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La estructura de la personalidad.

Cáp. 8. La estructura yo-mundo

Existe un conjunto de relaciones entre las diferentes actividades y funciones de


la personalidad. Este conjunto de relaciones no existe únicamente dentro de la
actividad psíquica, sino que tiende a incluir los rasgos somáticos, como las
tipologías de Kretschmer y de Sheldon, lo han evidenciado.

La estructura funcional de la personalidad va más allá de esa organización


somatopsíquica, ya que una personalidad es un modo de funcionamiento
que engloba dos polos: el yo y el mundo.

El yo es el conjunto de funciones y potencialidades psíquicas del individuo y el


mundo es su objeto intrínseco.

En efecto, el funcionamiento psíquico -la percepción, el comportamiento


general y la motivación- comprende necesariamente un objeto. Ese
funcionamiento solo puede situarse en una estructura que suponga una
referencia intrínseca y activa del yo a un mundo de objetos.

Ese mundo de los otros y de los objetos no solamente se encuentra frente al


yo, sino que constituye el contenido mismo de la vida psíquica
personalizada.

Es decir que, funcionalmente, una personalidad sólo puede existir, en una


estructura que va más allá del organismo somatopsíquico, es decir en
una estructura Yo-Mundo.

I. La personalidad y el mundo como estructura bipolar

La personalidad esta constituida por una red activa y potencial de relaciones


con el mundo. Para establecer una red de interacciones debe haber
elementos que entren en comunicación. A nivel de razonamiento lógico, se
dirá que toda relación entre el yo y el mundo presupone el yo y el mundo como
preexistentes.

Sin embargo, sería inexacto considerar la personalidad y el mundo como dos


realidades existentes originariamente como tales, que entran luego en relación
una con la otra.

La personalidad sólo existe funcionalmente en una red activa de


interacciones actuales y potenciales con un mundo que, igualmente, sólo
existe, a nivel psicológico, gracias a esa actividad.
Eso significa que la estructura preexistente, que constituye el núcleo de la
personalidad, es una exigencia de la interacción y comunicación con el mundo.

Por eso. la realidad de la que se debe partir en psicología no es, la


personalidad o el organismo, sino el esquema de interacciones entre esos dos
polos: el yo y el mundo, o el organismo y el mundo.

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El mundo tampoco existe –al nivel psicológico o comportamental- sino en el
marco mismo de esa red de interacciones.

El dato inicial de la psicología no es la personalidad frente al mundo, sino


una estructura bipolar en la que personalidad y mundo coexisten e
interactúan.

El papel esencial y activo del mundo constituye el contenido mismo de los


procesos psíquicos, como objeto de toda actividad perceptiva o
cognoscitiva.

La percepción no es una actividad que existe como tal y se dirige hacia un


objeto, sino que es el objeto mismo el que provoca la percepción. La
percepción como la personalidad sólo existe efectivamente por y en una
relación activa con un objeto.

La persona funciona solamente a nivel del organismo biológico mientras es


incapaz de interacciones con un “objeto” a nivel psicológico o psicofísico.

En resumen, la personalidad consiste en una potencia activa de


interacción o de comunicación con el mundo de los objetos. Se trata aquí
de una “apertura al mundo” o de una orientación activa hacia el objeto,
que tiene como efecto introducir el mundo de los otros y de los objetos
dentro del psiquismo personalizado.

La personalidad no está simplemente situada en un mundo y abierta a él,


sino que ese mundo interviene, como elemento integrante, en la propia
personalidad.

La personalidad sólo existe funcionalmente en una red activa de interacciones


actuales y potenciales con un mundo que, igualmente, sólo existe, a nivel
psicológico, gracias a esa actividad.

Por eso. la realidad de la que se debe partir en psicología no es, la


personalidad o el organismo, sino el esquema de interacciones entre esos dos
polos: el yo y el mundo, o el organismo y el mundo.
No es la personalidad frente al mundo, sino una estructura bipolar en la
que personalidad y mundo coexisten e interactúan.

Ese mundo es el contenido mismo de los procesos psíquicos. La percepción


no es una actividad que existe como tal y se dirige hacia un objeto, sino que es
el objeto mismo el que provoca la percepción, y a su vez, la personalidad
sólo existe efectivamente por y en una relación activa con un objeto.

