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Los signos misteriosos


Hola, señor Louis. “Le figaro”, por favor y dame también “L'Express et Le
Point”.
– Aquí tiene, señor comisario. Entonces ahora tiene tiempo de leer. Es
hermoso, la jubilación!
– Si, le estoy sacando partido. Cuanto le debo?
El comisario Grasset no tiene ganas de hablar esta mañana, hace mucho
frío.
“3 y 3, 6 y 2 por “Le Figaro”... Son 8 euros señor comisario. Debe de
echar de menos la oficina, los amigos, los crímenes. Menuda forma de
terminar.”
El comisario rebusca en su billetera.
– No tengo nada suelto, solo tengo un billete de 200 euros.
– Está bien. Te lo voy a cambiar. Y después, espero que no me hayas
dado un billete falso. Aquí tiene, 50, 100, 150, que hacen 200. son
verdaderos. Señor, puede estar tranquilo. Buen día.
– Gracias, chao, señor Louis.
El comisario Grasset tiene prisa de entrar a casa, de poner las zapatillas, de
dejar caerse sobre el sofá, y de leer.
– Mierda, me he olvidado.
Rápidamente, cruza la calle y va a la floristería.
– Buenos días señor comisario, que hace por aquí? Aquí no hay
asesinos, bueno... y después, digamos, ya terminaste de perseguirlos!
– Buenos días, heinn, yo quería un ramo, una docena de rosas. Usted
las podrá entregar en mi casa, sobre el mediodía.. Es nuestro
aniversario de boda.
– Entonces su mujer tiene suerte! Mire estas bellas rosas rojas. Están
igual de hermosas que el primer día.
– Sí, son magníficas. Entonces, sobre el mediodía. Cuanto le debo?
– 25 euros, con el envío.
El comisario abre su billetera, coge un billete de 50 euros, se lo tiende al
florista, y se fija en una cosa extraña, como si hubiera signos en el billete.

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– Espere, tome, tenga la cuenta. Aquí tiene, 25 euros. Chao, señor
comisario!
Una vez en la calle, el comisario Grasset contempla con atención el billete.
Esos signos, aunque podríamos decir esas cifras. Un polvo negro se le
queda pegado en los dedos. Se limpia a su pañuelo y encoge los hombre
sonriendo:
– Decididamente, veo misterios por todas partes! Es una deformación
profesional!
Un poco más tarde, está tranquilamente sentado en su butaca, cuando su
mujer le interrumpe:
– Oye, querido, has consolado a una preciosa rubia esta mañana?
- Sarcástica, coge un pañuelo con la mano.
– Tu pañuelo, lo iba a lavar. Pero tendré problemas para quitar estos
puntos de Rimmel ..., y yo me pregunto como ellas llegaron aquí!
– De rimmel, estás seguro? Es raro!
El comisario se levanta de un golpe, va a coger su abrigo del armario, quita
de su billetera el billete de 50. el mira fijamente las cifras escritas en
rimmel. Se dirige hacia el teléfono y pone el número de la comisaría.
– Si? Vignot? Aquí Grasset. Escucha, yo se que estoy jubilado, pero
necesito una cierta información. Busca si hay un abonado al
número... espera... lo leí mal... 01,41,56,87,99. No, no plantees ideas!
Ya te explicaré más tarde! Llámame si sabes cualquier cosa.
El comisario Grasset cuelga, el misterioso billete de 50 euros en la mano,
junto a su mujer desconcertada.

