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Yin-Shun Foundation
Asociación Latinoamericana de Estudios Budistas
2000
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INTRODUCCIÓN
Los J2takas
Los J2takas es un colección de 547 historias narradas por el propio Buda. Esta
colección forma parte de la inmensa literatura budista escrita en lengua p2li. El p2li es
una lengua afín al sánscrito y fue una de las lenguas utilizadas por el Budismo para la
composición de sus obras, canónicas o no canónicas.
Cada J2taka está constituido por las siguientes partes:
1. Introducción, en la cual se indica en que ocasión Buda dio a conocer la
historia, que forma la parte central del J2taka. Generalmente la ocasión para la
historia es una acción realizada por un monje de la Comunidad Budista. Esta parte
recibe el nombre de “historia de la época presente” – es decir contemporánea de
Buda.
2. Narración de una historia que está relacionada con la ocasión que le da
origen. El narrador es el propio Buda. La historia que él narra está constituida por un
hecho ocurrido en una de sus anteriores reencarnaciones y del cual él es el principal
protagonista. La historia tiene un fin moralizador en cuanto señala lo que se debe o no
se debe hacer o la forma como se debe o no se debe actuar. Son pues historias
dotadas de un fin moral. Esta parte recibe el nombre de “historia de la época pasada”.
3. Una o varias estrofas, que o bien forman parte de la narración, siendo
recitadas por alguno de los personajes que en ella intervienen, o bien son agregadas a
la narración, una vez concluida ésta.
4. Comentario de las estrofas destinado a aclarar, palabra por palabra, las
estrofas que acompañan la Narración.
5. Conexión, en la cual Buda identifica a los personajes de la “historia del
pasado” con personas contemporáneas a él, por lo general, personas que han sido
mencionadas en la “historia del presente”.
Las historias son por lo general cortas, aunque se encuentra algunas de cierta
extensión, siendo la más larga de estas el Vessantaraj2taka, la última de la colección.
Los J2takas se presentan bajo diversas formas, como fábulas, cuentos, leyendas
piadosas, anécdotas, etc. Muchos de los J2takas han debido pertenecer primeramente
a la tradición narrativa india y ser luego adoptadas por el Budismo y adaptadas a sus
fines. Se observa por tal razón que la relación entre el J2taka y el Budismo y Buda es a
veces muy débil. Ocurre también que en ciertas ocasiones el vínculo entre las estrofas
y la narración es igualmente bastante flojo.
De las cinco partes, que componen los J2takas, sólo las estrofas son
consideradas provenir del propio Buda y por tal razón están incluidas en el Canon
Budista P2li. Las partes restantes son obra de un comentador, constituyen un
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Agradecimiento
Agradecemos al Profesor Richard Gombrich, Presidente de la Pali Text Society
de Londres por habernos autorizado a realizar la traducción al español de la
traducción inglesa de Cowell de los J2takas y a publicarla. La dirección de la Pali Text
Society, editora de numerosos textos budistas en p2li y de traducciones al inglés de
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los mismos, es: Pali Text Society, 73 Lime Walk, Headington, Oxford OX3 7AD,
Inglaterra.
J"TAKA Nº 2
EL DESIERTO
La perseverancia y la energía
hasta que vio un matorral de hierba kusa. “Esta hierba”, pensó él, “sólo puede
haber crecido aquí gracias a la presencia de agua debajo”. Así que ordenó que
trajeran una pala y que cavaran un hoyo en ese sitio. Sesenta codos hacia abajo
cavaron, hasta una profundidad en que la pala chocó con una roca, y todos se
descorazonaron. Pero el Bodhisatta, estando seguro de que debía haber agua
debajo de esa roca, descendió dentro del hoyo y se paró encima de la roca.
Agachándose, aplicó su oído a ella y escuchó. Captando el sonido del agua que fluía
debajo, salió y le dijo a su joven servidor: “Muchacho si tú te rindes, todos nosotros
pereceremos. Así que recobra el ánimo y el coraje. Desciende al hoyo con este
pesado martillo, y golpea la roca”.
Obedeciendo a la orden de su amo, el muchacho, mientras todos los otros se
habían descorazonado, lleno de ánimo descendió y golpeó la roca: la roca que había
obstruido el flujo de agua, partiéndose en dos, se desplomó. El chorro de agua se
elevó hasta que fue tan alto como una palmera; y todos bebieron y se bañaron.
Luego rompieron los ejes y los yugos de repuesto y otros aparejos que tenían de
más, cocinaron su arroz y lo comieron, y alimentaron a los bueyes. Y tan pronto
como el sol se puso, enarbolaron una bandera al lado de la fuente y viajaron hacia
su destino. Allí trocaron sus mercancías por dos o cuatro veces su valor. Con las
ganancias volvieron a su hogar, donde vivieron el resto de sus vidas, y al final se
fueron al destino que les correspondía de acuerdo con sus merecimientos. El
Bodhisatta también, después de una vida dedicada a hacer donaciones y otras
buenas obras, se fue asimismo al destino que le correspondía de acuerdo con sus
merecimientos.
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El comentario agrega:
Cuando Buda predicó esta enseñanza del Dharma, Él, el Omnisciente, dijo
estos versos:
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J"TAKA Nº 9
EL REY MAKH"DEVA
El renunciamiento
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J"TAKA Nº 10
LA VIDA FELIZ
felicidad tal como ahora tiene. Es la felicidad de la vida del asceta, y la felicidad que
la meditación brinda, las que lo mueven a esta emocionada exclamación”. Y el
Bodhisatta entonces recitó esta estrofa para enseñarle al rey la Verdad:
Apaciguado por la lección que así le fuera enseñada, el rey saludó y volvió a
su palacio. El discípulo también se despidió de su Maestro y volvió a los Himalayas.
Pero el Bodhisatta continuó viviendo ahí y, tras morir en un estado de
ininterrumpida meditación, renació en el Mundo de Brahm2.
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J"TAKA Nº 12
ver el arco, los ciervos escapaban temiendo por sus vidas, pero después de recibir
dos o tres heridas se fatigaban, desfallecían y eran matados. La manada de ciervos
le dijo lo que estaba ocurriendo al Bodhisatta, quien envió por el Ciervo del Follaje y
le dijo: “Amigo, los ciervos están siendo destruidos en grandes cantidades; y,
aunque no pueden escapar a la muerte, al menos que no sean innecesariamente
heridos. Que los ciervos vayan al lugar de la ejecución por turnos, un día uno de mi
manada, y al día siguiente uno de la tuya, - que el ciervo al que le toque en suerte
vaya y se eche colocando su cabeza en el lugar de la ejecución. De esta manera el
ciervo evitará ser aterrorizado y herido”. El otro ciervo estuvo de acuerdo; y desde
entonces el ciervo al que le tocaba el turno, iba y se echaba poniendo su cuello en
el lugar de la ejecución. El cocinero iba y mataba sólo a la víctima que lo
aguardaba.
Ahora bien, un día la suerte recayó en una gacela preñada de la manada del
Ciervo del Follaje, y ella se dirigió a él y le dijo: “Señor, estoy preñada. Cuando haya
dado a luz a mi pequeño, habrá dos de nosotros para tomar nuestro turno. Ordena
que yo no sea considerada en este turno”. “No, no puedo hacer que tu turno sea el
de otro” - dijo él; “debes aceptar tu destino. ¡Vé!” Como el Ciervo del Follaje no le
otorgara el favor solicitado, la gacela acudió al Bodhisatta y le contó su historia. Y
él, al escucharla, respondió: “Muy bien; márchate, y yo haré posponer tu turno”. Y
así él mismo fue y se echó poniendo su cabeza en el lugar de la ejecución. Exclamó
el cocinero al verlo: “¿Por qué está aquí, en el lugar de la ejecución, el Rey de los
Ciervos, al que el rey le perdonó la vida? ¿Qué significa esto?” Y corrió a contarle al
rey. Apenas escuchara esto, el rey subió a su carruaje y fue al lugar de la ejecución
con un gran séquito. “Oh amigo mío, Rey de los Ciervos” - dijo cuando vio al
Bodhisatta - “¿No te perdoné la vida? ¿Cómo es que estás echado aquí?”
