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Más de dos mil años de mercado

Pedro Tejo*

Resumen
El presente ensayo revisa en su devenir histórico la categoría socio económica “mercado”. Su
primacía se asienta en el desarrollo del capitalismo, sin embargo, su presencia es constatable -según
se sostiene en este ensayo-, desde las primeras manifestaciones de nuestra vida en sociedad, es decir,
con anterioridad a las construcciones teóricas de la ciencia social iniciadas en el siglo XIX. Esta
verdad es constatada, pero muy al pasar, por relevantes historiadores que han puesto su atención en
el análisis de la historia económica.

Desenterrar el contenido entrelineas del mercado en la historia -según nuestro parecer-, es esencial
para una mirada amplia de los desafíos teóricos y prácticos existentes. Con mayor justificación
cuando se busca reafirmar, cambiar o suplir el mercado.

Palabras claves: división del trabajo, mercado, valor, dinero, precio, interés, salario,
utilidad.

Introducción
Hacer una lectura de la historia universal nos lleva a veces a descubrir hechos que sin más
los dejamos pasar o excluimos o de nuestra consideración. Creo que algo parecido ocurre con la
historia del mercado.

El mercado como categoría de análisis – si es permitido considerarla así-, es válida en la


economía por más de dos mil años, y no desde el auge de esta disciplina como ciencia en pleno XVIII
y XIX. Se asume aquí que la historia del mercado, es de interés para quienes lo bendecimos o
maldecimos. Y con mucha más razón, si el mercado cae en el ámbito de lo que se busca perpetuar,
cambiar o reemplazar.

Sin desmerecer la amplia literatura existente, son tres los principales libros que forman parte
de la lectura que dio forma a este ensayo sobre la historia del mercado y de la aventura por recordarla.

* Ingeniero Comercial, Mención Economía, Universidad de Chile. Master of Applied Economics, Georgetown University-
Universidad Alberto Hurtado. Diplomado en Filosofía, Universidad Alberto Hurtado.
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Estos son: la obra ilustrada de Joseph Schumpeter, Historia del Análisis Económico. También las
muy documentadas Historia de las Doctrinas Económicas de Charles Gide y Charles Rist y la Historia
de las Doctrinas Económicas de Eric Roll. Al repasar dentro en su densidad cada una de estas obras
fue apareciendo el mercado casi entre líneas, como una categoría con más relevancia de la que se
pudiera pensar anticipadamente. La historia del mercado que aquí se rescata, es, entonces, la que
relatan en estas obras estos eruditos. La idea de este relato surgió una vez que apareció de la lectura
página tras página un conjunto de fenómenos atrayentes. Y para no presumir de original, vale la pena
destacar que esta búsqueda es independiente de si el tema se encontraba en tierras vírgenes o en suelos
ya previamente cultivados.

Sería una historia muy conocida si el comienzo de la disciplina económica fuera entre 1750
y 1800, concordante con el éxito culminante en esa época de la obra Wealth of Nations, de Adam
Smith. Pero, “lo notable es constatar -como señala Schumpeter-, que la historia del pensamiento
económico parte de los documentos de las teocracias nacionales de la Antigüedad, cuyas economías
presentaban fenómenos no del todo diferente de los nuestros, y problemas que aquellos hombres
trataron en un sentido que, en lo fundamental, tampoco difería tanto del que seguimos nosotros”
(Schumpeter, 2012: 88).

No obstante, “es sorprendente la unanimidad de opinión entre los historiadores de las


doctrinas económicas de comenzar el relato desde 1776. Así muchos escritores han llegado hasta
ignorar por completo cualquier pensamiento anterior, o al referirse a él lo hacen sólo en términos muy
superficiales” (Roll, 1994: 22).

