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“ La posibles influencias de la Revolución Mexicana

en la Reforma Universitaria de 1918 y el americanismo


como bandera ”

MATERIA: Historia Social Argentina


CÁTEDRA: Malimacci
COMISIÓN: Política y Religión-Daniela Ruíz
ESTUDIANTE: Martín Paolucci
FECHA DE ENTREGA: 29 de Junio de 2018
RESÚMEN

En el presente trabajo ahondaremos en los posibles vínculos o inspiraciones, si es


que las hubo, frecuentemente señalados en distintos trabajos académicos, entre dos
procesos políticos sustantivos de la historia latinoamericana del siglo XX como son la
Revolución Mexicana, iniciada en 1910, y la Reforma Universitaria, originada en
Córdoba, Argentina, en 1918.
Además, y de manera paralela, indagaremos en la importancia que el americanismo,
como ideario político, primero abstracto y luego concreto, tuvo de impulso en las
inquietudes ideológicas de los protagonistas de la Reforma.

Con este propósito realizamos una exploración histórica de distintos documentos


producidos en el marco de la Reforma, junto a una serie de escritos testimoniales,
artículos académicos y periodísticos de los principales referentes de la misma, tanto en la
Argentina como en el exterior. Sumado a esto también utilizaremos referencias
biográficas de los mismos, un análisis del contexto histórico-político de dos procesos que
se dieron casi en paralelo como fueron la revolución social producida en México y la
insurrección política de los estudiantes cordobeses, y finalmente, como instrumental
teórico, el conjunto de trabajos académicos realizados por distintos colegas y referido a
estas temáticas.

A partir de dichos propósitos, resolvimos analizar cuanto de certero tiene el


apriorismo, prácticamente hegemónico en la mayoría de los trabajos académicos o
divulgativos referidos a los sucesos de la Reforma Universitaria, sobre la influencia que
la Revolución Mexicana pudo haber tener en la misma. En el mismo tenor, y adjunta a
esta búsqueda tal como nos referimos previamente, indagar en que se componían esas
alusiones a la Juventud Americana, tan caras a los reformistas.

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INTRODUCCIÓN

“La chispa de la agitación es casi siempre un incidente secundario; pero la fuerza que
la propaga y la dirige viene de ese estado de ánimo, de esa corriente de ideas que se
designa, no sin riesgo de equívoco, con el nombre de "nuevo espíritu"… el anhelo de la
reforma se presenta, con idénticos caracteres, en todas las universidades
latinoamericanas. Los estudiantes de toda la América Latina aunque movidos a la lucha

por protestas peculiares de su propia vida, parecen hablar el mismo lenguaje”.


José Carlos Mariátegui.

A la hora de emprender la realización de esta monografía, hubo una serie de preguntas


de investigación que surgían repetidamente y se destacaban de todas las otras posibles a
la hora de encauzar un análisis sobre la Reforma Universitaria de Córdoba ¿En qué había
consistido la influencia de la Revolución Mexicana en la insurección estudiantil que
comenzó en 1918? ¿Qué percepción tenían los reformistas de la misma? ¿Era este
proceso uno de los basamentos del marcado americanismo retórico de sus protagonistas?.

Lo interesante de estas preguntas es que se basaban en un hecho que el autor daba por
sentado sin haberlo comprobado antes y este era, precisamente, que la Revolución
Mexicana había sido una fuerte influencia en la práxis política de los reformistas. La
razón detrás de este apriorismo era que en incontables trabajos académicos y divulgativos
esta aseveración era recurrente. El problema que surgió luego de inciada esta
investigación fue constatar que todas estas referencias, algunas plasmadas en trabajos
historiográficos de una gran rigurosidad, no estaban sustentadas en ningún documento
que aseverara su veracidad. Por otro lado, indagando en el americanismo presente en los
documentos emitidos por la Federación Universitaria de Córdoba y en las declaraciones
de figuras protagónicas de la Reforma o de intelectuales cercanos a las mismas, se puede
constatar que al principio de la misma, por lo menos en sus discursos públicos y salvo
algunos casos específicos, las menciones a América Latina y Sudamérica son mas