La persona funciona solamente a nivel biológico mientras es capaz de


interacciones con un “objeto” a nivel psicológico o psicofísico y esa apertura al
mundo es una dimensión fundamental de su estructura funcional.

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La personalidad no está simplemente situado en un mundo y abierta a él, sino
que ese mundo interviene, como elemento integrante, en la propia
personalidad.

II. El mundo como parte integrante de la personalidad

El mundo de las situaciones y de las personas que nos rodea se nos presenta
a nivel psíquico, como lo que se distingue de nosotros mismos: lo que se opone
como objeto, a nuestra personalidad.

Uno de los elementos que me constituye como personalidad, es el hecho de


tener mis opiniones, mis planes, mis proyectos, mis actitudes y afectos, y, en
general, mis experiencias de la vida. Todo esto es el contenido de la vida
psíquica personalizada.

No existiría como personalidad, en el sentido psicológico y funcional, si no


tuviera ningún objeto de experiencia actual o pasada, ningún contenido de
cognoscitivo o afectivo.

Estos afectos, actitudes y experiencias son el residuo de mi vida de relación


con el mundo, y consisten en ese conjunto de relaciones, de personas y de
cosas en cuanto han sido el objeto de mi comportamiento.

La personalidad como conjunto de aptitudes y de potencialidades formales sólo


es un esquema vacío, que no constituye un modelo real del funcionamiento.
Una personalidad no es solamente una aptitud para pensar, sino también un
conjunto estructurado de opiniones, actitudes, etc.

Junto al mundo físico, distinguimos el mundo objetivo y social (de los


hombres y de los objetos) y el mundo personal (contenido y parte integrante
de la personalidad).

El mundo objetivo y social es el conjunto de las situaciones a las que


“responde” nuestro comportamiento. Es para nosotros lo “dado”.
Es “objetivo” pues comprende los objetos y las situaciones que “se nos
presentan” y es “público” pues es el lugar de encuentro de las personas entre
sí.

El mundo personal constituye un mundo parcialmente privado. Constituye la


interioridad de una personalidad, y la riqueza personal que una persona puede
comunicar a otra.

En resumen, la personalidad como vida psíquica personalizada incluye el


mundo, como elemento esencial, en cuanto es el mundo de mi
comportamiento. De esta manera, nuestros padres e hijos, nuestro ambiente
de trabajo, todo el mundo de nuestra actividad y de nuestros afectos positivos o
negativos, forman parte de nuestra personalidad en cuanto constituyen su
contenido.

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Modificar ese mundo íntimo, que comprende el conjunto de los objetos
(actuales y pasados), preocupaciones, opiniones, afectos y proyectos, es
modificar lo que el hombre experimenta y considera como el núcleo mismo de
la personalidad.

La personalidad no es simplemente un aparato que funciona, ni está


simplemente “abierta” al mundo sino es un mundo y tiene su mundo -tomado
del mundo objetivo y social- pero convertido en “mío” y en parte integrante
del yo. La personalidad está, así, “llena” del mundo.

La ausencia de sus objetos crea una vida insoportable, ya que el mundo es una
parte esencial de la personalidad. No sólo el hecho de ser vaciado del propio
mundo personal trastorna profundamente la personalidad; un cambio del
mundo objetivo y social puede también ser la causa de desórdenes psíquicos.

Así, por ejemplo, el emigrante se halla “desarraigado” en el sentido que le es


arrancada la “materia” misma de su comportamiento y de su funcionamiento
psíquico y debe ser reemplazada por otra en la que aún no se ha incorporado.
Este cambio no crea solamente una desorientación de orden externo, sino una
real perturbación interna en la personalidad como estructura Yo-Mundo. Hay
gran cantidad de suicidas entre esas personas desarraigadas. Para reconstruir
una “nueva” personalidad, es necesario un proceso de reestructuración que se
denomina aculturación.

Nuestra personalidad está constituida tanto por el mundo de nuestra vida


psíquica como por el factor hereditario.