“Historiadores como Gide y Rist empiezan su historia con los fisiócratas del siglo XVIII.
Cannan en su Repaso a la teoría económica (ed FCE, p,9), dice que nos llevaríamos una desilusión si
esperásemos encontrar especulaciones económicas interesantes en los escritos de los filósofos
griegos. Duhring (Kritische Geschichete der National 𝑂̈konomie und des Sozialismus, 1984), dice
que ni el pensamiento antiguo ni el medieval aportaron nada positivo a la ciencia económica.
Schumpeter (Epochen der Dogmen und Mothodengeschichte, 2a ed., 1925) admite la influencia
indirecta de la filosofía griega, pero minimiza sus aportaciones particulares. Marx, en cambio, en un
capítulo que escribió para Anti-𝐷̈uhring de Engels, hace justicia solo de pasada al pensamiento
económico griego o, por lo menos, a Aristóteles. No está demás, agrega, que la economía política
como ciencia, se inicia en una época en que los cimientos del capitalismo industrial eran ya muy
fuertes” (Roll, 1994: 22).

“Es perfectamente comprensible -dice Schumpeter a modo de explicación-, que las cuestiones
económicas, pese a su importancia, tardaran mucho más tiempo que los fenómenos de la naturaleza
en provocar la curiosidad científica. La naturaleza exhibe secretos con los que apasiona enfrentarse.
La vida económica -agrega para relativizar este segundo plano en que queda-, es la suma conjunta de
experiencias más corrientes y grises” (Schumpeter, 2012: 89).
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Categorías de análisis que cruzan la historia


Pero no se pretende exagerar la importancia ni el volumen del pensamiento económico
primitivo. Por su naturaleza, fácilmente queda fuera de toda complejidad social. Sostiene Roll al
respecto: “Los hombres no pueden empezar a construir teorías sobre el proceso económico mientras
éste sea tan sencillo que no necesite una explicación especial. Hasta donde podemos descubrir las
ideas que conscientemente sustentaba el hombre primitivo parecen destinadas a proporcionar alguna
explicación sobre los cambios de estación, la fertilidad de la tierra, las costumbres de los animales y
la influencia de todo ello sobre la habilidad para satisfacer las necesidades humanas. El proceso
económico de una comunidad en que la técnica de producción es simple, en que la propiedad es
comunal y en que existe la división del trabajo, pero sin haber llegado aún a un habitual intercambio
privado de productos” (Roll: 1994: 23)

Llega un momento, sin embargo, en que son introducidas diferentes medidas sociales para
aprovechar al máximo las posibilidades de la comunidad. “La división del trabajo progresa hasta
llevar consigo el establecimiento del intercambio privado y la ampliación de la propiedad de los
bienes de consumo a los de la producción. La producción se hace entonces habitualmente con fines
de intercambio privado. Desaparece la facilidad de vigilar y dirigir el proceso económico social que
se daba en las comunidades más primitivas, porque éste ahora se ha hecho impersonal” (Roll, 1994:
24).

Schumpeter agrega su propia explicación para la aparición del mercado, en los siguientes
términos: “La división del trabajo se atribuye a una propensión innata al trueque, así como al
desarrollo de esa propensión hasta la paulatina aparición y expansión de los mercados: la amplitud
del mercado en un determinado momento resuelve hasta dónde puede llegar la división del trabajo”
(Schumpeter, 2012: 230).

Pasemos ahora a la correspondiente revisión histórica.

Pensamiento antiguo
“Aquella sociedad, o la más antigua descrita en el Antiguo Testamento, poseía, sin duda,
algunas de las características del capitalismo moderno: propiedad privada, división del trabajo,
mercados y moneda. El hecho de que esos juicios (descripciones) sean fragmentarios y esporádicos
no aminora su importancia” (Roll, 1995: 22).

“El proceso económico impersonal de una sociedad más compleja, estratificada en clases y
castas y basada en gran parte en la propiedad privada, está reflejado en el Antiguo Testamento y en
las recopilaciones posteriores de leyes e interpretaciones que constituyen el genuino pensamiento
hebreo” (Roll, 1994: 24). “Los libros sagrados de Israel, en particular las partes jurídicas de los
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mismos revelan una perfecta comprensión de los problemas económicos prácticos del estado hebreo”
(Schumpeter, 2012: 88).

Mientras tanto otra civilización se desarrolló de un modo no del todo diferente. “Poco
sabemos de la historia de Grecia, pero de los mitos que subsisten y de la leyenda como la constitución
de Teseo,1 parece que ya en aquella lejana época estaba muy avanzada la decadencia de la
organización trivial, Existían ya la propiedad privada de la tierra, la división del trabajo en grado muy
avanzado, el comercio -sobre todo marítimo- y el uso del dinero” (Roll, 1994: 26).

