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TEMA:
“Apego en la infancia y la madre”
AUTOR:
DOCENTE:
Chimbote – Perú
2016
INDICE
INTRODUCCIÓN 3
EL APEGO
Historia 4
Definición 5
Elementos fundamentales 6
Tipo de apego 7
CONCLUSIONES 14
INTRODUCCIÓN
El bebé según esta teoría nace con un repertorio de conductas las cuales
tienen como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las
sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son
más que estrategias por decirlo de alguna manera del bebé para vincularse con
sus papás. Con este repertorio los bebés buscan mantener la proximidad con la
figura de apego, resistirse a la separación, protestar si se lleva a cabo
(ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad
desde la que explora el mundo.
Más tarde Mary Ainsworth (1967) en su trabajo con niños en Uganda, encontró
una información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la calidad de
la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego.
Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro
que lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia
de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso
cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no mostrar
apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos
dependían de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.
La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto
continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están
presentes en todos los modelos de crianzas según el medio cultural.
“Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus
demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta
a valorar y continuar la relación” (John Bowlby).
Fase de formación del apego: Abarca desde las seis semanas hasta los seis
meses de edad. En esta fase, el niño orienta su conducta y responde a su
madre de una manera más clara de cómo lo había hecho hasta entonces.
Sonríe, balbucea y sigue con la mirada a su madre de forma más consistente
que al resto de las personas. Sin embargo, todavía no muestran ansiedad
cuando se les separa de la madre a pesar de reconocerla perfectamente. No es
la privación de la madre lo que les provoca enfado, sino la pérdida de contacto
humano como cuando, por ejemplo, se les deja solos en una habitación.
Fase de apego propiamente dicha: Este periodo está comprendido entre los
6-8 meses hasta los 18-24 meses. A estas edades el vínculo afectivo hacia la
madre es tan claro y evidente que el niño suele mostrar gran ansiedad y enfado
cuando se le separa de ésta. A partir de los ocho meses el bebé puede
rechazar el contacto físico incluso con un familiar muy cercano ya que lo único
que desea y le calma es estar en los brazos de su madre. La mayor parte de
las acciones de los niños (andar a gatas por ejemplo) tienen el objetivo de
atraer la atención de la madre y una mayor presencia de ésta.
Elementos fundamentales
Los niños con estilos de apego seguro, son capaces de usar a sus
cuidadores como una base de seguridad cuando están angustiados.
Ellos tienen cuidadores que son sensibles a sus necesidades, por eso,
tienen confianza que sus figuras de apego estarán disponibles, que
responderán y les ayudarán en la adversidad. En el dominio
interpersonal, las personas con apego seguro tienden a ser más cálidas,
estables y con relaciones íntimas satisfactorias, y en el dominio
intrapersonal, tienden a ser más positivas, integradas y con perspectivas
coherentes de sí mismo.
Los niños con estilos de apego evasivo, exhiben un aparente
desinterés y desapego a la presencia de sus cuidadores durante
períodos de angustia. Estos niños tienen poca confianza en que serán
ayudados, poseen inseguridad hacia los demás, miedo a la intimidad y
prefieren mantenerse distanciados de los otros.
Los niños con estilos de apego ansioso-ambivalente, responden a la
separación con angustia intensa y mezclan comportamientos de apego
con expresiones de protesta, enojo y resistencia. Debido a la
inconsistencia en las habilidades emocionales de sus cuidadores, estos
niños no tienen expectativas de confianza respecto al acceso y
respuesta de sus cuidadores.
