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Juicio
Ciclo de Odisea – Libro III

Will McDermott

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Indice
Capítulo 1..........................................................................................................................7
Capítulo 2........................................................................................................................15
Capítulo 3........................................................................................................................23
Capítulo 4........................................................................................................................29
Capítulo 5........................................................................................................................37
Capítulo 6........................................................................................................................43
Capítulo 7........................................................................................................................51
Capítulo 8........................................................................................................................59
Capítulo 9........................................................................................................................69
Capítulo 10......................................................................................................................77
Capítulo 11......................................................................................................................83
Capítulo 12......................................................................................................................91
Capítulo 13......................................................................................................................97
Capítulo 14....................................................................................................................103
Capítulo 15....................................................................................................................109
Capítulo 16....................................................................................................................117
Capítulo 17....................................................................................................................123
Capítulo 18....................................................................................................................129
Capítulo 19....................................................................................................................135
Capítulo 20....................................................................................................................145
Capítulo 21....................................................................................................................153
Capítulo 22....................................................................................................................161
Capítulo 23....................................................................................................................165
Capítulo 24....................................................................................................................171
Capítulo 25....................................................................................................................179
Capítulo 26....................................................................................................................185
Capítulo 27....................................................................................................................191
Capítulo 28....................................................................................................................199
Capítulo 29....................................................................................................................205

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Capitulo 1

Kamahl miró la mancha negra en el suelo en donde el cuerpo de su amigo


había estado momentos antes. La mancha que alguna vez había tenido un alma torturada
ahora ya no era nada más que carbón y polvo. Kamahl no había matado a su amigo sino
que simplemente había enviado su cuerpo a Fiers. No. Kuberr. Ese era el dios de la
Cábala. "Bueno, Kuberr. Espero
que aceptes un cuerpo enviado a ti
en una adecuada pira funeraria
bárbara," gruñó el gran bárbaro
mientras se arrodilló un momento
más en honor a su amigo caído.
"Cadenero, alguna vez te
preguntaste si habrías sido un
buen bárbaro. Tal vez después de
todo te he enviado a Fiers para
que puedas averiguarlo. ¿Acaso
esa no sería la ironía final de
nuestra amistad?"
Kamahl deslizó su mano
de piel bronceada a través del
polvo que una vez fue su amigo y
apretó una pizca del ennegrecido
material en el puño. Después de
mojar el dedo índice de su otra
mano lo introdujo en la cavidad
del puño, en los restos de
Cadenero en su palma. A
continuación retiró el dedo, ahora
cubierto con un negro polvo

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húmedo, y lo llevó hasta el puente de su nariz. Presionando la oscura pasta contra su
piel dibujó una línea bajando desde su nariz hasta su boca y luego se metió el dedo en la
boca para aspirar el polvo restante. El bárbaro repitió el proceso tres veces más,
dibujando borrosas líneas negras en sus mejillas y su frente.
"Yo te envío a Fiers pero mantendré una parte de ti conmigo para que me guíe en
mi camino a los Salones de Bronce, en donde todos permaneceremos después del
retorno de la Señora," entonó. Por primera vez en su vida, Kamahl se encontró a si
mismo con la esperanza de que las viejas leyendas enanas fueran ciertas. "Tal vez
puedas encontrar paz allí, Cadenero, incluso si eso significa una vida eterna entre los
enanos."
Mientras Kamahl se alzaba del ritual miró una vez más al Mirari aún yaciendo
en el suelo donde Cadenero lo había dejado caer justo antes del final. Parecía como si
hubiera pasado una eternidad desde la primera vez que había visto a ese maldito orbe.
Kamahl todavía estaba lleno de esperanzas sobre las posibilidades que el poder del
Mirari podría traer si tan solo él pudiera obtenerlo para sí mismo.
"Lleno de esperanza y lleno de orgullo," dijo el bárbaro a las cenizas de su
amigo. No. Kamahl no había matado a Cadenero. Su amigo había muerto cuando se
había convertido en un esclavo de ese poder. El único hombre que alguna vez había
manipulado el poder del Mirari y sobrevivido había sido finalmente consumido por ese
poder. ¿Cómo podría Kamahl tener esperanzas de encontrar la fuerza necesaria para
controlar tanta cantidad de poder?
Pero debería tratar. Él había hecho una promesa a un amigo. Un juramento. Y la
muerte no revoca un juramento sino que forja en acero los lazos del juramento. Kamahl,
erguido sobre el orbe tan pequeño como un puño que él había perseguido a lo largo de
todo un continente, dudó sólo un momento antes de inclinarse hacia abajo y deslizarlo
en su mano.
Una vez que sostuvo el Mirari se preguntó por qué siquiera había dudado. Era el
objeto más hermoso del mundo. El Mirari atrajo su mirada hacia sus elegantes
profundidades aceradas, hacia un mundo en donde rojizas montañas se reunían con
frescos cielos azules, un mundo en donde él estaba de pie en la cima de la montaña más
alta, su enorme espada en alto con el Mirari unido a su empuñadura, luz plateada
saliendo de ella en todas las direcciones, un mundo en donde los bárbaros de todas las
tribus se inclinaban ante él, gritando su nombre.
Kamahl bajó la punta de la espada ante él y sonrió mientras miraba desde el
Mirari hacia la gran montaña, desde las multitudes bárbaras a sus pies hacia el
despejado cielo azul por encima de él. Su sonrisa se desvaneció. En las celestes alturas
Kamahl pudo ver el rostro de un bárbaro mirándole fijamente, un rostro con cuatro
líneas negras como el carbón recientemente dibujadas a través de su nariz, sus mejillas y
su frente. Su rostro.
Sacudió la cabeza para despejar la visión de su mente. "¡No! Ese camino
conduce a la locura," dijo el bárbaro cansado y dolorido dejando caer el orbe de vuelta
en los escombros. "Ese camino conduce a la perdición."
Kamahl escudriñó el pasillo en busca de su espada. "Todo lo que necesito para
conquistar las montañas es mi fortaleza y mi espada.... Si logro encontrarla."
Un destello de acero en la esquina llamó la atención del bárbaro. Se acercó, se
agachó y arrojó varios trozos de roca del tamaño de barriles fuera del camino para
extraer su espada. El padre de Kamahl le había dado esa espada después de que él
finalizara el Juicio de Balthor y se convirtiera en un hombre, tal como él la había
recibido de su padre. En aquel momento la espada había sido más alta que Kamahl.
Ahora el pomo sólo le llegaba a su pecho cuando él metía la punta en el suelo.

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Despejando el último de los escombros desde lo alto de la espada Kamahl miró
al arma con una mezcla de asombro y temor. La poderosa arma yacía allí, brillando en
todo su esplendor, con el Mirari unido a la empuñadura.
Kamahl podría haberse quedado allí parado todo el día, mirando a lo que
momentos antes no había sido más que un sueño, preguntándose si su propio poder o el
de la esfera habían provocado la fusión, sino fuera porque el inconfundible sonido de
espadas siendo extraídas de sus vainas rompió su ensimismamiento. El hombre de piel
bronceada metió su pie hacia adelante y extrajo la espada a dos manos hacia arriba en el
aire. Kamahl aferró la empuñadura en su mano derecha y giró hacia sus posibles
atacantes blandiendo su espada en un amplio arco.
El sorprendido soldado de la Orden miró el mango cercenado de su propia
espada y luego hacia abajo a la franja que la enorme espada había cortado sobre su
pecho. El soldado cayó al suelo al lado de la mitad superior de su propia espada con la
sangre chorreando por su armadura.
Kamahl inspeccionó el pasillo, ahora lleno de gente. Sostuvo su espada, ahora
brillando al rojo vivo desde la barra transversal hasta la punta, con firmeza en ambas
manos y apuntó a la multitud de soldados bloqueando su camino.
"Hoy no estoy de humor para ustedes, carniceros de la Orden," gruñó el bárbaro.
Los ojos de los soldados aturdidos en las primeras filas se lanzaron adelante y
atrás entre su compañero caído y el enojado bárbaro cuando empezaron a retroceder.
Una voz resonó desde atrás, "¡Deténganse! Él tiene el orbe." El teniente dio un
paso adelante empujando a sus hombres fuera de su camino para enfrentar a Kamahl.
"Bárbaro, hoy le has hecho un gran servicio a la Orden," dijo sonriendo. "La Cábala está
acabada. Te debemos una deuda de gratitud. Sólo danos el Mirari y puedes irte ileso."
"Tómalo," escupió Kamahl lanzándose en una embestida con su espada apuntada
hacia el sonriente rostro del teniente. El teniente se agachó debajo de la puñalada y
rodando se puso de pie al lado de Kamahl. Los otros soldados de la Orden avanzaron,
cerrándose cuando el equilibrio de Kamahl le hizo mecerse hacia adelante después del
ataque fallido.
Kamahl utilizó su impulso para pasar astutamente más allá de la primera fila de
soldados y luego enterró su espada de dos metros de largo en el pecho de un sargento de
la segunda fila. El bárbaro se dio la vuelta para enfrentar a los soldados que dejó atrás
con el cuerpo del sargento todavía empalado por la espada. Arrojó el cuerpo inerte a los
soldados que avanzaban y los tres volaron a través de la sala llena de escombros hacia
las cámaras de Cadenero aterrizando con un golpe sordo.
Kamahl volvió a desviar su atención al teniente, cuya espada y armadura ahora
brillaban con encantamientos protectores.
"Sabemos quién eres, Kamahl," dijo el teniente dando un paso adelante mientras
hablaba pero el bárbaro notó un temblor en la voz del hombre. "¡Eres el Carnicero!,"
continuó. "Destruiste la Ciudadela, asesinaste a la Capitana Pianna y al Teniente Kirtar.
Ahora has destruido la Ciudad de la Cábala, matado al Primero de la Cábala y quién
sabe a cuántas personas inocentes. Aunque aplaudo la muerte de cualquier miembro de
esta asquerosa organización tendrás que pagar por cada muerte de la Orden con tu
cabeza."
Kamahl sabía que debía refutar los mitos que brotaban a su alrededor,
especialmente a un miembro adoctrinado de la Orden. "No tengo nada en contra de ti,
hombre de la Orden. Tengo lo que vine a buscar. Déjame ir o te añadiré a la lista de los
muertos." Y diciendo eso el bárbaro se giró sobre sus talones y avanzó hacia los dos
últimos soldados de la Orden que le bloqueaban su camino.

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"¡Enfréntame, Carnicero!" gritó el teniente. Kamahl pudo oír el soldado
corriendo detrás de él. El bárbaro, sin ni siquiera mirar atrás, giró la espada sobre su
cabeza, llevándola hacia abajo detrás de él en un arco rápido. La punta de la espada se
encontró con la parte superior del yelmo del teniente y los bíceps de Kamahl se
hincharon cuando deslizó el arma a través del cráneo, el pecho y el abdomen del oficial,
sin tocar ni una sola vez la armadura o la espada encantada. El espadón de Kamahl se
clavó en el suelo con un chirrido dándole al teniente una tercera pierna.
El bárbaro soltó su espada, que quedó totalmente inmóvil sosteniendo el cuerpo
del teniente muerto, y miró a los dos soldados restantes, ambos de rangos inferiores.
"Váyanse. Ahora," dijo simplemente.
Los dos soldados rasos se miraron primero el uno al otro, luego brevemente al
bárbaro y a la carnicería detrás de él, se volvieron y huyeron por el pasillo.
Kamahl se giró al teniente de la Orden que ahora parecía más un espantapájaros
que un soldado. El bárbaro, agarrando la empuñadura de su espada con ambas manos,
extrajo la espada del suelo de piedra y la volvió a sostener en alto sobre su cabeza,
permitiendo que el flácido cuerpo sin vida se derrumbara en el suelo junto a sus
soldados muertos.
"Nunca me dijiste tu nombre. Supongo que no voy a ser capaz de añadirte a esa
lista después de todo," murmuró Kamahl mientras limpió la sangre de su espada en los
pantalones del teniente.
El bárbaro envainó la espada, que ya no brillaba con el poder del orbe, colgó la
vaina sobre sus hombros, y trotó por el pasillo en busca de una salida.
El pozo estaba oscuro y en silencio. Un solo rayo de luz penetró la oscuridad por
el agujero que Kamahl había volado en la pared durante la batalla que Cadenero había
comenzado apenas una hora antes. Esa lucha iba a decidir el destino del Mirari pero en
vez de ello había sellado el destino de Cadenero y la Cábala. Kamahl, abriéndose paso a
través de cuerpos muertos y charcos de sangre, miró al palco donde Cadenero había
presidido el pozo por primera y última vez.
"Adiós amigo," dijo el bárbaro.
La caótica escena fuera del pozo fue dramáticamente diferente a la sepulcral
calma del interior. Saqueadores rompían ventanas y robaban mercancías. Pandillas de
matones recorrían las calles buscando pelea. Niños parados junto a casas en ruinas
arrojaban ladrillos, fragmentos de vidrio, o trozos rotos de cemento contra patrullas de
la Orden, perros o cualquier adulto que se acercara demasiado.
La Ciudad de la Cábala, aunque técnicamente era una ciudad de ladrones y
asesinos había sido, una hora atrás, una ciudad ordenada gobernada por el poder de la
avariciosa Cábala. Pero entonces Cadenero había utilizado el Mirari para tratar de
destruir la ciudad, para acabar limpiamente con la Cábala y poder reconstruir totalmente
su rostro. La Cábala ya no estaba allí. La avaricia ordenada había sido sustituida por la
avaricia desenfrenada.
Kamahl había visto el poder del Mirari manifestarse con resultados desastrosos
en dos ocasiones anteriores. La primera vez había sido en la Ciudadela, ciudad capital
de la Orden, cuando el teniente Kirtar llevó un orden definitivo e irrevocable a la
ciudad, congelando a todo dentro del extenso radio de la esfera con la perfección de los
cristales de hielo. El segundo uso Kamahl sólo lo había visto de lejos pero había logrado
ensamblar suficiente información como para saber que el Emperador del Imperio Mer
había utilizado el Mirari por alguna razón desconocida inundando gran parte del norte
de Otaria y destruyendo la capital Mer en la onda expansiva.
Ese día, su amigo Cadenero había sucumbido al poder del Mirari y soltado los
horrores de demencia habitando dentro de su mente sobre la Ciudad de la Cábala. El

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cielo azul se había teñido de un color mostaza y el paisaje de la ciudad había sido
sustituido por una especie de infierno. Ahora, el cielo volvía a ser azul, las calles
volvían a ser de piedra, y las criaturas infernales que habían sido expelidas de la mente
de Cadenero estaban sepultadas para siempre dentro de la cripta de su creador.
Pero la Cábala ya no existía y la Ciudad de la Cábala se estaba rápidamente
destruyendo a sí misma sin el control que la organización le había dado a sus
ciudadanos sobre sus propios demonios.
"Juro que no sucumbiré a tu poder de seducción," murmuró Kamahl tanto para sí
mismo como para el Mirari. "O te controlaré o te enterraré en las profundidades de
Otaria si tengo que hacerlo. Pero no permitiré que vuelvas a destruir vidas."
Kamahl se quedó parado un momento escudriñando los disturbios
desencadenándose por las calles, observando el ir y venir del caos arremolinándose a su
alrededor, buscando alguna abertura que le permitiera salir discretamente del pozo y
fuera de la ciudad. A diferencia del caos natural del fuego, que obedecía a ciertas reglas
que él había aprendido temprano en su vida, el caos humano ofrecía demasiadas
variables como para discernir un patrón significativo.
Yo podría esperar a que cayera la noche y deslizarme entre las crecientes
sombras, pensó Kamahl, o podría intentar el acercamiento directo. Salió a la calle,
manteniendo un ojo vigilante sobre los saqueadores, las pandillas, y los pilluelos no
deseados de la Ciudad de la Cábala.
Mientras el bárbaro caminaba por la calle los manifestantes se abrieron ante él
como olas delante de la proa de un barco. Y Kamahl, como un barco atravesando las
olas, reunió y amontonó personas detrás de él cuando los ciudadanos de la Ciudad de la
Cábala, a quienes momentos antes no les había quedado ningún propósito en sus vidas
más que terminar con la destrucción de su propia ciudad, volvieron a encontrar un
propósito en el objeto que había destruido sus vidas.
Kamahl pudo escuchar los gritos y murmullos acudiendo de su estela.
"Él tiene el orbe."
"Rétenlo por él."
"¡Yo te reto, bárbaro!"
"¡No, yo!"
Los retadores se multiplicaron a medida que más personas se unieron a la estela
pero Kamahl miró de cerca a cada nuevo miembro de su séquito al pasar y se sintió
seguro. Todos eran trabajadores de tiendas, niños y estudiantes. Ninguno de ellos tenía
aires de ser un siervo, como les llamaban a los luchadores de los pozos, y ninguno
parecía dispuesto a atacar.
Las patrullas de la Orden también retrocedieron mientras la procesión avanzó
por las calles. Kamahl no supo ni le importó si aquello se debió a que los dos soldados
rasos a los que había perdonado habían difundido el rumor de su nuevo poder o si
simplemente a ellos no les gustaban sus probabilidades en contra del creciente grupo de
ciudadanos enojados. Él preferiría salir de la ciudad sin tener que volver a manejar su
espada cargada con el orbe.
Esa esperanza se desvaneció cuando Kamahl llegó a la colina que conducía a la
puerta. En la parte superior estaba parado Bullock, un corpulento invocador de
demencia a quien Kamahl había visto en los pozos pero nunca había enfrentado.
"Salve Bullock," dijo Kamahl cuando comenzó a subir la colina.
"Detente donde estás, bárbaro," respondió Bullock. "La esfera nos pertenece. Te
reto en nombre de la Cábala por el orbe."
"Pero la Cábala ya no está aquí," respondió Kamahl continuando su ascenso por
la colina.

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"Yo estoy aquí," dijo Bullock. "Eso es todo por lo que necesitas preocuparte." Y
diciendo eso el cabalista aplaudió con los puños enguantados juntos delante de su rostro
y comenzó a murmurar sus invocaciones de demencia.
Kamahl se detuvo a mitad de la colina y sacó desganadamente su espada. Había
tenido la esperanza de acercarse a Bullock antes de que comenzara la invocación pero
eso no habría ayudado. Bullock era un devoto del estilo de Cadenero en los pozos.
Usaba sus monstruos de demencia para ablandar y distraer a sus oponentes y luego se
trasladaba al combate cuerpo a cuerpo por la victoria. Pero allí dónde Cadenero había
hecho aparecer cadenas que azotaba y lanzaba con una precisión mortal Bullock usaba
sus puños, con la desagradable adición de clavos que crecían de los guantes que llevaba.
En un día normal Bullock no hubiera sido un digno oponente para Kamahl pero
el bárbaro estaba agotado por la pelea con Cadenero y no podía permitirse el lujo de
dejar que el gran siervo le arrojara al suelo. Sería mejor permanecer lejos por el
momento, pensó Kamahl, asentando sus pies en la pendiente y sosteniendo la enorme
espada que volvía a brillar al rojo vivo frente a él.
Bullock extendió sus brazos separados en frente de su rostro creando una oscura
nube turbulenta de energía. De esa nube brincaron tres grandes leones negros con largos
tentáculos en donde deberían haber estado sus melenas. Los monstruosos felinos
avanzaron sobre Kamahl, desplegándose a ambos lados con sus tentáculos azotando
adelante y atrás.
Kamahl ya había visto ese truco antes. Los felinos rodearían al siervo y
envolverían sus tentáculos alrededor de sus extremidades, inmovilizando al luchador
para que Bullock pudiera entrar en la refriega sin ser molestado. Lo que Kamahl no
sabía era cuán largos eran esos tentáculos, un hecho que aprendió cuando la primera
criatura lanzó varios de ellos hacia sus manos desde casi seis metros de distancia.
El bárbaro atacó en un círculo, cortando las puntas de los tentáculos. El extraño
felino aulló, sonando más como un lobo que como un gato. El segundo león negro saltó
en el aire azotando sus tentáculos hacia Kamahl al pasar por encima de su cabeza. Al
mismo tiempo, la tercera criatura brincó a la izquierda del bárbaro y lanzó sus
tentáculos hacia los pies del bárbaro.
Kamahl se estiró hasta los tentáculos por encima de él dejando que esas
membranas rodearan su muñeca y su antebrazo. Tiró con fuerza hacia abajo y giró su
cuerpo alrededor lanzando al felino saltando contra la criatura a su izquierda. Cuando
las dos bestias chocaron Kamahl levantó la espada en la otra mano, apuntó a las
criaturas rodando y soltó un chorro de llamas que envolvió a los dos felinos en una bola
de fuego.
La tercera bestia aterrizó sus patas delanteras sobre el pecho de Kamahl,
derribando al bárbaro en su espalda y clavando el brazo de su espada contra el suelo. El
bárbaro pudo oír a Bullock riendo mientras avanzó hacia su enemigo sostenido.
"Esos son novecientos kilos de furia en tu pecho, bárbaro. Dudo que puedas
levantarte de esa posición."
Bullock tenía razón. Con el enorme felino sentado sobre su pecho y su brazo
izquierdo clavado en el suelo Kamahl apenas pudo moverse. Trató de levantar la cabeza
para ver lo cerca que estaba Bullock pero la bestia león colocó sus mandíbulas sobre su
cuello volviendo a golpear su cabeza contra el suelo.
"No quiero matarte, Kamahl," dijo Bullock. "Ríndete y sólo tomaré el orbe y
dejaré que te vayas, escoltado por mis amigos por supuesto."
Kamahl pudo oír los pies acolchados de dos nuevas bestias subiendo a su lado.
"Me comprometí con mi vida a proteger el orbe," dijo el bárbaro jadeando a
través de la presión sobre la laringe. "Si lo quieres tendrás que matarme."

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"Si eso es lo que deseas," fue la respuesta.
Kamahl convocó su fuerza y dio un puñetazo en las costillas de la bestia con su
mano libre tratando de volcarla. Apenas aterrizó su golpe un dolor punzante le atravesó
el cuerpo cuando los tentáculos de las dos nuevas bestias arremetieron contra él,
envolviéndose alrededor de sus brazos y piernas.
Cuando los tentáculos apretaron su agarre, cortando la carne expuesta, Kamahl
sintió como si le hubieran perforado por cientos de pequeñas agujas. Luego, una
repentina ola de náuseas casi abrumó al bárbaro, causando que la bilis brotara de su
garganta. Las bestias le debían estar inyectando veneno a través de sus tentáculos, pensó
Kamahl.
"No deseo matarte," dijo Bullock, "pero no me dejas otra opción. El Mirari
pertenece a la Cábala."
Kamahl oyó el eco de las palabras en su cabeza, como si su cráneo fuera una
tumba cavernosa. Tenía que concentrarse a través del dolor, a través de las púas
envenenadas, y localizar a Bullock.
"Te lo dije," dijo Kamahl con voz áspera apenas capaz de formar palabras. "¡La
Cábala ya no está aquí!"
"Y yo te lo dije," respondió Bullock. "Yo estoy aquí y eso es todo por lo que
necesitas preocuparte."
Esta vez Kamahl cerró los ojos y se concentró mientras Bullock habló,
centrándose en ninguna otra cosa más que la burla del siervo. El bárbaro consiguió
torcer su muñeca izquierda justo lo necesario bajo el peso de la pata de la enorme bestia
para alzar la punta de su espada del suelo. Con la oscuridad arrastrándose sobre él
Kamahl disparó un haz de rayos desde el extremo de la espada.
El rayo subió por la colina y se estrelló contra las rodillas del corpulento
Cabalista, desintegrando el cartílago que sostenía las rotulas juntas y desgarrando los
músculos de los huesos de las piernas. Bullock cayó boca abajo con sus piernas sin
poder soportar su gran cuerpo y se desmayó. Sus creaciones se desvanecieron de
inmediato.
Kamahl, ya no fijado contra el suelo pero aún aturdido por el veneno que
quedaba, se puso lentamente de pie y observó a la multitud. Como una demostración de
fuerza elevó la espada al nivel de sus hombros y la giró en un círculo completo,
amenazando a los espectadores reunidos con el poder de su arma. Ninguno pareció
dispuesto a desafiarlo así que subió el resto del camino por la colina tan constantemente
como pudo antes de que alguien se volviera lo suficientemente valiente como para
retarlo. Afortunadamente su haz de rayos había continuado más allá de las piernas de
Bullock y se había estrellado contra la puerta. Kamahl salió por el agujero que había
echo y se marchó de la Ciudad de la Cábala.
Una hora más tarde, cuando el crepúsculo descendía sobre las llanuras de las
afueras de la ciudad y algo de su fuerza había vuelto, Kamahl se topó con tres figuras
conocidas. El bárbaro había traído consigo varios aprendices a la batalla final por el
Mirari. Los había enviado a empacar cuando promediaba la batalla y se había ido a
enfrentar a Cadenero. Kamahl se alegró de volver a tener su compañía. Estaba cansado
de luchar contra todos los que se encontraba.
"¡Muchachos, que gusto verlos!" dijo mientras subía detrás de los tres hechiceros
de montaña.
Los aprendices se volvieron para enfrentar a su maestro y casi al unísono
centraron su atención en el Mirari unido al extremo de la empuñadura de la espada de
Kamahl.

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"¡Lo conseguiste!" respondió el más anciano antes de que los otros dos pudieran
reaccionar.
"Sí," dijo suspirando el cansado bárbaro. "Aunque me costó la vida de mi mejor
amigo."
"¿Puedo tener el derecho al primer desafío, Kamahl?" respondió el entusiamado
estudiante. "Sólo los fuertes prevalecerán. Es la costumbre de la montaña."

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Capitulo 2

Laquatus, ex embajador tritón en la ahora difunta Ciudad de la Cábala, ex


asesor del ahora difunto Emperador Aboshan, y ex usurpador fallido de la aún
gobernante Emperatriz Llawan, no era un tritón feliz. Flotaba en un círculo alrededor de
su cámara, mirando mapas recubiertos de vellón clavados en erizos de mar, agitando su
cola metódicamente para moverse con precisión de un mapa a otro.
"¡Nada!" rugió el enojado tritón arrancando un mapa de la pared y arrojándolo
hacia la esquina de la habitación. Cuando el embajador se desplomó en su silla el mapa
desgarrado flotó hasta el suelo al lado del estoico Burke, el siervo del tritón. Burke era
un bulto negro como un moretón humanoide, sin ojos, ni nariz, ni boca. El no poseer
rasgos le hacía parecer más como una estatua sin terminar de pie en la esquina.
Sin embargo, ante una orden mental de Laquatus, Burke se inclinó, sacó un
mapa arrugado de detrás de él, nadó sin esfuerzo hasta la pared, y clavó el mapa en los
erizos.
Laquatus miró a Burke y volvió a pensar en aquel día en que Cadenero había
creado el siervo para él, antes de que el Mirari destruyera al joven invocador de
demencia, y con él la oportunidad del embajador de hacerse con el trono de Llawan. En
ese fatídico día, hacía apenas unas semanas, Cadenero le había enviado criaturas de
demencia para ayudar en la guerra civil del embajador pero esos refuerzos habían
desaparecido en un momento crucial. Laquatus había sentido la oleada de poder y el
posterior cambio en el Mirari de Cadenero a Kamahl y había deducido lo que había
sucedido a sus mercenarios.
Y ahora estoy varado en este maldito abismo por el truco de esa bruja del mar,
pensó Laquatus y golpeó con los puños sobre la mesa desalojando a los caracoles que
sostenían otro mapa extendiéndose delante de él. Eso era lo que más irritaba al
embajador. Había sido superado en habilidad, inteligencia y agallas por la Emperatriz:
un cefálido. ¡Una mujer cefálida!
"¡La mataré!" gritó Laquatus dando un puñetazo en el caracol más cercano y
aplastándolo en polvo y lodo.

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En esos días el embajador pasaba la mayor parte de sus días en esa recámara,
esperando noticias de alguno de sus subordinados sobre alguien que hubiera encontrado
una manera de lograr pasar sus ejércitos más allá de las barreras mágicas que los
conjuradores de Llawan habían creado para atraparlo en esa enorme y miserable prisión
submarina.
Laquatus alteró con un pensamiento su cola en dos largas piernas y dejó caer los
miembros sobre la mesa. Comenzó a contemplar las horribles torturas que infligiría a
Llawan una vez que hubiera localizado y asesinado a ese brutal bárbaro y tomado el
Mirari de sus manos frías y muertas. Un golpe en la puerta interrumpió a Laquatus de su
ensueño favorito.
"Entre," gritó el embajador mirando hacia la puerta.
La puerta se abrió lentamente y una criatura similar a un cangrejo se introdujo en
la habitación. "Señor, tengo noticias para usted de sus magos reales."
Tan pronto como Laquatus vio al cangrejo entrar en la habitación supo que ella
traía malas noticias. Su nombre era Simone, una burócrata menor que se había unido a
su rebelión sólo cuando esta parecía que iba a triunfar. La mujer, habiendo sido nada
más que una contadora de frijoles durante sus días en el imperio, no tenía valor real en
el abismo.
Laquatus sólo recordaba su nombre porque ella tenía la mala costumbre de llevar
su ábaco en una larga cadena en su espalda. El hecho de que sus asesores hubieran
enviado a Simone para dar las noticias le dijo a Laquatus que esperara lo peor. No
quedó decepcionado.
"El consejo de magos ha determinado que la levitación no es una alternativa
viable. Los constantes vientos que asaltan a los acantilados de Onara son simplemente
demasiado traicioneros y ellos no pueden controlar el ascenso el tiempo suficiente
como para llegar a la cima...." Su voz se apagó cuando Laquatus quitó sus piernas de la
mesa, las transformó en una cola, y subió flotando de la silla.
"Continúa," dijo Laquatus sonriendo. "Estoy seguro de que tienes más que
informar."
Simone dio un paso atrás antes de continuar. "Los magos dicen que han perdido
dos docenas completas de individuos en sus pruebas y no se atreven a continuar los
experimentos para no afectar gravemente a nuestras fuerzas."
"¿Eso es todo?" preguntó Laquatus, deslizándose hacia el fondo de la sala.
"N…no, señor," respondió Simone, su voz temblando aún más.
"Me lo imaginaba," dijo Laquatus volviendo a sonreír al cangrejo. "Por favor,
cuéntamelo todo. Tengo que saberlo."
"Sus magos también han terminado su investigación sobre los portales que nos
han sellado en el abismo," continuó el cangrejo. "Dicen que es imposible destruir los
portales desde el interior del abismo y que aunque tuviéramos alguna manera de escapar
ellos no tendrían el poder suficiente como para destruir los generadores del portal,
incluso desde el exterior."
Laquatus agitó su cola violentamente, dando la vuelta para enfrentar a la mujer
cangrejo. "¿Cómo se supone que vaya a destruir un imperio si apenas puedo conseguir
hacer salir una rana con vida de esta prisión y mucho menos soltar mi ejército sobre la
Ciudad de Mer?" bramó el tritón mientras los cuernos con puntas plateadas en su cabeza
comenzaron a brillar.
Simone intentó escabullirse por la puerta pero antes de que ella siquiera pudiera
poner una garra en el pestillo el agua a su alrededor comenzó a hervir y enturbiarse
cuando la temperatura del líquido aumentó considerablemente. El agua alrededor de
Simone hirvió y burbujas aparecieron por todo su caparazón enrojeciéndose. Las

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burbujas flotaron hasta el techo donde crearon un bolsillo cada vez mayor de aire.
Simone se giró hacia el embajador con el rostro contraído por el dolor de ser hervida
viva. Antes de que ella pudiera hablar su corazón estalló por el calor y sus pinzas se
curvaron.
Laquatus siguió hirviendo el cangrejo durante varios minutos, mirando su cuerpo
retorcerse en el agua caliente. Parte del calor se abrió camino hacia el fondo de la sala
en donde flotaba el embajador pero él había disfrutado de saunas durante sus días de
decadencia entre los caminantes de tierra en la Ciudad de la Cábala y conocía sus
límites así que terminó el hechizo mucho antes de que estuviera en peligro.
Como el informe había terminado y su ira se había calma momentáneamente el
embajador decidió regresar a sus mapas una vez más en busca de algún medio de
escape. Cuando se volvió, notó el mapa roto todavía en el suelo cerca de Burke, y sus
cuernos volvieron a refulgir cuando la cólera brotó por la incompetencia que le rodeaba.
Sin embargo, el desgarbado tritón sofocó rápidamente su temperamento porque
sabía que no había ninguna manera de castigar a una criatura que no tenía huesos que el
pudiera romper u órganos que pudiera hervir. Así que simplemente recogió el mapa con
intención de volver a clavarlo el mismo. Pero a medida que el embajador se volvió hacia
la pared se dio cuenta de que en donde debería haber un espacio vacío, había, de hecho,
otro mapa.
"¿Qué es esto?" preguntó Laquatus mientras nadaba hacia la pared. El mapa que
Burke había recuperado mostraba poco más que una grande y ennegrecida
representación del abismo.
"El mapa de Veza," se burló el embajador. "Su pequeña broma vuelve a
atormentarme otra vez."
El mapa negro se había materializado dentro de la barrera sólo unos días después
de su derrota junto con un mensaje de la sirena mascota de la emperatriz, Veza.
Laquatus había tratado de ponerla en contra de Llawan pero al final la puta sirena se
había enfrentado a Laquatus. Esa era su última burla: un ennegrecido mapa de estudio
de la zanja con las palabras "El Disparate de Laqua" garabateadas en la parte superior.
Laquatus había echo un bollo del mapa y lo había arrojado a un rincón de la habitación,
jurando venganza contra Veza y su gobernante cefálida.
Laquatus volvió a mirar hacia donde Simone flotaba junto a la puerta. "¿Ves
esto?," le dijo a Simone. "Ella es a la que debería hervir. A ella y a su preciosa
emperatriz. El descaro de esa sirena para ayudar a atraparme aquí y luego enviarme un
mapa sin anotaciones como regalo."
Laquatus arrancó el mapa de la pared y flotó para mostrarlo al cangrejo muerto.
"Una foto de mi prisión, ¿te das cuenta?," dijo. "Me retuerzo en este agujero
negro como un atún envuelto en tinta de calamar mientras ellos se sientan ahí fuera en
mi trono y se ríen de mí."
Laquatus quedó mirando el mapa mientras la cólera volvió a brotar en su
interior. Completamente sin anotaciones, al igual que la enorme prisión en la que había
sido metido engañadamente, el mapa era inútil salvo para alimentar su ira.
"¡No como estos otros mapas, no! " despotricó el tritón cuando se volvió para
inspeccionar la habitación. "Estos me muestran todo y nada al mismo tiempo. Me
muestran una prisión de la que me puedo marchar en cualquier momento que quisiera
porque yo tengo el poder para escapar en mi interior pero no tengo el poder para destruir
las paredes y liberar a mi ejército."
Laquatus se giró hacia Simone y arrojó el mapa sobre el aún caliente caparazón
del cangrejo.

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"¿Y qué es un gobernante sin su ejército?" preguntó él propulsándose por la
habitación y predicándole a las paredes. "Te lo diré, un gobernante muerto. Así que aquí
me quedo, un prisionero por decisión propia en una celda fría y negra."
A medida que el mapa se posó en el caparazón calentado de Simone una nube de
tinta comenzó a subir tiñendo de negro el agua por encima del cangrejo. Laquatus,
irritado porque el maldito mapa no desaparecía, se acercó para rasgarlo en pedazos y
terminar con él de una vez por todas. Pero cuando agitó su mano a través de la nube
para limpiar el agua el tritón se dio cuenta de que la tinta de color negra que cubría el
mapa se estaba licuando por el calor y desprendiéndose del vellón, mostrando detalles
debajo de la mancha de tinta.
El tritón empezó a frotar el mapa ligeramente para limpiar el área negra. Debajo
había un completo mapa topográfico del abismo y sus alrededores justo como Veza le
había prometido en su nota. Ya sea por diseño o por accidente, la sirena de la emperatriz
le había dado a Laquatus un mapa más detallado del abismo que ni siquiera sus propios
ingenieros calamar habían sido capaces de producir.
Laquatus investigó de cerca las líneas. El tritón no entendió muchos de los
detalles ya que él no era cartógrafo. Pero una característica, un sistema de canales
subterráneos marcados en las partes interiores de la hoja, la reconoció al instante.
El Imperio Mer había utilizado durante mucho tiempo canales subterráneos para
espiar y lanzar asaltos dentro de los pueblos de los habitantes de lo seco. Algunos de
estos canales llenos de agua se introducían tanto en el continente que llegaba a las
estribaciones de las Montañas Párdicas. Laquatus nunca antes había visto los canales
aparecer en el mapa de Veza. Hacía mucho que estos debían haber quedado olvidados y
serían rara vez utilizados aunque parecía que conectaban con todo el sistema
subterráneo. Lo más importante de ello era que uno de los canales marcados en el mapa
de Veza llegaba muy cerca de los acantilados de Onara.
"¿El Disparate de Laqua?" murmuró Laquatus. "Yo diría que el Disparate de
Veza porque me has dado la llave de mi celda, niña estúpida. La llave de mi victoria
final sobre ti y tu emperatriz."
El embajador se giró hacia la puerta y gritó: "¡Talbot!" La puerta se abrió y un
tritón entró nadando en la habitación. Talbot, que no era tan alto como el ex embajador
y cuyos cuernos y escamas estaban teñidos de un metálico color azul verdoso en lugar
del más regio azul plateado de Laquatus era, sin embargo, uno de los pocos tritones
nobles que quedaban en los mares que rodeaban Otaria. Había llegado a la rebelión
desde muy temprano y se había alzado rápidamente para sentarse a la diestra de
Laquatus.
"Sí, Lord Laquatus."
"Talbot," dijo Laquatus mientras señalaba a los canales en el mapa, "Creo que
nuestra vieja amiga Veza nos ha dado un valioso regalo: una ruta permanente de escape
de este hoyo olvidado de la mano de Norda."
"¿En serio?" dijo Talbot ladeando la cabeza para mirar tanto al mapa como a
Laquatus. "Eso no es muy propio de ella."
"Estoy de acuerdo," dijo sonriendo el tritón. "Y nosotros deberíamos pagarle
definitivamente por sus muchas bondades tan pronto como encontremos una forma de
acceder a los canales en este mapa. Quiero que te lleves el mapa y un equipo de
ingenieros calamares a los acantilados de Onara para determinar si podemos abrir un
túnel hacia los canales."
"Sí, milord," respondió Talbot tomando el mapa y enrollándolo. "¿Quiere que
también disponga de estos desechos por usted?"

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"¿Simone?" preguntó Laquatus. "Cielos, no. Le debemos a esta fiel sirvienta
nuestra deuda de gratitud. Ella nos ha mostrado el camino a la libertad. No. Simone será
la invitada de mi cena de esta noche, como recompensa por su fiel apoyo."
Mientras Talbot salía de la habitación Laquatus agarró la cadena envuelta a
través del caparazón de Simone y tiró de su cuerpo sin vida hasta su mesa dejándole
reposar sobre el mapa. Cambió su forma a un tritón con piernas una vez más, se sentó
en su silla y llamó mentalmente a Burke. La fuerte aunque viscosa criatura extendió y
deslizó un brazo hacia el caparazón de Simone como se le había ordenado y lo rompió
para que Laquatus pudiera darse un festín de la suculenta carne rosada que había en su
interior.

* * * * *

"Veza, en honor al gran servicio que nos has dado, nos gustaría darte un pequeño
regalo," dijo la emperatriz Llawan mientras sus tentáculos ondularon alrededor de los
brazos de su trono.
"Mi Emperatriz, eso no es necesario," respondió Veza arrodillándose delante del
trono con sus piernas cubiertas por una larga túnica resplandeciente. La sirena sin cola
casi pudo sentir las miradas de los nobles en la galería sobre ella. Aunque lo había
intentado no había sido capaz de
cambiar de nuevo a su forma con
cola desde que Burke le había
roto el tobillo durante la batalla y
sabía que se había convertido en
la comidilla de la corte.
Ahora, rodeada por los
habitantes de las profundidades,
los cefálidos, los cangrejos, los
camarones, los tiburones, todas
las casas nobles del reino
subterráneo de la Emperatriz
Llawan, se sentía muy sola. No
sólo era la única sirena en el
imperio sino que no era una
sirena en absoluto. ¡No tenía
cola! Los corteses aplausos de los nobles reunidos sacaron a Veza de su ensueño.
"¿Veza?" dijo Llawan.
"¿Sí, Emperatriz?" preguntó Veza todavía de rodillas.
"He dicho: ‘Puedes levantarte, Embajadora Veza.’" Repitió la emperatriz.
"Gracias, Emperatriz," respondió Veza mientras se alzaba. ¿Embajadora?, pensó
Veza. ¿Qué acaba de pasar aquí? Veza siguió al séquito de la emperatriz saliendo del
salón del trono por un luminiscente pasillo similar a un caparazón e introduciéndose en
el comedor real.
"Siéntate a mi lado y discutiremos tu primera asignación, Embajadora," dijo la
emperatriz desde la cabeza de la procesión.
"Sí, Emperatriz," respondió automáticamente Veza. Pero su mente ya estaba
corriendo por delante, tratando de deducir el significado detrás de su nombramiento
como embajadora. Es obvio que, en realidad, pensó Veza, seré marginada una vez más.
El Emperador Aboshan había enviado lejos a todos los habitantes de Mer de los que
había desconfiado, temido o aborrecido. Así es como Laquatus se convirtió en un

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embajador en ese remanso de la Ciudad de la Cábala y así es como yo terminé siendo
una humilde aduanera de puerto.
Veza tomó asiento junto a la emperatriz y siguió meditando mientras se abría
paso a través de su ensalada de algas y salsa de krill. La emperatriz acudió a mí porque
yo era una persona ajena a ambas cortes, pensó Veza. Sabía que podía confiar en mí. Yo
no tenía una base de poder propia. Ahora que ha terminado la guerra civil y las fuerzas
de Laquatus están encarceladas Llawan no tiene necesidad de mi lealtad por lo que me
está enviando de nuevo lejos.
"Supongo que te estarás preguntando por qué te hemos dado el cargo de
Embajadora, Veza," comenzó a decir Llawan cuando sus asistentes se llevaron los orbes
de ensalada para traer el plato principal.
"La pregunta se me había cruzado por la mente," respondió Veza.
"Sí, podríamos decir que estabas perdida en tus pensamientos," comentó la
emperatriz. "Tiendes a morderte el labio inferior cuando estás pensando en un problema
difícil. Me sorprende que sigas teniendo piel en ese labio después de todos los
problemas que has resuelto por nosotros."
"Gracias, Emperatriz. Es usted muy amable," dijo Veza mientras pensaba para
sus adentros, ya me lo veo venir. Malditos sean los elogios para suavizar el golpe y
luego acallar la explosión.
"Tenemos una misión muy importante, en realidad, dos misiones muy
importantes para ti. Pero, por desgracia, para llevar a cabo estas misiones tendrás que
dejarnos... por un tiempo," continuó diciendo Llawan. "Necesito que vayas a Afetto y
seas mi embajadora en la Cábala del sur. Te irás mañana."
"¿Otro embajador Mer para la Cábala, Emperatriz?" Dijo Veza mientras tomaba
un sorbo de vino de medusas de su bulbo para reforzar su valor. "¿No tiene miedo de
que me vuelva contra usted como Laquatus lo hizo contra Aboshan? ¿Acaso está tan
avergonzada de mi presencia que correría ese riesgo?"
"Mi querida, nosotras te mantendríamos a nuestro lado para siempre si
pudiéramos. Son tuyos los mejores consejos que hemos recibido. Esto no es un castigo.
Necesitamos una vez más de tu lealtad, Veza. Necesitamos que seas nuestros ojos y
oídos dentro de la Cábala. Esperamos que el Primero se fije en ti como otro Laquatus.
Porque si lo hace, te subestimará grandemente."
En el incómodo silencio que siguió los asistentes trajeron el plato principal para
el banquete de despedida de Veza, estofado de pepinos de mar y anémonas al vapor.
"Veza," retomó la conversación Llawan después de tomar unos cuantos bocados
de los platos individuales. "Mi querida amiga Veza. Nosotras... yo te necesito ahora en
Afetto. Pero volverás y permanecerás a mi lado cuando todo esto haya terminado."
"Sí, Emperatriz. ¿Pero tengo que irme tan pronto? Todavía estoy teniendo
algunos problemas con mi… tobillo."
"Sí, Veza," respondió la emperatriz. "Las fuerzas de Laquatus no se quedarán
atrapadas para siempre en la prisión que hemos moldeado para él. Lo conocemos
demasiado bien. Y cuando logre escapar, tratará de restablecer sus contactos en la
Cábala. Es de vital importancia que lleguemos allí primero."

* * * * *

Laquatus volvió a flotar cerca de su escritorio escudriñando el mapa que estaba


allí. Sólo que esta vez se trataba de un mapa de toda Otaria.
"Ya casi estamos allí, Burke," dijo el embajador a su estoico compañero.
Laquatus sabía que Burke no respondería, no podía responder. No tenía ni cuerdas

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vocales ni pulmones para empujar el aire más allá de ellos. Pero eso hacía de Burke el
compañero perfecto. Burke escuchaba todas las ideas del embajador y nunca
contradecía a su amo.
"Los ingenieros deberían abrirse paso hoy y entonces seremos libres," continuó
diciendo Laquatus. "Pero, ¿qué es la libertad sin poder, hmmm? Los canales me darán
acceso al continente pero no puedo lanzar mi ataque a la emperatriz hasta que pueda
destruir sus portales."
El embajador señaló a una pinza de langosta colocada en el centro del mapa.
"Allí es donde está el poder," dijo el tritón. "Puedo sentir el Mirari avanzando hacia las
montañas en las manos de ese condenado bárbaro. Con ese poder mis magos podrán
destruir los portales y yo podré buscar mi venganza sobre aquellos que nos
encarcelaron."
Un golpe acudió a la puerta.
"Entre," dijo el embajador. La puerta se abrió y Talbot entró nadando en la
habitación.
Ah, por fin buenas noticias, pensó Laquatus, viendo entrar a su principal asesor.
"Milord," dijo Talbot. "Los calamares han roto a través de los canales. El jefe de
los ingenieros informa que tomará varios días apuntalar el túnel pero ¡por fin tenemos
acceso a la tierra firme!"
"Excelentes noticias, Talbot," exclamó Laquatus. "Ahora es el momento de
volver a apoderarnos lo que es nuestro por derecho."
"¡Pero, señor, nuestras fuerzas no son todavía suficientes para enfrentar al
ejército de la emperatriz!" gritó Talbot encogiéndose de inmediato al darse cuenta de lo
que había dicho.
"Relájate Talbot," respondió Laquatus sonriendo. "Entiendo la necesidad de más
soldados antes de poder enfrentar a la emperatriz. Pero tengo un plan." Laquatus
gesticuló a Talbot para que se acercara. "Echa un vistazo a este mapa."
Cuando Talbot nadó más cerca el embajador volvió a señalar a la pinza roja.
"Aquí está el Mirari dirigiéndose a las Montañas Párdicas. Usted se dará cuenta de que
nuestros canales no llegan más allá de las estribaciones de estas montañas. ¿Un
problema? No. Una oportunidad."
Laquatus trazó con su mano palmeada hacia el sureste desde las montañas hasta
un pequeño cuadrado impreso en el mapa que él había rodeado de perlas negras.
"Estoe es Afetto, sede de los pozos del sur. Si podemos confiar en la poca
información que hemos podido reunir sabemos que el Primero de la Cábala ha sido
exiliado allí. En estos momentos él habrá consolidado una base de poder que nosotros
podemos usar para lanzar un ataque contra las montañas."
"Ya veo," dijo sonriendo Talbot. "Usted utilizará a la Cábala para sacar al Mirari
de las montañas. Un plan astuto, señor."
"Sin embargo me temo que no es lo suficientemente astuto, Talbot," respondió
Laquatus. "El Primero es un aliado poderoso pero también un enemigo caótico y
terrible. Él querrá el Mirari de nuevo como premio en su nueva arena y no puedo
simplemente tomarlo de él. Por eso voy a necesitar la ayuda de un aliado más ordenado
y menos poderoso."
El embajador trazó con sus dedos hacia el norte, más allá de las Montañas
Párdicas, más allá del Bosque de Krosa, a un rectángulo grande: la Ciudadela de la
Orden, rodeada por un círculo de perlas blancas.
Laquatus nadó alrededor de la mesa de Talbot. "Tú irás a Afetto como mi
embajador en la Cábala. Solicitarás una audiencia inmediata con el Primero y te llevarás

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un espejo de comunicación contigo para que pueda exponer mis planes a él
personalmente."
"Pero, ¿acaso una visita personal no será de más peso con el Primero?" preguntó
Talbot.
"Tal vez," respondió el embajador, "pero no será de ayuda. Yo también debo
poner el resto de mi plan en marcha y eso lo debo hacer en persona. Ya sabes cómo la
Orden aborrece el uso de artefactos."
El embajador hizo pasar a Talbot por la puerta. "¡Ahora, vete!," dijo. "Esto se
debe hacer con la mayor rapidez posible. La emperatriz puede ser una cefálida pero no
es estúpida. Con el tiempo establecerá una relación con la Cábala para cimentar aún más
su base de poder. Es de vital importancia que lleguemos allí primero."

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Capitulo 3

Laquatus conocía su camino a través de los túneles que conducían a la


Ciudadela. El había nadado antes por allí en su búsqueda del Mirari. Sí, él conocía esos
condenados túneles demasiado bien pero esta vez ellos serían su salvación.
"Tal vez cuando yo sea emperador les cambiaré el nombre por ‘los túneles
Norteños de Laquatus’," reflexionó el ex embajador.
Al igual que antes, Laquatus abrió el portal a la superficie bien alejado de las
murallas de la Ciudadela para él y su nuevo siervo Burke.
"No debemos alarmar a los locales," le dijo a Burke. "Si los habitantes de tierra
saben acerca de nuestro pequeño sistema de túneles debajo de su precioso continente les
resultaría difícil dormir por la noche. Y nosotros los queremos dormidos cuando
finalmente lancemos el ataque."
Laquatus se tomó un momento para cambiar a su forma de piernas y instó a
Burke a través del portal para que fuera a explorar el terreno por delante. Laquatus ya
no podía oler los olores o sentir las sensaciones de su siervo como había podido hacer
con Turg porque Burke no tenía órganos sensoriales. Pero aún podía ver a través del
rostro sin ojos encima de la protuberancia negra como un hematoma de materia que
componía el cuerpo del guardaespaldas y ejecutor de Laquatus.
Todo estaba quieto en las llanuras por encima de él. Los primeros rayos de luz se
filtraban en el aire en el horizonte mientras el amanecer se arrastraba a través de la
tierra.
"Perfecto," dijo Laquatus. A esa hora nadie estaría alrededor y podría llegar a las
puertas de la Ciudadela a media mañana afirmando haber acampado en las llanuras
durante la noche. Un momento después Laquatus se deslizó a través del estanque de
maná líquido con sus cuernos brillando en la primera luz de la mañana y sus largas
piernas chorreando agua sobre el portal en donde este desapareció debajo de la tierra.

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Para el momento en que Laquatus alcanzó la Ciudadela estaba una vez más con
un humor de perros. Las dos horas que se tardó en llegar a las puertas fueron una tortura
para sus músculos que hacía mucho tiempo que no habían tenido que soportar el peso de
su cuerpo. Además, su hermosa piel luminiscente se había deshidratado rápidamente y
había comenzado resquebrajarse en el aire seco de los llanos. Así que, cuando fue
desafiado por los guardias de la Orden a las puertas de la ciudad, la rabia de Laquatus
desbordó.
Una rápida orden mental a Burke y el siervo extendió sus brazos más allá del
tritón para agarrar a los dos guardias por sus gargantas. Con una fuerza increíble la
enorme bestia levantó a los hombres en el aire y les estrelló contra la puerta sin moverse
de detrás de su amo.
Laquatus se agachó debajo de los brazos de su siervo y se acercó a los guardias
que lo habían desafiado. Después de patear a cada uno en la ingle, Laquatus extendió
tranquilamente sus pensamientos en sus mentes, tirando delicadamente aquí y
empujando allí hasta que el recuerdo de ese altercado fue borrado y su disposición hacia
el embajador tritón y su guardaespaldas quedó alterado.
Laquatus, después de pasar unos minutos más en el interior de sus mentes para
recoger alguna información necesaria sobre el estado actual de las cosas en la
Ciudadela, ordenó a Burke que soltara a los dos guardias.
"Buenos días, Sargento… Treal ¿no es así?" dijo el tritón sonriendo
ampliamente. "Creo que nos conocimos la última vez que estuve en su hermosa ciudad."
Treal sacudió brevemente la cabeza y luego le devolvió la sonrisa al embajador.
"Sí. Embajador Laquatus. Es bueno verle de nuevo. ¿Viene a hacer negocios con la
Orden?"
"Eso hago," respondió Laquatus. "Negocios muy importantes para la seguridad
de nuestros pueblos. ¿Sería tan amable de escoltarme a mí y a mi compañero a mis
antiguas habitaciones y luego enviar un mensaje a la Comandante Eesha que Laquatus,
líder de la Nueva Nación Mer, desea hablar con ella acerca de la captura del bárbaro
apodado el Carnicero y la destrucción del Mirari?"
Mientras Treal se volvió para abrir las puertas y guiar a Laquatus al interior de la
Ciudadela el tritón añadió: "Y si no es demasiado problema, Sargento, me gustaría
pedirle que fuera mi guardaespaldas personal mientras esté en la ciudad. Estoy seguro
de que su comandante querría garantizar la seguridad de un amigo de la Orden con uno
de sus mejores soldados."

* * * * *

La Embajadora Veza se paseó por la antecámara, ensayando nerviosamente su


discurso de apertura. Las pocas semanas que habían pasado desde su nombramiento
como Embajadora habían sido un torbellino y ahora por fin ella estaba a un paso de una
audiencia con el Primero, el líder de la Cábala, y no se atrevía a echar a perder el
saludo.
Mientras intentó varias inflexiones diferentes de sus palabras la puerta de la
antecámara se abrió y un asistente con cabeza de serpiente entró en la habitación.
Hizo una reverencia y siseó, "El Primero la verá ahora. Por aquí."
Veza siguió al hombre serpiente por el pasillo profusamente decorado hasta una
serie de grandes puertas de roble custodiadas por dos más de los hombres serpiente
aunque estos parecían ser una raza diferente de víboras. Mientras que el asistente tenía
la cabeza encapuchada de una cobra estos dos eran mucho más grandes con cabezas

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bulbosas, grandes y vigorosos brazos, y colas largas y gruesas. Veza supuso que eran
pitones.
Los dos guardias pitones abrieron las enormes puertas que conducían a la
cámara de audiencias del Primero y Veza siguió al asistente cobra.
"Tome asiento, Embajadora," susurró el sirviente. Veza vio sólo una silla en el
centro de la cámara pero no dudó en seguir adelante y tomar su asiento en el sillón de
respaldo alto.
Tan pronto como se sentó, correas de cuero aparecieron desde los brazos, las
patas y el respaldo de su asiento, rodeando sus piernas y su torso y sosteniéndola en su
lugar.
"Las restricciones son para su propia protección, querida," dijo una voz melódica
a través del cuarto. "Una vez tuve sirvientes que me rodeaban, hablaban por mí, tocaban
por mí," dijo un hombre alto, vestido de pies a cabeza en largas y ondulantes túnicas
negras mientras se deslizaba por el suelo hacia la indefensa Veza. "Ahora tengo que
hacer muchas cosas por mí mismo, incluyendo la protección de mis invitados de sí
mismos. Es ampliamente conocido dentro de la Cábala, pero quizás no para los
habitantes fuera de estas paredes, que a nadie se le permite tocar al Primero."
Veza se quedó mirando a la figura con túnica, respiró profundamente para
calmar su voz interior, y dijo, "La Cábala está aquí."
"Y en todas partes," entonó el Primero.
"Le doy la bienvenida, Veza, embajadora de Llawan. ¿Qué noticias trae de las
profundidades?"
"El imperio está a salvo y la emperatriz se encuentra en buen estado de salud,"
respondió Veza. "La guerra civil con las fuerzas del ex embajador ha sido sofocada con
éxito y, en el proceso, la emperatriz ha abierto un portal en las rutas de navegación que
trae riqueza al imperio y facilidad a los viajes de los comerciantes."
El Primero echó hacia atrás la capucha y sonrió profundamente a Veza.
"Nosotros ya sabíamos todo eso, querida." Luego se paseó por detrás de la silla de Veza
antes de preguntar, "¿Por qué está aquí ahora, Veza? ¿Qué le impide a la emperatriz
cortejar una vez más a mi favor?"
Cuando el Primero se acercó un olor nauseabundo invadió las fosas nasales de la
sirena evocando un arrebato de intensa náusea que amenazó con expulsar su última
comida. Veza tuvo que tragarse la bilis que subió por su garganta antes de poder
responder.
"Como estoy seguro que el Primero sabe Laquatus y sus fuerzas quedaron
atrapadas dentro de la zanja de los portales pero la emperatriz cree que su prisión
provisional no le mantendrá allí por siempre. Además, cree que la sed de poder de
Laquatus le traerá a su puerta para buscar ayuda en su próximo gran plan para derrocar
a Llawan y reclamar el trono que durante tanto tiempo ha deseado."
"¿Y Llawan quiere que yo mate a este truhán de Mer?" susurró el Primero en su
oído.
"En absoluto, milord," susurró Veza mirando hacia adelante, concentrándose en
mantener la comida en su estómago y con miedo de que si vomitaba tocara
accidentalmente al Primero. Cuando la figura vestida de negro se deslizó nuevamente a
la vista delante de ella y la sensación enfermiza comenzó a desvanecerse, Veza
continuó. "Los problemas del Imperio Mer serán tratados por la emperatriz en persona.
Llawan sólo desea volver a establecer una relación entre el imperio y la Cábala que será
de beneficio mutuo."

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"Interesante," respondió el Primero mientras agitaba su brazo encubierto
haciendo aparecer un sillón detrás de él. Se reclinó en un montón de almohadas y
continuó, "¿Y qué tiene la emperatriz que yo pudiera necesitar?"
Veza tragó saliva para eliminar las náuseas y tomó una profunda bocanada de
aire. "A cambio de negarse a ayudar a los enemigos del imperio," dijo, "la Emperatriz
Llawan no le proporcionará ninguna ayuda a los enemigos de la Cábala, es decir, las
fuerzas de la Orden que aún siguen cazando a su pueblo hacia el norte y lo atraen cada
vez más a Afetto."
"Eso no es suficiente," respondió el Primero que ahora estaba levitando uvas
desde un plato en una mesa a su boca. "A la emperatriz no le agrada tratar con los
habitantes de la superficie. Dudo que ella fuera a involucrarse en nuestros asuntos,
incluso si la Orden se lo pidiera, algo que ellos no harían debido a su desconfianza hacia
cualquier persona fuera de la Orden. Ciertamente ella puede hacer una mejor oferta que
esa."
"Sí. Bueno," tartamudeó Veza, "también estoy autorizada para ofrecerle a la
Cábala un porcentaje de interés en los negocios marítimos comerciales del imperio."
Ante esto el Primero dejó de comer sus uvas y miró más de cerca a Veza. Como
ella ganó algo de confianza por su atención continuó. "Como usted dijo, a la Emperatriz
Llawan no le gusta tratar con habitantes de la superficie más de lo que tenga que
hacerlo. Por lo tanto, el manejo del negocio de estos portales es estresante para ella y
una carga para la corte."
"A cambio de un porcentaje de las ganancias de mutuo acuerdo y la negativa
referida a ayudar a los enemigos del imperio, Llawan está dispuesta a entregarle el
funcionamiento de este negocio a la Cábala."
"Y la negativa a ayudar a los enemigos de la Cábala, por supuesto," agregó el
Primero.
"Por supuesto, su eminencia," respondió Veza. "La Emperatriz no desea nada
más que paz para todo el continente."
"Sí. El poder de la emperatriz está ligado a la economía basada en la tierra y el
libre comercio depende de las rutas de libre comercio," dijo el Primero volviendo a
sonreir. "Aceptamos la oferta de la emperatriz. Mis asesores limarán los detalles y los
porcentajes con usted."
El Primero echó las mangas de su túnica hacia atrás y Veza pensó por un
momento que quería darle la mano para sellar el trato. En su lugar cruzó los dedos
frente a él y se inclinó ligeramente.
"¿La emperatriz también desea que la mantengamos informada de los intentos de
Laquatus de ganarse el favor de la Cábala ?" preguntó el Primero.
"No, milord," respondió Veza. "Como he dicho, los problemas del Imperio Mer
serán manejados por la emperatriz…"
"O su representante," finalizó el Primero.
Veza se sonrojó. "Sí, Primero. Y eso me recuerda que tengo otra cita a la que
debo asistir. Si nuestro negocio aquí presente ha concluido..." La voz de Veza se apagó
mientras miraba hacia abajo en las correas sujetándola a la silla.
"Sí. Hemos llegado a un gran acuerdo hoy, Embajadora," respondió el Primero
mientras se levantó de la silla del salón y comenzó a flotar hacia la parte trasera de la
sala. "Otaria es un tierra peligrosa pero la gente civilizada puede domarla si trabajan
juntas."
Y diciendo esto las correas de la silla de Veza desaparecieron. Ella se puso de pie
y entonó: "La Cábala está aquí."
"Y en todas partes, señora," fue la sibilante respuesta detrás de ella. "Por aquí."

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* * * * *

Después de un día de relax humedeciéndose con el baño en su habitación el


humor de Laquatus se había suavizado hasta el punto de que ya no estaba enviando al
pobre Sargento Treal a hacer recados de poca monta.
"Gracias, Sargento. Eso es todo por hoy," dijo gesticulando con la mano al
guardia de la puerta convertido en chico de los recados para que se marchara. "Por favor
regrese pronto al amanecer. Necesitaré una guía para mañana mientras me preparo para
mi encuentro con su comandante."
Tan pronto como la puerta se cerró detrás del sargento, Laquatus oyó un
zumbido proveniente de su armario. "Maldita sea," murmuró el tritón desde la bañadera.
"Nunca falla." Laquatus cambió rápidamente su larga cola en dos piernas delgadas, salió
del baño, se puso una bata lujosa que Treal le había llevado antes, y cruzó la habitación
hacia el gran armario de roble. En el interior, un espejo plateado labrado de perlas
estaba zumbando en un estante.
Cuando Laquatus recogió el espejo no vio su reflejo sino el rostro de escamas
verde-azuladas de su sirviente tritón, Talbot.
"Habla," dijo el embajador tanto al espejo como a Talbot.
Tan pronto como fue pronunciada la palabra de orden pudo oír la voz de Talbot.
"...llamado a Lord Laquatus. Este es Talbot al habla... Ah, milord. Tengo noticias
que reportar."
"Sí, Talbot. He estado esperando tu informe," dijo Laquatus mientras cruzaba la
habitación y se sentaba en una silla de respaldo alto con acolchado de terciopelo que
Treal le había encontrado después de varias horas de búsqueda. "¿Has sido capaz de
conseguir una audiencia con el Primero?"
"No como tal, señor," empezó Talbot lentamente jugando con el espejo mientras
hablaba. "Aparentemente el Primero está demasiado ocupado con los negocios de la
Cábala para reunirse con enviados de otras naciones en este momento."
"Eso es sólo un burocrático doble discurso, Talbot. ¿Acaso no pudiste convencer
a sus asesores de las ganancias financieras así como políticas que pudieran derivarse de
nuestra reunión con el Primero?"
"Sí, milord," respondió Talbot, "pero fui excluido en todo momento. Tengo la
impresión por las mentes de algunos de los funcionarios menores que ya nos
esperaban."
"¡Maldición!" gruñó Laquatus dando un puñetazo en el brazo de su nueva silla.
"La emperatriz nos ganó de mano. ¿Has visto alguna indicación de su representante en
la ciudad?"
"Sí, milord," respondió Talbot. "Esa fue la razón principal por la que contacté
con usted. Uno de los burócratas mencionó que yo era el segundo tritón que él había
visto esta semana. Cuando le insistí en ello se negó a responder pero fui capaz de
extraer el nombre de Veza de su memoria."
"¿Nuestra Veza?" exclamó Laquatus. "¿La ex Aduanera Veza? ¿La Veza traidora
de todos los tritones?"
"Actualmente se la conoce como Embajadora Veza," respondió Talbot. "Parece
que Llawan la ha promovido. ¿Qué debería hacer con ella?"
"Por el momento nada," dijo Laquatus sonriendo para sus adentros ante la ironía
de la ingenua Veza en la ciudad de los ladrones. "Aunque tengo planes para ella más
tarde. Ustedes dos estuvieron alguna vez... juntos... ¿no es así?"

27
Talbot se sonrojó. "Eso fue en otra vida, mi señor, y no tiene nada que ver con
mi lealtad."
"Nunca dije que lo tuviera," dijo Laquatus sonriendo. "No, esa relación puede
sernos útil más tarde. Pero por ahora deberás continuar tratando de acercarnos al
Primero como te sea posible."
"Pero ya lo he hecho, milord," dijo Talbot. "Utilizando varios de nuestros
mejores artefactos así como sobornos tuve la oportunidad de obtener una audiencia con
el asesor principal del Primero."
"Bien hecho, Talbot," le felicitó Laquatus ampliando aún más su sonrisa.
"Excelente trabajo. Con un poco de suerte y un poco de engaño mental este asesor
estará encantado de presentar nuestro caso al Primero, tal vez incluso nos conceda una
audiencia. ¿Cuando es tu cita?"
"Mañana al mediodía, milord."
"¿Y cuál es el nombre de este funcionario?"
"Trenzas, milord."
La sonrisa de Laquatus se desvaneció. "Trenzas," murmuró el repentinamente
cansado tritón para sus adentros. "Tenía la esperanza de que ella hubiera muerto cuando
ese tonto de Cadenero destruyó la Ciudad de la Cábala."
Laquatus volvió a mirar el rostro de Talbot en su espejo y dijo, "Esto supondrá
un nivel de engaño que no creo que tú hayas logrado alcanzar, Talbot. Lleva el espejo
contigo a esa reunión y yo me encargaré de Trenzas. Luego discutiremos qué hacer con
la Embajadora Veza," gruñó el tritón con los dientes apretados.

28
Capitulo 4

Kamahl se aproximó al pueblo de Auror con una mezcla de alivio y temor. Se


sentía bien estar cerca del hogar de su juventud y él anhelaba ver a su hermana, su
maestro, y a aquellos amigos de la infancia que aún no hubieran sucumbido a los rigores
de la vida bárbara. Pero ¿cuánto tiempo pasaría antes de que vinieran los problemas y
acaso él podría controlar su poder dentro del caos de una batalla de retos bárbara?
Kamahl había eludido esas mismas preguntas cuando se había encontrado con
sus aprendices en las afueras de la Ciudad de la Cábala. Fingiendo fatiga y lesiones que
empañarían el resultado de la batalla había demorado el reto del aprendiz mayor durante
varios días hasta que luego se había escabullido del trío en la oscuridad de la noche.
El bárbaro se había alejado trotando de los magos de montaña durmiendo y
tocándose las líneas negras que aún oscurecían su rostro había dicho: "Hemos cerrado el
círculo, amigo Cadenero. Tú has ido a Fiers para convertirte en un bárbaro mientras que
yo huyo en la noche como un asesino de la Cábala."
Sin embargo, una pequeña deshonra es mucho mejor que tres muertes
manchando mis manos, pensó Kamahl mientras se acercaba a la colina que se elevaba
por encima de la aldea Auror. Pero ¿cuánto tiempo hasta que vuelvan a teñirse una vez
más?
El bárbaro llegó a su hogar cuando los fuegos de las fogatas ardían bajos, bien
pasada la medianoche. El pueblo, bañado por la luz de la luna, dormiría hasta que el sol
coronara las montañas en la mañana. Tal vez pueda disfrutar de una noche más de paz,
pensó Kamahl mientras bajaba hacia la aldea.

29
Tan pronto como Kamahl abrió la puerta de su casa una forma oscura se
abalanzó sobre él desde las sombras proyectadas por los últimos rescoldos de la
chimenea. El bárbaro esquivó rápidamente y se apartó de la figura a la carga. El
asaltante, estrellándose contra un escritorio, rodó por el pecho y rebotó para volver a la
refriega.
Kamahl captó el brillo de la cabeza de un hacha a la luz de las brasas viniendo
hacia él a la altura de su pecho. El guerrero de las Párdicas saltó justo antes de que la
mortífera arma llegara a su objetivo, se agarró a una viga y se balanceó sobre la cabeza
de su enemigo. El portador del hacha, incapaz de detener su impulso hacia adelante,
golpeó la pared con un ruido sordo clavando su arma un total de ocho centímetros en la
madera.
"¡Quédate quieto y lucha como un hombre, tu gigante de piel de metal!" rugió el
atacante de Kamahl mientras liberaba su hacha.
"Vigila tu culo, tu gnomo sobredimensionado," dijo Kamahl. Se dio la vuelta en
un salvaje puñetazo de barrido que dio de lleno en la sien del enano mientras el pequeño
hombre estaba luchando para liberar el hacha incrustada. El enano pasó volando al lado
de la chimenea con la fuerza del golpe enviándolo dos metros por el aire, aterrizó sobre
su trasero mirando hacia el gran bárbaro y sacudió su hacha que todavía apretaba entre
sus manos.
"¡Ah! Gracias por soltar mi hacha, tu gran zoquete. Esto es por llamarme
gnomo." Y con eso el enano se levantó de un salto, giró el hacha sobre su cabeza,
murmuró varias palabras antiguas enanas, y lanzó el arma ahora brillando directamente
al rostro del bárbaro.
El hacha giró a través del aire con rayos crepitando a lo largo de su hoja.
Kamahl, sin inmutarse por el espectáculo de magia, sacó la espada de su vaina por
encima de su cabeza y atacó con la cuchilla al rojo vivo hacia el misil aproximándose.
Cuando las dos armas mágicamente mejoradas chocaron la sala estalló en luz y sonido y
la explosión volvió a derribar al enano.
"Tu hacha vuelve a estar clavada en la pared, Balthor," declaró Kamahl mientras
envainaba su espada y se acercaba para ayudar a su mentor a ponerse en pie.
"¿En dónde habéis aprendido ese truco, hijo mío?" preguntó Balthor
sacudiéndose el polvo. "Fue una impresionante demostración de poder. ¿Y en dónde
habéis aprendido esos movimientos? Yo nunca os he enseñado a saltar y evadir así."
"Los movimientos los observé mientras luchaba en los pozos junto a Cadenero,"
respondió Kamahl.
"Sí, nosotros conocimos a este Cadenero, Jeska y yo, cuando fuimos a buscaros,"
le interrumpió Balthor mientras se sacudía sus pantalones y se encaminaba a tratar de
sacar el hacha de la pared. "Buen chico. Creo que tiene un poco de sangre bárbara
corriendo por su cuerpo."
"¡La tenía!" intervino Kamahl.
"¿Hrmph?" resopló Balthor tratando de sacar el hacha que en esta ocasión estaba
incrustada hasta el mango.
"Cadenero tenía algo de sangre bárbara," repitió Kamahl acercándose a la pared
al lado de Balthor. "Cadenero ha muerto, Balthor, y yo fui incapaz de salvarlo." Y
diciendo eso el bárbaro agarró el mango del hacha y extrajo el arma de la pared tan
fácilmente como si hubiera sacando una uva de un racimo. Poniendo el arma en la mano
de Balthor se dejó caer con un suspiro en un montón de pieles de gato de fuego.
"Si fuisteis incapaz de salvar a tu amigo," dijo Balthor acariciando el enorme
agujero en la pared con sus dedos cortos, "entonces aquel que lo mató debió ser como

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un dios, o..." Balthor se detuvo un momento para mirar alrededor de la sala oscurecida,
"... un caminante de planos."
"Esto es lo que mató a Cadenero," dijo Kamahl sacando una vez más su espada y
sosteniéndola frente a Balthor para que viera el pomo. "El Mirari. El artefacto que he
estado buscando. El orbe mágico que parece tener tanto el poder supremo como la
destrucción final. Al final, Cadenero no pudo controlarlo, y lo mató. Ahora deberé ver si
yo soy lo suficientemente poderoso como para controlarlo."
Balthor se maravilló de la esfera brillante. Durante un tiempo no habló, apenas
respiró, sólo se quedó mirando en las profundidades de la superficie espejada del orbe.
"Balthor," dijo Kamahl. "¡Balthor!"
Balthor sacudió la cabeza, cerró los ojos, y después de un momento los abrió y
volvió a mirar a su alumno.
"¿Mi maestro, qué es lo que ve?" preguntó Kamahl.
"Yo estaba encima de la montaña Fiers en una gloriosa batalla, luchando al lado
de la Señora misma," dijo el enano. "Era invencible, como si ningún poder en
Dominaria se atreviera a enfrentarme. Me sentí como si hubiera podido hacer que todo
sucediera si tenía el poder de este orbe de aquí en mis manos."
"Todo el mundo ve algo diferente, un sueño o un deseo personal," dijo Kamahl.
"Pero el deseo y el poder sin control conducen a la destrucción. Tu me enseñaste eso
Balthor. Ahora he visto la verdad de tus palabras en este orbe... este artefacto que tengo
que aprender a controlar."
"Entendido. Y yo os ayudaré. Eres un hombre fuerte, Kamahl. Esta noche me lo
habéis vuelto a demostrar. Juntos controlaremos a esta orbe aquí presente y traeremos
honor y gloria para el pueblo." Balthor se inclinó y colocó una piel de gato de fuego
sobre el enorme bárbaro. "Ahora, trata de dormir un poco. Recuerda, la fatiga es el
ladrón del control. Empezaremos tu entrenamiento de nuevo en la mañana."
Aunque ninguno de los hombres consiguió una noche completa de sueño Balthor
y Kamahl se hallaron corriendo a través de los pasos de montaña antes de que la luz del
sol golpeara el pueblo. Para el momento en que el sol estuvo directamente encima de
ellos el extraño dúo había cubierto una decena de kilómetros de ásperos y rocosos
pasajes, sobre todo en silencio.
"Como en los viejos tiempos, ¿eh Kamahl?" resopló Balthor que había tenido
que agitar las piernas el doble de rápido que el bárbaro mucho más grande aunque
nunca se había quedado atrás.
"Sí," respondió Kamahl con simpleza sin siquiera una gota de sudor a pesar de
las horas de ejercicio y el ángulo empinado del camino. "Es bueno sentir los fríos
vientos de las Párdicas. No te imaginarías el hedor que había en la ciudad. Demasiadas
personas y nunca el aire suficiente para respirar. Mi cabeza y mis pulmones se sienten
despejados."
"Bueno. Ahora... podemos... ponernos... a trabajar," jadeó Balthor entre las
respiraciones. El sudor corría por la larga barba roja del enano pegoteándola contra su
cuello y hombros.
Kamahl se detuvo en seco, tanto para dar un descanso a su mentor como para
formular su pregunta. "Balthor, ¿Qué tienes en mente?" preguntó al cabo de un
momento con una cierta cantidad de miedo arrastrándose en su voz. Kamahl no temía a
ningún régimen de entrenamiento que su antiguo maestro pudiera imaginar a pesar de
que uno o dos llamados ejercicios casi lo habían matado cuando era un niño. No. Hasta
ahora Kamahl había sido capaz de evitar el contacto con otros bárbaros, un contacto que
en última instancia, temió, daría lugar a duelos por el Mirari.

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"¿Vamos a comenzar con una cacería de gatos de fuego?" preguntó
esperanzado.
"No. No seas tonto muchacho," escupió Balthor. "Eso es sólo seguimiento y
disparo de rayos. Vos necesitáis trabajar el cuerpo y la mente juntos si queréis dominar
tus fortalezas y tus miedos."
Kamahl sabía lo que se venía a continuación y detestó la idea de usar su poder
tan cerca de la aldea.
"Necesitáis enfrentar el Juicio."
El Juicio. Los bárbaros lo llamaban El Juicio de Balthor. El maestro en armas lo
había configurado como la prueba definitiva para probar el poder cuando él había
comenzado a entrenar magos guerreros bárbaros por primera vez poco después del final
de la guerra Pirexiana. A lo largo de varias generaciones el Juicio se había convertido en
un rito de pasaje para la orgullosa raza de guerreros. Ahora ningún bárbaro podía
ofrecer o aceptar un reto hasta que hubiera pasado primero por el Juicio de Balthor.
"Pero yo ya dominé tu pequeña carrera de obstáculos años atrás," respondió
Kamahl todavía tratando de alejar su entrenamiento de su aldea. "Y creo que mis
experiencias en los pozos me han enseñado una cosa o dos acerca de la fuerza y el
control."
"Entiendo. Habéis aprendido algunos trucos que yo nunca os he enseñado,"
admitió Balthor comenzando a bajar por el pasaje de montaña hacia la aldea. "Pero esos
trucos no os ayudarán a pasar a través de mí ‘pequeña carrera de obstáculos’. Y si os
parece que dos viajes a través del Juicio son siempre los mismos necesitaréis más
entrenamiento de lo que pensaba," gritó por encima del hombro.

