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Por lo tanto, así como la perversidad en el hombre puede llamársela perversidad en absoluto,
o designarla por una adición que indique, por ejemplo, que es brutal o enfermiza, sin tomar
por tanto esta palabra de una manera absoluta; en igual forma es evidente, que la
intemperancia es ya brutal, ya enfermiza; y cuando se toma esta palabra en un sentido
absoluto, designa simplemente la intemperancia relativa a la incontinencia por demás
ordinaria entre los hombres.
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{138} Los comentadores la llaman Hamia; era, según se cuenta, una madre que se había
vuelto loca por el dolor que le produjo la pérdida de sus hijos.
{139} Hay comentadores que pretenden que Fálaris comió a su propio hijo, lo cual parece
confirmar el mismo Aristóteles al final de este capítulo.
{140} Bien pudo Aristóteles colocar a parte este vicio repugnante, no confundiéndolo con
manías que pueden ser muy extrañas y caprichosas, pero no culpables.
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