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La primera actividad va a consistir en comparar la caracterización de argumento que


aparece en el capítulo primero, la Introducción del libro de GAMUT, con la que vamos
a ver en las clases teóricas y otras. ¿Qué noción de argumento vamos a pretender
caracterizar? No la noción técnica de la lógica matemática sino la noción más corriente
de argumento que tiene que ver con los argumentos que encontramos con textos
filosóficos, textos políticos, etc.
La argumentación y su producto, los argumentos, son actividades lingüísticas, son
actividades verbales ¿Qué es un argumento en este sentido en el cual queremos
caracterizar la noción? En el sentido en el cual los vamos a estudiar aquí —los
argumentos como producto de la argumentación— son entidades lingüísticas, son
proferencias o inscripciones.
Entonces, “argumentos” en el sentido en el que los estamos utilizando aquí el término,
denota a entidades lingüísticas. Tenemos entidades lingüísticas, textos, proferencias y en
esas entidades lingüísticas vamos a tener que identificar argumentos. La pregunta,
entonces, es: ¿Cómo lo hacemos?
Solo tenemos a nuestra disposición medios lingüísticos para reconocer textos
argumentativos y diferenciarlos de los que no son argumentativos. Por ello, una manera
de reconocer que estamos en presencia de un texto argumentativo es encontrar en
esos textos determinadas expresiones que manifiestan esa intención argumentativa. ¿Y
cuales son esas expresiones? Los indicios lingüísticos que nos permiten reconocer textos
argumentativos son determinadas palabras o expresiones del tipo ―por lo tanto, De esto
se sigue que, de esto se infiere, dado que, porque –en un sentido no causal, sino
lógico—. Estas expresiones o partículas indican esta pretensión de argumentar, esta
pretensión de producir un texto argumentativo, de realizar un acto de habla
argumentativo.
La argumentación es un acto de habla que tiene como finalidad convencer, persuadir,
pero persuadir de una manera especial, dando razones a favor o en contra de una
posición o tesis que se expresa de manera lingüística a través de oraciones.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos caracterizar a los productos de la
argumentación de la siguiente manera: un argumento es una entidad lingüística formada
por oraciones en la que típicamente aparecen expresiones que nos indican que quien
produce el texto tiene una determinada intención o pretensión. Esta pretensión es una
pretensión de fundamentar, de dar razones que apoyen a una proposición u oración, a
la cual vamos a llamar ―conclusión, mediante el uso de otras proposiciones que
vamos a llamar ―premisas.
Fíjense que en la definición aparece esencialmente la noción de “pretensión de
fundamentación”, de “pretensión de dar razones”, y esto es un elemento que pertenece
o se puede atribuir al hablante. Por eso esta definición tiene una dimensión pragmática,
es decir, esta caracterización considera esencial para definir la noción de argumento el
tener en cuenta las intenciones del hablante que produce ese texto. En la Introducción
del GAMUT, su texto de prácticos, se da una definición de argumento, una definición
informal que pretende acercarse a la definición formal que van a ver cuando se trate el
lenguaje de la lógica proposicional, por ejemplo. Es una caracterización que no tiene en
cuenta al hablante. No le importa que pretendía el hablante cuando formuló el
argumento, porque eso no es necesario para la noción de argumento que van a usar
en lógica matemática.
Una manera de encarar el estudio lógico de los argumentos, la propia de la lógica
formal, consiste en considerar que la forma de los argumentos es la propiedad esencial
para distinguir buenos de malos argumentos. Por el contrario, la lógica informal
considera que la forma de los argumentos no es el único aspecto que es necesario
considerar para determinar si un argumento es bueno o malo. La lógica matemática
ofrece una versión actual de la lógica formal que toma métodos y resultados de la
matemática para construir sus teorías. El siguiente esquema resume lo expuesto:

Teoría de la argumentación

Lógica Retórica Dialéctica

Lógica Formal Lógica Informal

Lógica Matemática

En todo argumento hay una pretensión de fundamentación, pero no en todo argumento


esa pretensión es del mismo tipo. Hay argumentos en que la pretensión de
fundamentación es muy fuerte. Se pretende que uno no puede aceptar las premisas y
no aceptar la conclusión, porque necesariamente si las premisas son verdaderas la
conclusión es verdadera. A ese tipo de pretensión de fundamentación tan fuerte lo
vamos a llamar “pretensión de fundamentación deductiva” Los argumentos deductivos
van a ser aquellos que presentan esta pretensión de fundamentación deductiva.
Por otra parte hay pretensiones de fundamentación más débiles que lo único que
intentan afirmar es que la aceptación de las premisas otorga cierta plausibilidad o
probabilidad a la conclusión. Es decir que la verdad de las premisas otorga cierto
apoyo a la verdad de la conclusión. Pero no se pretende que uno no pueda aceptar
las premisas sin aceptar la conclusión, simplemente pretenden otorgar algún tipo de
apoyo a la conclusión basándose en las premisas. Ese segundo tipo de pretensión, que
vamos a llamar “no deductiva”, es la que caracteriza los argumentos no deductivos.
Los argumentos no deductivos son aquellos que presentan una pretensión de
fundamentación no deductiva.
Ahora bien, una pregunta que pueden hacerse es ¿cómo distinguimos la pretensión
deductiva de la pretensión no deductiva? Bueno, en muchos casos el tipo de pretensión
de fundamentación se expresa explícitamente en el texto. Por ejemplo, se dice “Tengo
un argumento concluyente para…”, “concluyente” es aquí sinónimo de deductivo.
Justamente los argumentos no deductivos no son concluyentes, son siempre
argumentos en los que uno puede aceptar las premisas y dejar de aceptar la
conclusión.
Otras veces la pretensión deductiva se infiere del contexto. Por ejemplo, si ustedes
publican en una revista matemática estándar la demostración de un teorema, se supone
que el argumento que se ofrece para apoyar el enunciado del teorema es un
argumento deductivo.
Algunas pretensiones son exitosas y otras son fallidas. Por ejemplo, Fermat en el siglo XVII
propone un problema que se llama el último teorema de Fermat. Antes de llegar a la
demostración correcta del teorema hubo propuestas de demostración en revistas matemáticas
que eran fallidas, tenían errores. Quería formular un argumento deductivo, concluyente, pero
sin embargo se equivocó. De manera que esa demostración era un intento de argumento
deductivo que resultó fallido. Es decir, en este caso, en el caso de las demostraciones fallidas
del último teorema de Fermat, diríamos que la pretensión de fundamentación que aparece en
esas demostraciones es deductiva, pero son pretensiones fallidas. Cuando tenemos una
pretensión fallida de fundamentación deductiva decimos que el argumento que manifiesta esa
pretensión es un argumento deductivo inválido.
De acuerdo a la caracterización pragmática que formulamos uno puede hablar sin problemas
de argumentos deductivos inválidos. ¿Por qué? Porque lo que estamos diciendo cuando
decimos eso es que el hablante pretendió formular un argumento deductivo pero falló en su
pretensión. Los cientos de matemáticos y matemáticas que trataron de probar el último teorema
de Fermat pretendieron formular argumentos deductivos pero fallaron en su pretensión. ¿Por
qué fallaron en su pretensión? Porque las premisas no otorgaban fundamento concluyente a su
conclusión.
Estamos hablando de dos nociones de argumento deductivo. Una noción es la noción
caracterizada por la definición que tiene en cuenta solamente elementos semánticos. Un
argumento es deductivo si y sólo si necesariamente si todas sus premisas son verdaderas su
conclusión es verdadera. Esta caracterización no incluye ningún elemento pragmático. Otra
definición es la definición que dimos nosotros, que sí incluye elementos pragmáticos. ¿Por qué
nos interesa esta segunda definición? Porque queremos hablar de argumentos deductivos
malos, es decir, argumentos en los cuales el hablante tenía la intención de formular un
argumento deductivo pero falló en su pretensión. No sería adecuado llamar a las
demostraciones fallidas del último teorema de Fermat ―argumentos no deductivos‖ en este
sentido pragmático. Quien envió para su publicación la demostración fallida pretendía formular
un argumento deductivo pero falló en su pretensión. En este sentido interesa hablar de
argumentos deductivos inválidos. Vamos a ver ahora otros ejemplos filosóficos donde se ve
que esto tiene algún interés. El descubrir que el hablante tiene una pretensión deductiva y falla
en su pretensión nos lleva a otras preguntas interesantes para quien hace lógica pensando en
los argumentos del lenguaje natural.
Vamos a usar verdad y falsedad para referirnos a las proposiciones u oraciones que componen
el argumento y válido-inválido para los argumentos como estructuras complejas formadas por
proposiciones u oraciones.
Entonces, habíamos visto que esta caracterización de argumento en términos de pretensión de
fundamentación nos permite hacer una clasificación dicotómica en términos de argumentos
deductivos y no deductivos. Podemos presentar dos ejemplos de argumentos referidos al
aborto, un argumento que tiene una pretensión deductiva y el otro que tiene una pretensión no
deductiva. El primer argumento es uno de los argumentos estándar de los anti abortistas. Una
de sus premisas es ―el feto (humano) es un ser humano desde el momento de la concepción‖,
otra es ―Abortar es matar a un feto‖. Hay una conclusión intermedia ―Por lo tanto, abortar a
un feto es matar a un ser humano‖, y otra premisa: ―Matar a un ser humano es moralmente
condenable que, junto con las demás premisas nos permite concluir ―Abortar es moralmente
condenable.

Este es el argumento estándar de los antiabortistas y es un argumento deductivo válido. Que


sea válido no quiere decir que no lo puedas atacar. Lo podés atacar desde la perspectiva de la
verdad o falsedad de sus premisas. Quienes atacan este argumento en general no atacan la
calidad de su relación inferencial sino que lo que atacan es la verdad de las premisas. En
particular, de la premisa ―El feto es un ser humano desde el momento de la concepción‖.
Entonces, que un argumento deductivo sea válido no quiere decir que no lo podamos atacar.
Quiere decir simplemente que no podemos atacar la calidad de la relación inferencial entre
premisas y conclusión.
Otro argumento que podemos considerar es el argumento a favor de la permisibilidad moral del
aborto en el caso de embarazo resultante de violación de Judith Thomson6, que es un ejemplo
de argumento no deductivo: un argumento por analogía.
Entonces, resumiendo, el segundo ejemplo de argumento que vimos en la primera clase, este
argumento a favor de la permisibilidad moral del aborto en ciertos casos es un argumento no
deductivo: la aceptación de las premisas no nos obliga a la aceptación de la conclusión porque
es posible que las premisas sean verdaderas y, sin embargo, la conclusión sea falsa. Uno
puede aceptar que las dos situaciones planteadas en el argumento de Thomson son
moralmente similares en esos dos aspectos a los cuales nos referimos y que sin embargo la
conclusión no se sigue en el segundo caso porque hay un aspecto moralmente relevante que
no ha sido tenido en cuenta y que, si se tiene en cuenta, hace caer la conclusión que el aborto
es moralmente permisible en el caso de una violación. Ese aspecto moralmente relevante es
que en un caso tenemos una instancia de matar activamente y en el otro caso una instancia de
dejar morir. Y, según quienes critican a Thomson de este modo, matar activamente no es
moralmente equivalente a dejar morir.

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- Un argumento es deductivamente válido si y sólo si es imposible que sus premisas sean
todas ellas verdaderas y su conclusión falsa.
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo si no es posible que sus premisas
sean todas ellas verdaderas y su conclusión falsa.
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo si necesariamente, si todas sus
premisas son verdaderas, entonces su conclusión es verdadera.
- Un argumento es deductivamente válido si y sólo asegura la transmisión necesaria de la
verdad de las premisas a la conclusión. (Es decir que, necesariamente, si todas sus
premisas son verdaderas, entonces su conclusión heredará esa verdad.)

En todas estas definiciones de validez deductiva están subrayadas expresiones modales


(necesariamente, es imposible, no es posible, transmisión necesaria) para llamar la atención
sobre el carácter modal de esta noción. Así, no basta con que un argumento tenga premisas y
conclusión verdaderas para que pueda ser declarado válido, sino que debe darse que,
necesariamente, si las premisas son verdaderas, entonces la conclusión también lo es.

