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BIBLIOTECA CENTRAL

PRE-TEXTOS ·

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HISTORIA DEL ESPÍRITU DE LA TÉCNICA
HISTORIA DEL ESPÍRITU
DE LA TÉCNICA

Hans Blumenberg

Edición de los escritos póstumos a cargo de


ALEXANDER SCHMITZ Y BERND STIEGLER

Traducción de
PEDRO MADRIGAL

PRE-TEXTOS
746 315

MIXTO
Papel
FSC FSC- C103654

Impreso tn p¡ptl FSC- prO\'tl\Ímte de bosques bien gestionados y otras fuentrs controladas

ALGUNAS DIFICULTADES DE ESCRIBIR UNA


HISTORIA DEL ESPÍRITU DE LA Tt.CNICA

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Primera edición: octubre dt 2013

Diseño cubierta: Pre-lcxtos (S. G. E.)

Título de la edición original en lengua alemana:


Gtis1tSgtsch1Chlt der Ttclinik

De la traducción: e Pedro Madrigal

UNAM e Suhrkamp Verlag Berlin 2009


BIBLIOTECA CENTRAL
e de la pr~nte edición:
CLASIF. ...L.T..JJ__.t¡~-- PRE-TEXTos, 2013
13,58 !f luis Santángel, 10
46005 Valencia
www.pre-textos.com

MATRIZ /'1 ] ()653 IMPRESO L'< ESPANA / PRl>JT,.


"'<DIN SPAIN
ISBN: 978-84-15576-75-4 .
NUM ADQ 71/h3 /,S DE.POSITO UCAJ.: V•2255-2013

Aovwn, s •r
"'"'• ·"- EL 91 471 71 00
Cada ciencia tiene que llevar el peso de su propia histo-
ria. Conserva las huellas de su historia incluso cuando el
progreso de sus resultados parece estar condicionado ex-
clusivamente por las exigencias de su objeto.
La historiografía surge de las formas primitivas de lacró-
nica. El cronista registra los acontecimientos en el orden
de sucesión de su databilidad, y sólo capta lo que es data-
ble. La forma en que en la escuela ~os topamos por pri-
mera vez -y la mayoría de veces con irritación- con la
historia es, en el fondo, la forma propia de la crónica. De
ahí que los sucesos de importancia histórica sean, prefe-
rentemente, acciones humanas datables, lo cual quiere decir
que son acciones tales que han desembocado en determi-
nados productos de la acción: tratados o batallas, gobier-
nos u obras legislativas, conquista o pérdidas de fortalezas
y fronteras, caída de tiranos o vaivenes hereditarios.
Cuando la historiografía pasó de registrar simplemente
de un modo cronológico la cadena de sucesos a mostrar las
vinculaciones entre los eslabones de esa cadena, se hizo pa-
tente enseguida que las acciones humanas son explicables
mediante teorías de la acción que podían ser referidas a ellas.

