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Un tema recurrente que es parte de la agenda política y que obliga a los partidos políticos
a tomar posición respecto de reformar la Constitución del 93 o una nueva Constitución
por la vía de una Asamblea Constituyente.
Lasalle nos dice que una constitución es una ley fundamental sobre el cual descansa todo
el sistema jurídico político de una nación, es una ley fundamental que expresa los
verdaderos factores de poder que rigen en un país.
Hans Kelsen dice que una constitución es el fundamento del estado, es la base del orden
jurídico. es un principio donde se expresa jurídicamente el equilibrio de las fuerzas
políticas, es la norma que regula la elaboración de las leyes y la conducta recíproca de los
miembros de una sociedad.
Carlos Santiago Nino nos dice que una constitución es una “carta de navegación “, porque
guía y orienta el destino de un país mediante procedimientos y valores que revisten de
legalidad y legitiman el poder político garantizando el respeto, la promoción y el
desarrollo de los derechos humanos.
Y ¿cuáles son las partes de una Constitución? De acuerdo con la doctrina una
Constitución se divide en los siguientes:
4. Y la parte final que contiene las Disposiciones Finales y Transitorias, que sólo rigen
por un tiempo determinado y que generalmente constituyen el puente normativo entre la
Constitución vieja y la Constitución nueva
Ahora bien, fijemos el concepto de reforma en su verdadera acepción.
En primer lugar, el concepto de reforma implica una reforma parcial, es decir, reformar
las parte de un todo. Bajo este concepto se puede reformar un artículo, un capítulo, o un
título de la Carta Política. Sobre la existencia de ese todo habría que hacer las reformas.
Pero la reforma de un todo tiene que respetar los principios rectores que sustentan ese
todo, tiene que respeta su núcleo duro. No se puede alterar sus esencias.
En nuestro caso, ese TODO, sería la Carta del 93 y lo que se pretende es hacer una o
varias reformas sobre se todo. Es decir, habría que hacer meras reformas, sin tocar su
núcleo duro, respetando sus esencias, su identidad y garantizando su continuidad
constitucional. Porque reformar no es suprimir el TODO
Si se exige una reforma, entonces, ¿qué instituciones se quiere reformar? ¿Se quiere
reformar el Congreso de la República para que no sea de una sola Cámara sino de dos
Cámaras? ¿Se quiere reformar la modalidad del voto, para que ésta no sea obligatoria sino
facultativa? ¿Se quiere reformar las atribuciones del Presidente de la República para que
sólo sea Jefe de Estado más no Jefe de Gobierno?
En puridad de verdad toda reforma es buena porque permite que una Constitución del
siglo pasado, gracias a su reforma, se convierta en una Constitución moderna y ágil y por
lo tanto, aplicable.
Creo que esas interrogantes son fundamentales, porque una Constitución, no es cualquier
ley ordinaria, no es el resultado de la ocurrencia de unos pocos legisladores que diseñan
una Constitución por encargo de algún autócrata de turno.