Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Teoría de la argumentación
Lógica Matemática
2
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo si es imposible que sus premisas sean
todas ellas verdaderas y su conclusión falsa.
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo si no es posible que sus premisas
sean todas ellas verdaderas y su conclusión falsa.
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo si necesariamente, si todas sus
premisas son verdaderas, entonces su conclusión es verdadera.
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo asegura la transmisión necesaria de la
verdad de las premisas a la conclusión. (Es decir que, necesariamente, si todas sus
premisas son verdaderas, entonces su conclusión heredará esa verdad.)
Identificación de argumentos
Reconstrucción
Evaluación
“¿Tiene Platón una filosofía? Si es así, ¿cuál es y cómo argumenta a su favor? Sencillas preguntas Pero
existen obstáculos bien conocidos que se interponen en el camino de su respuesta. En primer lugar,
Platón escribe diálogos; y a menudo no está claro qué personaje, si lo hay, habla por Platón en un
determinado diálogo. En segundo lugar, cuando un personaje en un diálogo propone una tesis, a
menudo no está claro cuál es esa tesis. Y, finalmente, cuando una tesis es respaldada por un
argumento, a éste a menudo le faltan premisas cruciales.”
En efecto, los argumentos tal como aparecen en los textos no suelen incluir todas las premisas
necesarias para obtener la conclusión con la pretensión de quien produjo el texto. A veces, más
raramente, no incluyen la conclusión que se pretende obtener. Es decir, esta operación de
adición implica una operación hermenéutica, de interpretación del texto, para reponer aquellos
elementos que sensatamente uno puede suponer que quien produjo el texto tenía en mente
pero que se olvidó de incluir o consideró demasiado obvios como para incluirlos. Esta
operación consiste en hacer explícitos aquellos elementos que sensatamente uno puede
considerar que tenía en mente quien produjo el argumento y que son necesarios para que el
argumento cumpla con la pretensión inferencial que tenía. Es decir, consiste en considerar que
el argumento original es un entimema, un argumento en el que se han omitido una o más
premisas o, incluso, la conclusión.
Esta operación es quizás la más complicada en el trabajo de reconstrucción de argumentos. Lo
que uno debe hacer es descubrir qué premisas o qué conclusiones sensatamente uno puede
atribuir a quien escribió el texto, de manera de no caer, en dos peligros simétricos. Por un lado
el peligro de hacer una reconstrucción demasiado bondadosa, es decir, de convertir un mal
argumento en un buen argumento y, por el otro lado, hacer una reconstrucción aviesa del
argumento de manera de formular la posición que queda expresada en el argumento de una
manera deformada que sea más fácil de atacar. Esto tiene un nombre en teoría de la
argumentación que es ―falacia del espantapájaros‖: reconstruir el punto de vista del oponente
de una manera exagerada, deformada, malintencionada, de modo que sea más fácil de atacar.
El principio que se suele proponer para regir este trabajo de reconstrucción es lo que se suele
llamar el ―principio de caridad interpretativa‖. En lo que se refiere específicamente a la
reconstrucción de argumentos lo que nos aconseja el principio de caridad interpretativa es
hacer la reconstrucción más bondadosa, la mejor reconstrucción, desde el punto de vista de
quien reconstruye el argumento, teniendo en cuenta el texto y el contexto. Es decir, la mejor
reconstrucción que sea compatible con el texto que estamos tratando de reconstruir y el
contexto en el cual este texto aparece.
El problema es que a veces no es sencillo saber cuál es la reconstrucción más caritativa que
uno puede hacer teniendo en cuenta el texto y el contexto sin mejorar el argumento, sin caer en
uno de los extremos, uno de los peligros, que presenta la reconstrucción de argumento, que es
hacer una reconstrucción demasiado bondadosa del texto.
Vamos a ver en esta clase un ejemplo de esta operación de reconstrucción en relación con un
argumento que presenta Karl Popper —autor que seguramente ya han visto en el CBC— en su
libro La miseria del historicismo 4 . En ese texto Popper presenta una serie de argumentos
contra lo que él llama el ―historicismo‖, la teoría que sostiene que en la historia hay ritmos,
tendencias, leyes que nos permiten hacer predicciones históricas. En particular, Popper ataca
el historicismo de Hegel y de Marx. En el prefacio a una de las ediciones de La miseria del
historicismo Popper sostiene haber encontrado un argumento concluyente contra el
historicismo, considera que los otros argumentos que él ha ofrecido no son concluyentes pero
que este sí lo es. Y además es un argumento muy sencillo. De manera que, si fuera
efectivamente exitosa la pretensión popperiana, el historicismo habría quedado refutado.
Escribe Popper:
“El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos
(la verdad de la premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas científicas como el
subproducto de un desarrollo material de cualquier clase que sea)”
Es decir, aun por los materialistas históricos, dice Popper, tendrá que ser aceptada esta
premisa que nos dice que ―el curso de la historia humana está fuertemente influido por el
crecimiento de los conocimientos humanos‖. La segunda premisa de este argumento
pretendidamente concluyente contra el historicismo dice:
“No podemos predecir por métodos racionales o científicos el crecimiento futuro de nuestros conocimientos
científicos (esta aserción puede ser probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo).”
Señala que las predicciones a las que se refiere se hacen por métodos científicos o racionales,
ya que en Popper hay una distinción entre predicción científica y profecía. Aquello a lo que se
está refiriendo Popper es a la predicción científica, no a la profecía. Y entre paréntesis nos dice
(esta aserción puede ser probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo). No
vamos a tratar aquí cuáles son estas consideraciones que Popper trae a cuento para justificar
la segunda premisa.
La tercera proposición es la conclusión deseada contra el historicismo. En el argumento original
de Popper es una conclusión intermedia:
Es decir, el curso de la historia humana depende del crecimiento del conocimiento científico, y
no podemos predecir el crecimiento del conocimiento científico; por lo tanto, no podemos
predecir el curso futuro de la historia humana.
