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Argumentar
Es dar razonamientos que se sirvan para demostrar una proposición. Deducir, inferir
consecuencias o razones en apoyo de una cosa. Es un diálogo en el que un sujeto (el enunciador)
presenta una serie de argumentos con los que pretende modificar la conducta de otro sujeto (el
enunciatario), de forma que éste último acepte la tesis propuesta por el primero.
La palabra argumento puede usarse para indicar cualquier enunciado que afirma algo. El
argumento, por tanto, niega todo lo que le contradice. La expresión 'argumento' es más o menos
sinónima de 'argumentación', salvo que mientras que 'argumentación' designa también la actividad
de argumentar, 'argumento' se refiere a la específica estructura discursiva en la cual el argumento
se presenta. En la práctica el argumento jurídico es uno de los más frecuentes y reviste una gran
importancia en el ámbito jurisdiccional, pues con él se recurre a la jurisprudencia y a la doctrina que
son sus vertientes principales.[1]
Argumentar o razonar es una actividad que consiste en dar razones a favor o en contra de una
determinada tesis que se trata de sostener o refutar. Esa actividad puede ser muy compleja y
consistir en un numero muy elevado de argumentos, conectados entre si de muy variadas formas.
Por ejemplo, una sentencia reciente del tribunal constitucional español sobre la constitucionalidad o
no de la ley sobre técnicas de reproducción asistida (LTRA) ocupa casi 50 páginas. Así el tribunal
entiende que el LTRA en su conjunto no vulnera la reserva de la ley orgánica, porque el articulo 15
de la constitución españolase refiere que la LTRA no desarrolla ese derecho fundamental y en
consecuencia no es necesario que adopte la forma especifica de ley orgánica; que permitir a la
mujer decidir libremente la suspensión de un tratamiento de reproducción asistida no afecta al
contenido esencial del derecho a la vida, ni supone admitir tácitamente un nuevo supuesto
de aborto, ya que esa desicion solo puede tomarla hasta el momento en que se haya producido la
transferencia de embriones al útero materno o no permitir la fertilización de
cualquier mujer con independencia de que el donante sea su marido o del hecho de que este o no
vincula matrimonialmente no vulnera el núcleo esencial de la institución familiar, ya que la
familia protegida constitucionalmente no es únicamente la familia matrimonial.
Todos esos argumentos y muchos otros que cabe encontrar en esa sentencia constituyen una
misma argumentación, porque se inscriben dentro de un proceso que comienza con el
planteamiento de un problema y termina con una respuesta. De manera que podemos distinguir
entre la argumentación en su conjunto cada uno de los argumentos que se compone y
los conjuntos parciales d argumentos dirigidos a defender o combatir una tesis o una conclusión.
Así el primero de los argumentos recogidos forma una línea con varios otros, dirigidos a probar que
la ley en cuestión no vulnera la reserva de la ley orgánica.
Embarcarse en una actividad argumentativa significa aceptar que el problema de que se trata ha
de resolverse mediante razones que se hacen presentes por medio del lenguaje oral o escrito.
Argumentar supone, pues, renunciar al uso de la fuera física o de la coacción psicológica como
medio de resolución de problemas. Además en una argumentación pueden distinguirse varios
elementos: aquello a lo que se llega, la conclusión, y los criterios que controlan el paso de las
premisas a la conclusión, esto es, la inferencia.
Argumentación jurídica
La argumentación jurídica es un proceso cognitivo especializado (teórico o practico) que se realiza
mediante concatenación de inferencias jurídicas consistentes, coherentes, exhaustivas,
teleológicas, fundadas en la razón suficiente, y con conocimiento idóneo sobre el caso objeto de la
argumentación. La argumentación jurídica se concretiza relacionando premisas, a la luz vinculante
de los principios y demás cánones lógicos pertinentes, para obtener secuencial y correctamente,
conclusiones que, según el caso, afirme o nieguen la subsunción del hecho en la hipótesis jurídica
o afirmen o nieguen la validez o invalidez o la vigencia formal o real de la norma jurídica dada o
afirmen o nieguen la pertinencia o impertinencia, o la aplicabilidad o inaplicabilidad o la
compatibilidad incompatibilidad de la norma jurídica al caso concreto.
Cuando la argumentación jurídica este referida al aspecto – fáctico vinculado a la norma jurídica positivizada, (por ejemplo: a su fuente real o material) ella se orientara a demostrar
o refutar la verdad o probabilidad o la falsedad o el error sobre el caso. Entonces se necesitara como apoyo el empleo de de una o mas inferencias enunciativas para alcanzar a
verdad concreta o la probabilidad o falsedad de problema.
La argumentación jurídica consiste en esgrimir una serie concatenada de razonamientos expuestos a persuadir al destinatario sobre la validez de una tesis que por lo general no
está demostrada. Es una serie concatenada de inferencias.
Con el empleo del concepto, la concatenación que debe existir inexcusablemente una conexión interna entre las inferencias; de modo que, la argumentación jurídica sea siempre
una unidad sistémica (coherente), una totalidad constituida por una conexión racional de sus componentes. La aplicación consciente de los principios de la no contradicción formal y
de coherencia tendrá como resultado la correcta concatenación de inferencias.
Excepcionalmente, la argumentación jurídica puede concretarse mediante una sola inferencia, es decir en un solo argumento.
La exigencia de la consistencia en la argumentación implica el deber de evitar contradicciones entre las inferencias que se concatenan y se orientan hacia una determinada
conclusión.
Esta exigencia implica el deber de cada argumentante a tener en cuenta y respetar los principios de no contradicción formal y de identidad durante la argumentación de cada tesis
que sostiene. Esta exigencia no impide la contraposición de argumentos como ocurre con el discurso del refutante.
En la concatenación de argumentos o realidades dadas, se respetará la exigencia de la consistencia y de la coherencia.
Se dice que es finalista porque toda argumentación esgrimida con rigor está en razón directa de la representación antelada del resultado que persigue el argumentante, como es la
de demostrar la verdad o probabilidad o falsedad, etc. y persuadir al destinatario, para que la tesis sea admitida por la fuerza de los argumentos del argumentante.
Cuando decimos que esta fundada en la razón suficiente, es porque, como afirma Leibniz: "Nada ocurre sin una razón suficiente", es decir nada ocurre sin que sea posible para un
ser que conozca las cosas suficientemente el dar una razón de ello, mostrando porqué las cosas son así y no de otra manera. Razón en virtud del cual juzgamos que ningún hecho
puede considerarse verdadero o existente y ningún juicio veraz si n hay razón suficiente por el cual deba ser así y no del otro modo"[3]. Dicho de otro modo, nada ocurre sin una
razón de demostrar.
Cada conclusión inferida debe indicar el fundamento del por qué es "así" o no es "así" el significado que contiene.