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representaciones ideales que menciones a procesos sociales reales. Es más, tal como
señala precisamente uno de los estudiantes latinoamericanos que exportó la Reforma a su
país, el peruano José Cárlos Mariátegui, el brevaje ideológico del que bebieron los
principales dirigentes de la reforma era tan amplio que iba desde los clásicos del
liberalismo argentino y la estadounidense Doctrina Wilson, como a, sobre todo luego de
iniciados sus contactos con dirigentes obreros e intelectuales progresistas, al interés por
la socialdemocracia internacional, al nacionalismo y modernismo ibero-latinoamericano,
y finalmente, a los socialistas maximalistas que la Revolución Rusa. En las siguientes
páginas intentaré indagar, basándome en una serie de documentos históricos, testimonios,
artículos, y discursos públicos de los protagonistas de la Reforma Universitaria de
Córdoba e intelectuales cercanos a los mismos, si la aseveración tan repetida sobre la
influencia del proceso mexicano en el levantamiento estudiantil tiene algún tipo de
asidero empírico, por lo menos dentro del marco de las fuentes a las que pude acceder
hasta el momento. Finalmente y en conjunto con la primer indagación, buscaré
profundizar el discurso americanista tan presente en el ideario reformista.

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EL ECLECTICISMO IDEOLÓGICO DE LA REFORMA

Para comenzar, y antes de proceder a responder a la pregunta de investigación central de


este artículo, resulta importante realizar un breve contexto histórico e ideológico con
respecto al corpus teórico en el que abrevaban, grosso modo, la mayoría de los
protagonistas de la Reforma Universitaria comenzada en 1918 en la Universidad de
Córdoba y que pocos años después se expandió por toda América Latina.

Para ir de general a particular, se puede sostener que en los inicios de la Reforma, en el


tenor de lo sostenido por Juan Carlos Portantiero, las tres grandes claves ideológicas que
la sustentaron fueron el “Humanismo utópico”, el liberalismo radical y un proto
nacionalismo latinoamericano (Portantiero 1978). Tres matrices de pensamiento que
coincidian en ciertos puntos pero que en otros resultaban absolutamente antitéticos. En el
marco de este eclecticismo primigenio, lo que mas primaba al principio era un liberalismo
científicista (Portantiero 1978) humanista, espiritualista y romántico al estilo de Esteban
Echeverría (Ponce 1927) que iba aunado al enstusiasmo por la política exterior del
Presidente estadounidense Woodrow Wilson (Mariátegui 1928), que tenía una visión
filatrópica y paternalista de la solidaridad social, y cuya hipótesis de conflicto
hegemónica era contra las fuerzas clericales enquistadas en la Universidad cordobesa.
Pero frente a la necesidad de acrecentar la fuerza de la Reforma al exterior del mundo
académico gracias a las primeras derrotas políticas, ese liberalismo de cuño positivista e
ilustrado comenzó a mutar, a la par que la base de sustentación del proceso levantisco se
ampliaba y sus protagonistas salían del cascarón que representaba la casa de estudios de
la Docta a buscar apoyo en el movimiento obrero y en intelectuales de importancia
nacional. Es partir de esta mutación que el liberalismo hegemónico del comienzo empieza
a teñirse de otros tonos ideológicos: El socialismo, sustentado por dos figuras de fuste
nacional como eran Alfredo Palacios y José Ingenieros y que encontró en la Revolución
Rusa una gesta mundial excitante, y un americanismo, al principio de cuño fuertemente
espiritualista, arielista, juvenilista y modernista, que en poco tiempo derivaría en un
nacionalismo latinoamericano de prédica socialmente radical y antiimperialista. De los
dos idearios políticos señalados en el párrafo anterior, el que más fuerza tomó y perduró
de esta manera en el Movimiento de la Reforma (con la exepción de algunos destacados
protagonistas de ella, entre ellos su ideólogo principal Deodoro Roca, que se convirtieron

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en convencidos socialistas de izquierda radicales) fue el americanismo. La idea de un
destino común de la juventud americana estaba presente, no sólo en el Manifiesto
Liminar, sino en una serie de documentos de la Federación Universitaria de Córdoba, de
la FUA, de la FUBA, y en una serie de artículos y discursos emitidos por los protagonistas
de la Reforma a lo largo de su vida. Un compromiso continentalista que no sólo libró un
combate en el terreno de las palabras y las ideas sino también en la vida política terrenal,
básicamente a través de la creación de distintos agrupamientos políticos a tal efecto a la
par de la realización de diversas acciones de activismo internacional y que detallaremos
en las páginas siguientes.