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Toda esto para nada
– Pero bueno, cuando es que ese imbécil me va a llamar??!
El comisario no se aguanta quieto. Hay que decir que después de 30 años
de actividad, se ha acostumbrado bien a la jubilación. El piensa que quizás
hay alguien en peligro, se pregunta porqué una mujer “dando por hecho de
que es una mujer” ha escrito esas cifras, probablemente un número de
teléfono, sobre un billete! El billete está nuevo, no está arrugado, ha
pasado por pocas manos...
Es casi mediodía! Grasset no puede más; el se pone su abrigo, sus zapatos.
Apenas responde a su esposa, quien le grita que el almuerzo está casi listo,
y que le pide que no regrese demasiado tarde.
La comisaria no está muy lejos. El siempre va allí a pié. Hay un poco de
hielo sobre la acera; tiene que estar atento, si no se quiere caer.
Cuando llega, sus ex-compañeros le acogen riendo, a con las mismas
tonterías: “Entonces, comisario, usted ya tiene nostalgia? Quieres retomar
el servicio?” El encuentra a Vignot en su oficina, está rompiendo la
corteza: un sándwich de jamón y mantequilla y un botellín.
– Jefe! Que lo trae por aquí? Acabo de llamar a vuestra casa! Su mujer
me ha dicho que usted había salido...
– Deja de llamarme “jefe”! Ya no más tu jefe!
– Si, perdone... Pero usted sabe, jefe, la costumbre... Oh, perdón!
– Entonces, este número? Que has descubierto?
– Nada especial! Una familia normal, sin desapariciones, sin quejas,
nada!
– Es algo extraño...
– Que, jefe? Me puede explicar que está pasando?
– Déjalo... Dime, esa familia, donde vive?
– Tenga, tengo todo ahí... Pero venga a aclararme!
– Después! Ahora tengo cosas que hacer.
– Pero jefe, no me puede dejar sin contarme nada. Y después, está en la
jubilación. Qué le pasa?
– Déjeme tranquilo! Adiós!

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Con un saludo, Grasset ya sale. Empieza a tener suficiente, de oírse decir
cientos de veces al día que está jubilado! Esto no es una razón para no
hacer! Y que pasa si alguien estaría en peligro? Llama a un taxi y lo hace
conducir hasta la dirección que Vignot le ha dado. Es un barrio de los
suburbios. Ya son las doce y media. Su mujer debe de estar enfadada,
menudo lio! Que lástima, el tiene que ir hasta el camino!
El taxi lo deja delante de un pequeño pabellón blanco, rodeado de un
jardín: dos bicis están apoyadas contra las rejas. Timbra. Un hombre de
unos cuarenta entreabre la puerta:
– Hola, señor, que quiere?
– Comisario Grasset, de la policía criminal... Puede hacerle algunas
preguntas?- El hombre actúa con miedo.
– Que? Que ha pasado? Han tenido mis hijos un accidente?
– No, yo quiero preguntaros algunas cosas... No es nada grave. No se
preocupe.
– Entre... Me ha hecho tener miedo... Mire, mis hijos se desplazan en
moto... Entonces, la policía... Inmediatamente, me imagine lo peor...
Se lo ruego, entre, siéntese.
El comisario sigue hasta un pequeño salón; una joven niña está leyendo
una revista. Cuando el comisario saca el billete de 50 euros, con las cifras
misteriosas, ella se echa a reír:
– Nuestro número de teléfono? Pero he sido yo quien lo ha escrito.
– Como que tú? - Su padre se vuelve hacia ella.
– Si, yo quería dar mi número a Martine, una nueva compañera. No
teníamos ni papel, ni lápices.... entonces ella cogió un billete de su
billetera, y escribí por encima. Y además, no es rimmel! Es kohl,
lápiz de ojos!
El comisario ya está de pie, casi avergonzado. El se siente más bien
ridículo. A que quería jugar? Al justiciero solitario? Saluda, dejando a sus
oyentes asombrados. El taxi le espera. Lo hace redirigirse a su casa... 28
euros! La nota es salada ... y esta vez, no se trata de pasarla por una factura
de costos! Enfadado, le da al conductor el famoso billete.
– Guarde el cambio!
Hubiera sido mejor que no saliera de su casa esta mañana.
De repente, se detiene. Delante de la puerta de su casa, hay coches de
policía, una ambulancia, los curiosos de turno...