9
, alvaguardando la databilidad
, ·e segu1a s , en
También aqu1 s d la acción preceden a las accion factura industrial, con la desintegración de la producción
teorías e l . es
tanto tales . d. cursos, proc amas y manifiestos originariamente artesanal de una mercancía en sus opera-
de hbros, is e h y
en forma ciones laborales elementales. Era justo en esa división del
, ueden ser fiJ·ados , a su vez, a .1ec as detern-,.,,1-
todos estos P . . su aparición o se dieron a conoce trabajo donde se hacía perceptible la posibilidad de la me-
ue hicieron r. canización, quedando demostrado, de un modo, por de-
nables en q 'ó constituyen, por tanto, ellas misrnas
,as de la acc1 n . ' cirlo así, contundente la traducibilidad de un proceso laboral
Las teon . d acontecimientos, mediante los cuate
· especia1 e s elemental a un proceso mecánico. Los inventos no serían
un up0 . podían enriquecerse y ser presentada
·as crónicas . s algo que se barruntara, como suele decirse, «en el aire», sino
las propt de correlaciones comprensibles.
d ntro de un nexo que se encontraban ya prefigurados en el propio proceso
e . dudas en este esquema cuando se creyó del trabajo. Según escribe Marx, el taller de producción de
Sólo surgieron . , .
a acciones en el sentido mas ampho pue- los mismos instrumentos de trabajo -«ese producto de la
entender que par
., determinantes presupuestos y condicio- división manufacturera del trabajo»-, «produce, a su vez,
den ser tambien , . . .,
. ext teoréticos. Podia mvertlrse la relacion entre máquinas».• Este modelo deja patente qué entiende Marx
nam1entos ra . .
•mi ·entos y las circunstancias de los mismos. Las por historiografía, una historiografía que valora las cir-
los acontec1 , .
circunstancias históricas ya no eran umcamente una con- cunstancias materiales como una condición de los sucesos
. y plasmación de determinados sucesos históri- y de las acciones del espíritu, y qué es lo que pide de una
secuenc1a
cos, sino que hacían comprensibles, a su vez, los acon- «historia crítica de la tecnología».2
Tal modalidad de historiografía no puede quedar enca-
tecimientos.
llada en la tradición de las crónicas. Lo constitutivo se sus-
Para explicarlo: una invención técnica es, al menos en
traería a la databilidad precisa que determina la relación
los últimos siglos, un suceso datable. Y parece que una tec-
de fundamentación existente entre las teorías de la acción
nificación cada vez mayor, como el estado propio de las so-
y los productos de la misma. Tenía que considerarse, al
ciedades industriales modernas, no es sino el resultado de menos, como posible que las teorías de la acción humana
la suma de aquellos sucesos de invención. Karl Marx fue el no fueran, por su parte, sino expresión y consecuencia de
primero en hacer exactamente una inversión de esa forma circunstancias ya dadas con anterioridad, pudiendo, en todo
de ver las cosas, en el capítulo 13, titulado «Maquinaria y
gran industria», del tomo I de El capital. La mecanización
1
de la producción es, para él, la consecuencia, traducida en El capital, tomo 1, stcción IV, cap. 12.
2
/bid., 1, IV, 13, nota 89.
inventos, de la estructura del trabajo de la primera manu-
11
10
. llar y sistematizar las necesidades d
. aptar, desarro . . . e
caso, c O
las propias circunstancias, preparand nado problema de construcción hace reconocibles, al mismo
'ó subyacentese d o
acc1 n }erando la aparición e una serie de aco tiempo, las carencias que aún han de solventarse, plantean-
con ello yace . . n-
a~ . 0
sin poder, en esencia, motivarlos. Ahor do con ello las tareas para soluciones futuras. Cuanto más
tec1mientos, per , "d fu a nos acercamos a los tiempos actuales tanto más se convier-
texto así podia am ar una pro nda des
bien en un con , .
' nosotros, hoy dia, solemos llamar «sospe. ten la historia de las ciencias exactas y la historia de la téc-
confianza, que · h
.d . · a . las teorías de la acción umana no ci- nica -como también la historia de las artes plásticas y de la
cha I eo1ogic ». •
. cci·ones dependientes de ellas, smo que no hacen literatura- en regiones cerradas caracterizadas por una ló-
mentanana .
·ustificar acciones debidas, de todos modos gica interna propia de su desarrollo, haciéndose así relati-
otra cosa qUe J . ., ,
a los condicionamientos de la s1tuac1on. vamente independientes de influencias y dependencias
En este esquema, burdamente simplificado, de la pro- externas. De manera que toda la suma complicación de la
blemática de toda historiografía pueden localizarse las di- crítica de la cultura de nuestros días, que va desde una ac-
titud de optimismo tecnológico hasta la demonización de
ficultades que emergen asimismo para una historia de la
la técnica, apenas si ejerce un influjo perceptible sobre el
técnica. También aquí tenemos que vérnoslas con sucesos
proceso mismo de la tecnificación, por mucho que influya
que son, claro está, más o menos datables. Los dispositi-
en la relación entre el hombre y la realidad técnica.
vos, las técnicas de los procedimientos, los mecanismos, los
Ahora bien, la cuestión es si se puede generalizar el mo-
elementos de construcción son descritos en documentos o delo de un estado de alta condensación de lo científico y
conservados como reliquias museísticas. Al principio, las técnico. ¿Podemos contar con la lógica interna de los pro-
dificultades del historiador de la técnica parecen ser más cesos objetivos también respecto a los inicios de una época
pequeñas que las del historiador de la política, dado que el determinada por la ciencia y la técnica? La historia de la
ámbito de su investigación es delimitable de un modo exacto técnica tiene que hacer, con todo, comprensible de qué clase
y estricto y las asignaciones son, en él -al menos para la mi- de impulsos ha surgido la organización de una nueva rea-
rada del espectador moderno- de una lógica objetiva. En lidad, antes de que sus propios elementos puedan presen-
todo esto pasaría algo semejante a lo que ocurre en la his- tar las exigencias de su desarrollo e integración ulterior. La
toria de las ciencias exactas: los resultados teoréticos de una historia de la técnica no puede ser ni la mera crónica de la
determinada etapa contienen los problemas pendientes de aparición de nuevos procedimientos, habilidades y meca-
resolver en los próximos pasos del conocimiento. De modo nismos ni la historia de la técnica en la historia, tan enfáti-
camente demandada hoy día: la exposición de la suma de
que en la historia de la técnica la solución de un determi-
12 13
. s de la realidad de la vida respecto l
dependencia . . a El primer ejemplo hace referencia al concepto mismo
todas las . .60 correspondiente. La historia de 1
de tecni6cac1 . d l . a de invención, es decir, al concepto de la producción origi-
estado er también, y ante to o, a historia d
. tendrá que s . . e naria de una concreción hasta entonces desconocida. En el
técmca é ·ca del ámbito de la historia. El tema de .
alida de la t cn1 . s1 pasaje citado de El capital de Karl Marx queda claro que
las , tir de una determmada nueva comprensión
, como- a par b 1 el inventor sólo aparece, por decirlo así, como el funciona-
-) alid d del puesto del hom re en e marco de esa
de la re ª Yn deseo de técmca . hab ra, d e ser el tema de rio y ayudante de realización del proceso objetivo de in-
realidad surge u . dustrialización.1 Pero la insistencia en el mero carácter
. . del espíritu de la técnica que no sólo reúna y reproductivo de la invención solamente será comprensi-
~a~rom ..
. tointerpretaciones de la actiVIdad y autoría téc- ble, en su tendencia si se recurre al contenido relativo a la
registre au
. . que haga que se vuelvan comprensibles las mo- propiedad que encierra el concepto de invento en la Edad
meas, smo
tivacionesde un estilo de vida que apunta y que se sustenta Moderna. La objeción - ya desarrollada en la Antigüedad
en la técnica. contra la propiedad privada- de que la naturaleza habría
Todo ello parece plausible, pero la dificultad empieza en puesto todo a disposición de todos no concierne a lo que
cuanto ~o se pone a esbozar esta historia del espíritu de la es el invento; de ahí que la autoría se haya convertido en la
técnica. Los testimonios que se ofrecen como fuentes dan plasmación, pura e inexpugnable, de lo que es la propiedad.
la impresión, a primera vista, de que pueden hacer demos- No obstante, la institución jurídica de la protección de los
trables las motivaciones de los procedimientos y de la pro- derechos de propiedad del inventor sobre su obra, que sólo
experimentará su pleno desarrollo hacia finales del si-
ducción de orden técnico. Pero un análisis más preciso de
glo XVIII, no goza, en absoluto, de la obviedad que entre-
tales fuentes-por ejemplo, de los siglos XVII y XVIII- no tarda
tanto ha ido adquiriendo.
en despertar la duda de si aquello que parece abrirnos el ac-
El derecho de propiedad sobre los inventos se desarro-
ceso al trasfondo de los estímulos intelectuales no deberá lla en el curso de la discusión sobre la limitación del dere-
su origen, más bien, a la necesidad de justificar lo que ya se cho del príncipe a conceder privilegios, diferenciándose el
ha hecho realidad. Y en vez de un testimonio de los oríge- otorgamiento de un monopolio comercial -algo prototí-
nes lo que tendríamos serían retazos de una ideología de lo
1
El capital, I, IV, 13, nota 89. «Una histo ria crítica de la tec nologla no haría
técnico.
sino demostra r qué poco pertenece a u n único individuo cualquier invento del
Sirviéndome de tres ejemplos, me gustaría explicar algo siglo xvm». El limitarse al siglo XVIII no deja de tener, en este contexto, importan-
cia, porque así sigue quedando abierta, de todos modos, otra concepción sobre
más minuciosamente la ambigüedad que aquí puede ge-
los «inicios».
nerarse.