* * * * *

El Juicio era en parte una carrera de obstáculos y en parte una batalla mágica. El
aprendiz tenía que abrirse camino a través de un laberinto de obstáculos mortales
mientras se defendía de los ataques de los experimentados magos Párdicos. Mientras se
arrodillaba en el inicio del itinerario, preparándose mentalmente para los retos
venideros, Kamahl jugó con la idea de atravesar el Juicio sin su espada para evitar
complicaciones innecesarias del Mirari. Pero Balthor tenía razón. Aquello sería una
buena prueba de su control y no tendría sentido sin el poder extra que el Mirari le fuera
a proporcionar.
Cuando el cuerno de Balthor sonó el mago bárbaro desenvainó su espada y abrió
la puerta del trayecto. La primera sección se veía igual. El debería navegar a través de
una serie de obstáculos mientras evadía los ataques de un hechicero que tendría la
ventaja sobre un terreno más alto. Kamahl corrió hacia el muro de cuatro metros de
altura frente a él, saltó y se agarró la parte superior, y fácilmente elevó su gran cuerpo
por arriba y encima del muro. Le hubiera gustado pararse en la parte superior y
escudriñar a su adversario pero sabía que eso lo dejaría demasiado al descubierto. Sería
mejor forzar al mago a golpear un blanco en movimiento lo que le mostraría a Kamahl
qué dirección debía evitar.
Cuando golpeó el suelo al otro lado y comenzó a moverse hacia un túnel de
piedra oyó el inconfundible silbido tembloroso de un proyectil acercándose. Sin tiempo
para detectar el ataque corrió hacia adelante y se metió en el túnel justo cuando la bola
de fuego explotó en el suelo detrás de él. Una ola de llamas y calor rodó a través del
túnel, calentando la espalda y las piernas del bárbaro.

32
Ese es un punto para mí, pensó Kamahl. Pero ahora estaba atrapado. Tan pronto
como se asomara al otro lado del túnel lo encenderían como un gato de fuego.
"Es hora de una
distracción," dijo el
veterano de los pozos.
Se agachó en una
rodilla en el bajo túnel,
sacó su espada frente a
él con la punta hacia
abajo, y miró a través
del Mirari para
comenzar su hechizo.
Por el otro lado del
Mirari saltó un simple
gato de fuego de las
Párdicas, su melena una
corona de llamas.
El gato en
llamas salió brincando
por el otro lado del túnel de piedra con rizos de humo alzándose de la tierra mientras
cada pata golpeó el suelo. Kamahl exploró el recorrido en busca de signos reveladores
de magia y vio la descarga de fuego viniendo hacia su señuelo casi antes de salir de las
manos del mago. Salió rodando del túnel en una posición de pie, dio vuelta su espada y
lanzó un rayo de su punta a la torre de piedra en donde estaba parado el primer
hechicero del Juicio.
Apenas después de que la descarga en llamas incineró la distracción de Kamahl
su descarga de rayos chisporroteantes se estrelló contra la base de la torre. El rayo rasgó
un agujero enorme a través de la estructura de piedra, derribándola y enviando al bajo
mago de pelo rojo gritando y volando al suelo en las afueras del recorrido. Kamahl, sin
mirar hacia atrás, se giró y corrió por el resto de la primera sección antes de que Balthor
pudiera recuperarse.
Saltó por encima de la última pared baja y pudo ver a la izquierda la puerta de la
segunda sección. Esta era diferente a la de aquella de la última vez que él había
recorrido el Juicio. En aquel día él había salido de la carrera de obstáculos por la
derecha. Kamahl no sabía qué esperar así que se acercó a la puerta con cautela.
Parecía bastante simple: una pendiente abierta elevándose por la cara de la
montaña, esparcida con peñascos gigantes para obstruir la visión.
"Al parecer, el próximo mago se esconde en algún lugar dentro de este laberinto
de rocas," reflexionó
Kamahl. "Un hombre
necio correría de roca
en roca en búsqueda de
cubrirse de su agresor.
Yo debería elegir mi
ruta con más cuidado."
Pero cuando el
enorme bárbaro entró en
el campo de rocas
aprendió rápidamente y
forzosamente del error

33
de sus suposiciones. Una corriente de rayos cayó en cascada hacia abajo a través del
laberinto de peñascos, rebotando de roca en roca como las bolas de metal en un juego de
clavijas que Cadenero le había mostrado una vez. Los rayos pronto llenaron todo el
campo golpeando a Kamahl en el pecho y arrojándolo sobre la roca más cercana donde
la red magnética de electricidad lo mantuvo apretado.
El bárbaro, apenas capaz de respirar por el dolor golpeando en su pecho, se
introdujo en las profundidades interiores del centro de su cuerpo y mente y encontró la
fuerza para levantar su espada por encima de su cabeza. Los enormes antebrazos del
bárbaro, con rayos bailando a través de sus bíceps, se hincharon cuando él clavó la
cuchilla profundamente en la losa de granito detrás de él. Cuando la hoja entró en la
roca la electricidad fluyendo por encima y a través del cuerpo del bárbaro corrió por sus
brazos, atravesó el Mirari, y bajó a través de la hoja al interior del enorme peñasco.
Kamahl, libre de las fuerzas magnéticas que le habían mantenido cautivo, se
zambulló al suelo justo cuando la roca explotó detrás de él desintegrándose en un fino
polvo que cayó como nieve sobre el cuerpo tendido del bárbaro. El ex luchador de los
pozos se levantó con sus oídos zumbando y sangre bajando por su cuello desde su boca
y nariz y buscó su espada. Oyó el inconfundible crepitar de otra cascada de rayos
bajando por el campo de peñascos, agarró su espada del suelo y se lanzó por la colina
para tomar el lugar de la roca destruida.
Cuando la corriente de relámpagos se acercó Kamahl lanzó un hechizo sobre su
espada y la sostuvo con ambas manos, el pomo hacia arriba, delante de él. El arma,
actuando como un pararrayos, absorbió el poder en sí misma de la electricidad fluyendo
por el campo. Cuando el Mirari brilló con un refulgente color blanco Kamahl pronunció
las palabras para un segundo hechizo y hundió la espada en el suelo. La electricidad
procedente de la cascada fluyó a través de la espada en el suelo e invirtió la dirección
subiendo por la pendiente, haciendo temblar el suelo mientras la energía fluía a través
de él.
Cuando la corriente redirigida golpeó al primer peñasco formó una gran grieta y
se extendió hacia la parte superior de la gran losa, ramificándose una y otra vez a
medida que creció hasta que toda la superficie quedó cubierta de una red de grietas, y la
roca cayó en una pila de escombros. La temblorosa corriente siguió adelante y pulverizó
peñasco tras peñasco hasta que finalmente todo el campo quedó cubierto de montones
de pedruscos y rocas.
Kamahl extrajo su espada del suelo y apuntó al mago al que ahora podía ver de
pie en la cima de la colina. Aunque no podía ver la cara del hombre lo suficiente como
para siquiera identificarlo estaba seguro de que su despliegue de poder había intimidado
a su oponente.
"¡A pesar de que me has sacado la primera sangre has perdido esta ronda mi
digno oponente!" gritó el sucio y ensangrentado bárbaro. "Cede el campo con honor o
enfrenta la ira de mi espada."
El lejano hechicero, después de sólo un momento de mirar los escombros
causados por el hombre que con todo derecho debería haber estado inconsciente en el
suelo, se inclinó y se alejó de la cima de la colina. Kamahl se sacudió el polvo y se
limpió la sangre de su cara antes de volver a caminar lentamente y deliberadamente por
la pendiente para enfrentar el próximo reto.
En la cima un sendero subía serpenteando por la montaña hasta una grieta
atravesada por un puente oscilante. Esa debía ser la tercera prueba, pensó Kamahl
mientras escudriñaba a través del largo puente de cuerdas y tablones en busca de signos
del mago que seguramente le enfrentaría al tratar de cruzarlo. El bárbaro extrañaba a

34
Esmeralda, el gecko de pies firmes que había montado desde el Bosque Krosano hasta
el mar mientras perseguía a Laquatus.
En cambio, Kamahl tomó prestado el hechizo que lo había mantenido en la silla
de Esmeralda aun montando al revés. Dirigió el hechizo a sus pies, haciendo que las
suelas de sus botas fueran tan pegajosas como si estuvieran cubiertas de la espesa savia
de los árboles y luego comenzó a moverse lentamente a través del puente mientras sus
botas se pegaban rápidamente a las tablas y tenían que ser liberadas con un tirón a cada
paso.
Como era de esperar, Kamahl fue atacado a mitad de camino del abismo. Un
enorme halcón, fácilmente del tamaño de un lobo, salió del sol y cayó en picada hacia el
rostro del bárbaro. El bárbaro dio un pisotón con su bota para consolidar el equilibrio en
el puente, sacó su espada y disparó una ráfaga de fuego al pájaro invocado que
desapareció de vista, una masa ennegrecida de plumas.
Dos pasos después, dos halcones más se zambulleron hacia el bárbaro. Aunque
él se encargó de uno, el segundo voló a través del fuego, pasó más allá de los restos
carbonizados de su hermano, y abrió un largo corte en el hombro de Kamahl antes de
volar de nuevo hacia la
luz del sol. El guerrero de
montaña, luchando por
avanzar lo más rápido
posible antes de que más
halcones monstruosos lo
pudieran atacar, tiró con
fuerza de sus botas
adhesivas e hizo cinco
pasos más en su viaje
hacia la pared del abismo
antes de sufrir el siguiente
ataque.
Esta vez, otros
tres halcones más se
unieron al que todavía
tenía sangre de Kamahl
goteando de sus garras.
"¡Por la sangre de Fiers!" exclamó iracundamente el bárbaro. "¡Están viniendo
demasiado rápido! Tengo que igualar las probabilidades."
Y diciendo eso, Kamahl barrió con su espada en un círculo sobre su cabeza
mientras murmuraba unas pocas palabras mágicas. Un instante después, brasas al rojo
vivo empezaron a verterse desde la punta de su espada, a volar por los aires y a caer
como lluvia a todo alrededor del bárbaro frustrado, quemando todo lo que tocaban.
Kamahl quedó feliz de ver a los cuerpos humeantes de cuatro pájaros caer en
picada por debajo del puente. Pero menos feliz de ver humear las cuerdas del puente y
estallar en llamas en varios lugares por el calor de las brasas que habían caído sobre
ellas. El bárbaro disipó el encantamiento de sus botas y corrió hacia el otro lado del
abismo con la esperanza de llegar al final del puente antes de que las cuerdas se
quemaran por completo.
Aún así, a varias grandes zancadas del borde del acantilado, Kamahl sintió el
puente sacudirse bajo sus pies cuando las cuerdas azotaron detrás de él. Se arrojó hacia
adelante, la última cuerda se rompió y el puente cedió. El bárbaro se quedó corto en su
zambullida final, sus manos erraron el borde del acantilado y comenzó a caer. Fue

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entonces que clavó la espada en la pared, detuvo su paso, y colgó allí por un momento
balanceándose por debajo del borde del abismo.
Con su impulso Kamahl se lanzó hacia arriba y sobre el borde del acantilado
aterrizando más o menos en las rodillas. Liberó su espada, se paró de un salto, y se dio
la vuelta para enfrentar a su oponente.
"¡Tus secuaces han sido vencidos!" le gritó a la montaña. "¿Te atreves a
enfrentar a mi espada?"
"Como siempre," fue la cadenciosa aunque seria respuesta de la mujer guerrera
que salió de detrás de un afloramiento rocoso. Cuando Kamahl vio a la alta y
desgarbada bárbara con el tupido pelo rojo atado en un moño en torno a dos horquillas
de hierro ornamentado dejó caer la punta de la espada al suelo y se quedó mirando.
"Como siempre."
Afortunadamente la tensión del momento fue rota por los gritos inconfundibles
de un enano muy enojado.
"¡Suficiente!" gritó Balthor acudiendo por el camino detrás de la maga. "Este
Juicio ha terminado. Ya habéis destruido tres secciones enteras de mi recorrido, tú
chiflado bárbaro. ¿Llamáis a eso control? Mañana trataremos la meditación."
Cuando Balthor se interpuso entre los dos bárbaros, miró hacia arriba a sus
rostros y dijo: "¿Qué están mirando ustedes dos?"
"Es bueno encontrarte, Jeska," dijo Kamahl.
"Es bueno encontrarte, Hermano," dijo Jeska.
"Tengo mucho que contarte," dijeron juntos.

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Capitulo 5

Ni siquiera las constantes palabras halagadoras de Treal pudieron aliviar la


tensión que Laquatus sintió por tener que tratar una vez más con la hechicera de
demencia, Trenzas. De hecho, el estrés estaba causando que el control que el tritón tenía
sobre el simple soldado de la Orden decayera por lo que envió al sargento a vigilar la
puerta de su habitación durante el día. El problema era que Trenzas estaba tan alejada
del contacto con el mundo por vivir en sus propias visiones que él no podía controlarla
mágicamente o engañarla. Pero ella alguna vez había sostenido en sus manos el Mirari,
robándoselo a Laquatus cuando el palacio de Aboshan cayó en ruinas en los mares del
norte, y esa podría ser la clave para poder controlarla.
El espejo de Laquatus comenzó a zumbar cuando el sol se elevó a su máximo
apogeo en el cielo.
"Justo a tiempo," dijo el tritón. "¿Está todo listo?" preguntó el embajador en el
espejo.
"Sí señor," fue la respuesta de Talbot.
"Entonces muéstrame la habitación para que pueda hacer mi entrada." Laquatus
vio como la escena en el espejo giró lentamente en torno a la pequeña y oscura
habitación. Una mesa con tres sillas, paredes con líneas de estanterías, un par de
braseros emitiendo una apreciadamente escasa luz pero una gran cantidad de humo.
Trenzas aún no estaba en la habitación.
"Perfecto. Ahora sostén el espejo para que pueda ver la silla al lado tuya."
Laquatus se sentó en su silla y colocó el espejo sobre la mesa frente a él. Luego
levantó las dos manos sobre su cabeza con las palmas hacia el techo. Mientras bajaba
lentamente sus brazos, Laquatus volvió sus palmas para enfrentar el suelo, cerró los ojos
y se concentró.

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Cuando el embajador abrió los ojos estaba sentado al lado de Talbot en la oscura
habitación llena de humo. Miró a Talbot quien estaba a punto de guardar su propio
espejo.
"Mantén el enlace abierto, Talbot. Lo necesito para mantener esta proyección.
Ahora, ¿que es lo que está retrasando a esa infernal invocadora de demencia?"
"Ella debería estar aquí en cualquier momento, mi señor," le aseguró Talbot. "Me
dijeron que nos íbamos a encontrar precisamente al mediodía."
"Dudo que esa desquiciada bruja sepa siquiera si es de día o de noche, por no
hablar de la hora que es," respondió el irritable tritón. Podríamos estar enfrentando una
larga espera. Aún así, mi cuerpo debería estar seguro con Burke cerca y ese idiota
vigilando la puerta."
Laquatus, inclinando su proyección hacia Talbot, susurró a su siervo a través de
su simulacro. "Cuando ella llegue déjame hablar a mi. Esto será delicado. No permitas
que ningún atisbo de incredulidad cruce por tus facciones. Puede que no sea del todo
sincero con ella hoy y no quiero que ella lea mis mentiras en tus reacciones."
"¿Por qué susurramos, mi señor?" preguntó Talbot.
"Yo no confío en ninguno de estos magos de la Cábala," respondió Laquatus, "y
menos que menos de esta Trenzas del Primero. Dicen que puede ver con su mente
cualquier lugar de Otaria y, ahora mismo, si yo fuera el Primero estaría vigilando esta
habitación. Sólo por el hecho de que él no quiera hablar con nosotros no significa que él
no quiera escuchar lo que tenemos que decir."
En ese momento se abrió la puerta y Trenzas entró, pero hacia atrás. "¡Quédense
ahí, todos ustedes!" gritó a través de la puerta. "No, no pueden venir conmigo, asustarán
al pobre tritón. No. Quédense. Buenos muchachos."
Laquatus, que podía ver bien a través de la puerta, no pudo observar nada en el
otro lado salvo un pasillo vacío.
"¿A quién le habla, mi buena amiga?" preguntó mientras Trenzas cerraba por fin
la puerta siguiendo retrocediendo hasta que llegó a la mesa.
"Sólo con mis mascotas," respondió ella dándose la vuelta y sentándose, todo en
un solo movimiento fluido.
"¿Mascotas de demencia?" preguntó el tritón.
"Pero por supuesto," dijo Trenzas sonriendo. "¿De qué otro tipo las hay? Ellas
me dan tanta diversión, al igual que su mascota lo hizo cuando nos conocimos por
primera vez en esa fiesta hace tanto tiempo. Pero lo olvidé, usted perdió esa mascota,
¿no es así? Me apena terriblemente traerle un recuerdo tan triste."
"No se preocupe, querida señorita," dijo Laquatus sonriendo con los dientes
descubiertos. "Tu amigo Cadenero me proporcionó una nueva mascota y estoy muy
contenta con ella."
"¡Maravilloso! Quizás nuestras mascotas pueden jugar juntas alguna vez."
"Me gustaría eso," respondió Laquatus mirando a Talbot y encogiéndose de
hombros. "Ahora, tal vez podríamos ir al grano."
"Sí," dijo Trenzas de repente mirando fijamente un punto en el espacio en alguna
parte entre Talbot y la imagen de Laquatus. "Su socio aquí presente dijo que tenía una
propuesta para el Primero."
Laquatus volvió la cabeza, tratando de determinar a qué estaba mirando Trenzas,
y luego se volvió hacia la loca invocadora de demencia, sonrió, y comenzó su
presentación bien ensayada.
"Vengo a ustedes hoy con una propuesta que hará que tú y la Cábala ganen una
gran cantidad de dinero y consoliden la relación entre nuestros dos pueblos durante las
próximas décadas por venir. Hablo, por supuesto, sobre el Mirari…"

38
"Ah, sí. El Mirari," le interrumpió Trenzas. "Cadenero fue el primero en
encontrar eso, ¿lo sabía? Le echo de menos."
"Sí. Bueno," continuó diciendo Laquatus, "cuando el bueno y viejo Cadenero
perdió el Mirari terminó en las manos de ese bárbaro guerrero Párdico, Kamahl. El orbe
ahora se ha perdido en las montañas en donde no puede ser de ninguna utilidad para
nadie. Yo propongo ayudar a recuperar el Mirari y traerlo de vuelta a los Pozos a donde
pertenece."
Laquatus hizo pausa para el efecto dramático pero se dio cuenta que la vieja
bruja seguía mirando al espacio por lo que continuó. "Piensa en lo que puedes hacer con
el Mirari en tus manos. Piensa en los ingresos que el orbe puede traer cuando una nueva
ola de siervos descienda sobre Afetto. Todos ellos estarán buscando una oportunidad por
poseer el poder más grande en toda Otaria. Todos estarán pasando el tiempo en las
posadas, tabernas y casas de juego de la Cábala. Todos estarán peleando en los pozos
para el beneficio de las grandes multitudes que no sólo pagan para entrar sino que
pierden dinero en la casa. Todo el poder para ti y la Cábala."
"¿Sabía usted que no está realmente aquí en este cuarto?" preguntó Trenzas
finalmente mirando a la imagen de Laquatus. "¡De hecho creo que usted está en la
ciudad de nuestros enemigos!"
"Sí, mi querida señora," replicó el exasperado tritón. Pensó rápidamente y
encontró una mentira plausible que unió directamente a su propuesta. "Me he
proyectado a través del espejo en esta mesa porque yo estoy en este momento en la
Ciudadela en un intento de negociar una paz entre la Orden y la Cábala. Este es el tipo
de servicio que ustedes pueden esperar de una relación más amplia con mi Imperio Mer.
Yo tengo ciertas influencias en la Orden y les puedo asegurar que una vez que esté de
vuelta en el poder la Orden ya no será un problema para la Cábala."
"Sí, la Orden es aburrida," dijo Trenzas ahora mirando al espejo. "¿Por qué no
pueden ser más divertidos, como tú, mi viejo amigo? Dime, ¿Dónde está tu mascota?
Me gustaría darle unos buenos golpes."
"Estoy seguro de que eso se puede arreglar," dijo Laquatus pensando que a él
también le gustaría ver esa batalla pero más tarde. "Todo lo que pido a cambio de
nuestros servicios es un poco de ayuda en la solución de la pequeña pelea que tengo con
Llawan, la usurpadora del trono Mer. Una vez que yo, el gobernante legítimo del mar,
esté instalado como emperador nuestros dos pueblos podrán enriquecerse mutuamente a
través de la apertura del comercio, los acuerdos comerciales abiertos, y la fuerza de
nuestros dos ejércitos aliados juntos contra las incursiones de las potencias enemigas.
Piensa en ello, Trenzas. Tú, con el Mirari, serás la dueña de los pozos. Yo, con mi trono,
seré el dueño del mar. Juntos seremos dueños de toda Otaria."
Laquatus se recostó en su silla con la proyección imitando el movimiento.
Satisfecho con su presentación miró a un Talbot inescrutable. Buen chico, pensó el ex
embajador. Incluso me podría engañar a mí con esa actitud sólida. Cuando Laquatus
volvió a mirar a Trenzas se sobresaltó al ver que ella le estaba mirando directamente a
los ojos por primera vez durante toda la reunión.
"Su propuesta es interesante, embajador," dijo ella, sonriendo. "¿Qué es lo que
usted desea que haga?"

* * * * *

"Milord, ¿se da cuenta de que no podemos confiar en ella?," dijo Talbot a través
del espejo más tarde esa noche.

39
"Por supuesto, Talbot," respondió Laquatus. "Si ella tenía algo de inteligencia
sobre si misma estoy seguro de que habría ido directamente al Primero para decirle que
traté de comprar su lealtad con esa baratija."
"Entonces, ¿por qué fuimos adelante con la reunión?" preguntó el confuso tritón.
"Mira, sabemos que Veza llegó al Primero antes que nosotros, y que es muy
probable que ella ya tenga todo lo que necesita para el imperio de Llawan. Nosotros no
podríamos comprar la ayuda de él en este momento incluso si nos la ofrecieran. Pero
Trenzas querrá de vuelta el Mirari por todas las razones que le di con el añadido de que
ese poder es demasiado poderoso para ser ignorado por aquellos que lo han tocado.
Incluso si ella nos traiciona al final todavía hará lo que nosotros necesitamos de ella en
el ínterin."
"¿Qué pasa si Trenzas obtiene el Mirari por sí sola?"
"Oh, yo tengo fe en nuestro amigo bárbaro. Ninguna fuerza individual será capaz
de arrebatar el Mirari de sus manos y una vez que ella lo desgaste nosotros estaremos
listos para echarle una mano en la recuperación. Entonces, una vez que tengamos el
Mirari, no importará si Trenzas nos traiciona o no. Y, si por casualidad ella lo obtiene,
nuestros amigos de la Ciudadela estarán allí para asegurarse de que nunca lo pueda
devolver de nuevo a la Cábala."
"Un buen plan mi señor," dijo Talbot. "¿Desea algo más? Ha sido un día largo y
deseo retirarme a un estanque."
"Una cosa más," dijo Laquatus que ya estaba descansando en su propio estanque.
"Acerca de Veza. ¿Todavía queda algo entre ustedes dos?"
"Oh, señor, le aseguro que eso terminó hace mucho tiempo atrás," dijo un Talbot
bastante nervioso. "Ya no hay más amor entre esa traidora y yo."
"Te creo, Talbot," respondió Laquatus. "Pero deseo que reavives esas viejas
pasiones una vez más, por el bien del nuevo Imperio Mer."
"¿Milord?"
"Esa sirena mal nacida ha sido un anzuelo en mis aletas durante demasiado
tiempo," dijo Laquatus haciendo una mueca ante el recuerdo. "Ya hace mucho que ella
debería haber pagado por sus pecados en contra de sus compañeros tritones. Así que tú
reconstruirás su relación con ella para que puedas acercártele y saber lo que está
planeando Llawan. Al mismo tiempo le podrás proporcionar información falsa acerca de
nuestros propios planes y así evitar que intervenga esa vieja pulpo en el trono"
Laquatus miró fijamente el rostro de Talbot en el espejo. "¿Eso no será un
problema, verdad, Talbot?"
"No, señor," respondió Talbot incapaz de levantar sus ojos para encontrarse con
la mirada de su gobernante. "Estoy seguro de que puedo hacerle creer que todavía me
interesa y haré lo que me pide. Sin embargo, no voy a matarla, mi señor."
"¡Por supuesto que no!, Talbot, " dijo Laquatus volviendo a sonreír. "Cuando
todo esto termine se le dará la bienvenida en el nuevo imperio mer. Habrá un lugar de
honor en mi mar para todos los tritones. Si se retracta de sus acciones en contra de
nosotros incluso podría darle de vuelta su antiguo puesto de trabajo. Si no, ella puede
ser tu esclava."

* * * * *

"La Cábala está aquí," entonó Trenzas.


"Y en todas partes," respondió el Primero.

40
"Me he reunido con el viscoso tritón como me ha pedido, Patriarca," dijo
Trenzas mirando desde el Primero a las ataduras en la silla que ella nunca había
encontrado una manera de romper.
"Lo sé," respondió el Primero sonriendo.
"Como era de esperar me ofreció el poder del orbe a cambio de mi ayuda en su
pequeña guerra privada."
"¿Y qué le has dicho?" preguntó el Primero mientras rodeaba por detrás de la
silla de su invitada.
"Como usted me lo solicitó estuve de acuerdo con sus términos y lo envié con la
sensación de que había ganado las negociaciones," dijo Trenzas mientras intentaba
invocar una mascota pequeña para mirar al Primero detrás de ella. Como de costumbre,
el intento fracasó. "¿Esta silla sigue siendo necesaria, Patriarca? ¿Acaso yo no he
probado incansablemente mi lealtad hacia usted y la Cábala?"
"Sí, lo has hecho Trenzas. Eres tan leal como siempre lo fue Cadenero hasta el
momento en que me desterró a Afetto," respondió el Primero una vez más dando la
vuelta por delante de su segunda al mando. "Pero para responder a tu primera pregunta,
no la silla no es necesaria como tú bien lo sabes. Simplemente me divierte. Ahora, ¿qué
vamos a hacer con respecto al pobre ex embajador?"
Trenzas dejó de retorcerse en la silla y trató de concentrarse pero, sin sus
sombras constantemente girando alrededor de su cabeza y dentro de su mente, el
silencio casi total de su mundo hacía difícil pensar.
"¿Se da cuenta, Patriarca, que él nos va a traicionar a su primera oportunidad?
En estos momentos ya está conspirando con la Orden a pesar de que profesa que es sólo
para ayudar a la Cábala."
"Por supuesto, Trenzas," dijo el Primero. "Laquatus está tramando
constantemente. Él conspiran contra todos tratando de enfrentar a sus aliados contra sus
enemigos y a sus enemigos en contra de cualquiera menos de él. Sus constantes
mentiras con el tiempo serán su perdición pero no porque sea malvado sino debido a
que no es simplemente bueno en eso."
Trenzas asintió en señal de acuerdo. "Le he dicho a Laquatus que voy a enviar
una gran fuerza a las Montañas Párdicas para arrasar la aldea de Kamahl y recuperar el
Mirari de las cenizas," dijo.
"Obviamente él sabe que eso no va a funcionar," dijo el Primero. "Un asalto
abierto sobre las montañas es un suicidio para cualquier fuerza solitaria. Nosotros
somos simplemente una distracción para su plan real."
El Primero volvió a rodear a la atada invocadora de demencia. "Como te dije es
un pésimo mentiroso."
"Sí, Patriarca," respondió Trenzas, "pero él tuvo razón en una cosa. El Mirari
traería grandes beneficios a las arcas de la Cábala. Sería absurdo dejar pasar la
oportunidad de recuperarlo."
Trenzas oyó un crujido detrás de ella cuando el Primero se movió pero no volvió
a aparecer en frente de ella. En vez de eso oyó las enormes puertas abriéndose y luego
silencio.
"¿Patriarca?" preguntó ella. "¿Vamos a dejar pasar esta oportunidad o
deberíamos tratar de ayudar a que ese tritón despreciable a apoderarse del orbe?
¿Patriarca?"
"Nada de eso," dijo el Primero mientras caminaba alrededor para volver a
enfrentar a Trenzas. "Vamos a elegir un curso totalmente diferente. Un asalto frontal
sería un suicidio pero nosotros tenemos otras tácticas que podemos utilizar."

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Cuando terminó de hablar Trenzas escuchó de repente un inquietante sonido de
cascabeleo a todo su alrededor. Mirando hacia arriba y atrás en la medida que pudo vio
a varios hombres con cabeza de serpiente a su alrededor. Ni siquiera los había oído hasta
que comenzaron a agitarse. Sus cabezas se balancearon adelante y atrás mientras ella los
observó.
"Quiero que conozcas a mi nuevo escuadrón de la muerte, directamente de la
mente de Cadenero a mi servicio," dijo el Primero. "Cinco serpientes de cascabel, cada
una con la fuerza de un bárbaro y la lengua venenosa de un tritón. Las características
perfectas para nuestros dos enemigos. Tú los guiarás a las montañas donde eliminarán el
problema del bárbaro y recuperarán lo que es nuestro. Una vez que tengamos el orbe de
vuelta en las arcas yo mismo me encargaré de ese tramposo tritón por el papel que
desempeñó en mi destierro. Eso es todo."
"Sí, Patriarca," dijo Trenzas temerosa de un monstruo de demencia por primera
vez en mucho tiempo. "La Cábala está aquí."
"Y en todas partes."

42
Capitulo 6

Durante una comida de pan duro y guisado de lebrílope Kamahl les obsequió
a Jeska y Balthor la historia de sus aventuras en persecución del Mirari alrededor de
Otaria y las personas que había conocido a lo largo del camino.
"Cadenero era fuerte," dijo Kamahl cuando Balthor se llevó los cuencos de la
mesa. "Fuerte de voluntad y un luchador astuto. ¿Cómo puedo aspirar a controlar el
Mirari cuando él no pudo?"
"Aprendiendo de sus errores," respondió Jeska mientras mordía el último trozo
de pan. "Cadenero cedió a sus deseos. Ahora tú sabes eso y conoces el peligro. Esa es
una fortaleza que Cadenero no tuvo. Cultiva esa fuerza."
"Tal vez," murmuró Kamahl. "¿Pero que pasaría si no hay tiempo? Todo el
mundo quiere el Mirari. La única razón por la que accedí a llevármelo cuando Cadenero
murió fue para alejarlo de las personas similares a Laquatus. Sus guerreros podrían
atacarnos en cualquier momento. Si no aprendo cómo controlar su poder rápidamente
podría destruirnos a todos tratando de mantenerlo a salvo."
"¿Y entonces por qué no darlo a los compañeros de la Orden?" preguntó Balthor
que había traído un poco de hidromiel a la mesa. "Deja que ellos lo destruyan como
suelen hacer con todos los artefactos."

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"El Mirari ni siquiera se le puede confiar a la Orden. Ellos ya han demostrado
eso cuando Kirtar destruyó la mitad de la Ciudadela," dijo Kamahl. "Además, ellos no
confían en mí. Yo soy el 'Carnicero de la Ciudadela' para ellos. Tendría que matar a la
mitad de sus fuerzas sólo para hablar con ellos." Kamahl apuró su jarra de un trago y se
quedó mirando al fuego.
Jeska se inclinó hacia su hermano y le dijo: "¿Y qué me dices de los enanos?"
"¡Bah!" resopló Balthor.
"¡Tú ni hables anciano!" escupió Jeska al enano. "Todos sabemos tus opiniones
acerca de tus hermanos. Pero yo también he vivido con ellos y sé la verdad acerca de los
enanos."
"¿Y cuál es esa verdad, muchacha?" preguntó Balthor.
"Que los enanos son, en su corazón, una raza amante de la paz, viejo fanfarrón,"
respondió Jeska. "Sí, son grandes luchadores, tal vez los mejores del mundo…"
"¿Tal vez?" rugió Balthor. "No existe un ‘tal vez’ al respecto. Los enanos son
descendientes del mismísimo Fiers. No hay ni hombre ni bestia que sea igual a un enano
en la batalla."
"Está bien," reconoció Jeska. "Pero ellos nunca luchan por el bien de la lucha en
sí. Mírate, Balthor. Eres más bárbaro que enano. Has perdido tu camino en la obra de la
Señora."
"No me digáis cómo hacer el trabajo de la Señora, tu potranca insolente. ¡Hay
más en defensa que simplemente poner una barrera entre tú y el resto del mundo!" gritó
Balthor parándose de un salto.
Balthor iba a sacar el hacha pero Kamahl reaccionó. "Deténganse, ustedes dos.
Son como un viejo matrimonio," dijo el bárbaro mientras agarraba a su mentor y lo
ponía de nuevo a la mesa. "He oído este argumento muchas veces y ya ni siquiera me
importa quién tiene la razón. ¿Acaso no pueden tratar de llevarse bien al menos por una
noche?"
Kamahl, después de asegurarse de que Balthor se quedaría en su asiento, volvió
a sentarse y se giró hacia su hermana. "Ahora. ¿Qué pasa con los enanos?"
"Yo nunca hablé mucho del tiempo que pasé con el clan," comenzó a decir Jeska.
"Tu eras el alumno estrella de Balthor y no tenías tiempo de escuchar las extrañas ideas
de tu hermana. Supongo que esa fue la primera razón por la que dejé la aldea." Jeska se
levantó y caminó hacia la chimenea para avivar el fuego.
"Los clanes enanos no son como las tribus," dijo mirando las llamas saltando.
"Ellos no pelean por quién es el más fuerte o el mejor para liderar. Todos trabajan juntos
por un objetivo común. Ya se trate de reconstruir el mundo o simplemente de defender
su hogar contra los invasores cada miembro de la tribu es parte de algo más grande que
ellos mismos, una comunidad, y cada uno moriría para protegerla."
Jeska regresó a la mesa y se paró al lado de su hermano. "He aprendido mucho
sobre el mundo viviendo con el clan," continuó. "No es sólo su forma de vida lo que los
diferencia. Los enanos también saben más sobre el pasado que cualquier otra raza en
Otaria. Su historia es la historia de nuestro mundo y saben todo acerca de los
artefactos…"
Kamahl se levantó de un salto de la mesa.
Jeska se tambaleó hacia atrás de su hermano y se dejó caer en su silla. "¿Qué?"
preguntó ella. "No había terminado. Estaba a punto de decirte cómo los enanos podrían
ayudar."
"¡Ya lo has echo!" dijo Kamahl caminando rápidamente hacia adelante y hacia
atrás alrededor de la mesa. "¡Los clanes de enanos! ¿No lo ves? Eso es lo que
necesitamos. Los clanes enanos." Kamahl se detuvo en la mesa y miró de Balthor a

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Jeska por signos de comprensión. Como no vio ninguno les dio la respuesta. "Si yo
puedo juntar a las tribus bárbaras como los clanes enanos ningún ejército invasor podría
derrotarnos."
"No has entendido mi punto," comenzó a decir Jeska.
"Nosotros somos más numerosos que los enanos," continuó Kamahl. "Y la
mayoría de nuestros guerreros han sido entrenados por el más grande guerrero enano en
el mundo, ¿verdad, viejo amigo?"
"Claro. Tal vez el mejor desde mi viejo antepasado, Balthor Carapiedra," dijo
Balthor encendiendo su espíritu.
"Pero la forma de vida enana es mucho más que luchar, Hermano. ¿Qué me
dices del control?" preguntó Jeska. "Creo que te pueden ayudar con eso."
Kamahl ya no estaba escuchando. "Laquatus tendría que unir a toda Otaria
contra nosotros para arrebatar el Mirari de mis manos."
"Pero, ¿cómo uniréis a un grupo de rebeldes cabeza duras que no pueden estar
juntos por más de un día sin llegar a las manos sobre quién es el más fuerte?" preguntó
Balthor.
"Demostrándoles a todos ellos a la vez que yo soy el más fuerte," respondió
Kamahl. "Tendremos un torneo, al igual que en los pozos, y el premio será el liderazgo
de las tribus. Cuando yo los venza a todos les podré guiar a una vida mejor."
Jeska, echando humo y refunfuñando para sí misma acerca de "hombres" se
levantó de la mesa y salió de la habitación. Kamahl y Balthor pasaron el resto de la
noche haciendo planes para el torneo. Por la mañana Kamahl elaboró un aviso para ser
entregado al líder de cada tribu. Este decía:

Nuestras tribus han estado divididas durante demasiado tiempo,


vagando de un lugar a otro para seguir con vida, desafiando a los más
fuertes de nuestros pueblos para lograr la gloria personal. Somos un gran
pueblo, pero nunca hemos alcanzado la grandeza como pueblo porque
gastamos todos nuestros esfuerzos aferrándonos a la gloria. Ha llegado
el momento de alejar nuestras mezquinas envidias, de olvidar las viejas
rencillas y unirnos como un pueblo para la gloria de todas las tribus
Párdicas. Ha llegado el momento de encontrar un líder fuerte que nos
pueda guiar a la grandeza.
Yo, Kamahl, campeón de la tribu Auror, veterano de las fosas de la
Ciudad de la Cábal, y titular del Mirari, no les pido que me elijan como su
líder, aunque estaría agradecido de aceptar el título. No, ese no es
nuestro camino. En su lugar los invito a un torneo de campeones que se
celebrará en la aldea de Auror la primera semana después de la luna
nueva. Un torneo que determinará quien es el más poderoso entre
nosotros, quién puede liderar realmente a todos los bárbaros como el
campeón de las tribus.

"Todavía no creo que la mayoría de ellos vayan a acudir por eso, " dijo Balthor
leyendo el aviso sobre el hombro del bárbaro. "Tendréis que ofrecerles algo más que la
gloria personal y un mítico título para conseguir que vengan. Tendréis que ofrecerle el
Mirari como premio."
"No. ¡Es mío!" le espetó Kamahl a Balthor con su rostro rojo de ira. Después de
un momento, Kamahl se calmó y Balthor comenzó a respirar de nuevo. "Lo siento, viejo
amigo. Hace horas que hemos estado trabajando en esta nota y estoy cansado."

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Kamahl se apartó de la mesa y estiró sus brazos y su espalda. "Tienes que
entenderlo, Balthor. Cadenero me confió el Mirari a mí y no puedo ofrecerlo como un
premio."
"Sé que todavía estáis de duelo, muchacho. Aún no os habéis lavado sus marcas
de tu cara. ¡Pero no hay manera de que podáis perder!" dijo Balthor.
"No sería correcto," respondió Kamahl. "Tal vez los campeones no vengan al
torneo basándose en esta notificación pero tal vez podamos conseguir que sólo escuchen
mi propuesta para que pueda hacerles entender lo importante que es esto. Si llegamos a
esto, ofreceré el Mirari, pero sólo como último recurso."
"Ahora, envía este mensaje a todas las tribus," continuó Kamahl. "Diles que
discutiremos el torneo en la plaza del pueblo una semana a partir de esta noche."
"Está bien muchacho," dijo el viejo enano con un suspiro. "Se los haré llegar.
Pero seréis tu quien deberá convencerlos de que luchen."

* * * * *

Veza se paseó de un lado a otro en la pequeña habitación, rascándose sus


escamas secas, tan nerviosa como un pez en una red, esperando la llegada de la
invocadora. Ella hubiera preferido la silla del Primero en lugar de esa horrible espera.
Casi. Cuando la puerta finalmente se abrió se limpió las escamas sueltas que quedaban
de su codo hacia el suelo y se sentó para enfrentar a Trenzas.
"Ah, por fin estás aquí. Bien. Tenemos mucho de que discutir," dijo Trenzas
mientras se sentaba frente a la nueva embajadora de Mer.
"¿Por fin estoy aquí?" preguntó la confusa Veza. "Sí. Sí, por supuesto. Lamento
haberla hecho esperar, Señorita Trenzas. Sé que está ocupada con los negocios de la
Cábala."
"No importa, no importa, querida," respondió Trenzas mirando alrededor de la
habitación como si buscara a alguien. "Estás realmente aquí, ¿no es así? Curioso. El otro
embajador estaba aquí pero no lo estaba, ¿entiendes?"
"Por supuesto," dijo Veza asintiendo con la cabeza más por confusión que por
reconocimiento. "Aquí pero no aquí."
A continuación el resto de lo que había dicho Trenzas finalmente acudió a Veza.
"¡Oh! ¿Otro embajador? Sí. Por eso es que he venido a hablar con usted, señorita
Invocadora. Yo represento los intereses del Imperio Mer, el Imperio Mer oficial, como
estoy seguro de que el Primero le ha informado."
"¿Hmm? Oh, sí," dijo Trenzas dando manotazos al aire a objetos que Veza no
podía ver o simplemente no existían. "Usted sabe que yo trabajaba para el Emperador
Aboshan antes del cataclismo. Un horrible hombre. Guardaba todos sus objetos bajo el
agua."
"Sí. Bueno. La Emperatriz Llawan es mucho más sensible en su trato con los
artefactos y las personas que Aboshan," dijo Veza tratando de dirigir a la díscola
hechicera de demencia devuelta a la conversación. "Por eso es que el Primero se ha
comprometido a hacer tratos con la emperatriz y a no ayudar al traidor Laquatus. ¿Qué
me puede decir acerca de su reunión con el traidor?"
"Seguramente nada de lo que usted ya no sepa, mi querida," dijo Trenzas
guiñándole un ojo a Veza.
"Sí. Bueno, lo que yo sé es que usted se reunió con el ex embajador y que él
intentó alistar su ayuda en la recuperación del Mirari. Lo que no sé es si ustedes van a
ayudar a Laquatus y al hacerlo romper el acuerdo que la Cábala tiene con el Imperio
Mer."

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Trenzas miró a Veza a los ojos por primera vez durante la conversación. "Le
aseguro, Embajadora, que yo no tengo ninguna intención de hacer nada que rompa la
confianza de cualquier acuerdo que el Primero tenga con la Emperatriz Llawan... o su
representante."
Veza, nerviosa, sólo pudo balbucear, "Entonces, ¿qué piensa hacer?"
"Divertirme un poco, querida. Divertirme un poco."

* * * * *

Una semana después de la redacción de la nota dirigida a las tribus, Kamahl se


encontró a si mismo en la prueba más difícil de su vida. Tuvo que enfrentarse a los
mejores y más fuertes guerreros de las Montañas Párdicas y convencerlos de renunciar a
su libertad, su propia forma de vida, todo por la oportunidad de gobernarlo todo.
Más de un centenar de guerreros se presentaron a la reunión, el campeón de cada
aldea en las montañas. En realidad Kamahl sabía que sólo tenía que convencer a más o
menos una media docena de campeones. A pesar de que nunca había ocurrido un gran
torneo como este la ley del más fuerte en las montañas estaba bien establecida por el
sistema de retos. Los guerreros que formaban la Elite de los Ocho eran bien conocidos y
respetados por el resto de las tribus. Si Kamahl los lograba convencer toda la nación
bárbara los seguiría.
"No veo a todos los de la Elite," dijo Kamahl a Balthor mientras observaba a la
multitud. Ambos guerreros se encontraban parados en la torre de vigilancia de los
campos de entrenamiento del Juicio en donde iba a tener lugar la reunión. "¿Dónde
están?"
Balthor miró a Kamahl con las cejas fruncidas. "Oh, eso es correcto. Sigo
olvidando que habéis estado lejos mucho tiempo," dijo de repente. "Supongo que no
creíais que las batallas de desafío se detendrían cuando os fuísteis de la montaña, ¿o si?"
"Bueno, no."
"Ha habido algunos cambios desde que os habéis ido," dijo Balthor. "Muchos de
tus rivales se retiraron o fueron vencidos. De los siete que había debajo tuyo cuando os
fuísteis sólo quedan tres. Los nuevos miembros de los Ocho son Joha, a quien vos
conocíais de tus días en los desafíos, dos advenedizos llamados Thurmon y Brue, a los
que creo nunca los habéis visto, y Tybiel."
"¿Tybiel?" preguntó Kamahl haciendo una mueca ante el nombre. "¿Cómo hizo
ese tonto para encontrar un lugar con los más grandes después de lo que hizo?"
"Las batallas de desafío siguen siendo separadas de las guerras tribales," dijo
Balthor. "Ya sabéis eso."
"Bien," resopló Kamahl, "Siempre le podré rebajar una vez que sea el líder. Pero
esos son sólo cuatro. ¿Quién es el quinto miembro?"
"¿Cómo?, tu viejo compañero Talon," dijo Balthor. "Pensé que sabíais que él era
ahora el líder de los Ocho. Después de que os fuisteis se movió por las filas como una
tormenta acudiendo de las montañas. Él será al que tendréis que convencer. Si Talon
está de acuerdo con tu plan el resto de los Ocho te seguirá."
"¿Talon?" preguntó Kamahl. "Era un luchador rudimentario pero nunca había
tenido tanto poder."
"Cierto, cierto," dijo Balthor. "Al principio ni yo lo iba a tomar como estudiante,
era tan débil. Si no hubiera sido tu mejor amigo... Pero ahora míralo, un buen guerrero
mago, el líder de su tribu y la clave para tu plan. Esperemos que no siga con rencor
sobre tu última batalla."
"¿Qué última batalla?" preguntó Kamahl.

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"¿Cómo?, ¿Quién crees que fue al que habéis enfrentado en el Juicio de la
semana pasada?" respondió Balthor. "Casi le convertisteis en cenizas cuando le arrojaste
su propio hechizo de cadena de relámpagos de vuelta hacia él de la forma en como lo
hicisteis. Por no hablar de la destrucción de esa parte de mi recorrido…"
"¿Ese fue Talon?" preguntó Kamahl incrédulo ante el poder que su amigo había
ganado mientras él había estado ocupado persiguiendo el Mirari. "No es de extrañar que
él sea el líder de la Elite de los Ocho."
Talon gritó hacia el dúo en la torre casi en el momento justo. "Es bueno
encontrarte, Kamahl. Has reunido una poderosa multitud de guerreros aquí hoy. ¿Tienes
planes de que nos enfrentemos a tu propio pequeño ejército? ¿O realmente sólo deseas
ver quién es el más poderoso? Porque creo que una batalla entre nosotros dos podría
solucionar eso en este mismo momento."
Kamahl levantó su espada para que todos en la multitud pudieran ver al Mirari
latiendo con poder en su puño y gritó: "¡Este es el reto que cambiará para siempre
nuestra montaña! Es por esto que debemos unirnos como pueblo o morir uno por uno en
nuestras aldeas. Este es el Mirari, el artefacto más poderoso de toda Otaria, y yo lo he
traído aquí para la gloria del pueblo Párdico y para protegerlo de aquellos que usarían su
poder en contra de todo lo que nosotros estimamos. Pero la única manera de mantener
su poder en las Montañas Párdicas a donde le corresponde por derecho es unirnos para
enfrentar los desafíos de todo aquel que quisiera robarlo para utilizarlo en nuestra
contra."
La multitud de guerreros quedó cautivada por el resplandor del Mirari. Todos
quedaron atrapados en su poder… todos excepto Talon, que miró fijamente a Kamahl
sosteniendo su mirada por un momento.
Entonces Talon comenzó a aplaudir, muy lentamente, y dijo: "Un discurso
maravilloso, viejo amigo. Y este Mirari es una verdadera maravilla. ¿Supongo, entonces
que el campeón de este torneo usará su poder en contra de nuestros enemigos?"
"No," admitió Kamahl. "El Mirari me pertenece. Luché por el. Lo perseguí por
toda Otaria. Le di mi juramento a mi amigo más querido de mantenerlo a salvo. Pero le
daré mi brazo y mi espada al ejército bárbaro y seguiré las órdenes de cualquiera que
entre nosotros se convierta en nuestro líder."
"Nobles palabras, Kamahl," dijo Talon, aún estoico y obviamente poco
convencido. "Dime, ¿usarás tu espada durante el torneo? ¿Utilizarás el más poderoso de
los artefactos en tu
intento por liderar a este
grupo de orgullosos
guerreros?"
Cuando Talon
habló los bárbaros que
lo rodeaban empezaron
a mirar el Mirari de
forma diferente. Antes
habían estado
asombrados por su
poder. Ahora Kamahl
pudo ver un atisbo de
miedo en sus ojos.
Miedo y, tal vez,
envidia.

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"Esta es mi espada, Talon. Otorgada por mi padre. Otorgada a él por su padre.
Forjada por Balthor del bastón del poderoso Urza después de que él regresara de la gran
guerra. Tú no puedes negarme mi espada. Y yo he traído el Mirari a nuestro pueblo. Soy
yo quien ha traído este gran poder a las Montañas Párdicas."
"Y fuiste tu quien ha traído el desafío de protegerlo de los forasteros. Ahora
deseas utilizar a tu gente como usarías tu espada para protegerte de estos desafíos."
Kamahl no tuvo una respuesta inmediata a las acusaciones de Talon y la multitud
que rodeaba al líder empezó a volverse reacia cuando el gran bárbaro permaneció en
silencio. Algunas espadas empezaron a salir de sus vainas y palabras mágicas estaban
siendo murmuradas en el aliento de muchos. El aire en la plaza del Juicio se cargó con
ira y maná. Kamahl, enojado con Talon por haberlo arrinconado, no vio otra salida que
ofrecer el Mirari como premio. Pero no podía permitir que Talon le obligara a usar otra
espada durante el torneo.
"Haz algo muchacho," dijo Balthor mientras Kamahl trataba de pensar. "No
podéis luchar contra todos a la vez."
"¡Tienes razón!" exclamó Kamahl al ocurrírsele una idea. "¡Guerreros!" gritó
tratando de llamar su atención de nuevo en él antes que volara el primer hechizo.
"¡Talon tiene razón!"
Eso llamó su atención.
"Al tratar de mantener un juramento de muerte a un amigo perdí de vista la
orgullosa historia de nuestro pueblo," continuó Kamahl y los murmullos se calmaron
cuando él rindió homenaje a todos ellos. "Honor, fuerza y lealtad son por lo que todos
vivimos y morimos en la montaña. Yo debo cumplir mi juramento pero no puedo darle
la espalda a la lealtad que le debo a mi gente. Ofreceré el Mirari y la espada del padre de
mi padre al campeón de este torneo."
Kamahl se detuvo para ver qué efecto tenía esto en su pueblo y específicamente
en Talon. La multitud estaba de nuevo en silencio y mirando el Mirari. La cabeza de
Talon estaba ligeramente inclinada hacia un lado como si estuviera considerando las
palabras de Kamahl pero aún sin estar convencido.
"Sin embargo," continuó Kamahl, "tampoco puedo renunciar a la fuerza que he
adquirido legítimamente a través del combate. Si mi espada y el Mirari me hacen
poderoso es porque yo me he ganado ese poder y cualquiera que desee usar este poder
en mi lugar deberá ganarlo de mí con la fuerza de su propio poder. Por lo tanto lucharé
contra cualquiera y contra todo hombre que quede en esta montaña. Aquel que pueda
vencerme en una batalla de desafío ganará el derecho a usar este poder. Si nadie puede
vencerme entonces todos ustedes deberán usar su poder bajo mi bandera."
Kamahl miró fijamente a Talon y clavó la punta de la espada en el suelo de la
torre rompiendo el aire con un trueno que resonó contra las montañas por un minuto.
Luego, en la quietud que siguió, pronuncio su desafío final.
"¿Aceptas las condiciones para el torneo, Talon, o deberíamos luchar por el
Mirari aquí y ahora?"

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50
Capitulo 7

Treal actuó más como un guía turístico que como un guardaespaldas mientras
condujo a Laquatus y Burke a través de la Ciudadela. Pero con Burke a su lado el tritón
sabía que no tenía nada que temer incluso en ese estado policial.
"Como puede ver, Embajador, las fuerzas de la
Orden patrullan por todas las calles de la Ciudadela,"
dijo el guardia apuntando a una columna ordenada de
tropas marchando por la plaza de la ciudad recientemente
reconstruida. "Y tenemos guardias apostados día y noche
en cualquier lugar donde la gente se pueda congregar
dentro de la ciudad para asegurar que no estalle la
violencia. Esta es la ciudad más segura de toda Otaria."
"Y la más opresiva," murmuró Laquatus en voz
baja. Sin embargo, pensó el tritón, podría utilizar esta
estratagema para mantener el orden dentro de mi propio
imperio, al menos hasta que pueda erradicar a todos los
disidentes.
Laquatus, girándose hacia el guardia convertido
en guía, sonrió y dijo: "Muy impresionante, Treal. Me
encantaría discutir los detalles de la seguridad de la
Ciudadela con la Comandante Eesha. Ya ha pasado una
semana. ¿Cuándo podía esperar tener una audiencia con
ella?"

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"Ah, sí," respondió Treal. "Debo haber olvidado de decirle, su audiencia ha sido
fijada para esta tarde. Lo siento mucho, señor. Últimamente he estado muy olvidadizo."
"No hay problema, Treal," dijo el embajador. Su control mental sobre Treal
estaba empezando a tener efectos adversos en el hombre. Sucede siempre, pensó
Laquatus. En pocos días su cerebro no será nada más que una masa pegajosa de cuatro
kilos. Será mejor que haga los arreglos necesarios para adquirir un nuevo guía.
El trío recorrió la plaza pasando de estatua en estatua mientras Treal contó a
Laquatus sobre las glorias pasadas de la Ciudadela, describiendo en minuciosos detalles
la terriblemente aburrida historia de cada comandante pasado que había sido
inmortalizado en piedra. Laquatus estaba más interesado en ver las tropas desfilando por
toda la plaza, abordando a cualquier grupo de agricultores, estudiantes o empresarios
que accidentalmente se agrupaban en un grupo de cuatro o más.
"Y aquí tenemos a la Capitana Pianna," dijo Treal, "quien fue, por supuesto, la
primera víctima de Kamahl el Carnicero. Tal vez la mas grande comandante de la
Ciudadela, sus enseñanzas de paz y compasión con otras razas resultaron ser su eventual
destrucción."
Laquatus miró la estatua con repentino interés. Pianna no había sido esculpida en
una pose formal o heroica al igual que los otros comandantes. En cambio parecía estar
en agonía, sus manos levantadas delante de ella, sus piernas dobladas en las rodillas
como si no pudiera soportar el dolor por más tiempo. La imagen provocó un recuerdo
en las profundidades de la mente del tritón. Él había visto el cuerpo cristalizado de
Pianna a través de los ojos de Turg poco después de que Kirtar usara el Mirari,
provocando la destrucción de la mitad de la Ciudadela y matando a muchas de las
fuerzas de la Orden. Turg apenas había logrado salir con vida con el Mirari. El efecto
cristalizador casi lo había tragado también a él.
"Esta no será la verdadera..." comenzó a decir el embajador con los ojos muy
abiertos por la sorpresa. Incluso él pensó que sería de bárbaros poner a la pobre capitana
a la vista de todos.
"¡No, por supuesto que no!" dijo Treal. "Pianna, Kirtar, y todas las
fuerzas de la Orden perdidas ante la barbarie de ese hombre de la montaña están
enterrados debajo de las partes reconstruidas de la Ciudadela. Esta escultura es una
réplica exacta de Pianna después de su muerte, creada como una advertencia a las
generaciones futuras de que el precio de la libertad es la eterna vigilancia contra
nuestros enemigos."
"Entonces me alegra de ser contado entre los amigos de la Orden," dijo Laquatus
a medida que se alejaban de la misteriosa estatua. Un segundo destello de la memoria
provocó otra pregunta de Laquatus. "¿Acaso ese día Pianna no tenía su espada
desenvainada?"
"Usted habla como si hubiera estado allí, Embajador."
"Yo... recuerdo haber oído acerca de una magnífica espada que Pianna esgrimía
en la batalla," tartamudeó Laquatus perdiendo momentáneamente el control de sí mismo
y de Treal. "Supuse que ella debería haberla tenido en su mano para enfrentar al bárbaro
cuando él desató ese hechizo horrible sobre ella y la Ciudadela. Sólo que no había
ninguna espada en las manos de esa estatua."
"La Espada de Liderazgo se le llama," explicó Treal de nuevo firmemente bajo el
control del tritón. "Se ha transmitido de comandante a comandante desde la época de la
gran guerra. Es el símbolo del poder de la Orden, una vez ejercido por..." Treal vaciló.
"Maldita sea, no puedo recordar su nombre. Un Gran héroe de la Orden de la guerra.
Maldición. ¿Cuál era ese nombre?"

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"¿Qué pasó con la espada después de la muerte de Pianna?" preguntó Laquatus
para alejar a Treal de las preocupaciones acerca de su creciente pérdida de memoria.
"Fue retirada cuidadosamente de las manos de la capitana después de la masacre
y luego dada al Mayor Teroh como el nuevo líder de la Orden. Cuando él murió la
espada fue traída de vuelta a la Ciudadela y ahora la posee la Comandante Eesha. Lo
curioso es que ahora la espada está hecha de cristal, ¿no? Es una espada de cristal pero
dicen que es más dura y más filosa que nunca."
"Interesante," dijo Laquatus que estaba realmente interesado en ver lo que el
Mirari le había hecho a esa espada. Tal vez pueda conseguir echarle una mirada más de
cerca una vez que consiga poner a la Comandante Eesha bajo mi influencia, pensó el
embajador apagando la continua lección de historia que estaba recibiendo de su guía
con una leve orden mental.
Más tarde ese día, Laquatus, Burke y Treal se pararon frente a la Comandante
Eesha que estaba flanqueada por un guerrero de alto rango y un sacerdote. Laquatus
pudo ver que la guerrera aven tenía, efectivamente, la espada de liderazgo. Pudo ver la
empuñadura de cristal sobresaliendo de la vaina de la gran ave.
Laquatus apartó por un momento sus ojos y su mente de la espada y se centró en
su misión. "Comandante, le traigo graves noticias sobre sus enemigos," afirmó el tritón.
"Noticias de gran urgencia y secretismo. ¿Podemos hablar en privado?"
"Eso no será
posible embajador,"
respondió Eesha. "A
pesar de que usted es
un amigo de la
Orden y un héroe a
los ojos de muchos
ningún trato de la
Orden con extraños
puede se llevado a
cabo en privado. Es
una dura lección que
hemos aprendido de
la experiencia. El
Teniente Dinell y el
Hermano Themis
son mis dos
consejeros más
cercanos. A Comandante Eesha
ambos les confiaría mi vida."
"Por supuesto, Comandante," dijo Laquatus mientras reflexionaba sobre su
próximo movimiento. Que inteligente pájaro eres, pensó. Estás flanqueada por músculos
y magia.
"Pero tal vez el sargento debería irse si esta información es tan sensible como
usted dice," continuó Eesha. "Sargento, puede retirarse."
Laquatus, atrapado en su ensueño, no escuchó la orden de la comandante.
"¡Sargento, déjenos en este instante!" rugió la aven desplegando sus alas y
dándole un aspecto aún más grande de lo que era.
Laquatus le proporcionó un empujón mental y el sargento dijo, "Sí, señora," giró
sobre sus talones y salió de la habitación.
"Ahora, ¿cuáles son esas graves noticias, Embajador?" preguntó Eesha.

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"Comandante, como usted bien sabe," comenzó Laquatus, "el Mirari está en
manos de su enemigo más odiado, el carnicero de la Ciudadela, Kamahl."
"Sí. Él robó el orbe maldito de mis propios hombres, matando a varios de ellos
en el proceso. Desapareció poco después, volviendo a dejar destrucción a su paso.
Nuestros soldados aún no han sofocado el motín que estalló después de que destruyó la
Ciudad de la Cábala."
"Bueno, señora," continuó Laquatus, "lo que quizás no sepa es que el bárbaro ha
vuelto a las Montañas Párdicas y en este preciso momento está amasando un ejército
que mis fuentes dicen planea llevar a la batalla contra la Orden."
"Mis exploradores han informado el movimiento de muchos guerreros bárbaros
durante la última semana, mucho más de lo normal para un pueblo tan caótico."
"¿En serio?" preguntó Laquatus contento de saber que había algo de verdad en
su mentira. Eso haría que el resto del engaño fuera mucho más plausible. Al darse
cuenta de la severa mirada que la comandante aven le estaba dando en ese momento
Laquatus añadió, "No sabía que sus exploradores viajaban tan lejos al oeste."
"Hemos estado explorando las montañas desde que ese carnicero dejó la Ciudad
de la Cábala," respondió Eesha. "Una vez que lo encontremos será traído a la Ciudadela
para que pague por lo que le hizo a Kirtar y por el resto de las fuerzas de la Orden a las
que ha matado. Y luego nosotros destruiremos de una vez por todas ese peligroso
artefacto."
"Si la Cábala no llega a él antes que ustedes, por supuesto," dijo Laquatus
sonriendo para sus adentros y sintiendo que por fin había encontrado una grieta en la
armadura del comandante. "También tengo noticias de que han sido enviadas fuerzas de
la Cábala para hacer frente a los bárbaros y devolver el Mirari a Afetto, donde será
ofrecido una vez más como premio en los pozos."
"¿Qué?" rugió Eesha. "¿Aún no han aprendido la lección? ¡Si esos perros de la
Cábala vuelven a poner sus manos sobre el orbe habrá una guerra en Otaria de una
magnitud jamás vista desde el final de la última era!"
"Puede que no se tenga que llegar a eso, Comandante. Yo puedo ayudarle a
capturar al carnicero y traer de vuelta el orbe aquí para la destrucción que le
corresponde."
"¿Por qué haría eso?" preguntó Eesha con una nota de desconfianza
arrastrándose en su voz. "¿Qué quiere de nosotros a cambio?"
"Yo soy un hombre de paz, Comandante," dijo Laquatus haciendo una completa
reverencia ante la sospechosa aven. "No deseo más que la paz entre los tritones y la
Orden. Piense en el costo de una guerra contra la Cábala, las vidas de sus hombres, el
daño a la tierra, la destrucción de sus hermosas ciudades. Créame, yo entiendo el
horrible precio de la guerra. Llawan fue feroz cuando masacró a mi pueblo. Todo lo que
pediría a cambio es su ayuda contra esa brutal cefálida que gobierna bajo el mar."
"¿Usted quiere impedir mi guerra meramente para que participe en la suya?"
"No, por supuesto que no. Sólo pido que la Orden respalde mi candidatura en lo
político." Eso y recuperar el Mirari para mí pensó el embajador. "Creo que Llawan está
cortejando el respaldo de la Cábala en nuestro conflicto, incluso podría haberle ofrecido
al Primero su ayuda en contra de usted a cambio," mintió Laquatus. "Pero el Primero no
le proporcionará tropas a la emperatriz si sabe que yo tengo el apoyo de la Orden.
Estaría arriesgando la misma guerra que yo deseo ayudarle a evitar."
"No estoy seguro de entender su lógica, Embajador," dijo la Comandante
volviendo a extender sus alas y caminando hasta el fondo de la sala. Mientras lo hacía,
el sacerdote y el teniente se volvieron ligeramente para mirarla. Cuando la Comandante
se giró a Laquatus creyó ver un intercambio de señales con la mano entre los tres.

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Eesha volvió a la mesa y continuó: "Pero si la Cábala desea a Llawan en el trono
esa es razón más que suficiente para que nosotros le respaldemos. Usted es, después de
todo, el héroe de la Orden. La deuda de gratitud que nosotros tenemos con usted no es
pequeña después de que ayudara a salvar la Ciudadela en ese horrible día cuando
Kamahl el Carnicero mató a Kirtar y Pianna y trató de destruirnos a todos. Haremos
todo lo que podamos por ayudarle siempre y cuando usted nos ayude a recuperar el orbe
y capturar a ese carnicero."
Laquatus aceptó la alabanza amablemente, sonriendo para sus adentros. Sólo él y
Kamahl sabían la verdad sobre ese día. Que había sido Kirtar quien se había matado a sí
mismo y a Pianna… y casi había destruído la Ciudadela con el poder del Mirari.
Laquatus y Kamahl sólo habían estado allí para reclamar el Mirari pero después de un
desagradable giro del destino ninguno de ellos se llevó el premio. Laquatus se convirtió
en el héroe de la Orden de la misma forma en como hacía con todo lo demás, a través de
sus propias mentiras.

* * * * *

Trenzas y sus asesinos habían estado en la carretera durante más de una semana
y las serpientes estaban inquietas. Trenzas notaba que anhelaban acción a pesar de que
se habían mantenido en silencio y centradas en la tarea. Ahora estaban a tres días de
viaje fuera de la Ciudad de la Cábala y mientras que la invocadora había disfrutado de
su regreso a casa los niños tenían poco que hacer en la ciudad muerta. Pocas personas
seguían viviendo en la ciudad y aquellos que lo hacían se estaban convirtiendo
rápidamente en salvajes.
El masivo éxodo de la ciudad provocado por el tormento de Cadenero había
hecho imposible que los hombres serpiente recogieran el rastro de Kamahl dentro de la
Ciudad de la Cábala o en cualquiera de los caminos que conducían fuera de la ciudad.
Sin embargo, Trenzas tenía otras maneras de obtener información. Las calles de la
Ciudad de la Cábala estaban llenas de cadáveres y a Trenzas le fue fácil hacer volver
esos espíritus para reanimar los cadáveres. Ellos no estuvieron realmente vivos pero
tampoco siguieron muertos. Al interrogar a estos zombies acerca de los últimos días fue
capaz de seguir el rastro de Kamahl por la puerta norte y hacia las desoladas llanuras
dejando atrás una ciudad que todavía seguía muerta pero ahora ya no tranquila o quieta.
Fuera de la ciudad Kamahl se había unido a otros tres bárbaros pero las asesinas
serpientes de cascabel le aseguraron a Trenzas que el bárbaro se marchó solo dos días
después. El escuadrón también encontró un nuevo aroma que se cruzó y entremezcló
con el rastro de Kamahl, el olor de una patrulla de la Orden que debió haber visto al
guerrero y la debió haber dado caza. Kamahl se había desviado de su rumbo norte
original y se había vuelto al noreste seguido por la patrulla de la Orden. Los otros tres
bárbaros habían seguido hacia el norte.
"Sigan a Kamahl," dijo Trenzas a su escuadrón, "y si encontramos a la patrulla o
a sus cuerpos les preguntaremos." Trenzas clavó sus pies en su bestial montura y siguió
a los fuertes y rápidos hombres serpiente, el viento obligando a que su pelo trenzado y
la oscura nube de demencia que siempre rodeaba su cabeza volaran detrás de ella. La
hechicera de demencia comenzó a silbar estimulada por la caza.
Esa noche los asesinos olfatearon el olor de una fogata en la fresca brisa. A lo
lejos, a medio día de viaje hacia el norte, Trenzas sólo pudo ver los penachos de humo
derivando perezosamente en el crepúsculo oscureciéndose de púrpura.

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"¿Estás seguro de que es la misma patrulla?" preguntó al líder del escuadrón, una
serpiente a la que ella llamaba Malicia debido a la rara pendiente en su frente que la
hacía parecer como si siempre estuviera mirando descendentemente hacia ella.
"Sí, señora," susurró Malicia.
"¡Extraordinario! Vamos a hacerles una visita, ¿de acuerdo? Estoy seguro de que
no les importará responder a algunas preguntas acerca de nuestro amigo Kamahl."
Los hombres serpiente, al ser criaturas de demencia permanentes creadas por
Cadenero con el Mirari a su máximo poder, nunca se cansaban y nunca dormían por lo
que partieron de inmediato hacia el campamento de la Orden seguidos por Trenzas en
una nueva montura invocada. Su corcel parecía un cruce entre una araña gigante y un
semental. Tenía ocho patas multiarticuladas unidas al cuerpo de un gran caballo negro
con llameantes ojos rojos.
Los asesinos llegaron al tranquilo campamento de la patrulla de la Orden varias
horas antes del amanecer. Media docena de soldados estaban de guardia. Los cinco
hombres serpiente se desplegaron en silencio y rodearon el campamento, dejando a
Trenzas que se encargara del último guardia.
Los asesinos saltaron casi al mismo tiempo desde las sombras sobre los guardias
desprevenidos desgarrando perversamente las laringes de los cuellos de sus presas antes
de hundir segundas manos con garras a través de las cajas torácicas de cada guardia para
destrozar el corazón en su interior. Cinco guardias de la Orden se derrumbaron en
sangrientos charcos en nada más que un murmullo mientras la sangre brotaba de sus
gargantas perforadas.
Trenzas, al ver el ataque de sus asesinos, lanzó un hechizo a su objetivo desde la
seguridad y el aislamiento de su escondite. Un instante después el guardia se puso
rígido, echó la cabeza hacia atrás y abrió la boca. Un tenue humo blanco comenzó a
fluir por el aire desde la boca del guardia, elevándose y colgando por encima de su
cabeza como un djinn sin embotellar. Una vez que la corriente terminó el guardia cayó
muerto al suelo, su boca abierta, sus ojos sangrando por la tensión de regurgitar su
propia esencia. La nube de esencia, separada de su cuerpo, se disipó en el aire nocturno.
Para el momento en que Trenzas llegó a su víctima su escuadrón asesino había
desgarrado las gargantas de dos docenas de guardias de la Orden durmiendo. Las
serpientes no hicieron ningún ruido cuando se movieron de un cuerpo a otro y sin nadie
que permaneciera de guardia todo el campamento estaría muerto en cuestión de
instantes.
"Malicia," susurró Trenzas tan fuerte como pudo. La serpiente de cascabel de
cabeza inclinada se deslizó silenciosamente hasta su ama. "Deja la garganta intacta de al
menos uno de los guardias, preferiblemente el jefe de la patrulla. Ni siquiera los zombis
pueden hablar sin laringe y este nunca podrá volver," dijo señalando al guardia que
había matado.

* * * * *

"Bueno, lo hemos hecho Talbot," dijo Laquatus en el espejo. "Las dos primeras
partes de mi plan están en movimiento. La Cábala eliminará los bárbaros en las tierras
bajas en donde las fuerzas de la Ciudadela traerán el santo poder de la Orden sobre ellos
y devolverán el Mirari a la Ciudadela."
"Pero, ¿cómo nos ayuda eso, mi señor?" preguntó Talbot.
"Mira este mapa, Talbot," dijo Laquatus mientras apuntaba el espejo hacia abajo
en el mapa sobre la mesa. "Las fuerzas de la Orden seguirán el mismo camino a casa
que tomaron la última vez que tuvieron el Mirari. Todo lo que tenemos que hacer es

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preparar una emboscada para ellos aquí en el borde del bosque Krosano. Capturamos el
orbe de la Orden pero ellos le echarán la culpa de la pérdida a la Cábala. Luego, cuando
hayamos terminado con ello, podremos usarlo para comprar nuestro camino de regreso
a la buena voluntad del Primero."
"Brillante, señor," dijo Talbot. "¿Desea que vuelva al abismo para reunir nuestras
fuerzas?"
"No, necesito que te quedes en Afetto y mantengas tu vigilancia sobre la
adorable Veza," dijo Laquatus mirando una vez más al espejo. "No nos podemos
permitir ninguna interferencia de Llawan. ¿Has hecho contacto? ¿Acaso esa
despreciable niña sabe algo sobre nuestras maquinaciones?"
"Me he reunido muchas veces con Veza como usted ordenó, señor," respondió
Talbot mientras se pasaba una esponja húmeda sobre la frente para humedecer sus
escamas. "Como usted sospechaba ella ha tratado de que me pasara al bando de la
emperatriz y yo he sido capaz de proporcionarle mucha información falsa. De modo que
ahora la emperatriz cree que usted está haciendo negocios con mercenarios para un
asalto directo a la capital."
"Ten cuidado con lo que le dices, Talbot," dijo Laquatus. "Podremos hacer eso
una vez que tengamos el Mirari en nuestras manos y destruir ese portal interminable.
Pero esa es tan buena como cualquier mentira por ahora. ¿Estás seguro de que Veza no
sabe nada de nuestros planes para recuperar el Mirari?"
"Por supuesto, señor," dijo Talbot volviéndose a pasar la esponja por la frente.
"Bien. Dentro de uno o dos días iré al abismo a reunir nuestras fuerzas. Me
volveré a poner en contacto antes de irnos a la orilla del bosque. Actualízame en ese
momento sobre los planes de Llawan. No quiero ninguna sorpresa."

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58
Capitulo 8

E
"¡ sta no es manera de elegir un líder!" gritó Jeska. "No puedes unir a las
tribus luchando contra el campeón de cada tribu. Todo lo que hará esto será introducir
una pica entre tú y el resto de los guerreros."
Kamahl había estado escuchando ese argumento durante toda la semana y sabía
que nada de lo que diría influiría en el pensamiento de su hermana así que simplemente
siguió royendo el hueso de la pierna en su mano.
"¿Es obstinada, eh, Kamahl?" preguntó Balthor añadiendo más leña a ese fuego
infinitamente ardiente.
"Y tú," gritó Jeska a Balthor. "Tú toleras este concurso sólo para demostrar que
tu muchacho es el más fuerte de los fuertes." Dijo Jeska levantando las manos en el aire
con exasperación. "Pero tú no puedes perder, anciano. Cada uno de estos guerreros fue
entrenado por ti o entrenado por uno de tus 'muchachos'. ¿Qué probará esta barbaridad
de torneo de todos modos?"
Antes de que Balthor pudiera contestar y poner las cosas aún peor Kamahl se
levantó, agarró a su hermana por los hombros y la miró profundamente a los ojos.
"Es lo que somos, querida Hermana. Si este torneo es una barbaridad es porque
somos bárbaros." La sentó frente a su plato intacto de comida y se arrodilló a su lado.
"Tu bien sabes que lo único que respetan los bárbaros es la fuerza en la batalla. Es por
eso que se iniciaron las batallas de desafíos. En los viejos tiempos, antes de la gran
guerra, tribus enteras lucharon por nada más que el derecho a beber de un arroyo de
montaña. Las batallas de desafíos cambiaron todo eso. Ahora hay honor en la batalla.
Honor y gloria. El campeón de una tribu es el líder de la tribu. Y cuantas más batallas
gane un campeón más poder y prestigio se le otorga a esa tribu."
"Y la tribu Auror ha estado en la élite durante tres generaciones," añadió Balthor
entre bocado y bocado.

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"¿Eso es de lo que se trata todo esto?" preguntó Jeska. "¿Estás volviendo para
tomar tu legítimo lugar en la Elite de los Ocho?"
"Yo me fui porque no había más desafíos para mí aquí, no había más batallas que
ganar," dijo Kamahl. "Pero ahora veo que hay un reto más. El reto de cambiar a las
tribus para siempre. Si las tribus no pueden unirse bajo un solo líder todos moriremos,
separados y solos. Y, si alguien ha de conducir a nuestro orgulloso pueblo, debe ganarse
el respeto de cada guerrero en la batalla porque eso sigue siendo lo que somos. Para eso
es este torneo, para demostrarles a los campeones que estoy en condiciones de liderarlos
a todos ellos en la batalla."
"Todo lo que se demostrará es que ellos temen al poder del Mirari," respondió
Jeska.
Kamahl golpeó el suelo con el puño y se volvió a levantar, irguiéndose por
encima de su hermana. "¡Si eso es lo que se necesita para congregar a mi pueblo y hacer
frente a la tormenta que seguramente está por venir, entonces que así sea!" rugió
Kamahl con el rostro rojo de ira y levantando su mano como si fuera a golpear a su
hermana.
"Mírate," dijo Jeska con calma ante la furia de su hermano. "Cualquier mención
del Mirari y te pierdes a ti mismo en la ira. Con cada día que ha pasado estas
explosiones se han hecho más frecuentes. Temo que no seas capaz de controlar su poder
cuando te presionen en la batalla."
Ella le agarró la mano que aún temblaba en el aire junto a su cara. "¿Y si matas a
los miembros de las tribus en este torneo entonces quién te respetará a ti? Si en verdad
deseas ganar su respeto, Hermano, entonces lucha sin el orbe."
"No puedo arriesgarme a perder," murmuró poniéndose de pie y volviendo a caer
en su silla. "Tengo que manejar mi espada si quiero ganar."
"Entonces prométeme que descansarás entre las batallas para recuperar tu fuerza
y tu control," declaró Jeska. "Estoy preocupado por ti Kamahl."
"¡Bah, mujeres! " gruñó Balthor. "Guarda tus misericordias para los débiles, las
mujeres y los niños. Un guerrero nunca se echa atrás de un desafío."