III. El aspecto cognoscitivo de la estructura Yo-Mundo

1. La presencia cognoscitiva: la característica esencial de la personalidad


es el hecho de no ser un funcionamiento en vacío, debido a la naturaleza
cognoscitiva de las relaciones que constituyen la estructura Yo-Mundo.
Entendemos por cognoscitivo las actividades de la inteligencia, la percepción,
el reconocimiento, la memoria, la imaginación y la representación.

Los procesos cognoscitivos que fundamentan esas relaciones Yo-Mundo han


alcanzado en el hombre un grado de evolución muy elevado y es lo que
denominamos conciencia.

Esta conciencia no señala una vida psíquica encerrada en sí misma, sino que
nos coloca en presencia de un mundo. Consiste en una percepción en la que
el yo y el objeto son dados, al yo, como situados uno delante del otro.

Esta presencia cognoscitiva del objeto frente al yo implica, para el yo, una
cierta posesión cognoscitiva de sí mismo, y una posibilidad de tomar posesión
del objeto como tal.

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Tal percepción del objeto crea la “distancia” necesaria que permite a la
personalidad percibirse como sujeto que percibe el mundo, sin coincidir con
este acto.

Este tipo de funcionamiento cognoscitivo es el que permite a la personalidad


experimentar el mundo y a la vez situarse frente a él y entrar en comunicación
con él para explorarlo, trabajarlo y emplearlo poniendo así en acción sus
propias funciones y potencialidades.

Esta forma consciente de actividad cognoscitiva hace existir, para nosotros, el


mundo objetivo y social en su propia realidad, lo que nos permite entrar en
comunicación con él.

Gracias a la presencia del hombre ante sí mismo y ante el mundo existe el


fenómeno de la cultura y se han desarrollado la problemática científica y la
actividad educativa.

Gracias a la conciencia, la comunicación con el mundo no es solamente la


conservación de “reacciones” aprendidas sino que se acumula en nosotros una
riqueza siempre creciente de experiencias y de contenidos cognoscitivos que
es una característica esencial de la personalidad.

Ese “mundo personal” crea en la personalidad una dimensión nueva de


interioridad y de intimidad y forma junto con la apertura al mundo, la dualidad
de aspectos de la estructura Yo-Mundo: estructura esencialmente abierta y,
al mismo tiempo, interioridad parcialmente impenetrable.

2. Estructuras íntimas y estructuras sociales: La impenetrabilidad del


mundo de la personalidad es relativa, ya que la personalidad, no solamente
está abierta al mundo en el sentido activo, también nuestras opiniones,
actitudes y motivaciones son percibidas y comprendidas por las personas que
nos rodean.

Algunos de esos contenidos están destinados a la comunicación y otros no.

Existe, un conflicto entre la personalidad tal como ella se desarrolla y se


construye a nivel del mundo social y tal como ella es a los ojos de su propio
autoconocimiento.

La personalidad, tal como es vivida y se comporta al nivel más íntimo de la


conciencia, no coincide exactamente con la personalidad tal como se
manifiesta y se comunica en el plano social y público.

El conjunto de contenidos que pertenecen al nivel íntimo forma un todo más o


menos integrado, una cierta manera de ser y de comportarse de la misma
personalidad. La manera de pensar, sentir o de comportarse, es la
personalidad que existe al nivel “público” de la estructura Yo-Mundo. Esta forma
“pública” de nuestra personalidad no es solamente la que se manifiesta en el
contacto con los demás, sino también lo que somos y experimentamos en
nosotros mismos al nivel de nuestra vida social.

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Para la personalidad bien integrada, la convivencia de la imagen íntima y de la
imagen pública de la personalidad no causa problemas especiales: el individuo
se siente cómodo en su personalidad “pública” y puede aceptar su yo íntimo.

Para otros, por el contrario, la forma íntima de la personalidad se encuentra mal


“protegida” en el contacto social; amenaza traspasar la persona o ésta se
siente descubierta a los ojos de los demás. Aquí es donde se sitúan ciertas
emociones como la vergüenza y ciertas formas de timidez.

