Visto, en Acuerdo de la Sala “A” el expediente nro. 467-C de entrada, caratulado: “Strembel Sourigues, Carlos A. c/ González, Vicente s/ daños y perjuicios” (nro. 85.912 del Juzgado Federal nro. 1 de esta ciudad) del que resulta: El Dr. Fernando Lorenzo Barbará dijo: 1.- Vienen los autos a esta instancia en virtud de los recursos de apelación interpuestos y fundados por la demandada (fs. 314 y 334/337) y por la actora (fs. 316/vta. y 327/332), contra la resolución nro. 73 de fecha 29 de agosto de 2008 que hizo lugar parcialmente a la demanda, condenando a Vicente González al pago del daño emergente y distribuyendo las costas en un 80% a la demandada y en un 20% a USO OFICIAL
la actora (fs. 307/311).
Concedidos los recursos en modo libre (fs. 315 y 317), se elevaron los presentes a esta Sala “A” (fs. 325), ordenándose el pase de los autos al Acuerdo, por lo que quedan a estudio (fs. 347). 2.- Se agravia la actora en primer lugar del encuadre que realiza el a quo de la relación jurídica sustancial habida entre el actor y el demandado al entender que la cuestión a dirimir recae en la órbita de la responsabilidad precontractual, situación que dificulta o limita la procedencia de la reparación plena derivada de la inejecución contractual. Destaca que el expreso reconocimiento de la accionada sobre la existencia de un vínculo negocial entre las partes, más allá de los nombres que le asigna, no dejan dudas sobre la existencia del contrato que las unía y cuyo incumplimiento ha originado la presente reclamación judicial. En segundo término se queja de que se haya hecho lugar solamente al daño emergente como único rubro comprendido dentro del denominado “interés de confianza” afectado en este tipo de responsabilidad porque –dice- en los supuestos de culpa “in contrahendo o precontractual”, el resarcimiento debe cubrir el daño emergente y la pérdida de posibilidad o chance de ganancia. Sostiene que la inconducta adoptada por el demandado frustró la posibilidad cierta de percibir el importe de $20.000.- convenido por las partes, dando lugar a la procedencia del daño reclamado bajo el nombre lucro cesante. Finalmente destaca que el juzgador incurre en un error al ordenar descontar de los $40.000.- (“que equivale a lo que resta para alcanzar el monto determinado por el actor en concepto de honorarios por la entrega del proyecto terminado”), los pagos a cuenta realizados por González. Asimismo, introduce la cuestión constitucional. 3.- Por su parte la demandada expresa que la sentencia de baja instancia viola el principio de congruencia toda vez que el juzgador introduce de oficio un tema jamás planteado por la actora, la responsabilidad precontractual. En este sentido, manifiesta que en autos lo único demostrado es que el extinto Strembel Sourigues le hizo una oferta a González, pero esa oferta jamás fue aceptada, no hubo perfección del consentimiento y por ende no hubo contrato. Expresa que la responsabilidad precontractual tiene presupuestos distintos a la responsabilidad contractual, con regímenes de carga de la prueba y prescripción diferentes y que ahora, frente a la condena basada en presupuestos ingresados de oficio por el a quo, su parte quedó en estado de indefensión total. Finalmente se queja de la distribución de las costas y mantiene el caso federal. Y CONSIDERANDO: 1.- Habida cuenta de que ambas partes han recurrido la sentencia de mérito, aclaro que habré de abordar sus respectivos agravios comenzando por los de la perdidosa, dado que como ha postulado el rechazo total de la demanda, el resultado que arroje la revisión de aquéllos podría tener incidencia sobre el análisis de los expuestos por su contraria parcialmente gananciosa en baja sede y hasta llegar a tornar inoficioso su tratamiento. De tal suerte entiendo que el Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Bicentenario
orden de estudio que acabo de anticipar se impone