La argumentación es un comunicación razonada por eso, una argumentación sea jurídica o no, solo se concreta en una relación diádica. Es de naturaleza transitiva. Se diferencia
de la reflexión porque ésta comienza, se desarrolla y concluye en la mente del mismo sujeto cognoscente. En la argumentación (sea jurídica o no) el conocimiento, la voluntad, el
sentimiento se proyectan a otro u otros en el afán de lograr que la tesis sea admitida.
La tesis de la argumentación es la idea nuclear a defender, sostener o refutar. Es el punto de partida de la actividad cognitiva argumentativa. En alguna ocasión esa tesis quizá
tenga la calidad de una hipótesis; en otros casos, la tesis tiene la calidad de una afirmación o negación categórica. El contenido de la tesis o bien es de índole netamente jurídica o
bien de índole fáctica pero regulada por la norma jurídica o que debe ser regulada. Jurídicamente, esa realidad fáctica, esa realidad fáctica está prevista en la hipótesis jurídica o
como elemento fáctico de la consecuencia jurídica. La tesis debe ser formulada con claridad.
Es inexcusable el deber de usar adecuadamente el lenguaje durante la argumentación. Solo y solamente e empleo correcto del lenguaje permitirá al argumentante expresar,
transmitir el sentido auténtico de lo que sostiene; además, la argumentación jurídica exige el empleo riguroso del lenguaje técnico-jurídico pertinente a cada caso.
Es necesaria la coherencia entre las premisas y la conclusión.
La conclusión final de toda argumentación debe tener una conexión inescindible con las premisas argüidas.
En casos de argumentación compleja la conclusión final es la resultante de las conclusiones parciales (intermedias) inherentes a cada uno de los múltiples y relevantes aspectos del
problema.[4]
La conclusión debe reflejar con todo rigor y nitidez la calidad y cantidad del contenido de las premisas; evitando, de ese modo, incurrir, por ejemplo, en la falacia, excepto el caso de
una argumentación jurídica por inducción incompleta en la que la conclusión tendrá una extensión mayor que lo abordado en las premisas y, además ella será de grado probable,
supuesto que puede ocurrir eventualmente, por ejemplo, durante el debate jurídico para la formulación de una norma positiva.
Para que la conclusión esté exenta de invalidez, error, falsedad, es necesario que a argumentación haya tenido lugar sin paralogismos ni falacias.
En principio, pueden distinguirse tres distintos campos de lo jurídico en que se efectúan argumentaciones.
El primero de ellos es el de la producción o establecimiento de normas jurídicas. Aquí, a su vez, podría diferenciarse entre las argumentaciones que se presentan en una fase pre
legislativa y las que se producen en la fase propiamente legislativa.
Las primeras se efectúan como consecuencia de la aparición de un problema cuya solución – total o parcial- se piensa que puede ser la adopción de una medida legislativa.
Ejemplo de ello son las discusiones sobre la despenalización o no del aborto, de la eutanasia o del tráfico de drogas, o sobre la regulación del llamado tráfico de influencia.
Otro tipo de argumentaciones surgen cuando un problema pasa a consideración del Parlamento o de algún órgano de la Administración, lo que haya o no discutido previamente la
opinión pública. Mientras que en la fase prelegislativa puede considerarse que los argumentos tiene, en general, un carácter más político y moral que jurídico, en la fase legislativa
los papeles se invierten, de manera que son las cuestiones de tipo técnico – jurídico las que pasan a un primer plano.
En todo caso, las teorías de la argumentación jurídica de que disponemos no se ocupan prácticamente de ninguno de estos contextos de argumentación.
Un segundo campo en que se efectúan argumentos jurídicos es el de la aplicación de normas jurídicas a la resolución de casos, bien sea esta un actividad que llevan a cabo jueces
en sentido estricto, órganos administrativos en el mas amplio sentido de la expresión o simples particulares. Aquí a su vez, cabria distinguir entre argumentacio0nes en relación
con problemas concernientes a los hechos, o bien al Derecho.[5]
Puede decirse que la teoría de la argumentación jurídica dominante se centra en las cuestiones relativas a la interpretación del Derecho y que se plantean en los órganos superiores
de la administración de justicia.
Finalmente, el tercer ámbito en que tienen lugar los argumentos jurídicos es el de la dogmática jurídica. La dogmática es, desde luego, una actividad compleja en la que cabe
distinguir esencialmente estas tres funciones:
1) suministrar criterios para la producción del Derecho en las diversas instancias en que ello tienen lugar;
2) suministrar criterios para la aplicación del Derecho;
3) ordenar y sistematizar un sector del ordenamiento jurídico.
Las teorías usuales de la argumentación jurídica se ocupan también de las argumentaciones que desarrolla la dogmática en cumplimiento de la segunda de estas funciones.
Dichos procesos de argumentación no son muy distintos de los que efectúan los órganos aplicadores, puesto que de lo que se trata es de suministrar a esos órganos criterios –
argumentos- dirigidos a facilitarles – en sentido amplio- la toma de una decisión jurídica consistente en aplicar una norma a un caso.
La diferencia que, no obstante, existe entre ambos procesos de argumentación podría sintetizarse así: Mientras que los órganos aplicadores tienen que resolver casos concretos, el
dogmático del Derecho se ocupa de casos abstractos.
Por un lado, porque el practico necesita recurrir a criterios suministrados por la dogmática, al menos cuando se enfrenta con casos difíciles, al tiempo que la dogmática se apoya
también en casos concretos. Por otro lado, porque en ocasiones los tribunales - o cierto tipo de tribunales- tiene que resolver casos abstractos, esto es, sus decisiones pueden no
consistir en condenar a X a pagar una cierta cantidad de dinero o en absolver a Y de determinado delito, sino también en declarar que determinada leyes institucional, que un
reglamento es ilegal o que cierta norma debe interpretarse en cierto sentido.
Por lo demás, algunos tribunales, al decidir en caso concreto, crean jurisprudencia, lo que significa que la regla en que basan su decisión y que viene expresada en la ratio
decidiendo del fallo tiene un carácter general y abstracto y vale, en consecuencia, para los casos futuros.
Características
Decir cual es la norma o interpretación de la norma a usar.
1) Es un concepto límite en el sentido de que la argumentación ante el auditorio universal es la norma de la argumentación objetiva.
3) El del auditorio universal no es un concepto empírico: el acuerdo del auditorio universal "no es una cuestión de hecho, sino de derecho".
4) El auditorio universal es ideal en el sentido de que está formado por todos los seres de razón, pero por otro lado es una construcción del orador, es decir, no es una entidad
objetiva.
5) Ello significa no solo que diversos oradores construyen diversos auditorios universales, sino también que el auditorio universal de un mismo orador cambia.
