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estimulaciones adecuadas después de los tres años de edad pueden reconstruir los
circuitos perdidos. Otras investigaciones apoyan la afirmación de que las experiencias
que se producen a lo largo de toda la vida tienen unos profundos efectos en la
personalidad, el carácter y la salud mental, y que estos efectos pueden anular el impacto
de las experiencias de la primera infancia. Otros experimentos demuestran que el índice
de formación de sinapsis y la densidad sináptica son independientes de la cantidad de
estimulación recibida, sea por defecto o por exceso. En contra de lo que sugiere el mito,
la rápida formación inicial de sinapsis parece estar controlada por la dotación genética, no
por el entorno.
Heman Epstein, científico del desarrollo, presentó su teoría del desarrollo del cerebro.
Sostenía que existen unos períodos predecibles del crecimiento cerebral que él
identificaba midiendo el perímetro craneal de los niños. Epstein proponía que los
educadores deberían proporcionar a los niños una estimulación intelectual lo más
intensiva posible durante estas rachas de crecimiento cerebral. Según su teoría, el
programa Head Start se debería aplicar a niños de edades comprendidas entre dos y
cuatro años, período durante el cual se produce una racha de crecimiento cerebral, o bien
esperar hasta que los niños tengan seis años, edad en la que comienza la segunda
racha.
El argumento es el siguiente: durante los tres primeros años de vida del ser humano,
hay un período caracterizado por una rápida formación de sinapsis que conecta entre sí
las células nerviosas formando circuitos funcionales. Este período de formación rápida de
sinapsis es el período crítico para el desarrollo del cerebro. Aunque el cerebro se sigue
desarrollando después de este período, lo hace perdiendo o eliminando sinapsis, no
formando sinapsis nuevas. Durante este período los entornos enriquecidos y el aumento
de la estimulación pueden tener los mayores efectos en el desarrollo del cerebro. Por lo
tanto, los tres primeros años proporcionan a los responsables políticos, a los cuidadores y
a los padres una oportunidad única y delimitada biológicamente durante la cual unas
experiencias y unos programas adecuados para la primera infancia pueden ayudar a los
niños a desarrollar mejor su cerebro.
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Para Goldman-Rakic y muchos otros científicos del cerebro, aunque los cerebros de
los niños adquieren una tremenda cantidad de información durante los primeros años, la
mayor parte del aprendizaje se produce cuando la formación de sinapsis ya se ha
estabilizado. Desde que un niño entra en primer curso y pasa por primaria y secundaria
hasta llegar a la universidad y más allá, el número de sinapsis varía muy poco.
Precisamente durante el período en que se da muy poca o ninguna formación de
sinapsis, se produce la mayor parte del aprendizaje. Aunque los neurocientíficos creen
que existe alguna relación ente las conexiones del cerebro y el intelecto, aún están
intentando descubrir cuál puede ser esa relación.
durante toda la vida adulta. A los siete años de edad, el cerebro humano ha alcanzado
prácticamente el volumen de un adulto, pero su densidad sináptica sigue siendo un 36%
mayor que la del cerebro de un adulto.
En los bebés humanos la fase de formación rápida de sinapsis empieza durante los
primeros meses después del nacimiento y las densidades sinápticas alcanzan sus niveles
máximos a los 3 meses de edad en el caso de la corteza auditiva y entre los dos y tres
años y medio de edad en el caso de la corteza frontal.
principales cuidadores. Este es el período en que los padres y cuidadores pueden ayudar
más a los bebés a desarrollar su capacidad de autorregulación.
Los períodos críticos son períodos del desarrollo caracterizados por el hecho de que
durante, y sólo durante ellos, los animales, incluyendo al ser humano, pueden adquirir
unas características, conductas o capacidades específicas. A veces también reciben el
nombre de “períodos sensibles”. Antiguamente se creía que los períodos sensibles eran
períodos críticos que finalizaban de manera gradual en vez de brusca. Sin embargo,
posteriormente, los neurocientíficos vieron que la mayoría de los períodos críticos acaban
de una manera más bien gradual, por lo que la distinción original entre los períodos
críticos y los sensibles ya no es tan útil.