Vamos ahora entonces a pasar a un tema relacionado con la cuestión de la identificación de


argumentos: el tema de la reconstrucción de argumentos.
En un primer momento ustedes tienen que reconocer en un texto la presencia de argumentos
pero, una vez identificados los pasajes argumentativos en un texto filosófico, generalmente es
necesaria una tarea de reconstrucción de esos argumentos. La identificación de los
argumentos no es suficiente y necesitamos una tarea de reconstrucción de los mismos. Esa
tarea de reconstrucción suele involucrar problemas hermenéuticos, problemas de
interpretación. La reconstrucción de un argumento es un proceso necesario para la
evaluación del mismo desde un punto de vista lógico, aunque esa reconstrucción suele estar
influida por las intuiciones previas respecto a la (in)validez del argumento:

Identificación de argumentos

Reconstrucción

Evaluación

La reconstrucción de argumentos implica identificar y aislar en ellos todos aquellos elementos,


y solo aquellos elementos, que resultan relevantes para la perspectiva teórica y el propósito
teórico de quien realiza esa reconstrucción. En nuestro caso nos interesa la reconstrucción de
argumentos desde la perspectiva de la lógica informal y de la lógica formal, es decir la
reconstrucción lógica de argumentos. La reconstrucción lógica tiene como objetivo producir
paráfrasis lógicamente explícitas de los argumentos del lenguaje natural, paráfrasis que
exhiben todos los elementos que son relevantes para la evaluación de esos argumentos en lo
que respecta a la relación entre sus premisas y su conclusión.
Dos cuestiones relacionadas con la reconstrucción de argumentos que han ocupado
particularmente a los lógicos informales son la de las premisas implícitas y la de la estructura
de argumentos, dos problemas esenciales para la evaluación lógica de los argumentos del
lenguaje natural.

Por ejemplo una primera idea de la complejidad de la reconstrucción de argumentos filosóficos:

“¿Tiene Platón una filosofía? Si es así, ¿cuál es y cómo argumenta a su favor? Sencillas preguntas Pero
existen obstáculos bien conocidos que se interponen en el camino de su respuesta. En primer lugar,
Platón escribe diálogos; y a menudo no está claro qué personaje, si lo hay, habla por Platón en un
determinado diálogo. En segundo lugar, cuando un personaje en un diálogo propone una tesis, a
menudo no está claro cuál es esa tesis. Y, finalmente, cuando una tesis es respaldada por un
argumento, a éste a menudo le faltan premisas cruciales.”

En efecto, los argumentos tal como aparecen en los textos no suelen incluir todas las premisas
necesarias para obtener la conclusión con la pretensión de quien produjo el texto. A veces, más
raramente, no incluyen la conclusión que se pretende obtener. Es decir, esta operación de
adición implica una operación hermenéutica, de interpretación del texto, para reponer aquellos
elementos que sensatamente uno puede suponer que quien produjo el texto tenía en mente
pero que se olvidó de incluir o consideró demasiado obvios como para incluirlos. Esta
operación consiste en hacer explícitos aquellos elementos que sensatamente uno puede
considerar que tenía en mente quien produjo el argumento y que son necesarios para que el
argumento cumpla con la pretensión inferencial que tenía. Es decir, consiste en considerar que
el argumento original es un entimema, un argumento en el que se han omitido una o más
premisas o, incluso, la conclusión.
Esta operación es quizás la más complicada en el trabajo de reconstrucción de argumentos. Lo
que uno debe hacer es descubrir qué premisas o qué conclusiones sensatamente uno puede
atribuir a quien escribió el texto, de manera de no caer, en dos peligros simétricos. Por un lado
el peligro de hacer una reconstrucción demasiado bondadosa, es decir, de convertir un mal
argumento en un buen argumento y, por el otro lado, hacer una reconstrucción aviesa del
argumento de manera de formular la posición que queda expresada en el argumento de una
manera deformada que sea más fácil de atacar. Esto tiene un nombre en teoría de la
argumentación que es ―falacia del espantapájaros‖: reconstruir el punto de vista del oponente
de una manera exagerada, deformada, malintencionada, de modo que sea más fácil de atacar.
El principio que se suele proponer para regir este trabajo de reconstrucción es lo que se suele
llamar el ―principio de caridad interpretativa‖. En lo que se refiere específicamente a la
reconstrucción de argumentos lo que nos aconseja el principio de caridad interpretativa es
hacer la reconstrucción más bondadosa, la mejor reconstrucción, desde el punto de vista de
quien reconstruye el argumento, teniendo en cuenta el texto y el contexto. Es decir, la mejor
reconstrucción que sea compatible con el texto que estamos tratando de reconstruir y el
contexto en el cual este texto aparece.
El problema es que a veces no es sencillo saber cuál es la reconstrucción más caritativa que
uno puede hacer teniendo en cuenta el texto y el contexto sin mejorar el argumento, sin caer en
uno de los extremos, uno de los peligros, que presenta la reconstrucción de argumento, que es
hacer una reconstrucción demasiado bondadosa del texto.

Vamos a ver en esta clase un ejemplo de esta operación de reconstrucción en relación con un
argumento que presenta Karl Popper —autor que seguramente ya han visto en el CBC— en su
libro La miseria del historicismo 4 . En ese texto Popper presenta una serie de argumentos
contra lo que él llama el ―historicismo‖, la teoría que sostiene que en la historia hay ritmos,
tendencias, leyes que nos permiten hacer predicciones históricas. En particular, Popper ataca
el historicismo de Hegel y de Marx. En el prefacio a una de las ediciones de La miseria del
historicismo Popper sostiene haber encontrado un argumento concluyente contra el
historicismo, considera que los otros argumentos que él ha ofrecido no son concluyentes pero
que este sí lo es. Y además es un argumento muy sencillo. De manera que, si fuera
efectivamente exitosa la pretensión popperiana, el historicismo habría quedado refutado.

Escribe Popper:

“El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos
(la verdad de la premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas científicas como el
subproducto de un desarrollo material de cualquier clase que sea)”
Es decir, aun por los materialistas históricos, dice Popper, tendrá que ser aceptada esta
premisa que nos dice que ―el curso de la historia humana está fuertemente influido por el
crecimiento de los conocimientos humanos‖. La segunda premisa de este argumento
pretendidamente concluyente contra el historicismo dice:

“No podemos predecir por métodos racionales o científicos el crecimiento futuro de nuestros conocimientos
científicos (esta aserción puede ser probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo).”

Señala que las predicciones a las que se refiere se hacen por métodos científicos o racionales,
ya que en Popper hay una distinción entre predicción científica y profecía. Aquello a lo que se
está refiriendo Popper es a la predicción científica, no a la profecía. Y entre paréntesis nos dice
(esta aserción puede ser probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo). No
vamos a tratar aquí cuáles son estas consideraciones que Popper trae a cuento para justificar
la segunda premisa.
La tercera proposición es la conclusión deseada contra el historicismo. En el argumento original
de Popper es una conclusión intermedia:

“No podemos por tanto predecir el curso futuro de la historia humana”

Es decir, el curso de la historia humana depende del crecimiento del conocimiento científico, y
no podemos predecir el crecimiento del conocimiento científico; por lo tanto, no podemos
predecir el curso futuro de la historia humana.
Es un argumento muy sencillo. Ahora bien, supónganse que ustedes tienen que reconstruir
este argumento y afirman que el argumento presenta una pretensión deductiva. ¿Cómo
sabemos que la pretensión de Popper es una pretensión deductiva? En este caso lo extraemos
del contexto, leemos todo el Prefacio y vemos que Popper considera que el argumento que él
propone es un argumento concluyente, un argumento deductivo.
Aceptamos las premisas popperianas, porque lo que queremos comprobar ahora es si la
pretensión popperiana de haber formulado un argumento concluyente, es decir, un argumento
deductivo, se cumple. Esto tiene que ver con la calidad de la inferencia que Popper pretende
alcanzar en su argumento. lo que nos interesa es si la pretensión deductiva popperiana es
exitosa y, si no lo es, qué premisas debemos agregar para que lo sea.

En la primera premisa en este caso, parece que uno podría precisar un poco más qué quiere
decir fuertemente y qué quiere decir influido. En la medida en que sea posible y deseable se
deben sustituir términos y expresiones que pueden resultar vagas o ambiguas por otras que no
lo son.

Urbach sostiene que el argumento tal como está presentado no es un argumento deductivo
válido. Es decir, Popper creía haber presentado un argumento deductivo válido pero falló en su
pretensión. Lo que hace Urbach es mostrar que falta por lo menos una premisa para que ese
argumento se convierta en un buen argumento deductivo. Volvamos a leer el argumento:

El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos
(la verdad de la premisa tiene que ser admitida aun por los que ven las ideas científicas como el
subproducto de un desarrollo material de cualquier clase que sea). No podemos predecir por métodos
racionales o científicos el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos (esta aserción puede ser
probada lógicamente por consideraciones esbozadas más abajo). No podemos, por tanto, predecir el curso
futuro de la historia humana.

¿Qué es lo que no podemos predecir según el argumento de Popper? El crecimiento futuro de


los conocimientos humanos. Podemos aceptar que el crecimiento futuro de los conocimientos
humanos influye fuertemente en el curso de la historia humana, sin tener por ello que aceptar
que sea el único factor o el factor decisivo de ese curso. De manera que no se sigue del hecho
de que no podemos predecir por métodos racionales o científicos el crecimiento futuro de
nuestros conocimientos científicos que no podamos predecir el curso futuro de la historia
humana. No se sigue deductivamente. Para que se siguiera deductivamente de las dos
premisas enunciadas por Popper necesitaríamos una tercera premisa que es, les leo la premisa
que propone Urbach:

No podemos predecir por métodos racionales o científicos acontecimientos que estén fuertemente influidos
por acontecimientos que no pueden ser predichos de ese modo.

Entonces, ¿qué falta, según Urbach, para que la pretensión deductiva de Popper sea exitosa?
Falta una premisa. Necesitamos una tercera premisa que afirme que aquellos acontecimientos
que están fuertemente influidos por otros acontecimientos que no se pueden predecir por
métodos racionales o científicos, no se pueden predecir. Se afirma que la historia humana está
fuertemente influida por el desarrollo del conocimiento científico y que el desarrollo del
conocimiento humano no se puede predecir. Entonces, instanciando esa (tercera) premisa
implícita, que es un enunciado universal, podemos inferir que el curso de la historia humana no
se puede predecir. Pero fíjense que falta esta premisa para que el argumento de Popper se
convierta –como Popper pretendía—en un argumento deductivo exitoso.
Entonces, como vimos, aquí uno se enfrenta a un dilema que tiene que ver con la interpretación
del argumento: podemos suponer que Popper por considerar esta premisa adicional
absolutamente obvia no la enunció explícitamente o podemos suponer que no se dio cuenta
que el argumento original era deductivamente inválido.
Uno al reconstruir el argumento de Popper tiene esta duda, pero aun así, en lo que se refiere a
la potencia del argumento mismo la crítica subsiguiente de Urbach — que consiste en afirmar
que la premisa adicional que hay que reponer para que el argumento popperiano sea válido no
es verdadera — destruye el argumento si uno la acepta. Sin esta tercera premisa adicional el
argumento es deductivamente inválido. Uno puede concebir situaciones en las cuales las dos
primeras premisas sean verdaderas y la conclusión falsa. Si uno añade la tercera premisa ya
no es posible concebir situaciones en las cuales las tres premisas sean verdaderas y la
conclusión sea falsa. Es decir, para ver esto uno puede abstraer el esquema del argumento
original de Popper:

(Premisa) Los acontecimientos de tipo A están fuertemente influidos por los acontecimientos de
tipo B.
(Premisa) Los acontecimientos de tipo B no se pueden predecir por medios racionales o
científicos.
(Conclusión) Los acontecimientos de tipo A no se pueden predecir por esos medios.
Para que este esquema se convierta en un esquema deductivamente válido se puede agregar
la siguiente proposición universal:

(Premisa repuesta) Los acontecimientos de un tipo determinado E que están fuertemente


influidos por acontecimientos de otro tipo E’ que no se pueden predecir, no se pueden predecir.

Este nuevo esquema es deductivamente válido: para cualquier instancia de este esquema se
cumple que no es posible que sus premisas sean verdaderas y su conclusión falsa.

*Actividad: Identifique y reconstruya los argumentos que Jesús Mosterín presenta en el


siguiente artículo periodístico.

En el teórico anterior comenzamos a tratar la cuestión de la reconstrucción de argumentos.


Una vez identificados los pasajes argumentativos en un texto filosófico, generalmente es
necesaria una tarea de reconstrucción de esos argumentos.
La reconstrucción de argumentos involucra por lo menos cuatro tipos de operaciones:
operaciones de supresión, operaciones de adición, operaciones de sustitución y
operaciones de permutación. Vamos a ver en qué consiste cada una de estas operaciones.
En general, la reconstrucción de un argumento involucra la supresión de aquellos
elementos que no son esenciales para la evaluación del argumento desde un punto de
vista lógico. Hay elementos retóricos, hay elementos expositivos, en los textos que suelen
resultar irrelevantes para la evaluación lógica del argumento. Entonces una primera
operación es extraer de ese texto el o los argumentos que nos interesan y eliminar aquellos
elementos que no son relevantes para nuestra tarea. Como ejemplo, les leo un fragmento
del Menón en el cual hay un argumento. Pero el argumento está mezclado con otro tipo de
elementos, sobre todo por el tipo de expresión de Platón, que es el diálogo. Es un pasaje
del Menón (89 d):

Sócrates –Dime en efecto si cualquier asunto fuera enseñable y no solo la virtud, ¿no sería necesario que
de él hubiera también maestros y discípulos?
Menón –Me lo parece.
Sócrates –Si por el contrario entonces si de algo no hay maestros ni discípulos ¿conjeturaríamos bien
acerca de ello si supusiéramos que no es enseñable?
Menón –Así es. Pero, ¿no te parece que hay maestros de virtud?
Sócrates –A menudo he buscado si habría tales maestros pero no obstante todos mis esfuerzos no logro
encontrarlos.

Tenemos un argumento a favor de la tesis según la cual la virtud no es enseñabletenemos


un argumento a favor de la tesis según la cual la virtud no es enseñable.

Si un asunto es enseñable, entonces hay maestros y discípulos de ese asunto.


No hay maestros de virtud.
Por lo tanto, la virtud no es enseñable.
Otra operación de estas cuatro, que no presenta mayores problemas, es la operación de
permutación: permutación de los elementos de un argumento. En general los argumentos
no están expresados en lo que vamos a llamar su forma canónica. La forma canónica de
un argumento es aquella en la que las premisas aparecen en el texto en primer lugar, y la
conclusión en último término. Esa es la forma canónica, primero presento las premisas y en
último lugar la conclusión. Ahora bien, los argumentos no suelen aparecer presentados de
esa manera. Entonces lo que uno tiene que hacer es una operación de permutación. Un
ejemplo de esta operación:

O no hay necesidad de una vida futura o no hay razón para suponer que Dios proporcionará una vida futura
para corregir las injusticias de esta vida. En efecto, o hay justicia en esta vida o no hay justicia en esta vida.
Si hay justicia en esta vida, entonces no hay necesidad de una vida futura. Si no hay justicia en esta vida
entonces no hay razón para creer que Dios es justo. Y si no hay razón para creer que Dios es justo,
entonces no hay razón para creer que Dios proporcionará una vida futura para corregir las injusticias de
esta vida.

¿Cuál es la conclusión del argumento? La conclusión aparece aquí en primer lugar: “O no


hay necesidad de una vida futura o no hay razón para creer que Dios proporcionará una
vida futura para corregir las injusticias de esta vida”. Y lo que sigue es la fundamentación
de esa conclusión, esto está indicado lingüísticamente por él “En efecto”. Las últimas
oraciones justifican la primera. Entonces, poner el argumento en forma canónica implica
aplicar esta operación de permutación: en este caso, poner lo que sigue al “En efecto” en
primer lugar y poner la primera oración en el último.

En el teórico anterior tratamos una operación que resulta más complicada: la operación de
adición de premisas o conclusión. Los argumentos tal como aparecen en los textos no
suelen incluir todas las premisas necesarias para obtener la conclusión con la pretensión
de quien produjo el texto. A veces, más raramente, no incluyen la conclusión que se
pretende obtener.
El caso más simple desde el punto de vista hermenéutico es el caso en el que a un
argumento le falta la conclusión. Tomemos un pasaje de la Política de Aristóteles (III, 10,
1286) y consideremos este pasaje como un pasaje en el cual uno debe reconocer la
conclusión. Dice Aristóteles:

¿Qué beneficia más? ¿Ser gobernado por un hombre excelente o por excelentes leyes? […] Mejor es
aquello que no está sujeto en absoluto a pasiones que aquello a lo cual ellas son connaturales. Ahora bien,
esas pasiones no corresponden a las leyes, mientras que toda alma humana necesariamente las posee.

¿Cuál es la conclusión que es razonable reponer si uno leyera este pasaje aislado de
Aristóteles? Que es mejor ser gobernado por excelentes leyes que por excelentes
hombres.

Podemos utilizar el argumento popperiano para introducir la cuarta operación básica para
reconstruir argumentos, una operación de sustitución: la sustitución de términos vagos o
ambiguos, por otros que no lo sean. La primera premisa del argumento de Popper, “El
curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento en los
conocimientos científicos”, contiene por lo menos dos términos ambiguos. Ahora bien, para
evaluar la verdad o la plausibilidad de esta premisa tenemos que saber que entiende
Popper por fuertemente e influido. En la medida en que sea posible y deseable se deben
sustituir términos y expresiones que pueden resultar vagas o ambiguas por otras que no lo
son, ya que esta sustitución resulta necesaria para evaluar la verdad de las premisas y la
conclusión de un argumento y, por lo tanto, para determinar si el argumento es sólido.

4
Vamos a retomar el tema de análisis y reconstrucción de argumentos y lo vamos a hacer
con una técnica que es típica de la lógica informal: la diagramación de argumentos. Por
una parte tenemos el método de Toulmin y por otro lado tenemos lo que se suele llamar el
método estándar de diagramación de argumentos.
¿Para qué sirve la diagramación de argumentos? Hasta ahora lo que hemos visto en el
análisis y reconstrucción de argumentos nos permitía distinguir entre premisas y
conclusión. Llegábamos hasta ahí. La conclusión era la oración que pretendíamos
fundamentar y las premisas eran las proposiciones que pretendían cumplir ese fin de
fundamentación. Ahora bien, esto no nos aclara de qué manera las premisas pretenden
cumplir ese fin, es decir, pretenden apoyar a la conclusión. La diagramación de argumentos
lo que hace es tratar de revelar esa cuestión: cómo las premisas se relacionan entre sí y
con la conclusión para cumplir su finalidad de apoyar o su pretensión de apoyar
fundamentar a la conclusión.
La idea que fundamenta el método de diagramación estándar es muy sencilla: las premisas
pueden apoyar a la conclusión de diversas maneras y hay algunas maneras que son
maneras básicas o estructuras básicas en las que las premisas se pueden relacionar entre
sí y con la conclusión. En el caso de argumentos complejos cuando uno quiere representar
la manera en la que las premisas apoyan a la conclusión y se relacionan entre sí, lo que
uno hace es combinar estas maneras básicas de relación. Es decir, el análisis de una
estructura compleja tendría que resultar de la combinación de estas maneras básicas de
relacionarse las premisas entre sí y con la conclusión.
En un diagrama de tipo estándar —estamos viendo la teoría estándar, no la de Toulmin—
tenemos dos tipos de elementos básicos. Tenemos puntos y tenemos una relación entre
los puntos. Visto de manera abstracta lo que tenemos es un árbol, una estructura de árbol.
Ustedes han visto un ejemplo de la estructura de árbol en las clases prácticas cuando
vieron el árbol de descomposición de las fórmulas. Los elementos abstractos de este árbol
son un conjunto de puntos y una relación entre estos puntos. Gráficamente lo que vamos a
tener son círculos, círculos que tienen dentro suyo un número natural que numera una de
las proposiciones de un argumento. Y el segundo elemento son flechas que relacionan
estos otros elementos que son los círculos.
Intuitivamente lo que tenemos son círculos numerados que están representado
proposiciones, que pueden ser premisas, conclusiones intermedias o conclusiones finales.
En un argumento complejo además de la conclusión final suelen tener conclusiones
intermedias. Y la flecha lo que representa intuitivamente es la relación de apoyo que se
pretende que una premisa otorga por sí sola o en conjunción con otras premisas a una
determinada proposición, a una determinada conclusión que puede ser intermedia o final.
El resultado de todo esto es un árbol: el diagrama estándar de un argumento es un árbol
que nos revela de qué manera apoyan las premisas a las conclusiones y cómo se
relacionan entre sí las premisas

Diagramas de argumentos:
1 Círculo numerado (representa proposiciones)

Flecha: Relación de apoyo que las premisas otorgan por sí solas


(o con otras) a una determinada proposición
(sea intermedia o final)

¿Cuáles son las estructuras básicas en la teoría estándar de argumentos? Tenemos una
estructura que es la estructura más simple que podemos tener a la cual vamos a llamar
estructura simple:

1 1: Dios no existe
Apoya la conclusión 2: Todo esta permitido

el argumento “Dios no existe, por lo tanto todo está permitido” puede ser diagramado
mediante este diagrama que tiene una estructura simple, la estructura más elemental que
uno puede tener. Una premisa que apoya a una conclusión.

Otra estructura básica es la que se suele llamar “estructura convergente”:

1 2 1: Se vio entrar a juan en la escena del c


2: Las huellas dact están en el lugar del c
3 3: Juan cometió el c

La conclusión está apoyada por más de una premisa. Aquí pusimos dos premisas pero
puede haber más. ¿Cuál es la característica de la estructura convergente? Es que este
apoyo es independiente. Es decir, que 1 y 2 apoyan a 3 de manera independiente. ¿Qué
quiere decir esto? Que si yo elimino 2, 1 sigue apoyando a 3, sigue otorgándole cierto
apoyo. Si elimino 1, 2 sigue apoyando independientemente a 3.
Algo que hay que notar es que las flechas indican la relación de apoyo o de
fundamentación, pero no distinguen entre apoyo deductivo y apoyo no deductivo. En este
caso lo que tenemos es una relación de fundamentación no deductiva. Pero podríamos
tener una relación de fundamentación deductiva.
En la técnica de diagramación de argumentos estándar la flecha indica la relación de apoyo
o de pretensión de fundamentación. Pero no distingue entre pretensión de fundamentación
deductiva y no deductiva. Freeman, como vamos a ver después, soluciona esto agregando
algún elemento más a los elementos básicos de un diagrama en la tradición estándar de
diagramación de argumentos. Por su parte, Toulmin, en su diagrama, tiene un elemento
que se llama modalizador que indica explícitamente cómo se relacionan los fundamentos
de la conclusión con la conclusión.
Bueno, veamos otra estructura básica. Hay veces en que las premisas apoyan a la
conclusión, pero en conjunto, no de manera independiente. Cada una por sí sola no otorga
el apoyo pretendido a la conclusión. Este diagrama, esta estructura básica se llama
“enlazada”:

1 2

A diferencia de lo que sucede con la estructura convergente, las premisas —que en este
diagrama que ponemos como ejemplo son dos, pero podrían que ser más de dos— apoyan
a la conclusión, pero no de manera independiente sino de manera conjunta. De manera
que si eliminamos alguna de esas premisas ya no obtenemos el apoyo pretendido para la
conclusión. Un ejemplo sencillo. Vamos a tomar una modificación del argumento que
pusimos para ejemplificar la estructura simple. Supongamos que la primera premisa es “Si
Dios no existe, todo está permitido.” Y la premisa dos es “Dios no existe” y tres (la
conclusión) es “Todo está permitido”.

1. Si Dios no existe, todo está permitido.


2. Dios no existe.
3. Todo está permitido.

Entonces tenemos dos premisas como en el caso anterior en la estructura convergente y


una conclusión. Pero a diferencia del caso anterior, si uno elimina alguna de las premisas,
por ejemplo si elimina “Si Dios no existe, todo está permitido”, de “Dios no existe” no se
sigue deductivamente que “Todo está permitido”. Y lo mismo sucede con el caso de la otra
premisa. Si uno elimina la otra premisa no se cumple la pretensión de quien formuló el
argumento. Quien formuló el argumento pretende que la conclusión se infiera
deductivamente de estas premisas de manera enlazada.

Premisa implícita el argumento que vimos en primer lugar tiene una estructura simple.
“Dios no existe, por lo tanto todo está permitido”. Pero si uno reconstruye este argumento,
se pregunta ¿cuál o cuáles son las premisas que uno sensatamente podría suponer que
están implícitas y que quien formuló el argumento tenía en mente? Podemos suponer que
en el caso del argumento que vimos en primer lugar quien formuló el argumento dejó
implícita la premisa “Si Dios no existe, todo está permitido”.
1 2
3
Otra estructura básica es la estructura divergente:
1 1: El determinismo es verdadero
2: mis acciones no son libres
2 3 3: Las acciones contingentes referidas al futuro
tienen un valor de verdad referido en el presente.

Tengo una proposición que fundamenta dos o más conclusiones. Recuerden que aquí lo
que ponemos como ejemplo es el más sencillo que puede existir de cada estructura básica.

Estructura serial:
1 1: El determinismo es verdadero.
2: No soy causa primera de mis acciones.
2 3: No soy libre ni responsable de mis acciones.

3
En general los argumentos con algún grado de complicación tienen conclusiones
intermedias. Por ejemplo, 1: “El determinismo es verdadero” permite concluir 2: “No soy
causa primera de mis acciones” y, a su vez, 2 apoya a 3: “No soy libre ni responsable de
mis acciones”. Entonces, tenemos que 1 apoya 2, que funciona como conclusión
intermedia, y a su vez 2 funciona como apoyo a 3, que funciona como conclusión final. Este
esquema es el más sencillo que uno puede tener en una estructura serial.

5
Hasta ahora hemos visto casos en los que una serie de proposiciones, que no
conformaban un argumento (en el sentido intuitivo del término) por sí mismas, apoyaban a
una conclusión. Hay otro tipo de estructuras argumentativas en las cuales el apoyo para la
conclusión de un argumento está dado por otro argumento. Esto también tiene un reflejo en
la lógica formal, porque hay una serie de reglas de inferencia —el número de esas reglas
depende de la presentación particular de la lógica que estén viendo— que trabajan de esta
manera. Es decir, se apoya una conclusión —en este caso la conclusión va a ser una
fórmula de un lenguaje formal, como el lenguaje de la lógica proposicional o el lenguaje de
la lógica de predicados— basándose en un argumento. De manera que lo que tenemos en
estas reglas es lo que se suele llamar un subargumento o subderivación que apoya la
conclusión de un argumento. Estas reglas reflejan maneras de argumentar que no son
novedosas sino que aparecen ya en la filosofía y en la matemática antigua.
La presentación de la lógica que ustedes van a ver en las clases prácticas, la presentación
de la lógica de primer orden como un sistema de deducción natural, pretende recuperar
esas maneras tradicionales de argumentar de los matemáticos.
Lo que observan estos autores que crean la presentación de la lógica como sistema de
deducción natural —un polaco, Jaśkowski y un alemán, Gentzen— es que los matemáticos
cuando hacen sus demostraciones no lo hacen basándose en esos sistemas axiomáticos
sino que suelen argumentar a partir de supuestos, una forma de argumentar que ellos
tratan de reflejar en sus sistemas. Por ello, el estudio de este tipo de argumentos tiene
importancia para que ustedes entiendan lo que hacen cuando escriben las derivaciones,
tiene importancia que reconozcan la contraparte no formal de la regla que codifica esa
estrategia argumentativa.

Comencemos con un caso de estructura argumentativa de este tipo, un caso de


razonamiento a partir de supuestos, el de los razonamientos hipotéticos, que parten
de un supuesto, de una hipótesis provisoria, para concluir una proposición condicional.
Vamos a aclarar una cuestión terminológica. Tenemos por un lado supuestos iniciales o
premisas. Los supuestos iniciales o premisas son aquellos supuestos que yo acepto sin
más. Son supuestos que no cuestiono, de los cuales parto, en los cuales creo. Por otro
lado tengo otro tipo de supuestos que son de este segundo tipo: supuestos provisorios. En
el lenguaje natural se caracterizan por estar precedidos por expresiones del tipo de
―Supongamos que … ―Supóngase que …. En el texto de GAMUT tanto a las premisas
como a las hipótesis provisorias se las llama supuestos

Iniciales o premisas (no necesitan cancelarse)


Supuestos
Provisorios (necesitan cancelarse)

Pero uno puede hacer esta diferenciación entre aquellas fórmulas de las cuales uno parte y
que no debe, en términos técnicos, cancelar, y aquellas fórmulas que son supuestos
provisorios, es decir, fórmulas que uno acepta provisoriamente pero que debe luego
cancelar antes de llegar a la conclusión.
Yo puedo utilizar un supuesto provisorio en el proceso de argumentación, pero todo lo
que se derive de él, si no realizo esta operación que se llama cancelación, va a depender
de las premisas en las que sí creo y también de este supuesto: lo que concluyo no va a
depender sólo de las premisas sino también de los supuestos provisorios que haya
introducido. Entonces si yo quiero que mi conclusión dependa solo de las premisas tengo
que hacer alguna operación que cancele los supuestos provisorios. Intuitivamente, esto
quiere decir que tengo que lograr que la conclusión ya no dependa de que el supuesto
provisorio sea verdadero o no.

Podemos dar el ejemplo de alguien que está intentando planificar sus finanzas. Entonces
dice “Supongamos que la inflación se mantiene en un veinte por ciento este año”, entonces
uno con ese supuesto más otras premisas adicionales concluye que “Me conviene hacer un
plazo fijo” o “Me conviene comprar oro en el Banco Ciudad” o lo que fuere. Pero esa
conclusión depende del supuesto de que la inflación se mantendrá en el veinte por ciento.
Si no se mantiene en el veinte por ciento quizás me convenga hacer otro tipo de inversión.
Entonces la pregunta es: ¿qué puedo concluir que no dependa de la verdad o la falsedad
eventual de ―la inflación se mantendrá en el veinte por ciento? ¿Puedo concluir algo? Sí,
puedo concluir sobre la base de este argumento que “Si la inflación permanece en el veinte
por ciento anual, entonces me conviene comprar oro en el Banco Ciudad”. La conclusión
no es una conclusión categórica sino condicional. Dice “Si la inflación se mantiene en el
veinte por ciento entonces…”. Es decir, no afirmo categóricamente el antecedente sino que
afirmo que si se da el antecedente del condicional, entonces se da su consecuente.
Si efectivamente el consecuente se infiere deductivamente del antecedente del condicional,
entonces —por definición de inferencia deductiva (válida)— no puede suceder que el
antecedente sea verdadero y el consecuente falso. Pero eso significa —por la tabla de
verdad del condicional— que el condicional “Si φ, entonces ψ” no puede ser falso,
independientemente de cuál sea el valor de verdad de φ.

Esto presenta una forma de argumentar a partir de supuestos en la cual la conclusión es un


condicional. Pero no necesariamente debe serlo, como veremos.
Tenemos, entonces, un esquema argumentativo cuyo diagrama estándar es el siguiente y
en el cual el subargumento que apoya a la conclusión principal está encerrado en un
rectángulo:

Esta estrategia argumentativa queda codificada en el sistema de deducción natural de


Gentzen, en la versión del libro de texto que usan en las clases prácticas, por la siguiente
regla, la regla de introducción del condicional:

En esta notación para indicar que el supuesto ya ha sido cancelado se cierra el arco, al
cerrar el arco lo que queda encerrado en él es lo que se suele llamar en lógica matemática
una subderivación o subargumento.

Otra manera de argumentar clásica que apoya una conclusión en un argumento es la que
se suele llamar reducción al absurdo o si quieren decirlo en latín reductio ad absurdum.
Ustedes postulan un supuesto φ y, si a partir de ese supuesto y las premisas de las que
parten pueden inferir deductivamente una contradicción explícita como (ψ˄¬ψ), entonces
están autorizados a concluir ¬φ. En el libro de GAMUT, la expresión formal de esto es la
siguiente: suponemos φ —e indicamos gráficamente que es un supuesto provisorio
dibujando un ángulo recto a su izquierda— y si a partir de φ llegamos a una proposición
que vamos a llamar falsum, entonces podemos inferir ¬φ. La característica semántica de
esta constante proposicional que se simboliza con ┴ es que es siempre falsa. Se llama
falsum (lo falso), utilizando un término latino. Es una proposición que es siempre falsa; por
ejemplo, una contradicción explícita de la forma ѱ y no-ѱ.

Este es el esquema de la reductio ad absurdum en el método de diagramación estándar:

Esta estrategia argumentativa queda codificada en el sistema de deducción natural de


Gentzen, en la versión del libro de texto que usan en las clases prácticas, por la siguiente
regla, la regla de introducción de la negación:

Hay que aclarar que reductio tiene un significado estricto que es el de reducción al
absurdo, pero que a veces se usa en un sentido amplio. La reductio puede ser una reductio
más débil, una reductio a lo falso. Es decir, si uno parte de un supuesto y llega a algo falso
—no necesariamente a una contradicción— concluye que ese supuesto es falso. Hay
reductios más débiles todavía, reductio ad incomodum, que consiste en mostrar al
interlocutor que aquello que está sosteniendo lo lleva a tener que sostener otra tesis que no
está dispuesto a sostener.

Uno puede preguntarse cómo se infiere ¬φ utilizando este esquema argumental. Se puede
codificar esta forma de argumentación de manera que pueda resultar más intuitiva como un
caso particular de modus tollens: si uno acepta el razonamiento hipotético, acepta que no
hay contradicciones verdaderas y acepta la validez del modus tollens, entonces debe
aceptar también que, si a partir de suponer φ se puede obtener una contradicción,
entonces se puede inferir deductivamente ¬φ. Una regla de inferencia deductiva que
parece muy intuitiva es, justamente, la del modus (tollendo) tollens:

Si φ, entonces ψ.
No-ψ.
No-φ.

Un ejemplo sencillo muestra el carácter intuitivo de la regla del modus tollens: “Si 15 es
múltiplo de 4, entonces 15 es múltiplo de 2. 15 no es múltiplo de 2, por lo tanto 15 no es
múltiplo de 4”.
Si aceptan lo anterior, entonces pueden desplegar el razonamiento por reducción al
absurdo en el siguiente diagrama:

Otro argumento por supuestos es un razonamiento por alternativas, dilema (constructivo),


o, en matemáticas, en la que es una estrategia muy común para demostrar teoremas,
demostración por casos. Nosotros tenemos una serie de casos que se supone que son
conjuntamente exhaustivos, que contemplan todas las alternativas. Entonces si en todos
los casos se da que uno puede derivar una proposición, puede afirmar esa proposición ya
sin depender de ningún supuesto. La idea es que para que una demostración por
casos sea no solamente válida sino también sólida, la primera premisa tiene que ser una
premisa verdadera. Si uno se olvida de alguna alternativa entonces la premisa no es
verdadera y se comete una falacia que se llama falacia de olvido de alternativas o falso
dilema. El argumento sigue siendo válido pero la premisa disyuntiva es falsa, y entonces no
podemos asegurar la transmisión de verdad a la conclusión. Y se trata de una falacia que
no es una falacia formal sino una falacia no formal. Porque el argumento es formalmente
válido. Pero, claro, puede no ser sólido. En el razonamiento por casos lo que tenemos que
asegurar para que la premisa disyuntiva sea verdadera es que las alternativas sean
conjuntamente exhaustivas, es decir que en conjunto abarquen todas las posibilidades o
alternativas que hay que considerar.
Aclaremos que pueden ser más casos, tres, cuatro, n alternativas. No necesariamente en
una demostración por casos hay solo dos alternativas, puede haber más aunque en este
ejemplo, en el argumento platónico, hay dos.
Entonces, veamos la diagramación estándar correspondiente a esta estrategia argumental:

Lo primero que tienen que percibir es que se trata de una estructura enlazada que necesita
tanto de la premisa disyuntiva como de las dos subderivaciones para inferir válidamente la
conclusión final. Lo tienen que diagramar de manera que se vea que esto es efectivamente
un argumento que tiene una estructura enlazada. Uno de los elementos de esa estructura
enlazada es la premisa disyuntiva. Necesitan también las dos subderivaciones o
subargumentos que ponemos encerradas en cajas.
La regla de eliminación de la disyunción tal como es formulada en la presentación original
de Gentzen de su sistema de deducción natural refleja este esquema argumental y es la
siguiente:
También es posible dibujar una variante del diagrama estándar de esta estrategia
argumental que está más en consonancia con la formulación de la regla de eliminación de
la disyunción tal como aparece en el GAMUT. La regla de eliminación de la disyunción es
la codificación de esa estrategia argumental en el sistema de deducción natural que
aparece en ese texto y allí se formula así:

El correspondiente esquema argumental estándar es el siguiente:


6

Hasta ahora hemos visto proposiciones que apoyan a otras proposiciones y argumentos
que apoyan a proposiciones, pero también es posible utilizar un argumento para atacar a
otro argumento. Un contraargumento es un argumento que ataca o critica a otro
argumento. Es posible presentar objeciones o críticas a un argumento de diversas
maneras, pero cuando esas críticas se expresan bajo la forma de un argumento estamos
en presencia de un contraargumento.

Un contraargumento puede cuestionar la verdad o la aceptabilidad de la(s) premisa(s) o


de la conclusión del argumento atacado, pero también puede cuestionar la relevancia o la
suficiencia del apoyo que la(s) premisa(s) del argumento criticado ofrece(n) a la conclusión.
Más adelante relacionaremos estos distintos tipos de contraargumentos con las nociones
de refutación y recusación entendidas como dos maneras en las que se puede atacar un
argumento para intentar derrotarlo.

Vamos a seguir con el tema de diagramación de argumentos presentando el método de


diagramación de Toulmin. Este esquema aparece por primera vez en un libro de ese
autor de 1958, uno de los dos textos que se suele considerar que inician la teoría de la
argumentación contemporánea.
En este texto Toulmin presenta lo que se suele llamar “el esquema de Toulmin” o “el
método de Toulmin”, que corresponde o refleja su concepción de la lógica y la
argumentación. El libro Los usos del argumento tiene como finalidad criticar la lógica formal
como instrumento para analizar los argumentos de la vida cotidiana y de disciplinas que no
son disciplinas formales.
En la introducción de Los usos del argumento, luego de analizar distintas concepciones de
la lógica que se han mantenido a lo largo de la historia, Toulmin propone lo que llama una
“concepción jurisprudencial de la lógica”. Si la lógica quiere abarcar otros campos además
de la matemática —campo en el cual la lógica matemática había efectivamente logrado
grandes éxitos— entonces, según Toulmin, la concepción más adecuada es esta
concepción jurisprudencial. Es decir, concebir la lógica como una teoría general que adopta
formas particulares en distintas disciplinas pero que desde esa generalidad se puede
presentar como una teoría que es análoga a la jurisprudencia, es decir, análoga a la teoría
que nos dice cómo presentar, defender y decidir casos legales frente a un tribunal. El
tribunal en este caso, dice Toulmin, no es un tribunal ordinario sino que es el tribunal de la
razón. Razón en Toulmin no es razón con R mayúscula sino que es una razón situada, una
razón histórica, etc., pero razón al fin.
De manera que la idea es que la tarea de la lógica es estudiar estas condiciones generales
para presentar, defender, atacar y decidir casos en general, y no solamente casos legales.
El tribunal es el de la razón dialéctica, la razón que regula y dirige los intercambios entre
alguien que defiende una tesis y alguien que se opone a ella. Esta concepción de la lógica
se refleja en lo que se suele llamar el “esquema de Toulmin” que es un esquema general
que describe este proceso de plantear una tesis, atacarla, defenderla y decidirla para
cualquier tipo de argumentación, tanto deductiva como no deductiva.
El esquema es muy sencillo. En principio lo que tenemos son dos extremos. En un
extremo tenemos la “pretensión” (claim), que es lo que en términos habituales llamaríamos
“conclusión”. En el otro extremo tenemos los datos o fundamentos que damos para esa
pretensión. La idea es que el oponente puede preguntar: ¿qué tienen que ver estos datos
con esta conclusión? Uno puede cuestionar la relación de apoyo entre los datos y la
conclusión. Tenemos, entonces, que agregar un elemento que llama garantía. La garantía
lo que hace es contestar a esa pregunta: ¿Qué tienen que ver estos datos con esta
conclusión? ¿Por qué estos datos me permiten apoyar esta conclusión? El ejemplo
paradigmático de Toulmin que aparece en Los usos del argumento es el siguiente: la
pretensión legal es que Harry tiene derecho a la nacionalidad británica. Los datos que
pretenden apoyar esa pretensión son “Harry nació en Las Bermudas”. Uno puede
preguntar qué tiene que ver el haber nacido en Las Bermudas con el tener derecho a la
nacionalidad británica. Esa pregunta la contesta la garantía. La garantía autoriza ese
pasaje de los datos a la conclusión. En este caso es “Los nacidos en las Bermudas tienen
derecho a la nacionalidad británica”. La garantía cumple la función de una regla de
inferencia. Las reglas de inferencia permiten el pasaje de determinadas premisas a una
conclusión. Son una especie de SUBE inferencial (inferential ticket) que permiten pasar de
premisas a conclusión. Entonces, la garantía funciona como una regla de inferencia.
Fíjense que, en casos como este la regla de inferencia no es una regla de inferencia
formal, del tipo “Si usted tiene una formula de la forma (φ→ψ) y tiene otra fórmula de la
forma φ, puede inferir una fórmula de la forma ψ”. En el ejemplo que estamos tratando,
tenemos una regla de inferencia, nos dice Toulmin, material. ¿Qué quiere decir "material"?
Que no está despojada de contenido sino que, justamente, es una regla con un contenido
específico.
La garantía, que en su ejemplo es una regla de inferencia material, no tiene el estatus de
una premisa adicional, sino que tiene el estatus de este boleto inferencial que nos permite
pasar de premisas a conclusión.
Un tercer elemento en el diagrama de Toulmin es el respaldo. Alguien puede seguir
cuestionándonos y decir: ¿qué apoyo se puede dar a la garantía, a esta regla de inferencia
material que me dice que los nacidos en Las Bermudas tienen derecho a la ciudadanía
británica? El respaldo va a depender del campo de la argumentación, de la disciplina a la
cual pertenezca el argumento. En este caso el respaldo en el caso de un argumento legal
va a ser por ejemplo, en este caso, el Acta de Nacionalidad Británica. El Acta de
Nacionalidad Británica dice que los nacidos en Las Bermudas tienen derecho a la
nacionalidad británica, etc. En el caso de este argumento, que es un argumento legal, se
supone que uno acudirá a los códigos, precedentes, etc., para justificar esta garantía.
Hasta acá tenemos la siguiente descripción parcial del diagrama de Toulmin:

Dos elementos que faltan en la presentación original de los diagramas estándar, y que sí
aparecen en el diagrama de Toulmin, son por un lado la indicación de qué tipo de conexión
hay entre los datos y la pretensión, los datos y la conclusión. El elemento que cumple esta
función en el diagrama de Toulmin es una expresión M que se llama modalizador o
calificador modal y que justamente indica la cualidad del nexo —no la cualidad de la
conclusión, sino qué tipo de conexión hay entre premisas y conclusión, si es una conexión
necesaria o si es una conexión meramente plausible, si es una conexión
probable, etc—. Este modalizador lo que modaliza no es la conclusión —no dice que la
conclusión es necesaria o probable o plausible— sino que califica la inferencia, el nexo
inferencial entre premisas y conclusión.
En el diagrama aparece, además, otro elemento muy novedoso para la época en que
Toulmin escribe y que ha tenido repercusiones en la lógica de las últimas décadas, que es
lo que vamos a llamar “excepciones”. Las excepciones explicitan que esta conexión entre
los datos y la pretensión se da salvo que se de E, que enuncia una excepción o salvedad.
Esto tiene que ver con que en general los argumentos que se formulan en la vida cotidiana
y en las distintas disciplinas siempre hay posibles excepciones que muchas veces no están
explicitadas en el argumento, pero que podrían hacer caer la relación inferencial.
Terminemos con el caso que da Toulmin. Recordemos que era el siguiente: Harry nació en
Las Bermudas. De ahí concluimos que Harry tiene derecho a la nacionalidad británica, se
nos dice que este paso inferencial se justifica en la garantía que establece que los nacidos
en Las Bermudas tienen derecho a la nacionalidad británica y alguien puede preguntarse
por qué esta garantía es adecuada en este caso. Se nos responde que lo es debido a tal o
cual inciso del Acta de Nacionalidad Británica. El modalizador lo que nos dice es que
probablemente, presumiblemente, Harry tiene derecho a la nacionalidad británica. ¿Por
qué el “presumiblemente”? ¿Por qué el nexo inferencial no es un nexo deductivo? Porque
hay excepciones. En este caso, excepciones tales como que ninguno de los dos padres de
Harry sean británicos. Entonces, aunque haya nacido en Las Bermudas, no tiene derecho a
la nacionalidad británica. Una excepción como esta lo que hace es cortar el nexo
inferencial. Impide el pasaje de los datos a la pretensión.
El diagrama de Toulmin para este ejemplo es el siguiente:

Este diagrama instancia la siguiente forma general:


El problema con las excepciones que se plantea aquí es que esta es una situación habitual
en los argumentos que no son ni argumentos lógicos ni matemáticos. Tiene que ver con un
concepto que Toulmin trae a cuento y que lo extrae de la literatura legal, es el concepto de
derrotable, rebatible, anulable (defeasible). (ejemplo de un condenado por matar con la
excepción que sea menor de edad, no se pueden poner todas las excepciones en el
código). Un legislador no puede contemplar todas las posibles excepciones, contempla
algunas y otras se las olvida. Esto hace que casi todo argumento, y no solamente los del
campo jurídico, por más minuciosa que sea su expresión, pueda ser derrotado. Es decir,
uno tiene como característica de toda esta clase de argumentos su derrotabilidad,
rebatibilidad, anulabilidad, distintas expresiones que pretenden traducir la expresión inglesa
defeasibility.
Toulmin trae este concepto de “derrotabilidad” del discurso legal a la lógica entendida en
este sentido amplio. Este concepto ha tenido mucho éxito en los últimos treinta años en la
lógica que se hace desde la inteligencia artificial. Justamente, si se pretende reflejar cómo
razona la gente en condiciones normales a esta característica es indispensable tenerla en
cuenta. Uno generalmente trabaja en presencia de información incompleta y obtiene
conclusiones que son sensatas, plausibles, teniendo en cuenta ese estado de información
que uno tiene. Pero uno está dispuesto a revocar, anular, derrotar, las conclusiones que ha
sacado si le llega nueva información que hace poco sensato seguir sosteniendo la antigua
conclusión. Esto ha abierto un campo de investigaciones de la lógica que es este de las
lógicas derrotables, que estudia cómo puede uno a través de un formalismo lógico
representar este tipo de argumentos. Esta característica de anulabilidad queda introducida
en el diagrama de Toulmin por esta categoría que son las excepciones.

Este fenómeno de derrotabilidad es un fenómeno habitual en la argumentación cotidiana y


en la argumentación de las disciplinas especiales. En general, uno no tiene la información
completa sobre la situación. Uno concluye, pero concluye sabiendo que esa conclusión
puede tener que ser retractada en presencia de nueva información. Esto sucede en general
con los argumentos de la vida cotidiana: uno “salta” a las conclusiones, nunca está
plenamente justificado por las premisas. Pero uno tiene que concluir, porque uno tiene que
razonar, tomar decisiones, y, en general, las toma bajo información incompleta.
Veamos entonces la aplicación de estos elementos del esquema de Toulmin a los
diagramas estándar. Hasta ahora teníamos por lo menos dos problemas: por un lado las
flechas indicaban el apoyo que le daban las premisas a la conclusión pero no se nos decía
qué tipo de apoyo daban las premisas a las conclusiones intermedias o finales. Podía ser
un apoyo deductivo o un apoyo no deductivo. Entonces, tenemos que encontrar algún
modo para incluir esta información en los diagramas estándar.
Supongamos que tenemos dos proposiciones, una estructura simple, y tenemos que
diagramar la contraparte del modalizador del esquema de Toulmin. Una manera de
diagramarlo es la que usa Freeman en la obra que les cité. Consiste en dibujar un
cuadrado en el que aparece el modalizador y lo conecta con la flecha. Eso indica que tipo
de enlace inferencial uno pretende tener en este caso. Por ejemplo aquí el modalizador
sería “necesariamente”. Tengo 1 y 1 apoya necesariamente, de manera deductiva, a 2.

El modalizador nos va a indicar qué tipo de apoyo inferencial dan las premisas a la
conclusión. Entonces, uno puede poner “necesariamente”, “probablemente”, “con una
probabilidad del veinte por ciento”, lo que sea el caso.
Lo que ahora nos falta por incluir en este esquema son las excepciones. En el esquema de
Toulmin no hay distinción entre tipos de excepciones. Pero es habitual, a partir de los
escritos de John Pollock4, hacer una distinción que es bastante evidente entre dos tipos de
excepciones, dos tipos de derrotadores —el término que se usa en inglés es defeaters—.
Yo puedo tener derrotadores de dos tipos: refutaciones (rebutting defeaters) y recusaciones
(undercutting defeaters). Yo puedo derrotar la conclusión trayendo a cuento las
excepciones que hagan que sea sensato sostener la negación de la conclusión original.
John Pollock señala que hay otro tipo de derrotabilidad en la cual lo que se derrota no es la
conclusión sino el nexo inferencial. Esta nueva información lo que hace es derrotar el
pretendido apoyo que la o las premisas dan a la conclusión. Pero no nos lleva a adoptar la
contradictoria de la antigua conclusión.

Entonces, ¿cómo representamos las excepciones en este sistema? Freeman, que es este
autor de referencia para este tema que les había citado, recomienda hacer una distinción
entre los dos tipos de derrotadores de la siguiente manera: el recuadro indicando la
excepción se pone en el mismo lugar tanto si es una recusación como si es una refutación
pero se debe aclarar qué tipo de derrotador es. Las excepciones deben estar anotadas
como elementos que hacen caer o bien la conclusión, o bien el nexo inferencial. En el
diagrama esto quedaría representado del siguiente modo:
Lo que caracteriza al argumento derrotable, de acuerdo a esta concepción, es que
reconocer la existencia de excepciones no lleva a rechazar las premisas originales. Uno no
revisa las premisas que sostenía antes de enterarse de la existencia de excepciones. El
diagramar el argumento de esta manera, incluyendo las excepciones y los modalizadores,
pone de relieve cuál es el papel de cada uno de los elementos del argumento, lo que de
otra manera no queda claro.
Vimos el diagrama de Toulmin para ver qué ventajas tenía respecto de la diagramación
estándar original. El esquema de Toulmin incluye elementos importantes como los
modalizadores y las excepciones que, de cualquier modo, pueden incorporarse al método
de diagramación estándar.

7
Vamos a empezar ahora a tratar la cuestión de la caracterización que la lógica
contemporánea hace de la noción de consecuencia lógica. La caracterización de la relación
de consecuencia lógica o de seguirse lógicamente es la cuestión central de una teoría
lógica. La lógica contemporánea ofrece definiciones matemáticamente precisas de esta
noción para lenguajes artificiales —como el de la lógica de primer orden— que,
comparados con los lenguajes naturales, son relativamente simples en lo que respecta a su
vocabulario, su sintaxis y su semántica.
Se supone que existe una noción intuitiva —que, a veces se denomina “pre teórica”— de
consecuencia lógica, aunque, en realidad, es posible encontrar diversas nociones intuitivas
de consecuencia lógica a lo largo de la historia de la lógica. Dos de las caracterizaciones
más comunes de la noción intuitiva de consecuencia lógica, equivalentes entre sí, son
las siguientes:

Una noción íntimamente relacionada con la de consecuencia lógica es la de implicación


lógica. La conclusión φ de un argumento es una consecuencia lógica del conjunto de sus
premisas Γ si y sólo si Γ implica lógicamente a φ. “Implicar lógicamente” es una relación
metalingüística entre un conjunto de oraciones del lenguaje objeto y una oración de ese
lenguaje. Podemos dar un ejemplo del lenguaje natural para ilustrar la noción de relación
metalingüística entre oraciones de un lenguaje: La oración “Juan ama a María” es sinónima
de “María es amada por Juan”. La relación de sinonimia oracional en un lenguaje natural
como el castellano es una relación metalingüística —el metalenguaje es en este caso el
mismo castellano— que se predica de oraciones de ese lenguaje. Del mismo modo, la
relación de consecuencia lógica es una relación metalingüística entre una oración de un
lenguaje — de un lenguaje natural o de uno de los lenguajes de la lógica— y un conjunto
de oraciones de ese lenguaje, y la relación de implicación lógica es una relación
metalingüística entre un conjunto de oraciones de un lenguaje y una oración de ese
lenguaje.
La conclusión de un argumento es una consecuencia lógica de sus premisas si y sólo si no
es posible (es imposible) que sus premisas sean todas ellas verdaderas y su conclusión
falsa.
¿Qué relación hay entre implicación lógica e implicación material? La implicación material
es una constante lógica del lenguaje de la lógica proposicional, una conectiva. Es decir, es
un signo del lenguaje. Cuando se describe el lenguaje de la lógica proposicional se
especifica que el lenguaje consta de constantes lógicas, variables proposicionales y signos
de puntuación. La implicación material — simbolizada con → — es uno de los signos que
componen el vocabulario del lenguaje de la lógica proposicional. Por su parte, la
implicación lógica no es un signo del lenguaje, sino que es una relación metalingüística que
va a ser denotada por un signo del metalenguaje.
Ahora bien, ¿qué relación hay entre consecuencia lógica e implicación lógica? Hay una
relación muy estrecha entre estas dos relaciones: la consecuencia lógica es la relación
conversa (o inversa) de la implicación lógica y viceversa. La relación entre implicación
lógica y consecuencia lógica es, entonces, la siguiente: la consecuencia lógica es la
conversa de la implicación lógica y la implicación lógica es la conversa de la relación de
consecuencia lógica. Por ejemplo, la relación conversa “ser (un) progenitor/a de” es la
relación “ser (un) hijo/a de”.
La relación de consecuencia lógica es, entonces, la relación conversa de la de implicación
lógica, y viceversa. Si bien no son sinónimas, se da la siguiente entre ellas la siguiente
relación: que φ es una consecuencia lógica de Γ si y sólo si Γ implica lógicamente a φ.
Aunque la relación de “ser progenitor/a de” y de “ser hijo/a de” no son sinónimas en el
lenguaje natural, tienen una relación muy estrecha que se puede expresar del siguiente
modo “a es (un) progenitor de b si y sólo si b es (un) hijo de a”.

Otra expresión que suele usarse como sinónima de “implicación lógica” es “seguirse
(deductivamente) de”.

También podemos establecer una relación entre la propiedad de validez deductiva y la


relación de consecuencia lógica: un argumento es (deductivamente) válido si y sólo si
es una consecuencia lógica de .

Tarski nos dice que él no va a intentar crear un nuevo concepto de consecuencia lógica
sino que va a tratar de recoger aquellos aspectos de la noción intuitiva de consecuencia
lógica que considera esenciales. Presenta el concepto semántico de consecuencia
lógica y afirma que pretende dar un concepto de consecuencia lógica que recoja estas
intuiciones sobre la consecuencia lógica y que sirva para una clase amplia de sistemas
lógicos. Este respeto por las intuiciones sobre las que pretende teorizar es llamado por
Tarski “adecuación material”. Pretende que la definición sea materialmente adecuada, es
decir, que recoja estas intuiciones pre-teóricas o, por lo menos, su núcleo. Dice:

“El punto de partida serán ciertas consideraciones de una naturaleza intuitiva. Consideremos una
clase arbitraria de oraciones K y una oración arbitraria X que se sigue de las oraciones de esta
clase. Desde el punto de vista de nuestras intuiciones cotidianas es claro que no puede suceder
que todas las oraciones de la clase K sean verdaderas y al mismo tiempo que la oración X sea
falsa.”

Tarski nos dice “no puede suceder que todas las premisas sean verdaderas y la conclusión
sea falsa”; esto es lo que se suele llamar el concepto o caracterización modal de
consecuencia lógica. El primer rasgo que recoge Tarski como rasgo esencial que debe
preservarse en una noción materialmente adecuada de consecuencia lógica es este, que la
consecuencia lógica es un concepto modal.

Vamos al segundo rasgo que debe recoger una definición precisa de consecuencia lógica
para ser materialmente adecuada, es decir para recoger estos rasgos que Tarski considera
que son esenciales de la noción de consecuencia lógica:

“Dado que además se trata aquí de la relación de seguirse lógicamente, esto es, formalmente, y
por lo tanto de una relación que tiene que ser completamente determinada por la forma de las
oraciones entre las cuales se da, así esta relación no puede depender de nuestro conocimiento
del mundo exterior, en particular de nuestro conocimiento de los objetos de los cuales se habla
en las oraciones de la clase K o en la oración X …”

La segunda característica es la que de establece que la noción consecuencia lógica es una


noción formal. ¿Qué quiere decir intuitivamente que la relación de consecuencia sea
formal, según Tarski? Que es una relación que está completamente determinada por la
forma de las oraciones entre las cuales se da esa relación. Aparece también otra
característica de la noción intuitiva de consecuencia lógica:

“Así, esta relación no puede depender de nuestro conocimiento del mundo externo, en particular
de nuestro conocimiento de los objetos acerca de los cuales se habla en las oraciones de la
clase K o en la oración X.”

Este es un tercer rasgo de la noción preteórica de consecuencia lógica que tiene que ver
con una cuestión claramente epistémica. Lo que se nos dice es que el conocimiento de la
relación de consecuencia lógica es un conocimiento a priori. Yo no tengo que saber nada
sobre el mundo para saber si hay o no hay consecuencia lógica entre un conjunto de
premisas y una conclusión.
Tarski señala tres características de la noción intuitiva de consecuencia lógica y resalta las
dos primeras: la noción de consecuencia lógica es una noción modal y una noción formal.
Pero también aparece claramente la tercera característica, derivada de la segunda —de la
formalidad de la noción—, que es que la noción de consecuencia lógica es una noción cuyo
conocimiento es a priori.

Podemos empezar a examinar la caracterización que hace la lógica formal contemporánea


de la relación de consecuencia lógica con dos caracterizaciones alternativas de esa
relación para la lógica proposicional: la de la consecuencia semántica y la de la
consecuencia sintáctica. Estas relaciones metalingüísticas se simbolizan de la siguiente
manera:

Como las nociones de consecuencia lógica de distintos sistemas lógicos no tienen por qué
coincidir, una práctica habitual en los libros es subindicar los símbolos de consecuencia
con las iniciales del sistema lógico para el cual estamos definiendo esas nociones; por
ejemplo:

En estos casos, el 0 se usa para denotar a la lógica de orden cero, que es otro nombre que
suele darse a la lógica proposicional.

Pasemos a la definición de la noción de consecuencia semántica cuyo símbolo aparece en


Γ╞ Ф. Nuevamente lo que tenemos en esa expresión es una afirmación metalingüística que
afirma que Ф es una consecuencia semántica de . En términos intuitivos o pre-formales
tenemos una caracterización modal que dice que no es posible que todos los miembros de Γ
sean verdaderos y Ф sea falso; o que es imposible que todos los miembros de Γ sean
verdaderos y Ф falso; o que necesariamente, si todos los miembros de Γ son verdaderos,
entonces Ф también lo será. Son todas caracterizaciones intuitivas equivalentes que utilizan
conceptos modales: posible, necesario, imposible. La caracterización de consecuencia lógica
que ofrece la lógica contemporánea elimina estas nociones modales de la definición y, por ello,
algunxs autorxs sostienen que, contra la pretensión de Tarski, esa caracterización no es
materialmente adecuada y no determina el mismo conjunto de inferencias válidas que la noción
intuitiva de consecuencia lógica.
Para caracterizar la noción de consecuencia semántica en términos matemáticos vamos a
eliminar los conceptos modales y vamos a usar el concepto de valuación proposicional. Las
valuaciones bivalentes son funciones de un tipo particular que asignan a cada fórmula bien
formada del lenguaje uno y sólo uno de los valores de verdad 1 y 0. Entonces decimos que Ф
es una consecuencia semántica de Г en el sistema de la lógica proposicional clásica si y sólo si
para toda valuación del tipo adecuado —que son las del tipo que estamos caracterizando
indirectamente con las tablas de verdad para las conectivas y que se suelen llamar valuaciones
booleanas o clásicas— se da que si hace verdaderos a todos los miembros de Γ —y esto
quiere decir que otorga el valor 1 a todos los miembros de Γ— entonces hace verdadera a Ф,
es decir otorga el valor 1 a Ф. Este es un enunciado condicional cuantificado universalmente:
para toda valuación se da que si hace verdaderos a todos los miembros de Γ también hace
verdadera a Ф.
Otra definición equivalente es la siguiente: Ф es una consecuencia semántica de Γ en el
sistema de la lógica proposicional clásica si y sólo si no existe ninguna valuación booleana o
clásica que haga verdaderos a todos los miembros de Γ y falsifique a Ф. Esta segunda
caracterización se puede expresar también del siguiente modo: Ф es una consecuencia
semántica de Г si no existen contraejemplos de la validez de la forma argumental Г/ Ф.
Podemos expresar esas definiciones simbólicamente de la siguiente manera:

En términos de la noción de consecuencia lógica podemos caracterizar la noción de verdad


lógica de la lógica proposicional o tautología. Una fórmula de la lógica proposicional es una
tautología si y sólo si es una consecuencia lógica del conjunto vacío de premisas. A su vez,
en virtud de la definición de ╞ 0, esto significa que toda valuación hará verdadera a una
fórmula tautológica:

Un ejemplo de fórmula tautológica de la lógica proposicional es la llamada ley de tercero


excluido: (p ˅ ¬p); para indicar que esa fórmula es una tautología escribimos: ╞ 0 (p ˅ ¬p)

Intuitivamente, que Ф sea una tautología significa que no necesito ninguna premisa, no
necesito saber nada sobre la realidad, para concluir que Ф. Y ello debido a que una verdad
lógica como “Está lloviendo o no está lloviendo” resulta verdadera en todo mundo posible,
en toda realidad posible.

La noción de consecuencia sintáctica, por su parte, se caracteriza en términos de la noción


de derivación o de derivabilidad: Ф es una consecuencia sintáctica de Γ si y sólo si Ф es
derivable de Γ. Eso quiere decir que Ф es una consecuencia sintáctica de Γ si y solo si
existe por lo menos una derivación de Ф a partir de Γ. Cuando construimos una derivación
de Ф a partir Γ demostramos que existe por lo menos una derivación de Ф a partir de Γ y,
por lo tanto, que Ф es una consecuencia sintáctica de Γ . En términos de la noción de
consecuencia sintáctica podemos definir la noción de teorema de un sistema lógico: Ф un
teorema de un sistema lógico S si y sólo si Ф es derivable a partir de cero de premisas en
ese sistema.

8
La caracterización de la relación de consecuencia lógica para la lógica proposicional
permite obtener inmediatamente determinadas propiedades de esa relación. Recordemos
dos caracterizaciones equivalentes de la relación de consecuencia lógica (semántica) para
la lógica proposicional o de orden cero:

En el enunciado de estas propiedades no va a aparecer ninguna constante lógica y, por


ello, se las suele llamar propiedades estructurales de la noción de consecuencia lógica.
Hay tres propiedades estructurales que caracterizan lo que se llama una noción de
consecuencia tarskiana: reflexividad, monotonía y transitividad. Estas propiedades
valen tanto para la noción de consecuencia semántica como para la noción de
consecuencia sintáctica que se caracteriza en términos de la noción de derivación. La
noción de consecuencia sintáctica se caracteriza en términos de derivación o de
derivabilidad: Ф es una consecuencia sintáctica de Γ si y sólo si Ф es derivable de Γ. Eso
quiere decir que Ф es una consecuencia sintáctica de Γ si y solo si existe por lo menos una
derivación de Ф a partir de Γ.
La relación de consecuencia de la lógica de predicados de primer orden también goza de
estas tres propiedades estructurales. Además, estas propiedades no pertenecen solo a la
relación de consecuencia deductiva de la lógica clásica de primer orden, sino que son
propiedades que tienen toda una variedad de relaciones de consecuencia
correspondientes a diversas lógicas deductivas. Son propiedades estructurales dado que
no hacen referencia al lenguaje del sistema, es decir no dependen de cuál sea el conjunto
de constantes lógicas y de cuáles sean las reglas para esas constantes.
Cada una de estas propiedades se puede enunciar de varias maneras. La noción de
reflexividad a veces se formula de manera unitaria, que es esta:

Es decir, si yo tengo a Ф como premisa puedo concluir Ф. Parece una propiedad sensata
para una noción deductiva de consecuencia lógica. Si la expresamos en términos de
valuaciones, afirma que no existe ninguna valuación que al mismo tiempo haga verdadera
a Ф (la premisa) y haga falsa a Ф (la conclusión). Y en efecto, como las valuaciones son
funciones, una valuación solamente puede otorgar uno y sólo un valor de verdad a Ф y, por
lo tanto, no existe ninguna valuación que asigne a una fórmula Ф tanto el valor 1 como el
valor 0.

Otra manera de expresar la propiedad de reflexividad, que se llama reflexividad


generalizada es la siguiente:

Si ustedes tienen un conjunto de premisas Γ y entre esas premisas está Ф, entonces Ф es


una consecuencia semántica de Γ. Por ejemplo, si yo tengo como mi conjunto de premisas
“Hoy es miércoles; hay sol; no hay viento”, puedo concluir “Hay sol”, porque “Hay sol” es
uno de los miembros de mi conjunto de premisas. Toda valuación que haga verdaderos a
todos los miembros de Γ, por necesidad también va a hacer verdadero a Ф, porque Ф es
uno de los miembros de Γ.
Recuerden que para cada una de estas tres propiedades semánticas vamos a tener la
contraparte sintáctica. En el caso de la reflexividad, será:

¿Qué debe suceder para que Ф sea una consecuencia sintáctica de { Ф }? Debe haber por
lo menos una derivación de Ф a partir de { Ф }. Eso quiere decir que debe haber una
secuencia finita de fórmulas tal que cada uno de los miembros de esa secuencia sea o bien
una premisa o supuesto inicial, o bien un supuesto provisorio —que debe cancelarse— o
bien una fórmula que se obtiene de una o más líneas anteriores de la secuencia mediante
el uso de una regla de inferencia y tal que la última fórmula de la secuencia es la
conclusión. Entonces, dada esta definición de derivación, esta es una derivación de Ф a
partir de {Ф}: 1. Ф
porque es una secuencia finita de enunciados tal que la fórmula de la línea 1 es la premisa
y tal que la última fórmula de la secuencia —nuevamente la de la línea 1— es la
conclusión. De manera que, trivialmente Ф es una consecuencia sintáctica de { Ф } —del
conjunto de premisas cuyo único miembro es Ф —

Pasamos a la segunda propiedad: la monotonía. La monotonía también expresa


formalmente algo que uno puede esperar de una noción de consecuencia deductiva, que
es que ninguna información nueva —bajo la forma de nuevas premisas— me puede hacer
caer una conclusión deductiva que ya haya obtenido a partir del conjunto original de
premisas. Si para que haya consecuencia deductiva debe suceder que, necesariamente, si
las premisas son verdaderas la conclusión es verdadera, y efectivamente existe esa
conexión necesaria, ninguna nueva premisa me la puede alterar. Por ejemplo, si “Llueve y
hace frío” permite inferir deductivamente “Llueve”, entonces ninguna información nueva,
como por ejemplo “El otoño baña de melancolía al Tíbet”, me puede hacer retractar esa
conclusión que he obtenido. Dicho de otro modo, las conclusiones deductivas son
irrevocables, si sigo aceptando las premisas originales debo seguir aceptando una
conclusión ya obtenida, aunque añada nuevas premisas al conjunto original de premisas.
No hay ninguna información nueva que me pueda hacer retractar mis conclusiones
deductivas.
Una manera de expresarla es en términos de la propiedad que llamamos monotonía
unitaria:

Si Ф es una consecuencia semántica de Γ entonces también va a ser una consecuencia


semántica del conjunto ampliado que resulta de agregar a Γ la fórmula ψ. Esto lo
expresamos conjuntísticamente como el conjunto que resulta de la unión de Γ con el
conjunto unitario cuyo único miembro es ψ. En efecto, si toda valuación que hace
verdaderos a todos los miembros de Γ hace verdadera a Ф, entonces toda valuación que
haga verdaderos a todos los miembros de Γ y también a ψ hará verdadera a Ф. Por
ejemplo, si tenemos “Llueve y hace frío. Por lo tanto, llueve”, esa conclusión —“Llueve”—
se va a seguir infiriendo del conjunto ampliado de premisas “Llueve y hace frío. El otoño
baña de melancolía al Tíbet”. Hay una forma más general de expresar monotonía que es la
siguiente:

Si Ф es una consecuencia de Γ entonces va a ser una consecuencia de cualquier


ampliación de Γ con todos los elementos del conjunto
La última de estas tres propiedades estructurales es la de transitividad. Una versión de
transitividad, la versión unitaria, es la siguiente:

En efecto, si toda valuación que hace verdaderas a todas las fórmulas de Γ hace verdadera
a Ф y toda valuación que hace verdadera a Ф hace verdadera a ψ, entonces toda
valuación que haga verdaderas a todas las fórmulas de Γ —y, por lo tanto, también a Ф —
hará verdadera a ψ. La fórmula Ф ha sido “cortada” y no aparece en el consecuente de ese
condicional metalíngüístico —es decir, en Γ ╞ ψ —.

No toda relación de consecuencia deductiva tiene esas tres propiedades estructurales,


dado que hay lógicas no clásicas o divergentes que se ven obligadas a renunciar a
alguna(s) de esas reglas estructurales.

9
Hemos definido dos nociones de consecuencia para la lógica de primer orden, una
sintáctica y otra semántica, y nos preguntarnos cuál es la relación entre ambas nociones.
Los metateoremas de corrección y completitud contestan esta pregunta y tomados
conjuntamente permiten afirmar que las dos nociones de consecuencia clásica para la
lógica de primer orden —la sintáctica y la semántica— son coextensionales: una fórmula es
una consecuencia sintáctica de un conjunto de premisas si y sólo si es una consecuencia
semántica de dicho conjunto:

El metateorema de corrección (fuerte) afirma que si, en la lógica de primer orden, Ф es


una consecuencia sintáctica de Γ, entonces Ф es una consecuencia semántica de Γ. Es
decir, este metateorema prueba uno de los condicionales metalingüísticos que componen
el bicondicional (C):

Lo que afirma este metateorema en esta lectura es que nuestras reglas de inferencia son
correctas porque aseguran la transmisión de verdad de premisas a conclusión.
Esta formulación del teorema se llama metateorema de corrección fuerte, porque Γ puede
ser cualquier conjunto de fórmulas. Ahora bien, un caso particular es aquel en el que Γ es
el conjunto vacío. El metateorema de corrección en su versión débil se enuncia para Γ
vacío:

Si pruebo la versión fuerte del metateorema de corrección, también he probado la versión


débil, que es un caso particular del metateorema de corrección fuerte. El metateorema de
corrección débil afirma que si una fórmula es un teorema de la lógica de primer orden,
entonces es una verdad lógica de la lógica de primer orden.