Es un argumento muy sencillo. Ahora bien, supónganse que ustedes tienen que reconstruir
este argumento y afirman que el argumento presenta una pretensión deductiva. ¿Cómo
sabemos que la pretensión de Popper es una pretensión deductiva? En este caso lo extraemos
del contexto, leemos todo el Prefacio y vemos que Popper considera que el argumento que él
propone es un argumento concluyente, un argumento deductivo.
Aceptamos las premisas popperianas, porque lo que queremos comprobar ahora es si la
pretensión popperiana de haber formulado un argumento concluyente, es decir, un argumento
deductivo, se cumple. Esto tiene que ver con la calidad de la inferencia que Popper pretende
alcanzar en su argumento. lo que nos interesa es si la pretensión deductiva popperiana es
exitosa y, si no lo es, qué premisas debemos agregar para que lo sea.
En la primera premisa en este caso, parece que uno podría precisar un poco más qué quiere
decir fuertemente y qué quiere decir influido. En la medida en que sea posible y deseable se
deben sustituir términos y expresiones que pueden resultar vagas o ambiguas por otras que no
lo son.
Urbach sostiene que el argumento tal como está presentado no es un argumento deductivo
válido. Es decir, Popper creía haber presentado un argumento deductivo válido pero falló en su
pretensión. Lo que hace Urbach es mostrar que falta por lo menos una premisa para que ese
argumento se convierta en un buen argumento deductivo. Volvamos a leer el argumento:
El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos
(la verdad de la premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas científicas como el
subproducto de un desarrollo material de cualquier clase que sea). No podemos predecir por métodos
racionales o científicos el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos (esta aserción puede ser
probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo). No podemos, por tanto, predecir el curso
futuro de la historia humana.
No podemos predecir por métodos racionales o científicos acontecimientos que estén fuertemente influidos
por acontecimientos que no pueden ser predichos de ese modo.
Entonces, ¿qué falta, según Urbach, para que la pretensión deductiva de Popper sea exitosa?
Falta una premisa. Necesitamos una tercera premisa que afirme que aquellos acontecimientos
que están fuertemente influidos por otros acontecimientos que no se pueden predecir por
métodos racionales o científicos, no se pueden predecir. Se afirma que la historia humana está
fuertemente influida por el desarrollo del conocimiento científico y que el desarrollo del
conocimiento humano no se puede predecir. Entonces, instanciando esa (tercera) premisa
implícita, que es un enunciado universal, podemos inferir que el curso de la historia humana no
se puede predecir. Pero fíjense que falta esta premisa para que el argumento de Popper se
convierta –como Popper pretendía—en un argumento deductivo exitoso.
Entonces, como vimos, aquí uno se enfrenta a un dilema que tiene que ver con la interpretación
del argumento: podemos suponer que Popper por considerar esta premisa adicional
absolutamente obvia no la enunció explícitamente o podemos suponer que no se dio cuenta
que el argumento original era deductivamente inválido.
Uno al reconstruir el argumento de Popper tiene esta duda, pero aun así, en lo que se refiere a
la potencia del argumento mismo la crítica subsiguiente de Urbach — que consiste en afirmar
que la premisa adicional que hay que reponer para que el argumento popperiano sea válido no
es verdadera — destruye el argumento si uno la acepta. Sin esta tercera premisa adicional el
argumento es deductivamente inválido. Uno puede concebir situaciones en las cuales las dos
primeras premisas sean verdaderas y la conclusión falsa. Si uno añade la tercera premisa ya
no es posible concebir situaciones en las cuales las tres premisas sean verdaderas y la
conclusión sea falsa. Es decir, para ver esto uno puede abstraer el esquema del argumento
original de Popper:
(Premisa) Los acontecimientos de tipo A están fuertemente influidos por los acontecimientos de
tipo B.
(Premisa) Los acontecimientos de tipo B no se pueden predecir por medios racionales o
científicos.
(Conclusión) Los acontecimientos de tipo A no se pueden predecir por esos medios.
Para que este esquema se convierta en un esquema deductivamente válido se puede agregar
la siguiente proposición universal:
Este nuevo esquema es deductivamente válido: para cualquier instancia de este esquema se
cumple que no es posible que sus premisas sean verdaderas y su conclusión falsa.
Sócrates –Dime en efecto si cualquier asunto fuera enseñable y no solo la virtud, ¿no sería necesario que
de él hubiera también maestros y discípulos?
Menón –Me lo parece.
Sócrates –Si por el contrario entonces si de algo no hay maestros ni discípulos ¿conjeturaríamos bien
acerca de ello si supusiéramos que no es enseñable?
Menón –Así es. Pero, ¿no te parece que hay maestros de virtud?
Sócrates –A menudo he buscado si habría tales maestros pero no obstante todos mis esfuerzos no logro
encontrarlos.
O no hay necesidad de una vida futura o no hay razón para suponer que Dios proporcionará una vida futura
para corregir las injusticias de esta vida. En efecto, o hay justicia en esta vida o no hay justicia en esta vida.
Si hay justicia en esta vida, entonces no hay necesidad de una vida futura. Si no hay justicia en esta vida
entonces no hay razón para creer que Dios es justo. Y si no hay razón para creer que Dios es justo,
entonces no hay razón para creer que Dios proporcionará una vida futura para corregir las injusticias de
esta vida.
En el teórico anterior tratamos una operación que resulta más complicada: la operación de
adición de premisas o conclusión. Los argumentos tal como aparecen en los textos no
suelen incluir todas las premisas necesarias para obtener la conclusión con la pretensión
de quien produjo el texto. A veces, más raramente, no incluyen la conclusión que se
pretende obtener.