Este proto nacionalismo latinoamericano, tal como sostienen las fuentes consultadas,
surgía como reacción a una serie de influjos diversos: Por un lado la influencia de la
llamada Generación del ‘900 y la corriente literaria y política del Modernismo
iberoamericano. Un movimiento que por fuera de lo estéticamente literario, encontraba
interés en una renovación totalizante de lo iberoamericano y que mirara hacia adentro del
continente americano en vez de seguir atada a las vicisistudes europeas. Renovado interés
que, en el marco del centenario de las Guerras de Independencia, por un lado reconciliaba
posiciones con una España que había sido derrotada por los Estados Unidos (país que
aparecía como el neocolonizador del continente) y que llevaba a sectores del mismo a
indagar, con interés, en los ideales compartidos por los revolucionarios del ‘800, en
especial la noción de Unidad Latinoamericana de Bolívar (Barrios 2007). Por otro lado,
en el caso argentino, un movimiento cultural que, frente al temor que despertaba el
aluvión inmigratorio europeo y especialmente sus sectores políticos radicales, buscaba
indagar en las raíces de un imaginario ser nacional aristocrático, que embebido de un
espíritu de hidalguía autóctona, se elevara por encima de la decadencia que les trasmitía
una Europa que azotada por el socialismo y el liberalismo radical, había perdido sus
valores (Catáneo y F. Rodríguez 2000). Y finalmente, la crisis cultural que significó la
Primera Guerra Mundial en 1914, guerra que mostraba al continente que hasta ese
momento había sido el ejemplo a seguir en lo que refería a libertades democráticas,
progreso y civilidad, inmerso en un devastador enfrentamiento entre pueblos que contó
con millones de muertos en su haber. Esta decepción fue muy determinate a la hora de
caracterizar el americanismo de los reformistas y aparece referenciado muchas veces. Por
ejemplo, uno de ellos, Aníbal Ponce la llamaba “La guerra liberatriz” (Portantiero 1978).
La Revolución Mexicana, pese a su notoriedad pública, no aparecerá como detallaremos

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abajo, por lo menos de manera explícita, como influencia para los reformistas quienes,
pese a su retórica, parecían continuar la tradición de demostrar una mayor atención a los
sucesos políticos concretos de Europa, que a los de América.

Por otro lado, los primeros dos influjos del nacionalismo descritos previamente, el
modernista y el chovinista, se condensaban de mayor o menor medida en Ariel, un ensayo
escrito en 1900 por José Enrique Rodó, integrante del capítulo uruguayo de la Generación
del ‘900, y que tuvo un amplio suceso en una franja considerable de las juventudes
ilustradas de Latinoamérica. En este libro, de tinte conservador, las fuerzas del idealismo
y espiritualismo de Iberoamérica (representada como el Ariel de William Shakespeare)
se enfrentan con el materialismo expansivo de los Estados Unidos (representada como el
Calibán también de Shakespeare). Pese a que las influencias ideológicas y filosóficas
eran tantas como la cantidad de Reformistas, los trazos principales de esta obra son los
que aparecen, de manera recurrente, en el estilo literario, las menciones, las metáforas e
incluso la prosa de los discursos y documentos efectuados al comienzo de la Reforma
Universitaria (Bustelo 2013). Conceptos como el idealismo, el juvenilismo de acción, el
espiritismo romántico y noble, y finalmente un antinorteamericanismo más basado en una
crítica aristocrática y de contemplación helenista al materialismo sórdido, al trabajo
manual, a la carencia de valores trascendentales, y al afán de lucro, que en una praxis
antiimperialista. El temor al poderío militar, cultural y comercial sumamente invasivo
por parte de los Estados Unidos en América Latina, caracterizaba a amplios sectores de
la época, algunos pertenecientes a las clases dominantes que, o lo veían como un
competidor o como un escollo a su alianza histórica con Gran Bretaña, o lo despreciaban
por las razones culturales citadas más arriba, pero también a importantes franjas de la
izquierda, con la notable exepción, de la plana mayor del Partido Socialista Argentino.
Partido que a su vez contaba con un notable integrante, y que difería completamente con
esa postura, como era Alfredo Palacios.