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Un crimen extraño
Un policía barre la entrada de la casa.
– Quien es usted? A donde quiere ir?
– Eh.... es mi casa! Que ha pasado?
– Ha habido un crimen... Como se llama?
– Un crimen? Yo soy el comisario Grasset... Vivo en el doce. Debe de
entrar a mi casa!
El policía está impresionado.
– Ah! El comisario Grasset... Esto... Perdóneme por favor...
Grasset no entiende nada. Él sigue al policía. Sobre su paso, los otros
vecinos, que están discutiendo en las escaleras, se volvieron silenciosos.
Comienza a sentirse inquieto, un mal presentimiento le hace subir rápido
las escaleras. En el escalón del doceavo piso, hay una concentración de
gente: la gente está sosteniendo sus cabezas, los policías están
manteniendo a los cotillas fuera del camino. La puerta de su apartamento
está abierta, hombres vienen y van.
– Pero que ha pasado? Pero donde está mi mujer? Alguien me dice que
está pasando?
El policía que le precedía se gira.
– Atienda un instante, voy a llamar al comisario.
– Pero jo quiero entrar en mi casa!Que ha sucedido? Explíqueme lo!
El está en la puerta, ve llegar a Vignot.
– Vignot, que haces en mi casa? Me vas a explicar...
Vignot le coge por el brazo.
– Señor Grasset... ha sucedido una cosa terrible... su mujer...
– Que? Mi mujer que?
– Ella ha sido asesinada. Ven!
Grasset está paralizado. Una ligera presión de Vignot sobre el brazo le
hace volver a la realidad.
– Ven, tienes que seguirme.
El sigue a Vignot, como si el estaba en una casa desconocida, que nunca
había visto. El camina por un largo pasillo, después entre en la última

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habitación a la izquierda. Es su oficina. Permanece en silencia, petrificado
desde la puerta.
Los hombre de la brigada criminal están ocupados. Están delimitando
signos sobre el suelo. Por el suelo, hay manchas.
Grasset hace algunos pasos al lado de la habitación. El se fija para mirar
esas manchas.. sangre! Vignot siempre está a su lado. El lo detiene.
– Perdóneme, pero nadie puede tocar. Usted sabe que es. Ella
probablemente fue noqueada por detrás. Ella tiene una lesión en la
nuca. Fue vuestro vecino de piso quien la encontró. Vio la puerta
abierta y sintió un olor a quemado, entonces ha entrado y la ha
encontrado en la oficina... En la cocina, había un rôti carbonizado en
el horno. Elle debía estar cocinando cuando el asesino ha venido.
Seguramente murió por el golpe.
El comisario está aturdido.
– Pero quien? Quien ha hecho esto? Por qué?
Casi grita su pregunta. Un silencio muerto invade la habitación. Aclama la
atención de todas las miradas.

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Sospechoso nº 1
De nuevo, Vignot le ha cogido por el brazo.
– Venga, Señor Grasset: tenemos algunas preguntas para usted.
Debemos dejar que estos caballeros trabajen...
El lleva a Grasset a el salón. Es como si fuera él, el dueño de la casa.
Grasset está asombrado. Y sin embargo, el ha visto escenas similares,
crímenes, cadáveres... pero el siempre ha estado al otro lado, al lado de los
policías, de los investigadores. Nunca en el lado de la víctima, ni de los
sospechosos. El no entiende porqué lo tratan así.
– Quiere beber cualquier cosa? Va a ir bien?
Vignot lo mira con inquietud. Grasset levanta los ojos, parece verlo por
primera vez.
– Pero, porque usted no me ha llamado más comisario? O jefe?
Vignot está asombrado.
– Bueno, haber, es decir, con lo que está pasando. Yo no entiendo
nada... tengo que interrogarte?
– Que usted me interrogue?
– Si, entiende. Es un crimen, un asesinato. Debemos buscar al
culpable.
– Si, pero yo no se nada! Yo vengo de entrar a mi casa!
– Estoy enfadado, debo interrogaros. Usted tenía dinero, objetos de
valor en su casa?
– Dinero? No, yo guardo un poco en mi casa, solamente algunas joyas
de mi mujer.
– Controlaremos si falta cualquier cosa. Que ha hecho esta mañana?
– Que que he hecho esta mañana? Pero si yo te he ido a ver! Usted lo
sabe muy bien!
– Lo lamento, me debe contar su horario más preciso...
Grasset no cree a sus orejas. Tiene la impresión de estar en una pesadilla.
Le están interrogando!
– Pero en fin, yo he ido a verte!
– Si, pero después? No estuvo más que casi un cuarto de hora en la