El caso más simple desde el punto de vista hermenéutico es el caso en el que a un
argumento le falta la conclusión. Tomemos un pasaje de la Política de Aristóteles (III, 10,
1286) y consideremos este pasaje como un pasaje en el cual uno debe reconocer la
conclusión. Dice Aristóteles:
¿Qué beneficia más? ¿Ser gobernado por un hombre excelente o por excelentes leyes? […] Mejor es
aquello que no está sujeto en absoluto a pasiones que aquello a lo cual ellas son connaturales. Ahora bien,
esas pasiones no corresponden a las leyes, mientras que toda alma humana necesariamente las posee.
¿Cuál es la conclusión que es razonable reponer si uno leyera este pasaje aislado de
Aristóteles? Que es mejor ser gobernado por excelentes leyes que por excelentes
hombres.
Podemos utilizar el argumento popperiano para introducir la cuarta operación básica para
reconstruir argumentos, una operación de sustitución: la sustitución de términos vagos o
ambiguos, por otros que no lo sean. La primera premisa del argumento de Popper, “El
curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento en los
conocimientos científicos”, contiene por lo menos dos términos ambiguos. Ahora bien, para
evaluar la verdad o la plausibilidad de esta premisa tenemos que saber que entiende
Popper por fuertemente e influido. En la medida en que sea posible y deseable se deben
sustituir términos y expresiones que pueden resultar vagas o ambiguas por otras que no lo
son, ya que esta sustitución resulta necesaria para evaluar la verdad de las premisas y la
conclusión de un argumento y, por lo tanto, para determinar si el argumento es sólido.
4
Vamos a retomar el tema de análisis y reconstrucción de argumentos y lo vamos a hacer
con una técnica que es típica de la lógica informal: la diagramación de argumentos. Por
una parte tenemos el método de Toulmin y por otro lado tenemos lo que se suele llamar el
método estándar de diagramación de argumentos.
¿Para qué sirve la diagramación de argumentos? Hasta ahora lo que hemos visto en el
análisis y reconstrucción de argumentos nos permitía distinguir entre premisas y
conclusión. Llegábamos hasta ahí. La conclusión era la oración que pretendíamos
fundamentar y las premisas eran las proposiciones que pretendían cumplir ese fin de
fundamentación. Ahora bien, esto no nos aclara de qué manera las premisas pretenden
cumplir ese fin, es decir, pretenden apoyar a la conclusión. La diagramación de argumentos
lo que hace es tratar de revelar esa cuestión: cómo las premisas se relacionan entre sí y
con la conclusión para cumplir su finalidad de apoyar o su pretensión de apoyar
fundamentar a la conclusión.
La idea que fundamenta el método de diagramación estándar es muy sencilla: las premisas
pueden apoyar a la conclusión de diversas maneras y hay algunas maneras que son
maneras básicas o estructuras básicas en las que las premisas se pueden relacionar entre
sí y con la conclusión. En el caso de argumentos complejos cuando uno quiere representar
la manera en la que las premisas apoyan a la conclusión y se relacionan entre sí, lo que
uno hace es combinar estas maneras básicas de relación. Es decir, el análisis de una
estructura compleja tendría que resultar de la combinación de estas maneras básicas de
relacionarse las premisas entre sí y con la conclusión.
En un diagrama de tipo estándar —estamos viendo la teoría estándar, no la de Toulmin—
tenemos dos tipos de elementos básicos. Tenemos puntos y tenemos una relación entre
los puntos. Visto de manera abstracta lo que tenemos es un árbol, una estructura de árbol.
Ustedes han visto un ejemplo de la estructura de árbol en las clases prácticas cuando
vieron el árbol de descomposición de las fórmulas. Los elementos abstractos de este árbol
son un conjunto de puntos y una relación entre estos puntos. Gráficamente lo que vamos a
tener son círculos, círculos que tienen dentro suyo un número natural que numera una de
las proposiciones de un argumento. Y el segundo elemento son flechas que relacionan
estos otros elementos que son los círculos.
Intuitivamente lo que tenemos son círculos numerados que están representado
proposiciones, que pueden ser premisas, conclusiones intermedias o conclusiones finales.
En un argumento complejo además de la conclusión final suelen tener conclusiones
intermedias. Y la flecha lo que representa intuitivamente es la relación de apoyo que se
pretende que una premisa otorga por sí sola o en conjunción con otras premisas a una
determinada proposición, a una determinada conclusión que puede ser intermedia o final.
El resultado de todo esto es un árbol: el diagrama estándar de un argumento es un árbol
que nos revela de qué manera apoyan las premisas a las conclusiones y cómo se
relacionan entre sí las premisas
Diagramas de argumentos:
1 Círculo numerado (representa proposiciones)
¿Cuáles son las estructuras básicas en la teoría estándar de argumentos? Tenemos una
estructura que es la estructura más simple que podemos tener a la cual vamos a llamar
estructura simple:
1 1: Dios no existe
Apoya la conclusión 2: Todo esta permitido
el argumento “Dios no existe, por lo tanto todo está permitido” puede ser diagramado
mediante este diagrama que tiene una estructura simple, la estructura más elemental que
uno puede tener. Una premisa que apoya a una conclusión.
La conclusión está apoyada por más de una premisa. Aquí pusimos dos premisas pero
puede haber más. ¿Cuál es la característica de la estructura convergente? Es que este
apoyo es independiente. Es decir, que 1 y 2 apoyan a 3 de manera independiente. ¿Qué
quiere decir esto? Que si yo elimino 2, 1 sigue apoyando a 3, sigue otorgándole cierto
apoyo. Si elimino 1, 2 sigue apoyando independientemente a 3.
Algo que hay que notar es que las flechas indican la relación de apoyo o de
fundamentación, pero no distinguen entre apoyo deductivo y apoyo no deductivo. En este
caso lo que tenemos es una relación de fundamentación no deductiva. Pero podríamos
tener una relación de fundamentación deductiva.
En la técnica de diagramación de argumentos estándar la flecha indica la relación de apoyo
o de pretensión de fundamentación. Pero no distingue entre pretensión de fundamentación
deductiva y no deductiva. Freeman, como vamos a ver después, soluciona esto agregando
algún elemento más a los elementos básicos de un diagrama en la tradición estándar de
diagramación de argumentos. Por su parte, Toulmin, en su diagrama, tiene un elemento
que se llama modalizador que indica explícitamente cómo se relacionan los fundamentos
de la conclusión con la conclusión.
