Sie sind auf Seite 1von 3

UN DÍA EN LA ESCUELA SECUNDARIA:

De Macedonio Fernández a La Forestal


Por Marisol Nuñez

Lo que voy a relatar es una experiencia bastante particular que me ocurrió en un sexto año
de la modalidad Economía del Instituto Manuel Belgrano de Brinkmann. Mi percepción de
los hechos no es para nada objetiva y se condice con esta necesidad de los docentes de ver
en nuestras prácticas como ideales. Quizás es una ilusión, tal vez es una falsa ilusión, pero
lo que sí tengo la certeza de que es un relato, una experiencia que me habilita a ver en estas
nuevas adolescencias una esperanza para el futuro. No creo que los jóvenes no tengan
ganas de saber, creo que están dormidos y que es hora de despertarlos.

Cómo decir que ese día me levanté con todas las pilas, pensando en que toda la noche
anterior me había averiguado la historia de La forestal para entramar ese relato con el loco
y disparatado cuento de Macedonio Fernández, “El zapallo que se hizo cosmos”. La verdad
es que no esperaba que los alumnos reaccionaran ni preguntaran, es más me anticipaba a
que estarían dormidos.

Sin embargo, algo extraño sucedió porque aquellas voces que sospechaba ausentes se
despertaron y comenzaron a atosigarme a preguntas, ¿por qué profe dice usted que se
refiere a la Forestal?, ¿cómo es esa historia? Por supuesto en medio de alguien que ante una
frase escuchada salió cantando un estribillo de cuarteto. Ante las preguntas obligadamente
me tuve que salir del libreto de las vanguardias poéticas de principio de siglo XX para
meterme con Bolívar y su plan de unir a toda América, de su fracaso y de la alienación a la
que fuimos sometidos por culpa de los malos gobiernos, etc. Y ante esto, hoy me pregunto
si las relaciones que uno establece en las lecturas son todas válidas, mis alumnos me
cuestionaron eso precisamente, porque de alguna manera ellos estaban leyendo otra cosa en
el texto de Macedonio. Yo estaba orientando el texto hacia un lugar de politización, en
cierta medida porque pretendía entablar un debate, conocer cuáles eran los saberes previos
de ese grupo y en cierta medida qué grado de interés manifestaban hacia los discursos
históricos, políticos y culturales. Ellos, muy alejados de mis objetivos iniciales realmente
me sorprendieron.
Hay quienes dicen que en la escuela no debe hablarse de política, pero indudablemente
somos ciudadanos políticos y nuestros alumnos están aburridos de discursos vacíos y
lejanos, ellos necesitan entender y relacionar el mundo escolar con su entorno. En muchos
aspectos la escuela sigue siendo una isla que promulga un discurso ético, sin entender que
la verdadera ética pasa por reconocer en la mirada del otro y que en la escuela hay
precisamente una subjetividad en construcción.

Para qué decir en medio de tanto barullo de palabras que los chicos estaban pensando en
que un escritor de principios de siglo XX divagaba mediante un género que ellos hoy no
comprenderían (si no hubieran intervenido como docente), pero a la vez estaba planteando
una eterna duda existencial: nuestra condición de seres mortales, con libertades y con
sujeciones.

¿Qué pasó en esa clase? Evidentemente muchas cosas, primero un grupo de alumnos que
se me dormían comenzaron a despertarse y a preguntar, emitieron por primera vez en
mucho tiempo algún tipo de juicio coherente con la realidad y con su cultura. Segundo,
como docente tuve que ponerme a prueba y hacer una autoevaluación, qué hago: respeto el
programa o me salgo y los interiorizo sobre la historia de La Forestal; cómo sigo: los dejo
opinar sin ofrecerles otras visiones o directamente continúo con los otros temas.

Una clase de literatura en la que estudiamos, leemos e interpretamos textos de diferentes


autores sin dudas puede ser el disparador para muchas cosas. Creo que la literatura se
vincula íntimamente con la realidad y hace girar los saberes, nos ayuda a constituirnos
como sujetos y volar hacia otras dimensiones. Desde esa perspectiva, en una clase en que se
lee pasan muchas cosas, lo más común es que en medio de la lectura un grupo esté
hablando de lo que hizo el fin de semana o de lo que publicaron en Facebook o Twiter o el
famoso Instagram y que ante esto el docente tenga que interrumpir a cada rato para pedir
silencio. Lo menos común es que los chicos reconozcan que necesitan del docente para
comprender lo que se lea, por más que se encuentren en sexto año y la clase de lengua no
les guste. Sí puedo decir que al salirme del libreto habilité otras voces e inclusive en el
recreo algunos estudiantes se quedaron para preguntarme algunas cuestiones relativas al
tema.
La fase siguiente a lo relatado es la escritura, estoy segura de ellos recuperarán esta historia,
es demasiado fuerte la marca que deja un relato cuando cala hondo en la subjetividad del
alumno y por lo tanto se asocia a los relatos que ellos traen, quizás con otra trama, tal vez
muestran otros vínculos, pero refieren a un modo particular de ver el mundo. Quizás hoy
valga preguntarme con qué otras lecturas y escrituras estos chicos pueden identificarse
como sujetos de derecho, qué otras posibilidades tenemos para generar que una clase de
literatura dispare la reflexión sobre quiénes somos, cómo nos comprometemos con la
realidad que nos rodea, qué peso tiene la palabra y en general el discurso para convertirnos
en ciudadanos políticos. Creo que la literatura es un buen canal para reflexionar sobre estas
cuestiones y sin dudas, para dar voz a quienes están formándose todavía.

Das könnte Ihnen auch gefallen