A veces la tensión conflictiva que caracteriza ciertas relaciones de la estructura


Yo-Mundo impide la construcción de una personalidad íntima suficientemente
amplia y aceptada en la imagen total de sí mismo. En lugar de ser relegados al
nivel íntimo, ciertos contenidos son rechazados y expulsados como
inaceptables, construyendo una capa menos accesible de la personalidad, la
del inconsciente.

Esa esfera íntima de la personalidad no encierra solamente el contenido


inaceptable de la personalidad, sino también los que hay en nosotros de más
original y espontáneo.

3. La reciprocidad personal o la presencia recíproca de las personas: La


estructura relacional entre personalidades presenta una complejidad muy
especial a causa de la naturaleza “conciente” de los procesos cognoscitivos.

Cada una de las personalidades actúa sobre los otros y experimenta su


influencia. En 1º lugar mantiene consigo misma una relación nueva, en el
sentido de que “se posee” en un acto cognoscitivo que se llama “conciencia
de sí”.
Al mismo tiempo que el sujeto se percibe, los demás están allí igualmente
para él y frente a él. El se percibe, en el marco de esa presencia de los
demás, como si estuviera igualmente para los demás. En otras palabras, la
persona que está frente a mí no es simplemente un estímulo o un objeto que
actúa sobre mí, sino que la percibo como un alter ego que me percibe como
yo la percibo.

A causa de que yo percibo al otro como a alguien que, a su vez, me percibe, no


introduzco solamente al otro en mi mundo psicológico sino que él entra en este
mundo como alguien que me introduce en su propio mundo: alguien que me
toma a mí, como objeto de sus opiniones, actitudes y afectos (positivos o
negativos).

Esta es la diferencia entre la “percepción de un objeto” y “el encuentro de


una persona”. El hecho de que mi comportamiento entre, conmigo mismo, en
el mundo personal de la persona que encuentro, ejerce una profunda influencia
sobre “ese comportamiento”. Varias conductas son provocadas, inhibidas o
guiadas por la imagen que deseamos que el otro se forme, o que sabemos que
se forma de nosotros.

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Así mismo, el concepto que alguien se forma de sí mismo está determinado en
parte, por el concepto que él piensa que los otros se forman de él., es decir, por
su idea de la manera en que los demás lo perciben.

El hombre se conduce diferentemente en presencia de una persona que en


presencia de un objeto.

Una de las motivaciones profundas del hombre parece estar en relación con
ese hecho de existir en el mundo personal del otro. Tanto el hombre individual
como los grupos sociales se preocupan mucho por la manera en que existen
en la conciencia de los demás.
Uno de los medios más poderosos para influir en las acciones, a nivel social e
internacional, es apelar a esa manera de existir en la mentalidad de los demás.

Todas las necesidades y motivaciones de la personalidad a nivel social deben


ser concebidas en el marco de las relaciones cognoscitivas recíprocas que
existen entre las personas.
La necesidad de ser alguien es, ante todo, un deseo de existir, en una forma
determinada, en la vida psíquica de los demás.
La necesidad de contacto psíquico, esa presencia recíproca de las personas,
es indispensable para el buen funcionamiento de la personalidad.
Por otra parte, nuestros comportamientos respecto de los otros están
inspirados, en gran parte, por la manera en que estos otros existen para
nosotros, por la imagen cognoscitiva y afectiva que tenemos de sus
sentimientos, actitudes y opiniones respecto de nosotros.

Esa experiencia de los otros como personas que “me conocen”, que “tiene
sentimientos hacia mí”, etc. constituye un elemento importante en el
funcionamiento de la personalidad.

Ese contenido cognoscitivo es la “materia” con la que se construye


progresivamente la personalidad concreta con sus opiniones, actitudes y
proyectos y va estableciendo varias subestructuras que forman la base de la
personalidad íntima, como también de la persona a nivel social

Esa presencia recíproca no significa solamente que yo estoy presente para el


otro, como él está presente para mí; implica también que yo percibo al otro
como a alguien que me percibe.

IV. El aspecto dinámico de la estructura Yo-Mundo

Siendo la personalidad y el mundo dos realidades que se compenetran, forman


una estructura global, alguna de cuyas relaciones son esenciales para el buen
funcionamiento de la personalidad.