Bueno, veamos otra estructura básica. Hay veces en que las premisas apoyan a la
conclusión, pero en conjunto, no de manera independiente. Cada una por sí sola no otorga
el apoyo pretendido a la conclusión. Este diagrama, esta estructura básica se llama
“enlazada”:
1 2
A diferencia de lo que sucede con la estructura convergente, las premisas —que en este
diagrama que ponemos como ejemplo son dos, pero podrían que ser más de dos— apoyan
a la conclusión, pero no de manera independiente sino de manera conjunta. De manera
que si eliminamos alguna de esas premisas ya no obtenemos el apoyo pretendido para la
conclusión. Un ejemplo sencillo. Vamos a tomar una modificación del argumento que
pusimos para ejemplificar la estructura simple. Supongamos que la primera premisa es “Si
Dios no existe, todo está permitido.” Y la premisa dos es “Dios no existe” y tres (la
conclusión) es “Todo está permitido”.
Premisa implícita el argumento que vimos en primer lugar tiene una estructura simple.
“Dios no existe, por lo tanto todo está permitido”. Pero si uno reconstruye este argumento,
se pregunta ¿cuál o cuáles son las premisas que uno sensatamente podría suponer que
están implícitas y que quien formuló el argumento tenía en mente? Podemos suponer que
en el caso del argumento que vimos en primer lugar quien formuló el argumento dejó
implícita la premisa “Si Dios no existe, todo está permitido”.
1 2
3
Otra estructura básica es la estructura divergente:
1 1: El determinismo es verdadero
2: mis acciones no son libres
2 3 3: Las acciones contingentes referidas al futuro
tienen un valor de verdad referido en el presente.
Tengo una proposición que fundamenta dos o más conclusiones. Recuerden que aquí lo
que ponemos como ejemplo es el más sencillo que puede existir de cada estructura básica.
Estructura serial:
1 1: El determinismo es verdadero.
2: No soy causa primera de mis acciones.
2 3: No soy libre ni responsable de mis acciones.
3
En general los argumentos con algún grado de complicación tienen conclusiones
intermedias. Por ejemplo, 1: “El determinismo es verdadero” permite concluir 2: “No soy
causa primera de mis acciones” y, a su vez, 2 apoya a 3: “No soy libre ni responsable de
mis acciones”. Entonces, tenemos que 1 apoya 2, que funciona como conclusión
intermedia, y a su vez 2 funciona como apoyo a 3, que funciona como conclusión final. Este
esquema es el más sencillo que uno puede tener en una estructura serial.
5
Hasta ahora hemos visto casos en los que una serie de proposiciones, que no
conformaban un argumento (en el sentido intuitivo del término) por sí mismas, apoyaban a
una conclusión. Hay otro tipo de estructuras argumentativas en las cuales el apoyo para la
conclusión de un argumento está dado por otro argumento. Esto también tiene un reflejo en
la lógica formal, porque hay una serie de reglas de inferencia —el número de esas reglas
depende de la presentación particular de la lógica que estén viendo— que trabajan de esta
manera. Es decir, se apoya una conclusión —en este caso la conclusión va a ser una
fórmula de un lenguaje formal, como el lenguaje de la lógica proposicional o el lenguaje de
la lógica de predicados— basándose en un argumento. De manera que lo que tenemos en
estas reglas es lo que se suele llamar un subargumento o subderivación que apoya la
conclusión de un argumento. Estas reglas reflejan maneras de argumentar que no son
novedosas sino que aparecen ya en la filosofía y en la matemática antigua.
La presentación de la lógica que ustedes van a ver en las clases prácticas, la presentación
de la lógica de primer orden como un sistema de deducción natural, pretende recuperar
esas maneras tradicionales de argumentar de los matemáticos.
Lo que observan estos autores que crean la presentación de la lógica como sistema de
deducción natural —un polaco, Jaśkowski y un alemán, Gentzen— es que los matemáticos
cuando hacen sus demostraciones no lo hacen basándose en esos sistemas axiomáticos
sino que suelen argumentar a partir de supuestos, una forma de argumentar que ellos
tratan de reflejar en sus sistemas. Por ello, el estudio de este tipo de argumentos tiene
importancia para que ustedes entiendan lo que hacen cuando escriben las derivaciones,
tiene importancia que reconozcan la contraparte no formal de la regla que codifica esa
estrategia argumentativa.
Pero uno puede hacer esta diferenciación entre aquellas fórmulas de las cuales uno parte y
que no debe, en términos técnicos, cancelar, y aquellas fórmulas que son supuestos
provisorios, es decir, fórmulas que uno acepta provisoriamente pero que debe luego
cancelar antes de llegar a la conclusión.
Yo puedo utilizar un supuesto provisorio en el proceso de argumentación, pero todo lo
que se derive de él, si no realizo esta operación que se llama cancelación, va a depender
de las premisas en las que sí creo y también de este supuesto: lo que concluyo no va a
depender sólo de las premisas sino también de los supuestos provisorios que haya
introducido. Entonces si yo quiero que mi conclusión dependa solo de las premisas tengo
que hacer alguna operación que cancele los supuestos provisorios. Intuitivamente, esto
quiere decir que tengo que lograr que la conclusión ya no dependa de que el supuesto
provisorio sea verdadero o no.
Podemos dar el ejemplo de alguien que está intentando planificar sus finanzas. Entonces
dice “Supongamos que la inflación se mantiene en un veinte por ciento este año”, entonces
uno con ese supuesto más otras premisas adicionales concluye que “Me conviene hacer un
plazo fijo” o “Me conviene comprar oro en el Banco Ciudad” o lo que fuere. Pero esa
conclusión depende del supuesto de que la inflación se mantendrá en el veinte por ciento.