Fue de esta manera que las dos principales bases identitarias de la Reforma Universitaria:
El liberalismo ilustrado y el nacionalismo americanista se encontraban en una retórica
extremadamente ampulosa que, ex profeso o no, sirve para ocultar la carencia de una
ideología sólida y coherente (Portantiero 19798). Un corpus que tenía, como uno de los
pocos ejes de unión, el espiritualismo romántico. Evidentemente presente en el arielismo
pero también en el tipo de liberalismo rioplatense al que muchos reformistas (Ponce 1927)

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añoraban imitar como era el de la Asociación de Mayo de Estéban Echeverría. El último
de los tres grandes componentes ideológicos de la Reforma, el socialismo en sus distintas
vertientes, tomará cuerpo en el trascurso de la lucha política y convertirá al paternalismo
filatrópico señalado antes en un férreo reclamo por Justicia Social (en el caso universitario
por acceso de las clases subalternas a la Universidad de manera plena) (Del Mazo 1941).

UNA HORA AMERICANA

“Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno
siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resulto
llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy
contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos
quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del
corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una
hora americana”. (FUC 1918)

En el primer párrafo del Manifiesto Liminar, sin firma propia pero que muchos atribuyen
a Deodoro Roca, principal ideólogo de los reformistas, se hacen presentes y de manera
clara, ideas caras tanto al liberalismo científico, némesis del conservadurismo clerical,
como al nacionalismo latinoamericano con perfume arielista que aún no salía del terreno
de las representaciones ideales. Es en esta frase: “acabamos de romper la última cadena
que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica”
(Roca 1918) que se equipara a la monarquía católica española con la casta dirigente de la
Universidad de Córdoba y en donde se conjugan las dos tradiciones previamente
referidas, la americanista, orgullosa de su emancipación y la ilustrada que enfrenta al
clericalismo. Al mismo tiempo el autor realiza una equivalencia, en un tono épico e
inflamado al hablar de “revolución” y “Hora americana” entre la propia Reforma y los
libertadores criollos. Comparación primero subrepticia pero que luego, en el próximo
párrafo, revela a todo color la intencionalidad del autor al sostener una comparación
directa entre sus enemigos y las tropas realistas de principios del siglo XIX “La rebeldía
estalla ahora en Córdoba y es violenta, porque aquí los tiranos se habían ensoberbecido
y porque era necesario borrar para siempre el recuerdo de los contra-revolucionarios
de Mayo” (Roca 1918).

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Del Manifiesto Liminar se desprende, en estos y otros párrafos, el intento por parte de los
reformistas, incluso en los inicios de una formulación ideológica aún confusa, de artícular
su propia lucha política a procesos históricos continentales y mundiales, siempre con un
lente romántico. La Revolución de Mayo, debido a la presencia en su seno, tanto de la
variable liberal ilustrada como de la variable emancipatoria y anticolonialista, era
absolutamente propicia para realizar esa articulación y mostrar a la Reforma Universitaria
como consecuencia natural de esta. Con respecto al espiritualismo romántico y al estilo
literario de corte Modernista, hay en el Manifiesto Liminar una prosa como señalamos
antes ampulosa y poseída de una fuerte carga de ambas corrientes, fragmentos como el
que sostiene “Si no existe una vinculación espiritual entre el que enseña y el que aprende,
toda enseñanza es hostil por consiguiente infecunda. Toda la educación es una larga obra
de amor a los que aprenden” (Roca 1918) Apartados que se condecían más con el estilo
literario de Echeverría o del nacionalismo romántico alemán, que con la dura y
desangelada prosa positivista, tan hegemónica solo dos décadas antes entre las clases
dominantes de la época.