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1. Teoría relacional de las necesidades: Hay un aspecto fisiológico de las
necesidades, ligado a las condiciones orgánicas y otro psicológico que estudia
las necesidades en sus “formas comportamentales”.

La necesidad del animal hambriento es entrar en contacto comportamental con


su medio: buscar algo para devorar, encontrar una salida, recorrer un camino,
etc. El acto de comer forma parte de un conjunto de comportamientos. (Pág.
206).

Así hay que ver al organismo en su totalidad psicofisiológica, situado en su


mundo y buscando ciertas formas de relaciones comportamentales con ese
mundo.
Ej.
La necesidad de consideración social: necesidad de ciertas relaciones e
interacciones con el mundo de los hombres y de las situaciones sociales.

La necesidad de encontrar un sentido a la propia vida: es la búsqueda de


una manera de concebir las relaciones que mantenemos con el mundo en su
conjunto.

Es decir, la necesidad tiene por objeto las relaciones entre el organismo y


su medio. En su punto de partida, la necesidad no tiene un objeto concreto,
pero es ya una tendencia a encontrar un tipo de inserción en el mundo que
permita un buen funcionamiento del psiquismo.

La persona humana funciona mal cuando ciertos tipos de relación con el medio,
o con el mundo, no pueden ser establecidos o mantenidos y las anomalías del
funcionamiento psíquico se originan en la ausencia de ciertos tipos de
relaciones con personas y objetos determinados.

La curación consistirá en descubrir formas nuevas de comunicación con ese


mundo objetivo y social.

Es decir, que la personalidad tiene necesidad de ciertas formas o tipos de


interacción con su medio y si este tipo de relaciones no es establecido la
personalidad funciona mal y termina por perecer psíquicamente.

Así se llega a la definición “relacional de las necesidades”: una necesidad


(a nivel psicológico o comportamental) consiste en ciertos tipos de
relación del organismo o de la personalidad con el medio, tipos de
relación que son indispensables para el buen funcionamiento
psicofisiológico de la personalidad y que deben ser considerados como
elementos esenciales de la estructura Yo-Mundo.
Ej. relaciones niño-madre (Pág.208)

El comportamiento es la manera en que la personalidad actualiza su


inserción potencial en el mundo.
Para llegar a las diferentes necesidades fundamentales, debemos definir el
mundo que interviene en la red de interacciones de la personalidad. El

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mundo de un ser vivo es el conjunto de las interacciones actuales y potenciales
entre los 2 polos Yo-Mundo.

Para ciertas especies inferiores de seres vivos, la red de interacciones se limita


al nivel de los intercambios bioquímicos.

Ciertas formas de esas interacciones son indispensables para un determinado


ser vivo ya que constituyen las necesidades de ese organismo.

Entre ellas se distinguen las actividades que tienden a mantener y desplegar la


“individualidad biológica” del organismo respecto del medio. Cuando esto no
se realiza, el individuo como tal perece y desaparece en la masa de elementos
circundantes.

Junto con este tipo de actividades se observa la necesidad de permanecer en


contacto y en interacción bioquímica con ciertos elementos del medio,
que está ligada a la necesidad de mantener la propia individualidad.

Estos tipos de actividades entre el organismo y el medio son igualmente


indispensables para la persona humana y constituyen las necesidades
bioquímicas del individuo. Ej. las necesidades bioquímicas de los tejidos, se
registran al nivel de la actividad psíquica en forma de hambre, sed, etc. y
originan contracciones del estómago y otros comportamientos.

Pero la personalidad está constituida por otros tipos de interacciones de


naturaleza diferente. La acción del medio físico sobre el organismo
psicofisiologico del hombre origina una elaboración de los estímulos y una
“respuesta” que crea para el sujeto, el mundo del comportamiento psicosocial.

La interacción con este mundo de los hombres y de las situaciones


significantes interviene como elemento esencial en la estructura funcional de la
personalidad. La personalidad existe y funciona concretamente por y en ese
tipo de interacciones con el mundo.

La vida psíquica de la personalidad excede los límites del mundo psicosocial y


comprende una red de relaciones cognoscitivas con “objetos” que trascienden
nuestra posibilidad de experiencia directa. Pensemos, por ejemplo, en la
actividad humana que intenta dar un sentido al universo o a la existencia en
general e integrarse en ese orden absoluto. Los esfuerzos por procurarse un
lugar en ese universo, con el fin de dar un sentido a su vida, manifiestan la
necesidad de una relación de contacto y de integración.