* * * * *

"¿Quién es mi primer reto?" preguntó Kamahl a Balthor mientras blandía su


espada en un arco en frente de él practicando sus movimientos.
"Un joven advenedizo con el nombre de Murk," respondió Balthor. "Se ha
ganado un buen renombre por sí mismo en los últimos años mientras habéis estado
fuera en vuestras correrías por el continente. Aún no es tan fuerte pero piensa que está
listo para desafiar a la Elite de los Ocho."
Kamahl detuvo su práctica con la espada y miró a Balthor. "¿Así que los Ocho lo
convencieron de probar su temple contra mí para ver si está listo y para ver lo poderoso
que me he vuelto, eh?"
"Sí, muchacho," respondió Balthor. "Talon juega bien este juego. Si le dejáis
estoy seguro de que el arreglará todas tus peleas."
"No importa. Ganaré cada batalla que Talon me arroje y luego lo voy a hacer
pedazos como una muñeca de trapo en frente de su preciosa Elite de los Ocho." Kamahl
envainó la espada y se marchó a la arena.
El campo de batalla se encontraba en el recorrido de obstáculos de Balthor pero
la mayoría de las paredes y túneles de piedra habían sido removidos para proporcionar
un gran espacio abierto para las batallas. Algunos obstáculos permanecieron en puntos
estratégicos alrededor de la arena para dar cobertura o un terreno más alto. Las paredes

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del recorrido del Juicio estaban llenas de guerreros y campesinos que habían venido a
ver el espectáculo.
Murk era un guerrero alto y desgarbado con una mata de pelo negro y de punta
en la parte superior de su cabeza y lo que él obviamente pensaba era una perilla
pareciendo severa en su barbilla. Saltó y se movió alrededor de una esquina de la arena
cuando entró Kamahl lanzando burlas al bárbaro más grande.
"Gran Kamahl y tu monstruosa espada. ¿Vas a lanzar tu peso alrededor, gran
hombre? Bueno, si quieres pegarme primero tendrás que atraparme."
"Hombrecito, si todo lo que puedes hacer es brincar y rebuznar esta será una
batalla muy corta," respondió Kamahl. Y luego, mirando a Talon que estaba en la torre
de vigilancia, dijo: "¿Es esto lo mejor que pudiste conseguir para enfrentar hoy, Talon?"
Murk, incitado a hacer el primer movimiento por el hombre del que acababa de
burlarse, levantó ambas manos en frente de él y creó una bola de fuego roja y azul entre
ellas la que luego se alejó del joven mago hacia Kamahl.
Kamahl desenvainó su espada y levantó la punta en frente de él concentrándose
en el borde afilado. Cuando la bola de fuego alcanzó al bárbaro más grande se dividió
en dos en la espada
como si hubiera sido
cortada por la cuchilla.
Las dos bolas de fuego
más pequeñas pasaron a
ambos lados del rostro
de Kamahl y golpearon
la pared detrás del
bárbaro en pequeñas
explosiones.
"La velocidad
no es lo que gana una
batalla. El poder lo es,"
dijo Kamahl mientras
empezaba a acechar por
la arena hacia el
guerrero más joven y
más pequeño. "Trata
eso una vez más y te mostraré lo poderosa que es esta espada en realidad." El Mirari
latió con energía cuando Kamahl giró la cuchilla una y otra vez entre sus manos.
Murk continuó danzando y girando, moviéndose en la dirección opuesta
alrededor de la arena sin dejar que Kamahl se acercara más mientras preparaba su
siguiente hechizo. El joven mago se detuvo por un momento para soltar otra burla y un
hechizo.
"Te mueves alrededor de la arena como un elefante en su camino a su lugar de
descanso final, viejo. Veamos como detienes este ataque." Y diciendo eso Murk levantó
ambas manos por encima de su cabeza, abrió los dedos, y lanzó las manos hacia abajo y
en dirección a Kamahl.
El bárbaro oyó el chisporroteo de calor por encima de él, miró hacia arriba y vio
un torrente de lava cayendo en cascada sobre un precipicio invisible. Se zambulló hacia
delante, tratando de rodar fuera del camino de la caída de lava, pero el borde delantero
de la roca fundida lamió sus piernas quemando justo a través de las botas del bárbaro y
calcinando sus pantorrillas y tobillos.

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Kamahl giró alrededor y mandó volando las botas que aterrizaron en el río de
lava que ahora se vertía hacia él en el suelo. Las botas se fundieron en el líquido al rojo
vivo añadiendo una nube de humo al vapor de la lava. Kamahl se esmeró pero fue
demasiado lento como para escapar a cuatro patas y no estaba seguro de si sus piernas lo
sostendrían si trataba de levantarse y correr.
En cambio apuntó su espada hacia el río de lava que amenazaba con apoderarse
de él y de repente un gran chorro de rayos saltó desde la punta de su arma golpeando el
ardiente suelo y abriendo una grieta que se expandió hasta alcanzar un ancho de treinta
centímetros. La corriente de lava se escurrió por la grieta hasta que el maná del hechizo
expiró.
Kamahl se paró poniendo a prueba sus piernas chamuscadas e hizo una mueca
ante el dolor que se disparó por su cuerpo debido a la carne quemada. Se giró para
encontrar a Murk y vio que el joven bárbaro se había movido alrededor de la arena de
nuevo para permanecer frente a él.
"Pensé que ibas a mostrarme el poder de tu espada," se burló Murk. "Todo lo que
veo es un agujero en la tierra en donde alguna vez estuvieron tus botas."
Kamahl rió para sus adentros. Era obvio que el joven se apoyaba en su velocidad
para mantenerse fuera de problemas, con su boca empujando a los oponentes a
decisiones precipitadas y sus hechizos para ganar las batallas. Es por eso que no avanzó
mientras yo estaba caído, pensó Kamahl. No tiene ninguna defensa contra los ataques
físicos excepto sus pies. Bueno, su velocidad podría prolongar la lucha pero su ingenio
se perdería en Kamahl que había escuchado y visto cosas mucho peores cuando había
luchado junto a Cadenero en los pozos. Tal vez había llegado el momento de mostrarle a
Murk el verdadero poder de la espada.
"Vamos a terminar con esto, ¿de acuerdo?," dijo y apuntó con su espada a Murk.
Llamas estallaron desde la punta del arma y Kamahl escuchó a Balthor jadear detrás de
él. Pero el bárbaro no tenía intención de incinerar a ese lamentable guerrero. Sólo
necesitaba cambiar las reglas y asustar al pobre hombre. Cuando las llamas se
propulsaron hacia Murk Kamahl hizo un círculo con la espada enviando una onda a lo
largo de la línea de fuego y creando un anillo de llamas de tres metros de diámetro que
rodeó al joven mago.
Kamahl siguió alimentando con fuego el anillo y caminó lentamente hacia el
bárbaro encarcelado, apenas sintiendo el dolor en las piernas cuando el poder del Mirari
recubrió su cuerpo. Para el momento en que llegó al muro de fuego Kamahl estaba
bañado en una luz azul-blanca saliendo del orbe y la multitud se quedó sin aliento
cuando atravesó las llamas caminando.
"Ríndete, hombrecito. Ahora no tienes donde huir," gruñó Kamahl mientras
acechó a Murk alrededor de la arena mucho más pequeña con la espada levantada y lista
para atacar.
"¡Nunca!" gritó Murk levantando la mano y disparando un rayo de fuego al rojo
vivo a través del círculo que estalló cuando golpeó el pecho de Kamahl oscureciendo la
vista del enorme bárbaro cuando llamas blancas bailaron a su alrededor. Pero cuando el
hechizo de Murk se disipó Kamahl seguía en pie, con la espada en alto, sus ojos de un
color rojo brillante hacia a su enemigo.
Murk lanzó otro hechizo pero Kamahl simplemente caminó hacia el mago, poco
a poco, dejando que la explosión resbalara sobre él. Luego golpeó al insolente joven
bárbaro con la parte plana de su cuchilla.
"¡Ríndete!"
Musk, tumbado en el suelo con el enorme Kamahl de pie sobre él, jadeó en
busca de aire hiperventilado por el temor y sin poder articular una palabra. Cuando el

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pecho de Kamahl se lanzó hacia arriba y hacia abajo listo para atacar de nuevo oyó la
voz de Talon por encima del rugido de las llamas.
"Se rinde, Kamahl. Tú eres el vencedor. Retírate."
Los dos guerreros se mantuvieron donde estaban por un momento más hasta que
Kamahl bajó la espada y dio un paso atrás a través de la pared de llamas y se dirigió al
centro de la arena. Cuando el fuego se apagó Murk fue sacado del campo por dos de sus
compatriotas. Kamahl ya no brillaba pero su rostro aún estaba enrojecido por el calor de
la pelea y su pecho aún se agitaba con la lujuria por la batalla.
"¿Quién es el siguiente?" gritó. "¿Quién me retará ahora? ¿Acaso no estás listo
para enfrentarme, Talon, o vas a enviar a otro de tus lugartenientes para que luche por
ti?"
Antes que Kamahl pudiera seguir arengando a los miembros de su tribu Balthor
se introdujo en la arena y agarró el brazo de su pupilo.
"Kamahl," dijo entre dientes. "Muchacho, contrólate un poco. No alejéis al
hombre que deberíais ganar a vuestro lado."
Balthor hizo girar al gran bárbaro hacia él miró a Kamahl a los ojos y dijo: "Tal
vez tu hermana tenía razón muchacho. Quizás debéis descansar un poco antes de la
próxima batalla. Estoy seguro de que enviarán a alguien más digno la próxima vez. Esta
fue sólo una prueba. No falles en la primera prueba, muchacho."
Los fuegos se atenuaron un poco en los ojos de Kamahl pero él aún negó con la
cabeza. "No. No tenemos tiempo que perder. Las fuerzas de Laquatus podrían atacar en
cualquier momento. Debo seguir adelante. Al menos déjame enfrentar a un digno
retador antes de que termine el día de hoy. Si voy a ganar su respeto debo luchar contra
el mejor de ellos no con un joven tonto que nunca debería haber estado en la misma
arena conmigo."
"Muy bien. Una batalla más hoy y eso es todo. Necesitáis descansar, muchacho,
o perderéis seguro. Vamos a ver quién envían esta vez. Si no es miembro de la Elite de
los Ocho te aseguro que rodarán cabezas."

* * * * *

"Este es el lugar, señora," susurró Malicia mientras él y Trenzas miraban hacia


abajo en una pequeña aldea que consistía en nada más que un par de casas de madera de
dos pisos, varias cabañas mas pequeñas con techo de paja, un granero con tres silos y un
almacén desvencijado. "Si ese hombre de la Orden estaba diciendo la verdad."
"Los zombis no pueden mentir," respondió Trenzas. "Al menos no para mí.
Además, tu nariz confirmó su historia. Kamahl estuvo aquí. Vamos a averiguar por
qué."
"Sin embargo el tritón dijo que el bárbaro fue a su hogar en las montañas," dijo
Malicia que había llegado a ser mucho más locuaz desde que Trenzas le habían puesto
nombre. "¿Por qué perder el tiempo en las llanuras?"
"Porque el tritón es un mentiroso y el Primero nos mandó a buscar la verdad,"
dijo Trenzas. "Ahora vamos a encontrar a algún pueblerino que nos cuente acerca de
nuestro amigo bárbaro."
"Sí, señora," dijo Malicia. "He enviado a Veloz, Gesto, Hollín y Mueca por
delante para que se encargaran de los locales."
"¿Has nombrado a los chicos?" preguntó Trenzas mientras los dos se dirigían de
nuevo a los surcos de las ruedas que pasaban por una carretera que descendía hacia la
aldea.

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"Ellos pidieron nombres, señora, para que también pueda hablarles," respondió
Malicia. "Nadie nos habló antes excepto para darnos órdenes."
"Bueno yo veo el mundo un poco diferente a la mayoría," dijo Trenzas
sonrojándose. "A mi tampoco me hablan casi nada. Ahora entremos en el poblado antes
de que los niños maten a todos. Estoy un poco cansada de hablar con zombis."
Veloz, Gesto, Hollín y Mueca ya habían barrido a través de los dos grandes
edificios, la casa del tonelero y la taberna, y se habían separado para entrar en las chozas
más pequeñas que los rodeaban. Trenzas y Malicia se encaminaron hacia el granero para
revisar el almacén destartalado.
Dentro había tres hombres fornidos sentados en grandes cajas y fumando
cigarros. En la esquina de la sala había un cuarto hombre sentado detrás de un escritorio
con un libro encuadernado en cuero abierto delante de él.
"¿Qué cuernos es eso?" jadeó uno de los trabajadores fumando cigarros cuando
Malicia irrumpió en la habitación rompiendo la puerta de sus goznes y arrojándola a un
lado como si fuera leña.
"Tu destino, mi buen muchacho," dijo Trenzas mientras salía detrás de Malicia y
le permitía a su espacio de demencia asentarse sobre sus ojos. "Malicia, encárgate de
esos," dijo señalando a los trabajadores "y déjame ese a mí."
Mientras Trenzas caminó hacia la parte trasera de la habitación los tres
trabajadores se lanzaron de sus cajas y se acercaron a Malicia.
"Mira, bestia," dijo un valiente, "no queremos ningún problema así que toma tu
feo rostro y tu mujer aún más fea y vete."
Y diciendo eso el orador lanzó un golpe hacia Malicia que dio de lleno en el
pecho de la serpiente asesina y lo derribó por el suelo. Los otros dos rodearon a la
serpiente y vitorearon a su amigo.
"¿Qué están haciendo en mi granero?" preguntó el propietario mientras la
hechicera de demencia cubierta de nubes se dirigió hacia él. "¿Qué quieren?"
"Información sobre un inmenso hombre bárbaro," dijo Trenzas mientras tejió
una negra nube de espacio de demencia alrededor de su mano detrás de su espalda.
"Ahora no te muevas o esto te va a doler aún más." Trenzas azotó la mano hacia delante
y lanzó la nube al hombrecillo como un puñado de guijarros.
Al no obtener respuesta a su primer golpe el líder volvió a acometer a Malicia,
esta vez con su cigarro encendido apretado entre sus nudillos. Malicia se hizo
rápidamente a un lado y capturó la muñeca del gran hombre, añadiendo la fuerza de su
propio brazo para desequilibrarlo de un tirón y hundir el puño con el cigarro ardiente en
el rostro del trabajador situado detrás de él.
La fuerza del golpe aplastó la nariz del segundo hombre y rompió varios dedos
de la mano del atacante. Malicia, sin soltar la muñeca del atacante mientras el hombre
gritaba de dolor, levantó al gran trabajador del suelo, tomó la cabeza del hombre con la
otra mano, abrió sus fauces, y masticó el cuello expuesto. El valiente trabajador, con el
veneno mortal corriendo por sus venas, quedó inerte en el agarre de Malicia.
A medida que la nube de demencia alcanzó al propietario se dividió en pequeños
trozos que rodearon la cabeza del hombre como una nube de mosquitos alrededor de
una fogata en la noche zambulléndose periódicamente para perforar la piel, las orejas y
los ojos del hombre. Este sacudió la cabeza y agitó sus brazos hacia la nube pero las
partículas sólo descendieron más rápidamente y comenzaron a comerse la carne de sus
manos.
"Solo deja que mis pequeños bebés hagan su trabajo y no sufrirás… mucho,"
dijo Trenzas mientras esperaba a que la nube acabara de penetrar el cerebro del hombre.

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Malicia se volvió hacia el trabajador con la nariz rota, tomó el rostro del hombre,
y enroscó sus garras en la parte posterior de la cabeza del trabajador. Con un violento y
rápido giro de la muñeca rompió el cuello del hombre y lo dejó caer al suelo como una
muñeca de trapo. Antes de que pudiera agarrar al tercer trabajador el hombre se volvió y
huyó hacia la puerta pero se detuvo de repente y luego retrocedió con las uñas de Mueca
atravesándole su cuerpo.
"¿Lo necesitábamos vivo?" preguntó Mueca.
"No," contestó Malicia.
"Menos mal," dijo Mueca.
La nube había desaparecido por completo alrededor de la cabeza del propietario
y el hombre ya no estaba luchando. Las pequeñas criaturas de demencia habían
perforado su cerebro y comenzado a tomar el control.
"Ahora, sobre el bárbaro," dijo Trenzas sentándose en la mesa del hombre y
hojeando el libro de contabilidad. "¿Qué me puedes decir acerca de su reciente visita?"

* * * * *

"Gracias por recibirnos tan rápido, Primero," dijo Llawan, "y por satisfacer
nuestras necesidades especiales."
"Mi casa es su casa, Emperatriz," dijo el Primero sonriendo. "Si no podemos
acomodar a nuestros aliados nos arriesgamos a convertirlos en enemigos."
"Nos preocupaba que nos atara a su silla cuando le pedimos a Veza que nos
arreglara esta cita."
"Créame," dijo el Primero mientras se paseaba alrededor del tanque donde
Llawan nadaba en medio de la sala de reuniones, "la silla y este tanque son tanto para la
protección de mis visitantes como para la mía. Ahora, ¿qué podía hacer hoy por usted?"
"Nos preocupa que el traidor Laquatus obtenga el Mirari," dijo Llawan
propulsándose a la parte
posterior del tanque cuando
el Primero dobló la esquina.
"Es por eso que he
enviado a mi más poderosa
hechicera de demencia y a
cinco de los asesinos más
terribles de este mundo para
rastrear al truhán bárbaro y
recuperar lo que le pertenece
a la Cábala," respondió el
Primero.
"Nosotros creemos
que subestima al ex
embajador," respondió
Llawan. "Laquatus trafica
con mentiras. Incluso cuando
dice la verdad se basa en una
mentira subyacente. Usted
podría creer que la señora
Trenzas y sus asesinos con
cabeza de serpiente están
trabajando para usted pero al

65
final ellos no pueden hacer otra cosa que jugar su parte en el complot de Laquatus
porque él ya lo ha escrito para ellos."
"Usted sabe mucho acerca de los negocios de la Cábala, Emperatriz," dijo el
Primero mientras pasaba la mano por el borde del tanque grabando el cristal con su
toque ácido. "Estoy impresionado."
La emperatriz giró y envió un chorro de tinta sobre el tanque para que fluyera
perfectamente sobre los rasguños del Primero y diluyera el ácido. "Es nuestra tarea
seguir de cerca las negociaciones de Laquatus," dijo ella. "Por ejemplo, ¿sabía usted que
de alguna manera ha movilizado a las fuerzas de la Orden que intentarán robar el orbe
de sus asesinos antes de que ellos puedan volver con este?"
"Yo también pongo mi ojo en las políticas locales así como en los movimientos
de tropas, Emperatriz," respondió el Primero volviendo a la parte delantera del tanque.
"No creo que ni siquiera una guarnición de tropas de la Orden puedan detener a
Trenzas."
"Nosotros no compartimos su optimismo," dijo Llawan. "Nos sentiríamos más
seguros sobre el Mirari y sobre nuestras relaciones comerciales con la Cábala si envía
más tropas a las tierras bajas que rodean las Montañas Párdicas para ayudar a Trenzas a
encargarse de las fuerzas de la Orden del traidor."
"¿Está amenazando a la Cábala, Emperatriz?" preguntó el Primero. "He oído que
esas rutas comerciales navales se han vuelto muy lucrativas para la Cábala, ¿verdad que
si?"
El Primero se acarició la barbilla, pensativo y sonrió ampliamente a la
emperatriz. "Sí, creo que puedo prescindir de algunas fuerzas de la Cábala para ayudar
en la recuperación del Mirari. Creo que esa sería una prudente decisión empresarial.
¿Acaso algunas de sus fuerzas pueden también estar disponibles, Emperatriz?"
"¿Nuestras fuerzas?" preguntó Llawan. "¿Cómo podrían las fuerzas de Mer
acudir en su ayuda en medio de Otaria?"
El Primero caminó lentamente y de manera constante hasta el tanque parándose
a una fracción de centímetro del vidrio. "¿Cómo?, pues a través de su red de túneles
subterráneos por supuesto. ¿Lo había olvidado?"
Llawan enfrentó estoicamente la mirada y la proximidad del Primero, aislada por
el vidrio y el agua de mar del olor acre que había enfermado a Veza pero palideció ante
la mención de los túneles.
Recuperó rápidamente su comportamiento real y dijo, "Ahora es nuestro turno
de ser impresionados. Desafortunadamente no podemos prescindir de ninguna de
nuestras fuerzas para esta empresa. Son necesarias en otros lugares. Por eso hemos
acudido por la ayuda de nuestros amigos en la Cábala."
"Y la tendrán, Emperatriz," dijo el Primero retrocediendo a su posición normal
en la cabecera de la sala. "La tendrán."

* * * * *

Balthor miró a la multitud y gritó: "Kamahl aceptará un reto más por hoy. Será
mejor no hacer una burla de este torneo por tener otro desajuste. ¿Quién de ustedes se
siente digno de enfrentar al más grande guerrero Párdico de todos los tiempos?"
Kamahl vio a Talon hacer un gesto a alguien a su derecha y Joha, un devoto
seguidor de Fiers y líder espiritual de la Elite de los Ocho, se lanzó de la pared y se
acercó para tomar su lugar frente a Kamahl.
"Enfréntame, Kamahl, y que la fuerza de Fiers fluya a través de ambos."

66
Cuando Balthor abandonó la arena Kamahl se centró en su nuevo oponente. Joha
era más alto que Murk y casi tan ancho como Kamahl. Avanzó a través de la arena con
la confianza adquirida en muchas batallas exitosas. En la mano derecha llevaba un
bastón con punta de plomo hecho de quebracho. Su pelo corto y muy rizado brillaba por
el sudor a la luz del sol que ya estaba cerca de su cenit.
Joha giró su vara delante de él y dio pasos laterales alrededor de la arena
mientras Kamahl merodeó con su espada baja frente a él. Ningún guerrero habló
mientras se concentraron en los movimientos del otro, esperando la contracción que
pudiera indicar un ataque inminente.
Kamahl nunca había luchado contra Joha pero había visto algunas de sus
primeras batallas cuando el guerrero espiritual había retado por primera vez a la Elite de
los Ocho. A Joha, como a Murk, le gustaba quedarse fuera de alcance y golpear a sus
oponentes con fuego y rayos. A diferencia de Murk, Joha tenía un poder considerable,
un intelecto decente, y poco de velocidad. Mientras acechaban Kamahl trató de reducir
de manera imperceptible el círculo de su vagabundeo y de guiar a Joha hacia una de las
pocas paredes que quedaban en el circuito.
Pero Joha debió haber deducido su estrategia porque cuando Kamahl se lanzó
corriendo hacia el guerrero más lento en un intento por atraparlo contra la pared Joha se
apresuró en la dirección opuesta y soltó una ráfaga de fuego desde el extremo de su vara
en dirección al muro hacia donde corría Kamahl. El bárbaro más grande, incapaz de
frenar su impulso, se estrelló contra la pared de repente fundida quemándose la piel en
las palmas, el pecho y las piernas cuando golpeó.
Kamahl, rebotando hacia un lado, giró dando vueltas y vueltas dejando que el
movimiento giratorio de su cuerpo lo llevara detrás de la pared cuando otra explosión
impactó en el suelo donde había estado. Aclamaciones estallaron entre la multitud.
El hermano de Jeska, ahora incapaz de ver a su oponente, invocó un gato de
fuego y lo envió para que saliera por la izquierda de la pared. Cuando el gato dio vuelta
la esquina Kamahl rodó hacia su derecha y escudriñó la arena en busca de Joha. Como
había esperado la atención del mago se había lanzado al gato de fuego el tiempo
suficiente como para que Kamahl se alejara de la barrera y se arrojara sobre él. Pero
Joha fue más rápido de lo que Kamahl había pensado y el gran bárbaro tuvo que volver
a zambullirse detrás de la pared para evitar una tercera bola de fuego.
Otro vítor surgió de la multitud pero Kamahl lo ignoró. Envió una orden mental
al gato de fuego que había brincado hasta la esquina de la arena y luego preparó un
hechizo que cambiaría el rumbo y tuvo listo mentalmente otro que pondría a Joha a la
defensiva.
A medida que el gato de fuego trotó alrededor de la arena Kamahl introdujo su
espada en la pared de piedra enviando una ola de rayos a través de su superficie. Un
momento después la pared estalló en fragmentos de piedra que se dispararon hacia Joha.
El muro de fragmentos, extendiéndose mientras volaba, se ensanchó unos diez metros
cuando alcanzó a Joha. El mago lanzó las manos delante de su cara, interponiendo su
bastón entre él y los fragmentos.
La mayor parte de las rocas pasaron al lado del escudo mágico del hechicero
aunque sus piernas y brazos quedaron sangrando en varios lugares después de la
explosión. Pero entonces el gato de fuego se abalanzó sobre Joha golpeándolo en su
costado y aterrizando arriba del guerrero, quien cayó al suelo. Las fauces de la bestia
mordieron al lado del cuello de Joha mientras este luchaba por liberarse de la masa de
carne y el fuego que estaba encima de él.
Mientras el mago se esforzó por colocar su vara en frente de él Kamahl desató el
segundo hechizo que había estado preparando. Alzando las manos sobre su cabeza, con

67
una de ellas en la hoja de su espada y la otra en la empuñadura, Kamahl miró hacia el
cielo y dejó caer ambas manos hasta la cintura.
Cientos de humeantes trozos de carbón negro surgieron del Mirari en un arco
sobre la arena extendiéndose en un patrón circular antes de caer al suelo por encima de
Joha y el gato de fuego. Los ardientes trozos de carbón estallaron en llamas mientras
caían enviando una tormenta de fuego sobre el mago atrapado.
Todo lo que la feroz lluvia tocó burbujeó por el intenso calor y estalló en llamas,
incluyendo a Joha, el gato de fuego y el suelo alrededor del mago caído. Joha y el gato
de fuego gritaron mientras el área alrededor de las dos bestias atrapadas se convirtió en
un lodazal de barro hirviente.
Aunque Joha se hubiera podido concentrar a través del dolor lo suficiente como
para ponerse en pie no hubiera podido moverse hasta que el suelo se enfriara. Y eso era
exactamente lo que había querido Kamahl.
Se acercó a la orilla del lodo burbujeante, apuntó con su espada al mago
quemado y magullado, y dijo: "Ahora lo termino, Joha."
Antes de que Kamahl pudiera soltar su ráfaga final un rayo de luz brilló ante sus
ojos cegándolo por un momento.
"Esa fue una advertencia, Kamahl," dijo Talon. "Esta batalla ha terminado. Joha
cede el campo a tu valor."
Apenas Talon terminó de hablar Balthor ya estaba al lado de su pupilo guiándolo
hacia la puerta. Al salir, Kamahl miró hacia atrás para ver a unos magos enfriando el
barro hirviendo con hechizos de hielo y transportando al otro lado de la arena al
inconsciente Joha cuyo rostro, brazos y piernas estaban cubiertos de ronchas y negra
carne carbonizada.
"¿Qué he echo Balthor?," preguntó el desgastado guerrero. "¿Qué he hecho?"

68
Capitulo 9

E
"¿ stá dormido?" reguntó Jeska cuando Balthor regresó a la mesa.
"Sí," respondió el enano tomando su asiento y un largo trago de cerveza de su
taza. "Está dando vueltas y gimiendo como si estuviera luchando con demonios en sus
pesadillas pero está profundamente dormido. Dudo que despierte hasta mañana. Ha
tenido un día complicado."
"¿Y qué me dices del día de Joha?" preguntó Jeska. "Te apuesto a que él no
estaría moviéndose así en la mañana. Él no se moverá por una semana o más."
"¡Lo sé, niña!" gruñó Balthor en voz baja. "¿Crees que no lo sé? Lo qué Kamahl
hizo hoy fue casi imperdonable. A los bárbaros les encanta el caos y todo eso pero hay
un código para el desafío y hoy tu hermano pasó por encima de la línea."
Jeska se inclinó más cerca de Balthor y mantuvo la voz baja. "¿Así que
cancelarás este torneo absurdo, entonces? ¿Lo cancelarás antes de que Kamahl mate a
alguien?"
"¿Por qué debería hacer algo tonto como eso, muchacha?" preguntó Balthor
alzando su voz hasta el punto en que Jeska tuvo que hacerlo callar. "Esta claro que
perdió el control pero él sólo tiene que calmarse y gobernar un poco su poder. Nosotros
podemos…"
"¿De verdad crees que él puede hacer eso, anciano?" le interrumpió Jeska. "El ha
cambiado, Balthor. Es obvio que mi hermano puede ser temerario, pero no así. Ese orbe
lo ha cambiado y no para mejor. Repito, suspende el torneo antes de que alguien
muera."
"No," dijo Balthor quien sostuvo el dedo delante de la cara de Jeska cuando ella
lo quiso volver a interrumpir. "Y no voy a escuchar una palabra más al respecto.
Manejaré las batallas y me aseguraré de que Kamahl descanse entre cada desafío, como
habéis dicho. Con un poco de entrenamiento se calmará y ganará este torneo sin perder
el control."

69
Jeska miró a Balthor durante un minuto completo antes de empujar su silla de la
mesa, levantarse lentamente, y dirigirse hacia su habitación.
Al llegar a la puerta se volvió y dijo simplemente, "Esta discusión no ha
terminado, anciano," y cerró la puerta detrás de ella.
"Nunca lo hace, jovencita. Nunca lo hace."

* * * * *

Por la mañana Kamahl se levantó antes del amanecer y salió corriendo a los
pasos de montaña. Cuando regresó Balthor tenía comida en la mesa esperando por él.
"¿Has corrido bien, amigo mío?"
"El aire de montaña me hace bien, viejo amigo," dijo Kamahl mientras se
sentaba y se concentraba en sus huevos de halcón y carne de gato de fuego. "Mi cabeza
se ha despejado y estoy listo para la siguiente batalla. ¿No me acompañas?"
Balthor sacudió la cabeza y dijo: "No. Jeska y yo ya comimos."
"¿Dónde está mi hermana?"
"Se fue justo después del desayuno," dijo Balthor.
"Quiere conseguir un buen asiento para las batallas de hoy, ¿eh?" preguntó el
gran bárbaro devorando el resto de sus huevos.
Balthor negó con la cabeza. "No. No creo que Jeska presencie una más de tus
batallas."
"Ella no quiere que continúe, ¿verdad?"
Balthor sacudió la cabeza de nuevo.
"Y ustedes dos pelearon por ello, ¿verdad?"
"Un poquito, tal vez," dijo Balthor. "Mira, Kamahl, ella está preocupada por vos
y por lo que pasó ayer. Quiero decir, ¿no os parece que llevasteis un poco lejos la última
batalla, muchacho?"
Kamahl bajó su tenedor y miró fijamente a la chimenea. "Sólo estaba tratando de
ganar la batalla," suspiró sin dejar de mirar al fuego. "Ya sabes, ser más listo que mi
oponente como tú siempre me enseñaste. Nunca quise derramar tanto maná en el último
hechizo. ¡Por Fiers! ¿Joha va a estar bien?"
"Sí, Kamahl," dijo Balthor acudiendo desde detrás de Kamahl y poniendo la
mano sobre los grandes hombros del bárbaro. "Lucirá las marcas de la batalla hasta el
día de su muerte pero se recuperará."
"Lo siento mucho, Balthor. Lo siento mucho."
"Mira, hijo. Eres el mago más poderoso de las montañas," dijo Balthor girando a
Kamahl y mirándolo a los ojos. "Bah, probablemente el más poderoso mago en el
continente con esa esfera en tu espada. No hay nadie aquí en este torneo que pueda
venceros mientras te calmes. Así que no pierdas el control en ese poder y no lo
desperdicies en los magos menores."
"Está bien," dijo Kamahl. "Me atendré a los hechizos simples y a la fuerza de mi
brazo derecho. Eso siempre ha sido suficiente para mí en el pasado. No debería ser
diferente ahora." Kamahl logró mostrar una débil sonrisa y se volvió hacia su plato.
"¡Ese es el espíritu, mi muchacho! Vamos a salir de esta juntos."

* * * * *

Las batallas de ese día fueron bien. Balthor fue capaz de guiar a Kamahl a través
de tres desafíos con tiempo suficiente entre cada uno para que el gran bárbaro se

70
enfriara y mantuviera su control. Después de la batalla con Joha todos los magos
menores fueron acudiendo al torneo.
Balthor manejó todos los aspectos del torneo durante el transcurso de la
siguiente semana. Puso el horario de cada batalla, preparó al bárbaro con cada oponente,
y mantuvo a Kamahl concentrado y en control.
El único aspecto del torneo que quedó fuera del control de Balthor fue la
elección del oponente para cada lucha. Eso quedó en manos de la Elite de los Ocho, lo
que significó en manos de Talon. Cada día las batallas se hicieron más difíciles con
Talon enviando mejores y mejores guerreros para probar al campeón. Este hecho no
pasó desapercibido por Kamahl.
"¡Ese condenado Talon!" gritó el bárbaro a su mentor después de la última
batalla del sexto día. "Él está deliberadamente desgastándome para darse una ventaja."
"Verdad," suspiró Balthor mirando a su todavía llena jarra de cerveza. No había
dormido bien las últimas dos noches y la tensión de las batallas lo estaba agotando tanto
a él como a su estudiante. "Hoy habéis enfrentado tus dos batallas más duras hasta ahora
pero lo habéis hecho bien muchacho. Nadie salió herido y estás a tan sólo tres combates
del final."
"Podría haber manejado uno más de los retos hoy," se quejó Kamahl recogiendo
el pan en el plato.
"No, no habríais podido. Pude ver la sed de sangre subiendo en tus ojos
habiendo derrotado a Tybiel," respondió Balthor. "¿Nunca os habéis llevado bien,
verdad?"
"No. Debería haber muerto en ese fiasco en la frontera Kard," dijo Kamahl.
"Muchos buenos guerreros pagaron el precio por sus decisiones de ese día."
"¿Lo ves?" dijo Balthor. "No podríais haber manejado una batalla más con ese
bufón todavía en tu mente. Necesitáis mantener la concentración para poder atravesar
estas batallas. Y mañana será tu reto más difícil hasta ahora. Mañana enfrentaréis a
Talon."
"Sólo después de que él envíe a Thurmon y Brue a ablandarme," escupió
Kamahl. "¡Que Fiers lo castigue! Está controlando este torneo como un maestro de los
pozos de la Cábala. ¿Dónde está su honor?"
"Concéntrate, muchacho," dijo Balthor. "Sólo tres batallas más se interponen
entre vos y vuestro objetivo. Piensa en eso y no en la rabia que habéis estado
acumulando en contra de un hombre que una vez fue tu mejor amigo."

* * * * *

Las batallas contra Thurmon y Brue fueron un desafío. Al ser las adiciones más
recientes a la Elite de los Ocho ambos tenían un poder considerable y podrían empujar a
Kamahl justo lo suficiente como para cansarlo antes de la batalla final pero no tanto
como para que Balthor la pospusiera un día más para darle a su alumno más descanso.
En la primera batalla, Thurmon comenzó con mucha cautela, usando su poder de
fuego sólo para defenderse y forzar al más poderoso bárbaro a gastar una gran cantidad
de energía que lo agotara. ¿Era eso también parte del plan de Talon?, se preguntó
Kamahl.
Thurmon comenzó con un muro de llamas de protección alrededor de sí mismo.
Kamahl lanzó varias descargas de fuego y rayos en la pared tratando de perforar las
llamas y de encontrar al guerrero escondido en el interior pero estas impactaron y se
disiparon sin causar daño a la pared, liberando grandes chorros de vapor con cada
impacto.

71
Kamahl merodeó alrededor del recinto en llamas, probándolo aquí y allá con sus
hechizos, tratando de encontrar un punto débil, pero Thurmon tenía un poder
considerable y sin la adición del Mirari al poder de su espada el bárbaro no creía ser
capaz de pasar a través de la pared.
Kamahl quedó preocupado por gastar demasiado tiempo y energía en este
oponente cuando él sabía que tenía dos batallas más aún por luchar pero no vio otra
manera de ganar excepto utilizando el Mirari. Fue entonces que recordó el aura
protectora que el orbe le había dado en su batalla contra Murk. El podría usar eso para
entrar al interior del anillo defensivo y terminar la batalla. Pero sabía que Thurmon
debería estar escuchando sus movimientos alrededor de la arena y arrojaría un hechizo
sobre él tan pronto como atravesara la barrera. El poder de Thurmon pasaría a través de
las defensas mejoradas por el Mirari de Kamahl en donde Murk había fracasado.
Lo que necesitaba era una distracción. Kamahl volvió a rodear el círculo de
llamas de Thurmon una vez más enviando un hechizo periódicamente a la pared
mientras buscaba rocas. Tomó una brazada de pedazos de muros y barreras del tamaño
de un puño, regresó al centro de la arena y comenzó a cargar las rocas con maná y a
murmurar hechizos entre dientes.
La multitud quedó en silencio y Kamahl no les prestó ninguna atención,
concentrado en su tarea y enviando el extraño hechizo a la pared para hacer que
Thurmon siguiera pensando que todavía estaba tratando de vencer las defensas del
guerrero. Después de cargar cada roca, Kamahl las dejó en el suelo, jugueteó con la
colocación por un momento, luego se trasladó unos metros y comenzó de nuevo.
Por último, el bárbaro había organizado ocho rocas cargadas de maná en un
patrón a un lado del círculo de Thurmon. Envió un último ataque contra la pared y se
alejó lentamente y en silencio de las rocas. Un instante después la primera piedra se
volvió al rojo vivo y disparó un rayo de fuego líquido a la pared defensiva de Thurmon.
Kamahl continuó moviéndose alrededor del círculo mientras roca tras roca soltó su
energía en llamas, rayos y corrientes de lava sobre el muro de Thurmon.
Una vez que estuvo detrás de Thurmon, con la esperanza de haber obtenido la
plena atención del otro mago sobre las bolas de fuego y tormentas de lava golpeándole
desde el frente, Kamahl se envolvió a sí mismo en el escudo azul y blanco y se precipitó
a través de la pared de fuego. La gente no pudo ver lo que sucedió en el interior pero
momentos más tarde el muro se disipó y Kamahl apareció erguido sobre un Thurmon
inconsciente. La piel de latón del bárbaro estaba ásperamente quemada y su pelo
humeaba por haber pasado a través de las feroces llamas pero no obstante la victoria era
de él.
Balthor se acercó a su alumno, que olía a carne quemada y tosió al respirar,
enviando nubes de humo y cenizas en el aire desde su rostro, manos, cabello, y
pulmones. El sudor corría por el rostro del guerrero y brillaba en su cruda piel roja pero
estaba sonriendo.
"¿Estáis bien, muchacho?" preguntó el enano.
"Puedo curar cuando se haya acabado," respondió Kamahl.
"Eso no es lo que quise decir," dijo Balthor.
Kamahl miró a su mentor y le sonrió. "Estoy controlado, Balthor. Mi ingenio y
mi espada ganarán el día, no el poder del Mirari."
"Bien. Entonces voy a llamar a la siguiente batalla," respondió Balthor.

* * * * *

72
Brue comenzó con un feroz bombardeo de hechizos. Lanzó un rayo, luego un
chorro de lava al gran bárbaro tan pronto como se inició la batalla. Kamahl sostuvo su
espada frente a él para desviar los ataques pero la fuerza del rayo casi le arrancó la
brillante hoja de la mano dejándolo abierto para el chorro de lava cuando la espada
apuntó hacia el suelo.
El bárbaro trató de seguir a su espada agachándose a un lado para evadir el
hechizo pero captó la peor parte del chorro en su hombro izquierdo lo que le hizo dar
vueltas y estrellarse contra el suelo. Miró su brazo y pus y sangre brotaban de la herida
chamuscada. Cuando volvió a mirar vislumbró que el bombardeo no había terminado.
Un martillo de truenos venía hacia él girando de un extremo a otro y arrastrando una
corriente de chispas y humo.
Kamahl se levantó de un empujón fuera de la tierra haciendo una voltereta hacia
atrás para retirarse del ataque aproximándose. Aterrizó y se echó a correr rápidamente
hacia un rincón de la arena.
Sin embargo, cuando llegó el siguiente ataque, se zambulló hacia un lado, dio un
salto mortal, y volviendo a aterrizar se dirigió en una dirección diferente.
Kamahl continuó corriendo manteniendo un ojo en Brue y desviándose hacia
atrás y adelante para mantener en vilo al mago hacia dónde se dirigía. Tan pronto como
Kamahl veía venir un ataque se zambullía al suelo y cambiaba de dirección, saliendo en
una que esperaba pareciera aleatoria.
Pero había un método en la loca carga del bárbaro. Cada giro lo llevó más cerca
del mago lanzador de martillos, acortando la distancia entre Brue y la espada mortal de
Kamahl.
Al acercarse Kamahl pudo ver el sudor goteando por la barbilla de Brue debido
al aire caliente a su alrededor. Pudo ver al joven mago esforzándose por verter más y
más poder en sus ataques y las explosiones se hicieron más y más grandes. Pudo ver la
frustración y el miedo en los ojos de Brue cuando toda su potencia de fuego no hizo
nada más que crear agujeros detrás de Kamahl. Pudo ver los brazos del mago más
pequeño caer lentamente con cada descarga mientras Kamahl se acercó más y más.
Justo cuando Kamahl estuvo a punto de embestir al joven mago Brue dejó caer
los brazos a los costados, totalmente agotado. Las paredes de la arena estaban
chamuscadas, carbonizadas y agrietadas por el calor y las explosiones de sus hechizos
pero Kamahl seguía en pie, su gran espada lista para atacar. La herida en su hombro
había dejado de supurar pero el gran bárbaro exhaló por el esfuerzo y el dolor de la
agotadora batalla.
"Ya no te queda nada, Brue," declaró Kamahl después de exhalar profundamente
para calmarse un poco. "Cédeme el campo de batalla."
"Me rindo," dijo Brue con su última gota de fuerza y se desmayó.
Kamahl, erguido sobre la forma quieta de Brue, pudo ver a Balthor
encaminándose hacia donde estaba. Él sabía lo que diría el enano pero quería terminar
las batallas ahora.
Mirando más allá del enano, escudriñó a la multitud y gritó: "¡Talon! He
derrotado a todos tus guerreros. ¡Enfréntame ahora o declárame el ganador!"
Kamahl pudo ver a Balthor abrir la boca y levantar la mano para oponerse, pero
desde el otro lado de la arena llegó otra voz.
"Te enfrentaré Kamahl," dijo Talon parado en la entrada con su hacha de dos
cabezas sostenida frente a él con las dos manos.
Talon era más alto que Kamahl y casi tan ancho en el pecho. Su cabello rubio,
que normalmente fluía hacia abajo sobre sus hombros estaba recogido detrás de él y
envuelto con un espeso alambre de bronce firmemente contra la cabeza. Se parecía

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mucho a las imágenes de Fiers, el dios del fuego, que adornaba las paredes de los
templos bárbaros.
"Ambos sabíamos que llegaríamos a esto, ¿no es así, Hermano?" dijo Talon
mientras avanzaba lentamente hacia Kamahl pasando su hacha sin esfuerzo de ida y
vuelta de mano en mano en un patrón hipnótico.
"¡Yo lo sabía!" escupió Kamahl, "y sin embargo tuve que luchar contra veinte
hombres para llegar a ti. ¿Acaso ellos también eran tus hermanos o simplemente forraje
en tu guerra contra mí?"
Mientras Kamahl observó a Balthor sacudir la cabeza y moverse hacia la pared
oyó ruidos de arañazos detrás de él. Kamahl se dio la vuelta, listo para lanzar un rayo,
pero sólo habían sido Tybiel y el recuperado Joha llevándose a Brue hacia la entrada
trasera.
"¡Sáquenlo de aquí!" rugió el bárbaro ansioso. "Esta batalla es entre Talon y yo.
¡No habrá ninguna interferencia de sus seguidores!"
"¿Estás un poco nervioso, Kamahl?" preguntó Talon. "Tal vez deberíamos luchar
mañana. No me gustaría aprovecharme de tu fatiga."
"No te gustaría, ¿eh?" preguntó Kamahl volviéndose hacia su adversario pero
manteniendo un ojo en Tybiel y Joha hasta que salieron de la arena. "Entonces, ¿qué has
estado haciendo esta semana? ¿Estudiándome? ¿Buscando mis puntos débiles?
¿Cansándome?"
Y con eso, Kamahl señaló con la punta de su espada a Talon, que estaba al rojo
vivo de las dos batallas anteriores, y soltó un rayo azul que voló al bárbaro de cabellos
dorados.
Este se zambulló rodando hacia delante por debajo de la oleada de rayos que
crepitaron sobre su cabeza pero cuando logró ponerse en pie el extremo posterior de la
onda rozó al bárbaro en el hombro y lo volvió a empujar al suelo.
Kamahl se lanzó hacia su enemigo caído pero Talon fue rápido. El bárbaro más
alto utilizó el impulso del golpe del rayo para girar su cuerpo en el suelo y ponerse de
rodillas con un brinco. Desde ahí, Talon se levantó de un salto y pateó con las piernas
por encima de su cabeza, aterrizando sobre sus pies, hacha en mano, y enfrentando a
Kamahl.
"Sí, te estuve viendo esta semana, Kamahl," dijo Talon esquivando alrededor de
su oponente avanzando. "Eres fuerte pero impulsivo. Sigues adelante cuando se presenta
una apertura y utilizas el engaño cuando eso falla. Estudié tus movimientos y estoy
preparado para derrotarte. ¿Dónde está la deshonra en ello?"
"Yo digo que orquestaste todo el torneo a tu favor, Talon," dijo Kamahl.
"Enviaste a tus tropas de a una a la vez para darte a ti y solo a ti la oportunidad de
ganarme. Esa es tu deshonra. Llamas a los bárbaros tus hermanos pero los utilizas como
leña en una chimenea."
Talon miró a la multitud ante la mención de los guerreros Párdicos y Kamahl se
abalanzó para atacar. Lo hizo con su espada hacia abajo y a través mientras se movió sin
dejarle al bárbaro más alto lugar para esquivar salvo hacia atrás.
Talon pareció haber anticipado el movimiento de Kamahl porque lo esquivó
rápidamente con un paso al costado cuando Kamahl cargó. Desde ahí Talon tuvo
suficiente espacio para amagar hacia atrás y luego intervenir y llevar el mango de su
hacha hacia arriba dentro del alcance de Kamahl. Como Kamahl se movió a través
Talon golpeó al bárbaro más bajo en el mentón con toda la fuerza que pudo reunir.
Cualquier otro guerrero habría caído de espaldas pero Kamahl recibió el golpe y
continuó su carga dejando que la fuerza del golpe a su barbilla hiciera girar el resto de

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su cuerpo alrededor mientras blandía su espada en un veloz arco hacia el pecho de
Talon.
Talon, con la cuchilla mortal corriendo hacia él, giró sus manos sobre el mango
de su hacha, haciendo girar las cabezas gemelas alrededor y hacia abajo sobre la hoja al
rojo vivo de Kamahl. Cuando las armas chocaron la espada de Kamahl se desvió hacia
abajo y lejos del pecho de Talon pero no antes de cortar hasta la mitad del centro de una
de las cabezas del hacha.
Talon retrocedió varios pasos antes de volver a resumir su cuidadosa danza de
eludidas. Miró al corte de diez centímetros en la hoja de su hacha y dejó escapar un
silbido.
"Si he manipulado este torneo a mi favor," le dijo a Kamahl que se estaba
frotando la barbilla, "¿no crees que eso me convierte en el mejor líder? Todos los
campeones me siguieron con mucho gusto esta semana. Sabíamos que teníamos una
sola oportunidad de derrotarte por lo que todos trabajamos juntos para darme esa
oportunidad."
"¡Así que lo admites!" rugió Kamahl. "Todos ustedes conspiraron contra mí.
¡Contra mí! El líder elegido de las tribus. ¡Contra mí! ¡El portador del Mirari!" Kamahl
volvió a apuntar con su espada a Talon. Pero en lugar de una onda eléctrica desató un
enorme peñasco de lava y fuego que rodó recto y rápido hacia el rubio bárbaro.
Talon, con sólo un momento para reaccionar, golpeó con el mango de su hacha
en el suelo y lanzó un hechizo, soltando un rayo de cada cabeza de su hacha. Cuando
las hojas gemelas de rayos se arquearon hacia fuera se entrelazaron en una red que se
curvó hacia delante y hacia abajo en el suelo.
Cuando la bola de lava golpeó la red eléctrica la rampa creada por las descargas
curvas entrelazadas de electricidad enviaron la esfera rodante en el aire y de vuelta hacia
Kamahl. Pero este ya estaba en marcha, cargando justo detrás de su hechizo. Dio un
rodeo alrededor de la red eléctrica para alcanzar a su enemigo y encontró a Talon
preparado, sus cuchillas balanceándose en su patrón hipnótico de brazo en brazo.
Intentando medir el tiempo de su ataque con la danza del hacha de Talon,
Kamahl pronunció una palabra que extendió su espada y la convirtió en una barra azul y
blanca de rayos puros. Luego, dando un paso hacia adentro, atacó con cada gramo de su
fuerza directamente sobre la cabeza y hacia abajo sobre el alto bárbaro.
Talon cambió bruscamente el ritmo de la danza de su hacha y colocó el arma
hacia arriba sobre su cabeza para desviar el nuevo ataque entrante. Al mismo tiempo, el
diestro guerrero retorció el cuerpo hacia atrás y hacia un lado para salir de debajo del
golpe.
La cuchilla de rayos se arqueó hacia abajo golpeando el hacha doble en la unión
entre las dos cabezas. Cuando las armas chocaron el área alrededor de los dos bárbaros
explotó de luz provocando una bola blanca de energía que se expandió a seis metros y
cegó a los espectadores por un instante.
Cuando la bola de luz se atenuó todos pudieron ver a Kamahl parado sobre la
forma supina de Talon. Su fuerte brazo derecho, cortado por el hombro, yacía caído al
lado de su hacha rota cerca de la cadera del bárbaro más alto. Kamahl había introducido
su espada directamente a través del eje y hacia abajo en el cuerpo de Talon. Sólo la
rapidez de reflejos del guerrero más alto lo había mantenido con vida porque si no
hubiera esquivado en el último momento algo más que su brazo se hubiera roto por el
golpe.
Talon, reuniendo fuerzas que ninguno de los miembros de la tribu creyó posible,
se levantó con su única mano y miró a Kamahl.
"Mírate, Kamahl. Joha casi dio su vida por desafiarte."

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El bárbaro caído se tomó un momento para exhalar profundamente, se miró el
hombro supurando, quemado de negro por el calor de la espada de rayos y luego
continuó, haciendo una mueca con cada palabra.
"¿Yo seré el próximo...? No puedes controlar tu poder o tu ira por la batalla...
viejo amigo. ¿Cómo puedes esperar liderar a... las tribus? Cédeme el campo... y
permíteme liderar a las tribus contra nuestros enemigos comunes. Párate junto a mí,
Hermano... no te pongas en mi contra."
"¡Nunca!" gritó Kamahl, con los ojos vidriosos y el rostro enrojecido por la sed
de sangre. Kamahl levantó su espada, que aún ondulaba con la cascada de rayos, y la
hizo caer hacia su enemigo indefenso.
Antes de que el arma pudiera golpear una forma oscura se precipitó hacia
Kamahl desde el costado, derribándolo a la altura de las piernas y convirtiéndolo en un
montón en el suelo junto a su aturdido mentor, que también había caído por el impacto.
Luego Balthor saltó encima de su gran estudiante.
"¡Detén esto ahora!" gritó el duro y viejo enano.
Como Kamahl no ofreció resistencia Balthor se puso de pie sobre el pecho del
bárbaro. "Este torneo ha terminado," gritó el enano desde lo alto de su podio viviente.
"Talon está ahora inconsciente por lo que declaro a Kamahl vencedor de esta batalla y
campeón de las tribus. La celebración de la victoria comenzará al atardecer."
Cuando Balthor terminó la silenciosa multitud estalló en ruido. Muchos
guerreros aplaudieron la victoria de Kamahl pero muchos otros abuchearon la
proclamación del enano y se burlaron de Kamahl. Finalmente Kamahl vio a Joha saltar
a la arena y caminar hacia Talon. La multitud volvió a hacer silencio cuando Joha habló.
"Sé que hablo en nombre de la Elite de los Ocho y por muchos de los campeones
reunidos aquí," comenzó a decir el guerrero con cicatrices, "cuando digo que no vamos
a seguir a alguien tan brutal, despiadado y cruel acerca del honor como Kamahl. Con el
pleno apoyo de la Elite de los Ocho declaro a Talon como el vencedor y líder legítimo
de las tribus. ¿Quién está con nosotros?, ¿Quién seguirá a Talon?"
Muchos de los guerreros comenzaron a aplaudir y a cantar el nombre de Talon
en la proclamación hasta que Kamahl empujó a Balthor de su pecho, se puso de pie y
miró a la multitud.
"Tribus," comenzó con la calma de nuevo al ver que enfrentaba lo que a él le
pareció como una traición. "Yo soy el líder legítimo. Mediante la prueba de la batalla he
reclamado el título. Cualquiera que siga a Talon le estará dando la espalda al honor de la
batalla de desafío. Síganme y yo lideraré a las tribus a la grandeza. Síganme, y todos en
Otaria sabrán que somos los guerreros más feroces y poderosos de la tierra. Sigan a
Talon y ustedes seguramente dividirán las tribus en una guerra civil que nos separará y
nos dejará débiles ante nuestros enemigos."
Una alegría igual de alta estalló ante las palabras de Kamahl pero el resto de la
Elite de los Ocho se separó en silencio de la multitud y se presentó en el campo para
rodear a Talon. Mientras los mejores guerreros de las montañas recogieron a su
compañero caído y su arma escindida Joha se volvió hacia Kamahl.
"Si la guerra civil es lo que quieres, entonces eso es lo que te daremos."
Y diciendo eso Joha se volvió y guió a los Ocho fuera de la arena. "Todo el que
siga el liderazgo de Talon le seguirá ahora," gritó a los guerreros aún en pie en el borde
del campo.
Cincuenta guerreros dejaron las paredes. En la entrada del Juicio de Balthor,
Joha se volvió por última vez para mirar a través del campo hacia Kamahl.
"Les damos una semana para renunciar a su reclamo y ceder al liderazgo de
Talon. Si no, habrá guerra. ¡Es tu elección, Kamahl!"

76
Capitulo 10

Trenzas y sus serpientes se dirigieron por las llanuras iluminadas por la luna
siguiendo el rastro de Kamahl del pueblo hacia las montañas. Malicia llevaba a Trenzas
en su espalda para que pudiera dormir. Ni el peso extra ni el zumbido constante de la
negra nube del espacio de demencia que se arremolinaba alrededor de la cabeza de la
hechicera parecieron molestar al asesino con cabeza de serpiente mientras lideró al
pelotón en silencio por todo el continente.
"Así que el mago de agua dijo la verdad," dijo Malicia en la mañana cuando
Trenzas cabalgó a su lado en un toro con cabeza de rinoceronte.
"Por lo menos parte de la verdad," respondió Trenzas. "Que es lo que me
preocupa. Ese es aún más peligroso cuando usa la verdad."
"No lo entiendo," dijo Malicia.
"Tampoco yo la mayor parte del tiempo," respondió Trenzas. "Pero puedes estar
seguro de que si Laquatus está diciendo la verdad acerca de algo es sólo para
enmascarar un engaño más grande. Sería más feliz si supiéramos más acerca de sus
relaciones con la Orden."
"Podríamos preguntarle a esos guardias que vimos anoche."
"¿Guardias? ¿Qué guardias?" preguntó Trenzas tirando de las riendas lo que tuvo
poco efecto sobre la terca bestia.
Malicia se acercó a la montura de Trenzas, aferró su cuerno en una mano
mientras corría junto a ella, y poco a poco torció la cabeza de la bestia hacia abajo y
hacia un lado hasta que esta frenó en seco.

77
"Nos topamos con el campamento de una patrulla de la Orden mientras usted
dormía anoche, señora," dijo a Trenzas.
"¿Acaso no se encargaron de ellos?" preguntó la invocadora.
"No nos notaron," contestó Malicia. "Pasamos furtivamente a su lado y
continuamos. Usted nos dijo que no nos detuviéramos por ningún motivo."
"Por supuesto," dijo Trenzas mientras intentaba, sin éxito, girar su montura
alrededor. "Así lo hice. ¡Condenada bestia!"
Malicia, con unos veloces reflejos, golpeó la cabeza de rinoceronte
introduciendo su puño profundamente en el cráneo de la bestia. A medida que la criatura
invocada cayó muerta se disipó en una turbulenta nube negra de demencia que se asentó
en torno a Trenzas cuando ella aterrizó con fuerza en el suelo.
"Me dijiste que ‘condenara’ a la bestia," explicó Malicia mientras ayudaba a
Trenzas a ponerse nuevamente en pie.
"Tengo que aprender a vigilar lo que digo a tu alrededor," dijo Trenzas. "Ahora,
¿dónde estaba esta patrulla de la Orden?"
"Varias horas detrás," dijo Malicia. "Se estarán dirigiendo al norte, creo."
"Llévate a los chicos, encuentra esa patrulla, y trae al líder de nuevo a mí," dijo
Trenzas. "Necesito descansar. Este ritmo constante me agota."
"Sí, señora," replicó Malicia inclinándose a Trenzas. "Gesto, Veloz, Hollín,
Mueca, vengan conmigo. Tenemos trabajo que hacer."
"Y chicos," dijo Trenzas a los hombres serpiente que partían. "No dejen ningún
testigo."
"Nunca lo hacemos," dijo Malicia.
Unas horas más tarde los asesinos regresaron con un solo guardia humano
inconsciente.
"Bien, lo mantuvieron con vida para mí," dijo Trenzas. "Vamos a divertirnos un
poco, ¿eh, chicos?"
El guardia se despertó, despatarrado en el suelo, con los muchachos estirando
constantemente cada uno de sus miembros en una dirección diferente. Malicia sostuvo
la cabeza del hombre aplicando presión en las sienes para evitar cualquier movimiento.
Trenzas se arrodilló sobre el pecho del guardia sosteniendo su mano como una garra por
encima de su rostro. De su mano colgaba una fina hebra de filamento pegajoso con una
araña hinchada negra y roja balanceándose en el extremo a pocos centímetros por
encima de la boca del hombre. "Ella está bastante embarazada, ¿sabes?," dijo Trenzas,
"y le encanta poner sus huevos en agujeros húmedos, oscuros y cálidos. Ahora, dime,
¿qué sabes sobre los planes de la Orden para el Mirari?"

* * * * *

Laquatus flotó ante sus soldados tritones de elite, muy satisfecho de sí mismo.
Los informes que había estado recibiendo le mostraron que sus planes se estaban
uniendo muy bien. Los escuadrones de la muerte de Trenzas aterrorizaban el continente.
La Orden, aunque lenta para movilizarse como siempre, por fin había enviado tropas
hacia las Montañas Párdicas. Y la emperatriz parecía ajena a todo ello.
El último informe de Talbot le había asegurado al embajador que Veza y Llawan
no sabían nada acerca de la complicada trama que él había urdido para reclamar el
Mirari. Aunque Laquatus dudaba de la veracidad de esta afirmación ya que la
emperatriz era inteligente y debía tener alguna idea también estaba seguro de que no
podría hacer nada para detenerlo ahora, el estaba simplemente demasiado lejos por
delante en el juego para que ella pudiera alcanzarlo.

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"Queridos tritones, hoy nos embarcamos en la primera etapa de un largo viaje
que traerá a nuestra gente de vuelta al poder bajo las olas," comenzó a decir Laquatus
dirigiéndose a sus tropas dispuestas en formación por debajo de la entrada de las cuevas
que los llevaría a todos al bosque de Krosa. "Ustedes son los mejores luchadores y
magos de todo el océano y tienen una sola tarea: recuperar el Mirari para que podamos
destruir las paredes de nuestra prisión y reconquistar los mares de la escoria cefálida que
controla la capital."
Una gran aclamación surgió de las tropas enviando miles de pequeñas burbujas
en espiral hacia la superficie de la zanja. Laquatus sonrió. Después de una celebración
suficientemente larga el embajador alzó la mano calmando inmediatamente a los
obedientes soldados.
"No se equivoquen," continuó Laquatus mientras nadaba por las filas, "esta no
será una tarea fácil. Los moradores de lo seco son decentes guerreros y nos veremos
obligados a luchar en su elemento. Algunos de ustedes morirán pero sepan que morirán
siendo héroes del nuevo imperio tritón y su sacrificio no será en vano, pues con el
Mirari en mis manos, ¡vamos a gobernar los mares para siempre!"
Otra ovación fue sofocada inmediatamente por la mano derecha levantada del
lord tritón. "Los líderes de su tropa tienen sus órdenes. Marchen lo más rápido que
puedan hasta la frontera Krosana y esperen mis órdenes. Por lo tanto aceleren su ritmo y
despejen su camino de peligros."
Cuando los soldados rompieron filas y comenzaron a salir del abismo Laquatus
nadó hacia el líder de su ejército. El Comandante Havelock era un tritón bajo y fornido,
tan ancho en los hombros como una manta raya con la contextura de un tiburón martillo.
"¡Havelock!" gritó Laquatus al oficial en retirada.
"Señor," respondió el comandante cuando se volvió para enfrentar a su señor.
"Tengo que hablar con usted un momento en privado."
"Sí, señor."
Laquatus guió al tritón más bajo pero más fuerte de nuevo al fondo del abismo y
lejos de la fila de soldados. "Viajaré con usted al continente," comenzó a decir Laquatus
una vez que estuvo seguro de que estaban lo suficientemente lejos como para no ser
oídos por casualidad. "Sin embargo, necesitaré ir a algún lugar alto una vez que
lleguemos a las llanuras para realizar un seguimiento de los movimientos del enemigo."
"¿Es eso prudente, señor?" preguntó el comandante. "Estará vulnerable y detrás
de las líneas enemigas."
"Créame, Comandante," dijo Laquatus sonriendo, "Estaré a salvo. Tendré a mi
guardaespaldas Burke conmigo en todo momento."
"Muy bien, señor."
"Mientras esté explorando usted será el responsable de las tropas," dijo
Laquatus. "¿Alguna vez ha usado uno de estos?" Preguntó Laquatus entregando un
espejo a Havelock.
"Sí, señor. Me otorgaron un dispositivo igual durante la última guerra de
Aboshan con la emperatriz."
"Bien. Seguiré en contacto con usted a través de este espejo," dijo el lord tritón.
"No me llame hasta llegar al punto de encuentro dentro del bosque de Krosa. Si llego a
necesitar su ayuda antes de eso yo mismo me pondré en contacto con usted. Mantenga
este espejo en todo momento con usted."
"Entendido, señor."
"Buena suerte, Comandante," dijo Laquatus. "Ahora lleve a sus tropas al bosque.
Todo depende de esos guerreros."

79
* * * * *

"¡Informe!" ordenó Eesha a su explorador. "¿Qué noticias trae del Teniente


Dinell?"
"Dinell informa que no encontró resistencia en su marcha hacia el comandante
de la montaña," dijo el explorador aven entregando el informe detallado a su
comandante.
La Comandante Eesha agarró el informe en sus garras y hojeó el resumen. "¿Qué
es esto de patrullas desaparecidas?"
"Dinell ha escuchado cuentos de otros en el campo sobre un escuadrón de la
muerte abriéndose paso por todo el continente," dijo el explorador. "Los informes son
vagos en el mejor de los casos pero al menos dos patrullas se han perdido y otras dos
están atrasadas. Además, otro explorador ha reportado que la aldea de Alewell está
completamente desierta. Hubo evidencia de un ataque en el pueblo pero debió haber
sucedido rápidamente porque había pocos signos de lucha. Todos los habitantes de
Alewell han desaparecido y se presume que están muertos, señora."
"Esta es una noticia preocupante, Cabo," dijo Eesha pasando las páginas del
informe. "Parece ser que el embajador estaba en lo cierto sobre el interés de la Cábala
en el orbe. Si graficas estos ataques en un mapa forman una línea entre la Ciudad de la
Cábala y las Montañas Párdicas."
"Sí, señora."
"¿Cuántos soldados tiene Dinell?" preguntó Eesha.
"Diez unidades de infantería y cinco unidades aven, señora."
"¿Cuántos magos?"
"Los usuales señora, un mago en cada unidad aven más un mago extra por dos
unidades de infantería. Diez en total."
"Sí, yo sé contar, Cabo," se burló Eesha extendiendo sus alas y levantándose de
su asiento.
"Lo siento, señora."
La Comandante Eesha cruzó la habitación hasta una pared cubierta por un
enorme mapa que representaba la mitad del continente con minucioso detalle. Era el
logro más importante de Eesha desde que había asumido el liderazgo de la Orden. Los
magos aven habían pasado meses volando sobre cada kilómetro cuadrado del continente
utilizando la magia para capturar la configuración del terreno en un pergamino la que
luego fue transferida al mapa de la pared de Eesha. Incluso ahora, muchos de los magos
de la comandante volaban en reconocimiento sobre la parte sur del continente,
trabajando para terminar el mapa.
"Un mapa preciso es más importante que un centenar de unidades de infantería,
Cabo. Recuerde eso," dijo Eesha mientras miraba a su muro. "Ahora, dígame, ¿dónde
estaban las fuerzas del Teniente Dinell cuando las dejó?"
El Cabo apuntó a una zona justo al sur del bosque Krosano que era el único
lugar en la mitad norte del mapa que no tenía detalles. El bosque no era más que una
oscura área sin relieve.
"Teniendo en cuenta los movimientos normales de las tropas desde que usted se
fue yo pondría a Dinell aquí," dijo Eesha clavando una bandera en la pared entre el
bosque y las montañas. Eesha hojeó el informe y continuó poniendo banderas en el
mapa. "Los ataques y las patrullas desaparecidas se encuentran aquí, aquí, aquí, aquí y
aquí," dijo señalando a las nuevas banderas.
"¿Ve usted algún problema, Cabo?"
El cabo estudió el mapa por un minuto y luego negó con la cabeza.

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"Si los informes son exactos este denominado escuadrón de la muerte se
entrecruzará con las tropas de Dinell aquí," dijo señalando una bandera más grande en el
mapa en la base de las Montañas Párdicas. "Justo donde Laquatus nos dijo que nos
encontraríamos con la Cábala."
"Entonces, ¿cuál es el problema, señora?" preguntó el cabo. "Al parecer el
embajador estaba diciendo la verdad."
"Eso en sí mismo es un problema, Cabo. Yo nunca confío en un enemigo, aun
cuando es un aliado," dijo Eesha. "Y está el asunto del pobre Sargento Treal, que de
repente se enfermó poco después de que Laquatus se fue. Pero ese no es el problema.
También he recibido un informe de una gran fuerza de la Cábala moviéndose
directamente hacia las montañas desde Afetto que llegará a las tierras bajas poco
después que las tropas de Dinell. El teniente serán superado en número, sobre todo si se
ve atrapado entre las dos fuerzas de la Cábala."
"¿Debo advertir al teniente, señora?"
"Sí, Cabo," dijo Eesha mientras se movía hacia su mesa y recogía una pluma en
su garra. "Lleve estas órdenes a Dinell. Dígale que detenga su marcha y espere
refuerzos." Eesha escribió una breve nota afirmando las órdenes.
"¿Qué refuerzos, señora?" preguntó el cabo.
"Cinco unidades aven más lideradas por mí, Cabo," declaró la comandante.
"Esta misión es demasiado importante como para dejar algo al azar. Destruiremos a las
fuerzas de la Cábala y luego marcharemos a las montañas en persona para tomar el
Mirari y al Carnicero de la Ciudadela por la fuerza."

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Capitulo 11

Varios días después de interrogar al guardia de la Orden, Trenzas y el


escuadrón de asesinos llegaron a las estribaciones de las Montañas Párdicas, a un día de
marcha hacia el sur de las tropas de la Orden que el guardia había sido tan explícito en
explicar durante su conversación.
"Estamos cerca, muchachos," dijo Trenzas desde lo alto de su última montura de
demencia un león de montaña negro como la noche de cuatro metros de largo y
doscientos treinta kilos de peso.
"Será muy difícil de rastrear al bárbaro aquí, señora," siseó Malicia. "El terreno
es rocoso y muchos bárbaros han viajado por aquí hace poco."
"Bueno, entonces no deberíamos tener problemas para encontrar a alguien a
quien preguntarle," dijo Trenzas sonriendo. "Sigan el olor más reciente. Hoy cazamos
bárbaros."
Por la tarde, cuando el sol comenzaba a sumergirse detrás de los picos más altos
de las montañas, los asesinos se encontraron con un trío de guerreros de la montaña que
estaba entrenando en un afloramiento rocoso.
"Buena suerte, señora," susurró Malicia después de volver silenciosamente a
rastras detrás de los arbustos donde Gesto, Veloz, Hollín y Mueca todavía se escondían.
"Tienen el aroma de Kamahl en ellos. Estos son los mismos bárbaros con los que él se
encontró fuera de la Ciudad de la Cábala."
"Qué irónico," dijo Trenzas. "Simplemente podríamos haberlos seguido a las
montañas pero eso no habría sido tan divertido."
"¿Salvamos a uno para usted, señora?" preguntó Malicia. Trenzas barrió con la
mano en la nube de demencia sobre su cabeza agarrando algo de la materia oscura en su
puño cerrado.

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"No," dijo ella. "Es demasiado peligroso. Si ellos lucharon con Kamahl no van a
ser tan fáciles de capturar como ese pobre guardia de la Orden. Lo mejor será matarlos
primero y hacer nuestras preguntas después."
Mientras Malicia despareció en los arbustos Trenzas se llevó el puño a su boca y
sopló una bocanada de aire en los huecos de los dedos apretados. Desde el otro extremo
salió un pequeño mosquito negro que pasó volando al lado de Malicia y se posó en la
rama superior del arbusto más alto. Trenzas cerró los ojos y se concentró en su mosquito
invocado hasta que pudo ver a los tres magos de montaña a través de sus ojos.
De repente, Gesto, Hollín y Mueca saltaron de los arbustos frente a su vista,
aterrizando justo detrás de los tres bárbaros que se giraron ante el sonido del
movimiento de la vegetación. Gesto atacó con sus enormes garras al primer guerrero,
cortando fácilmente a través de la camisa de cuero del mago y sacándole un pedazo de
carne de su brazo.
Al mismo tiempo Hollín azotó su cola alrededor del bárbaro frente a él lanzado
al hombre al suelo mientras que Mueca agarró a su adversario por los hombros, lo
levantó del suelo, y empezó a atraer al hechicero hacia sus fauces abiertas.
El tercer bárbaro empujó inmediatamente con las dos manos contra el escamoso
pecho de Mueca para alejarse de los colmillos envenenados del hombre serpiente. Como
Mueca le acercó cada vez más a pesar de los esfuerzos del hombre el mago de montaña
envió rayos de electricidad saliendo de ambas palmas derribando a Mueca por el suelo y
enviando al bárbaro volando hasta el borde de la saliente.
El bárbaro caído delante de Hollín rodó hacia un lado cuando la cola de la
serpiente martilló hacia abajo en dirección a donde había estado la cabeza del hombre,
rompiendo una roca y enviando una nube de polvo en el aire. El guerrero tomó el hacha
de su cinturón mientras rodaba, se puso de rodillas y tiró el arma hacia Hollín.
Hollín golpeó al misil con el dorso de la mano, enviándolo con estrépito al suelo
rocoso pero cortándose la mano con la cabeza del hacha. Rugió de dolor y se lanzó
arriba del mago de rodillas, aferrando sus garras a la espalda del hombre y hundiendo
sus colmillos en la dura y correosa carne del cuello del guerrero Párdico.
El oponente de Gesto no perdió tiempo preparando su gran espada con ambas
manos y avanzando sobre el asesino serpiente de cascabel. La lanzó desde lo alto, justo
hacia la cabeza de Gesto, que la serpiente esquivó con facilidad, agachándose y
haciéndose a un lado mientras echaba el brazo hacia atrás para otra rebanada. El bárbaro
giró de inmediato su cuerpo, moviendo la larga cuchilla alrededor y hacia abajo hacia la
ahora desequilibrada serpiente acuclillada.
Gesto, incapaz de poder esquivar la hoja aproximándose, cayó al suelo y rodó
debajo de los pies de su oponente, derribando al hombre mientras su espada se clavaba
en el hombro de Gesto. El hombre serpiente continuó con su vuelta hasta que quedó
encima del pecho del bárbaro, echó el brazo hacia atrás y golpeó en la zona intermedia
del bárbaro, clavando sus garras en la piel bronceada para alcanzar el estómago del
mago y luego curvarlas hacia arriba debajo de la caja torácica hacia el corazón.
El bárbaro, con sus últimas fuerzas, se estiró y tomó la espada, que estaba sobre
la escamosa espalda de la serpiente, todavía atrapada en su hombro. Girándola en la
herida para conseguir un agarre firme, la clavó en la bestia rompiendo el omóplato de
Gesto y rasgando a través de los músculos de la parte superior de su brazo.
El oponente de Hollín luchó para liberarse del mortal agarre de la bestia antes de
que la serpiente pudiera liberar el veneno en sus venas. El mago aferró las mandíbulas
de Hollín con las dos manos y trató desesperadamente de separarlas. Sin embargo la
boca se cerró y el rostro del bárbaro se volvió blanco cuando el veneno entró en su
cuerpo.

84
El hechicero, con sólo segundos de vida antes de que el líquido mortal alcanzara
su corazón, levantó sus brazos juntos sobre su agresor, ahuecó las manos en una bola,
les infundió con maná, y dejó caer un pequeño globo de fuego fundido sobre la
serpiente. Cuando el globo de fuego del tamaño de un puño golpeó a Hollín en la
espalda estalló en una enorme bola de fuego que engulló tanto al mago moribundo como
al asesino serpiente.
Mueca, apenas alejado de la fogosa explosión, echó un vistazo a las marcas
gemelas de quemaduras en su pecho, se puso en pie y avanzó hacia su oponente. Al otro
lado del fuego, el último guerrero también había logrado pararse y sacar dos largas
dagas, una en cada mano. Los dos adversarios comenzaron a hacer un círculo con
cautela entre sí, el bárbaro agitando sus dagas en frente de él y Mueca moviendo sus
grandes manos con garras adelante y atrás sin dejar de mirarlo.
Mientras Mueca y el último mago bailaban uno alrededor del otro en busca de
una abertura para atacar Malicia entró silenciosamente en el campo de visión de Trenzas
justo detrás del guerrero Párdico. Arremetió contra el duro cuello del bárbaro con su
larga lengua bífida golpeando en un punto de presión que paralizó por un instante al
hombre. Malicia se movió rápidamente, agarró al mago por la cabeza y el hombro y le
quebró el cuello con un movimiento tan veloz como un rayo.
Mirando hacia el pecho abrasado de Mueca, la espalda quemada de Hollín, y la
espada clavada en el brazo de Gesto, Malicia sacudió la cabeza y dijo: "Esto no es
bueno. No es bueno en absoluto."
Trenzas rompió el hechizo del ojo de su mosquito y subió por la cuesta hasta la
escena de la batalla para dar su opinión. "Chicos, aquí tenemos una moraleja para todos
nosotros. No podemos luchar contra estos guerreros cara a cara. Son demasiado
poderosos. Malicia y Veloz, atiendan las heridas de los chicos mientras yo hablo con
nuestros amigos bárbaros muertos. Estoy seguro de que estarán dispuestos a decirnos
dónde encontrar a Kamahl."