Si no se mantiene en el veinte por ciento quizás me convenga hacer otro tipo de inversión.
Entonces la pregunta es: ¿qué puedo concluir que no dependa de la verdad o la falsedad
eventual de ―la inflación se mantendrá en el veinte por ciento? ¿Puedo concluir algo? Sí,
puedo concluir sobre la base de este argumento que “Si la inflación permanece en el veinte
por ciento anual, entonces me conviene comprar oro en el Banco Ciudad”. La conclusión
no es una conclusión categórica sino condicional. Dice “Si la inflación se mantiene en el
veinte por ciento entonces…”. Es decir, no afirmo categóricamente el antecedente sino que
afirmo que si se da el antecedente del condicional, entonces se da su consecuente.
Si efectivamente el consecuente se infiere deductivamente del antecedente del condicional,
entonces —por definición de inferencia deductiva (válida)— no puede suceder que el
antecedente sea verdadero y el consecuente falso. Pero eso significa —por la tabla de
verdad del condicional— que el condicional “Si φ, entonces ψ” no puede ser falso,
independientemente de cuál sea el valor de verdad de φ.
En esta notación para indicar que el supuesto ya ha sido cancelado se cierra el arco, al
cerrar el arco lo que queda encerrado en él es lo que se suele llamar en lógica matemática
una subderivación o subargumento.
Otra manera de argumentar clásica que apoya una conclusión en un argumento es la que
se suele llamar reducción al absurdo o si quieren decirlo en latín reductio ad absurdum.
Ustedes postulan un supuesto φ y, si a partir de ese supuesto y las premisas de las que
parten pueden inferir deductivamente una contradicción explícita como (ψ˄¬ψ), entonces
están autorizados a concluir ¬φ. En el libro de GAMUT, la expresión formal de esto es la
siguiente: suponemos φ —e indicamos gráficamente que es un supuesto provisorio
dibujando un ángulo recto a su izquierda— y si a partir de φ llegamos a una proposición
que vamos a llamar falsum, entonces podemos inferir ¬φ. La característica semántica de
esta constante proposicional que se simboliza con ┴ es que es siempre falsa. Se llama
falsum (lo falso), utilizando un término latino. Es una proposición que es siempre falsa; por
ejemplo, una contradicción explícita de la forma ѱ y no-ѱ.
Hay que aclarar que reductio tiene un significado estricto que es el de reducción al
absurdo, pero que a veces se usa en un sentido amplio. La reductio puede ser una reductio
más débil, una reductio a lo falso. Es decir, si uno parte de un supuesto y llega a algo falso
—no necesariamente a una contradicción— concluye que ese supuesto es falso. Hay
reductios más débiles todavía, reductio ad incomodum, que consiste en mostrar al
interlocutor que aquello que está sosteniendo lo lleva a tener que sostener otra tesis que no
está dispuesto a sostener.
Uno puede preguntarse cómo se infiere ¬φ utilizando este esquema argumental. Se puede
codificar esta forma de argumentación de manera que pueda resultar más intuitiva como un
caso particular de modus tollens: si uno acepta el razonamiento hipotético, acepta que no
hay contradicciones verdaderas y acepta la validez del modus tollens, entonces debe
aceptar también que, si a partir de suponer φ se puede obtener una contradicción,
entonces se puede inferir deductivamente ¬φ. Una regla de inferencia deductiva que
parece muy intuitiva es, justamente, la del modus (tollendo) tollens:
Si φ, entonces ψ.
No-ψ.
No-φ.
Un ejemplo sencillo muestra el carácter intuitivo de la regla del modus tollens: “Si 15 es
múltiplo de 4, entonces 15 es múltiplo de 2. 15 no es múltiplo de 2, por lo tanto 15 no es
múltiplo de 4”.
Si aceptan lo anterior, entonces pueden desplegar el razonamiento por reducción al
absurdo en el siguiente diagrama:
Lo primero que tienen que percibir es que se trata de una estructura enlazada que necesita
tanto de la premisa disyuntiva como de las dos subderivaciones para inferir válidamente la
conclusión final. Lo tienen que diagramar de manera que se vea que esto es efectivamente
un argumento que tiene una estructura enlazada. Uno de los elementos de esa estructura
enlazada es la premisa disyuntiva. Necesitan también las dos subderivaciones o
subargumentos que ponemos encerradas en cajas.
La regla de eliminación de la disyunción tal como es formulada en la presentación original
de Gentzen de su sistema de deducción natural refleja este esquema argumental y es la
siguiente:
También es posible dibujar una variante del diagrama estándar de esta estrategia
argumental que está más en consonancia con la formulación de la regla de eliminación de
la disyunción tal como aparece en el GAMUT. La regla de eliminación de la disyunción es
la codificación de esa estrategia argumental en el sistema de deducción natural que
aparece en ese texto y allí se formula así:
Hasta ahora hemos visto proposiciones que apoyan a otras proposiciones y argumentos
que apoyan a proposiciones, pero también es posible utilizar un argumento para atacar a
otro argumento. Un contraargumento es un argumento que ataca o critica a otro
argumento. Es posible presentar objeciones o críticas a un argumento de diversas
maneras, pero cuando esas críticas se expresan bajo la forma de un argumento estamos
en presencia de un contraargumento.
Dos elementos que faltan en la presentación original de los diagramas estándar, y que sí
aparecen en el diagrama de Toulmin, son por un lado la indicación de qué tipo de conexión
hay entre los datos y la pretensión, los datos y la conclusión. El elemento que cumple esta
función en el diagrama de Toulmin es una expresión M que se llama modalizador o
calificador modal y que justamente indica la cualidad del nexo —no la cualidad de la
conclusión, sino qué tipo de conexión hay entre premisas y conclusión, si es una conexión
necesaria o si es una conexión meramente plausible, si es una conexión
probable, etc—. Este modalizador lo que modaliza no es la conclusión —no dice que la
conclusión es necesaria o probable o plausible— sino que califica la inferencia, el nexo
inferencial entre premisas y conclusión.