Fue Platón el primero que intentó hacer una exposición sistemática de los principios de la
sociedad y del origen de la Ciudad-Estado. “La ciudad, dice,2 es una consecuencia de la división del
trabajo, el cual, a su vez es el resultado de las diferentes aptitudes naturales de los hombres y de la
multiplicidad de las necesidades humanas. Pero cuando los hombres se especializan y cada uno ya no
se basta a sí mismo, se hace imprescindible -agrega- una organización comercial” (Roll, 1944:28,
29).

“Platón al igual que Aristóteles siguiéndole en esto, acentúa no el aumento de la eficacia


resultante de la división del trabajo en general, sino el aumento de la eficacia resultante de la
especialización de cada cual en aquello para lo cual es más apto por naturaleza” (Schumpeter,
2012:92).

Pero fue Aristóteles el que puso los cimientos de gran parte del pensamiento económico de
aquella época. “El estudio de la ciencia del abastecimiento llevó pronto a Aristóteles a analizar el arte
del cambio, por medio del cual se satisfacen cada vez mejor las necesidades del hogar” (Roll,
1994:33). “Aristóteles basa categóricamente su análisis económico en las necesidades y su
satisfacción. Partiendo de la economía doméstica, introduce la división del trabajo, el trueque y, luego
para superar las dificultades del truque directo, el dinero” (Schumpeter, 2012:97).

Según Aristóteles, “este intercambio toma naturalmente al principio la forma de trueque. Pero
la persona que desea lo que otra tiene carece acaso de lo que ésta desea. Por lo tanto, será a menudo
necesario aceptar en cambio algo que no se desea, con objeto de obtener lo que desea por medio de
otro acto de trueque (intercambio indirecto). Entonces una conveniencia evidente induciría a la gente
a elegir -tácitamente o por un acto legislativo-, una mercancía como medio de cambio. Aristóteles
menciona brevemente el hecho de que algunas mercancías -como los metales- son más adecuadas que
otras para esta función, y anticipa así algunos de los lugares comunes más trillados de los manuales
de economía del siglo XIX acerca de la homogeneidad, diversidad, portabilidad, estabilidad relativa
del dinero como medio de cambio”. (Schumpeter, 2012:99).

1
Teseo era uno de los hombres más famosos de Grecia. Se decía que tenía dos padres, el rey Egeo, de Atenas y el dios del
mar, Posidón.
2 Platón, La República, libro II.
5

“Aristóteles llevó así un poco más lejos la definición platónica del dinero como símbolo para
fines de cambio. Señala la forma en que las molestias del trueque directo condujeron al desarrollo del
cambio indirecto, cómo la moneda remplazó a la medición por tamaño y el peso, y cómo nació el
comercio por el comercio mismo, o sea el afán de adquirir dinero. Aristóteles entre medio lanza una
sentencia: La peor forma de adquirir dinero es la que usa el dinero mismo como fuente de
acumulación. O sea, la usura. El dinero está destinado a ser usado en el cambio, pero no para
acrecentarlo por medio del interés” (Roll, 1994:33).

“Hay dos usos para todas las cosas que poseemos: ambos pertenecen a la cosa como tal, pero
no en la misma forma, porque uno es el uso propio y el otro es el uso impropio o secundario de ellas.
Por ejemplo, un zapato se usa para calzarlo y también para cambiarlo; ambos son usos del zapato.3
Con estas palabras puso Aristóteles la base de la distinción entre valor de uso y valor de cambio, que
ha perdurado como parte de la doctrina económica hasta el día de hoy” (Roll, 1994:33).

El resumen hasta aquí, sería que la mera existencia de una sociedad simple o compleja implicó
el intercambio de bienes y servicios. Y según el testimonio de Aristóteles, desde entonces aparece
armada y en funciones un hecho histórico: la cadena propiedad privada, división del trabajo, mercado,
y moneda.