* * * * *

Jeska irrumpió en la sala de reuniones de la gran sala de Auror para ver a


Kamahl de pie delante de una mesa rodeado de media docena de guerreros bárbaros.
"Hermano, tenemos que hablar," dijo mientras se dirigía a la mesa y se abría
paso en el círculo.
Sobre la mesa había un mapa toscamente dibujado de las Montañas Párdicas con
un centenar de guerreros de madera tallados a mano colocados alrededor del mapa para
representar a los miembros de las dos facciones en guerra.
"¿Son estos tus pequeños guerreros de juguete, Lamar?" preguntó Jeska al
bárbaro parado a su lado señalando a las figuras sobre la mesa. "Recuerdo haberte visto
jugando con ellos cuando eras un niño. ¿Acaso ustedes ya no son grandes para este tipo
de juegos infantiles?"
"La guerra no es un juego de niños," dijo Lamar con la cara roja.
"Estamos muy ocupados aquí, Hermana," dijo Kamahl salvando a Lamar de la
ira de Jeska. "¿No puedes esperar hasta más tarde?"
"No, no puedo. Me temo que no habrá más tarde."
Jeska señaló a las dos facciones representadas por los guerreros de juguete de
Lamar en el mapa. "Las fuerzas de Talon están acampadas a al menos un día de
distancia de Auror. O hablas conmigo ahora o voy a interrumpir esta reunión hasta que
él ataque."

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Con el ultimátum de Jeska colgando en el aire los hermanos se miraron durante
unos tensos segundos hasta que Kamahl rompió el silencio.
"Hombres, completaremos nuestros planes de batalla esta noche. De cualquier
forma no podemos hacer nada más hasta que Balthor nos traiga los últimos informes de
los exploradores. Vuelvan una vez que salga la luna. Hasta entonces cuiden de los
guerreros bajo su mando. Todos debemos estar preparados para la batalla, tanto mental
como físicamente."
Kamahl se volvió hacia su hermana después de que sus guerreros salieron de la
sala. "Nunca más me hables de esa manera delante de mis generales," dijo levantándose
con el carmesí elevándose de sus mejillas.
"¿Generales?" resopló Jeska. "¡Ja! La mayoría de ellos no son nada más que
niños. Y tus vas a hacer que todos mueran en esta estúpida guerra que has creado."
"¿Así que soy estúpido?," gritó Kamahl mientras apretaba sus manos en
frustración. "¿Es estúpido tratar de unir a las tribus? ¿Es estúpido trabajar por una vida
mejor para mi pueblo? ¿Es estúpido preparar a nuestra gente para la invasión que
seguramente está viniendo?" Kamahl dio un puñetazo sobre la mesa derribando la
mayoría de los guerreros de juguete.
"Lo será cuando comiences tu trabajo de enfrentar a nuestros pueblos unos
contra otros," respondió Jeska. "¿Cuántos deben morir antes de que te des cuenta de la
locura de esta guerra civil, Hermano?"
Jeska recogió uno de los guerreros de juguete caído. "¿Debe morir Talon?" dijo
arrojando la figura en la esquina de la habitación.
Recogió otro guerrero caído, esta vez de la aldea de Auror y lo tiró encima de
Talon. "¿Debe morir Lamar?"
Siguió levantando figurines y lanzándolos a través de la habitación. "¿Qué pasa
con Joha, Thurmon, Brue? ¿También deben morir?"
Jeska recogió dos figuras más de los guerreros rodeando la aldea Auror y se las
mostró a Kamahl.
"¿Qué me dices de Balthor?" preguntó. "¿Balthor debe morir para demostrar que
tú tienes razón? ¿Y qué hay de mí? ¿Qué hay de mí, Hermano? ¿Está dispuesto a
sacrificar a tu propia hermana para ampliar tu poder a través de las montañas?"
"Si eso es lo que se necesita," dijo Kamahl con los dientes apretados cuando las
dos últimas figuras cayeron al suelo en un rincón de la habitación. "La seguridad de las
montañas es demasiado importante como para preocuparse por la vida de una sola
persona. Sólo estoy pensando en el futuro. Seguramente hasta tú puedes ver eso, Jeska."
"Puedo ver que estás pensando sólo en un futuro en el que seas considerado
como el héroe de las Montañas Párdicas," dijo Jeska rodeando la mesa para enfrentarse
a su hermano. "Mírate a ti mismo, Kamahl. Esto no es propio de ti. Estás tan atrapado
en tu propia gloria que no puedes ver lo destructivo en que se han convertido tus
acciones. Si no tienes cuidado destruirás todo lo que estás tratando de construir, de la
misma forma que hizo Cadenero."
"¡Fuera!" bramó Kamahl en el rostro de su hermana. "Tú no sabes nada de
Cadenero. Yo estoy haciendo esto tanto por él como por las tribus. Debo mantener el
Mirari a salvo. Hice un juramento de muerte."
Jeska extendió la mano, agarró los puños apretados de su hermano en sus manos
y los sostuvo con fuerza. "Ya lo sé, Hermano, y yo estoy tratando de ayudarte a
mantener ese juramento. Si sigues con esta guerra destruirás sin ninguna duda cualquier
oportunidad que tienes para unir a las tribus y mantener el orbe a salvo de ese horrible
hechicero tritón."

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Kamahl se negó a mirar a su hermana en vez de ello mirando a algo detrás de
ella pero Jeska siguió adelante. "Habla con Talon. Encuentra una manera de poner fin a
este conflicto antes de que sea demasiado tarde. Aunque tengas que darle el Mirari este
estará seguro en sus manos. Tú conoces a Talon. Él es un hombre honrado y un buen
amigo."
"¡Nunca!" gritó Kamahl mientras empujaba las manos de su hermana lejos de él
con tanta fuerza que ella cayó sobre la mesa rompiéndola y enviando al resto de los
guerreros de madera volando a través de la habitación.
Tumbada en el suelo en medio de tablas rotas Jeska miró hacia Kamahl, tratando
de encontrar a su hermano en algún lugar detrás de sus grandes ojos inyectados en
sangre pero lo único que pudo ver fue la furia hirviente que ahora lo consumía.
Kamahl sacó su espada lentamente de su vaina en la espalda y bajó la hoja hasta
que estuvo a escasos centímetros del rostro de su hermana.
"El Mirari es mío. Las tribus son mías. Sólo yo puedo conducir a nuestro pueblo
a la victoria sobre Laquatus. Si no estás de mi lado entonces estás en mi contra. ¿Qué
será?"
Jeska, sin inmutarse un ápice, dijo, "No puedo estar contigo el día de hoy,
Hermano."
"Entonces vete," dijo agitando la espada hacia la puerta. "La próxima vez que
nos veamos seremos enemigos."
Jeska se levantó, se sacudió su larga falda de cuero, y deliberadamente le dio la
espalda a Kamahl y a la espada antes de caminar hacia la puerta.
"Si eso es lo que se necesita, Hermano, entonces que así sea," dijo sin mirar
hacia atrás y cerrando la puerta de golpe detrás de ella.
Fuera de la sala de reuniones Jeska respiró hondo y se apoyó contra la pared. ¿Y
ahora qué?, se preguntó. Necesito un aliado. Necesito a alguien que no tenga miedo de
enfrentarse a Kamahl, alguien a quien Kamahl vaya a escuchar. Necesito encontrar a
Balthor.
La noticia sobre la discusión entre Jeska y Kamahl se extendió rápidamente por
el pueblo y a media tarde ninguno de los guerreros en Auror quiso seguir hablando con
Jeska. Miraron el suelo cuando ella pasó a su lado o se giraron y marcharon cuando ella
se acercó. Las conversaciones se detuvieron cuando entró en el salón comedor y pudo
sentir los ojos de todo el mundo mirándole su espalda y escuchar los susurros que
empezaron cuando se fue.
A Jeska no le importaba lo que pensaran los demás. Era una guerrera Párdica tan
buena en la batalla como para cualquier guerrero en el ejército de Kamahl y
acostumbrada a estar sola. Pero el silencio le hizo imposible encontrar a Balthor, sobre
todo sin llamar la atención sobre ella.
Kamahl había dicho que Balthor regresaba ese día con nuevos informes de los
exploradores pensó Jeska mientras bebía una cerveza en solitario en la parte de atrás de
la sala. Así que él estaba o bien fuera explorando o se ha había ido a la torre de
vigilancia para esperar a que regresaran los exploradores. A Balthor no le gusta esperar
pero dudo que Kamahl lo arriesgue en un grupo de exploradores. Iré primero a la torre
de vigilancia.
Cuando Jeska abandonó la sala comedor apenas se dio cuenta de que los
guerreros, Lamar entre ellos, estaban ocupados haciendo caso omiso de ella mientras
miraban y murmuraban. Estaba demasiado preocupada por su hermano y lo que le iba a
decir a Balthor para importarle lo que los niños pensaran de ella.
Jeska encontró a Balthor encima de la atalaya construida con piedra y madera de
la aldea a mil metros más allá del límite de esta, bajando por un camino pedregoso que

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no había sido usado en años. Cada pueblo tenía estructuras similares pero la mayoría
habían caído en mal estado ya que los bárbaros tenían pocos enemigos en las montañas.
Esta había sido rápidamente arreglada y apuntalada.
"¡Balthor!" gritó Jeska mientras se acercaba. "¿Puedo hablar contigo?"
"Sube, muchacha," dijo Balthor. "Estoy a la espera del regreso de los
exploradores y aburrido hasta lo huesos. Me vendría bien una buena discusión."
Jeska trepó por la escalera improvisada que había sido erigida para sustituir los
desmoronados escalones de piedra.
"Supongo que queréis hablar de Kamahl y el Mirari," dijo Balthor al llegar a la
cima.
"¿Ya lo has oído?"
"Claro," dijo Balthor. "Kamahl ya estuvo aquí antes despotricando sobre cómo
os habéis convertido en una traidora."
"Tu sabes que eso no es cierto, Balthor," dijo Jeska apoyada contra la almena de
piedra frente al enano.
"Lo sé, muchacha. Lo sé," dijo Balthor. "Tu hermano no está viendo todo muy
claro ahora mismo. Dale un poco de tiempo para que se calme."
"De eso se trata, Balthor," respondió Jeska. "Es como si estuviera en otro
mundo."
"Verdad," dijo Balthor. Se volvió y miró por encima del muro para comprobar si
venían los exploradores. "Yo sigo diciéndome para mis adentros que asentará cabeza.
Esperaba que una vez que la tensión del torneo se hubiera ido volviera a ser el mismo
pero ahora tenemos esta maldita guerra en el horizonte."
"Es el Mirari," dijo Jeska. "Los dos lo sabemos."
"Verdad que lo hacemos. ¿Suponéis que le está controlando?"
"No lo sé," dijo Jeska. "Yo no lo creo."
La primera piedra en el almenaje detrás de Jeska se movió ligeramente
aflojándose en su mortero por lo que la bárbara pelirroja se apartó de la pared.
"Mira, yo fui a ver a los enanos durante el torneo para saber qué podrían saber
sobre el orbe."
"¿Qué hicisteis qué?"
"No te dije nada a ti o a Kamahl porque sabía que ambos lo objetarían," dijo
Jeska, "pero necesitamos más información acerca de este artefacto."
Balthor levantó el dedo y abrió la boca pero luego se detuvo, dejó caer la mano a
su lado y le dijo: "¿Qué os habéis enterado?"
"No tienen ningún registro de algo como el Mirari en sus historias pero han
estado siguiendo su curso alrededor de Otaria," dijo Jeska paseando por la parte superior
de la torre de vigilancia. "Allí donde va este orbe la destrucción le sigue. Posee un gran
poder pero nadie parece ser capaz de controlarlo. El orbe supuestamente refleja los
sueños y las aspiraciones finales del portador. No creo que el Mirari controle o
corrompa sino que amplifica la verdadera naturaleza del portador hasta el extremo de
que sus sueños y deseos se distorsionan, se pervierten."
"Verdad, eso es un descripción de lo que mas o menos está haciendo Kamahl."
"Correcto," dijo Jeska. "Cadenero fue un hechicero de demencia con un fuerte
sentido de la familia. Pude sentir eso cuando nosotros hablamos con él después de la
batalla. Intentó rehacer la Cábala para fortalecer a su familia y terminó por destruirla.
Kirtar, el teniente aven de la Orden fue, según Kamahl, un guerrero de sangre fría que
anhelaban el orden en el mundo. Convirtió la mitad de la Ciudadela en cristal sólido.
Kamahl vive para la batalla y está obsesionado con demostrarle sus habilidades al

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mundo y ahora ha llevado a las tribus al borde de la guerra civil por una lucha de
desafío."
"Está bien, me habéis convencido," dijo Balthor. "¿Qué podemos hacer,
muchacha?"
"Tenemos que alejar el Mirari de él," dijo Jeska dejando de pasearse delante del
enano, "y luego calmarlo para que pueda hacer las paces con Talon. Después de eso, no
lo sé. Esa condenada esfera debería ser destruida o al menos enterrada en un hoyo
profundo. Yo digo que la llevemos a los enanos pero sé lo que sientes por ellos."
"No, es un plan sensato," dijo Balthor. "El clan no tiene sueños más allá de
mover rocas. El orbe debería estar lo suficientemente seguro. Pero ¿cómo conseguimos
alejar la cosa de Kamahl? Está adherida a su espada."
"La tomamos esta noche mientras duerme."
"¿Robarla? Eso no es muy honorable muchacha," comentó Balthor.
"¿Prefieres tratar de tomarla por la fuerza?" preguntó Jeska. "Además, de
acuerdo con las historias que abuelo nos solía contar, tu eras algo más que un pequeño
ratero en tu juventud."
"Eso fue hace mucho tiempo," dijo Balthor con una sonrisa. "Está bien me
escabulliré en la habitación de Kamahl esta noche y traeré el Mirari aquí para que vos lo
llevéis al clan."
"No, yo debería ser la que haga esto," dijo Jeska. "Kamahl ya no confía en mí. Si
te atrapan a ti no vamos a tener una segunda oportunidad. Además, te matará si te
encuentra. Yo, al menos, tendré una oportunidad contra él en una batalla."
"Puedo estar envejeciendo," dijo Balthor, "pero sobreviví a la gran guerra contra
los Pirexianos y todavía puedo desenvolverme bien contra un lento bárbaro portando
una enorme espada, una espada que yo mismo forjé para su abuelo, si os acordáis de las
historias."
"Mira, no quiero discutir sobre esto," gruñó Jeska mientras apretaba sus manos
contra su cabeza en señal de frustración. "Él es mi hermano y mi responsabilidad.
Además, nosotros los bárbaros somos un poco más rápidos de lo que se nos da crédito."
Y diciendo eso Jeska agarró sus horquillas de acero, las quitó del moño arriba de
su cabeza, y las azotó hacia abajo a cada lado de la cara de Balthor. Un rayo crepitó
instantáneamente a lo largo de las espinas metálicas y formó un arco de una horquilla a
la otra justo a través de los oídos del enano. Jeska sostuvo el hechizo durante diez
segundos y recordó cómo su abuelo le había dicho que los enanos tienen cráneos muy
duros.
Balthor cayó al suelo de madera, sacudiéndose mientras la electricidad residual
recorría su cuerpo tratando de encontrar un lugar a tierra.
"Lo siento, Balthor," dijo Jeska. "Vas a tener un horrible dolor de cabeza cuando
despiertes pero no me queda más remedio."
Se inclinó para asegurarse de que Balthor todavía siguiera vivo y para ponerlo
tan cómodo como pudo encima de la torre de vigilancia pero luego oyó un crujido en los
arbustos por debajo.
"¡Por la sangre de Fiers!," gruñó Jeska. "Deben ser los exploradores."
Jeska se puso de pie y miró hacia el suelo. Vio a Lamar, agachado por lo bajo, y
deslizándose hacia la ciudad.
"¡Maldición!" gruñó Jeska. "Lo va a arruinar todo."

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Capitulo 12

Jeska, preocupada por cuanto había visto y oído Lamar de su traicionera reunión
con Balthor, soltó una corriente de halcones de su palma para molestar al general el
tiempo suficiente como para llegar a él. Saltó a la escalera de la torre de vigilancia, pasó
las piernas por encima del parapeto y se arrojó con una patada lejos de la torre de
piedra. Mientras caía hacia el suelo rocoso dio una vuelta en la parte superior de la
escalera y se arrojó hacia delante cayendo al suelo y rodando como Balthor le había
enseñado mucho tiempo atrás.
Después de rodar varias veces para frenar su impulso, se paró de un salto y
corrió tras el hombre huyendo. Tendría que encargarse del joven general rápidamente y
en silencio porque estaban cerca de la aldea.
Llegó a Lamar cuando el bárbaro lampiño derribó al último halcón del aire. Sin
perder tiempo, Jeska sacó las horquillas de su bolsillo y arrojó una a Lamar como si
fuera una daga. Tan pronto como el broche golpeó al niño en el cuello Jeska le apuntó
con la otra horquilla y envió un arco de descarga eléctrica entre las dos barras de metal.
Al igual que con Balthor Jeska utilizó la energía suficiente como para desmayar al
bárbaro pero no lo suficiente como para hacerle ningún daño duradero.
"Lo siento, Lamar," dijo Jeska mientras se acercaba al bárbaro inconsciente para
recuperar su horquilla, "pero la hora del juego ha terminado. Tengo una guerra que
detener."
Jeska sabía que no tendría mucho tiempo. Podría haber burlado a los
exploradores desde la torre con Balthor inconsciente a sus pies. Pero Kamahl esperaría

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el pronto regreso de sus generales y si Balthor y Lamar no se presentaban toda la aldea
se pondría en alerta. Tenía que actuar ahora y esperar poder desmayar a su hermano con
sus horquillas el tiempo suficiente como para tomar la espada y escapar a los pasos de
montaña.
Mientras regresaba agachada al borde de la aldea el sol se puso detrás de las
montañas sumiendo al lugar en un oscuro crepúsculo. El pueblo estaba casi desierto ya
que la mayoría de los bárbaros estaban disfrutando de su cena. Por el sonido del canto
los generales y muchos de los soldados estaban cenando en el salón comedor. La suerte
estaba con Jeska cuando ella se deslizó más allá de la taberna a la puerta del gran salón.
En el interior, las antorchas iluminaban el oscurecido pasillo con charcos de luz.
Jeska miró hacia la puerta de la sala de reuniones donde ella y Kamahl había discutido
antes. Volviendo a sacar sus horquillas Jeska se deslizó hasta a la puerta y escuchó por
voces. Al no oír ninguna decidió que o Kamahl estaba solo o la habitación estaba vacía.
Se tomó un momento para atarse el pelo hacia atrás y respiró profundamente.
Agarrando una horquilla en cada mano, abrió la puerta, vislumbró a Kamahl sentado en
su silla detrás de la mesa, y lanzó la primera horquilla hacia él lo más fuerte y lo más
rápido que pudo.
Kamahl levantó la vista, vio el misil, y azotó la mano para agarrarlo en el aire
justo antes de que el broche se clavara en su cuello.
"¿Qué significa esto, Hermana?" rugió Kamahl mientras se levantaba.
Jeska se limitó a sonreír y verter maná en el broche todavía en su mano
desatando una descarga de electricidad que se arqueó por el aire hacia el pararrayos que
ahora sostenía su hermano. Cuando el rayo llegó al gran bárbaro la electricidad subió y
bajó por el brazo sacudiendo la extremidad con tanta fuerza que Jeska temió que
Kamahl dejara caer la horquilla.
Cuando la descarga buscó un lugar para dispararse a tierra el Mirari refulgió
desde lo alto de la espada de Kamahl, que estaba colgada en su espalda, y la electricidad
comenzó a verterse dentro del orbe pasando por alto la horquilla por completo. El
Mirari absorbió el poder en el interior, drenando a Jeska, que luchó para detener el flujo
antes de que fuera demasiado tarde. La mujer dio una bofetada para soltar la horquilla
de una sacudida y romper el contacto con el Mirari.
Con sus piernas doblándose apoyó las manos en sus rodillas y jadeó en busca de
aire. Miró hacia arriba y vio a Kamahl de pie ahora frente a la mesa y con la espada en
la mano.
"Ahora, ¿Qué significa todo esto, Hermana?" volvió a preguntar el bárbaro.
"Es el... Mirari, Hermano," dijo Jeska continuando luchando por respirar.
"Tienes que... renunciar a el. Déjame que se lo lleve... a los enanos. Ellos pueden...
mantenerlo seguro para tí."
Kamahl echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. "Ya veo lo que está
pasando aquí," dijo. "Eres tu quien quiere el Mirari. Siempre estuviste celosa de mi
poder y ahora te escabulliste aquí para robarme el poder para ti misma."
"No," jadeó Jeska. "Sólo quiero salvarte de... su poder destructivo." Tomó un
último aliento y se enderezó para enfrentar a su hermano.
"Sálvate a ti misma, Hermana. Si puedes," dijo Kamahl mientras bajaba la
espada para apuntarla hacia Jeska. "Si deseas el Mirari tendrás que luchar contra mí
como todos los demás." Un enorme rayo surgió de la punta de la espada liberando todo
el poder que el orbe había robado a Jeska.
Jeska se arrojó por el pasillo, girando una vez y levantándose corriendo.
Mirando hacia atrás vio que la explosión había abierto un enorme agujero en la pared
exterior de la gran sala. Kamahl salió de la sala y se dirigió por el pasillo hacia ella. Ella

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siguió corriendo, cerrando la puerta y huyendo a toda velocidad por el pueblo iluminado
con las antorchas.
"¡Jeska! ¡Alto!" bramó Kamahl detrás de ella, pero su hermana continuó casi sin
mirar hacia dónde iba. De repente se detuvo, topándose con una multitud de guerreros
saliendo del salón comedor para chequear la conmoción.
"¡Sosténganla!" exclamó Kamahl y Jeska se encontró retenida desde atrás.
Kamahl llegó a Jeska y dijo, "Vamos a arreglar esto como miembros de una tribu,
Hermana. Un reto justo aquí. Si puedes derrotarme puedes quedarte con el Mirari. Si no
abandona Auror y vive tus días con tus apreciados enanos."
"Si eso es lo que hace falta, Hermano," dijo Jeska soltando sus brazos de un tirón
de sus captores y poniéndose erguida para enfrentar Kamahl, "entonces que así sea."
Jeska caminó por la calle en frente del salón comedor y sacó dos dagas gemelas de sus
botas.
Kamahl tomó su posición justo afuera de la gran sala y los dos hermanos se
enfrentaron en una batalla de desafío por primera vez en sus vidas. Jeska comenzó con
la invocación de un par de pumas manteniendo un ojo cauteloso sobre la espada de
Kamahl. Al igual que Talon ella también sabía como luchar contra Kamahl.
La mujer bárbara continuó tratando de razonar con su hermano. "¿No ves que
esto ha ido demasiado lejos, Hermano? Trataste de matarme con una esfera brillante.
Todo el mundo admite que eres el mejor guerrero de todos. Tú no necesitas ningún
artefacto para demostrar tu valía."
"Buen intento," escupió Kamahl lanzando una llamarada de su espada que
engulló al primer puma. "Pero no puedes distraerme con tus mascotas o provocarme a
una acción precipitada."
Cuando el segundo puma saltó sobre Kamahl él arrojó su brazo y agarró a la
bestia por el cuello quebrándole su cuello con un tirón rápido de la muñeca. "Tendrás
que hacerlo mejor que eso."
Jeska, invocando más maná, soltó un gato de fuego Párdico y luego otro y luego
un tercero. Tendría que mantenerlo ocupado con criaturas o él usaría su espada contra
ella. De alguna forma tendría que quitarle la espada en la lucha.
Jeska continuó su asalto verbal mientras los gatos de fuego merodeaban
alrededor de Kamahl. "Mira a esta gente, Hermano. Te temen pero no a causa de tu
destreza con la espada. Todo es debido a ese condenado orbe y en lo que te ha
convertido."
"Ellos no me tienen miedo," dijo Kamahl mientras golpeaba a una de las bestias
con un rayo mientras esquivaba el ataque de la segunda. "Ellos me siguen a la gloria."
"Sólo te siguen porque tú los matarás si no lo hacen, como trataste de matarme, y
tratarás de matar a Talon y a sus seguidores."
Jeska presionó su ventaja numérica invocando una bandada de halcones.
Necesitaba que él se concentrara en ellos durante un momento más. "Yo soy la única
que tiene el valor suficiente como para enfrentarte y decirte la verdad, Kamahl. Suelta la
espada y yo te seguiré. Suelta la espada y Talon y la Elite de los Ocho te seguirán.
Suelta la espada, Kamahl, y todos te seguiremos a la gloria."
Kamahl vaciló, mirando su espada y la esfera plateada en la empuñadura,
mientras que los dos restantes gatos de fuego y halcones giraban más cerca.
"Tu sabes que estoy en lo cierto, Hermano," continuó Jeska. "Lo puedo ver en
tus ojos. Piensa en lo que has hecho en las últimas semanas. Joha. Talon. Yo. Ese no has
sido tú en esos ataques. Fue ese condenado orbe dejando salir una bestia en tu interior.
Al igual Cadenero."

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Jeska pensó que Kamahl iba a dejar caer la espada y alejarse del Mirari por lo
que mantuvo a raya a sus bestias esperando que la pesadilla pudiera terminar sin más
derramamiento de sangre. Luego otra voz rompió el silencio.
"No le hagas caso, Kamahl," dijo Lamar abriéndose paso entre la multitud. "Es
una traidora. ¡Me atacó a mi y mató a Balthor!" La multitud se quedó sin aliento.
"¡No!," gritó Jeska.
El fuego en los ojos de Kamahl refulgió más brillante que nunca cuando el
aferró su gran espada con ambas manos y derribó al gato de fuego más cercano con una
corriente de rocas.
"No, Kamahl. ¡No!" gritó Jeska viendo la última oportunidad de razonar con su
hermano consumirse en su hirviente cólera. Ahora no tendría otra opción. Le ordenó
descender a sus halcones, giró las dagas en su mano y esperó su oportunidad.
Esta llegó rápidamente. Kamahl dio un manotazo a los primeros halcones pero
luego rugió como un animal enfurecido. Hizo girar la empuñadura de su espada entre
sus dedos, la agarró con ambas manos y la apuntó en el aire, desatando un géiser de lava
fundida que incineró a todas las aves.
Con la atención de su hermano en el aire, Jeska dejó volar sus dagas
enterrándolas entre los nudillos medios del dorso de las manos del bárbaro. Kamahl
gritó de dolor dejando caer la espada mientras se llevaba sus manos ensangrentadas en
frente de su cara. Inmediatamente, el gato de fuego restante brincó, agarró la espada
entre sus dientes y corrió hacia el círculo de espectadores.
"Tú, puta conspiradora," escupió Kamahl haciendo una mueca mientras extraía
lentamente las delgadas dagas. "Mataste a Balthor y tienes la intención de matarme."
"No es cierto," dijo Jeska mientras Kamahl arrancaba tiras de tela de su camisa y
las ataba a cada mano para detener la hemorragia. "Lo que dijo Lamar simplemente no
es verdad. Balthor y yo hablamos. Estuvo de acuerdo conmigo en que debíamos alejar el
orbe de ti. El quiso hacerlo por sí mismo pero yo no podía dejar que el tomara esa
oportunidad así que le desmayé con una sacudida de un rayo. No está muerto Kamahl.
Yo nunca mataría a Balthor."
Kamahl miró a su hermana, el fuego en sus ojos sustituido por una fría mirada
asesina. "Tú y Balthor nunca se ponen de acuerdo en nada," dijo. "Fuiste a conseguir su
ayuda en tu traición y cuando eso falló lo mataste."
"Es verdad, Kamahl," dijo Lamar. "Discutieron y luego ella le electrocutó con
sus malvadas horquillas. Sostuvo el hechizo un minuto. Lo mantuvo hasta que Balthor
cayó."
Kamahl dejó escapar un grito descomunal que reverberó en las montañas y luego
se lanzó a su hermana en una rabia ciega. Jeska rodó hacia un lado, extendiendo sus
piernas cuando Kamahl entró y derribando al gran bárbaro con el golpe. Ahora no
tendría otra opción. Tendría que ganar esa batalla para mantener el orbe lejos de su
hermano.
Kamahl rebotó en el suelo y se alejó rodando de su hermana cuando Jeska saltó
sobre sus manos y rodillas. Kamahl, cubierto de tierra y sangre, volvió a correr hacia
ella.
Mientras se acercaba, Jeska apretó los músculos de sus piernas, preparándose
para saltar. Pero en lugar de arrojarse a un lado, Jeska saltó hacia Kamahl, lanzando sus
manos hacia el frente y juntándolas sobre la cabeza, con la intención de golpear en el
gran pecho del bárbaro con todo su peso y dejarle sin aliento.
Pero Jeska erró el objetivo. Kamahl se desvió de su curso y extendió sus brazos
a cada lado. En vez de conseguir un golpe final a su hermano Jeska golpeó su cuello
contra la muñeca del brazo extendido de Kamahl. La cabeza y el cabello de Jeska,

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detenidos repentinamente a mediados del salto, azotaron hacia adelante sobre el brazo
de su hermano mientras sus piernas y su torso continuaron por debajo. Su cuerpo dio
una vuelta alrededor del brazo, donde colgó por un breve momento, antes de que ella
cayera sobre su espalda con un ruido sordo.
Jeska abrió los ojos unos minutos más tarde, todavía aturdida por el golpe en su
cabeza. No podía ver nada más que rayos de luz de las antorchas, podía oír los bajos
rumores de la multitud reunida pero no pudo distinguir ningún rostro a través de su
visión borrosa. Entonces oyó la voz en pleno auge de su hermano.
"¡Háganse a un lado!" exclamó. "Es hora de terminar con esto de una vez por
todas. La bruja tiene que pagar."
Jeska intentó pararse pero aún no podía sentir los pies. Trató de despejar las
imágenes borrosas con el dorso de la mano y pudo distinguir a su hermano abriéndose
paso entre la multitud.
Kamahl arrojó los puñales ensangrentados en el suelo y se acercó a Jeska con su
gran espada ardiendo al rojo vivo y en alto por encima de su cabeza con las manos
vendadas. Minúsculas llamas azules bailaron a lo largo del borde de la cuchilla de dos
metros cautivando a la aturdida Jeska mientras su hermano avanzó hacia ella.
Jeska trató de arrastrarse fuera del camino pero sus piernas fallaron en moverse.
Lo único que pudo hacer fue gesticular la palabra “no” en su boca cuando Kamahl
hundió la espada profundamente en su abdomen, perforándole el estómago y
desgarrándole un corte profundo a través de sus intestinos, antes de salir justo al lado de
su columna vertebral.
La conmoción momentánea y el dolor que sintió Jeska del metal rasgando su
vientre no fueron nada comparado con el calor abrasador que se extendió desde la
herida a través de su cuerpo, como si las llamas azules hubieran saltado de la hoja y
hubieran encendido todo su interior.
A medida que el fuego interno irradió hacia fuera de la herida, envolviendo sus
piernas, sus pulmones, su corazón, y finalmente su cabeza, Jeska cayó al suelo a los pies
de Kamahl, sus ojos verdes abiertos, en busca de alguna pista que hubiera quedado de
su hermano dentro de la criatura que la había matado.

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96
Capitulo 13

Balthor entró en Auror con una mano apoyada en el mango del hacha y la otra
masajeándose sus sienes magulladas.
"Condenada niña," se quejó. "Me dolerá la cabeza durante una semana."
Mientras se abría camino lentamente hacia el gran salón para informar a Kamahl que los
exploradores no se habían presentado el enano vio una multitud reunida fuera del salón
comedor. Un grito rasgó el tranquilo aire nocturno. "¡Háganse a un lado! Es hora de
terminar con esto de una vez por todas. La bruja tiene que pagar."
"¡Oh, Fiers! ¡No!" dijo Balthor. "Jeska." Y corrió. Empujó a través de la multitud
apareció detrás de Kamahl justo cuando el gran bárbaro hundió la espada de su padre en
el cuerpo de su hermana.
"¡Kamahl! ¡No!" rugió Balthor cuando Jeska cayó al suelo. Balthor corrió hacia
el hombre que había tratado como a un hijo incluso antes que el padre del chico hubiera
muerto y miró a Jeska, la hija que había adoptado y apreciado. La enorme espada que
Balthor había forjado un siglo antes había producido un gigantesco agujero en el
estómago de Jeska. Pero no hubo sangre. En cambio, pequeñas llamas azules bailaron
dentro de la herida, quemando lentamente la carne, la que ardió y se fusionó.

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"Muchacho, ¿Qué habéis hecho?" preguntó Balthor agarrando a Kamahl por el
brazo y tratando de girarlo. Un silencio sepulcral fluyó a través de los bárbaros
reunidos. "¿Qué habéis hecho?"
Cuando Balthor tiró de él Kamahl se dio la vuelta, el fuego en sus ojos ardiendo,
su espada nuevamente desenvainada en sus manos vendadas y ensangrentadas, listo para
volver a atacar. Pero cuando el bárbaro vio el rostro de Balthor la rabia se desvaneció de
sus ojos y fue reemplazada por una mirada de confusión. Kamahl bajó la punta de su
espada en el suelo y miró a Balthor.
"Tú... estás muerto," dijo Kamahl. "El dijo que estabas muerto." Balthor se
limitó a sacudir la cabeza.
"Querido Fiers, ¿qué he hecho?," gritó Kamahl dejando caer la espada al suelo y
enterrando su cara en sus enormes manos. El líder bárbaro cayó de rodillas y, mientras
los generales y el ejército reunidos observaron en un aturdido silencio, echó la cabeza
hacia atrás y rugió hacia el cielo nocturno como un lobo aullando por un compañero
perdido. "¡Noooooooo! Por favor, Fiers. ¡Noooo!" Con sus gritos aún resonando en las
montañas, Kamahl se arrodilló al lado de Jeska y acunó la cabeza de su hermana en los
brazos manchados de sangre, sollozando, "No, Jeska, no," mientras se mecía hacia atrás
y adelante sosteniendo su cuerpo inerte en el pecho y enterrando su cara en su pelo.
Cuando el enano se acercó para consolar a Kamahl y los guerreros reunidos
comenzaron a dispersarse Balthor oyó una explosión detrás de él y se volvió para ver
una pared de humo elevándose desde el suelo y rodando hacia él. "¡Talon!" gritó el
enano. "¡Ahora no!"
Balthor corrió hacia el humo y oyó gritos y explosiones procedentes de todo a su
alrededor. La aldea estaba bajo ataque y Kamahl no estaba en condiciones de llevar a
sus hombres a la batalla.
"Lamar," gritó el enano. "Haz algo acerca de este humo. Janvel, reúne a tus
hombres y forma una falange. Pyke, vigila a Kamahl."
Balthor, incapaz de ver el hacha delante de su rostro a través del denso humo,
cerró los ojos, su respiración se ralentizó, y concentró su mente en el resto de sus
sentidos. A través de la confusión de gritos y explosiones pudo sentir a los enemigos
aproximándose por detrás del gran salón. Abrió los ojos, movió su gran hacha alrededor
enviando una corriente de rayos hacia sus enemigos, y se lanzó a toda velocidad detrás
del curvado muro de electricidad.
El rayo descargó, iluminando varias formas en el humo. Cuando Balthor llegó se
dio cuenta de que aquellos no eran bárbaros. Se movían en cuatro patas pero eran
mucho más grandes que gatos de fuego. El enano enganchó la cabeza de su hacha de
guerra en las suelas de sus botas y se lanzó rodando hacia delante disparándose hacia la
primera bestia y cortándole a través de su pecho mientras se giraba debajo del enorme
animal.
Apareció detrás de la enorme criatura que acababa de partirse en dos, se dio la
vuelta y enterró la cabeza de su hacha en el flanco de la segunda bestia. El enano
entonces soltó su arma, que se mantuvo firme en la herida, saltó y utilizó el mango del
hacha como un trampolín para volar sobre la espalda de la criatura, aterrizando con todo
su peso sobre la cabeza de la bestia, conduciéndola al suelo y triturando su cráneo.
Balthor, enfrentando a la última criatura sin ningún arma, contempló la silueta
esbozada en la crepitante energía de su hechizo esperando para atacar. La criatura había
sido creada agachada como un gato montés pero era fácilmente de un metro y medio de
ancho en los hombros y tenía largos colmillos de jabalí sobresaliendo de su boca.
Balthor sabía que las montañas no albergaban tales criaturas y dudó de que fueran
incluso naturales.

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"Esta es magia de la Cábala," dijo el enano. "Han venido por el orbe."
El monstruo de demencia cargó, bajando su cabeza para clavarle al enano sus
enormes colmillos. Balthor, zambulléndose al suelo mientras cargaba, agarró las patas
delanteras de la bestia en sus manos y enganchó los pies sobre sus colmillos haciendo
tropezar a la criatura y tirando su cabeza hacia abajo en el suelo.
El monstruo volcó, incapaz de detener su impulso hacia adelante, rompiendo sus
colmillos mientras rodaba y aterrizaba en su espalda con el enano en la parte superior.
Balthor rodó hacia un costado de la bestia, recogió el colmillo roto y lo clavó en el
cuello expuesto de la criatura, fijando a la bestia en el suelo y dejándola allí para que
muriera desangrada.
Balthor volvió por su hacha y la segunda bestia se fundió en una oscura y densa
nube de humo.
"Si, monstruos de demencia," se dijo Balthor. "Definitivamente. Será mejor que
vuelva a Kamahl antes de que le alcancen." Agarró el hacha del suelo, volvió a ajustar
sus sentidos a la batalla y corrió de vuelta hacia el salón comedor evitando focos de
batalla en el camino mientras los bárbaros se enfrentaban a los horrores invocados.
Balthor, caminando hacia donde Kamahl seguía sentado sosteniendo a su
hermana y sollozando, sintió a una bestia acechando hacia el bárbaro. Ese no es un gato
con colmillos, pensó Balthor. Veamos lo que tenemos aquí. Balthor metió el mango de
su hacha bajo el brazo y aplaudió produciendo un trueno resonante que dividió el humo
delante de él.
Un túnel de aire despejado se extendió fuera saliendo de Balthor hacia Kamahl y
el enano vio a una bestia de dos metros y medio de alto con cabeza de serpiente a punto
de dar un golpe al bárbaro encorvado. Balthor agarró el hacha en su fuerte mano
derecha y la lanzó de punta a punta hacia el asesino. La cuchilla mordió a la bestia entre
los omóplatos. El hombre serpiente rugió de dolor, se enderezó y estiró sus manos hacia
atrás con desesperación tratando de encontrar el arma incrustada en su espalda.
Balthor se lanzó a la carrera para usar su ventaja, saltó en el aire, dio una
voltereta y golpeó con sus botas en la cabeza de su hacha para hundirla más profundo en
la espalda de la bestia. Cuando aterrizó al lado de la escamosa criatura se sorprendió al
ver que aún seguía en pie con las dos hojas de su hacha enterradas en su cuerpo.
El hombre serpiente miró maliciosamente hacia Balthor con su frente inclinada
salpicada con su propia sangre verde.
"Ahora morirás, hombrecito," le espetó. Luego se dio la vuelta y golpeó a
Balthor en el intestino con su cola enviándolo volando hacia el humo que envolvía la
aldea.
Balthor cayó pesadamente boca arriba, rodó a un lado, y se dobló de dolor
envolviendo sus brazos alrededor de su estómago. Jadeando, el enano sin aliento trató
de concentrarse en la batalla para determinar dónde había aterrizado. Sintió el
movimiento del humo justo antes de que la enorme garra rebanara hacia él.
Sin poder rodar fuera del camino, disparó su puño hacia arriba, golpeando en el
ataque entrante y acertando en el centro mismo de la palma de la bestia. Cuando los
huesos de la mano de la criatura se quebraron por el impacto el repentino cese de su
ataque le hizo desequilibrarse. El hombre serpiente cambió su peso para recuperar su
equilibrio pero Balthor alzó la otra mano, agarró la muñeca con escamas, y tiró de la
bestia hacia adelante.
El asesino cayó hacia adelante, Balthor apoyó sus pies levantados en la ingle de
la bestia e hizo que la criatura volara por encima de su cabeza. Tiró hacia abajo sobre el
brazo cautivo para retorcer a la bestia en el aire por lo que esta aterrizó con fuerza sobre
su espalda. El enano se paró de un salto y dio otro aplauso para eliminar el humo. El

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enorme hombre con cabeza de serpiente estaba muerto junto a Balthor, una cuchilla del
hacha de doble cabeza del enano emergiendo completamente fuera de su pecho y cuello,
y la punta de la otra cuchilla clavando la cabeza de la bestia en el suelo bajo la barbilla.
Balthor esperó un momento, asumiendo que la bestia desaparecería de nuevo en
el espacio de demencia de donde había venido pero el cuerpo del asesino era
permanente y el arma del enano quedó bien adherida. El enano dejó el arma para
después y corrió hacia Kamahl.
Los sonidos de la batalla estaban desapareciendo pero Balthor no estuvo seguro
de si aquello era algo bueno. Su sentidos hacia el combate le dijeron que quedaban
muchas más panteras con colmillos que bárbaros y aún había otras criaturas allí fuera,
moviéndose casi demasiado en silencio para que el enano las pudiera detectar.
"Apuesto a que más serpientes," se dijo para sus adentros. "¡Lamar, Janvel,
Pyke! ¡Repórtense!" dijo en el humo pero no obtuvo respuesta. "¡Maldición!" murmuró.
"Y yo sin hacha." Se giró hacia Kamahl y le rogó al bárbaro, que seguía sentado
meciéndose hacia adelante y hacia atrás. "Kamahl. Déjate de eso, chico. Ya no la podéis
ayudar más. Levántate y pelea o lo perderéis todo."
"Ya lo he hecho," fue la susurrante respuesta. "Ya lo he hecho."
"Entonces esto es todo," murmuró Balthor. "Mi última batalla y ni siquiera tengo
mi hacha." Se agachó, vio lo puñales ensangrentados de Jeska en el suelo junto a
Kamahl y los recogió. "Aquí estoy, bastardos de la Cábala. Muéstrenme lo mejor que
tengan."
Cuando las formas en el humo se cerraron sobre Balthor el enano sintió algo
moviéndose rápidamente más allá de las bestias de la Cábala. Antes de que pudiera
identificar a los nuevos objetivos una rápida sucesión de truenos sacudió los edificios
de la aldea y despejó el humo que quedaba.
Más allá de una docena de las panteras con colmillos y cuatro asesinos
serpientes estaban parados Talon y la Elite de los Ocho. En la luz de las antorchas,
Balthor pudo ver a Talon esgrimiendo su ahora hacha de una sola cabeza en su mano
izquierda mientras avanzaba sobre las bestias que parecieron inseguras de si debían
proceder hacia adelante o girarse para luchar.
El ejército de Talon tomó la decisión por ellos gritando y cargando en la batalla.
"Cuidado con los lagartos," gritó Balthor. "Son bastante desagradables."
El enano se quedó mirando por miedo de dejar pasar a uno de los asesinos hacia
Kamahl, pensando sería mejor que solo ayudara si las fuerzas de Talon se metían en
problemas. Escudriñó a su alrededor y notó que la mayoría del ejército de Kamahl
estaba muerto en la calle. Lamar había caído en un montón, su cuello roto. Pyke estaba
de espaldas, su pecho había sido abierto por un conjunto de garras enormes. Janvel
había sido partido en dos, con sólo un charco de sangre conectando sus piernas y su
cuerpo.
Talon fue el primero en llegar a las bestias de la Cábala balanceando la hoja
dentada de su hacha hacia abajo y a través del cuello de una de las panteras de demencia
en su camino hacia el primer hombre serpiente. Tybiel pasó junto a una pantera para
llegar a un segundo lagarto mientras que Joha, Brue, Thurmon, y el resto se separaron y
cazaron al resto de las bestias con colmillos.
Pero fue a Talon a quien Balthor observó. Incluso con un solo brazo era un
poderoso guerrero. El bárbaro, viniendo a toda velocidad sobre un hombre serpiente con
una venda envuelta alrededor de su hombro y su parte superior del brazo, se paró en
seco, fuera del alcance del ataque de la bestia, y cortó con el hacha alrededor delante de
él rebanando el brazo sano de la criatura a la altura del codo.

100
Luego se dio la vuelta, hundió su pecho hacia bajo y le dio una patada
ascendente al otro brazo de la criatura. Balthor oyó un fuerte chasquido cuando el brazo
de la bestia se rompió justo por debajo de su hombro. Continuando alrededor, azotó su
hacha en el rostro del lagarto quebrando su nariz y destrozando su cráneo.
Talón, después de disparar un rayo rápido hacia una pantera acercándose que
explotó en el rostro de la criatura dejando nada más que su mandíbula inferior y su
colmillos detrás, salió corriendo hacia su próximo objetivo, una serpiente con dos
marcas de quemaduras en su pecho.
Balthor echó un vistazo rápido a Tybiel y pudo ver al joven e impetuoso mago
resistiendo todo lo que podía. Había perdido su arma y estaba haciendo todo lo posible
por esquivar los cortantes ataques de la enorme bestia escamosa.
"Condenado idiota," dijo Balthor tomando una de las dagas de Jeska por la
cuchilla y lanzándola a la bestia. La hoja larga y delgada voló como una flecha y se
incrustó hasta la empuñadura en el hombro del fornido lagarto. Cuando la bestia gritó de
dolor y trató desesperadamente de agarrar el mango del arma Tybiel se arrojó y recogió
su espada de entre los pies de la criatura.
Para el momento en que Balthor volvió a mirar hacia Talon el bárbaro manco
estaba enredado con el lagarto quemado. Había atrapado el ataque de la criatura con el
mango de su hacha y luego le había dado una patada para romper la muñeca de la bestia.
Enganchó la otra muñeca del lagarto debajo de la hoja dentada de su hacha, giró el
mango y dobló forzosamente hacia atrás la mano de la bestia hasta que los huesos se
rompieron y los tendones se desgarraron.
El hombre serpiente, enfurecido por el dolor, enseñó los colmillos y arrojó su
cabeza hacia el cuello del bárbaro. Talon se metió debajo del ataque entrante y pasó su
brazo hacia arriba y sobre su cabeza sosteniendo el mango de su hacha con fuerza
contra su antebrazo. Cortó limpiamente a través de la mandíbula de la bestia y la parte
superior de la cabeza de la criatura cayó al suelo incluso antes de que el cuerpo se
desmoronara frente a Talon.
Balthor miró hacia el resto de la Elite de los Ocho y notó que habían acabado
con la mayor parte de las panteras de demencia y que Joha y Brue se apresuraban a
ayudar a Tybiel. El impetuoso bárbaro colgó a quince centímetros del suelo, sostenido
en el cuello por la enorme garra de la bestia. Tybiel empujó contra la bestia mientras
esta lo atrajo más y más cerca hacia su boca abierta pero el hombre estaba perdiendo la
batalla.
Balthor se sintió reacio a abandonar su última arma pero sin embargo volteó la
daga restante en su mano derecha y echó su brazo hacia atrás para lanzar. Pero el enano
vio otro misil acudiendo a toda velocidad hacia el enorme lagarto. Talon había arrojado
su propia arma para tratar de salvar a su guerrero. Aún así, justo antes de que el hacha
golpeara, el hombre serpiente echó la cabeza hacia adelante, mordió sobre el cuello de
Tybiel y arrancó la garganta del bárbaro.
La criatura, con la sangre de Tybiel bajando por su escamosa barbilla, inclinó la
cabeza hacia atrás en señal de triunfo sólo para que esa victoria se viera interrumpida
cuando el hacha de Talon se incrustó en la parte posterior de su cabeza, destrozando el
cráneo de la bestia y destruyendo su cerebro.
Balthor miró a Talon justo a tiempo para ver al último guerrero serpiente
arrojarse sobre el bárbaro desarmado.
"¡Talon, cuidado!" gritó el enano.
El bárbaro se dio la vuelta cuando la bestia atacó. Como era demasiado tarde
para esquivar su garra intentó agachar la cabeza y alejarse del golpe pero las zarpas de

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la criatura se clavaron en su mejilla y le arrancaron su suave carne desde su boca hasta
su oreja.
Desequilibrado por el golpe, Talon trastabilló lejos de la criatura sangrando
abundantemente por el rostro. Dio dos pasos vacilantes hacia atrás y luego cayó al
suelo, aterrizando boca arriba frente a la bestia serpiente. Mientras la criatura se acercó
el bárbaro manco se limpió la sangre de la mejilla, reunió maná en su mano y luego
roció las gotas de sangre en el hombre serpiente avanzando.
La sangre voló por el aire y el hechizo la transformó en una fina niebla de ácido
que empapó el pecho de la bestia. Balthor notó que ese hombre serpiente ya estaba muy
quemado y había perdido la mayor parte de las escamas en su torso. Cuando el ácido
golpeó la capa delgada de tejido cicatrizado en su pecho la bestia gritó de dolor y
comenzó a rasparse allí con sus manos con garras lo que se limitó a transferir el ácido a
sus palmas.
Mientras la bestia luchaba con el líquido quemándole el pecho y las manos,
Talon rodó y se puso de pie. El bárbaro buscó un arma que usar para acabar con la
bestia y Balthor notó la gran espada de Kamahl yaciendo a sus pies.
El enano metió el pie debajo de la hoja plana, gritó, "¡Talon! ¡Espada!" y le dio
una patada al arma de dos metros haciéndola volar por el aire hacia el bárbaro con un
solo brazo.
Talon atrapó la espada por la empuñadura e hizo girar la hoja una sola vez en su
mano izquierda. El alto y rubio bárbaro atacó con la espada hacia arriba y alrededor de
su cuerpo y rebanó a la bestia serpiente en dos, desde la cadera hasta el hombro opuesto,
triturando órganos, rompiendo la caja torácica, y quebrando su columna vertebral.
La bestia cayó al suelo en dos pedazos, su torso aún humeante por el ácido.
Talon se volvió para inspeccionar el campo de batalla pero la lucha había terminado y
los restantes miembros de la Elite de los Ochos estaban empezando a buscar
sobrevivientes entre los cuerpos esparcidos por la aldea.
Talon caminó hacia Balthor, clavó la punta del arma de Kamahl en el suelo
delante del enano y dijo: "Buena espada. Gracias."
"No. Nuestro agradecimiento es hacia ti y tus guerreros, Talon," dijo Balthor.
"Nos habéis salvado a todos. No puedo hablar por Kamahl pero creo que os habéis
ganado esa espada esta noche. Y no creo que él la querrá después de esto."
"Si Kamahl la ofrece voy a considerarlo," dijo Talon, "pero he visto el caos que
puede causar el orbe y no creo que ninguna cantidad de energía haga valer la pena de
tomar el riesgo de que esto vuelva a ocurrir."
Los dos guerreros miraron a Kamahl.
"Ayúdame a llevarlo a la cama, ¿queréis, Talon?" preguntó Balthor, y los dos
antiguos enemigos agarraron a su amigo y lo guiaron a su casa.

* * * * *

Trenzas, desde su punto de vista oculto en las rocas sobre la aldea, vio escapar
su oportunidad de obtener el Mirari cuando el enano y el bárbaro manco se llevaron a
Kamahl, al cuerpo de su hermana, y a la enorme espada a una casa en el otro extremo de
la aldea.
Miró para ver si podría tener una oportunidad de encargarse de la espada y de
ese enano maldito en medio de la noche pero el bárbaro alto volvió a salir y colocó una
guardia fuera de la casa, los dos guerreros que habían derrotado a la mayoría de sus
mascotas felinas.

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"Bueno, fue divertido mientras duró," dijo Trenzas para sus adentros. Sintió una
extraña tristeza cuando se marchó a rastras de la aldea y comenzó a descender por la
montaña. Le había empezado a gustar Malicia y los chicos. Su pérdida había dejado un
lugar vacío en su estómago. La Cábala era su familia y Trenzas se desvivía por el
Primero como si fuera su padre. Pero su espacio de demencia dejaba a Trenzas separada
del mundo y ella nunca había amado verdaderamente a nadie antes. Trenzas decidió
algo mientras almacenaba sus formas en la negra nube del espacio de demencia que
flotaba siempre por encima de su cabeza. Debía vengar a Malicia y los chicos porque
eso era lo que la gente hacía por aquellos a los que amaba.
"El bárbaro y ese enano sufrirán por lo que les hicieron, chicos," dijo. "Ellos
sufrirán."

Capitulo 14

L
" a maté, Balthor. Maté a mi propia hermana," dijo Kamahl la mañana
siguiente mientras estaba sentado a la mesa mirando a la comida que el enano le había
puesto delante de él. "Ella trató de advertirme pero yo no la escuché. La he matado en
mi arrogancia."
"No fue culpa tuya, muchacho," dijo Balthor dando una palmada a su amigo en
el hombro. "Habíais pensado que me había matado y actuasteis sin pensar."
"Actuar sin pensar," dijo con nostalgia Kamahl mientras pinchaba un huevo de
halcón con su cuchillo y lo empujaba alrededor de su plato. "La maldición del Mirari."
"Verdad, habéis estado actuando por instinto, un instinto primario, desde hace
semanas," dijo Balthor. "Es como Jeska dijo antes de..."
Balthor se detuvo y miró a Kamahl quien terminó la frase por el enano. "Antes
de que la matara," dijo.

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"Sólo que ella no está muerta, mi amigo," dijo Talon mientras entraba en la sala
del hogar cerrando la puerta de la habitación en donde habían colocado el cuerpo de
Jeska la noche anterior.
"¿Qué has dicho?" preguntó Kamahl levantando la vista de su plato por primera
vez desde que se había sentado a la mesa.
"Dije que Jeska no está muerta, así que no la mataste," dijo Talon sonriendo. Se
acercó a la silla vacía en la mesa y se sentó entre Kamahl y Balthor.
"Eso no puede ser," dijo Balthor. "La registré ayer por la noche cuando la
depositamos sobre las pieles. No tenía aliento. Su corazón ya no latía. Mi niña estaba
muerta."
Talon dio una palmada en el hombro de Balthor y dijo: "Estoy feliz de poder
decirte de que por una sola vez estás equivocado, querido Balthor. Es verdad que su
respiración es poco profunda pero el aire pasa por sus labios. Y mientras que su corazón
no late la sangre se mueve a través de su cuerpo."
"No lo entiendo," dijo Kamahl. "Esa herida fue mortal. Nadie hubiera podido
sobrevivir ni siquiera una noche después de lo que le hice a su cuerpo."
"Yo tampoco lo puedo explicar, amigo mío," dijo Talon. "Hay un fuego azul en
su vientre y todo su cuerpo está caliente al tacto. Es como si estuviera ardiendo por
dentro, como si ese fuego la estuviera manteniendo con vida mientras la consume por
combustible."
Kamahl enterró la cabeza entre sus manos y gritó. "¡Oh, Fiers!" dijo. "Yo quería
que ella ardiera por lo que te había hecho a ti, Balthor. Quería que ardiera en la forja de
Fiers hasta que no quedara nada más que cenizas y el Mirari lo ha hecho realidad."
Los tres guerreros permanecieron en silencio mientras Kamahl miraba su plato,
sin poder comer, sin poder mirar a sus amigos a los ojos, incapaz de hacer frente a todo
el dolor que había causado desde su regreso. Finalmente Balthor rompió el silencio.
"Ella no está muerta, Kamahl," dijo agarrando la muñeca del bárbaro. "Mírame,
muchacho. Ella no está muerta. Piensa en eso y no en lo que habéis hecho. Piensa en
ayudar a tu hermana."
"Ella necesita un sanador," dijo Talon. "Tal vez uno de los magos de la Orden.
No conozco a nadie en la montaña que pueda curar una herida así. Se necesitará una
magia de curación poderosa."
Kamahl negó con la cabeza. "La Orden no me ayudará. Ellos creen que asesiné a
su líder. Y la Cábala ahora me culpa por la muerte de Cadenero así que no me gustaría
que uno de sus carniceros estuviera cerca de ella."
"¿Y qué me dices del druida que habéis conocido en los pozos, muchacho?"
preguntó Balthor.
"Sí," dijo Kamahl. "Eso puede ser. Seton. El centauro druida del bosque de
Krosa. Él conoce las artes curativas tan bien como cualquier sacerdote de la Orden."
"¿Puedes confiar en esta criatura del bosque?" preguntó Talon.
"Hemos luchado juntos en los pozos. Tiene el honor de un guerrero Párdico.
Confiaría mi vida a Seton. ¡Y por ahora, Jeska es mi vida!"
"Entonces iré al bosque y traeré a Seton aquí," dijo Talon dando un puñetazo
sobre la mesa y poniéndose de pie para irse.
"No," dijo Kamahl levantándose y poniendo su mano sobre el hombro de su
amigo. "Seton no te creería. Los habitantes del bosque no confían en extraños tan
fácilmente. Este es mi camino. Llevaré a Jeska al bosque y encontraré a Seton."
"Entonces déjame ir contigo, mi amigo," se ofreció Talon. "Alguien tiene que
mantenerte fuera de problemas en el camino."

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"Ese es mi trabajo," dijo Balthor. "Crié a estos dos como si fueran mis propios
hijos. Si alguien acompañará a Kamahl en este viaje ese seré yo."
Kamahl asintió. "Te necesito aquí, Talon," dijo. "El ataque de anoche fue sólo el
comienzo. Las tribus están en peligro y sólo tú puedes dirigirlas. Lo has demostrado de
nuevo ayer por la noche y ahora por fin yo estoy escuchando."
Kamahl se acercó a la chimenea, sacó su espada del manto, y la trajo de regreso
a la mesa. "Toma la espada Talon. Tómala y conduce a nuestro pueblo a la grandeza.
Pongo mi vida y mi fuerte brazo derecho a tu disposición."
"Yo lideraré a las tribus Kamahl, pero sólo en tu nombre... hasta que regreses,"
dijo Talon. "En cuanto a la espada de tu padre, pertenece a tus dos manos y no a la única
que yo tengo."
"Si esa es tu decisión la respeto," dijo Kamahl. "Pero yo nunca volveré a
esgrimir esa espada. No después de lo que le hice a mi hermana y a ti con ella."
"Entonces déjala aquí y yo la cuidaré hasta que regreses," dijo Talon. "Pero hazle
un favor al mundo y entierra ese orbe en un hoyo profundo."
"Hecho." Kamahl extendió su mano derecha para estrechar el acuerdo, luego
vaciló al recordar, pero Talon estrechó la mano ofrecida con su mano izquierda y asintió
su aceptación a su amigo.

* * * * *

"Señora Trenzas," dijo la llamada pero Trenzas no pudo ver a nadie en el


camino. "¡Señora Trenzas, por aquí! Le hemos estado esperando."
Trenzas agarró un poco de la nube de demencia que se arremolinaba alrededor
de su cabeza y se arrastró hacia delante, preparada a invocar cualquier número de
horrores. Desde un pequeño bosquecillo de árboles sobresaliendo de arbustos de tierras
bajas salieron un par de miembros de la Cábala de bajo rango y un siervo llamado
Griggs a quien Trenzas vagamente reconoció de los pozos de Afetto.
"La Cábala está aquí, señora," dijo Griggs.
"Y en todas partes... por lo que parece," dijo Trenzas. "¿Me estaban esperando?"
"Sí señora," dijo el luchador de los pozos. "El Maestro Traybor nos envió a
encontrarla. Se enteró por el Primero de su descenso de la montaña."
"¿Traybor? ¿Aquí?" preguntó Trenzas soltando las partículas de demencia de la
mano para que se unieran a la nube. "¿Por qué?"
"El Maestro Traybor lo explicará todo," dijo el siervo. "Por favor, venga con
nosotros señora."
"Por supuesto," dijo Trenzas. "Sólo que no me llames ‘señora’. Es un nombre
que nunca querría volver a escuchar."
"Sí... madam."
El joven siervo guió a Trenzas hasta un campamento de la Cábala ubicado en
una zona aislada de las colinas al pie de las Montañas Párdicas. Mientras caminaba,
cerró los ojos y vio al campamento a través de su nube de demencia. Todo le parecía tan
conocido. Había por lo menos cincuenta corredores, carteristas y otros miembros
menores de la Cábala que habían venido a demostrar su valía y ascender en el escalafón.
Eran el forraje, por supuesto, y la mayoría morirían. Ella lo había visto todo antes
durante las guerras con la Orden. O tal vez su espacio de demencia estaba simplemente
repitiendo este evento en su memoria. Ella nunca podía estar segura.
Más allá de los Cabalistas de bajo nivel estaban los sirvientes y hechiceros de
demencia. Estas dos docenas de guerreros eran el verdadero poder de la partida de
ataque de la Cábala. Entrenados para la batalla en los pozos, cualquiera de ellos podría

105
destruir a toda una patrulla de la Orden, sobre todo si la patrulla no los veía venir.
Trenzas amplió su visión a los bordes del campamento y se sintió tanto aliviada como
algo decepcionada al no encontrar a ningún guardia serpiente en esa expedición.
"Trenzas," se escuchó desde más adelante. La hechicera de demencia trajo a su
conciencia de nuevo a su cuerpo y abrió los ojos para ver una tienda de campaña con
Traybor de pie fuera agitando su mano para que se acercara. Traybor era el maestro de
los juegos, o lo sería una vez que los juegos se reanudaran después de que ella
recuperara el Mirari.
Traybor, un habilidoso invocador de demencia, raramente usaba sus dones que lo
convertían en un líder y maestro de los juegos aún mejor. Había mantenido muy
astutamente ambos pies firmemente plantados en la Cábala mientras mantenía el poder
de la demencia como su herramienta, tanto dentro como fuera de los pozos.
"Pasa dentro, Trenzas," dijo Traybor. "Háblame de tus proezas y yo te pondré al
tanto de las cuestiones de la Cábala."
"Por lo que sé tú ya conoces la información crítica," dijo Trenzas.
La mujer, esperando un centro de comando profusamente decorado de alguien
digno de su alto rango, se llevó una grata sorpresa al descubrir que la tienda de Traybor
era espartana y funcional. Una sola mesa con los restos de su desayuno colocados
encima de mapas y planes de batalla, dos sillas, y un montón de mantas en la esquina
era todo lo que contenía la tienda.
"Sí, el Primero ha estado vigilando tu progreso y nos informó ayer por la noche
de la derrota de tus… hombres," dijo Traybor mientras conducía a Trenzas a la mesa.
"Muy poderosos, estos bárbaros. Tal vez podamos convencer a algunos de volver a los
pozos."
"No se los puede convencer tan fácilmente," dijo Trenzas.
"Supongo que no," dijo Traybor. Se sentó, colocó los platos del desayuno en el
suelo y recogió un fajo de papeles y un lápiz. "Cuéntame de la batalla de anoche.
Tenemos que hacer planes para el próximo asalto."
Trenzas no estaba escuchando. Había vuelto a perderse en su espacio de
demencia, su cabeza apoyada en el respaldo de la silla.
"¿Has visto alguna vez a Kamahl luchando en los pozos?" preguntó ella.
"No."
"Fue increíble, imbatible," dijo ella deleitándose con las imágenes de batallas
pasadas proyectándose a sí mismas para su disfrute dentro de su mente.
De repente Trenzas azotó la cabeza hacia delante, abrió sus ojos, y miró a
Traybor. "Ahora imagínate luchar con una docena de Kamahls... dos docenas... cien, sin
las reglas de los pozos, sin piedad, sin ninguna posibilidad de supervivencia. ¿Puedes
imaginarlo? ¿No? ¡Aquí deja que te enseñe!"
Trenzas agarró un puñado de su nube de demencia y la tiró a Traybor. Esta se
expandió y envolvió la cabeza de él flotando como motas de polvo en la luz del sol. Los
ojos de Traybor se pusieron en blanco mientras la nube proyectó imágenes de la batalla
entre los asesinos y la Elite de los Ocho.
Cuando el show terminó Trenzas dijo, "¿Lo ves? La planificación es inútil contra
su poder salvaje."
Traybor dejó caer su pluma y se masajeó las sienes por un momento antes de
hablar. "Esto no es bueno," dijo.
"¿Qué cosa?" dijo Trenzas. "Los juegos pueden seguir sin el Mirari. Sólo que no
serán tan grandiosos."

106
"No es eso," dijo Traybor. "Hay un gigantesco ejército de la Orden descendiendo
sobre las Montañas Párdicas. Acabamos de pasar a su lado en el camino hacia aquí. Si
nosotros nos vamos ellos atacarán. No tenemos ninguna oportunidad contra ellos."
"¿Y a quién preferirías enfrentar, Traybor, a todo el ejército de la Orden o a ese
bárbaro de un solo brazo y a su amigo enano?"
Traybor no lo dudó. "Esta noche levantaremos el campamento."

* * * * *

"Informe, Teniente," dijo Eesha levantando la vista de sus mapas cuando Dinell
entró en su tienda de mando.
"Las fuerzas de la Cábala se han refugiado en las colinas, señora," dijo el
teniente. "Podrían estar planeando un asalto sobre los bárbaros."
"¿Y el escuadrón de la muerte?" preguntó la comandante. "¿Alguna noticia
desde que se escabulló más allá de usted en las montañas?"
"N…no señora," dijo Dinell. "Una de sus unidades aven ubicó a tres bárbaros
muertos en las estribaciones más bajas en lo que creemos es un trabajo del escuadrón."
"¿Qué le hace pensar eso?"
"Todavía estaban caminando alrededor," dijo Dinell. "Zombis. De hecho
atacaron a la unidad aven que destruyó fácilmente a los monstruos."
"¡Zombis!" escupió Eesha. "La Cábala no tiene respeto por el orden de la vida."
La comandante se sentó en su escritorio de campo y miró el mapa de las Montañas
Párdicas. "Teniente, muéstreme donde están las fuerzas de la Cábala."
Dinell se acercó a la mesa y señaló a una zona aislada en las colinas.
"¿Usted dice que sus fuerzas están planeando un asalto? ¿Qué le hace pensar
eso?"
"Han tenido exploradores en las elevaciones más bajas desde anoche, señora,"
replicó Dinell. "Mi conjetura es que están esperando noticias de su escuadrón de la
muerte antes de proceder."
"Sí, eso tiene sentido," dijo Eesha. "Si sus asesinos recuperan el orbe se irán con
él. Si no, subirán por la montaña para un ataque mayor. De cualquier manera tenemos
que detenerlos. Prepare a sus hombres para salir, Teniente. Atacamos esta noche."

* * * * *

A Balthor le llevó el resto de la mañana y parte de la tarde posicionar los arneses


que les permitieran a dos caballos llevar el cuerpo de Jeska, atado a una camilla, entre
ellos.
"Montaré éste para que pueda mantener un ojo sobre ella," dijo a Kamahl. "Mis
piernas son lo suficientemente cortas como para no interponerse en el camino de la
litera."
"Ella tendrá un viaje bastante accidentado, ¿no es así?" preguntó Kamahl.
"Es lo mejor que puedo hacer, sobre todo para viajes por zonas montañosas,"
dijo Balthor mientras probaba las correas de los arneses por última vez. "Una vez que
estemos en las llanuras pediremos prestado un carro de algunos agricultores."
"Bueno, rellena la litera con pieles de gatos de fuego y maneja despacio," dijo
Kamahl. "Y trae un poco de oro para pagar a los agricultores. He hecho enojar a
bastante habitantes de las llanuras como para no hacerlo."
"Ahora mismo lo iré a buscar," dijo Balthor volviéndose para irse. "Ven a
ayudarme con tu hermana, muchacho."

107
"Todavía no, anciano," dijo Kamahl. "Nos marcharemos en la oscuridad.
Créeme, es mejor viajar de noche en los llanos."
Kamahl se fue a despedirse de Talon y la Elite de los Ocho mientras Balthor
comprobó a Jeska, que aún yacía inconsciente en su habitación, su frente húmeda por el
sudor de la fiebre. Su herida había sido vendada pero Balthor aún podía ver el extraño
resplandor azul brillando a través de la tela. El enano limpió un vendaje extra en la olla
de agua al lado de la pila de pieles y le acarició la cálida frente con el.
A continuación, chequeando que Kamahl aún no hubiera regresado, agarró la
espada de Kamahl del arcón en su habitación y la deslizó en el bolsillo especialmente
hecho que había cosido en la litera de Jeska.
"Espero que no te importe compartir tu cama con esta cosa, chica," dijo el enano,
"pero no puedo dejar que él se vaya sin su espada." Balthor luego sacó algunas pieles
extras de gatos de fuego para cubrir la litera y su carga estibada.

108
Capitulo 15

Laquatus escudriñó hacia el sol del mediodía y maldijo. "¡Por las aletas de
Norda! Odio las llanuras. ¿Cómo puede la gente vivir tan lejos del agua con esa bola de
fuego mirando hacia ellos?"
Como de costumbre, Burke no respondió. Simplemente permaneció de pie junto
al lord tritón en silencio, esperando su próxima orden. "Necesito refugio de este
condenado sol, Burke," dijo Laquatus. "Encuentra la casa más cercana y déjala
vacante." El tritón y su siervo siguieron una valla de madera y se dirigieron hacia la
mansión del terrateniente local. "Despeja los establos, Burke. Descansaré allí mientras
tu te encargas del resto de la mansión."
Mientras Laquatus y Burke se acercaban a los edificios dos altos y rubios
agricultores salieron del establo y vieron a la extraña pareja.

109
"¿Qué quieres viejo?" preguntó el primero mientras tomaba una horquilla
apoyada contra el marco de la puerta.
"Refugio del sol," respondió Laquatus sonriendo. "¿Burke?" Con una orden
mental el tritón envió a su peleador hacia delante para saludar a los peones.
"¡Por las esferas! ¿Qué es esa cosa, Root?" preguntó el segundo trabajador
cuando Burke se acercó.
Root perdió algunos de sus bravatas mientras miraba a Burke. Girándose hacia
Laquatus dijo, "Esta tierra está protegida por la Orden, señor. Será mejor que se vaya y
se lleve esa cosa con usted."
Cuando Root terminó su pequeño discurso, Burke, quien aún estaba a cinco
metros de los peones, extendió el brazo. Este se estiró y endureció golpeando a Root en
el pecho y rompiendo varias costillas. El apéndice se retiró con la misma rapidez de
nuevo a su forma y tamaño normal dejando a Root sin aire en el suelo.
Root se levantó empujándose con una mano y lanzó la horca tan fuerte como
pudo hacia Burke. Los dientes se clavaron en la ingle del siervo pero el humanoide sin
rasgos simplemente estiró la mano, extrajo el arma improvisada, y las marcas
desaparecieron.
Luego Burke se dirigió hasta el hombre sin aliento metió la horca en el torso del
gran trabajador y levantó al fornido granjero por encima de su hombro como si su
cuerpo no fuera nada más que un fardo de heno.
El amigo de Root se volvió para correr. Burke azotó la horquilla hacia delante,
lanzando el cuerpo de Root por el aire hacia el trabajador huyendo a unos diez metros
de distancia.
El granjero, golpeado en la espalda por un misil de noventa kilos, cayó al suelo
rompiéndose su brazo mientras aterrizaba y quedando clavado al suelo por el peso
muerto de su antiguo amigo. Burke se acercó al trabajador caído y empujó la horca a
través de Root en el cuello del segundo hombre. Luego volvió a mirar a su amo
esperando nuevas órdenes.
"Asegura la casa. No quiero ser molestado. Esperaré tu regreso en el establo."
Burke asintió con la cabeza y luego se dio la vuelta y se dirigió hacia la casa.
Laquatus entró en el establo. En el interior el tritón encontró caballos y maquinaria
agrícola pero no más residentes.
"Bueno," dijo. "Ahora a averiguar lo que ha ocurrido mientras he estado
viajando."
El tritón sacó el espejo encantado de su mochila, pasó la mano sobre la
superficie, y se concentró en Talbot. Un momento después el rostro desaliñado del
embajador de Laquatus en la Cábala apareció en el espejo.
"¿Es así como te muestras a tu señor?" preguntó Laquatus. "Por lo menos pasa
un peine por tu cabello, Talbot."
"Lo siento, mi señor," respondió Talbot arrastrando las palabras. "Estaba un poco
indispuesto cuando entró su llamada."
"Ah, ya veo," dijo Laquatus sonriendo a su asesor. "A mi también me gustó
participar de los placeres de la Cábala. Espero que su recreación no haya impedido su
misión."
"No, mi señor," dijo Talbot. Extendió la mano y creó un peine de marfil para
pasar a través de su cabello fino y sedoso. "Tengo muchas noticias que impartirle, señor.
Noticias que he aprendido de mis fuentes aquí en la Cábala."
"Excelente, Talbot," dijo Laquatus. "Havelock y sus tropas están procediendo
hacia Krosa. Vengo de la parte superior de comprobar a nuestros aliados y asegurarme

110
de que el resto del plan esté avanzando a buen ritmo. ¿Qué puedes decirme sobre la
Cábala y las fuerzas de la Orden?"
"Me temo que nada bueno, señor," dijo Talbot. "Trenzas ha fallado en recuperar
el Mirari o en forzar al bárbaro a que deje la montaña. Su escuadrón de la muerte yace
muerto en una aldea Párdica y ella ha dejado las montañas."
"¿Eso es todo?" preguntó Laquatus. "Eso no es más que un pequeño
contratiempo. Nunca esperé que la invocadora tuviera éxito por su cuenta."
"Hay más, señor," dijo Talbot. "Llawan ha convencido al Primero que envíe un
grupo de asalto para hacer frente a las fuerzas de la Orden y garantizar el regreso de la
esfera a la Cábala. Trenzas ha unido fuerzas con ese grupo y parece que la batalla entre
los dos ejércitos es inminente."
"Así que la Emperatriz sabe más de lo que tú habías sido guiado a creer por
Veza, por lo que veo," dijo Laquatus. "Ella ha tomado un papel activo en frustrar
nuestro plan. ¿Qué hay de sus propias tropas? ¿Qué sabe usted acerca de los propios
planes de batalla de Llawan?"
"Se me informó de que no podía prescindir de ninguna de sus propias tropas para
proteger el orbe," explicó Talbot, "porque ella está envuelta en disputas fronterizas con
los piratas que están plagando su ruta comercial a través de los portales."
"Bien," dijo Laquatus sonriendo. "Todavía está demasiado preocupada por la
economía de su imperio como para hacer frente a los problemas reales. Talbot, yo no me
preocuparía por las fuerzas de la Cábala y de la Orden. Cuanto más se peleen entre sí
menos de ellos quedarán cuando lleguen al bosque. Lo que tengo que hacer es asustar a
ese bárbaro para que salga de las montañas y que un lado o el otro puedan apoderarse
del orbe. Manipular a la Cábala y a la Orden será fácil. Lo difícil está en hacer que ese
condenadamente caótico bárbaro haga lo que yo quiero."
"¿Qué puedo hacer para ayudar, mi señor?" preguntó Talbot.
Laquatus pensó por un momento, luego chasqueó los dedos. "Regresa al Primero
y dile que comprometeremos nuestras tropas para salvaguardar el orbe contra el ataque
de la Orden. Si te pregunta por qué íbamos a hacer algo así dile que es porque sabemos
de corazón cuales son sus mejores intereses y deseamos reconquistarlo como un aliado
de confianza en contra de la emperatriz. Pero necesitamos a sus atacantes para asegurar
el orbe por lo que él deberá impulsarlos de nuevo a las montañas."
"Sí, señor," dijo Talbot. "Pediré de inmediato una audiencia con el Primero."
"Y yo iré personalmente a manejar las fuerzas de la Orden," dijo Laquatus.
"Tengo que asegurarme de que no se vuelvan demasiado celosas una vez que tengan el
orbe y traten de destruirlo de inmediato. Ah, veo que Burke ha regresado. Tengo que
cortar ahora, Talbot. Me marcharé esta noche para localizar a las fuerzas de la Orden.
Infórmame antes de eso de tu progreso con el Primero."
"Sí, mi señor."
Laquatus miró a su siervo. "¿La casa está despejada?" preguntó.
Burke asintió.
"Entonces encuentra el aljibe. Me gustaría pasar el día en un baño."