“Oh rey, acudió a mí una gacela preñada, que me rogó que su turno
recayera en otro; y, como no puedo hacer pasar la desgracia de la muerte de uno a
otro, yo, sacrificando mi vida por ella y asumiendo su destino en mí mismo, me he
echado aquí. Oh gran rey, no pienses que hay algo más detrás de todo esto”.
“Señor, dorado Rey de los Ciervos” - dijo el rey - “nunca hasta ahora he visto
yo, incluso entre los hombres, a alguien de tanto valor, amor y compasión como tú.
Por eso estoy complacido contigo. ¡Levántate! Perdono tu vida y la de ella”.
“Aunque dos sean perdonados, ¿qué será del resto, oh soberano de
hombres?” “Les perdono sus vidas también, señor”. “Oh gran rey, sólo los ciervos
de tu jardín habrán así conseguido el perdón; ¿qué será de todo el resto?” “Sus
vidas también perdono, señor”. “Oh gran rey, los ciervos estarán de este modo a
salvo; pero ¿qué será del resto de los cuadrúpedos?” “También perdono sus vidas,
señor”. “Oh gran rey, los cuadrúpedos estarán de este modo a salvo; pero ¿qué
será de las bandadas de pájaros?” “También serán perdonadas, señor”. “Oh gran
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rey, los pájaros estarán de este modo a salvo; pero ¿qué será de los peces que
viven en el agua?” “Les perdono sus vidas también, señor”.
Después de interceder de este modo con el rey por las vidas de todas las
creaturas, el Gran Ser, el Bodhisatta, se levantó e instruyó al rey en los Cinco
Principios morales, diciendo: “Oh gran rey, practica la rectitud. Practicando la
rectitud y la justicia para con tus padres, tus hijos e hijas, para con los brahmanes y
los jefes de familia, para con los habitantes de la ciudad y los del campo, cuando tu
cuerpo se disuelva después de la muerte, podrás entrar en la dicha del Cielo”. Así
con la gracia y el encanto que caracteriza a un Buda, enseñó la Verdad al rey. Unos
días permaneció en el jardín para la instrucción del rey y luego con la manada de
ciervos que lo acompañaba volvió a la foresta nuevamente.
Y la gacela preñada dio a luz un cervatillo hermoso como un pimpollo abierto
de loto, el cual acostumbraba juguetear alrededor del Ciervo del Follaje. Viendo esto
su madre le dijo: “Hijo mío, no andes en compañía de él, sólo anda cerca de la
manada del Ciervo del Árbol Nigrodha”. Y a manera de exhortación, ella decía esta
estrofa:
compañía de sus ciervos, yendo al destino que le correspondía de acuerdo con sus
merecimientos. El rey también guiado por la enseñanza del Bodhisatta y después
de una vida dedicada a las buenas obras murió, yendo él también al destino que le
correspondía de acuerdo con sus merecimientos.
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el Rey de los Ciervos.
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J"TAKA Nº 18
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido la Divinidad del árbol.
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J"TAKA Nº 28
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El Comentario agrega:
El Maestro, estableciendo la norma moral de que a nadie le agrada el
lenguaje rudo, dijo estos versos:
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J"TAKA Nº 40
La generosidad y el valor
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J"TAKA Nº 73
LA VERDAD
La gratitud y la ingratitud
Dijeron la verdad
quienes hicieron este proverbio:
‘Mejor retribuye un tronco rescatado del agua
que algunos hombres’.
Estas palabras repetía dondequiera que fuera azotado, hasta que finalmente
algunos hombres sabios entre los espectadores le preguntaron al ermitaño qué
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servicio le había prestado a su rey. Entonces el Bodhisatta les contó toda la historia,
concluyendo con estas palabras: “Así sucedió que por rescatarlo del torrente atraje
sobre mí todo este sufrimiento. Y cuando pienso cómo no tomé en cuenta las
palabras de los sabios de antaño, me expreso como ustedes han oído”.
Llenos de indignación ante el relato, los nobles y los brahmanes y las demás
clases, todos de acuerdo, exclamaron: “Este ingrato rey no reconoce ni siquiera la
bondad de este buen hombre que le salvó la vida. ¿Cómo podemos esperar un
beneficio de este rey? ¡Apresen al tirano!” Y en su cólera de todos lados
arremetieron contra el rey, y le dieron muerte en ese mismo momento y lugar,
mientras montaba su elefante, con flechas y jabalinas y piedras y palos y todo tipo
de armas que tuvieran a mano. Arrastraron el cadáver por los pies hasta un foso y
lo arrojaron en él. Luego ungieron rey al Bodhisatta para que reinara sobre ellos.
Mientras reinaba con justicia, un día le sobrevino el deseo de poner a prueba
a la serpiente y a la rata y al loro; y, seguido por una larga comitiva, fue a donde
vivía la serpiente. A la llamada de ‘¡Serpiente!’, salió la serpiente de su agujero y
con todo respeto dijo: “Aquí, señor, está tu tesoro; tómalo”. Entonces el rey envió
los cuatrocientos millones de oro a sus servidores y, prosiguiendo a donde la rata
vivía, llamó ‘¡Rata!’. Salió la rata y saludó al rey, y le entregó sus trescientos
millones. Poniendo este tesoro también en las manos de sus servidores, el rey
siguió a donde vivía el loro, y llamó ‘¡Loro!’ Y de igual manera el loro salió e
inclinándose a los pies del rey le preguntó si debía recolectar para su majestad. “No
te molestaremos” - dijo el rey - “hasta que necesitemos arroz. Ahora nos vamos”.
Así fue que con setecientos millones en monedas de oro, y con la rata, la serpiente
y el loro también, el rey regresó a la ciudad. Allí, en un magnífico palacio, a una de
cuyas suntuosas plantas subió, hizo que el tesoro fuera depositado y custodiado;
hizo que construyeran un tubo de oro para que la serpiente habitara en él, una
cueva de cristal para albergar a la rata y una jaula de oro para el loro. Todos los
días también por orden del rey se les servía comida a los tres animales en vasijas
de oro: dulce maíz tostado para el loro y la serpiente y perfumado arroz para la
rata. Y el rey hizo donaciones y otras obras meritorias. Así en armonía y
benevolencia uno con otro, estos cuatro vivieron sus vidas; y cuando su fin llegó,
murieron yendo al destino que les correspondía de acuerdo con sus merecimientos.
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J"TAKA Nº 81
LA BEBIDA
No embriagarse
sintieron bien en las moradas de los hombres, sin molestias al buscar la limosna?
¿Vivieron en armonía entre ustedes?”
“Sí, Maestro, nos sentimos bien; pero bebimos bebidas no permitidas, así
que, perdiendo la razón y no pudiendo controlarnos, bailamos y cantamos”. Y para
informar sobre lo sucedido, compusieron y recitaron esta estrofa:
“Esto es lo que con seguridad pasa a aquellos que no están viviendo bajo el
cuidado de un Maestro” dijo el Bodhisatta, reprendiendo a esos ascetas; y los
exhortó diciendo: “De aquí en más, nunca hagáis tal cosa nuevamente”. Viviendo
en ininterrumpida meditación, el Bodhisatta alcanzó el destino de renacer después
en el Mundo de Brahm2.
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J"TAKA Nº 89
EL FALSO ASCETA
No engañar, no robar
mente de que el pícaro asceta debió de haberle robado algo al señor del lugar; y le
preguntó a éste si había depositado algo al cuidado del asceta.
“Sí, cien piezas de oro”.
“Bien, anda inmediatamente y vé si está todo a salvo”.
Se dirigió el señor del lugar a la ermita, y miró, y descubrió que su dinero
había desaparecido. Corriendo de vuelta a donde estaba el Bodhisatta, exclamó:
“¡No está allí!” “El ladrón no es otro que el pícaro asceta de largo cabello” - dijo el
Bodhisatta - “persigámoslo y capturémoslo”. Así fue que apresuradamente se
alejaron en apremiante persecución. Cuando atraparon al pícaro lo golpearon con
los pies y con las manos hasta que les reveló en dónde había escondido el dinero.