Pensamiento feudal
La Edad Media tiene inicio con la Caída del Imperio Romano de Occidente en poder de los
pueblos bárbaros en el año 476 y finaliza con la caída del Imperio Bizantino. Los acontecimientos
económicos tomaron nuevos rumbos. El comercio pasó a estar en entredicho y la preocupación de
esa época estuvo más bien en el precio que regía en ese comercio.

“No obstante su general antipatía por el comercio, los primeros Padres de la Iglesia tuvieron
que hacerle frente a una práctica que condenaban, y que no podían abolir. Aun cuando habían
intentado hacerlo formulando el principio del precio justo inherente a los valores de las mercancías,
y enseñando que aparte de él era infringir el código moral” (Roll, 1994:45).

A modo de precisar el contenido del precio justo, “San Agustín, en su famoso ejemplo del
comprador honrado, sólo dice que, aunque el vendedor ignoraba el valor del manuscrito que vendía,
el comprador pagó el precio justo” (Roll, 1994:45).

Santo Tomás de Aquino como una aproximación al concepto de precio justo, parece haber
sustentado una vaga teoría del valor de cambio con base en el costo de producción, la cual revistió

3 Aristóteles, Política (trad. de Jowett), lib. I, 9.


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igualmente una forma ética. “El costo de producción se determinaba por el principio de la justicia, a
saber, lo que era necesario para la subsistencia del productor” (Roll, 1994:45).

“Sin embargo, la idea del precio justo expresaba, en general, poco más que la del precio
convencional. Sobre todo, estaba concebido para evitar el enriquecimiento por medio del comercio.
La idea de un precio convencional no era del todo irreal en los primeros tiempos de la Edad Media.
La sociedad de entonces, con su economía preponderadamente natural, con dificultades en el
transporte, el comercio restringido y sólo mercados locales, no era el medio apropiado por su
simplicidad para determinar el precio de acuerdo con el amplio y complejo juego de las fuerzas de la
oferta y la demanda tal como el que conocemos hoy día” (Roll, 1994:45,46). Para dicha época el
precio justo tenía, entonces, algún grado significativo de aplicación.

En cuanto al código moral, “En las obras de Santo Tomás de Aquino, la doctrina contra la
usura se fundamentaba en Aristóteles tanto, si no más que en las Sagradas Escrituras. La oposición
de Aristóteles a la usura nacía de su teoría sobre la naturaleza del dinero. El dinero -había dicho-
nació como un medio para facilitar el cambio legítimo (natural), que tiene por único objeto la
satisfacción de las necesidades de los consumidores” (Roll, 1994:48).

Un salto significativo en la presentación de esta cronología llega en pleno siglo XIV por
medio de los escritos de Nicolás Oresme.4 La atención estuvo en precisar los alcances del dinero
usado en el comercio.

“Nicolás Oresme escribe Traictie de la Premiere Invention des Monnoies,5 donde expone una
teoría del dinero que empieza con una exposición detallada del origen del dinero que sigue
lineamientos aristotélicos, pero enriquecida con un examen cuidadoso de las cualidades que hacen a
los bienes adecuados para ser adoptados como moneda. Distingue entre los usos propios del oro y de
la plata su aplicación a un sistema monetario. Su metalismo se atenúa al comprobar la necesidad de
conseguir que la proporción del valor comercial de los metales debe regular la proporción de sus
valores monetarios. Implica que el valor del dinero depende, en última instancia, del valor de la
mercancía-moneda” (Roll, 1994:50).

Por otra parte, “A pesar de la actitud más decidida de la Iglesia y de sus argumentos más
elaborados, la práctica de cobrar intereses se generalizó al paso de la expansión económica” (Roll,
1994:48). Otro precio, ya no el de los bienes y servicios si no el interés como precio del dinero, tomó
fuerza.

“La autoridad seglar se interesó cada vez más por la reglamentación que por la prohibición
del interés. Ya en el siglo XIV era más frecuentes los decretos que fijaban tipos máximos, y en la

4 Principal artífice de la renovación medieval, previa a la revolución científica moderna.


5 Véase para un resumen: Monroe, A, E. Early Economic Thought (1924), pp. 79-102.
7

época de los descubrimientos, durante los siglos XV y XVI, los canales para hacer inversiones
lucrativas aumentaron a tal grado que se hizo imposible conciliar las doctrinas de los primeros
canonistas con la práctica económica existentes” (Roll, 1994:48).