* * * * *

Esa noche Laquatus montó uno de los caballos en el establo y se marchó hacia
las estribaciones de las montañas. El informe de Talbot no había sido alentador. Al
parecer las fuerzas de la Cábala estaban planeando deslizarse esa noche lo que
significaba que no sólo no irían tras el orbe sino que al parecer la Cábala ya no estaba

111
sujeta a la voluntad del embajador. Ahora tendría que usar a la Orden con el fin de
obtener el Mirari.
"Burke, arrasa con todo este lugar," dijo el embajador desde lo alto de su caballo.
"No quiero dejar ninguna prueba de nuestro paso por aquí. Luego alcánzame. Te volveré
a necesitar esta noche."
Mientras Laquatus se marchaba trotando por los campos que rodeaban la
mansión el cielo nocturno se iluminó por detrás de él cuando el fuego envolvió a las
estructuras de madera. No mucho tiempo después Burke llegó corriendo detrás del tritón
poniéndose fácilmente al día con el andar de su montura ya que el siervo había estirado
sus brazos y convertido sus manos y pies en cascos para galopar como un caballo.
Laquatus y Burke, el primero empujando su corcel para que coincidiera con el ritmo de
su siervo, galoparon en la noche hacia las montañas.
La pareja, guiada al campamento de la Cábala por la información de Talbot,
llegó a las faldas de la montaña unas horas después de que la luna se elevó sobre Otaria.
El caballo del tritón había sido empujado hasta sus límites para mantener el ritmo y no
duraría la noche pero Burke parecía incansable.
Cuando se acercaban al campamento aislado Laquatus pudo oír los sonidos de la
batalla y supo que las fuerzas de la Cábala no habían sido capaces de burlar a las tropas
de la Orden. El ex embajador frenó a su caballo y desmontó, mandando una orden
mental a Burke para que se detuviera a su lado.
"No debemos dejarnos ver porque sino tendremos que tomar parte en esta batalla
Burke," dijo el embajador, "pero tampoco podemos permitir que la Orden pierda.
Ellos son la clave para el Mirari ahora que ya no puedo controlar a la Cábala. Ve a
ayudar a la Orden pero no dejes testigos de la Cábala. Es posible que todavía
necesitemos de ellos."
Mientras Burke se transformaba de nuevo a su forma humanoide Laquatus se
arrastró hasta la cima de una colina desde donde pudo ver la batalla sin ser visto. La
infantería de la Orden llenó el valle entre las colinas que llevaban al acantilado aislado
atrapando por completo a los asaltantes de la Cábala dentro de su campamento. Sobre el
campo de batalla, los magos aven se lanzaban en arremetidas contra las líneas frontales
de la Cábala, reforzando a sus guerreros con magia defensiva al mismo tiempo que
eliminando bestias problemáticas que los magos de la Cábala invocaban.
Desde su punto de vista las cosas se veían mal para los defensores pero Laquatus
sabía algo acerca de las tácticas de batalla de la Cábala y se dio cuenta de que esa parte
de la lucha no era más que una distracción para dar a los invocadores de la Cábala el
tiempo suficiente como para montar una verdadera ofensiva. Momentos después el
tritón vio explosiones mecer a las tropas de la Orden justo detrás de las líneas del frente,
matando soldados y expulsando enormes cantidades de humo en todas las filas de la
Orden.
Laquatus le ordenó a Burke que rodeara el campamento de la Orden y se abriera
camino hacia la vanguardia para ayudar a la infantería contra lo que él sabía que venía a
continuación. Desde dentro del cada vez más amplio vacío de humo Laquatus pudo oír
los gritos de los guerreros de la Orden muriendo y los gruñidos de los horrores de la
Cábala. El tritón, incapaz de ver a través del humo, se centró en los magos aven quienes
al principio parecieron confundidos por las explosiones pero rápidamente se
recuperaron para crear fuertes vientos que comenzaron a hacer retroceder el humo de
nuevo sobre las filas de la Cábala, exponiendo a los diablillos, guls, y sombras que
estaban destrozando a través de las filas de las tropas de la Orden.
Laquatus supo que aquello era un error incluso antes de que sucediera lo
inevitable. Los magos aven, incapaces de ver a los invocadores de demencia de la

112
Cábala que ahora estaban ocultos detrás de su propio valle de humo, fueron tomados por
sorpresa cuando ralas criaturas azules con largas garras y dientes afilados levantaron
vuelo de entre el humo y los atacaron desde abajo.
El curso de la batalla estaba cambiando. Las malvadas bestias de demencia sobre
la tierra atravesaron a los soldados de la Orden utilizando sus garras para atrapar
espadas y lanzas y su fuerza para primero desarmar a sus oponentes y luego
destriparlos. Por encima de la batalla, los magos aven ya no podían proteger o curar a
sus guerreros, porque estaban luchando por sus vidas. Los horrores azules se arrojaron
sobre los magos triturando sus alas con sus feroces garras a medida que pasaban o
embistiendo contra los guerreros voladores y hundiendo sus uñas y dientes en la carne
aven mientras derribaban a los magos de la Orden hacia el suelo.
Mirando hacia abajo Laquatus vislumbró un nuevo horror entrando en el
combate cuerpo a cuerpo cuando Burke se abrió paso en medio de los combates. Los
guardias de la Orden huyeron de su presencia algo que sólo hizo más fácil el trabajo de
Burke ya que aquello abrió un pasaje a su verdadero objetivo: los demonios de la
Cábala. El primer diablillo con el que se encontró pareció confundido por la presencia
de la gran criatura ya que no ofreció resistencia cuando el siervo tomó su pequeña
cabeza en la enorme palma de su mano y la apretó hasta que explotó.
Los demonios cercanos no dudaron después de eso acumulándose en la parte
superior de la torpe criatura y despedazando su carne gomosa con sus zarpas, dientes y
colas con púas. En un momento Burke quedó completamente cubierto con una pila
retorciéndose de criaturas mortales pero Laquatus no se inmutó. Las criaturas invocadas
no podrían lastimar a Burke. Nada podría. Y el humo oscureció la obra de su siervo de
los hechiceros de demencia así que no hubo ninguna posibilidad de que pudieran ver o
reconocer a Burke cuando por si solo desmanteló su ejército de criaturas invocadas.
Aún así, cuando el tritón miró hacia atrás en el cielo quedó decepcionado por la
eficacia de los magos aven. Estaban volando de aquí para allá, simplemente tratando de
evadir los horrores cuando deberían haber estado aumentando su propia ofensiva contra
aquella amenaza aérea.
"¿Acaso tengo que hacerlo todo en su pequeña guerra?" le preguntó a nadie en
particular.
Laquatus presionó sus dedos índices contra sus sienes y recogió el maná
necesario para completar su hechizo. Una energía azulina lamió sus dedos formando un
arco hacia atrás y adelante a través de su frente.
Se concentró en el horror más cercano hasta que la energía saltó desde sus dedos
para volar por el aire y engullir a la criatura de demencia. La bestia cayó por un instante
ya que perdió el control de su cuerpo, control que viajó de regreso a través del haz de
energía. A medida que el tritón tomó el control, enderezó el vuelo de la criatura y le dio
nuevas instrucciones.
"Mata a los horrores," dijo Laquatus en la mente de la bestia.
Laquatus observó a su nuevo guerrero por un instante para asegurarse de que
había entendido las simples instrucciones. Este voló hacia una aven luchando y el tritón
se preocupó de que aquellas bestias pudieran ser incontrolables. Pero luego se rió de su
propia duda cuando el horror se interpuso entre el aven y otro demonio. La bestia
controlada, atacando con sus garras y dientes, desgarró las alas y el cuerpo echo jirones
de su hermano enviando grandes pegotes de delgada materia azul flotando hacia el
suelo.
Laquatus, satisfecho con el rendimiento de su bestia, miró de nuevo hacia Burke
pero no porque se preocupara por su siervo sino porque pudiera necesitar nuevas
instrucción después de haber matado a las tropas invocadas de la Cábala. No tuvo que

113
haberse preocupado ya que el siervo acababa de emerger de la pila de demonios que
Laquatus notó se había reducido considerablemente.
Burke, rodeado por demonios invocados, muchos de los cuales todavía estaban
arañando sus piernas y su cuerpo, tomó con calma los dos guls más cercanos por el
cuello, uno en cada enorme mano y aplastó sus cabezas con un tremendo choque.
Cuando los cuerpos de los guls se disiparon en la demencia Burke se quitó un diablillo
de su pierna y lo empaló en el dedo extendido de su otra mano que había crecido unos
quince centímetros y acabado en una punta afilada como una aguja.
Luego el siervo tomó una sombra en ambas manos, su cuerpo nebuloso difícil de
sostener. Extendió la masa de su cuerpo en una gran red azul-negra que envolvió a la
criatura invocada y chorreó alrededor de la sombra apretando a la bestia como si fuera
un racimo de uvas en su mano. Finalmente soltó a la criatura dejando que su cuerpo
destrozado volviera a su espacio de demencia mientras él volvía a su forma normal sin
rasgos distintivos.
Laquatus disfrutó viendo el trabajo de su siervo pero supo que Burke no
necesitaba ayuda mientras que los magos aven todavía estaban en problemas. Su terror
controlado destruyó a tres de sus compañeros pero otros tres se habían unido para
encargarse de la bestia, agarrándola por las alas y la cabeza y desgarrando su cuerpo en
pedazos.
Laquatus volvió a extraer su maná una vez más para controlar a otro horror pero
mientras buscaba una criatura que controlar vio a una de ellas hacer un bucle ascendente
y arrojarse sobre una maga aven aterrizando sobre su espalda. La maga de la Orden trató
desesperadamente de alcanzar al enemigo en su espalda pero el horror agarró las alas de
la aven y las arrancó de su cuerpo, luego empujó a la maga cayendo en picada y se alejó
volando de Laquatus.
La hechicera lanzó un hechizo mientras caía creando un resplandor blanco
alrededor de su cuerpo. Laquatus la vio desplomarse, atravesando el cielo nocturno
como una estrella fugaz. Aterrizó en la ladera del acantilado, muy por detrás de las
líneas de la Cábala y Laquatus quedó estupefacto por lo que vio en el instante anterior a
que el hechizo de protección de la maga se oscureciera: un bárbaro y un enano
abriéndose paso alrededor de la retaguardia del campamento de la Cábala.
Se agacharon detrás de unas rocas cuando la iluminada hechicera cayó al suelo
pero Laquatus supo en ese instante que Kamahl había llegado a él. Todos sus
pensamientos de ayudar a la Orden a ganar esa batalla se desvanecieron cuando
Laquatus vio a su premio finalmente a su alcance.
"Burke, vuelve a mí," ordenó el tritón. "Nuestra presa está cerca y no tenemos
mucho tiempo." Laquatus se deslizó colina abajo y comenzó a abrirse paso alrededor de
la batalla hacia la aven caída, tratando de mantenerse en las sombras y lejos del
combate.
Uno de los horrores azules debió haber notado el movimiento y se lanzó hacia
Laquatus. Cuando la bestia salió del cielo negro el tritón extendió sus brazos hacia
arriba y soltó el maná acumulado que había preparado para el hechizo de control. Esta
vez, sin embargo, cuando la luz azul envolvió a la bestia esta no cayó. Simplemente
desapareció de la existencia, regresando al espacio de demencia de donde había sido
invocada dejando nada más que un débil sonido explosivo.
Poco después Laquatus se acercó al borde de la línea frontal de la batalla y
Burke se reunió con él. Pero un trío de invocadores de demencia les cerró el paso
mientras seguían a sus presas.
"Espera," dijo el primero. "Tú no eres de la Orden o la Cábala. ¿Quién eres?"
"No tengo tiempo para esto," dijo Laquatus. "Burke, mátalos."

114
El siervo se movió tan rápido que el primer hechicero de demencia no tuvo
tiempo de reaccionar antes de que Burke tomara su cabeza y pecho y le rompiera el
cuello dejando caer al mago de la Cábala al suelo antes de volverse hacia el siguiente.
El segundo Cabalista disparó una corriente de dagas mágicamente creadas saliendo de
su palma hacia Burke, acribillando al siervo en el pecho, la cabeza y los brazos con
docenas de cuchillas, mientras que el tercer mago comenzó a dar forma a un trozo de
espacio de demencia.
Burke, sin inmutarse por los puñales clavados en su cuerpo, saltó encima del
segundo invocador, empujándolo al suelo y aterrizando sobre su pecho. Aplastó el
cráneo del hombre con una veloz patada y salió del pecho sin respirar para enfrentar al
último Cabalista.
El tercer mago terminó su invocación y dio un paso atrás de la criatura a la que
había echo salir de su espacio de demencia. El monstruo de dos metros de altura se alzó
sobre Burke. Tenía una enorme y deforme cabeza con cuernos de toro y una doble fila
de vértebras sobresaliendo de su espalda encorvada. Sus brazos colgaban hasta sus
rodillas y terminaban en pinzas afiladas en lugar de manos.
A medida que el terror se adelantó, balanceó sus brazos, casi retando a Burke a
que se acercara lo suficientemente como para darle un abrazo de muerte. El siervo
calculó su embestida para deslizarse dentro de los brazos de la criatura mientras estos
oscilaban alrededor, agarró la mandíbula del horror en una mano y un cuerno en la otra
y empezó abrir su boca. La criatura cerró sus brazos alrededor del siervo y le cortó
profundamente la espalda con las dos pinzas, acuchillándolo con una mientras que la
segunda trató de rebanarlo a la mitad.
Burke, ajeno a los ataques del monstruo, siguió haciendo palanca en la enorme
boca abierta de la criatura finalmente arrancando su mandíbula y dejándola caer al
suelo. Como el enorme horror continuó cortándolo con sus pinzas el siervo dio un
puñetazo arriba de la mandíbula superior del monstruo, rompiendo con facilidad a
través del cartílago, introduciendo su puño en el cerebro de la bestia y haciéndolo salir
por la parte superior de su cráneo.
Cuando el horror convocado cayó al suelo Burke arrancó una pinza y la
introdujo en el pecho del sorprendido mago parado detrás del monstruo muerto
atravesando el corazón del invocador con el apéndice de su criatura.
Laquatus ni siquiera esperó a que Burke tratara sus heridas sino que corrió hacia
las colinas elevándose detrás del campamento de la Cábala. Cuando Burke lo alcanzó
todavía tenía numerosas dagas clavadas en su cara y brazos pero las profundas heridas
del horror habían sido sanadas.
El tritón vio a la aven herida por delante, subió corriendo la pendiente y buscó
frenéticamente señales de Kamahl o del enano. Oyó los gemidos de la maga, cayó de
rodillas y cuestionó a la aven.
"¿Has visto a un bárbaro y un enano después de que caíste? ¿Sabes por dónde se
fueron?," preguntó.
"No," respondió la aven herida y sin alas. "Perdí el conocimiento cuando golpeé
el suelo. ¿Me puede ayudar? ¿Ha venido a salvarme?"
"¡Maldición!" exclamó el tritón. "Aven inútil." Laquatus sostuvo su mano sobre
la frente de la aven y se concentró obligando a la hechicera de la Orden a revivir la
batalla en su cabeza para que Laquatus pudiera ver todo lo que ella había visto. Justo
antes del final él observó en su mente la parte posterior de un caballo moviéndose hacia
el norte entre la maleza.
"Gracias, querida," dijo Laquatus. "Has sido muy útil. Por ello voy a ahorrarte
una muerte dolorosa a manos de mi siervo." El ex embajador presionó un poco más en

115
la mente de la aven, encontró un punto particular en el interior y chasqueó los dedos,
cortando de forma rápida e indolora el vínculo entre la vida y la muerte dentro del
cerebro del ave guerrera.
"Vamos, Burke," dijo Laquatus mientras se levantaba. "Kamahl se ha ido por
aquí."
El tritón y su siervo, sin mirar nunca hacia atrás en dirección a la batalla que aún
rugía detrás de ellos, enfilaron hacia el norte abriéndose paso a través de las rocas y
zarzas de las estribaciones de las Montañas Párdicas.

116
Capitulo 16

Q
"¿ ué piensas de eso?" preguntó Kamahl apuntando hacia arriba en dirección
al cielo nocturno y a un objeto brillante cayendo en picada.
"Parece que la batalla se está acercando demasiado a nosotros," dijo Balthor
mientras tiraba de los dos conjuntos de riendas para hacer que los dos caballos volvieran
a subir por la pendiente. "Subiremos la colina. Es una aven cayendo fuera de la batalla y
trayendo una luz infernal justo hacia nosotros."
"Me alegra de tener tus ojos esta noche, Balthor," dijo Kamahl empujando su
caballo para subir la pendiente detrás de las monturas del enano.
"Y a mi me alegra que esta batalla los esté manteniendo ocupados mientras
nosotros los dejamos atrás," dijo Balthor. "Si yo fuera un centenar de años más joven

117
cabalgaría justo a través de la batalla pero estoy de acuerdo con vos de que por el bien
de Jeska debemos evitar peleas."
"Con un poco de suerte estaremos bien lejos en los llanos antes de que termine
esta batalla," dijo Kamahl.
"Sígueme hasta esa cresta. Hay un paso por allí que nos llevará fuera del
acantilado y nos hará bajar hasta un arroyo que enmascarará nuestro rastro en caso de
que los invocadores de la Cábala saquen algunos perros demoníacos de sus espacios de
demencia."
Los dos cabalgaron en silencio hasta la cresta. Kamahl pudo ver formas y
siluetas en la noche iluminada por la luna lo suficiente como para mantener a su
montura y a si mismo fuera de problemas pero estaba contando con la aguda vista de
enano de Balthor para detectar peligros antes de que se presentaran.
Cuando llegaron a la cima de la cresta Balthor miró hacia la aven por última vez
y luego espoleó a su caballo al trote.
"Muévanse," dijo. "La luz de esa aven atrajo la atención."
"¿Qué has visto?" preguntó Kamahl mientras apretaba sus rodillas en su
montura.
"Dos hombres," dijo Balthor. "Un alto y brillando en la luz de la luna como si la
luz rebotara en él en todas direcciones. ¡Y juro que tenía… cuernos!"
"¿Un tritón? ¿Aquí?" preguntó Kamahl. "¡Laquatus! ¿El otro?"
"Un gran muñón de un hombre," dijo Balthor abriéndose paso por la parte
posterior de la cresta lo más rápido posible. "No pude distinguir ningún rasgo pero era
enorme y oscuro, casi negro. Si no fuera por la luz de la luna no me habría sido capaz de
vislumbrarlo contra las rocas."
"Su nuevo siervo," confirmó Kamahl siguiendo a su mentor lo más que pudo en
la oscuridad. "He oído historias sobre esta criatura cuando volví de la Ciudad de la
Cábala. Dicen que Cadenero la hizo utilizando el Mirari. Dicen que no puede morir.
Dicen que no se le puede matar."
"Cualquier cosa puede morir," dijo Balthor. "Sólo tenéis que encontrar su punto
débil."
"Dicen que no tiene ningún punto débil," añadió Kamahl.
"¡Bah!" dijo Balthor. "Yo encontraré uno para vos."
"Pero no esta noche," dijo Kamahl.
"No esta noche. No."
Los dos guerreros siguieron cabalgando, manteniendo un ojo vigilante detrás de
ellos en busca de signos del tritón y su siervo mientras zigzagueaban a un lado a otro
por la cuesta empinada hacia el arroyo que había por debajo. Balthor vislumbró a la
pareja a través de los árboles y arbustos ralos que de alguna manera prosperaban en el
suelo superficial de la cresta pero a medida que se acercaron a la corriente Laquatus y
Burke aparecieron sólo a mitad de camino de la larga pendiente.
"Ese siervo es de pies firmes pero el tritón los sigue demorando," dijo Balthor.
"Cada vez que él se desliza la bestia tiene que atraparlo."
"Laquatus valora su propia seguridad por encima de todo lo demás, incluso del
Mirari," dijo Kamahl. "Ese siempre ha sido su error."
"Yo aún no diría que hemos ganado," dijo Balthor tomando el último zigzag y
comenzando a bajar hacia el agua, "pero una vez que lleguemos a esa corriente
deberíamos ser capaces de correr más rápido que esos dos. A menos que ese tritón tenga
un par de caballos escondidos en su ropa."
"No me sorprendería de nada de lo que haga ese," dijo Kamahl. "Es tan astuto
como cobarde."

118
"Entonces será mejor que sigamos moviéndonos," dijo Balthor. "Va a ser una
noche muy larga."

* * * * *

"¡Malditas sean estas montañas!" exclamó Laquatus resbalando varios metros


por la pendiente antes de que Burke lanzara su brazo para atraparlo.
"¿Cómo hacen los habitantes de lo seco para maniobrar en toda esta...
suciedad?" preguntó aplaudiendo para limpiar sus manos y haciendo una mueca por el
dolor de los rasguños en ellas.
Burke se limitó a mirar a su amo. Laquatus se asomó por la cresta descendente
buscando algún movimiento detrás de los árboles y arbustos. Después de haber pasado
la mayor parte de su vida en las profundidades la vista del tritón era tan buena como la
de un enano.
"¡Que Norda se hunda en las profundidades!" maldijo el embajador cuando vio a
los caballos acercándose al río. "Se están alejando. Estoy tan cerca. Puedo sentirlo. El
Mirari está allí abajo y no puedo llegar a el. Ni siquiera se donde lo están llevando...."
Laquatus chasqueó los dedos por una idea, presionó sus índices y pulgares
contra sus sienes y se concentró en el enano al que apenas podía divisar a lo lejos. En
busca de la entrada a su mente, el camino a sus pensamientos.
"Te tengo," susurró. "Jeska... herida.... Mirari... Kamahl... Seton... Krosa."
Laquatus rompió el contacto y se frotó las sienes. "Norda me bendiga," dijo. "Se
dirigen directamente al bosque. Si puedo conducirlos a mi emboscada puedo
apoderarme del Mirari y nadie lo sabrá jamás."
Se giró hacia Burke y sonrió. "Vamos, Burke. El Bosque de Krosa es un lugar
muy extenso. Nuestros aliados todavía pueden sernos de alguna utilidad suponiendo que
no se hayan matado unos a otros."

* * * * *

"¿Algo?" preguntó Kamahl.


"No," respondió Balthor. "No he visto a ese tritón o a su siervo desde que
llegamos al arroyo. Y juro que la última vez que los vi se dirigían de vuelta subiendo
por la colina."
"Bueno, no se ha dado por vencido," dijo Kamahl. "Debe tener algún otro plan."
"Deberíamos planear encontrar un lugar para escondernos durante el día," dijo
Balthor acariciando su caballo y reduciendo la velocidad a una caminata. "Los caballos
necesitan descansar y tenemos que permanecer fuera de la vista una vez que lleguemos
a las llanuras."
"¿Has traído la bolsa con monedas?" preguntó Kamahl.
"Sí," se quejó Balthor.
"Vamos a tener que pagar por el silencio en los llanos, viejo amigo," dijo
Kamahl. "Ya lo sabes. Hay un montón de agricultores y ganaderos que nos esconderán
por el precio correcto. La mayoría no tienen lealtad a la Orden. Solo trabajan la tierra."
Los dos siguieron cabalgando durante la parte más oscura de la noche. La luna
se había puesto finalmente detrás de las montañas y el sol no se levantaría hasta dentro
de una hora. Luego, cuando la primera luz de la mañana tocó las llanuras que se
extendían por delante de ellos, el arroyo que estaban siguiendo se encontró con otra
corriente para formar un río que fluía hacia las fértiles praderas que ardían con algo más
que los rayos del sol.

119
"Fuego," dijo Kamahl escudriñando hacia la salida del sol. "Viniendo hacia esta
dirección."
Balthor oteó el horizonte. "Si cortamos ahora mismo al noroeste podremos
dejarlo atrás," dijo. "O perderemos la mitad de un día dando vueltas hacia el este."
"¿No deberíamos hacer algo sobre el fuego?" preguntó Kamahl.
"¿Por qué?" preguntó Balthor. "Ese fuego no es nuestro problema, no si nos
dirigimos al noroeste ahora mismo. Nuestro problema es el fuego que está desgarrando
las entrañas de tu hermana." Balthor golpeó con los talones a su caballo y tiró de las
riendas empujando a los caballos al galope. "Ahora, vamos, gran zoquete. Tenemos un
fuego que dejar atrás."
Kamahl empujó su caballo al galope y siguió a Balthor a través de los dos
arroyos y hacia el norte entre la base de las colinas y el fuego. Los caballos no
obtendrían descanso hasta el mediodía como mucho. Él esperó que pudieran soportar el
estrés.

* * * * *

"Comandante Eesha," dijo Laquatus haciendo una profunda reverencia ante la


comandante militar de la Orden. "Gracias por recibirme esta mañana."
"Estamos muy ocupados aquí, Embajador, así que por favor que sea rápido," dijo
Eesha mientras tomaba un montón de órdenes de su mesa y se las entregaba al teniente
que había escoltado a Laquatus y Burke hasta la tienda. "Dinell, distribuye estas a los
exploradores aven. Los quiero en el aire antes de tu regreso."
"Sí, madame," dijo Dinell saludando a su comandante y luego saliendo corriendo
de la tienda.
"Es posible que lo quiera volver a llamar al escuchar lo que tengo que decir,
Comandante," dijo Laquatus mientras empujaba una pila de mapas de una silla y se
sentaba, colocando sus largas y delgadas piernas arriba de la mesa de Eesha.
Eesha extendió sus alas bruscamente llenando la carpa de lado a lado. "¡Se
olvida de sus modales, Embajador!" gruñó ella. "Este es mi puesto de mando. Yo estoy a
cargo aquí. Usted está aquí sólo por mi consentimiento. He pasado por alto sus
anteriores quiebres del protocolo ya que es un aliado de confianza de la Orden. Pero
permanecerá de pie en mi presencia, Embajador, o tendré que pedirle que se vaya."
"Lord Laquatus," dijo el tritón reclinándose en la silla.
"¿Perdón?" rugió Eesha.
"Usted me tratará como ‘Lord Laquatus,' no como embajador," dijo con calma el
tritón. "Yo soy el Lord de los tritones por lo tanto me llamará ‘Lord Laquatus.’ Y si
usted cree que puede echarme mientras mi siervo está en la habitación le invito a que lo
intente. Hasta entonces le sugiero que se calme y escuche lo que tengo que decir o
perderá su oportunidad de capturar al Carnicero de la Ciudadela."
Eesha había levantado su mano con garras para volver a protestar pero se detuvo
cuando Laquatus mencionó a Kamahl. Bajó su brazo y volvió a doblar sus alas lenta y
metódicamente. Laquatus pudo jurar que vio su conteo hasta diez mientras lo hacía.
"Lo siento mucho, Lord Laquatus. No quise faltarle el respeto," dijo después de
calmarse. "Los últimos dos días han sido difíciles. Luchamos contra un grupo de asalto
de la Cábala anoche…"
"Lo sé. Llegué anoche," dijo Laquatus. "Tenía la esperanza de que esperaría
hasta que la Cábala hubiera capturado al bárbaro y recuperado el orbe antes de atacar
que es por lo que he venido a buscarle. Para decirle que mis fuentes me informaron que
la Cábala había fracasado en su intento."

120
"Si usted estuvo aquí anoche," dijo Eesha, "¿por qué usted y su siervo no nos
ayudaron en la batalla?"
"Lo hicimos. Me atrevo a decir que no habrían sobrevivido sin nuestra ayuda,"
dijo Laquatus. "Pero esto es, como usted dice, su mando, y nunca me atrevería a
sobrepasar mi autoridad como nada más que un representante del pueblo tritón. Pero
cuando Burke y yo ayudábamos en su pequeña excursión nocturna me di cuenta de que
en medio del caos de la batalla su presa se escurría a través de sus... garras."
"¿Qué?"
"Kamahl, su amigo enano, y el Mirari estaban a un tiro de piedra de esta misma
tienda de campaña no hace más de doce horas atrás y yo fui el único que lo notó."
Laquatus se paró, merodeó alrededor de la mesa, y se detuvo a escasos
centímetros de Eesha, mirando hacia abajo a su cara de pájaro. "¡Usted trajo a su
ejército aquí abajo para traer al carnicero a la justicia y le dejó pasar montando justo a
su lado porque estaba cegada por su odio hacia la Cábala!" gritó.
Eesha retrocedió varios pasos en el rostro del ataque verbal del tritón.
"Y sin embargo," dijo Laquatus sonriendo de nuevo con su voz calmada y casi
cadenciosa, "el destino le ha sonreído ya que su aliado de confianza y amigo estaba
velando por sus mejores intereses. Yo sé hacia dónde se dirige el carnicero."
Laquatus se volvió y se sentó en la silla de mando de Eesha. "Pero yo no quiero
sobrepasar mis límites y le diré cómo ordenarle a su ejército. Estoy seguro de que la
Cábala pagaría generosamente por esta información que le estoy dando a usted con mi
más profundo respeto y lealtad a la Orden. ¿Quiere que me vaya y busque otras
lealtades?"
"¡No!" dijo Eesha acercándose al lado del tritón. "Por supuesto que no. Estamos
muy agradecidos por todo lo que ha hecho por la Orden, Lord Laquatus. Por favor,
perdone mi anterior arrebato. Usted es un verdadero amigo de confianza de la Orden.
Entréguenos al carnicero y le prometo todo el poder de la Orden con el fin de ayudarle a
recuperar su trono."
Laquatus sonrió. Eso está mejor, pensó. Entonces el tritón se puso de pie y le
ofreció la silla a Eesha diciendo: "Siéntese comandante y compartiré con usted un plan
que he ideado que le asegurará que Kamahl y el Mirari nunca vayan a caer en manos de
la Cábala."

* * * * *

Balthor y Kamahl, habiendo montado velozmente durante la mayoría del día


para dejar atrás el fuego y encontrar otro río para refrescarse y refrescar a sus caballos,
siguieron el río hasta el rancho más cercano y pagaron por una noche de alojamiento.
"Una enorme desembolso por una noche en un granero," dijo Balthor limpiando
sus monturas y arrojando las mantas del caballo en la paja para hacer una cama.
"Estamos pagando por su silencio después de irnos," dijo Kamahl. "Además
tenemos un carro para Jeska."
"Sí," dijo Balthor mientras se sentaba en su manta. "Un viejo vagón destartalado
que ellos ni siquiera siguen usando."
"¿Siempre te quejas tanto, desaliñado viejo enano?" preguntó Kamahl sonriendo
por la incomodidad de su mentor.
"Sólo cuando estoy en el camino," dijo Balthor devolviendo la sonrisa. "¡Por
Fiers! Echo de menos esta vida."

121
"Te la puedes quedar," dijo Kamahl. "Estoy cansado de correr y estoy cansado de
luchar. Tiene que haber más que esto. Tal vez debería quedarme aquí y criar ovejas. ¿Tú
qué piensas? ¿Sería un buen pastor?"
Kamahl miró hacia abajo a Balthor con un bastón en sus manos y un pedazo de
paja en su boca.
"Nah," dijo Balthor riendo. "La agricultura es para la gente común. Tu eres
definitivamente el hombre más raro que he conocido."
"Bueno, alguien tiene que cuidar de la tierra, ¿no?" dijo Kamahl dejando el
bastón a un lado y sentándose en la manta al lado de su mentor. "Mira ese fuego de hoy.
Está arruinando las llanuras. ¿Quién cuida de las llanuras?"
"¿Eh?" preguntó Balthor mareado. "¿Qué queréis decir?"
"Quiero decir, los enanos cuidan de las montañas, y los elfos y druidas de los
bosques. Pero, ¿quién se preocupa por las llanuras?"
"¿La Orden?"
"Nah. Todo lo que les importa a ellos es hacer cumplir sus leyes."
"Bueno," dijo Balthor, "Supongo que los agricultores y los ganaderos. Habéis
dicho que ellos no tienen ninguna lealtad a la Orden. Deben permanecer en la tierra
porque les encanta, al igual que los elfos y los enanos aman el bosque y las… rocas."
"Exactamente," dijo Kamahl, "y yo estoy empezando a preguntarme como es
eso. Tengo una afición por Auror pero es más por la gente que por la tierra. Supongo
que es el inquieto espíritu tribal que hay en mí. Nunca me quedaría en un solo lugar
durante mucho tiempo. Solo pienso que tal vez debería renunciar a las constantes
batallas en curso y dedicarme a ser un druida como Seton o a atender las montañas
como tus hermanos."
"¡Bah!" dijo Balthor. "Llegaréis a odiar eso chico. Demasiado trabajo y nada de
entusiasmo. Por eso yo nunca he regresado con mi gente después de la guerra. Tu y yo
nacimos para la guerra no para labrar la tierra."
"Probablemente tengas razón, Balthor," dijo Kamahl reclinándose de costado y
poniendo la manta del caballo debajo de su cabeza como apoyo. "Pero tal vez, sólo por
un tiempo, puede ser que sea bueno tomarse un momento para escuchar a los árboles."
Balthor se quedó mirando la espalda de su amigo. "¡Por el nombre de Fiers! ¿Y
eso qué significa?"
"Es algo que Seton me dijo una vez," explicó Kamahl volviéndose a sentar.
"Todo en la vida tiene una historia: un principio, un desarrollo y un final. Pero, de
acuerdo con Seton, si escuchas a los árboles te enterarás que hay más que eso. Que de
alguna manera todas las historias están conectadas entre sí y no hay finales, sólo nuevos
comienzos." Kamahl se encogió de hombros. "Creo que para entender verdaderamente
eso uno tiene que detenerse y escuchar a los árboles y ellos hablan muy lentamente."
"Bueno, a mi no me atraparás hablando con ningún árbol," dijo Balthor. "Ahora,
duerme un poco. Tenemos un largo día por delante de nosotros mañana y ese fuego no
detendrá a Laquatus por mucho tiempo. De eso podéis estar seguro."

122
Capitulo 17

"B ueno, Talbot," dijo Laquatus en el espejo. "Parece que Trenzas tuvo mucho
más éxito de lo que los informes anteriores habían indicado."
"¿Qué quiere decir, señor?"
"Kamahl ha dejado las montañas y se dirige directamente hacia el bosque
Krosano." Laquatus se reclinó en las pieles apiladas en su catre y chasqueó los dedos a

123
Burke que permanecía en silencio junto a la puerta de la tienda. Ante la orden mental, el
siervo trajo un plato lleno de panes y quesos, cortesía de la Comandante Eesha.
"¿Por qué iba a hacer eso, mi señor?" preguntó Talbot.
"No me quedan del todo claro los detalles," dijo Laquatus. "Alguna tontería
acerca de su hermana moribunda. Está en camino de encontrar un druida que conoció en
los pozos. No es de importancia."
Laquatus tomó unos trozos de queso y un poco de pan de la bandeja y luego le
hizo una seña a Burke para que volviera a su esquina. "Lo que importa es que él y el
Mirari se dirigen a Krosa y todo lo que tenemos que hacer es asegurarnos de que entre
en el bosque en donde Havelock y mi ejercito están estacionados."
"¿Cómo podemos hacer eso, señor?" preguntó Talbot.
"¡Por las lágrimas de Norda!, hombre. ¿Tengo que ponerte todo en bandeja?"
"Perdóneme, señor," dijo Talbot. "Yo no tengo su talento para la intriga."
"Bastante cierto, Talbot," dijo Laquatus. "Es una habilidad que he cultivado
durante toda mi vida. Ahora es algo natural para mí. Nosotros simplemente
pastorearemos a Kamahl a la emboscada de Havenlock cortando todas las demás rutas.
El comandante de la Orden ha ofrecido amablemente sus fuerzas para la tarea. Las
unidades de aquí empujarán al bárbaro al norte y ha avisado a la Ciudadela por
refuerzos que lo empujen al oeste. Yo viajaré con la comandante para asegurarme de que
no haya errores y para posicionar a Havelock para el final. Será como clavar con una
lanza un pez en una cardumen."
"Excelente, milord," dijo Talbot. "¿Qué necesita de mí?"
El lord tritón dejó caer otro trozo de queso en su boca y lo masticó lentamente.
"Necesito saber que es lo que esta planeando Trenzas. Por ahora tengo controlados tanto
a Kamahl como a la Orden pero ella es una variable desconocida e imposible de
controlar. Averigua dónde desaparecieron Trenzas y sus exploradores de la Cábala
desaparecieron y que planean hacer a continuación. Puede que no sea capaz de
controlarla pero puedo ser capaz de usarla."
"Sí, milord."
Laquatus puso el espejo de nuevo en su bolso y volvió a chasquear los dedos
hacia Burke.

* * * * *

"¿Ha podido hablar con el Primero, madame?" preguntó Traybor al entrar en la


tienda de campaña que antiguamente había ocupado.
"Todavía no," dijo Trenzas forzando los ojos para concentrarse en los papeles
que tenía delante de ella. La lectura nunca había sido fácil para la invocadora y ver el
mundo a través de la gasa de su nube de demencia tendía a hacer que las palabras se
arrastraran por la página. "Todavía estoy tratando de darle sentido a todos estos
informes."
"¿Puedo serle de alguna ayuda, madame?" preguntó Traybor sentándose frente a
ella en la mesa.
"¿Ha leído estos informes?" preguntó ella lanzando el fajo de papeles sobre la
mesa.
"No, al menos no todos los informes de la unidad," dijo Traybor, "pero he
compilado los informes más importantes." Recogió los papeles, los puso rápidamente de
nuevo en el orden correcto y los colocó sobre la mesa en una pila ordenada.
"Entonces resúmalos para mí para que yo pueda hacer mi informe al Primero."

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Traybor recogió el informe de arriba, leyó la primera página y dijo: "Este es el
informe sobre las bajas. Perdimos treinta de nuestros cincuenta guerreros pero sólo
cinco invocadores durante la batalla con la Orden. Curiosamente, una unidad solo
compuesta de invocadores fue destruida detrás de la línea de la batalla."
"Eso es extraño," dijo Trenzas. "¿Qué unidad?
Traybor comprobó la lista de bajas. "Una unidad de tres personas bajo el control
de Trost."
"¿Trost?" preguntó Trenzas mirando a través Traybor con la frente arrugada
cuando salió brevemente de su espacio demencia. "¿Por qué ese nombre me suena
conocido?" dijo pensativamente ya no del todo en la habitación. "Oh, sí," dijo
levantando la cabeza recta y con los ojos de nuevo despejados. "Luché con Trost en los
pozos. Él era un poderoso hechicero con una enorme colección de criaturas de
demencia. ¿Quién o qué podría haberle matado?"
"Este informe no lo dice," dijo Traybor. "Tendríamos que revisar los informes de
las unidades para ver si alguno de los líderes vio como mataban a Trost."
"Chequéalos," dijo Trenzas mientras giraba la mano por su nube de demencia
convirtiendo el laberinto de partículas negras en un vórtice.
"Sentí algo extraño en la periferia de mi percepción durante la batalla pero no
pude permitirme el lujo de profundizar demasiado en mi espacio de demencia para verlo
con claridad. Escapar de la trampa de la Orden era nuestra principal prioridad pero sé
que la muerte de Trost está conectada. Tenemos que averiguar quién o qué lo mató."
Traybor hojeó los informes. "Cuatro unidades se encontraban en ese cuadrante
de la batalla… Necesito encontrar los informes de las otras unidades.... Deberían estar
juntos.... Aquí están."
Traybor investigó los informes de las unidades mientras Trenzas usó su espacio
de demencia para crear un modelo a escala de la batalla de su memoria y comenzó a
empujar piezas alrededor de la mesa, moviendo la batalla hacia adelante y hacia atrás en
el tiempo, en busca de cualquier cosa extraña que hubiera escapado de su atención
durante la batalla.
"Aquí," dijo Traybor. "He encontrado algo en el informe de Isolda. Ella estaba
posicionada entre Trost y el puesto de mando."
En la mesa los tres hombres de la unidad de Trost se volvieron amarillos
mientras Isolda y sus dos invocadores se tiñeron de un tono dorado.
Traybor leyó el informe. "A mitad de la batalla oí a uno de los hombres de Trost
enfrentar a un intruso. Estábamos ocupados con un ala de magos aven y la pérdida
inexplicable de la mayoría de nuestras tropas terrestres invocadas así que no pudimos ir
a ayudar. Para el momento en que nos deshicimos de los avens y replegamos las líneas
del frente Trost y sus hombres estaban muertos. Livia informó más tarde de que había
visto una gran bestia de piel negra enredándose con una de las criaturas de Trost."
Traybor levantó la vista del informe y dijo: "Eso es todo lo que hay. ¿Qué te
parece?"
Trenzas no respondió. Sus ojos estaban en blanco y estaba mirando a la parte
superior de la tienda. En el mapa de demencia de la batalla una descomunal figura azul-
negra aplastó con su mano el cráneo de la criatura invocada, extrajo la pinza de la bestia
de su costado y la utilizó para empalar a Trost.
"¡Por el gran Kuberr!" susurró Traybor. "¿Quién podría hacer eso?"
Otra figura apareció detrás del asesino de Trost, un hombre alto, delgado, y de
color azul plateado con cuernos cortos y dedos semi-palmeados. Mientras Traybor
esperó a que Trenzas regresara para que pudiera responder a su pregunta dos puntos

125
rojos aparecieron en el borde de la simulación de la batalla cerca de una brillante aven
blanca.
"Laquatus... Burke... ¿aquí?" jadeó Trenzas sus ojos aún a medio camino entre
su frente y su boca abierta mientras tragaba por aire entre las palabras. "¿Qué estaban
haciendo corriendo a través de la batalla?"
"¿Trenzas?" dijo Traybor a la invocadora en trance. "¿Trenzas? Céntrate en mi
voz. ¿Qué son esos dos puntos? Los dos puntos rojos cerca de la lucha entre la bestia y
Trost. Detrás de la aven derribada. Trenzas. Céntrate en los puntos rojos."
La batalla entre Burke y los hechiceros retrocedió y las dos figuras corriendo
hacia atrás en el caos de la primera línea de la batalla y desaparecieron. La aven volvió a
volar por los aires hasta el punto en donde su luz salpicó a los dos puntos rojos. La
batalla se congeló allí mismo y luego giró alrededor mostrando la retaguardia enfocada.
Luego los límites de la pelea cuerpo a cuerpo se desvanecieron cuando Trenzas amplió
los puntos rojos. Por último todo lo que quedó de la simulación fueron dos figuras a
caballo: un enano y un bárbaro.
Cuando la memoria de demencia se convirtió en humo en la mesa Trenzas volvió
plenamente al presente. "Kamahl y el enano que mataron a Malicia," dijo. "Debe haber
sido el Mirari lo que sentí anoche. Será mejor que me ponga en contacto con el
Primero."

* * * * *

Kamahl y Balthor continuaron hacia el norte, empujando sus monturas tanto


como se atrevieron dado el estado del carro que contenía a Jeska. Una patrulla de la
Orden había intentado interceptarlos desde el este creando un muro de hinchadas nubes
blancas pero ahora se estaban quedando atrás. Balthor había arrojado una enorme bola
de fuego que estalló dentro de la nube convirtiéndola en una espesa niebla de vapor que
protegió a los guerreros de los ataques de infantería mientras la atravesaban.
"Esa es la tercera patrulla de hoy," dijo Balthor agitando las riendas sobre las
cabezas de los caballos. "Y esta tenía un mago. Tendréis que dejarme pelear, Kamahl, o
uno de esos cachorros de la Orden va a tener suerte."
"No." dijo Kamahl. "No más derramamiento de sangre. Tendremos que
encontrar otra manera de poner fin a estos ataques. Te lo dije, estoy cansado de todas
estas matanzas, y tampoco voy a usar esa espada que has escondido allí atrás."
"¿Cómo lo sabéis?" preguntó Balthor. "¿Me habéis visto estibándola en el
establo?"
"Puedo sentir la presencia del Mirari, viejo tonto," dijo Kamahl. "He seguido esa
cosa ida y vuelta hasta el final del continente. ¿Acaso creías que podías esconderla de
mí en un trozo de tela? Solo te dejé traerla contigo porque tengo la intención de
enterrarla en el bosque Krosano. Es el único lugar en toda Otaria al que tanto la Orden
como Laquatus temen ir."
"¿Y qué pasa con la Cábala?" preguntó Balthor.
"Es verdad que los hechiceros entran a Krosa para añadir bestias a su espacio de
demencia," admitió Kamahl. "Pero es un ritual importante y muchos no sobreviven al
viaje. Yo fui con Cadenero a su ritual y apenas logramos salir con vida del bosque. Ni
siquiera los magos más fuertes de la Cábala han llegado hasta el centro de Krosa. El
Mirari estará a salvo allí."
"Si es que llegamos allí," dijo Balthor. "Será mejor que encontréis una manera de
vencer a la Orden ahora mismo mi muchacho ya que esa patrulla a pie era sólo una
distracción. Mira allá arriba."

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Balthor señaló una bandada de lo que parecían ser grandes pájaros viniendo
hacia ellos desde el noreste. "Guerreros Aven," dijo Kamahl. "Vayamos hacia el oeste
para darnos más tiempo."
Los guerreros giraron sus caballos y los volvieron a estimular, tratando de dejar
atrás a los magos alados, pero los aven eran más rápidos que el carro, y cada minuto
trajo a los dos guerreros más cerca de una confrontación mortal. Balthor echó un vistazo
por encima del hombro y vio la estela de aven en la formación para lanzar hechizos de
los líderes.
"Se están preparando para atacar, Kamahl," gritó Balthor. "Ahora sería un buen
momento para que ese nuevo plan."
"Los hechiceros de la Cábala suelen invocar bestias que han encontrado durante
su ritual Krosano para distraer a los oponentes en las batallas de los pozos," dijo
Kamahl, "al igual que Jeska usó sus halcones contra mí."
"Eso es condenadamente interesante, Kamahl, pero ¿cómo nos ayudaría?"
"De esta forma," dijo Kamahl cambiando sus piernas alrededor del caballo.
Mirando hacia atrás y sin dejar de guiar a su caballo con las rodillas levantó las manos
por encima de su cabeza y comenzó a concentrarse.
Un momento después, un remolino de color esmeralda y carmesí se formó entre
las grandes manos del hombre. Kamahl separó los brazos y amplió el vórtice hasta que
fue lo suficientemente grande como para que una gigantesca águila de plumas plateadas
saliera volando de él y se elevara por el aire.
"Buen truco, Kamahl," resopló Balthor. "Pero, ¿cómo hará una sola águila para
retrasar a cinco magos aven?"
La piel bronceada de las mejillas de Kamahl brilló con el sudor y se oscureció en
un profundo color marrón rojizo. Otra águila apareció, seguida de otra y otra. Las
enormes aves, con alas que abarcaban dos metros, siguieron saliendo fuera del vórtice
hasta que el cielo detrás de los dos guerreros Párdicos se oscureció por la enorme
bandada.
Kamahl cayó hacia atrás sobre el cuello de su caballo y apenas se sostuvo
cuando se dio la vuelta para volver a mirar hacia adelante.
"Vamos," dijo. "Eso debería cubrir nuestro escape y reducir la velocidad de los
aven por un buen rato."
Balthor volvió a chasquear las riendas pero miró a su amigo con asombro.
"Nunca antes te había visto invocar aves y tantas de ellas a la vez. ¿Cómo hiciste eso?"
"No estoy seguro," dijo Kamahl. "Pareció suceder naturalmente una vez que
empecé."
"En verdad te das cuenta de que la batalla no será sin sangre," dijo Balthor
mirando por encima del hombro. "De hecho esas águilas realmente pueden derribar a
uno o dos magos aven antes de que las destruyan a todas."
"Los aven siempre pueden dar la vuelta y huir," dijo Kamahl. "De cualquier
manera, será su elección, no la mía."
"¿Estáis sintiéndote bien, muchacho?," preguntó Balthor mirando a su amigo con
una ceja arqueada.
"Hace mucho tiempo que no me sentía tan bien," dijo Kamahl. "Al fin estoy en
paz conmigo mismo." Y mirando hacia atrás a su hermana, envuelta en pieles y atada a
la cama del carro, agregó, "Sólo espero tener la oportunidad de hacer las paces con
Jeska."

* * * * *

127
"Haz esto rápido, Talbot," dijo Laquatus desde el borde de un arroyo. Él y Burke
se habían alejado del resto de las fuerzas de la Orden por lo que el tritón podía hablar a
su embajador. Mientras Burke hiciera guardia, ningún guerrero de la Orden se acercaría,
ni siquiera Eesha.
"Eesha nos tiene a marchas forzadas para alcanzar a los bárbaros y sólo nos
hemos detenido el tiempo suficiente como para comer y volver a llenar nuestros odres.
Pensar que esta mañana estaba descansando en una tienda de campaña y ahora voy a
tener que dormir en un caballo. Así que informa. ¿Dónde están los asaltantes de
Trenzas?"
"Mis fuentes dicen que la Señora Trenzas y sus asaltantes también se están
dirigiendo hacia el bosque señor," dijo Talbot. "El Primero sabe que Kamahl y el Mirari
están marchando a Krosa."
"Interesante," dijo Laquatus. "La recopilación de información del Primero
siempre me ha impresionado pero esto es bastante increíble.... Casi demasiado
increíble." El lord tritón miró fijamente a su embajador.
"Cre-cre-creame, señor," tartamudeó Talbot. "Yo no divulgó información al
Primero."
"Directamente, no," dijo Laquatus suavizando su voz y su mirada a Talbot.
"Confío en ti, Talbot, pero no confío en el Primero. Él podría haber conseguido la
información de ti sin tu conocimiento. Esa es mi culpa. Debería tener más cuidado en el
futuro."
"¿Desea que trate de descarrilar su persecución, mi señor?" preguntó Talbot.
"Podría darles información falsa y enviarlos al lado equivocado del bosque."
"No," dijo Laquatus. "El Primero se dará cuenta de una mentira tan obvia. No.
Deja el asunto en paz. El Primero sabe lo suficiente acerca de nuestro pequeño juego
para ser peligroso pero Trenzas encontrará algo más que fuerzas de la Orden entre ella y
el Mirari cuando llegue a Krosa. Havelock y sus hombres están en posición y esperando
mi orden para emboscar a Kamahl. Además, quizás sea capaz de utilizar sus asaltantes
para distraer a Eesha una vez que alcancemos el borde del bosque. Mantente alejado del
Primero hasta que esto termine para que él no pueda volver a meterse en tu cerebro."
"Sí, señor," dijo Talbot. "¿Algo más, señor?"
"Sí," ijo Laquatus. "Estoy preocupado por la falta de acción en nuestra contra de
la emperatriz. Seguramente no es ciega a lo que está sucediendo en la tierra. Ella es
mucho más inteligente que ese patán de emperador al que ella sustituyó al tratar con los
respiradores de aire. ¿Puedes asegurarme con fiabilidad de que Llawan no tenga
ninguna intención de interferir directamente con nuestros planes?"
"No, señor. No puedo," dijo Talbot. "Creo que sólo Llawan en persona sabe lo
que está pensando Llawan. Usted ya sabe lo inescrutable que es, mi señor. Pero mis
fuentes me dicen que todavía está envuelta en el conflicto fronterizo y yo no creo que
pueda desviar sus fuerzas desde allí a tiempo para detenernos."
"Hazme un favor, Talbot," se burló Laquatus. "Comprueba otras fuentes. Ve a su
corte y disecciona el cerebro de esa perra, si es necesario. Los próximos días serán
cruciales y necesito información confiable, no rumores."
"Sí, mi señor."

* * * * *

"¿Crees que fue sabio enfrentarte así con él?" preguntó Veza cuando Talbot
volvió a su cama. "Tú ya sabes lo volátil que es."

128
"Dentro de unos días a partir de ahora no tendrá importancia," respondió Talbot.
"Además, ¿qué puede hacerme él a mí desde allí fuera en las llanuras? ¿Está todo
preparado?"
"Sí, querido," dijo Veza. "Todo está preparado. No hay nada más que podamos
hacer nosotros." Veza dio unas palmaditas a las sábanas de seda junto a ella.
"Nada oficial de todos modos," dijo Talbot mientras se acostaba al lado de Veza.

Capitulo 18

129
El buque corsario Crepúsculo navegó hacia el portal en el extremo oriental del
Abismo de Aboshan con un pasajero especial a bordo. Su capitán, un salvaje pirata con
el nombre de Dar, merodeó por la cubierta gritando a sus hombres.
"¡Hombres, estiben la vela mayor! ¡Timonel, todo a estribor! Marinero suba al
aparejo. Esté atento a signos de buques aproximándose a través del portal. Balista,
mantengan sus armas apuntadas a ese portal."
Dar, después de asegurarse de que todas sus órdenes se estaban llevando a cabo,
se encaminó a la bodega para chequear a su pasajero. Abrió de un tirón la trampilla y
miró hacia la acuosa oscuridad del compartimiento de carga.
Un cefálido emergió y Dar dijo: "¿Sabe que con un proa llena de agua es muy
difícil controlar la dirección del barco?"
"¿Estamos en posición?" dijo Olsham con su boca abriéndose y cerrándose en
intervalos impares sin estar completamente en sintonía con las palabras que salieron.
Al principio Dar había pensado que ese efecto mágico era molesto pero sin el
hechizo la criatura del mar no podría conversar con los seres humanos fuera del agua y
Dar no iba a sumergirse en el tanque para hablar con un pulpo, aún cuando fuera el
hechicero en jefe de la emperatriz. Además Dar descubrió que podía acostumbrarse a
cualquier cosa si la paga era justa.
"Estamos manteniéndonos tan estables como nos es posible en las afueras del
portal este," dijo Dar. "No sé cuánto tiempo podremos mantener esta posición así que
sería mejor que haga esto rápido."
"Sus servicios a la emperatriz se verán muy recompensados," dijo Olsham.
"Lo sé," dijo Dar sonriendo. "Ahora hágalo."
Olsham se arrojó fuera de la bodega y se deslizó por la cubierta hasta la
barandilla. El resplandeciente portal se elevaba en el aire reflejando las olas, el cielo, y
el barco en una matriz fracturada de azules y verdes.
Dar se acercó por detrás del mago y se quedó mirando el portal con él. "¿Cómo
va a funcionar esto?" preguntó.
"Voy a abrir un agujero en el portal," dijo Olsham, "por encima de las olas para
no alertar a los tritones traidores atrapados en el interior. La fuerza de ataque de la
emperatriz saltará a través del portal y se acumulará justo en el otro lado. Su trabajo es
vigilar esta ruta de escape y no dejar que huya ninguno de los traidores."
"¿Y mi paga?" preguntó Dar. "¿Cuándo recibiré el resto de mi paga?"
"Una vez que la batalla haya terminado agrandaré el agujero en el portal para
que pueda entrar su buque. Luego nuestras fuerzas recuperarán toda la riqueza del fondo
del abismo y la depositarán en su barco. Por este servicio usted ayudará a Llawan a
mantener la paz dentro de las rutas comerciales del portal llevándose su flota pirata a un
clima diferente."
"Todos nos retiraremos siempre y cuando el botín sea tan grande como usted
dice que es," dijo Dar sonriendo y dando una palmada al cefálido en donde él supuso
que era la espalda de la criatura.
"Ahora Capitán Dar, por favor déjeme concentrarme en mi hechizo." Dar regresó
a la puerta de la bodega y observó a la extraña criatura marina comenzando a mover sus
tentáculos en un intrincado patrón, entrecruzando los apéndices alrededor y a través de
los demás. Después de un minuto de deslizar tentáculos dentro y alrededor unos de otros
Olsham se detuvo y mantuvo su posición. Todos los apéndices del cefálido apuntaron en
direcciones diferentes pero cada uno había cruzado al menos otros dos tentáculos antes
de sobresalir en su destino final.

130
Lo más sorprendente fue que Olsham mantuvo esa posición, equilibrándose
sobre la punta de un solo tentáculo durante al menos dos minutos mientras la energía se
acumuló en el extremo de cada tentáculo. Entonces, cuando Dar creyó que la criatura ya
no podría sostenerse por un momento mas en el aire seco del mar, rayos de color azul
salieron disparados desde sus tentáculos hacia el portal. Las descargas golpearon el
portal en ocho puntos equidistantes formando un enorme octógono sobre las olas.
Saltaron chispas de la barrera mágica y los rayos se doblaron hacia adentro, corriendo
hacia el centro del octágono hasta que una estrella de ocho puntas se formó en la
superficie del portal. Cuando los rayos chocaron en el centro crearon un pequeño
agujero en el portal que irradió hacia afuera a lo largo de las líneas de las descargas. Las
cuñas luego se plegaron hacia el interior del abismo acortándose a medida que se
alejaron de la nave hasta que desaparecieron por completo dejando un agujero de ocho
lados en el portal justo por encima de las olas.
Olsham cayó a la cubierta, desenredándose a sí mismo al caer, y propulsándose
poco a poco hacia la escotilla de la cabina llena de agua. Cuando Dar se acercó a la
barandilla para observar el interior del abismo de Aboshan por primera vez cinco
tiburones martillo rompieron las olas y se zambulleron por el agujero. Un instante
después dos calamares gigantes se arquearon por encima de las olas arrastrando chorros
de tinta detrás de ellos mientras chapoteaban en el otro lado del portal seguidos por una
serie de orcas, más tiburones, y delfines llevando pulpos en sus espaldas. Fue la cosa
más endemoniada que Dar había visto jamás y mientras observó la fuerza de invasión
introduciéndose en el abismo a lo largo de la siguiente hora consideró verdaderamente
retirarse después de que todo eso terminara.

* * * * *

"¿De verdad crees que Llawan carece de agendas políticas, sin ninguna ambición
más allá de gobernar justamente para todos?" preguntó Talbot mientras los dos tritones
descansaban medio dentro y medio fuera del agua en una pequeña isla en medio del
estanque del patio trasero de Veza.
"Sí," dijo Veza. "¿Tú no?"
"Digamos que todavía tengo que conocer a alguien en el poder que no dedique
todo su tiempo a tratar de mantenerse en el poder sin importar quien resulte herido en el
proceso."
"¿Entonces por qué accediste a ayudarnos si no confías en la emperatriz más que
en ese conspirador auto proclamado lord de los tritones?" preguntó Veza volviéndose a
Talbot y alzando la voz.
"Yo nunca dije que no confiara en Llawan," dijo Talbot mientras acariciaba el
antebrazo de Veza para calmarla. "De hecho, fue la forma en que tu hablaste de ella y la
forma en que la vi a ella hablar contigo y no sólo a ti lo que por fin me convenció de
que estaba trabajando para el lado equivocado. Es sólo que no conozco a la emperatriz
tan bien como lo haces tú y todavía tengo algunas reservas acerca de lo que estamos
haciendo."
"¿Entonces por qué nos ayudas?" preguntó Veza volviendo a suavizar su voz.
"Esperanza, supongo," dijo Talbot mientras miraba fijamente a las ondas
irradiando de su cuerpo. "Esperanza de que esto hará un mundo mejor para nosotros y
para todos los tritones que quedan en el mar. Laquatus quería traer de vuelta los viejos
tiempos, aquellos en donde los tritones fueron los señores de los mares y todas las
demás criaturas no eran más que nuestros secuaces, vivir y morir como nos plazca. Eso
no es realmente muy diferente de lo que fue bajo Aboshan excepto que en ese entonces

131
estábamos en la parte inferior de la cadena alimenticia. Es hora de un cambio, de un
mundo submarino en donde nuestros hijos traten a los cefálidos y a los cetáceos y a los
tiburones como iguales y sean tratados como iguales a cambio. Yo tengo la...
esperanza... de que tu emperatriz pueda hacer que esto suceda."
"¿Nuestros hijos?" preguntó Veza.
"Tal vez," dijo Talbot tomándola de la mano. "Tal vez."
"¿Y que pasa con el resto de la tritones?" preguntó ella. "¿Cuántos se unirán a
nosotros en este nuevo mundo?"
"Por lo menos la mitad, creo," dijo Talbot. "He tenido mucho cuidado con
quienes me puse en contacto dentro del abismo pero creo que la mayoría que dudaba de
Laquatus nos ayudarán cuando llegue el momento."
"Y yo te aseguro que ellos serán aceptados de nuevo en el reino de Llawan sin
ningún cuestionamiento," dijo Veza.
"Esa es mi esperanza," dijo Talbot "y por ello les he pedido a todos que le den la
espalda a lo que alguna vez creímos era nuestra única oportunidad de volver a ser
aceptados."
"¿En cuánto tiempo crees que acabará?"
"Pronto," dijo Talbot. "Deberíamos escuchar algo pronto."

* * * * *

A medida que la fuerza de invasión descendió sobre los residentes del abismo los
calamares llenaron el agua con tinta. Los magos cefálidos alteraron los ojos de los
tiburones martillo y las orcas para que pudieran ver a través de las negras nubes de tinta
que los envolvía. Los tritones de Talbot dentro del abismo había hecho bien su trabajo y
la mayoría de los guardias del lugar vigilando en el portal oriental eran simpatizantes de
la emperatriz por lo que la fuerza de invasión fue capaz de atacar áreas críticas antes de
que la alarma sonara.
Las orcas, tiburones martillo y calamares asaltaron primero el cuartel guiados
hasta allí por la información de Talbot mientras que los delfines llevando a los cefálidos
en sus espaldas se dirigieron hacia los magos de las cuevas. Al amparo de la tinta, los
tiburones martillo embistieron a través de las puertas de madera del cuartel
desacelerando sólo lo suficiente como para que los calamares inyectaran su tinta en su
interior.
Los tiburones martillo atacaron desde el costado, atrapando a los primeros
tritones todavía en sus lechos de algas marinas, cortándolos por la mitad con un
mordisco antes de continuar. Las orcas se introdujeron por los techos de coral y
engulleron a muchos de los soldados en el medio de los cuarteles. Cualquier tritón
llevando o luciendo la
insignia del pirata Dar
resultó ileso. Estas eran
las gentes de Talbot.
Los cefálidos
entraron en las cuevas
justo cuando los
primeros tiburones
martillo embistieron en
los cuarteles detrás de
ellos. Al entrar, cada
mago cefálido tocó la

132
montura de su delfín y la volvió invisible, luego desaceleraron. Los atacantes
prepararon otro hechizo cuando doblaron la última curva antes de los cuartos de los
hechiceros del abismo. Vomitaron un chorro de tinta hacia los primeros magos tritón
que vieron, tinta impregnada de maná y moldeada para inmovilizar a un oponente.
Los magos tritones, reducido su número a la mitad en la primera andanada,
contraatacaron creando chorros calientes de agua que salieron disparados a los invasores
cefálidos. Pero los delfines invisibles podían moverse mucho más rápido que sus jinetes
y la mayoría de los hechizos de los tritones erraron sus blancos. Entonces los magos
cefálidos soltaron su dominio sobre los delfines mientras volvían a lanzar su tinta
inmovilizadora. Aquellos tritones que se resistieron a los efectos se vieron acometidos
sobre sus pechos y cabezas por enemigos invisibles. La batalla por las cuevas terminó
en unos pocos instantes.
Los cefálidos salieron nadando de las cuevas y vieron la destrucción del cuartel
del ejército por debajo de ellos y las unidades de tiburones y ballenas nadando alrededor
de los residentes no militares del abismo. Mirando hacia arriba y alrededor de ellos
pudieron ver un anillo de guardias tritones descendiendo, varios de ellos sosteniendo
tritones muertos que dejaron caer hacia el fondo marino.
"¡Salve la Emperatriz Llawan!" gritaron al unísono. La invasión del abismo de
Aboshan se dio por finalizada.

* * * * *

"¿Qué pasará ahora con Laquatus?" preguntó Veza mientras se deslizaba fuera
del estanque transformada en su forma con piernas y acercándose a su toalla.
"Deja que los habitantes de tierra se encarguen de él," dijo Talbot mientras salía
del agua detrás de Veza. "La Cábala sabe que no debe confiar en él. No pasará mucho
tiempo antes de que la Orden se de cuenta. No pueden ser tan ciegos."
"Todavía podría hacerle un daño incalculable al continente," dijo Veza secando
sus escamas húmedas con un paño grande. "Sobre todo si pone las manos en esa esfera."
"Pero sin su base de poder, ¿cómo puede aspirar a hacer frente a ese bárbaro y su
espada mejorada con el Mirari?" preguntó Talbot chasqueando los dedos para repeler
mágicamente el exceso de agua de su cuerpo. "Tú leiste los informes. Kamahl es el
guerrero más fuerte del continente y maneja el arma más poderosa del mundo. ¿Qué
puede hacer Laquatus contra eso sin su ejército, sin sus tropas de élite, y sin aliados?"
"Todavía tiene a Burke," dijo Veza mientras se ponía una falda azul de seda.
"Y tendrá su lengua mentirosa," dijo Talbot, "que le ha llevado bastante lejos en
la vida. Bien, me has convencido... de nuevo. ¿Qué deberíamos hacer?"
"Iré a ver al Primero y le informaré sobre el éxito de la primera ola de la
invasión Imperial," dijo Veza mientras terminaba de vestirse, "y me aseguraré de que
mantenga su parte del trato con respecto a los asaltantes de la Cábala en el campo."
"¿Y cuáles son mis órdenes, mi Señora?" preguntó Talbot con un guiño.
"Espera el informe sobre la segunda ola de las fuerzas imperiales de élite," dijo
Veza. "Tráeme ese informe tan pronto como lo tengas y luego empaca. Haremos un
viaje hacia el norte."

* * * * *

Las fuerzas imperiales de élite nadaban en la oscuridad de los túneles debajo de


las llanuras del norte de Otaria avanzando rápida y silenciosamente gracias a los
hechizos de los cefálidos. Doscientos tiburones tigre y otras cien anguilas escoltaron a a

133
los cincuenta magos cefálidos a través del intrincado sistema de túneles debajo del
continente. Se estaban acercando a su destino, el extremo suroriental del Bosque
Krosano.
"Nuestros exploradores informan que las tropas de Havelock están tan sólo a
veinticinco kilómetros por delante de nosotros, Almirante."
"Buen trabajo, Comandante. Continúe nadando en silencio y mantenga esa
distancia. Atacaremos inmediatamente después del próximo informe diario de Havelock
a Laquatus, suponiendo que la información de Talbot sea correcta."

134
Capitulo 19

Laquatus irrumpió en la tienda de mando de Eesha dejando a su guardia


humana envuelta en los fuertes brazos de Burke.

135
"¿Por qué nos hemos detenido, Eesha" exigió el tritón, "cuando tus propios
exploradores informan que el bárbaro ha acampado a menos de treinta kilómetros al
norte de aquí?"
"Por esa misma razón, Lord Laquatus," respondió Eesha con calma antes de la
embestida. "Y por favor haga que su bestia libere mi hombre. No hay razón para la
violencia entre los aliados, ¿verdad?"
Laquatus quedó desconcertado por la actitud fría de la comandante aven. Días
atrás él la había tenido acobardada hasta el punto en que ella habría ordenado la muerte
de sus propios hombres si él así se lo ordenaba. ¿Qué había cambiado?, se preguntó.
"Por supuesto que no, mi querida comandante," dijo Laquatus sonriendo
ampliamente y chasqueando los dedos hacia Burke quien soltó rápidamente al sargento
asfixiándose al suelo. "Perdonad mi agitación, señora. Sólo quería expresar mi
preocupación de que podría perder su presa si discontinuaba su persecución."
"Le doy las gracias por su preocupación, Laquatus," dijo Eesha mientras doblaba
sus alas hacia atrás y se sentaba para enfrentar al tritón. "Pero no se preocupe. Tengo
patrullas de exploradores aven informándome cada media hora. Sabremos cuando el
carnicero reinicie la marcha y continuaremos nuestra búsqueda cuando lo haga."
Laquatus miró a la comandante aven y trató de leer su rostro pero esa gente
pájaro eran imposibles de entender. El incluso tenía problemas para sondear sus mentes.
Eran mucho más complicados que los seres humanos. El tritón permaneció parado
frente a Eesha, decidiendo no sentarse en su presencia, esperando que su repentino
interés en el protocolo pondría a la aven a gusto y le fuera más fácil descifrar su secreto.
El tenía un calendario al que atenerse y no podía permitirse el lujo de discutir. El
bárbaro debía entrar en el bosque al día siguiente o la Cábala podría llegar al lugar de la
emboscada antes que sus tropas.
"¿Por qué no perseguir a Kamahl ahora?" preguntó Laquatus. "Él y el enano
deben estar fatigados por la presión constante que sus patrullas han aplicado esta
semana que pasó. Este es el momento de atacar."
"Esta no ha sido una campaña sencilla o fácil," respondió Eesha. "Ese
desgraciado bárbaro ha invocado manadas y manadas de animales para detenernos y
hacernos retroceder. Águilas, lobos, pumas, caribús, búfalos, e incluso elefantes nos han
atacado. Cada día sus animales se hacen más grandes y más numerosos. ¡El Teniente
Dinell fue casi aplastado por un mastodonte hoy día!"
Eesha se puso de pie y caminó aquí y allá detrás de su mesa. "Mis tropas están
agotadas," dijo ella deteniéndose para mirar a Laquatus. "Yo estoy agotada. Y los
guerreros cansados cometen errores. Si atacamos esta noche, quién sabe lo que el
carnicero invocará para retrasarnos y podemos perderlo en la oscuridad de esta noche
sin luna. Así que mis exploradores están vigilando su campamento, tratando de no
alertarlo de nuestra presencia, y mañana le derribaremos... antes de que entre en el
bosque."
Laquatus se preguntó si esa última parte fue una velada implicación de que sabía
más de lo que aparentaba sobre sus propias tropas, esperando para emboscar a Kamahl
dentro del Bosque Krosano.
"¿El bosque?" preguntó Laquatus tratando de sonar ingenuo y sacar la verdad de
Eesha.
"Sí, Lord Laquatus," dijo Eesha señalando a la enorme área oscura del mapa
extendido sobre la mesa. "Usted mismo me dijo que el bárbaro se dirigía hacia Krosa y
yo prefiero capturarlo antes que lo haga. Desde el intento fallido de Kirtar de domar el
bosque todas las tropas de la Orden que han entrado en este o incluso que se han
aventurado demasiado cerca se han perdido en circunstancias misteriosas. Es por esto

136
que poco después de asumir el mando yo misma instituí una orden permanente que
prohíbe a las tropas entrar en Krosa. Si Kamahl logra entrar en los árboles, él y el Mirari
bien podrían perderse para siempre."
O Eesha era una hábil mentirosa, lo que Laquatus dudaba, o su única
preocupación era verdaderamente el bosque. Laquatus decidió jugar su as bajo la
manga.
"¿Y qué pasa con las fuerzas de la Cábala?" preguntó. "Seguramente sus
exploradores le han informado de que un grupo de ataque de la Cábala se está
dirigiendo hacia el bosque en estos mismos momentos."
Eesha agarró un puñado de figuras negras de un saco asentado al lado del mapa
sobre la mesa. Las colocó cuidadosamente en un grupo apretado al norte y al oeste del
grupo más grande de figuras blancas. Los grupos blanco y negro, junto con las dos
figuras rojas al norte del grupo blanco hicieron un pequeño triángulo cerca del borde del
bosque.
"Mis exploradores los ponen allí," dijo Eesha señalando a las figuras negras.
"También acampados y también, estoy segura, observando al bárbaro y su enano. Si
ellos atacan, nosotros atacamos. Si nosotros atacamos, ellos atacan. Prefiero nuestras
posibilidades contra la Cábala bajo la luz del sol. Acamparemos esta noche."
"Pero Comandante…" comenzó a decir Laquatus.
"Todavía sigo al mando aquí," le interrumpió Eesha. "Puede que seamos aliados,
Lord Laquatus, pero siempre y cuando tenga la espada de cristal mandaré a la Orden." Y
para enfatizar su punto Eesha sacó su espada y la sostuvo en una postura defensiva
sobre su pecho de plumas.
Burke se movió de inmediato a la tienda pero Laquatus levantó la mano para
detener el avance de su siervo. Así que ese era su juego, pensó Laquatus. Siente la
necesidad de reafirmar su control sobre su pueblo. La empujé demasiado lejos y ella me
está devolviendo el empujón. Bueno. Necesito su fuerza en estos momentos. Pero ella
pagará por esta insolencia más tarde.
Laquatus se inclinó delante de Eesha asegurándose de que ella lo viera cuan
completamente vulnerable era a su espada mientras al mismo tiempo envió una orden
mental a Burke para que la matara si su espada se le acercaba un milímetro.
"Comandante Eesha, perdóneme," dijo Laquatus siguiendo con la reverencia.
"Sólo quería ofrecer una alternativa, una sugerencia para que usted la considerara entre
sus opciones para hacer frente a este actual impasse. Obviamente la decisión final está
en sus manos."
"Usted puede hacer su sugerencia, Lord Laquatus."
Laquatus se enderezó pero mantuvo las manos a su lado con las palmas hacia
adelante. "Ofrezco mis servicios y los de mi siervo para garantizarle que el bárbaro
nunca llegue al bosque," dijo con la cabeza aún ligeramente inclinada. "Burke y yo
podemos escabullirnos al lado del campamento de Kamahl esta noche y cerrarle el paso
al bosque por la mañana en caso de que el bárbaro pudiera eludir sus fuerzas."
"Un plan astuto," dijo Eesha volviéndose a sentar a su mesa y mirando el mapa.
Recogió dos piezas del grupo blanco y preguntó: "¿Pero podrán pasar al lado del
Carnicero sin ser detectados tanto por él como por los exploradores de la Cábala?"
Laquatus se colocó en una postura más contundente mirando directamente a
Eesha y dando un ligero paso adelante. "Yo soy un mago dotado por derecho propio,
Comandante," dijo el tritón. "Estoy seguro de que mi magia me guiará con seguridad y
en secreto a cualquier punto de este mapa que usted designe."
Eesha se detuvo cuando estuvo a punto de colocar los dos peones blancos en el
mapa entre las figuras rojas y el bosque.

137
"¿En cualquier lugar, Lord Laquatus?" preguntó ella mirando hacia el tritón
mientras sostenía los peones firmemente en sus garras. "¿No estará pensando en
traicionar a la Orden y unir fuerzas con la Cábala, verdad?"
"Por supuesto que no, Comandante," dijo Laquatus inclinando la cabeza. "Usted
de la orden y Burke y yo viajaremos a cualquier punto de ese mapa que usted designe.
Si está preocupada acerca de la Cábala yo humildemente también le sugiero que les
enfrente en la mañana. Sus fuerzas son mucho más numerosas que las de ellos y con la
luz del sol detrás de su espalda ellos no serán capaces de vencerle."
"¿Dividir mis fuerzas?" preguntó Eesha.
"Sí," dijo Laquatus sonriendo mientras intentaba una ligera manipulación mágica
en la mente de la Comandante. Ella sólo necesitaba un pequeño empujón en la dirección
que él ya le estaba apuntando y, introduciéndose con sus pensamientos, se abrió paso en
su conciencia para cambiar una sola emoción en acción: ¡el orgullo!
"Ahora sólo necesita unos pocos pelotones para acabar con el bárbaro," sugirió
tanto verbalmente como mágicamente. "Yo bloquearé el camino del bárbaro el tiempo
suficiente como para que usted pueda aplastar a la Cábala y luego venir a reclamar su
premio."
Eesha dejó caer
las figuras blancas en el
mapa en el borde del
bosque, sus ojos algo
nublados y sus garras
inestables. Un momento
después negó con la
cabeza y miró a los dos
peones colocados de
costado, los puso rectos
y dijo: "Colóquese aquí
mismo Lord Laquatus y
mantenga al Carnicero
fuera del bosque. Yo
guiaré a mis fuerzas
principales a la batalla
para aplastar a los invasores de la Cábala y luego iré en busca de Kamahl y ese maldito
Mirari."
"Como usted ordene," dijo Laquatus haciendo una reverencia y saliendo de la
tienda, sonriendo todo el tiempo.
Mientras él y Burke se preparaban para dejar el campamento de la Orden
Laquatus rió en voz alta. "Ya casi lo tenemos, Burke. Con Eesha y la Orden peleando
con Trenzas y la Cábala podremos arrebatar el orbe y dirigirnos a casa y ninguno de los
dos lados sabrá nunca lo que pasó. Probablemente se culparán unos a otros por la
pérdida del Mirari."

* * * * *

Balthor y Kamahl levantaron el campamento justo cuando el horizonte oriental


comenzó a brillar, una hora antes de que el sol estallara en las llanuras. Balthor
comprobó la herida de Jeska antes de atar su cuerpo a la espalda de un caballo.
"¿Cómo está?" preguntó Kamahl mientras subía en su montura.