necesariamente. 2.- Sobre los agravios de la condenada: Como primera observación creo oportuno destacar que no puede admitirse la afirmación de la parcialmente perdidosa recurrente de fojas 335, conforme a la cual entre las partes no habría habido más que un mero cruce de propuestas y ofertas nunca aceptadas. Porque obran en autos constancias varias, adecuadamente reseñadas por el a quo, que revelan algo muy distinto que, cuanto menos, puede ser tenido como principio de ejecución o cumplimiento parcial. 2.1.- Cierto es que el CPCCN consagra lo que llama “principio de congruencia”, tanto en el inciso 4) de su artículo 34 como en el 6º del artículo 163. En la USO OFICIAL
pretendida violación de tal regla procesal ha fundado su
argumento recursivo central la recurrente, afirmando que ha sido el sentenciante quien introdujera en el pleito la cuestión relativa a la responsabilidad precontractual. Esto, según la impugnante habría colocado a su parte en situación de indefensión total, por no haberle permitido refutar supuestos argumentos, con lo que se habrían quebrado elementales reglas del debido proceso (fs. 336vta. in fine). Sin embargo, a poco que se vuelva sobre el responde a la demanda (fs. 96 y siguientes), se advierte que fue -precisamente- la accionada la primera en calificar los hechos de autos como “pre-contrato” o “contrato preliminar” (fs. 98vta. párrafo primero), especificando sobre el final de la misma foja: “… cabría intuir que Strembel Sourigues quisiera apuntar a responsabilizar al Sr. González dentro de lo que doctrinariamente se llama responsabilidad precontractual”, negando enfáticamente que su parte hubiera incurrido en tal tipo de responsabilidad. Asimismo, tanto en la pieza que acabo de indicar como en los agravios expuestos por ante esta sala ha quedado puesto de manifiesto que la recurrente tiene perfectamente presentes cuales son los factores subjetivos de atribución de una responsabilidad del tipo de la que resiste y que ha argumentado en torno a ellos, de suerte tal que su queja por supuesta indefensión y/o alteración de las reglas del proceso no puede ser admitida en función de tales razones. 2.2.- De todos modos y ante el concreto y fundado planteo de la impugnante se impone analizar si el temperamento del a quo, más allá del análisis precedente, presenta los visos reprochados de defecto de congruencia. En el caso, a estar a los términos y argumentos de la impugnante, se trataría de incongruencia por haber resuelto, el pronunciamiento en crisis, extra petita, concediendo una reparación no reclamada, violando de tal modo la antigua regla ne eat iudex extra petita partium (así Palacio, Lino E. y Alvarado Velloso, Adolfo en: “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación explicado …”, Rubinzal- Culzoni, Santa Fe, 1992, Tº segundo, página 137). Como resumen jurisprudencial pacífico del concepto que nos ocupa, los autores que acabo de citar incluyeron en la misma obra el siguiente sumario: “… el vicio de incongruencia aparece en la sentencia cuando el juez falla acerca de un punto no sometido a su decisión” (página 140). En nuestro caso el actor reclamó una indemnización del accionado atribuyéndole a éste la responsabilidad de su pago, mientras el sentenciante concedióle a aquél -parcialmente- la reparación pretendida, en base a los hechos y probanzas presentados y expuestos por el reclamante, cargando sobre el demandado la obligación de pago. De modo entonces que, cuanto menos en mi parecer, no ha mediado en el pronunciamiento en crisis el descalificante vicio que la impugnante le atribuye, sino que el juez de grado sólo ha modificado la calificación jurídica de la situación fáctica, para lo cual lo autoriza el inciso 6) del artículo 163 del CPCCN, haciendo lugar al resarcimiento perseguido por el accionante y no a otra cosa. En este sentido ha sostenido la mejor doctrina procesalista civil, mucho antes de ahora, que “La sentencia es en sí misma un juicio; una operación de carácter crítico. El juez elige entre la tesis del actor y la del demandado (o eventualmente una tercera) la solución que le Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Bicentenario
parece ajustada a derecho a la justicia” (Couture, Eduardo J.