El repliegue del derecho canónico fue lento e implicó la concesión de excepciones más bien
que el abandono del principio. “De estas excepciones la más importante fue la doctrina del damnum
emergens, traducida como la pérdida experimentada por el prestamista. Cuando ocurría una dilación
o retraso (mora) en el pago de un préstamo, el prestamista estaba autorizado para exigir una multa
convencional. Pero esas excepciones abrieron la puerta al cobro de intereses sin muchas distinciones”
(Roll, 1994:48).

Aún más importante para quebrantar la prohibición originaria fue la doctrina relativa al
lucrum cessans. “Perder la oportunidad de ganar por haber prestado dinero vino a ser otra justificación
para cobrar intereses. El triunfo fue aún más completo al reconocer que el prestamista podía reclamar
una compensación especial por el riego a que se exponía, si el préstamo no era devuelto” (Roll.
1994:49).

“Al final, la prohibición general cayó virtualmente en desuso. Lo que podríamos llamar el
cobro del interés que cubría el riego de pérdidas tanto como la probabilidad de ganancia, comenzó a
considerarse legítima” (Roll, 1994:49).

“Calvino, en una famosa carta escrita en 1574, 6 negaba que el cobro de intereses por el uso
del dinero fuera pecaminoso en sí mismo. Rechazaba la doctrina de Aristóteles sobre la esterilidad
del dinero y sostenía que podía utilizársele en cosas que produjeran un rédito” (Roll, 1994:49).

En este avance de la historia, el cobro y pago de un interés ya estaba normado y legitimado.


Se conformaba a una realidad donde coexisten no solo distintos mercados de mercancías sino también
diversos mercados del crédito.

“Al ahondarse el abismo entre los preceptos y la práctica, los fundamentos sobre los que
descansaban los principios canónicos pudieron salvarse únicamente arrojando por la borda la
pretensión de que ellos tenían una relación directa con los negocios prácticos, y se efectuó una
separación en virtud de la cual el dogma religioso dejó de representar tanto un análisis de la sociedad
existente como un código de conducta. La religión se convirtió en algo distinto y apartado de los
problemas mundanos envueltos en la adquisición de la riqueza. La doctrina económica fue desde
entonces independiente de la religión. Así quedaron sentadas las bases de una ciencia secular de la
economía” (Roll, 1994:51).

6 Tawney, R.H., Religion and the Rise of Capitalism (1929) p. 106.


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Capitalismo comercial

La preocupación durante los siglos XV y XVI y apogeo en el siglo XVII giró en torno a la
acumulación de metales preciosos, fundamentalmente oro. Las premisas de este sistema eran que la
riqueza y prosperidad de una nación dependían del capital acumulable en estos metales. Dicha
preocupación fortaleció nuevas y ampliadas formas de comercio. Ahora extendidas geográficamente
de oriente a occidente y de norte a sur del mundo.7

“La circulación de bienes o mercancías fue la esencia de la actividad económica. Su finalidad,


la acumulación de dinero, correspondía a las ideas tradicionales de la riqueza y de los objetivos de la
política nacional” (Roll, 1994:62).

“La acumulación se reveló de modo particular en la esfera del comercio exterior. Tuvo como
consecuencia el que los mercantilistas buscaran un excedente de exportación, que en su esencia era
el deseo de crear un excedente de riqueza” (Roll, 1994:63).

Con el comercio interior no se enriquecía la nación en general, sino que sólo tenía lugar un
cambio en la riqueza relativa de los individuos que la conformaban, pero que sin duda era el comercio
exterior el que aumentaba la riqueza de un país.

“Admitido que los metales preciosos son los representantes más valiosos de la riqueza, es
evidente la necesidad de una política que evite su exportación y fomente su importación. Las
prohibiciones de exportar oro y plata datan ya de los tiempos medievales y persistieron hasta la época
del desarrollo mercantilista” (Roll, 1994:66).

