felicidad ya es muy alta. Puede ser
plena o no, pero es un estado que ya se puede calificar de bienestar
alto.
Lo que marca que la felicidad sea completa o no es si, además
de hacer que lo queremos, estamos participando activamente en el
bienestar de los demás. Si ayudamos activamente a las personas
que nos rodean a ser más felices, nos encontraremos en el nivel
cuatro: la plena felicidad. En cambio, si simplemente hacemos lo
que nos gusta sin preocuparnos mucho por los demás –pero sin
hacer daño a nadie–, nos encontraremos en el nivel tres. La felicidad
será bastante alta en muchos momentos, pero no será completa.
Es posible que conozcas a algunas personas que se encuentran
en el nivel tres de forma más o menos constante. Normalmente son
personas muy simpáticas y vitales, que hacen una gran cantidad de
actividades y que tienen muy claro que la vida está para ser vivida
haciendo lo que les gusta. Acostumbran a tener muchos amigos,
porque a la gente les gusta estar a su lado, pero en realidad ellos
van bastante a la suya. Nunca hacen daño a nadie
intencionadamente, pero no suelen ser muy conscientes de los
sentimientos de los demás. Sólo ven lo que ellos quieren, y esto a
veces provoca dolor a su alrededor.

91
En estos casos, el siguiente paso es abrir todavía más el corazón
para dejar entrar a las demás personas. Sin dejar de luchar por lo
que uno quiere, preocuparse también por lo que quieren los demás.
Este es el camino de la plena felicidad: pensar con amor, actuar
con amor hacia uno mismo y, al mismo tiempo, intentar ayudar a
los demás a ser felices.
Además de ser el camino hacia la propia felicidad, es también
un auténtico regalo para el resto de la humanidad. ¿Quién no quiere
estar junto a personas así?

92
Capítulo 8
Cinco Aspectos Importantes de la
Fórmula de la Felicidad
A lo largo de todo el libro hemos hablado con mucho detalle de
cómo funciona exactamente la fórmula de la felicidad y de cómo
podemos aprovecharla para mejorar nuestra vida. Espero de todo
corazón que te haya gustado y que esta información te resulte útil
de ahora en adelante.
Antes de acabar, hay una serie de aspectos importantes de la
fórmula que, a pesar de que se pueden deducir fácilmente de todo
lo que hemos explicado hasta ahora, creo que vale la pena
comentar con más calma y por separado.
El primero de estos aspectos es que la fórmula de la felicidad
no limita tu libertad ni un solo milímetro. Tú eres absolutamente
libre, y la fórmula de la felicidad no se interpondrá nunca en tu
camino.

93
Para empezar, tú puedes hacer lo que quieras. Lo que quieras.
Si quieres ser una persona amable y cariñosa, y tratar bien a los
demás, lo puedes hacer. Y si quieres ser violento y agresivo, y
dedicarte a hacer daño a todo el mundo, también lo puedes hacer.
Con toda probabilidad, esta segunda opción te causará problemas
con otras personas, pero el Universo propiamente dicho no te lo
impedirá. Imagínate hasta qué punto respeta tu libertad.
Lo único que hay que tener en cuenta es que, si no expresas
amor, no serás feliz. Pero nadie te obliga a ser feliz, así que puedes
hacer lo que quieras.
Si decides que quieres sentirte bien, entonces sí tienes una
pequeña restricción: tienes que vivir tu vida con amor. Pero esta no
es una restricción muy grande, porque hay infinitas maneras de vivir
con amor. Fíjate que la fórmula de la felicidad dice que tienes que
expresar amor para ser feliz, pero no especifica cómo lo tienes que
hacer. Y no lo especifica porque no hay ninguna limitación en este
sentido. Puedes amar lo que quieras y como quieras.
Puedes amar a otras personas, a ti mismo, la naturaleza, los
animales, una determinada actividad, un objeto físico, o cualquier
otra cosa que se te ocurra. Y sea lo que sea lo que ames, lo puedes
amar como quieras. Puedes expresar tu amor de la manera que más
te apetezca. Lo puedes hacer sutilmente o de forma majestuosa.
Puedes ponerte a cantar y a bailar, o sentarte en un rincón y amar
en silencio. Si se hacen con amor, todas las acciones son válidas
para generar la felicidad.
Si amas a una persona, por ejemplo, no hace falta que le
escribas mil poemas de amor. Lo puedes hacer si quieres, pero
también puedes hacer cualquier otra cosa. Puedes intentar
ayudarla, puedes ofrecerle tu compañía o puedes simplemente

94
pensar en ella en términos positivos. Si la haces con amor, cualquier
acción es buena.
Así que no te sientas obligado a actuar de ninguna forma
concreta. Puedes hacer lo que quieras. Simplemente hazlo con
amor.