138
"Igual," dijo Balthor. "El tejido en el centro de la herida se ha vuelto gris y frío
pero el fuego azul aún arde dentro de ella."
"¿Qué pasa con el carro?" preguntó Kamahl indicando el carro en mal estado
que habían comprado a los agricultores varios días atrás. "Va a bambolearse un montón
en eso."
"No parece importar," dijo Balthor. "Hace ya varios días que se ha estado
bamboleando y nada ha cambiado en su interior. Además, hoy vamos a necesitar
velocidad para huir de esos bastardos de la Orden hasta los lindes del bosque."
"Me pregunto por qué no nos atacaron anoche," reflexionó Kamahl.
"Nos han estado arreando a lo largo de todo el camino," dijo Balthor. "Creo que
nos dirigimos directamente a una trampa, no es que tengamos muchas opciones."
Balthor recogió el rollo de mantas de Jeska que tenía la espada de Kamahl en un bolsillo
oculto cosido. "¿Estáis seguro que hoy no necesitaremos esto en tu espalda, muchacho?
Estamos yendo a una lucha infernal."
"No." dijo Kamahl severamente. "Se la daré a Seton para que la entierre en el
bosque pero no la esgrimiré."
Balthor asintió, luego enrolló el atado y lo ajustó en frente de Jeska. Subió en su
propio caballo y se dirigió a la salida del molino abandonado donde habían dormido.
Los dos guerreros galoparon al norte, empujando sus monturas tanto como se
atrevieron, no queriendo perder un caballo o herir a Jeska en su carrera hacia el borde
del bosque. Balthor exploró continuamente el cielo y los llanos detrás de ellos en busca
de indicios del inminente ataque de la Orden. A medida que el bosque se acercó y el sol
salió por el horizonte el enano sintió la vibración de cascos atronadores acudiendo desde
arriba por detrás al mismo tiempo que notó una mancha oscura en el centro del sol
naciente.
"¡Aquí vienen, Kamahl!" gritó Balthor. "Voladores del este y jinetes del sur.
¿Estáis preparado?"
Kamahl respondió dejando caer sus riendas y levantando los brazos por encima
de su cabeza. Un vórtice giratorio de maná explotó a la existencia entre sus palmas
mientras su caballo seguía galopando hacia el borde del bosque guiado solamente por
las grandes rodillas del hombre. Cuando Kamahl bajó los brazos a cada lado el vórtice
se hizo más grande obligándole al bárbaro a inclinar la cabeza hacia atrás o ser tragado
por el remolino.
Una enorme garra emergió desde el interior del maná giratorio y agarró el borde
del vórtice y luego otra. Balthor vio como un pájaro enorme emergió del remolino por
encima de la cabeza de su estudiante, su cuerpo llenando completamente el vórtice
mientras lo atravesaba. La gigantesca ave se parecía a un legendario raptor que Balthor
había descrito una vez a un joven Kamahl de una historia sobre los días en que Fiers
caminó sobre Dominaria.
El gran roc de Kamahl medía fácilmente seis metros de largo desde la afilada
punta de su pico curvado hasta el borde de las plumas de tonos dorados de su cola. El
roc se lanzó desde el borde del vórtice y extendiendo sus alas plateadas que abarcaron
ocho metros se marchó hacia el este elevándose constantemente en el cielo con cada
batido de sus enormes extremidades.
Tan pronto como el primer roc se puso en marcha Balthor vio otro conjunto de
garras aferrar el borde del vórtice.
"Bien," murmuró para sí mismo. "Tenéis los volantes. Veré que puedo hacer yo
con ese ejército que viene detrás de nosotros, ¿de acuerdo?"
Balthor metió las riendas entre sus dientes y mordió la cuerda arenosa. Tomó su
hacha de batalla y comenzó a infundirle maná a la hoja hasta que el arma vibró con el

139
poder y amenazó con soltarse del agarre del enano. Se puso de pie en su caballo, levantó
el hacha sobre su cabeza y la lanzó con todas sus fuerzas rectamente sobre la cabeza de
su caballo hacia el suelo por delante de ellos.
Cuando el arma golpeó la tierra desató su fuerza en una titánica explosión
disparando rayos de electricidad por el suelo en todas las direcciones. Balthor, con la
energía corriendo a través de la tierra delante de él, echó la cabeza hacia atrás para tirar
de las riendas empujando a su caballo a saltar por encima del hacha de guerra y el
campo de rayos cada vez mayor.
Cuando la montura brincó sobre el arma Balthor colgó por un costado de esta
hasta el suelo con las riendas en los dientes y sacó su hacha de guerra de la tierra al
pasar. Luego volvió a sentarse en el caballo con un empujón y su arma en la mano.
Mirando hacia atrás quedó encantado de ver el suelo comenzando a doblarse,
romperse y abrirse por la fuerza del sismo de electricidad que había desatado. El
terremoto rodó por el suelo hacia los guerreros de la Orden que los perseguían, quienes
tendrían que encontrar un camino para rodear la zona afectada o arriesgarse a montar a
través del terreno inestable.
¿Quién dice que la magia de montaña tiene que ser letal? pensó el enano
mientras miraba hacia arriba a los rocs de Kamahl volando para encontrarse con los
avens saliendo del sol.
"Apuesto a que él sacará más sangre con sus rocs que yo con mi terremoto.
Hmmph."
Los guerreros siguieron al galope dejando a sus perseguidores de la Orden atrás
para que hicieran frente a sus respectivos hechizos. El linde del bosque se acercó más y
más a cada momento. Pero, con apenas un centenar de metros de llanuras extendiéndose
delante de ellos, un centenar de metros de hierba alta elevándose entre los caballos y el
borde del bosque, finalmente llegaron a la trampa que Balthor había estado temiendo.
Cuando Balthor empujó su montura para alcanzar a la de Kamahl, obstaculizado
por la cuerda que amarraba su caballo al que llevaba el cuerpo de Jeska, el enano vio
una mancha en movimiento azul-negra frente a Kamahl. Observó con horror como su
hijo adoptivo voló sobre la cabeza de su caballo, que había sido detenido en seco en el
lugar y cortado por la mitad por una enorme masa de bestia. Balthor aceleró su montura
aún más cuando el enorme humanoide tiró casualmente las patas delanteras del caballo,
que todavía tenía en cada mano, al suelo y comenzó a moverse hacia el caído Kamahl.
"¡Mantente alejado de mi muchacho, tu bestia!" gritó Balthor mientras se volvía
a parar por segunda vez en el día sobre su caballo y se lanzaba por el aire hacia el
monstruo en retirada. En medio del aire enganchó la cabeza de su hacha de guerra entre
sus talones y comenzó a rodar. Cuando cayó al suelo se lanzó locamente hacia la bestia
con sus cuchillas parpadeando.
Balthor rodó justo entre las piernas de la criatura abriendo una gran hendidura en
la ingle de la bestia que habría destrozado el estómago de cualquier criatura normal.
Saltó delante de la bestia, giró en el aire, y echó su hacha hacia atrás. El enano, usando
toda la fuerza de su impulso y su brazo, aterrizó un duro golpe en el torso del monstruo,
introduciendo la cabeza del hacha profundamente en el interior del pecho de la criatura.
"¡Aquí vengo, Balthor!" gritó Kamahl. "¡Resiste!"
"No tengo otra opción," dijo Balthor con los pies colgando unos treinta
centímetros sobre el suelo mientras sostenía su hacha de guerra que no podía soltar del
costado de la bestia. "¡Métete en el bosque muchacho!" gritó mientras se dejaba caer al
suelo y rodaba por debajo de las piernas de su rival para evitar las enormes manos de la
bestia. "Llévate mi caballo y cuida de Jeska. Yo me ocuparé de esta bestia."

140
Cuando Balthor volvió a pararse vio a Kamahl saltar sobre el caballo y cabalgar
hacia el linde del bosque justo antes de que la criatura se girara y lanzara su gran puño
golpeando a Balthor de lleno en la mandíbula y enviando al enano y su casco de hierro
volando en diferentes direcciones.
"Sois de los fuertes," dijo Balthor frotándose la mandíbula mientras se ponía en
pie tambaleándose, "y más rápido de lo que aparentáis. Veamos como superáis esto."
Balthor aplaudió y disparó un haz de rayos golpeando a la bestia en el estómago justo
debajo del hacha incrustada y quemando un agujero que atravesó su espalda.
Sin embargo el monstruo azul y negro siguió adelante.
"¡Por el gran Fiers y los nueve infiernos!" dijo Balthor. "¿Qué eres tu?"
"Su nombre es Burke," fue la respuesta desde detrás de Balthor. "Y no puedes
matarlo."
Balthor miró por encima del hombro para ver a un hombre plateado-azul con
pequeños cuernos en la cabeza.
"Vos debéis ser Laquatus," dijo moviéndose a un lado para poder mantener a la
vista tanto al tritón como a su monstruo. "Nada es imposible de matar, créame. Y
cuando termine con su mascota iré por usted."
"Te estaré esperando por aquí, anciano," dijo Laquatus. "Si logras sobrevivir
podrás probar tu mejor disparo."
Balthor volvió a mirar a Burke y empezó a creer que el tritón estaba diciendo la
verdad porque la carne que rodeaba el agujero en el torso del siervo estaba fluyendo en
conjunto para reparar la enorme herida sin siquiera dejar evidencia de una cicatriz del
agujero que Balthor había hecho a través de la bestia sólo unos momentos antes. Sin
embargo Burke no hizo nada acerca de la herida en su pecho o el hacha de guerra que
seguía atrapada dentro de su cuerpo negro azulado.
"¿No me devolverás mi arma, eh?" dijo Balthor. "No os culpo. Pero el no tener
ningún arma nunca me ha detenido antes."
Balthor bailó fuera del camino de Burke mientras la criatura avanzó hacia él.
Fue lo suficientemente rápido como para evitar recibir otro golpe en la cabeza. Condujo
a la bestia aún más lejos del bosque y reunió más maná con la esperanza de que podría
quemar la criatura en cenizas.
Se dio la vuelta justo después de que Burke diera otro paso y soltó el hechizo
flujo de lava que Murk había probado en Kamahl durante el torneo. Curvando los dedos
como si estuviera a punto de arañar a la bestia se concentró en el aire por encima de
Burke. Un torrente de lava comenzó a derramarse desde ese lugar cayendo en una
cascada sobre el siervo, chamuscando su cabeza y hombros con roca fundida al rojo
vivo.
Balthor vertió más y más maná en el hechizo, abriendo la grieta en el aire más
amplia para liberar litros de lava arriba de la bestia hasta que quedó cubierta de la
cabeza a los pies y el río de lava formó un charco en el suelo amenazando con iniciar un
incendio en la hierba alta.
El enano liberó el hechizo y vio con detenimiento como la lava se enfrió
sepultando a Burke dentro de la roca negra con vetas rojas todavía humeante. El mango
de quebracho del hacha de Balthor, impermeable al calor, sobresalía de la prisión
rocosa, pero no hubo ningún movimiento desde dentro.
"¿No lo pueden matar, eh?" preguntó Balthor mirando hacia atrás en dirección al
tritón que se sentó estoicamente con aspecto aburrido e indiferente por la lucha. "No hay
nada ni nadie en este mundo que no pueda vencer en la batalla."
"Primero termina esta batalla y luego ya veremos," replicó Laquatus.

141
Balthor hizo un gesto despectivo al tritón y se volvió hacia la bestia encarcelada
en lava. Todavía no se había movido y Balthor estaba seguro de que nada podría
sobrevivir al calor y el poder de esa cantidad de lava. Poco a poco, con cautela, se
acercó con la intención de extraer el hacha y usarla para destrozar la deforme estatua
negra.
El caparazón rocoso encerrando a Burke entró en erupción desde dentro
lanzando trozos de piedras en todas direcciones y haciendo volar a Balthor hacia atrás
tres metros por el aire, donde aterrizó sobre su espalda con su rostro, sus manos y sus
brazos rayados de sangre de las heridas causadas por la explosión.
Balthor pudo oír al tritón dando risotadas por detrás pero quedó más preocupado
por la bestia liberada dirigiéndose hacia a él. Rodó a un lado, se levantó y trató de
zambullirse entre las piernas de Burke ya que la criatura ya estaba justo encima de él.
Sintió un dolor agudo en la espalda mientras rodaba a través.
Miró hacia atrás mientras corría por seguridad y pudo ver los dedos de Burke,
que se habían convertido en delgadas y largas cuchillas retrayéndose de nuevo a un
tamaño normal cuando se giró para perseguirlo.
"No puedo cortarlo. No puedo destrozarlo. Y no puedo quemarlo," dijo Balthor
para sus adentros mientras corría con la sangre goteando en el suelo desde su espalda.
¿Cómo logro matarlo?, pensó.
Te lo dije, fue la respuesta en su mente. No puedes. Abandona ahora y sírveme...
y puede que te deje vivir.
"¡Fuera de mi cabeza, tú demonio!" gritó Balthor volviéndose a lanzar al suelo
para salir del largo alcance del secuaz azul y negro del tritón. "Encontraré una manera
de matar a tu bestia. Siempre lo hago."
Pero nadie menos que un dios puede matar a Burke, fue la respuesta mental.
Créeme. Y una vez que termine contigo lo enviaré al bosque para matar a Kamahl. Vive
con ese fracaso enano... pero no por mucho tiempo.
"Un dios, ¿eh?" murmuró Balthor zambulléndose fuera del alcance de Burke
para evitar otro golpe del fuerte brazo de la bestia. "Entonces puede que tenga algo para
vos. Pero primero tengo que conseguir mi hacha."
En el siguiente paso de Burke, Balthor trató de esquivar el ataque entrante,
planeando entrar en el alcance de la bestia y aferrar su hacha, que todavía seguía
empalada en la criatura. El brazo de Burke creció otros quince centímetros y atrapó a
Balthor en el hombro, rompiendo su clavícula y tirándolo al suelo.
"Maldito seáis…" comenzó a decir Balthor haciendo una mueca de dolor y
tratando de mover su brazo ya inútil pero su maldición se detuvo cuando la bestia
hundió un puño en su boca. Burke extendió la carne de su mano y brazo en la garganta
de Balthor ahogando al enano y cerrando su vía respiratoria. Balthor pudo ver el mango
de su hacha pegada directamente frente a él y agitó su brazo bueno tratando de
agarrarlo. Estaba apenas fuera de su alcance.
A punto de desmayarse y amordazado por la carne gomosa del brazo de Burke,
que siguió fluyendo por su garganta, mordió con fuerza cortando la extremidad. Aún
asfixiado, el ensangrentado y golpeado enano se agachó bajo el apéndice agitándose de
Burke mientras la bestia trató de volver a meterlo en su boca y dio un salto alto en el
aire para agarrar su hacha.
Luchando por permanecer consciente, porque todavía no podía tomar aliento,
Balthor comenzó a invocar el maná que necesitaba para su hechizo final. Un hechizo
transmitido en su familia de generación en generación. Un hechizo, se decía, que había
sido dado al gran Balthor Carapiedra por el mismo Fiers. Un hechizo tan poderoso que
solía consumir al lanzador tanto como a su objetivo.

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Burke tomó la cabeza del enano y comenzó a exprimir su cráneo pero Balthor
ignoró el ataque introduciendo más y más maná en su hacha, drenando todas sus
reservas y extrayendo más de las montañas distantes. El enano, con la oscuridad
introduciéndose en él, sangre brotando de sus ojos y filtrándose desde sus orejas debido
a la presión golpeando en su cerebro, desató el hechizo. Un rayo de luz blanca se
disparó hacia el cielo desde la cabeza del hacha, que todavía yacía en el interior del
cuerpo de Burke.
Cuando el rayo tocó el cielo unas nubes empezaron a formarse a su alrededor.
Turbias nubes negras y marrones que emanaban del rayo y cubrieron rápidamente el
cielo, tapando el sol. Entonces, mientras Balthor se desmayaba, el rayo terminó,
elevándose hasta las nubes y desapareciendo.
Lo último que Balthor oyó fue al tritón riendo otra vez. Pero lo supo. Él supo
que había ganado. Antes de que Burke pudiera dejar caer al enano inconsciente al suelo
las nubes por encima se abrieron una vez más y desde el mismo lugar donde el delgado
rayo había desaparecido, un crepitante rayo de un metro y medio de ancho se lanzó
hacia el suelo engullendo a Burke y al enano inconsciente que sostenía a un brazo de
distancia a medio camino del bosque.
El rayo abrió un agujero en el suelo bajo los pies de Burke, excavando
profundamente en la tierra, quemando todo lo que tocaba y convirtiéndolo en cenizas.
Burke resistió la embestida eléctrica durante varios minutos pero el rayo continuó
excavando en él y en el suelo hasta que empezó a despellejar la piel de la bestia capa
por capa. Centímetro a centímetro la carne de Burke fue arrancada y quemada en
cenizas por la ira de Fiers hasta que no quedó nada salvo la mano que había sostenido a
Balthor.
Balthor despertó sobresaltado cuando cayó al suelo pero siguió sin poder respirar
con el gran pedazo de Burke obstruyendo su garganta. Permaneció allí jadeando en
busca de aire mucho después de que el hechizo terminara, incapaz de soltar la carne
gomosa. Finalmente vio dos pies palmeados azul plateados detenerse en frente de él.
"Debería matarte por eso, enano," dijo Laquatus. "Pero veo que la mayor parte
de mi trabajo ya se ha hecho. Tal vez sólo vaya a sentarme aquí y verte morir,
ahogándote en la maravillosa criatura que acabas de destruir."
"No… te daré... tal placer," jadeó Balthor empezando a estirarse hacia su boca
para retirar la carne muerta de Burke de su garganta.
"Agj, aj, agj," le imitó Laquatus. "Bah, no puedo dejar que sigas haciendo eso."
Balthor levantó la mirada para ver a Laquatus gesticulando y runiendo maná. Un
momento después sus brazos y sus piernas se congelaron en su lugar. No pudo moverse.
No pudo despejar su garganta de la obstrucción. Sólo pudo quedarse allí mientras la
oscuridad se asentaba.
"Me encantaría quedarme a ver el final del legendario Balthor Puñorocoso," dijo
Laquatus arrodillándose para que Balthor pudiera ver su rostro y el hacha de guerra que
ahora llevaba con él, "pero tengo tu arma para mi vitrina de trofeos. Esa es una
venganza suficiente para mí. Además, tengo un destino que cumplir. Adiós, enano.
Buena suerte con tu muerte."
"Volveré... por tí," jadeó Balthor justo antes de volver a perder el conocimiento.

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144
Capitulo 20

145
Laquatus
caminó hacia la entrada
del Bosque Krosano
advirtiendo una vez más
cuan claramente definido
estaba el límite. La alta
hierba de la sabana
terminaba a pocos metros
de los anchos troncos de
los primeros árboles
sustituida por el musgo
esponjoso que cubría el
suelo bajo el bosque. El
tritón sabía que una vez
que entrara en el bosque
estaría accediendo a un
mundo diferente, un
mundo de sombras y
peligro muy similar a su mundo submarino. La luz del sol no penetraba la densa copa de
los árboles de la misma manera que no podía penetrar hasta el fondo de su océano. La
muerte podía fácilmente llegar desde arriba o debajo de uno en el bosque al igual que
desde el costado. Las criaturas del bosque vivían y luchaban en todas las elevaciones.
"Condenado enano," volvió a murmurar Laquatus mientras miraba en la sombría
oscuridad de la orilla cubierta de musgo del bosque. "Esto no va a ser fácil sin Burke."
Laquatus concentró su mente en el bosque, empujando sus sentidos a sus límites.
Después de unos instantes pudo oír arañas tejiendo sus telas, ver termitas cavando
túneles en el tronco podrido de un árbol muerto, y sentir la brisa creada por polillas
revoloteando en el interior del bosque. El mago, invocando aún más maná, alzó las
manos cerca de su cara, chasqueó los dedos simultáneamente, y desapareció.
"Ahora puedo verte," le dijo Laquatus al bosque, "pero tú no me puede ver." Y
diciendo eso el tritón invisible se introdujo lentamente en Krosa escogiendo su camino
por el denso follaje para evitar proporcionar alguna pista visible de su ubicación.
Mientras se movió en silencio y con cuidado hacia el lugar de la emboscada y su
premio final investigó el bosque que le rodeaba con sus sentidos mejorados en busca de
peligros acechantes así como del bárbaro rebelde. Pero el bosque estaba extrañamente
silencioso.
Kamahl debe haber despertado alguna respuesta del bosque cuando irrumpió por
aquí, pensó Laquatus deteniéndose para inspeccionar su entorno más de cerca. Yo
debería ser capaz de oír los sonidos de la batalla de las tropas de Havelock. Sé que estoy
cerca del lugar de la emboscada. ¡Por las profundidades de Norda! ¿Qué está pasando
aquí?
Laquatus soltó el hechizo de invisibilidad y vertió más maná en su hechizo
sensorial empujando sus sentidos hasta el límite para buscar a Kamahl, al Mirari, o
cualquier signo de sus soldados. Entonces se dio cuenta que el bárbaro había pasado por
allí. Podía ver diminutos pelos de caballo pegados a las rebabas en la maleza, podía oler
las correas de cuero mojadas y las mantas de lana húmedas atadas a los caballos, podía
sentir el repiqueteo de la energía emanando del orbe espejado que tanto deseaba.

146
Todas esas sensaciones eran minúsculamente viejas. No había evidencia de que
Kamahl o el Mirari hubieran sido detenidos por la emboscada. Así que ¿dónde está
Havelock?, se preguntó Laquatus.
En ese momento el tritón detectó una acumulación de energía cercana y sus
agudos sentidos le dijeron que un portal de agua se estaba abriendo detrás de un árbol a
pocos metros al norte. Corrió hacia adelante, empujando arbustos fuera de su camino, ya
sin preocuparse por su seguridad.
Laquatus rodeó el gran árbol esperando ver a sus soldados de élite y casi con la
esperanza de que ya tuvieran el Mirari en su poder. Sólo encontró a Havelock, apoyado
contra un árbol, una larga incisión a través de su brillante frente azul, un ojo cerrado por
la hinchazón, una gran mancha de sangre en la parte delantera de su túnica.
"Havelock," gritó Laquatus mientras se dejaba caer de rodillas al lado del
comandante tritón herido. "¿Qué ha pasado? ¿Dónde están mis soldados? ¿Dónde está
mi orbe?"
Havelock levantó lentamente la cabeza y miró a Laquatus a través de su único
ojo. "Fuimos... aghj... emboscados, mi señor... agj," dijo Havelock silbando por la herida
en el pecho.
"¿Por el bárbaro?" preguntó Laquatus pensando en el poder del hombre y el
orbe. "¿El Mirari hizo esto?"
"No... milord," jadeó Havelock. "Las fuerzas... de la... emperatriz... atacaron…
por detrás… nunca tuve la oportunidad." La cornuda cabeza del comandante cayó sobre
su pecho y su largo y delgado cuerpo se desplomó en el suelo debajo del árbol.
"¡Havelock! ¡Havelock!" gritó Laquatus sacudiendo el cuerpo del comandante.
"¡Maldita sea! ¿Por qué me está pasando esto a mí?"
Laquatus pudo ver las branquias del tritón herido todavía moviéndose. Debía
alejarlo de la zona en caso de que las fuerzas de la emperatriz volvieran a la superficie.
Pero tampoco podía salir del bosque con el comandante porque le resultaría difícil
explicar la presencia de otro tritón a sus aliados de la Orden sobre todo después de
perder a Kamahl en el bosque. Laquatus tendría que enfrentarse a Krosa algo más hasta
que pudiera obtener respuestas del comandante de su ejército.
Hizo levitar el cuerpo de Havelock y reorientó sus sentidos al bosque para
asegurarse de que la extraña calma todavía lo protegiera de los depredadores.
Empujando el cuerpo flotante del comandante en frente de él se dirigió rápidamente
hacia el borde del bosque. Si el peligro se cernía sobre él al menos podría salvar su vida
con una salida rápida y luego ir a buscar la ayuda de las tropas de Eesha o de los
asaltantes de Trenzas.
Laquatus bajó a Havelock a la tierra a la vista del brillante límite del sombrío
bosque y rebuscó en la mochila del comandante por cualquier cosa que pudiera ayudar
al tritón lesionado.
"No puedo creer que haya sido reducido a médico de combate, pero te necesito
vivo, Havelock, si quiero averiguar lo que le ha pasado a mi imperio."
En el interior, Laquatus encontró un paquete de algas que aplicó a la frente y al
ojo del comandante y una red enrollada de sargazos que utilizó para envolver la herida
en el pecho de Havelock. Elementos básicos en la mochila de un soldado que podrían
ayudar a cerrar las heridas y acelerar el proceso de curación. Ahora todo lo que podía
hacer era esperar a que Havelock recuperara la conciencia.
Quince minutos más tarde Laquatus decidió adentrarse en la mente de Havelock
para encontrar la información que necesitaba sobre el ataque. Centrándose en los
últimos recuerdos del tritón herido fue capaz de retroceder hasta los momentos justos
antes del ataque. El comandante estaba sosteniendo el espejo y hablando con Laquatus

147
sobre la emboscada y apenas unos segundos después de finalizar la conexión Havelock
oyó una conmoción en la retaguardia de las fuerzas. Laquatus pudo ver a través de los
recuerdos del comandante grandes gotas de burbujas alzarse hasta la parte superior de
las cavernas acuáticas cuando las tropas de tiburones de la emperatriz atravesaron las
filas del ejército de tritones de Havelock, cortándolos por la mitad con sus fuertes
mandíbulas y dientes de sierra.
Antes de que los soldados pudieran reaccionar a los ataques de los tiburones
anguilas cayeron desde arriba sobre la vanguardia apareciendo de entre las estalactitas
que salpicaban el techo de la caverna. Las anguilas rodearon a las filas del medio y
aturdieron a decenas de soldados con descargas de electricidad mientras los guerreros
tritones se preparaban para los tiburones que se acercaban.
En cuestión de instantes el agua no fue más que una nube de sangre y burbujas y
Laquatus no pudo ver nada más del caos que había estallado un momento después de
que él había hablado por el espejo con su comandante. Un momento extraño, pensó
Laquatus. ¿Podría la emperatriz haber sabido tanto de mis planes? ¿Y de dónde habían
venido esas fuerzas? Talbot había dicho que el grueso de las fuerzas de Llawan estaba
envuelto en una disputa con los piratas. ¡Oh querido Norda! ¡Talbot!
Laquatus sacó su espejo y trató de ponerse en contacto con su asesor pero Talbot
no respondió a su llamada… o no pudo. El tritón no supo que pensar. Intentó activar una
y otra vez el espejo lejano pero ni siquiera pudo sentir donde estaba, lo que sólo podía
significar que había sido destruido.
"¡Maldición!" exclamó Laquatus. "Estoy completamente solo aquí." El tritón
miró al inconsciente Havelock y su ira estalló. "¡Es todo por tu culpa!" gritó una y otra
vez mientras pateó sin parar al comandante lesionado en las costillas hasta que la sangre
comenzó a fluir por debajo de sus vendas.
"Aggh," gimió Havelock. "¿Milord?" Laquatus cayó al suelo junto a Havelock,
agarró la red de algas y volvió a envolver las heridas del oficial.
"Estoy aquí," dijo Laquatus con calides, "sólo curándote Havelock. Quédate
acostado y conserva tu energía."
"Milord," empezó de nuevo Havelock. "¿A dónde iremos desde aquí? ¿Qué
deberíamos hacer ahora?"
Laquatus detuvo el flujo de sangre de la herida agravada y volvió a atar el torso
del comandante mientras reflexionaba sobre esa pregunta.
"Necesitamos el Mirari," dijo más para sí mismo que para Havelock. "Sin este
no tenemos ninguna posibilidad contra la emperatriz. Pero no puedo marchar al corazón
de esta oscura jungla solo. Necesito un ejército. ¡Por las lágrimas de Norda! Incluso la
Orden tiene miedo de este lugar. Los únicos guerreros que alguna vez desafiaron los
misterios de Krosa están en la Cábala y están todos locos."
"Aunque pudiera convencer a Trenzas de entrar en el bosque conmigo no podré
controlarla. Ella es la más loca de todos. Y dudo de que le queden asaltantes suficientes
como para hacer mella en este lugar de todos modos. Si Trenzas tan solo tuviera las
tropas de Eesha entonces yo podría hacer algo. Si pudiera controlarla durante el final del
juego..."
La voz de Laquatus calló pero su mente continuó tejiendo juntos los detalles de
un nuevo plan. Había terminado de reconsolidar las heridas de Havelock y el
comandante se había quedado dormido pero el tritón lesionado ya no silbaba al respirar.
"Bueno," dijo Laquatus. "Duerme y cúrate, mi amigo. Aún tendré necesidad de ti
antes de que esto acabe."

* * * * *

148
"¿Qué quieres que hagamos qué?" preguntó Eesha saltando de su escritorio.
"Unir fuerzas con un enemigo con el fin de perseguir y matar a un enemigo
mayor," respondió Laquatus.
"Lord Laquatus, hemos estado todo el día luchando contra la Cábala," dijo Eesha
caminando de un lado a otro detrás de su escritorio. "Hemos sufrido muchas bajas a
manos de esos asesinos. ¿Ahora usted quiere que trabaje codo con codo junto con esos...
guls?"
"Kamahl mató a Burke," gritó Laquatus a Eesha forzando una nota de histeria
en su voz para dar énfasis. "Mi compañero más cercano, mi... amigo. Y estuvo a punto
de matarme antes de que me viera obligado a retirarme. Él tiene el Mirari y con ese
poder ni siquiera tiene miedo a los terrores de Krosa."
Laquatus hizo una pausa por un momento respirando con dificultad a través de
su boca como había visto hacerlo a otros habitantes de lo seco cuando estaban muy
emocionados. Quedó interiormente contento cuando Eesha le sirvió una copa y se la
puso sobre la mesa frente a él.
Después de tomar un sorbo del fuerte licor de la Orden, se limpió la boca, simuló
calmarse y dijo: "Gracias, Comandante. Tal vez... tal vez podamos hacer esto sin la
Cábala. ¿Cuántas unidades aven le quedan después de la acción de hoy?"
Eesha se dejó caer en su silla, haciendo una mueca por algún dolor, y luego se
movió hacia adelante para desplegar ligeramente sus alas. "Ninguna," dijo. "Esos
bastardos de la Cábala parecieron concentrar toda su atención en mis compañeros aven
aún cuando nosotros rompimos a través de sus filas frontales en el suelo."
Laquatus tomó otro sorbo del asqueroso líquido marrón volviendo a aguantar su
propia mueca ante el sabor y asintió con tristeza. Él ya sabía la respuesta.
"Lo siento por su pérdida, Comandante," dijo. "La guerra es un terrible
desperdicio de la vida sobre todo cuando la muerte de los caídos es en vano."
Laquatus miró fijamente a los ojos de Eesha, dentro de su mente, mientras
continuó. "Me temo que sin esas unidades aven no hay manera de que podamos
recuperar el Mirari del interior del bosque. La infantería de la Orden, aunque son
magníficos guerreros, no podrán sobrevivir a Krosa sin apoyo. No deje que la muerte de
sus compañeros avens haya sido para nada Comandante. La Cábala quiere al bárbaro
tanto como usted así que utilice sus asaltantes para ayudarle a completar su misión. Deje
que los asesinos de sus hermanos sean el forraje para su guerra en el bosque."
A pesar de que su última línea tuvo la fuerza de una sugerencia mágica detrás de
ella Eesha siguió sin convencerse. "Pero ¿qué hay del Mirari?" preguntó. "No hay duda
de que el Primero nunca nos permitiría quedárnoslo y yo no voy a permitir que vuelva a
caer en sus manos."
El tritón continuó forzando su hechizo de sugerencia en la mente de Eesha. "El
Primero está motivado por la codicia," dijo Laquatus en palabras y pensamientos. "Él
quiere el orbe para reconstruir los pozos pero no puede reconstruir los pozos si está en
guerra con ustedes. Él lo sabe. Ofrézcale la paz a cambio de la esfera. ¿Qué es más
importante, la destrucción del Mirari o un montón de paganos matándose unos a otros?
Usted puede reconstruir sus fuerzas mientras él juega sus juegos. ¿Quién será el más
fuerte dentro de diez años?"
Laquatus contuvo el aliento mientras esperó alguna señal de que sus
manipulaciones habían funcionado.
Eesha asintió finalmente un poco con la cabeza y, con una voz que parecía más
resignada que convencida, dijo: "¿Qué hacemos ahora?"

149
Laquatus volvió a respirar y pensó, uno menos, falta otro. A la comandante aven
respondió, "Organizaré una reunión. Tenemos que trabajar rápido antes de que el bosque
engulla a Kamahl y el Mirari. Esté preparada para encontrarse al amanecer cerca del
borde del bosque."
"¿Podemos confiar en usted, Lord Laquatus?" preguntó Eesha cuando el tritón se
levantó para irse.
"Como siempre, Comandante," respondió el ex embajador. "Como siempre."

* * * * *

Laquatus llegó al campamento de la Cábala poco después del anochecer. Estaba


seguro de que había sido seguido por las tropas de la Orden pero ya había esperado eso
de Eesha y no hizo nada para disuadir o hacer daño a sus perseguidores. Esperó que los
soldados fueran capaces de permanecer ocultos a los centinelas de la Cábala lo
suficiente como para que él terminara su negocio y ellos pudieran seguir con vida para
informar de lo que vieron.
Tan pronto como entró en el campamento fue rodeado por invocadores de
demencia que lo escoltaron más o menos a regañadientes a la tienda más grande en el
medio del campo después de una sencilla persuasión mental. Que ellos le informen eso
a Eesha pensó Laquatus mientras se dejó pinchar con cuchillos y palos con púas.
Trenzas estaba sentada sonriendo dentro de la tienda. A su lado había un
hechicero de demencia a quien Laquatus no conocía pero que debía ser Traybor si el
tritón podía seguir confiando en la información que había recibido de Talbot.
Trenzas golpeó con los puños sobre la mesa y se levantó de su silla de un
empujón. Mientras caminó alrededor hacia Laquatus se preguntó si esa reunión había
sido una buena idea.
Aferró al alto tritón con las dos manos y lo acercó en un fuerte abrazo diciendo,
"Me alegro de verte, mi querido amigo. Había oído que estabas muerto pero sabía que
eras demasiado terco para morir." Trenzas soltó su abrazo y le dio a Laquatus un
golpecito en el pecho. "Al menos no mientras el Mirari todavía se te escapa, ¿eh?" dijo
guiñándole un ojo antes de regresar a su asiento.
Laquatus fue sorprendido por esta bienvenida. La última vez que el tritón había
estado en el campamento de los asaltantes Burke había matado a tres hechiceros de
demencia y a decenas de criaturas de demencia bajo sus órdenes. Y aunque él estaba
seguro de que no había manera de que Trenzas pudiera saber que él había estado detrás
de esas muertes, la Cábala o había matado a Talbot o lo había vuelto en su contra desde
aquella última incursión en este campo. ¿Por qué, entonces, la cálida bienvenida?
"Me conoces demasiado bien," dijo Laquatus poniendo una sonrisa en su rostro
tan grande como su mente preocupada pudo convocar. "De hecho, es el Mirari el que
me trae aquí esta noche. Sé dónde está y tengo un plan para recuperarlo."
"Otro plan del sabio Laquatus," dijo Trenzas.
"Sé que ha sido más difícil recuperar el orbe del bárbaro de lo que pensaba,"
continuó Laquatus desconcertado como siempre por la desquiciada hechicera. "Pero
Kamahl ha entrado en el Bosque Krosano y no tiene ningún lugar donde huir."
"Será como en los viejos tiempos, ¿eh, embajador?" dijo Trenzas guiñando un
ojo de nuevo. "¿Yo en la búsqueda de una pequeña esfera de plata mientras que usted
trama la caída de los cefálidos? Funcionó bien la última vez, ¿verdad?"
Laquatus suspiró. Hablar con Trenzas siempre le daba dolor de cabeza. "Por lo
que recuerdo," dijo el tritón, "tu terminaste con el Mirari en ese momento y yo perdí a
mi siervo. Bueno, esta vez ya he perdido a mi siervo, pero tengo algo que tu necesitas."

150
"¿Burke se ha ido?" preguntó Trenzas que ahora miró a través de Laquatus en
vez de a él. Sus ojos se pusieron en blanco y la nube negra descendió alrededor de su
cabeza.
Los segundos se convirtieron en minutos y Laquatus no supo si la reunión había
terminado o si debía seguir esperando. Finalmente la nube se levantó y comenzó a girar
una vez más.
"Ah, sí," dijo Trenzas. "El enano. Ese era muy poderoso. Destruyó una creación
del Mirari utilizando sólo su propio poder. Impresionante. Usted lo dejó morir. Qué
desperdicio. Tenía planes para ese."
Laquatus se sorprendió por su acceso a la información contenida sólo en su
cerebro que ningún mago había penetrado hasta ahora.
"Lo siento. No sabía que ustedes dos tenían una historia," dijo respondiendo por
instinto mientras trataba de dilucidar lo que acababa de suceder. Rápidamente sondeó su
propia mente para percibir cualquier manipulación de parte de ella pero no encontró
ninguna. "Si lo hubiera sabido habría salvado al enano para ti."
"No importa," dijo. "Vivo o muerto es todo lo mismo. ¿Ha dicho que tenía un
plan y algo que ofrecer?"
"Sí," dijo Laquatus con su cabeza latiendo por todos los giros y vueltas de esa
conversación. "Me di cuenta en mi camino hacia aquí que su infantería esta
completamente agotada por los ataques de la Orden de esta mañana."
"Sí," interrumpió Traybor, "pero destruimos a sus magos aven a cambio de la
pérdida de nuestra infantería una clara victoria para la Cábala."
Laquatus asintió. "Estoy de acuerdo. Sin sus unidades aven no tienen
exploradores de avanzada por lo que no les será posible adentrarse en el bosque. Pero
sin su infantería para mantener a raya a los terrores de la selva el tiempo suficiente
como para que ustedes puedan invocar a sus propios horrores tampoco pueden darse el
lujo de entrar en el bosque."
"¿Qué propone usted, Embajador?" preguntó Trenzas aparentemente lúcida y
siguiendo el curso de la conversación.
"Yo les puedo dar más que suficientes guerreros para un ataque prolongado a
Krosa," dijo Laquatus volviendo a recuperar su ritmo. "A cambio se me permitirá usar el
Mirari para aplastar a la emperatriz. Una vez que haya hecho eso con mucho gusto le
devolveré el artefacto al Primero y le proporcionaré apoyo militar a la Cábala en
cualquier guerra futura contra la Orden."
Laquatus sabía que no importaba si Trenzas o el Primero le creían. El necesitaba
esas tropas ahora y no importaría quién llegara primero al orbe en el bosque siempre y
cuando Havelock pudiera encontrar suficientes guerreros tritones para completar la
emboscada en el final.
"¿Y de dónde provendrían estas tropas, Embajador?"
"Esa es la gran ironía, Señorita Trenzas," dijo Laquatus. "Sus nuevos soldados
serán la infantería de la Orden. Puede ponerlos delante de ustedes como ovejas y todo
aquel que muera en nuestra búsqueda para recuperar el Mirari será uno menos que
tendrá que enfrentar a medida que reconstruyan los pozos."
"¿La Orden ha acordado hacer esto?" preguntó Traybor.
"Bueno, Eesha planea usarles a ustedes y sus invocadores para ayudarle a
recuperar el orbe para la Orden," dijo Laquatus. "Ella puede incluso ofrecerles extender
la paz indefinidamente a cambio del derecho a destruir el Mirari. Ella los necesita pero
ustedes también la necesitan. El resto lo decidirá la historia y los diplomáticos. Si
desean unir fuerzas reúnanse en el borde del bosque al amanecer. Yo esperaré allí a
ambos bandos."

151
Trenzas y Traybor se miraron entre sí y aunque no estuvo seguro Laquatus pensó
que hubo algún intercambio no verbal entre los dos.
"Nos reuniremos con usted y los líderes de la Orden al amanecer," dijo Trenzas.
"Ahora váyase y llévese a sus sombras de la Orden con usted."

* * * * *

Laquatus condujo a sus sombras de la Orden de nuevo al límite del bosque


donde Burke y Balthor habían luchado esa mañana. También estuvo bastante seguro de
que sus propias sombras estaban siendo ensombrecidas por asaltantes de la Cábala.
"Ya nadie se fía nunca más de nadie," dijo el mago tritón mientras recogía su
bolsa de la hierba alta y se ponía a hacer un fuego. "Por supuesto esa es justamente la
forma en que me gusta."
Laquatus sabía que tendría que pasar la noche en soledad para disipar los
temores tanto de la Orden como de la Cábala de que simplemente estuviera poniendo a
un lado contra el otro pero era un pequeño precio a pagar por el Mirari. Además, estaba
tan seguro como si Burke aún estuviera a su lado, con ambos aliados cuidándolo y
mirándose el uno al otro.
"Pobre Burke," dijo Laquatus mientras calentaba sus manos sobre las primeras
llamas del fuego. "Cuando todo esto termine haré que te rehagan. Tal vez incluso le
devuelva el orbe al Primero a cambio. Y luego marcharemos hacia las Montañas
Párdicas para tomar venganza sobre los enanos por lo que él hizo…"
Laquatus se detuvo para mirar por encima hacia donde Balthor había estado esa
mañana, sofocándose por la longitud del brazo de Burke alojado en su garganta. Nada
quedaba excepto una zona de césped pisoteado de un metro y medio de largo y un metro
de ancho junto con dos senderos dirigiéndose a través de la granilla hasta el borde del
bosque. Laquatus sabía que el primer camino era el suyo cuando dejó al enano para
entrar en el bosque esa mañana. Pero el tritón no pudo explicar el segundo camino.

152
Capitulo 21

153
Kamahl se precipitó a toda velocidad por el bosque, estrellándose a través de
la maleza, chocando de refilón con los árboles y saltando sobre troncos caídos. Apenas
vio hacia donde le llevó su caballo. Siguió mirando por encima del hombro preocupado
por la posible persecución y por la seguridad de su hermana que todavía estaba atada al
caballo detrás de él.
Los segundos se convirtieron en minutos y el gran bárbaro comenzó a sentirse
seguro de que no había ningún peligro inmediato desde fuera del bosque. Se volvió más
consciente de su entorno, frenó su caballo a un trote y exploró el área en busca de signos
de grandes depredadores. El bosque parecía muy tranquilo, especialmente teniendo en
cuenta el ruido que él y su montura habían estado haciendo.
El bárbaro bajó de un salto y condujo al animal por las riendas mirando las hojas
en busca de algún movimiento, explorando la tierra por huellas o arbustos rotos que
pudieran indicar un peligro cercano. Lo que encontró fue absolutamente ninguna
evidencia de grandes animales moviéndose a través del área en cualquier momento
durante los últimos días y eso le preocupó aún más.
"¿Que está pasando aquí?" preguntó en voz alta.
"Hemos estado esperando por ti, mi amigo," fue la respuesta a sus espaldas.
Kamahl se dio la vuelta estirándose de forma automática por la espada en su
espalda que no había estado allí por días. Con las manos vacías el bárbaro tomó una
postura defensiva y escudriñó la densa vegetación detrás de él, tratando de localizar el
origen de la voz. Se trasladó lentamente en torno a los caballos para ponerse entre su
hermana y cualquier peligro posible pero no pudo ver quién había hablado.
Atrapó algún movimiento por el rabillo del ojo y se lanzó hacia adelante para
agarrar a su enemigo y sacarlo a la luz. El bárbaro patinó alrededor del árbol más
cercano y no atrapó nada más que aire en sus manos. Cuando se dio la vuelta se vio cara
a cara con una bestia enorme, mitad hombre y mitad caballo, cubierto de cuero en la
delantera y una guirnalda de hojas y bayas extendiéndose hasta su cola.
"¡Seton!" gritó Kamahl. Tomó la mano de su amigo y atrajo al centauro un paso
completo para darle un abrazo. "No tenía ni idea de cómo iba a encontrarte pero aquí
estás."
"Thriss sabía que ibas a venir," dijo el centauro crípticamente. "Esta área ha sido
pacificada para tu viaje y yo he sido enviado para darte la bienvenida al bosque."
"¿Pacificada?" preguntó el bárbaro. "¿No querrás decir que las criaturas
fueron...?"
"No," dijo Seton mientras conducía a Kamahl de vuelta a su caballo. "El orden
natural no puede ser alterado pero los depredadores van a donde Thriss quiere. Ellos
deben seguir a sus presas. Es su… naturaleza."
"¿Thriss?" preguntó Kamahl con su cabeza girando por ese extraño encuentro.
Seton sonrió. "Ven," dijo el centauro ayudando al bárbaro a volver a su montura.
"Ya lo entenderás. Pero primero debemos llevarte a algún lugar seguro y yo debo cuidar
de tu hermana. Por eso has venido, ¿no?"
"¿Cómo haces...? ¿Cómo hace... Thriss para saber por qué estoy aquí?"
"Todo a su tiempo, mi amigo. Todo a su tiempo," dijo Seton. "Ahora, ¿crees que
podrás seguirme?"
"Por supuesto."

154
"Lo veremos," dijo el centauro mientras corría hacia el bosque desapareciendo
casi de inmediato en la vegetación. "Ya lo veremos. Ésta es tu primera prueba."
Kamahl no se molestó en responder a pesar de que tenía un centenar de
preguntas que hacer. En cambio se concentró en observar los signos del paso de Seton
por el bosque lo que fue difícil debido al camuflaje de las vides, hojas y bayas que el
centauro llevaba en su espalda. Seton pareció capaz de moverse a través de la densa
vegetación sin alterar siquiera una hoja o una ramita.
Kamahl, basándose en los sonidos de los cascos del centauro, el movimiento de
los árboles, las hojas y las ramas a su alrededor, y el olor de la ropa de cuero de Seton
para guiarlo se dirigió lo más rápido que pudo a través del bosque zigzagueando
adelante y atrás. A veces se trasladó hacia el norte por largos períodos, otras veces
virando al este, al oeste, e incluso volviendo hacia el sur. Después de un tiempo ya no
estuvo seguro de a qué dirección se dirigía pero si de que nunca estuvo a más de diez
metros detrás de Seton.
De repente Kamahl entró en un claro. Veinticinco metros a lo lejos se asentaba
una vivienda redonda hecha con enredaderas que parecían crecer de la tierra cubierta de
musgo para crear una cúpula natural completa con ventanas. El bárbaro pudo ver luz
parpadeando desde el interior pero no vislumbró ni rastro del centauro en algún lugar
dentro del gran claro. Se acercó hasta la ventana para mirar el interior de la choza de
zarzas y encontró a Seton dentro preparando una comida.
Kamahl ató las riendas de su caballo alrededor de algunas de las zarzas luego
desató el cuerpo de su hermana de la segunda montura. Echó un vistazo al bulto que
contenía su espada y el Mirari y decidió dejarlo. Todavía no estaba listo para volver a
tocar la espada. Cargó a su hermana por encima del hombro, buscó la puerta de la
cabaña y realizando un círculo completo alrededor de la construcción de zarzas volvió a
encontrarse con los caballos.
"Debe ser la segunda prueba," se quejó el bárbaro volviendo a caminar en torno
a la choza y mirando más de cerca las ramas entrelazadas que formaban la pared. No
pudo ver aberturas naturales que pudieran sugerir una entrada.
"Tal vez debería usar mi espada," murmuró Kamahl después de un segundo
circuito alrededor de la choza. "No. Tengo que pensar de forma más natural. Tal vez un
enfoque práctico funcionará." El guerrero caminó una vez más alrededor de la choza
hasta el lado justo enfrente de la ventana y puso la mano en la pared. Pudo sentirla crujir
bajo su tacto, las vides aún vivas. Kamahl ejerció su voluntad sobre las zarzas y abrió
lentamente un agujero en la pared con las ramas dobladas a un lado para dejarle pasar.
"Bien hecho," dijo Seton desde el otro lado de la choza de una sola habitación.
"Has cambiado mucho desde la última vez que nos vimos, bárbaro. Yo casi esperaba
que cortaras a través de la pared de mi casa para llegar a mí."
"Pensé en eso," dijo Kamahl entrando en la habitación. "Pensé en eso. Ahora,
¿vas a mirar la herida de mi hermana? Podremos recorrer mis preguntas después."
"Ponla sobre las pieles de allí," dijo Seton mientras maniobraba alrededor de la
mesa para llegar a la parte trasera de la choza.
Kamahl colocó a su hermana en el montón de pieles. "¿Supongo que todos
murieron de muerte natural?" preguntó mientras miraba a las pieles.
"Toda la vida es circular," dijo Seton mientras se acercaba a la cama. "No hay
vida sin muerte ni muerte sin vida. Hoy ellos son mi ropa de cama. Mañana yo puedo
ser su comida."
"Bueno, yo por el momento no estoy listo para ser la comida de nadie," dijo
Kamahl. "Y tampoco mi hermana. ¿Puedes ayudarme?"

155
"Puedo ayudarlos a ambos," dijo Seton mientras miraba al suelo. Desde debajo
de las pieles unas ramas empujaron fuera de la pared y elevaron a Jeska en el aire
formando una mesa delante del centauro. "Pero voy a necesitar el Mirari. Sólo la espada
que la hirió puede ahora sanarla. Por favor tráela de tu caballo."
"¿Este Thriss lo sabe todo?" preguntó Kamahl acariciando la pared con la mano
para volver a abrir la puerta.
"Sólo que el Mirari se utilizó recientemente y que ha causado a tu hermana un
gran, gran dolor," dijo Seton mirando a la herida azul brillante en el estómago de Jeska.
"El resto tendrás que conjeturarlo."
Kamahl volvió al caballo y desató el paquete. Dudó un momento antes de volver
a agarrar la espada y retornar a Seton.
"Desenvuélvela por favor," dijo Seton, "y dime todo sobre la herida de Jeska y
cómo llegó a ser infectada por este fuego azul."
Mientras Kamahl desenvolvía la hoja le contó a Seton sobre el conflicto que él
había llevado a cabo tanto en contra de la tentación del poder del Mirari como en contra
de su hermana siendo que ella sólo estaba tratando de salvarlo. Le dijo al druida
centauro sobre su batalla final y la maldición con la que él había apuñalado a Jeska que
había causado que ella ardiera desde el interior hasta ser consumida.
Kamahl pudo sentir el poder del Mirari en sus manos y no quiso nada más que
contemplar su esplendor una vez más, pero resistió, sosteniendo su gran espada a su
lado y manteniendo los ojos fijos en su hermana. Cuando Seton extendió las manos para
pedir la espada Kamahl miró a la empuñadura mientras se la entregó al druida, vio el
orbe sólo por un instante y luego apartó la vista.
La esfera fue tan magnífica como la recordaba desde la primera vez que la había
visto en la sala del tesoro de los pozos y más tarde en el pasillo en ruinas fuera de los
cuartos de Cadenero. El orbe se había opacado durante el torneo o así había parecido.
Tal vez no era más que la hastiada memoria de Kamahl de esa época. Ahora la esfera
volvió a brillar con una luz interior que amenazó con eclipsar a la luna en una noche
despejada y sin estrellas, una deslumbrante belleza más magnífica que las crías de un
dragón brillante iluminadas por miles de velas.
Kamahl hizo una pausa, sin soltar la espada en las manos de Seton ni tampoco
tirando hacia atrás. Se quedó allí, sosteniendo la espada y tratando de no mirar hacia el
orbe. Pero fue como si no pudiera dejarla ir hasta que viera lo que la esfera tenía que
mostrarle.
"¿Qué ves?" preguntó Seton aparentemente leyendo sus pensamientos. "Míralo.
¿Qué ves?"
Lentamente Kamahl permitió que sus ojos se centraran en el reflejo en el orbe y
vio que era diferente. Ya no observó a un valiente bárbaro de pie sobre el Monte Fiers
con multitudes de bárbaros rodeándolo.
"Veo una montaña," dijo en un ronco susurro. "Está rodeada de bosque, y el
bosque sube extendiéndose por sus laderas, creciendo más y más rápido, tratando de
llegar a la cima y de envolver a la montaña."
Kamahl soltó la espada y dejó que Seton la tomara de él. Seton la sostuvo y la
contempló. Entonces el bárbaro se dejó caer sobre un montón de pieles agotado por las
peleas y las huidas y la visión de la esfera.
"¿Qué significa, Seton?" preguntó. "¿Qué significa todo eso?"
"Para obtener la respuesta a eso tendrás que preguntarle a Thriss," dijo el
centauro. "Ahora descansa un poco. Tengo que determinar la forma de revertir esta
maldición y eso va a tomar algo de tiempo."

156
* * * * *

"¿Cómo fue su reunión con Laquatus y esa bruja de la Cábala?" preguntó Dinell
cuando Eesha regresó al campamento de sus negociaciones en la madrugada. "Me
habría gustado que me hubiera permitido asistir. No confío en ninguna de esas
personas."
"¿Habrías sido capaz de ver a través de sus mentiras mejor que yo?" preguntó
Eesha irritada por una mañana tratando de descifrar el galimatías de Trenzas y las
falsedades de Laquatus.
"No, señora," dijo Dinell, "pero podría haber vigilado su espalda en caso de
haber sido un objetivo para algo más que una lengua de púas."
"Tiene razón, Teniente," dijo Eesha volteando la solapa de su tienda y
dirigiéndose a su puesto de mando. "Pero la reunión fue en campo abierto y ambas
partes observaron desde la distancia. Estuve más preocupada de que la tregua no se
mantuviera de que uno de esos dos paganos intentaran algo mientras mis propios
guardias miraban."
Eesha se dejó caer en su silla y hundió su rostro en el hueco de su ala, exhausta
por las batallas mentales y verbales que había luchado durante toda la mañana. Cuando
levantó la vista vio a Dinell todavía de pie en posición de firme delante de su escritorio.
"Entonces, ¿cómo le fue, señora?" preguntó de nuevo. "¿Cuáles son nuestras
órdenes?"
"La reunión fue tan bien como esperábamos," dijo Eesha. Reorganizó las figuras
sobre su mapa colocando la mayoría de los guerreros blancos en una clásica formación
de cuña en el borde del bosque con el escuadrón más pequeño de figuras negras en un
grupo suelto detrás de la seguridad de la cuña. "Nuestras tropas cortarán una amplia
franja en el bosque mientras que los asaltantes de la Cábala proporcionarán apoyo desde
la seguridad de nuestra retaguardia. Laquatus se encontrará protegido en el medio."
"¿Tendremos que marchar al interior de esa... esa selva con la Cábala lista para
darnos una puñalada por la espalda?" preguntó Dinell.
"No es tan malo como eso," respondió Eesha tomando el resto de las figuras
blancas y colocándolas en filas detrás del grupo de la Cábala. "Su división guardará la
retaguardia, para proteger a sus magos, por supuesto."
"Y para proteger a nuestras tropas de sus magos," agregó Dinell. "¿Trenzas
estuvo de acuerdo con esto?"
"Ella sabe que mantendremos nuestra parte del trato," dijo Eesha. "Somos la
Orden. Honramos nuestros acuerdos."
"¿Y en dónde va a estar posicionada usted?" preguntó Dinell mirando a la
formación. "¿Seguramente no tienen intenciones de exponerse en el frente?"
"No," respondió Eesha. "No se preocupe por mi seguridad, Teniente. Tengo la
intención de volar de regreso a la Ciudadela para traer refuerzos. Vamos a cumplir el
acuerdo y no traicionaremos a nuestros nuevos aliados. Pero una vez que tengamos los
magos aven que necesitamos podremos terminar esta campaña por nosotros mismos y
dejar el destino de nuestros amigos de la Cábala al bosque."
"¿Laquatus sabe que usted planea regresar a la Ciudadela por refuerzos?"
"Sí," dijo Eesha. "En realidad lo alentó. Dijo que si tenemos que convertir esta
campaña en una guerra sin cuartel contra el bosque vamos a necesitar cada uno de los
guerreros de la Orden que podamos ofrecer."
"Por lo menos entiende nuestro valor," dijo Dinell. "Tal vez se pueda confiar en
él después de todo."

157
"Todavía tengo mis dudas," dijo Eesha desabrochándose el cinturón de la espada
y colocando el arma de cristal de mando sobre la mesa. "Esa negociación fue demasiado
fácil. Creo que el tritón me quiere fuera del camino para que le sea más fácil ejercer
control sobre nuestras fuerzas. Pero yo le derrotaré en su propio juego. Antes de irme le
pondré oficialmente al mando de las fuerzas de la Orden. Usted portara la espada de
cristal como símbolo de nuestras tropas. A Laquatus le será muy difícil ejercer
influencia sobre nuestros guerreros mientras lleve la espada."
Dinell se estiró aún más atrás y saludó. "Sí, señora. Gracias, señora."

* * * * *

"Buenos días, mi amigo," dijo Seton empujando el hombro de Kamahl con su


casco. "El bosque está despierto por lo que tú también deberías estarlo. Vamos, he
preparado una comida para ti."
Kamahl salió de la pila de pieles, se puso de pie y levantó las manos por encima
de su cabeza, estirando los brazos hacia atrás hasta que oyó una sucesión de fuertes
estallidos. Hacía bastante tiempo que no dormía tan bien o tanto y los dolores de
muchos meses por fin se habían instalado en su cuerpo. Un buen desayuno y una buena
y larga corrida. Eso es lo que necesitaba. Eso es lo que Balthor le habría exigido en una
mañana como esa.
Cuando los pensamientos del bárbaro se volvieron hacia su incondicional amigo
enano el también recordó a Jeska y se fue a su lado. La mesa de operaciones se había
convertido en una cuna y ella parecía descansar en paz. Kamahl extendió la mano para
acariciar una trenza rojiza de su cara y se sorprendió al sentir su piel tibia y no ardiente.
Su rostro ya no estaba enrojecido. De hecho parecía casi demasiado pálido y sus manos
estaban realmente frías.
"Está ella... ¿Estará bien?" preguntó mientras se giraba para enfrentar a Seton.
"He hecho todo lo que puede," dijo Seton. "Ahora depende de Jeska. Vivirá o
morirá. De cualquier manera sólo ella tiene esa elección. He removido el fuego que la
estaba consumiendo. Si queda la suficiente voluntad de ella para regresar lo sabremos a
tiempo. Ahora debe descansar."
Kamahl se acercó a la mesa donde estaba Seton, comiendo nueces y bayas de un
tazón. El bárbaro se concentró en el suelo y levantó una silla de tosco aspecto hecha de
zarzas y enredaderas y luego, cuidadosamente, se sentó a la mesa.
"No te recuerdo hablando tan enigmáticamente cuando nos conocimos en los
pozos," dijo el bárbaro mientras llenaba su plato con nueces.
"Me temo que es el subproducto de una vida contemplativa," respondió Seton.
"Sin nadie con quien hablar durante semanas tiendo a empezar a hablar casi tanto como
pensar. Frases, oraciones, palabras salen en un revoltijo mientras mi mente corre por
delante de mi boca. Mis disculpas."
"Nunca te vi como los del tipo contemplativo," dijo Kamahl mientras
mordisqueó una cáscara de nuez para llegar a la carne en el interior.
"Fue otra persona la que conociste en los pozos," dijo Seton. "En ese momento
jugué la parte que me asignaron. Este es el verdadero Seton que tú ves hoy aquí. Yo
siempre le he dado mi vida a Thriss y había pasado mis días al servicio del bosque."
"Entonces, ¿por qué dejaste el bosque para entrar en las batallas de los pozos?"
preguntó Kamahl.
"Fue la voluntad de Thriss," respondió Seton. "Cuando el orbe apareció Thriss
pudo sentir su poder. Me enviaron para determinar su naturaleza y, si era necesario,

158
luchar por ella. No pude recuperar el orbe pero Thriss te estuvo observando a ti y al
progreso de la esfera por un largo tiempo. Él cree que ahora está en buenas manos."
"Bueno, yo no creo eso," dijo Kamahl dejando caer los fragmentos de sus
cáscaras de nuez de nuevo en su plato y empujándolos lejos de él. "Mira lo que le hice a
mi hermana, lo que casi le hice a mi pueblo. Ya no lo quiero más. Quiero enterrarlo en
un hoyo profundo y oscuro."
"Lo sé," dijo Seton. "Por eso Thriss cree que tu eres el portador apropiado del
orbe. Tu eres la única persona que alguna vez ha rechazado su poder."
"No lo volveré a usar," dijo Kamahl dando un puñetazo sobre la mesa. "Así que
tu Thriss, quienquiera que sea, tendrá que encontrar otro campeón."
"Se acerca una tormenta, Kamahl," dijo Seton nuevamente críptico. "Puedes o
bien hacerle frente con conocimiento o huir de ella en ignorancia. De cualquier forma tu
camino se encuentra en el corazón del bosque a través del dominio de Thriss."
"¡Por el nombre de Fiers! ¿Qué se supone que significa eso?" dijo Kamahl.
"¿Quién es este Thriss de todos modos?"
"Thriss es el espíritu del bosque," dijo Seton mientras traqueteó alrededor de la
mesa hacia Jeska. "El guardián, si así lo quieres."
El centauro agarró la espada, que había guardado en una funda natural en la
pared, retrocedió y volviéndose hacia Kamahl una vez más se la alcanzó.
"Encontrarás a Thriss en el corazón mismo del bosque, en la arboleda sagrada. Y
ahí es donde debes ir si quieres enterrar el Mirari o abrazarlo como el campeón del
bosque."
"¿Qué pasa con Jeska?" preguntó Kamahl.
"Yo me encargaré de ella," dijo Seton volviendo a sostener la espada hacia
Kamahl. "Tu hermana necesita descanso y nutrición los cuales yo puedo proveerle.
Estará bien, amigo mío. Ella es de carácter fuerte. Yo voy a cuidar de ella. Tú debes
tener cuidado de ti mismo y para eso necesitas a Thriss. No te puedo ayudar aquí."
"Bien," dijo Kamahl tomando la espada. "Iré a ver a tu espíritu guardián pero no
te prometo nada. Enterraré esta espada en el suelo y volveré por mi hermana. Yo no soy
un campeón."
"Esa es tu elección y tu camino por encontrar," dijo Seton. "Pero recuerda una
cosa cuando viajes al corazón. El ciclo de la vida es sagrado y no debe romperse. Los
depredadores matan para sobrevivir y la presa sólo sigue viva cuando se consume."
"Más acertijos," gruñó Kamahl. "Grandioso."
El bárbaro se trasladó a la pared y abrió la puerta hacia el bosque pero se giró
hacia su amigo. "Una última cosa, Seton."
"¿Sí, mi amigo?"
"Cuando miraste en el Mirari, ¿qué viste?"
"El corazón."
"¿El tuyo o el del bosque?"
"Ambos."

* * * * *

"¿Cuándo nos adentramos en el bosque?" preguntó Traybor mientras caminó al


lado de Trenzas por el campamento de la Cábala.
"Mañana, a primera luz," fue la respuesta pero Traybor pudo decir por la forma
en que Trenzas miró hacia adelante mientras hablaba y por la nube que rodeó su frente
que no estaba completamente en esa conversación.

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Quizás ella estaba conversando con el Primero. Quizás estaba simplemente
divirtiéndose un poco con sus propios demonios personales. Él no lo supo. Dondequiera
que en ese momento estuviera la invocadora no lo estaba en el campamento de la
Cábala en el borde del bosque Krosano y él sólo tendría que esperar a que ella regresara
para obtener sus respuestas. Traybor siguió caminando junto a Trenzas mientras
zigzagueó por el campamento hacia su tienda. Su boca se movía pero él no podía oír sus
palabras. Justo afuera de su tienda la nube se volvió a alzar por encima de su cabeza y
los ojos de Trenzas se despejaron. "¿Tenías una pregunta Traybor?" preguntó.
"Sí, señora," dijo Traybor. "Si esperamos hasta mañana para comenzar nuestra
caza del bárbaro estará a dos días completos por delante de nosotros. ¿No deberíamos
entrar en el bosque ahora mismo, esta noche?"
"Las tropas de la Orden le tienen miedo a la oscuridad," respondió ella. "Ellos
desean esperar que se haga de día. No puedo decir que no los culpo. Krosa es un lugar
prohibido y oscuro incluso en plena luz del día. Mantén tus sentidos enfocados en los
árboles por ataques mientras estés allí. Y no te preocupes por el bárbaro. Nadie puede
moverse rápidamente a través de Krosa. Lo atraparás."
"¿Lo haré? ¿Y usted dónde estará?"
"El Primero requiere mi presencia," respondió Trenzas. "Se deben discutir
algunos nuevos desarrollos. No puedo decir más."
"¿La emperatriz? ¿Laquatus? ¿La Orden? ¿Qué?"
"No puedo decir más," dijo Trenzas. "Pero ten cuidado con Laquatus mientras
estés en el bosque. Él tratará de traicionarnos, a nosotros y a la Orden. Esa serpiente de
mar siempre se maneja así. Tienes mi autoridad para tratar con él como desees si se
vuelve en contra de la Cábala."
"¿Y la Orden?"
"Ellos no son nuestra preocupación… al menos aún no."
Trenzas abrió la solapa de su tienda pero se giró hacia Traybor antes de entrar.
"¿Ha llegado mi regalo para Laquatus?"
"Le espera en la parte posterior de su tienda de campaña," respondió Traybor
sonriendo. "La unidad de Isolda lo trajo esta mañana mientras estaba reunida con el
halcón y la serpiente. Lo aseguraron ayer por la noche como usted lo indicó."
"Excelente," dijo la hechicera con la nube volviéndose a hundir sobre su cabeza.
"Entonces tengo trabajo que hacer antes de irme. Asegúrate de que no me molesten esta
noche."
Traybor asintió, giró alrededor cuando la solapa cayó detrás de Trenzas y decidió
hacer el mismo la guardia.

160
Capitulo 22

161
Kamahl volvió corriendo por el bosque hasta el lugar en donde se había
encontrado con Seton el día anterior. Se sorprendió al ver que la ruta recta hacia atrás
era de menos de mil metros. La noche anterior le había tomado una hora seguir al
centauro a su arboleda. Usando su nuevo poder para controlar la vegetación hizo crecer
ramas rotas y musgo pisoteado para enmascarar su paso hacia y desde la casa de Seton.
Luego levantó las manos por encima de su cabeza y creó un círculo de
invocación que con facilidad tenía dos metros y medio de diámetro. Por el remolino
salieron dos caballos, réplicas exactas de las monturas que había dejado en el hogar de
Seton. Ató los dos caballos juntos, montó en el primero, y se marchó cargando por el
bosque lejos de la arboleda de Seton. El bárbaro y sus monturas invocadas, cuidando de
no destruir ninguna planta, dejaron un rastro distintivo que debería ser fácil de seguir
por sus enemigos.
Después de una hora de plantar pistas falsas dirigió su caballo invocado por
debajo de un gran árbol, recogió una rama sobresaliendo y se colgó de ella dejando libre
a los caballos que siguieran trotando. Se balanceó en la rama, le dio a la montura mágica
una última orden mental y observó desde su posición elevada como se marchaba a
través del bosque.
"Para el momento en que ese sendero se detenga de repente Laquatus no tendrá
ni idea de por dónde empezar a buscarme," dijo el bárbaro para sus adentros mientras
caminaba con cautela por la rama para subir por el tronco del gran árbol de roble. "Y
ahora, para poner algo de distancia entre mi camino real y el falso."
Kamahl abrió los brazos para producir otro círculo de invocación, se concentró
en Esmeralda, su vieja montura gecko, y convocó una réplica. El gecko asomó la cabeza
y las patas delanteras a través del vórtice, agarró el tronco del árbol con sus dedos
pegajosos, y trepó hasta que su cola se deslizó a través del círculo. Se quedó allí
colgado, aferrado al árbol de roble frente a Kamahl, su lengua serpenteando dentro y
fuera de su boca para oler el aire por peligro.
Kamahl acarició con una mano la cabeza del gecko, levantó la otra extendiendo
los dedos y lanzó un sencillo hechizo para rociar una sustancia viscosa pegajosa de los
dedos sobre la espalda del gecko. Agarró una rama por encima de él y se arrojó hacia el
gecko adhiriéndose inmediatamente al pegamento.
Ambos se movieron de un árbol a otro, subiendo y bajando según les fue
necesario para encontrar ramas fuertes que pudieran soportar su doble peso. Se
dirigieron hacia el norte, hacia el centro del bosque, hacia el corazón.
Kamahl aún no había visto ninguno de los grandes depredadores con los que él y
Cadenero habían luchado en su anterior excursión al bosque. "Todavía debemos estar en
la zona purificada," le dijo a su montura.
"Por las advertencias que recibí de Seton yo había pensado que este viaje sería
más peligroso."

162
El gecko saltó de un árbol a otro, a casi sesenta metros del suelo, cuando algo
grande y marrón arañó al lado de Kamahl desde abajo dejando dos profundos cortes en
el costado del gecko. Cuando su montura invocada se disipó por debajo de él Kamahl
comenzó a caer entre las ramas hacia el suelo del bosque.
El bárbaro intentó invocar un roc mientras se desplomaba pero perdió el vórtice
cuando golpeó con una rama de lleno en el estómago lo cual le dejó sin aliento y rompió
su concentración. Siguiendo cayendo y rebotando en las ramas supo que debía frenar su
descenso.
Invocando maná en la palma de su mano, envió un rayo de energía hacia el árbol
provocando el rápido crecimiento de una gruesa y enmarañada enredadera que
serpenteó junto al brillo de su mano y se envolvió alrededor de su muñeca. Kamahl
agarró la vid con las dos manos y esta se tensó, estirando sus bíceps casi hasta su punto
de ruptura.
Tanto la enredadera como el agarre del bárbaro se mantuvieron firmes y Kamahl
comenzó a hacer un arco hacia el árbol. Al acercarse al tronco torció su cuerpo hacia un
lado y dobló las piernas para absorber el impacto. El bárbaro utilizó su impulso para
oscilar hacia arriba y lejos del árbol donde había sido atacado aterrizando en una rama a
sólo seis metros por debajo de donde había comenzado su descenso.
Se agazapó en la ramificación y buscó a su atacante sintonizando sus otros
sentidos hacia el bosque. Sintió el movimiento antes de ver al atacante camuflado
parpadear alrededor del tronco del árbol moviendo sus largos brazos hacia el pecho de
Kamahl.
Kamahl se alejó
de un salto del ataque
curvando sus dedos
alrededor de la rama para
estabilizarse por un
contraataque mientras se
deslizaba más abajo en la
extremidad. A lo que se
enfrentó sólo se podría
describir como una
mantis religiosa de dos
metros y medio de altura
aunque era difícil de verlo
contra el contexto de la
selva. Su tórax plateado,
su cola y sus garras eran
del color del tronco del
árbol mientras que sus
largas piernas y cuello eran del color verde oscuro de las hojas de roble. La mantis
guerrera caminó con facilidad por la rama cambiando su peso de manera uniforme a
través de cuatro pies con garras que se hundieron en la madera. A medida que avanzó
lentamente, obviamente probando los límites del bárbaro, la mantis elevó sus brazos,
mostrando tanto sus garras afiladas como cuchillos como las crestas dentadas en su
antebrazo.
"No te acerques más. No quiero pelear contigo," dijo Kamahl levantando sus
manos en lo que esperó pareciera como un gesto de paz pero en una posición que
también le dio muchas más opciones en caso de venir un ataque.

163
"Abandona Krosa, humano," dijo la mantis guerrera con una voz entrecortada
que sonó como dos palos raspando juntos. "Abandona Krosa... o muere."
"Tengo otros planes," dijo Kamahl que sinceramente no quería pelear y
probablemente matar al guerrero. En su lugar se zambulló a un lado de la rama todavía
con la enredadera en la mano. El bárbaro giró hacia el suelo del bosque y luego
retrocedió. Soltó la vid y trató de aterrizar en otra rama.
Perdiendo el equilibrio al aterrizar, se extendió hacia adelante en la rama y se
abrazó a la madera con sus brazos y piernas. Una ligera vibración en el árbol le hizo
mirar hacia arriba. Desde su posición de decúbito pudo ver cuatro conjuntos de garras
marrones clavarse en la rama delante de él. Oyó un silbido de aire y rodó de la gruesa
rama para evitar los codos con pinchos de la mantis guerrera.
Sin embargo, en lugar de caer, Kamahl atrapó la rama con sus manos, dio una
patada para hacer a un lado su cuerpo y curvó su torso alrededor de la rama para golpear
las piernas de la mantis con sus propios pies, haciendo caer a la criatura.
Mientras el guerrero se desplomaba volvió a arañar hacia Kamahl, le erró y
golpeó la rama en su lugar cortando a través de la gruesa madera tan fácilmente como lo
había hecho a través de la suave carne del gecko. De repente, Kamahl volvió a caer, con
una enorme mantis rastrillando sus garras hacia él desde abajo. El bárbaro extendió su
brazo para crear otra enredadera y balanceándose se alejó de la mantis, sintiendo pesar
por la pérdida de un guerrero tan excelente pero incapaz de poder ayudar a una bestia
que parecía tan decidido a matarlo.
Kamahl decidió que sería más seguro hacer frente a los peligros del bosque en el
suelo, vertió maná en su enredadera y se extendió en toda su longitud. Atrapando una
rama de un árbol pasando a su lado se deslizó hacia el suelo con los ojos fijos en las
copas de los árboles en busca de signos de su perseguidor.
El enorme bárbaro cayó los últimos tres metros hasta el suelo cubierto de musgo
y fue inmediatamente rodeado por seis mantis guerreras. Dos de las criaturas se hicieron
a un lado para dejar que otra mantis entrara en el círculo. Esta estaba coja, notó Kamahl,
sin poner nada de peso sobre una de sus cuatro patas, la misma pata que Kamahl había
pateado en lo alto de los árboles.
"¿Quién eres tú?" preguntó Kamahl sorprendido por el seguimiento y la
capacidad de lucha de las criaturas. Un ejército de esos insectos podría derrotar
fácilmente a cualquiera de las otras facciones de Otaria.
"Somos los nantuko," cliqueó el líder mientras cojeaba alrededor del círculo de
sus guerreros. "Los guardianes de Krosa."
"Yo no tengo nada contra ustedes," dijo Kamahl. "Soy amigo del bosque."
"Ningún extraño es un amigo," dijo el líder nantuko. "Tú has luchado y matado
en el bosque antes. ¿Por qué deberíamos confiar en ti ahora?"
"Fui enviado por el druida Seton," respondió Kamahl mientras examinaba el
bosque por alguna vía de escape.
"Seton no tiene autoridad sobre nosotros," dijo el líder siguiendo dando vueltas
alrededor de Kamahl. "Ahora vete."
Mientras el líder cojeaba a su alrededor Kamahl notó algo extraño. Todos los
nantuko parecían estar siguiendo el movimiento del líder y sólo miraron a Kamahl
cuando el giró la cabeza o levantó un brazo. El bárbaro se preguntó si, en los colores
siempre cambiantes de la selva, los insectos veían más el movimiento que el color y la
luz.
"Busco al guardián del corazón del bosque. Él me está esperando," dijo Kamahl
permaneciendo inmóvil y aumentando una pequeña reserva de maná en sus palmas. "No
deseo pelear con ustedes pero no volveré atrás en mi búsqueda."

164
"Entonces morirás," cliqueó el líder por detrás de Kamahl. Saltó sobre el bárbaro
y este cerró los ojos mientras dejaba caer las esferas gemelas de maná que estallaron en
una explosión de luz y una nube giratoria de humo. Kamahl se zambulló al suelo y rodó
entre los guerreros nantuko a su lado. Agachándose detrás de un árbol justo fuera del
círculo de mantis guerreras se apoyó contra el tronco y se quedó completamente quieto,
esperando que su conjetura acerca de su visión fuera correcta.
Permaneció allí durante varios tensos minutos, a sólo metros de sus nuevos
perseguidores. Varios nantuko pasaron junto a él pero nadie pareció notar al bárbaro.
Después de otros pocos minutos los guerreros dejaron el área ampliando la búsqueda de
su huidiza presa.
Kamahl se paró y escuchó, asegurándose de que todos los insectos guerreros se
hubieran ido realmente. Luego se movió de árbol en árbol en busca de cualquier
movimiento que pudiera traicionar a sus seguidores. Varias veces en el transcurso de la
siguiente hora el bárbaro vislumbró nantuko y se lanzó al suelo o se introdujo en un
arbusto para convertirse en una parte más del paisaje.
Al caer la noche Kamahl se convirtió en algo más audaz. Necesitaría un mejor
camuflaje cuando viniera la mañana y lo encontró en la orilla de un arroyo que corría a
través del bosque. Hundiendo las manos en el barro cubrió su rostro, sus brazos y sus
piernas con amplias franjas del material de color marrón oscuro.
Volvió a dirigirse a los árboles, arrancó varias enredaderas de un tronco, las
desgarró en tiras, y las ató alrededor de sus brazos, piernas y torso para mezclarlas con
las grandes áreas de color marrón en su cuerpo. Tomando una última vid, la ató
alrededor de su frente para evitar que el brillo de los ojos le traicionara.
A la mañana siguiente se dirigió hacia los árboles y caminó por las ramas
saltando de árbol en árbol y creando oscilantes enredaderas según le fue necesario para
dirigirse a las profundidades del bosque.

