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Ética y conocimiento

Guillermo Rothschuh Villanueva

En sintonía con el interés mostrado por la ACDN de aproximarse al campo de la ética,


en mi caso lo hago una vez más desde la perspectiva de la interrelación que la ética
guarda con el conocimiento. No me desgajaré por la fácil pendiente de las definiciones
conceptuales, mucho menos intentaré esbozar una serie de principios que podrían
incorporarse como parte medular de la dimensión ética del trabajo periodístico, más
bien llamaré la atención acerca de la necesidad de conferir una mayor importancia al
tema del conocimiento en un campo tan diverso y complejo como son los deportes.

En un país como Nicaragua, en donde la libertad de expresión se practica de una


manera laxa, y en donde los periodistas incurren en una serie de patologías que en
nuestro medio han adquirido un carácter crónico: sensacionalismo, medias verdades,
ausencia de objetividad, ocultación deliberada de información, amiguismo, injerencia
desmedida en la vida privada, favoritismo, parcialidad manifiesta, etc., ¿a qué
instancias puede uno recurrir para hacer frente a estos males? ¿Ante la inexistencia
de códigos y normas para encausar conductas desviadas, ante quién o quiénes
pueden o deben recurrir las personas cuando se sienten lesionadas en su dignidad?

Algunos piensan que el mejor antídoto para contener los abusos cometidos por los
periodistas es la promulgación de códigos de ética. En otras palabras, la ancha vía de
la autorregulación se postula como el camino más indicado para evitar intrusiones de
los poderes públicos o privados. Sin lugar a dudas los códigos de ética son
necesarios. Sin embargo, yo escojo un atajo poco transitado. Como lo enuncia el
experto uruguayo Luciano Álvarez, los periodistas cuando son objeto de reclamos
apelan a que su trabajo es realizado con la mayor honestidad profesional.

Partiendo de esta afirmación se tiene que estar claro, que “la honestidad es el trabajo
realizado con apego a ciertos valores y principios, incluida la necesidad de saber de lo
que se está hablando”. Pero resulta que la honestidad entendida como la actuación
profesional con apego a ciertas normas morales no es una razón suficiente para
esgrimirla como una excusa, cuando se incurren en violaciones de cualquier
naturaleza. Álvarez advierte que “para nada sirve un periodista deportivo honesto en el
sentido de los arreglos morales de la sociedad, si desconoce las reglas del juego o las
tácticas, o si es incapaz de argumentar siguiendo algunos principios elementales de la
lógica”.
Al sentar esta tesis lo que se pretende evidenciar es que la honestidad es un recurso
limitado para preservar la calidad de la información. En una época en que la profusa
circulación de la información produce una contaminación ecológica significativa, hay
que añadir que las fronteras de la honestidad llegan hasta donde llega el
conocimiento. Esta situación pone en evidencia la necesidad insoslayable de
establecer y resaltar como punto medular del ejercicio profesional en el campo
deportivo, el dominio absoluto que requieren los periodistas sobre lo que están
hablando o escribiendo. El conocimiento se convierte en el aspecto clave y en un
ingrediente ético que debe tomarse en cuenta a la hora de abordar los diferentes
temas deportivos. En un mundo tan diverso y complejo como lo constituye el
establecimiento deportivo, se requiere del dominio riguroso de diversas disciplinas,
pero sobre todo una apropiación concienzuda de las reglas y normas que rigen la vida
deportiva.

En la sociedad del conocimiento, la premisa de la que debe partirse es el conocimiento


detallado de lo que se está planteando a las diversas audiencias. No basta con tener
una buena voz ni sonreír mejor. Como elemento primario se necesita y antepone el
dominio efectivo del deporte sobre el que se está hablando. La honestidad es una
condición necesaria pero no suficiente. El estudio y el dominio científico-técnico del
deporte pasa a un primer plano. A Giovanni Sartori, le asiste toda la razón. En el Homo
Videns, plantea que no es lo mismo estar informado que saber o dominar una
disciplina. El conocimiento se ha convertido en un ingrediente ético de primer orden en
el despegue del siglo XXI.

El autor es decano de la facultad de Ciencias de la Comunicación de la UCA.

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