en: “Fundamentos del Derecho Procesal Civil”, Depalma, Buenos Aires, tercera edición – póstuma, reimpresión inalterada, 1987, página 279, el subrayado es de mi autoría). También se ha dicho que “La congruencia supone atenerse a lo pedido por las partes, y se concreta y refiere a lo que se pide en el `súplico` de los escritos de alegaciones, y a lo que dispone el `fallo` de las sentencias, no a los razonamientos que las preceden. La congruencia no impide la posibilidad de aplicar, el juez o magistrado, normas distintas de las alegadas por las partes, pudiendo, incluso, rectificar errores de técnica jurídica en que éstas hubieran incurrido. Por otra parte, las expresiones pueden ser USO OFICIAL
diferentes, con tal de que coincidan sustancialmente con las
pretensiones formuladas, pudiendo agregarse al fallo extremos accesorios que coadyuven a su efectividad. La doctrina legal ha tenido múltiples ocasiones para precisar este aspecto de la sentencia” (Rodríguez Aguilera, Cesáreo en: “La sentencia”, Bosch, Barcelona, 1974, página 54. El subrayado es de mi autoría). 2.3.- Asimismo en lo que hace a las consideraciones de esta recurrente, la parcialmente perdidosa, conforme a las cuales a su parte se le habría impedido articular excepción de prescripción, entiendo que tampoco puede ser acogida. Esto por cuanto del mismo modo que al responder la demanda, en los pasajes que ya he indicado, merced a lo que llamó “principio procesal de eventualidad” (fojas 98vta. último párrafo), refutó la posibilidad de que la reparación pretendida pudiera ser encuadrada como responsabilidad precontractual, pudo entonces haber opuesto con idéntico alcance subsidiario, la excepción o defensa de marras. Cierto es que, como lo sostiene la impugnante, nuestra ley sustancial positiva no presume la culpa en materia precontractual. Mas ello no empece que las circunstancias del caso, la prueba colectada y la actitud de las partes autoricen una presunción hominis del juzgador. En este sentido creo relevante tener en cuenta que el accionado no dio razón alguna de su postura reticente a partir de un determinado momento y luego de que las negociaciones se encontraran harto avanzadas, como no sea el haberse encerrado en que sólo se habría tratado de meras propuestas que nunca aceptó, extremo este que los pagos que realizara autorizan a descartar o cuanto menos a relativizar. 2.4.- Volviendo ahora al factor de atribución de responsabilidad subjetiva a González, insiste su representación sobre finales de fojas 336vta. que fue el sentenciante quien los introdujo de oficio. Sin embargo esto no fue así. Porque puede verse en el propio escrito inicial, concretamente en el segundo párrafo de fojas 75, que la accionante imputó a González haber actuado “maliciosamente”, al tiempo que a fojas 75vta. y 76 lucen recurrentes alusiones que remiten, de modo inequívoco, a un concreto reproche por violación de la buena fe negocial. Obsérvese al respecto que al absolver posiciones en extraña jurisdicción González negó hasta el pago de los $20.000.- (fs. 234, respuestas 6 y 11 del pliego de fojas 233 y vta.), siendo que la cuestión ya no era tema de prueba en este proceso porque su representación la había admitido al responder la demanda (fojas 98), bien que asignándole otro significado. Y antes aun, si nos atenemos a las constancias de fojas 63/5, también el propio González había reconocido los pagos de marras (respuestas a las posiciones 9 y 14 del pliego de fojas 63). De todas maneras, no se ha exigido doctrinaria ni jurisprudencialmente la existencia de dolo en la actitud de quien rompe intempestivamente las negociaciones avanzadas de un contrato (aun sin principio de ejecución como lo hubo en el presente caso), para endilgarle responsabilidad resarcitoria. Por el contrario, desde mucho antes de ahora se viene afirmando que “No se requiere una omisión dolosa del deber de diligencia, sino que basta la mera negligencia” (así Borda, Guillermo A. en: “Tratado de Derecho Civil argentino, obligaciones II”, Perrot, Buenos Aires, 1971, tercera edición actualizada y ampliada, página 165, en la que refiere que Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Bicentenario
comparten la misma postura otros autores como Spota y Brebbia.