Una de las funciones que cumple este concepto en la obra de PERELMAN es la de permitir distinguir (aunque se trate de una distinción imprecisa, como también lo es la distinción
entre los diverso auditorios) entre persuadir y convencer. Una argumentación persuasiva, para PERELMAN, es aquella que solo vale para un auditorio particular, mientras que una
argumentación convincente es la que se pretende válida para todo ser de razón.
En fin, la argumentación, a diferencia de la demostración, está estrechamente ligada a la acción o un proceso con la que se pretende obtener un resultado: lograr la adhesión del
auditorio, pero solo por medio del lenguaje, es decir, prescindiendo del uso de la violencia física o psicológica. Por otro lado, su proximidad con la practica hace que en la
argumentación no quepa hablar propiamente de objetividad, sino tan solo imparcialidad:… ser imparcial no es ser objetivo, es formar parte del mismo grupo que aquellos a los que
se juzga, sin haber tomado partido de antemano por ninguno de ellos. La noción de imparcialidad, por otro lado, parece estar en estrecho contacto con la regla de justicia (ser
imparcial implica que en circunstancias análogas se reaccionaría igual) y con lo de auditorio universal (los criterios seguidos tendrían que ser validos para el mayor número posible y
en última instancia, para el auditorio universal.
Al estudiar las premisas de que se parte en una argumentación, se pueden distinguir tres aspectos: el acuerdo, la elección y la presentación de las premisas.
Para poder desarrollare una argumentación hay que partir, en efecto, de lo que se admite inicialmente, si bien el punto de partida mismo constituye ya un primer paso en su
actualización persuasiva. Los objetos de acuerdo pueden ser relativos a lo real (hechos verdades o presunciones), o bien relativos a lo preferible (valores, jerarquías y lugares de lo
preferible).[7]
Otros aspectos
Importancia: permite suplir la falta de prueba respecto de la verdad o falsedad de una tesis.
Finalidad: convencer al destinatario. Lograr la adhesión de un auditorio sobre una tesis para que se materialice en la conducta de los individuos.
Dimensión Normativa
Dimensión Axiológica
Ámbito de la argumentación[10]
La experiencia en el ejercicio de la ocupación jurídica así como la teoría de la argumentación jurídica conducen a identificar las áreas en las que se requiere del empleo de esta, en
el ejercicio de la magistratura (como juez o fiscal) en la defensa, en el procedimiento judicial o administrativo o arbitral, en la asesoría jurídica a personas jurídicas públicas o
privadas, en el ejercicio de la potestad de legislar, en la enseñanza del Derecho, en lainvestigación jurídico- social o socio jurídico, y en los estudios y exposiciones de los juristas,
etc.
Presupuestos para la Argumentación Jurídica Idónea
Dominio cognitivo del argumentante sobre el objeto de la argumentación jurídica.
Es necesario conocer que es los que trata de demostrar o refutar. Ese nivel optimo de conocimiento del problema s refleja en el planteamiento y razonamiento estricto e inequívoco
de la tesis que se defiende o se refuta. Es también necesario que los interlocutores conozcan plenamente aquello que es objeto de la argumentación. En el caso de los órganos
colegiados deben establecer una metodología adecuada que permita a cada integrante conocer y evaluar cada argumento de la decisión a adoptar. Por eso, es censurable, por
ejemplo, que algún magistrado firme resoluciones sin leerlas, o sea, sin saber de qué trata, tal actitud es una irresponsabilidad que equivale a abdicar de una de las exigencias
porque y para que se ha de decidir, porque y para que dé ha de decidir; dicha omisión es una actitud negativa que implica infracción al deber jurídico de motivar la resolución, ya
que suscribe argumentos y decisiones que no conoce y de esa manera también incurre en un grave atentado contra la seguridad jurídica. Infringe también la probidad. Por tanto,
genera un impacto social de zozobra, de desconfianza en los justiciables.
Aplicación de la lógica
Conocimiento y aplicando puntual de los principios de la lógica general (clásica o moderna) a si como las categorías y cánones de la lógica jurídica, son inevitables para el rigor en
la argumentación. Mantener una atención especial para evitar o detectar paralogismos o falacias.
Autor:
Juan Cornejo Calva
Universidad César Vallejo - Piura
[1] http://tareas-de-derecho.blogspot.com/2008/10/conceptos-de-interpretacin-jurdica.html
[2] logica juridica- jorge herrero pons y fernando carbonel lazo
[3] Dagoberto D. Runes: op. cit .p. 305.
[4] Mixán Mass Florencio. Logica Juridica. p. 270-271
[5] willy Ramírez chavarry y jorge herrero pons - argumentación jurídica-
[6] logica juridica- jorge herrero pons y fernando carbonel lazo
[7] logica juridica- jorge herrero pons y fernando carbonel lazo
[8] http://www.gestiopolis.com/economia/la-argumentacion-juridica.htm
[9] http://www.gestiopolis.com/economia/la-argumentacion-juridica.htm
[10] Mixán Mass Florencio. Logica Juridica.
[11] Mixán Mass Florencio. Logica Juridica.