165
Capitulo 23

Laquatus quedó bastante satisfecho de sí mismo. No sólo había convencido a la


Comandante Eesha de volver a la Ciudadela sino que ahora Trenzas también había
decidido irse aparentemente para informar al Primero. Quizás su suerte estaba
volviendo, pensó el tritón.
Laquatus no era ningún tonto. Sabía que debía haber algo más pasando por la
mente de Trenzas que una necesidad repentina de dirección de su superior. Pero no
debía desperdiciar el regalo que ella le había dado. Todavía le quedaba al menos un
truco bajo la manga si Havelock podía reunir alguno de sus guerreros restantes para un
último intento sobre el Mirari. Y con el orbe en sus manos ni siquiera el Primero podría
oponérsele. Cadenero ya había demostrado eso.
Pero no tengo que dejar nada al azar, pensó mientras se preparaba para la marcha
de la mañana. Esta noche voy a empezar a ejercer mi control sobre los dos tenientes
para que sus comandantes no regresen antes de lo esperado.
La marcha matinal fue bien para las fuerzas aliadas. La falange de la Orden cortó
su camino a través de la maleza no dejando nada con vida en su estela salvo los altos
árboles. Aún así nada atacó a las tropas. Laquatus se extendió con su mente para buscar
depredadores pero todo resultó como lo había sido cuando había perseguido a Kamahl
en el bosque, desierto de toda vida silvestre más grande que un roedor.
"Extrañamente tranquilo, ¿no es así Embajador?" dijo Traybor acercándose al
lado del tritón.
Laquatus pensó que el hechicero había acentuado demasiado la palabra
"embajador," pero decidió dejarlo ir. Necesitaba a Traybor, al menos por ahora.
"Estoy de acuerdo," dijo el tritón con una amplia sonrisa. "Yo había esperado
tener que luchar por cada metro que ganáramos."
"Por supuesto que podríamos haber pasado junto al bárbaro y nunca haberlo
sabido a este ritmo," dijo Traybor. "Especialmente con esos idiotas de la Orden
destruyendo el camino delante de nosotros."
"No se preocupe, joven," dijo Laquatus. "Estoy seguro de que su señora le ha
dicho que cualquiera que alguna vez haya estado en contacto con el Mirari puede
detectar su ubicación. Y yo le puedo decir que sin duda está frente a nosotros."
"Pero no puede decir dónde ha estado, ¿verdad embajador?" preguntó Traybor
convirtiendo sutilmente la denominación en un insulto con su entonación. "¿Sabía usted
que Kamahl dejó este camino hace dos noches con un segundo caballo cargado al
máximo y luego regresó de nuevo ayer sin su carga extra? Yo diría que la hermana del
bárbaro se encuentra al final de este segundo camino que ahora ha sido casi destruido
por esos tontos con exceso de celo."

166
"Una información interesante," dijo Laquatus, "pero inútil para nosotros en este
momento. Nuestras fuerzas son demasiado pequeñas para dividirse y no podemos
permitirnos ningún retraso con Kamahl dos días por delante de nosotros. Si no podemos
vencer al bárbaro cuando lo alcancemos siempre podremos volver por la muchacha.
Ahora, debería volver a sus tareas, que es proteger a las tropas de la Orden mientras
ellos despejan nuestro camino."
Justo en ese momento, desde los lados de la falange, una media docena de
criaturas cayeron de los árboles, mataron a los guerreros de la Orden más cercanos, y
luego volvieron a saltar de nuevo a los árboles, desapareciendo en las hojas antes de que
cualquiera de las fuerzas aliadas pudiera siquiera reaccionar.
Desde detrás de Laquatus llegó un grito de Dinell. "Alto a la falange," exclamó
el teniente humano mientras montaba su caballo a través de los invocadores de la
Cábala. "¿Qué acaba de pasar aquí?"
Laquatus y Traybor siguieron al teniente hasta las primeras filas. Las tropas de la
Orden estaban escrutando los árboles. Laquatus volvió a extender su mente pero no
pudo encontrar ningún rastro de los atacantes. Había abandonado este seguimiento
cuando Traybor le habló. ¿Acaso el invocador había sabido sobre el inminente ataque y
desviado su atención a propósito? Laquatus decidió que sería mejor mirar a ese más de
cerca durante esta campaña.
"Informe de los patrulleros," gruñó Dinell desde lo alto de su caballo. "¿Qué
pasó?"
El soldado de la Orden apartó la vista de los árboles para mirar a su oficial al
mando. "Insectos, señor," dijo. "Insectos gigantes cayeron de los árboles masacraron a
seis hombres y luego desaparecieron."
Laquatus, Dinell y Traybor miraron hacia abajo a los restos de los soldados
muertos. Dos habían sido decapitados, otro destripado, y tres más habían sido cortados
limpiamente por la mitad, justo a través de las cajas torácicas.
"¡Por los nueve infiernos! ¿Qué cosa podría haber hecho esto tan rápido?"
preguntó Dinell mirando a Laquatus y Traybor. "Esto no fue un ataque de insectos."
"Nantuko," dijo Traybor. "Los guerreros del bosque."
"¿Usted sabía de estos... estos guerreros y no nos advirtió?" preguntó Dinell.
"Típico de la Cábala."
"Lo único que sé de ellos es por nuestros invocadores," dijo Traybor. "Créame,
sólo el más loco de los invocadores de la Cábala han visto a un nantuko y vivido para
volver a los pozos. Incluso en los pozos son difíciles de controlar y más difícil de
derrotar."
"¿Qué son?"
"Como dijo su hombre," respondió Traybor, "insectos gigantes. Custodian el
bosque, siempre presentes pero nunca vistos, al menos no por muchos que salen con
vida del bosque. Pocos de los que han sobrevivido a los misterios de Krosa han captado
alguna vez una visión fugaz de un nantuko y por lo general sólo fue mientras huían de
las bestias. Los insectos se esconden de la vista, atacan con una velocidad vertiginosa y
se van antes de que sus enemigos caigan al suelo."
"¿Cómo pueden ser detenidos?" preguntó Dinell mientras examinaba los árboles
con nerviosismo.
"No estando allí cuando atacan."
"¡Pamplinas!" escupió el teniente. "Ya me di cuenta de que ustedes, ratas de la
Cábala, no estaban allí cuando los nantuko atacaron. ¿Pero qué pasa con mis hombres?"
"Lo más probable es que vayan a morir," dijo Traybor con un atisbo de sonrisa
en su rostro.

167
"Señores, señores," intervino Laquatus cuando los dos líderes avanzaron el uno
sobre el otro. "Tenemos que trabajar juntos o todos moriremos y fracasaremos en
nuestra misión común. Guarden su veneno para el bárbaro."
Dinell y Traybor se apartaron el uno del otro pero no se relajaron.
"Bien," dijo Laquatus. "Ahora, Traybor y yo buscaremos una manera de advertir
de ataques de nantuko aproximándose. Dinell, mantenga a sus hombres siempre
vigilantes contra un ataque por sorpresa. Vamos a salir de esto si todos cooperamos,
¿verdad, señores?"
Ambos hombres asintieron con la cabeza y se volvieron para seguir con sus
tareas. Laquatus observó a Traybor regresar a sus hechiceros. Ese hombre es más astuto
que cualquier invocador con el que me haya encontrado, pensó el mer. Me pregunto qué
más se está guardando. Tal vez debería introducirme en sus pensamientos esta noche y
ver que puedo encontrar.
La falange desaceleró a un rastreo después del primer ataque. Todos los
guerreros de la segunda fila miraron hacia los árboles mientras que sus compañeros en
el frente se alejaron cortando entre la maleza. Pero incluso esos soldados miraron por
encima del hombro con miedo a quitar los ojos del bosque.
Laquatus continuó vigilando en busca de nantukos pero fue distraído a menudo
por Traybor. Este se movió atrás y adelante a través de las filas de sus invocadores a
medida que avanzaron por el bosque, hablando y riendo con sus magos, al parecer
totalmente despreocupado por la amenaza de un ataque inminente. El tritón quería
llamarle la atención al comandante de la Cábala por su insolencia pero no podría
alejarse ni un momento de sus exploraciones para no perder más tropas de la Orden en
manos de los nantuko. Esta noche, pensó el tritón. Esta noche te haré mío.
Los nantuko atacaron tres veces más esa tarde y Laquatus volvió a repasar cada
ataque en su mente esa noche mientras decidió qué hacer con Dinell y Traybor. El tritón
había sido capaz de dar la alarma momentos antes de cada uno de los dos primeros
ataques pero aún así la falange de la Orden había perdido cuatro soldados más y ni un
solo guerrero nantuko había resultado herido. Los insectos se habían movido tan rápido
que ya estaban casi en el suelo para el momento en que Laquatus pudo gritar una
advertencia. Después de unas cuantas rápidas rebanadas se volvieron a ir, perdiéndose
en los árboles. Antes del último ataque Traybor había vuelto a distraer al tritón y seis
tropas más de la Orden fueron asesinadas.
Laquatus vio el segundo ataque. Justo después de que gritó dos insectos cayeron
desde los árboles justo al lado de soldados de la Orden que se encontraban ocupados
cortando a través de un gran arbusto. El primer guerrero nantuko cercenó hacia abajo
con ambos brazos en el cuello expuesto del soldado cortando a través de las vértebras de
cada lado con sus antebrazos dentados. El segundo insecto hundió sus garras en el
costado de su enemigo cuando el soldado se giró hacia el grito de Laquatus
despedazando los órganos del hombre y excavando a través de varias costillas en su
camino hacia su corazón.
Los soldados de la segunda fila levantaron sus lanzas para hundirlas en los
atacantes pero los insectos volvieron a brincar a los árboles y las armas se introdujeron a
través del espacio vacío que dejaron atrás. A Laquatus le había parecido extraño que
hubiera vislumbrado seis criaturas en la zona de las que sólo dos habían atacado. Pero
ahora se daba cuenta de que todos los otros soldados en la zona se habían girado ante su
llamada y se habían preparado para el ataque. Sólo los dos hombres que no habían
reaccionado con la suficiente rapidez fueron atacados.
Insectos inteligentes, pensó Laquatus. Serán difíciles de detener sin ayuda de
Traybor y sus invocadores.

168
La Cábala había estado extrañamente silenciosa durante cada ataque. Las
sospechas de Laquatus se alzaron aún más durante el último ataque nantuko del día.
Una vez más, justo antes del ataque, Traybor se acercó a hacer alguna pregunta estúpida
al tritón. Laquatus había ignorado al invocador y se había concentrado en sus
exploraciones pero se dio cuenta de que los ojos del hombre siguieron moviéndose
hacia la falange y hacia atrás mientras caminaban. Entonces, justo cuando Laquatus
sintió el inminente ataque de los insectos, Traybor tropezó y cayó sobre él, casi
derribando a ambos magos al suelo. Para el momento en que el tritón se enderezó el
ataque había terminado.
Traybor pidió disculpas por su torpeza pero Laquatus no tuvo que leer la mente
del hombre para saber que estaba ocultando algo.
"¿Qué está tramando?" dijo Laquatus al aire dentro de su tienda de campaña.
"¿Qué está tramando en ese pequeño cerebro suyo? El parece más sano que la mayoría
de los invocadores que he conocido. Quizá pueda profundizar en su cerebro demente.
Tal vez incluso pueda ejercer algún control. Si no, voy a tener que aplicar presión en su
lugar."
Laquatus salió de su tienda y miró alrededor del campamento. Las fuerzas
aliadas habían creado un claro después del último ataque que era lo suficientemente
grande como para contener a todos los soldados y aún dejar un espacio de diez metros
entre el campamento y los árboles más cercanos. Los soldados de la Orden habían
establecido su campamento en el lado norte del claro mientras que los asaltantes de la
Cábala se habían instalado al sur. La tienda de Laquatus había sido colocada en medio
de los dos campamentos.
El tritón caminó tranquilamente hacia la tienda de mando de Traybor esperando
poder encontrarse con el invocador a solas lo suficiente como para sondear su mente e
implantar algunos puntos de control. Cuando Laquatus apartó la solapa sus esperanzas
aumentaron en su interior. Traybor en verdad estaba solo.
"Buenas noches, invocador," dijo mientras se introdujo en la tienda. "Espero que
no le moleste."
"No, en absoluto, Embajador," dijo Traybor sonriendo mientras empujaba su
plato de comida lejos de él. "Acabo de terminar mi comida. ¿Qué tiene en mente esta
noche?"
Laquatus se volvió a comprometer a matar a ese mago monstruosamente
impertinente después de que adquiriera el Mirari.
"Se trata de los nantuko," comenzó a decir Laquatus mientras tomaba asiento
frente a la mesa de Traybor. "Tenemos que encontrar la manera de combatirlos antes de
que destruyan a todas las fuerzas del teniente."
Con sus piernas bloqueando la vista de Traybor, Laquatus juntó las manos y
comenzó a acumular una reserva de maná en las yemas de sus dedos.
"Son demasiado rápidos incluso para que mis invocadores reaccionen a tiempo,"
dijo Traybor. "¿Qué sugiere?"
Laquatus pareció reflexionar sobre la pregunta por un momento mientras envió
un tenue zarcillo azul de poder hacia Traybor por debajo de la mesa. La sonda engulló la
bota del invocador y se insinuó a través del cuero y la piel debajo en busca de los
nervios en la suela de su pie.
"¿No hay alguna forma en que su gente pueda detectar a los insectos antes de
que ataquen?" preguntó Laquatus enviando su conciencia a través de la sonda en el
sistema nervioso del hombre. "Mis propias exploraciones son demasiado localizadas
para ser de mucha utilidad."

169
La mente de Laquatus corrió por el cuerpo de Traybor. La distracción de la
pregunta aparentemente inocente debería proporcionar una puerta abierta a los
pensamientos y los recuerdos del hombre. Una vez dentro Laquatus sabía que no habría
manera de que Traybor fuera capaz de sacarlo.
El Laquatus físico vio estrecharse las pupilas de Traybor y sus ojos parpadearon
momentáneamente de negro como si una tinta hubiera sido inyectada en ellos y luego
volvieron a serenarse. El Laquatus astral vio a la misma tinta salpicar de sinapsis a
sinapsis descendiendo por la médula espinal directamente hacia él. Cuando la tinta lo
cubrió el tritón sintió como si se estuviera ahogando en barro. La tinta lo empujó hacia
abajo y se quedó pegada a él invadiendo cada poro de su esencia.
Laquatus casi hizo arcadas por las imágenes que recibió de su viaje mental a
través del cuerpo del invocador. Pudo sentir su poder menguando a medida que la tinta
amenazó con destruir su cuerpo astral. Hizo lo único que pudo hacer, cortar el contacto
y devolver su esencia a su cuerpo.
"Supongo que podríamos enviar algunas bestias de demencia como
exploradores," dijo Traybor sonriendo después de que la tinta desapareciera de sus ojos.
"Eso sería muy bienvenido," dijo Laquatus que estaba repentinamente pálido y
sin aliento.
"¿Está bien, Embajador? ¿Puedo ofrecerle algo de beber?"
"No, gracias," dijo Laquatus levantándose de su silla. "Simplemente estoy
sobrecargado por toda la exploración de hoy. Tal vez debería ir a buscar un sanador de
la Orden."
"Excelente idea," dijo Traybor. "Que duerma bien."
Laquatus repasó su reunión con Traybor mientras cruzó el claro hacia el
campamento de la Orden ¿Qué fue eso?, se preguntó. El hombre bien podría ser el único
invocador que hubiera dominado por completo su propio espacio de demencia.
Perfectamente sano en muchos aspectos pero con un increíble poder en la punta de sus
dedos y un control total sobre su propia mente.
"Debo hablar con el teniente," dijo el tritón al guardia fuera de la tienda de
Dinell alzando la voz lo suficiente como para asegurarse de que todos los soldados
cercanos le oyeran. "¡Tengo información confiable de que las fuerzas de la Cábala
evitaron ayudar hoy durante los asaltos nantuko, ayuda que podría haber salvado vidas
de la Orden!"
Cuando el guardia sostuvo la solapa hacia atrás para permitir que Laquatus
entrara en la tienda el tritón pudo oír los susurros propagándose de fuego en fuego por
todo el campamento. Ahora sólo tengo que conseguir que Dinell se enfrente a Traybor
en la mañana, pensó Laquatus, y entonces yo puedo intervenir para salvar a la alianza y
ejercer mi control sobre las tropas de la Orden.
Laquatus se reclinó y le contó a Dinell todo lo que sospechaba de la falta de
acción de Traybor durante los ataques embelleciendo donde fue necesario. Pero, como
de costumbre, la verdad fue hecha para mejores mentiras, y fue capaz de pintar un
cuadro repugnante de traición y complicidad con los nantuko por parte de Traybor y la
Cábala.
"Usted no puede permitir que esta afrenta a la Orden quede impune, Teniente,"
dijo Laquatus. "Sentí que era mi deber llamarle su atención. Yo le apoyaré por completo
cuando se enfrente por la mañana a Traybor."
"Eso no será necesario, Lord Laquatus," dijo Dinell levantándose y caminando
alrededor de la mesa. "Vamos a tratar con la Cábala cuando sea el momento adecuado
pero usted no tienen ninguna prueba de ningún delito y yo estoy moralmente obligado a
respetar el trato."

170
"Pero los ataques..." comenzó a decir Laquatus. "Las muertes de la Orden. La
Cábala no está cumpliendo su parte del trato."
"Nosotros no necesitamos su ayuda, Lord," dijo Dinell caminando hacia la
puerta de la tienda y abriéndola para el tritón, "y hasta que yo mismo sea testigo de esta
traición de la Cábala no voy a hacer nada que ponga en peligro el trato que firmó la
comandante Eesha."
Laquatus todavía estaba débil por su encuentro con el espacio de demencia de
Traybor o simplemente se hubiera adueñado de la mente de Dinell en ese momento.
Cuando el tritón se levantó para irse tuvo un repentino instante de inspiración.
"Muy bien, Teniente. Puedo ver que usted es un hombre de principios.
Continuaré vigilando los intereses de la Orden y volveré cuando tenga la prueba que
usted busca. Puede contar con eso. "
Laquatus se fue y comenzó el viaje de regreso a su tienda de campaña en la
oscuridad entre los dos campamentos. Le complació notar que había una cierta tensión
en el aire alrededor del campamento de la Orden. La noticia de la traición de la Cábala
se había extendido como él había esperado. Sin embargo, también quedó consternado al
ver que los guardias apostados alrededor del campamento se habían duplicado mientras
él había estado hablando con el teniente, tal vez en respuesta al rumor que él había
empezado.

* * * * *

La bestia rodeó el claro, observando y esperando. Tenía un solo objetivo: matar.


Su presa era esquiva. Pero en las horas de oscuridad antes del amanecer, cuando los
fuegos ardían bajo y los párpados de los vigilantes se pusieron pesados por el sueño, la
criatura supo que había llegado el momento de atacar.
Se escabulló al lado de los guardias de la Orden sin incidentes, inclinándose
hasta el suelo y caminando ligeramente sobre el musgo pisoteado del claro hecho por el
hombre, moviéndose de sombra en sombra. Su presa estaba en el medio del
campamento. La criatura tenía previsto acabarlo allí, para hacerle pagar, para matarlo
antes de que pudiera hacer más daño.
La bestia hizo un círculo alrededor de la tienda en busca de un lugar apartado
para entrar. Oyó un grito sordo seguido de un suave golpe desde el interior y supo que
era demasiado tarde para detener el mal. La criatura perdió el control de su ira, aulló y
desgarró el costado de la tienda, tratando de llegar a su presa.
Ante el sonido de su aullido el campamento volvió a la vida en torno a la bestia.
Los hombres comenzaron a gritar y la criatura pudo oír pasos acercándose. Se apartó de
su presa, prometiendo volver, y corrió hacia los árboles. Los soldados se cerraron sobre
la criatura y esta supo que no sería capaz de escapar sin derramamiento de sangre.
La bestia se giró hacia el norte y trotó hacia los árboles con sólo un guardia entre
ella y la oscuridad. Las fogatas se volvieron a encender por detrás mientras que los
hombres gritaron y corrieron hacia su posición. Cuando llegó al soldado solitario que
estaba parado en su camino hacia la libertad la criatura se abalanzó hacia delante
golpeando al hombre en el pecho, sus uñas desgarrando dos grandes trozos de carne
cuando se estrelló contra el soldado y lo empujó al suelo.
La bestia rodó sobre el cuerpo tendido del guardia, se levantó corriendo y huyó
en la completa oscuridad de los árboles. Mientras se introducía aún más en el bosque
oyó un último grito desde el claro por detrás de ella.
"¡Dios mío! El teniente está muerto. ¡Esa criatura mató a Dinell!"

171
Capitulo 24

A la mañana siguiente Laquatus investigó la carnicería en la tienda de Dinell.


El cuerpo del teniente yacía hecho un ovillo junto a su cuna. Su garganta había sido
desgarrada y había un gran agujero ensangrentado en donde sólía estar su estómago.
Laquatus observó un gran agujero que había sido arrancado al lado de la tienda.
"¿Creen que el animal entró por ese rasgón?" preguntó el tritón a los soldados reunidos
de la Orden, un par de sargentos y varios cabos, todo lo que quedaba del liderazgo de la
tropa.
Los guerreros se miraron de un lado a otro sin que ninguno estuviera seguro de
quién debería ser el que hablara por la Orden ahora que el teniente estaba muerto. Por
último uno de los sargentos lo hizo. Laquatus lo reconoció como el guardia que había
estado apostado fuera de la tienda de Dinell la noche anterior.
"Lo siento," dijo obviamente incómodo por lo que estaba a punto de decir.
"Ninguno de nosotros sabe quién debería hablar por la Orden ahora que el teniente se ha
ido. Usted ve que la espada de cristal también ha desaparecido. Quienquiera... lo que sea
que haya matado al teniente debió haberla tomado. Estamos todos... un poco aturdidos
por la doble pérdida."
"Sargento, eso es perfectamente comprensible," dijo Laquatus poniendo su mano
en el hombro del sargento. "Vamos a salir de esto juntos. Como líder del nuevo imperio
tritón humildemente le reconozco como el portavoz de la Orden... al menos hasta que
vuelva la Comandante Eesha. Ahora, dígame lo que pasó anoche."
"Varios hombres dijeron haber visto a la bestia huir de la tienda del teniente,"
informó el sargento pareciendo más seguro de sí mismo. "Debe de haber entrado a
través de ese agujero. No hay otra explicación."
"Suena lógico, Sargento," dijo Laquatus. "¿Alguien le echó un buen vistazo a la
criatura?"
"Yo lo hice," intervino un cabo que tenía un vendaje alrededor de su pecho.
"Pasó justo por arriba mío en su camino hacia el bosque."
"Bien," dijo Laquatus, "¿cómo era?"
"Es… estaba bastante oscuro," balbuceó el cabo, "y las fogatas estaban detrás de
la bestia por lo que no pude ver sus rasgos. E… era bastante baja. Baja, pero más rápida
que un rayo. Su piel era de color gris ceniza. Tenía garras largas como un lobo y
brillantes ojos rojos."

172
Laquatus volvió a mirar al cadáver de Dinell. "¿Garras dices?," preguntó. "Estas
heridas parecen el trabajo de un lobo, ¿no? Creo que tiene razón, sargento. La bestia
mató al Teniente Dinell. La pregunta es, ¿quién envió a la bestia?"
"¿Los insectos?" preguntó uno de los cabos.
Laquatus negó con la cabeza. Tendría que guiar a estos pobres hombres débiles a
la conclusión incluso después de darles todas las pistas.
"No, Cabo," dijo. "Dudo que los nantuko pudieran o necesitaran invocar
criaturas para luchar por ellos. No, me imagino que esa criatura de rostro ceniciento fue
la obra de una mente más demente."
"¿La Cábala?" preguntó el sargento en voz baja.
"Esa es mi sospecha," dijo Laquatus.
"¡Esos bastardos!" maldijo el sargento.
"¡Nos traicionaron!" dijo el Cabo herido.
"Después de la firma del tratado," dijo el sargento. "Pagarán por esto."
Los soldados estaban a punto de estallar en una turba y Laquatus supo que era el
momento de atacar.
"Sí, ellos lo pagarán, mis leales aliados de la Orden," dijo mientras envió
zarcillos de energía a cada uno de los hombres de la tienda de campaña. "Pero una
batalla ahora mismo, en este bosque mortal, sería temerario. Esperemos hasta que
tengamos el Mirari y juntos vamos a derribar a la Cábala y a todos los enemigos de la
Orden. ¿Quién está conmigo?"
Sólo tomó un ligero empujón mental el hacer que los hombres reunidos
siguieran su ejemplo. Laquatus pudo saciar su sed de sangre con los tentadores
pensamientos de un festín más grande por venir. Ahora él los tenía. El ejército de la
Orden estaba bajo su comando y eso era todo el poder que necesitaba para derrocar a
Traybor y tomar del mismo modo el control de la Cábala.
"¡Sargento!" gruñó Laquatus y se alegró de ver al soldado volver repentinamente
la atención frente a él. "Reúna a sus hombres y entierre al teniente. Vamos a levantar el
campamento en cuanto hable con esos cerdos de la Cábala."
"Sí, señor," respondió el sargento.
El tritón salió de la tienda de la Orden y se dirigió hacia la otra mitad del claro
de la Cábala, tratando de decidir cómo manejar esa mañana a Traybor. Estaba seguro de
que las tácticas de mano dura no funcionarían. El invocador era demasiado seguro de sí
mismo para dejarse intimidar. Además esa bestia había sido como una nube oscura
tapando el camino. ¿Qué había sido? ¿Por qué había atacado esa anoche? ¿Quién la
había enviado?
Estas fueron preguntas que el lord tritón no podría responder. Laquatus había
matado a Dinell y había echo que pareciera un ataque de una bestia para poder echarle
la culpa a una criatura de demencia y así implicar a la Cábala. Pero tener una verdadera
criatura de demencia en el campamento en el momento del asesinato era una
coincidencia demasiado obvia. Esto hizo latir la cabeza del tritón. Hasta que supiera
más sobre la bestia su plan para controlar a la Cábala tendría que ser un trabajo en
progreso. Había demasiadas variables para ir por el momento completamente a la
ofensiva.
Para cuando llegó a la tienda de Traybor Laquatus tenía un plan ya urdido. Se
había desgarrado la camisa de seda, echado tierra en los puños de sus pantalones, y se
había provocado un desagradable rasguño en su mejilla. El tritón volteó la solapa de la
tienda, entró atropelladamente y cayó de rodillas junto a la silla antes levantarse y
sentarse.

173
Traybor levantó la vista de su comida de la mañana, sonrió y dijo: "¿Una noche
agitada, Embajador?"
La mente de Laquatus corrió hacia adelante. Él sabe algo, pensó el tritón.
Veamos si puedo sacarle la verdad.
Se limpió la sangre de su mejilla con el dorso de su mano palmeada y respiró
hondo varias veces exhalando con fuerza para hacer que sonara como si hubiera corrido
desde una gran distancia.
"Es... la Orden," jadeó. "Fueron... atacados anoche. Ellos le... echan la culpa...a
la Cábala. Me tomó todas... mis fuerzas... para detenerlos. He venido... a advertirle."
"Tiene mi agradecimiento, Laquatus," dijo Traybor, "pero le aseguro que
nosotros no tenemos nada que temer de la Orden. Ellos firmaron un tratado y son,
después de todo, gente honorable."
Laquatus volvió a tomar aliento, más para evitar una hiperventilación que para
continuar su acción. "Sí, pero ahora creen que ustedes han roto ese tratado," dijo el
tritón. "Una especie de bestia atacó anoche el campamento de la Orden y mató al
Teniente Dinell. Por la descripción de la bestia los soldados de la Orden creen que fue
una criatura de demencia. ¿Usted no sabría nada acerca de eso, verdad?"
Traybor se detuvo con su tenedor justo afuera de su boca abierta y se quedó
mirando a Laquatus con la mano levantada por un breve momento pero fue un instante
suficiente como para que Laquatus dijera que Traybor sabía algo.
"Nadie de mi gente envió a esa bestia," dijo el invocador después de tragar su
comida. "Se lo puedo asegurar."
"Yo no soy al que usted tiene que convencer," dijo Laquatus. "Mire, por ahora yo
puedo controlar a las tropas de la Orden pero si sus asaltantes no nos ayudan más hoy
no puedo responder por lo que hagan los soldados. Han perdido a muchos hombres y
ustedes no han tenido ni una sola baja. Para empezar ellos no confiaban en la Cábala y
ahora una bestia recorre su campamento por la noche. Ayúdeme a contener su ira.
Utilice sus criaturas para evitar a los nantuko hoy y tal vez este tratado pueda durar el
tiempo suficiente como para que ustedes consigan el Mirari y terminen este conflicto
para bien."
"Haremos lo que podamos, Embajador."

* * * * *

La criatura se escondió en las sombras viendo como las tiendas de campaña eran
guardadas y los soldados se formaban en una falange. Podía sentir la presencia cercana
de los nantuko. Ellos también observaban a las fuerzas aliadas preparándose para la
marcha. La bestia no le temía a las mantis guerreras. Ellas no podrían matarla. Ni
siquiera podrían encontrarla. La criatura podía permanecer inmóvil durante días si era
necesario. Su único temor era que ellos llegaran a su presa primero. Y eso no lo podía
permitir.

* * * * *

En el segundo día, Traybor fue fiel a su palabra. Los invocadores enviaron sus
criaturas de demencia en el bosque alrededor de las fuerzas aliadas. Arañas gigantes
oscilaron a través de los árboles en gruesas cuerdas de la seda. Grandes gatos que
alguna vez pudieron haber sido panteras negras pero que ahora tenían un juego extra de
piernas o la cabeza de lobo rondaron por todo el suelo del bosque a ambos lados de la
falange. Los nantuko atacaron varias veces a las bestias durante toda la mañana pero

174
nunca se acercaron lo suficiente a las fuerzas aliadas para matar a algún soldado. La
falange hizo buen tiempo cortando un camino a través del bosque.
Laquatus mantuvo sus exploraciones, en un primer momento para asegurarse de
que las criaturas de demencia en verdad estuvieran alejando a los insectos pero también
para mantener un ojo en esos mismos protectores de la Cábala y detectar cualquier
cambio en su patrón de caza que pudiera ser el precursor de un ataque. El tritón también
sintió varias veces durante el día la presencia de algo más, algo que no era ni nantuko ni
criatura de demencia. La cosa siempre estaba detrás de las fuerzas aliadas y cada vez
que él sentía su presencia la criatura se desvanecía rápidamente de nuevo fuera de
rango.
Debe ser la misma bestia que entró ayer por la noche al campamento, pensó
Laquatus después de volver a detectar a la criatura. Pero si no es una criatura de
demencia, entonces ¿qué es y quién la envió? ¿Y qué es lo que quiere?
El tritón, distraído por la bestia en las sombras, no se dio cuenta de que se había
abierto un agujero en la red de demencia de la Cábala que rodeaba a las fuerzas hasta
que fue demasiado tarde. Dos de las arañas viajando a través de los árboles por delante
de la falange desaparecieron de la existencia justo cuando la pantera se lanzó
velozmente hacia el bosque dejando un camino libre a través de los árboles para un
ataque.
Antes de que Laquatus pudiera dar la alarma tres nantuko cayeron delante de la
falange y atacaron a los soldados de la Orden más cercanos. Un insecto apuñaló con sus
garras a su enemigo pero el guardia de la Orden pudo hacerse a un lado y el nantuko
golpeó el hombro del hombre en lugar de su pecho.
El soldado a su lado no tuvo tanta suerte. El insecto azotó su antebrazo afilado
hacia abajo abriendo un largo corte diagonal en el torso del hombre. El soldado gritó y
cayó al suelo.
El tercer insecto avanzó hacia su presa pero antes de que pudiera golpear fue
arrojado al suelo cuando una pantera de seis patas le embistió desde el costado. El
nantuko, debajo de un gato de doscientos ochenta kilos parado sobre su tórax y piernas,
cortó con sus brazos dentados, enviando globos de piel y músculo volando por el aire en
un esfuerzo por escapar.
Los otros dos insectos saltaron dentro de los árboles y desaparecieron pero todo
el cuarto delantero de la falange cayó sobre el nantuko restante con sus lanzas y
espadas. Los soldados rebanaron las piernas y los brazos de la criatura tratando de
inmovilizar al insecto antes de que pudiera escabullirse de las garras del gato de
demencia. Cuando la pantera se disipó en un entintado humo negro el sargento que
ahora era el líder de las tropas de la Orden saltó sobre el insecto y hundió su lanza en su
tórax volviéndolo a clavar al suelo.
Se alzó una gran aclamación de las tropas de la Orden deleitándose con su
primera victoria en el bosque. El sargento trajo a Laquatus la cabeza del nantuko
guerrero en el extremo de su lanza.
"Un regalo para usted y sus compañeros de la Cábala, mi señor," dijo el sargento
presentándole la cabeza al tritón.
"Excelente trabajo, Sargento," respondió Laquatus. "Un verdadero esfuerzo de
equipo. Atiendan a los heridos y haganr los preparativos para el campamento. Esta
noche celebraremos."
Mientras las tropas de la Orden despejaban la zona para hacer un campamento
Laquatus extendió su mente para hacer levitar el cráneo cortado del nantuko y se dirigió
hacia Traybor con la cabeza flotando detrás de él.

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"Maestro Traybor," dijo deteniéndose y dejando que el premio pasara flotando
frente a él. "Hoy se ha hecho un buen trabajo. Este es el premio por su cooperación.
Creo que esto le puede ayudar en sus proyectos futuros ya que creo que usted nunca ha
conseguido acercarse lo suficiente para examinar a un nantuko."
"Por supuesto que no lo he hecho, Embajador," dijo Traybor mientras agarraba la
cabeza en el aire. "Lo hubiera preferido completo pero la cabeza será una buena adición
a mis gatos."
Laquatus se dio la vuelta para irse y luego giró. "Una cosa más, Traybor," dijo
sonriendo. "Creo que la bestia que atacó anoche el campamento de la Orden nos estuvo
siguiendo todo el día. ¿Algunos de sus gatos la han podido ver? Creo que podría ser
incluso más peligrosa que los nantuko."
"No, Embajador," dijo Traybor sonriendo. "En el día de hoy no detectamos nada
más que los nantuko. Si tiene miedo, ¿tal vez le gustaría acampar con la Cábala esta
noche?"
Laquatus casi perdió su conducta tranquila con esa última aspersión del
arrogante y joven invocador. Después de un momento respondió: "No, gracias. Me
quedaré con la Orden. Ellos necesitan mi liderazgo después de la pérdida de su
teniente."
"Lo entiendo perfectamente, Embajador," dijo Traybor. "No se preocupe por
nosotros. Estoy seguro de que la Cábala estará a salvo de su sombra."
Laquatus giró sobre sus talones y se dirigió rápidamente hacia las fuerzas de la
Orden. Es obvio que Traybor sabe lo que es esa bestia, pensó Laquatus. Pero no voy a
sacárselo de él. Es demasiado inteligente para su propio bien. Quizá sea el momento de
deshacerse del Maestro Traybor y encontrar un invocador con el que pueda trabajar con
más facilidad.

* * * * *

La bestia observó a su presa moviéndose por el alborotado campamento. El alto


mago de piel plateada se volvió a dirigir hacia el corazón de las fuerzas de la Orden.
Después de la última noche, la vigilancia volvería a duplicarse. Habría muy pocas
aberturas por la que poder escabullirse para llegar al tritón. Pero podía esperar, y si la
oportunidad no se presentaba, tendría que crear un agujero en las defensas del
campamento.

* * * * *

Laquatus salió de su cama, sacó la bolsa de debajo de ella, y la abrió en la manta


de lana. No necesitaba luz para ver el contenido. Había más luz filtrándose en la carpa
de las fogatas moribundas del exterior de la que nunca se filtraba hacia el fondo del mar.
Buscó una vez más debajo de la cama y sacó la larga y delgada cuchilla de la lanza que
el sargento había utilizado para matar al nantuko esa tarde.
"No podría haber pedido un arma más apropiada," dijo suavemente el tritón.
Laquatus dejó la punta de lanza a un costado de la bolsa abierta y sacó varios
frascos pequeños de bolsillos protegidos en el otro lado. Midió cuidadosamente varios
gramos de un fino polvo blanco en un tazón pequeño y después investigó la fila de
viales dispuestos en la bolsa.
"Esto debería realizar bien el truco," dijo. "Inmoviliza al instante, pero mata
lenta y dolorosamente. Podría incluso llegar a ver como muere el pobre bastardo ya que
no será capaz de hablar una vez que el veneno entre en su sistema."

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El mago destapó el frasco y poco a poco lo vertió encima del tazón. Una, dos,
tres gotas cayeron del borde del vial haciendo pequeños círculos húmedos en el polvo
blanco. Luego el tritón tomó su mortero y apretó el líquido en el polvo hasta que se
formó una buena pasta blanca en el fondo de la taza. Tomó un cepillo duro de la cartera,
raspó la pasta y la extendió en la punta y los bordes de la cuchilla de la lanza.
A continuación envolvió la hoja en un paño oscuro y puso la lanza a un lado.
Después de cerrar y guardar su bolsa, se puso un manto oscuro, volcó la capucha sobre
sus cuernos para que no brillaran en la luz de las fogatas, tomó la lanza y salió al
campamento de la Orden. Laquatus no se preocupó sobre como salir del campamento de
la Orden. Ninguno de los guardias que conocía no tendrían siquiera un recuerdo de
haberlo visto. Sus mentes habían sido fáciles de manipular.
No, el truco de esa noche estaría en entrar al campamento de la Cábala sin ser
detectado. Laquatus había jugado con la idea de hacerse invisible o del uso de un portal
de agua pero el tritón estaba seguro de que la Cábala tendría guardas contra esa magia.
No, tendría que confiar en el sigilo y, posiblemente, un simple hechizo de sueño. Nada
que lo delatara por la mañana.
El tritón se dirigió hacia el bosque, doblando las mentes de los guardias de la
Orden con los que se encontró en el camino y luego sintonizando su mente a los
alrededores antes de dejar el anillo de protección de la guardia nocturna.
"No hay nantukos alrededor," se dijo Laquatus para sus adentros, "y tampoco
rastro de mi sombra. Bien." Laquatus se deslizó a través de los árboles alrededor del
claro con la intención de entrar en el campamento desde la parte posterior, asumiendo
que la Cábala estuviera más preocupada por los guardias de la Orden que de los
habitantes del bosque.
Cuando estaba a mitad de camino de su recorrido supo que había cometido un
error. Detectó a la bestia por arriba, moviéndose rápidamente hacia él. Un instante
después la criatura aterrizó con un ruido sordo al lado del tritón. Laquatus echó a correr,
sin molestarse siquiera en mirar a su agresor.
Desacostumbrado a correr por un terreno irregular rebotó en un árbol y se
estrelló contra un arbusto. Para el momento en que salió de las espinas la bestia estaba
de pie sobre él. Era justo como la había descripto el cabo. La criatura, de no más de un
metro y medio de altura, vestía ropas raídas que colgaban de ella como si hubieran sido
confeccionadas para alguien de dos veces su grosor. Sus rasgos estaban hundidos, su
piel gris ceniza estirada apretadamente sobre su mentón y pómulos.
Pero lo que más sobresaltó a Laquatus fueron los ojos de la bestia. Brillaban de
un rojo pero no brillante como la llama de una antorcha sino con un fondo granate como
charcos de sangre reflejando una antorcha. Pero Laquatus no era nada sino un
sobreviviente y sabía que el camino a la muerte yacía a través de esos ojos. Arrancó su
mirada de la bestia y quitó la tela de su lanza.
Cuando la bestia aulló y se abalanzó sobre el tritón este hundió la lanza en el
vientre de la criatura, girándola a medida que se introdujo en la piel curtida. La bestia se
quedó inmóvil, impávida ante el golpe mortal a su torso o el veneno en la hoja.
Laquatus empujó la lanza con todas sus fuerzas haciendo a un lado la carga de la
criatura. Se paró y corrió directamente hacia el campamento, temiendo por su vida a
cada paso, seguro de que podía escuchar los pasos de la bestia por detrás, pero con
miedo de mirar hacia allí.
Finalmente se estrelló en el claro, casi desmoronándose hacia adelante cuando el
denso e irregular bosque dio paso al musgo pisoteado. Laquatus se detuvo después de
unos pocos pasos vacilantes finales, apoyó las manos en sus rodillas, dejó caer la cabeza
hacia abajo, y respiró profundamente.

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"¿Problemas, Embajador?" preguntó una voz conocida.
Laquatus miró hacia arriba para ver a Traybor y varios otros magos de la Cábala
alineados frente a él. El tritón tomó un par de respiraciones profundas, se levantó, alisó
su capa y se colocó en una pose más digna.
"¿Disculpe, Maestro Traybor?" preguntó.
"Es un momento extraño para estar tomando un paseo por el bosque,
Embajador," dijo Traybor. Muchos peligros acechan ahí fuera."
Traybor estaba mirando a la lanza todavía en la mano del tritón. Laquatus echó
un vistazo al arma y notó el veneno bastante visible en la hoja junto con una enfermiza
sustancia pegajosa verde goteando de la parte inferior de la cuchilla en la mano
enguantada.
"Fuí despertado por una premonición de peligro," comenzó a decir Laquatus
apartando los ojos de la hoja para mirar a Traybor. "La bestia está viniendo por tí, así
que me dirigí hacia el bosque para tratar de detenerla. Como pueden ver acometí a la
criatura con esta cuchilla pero apenas la ralenticé. Tuve suerte de escapar con vida. Está
ahí fuera ahora mismo. Ven conmigo, Traybor. Estoy seguro de que juntos podemos
matarla."
Laquatus dudó de que su plan de hacer que Traybor se introdujera solo en el
bosque fuera a funcionar pero para el final de su historia su confianza había regresado y
a veces un movimiento audaz daba sus frutos.
No esta vez.
"No gracias, Embajador," dijo Traybor cruzándose de brazos mientras miró a
Laquatus a través de ojos estrechos. "Nos encargaremos de la bestia de nuestra propia
forma."
El tritón no estuvo seguro pero hubiera podido jurar que vio a los ojos de
Traybor destellar de negro en lo que él sabía era un precursor de la magia de demencia
del invocador. Laquatus decidió no tentar a la suerte contra la multitud de poderosos
pero desequilibrados invocadores. Ya llegaría un momento mejor para la eliminación de
Traybor y los de su tipo.
"Bueno, entonces buenas noches," dijo Laquatus dando la vuelta y dirigiéndose
hacia el lado del claro de la Orden. No estaba seguro de si había salido bien parado con
sus mentiras o no y tenía muchas ganas de probar la mente de uno de los magos
menores de la Cábala pero no se atrevió a hacerlo a la intemperie.
Obtuvo su respuesta cuando entró en su tienda. Allí, en letras negras de
veinticinco metros de altura que colgaban en el aire sobre su cama goteando en su
manta de lana Laquatus leyó: EL VENENO SOLO FUNCIONA EN LOS VIVOS,
EMBAJADOR.
Laquatus dejó caer la lanza en el suelo y salió corriendo al campamento pero fue
demasiado tarde. La mitad del claro estaba completamente vacía. Las fuerzas de la
Cábala habían desaparecido.

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Capitulo 25

Kamahl se agazapó en el árbol, agarrando la rama con sus manos y sus pies.
Había abandonado sus botas el día anterior deseando un contacto más directo con la
madera mientras corrió a lo largo de las extremidades y se balanceó de un árbol a otro
en su viaje hacia el centro del bosque. Debajo de él seis nantuko se movieron rápido y
silenciosamente hacia el sur sin notar al inmóvil bárbaro cubierto de tierra y musgo
situado por encima de ellos.
Era la tercera patrulla que él había visto dirigiéndose hacia el sur en los últimos
dos días. Kamahl sabía que sus perseguidores habían entrado en el bosque, que
Laquatus venía por él y por el Mirari. Pero Kamahl sabía cómo evitar a los nantuko y
sabía que el tritón no era rival para los guerreros del bosque. El bárbaro, por primera vez
desde que había puesto los ojos en el Mirari, no estaba preocupado por Laquatus.
Kamahl permaneció inmóvil en su rama hasta mucho después de que la patrulla
nantuko pasara a su lado, esperando que regresaran los otros animales. Sus sentidos eran
aún más agudos que los de él y había aprendido de la experiencia de los últimos dos
días que no era necesariamente seguro moverse hasta que los otros animales regresaran.
En dos ocasiones las partidas de exploradores nantuko había retrocedido dos
veces y lo había visto cuando se movió. La segunda vez había permanecido inmóvil
durante una hora. Su paciencia y su control muscular habían crecido enormemente
durante los últimos días.
Y, sin embargo, ellos habían esperado el mismo tiempo. Cuando el bárbaro soltó
la rama y cayó al suelo del bosque los asaltantes se abalanzaron en un instante sobre él
rebanando con sus antebrazos afilados y cortándole su retirada. En esa batalla Kamahl
se había visto obligado a incapacitar a dos nantuko rompiéndole las cuatro patas a una
bestia con un malicioso barrido de su pierna y dislocando los hombros de otra cuando el
guerrero nantuko luchó contra las vides que Kamahl había invocado para enredar a la
criatura.
Después de esa batalla Kamahl se dio cuenta de que no podía sentir el peligro
tan bien como lo podría haber echo una pequeña presa. Ahora el bárbaro sabía que cada
vez que los nantuko atacaban el bosque permanecía en silencio y no fue hasta que
estuvo completamente fuera de peligro que empezó a notar la vida volviendo a su

180
alrededor, el parloteo de las ardillas, el zumbido de los insectos, el cantar de las aves.
Fue entonces que decidió esperar hasta que los sonidos del bosque se despertaran antes
de continuar con su búsqueda.
Y así Kamahl esperó, agazapado en el árbol, descalzo y cubierto de barro, ramas
y hojas. Esperó a que el bosque reviviera, a que el peligro pasara. Finalmente, una
forma marrón se movió a través de las hojas. El bárbaro levantó lentamente la parte
superior del cuerpo hasta que su espalda quedó contra el tronco del árbol, manteniendo
las piernas dobladas debajo de él.
Era sólo una ardilla en su camino en busca de nueces o en su vuelta a casa
después de alimentarse. De cualquier manera eso significó que el peligro había pasado.
El bosque, a su manera, le estaba diciendo al bárbaro que era hora de seguir adelante.
Kamahl, confiado en que la patrulla se había ido, se alejó de su posición en el hueco del
árbol, corrió a lo largo de la rama y saltó cuando esta comenzó a doblarse bajo su peso.
Flotó por un instante en el aire con los brazos extendidos, sintiendo la fuerza del viento
de la misma forma en que la ardilla la habría sentido mientras se deslizaba entre los
árboles.
Pero el bárbaro no podía volar o deslizarse y tuvo que apoyarse en sus brazos,
piernas y magia para navegar por las copas de los árboles. Su salto perfectamente
sincronizado le envió más allá de una rama inferior en el árbol más cercano que Kamahl
agarró con las dos manos, permitiendo que el impulso de sus piernas le hiciera girar
alrededor y hacia arriba hasta una parada de manos. El bárbaro dobló la cintura y se
sentó en la rama.
Brincó para tomar la siguiente rama, se balanceó hacia arriba y luego bajó
corriendo por toda su longitud y se lanzó de nuevo en el aire. Cuando empezó a caer,
extendió su brazo y creó una enredadera. Pasó oscilando al lado del siguiente árbol y
aterrizó a seis metros de alto en un árbol de más allá.
Kamahl, después de varias horas moviéndose de un árbol a otro a través de la
parte alta de Krosa, comenzó a notar un cambio sutil en el bosque ya no teniendo que
pasar tanto tiempo saltando directamente de un árbol a otro. Pudo moverse a distancias
cada vez mayores en las enredaderas ya que los árboles se volvieron más y más
apartados unos de otros dejando mucho más espacio abierto en las copas.
De hecho, en muchos casos no tuvo más remedio que oscilar de un árbol a otro.
En donde una vez las hojas de diferentes árboles se entremezclaban en los extremos de
sus ramas ahora era raro que el bárbaro pudiera incluso llegar a salvo de un árbol a otro
sin la ayuda de la magia.
Kamahl se apoyó contra el tronco de un roble y contempló el bosque,
explorando su entorno tanto con sus ojos como con sus oídos. Mirando a izquierda y
derecha se dio cuenta de que los árboles casi estaban alineados como las hileras de trigo
en los campos por los que él y Balthor habían atravesado en su viaje al bosque. ¿Acaso
esos árboles habían sido plantados mucho tiempo atrás por el guardián? ¿Acaso Thriss
tenía cierto control sobre las plantas así como sobre los animales? Kamahl no lo sabía
pero estaba seguro de que aquello no se trataba de un fenómeno natural. Parecía más
como un jardín, un jardín muy grande.
El bárbaro también notó que allí todo era mucho más brillante de lo que había
sido en las partes externas del bosque. La conclusión era obvia: al haber menos hojas
más luz pasaba a través.
Kamahl escuchó los sonidos del bosque y notó un cambio final. Allí donde las
partes más oscuras y densas del lugar habían sido, por necesidad, regidas por el silencio
la mayor parte del tiempo, ya que la mayoría de los depredadores más grandes cazaban
tanto por sonido como por olor, esa área más clara estaba mucho más viva con el

181
parloteo de la ardillas, los cantos de los pájaros y el susurro constante de las hojas
cuando los pequeños habitantes se movían libremente dentro y alrededor de los árboles,
sin preocuparse por los depredadores.
Kamahl tomó una decisión. Era el momento de dejar los árboles y hacer el
último tramo de su viaje a pie. En los últimos días se había convertido en un animal
salvaje. El bárbaro, sin nadie con quien hablar y el peligro constante de los nantuko y
otros grandes depredadores, se había convertido en algo salvaje, menos humano. Ahora
debía recuperar su humanidad y dejar las trampas de la naturaleza detrás.
Kamahl bajó por el tronco del largo árbol de roble descendiendo rápidamente los
treinta metros entre él y el suelo del bosque, se puso lentamente de pie en toda su
estatura, flexionó los brazos por encima de la cabeza y estiró los músculos de su
espalda. Luego se quitó las enredaderas que había atado alrededor de su cuerpo y las
dejó caer al suelo. Cubierto de barro y sudor, con los pies y las manos rojas y callosas
por días pasados en los árboles, y con su cabello despeinado y lleno de ramas, supo que
seguía siendo un espectáculo para la vista, un hombre salvaje de los bosques profundos.
Miró hacia abajo a las vides caídas y notó que incluso el terreno de allí era
diferente al de las partes salvajes del bosque. Musgo y arbustos habían dado paso a
hiedras, flores, e incluso hierba. En el centro de la hilera de árboles, el bárbaro notó algo
más: un sendero muy transitado dirigiéndose rectamente hacia el norte.
Kamahl siguió estando tenso durante la primera hora en el camino, esperando un
ataque desde detrás de cada árbol. Pero con cada árbol que dejó atras y viendo que
ninguna emboscada tenía lugar comenzó a relajarse, a estirar sus músculos tensos y a
volver a caminar más recto y más erguido.
A medida que su tensión se alivió comenzó a disfrutar del paseo y pasó más y
más tiempo mirando a la vida silvestre domesticada a su alrededor. Había patrones en la
hiedra de los árboles. Las enredaderas y hojas se entretejían dentro y fuera para formar
bucles, líneas y remolinos que en conjunto creaban algún intrincado diseño que el
bárbaro no pudo entender.
Incluso las flores parecían estar colocadas en posiciones precisas. Kamahl pudo
ver toda una gama de colores alineándose en el sendero en un intrincado y alternado
patrón de rojos, azules, amarillos y morados. Los patrones debían significar algo para
alguien pero Kamahl no pudo descifrar que, tal vez porque sólo podía ver esa pequeña
sección. El significado podría llegar a ser evidente sólo si él pudiera ver todo el bosque.
Kamahl ahora estaba seguro de que todo el bosque había sido creado por un jardinero,
aunque uno que trabajó con árboles tan fácilmente como con flores.
Viajando por el camino, pensando en la enormidad del trabajo que se había
requerido para atender ese jardín, Kamahl de repente se encontró con el corazón de
Krosa sin ver el final de la ruta hasta que este estuvo sobre él. El no había sabido qué
esperar cuando había comenzado ese viaje e incluso la reverencia de Seton por el lugar
no lo había preparado para lo que vio cuando salió de los bosques y entró en el corazón.
Kamahl entró en una enorme claro más grande que toda la ciudad de la Cábala. Toda esa
ciudad, desde los muelles afuera de la puerta oriental hasta las suaves colinas ondulantes
que se levantan desde la puerta occidental, encajaría dentro del corazón de Krosa.
Mirando hacia la izquierda y la derecha en la línea de árboles Kamahl pudo ver
el suave indicio de una curva ya que los árboles en el borde del claro se arqueaban
ligeramente alrededor de lo que Kamahl sintió era seguramente un círculo perfecto.
Miró hacia arriba y esperó ver el cielo azul, que no había visto desde que había entrado
en el bosque unos días antes. En su lugar se sorprendió al ver que todo el claro estaba
todavía cubierto por hojas muy por encima.

182
Enormes árboles salpicaban el claro, espaciados a decenas de metros de
distancia. Los árboles que crecían lo hacían perfectamente rectos, tan altos como el
cielo y sin follaje hasta la cima. Allí, esos asombrosos árboles brotaban ramas largas en
todas las direcciones, pareciendo cientos de radios en una rueda de carro. Las miles de
anchas hojas que crecían de estas ramas hacían un techo sobre el claro que mantenían el
corazón aislado del mundo exterior, aunque permitían a la luz y el agua gotear por el
idílico jardín que se extendía frente a Kamahl.
Entonces algo hizo tensar el cuerpo de Kamahl. Entre dos de los árboles pilares
que sostenían el techo del corazón el bárbaro vio a un grupo de nantuko. Kamahl no
pudo decir lo que estaban haciendo las criaturas mantis pero pensó que aún no lo
habían visto.
Sólo había espacio abierto entre el bárbaro y los nantuko. Él podría volverse a
escabullir en los árboles y tratar otra ruta hacia el corazón pero algo dentro le dijo que
procediera por lo que obligó a su cuerpo a relajarsee y siguió adelante, manteniendo una
estrecha vigilancia sobre los nantuko mientras se movía.
El grupo de mantis no pareció preocupado por el acercamiento del bárbaro.
Kamahl estaba seguro de que uno o dos de ellos habían mirado hacia allí mientras él
caminaba por el sendero pero estaban ocupados trabajando y parecieron indiferentes.
Una vez que Kamahl se acercó pudo ver lo que los mantenía tan preocupados.
Estaban trabajando la tierra. Una mantis estaba guiando a una corriente de agua a través
del aire a un punto por
encima de las plantas en
donde la roció sobre el
suelo en una fina niebla.
Kamahl no pudo ver la
fuente del agua. Pareció
haber aparecido
mágicamente en el aire e
ir donde el nantuko
gesticuló.
Otra mantis estaba
parada junto a un área
seca, aparentemente
arañando el aire. Al
principio Kamahl no
pudo determinar lo que
estaba haciendo. Pero
entonces vio pequeñas marcas de garras siendo grabadas en la tierra al lado del nantuko.
Cuando las garras mágicamente invisibles barrieron el suelo, arrancaron y extrajeron las
malas hierbas que estaban asfixiando las filas de lo que Kamahl en ese momento vió
eran arvejas, zanahorias, y plantas de tomate.
Los otros dos nantuko estaban ocupados recogiendo las plantas para encontrar
las verduras más maduras que arrancaban con cuidado de las vides.
Supongo que algunas cosas no se pueden hacer por arte de magia, pensó
mientras observaba a los jardineros atender su parcela. Las cestas a los pies de los dos
recolectores parecían caminar a lo largo de la tierra por su propia voluntad aunque
siempre manteniéndose justo detrás de los nantuko mientras estos se movieron de una
planta a la otra.

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Kamahl pudo ver muchos otros huertos poblando el claro en ese anillo exterior
muchos de los cuales estaban atendidos por las mantis jardineros. Por delante, pequeñas
chozas de paja rodeaban los árboles pilar cerca de los huertos.
¿Acaso estos jardineros son tan mortales como sus primos?, se preguntó
Kamahl. Pero encontró que no quería saberlo.
Más allá de las chozas estaba el verdadero esplendor del corazón. Una serie de
enormes y anchos escalones, de varias decenas de metros de profundidad que se
extendían de árbol pilar en árbol pilar y se rodeaban entre sí, elevándose hacia el árbol
más grande, que se alzaba sobre el centro mismo del claro. Cuando Kamahl comenzó su
ascenso pudo ver que los escalones eran en realidad los sistemas de raíces de los
árboles, levantados sobre el suelo y entrelazados entre sí para formar una superficie
rugosa y plana a treinta centímetros de altura.
Sobre los escalones estaban los verdaderos hogares de los nantuko. Chozas
hechas de lianas, arbustos
gruesos y pequeños
árboles se elevaban de
estos. Algunas de estas
casas eran bastante
intrincadas y mucho más
grandes que la morada de
una habitación de Seton
cerca del límite del
bosque. Un poco más
adelante y al costado
Kamahl pudo ver una que
se componía de tres
chozas interconectadas
para formar un trébol con
otra choza de una sola
habitación en la parte
superior formando un
segundo nivel. Un túnel de zarzas conectaba este segundo nivel a otro hogar trébol en el
siguiente escalón.
El bárbaro, parado en el primer escalón, oyó el sonido de ramas y enredaderas
apartándose para formar una puerta en una de esas casas vivientes. Un nantuko salió
viniendo directamente hacia él.
Kamahl se agachó y levantó sus brazos cuando sus instintos le dijeron que se
preparara para luchar o huir. Pero el nantuko vestía una larga túnica hecha de hojas,
enredaderas y cortezas entretejidas en un delicado patrón que a él le recordó la ropa
usada por su amigo Seton. Este nantuko parecía ser un druida, no un guerrero. Kamahl
obligó a sus músculos a relajarse.
"Bienaventurada tarde, Kamahl de las Montañas Párdicas," dijo el druida
nantuko en su voz cliqueante haciendo una profunda reverencia ante el bárbaro. "Thriss
te ha estado esperando. Por favor, sígueme."

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Capitulo 26

Laquatus se quedó mirando al espacio vacío donde los invocadores de la


Cábala habían acampado momentos antes con una emoción desconocida y distante
brotando en su interior. El tritón se estaba desesperando. En el curso de unos pocos días
había perdido a Burke, a Talbot, a sus tropas de tritones, y ahora a la mitad de la
coalición que él había negociado para recoger los pedazos. Y no tenía nada de lo que
alegrarse. No estaba más cerca del Mirari ahora de lo que lo había estado cuando aún
tenía todas sus herramientas, todo su poder.
El caos se desató en torno a él en el campamento de la Orden cuando los
guardias dieron la alarma sobre los invocadores desaparecidos de la Cábala. Las voces
de los soldados sacaron al tritón de su depresión en espiral. Ellos eran todo lo que tenía.
Y si no actuaba rápidamente también los perdería.
"¡Guardia!" le gritó al soldado más cercano. "Trae al sargento a mi tienda.
¡Tenemos que averiguar lo que acaba de pasar aquí! ¡Ve!"
El soldado salió corriendo después de una pequeña vacilación y Laquatus volvió
a irrumpir en su tienda. Con un gesto de la mano borró el goteante mensaje de color
negro. Luego agarró la lanza con la punta envenenada, se concentró en el suelo para
abrir un pequeño portal a los cursos de agua por debajo del bosque y dejó caer la lanza
en el portal. La puerta de enlace de líquido azul se cerró tan pronto como el tritón
escuchó el acercamiento del sargento. Todavía no tenía idea de qué decir al sargento
sobre la Cábala.
"Sargento. Entre," dijo Laquatus. "¡Por todos los mares! ¿Qué pasó allí fuera
esta noche, Sargento? ¿Dónde están las fuerzas de la Cábala? ¿Qué hicieron sus
hombres?"
El sargento se detuvo justo en la puerta de la tienda sorprendido por el inmediato
aluvión de preguntas. "Yo… yo no lo sé, señor," balbuceó. "Mis hombres me acaban de
despertar. No he tenido tiempo de interrogarlos, señor."
"¡Lo averiguaremos soldado!" gruñó Laquatus. "Quiero su informe al amanecer.
Entonces podremos evaluar los daños a esta misión."

186
"Sí, señor."
El sargento se volvió sobre sus talones y salió de la tienda para ir a gritar a sus
hombres y, probablemente, para golpear algunas cabezas. Es el orden natural de las
cosas, pensó Laquatus. Uno recibe una paliza de su superior y la pasa a sus
subordinados. Será bueno para ellos. Mantenerlos duros y preparados para luchar y
morir por la causa. Los necesitaré mañana.
Laquatus sabía que el sargento no descubriría nada de la participación del tritón
en su escapada nocturna. Ninguno de los guardias que vio salir al tritón o regresar al
campamento sería capaz de recordar ese suceso. Pero la investigación le daría tiempo
para producir una explicación plausible y, más importante, un plan para seguir adelante
sin la Cábala.
"¿Desesperación?" dijo el tritón para sus adentros. "Ja. Incluso sin el Mirari o
Burke o mi imperio, sigo siendo el mago más poderoso de Otaria. Una vez que tenga el
orbe destruiré a todos los que se han puesto en mi camino."

* * * * *

La bestia observó el caos en el campamento de la Orden y se alegró de saber que


había desempeñado un pequeño papel en la ruptura de la coalición. Pero estaba
consternada por la facilidad con que Laquatus había escapado. El tritón fue simplemente
demasiado rápido para la criatura. Necesitaba un arma, de preferencia algo que pudiera
lanzar a ese demonio de piel azul para detenerlo.
La bestia sabía dónde podría encontrar el arma perfecta para el trabajo pero con
cada soldado de la Orden despierto en el campamento no habría manera de llegar a
Laquatus otra vez esa noche, por no hablar de encontrar el arma que buscaba en la
tienda del tritón. Así que sólo observó y se deleitó con el caos que había ayudado a
lograr y se prometió conseguir lo que necesitaba para terminar su tarea.

* * * * *

Por la mañana Laquatus tenía un nuevo plan. Era atrevido y peligroso, dos cosas
que realmente despreciaba en un plan, especialmente cuando el peligro era para él
mismo. Pero no veía otra forma de atravesar el bosque sin los magos de la Cábala. Y, si
las fuerzas de la Orden eran diezmadas por los nantuko él se volvería vulnerable de
todos modos.
El reporte del sargento fue exactamente como lo había esperado. Todos los
hombres no informaron de nada inusual hasta que una niebla impenetrable apareció de
repente en el medio del claro de la Cábala. Cuando la niebla desapareció un momento
después las fuerzas de la Cábala habían desaparecido con ella.
"Yo creo que todo era parte de su plan, Sargento," dijo Laquatus, "y siento
haberme convertido en un peón involuntario de su engaño."
"¿Señor?"
Laquatus extendió la mano y tocó la mente del sargento mientras continuaba.
"Es evidente que las fuerzas de la Cábala nunca tuvieron la intención de honrar el
tratado. Su bestia atacó en la noche, matando al teniente. Ellos se quedaron atrás y
vieron a los nantuko matar aún más fuerzas de la Orden. Entonces, cuando pareció que
la coalición iba a funcionar, nos abandonaron, marchándose por su cuenta para reclamar
el Mirari antes de que la Orden pudiera recuperarlo."
"Sí, señor," dijo el sargento. " Eso tiene sentido, señor. Esos bastardos no podían
ser de confianza."

187
"Correcto," dijo Laquatus sonriendo para sus adentros. "No podemos permitirles
llegar primero, Sargento. Tenemos que seguir adelante por la gloria de la Orden."
"Estoy de acuerdo, señor. Pero, ¿cómo? Sin magos seremos masacrados por los
nantuko."
"Usted se olvida, Sargento," dijo Laquatus volviendo a ajustar la mentalidad del
hombre. "Yo soy un mago. Uno muy hábil como ustedes sabrán. Hoy voy a dirigir a las
fuerzas de la Orden a la victoria. Su deber, y el deber de sus hombres, es protegerme a
mi, su único mago, a toda costa. Yo le aseguro que al final del día, sin importar las bajas
que suframos, vamos a tener la sartén por el mango con respecto a los nantuko."
"¡Sí, señor!"
Poco tiempo después Laquatus se encontró cerca de las líneas frontales de la
falange de la Orden, preguntándose si se había vuelto completamente loco. El premio
valdría la pena el riesgo, se dijo. Sin embargo, decidió asegurarse de que la falange no
se alejara demasiado de la vía fluvial subterránea que había utilizado para deshacerse de
la lanza, por si acaso tenía que escapar.
Laquatus extendió sus sentidos en la medida que pudo, centrándose en el área
por adelante y hacia los lados y dejando de lado la retaguardia. Si los nantuko los
atacaban por la espalda habría grandes pérdidas de vidas pero él no estaba allí por lo que
casi no importaba. Todos los soldados en frente de Laquatus llevaban cuerdas mientras
que los situados a su lado y por detrás iban armados con lanzas y espadas. Él estaba tan
protegido como podría estarlo en esas circunstancias. Ahora a ver si su plan podría
funcionar.
No tuvo que esperar mucho tiempo. No había pasado ni una hora del inicio de la
marcha de la mañana que el tritón sintió el acercamiento de un ataque nantuko. Seis
insectos descendieron de los árboles… rápidamente.
"¡Ahora!" gritó Laquatus comenzando a aumentar maná para el hechizo. Aquello
llevaría un poco de tiempo por lo que esperó que los soldados de la Orden pudieran
resistir el ataque lo suficiente como para que él preparara y detuviera a uno de los
insectos con las cuerdas.
Seis nantuko cayeron al suelo, doblaron las piernas para absorber el choque y se
lanzaron balanceando sus apéndices mortales. Dos soldados al costado de Laquatus
cayeron antes de que el pelotón hubiera podido siquiera reaccionar ante el ataque. Dos
insectos más avanzaron hacia el tritón y este ahora sólo tenía un solo soldado
protegiendo su flanco.
"¡Acábenlos!" rugió Laquatus señalando al nantuko avanzando.
"¡Protejan a Lord Laquatus!" gritó el sargento por detrás del mago adelantándose
y esgrimiendo su espada hacia el primer insecto, cortando un pedazo de armadura
aserrada de su antebrazo.
Otros dos soldados se interpusieron entre Laquatus y los nantuko. Pero el tritón
tuvo problemas a su otro lado cuando cuatro soldados de la Orden se enfrentaron a los
dos últimos guerreros mantis tratando de mantenerlos a raya clavando sus lanzas en los
insectos. Un soldado ya tenía un gran corte en su hombro y estaba perdiendo sangre.
Otro tenía su lanza sujetada en las placas de armadura sobre el tórax del nantuko.
Laquatus vio como el insecto sacó la lanza, tiró de ella para acecar al soldado y luego
rebanó con su antebrazo hacia abajo en la cabeza del soldado diviendo su cráneo en dos
y derribando al hombre.
Tengo que equilibrar la balanza o ninguno de nosotros sobrevivirá, pensó
Laquatus. Usando algo del maná que había acumulado lanzó dos hechizos rápidos en
sucesión hacia los guerreros mantis acercándose. Dos nubes etéreas de energía
irrumpieron en el combate cuerpo a cuerpo. La primera nube envolvió a uno de los

188
nantuko frente al tritón. La otra pareció devorar a los dos insectos a su izquierda. En un
instante las nubes y los tres nantuko desaparecieron.
Una aclamación eructó de los soldados de la Orden pero Laquatus gruñó: "Aún
no ha terminado. Hombres de las cuerdas, prepárence a detener a uno de los insectos.
Casi estoy listo."
Laquatus siguió acumulando maná y le echó un vistazo al sargento que estaba
derrotando a su oponente. Había cortado profundamente en el hombro del insecto,
inutilizándole un brazo, y ahora se estaba defendiendo contra el otro brazo mientras se
introducía dentro de las defensas de la criatura. Hizo a un lado el brazo del insecto con
un golpe, se lanzó hacia adelante y empaló al guerrero en su espada, desatando un
torrente de sangre verde del tórax de la bestia.
El insecto al lado del sargento le estaba yendo mucho mejor. El guerrero nantuko
había cortado a un soldado completamente por la mitad con un solo golpe de su brazo
filoso como una navaja. Levantó al segundo soldado en ambas garras y estrelló la
espalda del hombre sobre sus patas delanteras dentadas rompiéndole la columna
vertebral en dos lugares.
La mantis dejó caer al suelo al soldado mutilado y se volvió hacia el sargento
que no podía sacar la espada del insecto moribundo delante de él. Antes de que alguien
pudiera moverse para ayudar, el nantuko dió un salto en el aire y cayó sobre el sargento,
retorciendo sus piernas hacia adentro y cruzando sus brazos para rebanar a través del
hombre con sus seis extremidades afiladas y blindadas. Cuando aterrizó, todo lo que
quedó del oficial fue un suave montón de carne rosa y roja en el suelo bajo el insecto.
"¡Hombres de las cuerdas!" exclamó Laquatus. "Detengan a ese insecto."
Ocho cuerdas volaron desde atrás del tritón atrapando al nantuko alrededor de su
cabeza y brazos. Mientras este se esforzó por cortar, romper, y destrozar las cuerdas,
Laquatus se concentró en su hechizo. Levantó la palma de su mano, que sostenía una
bola azul brillante de humo, se inclinó hacia delante y sopló suavemente sobre la esfera,
que se marchó flotando hacia el nantuko enlazado.
Cuando el insecto cortó la última de las ocho líneas y volvió a avanzar hacia
Laquatus la bola de humo azul envolvió la cabeza de la bestia y esta se detuvo,
balanceándose hacia adelante y hacia atrás como si quisiera seguir caminando. En ese
momento de indecisión varios soldados de la Orden se acercaron al insecto pero
Laquatus gritó que no atacaran.
El tritón miró directamente a los ojos del insecto y le susurró: "Ahora eres mío."
La refulgente nube azul desapareció y el insecto comenzó a moverse de nuevo.
Los soldados retrocedieron sosteniendo sus armas preparadas delante de ellos. Pero en
lugar de avanzar hacia Laquatus y la falange el insecto controlado se giró y saltó hacia
el último nantuko, que acababa de matar a otro lancero. Con dos grandes golpes de sus
fuertes y mortales brazos el nantuko guerrero de Laquatus cortó al último insecto en tres
pedazos dejando las cuatro patas de la criatura muerta paradas mientras que su tórax y
cabeza se deslizaron hasta el suelo a ambos lados.
Otra gran exclamación estalló de los soldados de la Orden restantes. Laquatus
inspeccionó el campo de batalla. La Orden había perdido ocho hombres, entre ellos el
valiente sargento. Habían derrotado a sólo dos insectos y uno de ellos fue asesinado por
su propio compañero. Aún así fue un excelente trueque, pensó el tritón, asintiendo y
sonriendo por la victoria. Ocho hombres son un pequeño precio a pagar por un premio
así. Un pequeño precio a pagar por cierto.

* * * * *

189
La bestia observó la batalla y se dio cuenta de que ahora tenía un nuevo
problema. El hechicero tritón tenía un nuevo siervo y la criatura tendría que destruir a
ese pobre nantuko controlado para llegar a Laquatus. Hacía días que había estado
observado luchar a los insectos y aunque eran enemigos formidables un solo guerrero
mantis no sería rival para la criatura. Si tuviera emociones, pensó la bestia, sentiría
remordimiento por haber sido obligada a destruir a un guerrero tan noble sólo para librar
al mundo de un gran mal.

* * * * *

El resto de la marcha del día resultó muy interesante para Laquatus y las tropas
de la Orden. La falange, con su insecto capturado a la cabeza, hizo un trabajo rápido
abriendo un camino. Los antebrazos aserrados del nantuko se comportaron como
grandes guadañas para despejar arbustos y árboles pequeños. Laquatus encontró que
tenía que reforzar su hechizo de persuasión en la bestia para hacerle cumplir con las
órdenes de destruir el bosque pero para el mediodía el tritón sintió que tenía el control
completo sobre la mantis guerrera.
La verdadera prueba llegó una hora después del mediodía cuando vino el
siguiente ataque de los insectos. Laquatus se había retirado a la seguridad del medio de
la falange y estaba investigando por ataques. Cuatro insectos cayeron en el rango de su
hechizo de percepción cerca de la parte delantera de la falange y Laquatus decidió no
dar la alarma. Quería ver cómo haría su guerrero para manejar la refriega.
El nantuko controlado pareció anticipar el ataque ya que se movió a un lado y
arrojó sus fuertes brazos hacia el primer insecto incluso antes de que aterrizara cortando
justo a través del brazo levantado del nantuko atacante y provocando una profunda
rebanada en el cuello de la bestia que dejó su cabeza colgando a un lado mientras esta
caía al suelo muerta. Luego el guerrero del tritón se volvió hacia un segundo insecto que
acababa de cortar el brazo de la espada a un soldado de la Orden e introdujo sus garras
en el tórax del de su misma especie. La mantis controlada, con sus garras incrustadas en
la sección media del otro insecto, levantó a su oponente del suelo y estrelló su cuerpo
contra el árbol más cercano. El bosque reverberó con los agudos crujidos de lo que sonó
como un trueno cuando casi todas las piezas de la armadura de quitina del insecto se
quebraron tras el impacto.
Laquatus pudo ver los ojos de su insecto ardiendo de rojo después de su tercer
asesinato del día y no estuvo seguro de si su control se mantendría por mucho tiempo.
Por fortuna las dos últimas mantis guerreras desaparecieron entre los árboles, tal vez
decidiendo no probar la resolución de su hermana controlada.
Después de la batalla Laquatus volvió a reforzar su control sobre el nantuko
antes de continuar pero las tropas de la Orden no enfrentaron más ataques ese día. Por la
noche el tritón mantuvo a su nuevo siervo dentro de la tienda con él para que pudiera
condicionarlo aún más a servirle sólo a él y nunca se inmutara ante cualquier orden que
el tritón le pudiera dar.
Fue cuando Laquatus estaba sondeando la mente del insecto, mostrándole lo
fácil que sería para él activar los receptores del dolor en cualquier parte de su cuerpo si
se resistía, que oyó un sonido procedente de su bolso. El zumbido apagado persistió
durante varios minutos hasta que el tritón se dio cuenta de que era la señal de su espejo
de comunicación.
Le dio una orden mental al insecto que se quedara firme y metió la mano bajo su
catre para buscar el bolso. Sacando el espejo pasó la mano por la superficie oscuramente
nublada y observó el rostro de Havelock apareciendo a la vista.

190
"Comandante," dijo Laquatus. "Es bueno saber de usted. Supongo que me trae
buenas noticias."
"Excelentes noticias, mi señor," respondió Havelock. El comandante tritón lucía
mucho mejor que cuando Laquatus le había dejado en el bosque una semana atrás. El
color azul en sus escamas había comenzado a regresar y sus ojos se veían brillantes y
despejados. "He encontrado toda una unidad de soldados que se habían escapado del
ataque traicionero de la emperatriz sobre el abismo. Estamos en camino hacia su
ubicación y deberíamos estar a una distancia de portal dentro de un día, señor."
"Esas son excelentes noticias, Havelock," dijo Laquatus. "¿No hubo otros
supervivientes del ataque?"
El color en el rostro de Havelock se desvaneció. "No, señor. Lo siento mucho,"
dijo. "En estos momentos el abismo está siendo controlado por Llawan y los
supervivientes que quedaron fueron enviados a su corte. Nosotros somos todo lo que
queda."
El interior de Laquatus ardió por la traición de Llawan, Veza y, muy
probablemente, Talbot. "Gracias, Havelock," le dijo a su comandante. "Su leal servicio
será recompensado en gran medida a su debido tiempo."
"Gracias, señor," dijo Havelock. "¿Cuáles son nuestras órdenes?"
"Nos estamos acercando al bárbaro y creo que lo tendremos en pocos días," dijo
Laquatus. "Voy a elaborar una pla…"
"¡La bestia!" dijo un grito desde fuera de la tienda del tritón. "¡La bestia ha
vuelto!"
"Havenlock," susurró Laquatus, "Tengo un problema aquí. Me introduciré por el
portal en los cursos de agua mañana por la noche para reunirme con usted.
Formularemos nuestros planes de batalla entonces. Ahora tengo que irme."
Laquatus pasó la mano por el espejo y rápidamente lo guardó de nuevo en el
bolso justo cuando un cabo, ahora el miembro de mayor rango de las tropas de la Orden,
entró en la tienda sonrojado y sin aliento.
"Lord Laquatus," dijo golpeando los talones.
"Sí, Cabo."
"La bestia volvió a entrar en el campamento, señor."
"¿Supongo que estará muerta?"
"No, señor," dijo el Cabo jugueteando un poco y mirando por encima del
hombro del tritón hacia el insecto situado a no más de sesenta centímetros de distancia.
"Se ha escapado a los bosques. ¿La perseguimos?"
"No," dijo Laquatus disfrutando del malestar del hombre por tener que informar
malas noticias y estar al lado de la misma bestia que había matado a su sargento esa
misma mañana. "Eso sería demasiado audaz. Se trata simplemente de la Cábala tratando
de aterrorizarnos y obligarnos a abandonar el bosque. ¿No hizo ningún daño, verdad?"
"En realidad, señor," dijo el Cabo empezando a transpirar un poco a lo largo del
puente de su nariz, "la bestia mató a un guardia antes de que se alzara la alerta. Fue el
guardia apostado aquí fuera de su tienda de campaña. Todo sucedió muy rápidamente.
Tuvimos suerte de que un guardia que pasaba sorprendió a la bestia o sino se hubiera
metido en el interior."
En ese momento Laquatus se sintió incómodo. Las escamas plateadas azules del
mago se secaron repentinamente por el terror que se apoderó de él. Esta es la segunda
vez que la bestia viene tras de mí, pensó Laquatus. Tres veces desde aquella noche en la
tienda de Dinell.
"¿Señor?" le apuró el cabo. "¿Señor? ¿Está bien, Lord Laquatus? ¿Ponemos más
guardias alrededor de su tienda de campaña?"