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oficina, de las 12 a las 12:15, no más... Y usted no me quiso decir...
Cuando yo llamé a su casa, por la mañana, un poco antes de las 12,
fue vuestra mujer quien me respondió. Y ahora son más de 15 horas...
Tenemos ganas de saber lo que usted ha estado haciendo esa tarde.
– Pero yo sueño! Esto no es posible!
Grasset está de pie, gritando.
– Pero buscad pues al asesino, en lugar de perder vuestro tiempo!
Vignot lo intenta calmar, pero se lucha como un loco. Los otros personajes
están en el salón. Reconoce algunos objetos familiares, que los ha
encontrado a lo largo de sus investigaciones. Todas las miradas son puestas
en él, como si ellos lo acusaran. Entonces, se calma, y se deja caer en la
silla.
Vignot se pone duro, frío.
– Señor Grasset, yo voy estar obligado a llevaros con nosotros, a la
comisaría para un interrogatorio.
Grasset se siente pálido. El, piensa que es culpable! Pero es ridículo!
El mira la cara dura de Vignot. Se vuelve sarcástico:
– Supongo que usted me va a poner las esposas.
– Mire, usted sabe muy bien que nosotros no lo hacemos con los
testigos. No estamos en una película, Grasset, y usted por ahora solo
es un testigo.

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El misterios se espesa
– Yo no puedo más! Ya está bien! Dejazme tranquilo!
Estas son las horas que Grasset fue interrogado por sus ex-compañeros:
doras donde contaba su mañana, donde hablaba del misterioso billete, de
su investigación. Al principio, les costó creerlo. Como un hombre tan
inteligente que el, con su experiencia, podría haber estado intrigado por
algunas cifras en un billete de banco!? Entonces encontramos al taxista. Al
propietario del pequeño pabellón donde Grasset se rindió. Su cuartada
estaba sostenida. Grasset también estaba regresando a su casa, con los
investigadores, para mirar si faltaba algo en su apartamento. De hecho,
todo estaba en orden: el poco dinero que tenía en su casa estaba allí, en el
tercer cajón de su cómoda. Nadie había tocada las joyas de mi mujer. En
resumen, el misterio se mantuvo intacto. Pero la inocencia de Grasset, se
mantenía evidente.
– Bueno, escuche, solo tiene que firmar su declaración. Mire, si usted
quiere, podemos acompañarle a casa.
Grasset levanta sus ojos cansados:
– No, prefiero caminar. Me hará bien. Y para mi mujer? Para el
entierro?
Vignot espera un instante y el responde: “Le advertimos... Puede ser
mañana... Usted sabe lo que es....”
Si, el sabía lo que es... pero el nunca hubiera imaginado que esto pudiera
ser tan doloroso, que pudiera ser tan fácil ser sospechoso de un crimen tan
horrible.
Solo al regresar a casa, encontrándose solo, Grasset se da cuenta de lo que
sucedió. Justo ahí, el estaba rodeado, no había pensado para defenderse. La
noche cae, tiene hambre. La cocina está desordenada, el gran horno
abierto, el rôti carbonizado encima de la mesa. Una profunda tristeza lo
invadió. Abrió la nevera, busca una botella de champán. Su mujer lo había
puesto a enfriar... Ella también, ella recordó que era su aniversario: 32 años
casados, 32 años de felicidad interrumpida brutalmente. Las lágrimas le
caían de los ojos. Pero de repente, el mirada a su alrededor, va por todas
las habitaciones de su casa. Pero si, como no se lo pensó antes? Las rosas!

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El florista no las ha traído!
Grasset coge el teléfono para llamar a Vignot. Pero el aire condescendiente
y superior de su último encuentro le vuelve a la memoria. Es Vignot, quien
siempre ha trabajado bajo sus órdenes, y ocupa su puesto, solamente por
que el es más joven! Deja el teléfono. El actuará solo. El mostrara, si no es
capaz aún de liderar una investigación y de encontrar al asesino!
El debe hacer un gran esfuerzo para no se precipitar en la calle, delante de
la floristería. Se hace la negra noche, todo ha cerrado. El esperará a
mañana. Por la mañana, comenzará la investigación más importante de su
vida, y el trandrá éxito, está seguro, en descubiri al asesino de su mujer.