[12] argumentacion juridica- willy ramirez chavarry y jorge herrero pons
[13] argumentacion juridica- willy ramirez chavarry y jorge herrero pons
[14] logica jUridica- jorge herrero pons y fernando carbonel lazo
[15] http://www.monografias.com/trabajos25/argumentacion-juridica/argumentacion-juridica2.shtml
[16] http://www.monografias.com/trabajos25/argumentacion-juridica/argumentacion-juridica2.shtml
[17] http://www.monografias.com/trabajos25/argumentacion-juridica/argumentacion-juridica2.shtml
[18] http://www.monografias.com/trabajos25/argumentacion-juridica/argumentacion-juridica2.shtml
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LA ARGUMENTACION JURIDICA
Dos preguntas fundamentales convocan a esta reflexión: la primera, ¿qué significa la proposición
"argumentación jurídica"?; la segunda: ¿por qué debemos argumentar jurídicamente? La teoría
jurídica, hasta ahora, ha dividido a la interpretación jurídica de la argumentación jurídica y las ha
presentado como procesos separados: primero se interpreta y luego se argumenta. Mi hipó- tesis
es que ambos son elementos de un solo proceso: la argumentación jurídica. Habrá que comenzar
por dar cuenta de las diferentes definiciones del vocablo "interpretar" y del vocablo "argumentar"
relacionados con el lenguaje jurídico. La definición léxica del vocablo "Interpretar" es, según el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua: "Explicar o declarar el sentido de una cosa,
y principalmente el de textos faltos de claridad". María Moliner en el Diccionario de uso del
español consigna que el vocablo "interpretar" significa: "Atribuir cierto significado a una
expresión. Con "bien" o "mal", acertar con el verdadero significado de una cosa o equivocarlo:
"Interpretó mal el texto y desfiguró por completo el sentido". Las anteriores definiciones son
contradictorias y no nos sirven para resolver el problema. Y son contradictorias porque una de
ellas afirma que la interpretación consiste en "explicar" el sentido de una cosa y la otra la define
como "atribuir" un significado a una expresión. "Explicar" y "atribuir" no son sinónimos, sino que
cada uno de los vocablos alude a dos acciones totalmente distintas. Explicar es realizar una
exégesis de la expresión, es construir un discurso sinonímico paralelo a efecto de hacer más claro
o, simplemente, aclarar lo que dice la expresión. Explicar, pues, es el acto mediante el cual se
aclara el sentido de una expresión parafraseando el nivel del significado. Atribuir, por el contrario,
es depositar sobre una expresión un sentido pertinente a la misma. La atribución no se construye
desde la sinonimia del significado sino desde la construcción de la significación. La explicación
tiene como objeto de estudio el significado del vocablo o de la oración, pero la atribución tiene,
por el contrario, como objeto de estudio a la significación oracional. Lo que se interpreta
jurídicamente son textos a los que denominamos proposiciones legales. Y estas proposiciones
jurídicas se presentan como lenguaje, como pura textualidad, por lo que la interpretación jurídica
es un acercamiento a dicha textualidad. El acercamiento puede ser para explicarla o para atribuirle
un sentido. Independientemente del acto que se realice (explicar/atribuir), es evidente que el
objeto de la interpretación es la proposición lingüística legal, es decir, el texto legal o la relación
existente entre la proposición legal y la conducta realiza- da. La textualidad jurídica está
Argumentación Jurídica constituida por la lengua y esta, a su vez, se constituye por el signo
lingüístico. Este signo se compone de tres elementos: el significante, el significado y la
significación. Algunos teóricos confunden los términos, como Guastini, y utilizan como sinónimos a
los vocablos significado, significación y sentido, sien- do que son cosas radicalmente distintas,
llevando a sus afirmaciones a vaguedades. Significante es el soporte material (fónico o gráfico) por
medio del cual se expresa el significado. Significado es el concepto, la idea que se evoca por quien
percibe el significante. Este concepto o idea no se presenta de manera unívoca, por el contrario, se
presenta desde la característica denominada polisemia del lenguaje, es decir, el significado no
nombra necesariamente un objeto, sino que evoca un concepto (conjunto de características) de
un referente. Por lo tanto el significado más que una esencia, una sustancia, es un universo
semántico de posibilidades. El nivel de los significantes constituye el plano de la expresión, es
decir, son las formas y los modos de la expresión (oral o escrita), y el nivel del significado
constituye el plano del contenido, o sea, lo que se quiere decir. La significación, por su parte, es la
relación de presuposición que se establece entre el significante y el significado y se da al interior
del signo lingüístico. Esta relación es lo que permite la interdependencia de los dos niveles al
tiempo que le aportan identidad al signo frente a otros signos. La significación, entonces, es una
función, un proceso, un acto, que relaciona al significante con el significado. El producto de esta
relación es el signo el cual adquiere un valor semántico en relación con el contexto en que está
presente. La significación posible del signo es meramente contextual dado que la significación es
una propiedad de los signos que les permite establecer diferentes tipos de combinaciones con
otros signos (y con otros no) y así constituir la oración. El sentido es aquello que se quiere
expresar. No es el significado (evocación), no es la significación (relación de presuposición) porque
ambas categorías tienen como referente al signo lingüístico, así el significado tiene como referente
el significante, y la significación tiene como referente la relación entre significante y significado. El
sentido es la presencia de la ausencia y se hace presente a lo largo de todo el texto desde la
ausencia. El sentido, para mi, es la lectura, es decir, al sentido lo construye el lector al elegir, entre
los universos semánticos posibles de cada vocablo y de cada frase, una probable significación. Este
proceso de elección de significaciones y, por lo tanto, de desechar otras significaciones, es el
sentido del texto. Ahora bien, la interpretación jurídica puede entenderse en dos sentidos
inicialmente. En primer lugar, se puede entender como el acto que permite Argumentación
Jurídica determinar el significado de un vocablo o frase del lenguaje legal. En segundo lugar, se
puede entender como el resultado de la anterior actividad. Así, se puede interpretar (determinar
el significado de) un precepto legal o a la resultante de ese acto se le puede denominar
interpretación del precepto legal. La primera acepción se refiere a un proceso, la segunda
acepción se refiere al producto de ese proceso. El objeto de la interpretación jurídica se entiende
comúnmente en dos sentidos. El primero, afirma que el objeto de la interpretación jurídica es la
norma, entendiéndose por ésta la proposición jurídica o también denominada formulación
normativa. El segundo sentido afirma que el objeto de la interpretación jurídica no es la norma
porque por norma debemos entender el producto de la interpretación jurídica. En resumen, una
proposición legal es el soporte lingüístico (podríamos denominarla el significante) de una norma, y
por norma debemos entender la significación resultante de la proposición legal. Por significación
propongo la usura lingüística o la producción del texto derivada de la relación arbitraria entre
significante y significado que no es más que el signo lingüístico. El sentido es, para efecto de este
trabajo, la construcción de un universo semántico coherente y consistente con lo sugerido por el
signo lingüístico. Entre la proposición legal (texto) y la norma (interpretación de la proposición
legal) no hay una relación pertinente, sino una relación impertinente, desde el punto de vista
lingüístico, que se vuelve coherente por virtud del proceso de creación de sentido a la proposición
legal. Guastini afirma al respecto que es conveniente concebir la interpretación jurídica "como una
actividad discursiva; o si se quiere, conviene examinar no la actividad interpretativa en cuanto tal,
sino su producto literario. Desde este punto de vista, la interpretación toma relieve en cuanto
expresión discursiva de una actividad intelectual: la interpretación es el discurso del intérprete.
Ahora bien, el discurso del intérprete está constituido, por un lado, por enunciados que adscriben
significado al discurso de las fuentes; por otro lado, por enunciados que constituyen argumentos
para justificar la interpretación preescogida". De lo anterior derivamos que: 1. La interpretación es
el discurso del intérprete. Lector lo he denominado. 2. El discurso del intérprete está constituido
por enunciados que adscriben significados al discurso de las fuentes. 3. Los enunciados
constituyen argumentos para justificar la interpretación preescogida. Estando de acuerdo en lo
generalísimo con esta definición, considero que se deben hacer algunas precisiones al respecto.
Argumentación Jurídica El discurso del intérprete no puede estar constituido por enunciados que
adscriben significado al discurso de las fuentes, porque los significados ya están presentes en el
universo semántico del signo lingüístico. El significado es la idea, el concepto que evoca el
significante, por lo tanto, atribuirle un significado al signo es atribuir algo que no le pertenece al
signo. Si le perteneciera ese significado sería otro signo y no este. La confusión deriva de que
Guastini toma como sinónimos significado, significación y sentido. El significado es pertinente al
signo, aun- que posea un universo semántico amplio. De todas maneras, siempre el significado
será una o varias características sobresaliente o particulares del referente evocado. Por lo tanto,
no le puedo atribuir un significado sino que deberé, por el contrario, elegir uno de los significados
presentes en el universo semántico. Lo anterior vuelve inconsistente la afirmación de Guastini.