Cuando recuperaron el oro, el Bodhisatta, observando el oro, le dijo al asceta: “¡Así
que cien piezas de oro no perturban tu conciencia tanto como esa paja!” Y,
reprendiéndolo, Él recitó esta estrofa:
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J"TAKA Nº 96
LA VASIJA DE ACEITE
Hace mucho tiempo cuando Brahmadatta era rey de Benares, el Bodhisatta era
el menor de los cien hijos del rey y con el transcurso de los años llegó a su juventud.
Ahora bien, en aquella época, habían Pachchekabudas que solían ir a comer al palacio
y el Bodhisatta los atendía.
Un día, pensando en el gran número de hermanos que tenía, el Bodhisatta se
preguntó si había alguna posibilidad de que llegara al trono de sus padres en aquella
ciudad, y decidió preguntarle a los Pachchekabudas qué habría de ocurrir. Al día
siguiente, los Budas llegaron, tomaron la jarra de agua reservada para usos sagrados,
filtraron el agua, se lavaron y secaron los pies y se sentaron a comer. Y cuando se
sentaron, el Bodhisatta vino y, sentándose junto a ellos con un amable saludo, les hizo
esa pregunta. Y ellos contestaron y dijeron: “Príncipe, nunca llegarás a ser rey en esta
ciudad. Pero en Gandh2ra, a dos mil leguas de aquí, está la ciudad de Takkasil2. Si
llegas a esa ciudad, en siete días llegarás a ser rey allí. Pero existe un peligro en el
camino al viajar a través de una gran foresta. La distancia que debes recorrer para
bordear la foresta es el doble de la distancia para atravesarla. Allí habitan ogros, y las
ogresas construyen aldeas y casas a la vera del camino. Debajo de un hermoso dosel,
adornado con bordados de estrellas ellas crean mágicamente un suntuoso lecho
rodeado de finas cortinas de maravilloso tinte. Las ogresas, cubriéndose con adornos
celestiales, se sientan en sus casas, seduciendo a los caminantes con dulces palabras.
“¡Qué cansado parecéis!” - dicen - “venid hacia aquí, sentáos y comed y bebed antes
de seguir adelante en vuestro camino”. A aquellos que responden a su llamado les
ofrecen asientos para descansar excitándolos con el encanto de su perversa belleza.
Pero apenas acaban de tener relaciones con ellos, víctimas de la sensualidad, las
ogresas se los comen cuando aún fluye tibia su sangre, quitándoles la vida. Ellas
cautivan los sentidos de los hombres – el sentido de la belleza con su supremo
encanto, el oído con dulces cantos y música, el olfato con aromas divinos, el gusto con
delicias divinas de exquisito sabor y el tacto con lechos divinos provistos de rojos
almohadones. Pero si puedes dominar tus sentidos, no mirarlas, y poner en juego tu
autoconciencia, entonces, al séptimo día, llegarás a la ciudad de Takkasil2 y ahí te
convertirás en rey”.
“¡Oh, señores! ¿Cómo podría yo mirar a las ogresas después de vuestra
advertencia?” Y con estas palabras el Bodhisatta suplicó a los Pachchekabudas que le
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dieran algo para mantenerse a salvo durante el viaje. Habiendo recibido un hilo
encantado y un poco de arena encantada, primero se despidió de los Pachchekabudas
y de su padre y su madre; luego fue a su propia residencia y se dirigió a sus servidores
de la siguiente manera: - “Me voy a Takkasil2 para hacerme rey allí. Vosotros os
quedaréis acá”. Pero cinco de ellos dijeron: “Permítenos ir también”.
“No podéis venir conmigo” - respondió el Bodhisatta - “pues me dijeron que en
el camino hay ogresas que cautivan los sentidos de los hombres y destruyen a
aquellos que sucumben a sus encantos. Grande es el peligro, pero confío en mí mismo
e iré”.
“Si vamos contigo, príncipe, no miraremos sus maléficos encantos. Nosotros
también iremos a Takkasil2”. “Entonces, mantenéos alertas” - dijo el Bodhisatta y se
llevó a aquellos cinco de viaje con él.
Las ogresas esperaban sentadas por el camino en sus aldeas. Y uno de los
cinco servidores, el amante de la belleza, miró a las ogresas, y al quedar cautivado por
su belleza, se retrasó del resto. “¿Por qué te quedas atrás?” - preguntó el Bodhisatta.
“Me duelen los pies, príncipe. Me sentaré un momento en una de estas viviendas y
luego os alcanzaré”. “Buen hombre, esas son ogresas; no las desees”. “Sea como sea,
príncipe, no puedo seguir adelante”. “Bueno, pronto veremos cómo eres realmente” -
dijo el Bodhisatta al irse con los otros cuatro.
Dominado por sus sentidos, el amante de la belleza se acercó a las ogresas
quienes tuvieron relaciones con él y lo mataron luego en ese mismo lugar. Entonces
ellas partieron y más adelante en el camino levantaron, con mágicas artes, una nueva
vivienda, en la cual se sentaron a cantar acompañándose con la música de diversos
instrumentos. Y entonces, otro de los servidores, el amante de la música, se quedó
atrás y fue devorado. Enseguida las ogresas se adelantaron y se sentaron a esperar
en un bazar de dulces esencias y perfumes. Y entonces, el amante de los perfumes se
quedó atrás también. Y, después de habérselo comido, las ogresas siguieron adelante
y se sentaron en un puesto en el que ofrecían cantidad de celestiales comidas de
exquisito sabor. Y ahora fue el aficionado a la buena comida el que se quedó atrás. Y
después de devorarlo, siguieron adelante y se sentaron en divinos lechos fabricados
por sus artes mágicas. Y entonces fue el amante del confort el que se quedó atrás. Y a
él también lo devoraron.
Sólo quedaba ahora el Bodhisatta. Y una de las ogresas lo siguió
prometiéndose a sí misma que, a pesar de la firme resolución del Bodhisatta, ella lo
devoraría antes de regresar a donde se encontraban sus compañeras. Más adelante
en el bosque, leñadores y otros pobladores, al ver a la ogresa, le preguntaron quién
era el hombre que iba delante de ella.
“Es mi esposo, señores”.
“¡Eh, tú!” - le dijeron al Bodhisatta - “ya que tienes una dulce y joven esposa,
bella como las flores, que podías haber dejado en casa esperándote, ¿por qué no
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caminas junto a ella en lugar de hacerla caminar trabajosamente detrás de ti?” “Ella
no es mi esposa, sino una ogresa. Se ha comido a mis cinco compañeros”. “¡Qué
desgracia, caballeros!” - dijo ella - la ira lleva a los hombres a decir que sus propias
esposas son ogresas y demonias”.
Luego simuló estar embarazada y, más tarde, tomó el aspecto de una mujer
que ha dado a luz un niño; con el niño a cuestas, fue tras el Bodhisatta. Cada uno que
encontraban hacía las mismas preguntas acerca de la pareja y el Bodhisatta daba
siempre la misma respuesta mientras seguía su camino hacia Takkasil2.
Por fin llegó a Takkasil2, donde la ogresa hizo desaparecer al niño y continuó
sola. En las puertas de la ciudad, el Bodhisatta entró en un albergue y se sentó.
Gracias al poder del Bodhisatta ella no pudo entrar; entonces adoptó una forma de
divina belleza y se quedó parada en la puerta del albergue.
El rey de Takkasil2 pasaba por ahí en ese momento, camino a sus jardines y
fue cautivado por su encanto. “Vé y averigua” - le dijo a un servidor - “si tiene un
esposo con ella o no”. Y cuando el mensajero fue y le preguntó si tenía un esposo con
ella, ella respondió: “Sí, señor, mi esposo está en el albergue”.
“Ella no es mi esposa” - dijo el Bodhisatta - “es una ogresa y se ha comido a
mis cinco compañeros”.
Y como antes, ella respondió: “¡Qué desgracia, caballeros! La ira lleva a los
hombres a decir cualquier cosa que les viene a la cabeza”.