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El florista
La siguiente mañana, después de una agitada noche, Grasset se levanta. Se
siente muy divertido al encontrarse solo. Su mujer estaba siempre ahí,
siempre presente, paciente. Cuantas veces ella lo ha esperado, delante de la
mesa puesta? Cuantas veces ella ha pasado las noches en blanco,
angustiada, porque ella sabía que el tenía una investigación peligrosa? Fue
el quien eligió un trabajo difícil, peligroso, y es ella quien está muerta....
Todos sus pensamientos estaban agitados esa noche, el impedimento de
coger el sueño: durante horas, el ha vuelto a su cama, después se ha
levantado, ha ido delante la puerta de su oficina, y el no ha tenido el coraje
de abrirla.
A las 4 de la mañana, cuando el venía de dormir, el camión de la basura la
ha espabilado. Entonces el se ha levantado para hacer café.
A las 7:30, el ya es fuera. Algunas vendedores ya tiene abiertas sus tiendas:
la panadería, el quiosco. El florista también estaba allí, descargando su
camioneta, con sus dependientes. Desde el otro lado de la acera, Grasset
lo observa. Probablemente regrese de Rungis. A pesar del frío intenso, solo
usa un chaleco. El cigarro está en la boca, lo enciende dando órdenes.
Sabía alguna cosa? Grasset, quien estaba detrás del quiosco para
observarlo, para decirle que es imposible, que conoce a este comerciante
desde siempre ... Se va a casa. Él dejará que Vignot se encargue de la
investigación.
– Comisario.
Grasset gira la cabeza. El florista viene corriendo hacia él.
– Comisario. Estoy verdaderamente triste por vuestra mujer... Cuando
yo pienso que era vuestro aniversario! Os juro que no he dormido
nada esta noche...
El comisario está asombrado; no soporta sus condolencias pero no sabe
que decir.
– Tuve un shock cuando usted vino a por las flores, ayer, a las 2, si
hubiera sabido que... Se las voy a reembolsar.
El comisario se niega.

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– No importa... Te agradezco. Discúlpeme...
Y el se aleja. Eso es seguro, este hombre no tiene nada que ver con esta
historia. ¿Pero quién?
En su casa, él abre la cortina de la sala de estar, y mira la calle. Ve la tienda
del florista... Sus palabras vuelven a su memoria: “yo vine a tu casa a eso
de las dos en punto” y por tanto, Grasset recuerda pedirle que entregue las
flores alrededor del mediodía! Un presentimiento, una intuición lo retiene
allí, detrás de esa cortina. Por qué el florista llegó tan tarde? Él sabe algo?
Fuera, las primeras clientes llegan. Se detienen en las vidrieras, y se
agachan para mirar las plantas. Algunas entran. El comerciante es amable
y sonriente con todo el mundo. Las cosas parecen marchar bien. Dos
personas jóvenes entran; ellos salen poco después, un ramo de flores en la
mano. Todo es normal, desesperadamente normal...
De repente, Grasset tiene una revelación. Pero no, no es normal. Algo está
sucediendo en esta tienda! Alguna cosa extraña, grave. Él se queda allí por
horas. Esta vez, está seguro, el florista esconde algo.

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Un tráfico sospechoso
Desde que estuvo mirando la tienda, Grasset ha visto al menos una docena
de clientes que pasan por allí. Entre ellos, salió una docena … el mismo
ramo en la mano. Eran jóvenes, algunos llevaban pantalones vaqueros
remendados, había niñas, pero también hombres con trajes completos ...
Pero todos tenían la misma forma bastante extraña de usar su ramo: en
general, cuando compramos flores se usan suavemente con cuidado. No lo
hacen ... Grasset sospecha algo ... ¿Pero qué se puede esconder en estos
ramos?
Él compraría uno ... pero es imposible, el florista estaría pendiente.
Entonces, Grasset toma su decisión: esta noche reanudará el servicio. ¡Él
va a pillar al florista!
A las seis está afuera. Sacó su auto del garaje. Él espera.
El florista baja la reja de su tienda. Él se pone detrás del volante de su
camioneta; Grasset comienza de inmediato. No está acostumbrado a
conducir coches: cuando trabajó, siempre tuvo un colega que conducía.
Esta vez, debe hacer todo solo: tener cuidado de no quedarse atascado en
los semáforos, no perder la camioneta a la vista, pero no acelerar
demasiado ... ¡Es todo un arte!
Ahora están fuera de París, tomaron la carretera de circunvalación. El
camión pone su intermitente a la derecha; Grasset hace lo mismo. Aquí
están en una pequeña carretera, donde pasan pocos automóviles. Es
necesario reducir la velocidad de las distancias, si no quiere ser visto.
El camión se ralentiza. Grasset se detiene y apaga los faros. Oye un
portazo. El florista tuvo que bajar. Grasset sale de su auto y camina a pie.
Está oscuro, una noche fría. Se mueve con cautela, tratando de atravesar la
oscuridad. Él ahora está a la altura de la camioneta. Él ve una tenue luz en
su izquierda. Es un edificio viejo, una especie de almacén.
Se detiene justo debajo de la ventana. Él debe ver absolutamente lo que
está pasando adentro. Lentamente, se levanta. Eso es lo que sospechaba:
sobre una mesa, una bolsa llena de polvo blanco, en pequeñas porciones.
Alrededor de la mesa, tres hombres, el florista y dos extraños, están
preparando dosis de medicamentos. Pesan un poco de polvo blanco, ponen