Estos tipos generales de relación pertenecen a la estructura fundamental de la


unidad Yo-Mundo y ocasionan una gran variedad de motivaciones concretas.

Hemos considerado las necesidades como tipos generales de interacción


de los que el organismo no puede prescindir sin un desequilibrio funcional.
Deben considerarse como los elementos esenciales de la inserción funcional
del yo en el mundo. Son innatas.

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Su aspecto dinámico es lo que les da su carácter de activación y
dirección del comportamiento. La motivación concreta que, en un momento
dado, activa y dirige el comportamiento, es una estructura dinámica de
interacción bien determinada con el medio. Esta forma concreta es adquirida o
aprendida sobre la base de las múltiples circunstancias en las que se
desarrollaron en el pasado, las interacciones de tal individuo con tal medio.

Lo aprendido, en la motivación, son las formas concretas en las que


existen y actúan en el hombre las necesidades fundamentales; los tipos o
esquemas generales de interacción, por el contrario, son innatos.

Interacciones entre el organismo y el medio, Ej. aporte de alimento y de


oxígeno, sólo puede hacerse por las vías fisiológicas innatas, ya preformadas
por le propio organismo.

Las necesidades específicamente humanas (la necesidad de consideración,


por ejemplo) no están ligadas a tales estructuras orgánicas. Dependerá sobre
todo del concepto que nos formamos de nosotros mismos, y del papel que nos
atribuimos, el que la “consideración” que buscamos adopte tal o cual forma
concreta.

El descubrimiento de la identidad motivacional de los comportamientos nos


brinda una comprensión más profunda y exacta de la conducta.

2. ¿La personalidad es un dinamismo de actualización o de adaptación?

Bajo la influencia de Darwin, la psicología actual considera el


comportamiento y la actividad de la persona humana en general como un
proceso de re-acción y de adaptación, en la que el medio toma, la
iniciativa y el papel director.

La acción a la que re-acciona el organismo emana del medio, y el hombre


se adapta a ese medio.

No obstante, el psicólogo se sorprende por el hecho de que el hombre parece


ser el único ser vivo que, en gran escala, impone su ley propia al medio que lo
rodea. El hombre adapta el medio a sus propias necesidades y a sus propios
propósitos, más de lo que se adapta al medio. O, más bien, su manera de
adaptarse al medio, consiste, en gran medida, en adaptar el medio a sus
propios proyectos.

A ello se debe el hecho de que la personalidad, o el comportamiento humano


ha transformado la “naturaleza” en “cultura” y en civilización.

La ley fundamental de todo organismo vivo parece exigir, a ciertos elementos


seleccionados del medio, que se presten los procesos de reconstrucción
propios de ese determinado organismo.
La actividad

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De la misma manera, la actividad psíquica que constituye la personalidad
consiste en una elaboración sui generis de los elementos del medio,
elaboración que conduce primeramente a la construcción de un “mundo” de
situaciones y objetos significantes, y luego a una obra de exploración y
construcción, en función de un concepto dinámico de sí mismo y del mundo.
Esta realización creadora es su manera propia de reaccionar al medio.

La personalidad tiene necesidad del mundo porque es una fuerza de


reestructuración y para reestructurar necesita una materia que se preste a ello.

Por este motivo, tanto nuestras posibilidades afectivas perceptivas y


cognoscitivas como nuestras posibilidades afectivas y nuestros dinamismos –
es decir, la personalidad en su funcionamiento efectivo-tienen necesidad de
objetos.

Así, la personalidad se trastorna cuando las funciones cognoscitivas no tienen


ya objetos por recibir, o cuando nuestras capacidades de afecto o devoción ni
encuentran ningún “objeto” que las requiera.