En el diagrama aparece, además, otro elemento muy novedoso para la época en que
Toulmin escribe y que ha tenido repercusiones en la lógica de las últimas décadas, que es
lo que vamos a llamar “excepciones”. Las excepciones explicitan que esta conexión entre
los datos y la pretensión se da salvo que se de E, que enuncia una excepción o salvedad.
Esto tiene que ver con que en general los argumentos que se formulan en la vida cotidiana
y en las distintas disciplinas siempre hay posibles excepciones que muchas veces no están
explicitadas en el argumento, pero que podrían hacer caer la relación inferencial.
Terminemos con el caso que da Toulmin. Recordemos que era el siguiente: Harry nació en
Las Bermudas. De ahí concluimos que Harry tiene derecho a la nacionalidad británica, se
nos dice que este paso inferencial se justifica en la garantía que establece que los nacidos
en Las Bermudas tienen derecho a la nacionalidad británica y alguien puede preguntarse
por qué esta garantía es adecuada en este caso. Se nos responde que lo es debido a tal o
cual inciso del Acta de Nacionalidad Británica. El modalizador lo que nos dice es que
probablemente, presumiblemente, Harry tiene derecho a la nacionalidad británica. ¿Por
qué el “presumiblemente”? ¿Por qué el nexo inferencial no es un nexo deductivo? Porque
hay excepciones. En este caso, excepciones tales como que ninguno de los dos padres de
Harry sean británicos. Entonces, aunque haya nacido en Las Bermudas, no tiene derecho a
la nacionalidad británica. Una excepción como esta lo que hace es cortar el nexo
inferencial. Impide el pasaje de los datos a la pretensión.
El diagrama de Toulmin para este ejemplo es el siguiente:
El modalizador nos va a indicar qué tipo de apoyo inferencial dan las premisas a la
conclusión. Entonces, uno puede poner “necesariamente”, “probablemente”, “con una
probabilidad del veinte por ciento”, lo que sea el caso.
Lo que ahora nos falta por incluir en este esquema son las excepciones. En el esquema de
Toulmin no hay distinción entre tipos de excepciones. Pero es habitual, a partir de los
escritos de John Pollock4, hacer una distinción que es bastante evidente entre dos tipos de
excepciones, dos tipos de derrotadores —el término que se usa en inglés es defeaters—.
Yo puedo tener derrotadores de dos tipos: refutaciones (rebutting defeaters) y recusaciones
(undercutting defeaters). Yo puedo derrotar la conclusión trayendo a cuento las
excepciones que hagan que sea sensato sostener la negación de la conclusión original.
John Pollock señala que hay otro tipo de derrotabilidad en la cual lo que se derrota no es la
conclusión sino el nexo inferencial. Esta nueva información lo que hace es derrotar el
pretendido apoyo que la o las premisas dan a la conclusión. Pero no nos lleva a adoptar la
contradictoria de la antigua conclusión.
Entonces, ¿cómo representamos las excepciones en este sistema? Freeman, que es este
autor de referencia para este tema que les había citado, recomienda hacer una distinción
entre los dos tipos de derrotadores de la siguiente manera: el recuadro indicando la
excepción se pone en el mismo lugar tanto si es una recusación como si es una refutación
pero se debe aclarar qué tipo de derrotador es. Las excepciones deben estar anotadas
como elementos que hacen caer o bien la conclusión, o bien el nexo inferencial. En el
diagrama esto quedaría representado del siguiente modo:
Lo que caracteriza al argumento derrotable, de acuerdo a esta concepción, es que
reconocer la existencia de excepciones no lleva a rechazar las premisas originales. Uno no
revisa las premisas que sostenía antes de enterarse de la existencia de excepciones. El
diagramar el argumento de esta manera, incluyendo las excepciones y los modalizadores,
pone de relieve cuál es el papel de cada uno de los elementos del argumento, lo que de
otra manera no queda claro.
Vimos el diagrama de Toulmin para ver qué ventajas tenía respecto de la diagramación
estándar original. El esquema de Toulmin incluye elementos importantes como los
modalizadores y las excepciones que, de cualquier modo, pueden incorporarse al método
de diagramación estándar.
7
Vamos a empezar ahora a tratar la cuestión de la caracterización que la lógica
contemporánea hace de la noción de consecuencia lógica. La caracterización de la relación
de consecuencia lógica o de seguirse lógicamente es la cuestión central de una teoría
lógica. La lógica contemporánea ofrece definiciones matemáticamente precisas de esta
noción para lenguajes artificiales —como el de la lógica de primer orden— que,
comparados con los lenguajes naturales, son relativamente simples en lo que respecta a su
vocabulario, su sintaxis y su semántica.
Se supone que existe una noción intuitiva —que, a veces se denomina “pre teórica”— de
consecuencia lógica, aunque, en realidad, es posible encontrar diversas nociones intuitivas
de consecuencia lógica a lo largo de la historia de la lógica. Dos de las caracterizaciones
más comunes de la noción intuitiva de consecuencia lógica, equivalentes entre sí, son
las siguientes:
Otra expresión que suele usarse como sinónima de “implicación lógica” es “seguirse
(deductivamente) de”.
Tarski nos dice que él no va a intentar crear un nuevo concepto de consecuencia lógica
sino que va a tratar de recoger aquellos aspectos de la noción intuitiva de consecuencia
lógica que considera esenciales. Presenta el concepto semántico de consecuencia
lógica y afirma que pretende dar un concepto de consecuencia lógica que recoja estas
intuiciones sobre la consecuencia lógica y que sirva para una clase amplia de sistemas
lógicos. Este respeto por las intuiciones sobre las que pretende teorizar es llamado por
Tarski “adecuación material”. Pretende que la definición sea materialmente adecuada, es
decir, que recoja estas intuiciones pre-teóricas o, por lo menos, su núcleo. Dice:
“El punto de partida serán ciertas consideraciones de una naturaleza intuitiva. Consideremos una
clase arbitraria de oraciones K y una oración arbitraria X que se sigue de las oraciones de esta
clase. Desde el punto de vista de nuestras intuiciones cotidianas es claro que no puede suceder
que todas las oraciones de la clase K sean verdaderas y al mismo tiempo que la oración X sea
falsa.”