Agregando que Fagella ni siquiera cree necesaria la existencia de culpa; para él la responsabilidad tiene su fundamento en la violación del acuerdo concluido expresa o tácitamente entre las partes). Por lo demás, volviendo a la cuestión relativa a la congruencia, siempre cabe tener en cuenta que en el ejercicio de la función jurisdiccional “No hay neutralidad en el proceso, sino búsqueda de la justicia del caso, con lo cual el juez tiene amplias facultades para lograrla, ya que ello es presupuesto de la efectividad” (Lorenzetti, Ricardo L. en: “Teoría de la decisión judicial. Fundamentos de derecho”, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2008, primera edición, primera reimpresión, página 159). USO OFICIAL
De modo entonces que en mérito a las
sucintas razones que hasta aquí he desbrozado postularé al acuerdo el rechazo de los agravios de esta parte, excepto el relativo a las costas, que por razones metodológicas trataré luego de contemplar las argumentaciones impugnativas de su contraria. 3.- Acerca de los agravios de la actora parcialmente gananciosa: Al planteo de incongruencia de esta apelante le son aplicables las mismas consideraciones efectuadas precedentemente con relación a idéntico argumento de su contraria, razón por la cual a ellas me remito. 3.1.- Ahora bien. Todo indica que el a quo siguió en la materia las enseñanzas de Ihering (en: “De la faute in contrahendo ou des dommges-interéts dans les conventions nulles ou restées imparfaites”, en Oeuvers Choisies, Tº 1, París, 1893, según cita de Bustamante Alsina, Jorge en: “Teoría general de la responsabilidad civil”, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, novena edición ampliada y actualizada, 1997, página 102), que no es otra cosa que una doctrina contractualista (de la culpa in contraendo). De modo que por este aspecto la impugnación en trato no resultaría admisible. Por otra parte, dado que el sentenciante declaró que sólo haría lugar a la reparación del “interés negativo”, su decisión fue consecuente con lo que se entiende por tal, que sería lo que generalmente se conceptualiza como “daño emergente”, que en realidad fue todo lo que reclamó la actora fuera del daño moral que también pretendiera. 3.2.- En cuanto a nuestra doctrina y jurisprudencia mayoritaria, que adopta la tesis extracontractualista, no por ello confiere una menor extensión a la reparación debida en casos como el presente, con base en el artículo 1.109 del Código Civil y también de los artículos 901 a 904 del mismo digesto sustancial. De tal suerte, sea desde la óptica contractual como de la extracontractual, la actora pudo aspirar a la última cuota de $20.000.- que el frustrado contrato preveía para cuando la planta estuviera en funcionamiento. Se trataría de una reparación encuadrable, en materia de daños y perjuicios resarcibles, como “lucro cesante”, pero su procedencia habría demandado el efectivo acaecimiento del extremo que lo tornara operativo, es decir, la puesta en funcionamiento de la mentada planta. Sin embargo, en autos no sólo no se probó este hipotético y potencial hecho, sino que ni siquiera resultó afirmado. De modo entonces que resultaría un exceso imponerle al accionado una reparación basada en un acontecimiento que se ignora haya ocurrido, se presume no ha ocurrido y se desconoce por completo si ello obedeció a alguna negligencia del condenado o bien a las dificultades de financiamiento que rondaron a las negociaciones o hasta a cualquiera otra causa diversa que no le fuera reprochable. A todas luces pareciera insostenible que la actora pretendiera encontrarse, respecto del monto al que estoy refiriendo, en mejor situación, dada la frustración del contrato, que aquella en la que hubiera estado si la convención no caía, sin perjuicio de lo cual la planta no se terminaba o no se ponía en funcionamiento. 3.3.- En definitiva es por las razones precedentes que estimo deben ser rechazados los agravios de la apelante parcialmente gananciosa, excepto en lo relativo al quantum del resarcimiento concedido a título de daño emergente. Poder Judicial de la Nación Año del Bicentenario Bicentenario