Es interesante remarcar que Deodoro Roca era un familiar lejano de Julio Argentino Roca,
líder histórico de la positivista Generación del ’80, generación cuyo modelo económico
y cultural había forjado a las clases medias (o sectores rebeldes dentro de las dominantes
como era el caso de su pariente Deodoro) que intentaban romper el cerco impuesto por
una dominación conservadora que pervivía, con una gran fuerza, en los claustros de la
Argentina.

Para vislumbrar la relativamente rápida transformación que los distintos matices


ideológicos dentro del pensamiento reformista tuvieron, resulta de interés una
comparación, que haremos mas abajo, entre las referencias de política internacional
realizadas por Roca en su discurso de clausura al Congreso de Estudiantes de Córdoba
titulado “La Nueva Generación Americana” con las de discursos y artículos posteriores.
Y además, en el análisis de este, empezar a desandar la pregunta que motivó este artículo
¿Era la Revolución Mexicana una de las influencias detrás del pensamiento reformista?

De inicio, y contestando a lo último, es importante remarcar que, que pese al interés


sucinto que tuvo la Revolución Mexicana en amplios sectores de la intelectualidad

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argentina y especialmente para tres de los maestros de los reformistas como fueron;
Alfredo Palacios, Manuel Ugarte (despedido del PS por su antinorteamericanismo)
(Yankelevich 1994) y José Ingenieros, no hay alusiones explícitas de ningún tipo a la
misma en ninguno de los documentos sondeados en esta investigación. Tampoco, y pese
a que la Revolución tuvo aparación de manera destacada en la prensa argentina en
distintos momentos de la década de 1910, tenemos evidencias que los reformistas tuvieran
conocimiento de la misma. Si se puede señalar que poco tiempo luego de iniciada la
Reforma y gracias, no sólo al trabajo de los tres intelectuales referidos previamente sino
a un contacto con el estudiantado mexicano y al cabildeo de las autoridades del gobierno
de Venustiano Carranza, jefazo del bando constitucionalista y Presidente de México hasta
1920, el proceso mexicano logró no sólo una gran aceptación entre sectores reformistas
sino un reconocido fervor.

Deodoro Roca no escapa de lo señalado previamente, ya que pese a que incluso fue
Presidente protagonista destacado de la filial cordobesa de la Unión Latinoameriana,
organización que el nacionalista de izquierda y ex socialista Manuel Ugarte había
establecido en Buenos Aires a partir de la década del ’20 y en donde prestaron notables
servicios tanto Ingenieros como Palacios, no hay evidencias de que se pronunciara al
respecto antes de 1921.

Un ejemplo es lo que sostiene en el discurso al que nos referimos previamente “La Nueva
Generación Americana” en el que de manera muy clara asegura que la suya es la
“Generación del ‘14”:“cuya pavorosa responsabilidad alumbra el incendio de Europa.
La anterior, se adoctrinó en el ansia poco escrupulosa de la riqueza, en la codicia miope
en la superficialidad cargada de hombros, en la vulgaridad plebeya, en el desdén por la
obra desinteresada, en las direcciones del agropecuarismo cerrado o de la burocracia
apacible y mediocrizante”. (Roca 1918) Tal como se desprende del párrafo anterior, las
menciones no son, por ejemplo, a la invasión estadounidense del puerto de Veracruz en
1914 y que generó un profundo impacto en la prensa y círculos políticos argentinos
(Ugarte logró convocar a una masiva manifestación en protesta a la misma en Buenos
Aires) (Yankelevich 1994) sino a la Primera Guerra Mundial y, en el mismo tono de
Aníbal Ponce y su “Guerra liberatriz” empalma el horror de la guerra con una crítica a
sus propios antecesores, mas preocupados por la materialidad del dinero y del
“agropecuarismo cerrado” (con destino europeo de exportación) que a asuntos mas

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trascendentes. Incluso en un discurso en el que América aparece en el título, la alusión
central es a un conflicto europeo. A esto le sigue una referencia al Calibán arielista “iba
diluyéndose en esta grisácea uniformidad de la conducta, y enredándose en las oscuras
prácticas de Calibán” (Roca 1918) continuando en la práctica, en este y otros párrafos,
con un americanismo mas abstracto que anclado en problemáticas concretas, abstracción
que no esta tan presente a la hora de referirse al proceso bélico iniciado en 1914.