Tarski nos dice “no puede suceder que todas las premisas sean verdaderas y la conclusión
sea falsa”; esto es lo que se suele llamar el concepto o caracterización modal de
consecuencia lógica. El primer rasgo que recoge Tarski como rasgo esencial que debe
preservarse en una noción materialmente adecuada de consecuencia lógica es este, que la
consecuencia lógica es un concepto modal.
Vamos al segundo rasgo que debe recoger una definición precisa de consecuencia lógica
para ser materialmente adecuada, es decir para recoger estos rasgos que Tarski considera
que son esenciales de la noción de consecuencia lógica:
“Dado que además se trata aquí de la relación de seguirse lógicamente, esto es, formalmente, y
por lo tanto de una relación que tiene que ser completamente determinada por la forma de las
oraciones entre las cuales se da, así esta relación no puede depender de nuestro conocimiento
del mundo exterior, en particular de nuestro conocimiento de los objetos de los cuales se habla
en las oraciones de la clase K o en la oración X …”
“Así, esta relación no puede depender de nuestro conocimiento del mundo externo, en particular
de nuestro conocimiento de los objetos acerca de los cuales se habla en las oraciones de la
clase K o en la oración X.”
Este es un tercer rasgo de la noción preteórica de consecuencia lógica que tiene que ver
con una cuestión claramente epistémica. Lo que se nos dice es que el conocimiento de la
relación de consecuencia lógica es un conocimiento a priori. Yo no tengo que saber nada
sobre el mundo para saber si hay o no hay consecuencia lógica entre un conjunto de
premisas y una conclusión.
Tarski señala tres características de la noción intuitiva de consecuencia lógica y resalta las
dos primeras: la noción de consecuencia lógica es una noción modal y una noción formal.
Pero también aparece claramente la tercera característica, derivada de la segunda —de la
formalidad de la noción—, que es que la noción de consecuencia lógica es una noción cuyo
conocimiento es a priori.
Como las nociones de consecuencia lógica de distintos sistemas lógicos no tienen por qué
coincidir, una práctica habitual en los libros es subindicar los símbolos de consecuencia
con las iniciales del sistema lógico para el cual estamos definiendo esas nociones; por
ejemplo:
En estos casos, el 0 se usa para denotar a la lógica de orden cero, que es otro nombre que
suele darse a la lógica proposicional.
Intuitivamente, que Ф sea una tautología significa que no necesito ninguna premisa, no
necesito saber nada sobre la realidad, para concluir que Ф. Y ello debido a que una verdad
lógica como “Está lloviendo o no está lloviendo” resulta verdadera en todo mundo posible,
en toda realidad posible.
8
La caracterización de la relación de consecuencia lógica para la lógica proposicional
permite obtener inmediatamente determinadas propiedades de esa relación. Recordemos
dos caracterizaciones equivalentes de la relación de consecuencia lógica (semántica) para
la lógica proposicional o de orden cero:
Es decir, si yo tengo a Ф como premisa puedo concluir Ф. Parece una propiedad sensata
para una noción deductiva de consecuencia lógica. Si la expresamos en términos de
valuaciones, afirma que no existe ninguna valuación que al mismo tiempo haga verdadera
a Ф (la premisa) y haga falsa a Ф (la conclusión). Y en efecto, como las valuaciones son
funciones, una valuación solamente puede otorgar uno y sólo un valor de verdad a Ф y, por
lo tanto, no existe ninguna valuación que asigne a una fórmula Ф tanto el valor 1 como el
valor 0.
¿Qué debe suceder para que Ф sea una consecuencia sintáctica de { Ф }? Debe haber por
lo menos una derivación de Ф a partir de { Ф }. Eso quiere decir que debe haber una
secuencia finita de fórmulas tal que cada uno de los miembros de esa secuencia sea o bien
una premisa o supuesto inicial, o bien un supuesto provisorio —que debe cancelarse— o
bien una fórmula que se obtiene de una o más líneas anteriores de la secuencia mediante
el uso de una regla de inferencia y tal que la última fórmula de la secuencia es la
conclusión. Entonces, dada esta definición de derivación, esta es una derivación de Ф a
partir de {Ф}: 1. Ф
porque es una secuencia finita de enunciados tal que la fórmula de la línea 1 es la premisa
y tal que la última fórmula de la secuencia —nuevamente la de la línea 1— es la
conclusión. De manera que, trivialmente Ф es una consecuencia sintáctica de { Ф } —del
conjunto de premisas cuyo único miembro es Ф —
En efecto, si toda valuación que hace verdaderas a todas las fórmulas de Γ hace verdadera
a Ф y toda valuación que hace verdadera a Ф hace verdadera a ψ, entonces toda
valuación que haga verdaderas a todas las fórmulas de Γ —y, por lo tanto, también a Ф —
hará verdadera a ψ. La fórmula Ф ha sido “cortada” y no aparece en el consecuente de ese
condicional metalíngüístico —es decir, en Γ ╞ ψ —.
9
Hemos definido dos nociones de consecuencia para la lógica de primer orden, una
sintáctica y otra semántica, y nos preguntarnos cuál es la relación entre ambas nociones.
Los metateoremas de corrección y completitud contestan esta pregunta y tomados
conjuntamente permiten afirmar que las dos nociones de consecuencia clásica para la
lógica de primer orden —la sintáctica y la semántica— son coextensionales: una fórmula es
una consecuencia sintáctica de un conjunto de premisas si y sólo si es una consecuencia
semántica de dicho conjunto:
Lo que afirma este metateorema en esta lectura es que nuestras reglas de inferencia son
correctas porque aseguran la transmisión de verdad de premisas a conclusión.