Luego el servidor volvió adonde se encontraba el rey y le refirió lo que cada
uno había dicho”. “Un bien sin dueño es propiedad real” - dijo el rey. Y mandó a
buscar a la ogresa y la sentó en el lomo de su elefante. Después de una solemne
procesión alrededor de la ciudad, el rey volvió a su palacio y alojó a la ogresa en los
aposentos reservados para la reina consorte. Una vez que se hubo bañado y
perfumado, el rey tomó su cena y se recostó en su cama real. La ogresa también se
preparó una comida y se adornó espléndidamente. Y al recostarse junto al
deslumbrado rey, dándole la espalda se echó a llorar. Al preguntársele por qué lloraba,
dijo: “Señor, tú me encontraste por el camino y las mujeres del harém son muchas.
Viviendo aquí entre enemigos me sentiré deprimida cuando digan: “¿Quién sabe
quiénes son tu padre y tu madre, o algo acerca de tu familia? Tú fuiste encontrada en
el camino y traída acá”. Pero si vuestra majestad me diera poder y autoridad sobre
todo el reino, nadie se atrevería a molestarme con esas burlas”.
“Querida, yo no tengo poder sobre aquellos que viven a lo largo y a lo ancho de
mi reino; no soy su amo y señor. Sólo tengo jurisdicción sobre aquellos que se rebelan
o cometen iniquidades. Así es que no puedo darte poder y autoridad sobre todo el
reino”.
“Entonces, señor, si no puedes darme autoridad sobre el reino o sobre la
ciudad, dame al menos autoridad dentro del palacio para que yo pueda mandar aquí a
aquellos que habitan en el palacio”.
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El comentario agrega:
Después de narrar esta historia el Maestro, el Iluminado, dijo esta estrofa:
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el Príncipe que fue hecho rey
de Takkasil2.
J"TAKA Nº 109
Como le va al devoto,
así ha de irle a su divinidad;
dame mi pastelillo,
no me despojes de mi parte.
Entonces, el hombre regresando, viendo al Bodhisatta, hizo su ofrenda. El
Bodhisatta se alimentó así con ese alimento y dijo: “Buen hombre, ¿por qué te ocupas
así de mi?” “Soy un hombre pobre, mi señor, y te rindo homenaje para liberarme de
mi pobreza”. “Buen hombre, no te preocupes más por eso. Has rendido homenaje a
quien es agradecido y no se olvida del bien que se le hace. Alrededor de este árbol,
unas junto a otras, están enterradas vasijas con tesoros. Vé y díselo al rey; y llevando
el tesoro en carros, deposítalo en el palacio del rey. El rey estará tán contento que te
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hará Tesorero Real”. Y con estas palabras el Bodhisatta desapareció. El hombre hizo
tal como le ordenara y el rey lo nombró Tesorero Real. Así, el hombre pobre, con la
ayuda del Bodhisatta, llegó a tener una gran fortuna; y cuando murió fue al destino
que le correspondía de acuerdo con sus merecimientos.
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido la divinidad de árbol que
habitaba en la palmera.
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J"TAKA Nº 120
mi lecho”. Pero el Bodhisatta se negó a ello aduciendo el honor del rey y afirmando
que él huía de toda mala acción y que no haría lo que ella quería. “Ningún
pensamiento de respeto por el rey ni ninguna idea de pecado asustaron a ninguno de
sus sesenta y cuatro mensajeros” – dijo ella: “mientras que tú por respeto al rey y
miedo al pecado te niegas a hacer mi voluntad”.
El Bodhisatta dijo: “Señora, si esos mensajeros hubieran pensado como yo, no
habrían actuado de esa manera. Yo, que sé qué es lo correcto, no realizaré una acción
tán abominable”.
“No digas tonterías” – dijo ella – “si te niegas, te haré cortar la cabeza”.
“Que así sea. Córtame la cabeza en una o en cien mil existencias; aun así no
haré lo que me pides”.
“De acuerdo; ya veré” - dijo la reina amenazante. Y retirándose a su aposento,
se rasguñó a sí misma, untó su cuerpo con aceite, se vistió con ropas sucias y fingió
estar enferma. Luego, mandó a llamar a los esclavos y pidió que le dijeran al rey,
cuando preguntara por ella, que estaba enferma.
Mientras tanto, el Bodhisatta había ido a buscar al rey, quien, luego de marchar
alrededor de la ciudad en solemne procesión, entró a su palacio. Al no ver a la reina,
preguntó dónde estaba y le dijeron que estaba enferma. Al entrar a la habitación real,
el rey acarició a la reina y le preguntó qué le ocurría. Ella permaneció en silencio; pero
cuando el rey preguntó por tercera vez, ella lo miró y dijo: “Aunque mi señor el rey
todavía vive, las pobres mujeres como yo deberíamos tener un amo que las proteja”.
“¿Qué quieres decir?”
“El capellán que tú dejaste para cuidar la ciudad, vino aquí con el pretexto de
cuidar el palacio; y como no quise ceder a sus deseos me golpeó cuanto quiso y se
marchó”.
Entonces el rey explotó de furia, como la sal o el azúcar que estalla en el fuego
y salió precipitadamente del aposento real. Llamó a sus servidores y les ordenó que
ataran al capellán con las manos en la espalda, como un condenado a muerte, y que
le cortaran la cabeza en la plaza pública. Así ellos se apresuraron en ir a buscar al
Bodhisatta y en atarle las manos a la espalda. Y el tambor sonaba anunciando la
ejecución.
El Bodhisatta pensó: “Sin duda la perversa reina ya ha envenenado la mente
del rey en contra de mí y ahora yo mismo debo salvarme de este peligro”. Y así les
dijo a sus captores: “Llevadme ante la presencia del rey antes de ejecutarme”. “¿Por
qué?” – dijeron ellos. “Porque, como servidor del rey, me he esforzado grandemente
por sus asuntos y sé donde hay importantes tesoros escondidos que yo he
descubierto. Si no me lleváis ante el rey, toda su riqueza se perderá. Llevádme pues a
él y luego cumplid con vuestro deber”.
Entonces ellos lo llevaron ante el rey, quien preguntó por qué el respeto por él
no le había impedido realizar semejante mala acción.
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J"TAKA Nº 124
EL ÁRBOL DE MANGO
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el Maestro de los quinientos
ascetas.
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J"TAKA Nº 144
La falta de poder del Dios del Fuego. La liberación de las falsas creencias
Y con estas palabras, el Gran Ser apagó el fuego con agua y partió para
convertirse en asceta. Y obtuvo los Conocimientos y los Logros y se aseguró renacer
en el Mundo de Brahm2.
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el asceta que apagó el fuego.
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J"TAKA Nº 151
Pues bien, en ese entonces Mallika, el rey de Kosala, había hecho lo mismo. Él
también era un rey justo y había estado inquiriendo por sus propios defectos; pero
entre aquellos que lo rodeaban no había ninguno que le encontrara una falla, y al no
oír sino alabanzas, había ido a indagar a través del país entero, llegando al mismo
lugar en que el rey Brahmadatta se encontraba.
Los dos se encontraron frente a frente en un lugar del camino tan estrecho que
no permitía que pasaran los dos carruajes al mismo tiempo.
“¡Saca tu carruaje del camino!” – dijo el cochero del rey Mallika al cochero del
rey del Benares.
“¡No, no, cochero!” – respondió él – “saca tú el tuyo. Ten en cuenta que en este
carruaje viaja el gran monarca Brahmadatta, Señor del Reino de Benares”.
“¡No, cochero!” – replicó el otro – “en este carruaje viaja el gran rey Mallika,
Señor del Reino de Kosala. Eres tú quien debe ceder el paso y dar lugar al carruaje de
nuestro rey”.
“¿Por qué? Aquí también hay un rey” – pensó el cochero del rey de Benares.
“¿Qué hemos de hacer?”. Luego se le ocurrió una idea: averiguaría la edad de los dos
reyes, para que el más joven diera paso al más viejo. Entonces él interrogó al otro
cochero acerca de la edad de su rey. Pero resultó que los dos tenían la misma edad.