Tampoco el discurso del intérprete está constituido por enunciados que adscriben significación al
discurso de las fuentes, dado que la significación es la relación de presuposición que se establece
entre significado y significante. Anteriormente dijimos que la significación es una función, un
proceso, un acto, que relaciona al significante con el significado y que el producto de esta relación
es el signo el cual adquiere un valor semántico en relación con el contexto en que está presente.
La significación posible del signo, afirmé con anterioridad, es meramente contextual dado que la
significación es una propiedad de los signos que les permite establecer diferentes tipos de
combinaciones con otros signos (y con otros no) y así constituir la oración. Finalmente, el discurso
del intérprete está constituido por enunciados que construyen un sentido al discurso de las
fuentes. Los enuncia- dos no pueden adscribir un significado, sino que solo pueden construir un
sentido a la propuesta textual de las fuentes. Por construcción del sentido entiendo al discurso del
intérprete que hace presente la ausencia por medio de enunciados. Es decir, el sentido se
construye por parte del intérprete dado que los planos de la expresión y del contenido constituyen
un tejido de significación que adquiere un valor en tanto el lector (intérprete) elige y combina los
universos semánticos puestos en juego. El sentido es el resultado del significado y la significación
puesta en juego en un contexto determinado. Esto constituye el universo semántico que nombra
el discurso. El sentido es la puesta en orden, en un orden determinado, de los universos
semánticos propuestos por el signo lingüístico fruto de la elección del intérprete. Este proceso de
elección y, por lo tanto, de desechar, es el sentido del texto. Ahora bien, con respecto a la
afirmación de que los enunciados constituyen argumentos para justificar la interpretación
preescogida, también debemos hacer algunas precisiones. Argumentación Jurídica No hay una
interpretación preescogida como acabo de demostrar, sino que hay la construcción de un sentido
a la proposición legal. Preescoger algo implica que una o todas las opciones existen, y el signo
lingüístico lo único que posee es un universo semántico de un concepto o de una idea que es
evocado por él mismo, es decir, no hay una relación directa entre el signo y su referente, sino una
evocación de la idea por parte de la materialidad del signo, por lo tanto, no puedo preescoger una,
sino que debo construir una. Los enunciados interpretativos no constituyen argumentos para
justificar la interpretación preescogida, sino que lo enunciados son argumentos que construyen la
interpretación, es decir, los argumentos son los que construyen el sentido. Afirmar, como lo hace
Guastini, que los argumentos justifican una interpretación preescogida es concebir a la
argumentación en su acepción más literal y pobre. Para explicar la anterior afirmación se debe
preguntar primero qué se deberá entender por argumento y por argumentación. El argumento, en
su acepción más literal, es un razonamiento utilizado para demostrar o probar o refutar otra
aseveración. A este proceso se le denomina argumentación y se entiende como la cadena de
razonamientos (argumentos) que se hacen valer contra la otra posición. Para otros, argumentar es
proponerle al auditorio una conducta de- terminada. Así mismo, se dice que es la pretensión de
convencer al oyente de la veracidad o falsedad de una proposición dada. También se afirma que la
argumentación consiste en hacer admitir una conclusión a un oyente o a un auditorio
proponiendo una o varias razones para admitir la conclusión. Para Aristóteles, argumentar es
persuadir al auditorio y para Perelman, argumentar es buscar la adhesión del auditorio a las
premisas del hablante. Persuadir, adherir, convencer, proponer razones, etc., son todos actos del
hablante que tienen como objetivo final modificar la percepción de verdad que tiene el oyente.
Independientemente de las definiciones, los elementos que hacen posible a la argumentación son
dos: I. La existencia de un discurso y, 2. La existencia de otro discurso que toma al primer discurso
como referente. No hay, pues, argumentación si no existen dos discursos en juego, uno que afirma
y otro que habla sobre el primero. El primer discurso tiene como elemento constitutivo al lenguaje
objeto y el segundo al metalenguaje. Así, el primero, el lenguaje objeto es el objeto del otro
discurso, el metalenguaje. El primero es el referente del segundo, el segundo habla del primero. La
argumentación tiene como referente el primer discurso. Los elementos que constituyen el proceso
de argumentación son tres: 1. Las premisas con pretensión de verdad o probables, Argumentación
Jurídica 2. Los argumentos o razones que hacen que las premisas sean verdaderas o probables y, 3.
La conclusión. La organización y expresión de estos elementos es tan particular como el hablante
quiera. La argumentación jurídica, por su parte, generalmente se entiende como el dar razones
que justifiquen un premisa. Así, la premisa verdadera o probable no es la proposición legal sino la
interpretación que se hace de ella. Los argumentos son las razones que nos llevaron a dicha
interpretación como verdadera o probable. Por último, la conclusión es la atribución de
significados a la proposición legal. Considero, por el contrario, que: 1. Las premisas verdaderas o
probables son el producto de la interpretación de la proposición legal. 2. Los argumentos son la
construcción de la interpretación. 3. La conclusión es la construcción del sentido de la proposición
legal. Las premisas de la argumentación no se establecen de antemano sino que son el producto
de la interpretación y esta es el proceso de argumentación. La conclusión, por tanto, es el discurso
del intérprete en donde, en una relación hermenéutica se construye el sentido de la proposición
legal. Es evidente que el rasgo fundamental de la argumentación jurídica es que ésta se produce
en un contexto paradigmático. Esto es, toda argumentación jurídica tiene como parámetro, por
una parte, la proposición legal tal cual como vocablo o frase dentro de un corpus legal y, por otra
parte, la relación necesaria entre proposición legal y conducta. Ahora bien, es evidente que esta
producción no es siempre igual sino que cada una de las diversas "narraciones" acerca de lo que es
el derecho configura su propia concepción de argumentación, configura sus propios parámetros
de ponderación para argumentar. Según su concepción acerca de lo que es el derecho, la
"narración" construirá su instrumental técnico para argumentar, interpretar y justificar sus
decisiones. Es decir, es el concepto de Derecho el que define el modo de presentarse la
argumentación. A continuación expondré algunas características (muy esquemáticas) del derecho
a la luz de diversas definiciones o teorías a efecto de entender sus parámetros de argumentación y
poder confrontarlas así con el modelo de argumentación que estoy proponiendo. Para el
Positivismo jurídico el derecho es: Argumentación Jurídica 1. Un corpus de normas que regulan la
conducta del ser humano. 2. Una norma es legal, y por lo tanto es legítima, porque es creada por
una norma propia de un órgano facultado para ello. 3. Una decisión judicial es válida porque el
órgano que la emite está facultado, por otra norma, para hacerlo. Esa decisión es legítima porque
está fundada en una norma legal. Desde esta caracterización del derecho los modelos de
argumentación que desarrollan los positivistas es el silogismo lógico. Si el derecho es un sistema
auto referencial de su legalidad, entonces su argumentación deberá ser un proceso auto
referencial, como lo es el silogismo. Y es auto referencial dado que lo previsto en la Premisa Mayor
de manera abstracta debe "encontrarse" en la Premisa menor de manera con- creta: Premisa
Mayor (la ley) Premisa menor (los hechos) y Conclusión (la sentencia). La objeción fundamental
radica en que el Positivismo presupone que el nivel semántico de la proposición legal es inmutable
y común para todos los participantes de la tríada procesal. Si se reconoce que los vocablos de la
proposición legal son polisémicos, es decir, que el vocablo contiene más de un significado,
(contiene muchos significados) y que de acuerdo al contexto es la elección de la significación más
probable, la legitimidad semántica de la Premisa Mayor se desmorona. El acto de interpretar será,
entonces, un ejercicio por "desentrañar el significado correcto de las palabras" y aplicar la norma
mecánicamente al hecho. La escuela de la Exégesis define al derecho en su acepción: el derecho es
la ley y la parte de la tríada procesal argumental desde la misma ley. El instrumento de la
racionalidad de esta narración es la deducción por medio de la exégesis de la ley. La ley es el
paradigma, luego entonces, la individualización de la ley es un proceso de explicación de lo que
ordena la ley con la subsunción de la conducta. El sociologismo jurídico define al derecho como
una manera de presentarse la disciplinariedad social. Las normas son hechos y creaciones sociales.