14 15
. o- sobre una mercancía accesible, en el
. del abso1uttsm produce utensilios de madera para uso casero. Y precisa-
pico al . ra de la patente que corresponde al pri-
fondo, a cu qute , mente en esos utensilios demuestra él, en el Diálogo sobra
. al de un nuevo producto. Con ello se pro-
mer inventor re la mens humana, que su producción no puede ser expli-
amenta, el ámbito natural de su derecho
tege, no se fun<l . • cada mediante la fórmula de la imitación de la naturaleza.
"ón del invento como una propiedad protegi-
La concepct . . «Las formas esenciales de cucharas, escudillas y ollas han
, ºd no a una cosa, smo a la idea de una cosa, tiene sido realizadas únicamente mediante un arte humano.»1
ble,reien a . .
. de presupuestos de orden intelectual e histórico En una época, pues, en que la teoría de las artes todavía es-
una sene .
en que se hacen cuestionables las concepc~ones tradiciona- taba dominada por el principio aristotélico de la imitación,
les sobre la realidad y el ser humano. Aqm aparece por pri- la actividad poco apreciada del artesano encuentra una in-
mera vez en el horizonte de la posibilidad el que pueda haber terpretación en la que no sólo no se rehúye, sino que justo
propiamente objetos que antes no estaban aún en la natu- se busca, la comparación de la actividad del hombre con
raleza y para los cuales ya no valía la definición aristotélica las obras de la creación divina.
de las capacidades humanas como una imitación de la Pero, al mismo tiempo, esta tendencia a presentar al laico
naturaleza. Baste recordar que la expresión idea, usada como figura antagónica al tipo escolástico hace un problema
también comúnmente por nosotros para designar una del valor testimonial de la prueba. Aquí no tiene lugar pri-
ocurrencia humana, en su primitivo significado platónico mordialmente una valoración del ser humano, para la cual
sólo valía para los modelos primigenios de todo aquello se hubieran tenido probablemente que buscar las formas
que se encuentra en la naturaleza, que es una suma de re- de actividad más valoradas en aquella época, sino que es
producciones. Es imposible que la idea pueda aquí desig- introducida, contra la soberbia del intelectual, como figura
nar un diseño conceptual independiente de lo dado. Si representativa de la modestia, la figura del artesano, deva-
luado en la tradición de las artes liberales. Lo que el laico
intentamos captar el giro histórico que se ha realizado en
hace y lo que es parece necesitar una justificación. Lo que
la historia del concepto de idea topamos, como figura clave
se considera un nuevo valor, el de su trabajo de invención,
de este viraje, a mediados del siglo xv, en los Diálogos de
sirve para poner de relieve una posición, una forma de vida
Nicolás de Cusa, con la figura del laico. Dicha fragua fue
menospreciada en el sistema social medieval, no para una
concebida por el filósofo para enfrentarla al tipo de inte-
lectual escol'astico
· y a su ·imagen tradicional sobre la natu-
raleza Yel hombre. Se trata del hombre de la experiencia 1
Idiota de mente, cap. 2.
cotidiana' que sabe medº1r, contar y pesar, un artesano que
16 17
ación del origen de las creaciones técni-
nueva fundament . inicial de la mecánica de la Edad Moderna y del nuevo in-
s Con ello se hace comprensible que esta
cas en cuanto tale · . terés por las llamadas máquinas simples desempeña un papel
cert1.6icac10· , n que hizo el Cusano en el siglo XV permane-
relevante el tratado falsamente atribuido a Aristóteles sobre
. a1s· 1ada y, de momento, inefectiva. Hasta las aplicacio-
C1era mecánica. Los mecanismos simples, en los que una pequeña
nes que el ejemplo del laico cusano encuentra en la esencia fuerza mueve un gran peso, son presentados bajo el punto
del espíritu humano siguen estando confinadas al ámbito de vista de la producción de efectos extraordinarios obte-
epistemológico, no yendo, en el fondo, más allá de lo que nidos burlando a la naturaleza. Este pensamiento se ocul-
la propia Escolástica de la última época medieval había dicho taba ya en el origen griego de la expresión mecánica (me-
sobre el surgimiento de los conceptos. El concepto, tal como khané, en el sentido de «ardid», «artificio», «maquinación»]).
fue entendido por la escuela nominalista, ya no reproduce En el siglo XVII, esta mecánica, entendida como ardid o truco,
la cosa, sólo la capta, integrándola en una red de estructu- entra en colisión con la representación de la ley natural,
ras diseñadas por el propio hombre. En el fondo, los con- que, prioritariamente, encerraba una metafórica de claro
ceptos son, para el nominalismo, invenciones, y su sistema cuño político. Este contenido metafórico ha desaparecido
un dispositivo de la mente humana para componérselas con en nuestra concepción de las leyes naturales, que sólo si-
lo inabarcable de lo concreto. Pero esa invención mental guen significando algo así como los conceptos genéricos
no es nada majestuosa, es una solución de emergencia, una de los cambios de la naturaleza o las delimitaciones que no-
función de la impotencia e indigencia del intelecto humano, sotros adscribimos, por experiencia, a nuestras expectati-
que ya no es capaz de reproducir la razón que respalda la vas teóricas y prácticas. La representación del cosmos des-
naturaleza. El Cusano ha dado a este hecho, en su figura arrollada en la época helenística como un Estado universal
del laico, un signo distinto: lo que era indigencia se ha con- había entendido la ley natural por analogía con la ley polí-
vertido en una distinción. La historia del espíritu de la téc- tica, impuesta a todos los miembros del mundo como un
nica ha girado, en esencia, hasta hoy día, en torno a signos código legislativo a la vez físico y moral y que exige de todos
Ya valoraciones donde parece que no se ha decidido aún ellos obediencia. Pero esta analogía deja abierta la posibili-
qué valor corresponde definitivamente a la técnica. dad de que la ley pueda trasgredirse, de que uno pueda, con
. Un segund0 ejemplo en que querría mostrar la equivo- maña, contravenirla y sacar, con engaños, un provecho ve-
c'.~ªd. del trasfond0 intelectual e histórico de la tecnifica- dado al común de los seres. La Mecánica era como una sín-
Gon mcipiente es la ·importancia, · para este proceso de la tesis de tales trucos. Es verdad que, para el verdadero
representación de 10 ' . Aristóteles, un pensamiento así hubiera sido aún imposi-
que es una ley natural. En la historia
l8
19
él tanto la técnica como el arte eran, en tant
ble>pues, para ' . d l o
. . d 1dientes precisamente e a naturaleza
0 ,
via
. más plausible .el pensamiento de socavar y menospre-
im1tac1ones, ep'-' Y
. h te a ella· además, para el hombre no existía ciar el orden gracias a la propia habilidad>como una auto
de lo m eren > . >
necesidad de crear él mismo algo que de afirmación. ante cualquier clase de ley. No sorprende, pues>
en absoluto, la ,
todos modos>la naturaleza, con su finalismo, ya le propor- que el escnto pseudoaristotélico sobre problemas mecáni-
cos topase con una afinidad de intereses por lo raro, lo ex-
cionaba. traño y lo prodigioso. Tanto la naturaleza como el Estado
Para el cristianismo esto ya no resultaba tan obvio. La
se habían convertido en la encarnación de un orden esta-
naturaleza ya no era el paraiso donde el ser humano había
blecido mediante decretos soberanos, donde el interés y la
podido, en otro tiempo> vivir sin p~eo~up~ciones y sin en- felicidad del hombre no aparecían como algo previsto para
gaños. y ahi estaba -como un efectivo mahenable de la his- él; lo único que le daba esperanzas era lo prodigioso, 0 la ha-
toria de los orígenes del cristianismo y su compañero bilidad de autoafirmarse. El escrito acerca de la mecánica
constante- el milagro, en el que se atestiguaba cómo el pro- sancionado con el nombre de Aristóteles parecía abrir la
pio Dios manipulaba lo vinculante de su creación, cómo puerta a la producción humana de cosas prodigiosas a base
lo extraordinario se alzaba, como algo reservado a Él, por de destreza. El tratado define lo prodigioso, por un lado,
encima del orden de la naturaleza y pudiendo ocurrir en como aquello que acontece, ciertamente, según la natura-
ella en todo momento. No es casual que el cristianismo pri- leza, pero cuyas causas no pueden ser explicadas, y, por otro,
mitivo apareciera, a los ojos del mundo circundante, como como algo que tiene lugar, gracias a la industria humana y
una conjura contra las leyes de la naturaleza; en los auto- en favor del hombre, contra la misma naturaleza. Y para
res cristianos se encuentran múltiples huellas de una acti- no dejar que esto parezca mera soberbia, el interés que pueda
tud de defensa contra ese reproche. El hecho de que la magia tener el hombre para actuar contra la naturaleza es funda-
mentado en el hecho de que la propia naturaleza atenta, de
no sólo pudiera seguir subsistiendo en la era cristiana, sino,
múltiples maneras, precisamente por la regularidad de su
en ocasiones, expandirse sin ser molestada en absoluto y
curso, contra las necesidades del hombre, las cuales son)
como algo obvio fue propiciado, sin duda, por la circuns-
por su parte, muy variables. 1 Le Mecánica de Guidobaldo
tancia de que el orden natural aparecía, por principio, como
1 Quaestiones mechanicac, en la Akadem,e-Ausgabe de las obras de Aristóte-
quebrantable.
les, ed. por l. Bekker, 847 a 11 -18. Una buena ilustración de la distancia sistemá-
En la época de la forma de Estado absolutista, que pre- tica existente entre los conceptos de naturaleza y técnica es la cita del poeta Antífono
suponía una arbitrariedad del legislador convertida casi en (a 20), donde se dice que «mediante el arte nosotros dominamos lo que, por na-
turaleza, nos domina a nosotros,,. La división de la mecánica transmitida en el
algo natural> la metáfora de la ley natural pudo hacer toda-
21
20
.
arecida en 157 7, aún sigue
.
determinada Por
, l
del Monte, aP d' 'o'n aristotélica, segun a cual la desarrollo de la conciencia de la necesidad de una relación
dOble tra ic1 técnica con el mundo se evidenciaba como un callejón sin
la supuesta t una imitación de la naturaleza
. ede ser tan o .. salida para la historia de la técnica en un sentido más es-
técmca pu . de sus leyes, estándole permitido al
a trasgres16n . 1· tricto. En ningún otro sitio se manifiesta de una forma tan
como un . de esos dos caminos para a igerar su
h ano servirse , . plástica el final del mundo barroco de curiosidades técni-
ser um , ll r1'an a un umco fin: que el hombre
Ambas v1as eva cas como en el informe que da Goethe, en sus Annalen, sobre
carga. d para dominar la naturaleza y dispo-
te11ga plenos po eres una visita que él mismo hizo, en 1805, al profesor Beireis
ner de ella. d d l . de Helmstedt y a su famoso gabinete de curiosidades. Aque-
d ley natural falso es e a perspectiva de
El concepto e ' . . , . llas cosas prodigiosas se habían transformado, a principios
. . d 1 ciencia eJ·erce una función histoncamente del siglo XIX, en simples cacharros. Goethe escribe al res-
la h1stona e a ' .
.importante.. 1·mpulsa el factor de ,
la
.
autoafirmac16n como pecto: «No pocas de sus anteriores posesiones, que aún se
motivador del interés por la tecmca fren~e ª. una ~a~ura- habían mantenido hasta entonces vivas por el nombre y la
leza que haría al hombre inseguro. Las maqm,nas ludicas. y fama adquiridos, se hallaban en unas condiciones lastimo-
los aparatos mágicos del barroco nos ~an aun un refleJo
del truco mecánico.• Lo que pudo ser importante para el
y máquinas voladoras. La utilidad del museo es descrita, programáticamente, de
la forma siguiente: «Abrir los ojos del público, estimular a realizar inventos, pro-
Comentario sobre Euclides de P~lo (ed. Friedlein, 41, 5 sigs.) habla de la «Orga- porcionar hermosos panoramas e instruir a la gente con un número incalculable
nopo,ke», la construcción de máquinas bélicas, y de la « Thaumatopoike», la pro- de novedades útiles e ingeniosas. Quien tenga para aportar una invención o una
ducción de lo prodigioso en forma de autómatas y otras figuras artificiales capaces propuesta ingeniosa, encontrará la posibilidad de darla a conocer y sacar de ello
de moverse a si mismas. una ganancia. Surgirá un mercado general de invenciones. Quien cuide sus mo-
1
En los gabinetes de curiosidades del siglo XVI, que contenían sobre todo ra- dales y sea curioso visitará el museo para poder hablar de él, y hasta a la dama de
riora naturalia, se fueron introduciendo cada vez más artificia rariora. El célebre mundo le gustará dejarse ver por alli, y no sólo una vez». Unas notas marginales
MuS(o de Athanasius Kircher (1601 -1680), en Roma, debe de haber sido una ex- de este plan son altamente significativas, enfrentándose aquí con una objeción,
hibición impresionante tanto de los prodigios producidos por la naturale1.a como interna o externa: «¿Puede algo tener mayor justificación que el uso de lo que
de las posibilidades utilizadas por el hombre contra la naturaleza. El plan de un está fuera del orden para servir al orden?» El propio inventor Leibniz, percepti-
•nuevo tipo de exposiciones•, proyectado por Leibniz en 1675, muestra la ho- ble en cientos de proyectos, con frecuencia ha expresado, mediante una formula-
mogeneidad del interés por rarezas tanto naturales como técnicas («Dróle de pen- ción paradójica de los mismos, lo contrario de lo prodigioso, por ejemplo al
sét touchant unt nouvt/le sorre de rtpréstntations [(... ) )», ed. por E Gerland, en escribir, el 24 de diciembre de 1678: «Navigare adverso flumine ipsa fluminis vi».
Abhandlungtn zur Geschichte der mathematische,i Wissenschaften, XXl. Leipzig, 1«Navegar en un rio contra corriente con la misma fuerza de la corriente») Por
1 6
~ )_- El catálogo dt objetos previstos para la exposición contiene animales raros no hablar de la realización del mot11s perpet1ms. (Cf al respecto E. Bodemann,
e ilusiones ó~ticas, instrumentos de predicción del tiempo y máquinas de cál- Die Leibniz-Handschriften der Koniglichen Offentlichen Bibliothek zu Harmover,
culo, nuevos Juegos de sociedad y autómatas musicales, aparatos pirotécnicos Y Hannover, 1895, págs. 331-333.)