Los hombres dependieron cada vez más del cambio para la satisfacción de sus necesidades y
crean un medio para facilitarlo. Adoptan convencionalmente el uso de un artículo que sea útil por sí
mismo, como el oro o la plata para facilitar el cambio. La moneda reemplazó a las mediciones en base
al tamaño y el peso de las mercancías que se intercambiaban. Nació el comercio por el comercio
mismo, o sea el afán de adquirir dinero como fuente de acumulación y así riqueza.

Los mercantilistas pensaban que la riqueza provenía del intercambio, mediante el cual
algunas naciones eran favorecidas y otras no. De ahí que aconsejaran a los monarcas absolutos poner
todo el peso del Estado en defender su producción y su comercio contra la producción y el comercio

7 La ruta de la seda ilustra este comercio. Aunque está documentada su existencia hace 2000 años, su apogeo se vivió en el
siglo VIII. Tuvo un renacer en los siglos XIII y XIV.
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de los otros países. Era la base extendida y fortalecida de una nueva forma mercado, Era el turno del
mercado del comercio exterior.

“Ya Hales había afirmado: Siempre debemos cuidarnos de no comprar a los extranjeros más
de lo que les vendemos, pues de lo contrario nos empobreceríamos nosotros y les enriqueceríamos a
ellos”8 (Roll, 1994:69).

“Cannan,9 sostiene que hay que establecer una distinción entre el metalismo (bullionism), que
existió durante gran parte de la baja Edad Media, y el mercantilismo propiamente dicho, que no
aparece hasta el siglo XVII, con la influencia creciente del incipiente capitalismo industrial,
interesado en la expansión del comercio de exportación” (Roll, 1994:59).

“Antonio Serra en su Breve Trattato10 empieza señalando los medios por los que un país que
no posee minas de oro ni de plata podría obtener un acervo abundante de metales preciosos. El primer
conjunto de medios eran los peculiares a un país individualmente considerado, tales como un
excedente de productos nacionales que pudieran exportarse a cambio de metálico, pero también la
situación geográfica que puede darle ventajas en el comercio del transporte o del intermediario” (Roll,
1994:71).

“Tomás Mun11 se da perfectamente cuenta también de la existencia de comercio del transporte


o comercio invisible. Recomienda con ahínco que el comercio inglés se haga sólo con barcos ingleses,
pues con ello se obtendrá la ganancia del comerciante de los gastos de seguro y del flete del transporte
marítimo”12 (Roll, 1994:74).

Una complejidad adicional surge de este comercio. Surge al preguntarse cómo se


relacionaban las monedas de los distintos países usadas para el intercambio. Esta propiedad es lo que
después se llamó “paridad monetaria”, es decir, la proporción de los valores de dos monedas basadas
en su contenido metálico y que cotizan exactamente con el mismo valor al mismo tiempo. Tales
cotizaciones fueron el principio del cada vez más intricado ahora de un mercado de divisas, que
conformaban las monedas de los países que participaban del intercambio comercial de sur a norte de
este a oeste del mapa mundial.

“El desarrollo de los cambios ilegítimos destruía, por el comportamiento malicioso del
comercio, la verdadera paridad de las monedas basadas en el contenido metálico. Los cambios que se

8 Hales, J. A Discourse of the Common Weal of this Realm of England. Ed. Lamond, 1929, p.63.
9 Cannan, E. Repaso a la teoría económica, México (1946), pp. 13-14.
10 Monroe A, E, op.cit, pp 145-167.
11 Principal pensador del mercantilismo en la historia.
12 Heckescher E. F., Mercatilism (1953) vol. II, pp. 238-243. (La época mercantilista, trad. de Wenceslao Roces, FCE,

México (1943).
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hacían con bases en esa proporción eran los únicos que correspondían al par pro pari, fundamento
moral del cambio. Si la proporción de oro de cada moneda variaba malisiosamente, el cambio
implicaba una injusticia para una de las partes” (Roll, 1994:68).

La teoría y la política mercantilista ya habían realizado su labor. Había abolido las


restricciones medievales y contribuye a la creación de los Estados nacionales unidos y poderosos.
Éstos, a su vez, se convirtieron en potentes instrumentos para fomentar el comercio hasta que el
capitalismo incipiente que avanzaba un poco más allá de la producción artesanal se convirtió en un
capitalismo industrial plenamente maduro.