CAPITULO II: EL APEGO ENTRE MADRE E HIJO
Bowlby (1968); citado por Liliana, Maritza considera esencial para la salud
mental del recién nacido y del niño de corta edad, el calor, la intimidad y la
relación constante con la madre, en la que ambos se encuentren en
satisfacción y goce. La relación del niño con su madre es el nexo más
importante que tiene lugar durante la primera infancia. Es la madre quien lo
alimenta y lo asea, la que le abriga y le presta las atenciones que constituyen la
respuesta frente a sus primeras necesidades de bienestar. El padre aporta la
determinación de la estabilidad emotiva de la madre y la ayuda a mantenerse
en el estado de euforia que constituye el mejor clima moral para el desarrollo
del niño. Para Bowlby, la ausencia de esa relación materna filial se llama
privación materna, término muy amplio que comprende varias situaciones. Se
considera que un niño sufre esta privación cuando vive en el mismo hogar de
su madre y ésta es incapaz de proporcionarle el cuidado amoroso que necesita
o cuando por cualquier motivo se separa de su madre, como sucede en
algunos casos de adopción si la madre sustituta es inadecuada. Los efectos
contraproducentes de esta privación varían en intensidad y conducen a la
movilización de emociones e impulsos en la organización mental del menor
inmaduro fisiológica y psicológicamente. La perturbación en la organización
psíquica resultante de esos estados genera una variedad de reacciones
frecuentemente repetidas y acumuladas, que se traducen en la aparición de
síntomas neuróticos y de inestabilidad. Además, Bowlby señala la existencia de
otros problemas que pueden surgir:
Konrad Lorenz era un zoólogo y etólogo austriaco que desde niño había
sentido fascinación por los patos, los gansos y las ocas. Aunque inició su
formación en medicina, dedicó la mayor parte de su vida a estudiar el
comportamiento de los animales en su hábitat natural. Lorenz, como tantas
personas antes y después que él, había observado que los pollitos de estas
aves nada más romper el cascarón, echan a andar detrás de la madre. La
imagen de una hilera de pequeñas ocas siguiendo a la madre oca es
probablemente familiar para todo el mundo; pero Lorenz reparó en que cuando
los gansos, patos u ocas, no encontraban a la madre al nacer, seguían a la
primera figura que encontraran, con tal que fuera más grande que ellos y se
moviera. Así, el propio Lorenz se convirtió en la madre de muchas
generaciones de patitos.
Las imágenes del Konrad Lorenz seguido por una hilera de gansos u ocas
recién nacidos son célebre en los manuales de psicología y etología; también
aquellas en las que aparece trabajando en su despacho y rodeado de multitud
de patos adultos; o aquellas otras en las que nada en un lago mientras algunas
ocas lo hacen a su alrededor: Una vez que los pollitos habían establecido el
vínculo con él mostraban una tendencia inquebrantable a seguirle allí donde
fuera. Lorenz llamó a este fenómeno Impronta e hipotetizó que tenía un
importante valor adaptativo: Para poder sobrevivir, lo mejor que puede hacer un
patito recién nacido seguir a su madre. Y ya que la madre será probablemente
la primera figura en movimiento que vean, la programación genética está
orientada hacia ello: Seguir a la primera figura en movimiento que ven al nacer.
Los trabajos de Lorenz agrietaron seriamente la idea de que toda conducta es
aprendida: ¿Quién enseñaba a los patos a seguir a su madre por el campo?
¿Quién enseñaba a las ocas a seguir a Lorenz hasta su despacho? El
concepto de impronta, entendida como un vínculo entre la madre y su cría,
entraba en colisión directa con los postulados conductistas. Y a medida que
fueron acumulándose las investigaciones y los experimentos de los etólogos,
fue más innegable que había conductas que no eran aprendidas, sino innatas.
El apego, la búsqueda de cercanía y contacto físico entre una madre y su cría,
era una de ellas y tenía un importante valor de supervivencia. Este hecho,
unido a los trabajos del René Spitz en las maternidades, sugería que el cariño
en el proceso de crianza no sólo es lo natural y deseable, sino lo necesario.
Harry Harlow en los Estados Unidos de los años 70 realizó estudios que
proporcionaron un gran avance en el estudio del apego, pues demostró la
importancia de éste en el desarrollo social y cognitivo de los sujetos.
El estudio con monos rhesus le llevó a Harlow diseñar unos muñecos que
hacían el papel de madre, uno era de alambre y tenía un biberón para
suministrar comida, y el otro estaba forrado con una especie de trapo o paño.