22
23
sonianos I los encontramos com- senta un sóli~o ~ala~~e, dond_e toda ganancia en fuerza sig-
ómatas vaucan
sas; los aut . d En un viejo pabellón estaba sen- nifica una d1smmuc1on del tiempo. La introducción de la
t parahza os.
pletamen e . . modesta vestimenta, pero ya no matemática en la mecánica supuso el final de la metafórica
l flautista, con su ,
ta dO e d lumado estaba alh como en esque- política que encerraba el concepto de ley natural y de las
caba... El pato, esp ' .
to , . do animado, su avena, pero ya no dige- ilusiones dimanantes del mismo.
leto segu1a com1en ' d Cuando Galileo escribió, en 1593, un temprano tratado
' . . bstante no se mostraba en mo o alguno
ría· Beire1s, no o ' . d Jntorno aggli efetti degl'instrumenti meccanici estaba total-
· . hablaba de estas cosas anticua as y medio
confuso, smo que .,
'd n regodeo tal y una expres1on de tanta im- mente familiarizado con el antiguo tratado citado sobre los
destrm as con u problemas de la mecánica, en torno a los cuales impartía
• mo si desde aquella época suya la mecánica
portancia co , todavía lecciones en la Universidad de Padua en 1597-1598,
· hubi'era producido nada nuevo mas relevante»
supenor no ·
No cabe duda de que a Goethe le agradaba un poco esa ca- pero partiendo, resueltamente, de la posición contraria: los
ducidad casi orgánica de los mecanismos. efectos de la técnica no pueden conseguirse contra las leyes
Sería erróneo creer que alguna vía, directa o indirecta, de la naturaleza, sino únicamente según las leyes de la na-
había podido llevar desde el famoso pato de Vaucanson que turaleza. Se remite a la experiencia, a partir de la cual ha-
Goethe contempló en el gabinete de Beireis en un estado bría llegado a la firme convicción de que la naturaleza no
ya agónico a los modelos autopropulsados de la ciberné- puede ser ni superada ni engañada por el arte. 1 Con todo,
tica moderna, como, por ejemplo, la tortuga, hoy día tan esto no significa un retorno a la teoría imitativa de la téc-
famosa, de Shannon.2 Lo fructífero del concepto de ley na- nica, pues actuar bajo leyes es algo totalmente distinto a
tural no estribaba en los supuestos prodigios, como de- actuar según diseños prefigurados.
mostración contra el carácter vinculante de la naturaleza. Su formulación más combativa, aunque no sea su mejor
El primero en verlo así fue Galileo. Su Física representa ya, argumentación, la hallará este mismo pensamiento un
cuarto de siglo después, con Francis Bacon: no se podrá do-
en el fondo, el final de la magia naturalis, la opinión defi-
nitiva de que la naturaleza no se deja engañar y que pre-
1 Intorno aggli efetti degl'instrumenti meccanici (en Opere, Edizione Nazio-
nale. Vlll, 572): «E perche io, gia gran tempo fa, mi era formato un concetto, e per
1 molte e molte esperienze confermatolo, che la natura non potesse esser superata e
Del inventor francés de criaturas mecánicas Jacques de Vaucanson. (N.
del T. ) defraudata dall' arte, ne/ veder si fatta maraviglia restai ammirato e confuso: e non
potendo quietar la mente ne deviarla da/ meditare sopra questo caso, ho fatto rm
zClaude. Elwood Shannon (1916 · 2001), matemático . e mgemero
. . .
estadouni-
dense, considerado el padre de 13 teona
. de la información. (N. del T.)
cumulo di vari pensieri (. .. ).»