Adam Smith inició su famosa crítica al mercantilismo atacando la noción popular de que la
riqueza consiste en dinero o en oro y plata.13

Capitalismo industrial
El pensamiento fisiócrata desplazó el análisis económico desde la esfera de la circulación, en
que lo tenían los mercantilistas, a la esfera de la producción. La fisiocracia surge como una reacción
de tipo intelectual a la común concepción intervencionista del pensamiento mercantil, y para ahondar
más las diferencias, ellos estudiaban las fuerzas reales que conducían al desarrollo, es decir,
estudiaron la creación del valor físico.

“Los fisiócratas comparten con los economistas ingleses preclásicos más avanzados, tales
como Petty y Cantillon, el mérito de haber descartado definitivamente la creencia mercantilista de
que la riqueza y sus aumentos se debían al comercio. Llevaron a la esfera de la producción el poder
de creación de riqueza y de excedente susceptible de acumulación” (Roll, 1994:120).

“La forma de producción de la época mercantil, en que el capitalista comercial tomaba


decisiones comprando materias primas y equipo que entregaba a talleres domésticos y después
procedía a vender los productos en mercados cada vez amplios, pudo sobrevivir durante mucho
tiempo en algunas regiones, países o ramas de la industria, pero ya no era la forma típica. La tendencia
iba definitivamente hacia la producción fabril” (Roll, 1994:89).

El último cuarto de siglo XVIII está lleno de sucesos que parecen pregonar la fundación de
una nueva era en la organización económica y política. En el campo de la producción, se presenció el
comienzo de la Revolución Industrial, que iba a abrir enormes posibilidades de expansión al reinado
del capitalismo industrial. Poco después, la Revolución Francesa selló el destino de lo que aún
quedaba de la sociedad medieval.

13 Riqueza da la Naciones, libro IV, capítulo I.


11

“El capitalismo industrial es más antiguo que la evolución Industrial. La política mercantilista
empieza a decaer poco antes de fines del siglo XVIII en Inglaterra, el país capitalista más adelantado
de la época. La estructura política había empezado a cambiar de acuerdo con las ideas del liberalismo
mucho antes de que la Revolución Francesa llevase su estímulo de la fuerza del liberalismo a todas
partes. También la teoría económica había adquirido un nuevo contenido y nuevos métodos mucho
antes de que Adam Smith apareciese en escena para hacerla consciente de su propio carácter” (Roll,
1994:128).

“Para que el capital comercial se convirtiera en capital industrial, eran esencial que encontrase
mano de obra, tierra y materias primas como mercancías adquiribles en un mercado. La compra y
venta de bienes, incluso de materia prima, se habían hecho habituales antes de iniciarse la industria
moderna, y la comercialización de la agricultura y el hundimiento del régimen feudal habían
convertido gradualmente la tierra en un artículo de comercio. En lo que respecta a la mano de obra,
el cambio fue más lento, y en este punto es donde el siglo XVIII realizó la más importante de las
transformaciones sociales que necesitaba el capitalismo. Dio nacimiento a una clase de trabajadores:
los asalariados. Sentó los cimientos de la clase obrera moderna” (Roll, 1994:89).

Formalmente, estaba en acción la demanda y oferta de fuerza de trabajo a un salario pagado


y recibido. Esto es, toma forma un nuevo mercado, el mercado del trabajo.

“Así, en el siglo XVIII se desarrolló en Francia el cuerpo de teoría económica con el nombre
de fisiocracia. Aunque se basa en una experiencia diferente y adopta una forma distinta, sus efectos
sobre el desenvolvimiento del pensamiento económico fueron muy semejantes a las que habían
desplegado hasta entonces los economistas ingleses. Ambas aportaciones fueron unidas
posteriormente por Adam Smith en un solo sistema” (Roll, 1994:119).

El gran adelanto del pensamiento económico que se debe a Smith es la emancipación de las
cadenas mercantilista y fisiócratas. “Durante doscientos años, los economistas habían estado
buscando la fuente última de la riqueza. Los mercantilistas la habían encontrado en el comercio
exterior, los fisiócratas habían ido más lejos y trasladaron el origen de la riqueza de la esfera del
cambio a la de la producción. A Smith, construyendo sobre los cimientos sentados por Petty y
Cantillon, llevó a cabo la revolución final. El trabajo como tal se convierte con Smith en la fuente
que abastece a todas las naciones” (Roll. 1994:143).