Por lo tanto, el proceso de argumentación tiene como objetivo primordial preguntarse por la
eficacia de las normas en la sociedad y el instrumental metodológico de esta argumentación le es
pedido prestado tanto a la sociología como las ciencias sociales en general. La Jurisprudencia de
intereses define al derecho como el resultado de los intereses mayoritarios y minoritarios dentro
de la sociedad. La argumentación busca identificar estos intereses sociales que dieron origen a la
norma y explicarlos. De esta manera, conociendo los intereses de grupos y los intereses del
legislador se puede argumentar a favor de una solución que resuelva conflictos sociales desde la
propia sociedad. El tridimensionalismo jurídico define al derecho desde tres esferas inherentes al
Argumentación Jurídica fenómeno: la norma, los hechos y los valores. La argumentación,
entonces, tendrá básicamente una pregunta: ¿cuál es la consistencia o inconsistencia entre las
esferas? La norma es o no consistente con los hechos que dieron lugar a su formulación, así como
el preguntarse si la creación de la norma, si bien responde a la esfera de los hechos no
necesariamente responde a la esfera de los valores. El instrumental de trabajo argumentativo
recupera cada una de las metodologías propias de cada esfera, así, habrán estudios de dogmática
jurídica, estudios sociales y políticos y estudios de los valores y razonamiento axiológicos. El
Iusnaturalismo, de larga tradición, presenta en términos generales algunos rasgos comunes entre
todas las diversas vertientes históricas que van desde Platón, pasando por Cicerón, Santo Tomás
de Aquino, el Iusnaturalismo racional del siglo »ni hasta las perspectivas actuales enfocadas a los
Derechos Humanos. El Iusnaturalismo reconoce la existencia de un paradigma metafísico en el que
se encuentra la idea de bien en forma absoluta, ya sea en el mundo de la formas (Topus uranus de
Platón) o en la idea de Dios. Este paradigma referencial es el están- dar de validación tanto parta la
creación de la norma, la aplicación de la misma, hasta la interpretación de ella. Se interpreta y se
argumenta desde los principios y valores que se derivan del paradigma, no de principios y valores
que se derivan de la norma. Así, en la ponderación se elige entre el Deber ser de la norma y no en
el Ser de la misma. La argumentación no solo defiende un punto de vista, la argumentación
pregona un modo de ser y concebir el mundo. Se argumenta defendiendo una idea paradigmática.
Para el profesor Atienza, el derecho es argumentación y señala tres campos de lo jurídico en el
que se efectúan las argumentaciones, a saber: El primero de ellos es el de la producción o
establecimiento de normas jurídicas. Aquí, a su vez, podría diferenciarse entre las
argumentaciones que tienen lugar en una fase prelegislativa y las que se producen en la fase
propiamente legislativa. Un segundo campo en que se efectúan argumentos jurídicos es el de la
aplicación de normas jurídicas a la resolución de casos, bien sea esta una actividad llevada a cabo
por jueces en sentido estricto, por órganos administrativos en el más amplio sentido de la
expresión o por simples particulares. Finalmente, el tercer ámbito en que tienen lugar argumentos
jurídicos es el de la dogmática jurídica. La dogmática es, desde luego, una actividad compleja, en la
que cabe distinguir esencialmente estas tres funciones: 1) suministrar criterios para la producción
del Derecho en las diversas instancias en que ello tiene lugar; 2) suministrar criterios para la
aplicación del Derecho; 3) ordenar y sistematizar un sector del ordenamiento jurídico. Todas las
anteriores narraciones acerca de lo que es el derecho, construyen su respuesta desde la pregunta
¿Qué es el derecho? Argumentación Jurídica Toda pregunta que se construye desde el ¿QUÉ ES X?