Tu Felicidad Depende Exclusivamente de Ti


Hay un libro llamado “Shantaram” que empieza con una escena que
me impactó mucho cuando la leí. Es un libro sobre un convicto
australiano que se escapa de la prisión y que explica su vida de
fugitivo.
En la primera página, empieza explicando una escena en la que
unos mafiosos lo han atado de pies y manos y lo están torturando.
El autor explica que, mientras le estaban pegando, se dio cuenta de
que, a pesar de su situación, él era libre, porque podía decidir si
quería odiar a sus torturadores o amarlos.
Así de entrada, quizás no parece gran cosa, pero en realidad lo
es todo. Todas las personas tenemos la capacidad de expresar
nuestro amor en cualquier situación. Sea lo que sea lo que nos esté
pasando, nosotros podemos decidir amar, y nada ni nadie lo puede
impedir. Y si amamos, seremos felices. Pase lo que pase.
Es verdad que, tal y como funciona la Tierra actualmente, no
siempre podemos hacer lo que queremos a nivel físico. Si te ponen
en la prisión, por ejemplo, tu libertad física se verá limitada; como
mínimo de forma temporal. Pero tus pensamientos no los puede
encarcelar nunca nadie, y ellos son la llave de la felicidad. Esta llave
es tuya y siempre lo será.

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También es verdad que, en función de las circunstancias que te
rodeen, te será más o menos fácil amar. Si estás rodeado de
personas que te tratan bien es mucho más fácil amar que si alguien
te está torturando. Pero en ningún caso es imposible, y esto hace
que tu libertad esté siempre intacta. Tú, en cualquier situación,
tienes la capacidad de amar. En algunos casos es muy fácil
conseguirlo, y en otros es un auténtico reto, casi sobrehumano.
Pero siempre es posible.
Afortunadamente, la gran mayoría de nosotros no nos
encontramos nunca en situaciones tan dramáticas como que
alguien nos esté torturando. En algunas partes del mundo todavía
pasa, pero aquí tenemos la suerte de vivir mucho más tranquilos. Y
vale la pena aprovecharlo. Tenemos muchos problemas que
calificamos de “graves”, y lo pasamos muy mal cuando los vivimos,
pero si lo pensamos con calma, es perfectamente factible intentar
vivir estas situaciones con un mínimo de amor.
¿Cuáles son los problemas graves más habituales en nuestra
sociedad? Ponerse enfermo, no tener dinero, separarse, no
encontrar el sentido de la vida, que algún amigo o familiar sufra por
algún motivo, etc. Son situaciones difíciles, sin duda, pero no son
desmesuradamente difíciles. Estamos perfectamente capacitados
para superarlas con amor.
En el fondo, tenemos mucha suerte. Por primera vez en la
Tierra en muchos siglos, hemos construido una sociedad donde ser
plenamente feliz es factible. No diré que es fácil, porque no lo es,
pero se puede conseguir. La clave es aprender a amar en cualquier
situación. Mantener una mente positiva e intentar dar lo mejor de
nosotros sean cuales sean las circunstancias.

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Lo podemos hacer perfectamente. Pero, como decía en el
Capítulo 4, difícilmente se puede conseguir en un día. Todo requiere
un proceso de aprendizaje; aprender a amar también. Hay que
tener paciencia e ir despacio. Ir practicando, sobre todo para
aprender a controlar la mente y a guiarla con positividad. Es un
proceso que requiere dedicación y perseverancia, como casi todo lo
que vale la pena.
Y cada persona decide libremente si lo quiere hacer o no.

