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Estefanía Antolinez - 20112155029

Fuente: Rojas, A. (2011) Gobernar(se) en nombre de la cultura. Interculturalidad y educación para grupos
étnicos en Colombia. Revista Colombiana de Antropología. 47 (2). Pp. 173- 198

Reseña

Axel Rojas es un sociólogo colombiano, quien se ha especializado en la Educación Multicultural. Para el


desarrollo de su artículo Gobernar(se) en nombre de la cultura. Interculturalidad y educación para grupos
étnicos en Colombia, enfatiza en el desarrollo histórico y el proceso de institucionalización de la educación
indígena y etnoeducación en Colombia.

El proceso de institucionalización de las iniciativas de educación indígena, fueron desarrolladas para los
años cuarenta, como producto del Primer Congreso Indigenista Interamericano. Para este caso, el
concepto de interculturalidad, era tratado de manera descriptiva (Rojas, 2011), con el trasegar del tiempo,
el termino cobrará mayor relevancia; principalmente en términos jurídicos.

La justificación de las propuestas jurídicas frente a políticas de educación indígena, son desarrolladas como
aporte al reconocimiento del sometimiento histórico por parte de estas comunidades. Sin embargo, el
desarrollo delas políticas entraman juegos burocráticos. Aquellas relaciones que subyacen del
establecimiento de las políticas, serán interpretadas por el autor como dispositivos de gubernamentalidad.
Dichos dispositivos están dispuestos a la “orientación de la conducta de ciertas poblaciones e individuos
[…]” (Rojas, 2011. P. 173). Para el caso concreto, dispuestos a las comunidades indígenas y étnicas.

Inicialmente es importante resaltar que desde la perspectiva de Foucault – retomada por el autor -, las
prácticas de gobierno no se remontan al poder estatal -únicamente – sino que hacen referencia a prácticas
de poder ejercidas sobre la población. Una de las características en las que se insertan dichos dispositivos
están dadas desde “lo cultural”, de esta manera definen formas desde las cuales deben comprenderse las
manifestaciones culturales de las sociedades y que, a su vez legitiman. Es decir, la cultura convertida en
objeto de análisis de la academia, la política y el gobierno busca conducir la conducta de los individuos por
medio de la instauración de una forma de racionamiento conforme a lo establecido en el gobierno.

Esta concepción de dispositivo y de gubernamentalidad, puede verse reflejada en Colombia desde la


postura del indigenismo. Disciplinas como la antropología, de la mano con la fuerza estatal; permitieron
establecer criterios y personas con el poder de hablar por las comunidades. En este sentido, no es el
indígena empoderado quien decide involucrarse en una lucha por la interculturalidad, sino que, son
agentes determinados quienes introducen el discurso. Lo problemático de dichas iniciativas es el proceso
de inclusión educativa bajo parámetros establecidos por las instituciones y no por las comunidades. Es
decir, dicha educación será pensada según las necesidades del derecho, la lingüística y la antropología. El
mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades visto desde fuera de las mismas, políticas
que enfatizarían en la misma visión del “otro” que necesita aprender de quienes “saben gobernar” (Rojas,
2011)

Para los años ochenta, por ejemplo, movimientos y organizaciones indígenas ya tenían un trasegar en el
ámbito educativo. Antes de ser involucradas con fuerza políticas de etnoeduación, estas organizaciones
contaban con instrumentos formativos particulares, los cuales correspondían a sus necesidades
específicas1, al establecer parámetros como el bilingüismo con el fin de propiciar el aprendizaje de la
“lengua nacional”.

Todo el contexto de desarrollo y reconocimiento – especialmente la Constitución de 1991 – marcaron un


hito en la concepción sobre la etnoeducación. La ejecución de políticas públicas y el reconocimiento de las
etnias existentes determinaron parámetros para su realización: la expedición de Lineamientos para la
etnoeducación – principalmente afro – y el despliegue de recursos para la capacitación de maestros en el
área. Sin embargo, dichas iniciativas son consideradas paradójicas por el autor, pues el “reconocimiento
multicultural: otorga derechos mientras ello no altere el orden establecido” (Rojas, 2011. P.190). Con ello
se pretende indicar que no hay un reconocimiento a la importancia de la etnoeducación en las
comunidades, lo que se promueve es la educación específica y radical frente al reconocimiento del otro y
de lo otro.

En conclusión,

1
En este caso es emblemático el Movimiento Cimarrón, en su lucha contra el racismo y la denuncia de la educación
como principal mecanismo de reproducción de la misma.

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