25
24
·no sometiéndose. Esto representaría
. l naturaleza sl decreto divino, pero su Dios no era un Dios que ud.
minar ª romiso entre las dos tendencias ini- . , . P 1era
fó mula de comp contrad ecirse a si mismo en su obra y que quisiera hacer
una r de ley de la naturaleza, una fórmula que
. 1 del concepto . con ello imposible el conocimiento de la naturaleza. Desde
c1a es l ible durante mucho tiempo, acaso por-
iba a parecer p aus d 1 bl , . una perspectiva teorética, el puesto asignado a este con-
, h cer reconocer, escon e a pro ematica in-
que, mas que a cepto de ley natural era el de indicar que el conocimiento
herente al concepto. . . . es el único presupuesto para la solución de los problemas,
Galil había reconocido, lisa y llanamente, la inviola-
ofreciendo la propia naturaleza las soluciones, pero no me-
bilidad ::la ley de la naturaleza, a diferencia de la ley polí-
diante una mera imitación. La comprensión de la ley de la
. L
uca. asma'qui·nas y los dispositivos con. que se topó. en el naturaleza no sólo hacía posible la técnica, sino que la ape-
Arsenal de Venecia constituían, a sus OJOS, modelos simpli- lación a la ley de la naturaleza legitimaba sus prestaciones.
ficados, no superaciones, de la naturaleza. La ley de la na- La representación de la ley de la naturaleza había sido con-
turaleza ya no se le aparecía como un decreto de la voluntad cebida, desde sus orígenes, como una barrera a la actua-
divina impuesto a la naturaleza, sino como la determina- ción demiúrgica del hombre; ahora se convertía en su
ción de las dependencias ínsitas en las cosas, dada necesa- habilitadora, al revelarse la ley de la naturaleza como la quin-
riamente con la naturaleza de las mismas. Ésta sería la taesencia de aquellos conocimientos que permitían al ser
definición general de la ley que Montesquieu colocará al humano llevar a cabo incluso, y justamente, lo que la pro-
principio de su obra, de 1748, El espíritu de las leyes, donde pia naturaleza en su existencia dada no ejecutaba ni propi-
intenta, a la inversa, derivar la ley política partiendo de la ciaba. Al no ser vistas las leyes de la naturaleza de manera
definición de las leyes de la naturaleza desarrollada por New- prioritaria como descripciones de los procesos en su regu-
ton.1 Pero el concepto consecuente de ley no se logrará hasta laridad, sino como normas que estaban por encima de los
el siglo XVIII, cuya Ilustración cimentará en él, ante todo, procesos, el concepto de aquéllas indujo a pensar que era
su crítica de los milagros.2 posible otra forma de realidad, aunque ésta fuera, cierta-
Galileo aún consideraba la ley de la naturaleza como un mente, en lo estructural, del mismo género. Sólo con la con-
sideración de todas las formas de la naturaleza según su
1
L'esprit des /oís, l, l: «Les lois dans la signification la plus étendue son t les rap-
ports ntcessaires que dérivent de la nature des choses» (trad. cast.: Del espíritu de
las leyes, trad. de Mercedes Blázquez y Pedro de Vega, Alianza, Madrid, 2012). ley y la gracia son, en Dios, la misma cosa: «Ses faveurs sont dans les lois memes
2
Voltaire, articulo miracle del Dictionnaire Philosophique, ed. Naves, 314 sig. ( •. . )>t. Cf también el artículo grace, ibid. , 227: el ser humano no puede postular
(trad. cast.: Diccionario filosófico, trad. de Ana Martinez Arancón, Ediciones Temas para si una excepción de las leyes mientras que el propio Dios no concede nin-
de hoy, Madrid, 2000): «Un miracle est une contradiction dans les termes(. ·.)». La guna excepción a los cuerpos celestes.