Los períodos críticos siempre se definen en relación con lo que los científicos
consideran que es el desarrollo normal. Si durante el período crítico de una característica
un animal tiene experiencias que son normales para su especie, el animal desarrollará
normalmente esta característica. Si durante este período crítico el animal tiene
experiencias anormales, atípicas para su especie, desarrollará la característica de una
manera anormal. Y si el entorno es lo suficientemente anormal, puede que nunca
adquiera la característica en cuestión.
Los neurocientíficos plantean que los períodos críticos en realidad son procesos muy
complejos que pueden pasar por distintas etapas y que están relacionados con el
programa de maduración de partes muy concretas del cerebro. Y es incorrecto hablar del
período crítico para el desarrollo del cerebro solo en los tres primeros años de vida. Por
ejemplo, los períodos críticos para el desarrollo del sistema visual se extiende mucho más
allá de los tres primeros años de vida. Los períodos críticos para el aprendizaje de la
fonología y la gramática de la lengua materna y de una segunda lengua también se
extienden hasta la segunda década de la vida. Lenneberg llegó a la conclusión de que
una persona sólo podía adquirir completamente su lengua materna dentro de un período
crítico que iba desde la primera infancia hasta la pubertad.
Pero existen investigaciones muy importantes que demuestran que los primeros años
de vida, si bien no constituyen formalmente un período crítico, tienen una importancia
fundamental para la posterior actuación social, emocional y cognitiva.
APEGO.-
La teoría del apego sostiene que las primeras interacciones entre un niño y su madre
determinan la calidad del apego que se establece entre los dos y que esta calidad tiene
consecuencias de pro vida.
John Bowlby fue el primero en formular esta teoría, postulaba la existencia de cuatro
etapas de desarrollo en relación de apego. Al principio de la infancia existe una fase
inicial que acaba entre las ocho y doce semanas de edad, durante la cual el niño empieza
a desarrollar aptitudes sociales aunque no diferencia entre las personas que lo cuidan.
Durante la segunda etapa que finaliza hacia los seis u ocho meses de edad, el niño
empieza a hacer diferenciaciones sociales entre sus posibles cuidadores. A continuación
empieza una etapa en la que se forma la relación de apego, que acaba hacia los tres o
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cuatro años de edad cuando el apego cede su lugar a una asociación entre el niño y sus
padres que se centra más en objetivos concretos.
La investigación sobre el apego demuestra que los niños que reciben unos cuidados
afectuosos y sensibles y que mantienen una relación segura y estable con las personas
que los cuidan, superan los momentos difíciles con más facilidad cuando son mayores.
Los niños pequeños que mantienen una relación segura y estable con sus cuidadores
tienen más probabilidades de desarrollar una buena capacidad de respuesta ante
situaciones de tensión y, según la web, esta capacidad de respuesta es el resultado de un
desarrollo inicial óptimo del cerebro.
En la interpretación extrema y popular del apego se afirma que los primeros años
duran para siempre porque la calidad de la relación de apego entre el bebé y la principal
persona que lo cuida, depende de la calidad y las características de los cuidados que se
le proporcionen durante el período crítico de los primeros años de vida. La calidad de la
relación de apego influirá en el rendimiento del niño desde preescolar hasta la
adolescencia y la madurez.
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Lo que sí parece ser verdad es que las relaciones de apego son estables en la
medida en que los cuidados que se ofrecen al niño y las circunstancias de los padres y de
la familia sean estables. Además el apego inicial sólo predice la personalidad y la
conducta a edades posteriores en la medida en que esos cuidados y esas circunstancias
sigan siendo estables a esas edades.
Es la tercera línea neurobiológica del mito. Los experimentos que intentan medir
cómo influyen distintos entornos de cría en la conducta y en el cerebro suelen emplear
tres condiciones ambientales diferentes: entornos aislados, entornos sociales y entornos
complejos.
Los científicos del cerebro creen que la reorganización del cerebro adulto es una
característica fundamental del sistema nervioso de los mamíferos. Estos cambios de los
cerebros adultos suelen ser reversibles cuando la experiencia alterada o la privación no
es excesivamente prolongada. El cerebro se reorganiza en respuesta a la experiencia y a
la práctica incluso en personas maduras, mucho después de la pubertad.
Es indudable que los períodos críticos existen, pero hay otros mecanismos para el
desarrollo cerebral que nos permiten adaptarnos a nuestro entorno y aprender durante
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toda la vida. La nueva perspectiva tiende a considerar que el cerebro posee una
plasticidad general, una capacidad de aprender y reorganizarse durante toda la vida.