La Importancia de la Creatividad
¿Te has fijado que la palabra “creatividad” está muy moda desde
hace un tiempo? Por un lado, es una característica que cada vez se
valora más en todos los ámbitos de la vida; y por otro, cada vez
vemos más claro que, más que enseñar conceptos rígidos a los
niños, lo que tenemos que hacer es ayudarlos a potenciar su
creatividad innata.
Este fenómeno se debe, en parte, al hecho de saber que la
capacidad de encontrar nuevas maneras de hacer las cosas es
imprescindible para evolucionar. La creatividad nos permite
encontrar soluciones a los retos que vamos encontrando por el
camino e ir construyendo un mundo cada vez más bonito.
Pero, aparte de esto, todavía hay otro motivo más profundo: a
nivel subconsciente, sabemos que la creatividad está directamente
relacionada con la felicidad.
Para ser felices tenemos que expresar nuestro amor: tenemos
que amar. Y este hecho tiene una relación directa con la creatividad,
porque “crear” y “amar” en realidad son lo mismo. Aunque

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normalmente utilizamos estos verbos en sentidos diferentes, hacen
referencia a dos conceptos totalmente inseparables.
No se puede crear sin amar, ni amar sin crear. Por un lado, cada
vez que creamos una cosa, estamos diciendo que queremos que
exista. Le estamos dando nuestro amor. La estamos amando. Y por
otro lado, si queremos exteriorizar nuestro amor, tenemos que
crear algo. No tiene porque ser un objeto físico, puede ser cualquier
otra cosa: una conversación, una mirada, una canción, o incluso un
pensamiento. Cualquier situación de la vida puede ser un canal por
el que nuestro amor se manifieste, pero no se puede manifestar si
no hacemos nada.
La felicidad se produce cuando nuestro amor sale al exterior y
se manifiesta, y esto sólo pasa si creamos algo; sea lo que sea. Así
pues, la creatividad es el catalizador que transforma nuestro amor
en felicidad. El acto de crear es el que permite que el amor se
manifieste externamente.
Así que, si quieres ser feliz, coge tu amor y dale forma. Explora
tu creatividad y haz que lo que amas se manifieste. Esto es lo que
Dios, el Creador, lleva haciendo desde el inicio de los tiempos. Y
esto es lo que tú has venido a hacer aquí.

Los Bienes Materiales Son Importantes, pero No


Aportan Felicidad por Sí Solos
En general, cada vez somos más conscientes de que la clave de la
felicidad se encuentra en nuestro interior y no en el exterior. Aún
así, el mundo externo sigue llamándonos mucho la atención y
consideramos que también juega un papel muy importante en

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nuestro bienestar: queremos tener dinero, un cuerpo bonito, una
casa grande, viajar y ver mundo, recibir el respeto y la aprobación
de los demás, etc. Nos esforzamos para crecer interiormente, pero
también queremos tener un mínimo de comodidades materiales a
nuestro alrededor.
Este hecho es completamente lógico y normal, y no tiene nada
de malo. Es importante dejarlo claro, porque en algunos círculos
espirituales se tiene la tendencia a considerar que el mundo
material es perjudicial, y no es verdad. Es indudable que tiene
ciertos riesgos que hay que vigilar, pero tampoco es una cosa de la
que tengamos que desentendernos completamente. De hecho,
juega un papel muy importante en la fórmula de la felicidad.
En primer lugar, necesitamos el mundo externo para poder
expresar amor al máximo. Ya hemos visto a lo largo del libro que
podemos expresar amor sólo con los pensamientos, pero esta es
una forma de expresión bastante débil. Si, además de pensar en una
cosa, hacemos que se manifieste físicamente, nuestro amor por ella
toma mucha más fuerza. De este modo, el mundo físico se convierte
en un aliado a la hora de dar forma a nuestro amor, no en un
obstáculo. Gracias al mundo físico, podemos expresar amor con más
intensidad.
En segundo lugar, afirmar que el mundo material es perjudicial
es una forma muy clara de no expresar amor. Si decimos o
pensamos que el dinero, las riquezas, el prestigio o el poder son
cosas negativas de la vida, las estamos rechazando, y el rechazo es
lo contrario del amor. Cualquier persona que piense que los bienes
materiales, o cualquier otra cosa, son algo sucio, no puede ser feliz.
Nadie puede ser feliz con pensamientos de rechazo dentro de su
cabeza.