El psiquismo no solamente re-acciona a la estimulación del objeto, sino que lo


busca activamente, o bien sufre su ausencia. Empero, una vez delante del
mundo de los objetos o de las personas, su actividad ni es la de una mera re-
acción, ni la de una adaptación; la personalidad impone de una u otra manera
la ley de su propia estructura dinámica al objeto que ella encuentra. La
interacción que mantiene con ese objeto conduce a un efecto satisfactorio
cuando esas relaciones activas adaptan las formas generales de necesidades.

3. Personalidad y conflicto

Entendemos por conflicto la oposición nace entre los diferentes valores a los
que el sujeto está sensibilizado.

El origen del conflicto se encuentra en primer lugar, en el marco de las


comunicaciones entre padres e hijos y pero la fuente fundamental del
conflicto humano en su conjunto reside, en la estructura compleja de la
personalidad, ya que la personalidad misma del individuo posee algunas
tendencias que se oponen a otras.

La sociedad no puede crear una norma, ni un ideal, cuya fuente no se remonte,


en último análisis, al dinamismo de la personalidad.

Cuando concebimos el ideal del yo y reconocemos que esa aspiración se


plantea fines que, por una parte, exceden a menudo toda esperanza de
realización concreta y, por otra parte, se excluyen mutuamente en el orden
practico de las cosas, advertimos que el conflicto trabaja dentro mismo del
esfuerzo humano de autoactualización. El conflicto desempeña un papel
positivo y constructor, en el sentido que la personalidad no alcanza el fin que se
propone sino eligiendo y renunciando a otros valores, lo que supone
necesariamente conflictos.

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Es decir que la fuente fundamental del conflicto humano reside en la diversidad
y la complejidad de las líneas de actualización posibles para la personalidad.
Una de esas líneas es la dimensión placer-desplacer (posición entre la
tendencia al placer y el temor al desplacer), pero también hay otras que ejercen
sobre el hombre, a lo largo de su existencia, una atracción muy poderosa, a
pesar del desplacer que pueden causar.

4. Personalidad e identidad a través del tiempo

Otra característica de la Personalidad reside en la identidad(o sea, que la


personalidad permanezca idéntica a sí misma) a través del tiempo. Esta
identidad por ser en el tiempo supone una acierta unidad, pero todo esto es
relativo.
Múltiples investigaciones cuantitativas y cualitativas han demostrado los
cambios muy reales que se producen en todos los sectores de la personalidad:
tanto en el campo del carácter, como en el de la inteligencia y de las aptitudes
especiales.
Por otra parte, teorías como las de Freud y Adler consideran las estructuras
afectivo-dinámicas de la personalidad como prácticamente establecidas
durante los primeros años de vida del individuo.
Otras teorías sostienen que se heredan y son inalterables.
En este capitulo lo que se trata es de mostrar como esa unidad y esa identidad
deben ser concebidas en el marco de la estructura Yo-Mundo que constituye la
personalidad.
El desarrollo de la personalidad en el tiempo se realiza por una inserción
progresiva en el mundo a través del comportamiento. Toda interacción del
sujeto con el mundo está preparada por los cambios que preceden a la misma.
Cada interacción que el ser humano tiene con el mundo es incorporada en una
memoria (que es el aprendizaje en su sentido mas general) esta memoria
participa en los cambios siguientes permitiendo así, la extensión y continuidad
en el tiempo de esa unidad de funcionamiento que caracteriza al
comportamiento. Es una sucesión de comunicaciones con el mundo que
proceden de elementos construidos progresivamente en el pasado y vienen a
integrarse en mundo personal de la personalidad (carácter, inteligencia, etc.)
Todo esto no solo se aplica en cuanto al contacto con el mundo objetivo y
social sino también a la comunicación y conocimiento que tiene el sujeto
consigo mismo y su mundo personal.
Esta comunicación revela de alguna manera la identidad del mundo personal,
identidad que necesita de un sostén y una fuente para determinarse. Esta
fuente es la identidad social. Por identidad social de la personalidad
entendemos, según Erikson, como la solidaridad que siente un individuo con
los ideales y valores de un mismo grupo.
Cuando esos valores públicos son distintos de los de la personalidad intima, se
produce en el individuo una escisión y puede provocar un estado de crisis y
una amenaza para la unidad e identidad personales. La identidad y unidad
pueden ser reemplazadas entonces por una “alienación” respecto de sí mismo
cuya patología presenta varias formas, como por ejemplo, el desdoblamiento
de la personalidad.