El caso es que el monito pasaba la mayor parte del tiempo con la madre de
trapo, y es con la que corría a refugiarse cuando le asustaban. En uno de los
tests, el llamado de campo abierto, se ponía al monito en una habitación con
objetos que normalmente despertarían su curiosidad para ver su reacción. Los
monos criados con madres de trapo la usaban como base de operaciones, o
fuente de seguridad, para explorar el entorno regresando de vez en cuando a la
madre. Los monitos criados con madres de alambre se quedaban
aterrorizados, encogidos, sin explorar.
Para Harlow, estos experimentos probaban que las madres eran
fisiológicamente equivalentes pero no psicológicamente equivalentes, y el
monito prefería estar con la madre que proveía confort y sensación de
seguridad. Estos resultados iban en contra de la idea de que el afecto es una
respuesta aprendida asociada con la comida. El contacto corporal proveía el
confort que unía al niño a la madre. Pero, en contra de cómo se interpreta
actualmente, Harlow no dedujo de los resultados que los monos rhesus
necesitaban a sus madres. Para él, lo que necesitaban era confort y él había
demostrado que incluso una máquina inanimada podía proveerlo. Cuando
Harlow tradujo estos resultados al campo humano, su argumento era que podía
haber sustitutos para la madre, incluyendo el padre.
Cuando los monos crecieron, se convirtieron en unos adolescentes extraños.
No mostraban interés en el sexo opuesto. Cuando se les colocaba en una
habitación con otros monos se sentaban solos, mirando al espacio y no
interactuaban con los demás. No tenían pensamientos ni actividades de tipo
recreacional ni procreativas. Incluso, cuando se les emparejaba con monos
normales sexualmente experimentados eran incapaces de adoptar las posturas
de copulación adecuadas. Cuando a las hembras se las impregnaba
artificialmente se convertían en unas madres punitivas, rechazaban, abusaban
y mataban a las crías. Las madres sustitutas no les habían convertido en
individuos sociales. Quizás las madres reales sí eran indispensables, después
de todo. En este punto, los resultados de Harlow parecían confirmar las ideas
de Bowlby, Rene Spitz y Mary Ainsworth de que el amor materno era esencial
para el desarrollo emocional del niño.
¿CUÁNDO SE DESARROLLA AL APEGO ENTRE MADRE E HIJO?
Algunos estudios indican que aquellos niños que han entrado en contacto con
su madre inmediatamente después de su nacimiento tienden a desarrollar
apegos más seguros con ellas.
El contacto físico de madre a bebé, ocasiona conexiones entre las neuronas
responsables del desarrollo emocional, esta primera relación determinará las
bases biológicas y emocionales para las relaciones futuras.
Las bases de una relación de apego seguro del bebé con su madre son:
Cada vez que el bebé toma el pecho su madre segrega prolactina y oxitocina.
La prolactina, además de ser la responsable de la producción de leche, hace
que la madre esté más pendiente de su hijo. Y la oxitocina, que hace que la
leche salga del pecho y que la madre sienta amor hacia su hijo. Y eso ocurre
cada vez, varias veces al día.
En primer lugar, lo que hay que saber es que el apego viene a ser ese vínculo
o relación emocional que empieza a forjarse durante las primeras semanas de
vida del recién nacido con respecto a su madre y que se sustenta sobre estos
pilares:
Consigue que el bebé se sienta protegido, feliz, tranquilo y seguro.
Se considera que viene a ser un vínculo perdurable entre esas dos
personas, madre e hijo.
Los expertos en psicología coinciden en subrayar que el apego se
convertirá en la base de las posteriores relaciones que el menor irá
forjando con otros individuos a lo largo de su vida. Es decir, se determina
que si ese apego entre el pequeño y su progenitora no existe o es mínimo,
eso le traerá consigo problemas de tipo conductual e incluso afectivo con
otras personas. Mientras, si la relación entre ambos es positiva, cariñosa y
estrecha, existen muchas más probabilidades de que, conforme va
creciendo, comience a establecer relaciones emocionalmente óptimas con
los individuos que van apareciendo en su vida.
COMO SE FORTALECE EL APEGO ENTRE MADRE E HIJO: