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El mundo tampoco existe –al nivel psicológico o comportamental- sino en el
marco mismo de esa red de interacciones.
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La personalidad no está simplemente situado en un mundo y abierta a él, sino
que ese mundo interviene, como elemento integrante, en la propia
personalidad.
El mundo de las situaciones y de las personas que nos rodea se nos presenta
a nivel psíquico, como lo que se distingue de nosotros mismos: lo que se opone
como objeto, a nuestra personalidad.
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Modificar ese mundo íntimo, que comprende el conjunto de los objetos
(actuales y pasados), preocupaciones, opiniones, afectos y proyectos, es
modificar lo que el hombre experimenta y considera como el núcleo mismo de
la personalidad.
La ausencia de sus objetos crea una vida insoportable, ya que el mundo es una
parte esencial de la personalidad. No sólo el hecho de ser vaciado del propio
mundo personal trastorna profundamente la personalidad; un cambio del
mundo objetivo y social puede también ser la causa de desórdenes psíquicos.
Esta conciencia no señala una vida psíquica encerrada en sí misma, sino que
nos coloca en presencia de un mundo. Consiste en una percepción en la que
el yo y el objeto son dados, al yo, como situados uno delante del otro.
Esta presencia cognoscitiva del objeto frente al yo implica, para el yo, una
cierta posesión cognoscitiva de sí mismo, y una posibilidad de tomar posesión
del objeto como tal.
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Tal percepción del objeto crea la “distancia” necesaria que permite a la
personalidad percibirse como sujeto que percibe el mundo, sin coincidir con
este acto.
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Para la personalidad bien integrada, la convivencia de la imagen íntima y de la
imagen pública de la personalidad no causa problemas especiales: el individuo
se siente cómodo en su personalidad “pública” y puede aceptar su yo íntimo.
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Así mismo, el concepto que alguien se forma de sí mismo está determinado en
parte, por el concepto que él piensa que los otros se forman de él., es decir, por
su idea de la manera en que los demás lo perciben.
Una de las motivaciones profundas del hombre parece estar en relación con
ese hecho de existir en el mundo personal del otro. Tanto el hombre individual
como los grupos sociales se preocupan mucho por la manera en que existen
en la conciencia de los demás.
Uno de los medios más poderosos para influir en las acciones, a nivel social e
internacional, es apelar a esa manera de existir en la mentalidad de los demás.
Esa experiencia de los otros como personas que “me conocen”, que “tiene
sentimientos hacia mí”, etc. constituye un elemento importante en el
funcionamiento de la personalidad.
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1. Teoría relacional de las necesidades: Hay un aspecto fisiológico de las
necesidades, ligado a las condiciones orgánicas y otro psicológico que estudia
las necesidades en sus “formas comportamentales”.
La persona humana funciona mal cuando ciertos tipos de relación con el medio,
o con el mundo, no pueden ser establecidos o mantenidos y las anomalías del
funcionamiento psíquico se originan en la ausencia de ciertos tipos de
relaciones con personas y objetos determinados.
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mundo de un ser vivo es el conjunto de las interacciones actuales y potenciales
entre los 2 polos Yo-Mundo.
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Su aspecto dinámico es lo que les da su carácter de activación y
dirección del comportamiento. La motivación concreta que, en un momento
dado, activa y dirige el comportamiento, es una estructura dinámica de
interacción bien determinada con el medio. Esta forma concreta es adquirida o
aprendida sobre la base de las múltiples circunstancias en las que se
desarrollaron en el pasado, las interacciones de tal individuo con tal medio.
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De la misma manera, la actividad psíquica que constituye la personalidad
consiste en una elaboración sui generis de los elementos del medio,
elaboración que conduce primeramente a la construcción de un “mundo” de
situaciones y objetos significantes, y luego a una obra de exploración y
construcción, en función de un concepto dinámico de sí mismo y del mundo.
Esta realización creadora es su manera propia de reaccionar al medio.
3. Personalidad y conflicto
Entendemos por conflicto la oposición nace entre los diferentes valores a los
que el sujeto está sensibilizado.
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Es decir que la fuente fundamental del conflicto humano reside en la diversidad
y la complejidad de las líneas de actualización posibles para la personalidad.
Una de esas líneas es la dimensión placer-desplacer (posición entre la
tendencia al placer y el temor al desplacer), pero también hay otras que ejercen
sobre el hombre, a lo largo de su existencia, una atracción muy poderosa, a
pesar del desplacer que pueden causar.
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Podemos agregar que la identidad es el objeto de un dinamismo puro. La
personalidad pone en marcha procesos que protegen y mantienen su
consistencia y su concepto de sí misma.
Esto puede explicar algunas distorsiones en la percepción de los fracasos y de
los éxitos personales. Estas suceden cuando el sujeto tiende a ver sus fracasos
y éxitos en función de su self-concept pre-existente (Ej. No soy muy inteligente
en la resolución de problemas complejos. Esto parece ser el efecto de una
tendencia a permanecer idéntico a sí mismo, idéntico al concepto que uno se
ha formado de sí mismo.
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a) parten de un objeto en el mundo (interés)
b) parten del Yo (de la necesidad de inserción en el mundo)
A esto es a lo que nos referimos cuando hablamos de incorporación en una
orientación dinámica del sujeto.
El hecho de que sea dinámica es porque se dice que el objeto en el mundo
evoca dinamismos latentes en el sujeto, O sea que las respuestas evocadas
dependen de la historia personal de cada uno. Por ejemplo, el mismo objeto
provocara, en una persona, respuestas agresivas o destructivas y, en otra,
comportamientos cognoscitivos de exploración atenta.
O sea que la conducta evocada esta “preformada“ en los “depósitos” de los
comportamientos anteriores.
Conclusión
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