Recordemos la terminología usada en el texto de Gamut para dos clases de verdades


lógicas. El concepto de tautología es un concepto que habíamos definido para un lenguaje
de la lógica proposicional de la siguiente manera: una fórmula proposicional es una
tautología si toda valuación la verifica, es decir, si toda valuación le otorga el valor 1. El
concepto de tautología es sinónimo del concepto de verdad lógica para la lógica
proposicional, de acuerdo a la terminología estándar. Por ejemplo, (p ˅ ¬p) y (p → p) son
tautologías. Ahora bien, consideremos la siguiente verdad lógica expresada en el lenguaje
de la lógica de predicados:

(∀xPx ˅ ¬∀xPx)

Aunque esta fórmula pertenece a la lógica de predicados, sin embargo es una verdad
lógica en virtud de su estructura proposicional, porque es un caso particular de (Ф ˅ ¬ Ф).
Entonces para determinar que esta fórmula es una verdad lógica no necesito apelar a
cuestiones propias de la interpretación de los cuantificadores, porque es una verdad lógica
en virtud de su estructura proposicional.

Es un caso de (Ф ˅ ¬ Ф) y todas las instancias de sustitución de la forma (Ф ˅ ¬ Ф) son


verdades lógicas. Uno podría preguntarse ¿todas las verdades lógicas de la lógica de
predicados son como esta, es decir, son casos de verdad lógica en virtud de su estructura
proposicional? La respuesta es que no es así. Por ejemplo, la siguiente fórmula:

(∀xPx → ƎxPx)

es una verdad lógica de la lógica de predicados, en virtud de su estructura cuantificacional


y no en virtud de su estructura proposicional. ¿Cuál es su estructura proposicional? Es:

(Ф → ψ)

¿Es esta una verdad lógica de la lógica de proposiciones? No. Esto quiere decir lo
siguiente: hay verdades lógicas que lo son en virtud de su estructura cuantificacional, no en
virtud de su estructura proposicional. De manera que, dicho de otro modo, tenemos
verdades lógicas que son propias de la lógica de predicados, que son características de la
lógica de predicados, que no son casos de verdades lógicas de la lógica proposicional.
Entonces a esas verdades lógicas las vamos a llamar, siguiendo el texto de GAMUT,
fórmulas universalmente válidas, para distinguirlas de las verdades lógicas de la lógica
proposicional.

El metateorema de completitud o completud también tiene una versión débil y una


versión fuerte. La versión débil es un caso particular de la versión fuerte: el caso en el que
el conjunto de premisas Γ es vacío

El enunciado de completitud débil afirma que, si Ф es una verdad lógica de la lógica de


primer orden, entonces Ф es un teorema de la lógica de primer orden. El enunciado del
metateorema de completitud fuerte afirma que, en la lógica de primer orden, si Ф es una
consecuencia semántica de Γ, entonces hay por lo menos una derivación de Ф a partir de
Γ. Este metateorema prueba el otro condicional metalingüístico que componen el
bicondicional (C).

¿Qué importancia tiene el metateorema de completitud? La siguiente: podría suceder que


nuestras reglas de inferencia fuesen todas formas de argumento que asegurasen la
preservación de verdad de premisas a conclusión, es decir que fuesen reglas correctas.
Pero podríamos preguntarnos, ¿son suficientes nuestras reglas para probar todos los
teoremas y todos los argumentos válidos de primer orden? Podrían no serlo: consideren,
por ejemplo, un sistema de lógica proposicional cuyas constantes lógicas fuesen la
conjunción, la disyunción y el condicional y cuyo conjunto de reglas básicas fuesen las que
presenta el libro de Gamut para esas constantes lógicas. Además, supóngase que las
tablas de verdad para esas conectivas fuesen las habituales. En ese caso se cumpliría el
metateorema de corrección, porque se puede probar que esas reglas necesariamente
preservan verdad. Sin embargo, no resultarían suficientes para derivar ni todos los
argumentos válidos ni todas las verdades lógicas que pueden expresarse en el lenguaje de
ese sistema reducido
.
Lo que les asegura la prueba del metateorema de completitud respecto de, por ejemplo, el
conjunto de reglas presentadas por GAMUT, es que si un argumento es válido entonces
vamos a poder derivar su conclusión a partir de sus premisas usando el conjunto de reglas
básicas de introducción y eliminación que aparecen allí. Es decir, el metateorema de
completitud nos dice intuitivamente que tenemos suficientes reglas para construir las
derivaciones de las conclusiones de los argumentos válidos a partir de sus premisas. No va
a suceder que tengamos un argumento válido cuya conclusión no podamos derivar a partir
de sus premisas usando las reglas básicas del sistema.

Lo que me permiten afirmar los dos metateoremas conjuntamente es que las dos nociones
de consecuencia clásica para la lógica de primer orden —la sintáctica y la semántica— son
coextensionales: siempre que una fórmula sea una consecuencia sintáctica de un conjunto
de premisas, va a ser una consecuencia semántica de dicho conjunto, y viceversa. Como
hemos definido dos nociones matemáticamente precisas pero diferentes de consecuencia
para la lógica de primer orden, podemos preguntarnos si las extensiones de esas dos
nociones coinciden y estos metateoremas me aseguran que sí lo hacen:

Estos dos metateoremas son resultados metateóricos importantes. En un caso, porque justifican las
reglas de inferencia del sistema probando que aseguran la transmisión de verdad de premisas a
conclusión. El segundo metateorema, el de completitud, responde afirmativamente a la pregunta:
¿son suficientes estas reglas para probar todas las verdades lógicas y derivar la conclusión de todos
los argumentos válidos?

Estas demostraciones son propias de una disciplina que se llama metalógica o


metamatemática. A Hilbert le interesaba fundamentalmente demostrar la consistencia o no
contradicción de las teorías matemáticas.
Uno puede plantearse el problema de la consistencia también respecto de la lógica de
primer orden. ¿Qué quiere decir que la lógica de primer orden sea consistente? Puede
querer decir varias cosas, de acuerdo a cómo definamos consistencia, ya que hay varios
conceptos de consistencia.
Una de estas nociones de consistencia se puede caracterizar de este modo: un sistema
de deducción natural para la lógica de primer orden es consistente si y sólo si no es el caso
que haya una fórmula Ф del sistema, tal que tanto ella como su negación ¬ Ф sean
teoremas:

Los metateoremas de corrección y completitud se han relacionado con un problema


fundamental de la filosofía de la lógica, el problema de la justificación de la deducción. El
problema de la justificación de la deducción plantea la siguiente pregunta: ¿cómo es
posible justificar nuestras reglas deductivas o, dicho de otro modo, cómo se puede justificar
el conocimiento lógico? Hay una tercera pregunta que podríamos llamar meta-normativa:
cómo se justifican las normas del razonamiento correcto que la lógica recomienda.
Tenemos, entonces, tres preguntas diferentes y, en principio, independientes:

1. Pregunta descriptiva: ¿cómo se razona deductivamente?


2. Pregunta normativa: ¿cómo se debe razonar deductivamente?
3. Pregunta meta-normativa: ¿cómo se justifican las normas del razonamiento deductivo
correcto?

Al intentar contestar esta última pregunta, nos encontramos con el problema de la


justificación de la deducción. Un ejemplo del problema de la justificación de la deducción es
el de la justificación de la regla deductiva del modus ponens:
¿Cómo justificamos el modus ponens? En realidad, para justificar la deducción tenemos
que justificar todos nuestros esquemas inferenciales, pero empecemos por justificar uno.
Podemos empezar con el modus ponens, que es el paradigma de regla deductiva.
Haack sostiene que, si queremos justificar la deducción, tenemos dos opciones: podemos
dar una justificación inductiva o una justificación deductiva de la deducción:

¿Cómo sería la justificación inductiva de, por ejemplo, la regla del modus ponens? Sería:
hasta ahora, todas las veces que aplicamos el modus ponens fueron situaciones en que
pasamos de verdad a verdad, o situaciones en las que nunca pasamos de verdad a
falsedad. Es decir, el modus ponens nunca nos llevó de verdad a falsedad. Y esto da lugar
a una justificación inductiva: hasta ahora, el modus ponens no nos llevó nunca de verdad a
falsedad, por lo tanto, el modus ponens no lleva nunca de verdad a falsedad.
La justificación inductiva es demasiado débil porque lo que queremos es demostrar que es
imposible que el modus ponens nos lleve de verdad a falsedad, y, además, no tenemos
todavía una justificación para la inducción.
Podemos intentar una justificación deductiva de la deducción. Pero esta justificación tiene
un problema que pareciera aún peor, porque la justificación deductiva de la deducción es
circular:

¿Cómo podríamos justificar deductivamente la aceptabilidad de, por ejemplo, la regla del
modus ponens? Dado que lo que queremos hacer es justificar una regla deductiva (es
decir, una regla de la que pretendemos que nunca nos lleve de verdad a falsedad), lo que
podríamos hacer es mostrar que, efectivamente, el modus ponens nunca nos va a poder
llevar de verdad a falsedad, dándole al signo el significado que le da la semántica
formal estándar para la lógica clásica.
¿Cuál sería la justificación? Tenemos que mostrar que, necesariamente, si las premisas del
modus ponens son verdaderas, la conclusión lo va a ser. Supongamos que las premisas
del modus ponens son verdaderas:

Ahora, vamos a utilizar la semántica estándar para que la podemos dar bajo la forma
de una cláusula semántica o bajo la forma de una tabla de verdad. Hagámoslo mediante su
tabla de verdad:
De la tabla del condicional material podemos sacar, como tercera línea de nuestra
demostración, lo siguiente:

La única fila donde se cumple que φ ψ es verdadero y que φ es verdadero es la primera


fila. Y, en ese caso, ψ también es verdadero. Entonces, la tercera línea de la derivación
está justificada por esta tabla de verdad.
Ahora bien, ¿cómo llegamos de esto a Ver(ψ), que es lo que queremos obtener? Por
aplicación reiterada del modus ponens:

Entonces, para llegar a la conclusión que queremos, tenemos que usar el modus ponens,
que es justamente la regla que pretendemos justificar:

Es decir, la justificación semántica de la regla, que dice que tenemos que aceptar el modus
ponens porque la semántica del condicional material nos asegura que si las premisas de un
modus ponens son verdaderas, la conclusión también es verdadera, necesita, en su
exposición, de la aplicación del modus ponens. Tenemos que confiar en que el modus
ponens no nos va a llevar de verdad a falsedad para probar que no nos va a llevar de
verdad a falsedad. Esto, técnicamente, se llama circularidad, que consiste en justificar una
regla aplicando esa misma regla.
Este es el argumento básico de Susan Haack: si uno pretende hacer esta justificación
deductiva de las reglas deductivas, que suele llamarse justificación semántica (es decir, la
justificación que sostiene que uno debe aceptar una regla deductiva porque ella asegura
que, de premisas verdaderas, uno nunca va a llegar a una conclusión falsa), va a tener que
caer en una especie de circularidad, que es la circularidad de las reglas.

Este es el trilema escéptico: o bien (i) caigo en un círculo, o bien (ii) caigo en una regresión
al infinito, o bien (iii) me detengo en un punto arbitrario. Los escépticos griegos plantearon
este trilema respecto de la justificación de cualquier conocimiento. Y Susan Haack lo
plantea respecto de la justificación de nuestras reglas lógicas. No poder justificar nuestras
reglas lógicas es un gran problema, dado que las reglas lógicas las vamos a aplicar en una
cantidad notable de razonamientos, tanto en filosofía como en ciencia.

Los grandes problemas de la filosofía de la lógica nos llevan a una encerrona. La


encerrona que nos plantea la pregunta meta-normativa por la justificación de las normas
del razonamiento es provocada por el trilema escéptico. Entonces, o bien tengo que
aceptar uno de los cuernos del trilema (y esto es lo que hace Dummett), o bien tengo que
decir que la justificación adecuada de los principios lógicos no es la semántica, sino que es
una justificación de algún otro tipo.

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