26 27
a concepción su plena confirmación
, ·is iba a lograr est , convierte en dudosos y equívocos para una historia del es-
gene:. . "bl evelaba como el resultado momentá-
cuando lo v1s1 e se r . píritu de la técnica los términos de la argumentación: el
. d procesos determmados por leyes.
neo de una sene e , malestar que busca su expresión en una formulación tradi-
.nculación de los ongenes de la técnica
En la estrec ha VI cional tiene que haber tomado su origen no de la propia tra-
Edad Moderna con el pensamiento de la ley natura} dición. Pero, por otro lado, puede, o podría, ser así, y el
de la _ .fi . .b
ecesidad de JUStt cac16 n, que rec1 e, una
se tras1uce una n . , . historiador de la técnica incurre en el peligro de confundir
v otra vez, nue\,05 impulsos de la antigua antttes1s entre lo -o, al menos, no diferenciar claramente- entre una argu-
~atural v lo artificial. El éxito o el fracaso en la tarea de le- mentación defensiva y una motivación conducente a la ce-
oitima¿ón de la técnica constituye una alternativa decisiva rrazón. En cualquier caso, la tradición filosófica pone a
; ara la articulación de la conciencia moderna. Nadie que- disposición del malestar por la tecnificación los medios lin-
rrá ni podrá afirmar que los siglos de la acelerada y cre- güísticos más plausibles; y, al revés, el intento de hacer de
ciente tecnificación del mundo que nos circunda hayan la conciencia una patria para la técnica, de crear una con-
bastado para estabilizar una relación, por decirlo así, nor- fianza en la técnica o de imponer el postulado de disponer
mal y obvia del hombre moderno con el ámbito tecnoló- críticamente de la técnica carece de unos medios catego-
gico. El mismo progreso técnico parece impedirlo, al riales que nos resulten familiares y estén sancionados en el
encubrir el equilibrio alcanzado en cada caso entre los me- patrimonio cultural. La esfera de la tecnicidad sufre de ca-
dios técnicos y los modos de comportamiento humano, rencias de lenguaje, de defectos categoriales. Esto ha sido
sometiendo a una sobreexigencia, en el lapso de cada gene- expresado también diciendo que nuestros ideales y conte-
ración, a las formas de reacción orgánica y a las capacida- nidos culturales no ofrecen ninguna ayuda para la obten-
des incorporadas. Esta dificultad subyacente a la misma ma- ción de una postura atemperada respecto a la técnica, cosa
teria busca determinados modos de expresión del malestar, que puede palparse precisamente entre aquellos que tratan
oscilando entre el optimismo y el pesimismo extremos, la de conciliarse con el espíritu de la técnica partiendo de una
deificación Yla demonización. En todo ello nuestra tradi- perspectiva cristiana e invocando el mandato bíblico del
ción eu~opea pone a disposición, de forma preponderante, sometimiento de la tierra. Pero el caso es que este mandato
una_sene de categonas , que con11evan una valoración . ne- es contiguo a esa negra condena que condiciona el someti-
g_ativa, por ser ella misma una tradición donde se ha iden- miento de la tierra al trabajo y al sudor, poniendo con ello
tificado la natural l . todo bajo sospecha y que acabará interpolando entre el ser
. eza Y a rea11dad. Pero es justamente esta
mcorporación de l t d' . , humano y la tierra todo un instrumental de dominación
ª ra 1C1on al malestar moderno lo que
28
29
746 315
que,porsu5 propósitos y sus efectos.. progresivos,
, estaría
tura se ha servido desde la Antigüedad del ideal de la in-
llamado a procurar al hombre la sum1Sion de la tierra con
violata terra, conforme a la representación utópica de la
un mínimo de trabajo y sudor.
Edad de Oro, que se habría visto libre de fatiga y preocu-
Si es cierto que hoy vivimos en un mundo troquelado
pación precisamente por el desconocimiento de todo tipo
or la ciencia y la técnica, pero con un tipo de conciencia
P gran medida pre-c1ent1· 'ficoy pre- tecnolog1co,
' . esto ten- de destreza técnica. 1 Si para esta consideración negativa del
en progreso la agricultura aparecía ya como una ruptura de la
dría que ver no poco con el hecho de que aún no nos hemos sanción de la tierra, será la explotación minera la que se
desembarazado de la antítesis entre naturaleza y técnica. convertirá de verdad en el caso modélico del enfrentamiento
El concepto de naturaleza ha ido acompañado siempre en con esas reliquias míticas.
nuestra tradición por un factor de sanción de la realidad Cuando hacia mediados del siglo XVI Georgius Agrícola
dada de antemano al ser humano. Lo natural ha sido en- se vio confrontado, en su De re metallica, con esa argumen-
tendido con la significación de lo querido por la natura- tación, la formuló como sigue: «La tierra no oculta y tam-
leza. El enamorado de nuestra tradición humanística poco sustrae a los ojos aquellas cosas que resultan útiles y
tampoco podrá pasar por alto que este concepto de natu- necesarias para el género humano, sino que las dispensa
raleza hunde sus raíces justamente en ella. Siempre sigue espontáneamente con la mayor liberalidad, como una buena
habiendo ahí algo que se corresponde con aquel antiguo madre, haciendo que aparezcan ante la vista y a la luz del
pensamiento fundamental y que simpatiza con él, un pen- día hierbas aromáticas, legumbres, frutos y frutas silves-
samiento que hizo que a Esquilo y Herodoto les pareciese tres. En cambio las cosas que se tienen que sacar excavando
un sacrilegio que Jerjes atravesara el Helesponto.1 La pri- las empujó a las profundidades y, por ello, no se las debe
mera guía de viajes a través de Grecia, elaborada en el si-
glo II por Pausanias, contiene un catálogo entero de cambios que sentían los dioses por el poder del hombre (e[. Burckhardt, Griechische K11/-
importantes del paisaje producidos por la acción humana, t11rgescl1id1te, 111, 2; Gesammtlte Werke, VI, 97 sigs.). ¿No habrá llegado algo de
calificándolo de actos de violencia perpetrados contra los esto al contenido de la conciencia moderna?
1 Estarla en pie la formulación sacada de Dicearco de Mesina (fragmento 49