191
Laquatus se obligó a relajarse y sonreír al soldado. "No." dijo. "No. Eso no será
necesario. Estoy seguro de que la bestia solo se introdujo en el campamento para incitar
el terror. Además, tengo a nuestro amigo aquí presente para mantenerme a salvo esta
noche. Gracias, Cabo. Eso es todo."
Después de que el oficial se fue el tritón le ordenó a su siervo nantuko que lo
protegiera con su vida y se dejó llevar por una noche de inquieto descanso, soñando con
cuchillas envenenadas, entintadas letras negras, y una siniestra bestia gris con brillantes
ojos rojos mirándole desde las sombras.

Capitulo 27

El druida nantuko llevó a Kamahl subiendo por las escaleras interminables


hacia el gran árbol en el centro del claro. El bárbaro, mientras caminó a través de las
plataformas de raíces asombrándose por la grandeza de la ciudad viviente, vio muchos
más nantuko y un buen número de centauros trabajando, jugando y moviéndose
alrededor de las viviendas. Jóvenes, ancianos, e incluso niños llenaban el corazón del
bosque.
Kamahl nunca había pensado en el bosque como un lugar civilizado con
ciudades y estructuras y familias viviendo juntas. Pero el corazón no era ninguna ciudad
sino más bien como un enorme oasis en medio de un imponente desierto de
desmesurada vegetación. Todo lo de allí era del bosque y una serena calma abarcaba el
claro. El corazón estaba en total armonía con el bosque y sus habitantes. Era una
sensación bastante diferente del caos de las tribus.
Mientras se acercaban al árbol central Kamahl pudo ver cuan verdaderamente
enorme era. Empequeñecía a todos los otros árboles pilar en el claro al tener al menos
unos treinta metros de ancho en la base y enviando ramas y hojas mucho más allá del
segundo anillo de árboles pilar que lo rodeaban. El bárbaro miró hacia abajo y comenzó
a sospechar que la mayoría de las plataformas de sistemas radiculares por las que había
estado caminando venían de ese árbol central.
El nantuko guió a Kamahl a una enorme puerta circular que conducía al interior
del corazón del árbol. Este estaba oscuro más allá del círculo de luz cerca de la puerta.
Kamahl miró a su guía, levantó las cejas, e hizo un gesto al árbol con el pulgar.
"¿Thriss está ahí dentro?" preguntó.
"Encontrarás lo que buscas en el interior del corazón," dijo el druida.
"Genial," suspiró Kamahl. "Más acertijos." Atravesó la puerta y entró en el
corazón del bosque.
En el interior se encontró en una cámara circular de alrededor de seis metros de
lado a lado en su punto más ancho y seis metros de altura. Tanto el piso como el techo
eran igualmente curvos haciéndole sentirse como si estuviera parado en el borde de un
tazón grande. La habitación en sí era monótona con excepción de las vetas de la madera

192
corriendo verticalmente a través de las paredes y las líneas curvas sobre el suelo y techo,
demostrando el crecimiento del árbol a través de lo que debían haber sido cientos de
años.
"¿Hola?" dijo Kamahl pero no hubo respuesta así que produjo una pequeña bola
de fuego en su palma abierta. Esta chispeó un poco antes de arder vivamente y el
bárbaro se dio cuenta de que era la primera magia de fuego que había usado desde que
había salido de las montañas con Balthor. "Me falta práctica," se dijo.
En la luz parpadeante no pudo ver a nadie más en la habitación pero había una
abertura en su izquierda. Caminó a través de la habitación y tuvo que inclinarse hacia
adelante y bombear las piernas como solía hacerlo cuando salía de excursión en las
montañas para maniobrar en el lado empinado de la taza. Al otro lado de la puerta
circular encontró una habitación vacía al igual que la anterior con nada más que una
puerta atrás y hacia la derecha que lo guiaría aún más dentro en el árbol.
Kamahl descendió lentamente por el tazón de la habitación y subió de nuevo al
otro lado hasta la siguiente puerta para encontrar otra habitación en forma de cuenco.
El bárbaro caminó sala tras sala, serpenteando adelante y atrás a través del árbol,
y notando que cada habitación fue un poco más alta que la anterior. Aquello no era un
laberinto, era un corredor cortado en recámaras que a la vez zigzagueaban en su camino
hacia arriba en el árbol.
Le tomó casi una hora recorrer el sinuoso pasillo que atravesaba el árbol central.
Finalmente un cálido resplandor verde emanó de la habitación contigua. Kamahl apagó
su llama roja y amarilla y caminó hasta la puerta para contemplar la cámara de Thriss.
La habitación era enorme, de casi treinta metros de ancho, abarcando casi la
totalidad de la anchura del árbol central. Pero un cuidado especial se había adoptado
para garantizar que los nutrientes pudieran fluir hacia arriba y hacia abajo del árbol a
través de la habitación. Pilares de madera naturales llenaban la cámara como si la
habitación hubiera sido tallada en torno a ellos. Los pilares parecían sostener el techo a
treinta centímetros de distancia que se elevaba por encima.
Los pilares vivientes estaban húmedos y cálidos. De hecho, toda la habitación
estaba cálida. La luz provenía de líquenes creciendo en las paredes y el techo que
palpitaban con un resplandor verde desde su interior. Kamahl pudo ver mejor los anillos
del árbol en el suelo de esa gran sala y los círculos parecían hacerle señas hacia el
centro.
En ese centro se
encontraba Thriss, el
espíritu guardián del
bosque, y por un breve
momento Kamahl
quedó aterrorizado.
Thriss era una mantis
gigantesca, facilmente
de cuatro metros y
medio de altura,
completa con los bordes
afilados en sus brazos y
piernas, cada uno de los
cuales era más largo
que la cuchilla de la

193
espada de dos manos de Kamahl. Thriss,
Nantuko Primus
"Thriss, guardián del bosque," comenzó a decir el bárbaro, "He venido para... he
venido para..." Pero Kamahl no estaba seguro de por qué había venido. Hasta ese punto
el viaje había sido todo lo que tenía. Eso y los condenados enigmas del druida.
"Has venido a encontrar tu corazón," tronó Thriss levantando la cabeza y
abriendo los brazos. "El corazón del campeón del bosque."
Kamahl negó con la cabeza. "No, yo no lo creo," dijo el bárbaro. "He aprendido
mucho sobre la vida y el bosque y la magia en este viaje y creo que por fin estoy en paz
conmigo mismo y con el Mirari. Pero yo no soy un campeón. He venido aquí sólo para
enterrar el orbe y terminar con la eterna búsqueda del poder que rodea a esa maldita
cosa. He venido aquí para ponerlo a descansar y poder ir a hacer las paces con mi
hermana."
"Te equivocas," dijo Thriss con el tono que un padre se reserva para un niño al
que hay que enseñarle lecciones de vida. "El orbe no está maldito. No es más que una
herramienta y su verdadero propósito y poder yace más allá de lo que cualquiera que lo
haya tocado pudiera imaginar."
"¿Qué quiere decir?" preguntó Kamahl. "¿Qué sabe sobre el Mirari? Este no es
del bosque. Al menos de eso estoy seguro."
"He estado observando el orbe desde antes de que Cadenero lo descubriese," dijo
Thriss volviendo a colocar sus brazos frente a su rostro como si rezara. "Es de este
mundo pero viene de más allá de este mundo. Busca el conocimiento no el poder porque
no tiene necesidad de poder. Está vivo pero no piensa, no tiene ningún propósito más
allá de la búsqueda del conocimiento."
"¿Pero qué hay de las visiones que da?" preguntó Kamahl. "¿Y cómo puede
decir que no está maldito después de toda la devastación que ha causado en Otaria?"
Thriss dejó caer los brazos y se quedó mirando a los ojos de Kamahl. "¿Quién
causó la devastación?" preguntó. "¿La herramienta o el mago que utilizó la
herramienta? ¿Acaso el orbe crea las visiones o simplemente refleja lo que ya estaba en
el corazón de aquellos que contemplaron en su interior?"
Kamahl consideró las preguntas del tutor y pensó que estaba empezando a
entender pero no le gustó las implicaciones.
"¿Usted esta diciendo," propuso, "que todas esas personas: Kirtar, el emperador
de Mer, Cadenero, incluso yo… que somos todos malvados y el orbe sólo está
reflejando eso y amplificándolo? Puedo creer eso de Kirtar y el emperador aunque yo no
lo conocí. Pero vi cómo esa cosa llevó a Cadenero a su perdición y luego yo mismo casi
experimente el mismo horror en mí mismo. Tal vez el Mirari es demasiado poderoso
como para que lo controlen simples magos. El nos controla en su lugar."
"¿Es que tú no controlas tu espada, tu caballo, tu magia?" preguntó Thriss. "Sí,
el Mirari tiene poder. Pero no es poderoso en sí mismo. Sólo la voluntad de su dueño le
da al orbe un poder verdadero, el poder para destruir o el poder para crear. Sin embargo,
todos y cada uno de ustedes tienen el bien y el mal en su interior, y el mal es atraído por
el poder, magnificado por el poder. Al rechazar ese poder tú has demostrado que lo
bueno en ti es más fuerte que lo malo. Es por eso que has sido elegido. Eso es lo que te
da el corazón del campeón."
"Yo he sido un campeón toda mi vida," dijo Kamahl. "Eso me ha traído gloria
pero nada más. Al final, mi búsqueda del poder y la gloria no me ha traído nada más que
dolor y tristeza. Si usted quiere un campeón tome el orbe y déselo a Seton. Él tiene un
buen corazón."

194
Kamahl sacó su espada y la dejó caer a los pies del guardián quien la recogió y
la hizo girar como un experto de ida y vuelta. La gran arma parecía una daga en las
garras de la enorme criatura.
"Un verdadero campeón no busca poder y gloria," dijo Thriss mientras sostenía
la espada frente a él y miraba dentro del orbe. "Un verdadero campeón usa su poder
para beneficiar a la gente no para impresionarlos. Un verdadero campeón reúne el poder
para proteger a la tierra no para destruirla."
Thriss volvió a entregarle la espada a Kamahl y lo miró de nuevo profundamente
a los ojos. Kamahl sintió como si el guardián estuviera probando su mente y su espíritu.
"Vuelve mañana," dijo Thriss finalmente, "y empezaré a enseñarte como usar tu
poder para traer paz a tu mente, cómo encontrar la gloria en el mundo que te rodea, e
incluso como controlar al orbe para que este nunca vuelva a controlarte."
Kamahl consideró las palabras del guardián. Había venido desde muy lejos para
encontrar respuestas y él se lo debía a Jeska y Balthor encontrar esas respuestas.
"Me quedaré un tiempo," dijo. "Pero será mejor que la lección de mañana sea
algo más que acertijos."
"Creo que te va a agradar la lección de mañana," dijo Thriss. "Mañana voy a
enseñarte cómo escuchar a los árboles."
Cuando Kamahl salió del árbol del corazón su guía nantuko lo estaba esperando.
"¿Has estado aquí todo este tiempo?" preguntó el bárbaro.
"No, he estado meditando y ayudando a restaurar el equilibrio del bosque," dijo
el druida. "El árbol me dijo que estabas descendiendo así que vine."
"¿Qué hacen los… residentes de aquí?" preguntó Kamahl mientras el druida lo
llevó hacia abajo y alrededor de los escalones hacia la parte posterior del claro. "Quiero
decir, esta es una gran aldea, pero nadie de fuera del bosque sabe siquiera que está aquí.
¿Cómo sobreviven sin interactuar con las otras razas? Hasta las tribus bárbaras
comercian con la Orden para obtener granos para hacer pan."
"El bosque nos proporciona todo lo que necesitamos: alimento, vivienda,
vestido," dijo el druida. "Nosotros no anhelamos nada y no gastamos nada. Le damos al
bosque y el bosque nos da a cambio. Es una vida idílica."
"Siempre había pensado en el bosque como en un lugar duro en donde uno o era
un depredador o una presa," dijo Kamahl cuando se detuvieron frente a una simple
vivienda de dos chozas.
"Eso no es duro," dijo el nantuko. "Así es la vida. Debes entender, bárbaro, que
la muerte no termina la vida sino que la sostiene. No puede haber vida sin muerte. Es
como he dicho. Le damos al bosque y el bosque nos da a cambio."
El druida pasó su garra en frente de la pared de la choza y abrió una puerta en las
zarzas. "Dormirás aquí mientras visites a Thriss. ¿Puedes encontrar el camino de vuelta
a la cámara del guardián?"
Kamahl miró al nantuko a través de las esquinas de sus ojos. "¿Subiendo por las
escaleras hasta el gran árbol en el centro, no?"
El druida no pareció captar el sarcasmo. "Muy bien." Dijo asintiendo con la
cabeza. "Mañana estaré en los campos. Es mi turno de atender los cultivos por lo que
otro druida puede comenzar sus meditaciones. Buena suerte con tu entrenamiento."
Kamahl entró en la cabaña y cerró la puerta con un gesto de la mano. "¿Es que
todo el mundo siempre tiene que saber todo acerca de mi vida?" le preguntó a la pared.
Kamahl regresó a la mañana siguiente a la cámara del guardián del bosque a
través del corredor de habitaciones de cuencos. Thriss estaba justo donde el bárbaro le
había dejado: sentado en el centro de la cámara, al parecer orando, lo que Kamahl ahora

195
sospechaba era estar meditando y equilibrando al bosque como habia estado haciendo
su guía.
"He vuelto por mi lección, Thriss."
"El árbol me lo ha dicho," replicó la mantis gigante. "¿No lo oyes susurrar
incluso ahora?"
"¡Por supuesto que no!" gruñó Kamahl. "Aún no hemos empezado la lección."
El guardián bajó los brazos a los costados y miró al bárbaro con lo que Kamahl
pudo decir era tristeza. "La primera lección que debes aprender es la paciencia, mi
apresurado estudiante," dijo Thriss. "Los árboles, especialmente los árboles antiguos
como éste, no se apresuran por la vida, y debes aprender a coincidir con su ritmo si
deseas escucharlos."
"Mis disculpas, Thriss," dijo Kamahl. "¿Cómo empiezo?"
"Meditación," dijo Thriss. "El corazón de un árbol late al ritmo del mundo
porque está atado al mundo, una parte del mundo. A través de la meditación puedes
aprender a centrarte y extender tus raíces en el mundo. Sólo entonces podrás escuchar
sus susurros."
Para un bárbaro criado en el mundo caótico de las tribus nómadas eso sonaría
como un galimatías místico. Los hombres no tienen raíces y los árboles no tienen
corazón. Pero Kamahl había visto cosas maravillosas en su vida y era sólo ahora que
empezaba a darse cuenta de que había algo más en el mundo que pudiera explicarse con
una espada. Los clanes enanos sabían eso. Jeska sabía eso y había tratado de decírselo.
Así que se comprometió a mantener una mente abierta.
"Puedo ver que tienes dudas, bárbaro," dijo la mantis guardiana. "Debes purgar
esas dudas junto con tu pasado nómada. Sólo a través de una verdadera conexión con el
mundo encontrarás tu centro."
Kamahl asintió. "¿Qué debo hacer?"
"Te enseñaré un ritual de meditación druida," dijo Thriss. "En tu mente te
convertirás en un árbol. Una vez que hayas dominado eso los árboles podrían hablar
contigo y el mundo puede mostrarte sus secretos. La técnica es simple pero la
perfección lleva tiempo y una mente despejada. ¿Estás listo?"
"Lo estoy."

* * * * *

Kamahl se concentró, imaginando sus pies hundiéndose en el árbol y sus brazos


alargándose y haciendo crecer hojas en las puntas de sus dedos. Pero después de lo que
pareció una eternidad no pasó nada así que el bárbaro dejó caer los brazos a su lado y
abrió los ojos.
"Esto no me lleva a ninguna parte, guardián," dijo. "Deberíamos comenzar con
una lección diferente. "
"En eso estamos, Kamahl," dijo la mantis levantando sus brazos hacia atrás hasta
su pose meditativa. "Esta lección es sobre la paciencia y hasta que no la hayas
dominado no podrás continuar. No puedes recordar en cuestión de minutos lo que a tu
cuerpo le ha costado toda una vida olvidar. Ve ahora y practica esta técnica. No regreses
hasta que no hayas aprendido la lección."
"¿Cómo sabré cuando he terminado?" preguntó Kamahl.
"Lo sabrás. Los árboles te lo dirán."
Kamahl dejó el árbol del corazón y se retiró a su choza donde encontró un plato
de frutas y verduras frescas de los jardines. Se comió todo el contenido del tazón y
luego comenzó a trabajar en su lección. Durante los siguientes dos días Kamahl practicó

196
convertirse en un árbol, vagó por el claro, ayudó en los plantíos cuando fue necesario, y
durmió.
Al final del segundo día se sintió frustrado con la lección pero contento con su
vida. El corazón del bosque realmente era un lugar idílico. Los habitantes vivían en paz
trabajando juntos sin conflicto por el bien del bosque. Los druidas en los plantíos
llevaban comida a los de la meditación y luego tomaban su turno para reponer la energía
del bosque a través del pensamiento mientras que otros atendían las huertas.
"Si tan sólo pudiera dominar el ritual de meditación," le dijo Kamahl a su guía
nantuko cuando el druida le trajo su comida de la noche, "entonces realmente sentiría
que pertenezco a este lugar. Pero todavía tengo dudas que rompen mi concentración
antes de que pueda entrar en trance. Pierdo la paciencia."
"Es difícil la primera vez," cliqueó el nantuko, "sobre todo para alguien que ha
vivido su vida en constante movimiento de un lugar a otro. Pero yo creo que estás cerca.
Si deseas pertenecer aquí entonces todo lo que tienes que hacer es aceptar que esta es tu
casa y el resto vendrá."
"Definitivamente no puedo volver a la montaña otra vez," dijo Kamahl. "Esa
vida ahora pertenece a otro. Y no hay otro lugar en el que preferiría estar más que aquí
en el corazón."
"Prueba otra vez esta noche," dijo el druida. "Creo que ya estás casi en casa."
Después de la cena Kamahl vagó por los campos en los que había estado
trabajando temprano ese día. Le encantaba el olor de las frutas y verduras y se había
sentido más conectado al mundo mientras había estado trabajando el suelo que mientras
había estado meditando en su choza. Se quitó las botas nuevas para poder sentir la tierra
entre los dedos de sus pies y comenzó el ritual de meditación. Se imaginó a sus pies
conviertiéndose en raíces y sus brazos en ramas. Trató de sacar los nutrientes del suelo
para alimentar el vacío dentro de su cuerpo.
Entonces Kamahl ya no estaba de pie en el campo, un hombre de piel bronceada
con una familia y problemas y dudas sobre el futuro. Era un árbol en un mundo lleno de
árboles, conectado con el mundo y sin embargo capaz de viajar a través de la red de
árboles en cualquier lugar del mundo. Su corazón desaceleró y el tiempo pareció
desacelerar junto con el pero su mente corrió de árbol en árbol y pudo ver el mundo
pasando debajo de él.
Los bárbaros se estaban reagrupando en las montañas como hormigas
correteando alrededor y sobre un hormiguero. Los miembros de la Cábala se estaban
escabullendo de los pozos a las tiendas, apostando y comprando sus vidas. Las patrullas
de la Orden corrían hacia atrás y adelante a través de la sabana en busca de un propósito
en sus vidas. Kamahl aceleró por todo el mundo y luego regresó al bosque, registrando a
Seton y Jeska. El centauro estaba erguido sobre la hermana de Kamahl secando la frente
de ella con un paño húmedo mientras dormía.
Luego encontró a Laquatus, marchando por el bosque con las tropas de la Orden,
los asaltantes de la Cábala no estaban en ninguna parte cercana al tritón. Y, para ese
caso, Kamahl notó que no había guerreros nantuko cerca de Laquatus. Trató de escuchar
lo que estaba diciendo Laquatus pero sonó como abejas zumbando. Sin embargo si oyó
una voz.
"Bienvenido a nuestro mundo, Kamahl," dijo la voz.
"¿Quién dijo eso?" preguntó el bárbaro mirando a su alrededor al bosque
rodeando el campamento del tritón.
"Yo lo hice."
Kamahl vio moverse al árbol junto a él cuando la voz le había respondido. "¿Me
estás hablando a mí?" le preguntó al árbol.

197
"Por supuesto," fue la respuesta. "¿No es eso lo que has estado tratando de hacer
los últimos dos días?"
"Bueno, sí," dijo Kamahl. "Supongo que me distraje por aquellos guerreros allí
abajo y me olvidé por qué estaba aquí."
"Aprenderás a ignorar asuntos sin importancia como la vida de la carne," dijo el
árbol. "Todo lo que vive finalmente muere pero con la muerte completas el círculo y
abasteces a los vivos, sigues viviendo en un nivel diferente."
"¿Cómo comida?" preguntó el bárbaro.
"Tal vez," fue la respuesta. "O suelo, agua, aire. Algunos creen que el espíritu
vuelve a nacer para vivir otra vida y aprender más de los misterios del mundo."
"Bueno, yo estoy preocupado por un misterio en este mundo," dijo Kamahl.
"¿En dónde están los guerreros nantuko que deberían combatir a estos invasores?"
"Thriss les llamó," dijo el árbol. "Pero no te preocupes por estos mortales.
Acabas de dar el primer paso hacia algo mucho más grande."
Kamahl apenas oyó las últimas palabras del espíritu del árbol. Ya estaba
volviendo rápidamente a su cuerpo, a su corazón. Debía advertir a Thriss del peligro. Si
no se hacía algo Laquatus podría y destruiría el bosque para llegar al Mirari. Debía ser
detenido a toda costa. Kamahl debía hacer entender a Thriss.
Cuando el espíritu del bárbaro dejó el campamento de la Orden sintió una última
presencia esperando en los árboles pero no tenía tiempo de pensar en las implicaciones
del descubrimiento. Era una figura oscura y sombría que parecía fuera de lugar en el
mundo y sin embargo conocida al mismo tiempo. Una bestia que estaba muerta, pero no
muerta, un muerto viviente que Kamahl alguna vez había llamado amigo.

198
199
Capitulo 28

Después del susto de la noche anterior Laquatus se sintió casi feliz de estar de
nuevo en marcha a través del bosque mortal. Los nantuko siempre atacaron en el borde
de la falange donde sólo murieron soldados. Y aunque la pared de tropas entre él y los
ataques se fue afinando cada día por lo menos el tritón supo que era lo que estaba
atacando y dónde. Aún así la bestia podía entrar al campamento pasando por encima de
todos sus guardias y estar en el umbral de su tienda de campaña sin ni siquiera levantar
la alarma.
La última noche había demostrado que aquello era personal. La bestia quería a
Laquatus muerto y el tritón casi tenía miedo de irse a dormir por la noche. Casi. Él tenía
a su nuevo sirviente, el guerrero nantuko sobre el que ahora tenía el control completo.
Esas criaturas eran los mejores guerreros que había visto jamás. Nada podría superar a
su nuevo siervo. Nada. Al menos eso fue lo que Laquatus se pasó repitiendo todo el día.
El tritón gastó tanta energía preocupándose por su seguridad que ya era tarde
cuando se dio cuenta de que no había habido un solo ataque nantuko desde que habían
comenzado la marcha por la mañana. De hecho no pudo percibir ni a un solo depredador
a kilómetros de su posición. Ordenó un alto mientras escudriñaba en un arco estrecho
tan lejos como pudo y no encontró nada amenazador a dieciséis kilómetros a la redonda.
"Cabo," vociferó, "parece que por fin hemos vencido a los nantuko. Estamos
despejados de enemigos. Prepárese para una marcha más veloz. Tomemos ventaja de
nuestra buena fortuna."
"Sí, señor," fue la respuesta.

* * * * *

La bestia había visto a los nantuko retirarse la noche anterior. Siempre había
sabido exactamente dónde estaban porque ellos nunca estaban lejos de su posición, justo
fuera del rango sensorial del tritón. Pero la repentina detención y la profunda

200
exploración circular de Laquatus tomaron a la bestia por sorpresa. No había ningún
lugar a donde correr así que se arriesgó. Si el tritón estaba simplemente buscando
depredadores, grandes animales desplazándose a través del bosque, podría engañar a la
exploración de la misma manera que había engañado a los nantuko, con una completa
inmovilidad.
La bestia se arrojó detrás de un árbol caído y se quedó quieta, esperando que el
tronco podrido pudiera enmascarar su propia carne muerta. Ni siquiera respiró porque
realmente no le era necesario así que la bestia no fué más que un trozo de materia
muerta cuando el tritón pasó su exploración. Después de eso la bestia levantó su cabeza
sobre el tronco y observó como la falange salió trotando. A la criatura le tomaría todo el
día y gran parte de la noche alcanzarlos pero ella nunca se cansaba ni comía así que
tenía tiempo para matar. Y esa noche iba a matar, se prometió a sí misma y a su hijo
adoptivo. Esa noche mataría al bastardo tritón.

* * * * *

El resto del día transcurrió sin incidentes para Laquatus y la falange. Los asaltos
nantuko habían llegado a un final repentino pero bienvenido. Laquatus ya no se
preocupó por la seguridad de su siervo y dejó que la criatura abriera el camino a través
del bosque. Al caer la noche sus temores casi habían desaparecido.
"Voy a volver a mantener el insecto en mi tienda esta noche, Cabo," dijo a su
segundo al mando. "Los nantuko nunca atacan por la noche y parece que se han retirado
de todos modos. Estoy seguro de que sus hombres están a la altura de la guardia sin
ayuda."
"Sí, señor," dijo el cabo. "¿Pero qué pasa con la bestia? Ataca todas las noches.
Seguramente usted deseará que el insecto este en la patrulla de guardias."
"No," dijo Laquatus. El tritón quería mantener a su siervo lo más cerca posible y,
sabiendo que iba a pasar gran parte de la noche en las cavernas subterráneas, necesitaba
al insecto dentro de la tienda para mantener a los soldados de la Orden afuera tanto
como para defenderse de la bestia.
"Le pondremos una trampa a la bestia. Obviamente me quiere sólo a mi así que
voy a mantener al insecto dentro de mi tienda para atraparla. En ningún caso usted o
alguno de sus hombres deberá entrar en ella esta noche."
Sintiendo la objeción inminente Laquatus agregó: "Es por su propia seguridad,
Cabo."
Laquatus se retiró a su tienda, mucho más relajado. La vida era mucho más fácil
cuando se tenía un siervo para mantener el mundo a raya. Ahora podría concentrarse en
asuntos más importantes. Le dio al insecto órdenes específicas de bloquear la solapa y
no permitir que nadie entrara hasta que regresara y se concentró en el suelo cubierto de
musgo en el centro de su tienda.
Después de un momento, un pequeño círculo azul plateado de maná líquido
apareció a los pies del tritón y comenzó a expandirse hacia el exterior. Laquatus agarró
su bolsa y se zambulló de cabeza en el portal que se cerró detrás de él.
Apareció en las aguas tranquilas y negras en las cavernas bajo el bosque, se
concentró por un instante en sus piernas y observó mientras una crepitante energía azul
se deslizó sobre su cuerpo desde su torso hasta sus pies. Cuando la energía se disipó sus
piernas habían crecido y se habían fusionado en una larga cola de escamas plateadas.
"Eso se siente bien," dijo el tritón. "Ha pasado tanto tiempo." Disfrutando de sus
libertades bajo el agua Laquatus nadó por un tiempo buscando a Havelock y las tropas
de tritones.

201
Al no encontrar a sus leales soldados en el área inmediata sacó el espejo de su
bolsa, pasó sus dedos palmeados sobre su superficie, y llamó a Havelock.
"Aquí estoy, mi señor," dijo el comandante con su cara apareciendo en el espejo.
"¿Y dónde es eso, Havelock?" preguntó el tritón.
"Si los mapas son exactos," dijo Havelock mirando hacia abajo en algo fuera de
la vista, "estamos aproximadamente a unos cuarenta kilómetros del centro del bosque,
justo después de la última bifurcación hacia el este."
Laquatus sacó la copia del mapa y encontró el lugar. "Está bien, veo su
posición," dijo. "Estaré allí en una hora."

* * * * *

La bestia se deslizó en el campamento y eludió fácilmente a las patrullas


nocturnas de la Orden. Menos y menos soldados habían estado de guardia cada noche
ya que los asaltos de los nantuko se habían echo sentir. La verdadera preocupación de la
criatura era el nuevo siervo de Laquatus que sospechaba estaba dentro de la tienda
vigilando al miserable tritón. No sería fácil pasar al insecto y matar al tritón pero a la
bestia se le estaba acabando el tiempo.
La criatura trotó hasta una sección a oscuras de la tienda, lejos de los fuegos, y
escuchó. El insecto estaba adentro, cerca de la entrada, pero no podía oír al tritón. Tal
tenía el sueño pesado. La bestia miró a ambos lados para asegurarse de que no había
sido vista, pegó una de sus garras a través de una costura en la tienda y, en silencio,
cortó la tela hasta el suelo deslizándose sin hacer ruido en el interior.
Aún con su cautela el siervo nantuko ya se dirigía hacia ella cuando la bestia se
enderezó dentro de la tienda.
"¡Condenados insectos!" murmuró la bestia y luego se zambulló al suelo y rodó
más allá de la mantis avanzando, pateando con sus piernas hacia un lado cuando esta
pasó para desequilibrar al siervo.
La patada doble de la bestia fue lo suficientemente fuerte como para romper el
tobillo del insecto dejando coja a la criatura y frenándola. Cuando la bestia rodó hacia el
otro lado de la tienda el nantuko giró sobre tres patas y lanzó sus brazos hacia abajo en
un amplio círculo hacia el atacante en retirada. Una de sus garras se clavó
profundamente en la espalda de la bestia dejando una gran herida.
Pero nada de sangre se derramó de la herida y todo lo que el insecto recibió por
su ataque fue un poco de correosa piel gris y una garra llena de lodo verde.
"No me duele ni un poco," dijo la bestia rodando y volviéndose a parar. Miró a
su alrededor y notó que Laquatus no estaba en su cama. "Condenado tritón," murmuró.
"Se me volvió a escapar."
Pero entonces el siervo estaba sobre él otra vez, girando hacia debajo de revés, y
tratando de cortar a la bestia por la mitad con las afiladas crestas en sus antebrazos. La
bestia se deslizó dentro del alcance más grande del monstruo y enterró sus propias
garras en la ingle del insecto, tratando de cortar los tendones que llevaban a sus patas.
Pero sus garras no podrían atravesar la armadura de quitina del nantuko y los dos
combatientes se apartaron y se volvieron a enfrentar.
La velocidad era la principal ventaja de la mantis guerrera y la bestia lo sabía.
Para tener alguna posibilidad necesitaría desacelerar aún más al insecto. Lo que
necesitaba era su arma. Eso es lo que había venido a buscar.
Echó un vistazo alrededor de la tienda mientras evadía los ataques del insecto y
encontró lo que estaba buscando: un gran cofre con llave que había visto siendo llevado

202
por los soldados de la Orden y guardado en la tienda del tritón todas las noches desde la
muerte del teniente. Pero entonces el insecto estuvo otra vez sobre él.
Se arrojó más allá de los brazos extendidos del nantuko, se levantó al lado de su
pecho y giró. Cuando la mantis controlada volvió a lanzarse sobre la bestia esta se
zambulló justo a través de las patas del guerrero pasando al lado de las placas de
armadura dentadas en esas extremidades y levantándose debajo del tórax del insecto. La
bestia agarró las patas traseras del siervo por encima de las estrías, lo levantó usando sus
brazos y su cabeza y derribó al insecto sobre el cofre.
El nantuko se estrelló de cabeza sobre la parte superior del cofre y se vino abajo,
golpeando sus hombros a través del otro costado del cofre. Las tablas de la parte
superior y lateral fueron destrozadas por el doble impacto enviando fragmentos de
madera a través de la pared de la tienda. La bestia se volvió para recuperar su arma
antes de que el insecto pudiera recuperarse pero fue demasiado tarde. El arma ya había
terminado el trabajo. Sobresaliendo hacia arriba fuera de la caja estaba el mango de un
hacha de guerra de dos cabezas, una de las cuchillas enterrada profundamente en el
cráneo del nantuko.
"Me llavaré eso," murmuró el enano zombi arrancando el arma del insecto.
"Siento que hayáis tenido que morir sobre esto. Sé que no fue tu elección. Prometo que
os vengaré de vosotros en ese condenado tritón."

* * * * *

"Es la bestia," gritó un guardia de la Orden cuando el enano se abrió paso fuera
de la tienda y salió corriendo hacia el bosque. Otros soldados llegaron corriendo ante la
llamada, el guardia echó un vistazo dentro de la tienda y la sangre se drenó
inmediatamente de su rostro.
Dio un paso atrás, se volvió al primer guardia y dijo: "Trae al Cabo. Será mejor
que vea esto."
Unos minutos más tarde el cabo se paró dentro de la tienda del tritón con varios
guardias, entre ellos el soldado que había hecho el descubrimiento, mirando fijamente el
cofre roto y el nantuko muerto.
"¿Qué significa esto?" preguntó el soldado.
El cabo se arrodilló, sacó los restos fuera del camino, y tomó la espada de cristal
de los pedazos del cofre.
"Significa que Laquatus nos mintió," dijo sosteniendo la espada con reverencia
en las palmas de sus manos. "El tritón debe haber matado al teniente y luego escondido
la espada de liderazgo en el propio cofre de Dinell."
"¿Pero por qué?" preguntó el soldado.
"Control," fue la respuesta de fuera de la tienda.
Los guardias de la Orden se volvieron hacia la voz y luego sacaron sus espadas
cuando Traybor entró en la tienda.
"Guarden eso," dijo el invocador de la Cábala con una tinta oscura llenando sus
ojos. Cuando los guardias miraron hacia abajo sus espadas ya estaban de vuelta en sus
vainas y una sustancia negra cubría sus manos, excepto el Cabo, que todavía sostenía la
espada de cristal en frente de él.
"Antes de atacar le sugiero que de un paso fuera," continuó diciendo Traybor
antes de salir al campamento.
El cabo y el soldado siguieron a Traybor al exterior donde pudieron ver que todo
el campamento estaba rodeado de los invocadores de la Cábala y que el resto de la
patrulla nocturna había sido atada y amordazada en el suelo.

203
"¿Cómo…?" preguntó el cabo.
"La magia es un arma poderosa," respondió Traybor sonriendo.
"Entonces Laquatus estaba diciendo la verdad. La Cábala es responsable de
todo."
"No, Cabo," dijo Traybor. "Tenía razón antes. Laquatus mató a Dinell, robó la
espada de cristal, y nos echó la culpa. Necesitaba el control sobre ustedes para ejercer
control sobre nosotros. Su error fue pensar que podría controlar a la Cábala."
"Ustedes son los que ahora tienen el control," dijo el cabo agarrando la espada
de cristal con las dos manos. "¿Ustedes enviaron a su bestia para conseguir la espada y
llevarse a Laquatus? No pueden tenerla y les exigimos que nos den al tritón para que se
enfrente a la justicia en la Ciudadela."
"Nosotros no tenemos al tritón y además se pueden guardar su espada," dijo
Traybor. "Estoy aquí sólo para garantizar la seguridad de los que están por venir. No
sabíamos que el embajador había desaparecido."
Traybor levantó la mano, de la que de pronto brotó tinta negra, y dibujó un gran
óvalo en el aire desde la parte superior de su cabeza hasta el suelo. Mientras la tinta
goteaba llenó el óvalo formando un gran portal negro. El cabo casi cargó hacia el portal
cuando una alta tritón femenina lo cruzó seguida de Trenzas. Pero entonces se dejó caer
de rodillas en su lugar haciendo una profunda reverencia y levantando la espada de
cristal sobre su cabeza cuando emergió la tercera figura.
"Comandante Eesha," dijo el cabo. "Ha vuelto. Alabada sea Pianna."
"Levántese, Cabo," dijo Eesha agarrando la espada de sus manos y sosteniéndola
en alto para que todos la vieran. "La Orden será restaurada al bosque y más allá," les
dijo y con un chasquido de sus dedos las ataduras que sostenían a sus soldados cayeron
al suelo.
El cabo se puso de pie y miró a su comandante. "¿Señora, qué quiere decir?"
preguntó. "¿Y por qué viaja con nuestros enemigos?"
"Ya no son nuestros enemigos," dijo la mujer tritón dando un paso hacia
adelante.
Eesha envainó la espada de cristal y les hizo señas a sus tropas para que se
acercaran. "Mis guerreros," dijo ella, "esta es la señorita Veza, embajadora de la
Emperatriz Llawan. Ella me ha ayudado a ver a Laquatus por lo que es, una serpiente
traicionera que haría cualquier cosa, mataría a cualquiera, destruiría todo para conseguir
lo que quiere: el Mirari y su máximo poder. Él nos ha utilizado tanto a nosotros como a
la Cábala en sus planes y al final se volvería en contra de todos nosotros."
"La emperatriz es diferente," dijo Veza. "Lo único que desea es trabajar por el
bien de su pueblo."
"Pero nosotros no somos su pueblo," dijo el cabo. "¿Cómo sabemos que no se
volverá contra nosotros como lo ha hecho Laquatus?"
"Yo no voy a mentirles," dijo Veza volviéndose hacia el cabo. "Llawan creció en
la corte real de la misma forma que Laquatus y aprendió a sobrevivir ahí. Pero les
aseguro que la emperatriz es un ser honorable y entiende que un mundo en guerra no es
bueno para sus súbditos."
Veza se giró hacia las tropas reunidas de la Orden y continuó. "Todos nos
beneficiamos al trabajar juntos en vez de luchar entre nosotros. El comercio entre las
facciones puede traer prosperidad y una vida más fácil para todos. La gran guerra hace
siglos que ha acabado y sin embargo todos vivimos como bárbaros. Hoy damos el
primera paso de regreso a la civilización."
Eesha intervino y se volvió a dirigir a sus tropas. "He firmado un tratado con la
emperatriz al igual que con el Primero de la Cábala. Las luchas se detendrán hoy mismo

204
y la Orden podrá finalmente regresar a los caminos de Pianna. Educaremos a Otaria.
Sanaremos a Otaria."
"¿Pero que hay de Laquatus?" preguntó el cabo. "Él asesinó al Teniente Dinell.
Robó la espada de liderazgo. La encontramos en su tienda. Él debe pagar por sus
crímenes."
Trenzas, que había estado de pie con la cabeza en su nube de demencia desde
que había llegado, finalmente habló pero su voz retumbó como si viniera de un lugar
lejano.
"Déjenselo al bosque," dijo. "El solo no es rival para el poder combinado de
Kamahl y los habitantes de Krosa."
"Es hora de volver a casa," dijo Eesha envolviendo su ala alrededor de los
hombros del cabo. "La guerra ha terminado."
Traybor extendió sus brazos hacia los lados y mientras lo hizo el portal creció.
Con una señal todos sus asaltantes pasaron a través del portal seguidos de Trenzas.
Luego Traybor asintió hacia Eesha que lideró a sus tropas para que hicieran lo mismo.
Hubo muchas quejas acerca de confiar en la magia de la Cábala pero una vez que la
comandante les garantizó su seguridad nadie se resistió a la orden.
A continuación Traybor se volvió hacia Veza. "¿Mi señora?" dijo y señaló al
portal.
"Un momento por favor," dijo ella y desapareció en la tienda por un momento.
Cuando Veza regresó traía una enorme sonrisa y se dirigió con confianza a través del
portal.
Traybor echó un último vistazo alrededor del campamento y luego caminó a
través de la tinta que cayó en cascada hasta el suelo formando una mancha negra fuera
de la tienda de Laquatus.

* * * * *

Un portal azul brillante se abrió en el suelo dentro de la tienda de Laquatus y el


ex embajador tritón apareció por encima del estanque. Laquatus se agachó de inmediato.
Su tienda era un caos. Los laterales habían sido arrancados, su siervo yacía en un charco
de sangre con su cabeza dividida ampliamente, y su cofre estaba hecho añicos.
Laquatus se arrastró hasta la solapa y miró afuera al campamento vacío.
"¡Por el dominio de Norda! ¿Qué es lo que ha ocurrido ahora?" se preguntó
haciendo una búsqueda exhaustiva de su tienda. Cuando llegó al cofre roto se dio cuenta
de que los dos premios que había recogido en ese viaje, la espada de cristal y el hacha
de guerra de Balthor, habían desaparecido. De hecho, lo única cosa que quedaba en el
cofre era una gran concha de almeja con una imagen de colores brillantes de Llawan
pintada en un lado.
Laquatus miró la almeja durante varios minutos y luego la estrelló en los restos
de su cofre. Después de un tiempo el tritón sacó su espejo y convocó a Havelock.
"Comandante, ha habido un cambio de planes."

205
Capitulo 29

Kamahl irrumpió en el santuario de Thriss sin molestarse en esperar a que el


guardián reconociera su presencia. "¿Has retirado a tus guerreros nantuko del ejército
que se acercaba?" rugió a la mantis gigante. "¿Sabes lo que pasará ahora?"
Thriss respondió sin siquiera mover los brazos de su rostro. "No. ¿Y tu?" dijo
con calma.
"Sí," dijo Kamahl. "Laquatus irrumpirá aquí, matará a tu pueblo, tomará el
Mirari, y tal vez incluso te mate."
"Esa es una posibilidad," dijo Thriss finalmente bajando sus brazos para mirar al
enfurecido bárbaro. "Pero si la verdadera voluntad del bosque es que mi tiempo en este
mundo ha llegado su fin yo no soy quien para decir lo contrario."
"Pero podemos luchar contra esta invasión," dijo Kamahl. "Esto no tiene por que
suceder de esa manera. Envia de vuelta a los nantuko. Yo mismo lucharé a su lado.
Juntos podemos derrotar a Laquatus."
"No volveré a enviar a mis nantuko para hacer frente a esa abominación," dijo
Thriss. "Él puede controlarlos y volverlos hermano contra hermano. Los habitantes del
bosque no se matan entre sí excepto por alimento. No permitiré que ese mago controle a
mi pueblo."
"Pero si llega al corazón," dijo Kamahl, "los controlará a todos y el bosque
morirá. ¿Es eso lo que quieres?"
"Has aprendido muchas cosas acerca de la vida en el bosque, Kamahl," dijo
Thriss levantándose y acercándose para erguirse sobre el bárbaro. Puso su afilado brazo
sobre su discípulo tan suavemente que Kamahl apenas sintió la presión en su hombro.
"Pero todavía te resistes a la gran verdad. La muerte vuelve a llevar a la vida. Cuando
ese círculo se rompe todo el mundo sufre. Yo no le temo a la muerte sino que le doy la
bienvenida como un renacimiento en el bosque que ha de venir después. Se debe
permitir que la vida suceda sin importar las consecuencias."

206
El guardián volvió a sentarse, abrió los brazos y trató de sonreír. "Ahora," dijo,
"volvamos a tus clases."
"Hoy no," dijo Kamahl. "Es fácil para tí sentarte allí y dejar que el mundo fluya
mientras observas como lo has hecho por cientos o miles de años. Pero aquellos de
nosotros que sólo tenemos unas preciosas décadas en este mundo queremos aferrarnos a
esa vida ya que es realmente valiosa. Me enfrentaré a Laquatus en persona si es
necesario. Tengo amigos en el bosque a los que deseo proteger y creo que este bosque,
el bosque del presente, vale la pena salvar."
Kamahl se dio la vuelta, caminó a través de la gran sala y se giró en la entrada
del corredor de tazones. "Permite que esto suceda," respondió. "Tu campeón va al
encuentro de su destino."
Thriss le gritó mientras salía de la habitación. "¡Espera, Kamahl!" dijo con una
nota de desesperación en su voz. "No estás listo para enfrentarte a él. El bien y el mal
todavía libran una guerra dentro de ti por la posesión de la esfera."
Las palabras resonaron en el árbol y en la mente de Kamahl mientras bajaba
pero ya no había vuelta atrás. Este era su tiempo. Él lo sabía. La vida se debía permitir
que sucediera pero a veces un campeón debía hacer que sucediera.

* * * * *

Laquatus caminó solo por el bosque llamando periódicamente a Kamahl para


que saliera a enfrentarlo. El tritón había pensado brevemente en volverse a introducir en
los cursos de agua subterráneos e ir tras la hermana del bárbaro para usarla como cebo.
Pero sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que la emperatriz enviara sus fuerzas
contra él y no tenía tiempo de sobra. No. La única manera por la que aún podía ganar
era conseguir el Mirari ahora. Ese mismo día.
Y eso significaba enfrentar al bárbaro. Pero no tendría que hacerlo solo. No
había ninguna razón de relegar eso a un combate justo. Mientras caminó mantuvo el
espejo en el bolsillo de su abrigo. Havelock y sus soldados podrían aparecer en torno a
Kamahl en cualquier momento. Todos lo que Laquatus tenía que hacer era llamar al
arrogante guerrero y enfrentarlo. Sabía que el bárbaro no sería capaz de rechazar el
desafío.
"¡Kamahl, hijo de una cabra!" gritó. "Aquí estoy. Es hora de acabar con esto.
Ambos lo sabemos."
El tritón caminó y examinó el bosque en busca de signos de nantuko o de la
bestia pero no vio, ni escuchó, ni olió ni sintió nada aparte de sí mismo en ningún lugar
cercano. Se dio cuenta de que los ataques de los insectos se habían detenido tan pronto
como él había aprendido cómo controlarlos así que no tenía miedo en ese frente. La
bestia era otra cuestión pero aún no había atacado y Laquatus era un blanco fácil a la
intemperie por si solo o porque la criatura ya no estaba tras él o había sido ahuyentada o
asesinada la noche anterior.
"¡Kamahl!" exclamó Laquatus mientras transitaba por el camino hacia el centro
del bosque. La vegetación salvaje de las profundidades del bosque habían dado paso a
lo que sólo podía ser descrito como un jardín bien cuidado, con árboles en hileras,
malas hierbas y zarzas meticulosamente ausentes, y un ancho camino que conducía
hacia el norte. "¡Sé que estás aquí! Muéstrate y vamos a resolver esto de hombre a
tritón."

* * * * *

207
Kamahl se detuvo en el borde del claro para meditar. Rápidamente encontró a su
espíritu moviéndose de un árbol a otro a través del bosque. Podía sentir más que
escuchar los pensamientos de los árboles a su paso a través de ellos y encontró
rápidamente a Laquatus, caminando a solas por el sendero que él había pisado sólo unos
pocos días antes. No había ni rastro de la Orden o de las fuerzas de la Cábala pero
Kamahl siempre sospechaba de traición cuando Laquatus estaba cerca.
Volvió a su cuerpo y trepó a los árboles. El bárbaro, moviéndose con rapidez y
en silencio en el bosque, se encontró con el tritón y le ensombreció desde arriba.
No pudo encontrar ningún signo de una emboscada y se cansó rápidamente de la
constante charla del insípido mago tritón. Tendría que correr el riesgo y hacer frente a lo
que sea que el tritón había puesto en marcha. Laquatus había establecido las reglas para
esta confrontación pero Kamahl estaba peleando en su hogar, su nuevo hogar. Eso por
sí solo le daría toda la ventaja que necesitaba.
"¡Kamahl!" volvió a gritar Laquatus. "Enfréntame como un hombre, si te
atreves. Es hora de resolver este conflicto como los bárbaros siempre lo hacen, en una
honorable batalla."
"¿Y qué sabe una serpiente como tú del honor?," dijo Kamahl dejándose caer al
suelo delante de Laquatus, aterrizando en cuclillas y mirando hacia el tritón que estaba
parado a no mas de seis metros de distancia. "Toda tu vida ha sido una mentira. ¿De
verdad quieres que también termine en una mentira?"
"Yo no quiero que termine en absoluto," dijo Laquatus. "Por eso he traído
amigos a esta honorable batalla."
Laquatus sacó un espejo de su abrigo y habló por él. Estanques de energía se
formaron alrededor de Kamahl mientras este permaneció quieto y preparado para la
batalla. Antes de que el bárbaro hubiera podido siquiera invocar cualquier criatura fue
rodeado por guerreros tritones con tridentes, lanzas y redes.
Los soldados más cercanos lanzaron su ataque concertado empezando por las
redes. Kamahl extendió su mano hacia el cielo y atrajo una enredadera del árbol de
arriba, la que se envolvió alrededor de su muñeca y lo sacó de la tierra justo cuando las
primeras redes aterrizaron donde había estado. Luego se balanceó hacia un lado y soltó
la vid, golpeando el árbol con las rodillas dobladas y rodando por el tronco para
aterrizar fuera del anillo de tritones.
Laquatus se había trasladado al otro lado del ancho camino manteniendo sus
fuerzas entre él y Kamahl. Los soldados avanzaron de nuevo y Kamahl supo que las
redes serían lanzadas mucho más altas esta vez para evitar que el se volviera a balancear
hacia los árboles. Mientras los guerreros tritones se cerraron el bárbaro volvió a llamar
enredaderas pero esta vez los zarcillos verdes descendieron sobre sus enemigos,
capturando a uno por el cuello, rodeando el brazo levantado de otro que estaba a punto
de tirar una lanza, y a un tercero por el pie poniendo al guerrero boca abajo sobre el
suelo.
Pero había demasiados y el resto siguió adelante. Kamahl esquivó una lanza y
destrozó una red con una lluvia de espinas del árbol detrás de él y todavía siguieron
viniendo. Cuando un soldado apuñaló a Kamahl con una lanza el bárbaro se agachó
dentro del ataque agarró al tritón por su brazo escamoso, le dio la vuelta y lo estrelló
contra el árbol del que crecieron largas estacas el instante anterior al impacto.
Kamahl se volvió de nuevo para hacer frente a sus atacantes pero el siguiente
soldado se había agachado con su tridente mientras el bárbaro le había estado dando la
espalda. El tritón, barriendo con la lanza bifurcada hacia las piernas de Kamahl,
enganchó las púas alrededor del tobillo del bárbaro y lo derribó. Una red lastrada cayó
sobre el cuerpo de Kamahl aplastándolo contra el suelo.

208
"Un ataque bien cronometrado, Havelock," dijo Laquatus al tritón que había
echo caer al bárbaro con el tridente. "Has subestimado enormemente a mis soldados,
Kamahl. Puede que no sean tan feroces como tus amigos los nantuko pero el
entrenamiento constante y la simple telepatía les permite coordinar sus ataques con
resultados rápidos y decisivos."
"Es una verdadera lástima que tenga que terminar así," se regodeó Laquatus.
"Fue muy fácil. Pensar en todo el tiempo y energía que gasté en perseguirte a ti y a ese
condenado orbe por todo el continente y que termine así. Tu en el suelo sin poder
siquiera alcanzarme. Pero supongo que la ironía se ha perdido en ti. Oh, bueno. Mátelo,
Comandante. Puede usted tener el honor."
Havelock levantó los brazos para hundir el tridente en el pecho del bárbaro pero
cuando estaba a punto de golpear un hacha de guerra pasó como un rayo entre los
soldados reunidos y golpeó al comandante en el rostro, clavándose hasta la empuñadura
y haciendo volar al líder hacia atrás sobre la multitud de tritones detrás de él.
Mientras los atónitos guerreros miraban a su comandante muerto Kamahl invocó
varias enredaderas del árbol para que se envolvieran alrededor de la red y tiraran hacia
arriba. Agarrando la red mientras se levantó, se enderezó y pateó al tritón más cercano
capturándolo en la mandíbula y haciendo girar su cabeza tan rápido que el golpe quebró
el cuello del soldado.
Otro luchador se le acercó desde el costado pero el bárbaro vio un movimiento
borroso y oyó un bajo gruñido gutural cuando la sombría figura que había visto fuera
del campamento de la Orden embistió contra el tritón avanzando. La figura derribó al
soldado con dos golpes rápidos a su sección media desgarrando enormes tajos en el
tritón con sus zarpas y dejando al guerrero muerto en el suelo en un charco creciente de
su propia sangre.
Kamahl echó un vistazo a la figura mientras esquivaba una red entrante.
"Balthor," exclamó. "¿Qué hicieron de ti?"
"No hay tiempo de explicaciones," dijo el enano sacando su hacha del cráneo de
Havelock. "Acaba con esa
serpiente. Voy a quitarte a
estas alimañas de encima."
Y con eso Balthor
enganchó su hacha bajo sus
grises pies con garras rodó
hacia delante frente a
Kamahl y saltó girando.
Cortó descendentemente a
través del pecho del tritón
frente al bárbaro y luego
arrojó el hacha al próximo
soldado en línea acertando
al guerrero en el hombro y
enviándolo girando al
suelo.
Balthor, el
envilecido
"¡Ve!" dijo Balthor mientras saltaba sobre el soldado caído y hundía sus uñas en
el cuello expuesto del tritón.
Kamahl corrió a través de la pequeña abertura que Balthor había creado con su
hacha, sin mirar atrás. El hechicero tritón estaba retrocediendo, su rostro contraído con

209
horror mientras sus últimas fuerzas restantes caían en las manos de un rival que él había
dado por muerto.
"Ahora hablemos sobre esa batalla honorable que me prometiste," dijo Kamahl.
"Esto aún no ha terminado, bárbaro," escupió Laquatus mientras agitaba su
mano en un círculo sobre el suelo.
Kamahl vio el portal resplandeciente comenzando a formarse y llamó a las
enredaderas del árbol detrás de Laquatus.
"No lo harás," dijo y cuatro enredaderas se retorcieron en torno a las muñecas y
tobillos del tritón y lo levantaron del suelo.
Kamahl se acercó para mirar a su némesis, suspendido sin causar daño, su
espalda plana contra un árbol, con los brazos sostenidos en alto sobre su cabeza y sus
piernas abiertas ampliamente como una marioneta torturada.
"Esta vez no," dijo sacudiendo el dedo hacia Laquatus. "No puedes escapar de tu
juicio final. Lucharemos o morirás en donde estás colgado."
Kamahl oyó la voz de Balthor desde atrás. "Mátalo," dijo el enano acercándose
por detrás al bárbaro. "Hazlo ahora. Él no se merece la honradez de una batalla."
Kamahl se giró para mirar a la carnicería que Balthor había dejado. Todos los
tritones estaban muertos, incluso los tres que Kamahl había dejado colgados de los
árboles. El rostro y los brazos grises de Balthor estaban cubiertos con la sangre de los
tritones.
"Tú... tú estás muerto," dijo Laquatus con horror.
"Pero sigo siendo un hombre mejor que vos," escupió Balthor. "Después de que
me dejastéis morir con el brazo de esa bestia atascado en mí garganta me desmayé.
Morí. Lo siguiente que supe fue que esa mujer con trenzas estaba de pie junto a mí en
una tienda de campaña, dándome una nueva vida y un nuevo propósito. Mataros... bien
muerto y acabado. Hazlo Kamahl. Hazlo y por fin podré descansar."
Kamahl se volvió para enfrentarse a su viejo amigo, olvidándose por el momento
de Laquatus, más preocupado por su viejo amigo que por su viejo enemigo.
"¿Qué te hizo esa bruja de la Cábala?" le preguntó. "El enano que conocí amaba
la batalla pero nunca haría una masacre. ¿En qué te has convertido, Balthor?"
"Venganza."
"Yo siento algo más dentro de ti, enano," dijo Laquatus todavía colgando del
árbol y su voz tranquila de nuevo. "Nuestros encuentros anteriores fueron demasiado
breves pero ahora puedo sentir la carne de Burke dentro de ti. Se ha propagado a través
de tu cuerpo desde tu muerte, infectándote con carne de demencia. Carne de demencia
que fue creada para un propósito y un solo propósito: servirme. ¿Sabes lo que eso
significa, enano?"
"¿Qué?" escupió el Balthor muerto viviente.
"¡Que eres mío!" dijo Laquatus. "Ahora, mata a Kamahl."
Kamahl, después de volver a mirar a Laquatus preocupado por la repentina
calma del tritón, se giró hacia su mentor justo a tiempo para hacerse a un lado del hacha
del enano con la que Balthor había cortado con todas sus fuerzas justo hacia el pecho
del bárbaro. Kamahl giró hacia un lado y retrocedió, tratando de poner un poco de
espacio entre él y su amigo poseído.
"¡Balthor, no!" gritó Kamahl mientras se movía. "No quiero pelear contigo.
Toma el control, viejo amigo. Lucha."
"Él no puede controlarse a sí mismo ahora Kamahl," dijo Laquatus. "Esa es
materia creada por el Mirari dentro de él, creada por tu otro amigo muerto, Cadenero.
Es demasiado poderosa para que él se resista. Es demasiado poderosa para que tú
puedas vencerla."

210
Kamahl se alejó de otro golpe apenas apartando sus piernas fuera del camino de
la impía hacha de Balthor cuando esta golpeó contra el suelo. Se extendió hacia los
árboles y ordenó a las enredaderas que se arrojaran sobre su mentor pero Balthor
blandió su hacha en un arco sobre su cabeza y cortó el follaje entrante. Luego el enano
enganchó el hacha debajo de sus pies y se lanzó rodando por el suelo hacia Kamahl con
las cuchillas gemelas de su hacha refulgiendo mientras embistió hacia el bárbaro.
Kamahl se zambulló a un costado haciendo su propia vuelta pero se detuvo en
seco con las manos y pateó hacia el ovillo borroso aproximándose enviando al enano
rebotando en un árbol. Balthor estrelló su espalda contra el árbol pero sus pies siguieron
hacia arriba y alrededor, clavando el hacha en el tronco y dejando al enano colgado boca
abajo. En ese momento Kamahl se puso de pie y miró a Laquatus que estaba retorciendo
sus brazos tratando de liberarlos de las vides.
Balthor volvió a acechar detrás de Kamahl. El bárbaro se volvió, listo para
zambullirse fuera del camino de la poderosa hacha. El enano cortó hacia abajo y a
través y Kamahl saltó a un lado. Pero el ataque sólo había sido un amague y Balthor
invirtió rápidamente la dirección del mango del hacha hundiéndolo fuertemente en los
intestinos del bárbaro.
Kamahl se dobló en dos cuando el golpe lo dejó sin aliento y Balthor le dio una
bofetada en el rostro mandándolo volando hacia atrás con la nariz rota. El guerrero de
las Párdicas, incapaz de respirar y con sangre corriendo por sus mejillas, intentó rodar
hacia un lado para evitar lo que él sabía que se acercaba.
Antes de que pudiera moverse Balthor saltó sobre su pecho, levantó el hacha por
encima de su cabeza y la bajó hacia el cráneo del bárbaro con todas sus fuerzas. Kamahl
dio un aplauso delante de su rostro atrapando la cuchilla del hacha entre sus manos a
centímetros de distancia de su ensangrentada nariz rota.
El bárbaro miró a los ojos de Balthor pero lo único que pudo ver fue un voraz
incendio ardiendo en el interior del cuerpo que solía pertenecer a su amigo. Si alguna
parte de Balthor todavía estaba allí había quedado enterrada demasiado profundamente
como para que Kamahl pudiera verla.
"Lucha contra ello, Balthor," le rogó mientras ambos lucharon por controlar el
hacha. "Lucha contra él. Tú puedes ganar esta batalla. Balthor nunca pierde."
Balthor gritó, pero fue el rugido gutural de un animal, no el llanto doloroso de un
alma torturada. El enano zombi soltó el hacha con una mano, hundió sus garras en el
hombro de Kamahl y sólo le erró a su cuello porque Kamahl giró la cabeza a un lado en
el último momento.
Balthor levantó sus sangrientas garras en el aire pero Kamahl pateó con las
piernas en alto golpeando al enano en la espalda con la fuerza suficiente como para
mandarlo volando de cabeza por el aire y hacia los árboles. El bárbaro luego se dio la
vuelta lentamente y volvió a pararse, la sangre corriendo por su brazo y goteando en el
suelo mientras se levantaba.
"¡Cuidado Kamahl!" dijo el tritón que había conseguido liberar un brazo y había
sacado un cuchillo para cortar las enredaderas que todavía le retenían su otra muñeca.
"Ahí viene otra vez. Y cuando me libere iré a encontrarme con tu hermana. Tal vez con
su vida en mis manos estarás más dispuesto a renunciar a lo que es mío por derecho."
Balthor llegó embistiendo hacia Kamahl balanceando su hacha de un lado a otro
y el bárbaro esquivó para mantenerse fuera del mortal alcance del enano. Pero el ritmo
del enano fue lento y desequilibrado y sus ataques parecieron vacilar y detenerse a
mediados de un swing.
"Mátame, Kamahl," dijo Balthor esforzándose por pronunciar las palabras
mientras sus brazos seguían blandiendo el hacha de ida y vuelta.

211
Kamahl retrocedió, apartándose del alcance del enano mientras buscaba algo de
su viejo amigo en el interior de la máquina de matar que ahora rogaba su muerte.
"Usa la espada," susurró Balthor con el fuego en sus ojos desvaneciéndose y
siendo sustituido por la cansada mirada emotiva de un guerrero que había visto
demasiadas batallas. "Sólo el Mirari tiene el poder de terminar con esto. No dejes que
ese bastardo atrape a Jeska."
Kamahl aún dudó. No podía soportar la idea de utilizar el Mirari contra Balthor.
El recuerdo de su batalla con Jeska todavía lo obsesionaba. Pero entonces oyó las
palabras de Thriss en su mente.
"La muerte conduce a la vida. Cuando ese círculo se rompe todo el mundo
sufre," dijo el guardián. "Libéralo de nuevo al mundo, Kamahl."
Balthor lo atacó otra vez y Kamahl se estiró sobre la cabeza para sacar su espada
con la cuchilla capturando un rayo disperso de sol y reflejando la luz blanca en los ojos
verdes de su mentor.
"Adiós, viejo amigo," dijo.
"Adiós, hijo mío," dijo Balthor. "Envíame a Fiers. Estoy listo."
Mientras habló, Balthor continuó esgrimiendo el hacha, pero los ataques fueron
débiles y evidentes. Kamahl se introdujo fácilmente en alcance del arma y cortó con su
enorme espada con la fuerza suficiente a través del cuello del enano, rebanando justo
por debajo del rostro ceniciento. Un mechón oscuro de humo salió de los labios
hundidos de Balthor y ondulando se introdujo en el Mirari que brilló justo cuando la
cabeza de Balthor cayó hacia atrás y su cuerpo se derrumbó en el suelo, libre al fin.
Kamahl se giró para enfrentar a Laquatus, una lágrima corriendo por su mejilla
empapada de sangre, su rostro y cuello rojos de ira y tristeza.
"Ahora, serpiente, lucharemos," dijo el bárbaro avanzando sobre el tritón.
Laquatus había liberado las dos manos y estaba sosteniendo una enredadera mientras se
estiraba con su cuchillo para cortar las otras que sostenían sus pies.
Kamahl siguió adelante, su espada en posición defensiva frente a su cuerpo. Se
detuvo justo debajo del tritón suspendido. "¿O debería acabar contigo allí donde estas
colgado como Balthor quería?"
Laquatus renunció a tratar de liberar sus piernas y en su lugar aferró la vid por
encima de él con las dos manos sonriendo a su viejo adversario.
"Eso no sería terriblemente honorable, bárbaro," dijo.
"Te lo vuelvo a preguntar," dijo Kamahl escupiendo, "¿qué sabes tú del honor?
Envías hombres honorables a luchar y morir por tus mezquinos celos y ansias de poder
mientras observas desde las sombras. Vendes tu lealtad al mejor postor y luego te
vuelves contra tus aliados cuando miran hacia otro lado. Nunca has luchado por tus
propias creencias. ¿Es porque no crees en nada por lo que valga la pena morir? ¿Tienes
miedo de enfrentar la mentira que es tu vida? ¿O eres simplemente un pequeño cobarde
llorón?"
Los ojos de Laquatus se estrecharon ante el insulto y sus cuernos brillaron,
cegando por un instante a Kamahl. Cuando su visión se despejó el barbaro vio la larga
cola del tritón balanceándose hacia su rostro golpeándolo debajo de la barbilla y
derribándolo hacia atrás. Al caer, pudo ver las enredaderas junto a Laquatus balancearse.
La transformación había liberado las piernas del tritón.
Kamahl aterrizó duramente sobre su cuello y espalda, sus brazos volando por
encima de su cabeza por la fuerza del ataque. Cuando sus manos golpearon el suelo
detrás de él la gran espada se escapó fuera de su agarre dando volteretas hacia atrás y
aterrizando cerca de la cabeza de Balthor.

212
El hombro de Kamahl le dolía por las heridas de las garras y su cabeza palpitaba
tanto por la fractura en su nariz como por el golpe que acababa de recibir en su cuello.
Pero tenía que llegar al Mirari antes que Laquatus por lo que rodó y comenzó a
arrastrarse hacia su espada en manos y rodillas. Justo cuando agarró la empuñadura
sintió la espada apartándose de él.
Mirando hacia arriba, esperando ver al esbelto tritón erguido sobre él, Kamahl
no encontró más que árboles y hojas por encima. La espada siguió elevándose
inexplicablemente y esto lo empujó hacia arriba detrás de ella. Cuando estuvo de pie
trató de aferrar la espada para atraerla hacia él pero la fuerza de empuje era lo
suficientemente fuerte como para levantar al bárbaro en el aire junto con el arma.
En un momento Kamahl quedó suspendido a varios metros por encima del suelo,
colgando de su espada para alejarla del tritón, quien lanzó una carcajada detrás de él.
"¿Cómo se siente, Kamahl?" preguntó Laquatus. "¿Impotente? ¿Vulnerable? Eso
es lo que tu más odias. Y mira, me estás dando la espalda. Qué conveniente. Vamos,
suéltate. Suéltate y enfréntame."
Kamahl trató de retorcese en el aire, moviendo las manos alrededor de la
empuñadura para girar su cuerpo y enfrentar a Laquatus, pero la espada giró cada vez
que lo intentó. El bárbaro calmó su mente y se introdujo en los árboles para tener una
mejor visión.
Desde su punto de vista astral Kamahl pudo ver a Laquatus parado en el camino,
sus brazos levantados por encima de su cabeza, sus músculos tensos y temblorosos
mientras luchaba con el hechizo de levitación. Luego, bajando una mano a su cinturón,
el tritón sacó su daga, echó el brazo hacia atrás y lanzó la cuchilla girando hacia el
bárbaro suspendido.
El bárbaro volvió a su cuerpo justo por delante de la daga y arrojó de inmediato
las piernas hacia un lado torciéndose para mover su cuerpo fuera de la trayectoria del
filoso proyectil. Pero fue demasiado tarde. La daga se clavó en su omóplato, enviándole
un dolor punzante a lo largo de su brazo y haciendo que Kamahl perdiera el agarre sobre
la espada.
Llamó enredaderas de los árboles y envolvió cuatro de ellas alrededor de la
empuñadura de la espada para anclarla sobre el suelo y fuera del alcance del tritón. A
continuación invirtió las enredaderas aterrizando en el lado opuesto de Laquatus.
Ambos magos miraron hacia arriba al brillante orbe colgando en medio del aire en la
base de la enorme espada plateada y ambos se extendieron a el con sus manos y su
magia.
Kamahl le ordenó a las vides que movieran la espada hacia él pero encontró
resistencia cuando Laquatus obviamente usó su propio poder para tirar de la espada
hacia él.
"Has cometido tu último error, bárbaro," gritó Laquatus con los dientes
apretados. "Yo soy el mago más fuerte. Ambos sabemos eso. Tu fuerza física no puede
ayudarte ahora y no puedes vencerme sólo con la magia."
Pero apenas Laquatus terminó su burla Kamahl pudo ver que él estaba ganando
la cinchada. La espada estaba avanzando centímetro a centímetro lentamente pero con
seguridad hacia el bárbaro.
"¡No! ¡No puede ser!" gritó Laquatus cuando dos enredaderas más se lanzaron
desde los árboles detrás Kamahl enroscándose alrededor de la hoja y alejándola aún más
rápido del tritón.
Por el rabillo del ojo, Kamahl vio movimiento debajo de la espada y el hacha de
guerra de Balthor parpadeó en el aire cortando las lianas que arrastraba la espada hacia
Kamahl.

213
El bárbaro casi cayó de espaldas por la liberación de la tensión en sus
enredaderas pero se recuperó a tiempo para ver a la espada llendo a toda velocidad hacia
Laquatus todavía arrastrando dos vides. Trató de tirar de la espada hacia arriba por las
enredaderas pero el hacha volvió a cortar y la espada quedó completamente suelta.
El bárbaro embistió hacia Laquatus pero no podría correr más rápido que la
espada. Se estiró por encima del hombro mientras corría, sacó la daga del tritón de su
espalda y la arrojó hacia adelante. La daga y la espada llegaron al tritón al mismo
tiempo pero la primera se incrustó en la parte posterior del brazo de Laquatus,
hundiéndose justo a través de su muñeca.
Laquatus gritó y la sangre corrió por su brazo. Kamahl pudo verlo agarrar la
espada pero pareció que sus dedos no se cerrarían sobre la empuñadura con la daga
clavada a través de su muñeca. En cambio el tritón tomó la espada en el aire con su
mano izquierda y la apuntó al bárbaro justo cuando Kamahl lo alcanzó.
El guerrero de las Párdicas, incapaz de frenar su carga, golpeó contra el
hechicero tritón enterrándose la espada en la suave piel por debajo de sus propias
costillas y ambos cayeron al suelo. Kamahl permaneció allí, casi sin poder respirar,
aplastando al mago tritón contra el suelo con el peso de su cuerpo pero empalado a sí
mismo sobre la hoja de su propia espada.
"Yo tengo la espada," gimió Laquatus retorciendo la hoja en el interior de
Kamahl para probar su punto. "Yo gano."
"Ya no necesito la espada," dijo Kamahl levantándose de arriba del tritón y
haciendo que la espada saliera cortando de nuevo a través de su abdomen mientras se
movió.
Laquatus volvió a retorcer la hoja pero Kamahl agarró la muñeca del tritón para
mantenerla fija. Luego, con un solo pensamiento, el bárbaro encerró su antebrazo con
una armadura nantuko y cortó con el miembro aserrado hacia abajo a través del brazo
escamoso del mago, rebanándolo por el codo y liberando la espada de las manos del
tritón.
Kamahl se puso en pie, se tambaleó hacia atrás mientras extraía la hoja fuera de
su cuerpo, y llamó enredaderas que se enlazaron alrededor de sus heridas y detuvieron
el flujo de sangre que se vertía en el suelo desde sus intestinos.
Laquatus yacía a sus pies en un charco de sangre bárbara y tritón con los brazos
cruzados sobre su pecho para detener la hemorragia.
"¿No te quedan más trucos en la manga, eh Laquatus?" Preguntó Kamahl.
"¿Ninguna otra vida que puedas destruir en tu loca búsqueda del poder?"
Laquatus miró al bárbaro y una sonrisa se dibujó en su rostro pálido y retorcido.
"Sólo se me ocurre una," respondió.
"Creo que has malgastado tu última oportunidad para destruirme," dijo Kamahl.
"No hablaba de ti, bárbaro," dijo el tritón, "Hablaba de tu hermana. Mátame y
Jeska muere. ¿De verdad crees que comprometí todas mis fuerzas a esta batalla? Tengo
un pelotón de soldados esperado en las cavernas bajo la choza de Seton. Si no me pongo
en contacto con ellos, entrarán en la choza y matarán a todo el que este dentro."
Kamahl resopló, sonrió, y luego se echó a reír a carcajadas ante el tritón.
"¿Crees que estoy mintiendo?" preguntó Laquatus. "Te aseguro que estoy
diciendo la verdad."
"Esa sería la primera," dijo Kamahl. "Pero ya no importa."
"¿Qué quieres decir?"
Kamahl negó con la cabeza. "Todavía no has aprendido nada ¿verdad
Laquatus?" preguntó. "No se trata de mí. No se trata del Mirari. Ni siquiera se trata de ti

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mismo. Pero yo si he aprendido algunas cosas mientras estuve persiguiendo a este
condenado orbe. ¿Quieres saber la lección más importante que he aprendido?"
"No del todo."
Kamahl ignoró el sarcasmo del tritón. "Es tan simple como esto," dijo. "Todo
muere y nosotros no podemos hacer nada para detenerlo. Los árboles, los animales,
Balthor, Cadenero, Jeska, Seton, yo. Todo. Y, sin importar si estás mintiendo o no, hay
algo de lo que estoy completamente seguro. Hoy es tu turno de morir."
Y diciendo eso Kamahl le dio vuelta a su espada, agarró la empuñadura con
ambas manos justo debajo del Mirari, y hundió la hoja en el pecho de Laquatus,
rompiendo las costillas del tritón, desgarrando su corazón, y enterrando la columna
vertebral azul plateada del mago en la tierra, incrustando la cuchilla y su cuerpo en el
suelo. Cuando Kamahl soltó la espada el Mirari brilló, iluminando al bosque que le
rodeaba de un blanco cegador y lanzándolo hacia los árboles al costado del sendero.
Cuando abrió los ojos unos instantes más tarde se sorprendió al ver que ahora
estaba rodeado de nuevos arbustos y flores. Se sentó y vio como una ola de vegetación
se expandió desde el Mirari. De los árboles existentes brotaron nuevas ramas y
crecieron más altos hacia el cielo. Flores brotaron por todas partes y florecieron en
segundos. El camino a su alrededor se pobló de vegetación cuando arbustos y árboles
estallaron de la tierra. Kamahl miró a su alrededor y observó mientras la ola se expandió
hasta donde llegaba su vista.
No parecía ser una fuerza destructiva como las producidas por Kirtar, Aboshan y
Cadenero, pero Kamahl supo que eso era el trabajo del Mirari, del Mirari guiado por su
mano, se corrigió.
El bárbaro cruzó hacia donde había dejado a Laquatus y no encontró nada más
que una pequeña colina cubierta de flores con un brillante orbe medio incrustado en el
suelo apenas visible entre los pétalos de colores. Se dio la vuelta y no pudo encontrar
ningún rastro de Balthor o de los soldados. La nueva vegetación había envuelto a todos
convirtiendo sus muertes en una nueva vida. Se preguntó qué le haría la ola a Jeska y
Seton, se preguntó si estarían bien, se preguntó si Laquatus había dicho realmente la
verdad por primera vez. Pero eso ahora no importaba. Más tarde tal vez, pero no ahora.
Kamahl volvió a mirar hacia el Mirari a sabiendas de que su espada estaría
hundida por debajo de la loma. "Al final te he enterrado," dijo. "Y he dejado mi antigua
vida detrás. Ya no necesito ni quiero a ninguna de las dos jamás. Es tiempo de escribir
un nuevo capítulo. Es tiempo de que regrese a mi entrenamiento."
Kamahl volvió a caminar hacia el corazón de Krosa. No sabía lo que se iba a
encontrar al llegar allí pero estaba finalmente listo para aceptar cualquier destino que el
bosque tuviera guardado para él.

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