Preguntó entonces acerca de la magnitud del poder del rey, de su riqueza, de su
gloria, y de todo aquello concerniente a su clan y a su familia; y descubrió que ambos
hombres poseían un país de trescientas leguas de largo y que tenían igual poder,
riqueza, gloria, y que eran iguales en familia y linaje. Pensó entonces que se podría
dejar pasar primero al mejor hombre; pidió en consecuencia al otro cochero que le
describiera las virtudes de su amo. El cochero del rey de Kosala respondió con esta
primera estrofa, en la cual presentaba los defectos de su monarca como si fueran
virtudes:
“¡Oh!” - dijo el cochero del rey de Benares - “¿eso es todo lo que tienes que
decir de las virtudes de tu rey?” “Sí” - respondió el otro. “Si esas son sus virtudes,
¡cómo serán sus defectos!” “Que sean defectos si tu quieres” - dijo - “pero oigamos
cómo son las virtudes de tu rey”. “Escucha, entonces” - dijo a continuación el cochero
del rey de Benares y recitó esta segunda estrofa:
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J"TAKA Nº 156
EL PRÍNCIPE VALIENTE
bosque, dejando al pequeño con los carpinteros. Desde ese momento, el joven
elefante hizo todo su trabajo, fiel y obedientemente; ellos lo alimentaron, como habían
alimentado al otro con quinientas porciones de comida.
Cuando terminaba su trabajo, el elefante iba a jugar al río y luego volvía. Los
hijos de los carpinteros le tiraban de la trompa y él hacía todo tipo de travesuras con
ellos dentro o fuera del agua. Ahora bien, las creaturas nobles, ya sean elefantes,
caballos u hombres, nunca hacen sus necesidades dentro del agua. Así, este elefante
no hizo nada de este tipo cuando estaba en el agua, sino que esperaba hasta estar en
la orilla.
Un día había caído lluvia en el río y el agua de la lluvia arrastró hasta el río
parte del excremento medio seco del elefante. Éste fue flotando hasta el
desembarcadero de Benares y quedó atascado en un arbusto. Justo en ese momento,
los cuidadores de los elefantes del rey habían llevado a quinientos elefantes a darse
un baño. Pero los animales olieron el estiércol de un noble animal y ninguno quiso
entrar al agua; levantaron sus colas y echaron a correr. Los cuidadores contaron esto
a los domadores de elefantes, quienes replicaron: “Entonces, debe haber algo en el
agua”. Así pues, se dieron órdenes para que se limpiara el agua; allí entre los arbustos
se encontró el excremento. “¡De eso se trataba!” - gritaron los hombres. Llevaron
entonces una tinaja, la llenaron con agua y pulverizaron el estiércol allí dentro, a
continuación rociaron con el agua a los elefantes, cuyos cuerpos quedaron
suavemente perfumados. Inmediatamente, fueron hasta el río y se bañaron.
Cuando los domadores hicieron su informe al rey, le aconsejaron que se
consiguiera al elefante para su propio uso y provecho.
El rey, en consecuencia, se embarcó en una balsa y remó río arriba hasta llegar
al lugar donde estaban instalados los carpinteros. Al oír el ruido de los tambores
mientras jugaba en el agua, el elefante salió del agua y se reunió con los carpinteros.
Todos ellos avanzaron para hacer honor a la llegada del rey y le dijeron: “Señor si
necesitáis madera, ¿qué necesidad hay de venir hasta aquí? ¿Por qué no la mandáis a
buscar y os la hacemos llegar?”.
“No, no, buenos amigos” - respondió el rey, “no es madera lo que busco, sino
este elefante que está aquí”.
“¡Es vuestro, señor!” - dijeron, pero el elefante se negó a moverse.
“¿Eh tú, qué quieres que haga, elefante?” - preguntó el rey.
“Ordena que se les pague a los carpinteros lo que han gastado en mí, señor”.
“Con mucho gusto, amigo”. Y el rey ordenó que se dejaran cien mil monedas
de oro en su cola, en su trompa y en cada una de sus cuatro patas. Pero esto no era
suficiente para el elefante. Él no se movería. Entonces, a cada uno de los carpinteros
le dieron dos vestimentas y a cada una de sus esposas vestidos para ponerse y no se
olvidaron de darles lo suficiente para que criaran a los niños compañeros de juego del
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elefante; y así, echando una última mirada a los carpinteros, a sus mujeres y a sus
niños, se marchó el elefante en compañía del rey.
El rey lo llevó a la ciudad capital; la ciudad y el establo fueron arreglados con
total magnificencia. Llevó al elefante alrededor de la ciudad en una solemne procesión
y luego a su establo. Adornándolo con toda clase de adornos, allí mismo
solemnemente consagró al elefante y lo designó elefante real; lo trató como a un
camarada y le dio la mitad de su reino, y cuidó tanto de él como de sí mismo. Con la
llegada de este elefante, el rey ganó la supremacía sobre toda la India.
Con el curso del tiempo, el Bodhisatta fue concebido por la Reina Consorte, y
cuando ella estaba por dar a luz, el rey murió. Si el elefante llegaba a enterarse de la
muerte del rey, su corazón se rompería con toda seguridad, entonces, se le cuidó
como siempre, pero no se le dijo ni una palabra. Pero su vecino, el rey de Kosala,
escuchó que el rey había muerto. “Tendré, sin dudas, el país a mi merced” - pensó, y
marchó a la ciudad de Benares con un poderoso ejército y la sitió por asalto.
Inmediatamente se cerraron las puertas y se envió un mensaje al rey de Kosala:
“Nuestra reina está a punto de dar a luz y los astrólogos han declarado que en siete
días le nacerá un hijo. Si da a luz un varón, nosotros al séptimo día te daremos batalla
pero no el reino. Te rogamos que esperes hasta entonces”. Y el rey estuvo de acuerdo.
En siete días la reina dio a luz un hijo. En el día de la ceremonia en que debía
recibir su nombre, fue llamado Príncipe Valiente, porque - decían - había nacido para
fortalecer la mente temerosa de la gente.
El mismo día de su nacimiento, los habitantes de la ciudad comenzaron a dar
batalla al rey de Kosala. Pero como no tenían un jefe, poco a poco el ejército fue
cediendo terreno, a pesar de ser muy grande. Los miembros de la corte dieron estas
noticias a la reina y agregaron: “Dado que nuestro ejército pierde terreno de este
modo, tememos una derrota. Ahora bien, el elefante real, el gran amigo del rey, no
sabe que el rey ha muerto, que ha nacido un hijo de él y que el rey de Kosala está acá
dándonos batalla. ¿Debemos decírselo?”
“Sí, hacedlo” - dijo la reina. Entonces vistió a su hijo y lo envolvió en una fina
tela de lino, luego de lo cual ella y toda la corte bajaron del palacio y entraron en el
establo del elefante. Allí, la reina recostó al niño - que era el Bodhisatta - a los pies del
elefante diciendo: “Señor, tu camarada ha muerto, pero temíamos decírtelo por miedo
de romper tu corazón. Éste es el hijo de tu amigo; el rey de Kosala tiene rodeada la
ciudad y le está haciendo la guerra a tu hijo; el ejército está perdiendo terreno; ¡mata
a tu hijo tú mismo o recupera el reino para él!”
De inmediato, el elefante acarició al Bodhisatta con su trompa y lo levantó por
encima de su cabeza, luego llorando y lamentándose, lo bajó y lo dejó en brazos de su
madre, y con las palabras: - “Dominaré al rey de Kosala” - salió apresuradamente del
establo.
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El comentario agrega:
Cuando el Maestro contó este hecho del pasado, Él, el Omnisciente dijo estos
versos:
Gracias al Príncipe Valiente
el gran pueblo de Benares, lleno de ánimo,
capturó vivo al Rey de Kosala
no satisfecho con su poder.
De la misma manera el monje, dotado de fortaleza,
lleno de inquebrantable energía,
haciendo surgir en sí las buenas cualidades,
con la obtención del estado de calma,
gradualmente alcanza la liberación de todas las ataduras.
--------------------
Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el joven Príncipe Valiente.
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J"TAKA Nº 167
Oh monje mendicante,
sin haber gozado tú, eres asceta,
pues no eres asceta después de haber gozado.
¡Sé asceta, oh monje mendicante,
después de haber gozado!
¡Que tu tiempo de gozar no se te acabe!
Cuando la hija de los Dioses oyó las palabras del Bodhisatta, desapareció
instantáneamente.