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Y por último, aunque nuestra capacidad de expresar amor
depende únicamente de nosotros, y por lo tanto podemos amar en
cualquier situación sea la que sea, la realidad es que en algunos
casos es muy difícil conseguirlo. Por ejemplo, si estamos pasando
hambre y no tenemos un lugar digno donde vivir, es realmente
difícil amar la vida y todo lo que nos rodea. Es mucho más fácil
hacerlo si las circunstancias externas son favorables.
Hay una frase de Antonio Blay que muestra este hecho muy
claramente. No recuerdo cómo es exactamente, pero dice alguna
cosa así: “la clave de la felicidad está en el hecho de dar, no en el de
recibir. Lo que pasa es que es más fácil dar cuando se recibe.”
Por todas estas razones, buscar la manera de satisfacer
nuestras necesidades y nuestros deseos forma parte del camino
hacia la felicidad. Es perfectamente normal y natural. La única
precaución que tenemos que tener es no obsesionarnos más de la
cuenta y no perder de vista que la clave de la felicidad es amar. El
mundo físico es muy importante, pero nunca nos hará felices por si
solo si no amamos.

La Fórmula de la Felicidad Funciona Siempre en


Presente
Para acabar, un aspecto muy importante de la fórmula de la
felicidad es su relación con el tiempo. Hasta ahora hemos hablado
mucho del hecho de expresar amor, pero esto es algo que puede
cambiar con el tiempo. En un momento dado podemos estar
expresando amor, y a al cabo de un rato podemos dejar de hacerlo.
¿Cómo se comporta la fórmula de la felicidad en estos casos?

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Pues bien, la fórmula de la felicidad funciona siempre en
presente. Si expreses amor ahora, serás feliz ahora. Y si en cualquier
momento dejas de hacerlo, dejarás de ser feliz. La fórmula de la
felicidad no tiene ningún tipo de memoria. Lo único que le importa
es lo que estás haciendo ahora mismo. Si en el pasado no has
expresado mucho amor, y ahora decides hacerlo, el Universo no te
dirá: ah no, has sido “malo” durante mucho tiempo, así que ahora
no puedes ser feliz aunque intentes amar. Si ahora expresas amor,
serás feliz, independientemente de lo que hayas hecho en el
pasado.
De manera similar, si has sido una persona amorosa durante
toda tu vida, esto no te da derecho a dejar de serlo de vez en
cuando. En el momento en que dejes de expresar amor, dejarás de
ser feliz. El universo no te premiará por el hecho de haber amado
durando mucho tiempo. Si ahora no amas, no serás feliz. El pasado
no juega ningún papel dentro de la fórmula de la felicidad.
Aún así, a la práctica el pasado sí que influye en nuestro
bienestar. Por un motivo muy simple: las personas somos seres que
adquirimos hábitos, y en función de estos hábitos nos cuesta más o
menos hacer las cosas. Pero es importante no confundirse: el
pasado no afecta a la fórmula de la felicidad directamente, afecta a
nuestra capacidad de expresar amor. Son dos cosas diferentes.
Si eres una persona que está acostumbrada a ser positiva y
amorosa, te costará relativamente poco expresar amor. En cambio,
si no lo has hecho nunca, te resultará más difícil; del mismo modo
que te costará menos salir a correr si llevas una temporada
haciéndolo que si es el primer día que lo intentas. Es una simple
cuestión de hábitos y práctica.

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No hay ninguna ley universal que diga que una persona que ha
hecho daño a los demás no puede cambiar de rumbo y ser feliz.
Cualquier persona, aunque haya cometido actos terribles, puede
decidir cambiar de un día para otro y convertirse en una fuente de
amor. Y, si lo consigue, será plenamente feliz. El universo no se
pondrá por en medio ni la obligará a pagar por sus pecados. Cuando
una persona expresa amor de forma sincera, se redime
automáticamente de cualquier pecado que pueda haber cometido.
Lo único a tener en cuenta es que siempre es más difícil hacer
una cosa que no estamos acostumbrados a hacer que una que
hacemos habitualmente. Por esto las personas felices tienden a
seguir siéndolo, y las infelices tienden a seguir dentro de la rueda
del sufrimiento. Pero los hábitos se pueden cambiar, y si alguien
que se ha pasado mucho tiempos sin amar de golpe empieza a
hacerlo, empezará a ser feliz sin que el pasado interfiera en su
bienestar.
Así pues, hayas hecho lo que hayas hecho en el pasado, puedes
empezar una nueva vida ahora mismo. Y si quieres, puedes hacer
que sea una vida feliz.
Sólo tienes que expresar tu amor.

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Espero de todo corazón que te haya gustado el libro. Si quieres
más información sobre este tema, o sobre otros temas
relacionados, puedes visitar mi blog. Siempre serás muy bienvenido:

www.jananguita.es

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