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una pequeña cantidad en bolsitas pequeñas. Ellos trabajan en silencio.
Grasset está aturdido. El florista, su vecino, a quien creía conocer tan bien,
a quien saluda todas las mañanas, es un traficante de drogas! Él comienza
a entender. Él usa su tienda para vender el polvo. Pero como se la llevan?
Que hace? Solo, Grasset no puede intentar nada. Decide regresar a París
para advertir a Vignot. Pero de repente, lanza un grito de dolor y cae al
suelo, inconsciente.

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Atrapado
Grasset no había visto a un cuarto hombre de servicio afuera. Cuando
recupera los sentidos, siente un terrible dolor en la cabeza. Decididamente,
estos bandidos no se van sin una mano muerta! Abre los ojos, quiere frotar
su cuello, donde duele tanto ... Es imposible: está en el suelo, con las
manos y los pies atados. Los tres bandidos lo están mirando. El florista
habla primero.
– Entonces, señor Comisario, pensé que estaba jubilado.
– Es usted! Por qué mataste a mi esposa?
– Su esposa, fue un accidente, comisario ... Pero usted, por qué me
siguió? Lo siento, pensé que eras muy amable …
– Que vais a hacer? Estás loco! Lo cogeremos: mis colegas me
buscarán! Ellos te encontrarán
El florista deja de preparar las dosis. Se acerca a Grasset, que está
luchando, tratando desesperadamente de liberarse de sus ataduras.
"Lo buscaremos, señor Comisario, y lo atraparemos. Pero demasiado tarde.
No soportarás tu dolor. Un suicida, comisario. No tienes nada más que
hacer que suicidarte. No se va a tomar a usted mismo, comisario ... "
Los hombres han terminado su trabajo. Ellos separan sus pies. "¡Ve,
levántate y no seas inteligente!"
Un bandido apunta con un revólver contra él. Dos hombres entran a la
camioneta. El florista le informa a Grasset de su vanidad.
"Vamos, señor Comisario, pero esta vez estoy conduciendo, vamos a
encontrar un hermoso bosque, un hermoso árbol, no aquí, ¡nadie debería
saber que vino aquí esta noche!"
La furgoneta se fue primero. Detrás, en el automóvil, Grasset tiembla de
miedo. Estos hombres están decididos, su última hora ha llegado.
Descubrió demasiado: tráfico de drogas, organización impecable. Pero su
esposa ... ¿Por qué?
Viajan varios kilómetros. Ahora están en la entrada de un camino rural. La
furgoneta se detuvo. El auto continúa, todavía unos cientos de metros.
El florista se detiene.

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"¡Allí es perfecto! ¡Y comienza a nevar! ¡Ciertamente, tenemos suerte! ¡Ni
siquiera tendremos que borrar las huellas!"
El segundo hombre empuja a Grasset fuera de la cabaña. Él tiene una
cuerda, hace un nudo.
"Vaya camisario, lo siento, lo habría hecho mejor para disfrutar su
jubilación, leer libros, ir a pescar ..."
El comisario avanza. Él está resignado, sabe que no se saldrá con la suya.
Así es, lo habría hecho mejor para disfrutar su retiro. Él buscó todos estos
problemas. Si no hubiera estado intrigado por esta nota. Si no hubiera
querido jugar al Sherlock Holmes ... Su esposa aún estaría viva ... Y él ... él
también ... Podrían haber viajado, haberse ido.
"¡Pero mi esposa! ¿Por qué mataste? Dime, al menos!
Ahora no importa, señor Comisario. Ella no sufrió. Ella no se dio cuenta
de nada ".
Están al pie de un árbol. El florista tiene un asiento plegable, que tomó en
el baúl del automóvil: un asiento que Grasset llevó consigo, en caso de que
quisiera ir a pescar en la primavera. Él lo puso debajo del árbol. Ató la
cuerda alrededor de una gran rama.
"¡Adiós, secretario, lo siento!"