Este estilo continúa en párrafos siguientes: “Andamos entonces, por la tierra de América,
sin vivir en ella. Las nuevas generaciones empiezan a vivir en América, a preocuparse
por nuestros problemas, a interesarse por el conocimiento menudo de todas las fuerzas
que nos agitan y nos limitan, a renegar de literaturas exóticas, a medir su propio dolor,
a suprimir los obstáculos que se oponen a la expansión de la vida en esta tierra, a poner
alegría en la casa, con al saluda y con la gloria de su propio corazón”. (Roca 1918) He
aquí un nacionalismo de corte culturalista, que se interesa por una vida provincial,
mirando hacia adentro, y que se encuentra nuevamente en un registro muy próximo al de
José Enrique Rodó. Las referencias en el antepenúltimo párrafo a “Los gimnasios de la
antigua Grecia” (Roca 1918) confirman lo referido previamente. Las proclamas de Roca,
embebidas de una potencia lírica indudable, nunca dejan de ser vagas y fuertemente
idealistas, mas filosóficas que prácticas, a la hora de refererirse a fenómenos que exceden
el conflicto puntual en el que es uno de los protagonistas.

Tal como sostuvimos varias páginas atrás, para vislumbrar los cambios ideológicos y la
solidificación del ideario reformista, de un idealismo romántico a una participación
concreta en asuntos políticos trascendentales de la región, resulta interesante comparar a
“La Nueva Generación Americana” con el contenido de “Protesta por la invasión de
Nicaragua” proclama realizada a 9 años de iniciada la reforma, en Enero de 1927, y en
este caso redactada por un autor anónimo para la Federación Universitaria de Buenos
Aires (lugar al que la Reforma cordobesa se propagó de manera inmediata). El documento
tiene fragmentos como el siguiente; “El episodio de Nicaragua, promovido en realidad
no por la Casa Blanca sino por la banca de Wall Street es una de las tantas
manifestaciones de la política imperialista del norte impuesta a Cuba para limitar su
independencia y el desmembramiento de Colombia, la anexión del territorio mexicano
como indemnización de guerra, la posesión militar de Haití….son signos de uan misma
política. El peligro se cierne también sobre todos los pueblos de América del Sud”

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(FUBA 1927). De este y otros documentos referidos a las actividades de los Estados
Unidos en América Latina producidos en la época y que seguramente estuvieron
influidos, no sólo por los vínculos que la propia Reforma generaron en estudiantes de
toda la región y la propia inquietud de los estudiantes sino en el trabajo didáctico que la
triada Palacios, Ugarte e Ingenieros, realizaban frecuentemente en artículos, libros, a
través de organizaciones políticas como La Unión Latinoamericana, El Comité Pro-
México, la Asociación Latinoamericana y la Revista Nuestra América (Yankelevich
1994), se desprende un activismo antiimperialista consecuente por parte de estudiantes
compenetrados con la temática y conocedores de cuestiones coyunturales y estructurales
detrás de cada uno de los hechos descriptos en sus proclamas. Muy lejano de la vaguedad
presente en documentos de 1918.

Aquí las menciones a Calibán son reemplazas por “el imperialismo estadounidense” y
“La banca de Wall Street”. (FUBA 1927) Los “islotes de la raza” son reemplazados por
“los pueblos latinoamericanos” o “la naciones hermanas” (FUBA 1927).