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J"TAKA Nº 169
EL MAESTRO ARAKA
La benevolencia y la compasión
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J"TAKA Nº 181
Vuestra majestad ha visto nuestra habilidad ya muchas veces. Pero el recién llegado
recibe una paga mucho mejor que la nuestra, así que, quizás, podría vuestra majestad
ordenarle a él que baje los frutos”.
Entonces, el rey mandó llamar al Príncipe Sin Par y le preguntó si podía
hacerlo. “Oh sí, majestad, si puedo elegir la posición”. “¿Qué posición quieres?” “El
lugar donde está vuestro lecho”. El rey hizo apartar el lecho y le cedió el lugar.
El Príncipe Sin Par no tenía ningún arco en sus manos; solía llevarlo bajo sus
ropas, de modo que necesitaba un biombo. El rey ordenó que trajeran un biombo y lo
desplegaran para él, y nuestro arquero entró; se quitó la vestimenta blanca que
llevaba puesta y se puso una vestimenta roja; enseguida aseguró su cinturón y puso
en su cintura una faja roja. Luego sacó de un bolso una espada desarmada, la armó y
se la ciñó a la izquierda. Después se colocó una coraza de oro, ajustó el carcaj en su
espalda y tomó su gran arco hecho con los cuernos de un carnero y que estaba
desarmado; lo armó, y ajustó la cuerda del arco, roja como el coral, y se puso un
turbante en su cabeza. Y haciendo girar la flecha con las uñas, abrió el biombo y salió,
luciendo como un Príncipe de las Serpientes que emerge de la tierra que se abre ante
él. Fue hasta el lugar desde el cual dispararía y, colocando la flecha en el arco, hizo al
rey la siguiente pregunta: “Majestad” - dijo - “¿he de hacer caer ese racimo de frutos
con un disparo hacia arriba o arrojando la flecha desde arriba sobre él?”
“Hijo” - dijo el rey - “muchas veces he visto caer el blanco con un golpe desde
abajo, pero nunca uno golpeado por la flecha en su caída. Será mejor que hagas que
el dardo caiga sobre él”.
“Majestad” - dijo el arquero - “esta flecha volará muy alto, hasta el cielo de los
Cuatro Grandes Reyes y luego volverá por sí misma. Por favor, debéis ser paciente
hasta que ella regrese”. El rey accedió. Luego, el arquero volvió a decir: “Majestad,
esta flecha al ir hacia arriba perforará la rama que sostiene el racimo de frutos de
mango en el medio y al bajar no se desviará en lo más mínimo hacia ningún lado, sino
que pasará por el mismo agujero y traerá el racimo de frutos con ella. Observa,
Majestad”. Luego lanzó la flecha velozmente. La flecha al subir perforó exactamente el
centro de la rama del árbol de mango. Cuando el arquero supo que su flecha había
llegado hasta el cielo de los Cuatro Grandes Reyes, hizo volar una segunda flecha más
rápida que la primera. Ésta golpeó a la primera flecha en su extremo posterior y la
hizo volver; luego siguió subiendo hasta el cielo de los Treinta y Tres Dioses. Allí, los
Dioses la agarraron y la guardaron.
El sonido de la flecha al caer cortando el aire era como el de un rayo. “¿Qué es
ese ruido?” - preguntó el rey. “Es la flecha que está cayendo” – respondió nuestro
arquero. Los presentes estaban aterrados, temiendo que la flecha les cayera encima;
pero el Príncipe Sin Par los tranquilizó. “No temáis” - dijo - “veré que no caiga en la
tierra”. Cayó la flecha, sin desviarse en lo más mínimo hacia ningún lado, pasó por el
mismo agujero y cortó el tallo del racimo. El arquero atrapó la flecha con una mano y
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el racimo con la otra, de manera que no tocara el suelo. “¡Nunca vimos cosa
semejante antes!” – gritaron los presentes ante esta maravilla. ¡Cuánto alabaron al
gran hombre! ¡Cuánto lo vivaron y lo aplaudieron agitando en el aire cuanto podían!
En su alegría y su deleite, los cortesanos dieron al Príncipe Sin Par regalos que
llegaban a los diez millones de monedas de oro. Y el rey también lo llenó de regalos y
de honores.
Mientras el Príncipe Sin Par - el Bodhisatta - recibía tanta gloria y honor de
manos de aquel rey, siete reyes, que sabían que el Príncipe Sin Par no estaba en
Benares, rodearon la ciudad y conminaron al rey a luchar o entregarse. El rey estaba
asustado a muerte. “¿Dónde está mi hermano?” - preguntó. “Está al servicio de un rey
vecino”, fue la respuesta. “Si mi querido hermano no viene” - dijo - “soy hombre
muerto. Ved y en nombre mío inclináos a sus pies, apaciguadlo y traédlo aquí”. Los
mensajeros fueron e hicieron lo ordenado. El Príncipe Sin Par entonces se despidió de
su amo y regresó a Benares. Tranquilizó a su hermano y le dijo que nada temiera,
luego, grabó un mensaje sobre una flecha: “Yo, el Príncipe Sin Par, estoy de vuelta.
Tengo la intención de mataros a todos con una sola flecha que os arrojaré. Permitid
que aquellos que se preocupan por su vida puedan escapar”. Y lanzó la flecha para
que cayera justo en el medio del plato de oro del que comían juntos los siete reyes.
Cuando leyeron el mensaje, ellos huyeron, muertos de miedo.
Así logró nuestro Príncipe expulsar a siete reyes sin derramar ni la cantidad de
sangre que un mosquito puede tomar; entonces, mirando a su hermano menor, él, el
Príncipe Sin Par, el Bodhisatta, el Gran Ser, renunció a los placeres y abandonó el
mundo, cultivó las Facultades y los Logros y al final de su vida llegó al cielo de
Brahm2.
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El comentario agrega:
Entonces Él, el Omnisciente, dijo estos versos:
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58
Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido Él Príncipe Sin Par que
abandonó todo.
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J"TAKA Nº 185
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J"TAKA Nº 194
EL LADRÓN DE LA JOYA
Diciendo esto, le dió la joya, y lo envió. Éste la tomó y se fue. Cuando pasaba
cerca del carro, la arrojó adentro; después regresó y le informó al rey que ya estaba
hecho.
“¡He perdido una joya!” - gritó el rey. El lugar entero se alborotó.
El rey ordenó: “¡Cierren todas las puertas de la ciudad, corten las salidas,
persigan al ladrón!” Los seguidores del rey obedecieron. ¡La ciudad era pura
confusión!
El servidor del rey que había arrojado la joya, llevando a otros con él, se dirigió
hacia el Bodhisatta, gritando:
“¡Eh! ¡tú, detén tu carro! El rey ha perdido una joya; debemos revisar tu
carro!” Lo revisó hasta encontrar la joya que él mismo había puesto allí.
“¡Ladrón!” - gritó agarrando al Bodhisatta.
Lo golpearon y lo patearon; y después, atándole los brazos a la espalda, lo
arrastraron ante el rey gritando:
“¡Éste es el ladrón que robó tu joya!”
La orden del rey fue: “¡Córtenle la cabeza!”
Los hombres del rey lo azotaron con látigos en cada esquina, y lo arrojaron
fuera de la ciudad por la puerta del sur.
Inmediatamente Suj2t2 dejó el carro y, levantando sus brazos, corrió detrás de
él, lamentándose mientras corría:
“¡Oh esposo mío, por culpa mía estás en esta desastrosa condición!”
Los servidores del rey echaron al Bodhisatta de espaldas con la intención de
cortarle su cabeza. Cuando Suj2t2 vió semejante cosa, pensó en su propia virtud y
moralidad, reflexionando de la siguiente manera para sí: “Me parece que no hay aquí
ninguna divinidad lo suficientemente fuerte como para detener la mano de los
hombres crueles y perversos, que obran causando daño a los virtuosos”; y llorando y
lamentándose recitó la primera estrofa:
Mientras esta mujer virtuosa así se lamentaba, el trono de Sakka, Rey de los
Dioses, comenzó a arder cuando él se sentó.
“¿Quién quiere despojarme de mi condición divina?” - pensó Sakka.