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Todo está claro
Grasset lucha en un salto final; el florista y su cómplice lo levantan. De
repente, el bosque se ilumina, como a la luz del día.
– Policía, esa persona no se mueve!"
El orden fue tan repentino que los dos delincuentes no tuvieron tiempo
para bosquejar un solo gesto. Dos oficiales de policía ya los dominaron.
Grasset lanza un grito:
– Vignot, ¿qué estás haciendo aquí?
– Buena pregunta, señor Comisario! ¿Y usted? ¿Estás feliz de verme
esta vez?
Vignot aprieta la temblorosa mañana de Grassset, que ya no lo deja ir ...
– Pero explícame ... ¿Cómo lo sabes?
– Te estaba observando, comisionado ... Sabía que harías algo, que
buscarías al asesino ... Yo también, tengo intuición, cuando quiero ...
Vamos, todos en publicar, esta vez, vamos a explicar!
En la madrugada, de camino a casa, Grasset piensa en todas las
revelaciones de la noche. Sonrió mientras esperaba ser retirado para
descubrir un inmenso tráfico de drogas que había estado sucediendo
durante meses debajo de su nariz, ¡debajo de su ventana!
Por lo tanto, el florista había confesado todo, explicado todo. Sí, había
organizado un tráfico impecable bajo la apariencia de su tienda. Como
todos los floristas, él entrega con cada ramo una pequeña bolsita que
contiene polvo blanco, una especie de fertilizante para verter en el agua,
para mantener las flores más tiempo. Él, en estas bolsas, estaba vendiendo
drogas ... para ser reconocido, sus clientes privados solo tenían que decir
una contraseña, una frase convencional. Pagaron, y salieron con un ramo
banal ... pero especialmente con la bolsa envenenada.
– Pero mi esposa? ¿Por qué?
Grasset había gritado su pregunta, una pregunta a la que había estado
buscando una respuesta durante dos días. Y esta vez, el florista lo había
contado todo ...
Él había venido a entregar el ramo de rosas alrededor del mediodía, según

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lo acordado. Admiraba las flores, su perfume; ella estaba hablando, ella
había comenzado a quitar el celofán a su alrededor ... Ella había tomado la
bolsa. ¡Y el florista había notado que no le había dado una bolsa de
fertilizante, sino una bolsa que contenía la droga! Ella, ella estaba
charlando:
– Pero dime, ¿qué hay en esta bolsa?
– No sé, una especie de fertilizante …
– ¡Pero es un polvo milagroso! La última vez, ¡mis rosas duraron más
de una semana! Me encanta tener flores en casa ... Si supiera qué es,
podría comprar algunas …
– No sé exactamente ... dicen que es una especie de aspirina …
Madame Grasset se rió:
– Aspirina para las flores! No es posible! Aquí, podría analizarlo, para
saber ... Estoy seguro de que si le preguntara a mi esposo, sus colegas
en el laboratorio lo harían …
El florista había empalecido. El teléfono había sonado en la oficina. Ella
había ido a responder. Fue Vignot quien llamó a Grasset para la nota
misteriosa. La florista la había seguido. Y tan pronto como ella colocó el
auricular, él la golpeó con un gran cenicero, solo una vez, en la parte
posterior del cuello ...
Luego había recogido sus rosas, el celofán, la bolsa de polvos. Él había
regresado a las dos en punto y había fingido entregar las rosas.
Después de haber escuchado estas confesiones, el comisario, movido,
había agarrado muy cerca la mano de Vignot.
– Gracias, Vignot, y buena suerte ... Quiero irme de mi casa ... sin
remordimientos ... nunca podría hacer este trabajo.
Era un sádico: su esposa estaba muerta por nada, por unas palabras
inofensivas. Quería irse, estar solo, finalmente, con su dolor.
– Espera, Sr. Grasset! ¡No vayas! Tengo que decirte algo ... Tu
esposa ... ¡Te está esperando!
Grasset mirando a Vignot con asombro:
– ¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Estás loco
– No, comisario! Ella no está muerta! Ella estaba en coma. Mentimos,
para la investigación, y luego porque teníamos miedo de que el
asesino regresara. Ella salió de un coma esta noche. Ella estará bien,
comisionado! Ella te está esperando! Ven, te acompañaré al
hospital...

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