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Moral a Nicómaco · libro sexto, capítulo III

Del arte
En lo que puede ser de otra manera de como es, es preciso distinguir dos cosas: de una parte,
la producción, es decir, lo que producimos exteriormente, y de otra, la acción, es decir, lo
que sólo pasa en nuestro espíritu. Se ve que la producción y la acción son muy diferentes una
de otra. En este punto nos referimos a lo que se ha dicho en nuestras obras Exotéricas. [156]
Por consiguiente, la disposición moral que, auxiliada por la razón, nos hace obrar, es muy
diferente de esta otra disposición que, auxiliada igualmente por la razón, nos hace producir
las cosas. Estas dos disposiciones no están comprendidas recíprocamente la una en la otra; la
acción no es la producción, como la producción no es la acción. Pero como existe un arte
(tomemos por ejemplo el arte especial de la arquitectura), y este arte es el resultado de una
facultad de producción de cierto género, ilustrada por la razón; y como además no hay arte
que no sea una producción auxiliada por la razón, así como en nuestra inteligencia no hay
una facultad productiva que no sea también un arte, se sigue de aquí que el arte se confunde
en nosotros con la facultad que produce las cosas exteriormente, auxiliada por la verdadera
razón. Todo arte, cualquiera que él sea, tiende a producir; sus esfuerzos y sus especulaciones
sólo tienen un objeto, que es hacer nacer alguna de estas cosas que pueden indiferentemente
existir o no existir; y cuyo principio está únicamente en el que hace la cosa y no en la cosa
hecha. Así el arte, no se refiere a las cosas que existen necesariamente o que se producen
necesariamente, ni tampoco a las cosas que la naturaleza rige por sí sola; porque todas las
cosas de este orden tienen en sí mismas el principio de su existencia. Por otra parte, siendo
muy diferentes entre sí la producción y la acción, se sigue que el arte toca a la esfera de la
producción y no a la de la acción propiamente dicha; y en cierto sentido puede decirse que la
fortuna y el arte se aplican a los mismos objetos, como lo observa muy bien Agathon:

«La fortuna ama al arte; y el arte a la fortuna.»

El arte es, por consiguiente, cierta facultad de producir, dirigida por la razón verdadera,
mientras que el defecto de arte, la incapacidad, es por lo contrario una facultad de producir
conducida sólo por una razón falsa, aplicada siempre a las cosas contingentes, que pueden
ser de otra manera de como son.

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