dioses.2 Lo que nosotros llamamos hoy día critica de la cul- de la ed. de Wehrli, op. cit., J, 24): «(... ) uecesse est hrmrauar vitar a summa memo-
ria gradatim descendisse ad lranc t1etatem (•.. ) et s 1m1t111m1 gradum fiússe natum•
1 lem, mm viverent /romines ex his rebus, q1we inviolata ultro ftrrtt terra (... )•. Cf
Esquilo, Los ptrsas, 746 sigs.; Herodoto, VII, 33-55. Cf Aristón de Ceos. también al respecto la cita de Dicearco en Porfirio, Dt abstinentia, IV, 2 (frag·
frag. 13, VII (en la edición de Wehrli, Schu/e des Aristoteles VI 36, 9- 11 ). mento 49 de la ed. de Wehrli) que asocia los tiempos primigenios sin agricultura
1
Pa usaruas,
· Penlges,s,
· · 11, 1, 5. La raíz mltica de este postulado
' ' de una na tu· con el ocio libre de fatigas y preocupaciones.
raleza intacta pertenecia probablemente a una categoría sospechosa: la envidia
31
30
extraer ( ••· ) ·» 1 Entre los problemas
, . típicos del, siglo
. destaca,

con una 1mpo rtancia tanto teonca como practica, la cues. cima de su ingenio, se muestra fácilmente inclinado a aco-
. , deI derecho que pueda tener el hombre sobre ger toda teoría de las artes mecánicas, para ~o permanecer
uon . . lo que la
.
uerra le oculta · En todo lo que ocultaba baJo tierra y en ignorante en materia alguna».• El Santo Oficio romano con-
la lejanía del firmamento -lo extremadamente pequeño y denaba expresamente, mediante un decreto del 23 de no-
lo extremadamente grande-, la naturaleza parecía ser cada viembre de 1679, la afirmación de que Dios ha dejado al
vez menos una bondadosa protectora de sus secretos, con- hombre, para que la use, su omnipotencia, de un modo si-
virtiéndose, más bien, en un reto para la curiosidad humana milar a como alguien deja a otro que utilice su casa o le (
presta un libro. 2
y para el trabajo de apropiarse al fin de aquello que hasta t
entonces había permanecido oculto. Quedaba patente que El conflicto por el derecho de la naturaleza a reservarse
lo que impedía al hombre traspasar sus límites casuales y aún no ha sido superado, y acaso todavía no haya llegado a
aprender a estar orgulloso de su fuerza no era tanto una su punto culminante. Y se agudizará, si es cierto que labio-
logía actual no se encuentra sino en los inicios de un ~esa- f
naturaleza que escondía sus tesoros, sino el tranquilizador
pensamiento del finalismo de la naturaleza. Ya en 1719 la rrollo cuyas consecuencias pudieran ser la creciente J
Academia de Burdeos pudo plantear en un concurso la tarea disponibilidad hasta de las estructuras orgánicas, hasta ir
de elaborar una historia de la tierra y de todas las transfor- al núcleo mismo de la sustancia genética, de tal manera que
maciones producidas en ella, teniendo en cuenta no úni- la tecnificación de lo orgánico no habría hecho más que em-
camente los terremotos y las catástrofes de las inundaciones, pezar. Sin embargo, el concepto de naturaleza de nuestra
sino también lo realizado por la mano del hombre, que ha- tradición está orientado, ante todo, hacia los fenómenos Y
bría dado a la tierra un nuevo rostro. La comprobación del las propiedades de la esfera orgánica. No debe desconocerse
poder del ser humano sobre la naturaleza quedó traducido que la preocupación ante esta fase de 1a tecm'fi1cac1~n · ' _q ue
en formulaciones filosóficas que hasta entonces hubieran acaso se decida ahora tiene también sus razones obJetlvas,
es~ado totalmente fuera de lo expresable. Campanella es- pero apuntando, más que a la cuestion· , d e s1· con ello se viola
cribe: «Para imitar a Dios el hombre ansía poder todo, saber 1