Con Adam Smith la historia del concepto del “valor” evolucionó desde una concepción del
valor-mercancía a otro concebido como valor-trabajo. Después, la economía moderna dio otro salto.
Agrega la utilidad como “causa” del valor, esto es, la teoría del valor-utilidad que es la que prevale
en nuestros tiempos y aparece como fin de la historia.
12

“Durante el siglo XVIII, algunos economistas italianos habían concedido gran importancia a
la utilidad, y en 1776 el abate Condillac había publicado un libro titulado Le Commerce et
Gouvernement considérés l´un á l´autre, que contiene una de las primeras exposiciones de la teoría
de la utilidad. Para Condillac, el valor es el problema central de la economía política. La fuente del
valor -dice- es la utilidad, pero no en el sentido corriente de la palabra. En Condillac, como en la
contemporánea teoría subjetiva del valor, la utilidad como concepto económico no es ya una cualidad
física de los bienes, sino la importancia que el individuo da a un bien como capaz de satisfacer una
necesidad. La utilidad, por consiguiente, es una relación, y sube y baja al aumentar o disminuir la
necesidad” (Roll, 1994:292).

De aquí se sigue que toda actividad ya sea agrícola industrial o comercial será productiva en
la medida que es creadora de utilidad.

Posteriormente, Pareto14 agrega una breve reflexión. “Nos muestra que la teoría de la utilidad
no utilizó nunca más postulados que el siguiente: puesto ante un determinado conjunto de precios y
una determinada “renta” o ingreso, cada cual elige comprar (o vender) de un modo unívoco
determinado” (Schumpeter, 2012:1159).

El relato concluye aquí. En el presente, la teoría económica se alimenta de la construcción de


un concepto denominado demanda, cuyo contenido es la maximización de utilidades del demandante
y de otro denominado oferta, que busca el beneficio óptimo del oferente. La historia que sigue es, por
cierto, azas conocida.

Conclusiones
Rescatamos de esta narración el levantamiento de dos categorías de análisis íntimamente
interdependientes y que pueden ser muy válidas para las ciencias sociales: el concepto de valor y el
concepto de mercado. Con una diferencia a tener muy en cuenta, el primero es un concepto que ha
venido redefiniéndose en su contenido y debilitando en sus alcances metodológicos. Valor-mercancía,
valor-trabajo o valor-utilidad ya no son contenidos que formen parte apremiante de la literatura
reciente o de la discusión académica actual.

En tanto que el otro, el concepto de mercado se ha diversificado a través de la historia en su


contenido y ha fortalecido como parte nada menos que de la teoría social. Mercado de bienes, mercado
del crédito, mercado del dinero, mercado internacional, mercado de divisas, mercado del trabajo, son
parte del concepto de “mercado” que cada vez se torna más sofisticado y omnipresente15. Si se

14 Vifredo Pareto (1848-1923)


15 Actualmente una ilustración es China. Está construyendo un imperio enfocado en el comercio. Siglos atrás españoles,
portugueses, holandeses se hacían de grandes territorios. China no quiere gobernar países, solo quiere acceso a sus mercados
y recursos. Véase Khanna, (2016).
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agregara el alcance que ha logrado en pleno siglo XXI la existencia de los mercados virtuales, el
concepto de “mercado” como una categoría de análisis de primer orden, sale aún más reforzada.

Bibliografía
Schumpeter, Joseph (2012): Historia del Análisis Económico. España: Editorial Planeta, ediciones
Ariel Economía.
Roll, Eric (1994): Historia de las Doctrinas Económicas. México: Fondo de Cultura Económica.

Bibliografía recomendada
Khanna, Parag (2016): Connectography, Mapping the Future of Global Civilization. Random House.
Gide, Charles; Rist, Charles (1915): Historia de las doctrinas económicas desde los fisiócratas hasta
nuestros días.
Moreno Villa, Mariano (1997): Diccionario de Pensamiento Contemporáneo, España: San Pablo,
División Comercial.

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