Después, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y pensó: “El rey de
Benares está llevando a cabo un acto muy cruel. Está haciendo sufrir a la virtuosa
Suj2t2; debo dirigirme ahora mismo hacia aquel lugar!” Entonces, descendiendo del
mundo de los Dioses, con su propio poder desmontó al malvado rey del elefante en
63
Así Sakka instruyó a una gran multitud de personas, y después se fue derecho
a su morada divina.
El Bodhisatta reinó con justicia, y después se fue a aumentar las filas de los
habitantes del cielo.
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el rey consagrado por Sakka.
Agreguemos que el rey malvado era Devadatta, primo de Buda, que volvería a atentar
en el futuro contra la vida de Sh2kyamuni.
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J"TAKA Nº 201
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el asceta que abandonó a su
familia y que los miembros de su familia fueron los miembros de la familia de aquel
asceta.
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J"TAKA Nº 228
EL ESCLAVO DE LA CODICIA
El mal de la codicia
El rey de Benares tenía dos hijos. De estos dos hijos el mayor se fue a Benares,
y se convirtió en rey; el más joven fue el virrey. El que fue rey se entregó a la codicia
de riquezas y al deseo del placer sensual.
En ese entonces el Bodhisatta, el Gran Ser, había renacido como Sakka, Rey de
los Dioses. Y, él mirando a la India, observó que su rey estaba entregado a esas dos
pasiones y se dijo: “Corregiré a ese rey, y lo haré avergonzarse”.
Entonces, tomando la apariencia de un joven brahmán, se fue adonde estaba
el rey y se quedó mirándolo.
“¿Por qué razón has venido, muchacho?” – preguntó el rey. Él respondió: “Oh
gran rey, conozco tres ciudades, prósperas, fértiles, con elefantes, caballos, carros de
guerra e infantes en abundancia, llenas de oro y de ornamentos de oro. Ellas pueden
ser tomadas incluso con un ejército pequeño. He venido hasta aquí para tomarlas y
dártelas”.
“¿Cuándo podemos ir, joven?” - preguntó el rey.
“Mañana, señor”.
“Entonces véte ahora; mañana temprano tú irás”.
“¡Bien, mi rey, apresúrate a preparar el ejército!”
Y así diciendo Sakka regresó a su propio palacio.
Al otro día el rey hizo que tocaran el tambor, y que un ejército estuviera listo; y,
habiendo convocado a sus cortesanos, así les dijo: “Ayer un joven brahmán vino y me
dijo que él conquistaría para mí tres ciudades: Uttarapañchala, Indapatta y Kekaka.
Por consiguiente, ahora iremos con él y conquistaremos esas ciudades. ¡Llamémoslo a
toda prisa!”
“¿Qué lugar, mi señor, le asignaste a él para vivir?”
“No le asigné ningún lugar” - dijo el rey.
“¿Pero le diste los medios necesarios con que pagar su alojamiento?”
“No, no le di”.
“¿Entonces, cómo lo encontraremos?”
“Búsquenlo por las calles de la ciudad” - respondió el rey.
Ellos lo buscaron, pero no lo encontraron. Entonces se dirigieron ante el rey, y
le dijeron: “Oh rey, no logramos hallarlo”.
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Luego Sakka dijo: “Oh rey, tú no puedes ser curado por una medicina hecha
con hierbas y raíces, sino que debes ser curado por la medicina del conocimiento”; y
entonces él recitó la segunda estrofa:
Así habló el Gran Ser para explicar su pensamiento, y además agregó: “Oh rey,
si tú consiguieras esas tres ciudades, mientras reinaras sobre las cuatro ciudades,
¿podrías llevar puestas cuatro túnicas al mismo tiempo, comer de cuatro platos de
oro, descansar sobre cuatro espléndidas camas? Oh rey, uno no debe ser dominado
por la codicia. La codicia es la raíz de todo mal; cuando la codicia aumenta, el que la
fomenta es arrojado a los ocho grandes infiernos, y a los dieciséis infiernos más bajos,
y a todo tipo y modo de sufrimiento”.
Así el Gran Ser habló y asustó al rey con el temor al infierno y al sufrimiento. El
rey, por escuchar su enseñanza, se liberó de su aflicción, la codicia, y en un momento
se sanó de su enfermedad.
Y Sakka, después de impartirle al rey su enseñanza y de establecerlo en las
normas de la Disciplina Moral, se fue al Mundo de los Dioses.
El rey desde entonces hizo donaciones y otras buenas obras, y murió yendo al
destino que le correspondía de acuerdo con sus merecimientos.
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J"TAKA Nº 234
LA ASCETA ASIT"BH<
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Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el asceta que vivía en el
Himalaya.
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J"TAKA Nº 235
EL ASCETA VACCHANAKHA
Con esas palabras el Gran Ser señaló los defectos de la vida de un jefe de
familia, y de nuevo se fue a vivir en el jardín del rey.
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J"TAKA Nº 244
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Buda manifestó que en aquella ocasión Él había sido el asceta que vivía en la
orilla del Ganges.
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J"TAKA Nº 251
cubierta con una fina túnica, puesta descuidadamente sobre ella, ella se acostó
esperando la llegada del Bodhisatta. Ahora bien, el Bodhisatta, dándose cuenta de la
hora del día que era, tomó su escudilla para limosnas, y volando a través del aire,
llegó a la gran ventana del palacio. Ella oyó el ruido de la vestimenta hecha de corteza
de árbol que llevaba y al levantarse apresuradamente su vestido amarillo se deslizó
cayendo. El Bodhisatta miró con placer su cuerpo desnudo, dejando que él dominara
sus sentidos. Entonces la perniciosa pasión que había sido antes calmada por el poder
de la meditación, resurgió en él, como surge una cobra, desplegando su capuchón,
desde la canasta en donde es guardada: él era como un árbol golpeado por el hacha.
Mientras su pasión cobraba fuerzas, la calma ganada por la meditación desaparecía,
sus sentidos perdían su pureza: parecía como un cuervo con una ala rota. No pudo
sentarse como lo hacía antes y tomar su comida; aunque ella le pedía que tomara
asiento, él no pudo hacerlo. Entonces la reina colocó toda la comida en su escudilla
para limosnas. Ese día no pudo hacer como él solía hacer después de la comida: salir
por la ventana a través del aire; tomando la comida, descendió por la gran escalera, y
así llegó al jardín. La reina se dio cuenta de la pasión que en él se había suscitado.
Cuando él llegó al jardín, no pudo comer nada. Colocó la comida a los pies de
su asiento, murmurando: “¡Qué hermosas manos, qué hermosos pies los de esta
reina! ¡Qué cintura, qué muslos!”, y así de lo demás. De esta manera, yació durante
siete días. Toda la comida se pudrió y se cubrió con una nube de negras moscas.
El rey regresó, habiendo restituido el orden en su frontera. La ciudad estaba
toda decorada; y él marchó a su alrededor en solemne procesión, y después se dirigió
al palacio. De inmediato fue al jardín esperando ver al Bodhisatta. Notó la basura y la
suciedad en la vivienda del asceta, y pensando que el Bodhisatta se había ido, empujó
la puerta de la cabaña, y entró. Allí se encontraba yaciendo el asceta. “Debe estar
enfermo” - pensó el rey. Así fue que arrojó la comida podrida afuera, puso la cabaña
en orden, y después preguntó: “¿Qué ocurre, señor?”
“¡Señor, estoy herido!”
Entonces el rey pensó: “Supongo que mis enemigos deben haber hecho esto.
Como no lograron tener éxito contra mí, decidieron hacerle daño a lo que yo amo; de
ahí que él esté herido”. Entonces examinó, dándole vuelta, al asceta, buscando la
herida; pero ninguna herida pudo ver. Entonces el rey preguntó: “¿Cuál es el lugar de
la herida, señor?”
“Nadie me ha hecho daño” - respondió el Bodhisatta - “sólo yo me he herido en
mi propio corazón”. Y se levantó, y se sentó sobre un asiento, y recitó los versos
siguientes:
es una flecha
envenenada con la pasión que subyuga al pensamiento,
afilada por la imaginación.