Esta formulación del teorema se llama metateorema de corrección fuerte, porque Γ puede
ser cualquier conjunto de fórmulas. Ahora bien, un caso particular es aquel en el que Γ es
el conjunto vacío. El metateorema de corrección en su versión débil se enuncia para Γ
vacío:
(∀xPx ˅ ¬∀xPx)
Aunque esta fórmula pertenece a la lógica de predicados, sin embargo es una verdad
lógica en virtud de su estructura proposicional, porque es un caso particular de (Ф ˅ ¬ Ф).
Entonces para determinar que esta fórmula es una verdad lógica no necesito apelar a
cuestiones propias de la interpretación de los cuantificadores, porque es una verdad lógica
en virtud de su estructura proposicional.
(∀xPx → ƎxPx)
(Ф → ψ)
¿Es esta una verdad lógica de la lógica de proposiciones? No. Esto quiere decir lo
siguiente: hay verdades lógicas que lo son en virtud de su estructura cuantificacional, no en
virtud de su estructura proposicional. De manera que, dicho de otro modo, tenemos
verdades lógicas que son propias de la lógica de predicados, que son características de la
lógica de predicados, que no son casos de verdades lógicas de la lógica proposicional.
Entonces a esas verdades lógicas las vamos a llamar, siguiendo el texto de GAMUT,
fórmulas universalmente válidas, para distinguirlas de las verdades lógicas de la lógica
proposicional.
Lo que me permiten afirmar los dos metateoremas conjuntamente es que las dos nociones
de consecuencia clásica para la lógica de primer orden —la sintáctica y la semántica— son
coextensionales: siempre que una fórmula sea una consecuencia sintáctica de un conjunto
de premisas, va a ser una consecuencia semántica de dicho conjunto, y viceversa. Como
hemos definido dos nociones matemáticamente precisas pero diferentes de consecuencia
para la lógica de primer orden, podemos preguntarnos si las extensiones de esas dos
nociones coinciden y estos metateoremas me aseguran que sí lo hacen:
Estos dos metateoremas son resultados metateóricos importantes. En un caso, porque justifican las
reglas de inferencia del sistema probando que aseguran la transmisión de verdad de premisas a
conclusión. El segundo metateorema, el de completitud, responde afirmativamente a la pregunta:
¿son suficientes estas reglas para probar todas las verdades lógicas y derivar la conclusión de todos
los argumentos válidos?
¿Cómo sería la justificación inductiva de, por ejemplo, la regla del modus ponens? Sería:
hasta ahora, todas las veces que aplicamos el modus ponens fueron situaciones en que
pasamos de verdad a verdad, o situaciones en las que nunca pasamos de verdad a
falsedad. Es decir, el modus ponens nunca nos llevó de verdad a falsedad. Y esto da lugar
a una justificación inductiva: hasta ahora, el modus ponens no nos llevó nunca de verdad a
falsedad, por lo tanto, el modus ponens no lleva nunca de verdad a falsedad.
La justificación inductiva es demasiado débil porque lo que queremos es demostrar que es
imposible que el modus ponens nos lleve de verdad a falsedad, y, además, no tenemos
todavía una justificación para la inducción.
Podemos intentar una justificación deductiva de la deducción. Pero esta justificación tiene
un problema que pareciera aún peor, porque la justificación deductiva de la deducción es
circular:
¿Cómo podríamos justificar deductivamente la aceptabilidad de, por ejemplo, la regla del
modus ponens? Dado que lo que queremos hacer es justificar una regla deductiva (es
decir, una regla de la que pretendemos que nunca nos lleve de verdad a falsedad), lo que
podríamos hacer es mostrar que, efectivamente, el modus ponens nunca nos va a poder
llevar de verdad a falsedad, dándole al signo el significado que le da la semántica
formal estándar para la lógica clásica.
¿Cuál sería la justificación? Tenemos que mostrar que, necesariamente, si las premisas del
modus ponens son verdaderas, la conclusión lo va a ser. Supongamos que las premisas
del modus ponens son verdaderas:
Ahora, vamos a utilizar la semántica estándar para que la podemos dar bajo la forma
de una cláusula semántica o bajo la forma de una tabla de verdad. Hagámoslo mediante su
tabla de verdad:
De la tabla del condicional material podemos sacar, como tercera línea de nuestra
demostración, lo siguiente:
Entonces, para llegar a la conclusión que queremos, tenemos que usar el modus ponens,
que es justamente la regla que pretendemos justificar:
Es decir, la justificación semántica de la regla, que dice que tenemos que aceptar el modus
ponens porque la semántica del condicional material nos asegura que si las premisas de un
modus ponens son verdaderas, la conclusión también es verdadera, necesita, en su
exposición, de la aplicación del modus ponens. Tenemos que confiar en que el modus
ponens no nos va a llevar de verdad a falsedad para probar que no nos va a llevar de
verdad a falsedad. Esto, técnicamente, se llama circularidad, que consiste en justificar una
regla aplicando esa misma regla.
Este es el argumento básico de Susan Haack: si uno pretende hacer esta justificación
deductiva de las reglas deductivas, que suele llamarse justificación semántica (es decir, la
justificación que sostiene que uno debe aceptar una regla deductiva porque ella asegura
que, de premisas verdaderas, uno nunca va a llegar a una conclusión falsa), va a tener que
caer en una especie de circularidad, que es la circularidad de las reglas.
Este es el trilema escéptico: o bien (i) caigo en un círculo, o bien (ii) caigo en una regresión
al infinito, o bien (iii) me detengo en un punto arbitrario. Los escépticos griegos plantearon
este trilema respecto de la justificación de cualquier conocimiento. Y Susan Haack lo
plantea respecto de la justificación de nuestras reglas lógicas. No poder justificar nuestras
reglas lógicas es un gran problema, dado que las reglas lógicas las vamos a aplicar en una
cantidad notable de razonamientos, tanto en filosofía como en ciencia.