Aunque la comparación mas útil a la hora de analizar esta mutación ideológica en el


discurso reformista, es la de examinar una proclama emitida frente al mismo hecho, con
días de diferencia con la de la FUBA, por parte de la Unión Latinoamericana filial
Córdoba, cuyo presidente era, precisamente, Deodoro Roca y cuyo texto también había
sido escrito por él; “La proyección de la doctrina Monroe sobre la América ibérica se
acentúa y amplifica, a través de sus modernas transformaciones plutocráticas” (Roca
1927) al igual que en la proclama de la FUBA, pero con el aditamento que el autor es el
mismo de “La Nueva Generación Americana” las referencias vagas e idealistas
desaparecen para ser reemplazadas por claras caracterizaciones sobre hechos puntuales
sucedidos en territorio americano, en este caso la invasión de los Estados Unidos y el
aniquilamiento de la guerrilla de Augusto Sandino. Lo que si perdura es la prosa
afiebrada, poética y épica que ya aparecía en 1918, aunque el espiritualismo parece
prácticamente haber desaparecido, y un nacionalismo provincial, con tonos cuasi
chauvinistas “literaturas exóticas” es reemplazado por un nacionalismo latinoamericano
radical, cuasi clasista “Estados Unidos se atribuye la tutela del continente
americano….las supuestas actividades bolcheviques en Méjico son un pretexto para
disimular injerencias contrarias al derecho internacional….el “panamericanismo”
hipócrita y dulzón dialoga en los congresos mientras la “Standard Oil” se adentra en las

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realidades….Por eso protestamos contra las francas ingerencias bélicas en Nicaragua y
contra los solapados ataques a la soberanía mejicana”. (Roca 1927)

En los párrafos anteriores Roca menciona al pasar al proceso mexicano y lo empalma con
la Revolución Rusa, dos procesos políticos que, pese a que no parecen, o por lo menos
no son aludidos, como parte del ideario inicial de los reformistas, se volvieron dos
alusiones sustantivas a la hora de pensar la Reforma Universitaria en su contexto mundial
y regional. Otro ejemplo de cómo las plumas de los reformistas, en el periodo inicial de
la Reforma, no sólo no parecen haber hecho referencia alguna (a menos que surja algún
documento que lo desmienta y que el autor no haya podido vislumbrar) a la Revolución
Mexicana sino que, pese a las constantes referencias a la condición americana, eran
mucho mas frecuentes a procesos europeos, sobre todo a la Primera Guerra Mundial como
luego a la Revolución Rusa, son las “Reflexiones sobre el ideal político de América”
escrito por Saúl Taborda, otro reformista cordobés y publicado en 1918. Esta proclama
americanista comienza con un claro tono positivista y eurocéntrico pese a los claros
deseos del autor por emitir una loa a la juventud americana “Europa ha fracasado. Ya no
ha de guiar al mundo. América que conoce su proceso evolutivo y así también las causas
de su derrota, puede y debe, encender el fuego sagrado de la civilización con las
enseñanzas de la historia”. (Taborda 1918) Del primer párrafo se desprende la noción de
que Europa, en decadencia luego del desastre que significó la Primera Guerra Mundial,
le estaría entregando la posta de la civilización a sus herederos, los jóvenes americanos
ilustrados. Herederos que acceden a este ascenso en su condición de civilidad por un
proceso de evolución con reminiscencias biologiscistas. Otro párrafo continúa en el
mismo tenor; “Puestos en condiciones de crear una cultura genuinamente nuestra, por
obra de la gesta que cortó un tajo el cordón umbilical que nos ligara al capricho de los
conquistadores, dependemos todavía del a civilización transitoria elaborada por
Europa”. (Taborda 1918)

El americanismo de las Reflexiones aparece recién al final, cuando en el último párrafo


Taborda referencie el centenario de 1818 y sostenga lo siguiente; “CIEN AÑOS hace que
nos dijimos libres: ¡comencemos a serlo! Seamos americanos. Seamos americanos por la
obra y por la idea. O simples factorías, o pueblos independientes al servicio del ideal.”
(Taborda 1918).