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Podemos agregar que la identidad es el objeto de un dinamismo puro. La
personalidad pone en marcha procesos que protegen y mantienen su
consistencia y su concepto de sí misma.
Esto puede explicar algunas distorsiones en la percepción de los fracasos y de
los éxitos personales. Estas suceden cuando el sujeto tiende a ver sus fracasos
y éxitos en función de su self-concept pre-existente (Ej. No soy muy inteligente
en la resolución de problemas complejos. Esto parece ser el efecto de una
tendencia a permanecer idéntico a sí mismo, idéntico al concepto que uno se
ha formado de sí mismo.

VI El proceso de inserción en el mundo.

La inserción del hombre en el mundo no esta preestablecida desde su


nacimiento, en ese sentido el hombre nace con una gran carencia para
comunicarse e insertarse en el mundo, pero eso es a la vez la condición
biológica de su libertad y de su personalidad individual.
El recién nacido necesita contactos humanos, gracias a los cuales realiza sus
primeras formas de inserción en el mundo del hombre. Esta inserción se va a ir
dando progresivamente en función del contacto comportamental continuo con
ese mundo.

1. Percibir o conocer una pequeña parte del mundo como un objeto


significante. Ej. Teléfono. es el fruto de una comunicación comportamental
con el mundo que nos rodea. Procede de un conjunto de comportamientos y
es a su vez el iniciador de nuevas conductas.
2. ¿Cómo se construye entonces ese arsenal de experiencias cognoscitivas?
Este es el problema del aprendizaje que la psicología científica estudia
tratando en vano de construir un modelo de personalidad que reúna todas
las características esenciales de ese funcionamiento complejo.
Lo que se sabe a través de resultados experimentales es lo siguiente:

a) Ciertas relaciones comportamentales con el mundo atraviesan el


psiquismo sin dejar huellas; otras, en cambio son asimiladas,
apropiadas; incorporadas en una orientación afectiva dinámica o sea
que son incorporadas en un sistema de compromiso personal, de
interés, de necesidad por un proyecto o tarea por cumplir. Este interés
es el que genera la tensión necesaria que permite una mejor absorción
y conservación de lo que es incorporado.
b) Por otra parte, estas relaciones con el mundo pueden ser originadas por
las necesidades que son las exigencias de inserción en el mundo de un
tipo determinado. Las necesidades se canalizan en formas
comportamentales concretas y se multiplican a medida que, con la edad
y la civilización, la inserción en el mundo adopta nuevas formas. Estas
relaciones con el mundo serán asimiladas y quedaran integradas en la
personalidad.

De lo anterior decimos entonces que existen dos formas de integrar el


mundo a la personalidad. Estas son por el conjunto de las relaciones
comportamentales que:

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a) parten de un objeto en el mundo (interés)
b) parten del Yo (de la necesidad de inserción en el mundo)
A esto es a lo que nos referimos cuando hablamos de incorporación en una
orientación dinámica del sujeto.
El hecho de que sea dinámica es porque se dice que el objeto en el mundo
evoca dinamismos latentes en el sujeto, O sea que las respuestas evocadas
dependen de la historia personal de cada uno. Por ejemplo, el mismo objeto
provocara, en una persona, respuestas agresivas o destructivas y, en otra,
comportamientos cognoscitivos de exploración atenta.
O sea que la conducta evocada esta “preformada“ en los “depósitos” de los
comportamientos anteriores.

Conclusión

La personalidad se nos manifiesta como un conjunto estructurado de


potencialidades de interacción especifica con nosotros mismos y con el
mundo.
Aunque relativamente separada del mundo en su origen, la autonomía de la
personalidad esta limitada por el hecho mismo de la estructura Yo-mundo,
que significa una exigencia dinámica y una inserción funcional progresiva,
cada una de cuyas fases contiene una cierta preformación (aunque flexible
y parcial) de la siguiente.
Dentro de esa inserción estructural y funcional la autonomía relativa actúa
como una cierta fidelidad a nosotros mismos en la elaboración personal de
las comunicaciones y de las influencias experimentadas.

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