Así el Bodhisatta le explicó al rey lo que le sucedía por medio de estas tres
estrofas. Después le pidió al rey que se retirara de la cabaña, y, concentrando su
mente, recobró así su interrumpida meditación. Luego dejó la cabaña, y
manteniéndose en el aire, le dijo al rey que se iría al Himalaya. El rey quería disuadirlo,
pero él le dijo: “¡Oh rey, mira qué humillación ha caído sobre mí mientras yo moraba
aquí! ¡No puedo seguir viviendo aquí!” Y si bien el rey le rogaba que se quedara, él se
elevó en el aire, y partió hacia el Himalaya, donde vivió una larga vida, y después se
fue al mundo de Brahm2.
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J"TAKA Nº 258
MANDH"T"
Hace mucho tiempo, en las primeras épocas del mundo, vivía un rey llamado
Mah2sammata, y él tuvo un hijo llamado Roja, que tuvo un hijo llamado Vararoja, que
tuvo un hijo llamado Kaly2na, que tuvo un hijo llamado Varakaly2na, y Varakaly2na
tuvo un hijo llamado Uposatha, y Uposatha tuvo un hijo llamado Mandh2t2. Mandh2t2
poseía las Siete Joyas y los Cuatro Poderes Sobrenaturales y era un gran monarca.
Cuando cerraba su mano izquierda y después la tocaba con la derecha, caía una lluvia
de siete clases de joyas que llegaba hasta las rodillas, como si una nube divina
hubiera surgido en el cielo. ¡Tán extraordinario era este rey! Él fue príncipe durante
ochenta y cuatro mil años, durante el mismo número de años participó en el gobierno
del reino, y durante igual número de años él reinó como supremo rey; su vida duró
durante innumerables períodos.
Un día, el sintió la sed del deseo que no pudo calmar, entonces mostró signos
de descontento. “¿Por qué estás desalentado, señor?” - le preguntaron los cortesanos.
“Si se considera el poder de mis méritos, ¿qué valor tiene este reino? ¿Qué
lugar sería digno de mi deseo?”
“El cielo, señor”.
Entonces, después de la debida ceremonia de consagración de la Joya que era
su carro imperial, con su séquito, fue al cielo de los Cuatro Grandes Reyes. Los Cuatro
Reyes, con una gran multitud de Dioses, salieron a recibirlo con gran pompa, llevando
en sus manos flores y perfumes celestiales y, habiéndolo escoltado hasta su propio
cielo, le dieron el dominio sobre él. Allí él reinó, rodeado por su séquito con gran
pompa; y mucho tiempo transcurrió. Pero ni allí tampoco logró satisfacer la sed del
deseo; y entonces comenzó a mostrarse enfermo de descontento.
“¿Por qué, poderoso rey” - dijeron los cuatro monarcas celestiales - “no estás
satisfecho?”
Y el rey respondió: “¿Qué lugar es más agradable que este cielo?”
Ellos contestaron: “Señor, nosotros somos como servidores. El cielo de los
Treinta y Tres Dioses es más hermoso que éste!”
Mandh2t2, después de la debida ceremonia de consagración de la Joya que era
su carro imperial, con su séquito a su alrededor, se dirigió al cielo de los Treinta y Tres
Dioses. Y Sakka, Rey de los Dioses, con una gran multitud de Dioses, salió a recibirlo
con gran pompa, llevando en sus manos flores y perfumes celestiales y, tomándolo
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por la mano, le dijo que entrara. Mientras el rey caminaba rodeado por la multitud de
Dioses, su hijo mayor tomando la Joya que era el carro imperial y la Joya que era el
consejero real, descendiendo al mundo de los hombres, llegó a su propia ciudad.
Sakka condujo a Mandh2t2 al interior de la morada de los Treinta y Tres Dioses, y le
dio la mitad de los Dioses y la mitad de su propio reino. Después de esto ambos
reinaron juntos. Pasó el tiempo, hasta el momento en que Sakka ya había vivido
treinta millones de años y además sesenta veces cien mil años; entonces Saka renació
en la tierra; otro Sakka apareció, y él también reinó, y vivió su vida, y renació en la
tierra. De esta manera treinta y seis Sakkas se sucedieron uno tras otro. Y mientras
tanto Mandh2t2 reinaba con su séquito a su alrededor. A medida que el tiempo
pasaba con más fuerza resurgió en él la sed del deseo. “¿Qué valor tiene la mitad del
reino para mí?” - se dijo en su corazón. “¡Mataré a Sakka, y reinaré yo solo!” Pero no
pudo matar a Sakka. El deseo era la raíz de su desdicha. Su fuerza vital comenzó a
decaer; la vejez se apoderó de él; pero un cuerpo humano no se desintegra en el cielo.
Así él bajo del cielo, y descendió en un parque. El jardinero comunicó su llegada a la
familia real; ellos, yendo al jardín, le eligieron un lugar para su descanso en el parque;
ahí el rey yacía cansado y desalentado. Los cortesanos le preguntaron: “¿Señor, qué
mensaje podemos recibir de ti?”
“Reciban de mí” – dijo él – “este mensaje para la gente: Mandh2t2, rey de
reyes, después de haber reinado como supremo soberano sobre las cuatro regiones
de la tierra con todas las dos mil islas a su alrededor, después de haber reinado por
largo tiempo sobre el pueblo de los Cuatro Grandes Reyes, después de haber sido rey
del cielo durante el tiempo de vida de treinta y seis Sakkas, yace ahora muerto”. Con
estas palabras murió yendo al destino que le correspondía de acuerdo con sus
merecimientos.
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El comentario agrega:
Cuando el Maestro narró esta historia, Él, el Omnisciente, recitó estos versos:
J"TAKA Nº 265
LA FLECHA
De esta manera él, lanzando estas palabras como una lluvia de flechas, y
explicando que había actuado así heroicamente debido a su abandono del deseo de
vivir, se separó del hijo del mercader y regresó a su propia aldea; donde, después de
dar limosnas y hacer el bien, murió yendo al destino que le correspondía de acuerdo
con sus merecimientos.
---------------------
Buda manifestó que en esa ocasión Él había sido el guardabosque-guía.
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ÍNDICE DE TÉRMINOS
Avichi (el gran infierno): uno de los infiernos budistas. El infierno es para el budista,
como el cielo, un estado transitorio en el ciclo de las reencarnaciones.
Brahm2: es el Dios creador del Hinduismo. Para el Budismo el renacer como Dios es
uno de los destinos que pueden tener los seres en su ciclo de reencarnaciones.
Es un buen destino, pero inferior al renacer como hombre, pues es como
hombre que uno puede llegar a la Liberación y al Nirv2na, metas del Budismo.
Cuatro Grandes Reyes: los que se encuentran en los cuatro puntos cardinales o en
las cuatro regiones del espacio.
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Diez Caminos del Deber Real: hacer donaciones, moralidad, desapego, rectitud,
suavidad, austeridad, carencia de cólera, no-violencia, paciencia y
búsqueda de la armonía.
Gran Ser: epíteto del Bodhisattva (= Bodhisatta en p2li); en los J2takas designa a
Buda Sh2kyamuni (= Sakyamuni en p2li).
Jambudv1pa: India.
Ocho Logros de la Meditación: son las ocho etapas de la meditación budista, que
marcan momentos cada vez más profundos de la concentración de la mente.
Preceptos de la Disciplina Moral: son los Cinco Principios Morales (ver bajo esta
expresión) y además: abstenerse de calumniar, de palabras rudas, de
conversaciones frívolas, de la codicia, de la malevolencia, de adherir a
doctrinas erróneas.
Sakka, Rey de los Dioses: es Indra, uno de los grandes Dioses del Brahmanismo y
del Hinduismo.
Siete Joyas: son los siete “tesoros” que posee un gran rey: el carro imperial, el
consejero real, el elefante, el caballo, la piedra preciosa, la esposa, el jefe del
ejército, dotados todos ellos de las más excelsas cualidades.
Tres Vedas: Rig Veda, S2ma Veda, Yajur Veda (textos sagrados del Hinduismo).
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ÍNDICE GENERAL
INTRODUCCIÓN.......................................................................................... 2
J"TAKAS
J"TAKA Nº 2: EL DESIERTO.......................................................... 7
La perseverancia y la energía