está preguntando por el ES, por la ESENCIA, por el SER de la cosa. Por lo tanto, la pregunta ¿Qué es
el derecho? solo acepta una definición que da cuenta de la Esencia, que da cuenta del Ser del
derecho. Toda respuesta que propone la Esencia de algo o el Ser de algo encuentra seguidores que
se identifican con ella, pero otros, desde otras experiencias y modos de ser no se identifican con
ella. Y la discusión se mantiene en la espera de que alguien "pierda", de que alguien sea
"derrotado", pero mientras ello no ocurra, todas las definiciones metafísicas conviven en el
espectro buscando adeptos y defensores. Ante mi imposibilidad epistémica (y el descreimiento
personal de esas aventuras metafísicas por la definición) que nos permitan a todos los
participantes del mundo jurídico el tener una definición común de derecho, considero que se debe
modificar la pregunta. (No pretendo cancelar la discusión metafísica, pretendo una superación
metodológica del problema). Modificar la pregunta en el afán de encontrar puntos en común a
efecto de trabajar en la construcción de acuerdos entre todos los operadores jurídicos. Esta nueva
pregunta es ¿Cómo se presenta ante nosotros el derecho? La pregunta no interroga por el Ser del
derecho ni por la Esencia del mismo, sino que interroga por los elementos que hacen posible la
existencia del derecho. Y una manera de presentarse ante nosotros el derecho, sin lugar a dudas,
es como argumentación, entre otros elementos de existencia tales como el lenguaje, la verdad, el
diálogo, etc. Desde esta concepción del derecho, concibo a la argumentación jurídica. Para mí,
entonces, la argumentación jurídica es, en primer lugar, una moda de presentarse ante nosotros el
derecho. Es decir, la argumentación es uno de los elementos que hacen posible la existencia del
discurso normativo y el metalenguaje doctrinario. Por ello, en segundo lugar, la argumentación
jurídica se presenta como un instrumento formal que hace posible la aplicación de la norma
jurídica desde un espacio de racionalidad. En tercer lugar, la argumentación jurídica se presenta
como un momento epistémico en la aplicación de la norma jurídica. En cuarto lugar, la
argumentación jurídico se presenta como un imperativo moral de la ética de la responsabilidad
(ética discursiva) de la vida comunitaria que obliga a dar razones acerca de la creación y aplicación
de la norma. En quinto lugar, la argumentación jurídica se presenta como él único instrumento
metodológico que hace posible la racionalidad jurídica. La racionalidad jurídica se presenta como
un movimiento que es el contexto de justificación de la argumentación de las partes y el contexto
de justificación de Argumentación Jurídica las decisiones jurisdiccionales a la luz de: 1. los
parámetros de la norma, 2. los hechos cuestionados y 3. los valores comunitarios (cultura, moral,
etc.) de los operadores jurídicos. Este movimiento en el que se presenta la racionalidad jurídica
tiene como estándar de validación la coherencia de dicha argumentación con los valores y
principios del corpus jurídico. La legalidad de la decisión judicial radica en la fundamentación
normativa de la facultad, pero el contexto de legitimación de esa decisión se encuentra en los
argumentos que el operador jurídico construye para justificar sus decisiones. La construcción de
estos argumentos que legitiman su decisión solo puede hacerse desde dos parámetros: uno, desde
la coherencia con el corpus jurídico y los valores de la vida comunitaria. En mi teoría, entonces, los
momentos epistémicos y formales de la interpretación argumentativa (la interpretación es un
momento formal de la argumentación jurídica) son: 1. La interpretación prejuiciosa de la
proposición legal desde el lugar que el intérprete ocupa en la tríada procesal (o desde las diversas
narraciones" ideológicas acerca de lo que es el derecho, etc.). 2. La elección de los posibles
significados de las palabras (del universo semántico que posee cada uno de los vocablos) que
componen la proposición legal y, 3. La construcción del sentido de la norma jurídica desde la
tradición del intérprete (prejuicio procesal, teorías, definiciones, escuelas, etc.) y el movimiento
(historia legislativa y estado del arte de la discusión) de la proposición legal que se coloca dentro
del espacio en "blanco" entre los vocablos de la oración. Por lo anterior, denomino a mi propuesta
como Argumentación dialógica. En este modelo no se busca persuadir al auditorio, ni se busca la
adhesión del mismo a nuestra proposición sino, por el contrario, de lo que se trata es de que los
hablantes desarrollen argumentos a fin de construir una verdad dialógica, esto es, una verdad aquí
y ahora, una verdad a la que podamos adherirnos desde la diferencia. Tanto la persuasión como la
adhesión descalifican el discurso argumentativo de una de las partes y esto, moralmente, es
inadmisible. La argumentación dialógica encuentra su verdad desde la moral, es decir, desde la
moral entendida como el modo de ser de la comunidad, como los símbolos y valores con los cuales
la comunidad se identifica y, fundamentalmente reproduce. Este acto de reproducción (que se
manifiesta en los discursos de la comunidad) es la forma en que se presenta la verdad ante los
otros y ante sí mismo. Los hablantes se adhieren no a una proposición determinada sino que, en
primer lugar, construyen la proposición general y luego se adhieren a ella desde la diferencia,
desde sus perspectivas disciplinarias o experiencias personales. Lo importante no es "convencer" a
nadie, sino construir dialógicamente la proposición. Misma pro- posición que permitirá a los
hablantes adherirse a ella desde la diferencia. Y es por esa participación en la construcción de la
premisa que los hablantes pueden identificarse con ella y adherirse desde la diferencia. La
Argumentación Jurídica creación de la norma jurídica y aplicación de la misma expresada en la
sentencia judicial encuentra en esta premisa no solamente la legalidad de los procesos, sino la
legitimidad de la proposición legal general (norma) y de la proposición legal individualizada
(sentencia). Por último, debo señalar cuáles son las razones de la argumentación jurídica o por qué
se debe argumentar en el ámbito del derecho. En primer lugar, por el principio de legalidad.
Ninguna producción de norma, o aplicación de norma (decisión judicial) o análisis del corpus legal
tiene validez si no se aportan razones establecidas por el pro- pio corpus jurídico. La
argumentación jurídica válida tiene como pará- metros el fundar y motivar la producción,
aplicación o análisis de las proposiciones legales. Fuera de la fundamentación y motivación de la
proposición legal sólo hay vacío e ilegalidad. En segundo lugar, porque es imperativo aducir
razones (racionales y razonables) para producir, aplicar o analizar las proposiciones legales. En
tercer lugar, porque el estado de derecho democrático se sustenta no solo en el principio de
legalidad, sino en la pertinencia que existe entre el corpus jurídico disciplinador y la moral
comunitaria, entendida en este caso como cultura comunitaria simplemente. Las proposiciones
legales deben dar cuenta, aduciendo razones que funden y motiven, la legitimidad y la legalidad
de la producción, aplicación y análisis de las mismas. Por lo tanto, la argumentación jurídica es el
instrumento por virtud del cual: 1. la producción de la proposición jurídica es legal y legítima. 2. la
aplicación de la proposición legal es pertinente a la comunidad y apegada a derecho. 3. el análisis
de la proposición legal es coherente con el corpus jurídico y a la cultura comunitaria. 4. los
productores, aplicadores y analistas de las proposiciones lega- les hacen valer razonamientos
racionales y razonables que sustentan el estado de derecho democrático desde el diálogo
comunitario, es decir, desde una perspectiva dialógica y no autoritaria. La Proposición legal (PL) X
significa Y porque es racional el camino que nos llevó a X y porque es razonablemente pertinente
con la cultura comunitaria. Lo racional es un proceso técnico, mientras que lo razonable es una
ponderación entre la PL y la cultura comunitaria. Lo enumerado anteriormente nos permite
construir una concepción ética de la argumentación jurídica y despojarla, absolutamente, de su
concepción técnica, de su concepción como instrumento de razona- miento jurídico.