-
. . partes quattuor, l623, 357·· «Utauten
Rea/is Philosophiae Epilog1st1cae . . Dwm.
todo Yquerer todo, no dejando que nada se le resista. En la .
1mitetur, omnia posse cupit, omma . sc1re,
. et omma. velle·, nihilque.s1b1 adversar,.
..
1 . h
Unde optimus serenitate ingenii, omnem art1um mee amca · mm fiacile add1c1t theo-
El incend.•o, que causó sensación en la época, de la mina de carbón de Zwi·
ka riam, ut nulla in re sit indoctus». F 'b go
e u en 1505 -com0 d la obra 2
d . pue e comprobarse aún veintitrés años después, en . .
Cf Enchiridion Symbolorum, ed. por Denziger- m U berg ' ed. 23, . nt ur
¡·quis•
e Agncola &r,n . ' . d ¡ Jegt·
timidad Qnus sive de re metallica- había agudizado la cuestión e ª .
1937, n° 121 7: «Deus donat nobis ommpotent1am . suam, ut ea utamur, s,cu a 1
de acceder a lo oculto.
donar alteri vil/am ve/ librum».
32
33
o de la naturaleza a que el hombr
uesto derech e se sin saber, convirtiéndose, en el sentido propio de la expre-
un sup . .r hasta el fondo, a esta otra cuesr ,
a de intervem 100. sión, en un animal pensante (... )».'
absteng. d á de este nuevo poder del hombre y córn.
· · d1spon r ·••O Llegamos así al tercero de los ejemplos que quería adu-
quien . crito al bien de la humanidad. Sólo
odrá ser CtTcuns . . en cir para ilustrar las dificultades de una historia del espíritu
P . t s la biología ha ido perdiendo su caráct de la técnica. El interés histórico por la técnica compite siem-
tiempos rec1en e . . er
. . d •ptiva y clas1ficatona, acercándose cada v pre con un aspecto distinto, que yo llamaría antropológico.
de ciencia escn ez
• 'mica y a la física. No obstante, el hecho de que Desde una perspectiva biológica, el ser humano ha entrado
mas a 1a qui . .
.. la química sean ciencias de la naturaleza no ha en el escenario del mundo como un ser deficientemente
la física Y . .. , . . t
impedido hasta hoy día que el uso 11~gmst1co siga enten. equipado y adaptado y ha tenido que desarrollar, desde el
diendo como lo natural aquello que tiene futuro y consis- principio, para su autoafirmación y para asegurarse lasa-
tisfacción de sus necesidades, una serie de medios auxilia- t
tencia sin la ciencia ni la técnica. Las representaciones
orgánicas han desempeñado, desde el romanticismo, como
metáforas usadas en el lenguaje de la teoría del Estado y de
res, a base de instrumentos y procedimientos técnicos. Pero
el instrumental requerido para su autoconservación ha per- '
manecido estable durante largos períodos y con un mar-
la teoría política, una función dirigida contra el pensamiento gen de variantes mínimo, y parece que el hombre no ha visto (
racional y constructivo, adquiriendo, a partir de esta es- su situación en el mundo, a lo largo de extensos tramos de l
fera, un nuevo reforzamiento la antítesis entre lo natural- su historia, más que como una situación de esencial caren-
mente existente y la obra humana. Una historia del espíritu cia y penuria. La imagen que se ha forjado de sí mismo es-
de la técnica tendrá que traer, de forma crítica, a la con- taría, más bien, determinada por las características propias
ciencia, precisamente en relación con tales determinacio- de un ser bien dotado por la naturaleza, pero que fracasa
nes lingüísticas, cuáles son los presupuestos que nos rodean en la distribución de los bienes de aquélla; de ahí que el pro-
y qué podría impedirnos tener una visión de la cosa misma. blema de la justicia haya sido formulado, predominante-
No sólo en la propia técnica, sino también en la actitud res- mente, como un problema de medidas idóneas de distri-
bución. Por consiguiente, nuestra tradición está dominada,
pecto a ella resultará necesario el más alto grado de con-
en gran medida, por la idea de que la naturaleza constituye
cienciación de todos los condicionamientos de la cuestión.
la trabazón de un orden establecido a causa del hombre y
Lichtenberg apuntó en una ocasión: «Hacemos en todo mo·
mento algo que no sabemos, la destreza deviene cada vez 1
Georg Christoph Lichtenberg, Vcrmischte Schriften, Gotinga, 1800/1806, I,
158.
mayor, hasta que, finalmente, el ser humano lo hará todo

34 35
. h bre. Es fácil ver cómo, en el mar
. dO hacia el om . . co carencias de la naturaleza y su propia indigencia viéndolas
onenta • las habihdades y prestaciones té
sentac16n, e- como un acicate de todo su comportamiento.
de esta repre ólo podían desempeñar una funció
. d I er humanos n Nadie ha expresado de un modo tan claro y con tanta
meas e s . coadyuva a la naturaleza y ejecutas
Jementana, que u dureza como Nietzsche este pensamiento del ser humano
comp b dono de la confianza en aquella estruc-
finalidad. El a an . lh b abandonado por la providencia de la naturaleza y entre-
del kósmos amiga de om re por parte de gado a su propia responsabilidad. Pero tampoco en ningún
tura de orden . , .
. turaleza que sigue umcamente las leyes otro como en él se hace asimismo más palpable la ambi-
una idea de 1a na . 'fi .
. entes tuvo que signt icar un cambio sobre güedad de esa relación -y con ello el peligro de la com-
ue le son mman
q 't·co en la comprensión del mundo y en la re- prensión histórica-. No es que Nietzsche ponga bajo la
todo pragma 1
. , d ¡ humano con aquél. Se tenía que hacer hinca- sospecha de lo ideológico esa relación de fundamentación
lacwn e ser . .
. acidad de transformación técnica, y hasta de entre un mundo sin orden y el poder del propio hombre,
pié en su cap l
dominación, de la realidad. pero él mismo usa esa relación como ideología, potenciando
Este cambio brusco de eso que podría llamarse el carác- como programa lo que le parece una tendencia histórica.
ter humano del mundo hasta convertirse éste en un mundo Nietzsche no ve en el hecho de que desaparezca y se haga
cuestionable el mundo ordenado y que resultaba familiar
que parece no tener consideración alguna co~ el hombre
la gran decepción y angustia del ser humano que lo habría
acaece en la fase de transición de la Edad Media a la Edad
forzado, contra su voluntad, a poner tanta atención en su
Moderna. La Edad Media llegaba a su final al no poder se-
autoafirmación teorética y práctica y a crearse en la ciencia
guir haciendo creíble al hombre, dentro de su sistema es- y en la técnica el instrumental de dominación sobre una
piritual, que la creación era algo providencial para él. El realidad ajena y adversa. Para Nietzsche, la destrucción de
estadio moderno de la historia de la tecnicidad humana la sosegada confianza en el mundo sería, más bien, el pre-
puede ser considerado, por ello, no sólo desde el punto de supuesto del acrecentamiento de lo creativo y del autode-
vista del incremento cuantitativo de las prestaciones Y sarrollo del hombre. Sólo ahora éste se habría liberado del
de los recursos de índole técnica. Más bien, detrás del cre- anquilosamiento fatal de su actividad. La idea de providen-
cimiento acelerado del ámbito de lo tecnológico hay una cia y finalismo de la naturaleza sería la «creencia más para-
voluntad, conscientemente enfrentada con la realidad ena- lizadora que ha existido para la mano y la razón» del
jenada, de forzar mediante la técnica un nuevo carácter hombre, que lo habría conducido a una «absurda confianza
humano de la realidad. El ser humano reflexiona sobre las en la marcha de las cosas». Solamente la interpretación me-

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