Porque considero que en este aspecto esta recurrente ha
interpretado erróneamente el pertinente párrafo de la sentencia que, debo admitirlo, no está exento de cierta anfibología. En efecto, al afirmar el sentenciante que los $40.000.- era el importe que restaba “… para alcanzar el monto determinado por el actor … por la entrega del proyecto terminado …”, sin duda quiso decir: “para alcanzar el monto de lo pactado en el contrato hasta el momento de la entrega del proyecto terminado”, que eran los $40.000.- de la celebración y los $20.000.- a la entrega del proyecto. En otros términos: la suma de $40.000.- no fue pactada “… en concepto de honorarios por la entrega del proyecto terminado…”, como surgiría de la literalidad de lo que acabo de transcribir. Sino que como puede verse en la cláusula 7ª a la que el a quo remite, lo que USO OFICIAL
correspondía en tal momento era el 25% de U$s80.000.-, es decir
U$s20.000.-. De modo entonces que para despejar toda duda resulta conveniente dejar expresamente aclarado que el importe que la sentencia en crisis mandó indemnizar es el de $40.000.-, al que no corresponde descontarle monto alguno, a lo que agrego que tal solución es la que considero justa aun cuando pudiera entenderse que el juez de grado efectivamente quiso afirmar lo que la recurrente gananciosa interpretó. También aclaro que omito toda consideración relativa al daño moral originariamente pretendido por la accionante, habida cuenta que ningún agravió específico por el rubro se sostuvo en la pieza procesal tratada, al punto que ni siquiera se lo mencionó. 4.- En cuanto a las costas cuestionadas por la parcialmente condenada, en función de lo que anticipara al respecto al dar tratamiento a sus agravios, corresponde que ahora me expida acerca de ellas. Sabido es que la proporcionalidad a la que refieren normas como la del artículo 71 del CPCCN, no deben ser interpretadas desde una óptica estrictamente aritmética, sino contemplando también los rubros o pretensiones sostenidas por las partes. En el caso, cuanto menos desde mi punto de vista, teniendo en cuenta los dos aspectos a considerar a que acabo de hacer referencia, cabe concederle razón a la perdidosa, ya que la proporción de costas distribuidas por el a quo no armoniza plenamente, en ningún sentido, con las pautas de marras. Por ello, apreciando el quantum del rubro concedido, cuya confirmación postulo, con la aclaración que he hecho, que no resultaron admitidos ni el lucro cesante ni el daño moral, estimo como equitativo imponerle a la demandada el sesenta por ciento (60%) de las costas de ambas instancias, y el restante cuarenta por ciento (40%) a su contraria. Así voto. El Dr. Carlos Carrillo adhiere al voto que antecede. Por tanto, S E R E S U E L V E: 1.- Confirmar la Resolución N° 73 de fecha 29 de agosto de 2008 obrante a fojas 307/311, con las aclaraciones del Considerando 3.- 2.- Imponer las costas de ambas instancias a la demandada en el sesenta por ciento (60%), y el restante cuarenta por ciento (40%) a su contraria (artículo 71 del CPCCN). 3.- Regular los honorarios de los profesionales actuantes en el 25% de lo que se fije en primera instancia. Insértese, hágase saber, y devuélvanse los autos al Juzgado de origen. No participa del Acuerdo que antecede la Dra. Liliana Arribillaga por encontrarse en uso de licencia. Gl Fernando Barbará – Carlos Carrillo (Jueces) Patricia Calvi (Secretaria)