Argumentación Jurídica La argumentación jurídica es para mí una concepción ética de la
juridicidad de la vida comunitaria. Y esto es así por dos razones: prime- ro, porque el discurso
argumentativo permite fundamentar la validez de las normas jurídicas (y morales, entendiendo el
vocablo moral simplemente como el modo de ser de la comunidad) que rigen la vida comunitaria;
segundo, porque el discurso argumentativo es una circunstancia formal que, a priori, reconoce la
existencia del otro. La primera razón aducida nos permite concebir a la proposición legal como
fruto del dialogo y el consenso entre las partes, en la cual la coyuntura histórico, las
reivindicaciones ideológicas, la moral de grupos, etc, hacen valer sus reivindicaciones particulares.
Esto implica que la concepción de la ley como expresión de lo "bueno" en sí, queda de lado y se
reivindica la pura contingencia de lo "bueno" en la ley. Es decir, la ley no expresa lo "bueno" como
esencia absoluta o metafísica, sino lo "bueno" aquí y ahora. El reconocimiento del diálogo como
instrumento que permite construir la idea de lo "bueno" aquí y ahora es el reconocimiento del
discurso argumentativo, ya no como un instrumento, sino como una concepción ética de la
producción de las proposiciones lega- les. La moral de las costumbres que se presenta como las
normas evidentes para la comunidad, como las normas trascendentes a las que hay que adherirse
ya no es un argumento consistente para fundamentar una proposición legal. De lo que se trata
ahora, ética y políticamente, es de dar razones que fundamenten esa proposición legal, pero no
razones trascendentes, metafísicas, que aluden a lo "bueno" en sí o lo "malo" en sí. Se trata de dar
razones desde la ética de la responsabilidad que cada uno de los miembros de la comunidad debe
asumir ante su propia comunidad en la producción, aplicación y análisis de las proposiciones
legales. La moral de las costumbres despoja al sujeto de la responsabilidad de sus aseveraciones
dado que las cosas son así porque son así. La tautología del razonamiento despoja al sujeto de la
responsabilidad frente a la proposición legal, ya sea su producción, aplicación o análisis de la
misma. Por el contrario, una ética de la responsabilidad ante la juridicidad implica,
necesariamente, dar cuenta de las razones que nos llevan a producir dicha proposición legal, o
aplicarla en tal o cual sentido o analizarla desde tal o cual perspectiva. Como dice Apel: "Así pues,
para resolver el problema de una ética posconvencional de la responsabilidad, sólo parece quedar
el camino de la ética discursiva: es decir, la cooperación solidaria de los individuos ya en la
fundamentación de las normas morales y jurídicas susceptibles de consenso, tal como es posible,
principalmente, por medio del discurso argumentativo". La segunda razón aducida de que el
discurso argumentativo es una circunstancia formal que a priori reconoce la existencia del otro
permite, fundamentalmente, Argumentación Jurídica concebir a la proposición legal como un
discurso que se construyó desde una perspectiva dialógica y que, por lo tanto, solo desde lo
dialógico, desde el discurso argumentativo, es posible dar cuenta de las razones que le atribuimos.
Si la proposición legal se concibe desde la moral de las costumbres, desde los a priori morales
heredados, esta se presenta ante nosotros como un monólogo al que solo podemos explicar, es
decir, solo podemos dar cuenta de ella (interpretarla) desde la construcción de un discurso
analógico y exegético. Por el contrario, si concebimos a la proposición legal desde el discurso
dialógico, entonces, solo podremos dar cuenta de ella si construimos un sentido de la misma
desde el discurso argumentativo. Esta perspectiva formal y ética de la argumentación jurídica está
asociada, indisolublemente, a una concepción de estado de derecho y de democracia
constitucional. Esto significa que mientras la argumentación jurídica sea entendida como un
instrumento únicamente formal, la concepción de la proposición legal está ligada a una
concepción metafísica. Por otro lado, si concebimos a la argumentación jurídica como una
concepción ética, estamos reconociendo que la proposición legal es fruto de una actividad
dialógica en donde el discurso argumentativo de las partes tuvo las mismas condiciones (éticas) de
expresarse. La argumentación jurídica, entendida como discurso argumentativo ético, solo es
posible si, y solo sí, se ejerce en un estado de derecho en donde la democracia constitucional y,
por ende, deliberativa, es la que hace posible y necesario dar razones de los actos de la juridicidad
de la comunidad. Dado el razonamiento anterior, mi propuesta de argumentación se presenta
ante el saber jurídico desde dos perspectivas, una formal y otra epistémica. En el primer caso, la
argumentación es una sucesión de momentos formales que hacen posible que un discurso sea
coherente y racional y, por ello, factible de persuadir a un auditorio de sus razones. En mi teoría
los momentos epistémicos y formales de la interpretación argumentativa (la interpretación es un
momento formal de la argumentación jurídica) son: 1. La interpretación prejuiciosa de la pro-
posición legal desde el lugar que el intérprete ocupa en la tríada procesal (o desde las diversas
"narraciones" ideológicas acerca de lo que es el derecho, etc.), 2. La elección de los posibles
significados de las palabras (del universo semántico que posee cada uno de los vocablos) que
componen la proposición legal y, 3. La construcción del sentido de la norma jurídica desde la
tradición del intérprete (prejuicio procesal) y el movimiento (historia legislativa y estado del arte
de la discusión) de la proposición legal que se coloca dentro del espacio en "blanco" de los
vocablos de la oración. Argumentar es, pues, crear, construir el sentido normativo de la
proposición legal. Por ello, argumentar es también un momento epistemológico dado que es el
único instrumento formal de la racionalidad jurídica para conocer y crear la norma.
Argumentación Jurídica Argumentar es, entonces, un recurso formal (técnicas y métodos) por
virtud del cual se conoce y se crea racionalmente la norma jurídica. Por ello, el objetivo único y
fundamental de la argumentación jurídica es proponer una verdad a fin de persuadir o convencer
a un auditorio o, desde otra perspectiva, construir dialógicamente una verdad entre los
participantes. Quien argumenta construye su discurso, siempre, desde la presunción de verdad
porque ésta se presenta como la legalidad epistémica racional por excelencia. Solo se puede
convencer, persuadir, o lograr que los otros se adhieran a nuestra propuesta cuando el discurso
argumentativo se presenta desde la presunción de verdad. Solo es aceptable el discurso que es
verdadero. La verdad es la naturaleza de la argumentación eficaz. La argumentación jurídica es la
columna vertebral de toda verdad. La argumentación jurídica es el único vehículo por medio del
cual la verdad se presenta ante el otro como racional y razonable. Si no sé lo que es la verdad,
entonces, no sabré cuál es el fin que se persigue al utilizar los recursos técnicos de la
argumentación jurídica. Si esto es verdad, como lo es, entonces habrá que preguntarse por la
verdad: qué es la verdad, cómo se presenta ésta y por la historia teórica de la verdad.
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