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El idealismo y el americanismo romántico y abstracto está literlamente descripto en esta
última referencia. La diferencia entre estos extractos con los documentos y discursos que
estos mismos reformistas años después emitirán y, sobre todo, los de los futuros
reformistas, jovenes que décadas después continuaron el legado de la Reforma, no sólo
en la Argentina sino en el resto de América Latina, resulta notable. Una muestra de esto
último es el discurso escrito por Pablo Lejarraga, reformista del año 1938, en el marco de
la conmemoración de los 20 años de la Reforma y titulado “Las Juventudes Reformistas
en las luchas por la Liberación continental” “Que si en 1810 lo fue la dominación
monárquica española, en 1938 lo es el imperialismo extranjero en alianza con las
oligarquías nacionales: Como entonces, una política de unidad latinoamericana surge
dictada por los hechos. Que unidos y solidarios los pueblos de América han de conquistar
sus propios destinos, liquidando la oligarquía…Unidas estas fuerzas forman el gran
frente común de la defensa y del ataque, capaz de abrir esperanzas ciertas de redención
a la América encadenada”. (Lejarraga 1938)

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CONCLUSIÓN

Para dar por concluido este artículo, debo remitirme a las que fueron las preguntas de
investigación que me surgieron frente a una temática tan rica y compleja como es el
estudio de la Reforma Universitaria basada en fuentes primarias: ¿En qué había
consistido la influencia de la Revolución Mexicana en la insurección estudiantil que
comenzó en 1918? ¿Qué percepción tenían los reformistas de la misma? ¿Era este
proceso uno de los basamentos del marcado americanismo retórico de sus protagonistas?

Llegado al final y tal como aclaré previamente, frente a las fuentes primarias a las que
pude acceder y que contienen una serie de documentos emitidos públicamente en el marco
de la Reforma en la Ciudad de Córdoba en 1918, debo decir que no existen evidencias
empíricas que señalen algún tipo de influencia de los sucesos de la Revolución Mexicana
en en los hechos que atañen al levantamiento estudiantil. Pese a que la prensa argentina
cubrió mucho al proceso político mexicano, especialmente antes del comienzo de la
Primera Guerra Mundial, fenómeno que corrió el interés periodístico del frente mexicano
hacia las trincheras europeas, no han aparecido siquiera referencias al pasar sobre este
conflicto. Extrañamente, o no tanto, son más las referencias a la Antigua Grecia que a
procesos políticos coyunturales. Al parecer la falta de interés por la Revolución Mexicana
era similar a la falta de interés demostrada por casi cualquier otro suceso ajeno a la propia
cosmovisión de los estudiantes cordobeses. Por ende, las referencias americanistas
parecen más propias de una búqueda filosófica, de un nuevo faro que los oriente y los
contenga en contraposición a las llamas y los litros de sangre que despuntaban en el
horizonte europeo, que a un auténtico interés por las realidades y los sufrimientos de los
ciudadanos de los países del continente. Es interesante señalar, que pese a esa abstracción
idealista, el llamado a las juventudes americanas presente, no sólo en el Manifiesto
Liminar, sino en otros documentos de la Reforma del ’18 lograron su cometido y
consiguieron captar la atención y la admiración de amplias franjas de estudiantes
latinoamericanos. No sólo eso, la expansión fue tan veloz y tan poderosa, que en lugares
como Perú tuvo un desenlace cuasi revolucionario y dio trascendencia pública a dos
destacados dirigentes políticos: Víctor Raúl Haya De la Torre, fundador del Partido
Aprista y heredero indiscutible del nacionalismo reformista latinoamericano, y José

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Carlos Mariátegui, fundador del Partido Comunista Peruano y un de los más
trascendentes marxistas de Iberoamérica. Además, lo que empezó como un nacionalismo
abstracto, con dejos aristocratizantes y reaccionarios, se convirtió en poco tiempo en un
nacionalismo sustantioso, antiimperialista y en muchos casos imbuido de tradiciones
políticas más radicales, como el socialismo maximalista de la Revolución Rusa. Sin
dudas, la Reforma Universitaria representó uno de los pocos hechos que marcaron el siglo
XX en América Latina y sin dudas, su legado americanista marcó el sendero de
incontables trayectorias políticas de la región y muchos reformistas terminaron
protagonizando importantes procesos estatales; desde moderados como el
socialdemócrata venezolano Rómulo Betancourt y el desarrollista argentino Arturo
Frondizi, a socialistas como el cubano Fidel Castro y el chileno Salvador Allende.

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