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XAVIER LABANDEIRA, CARMELO J. LEÓN Y MARÍA XOSÉ VÁZQUEZ, ECONOMÍA AMBIENTAL, PEARSON
EDUCACIÓN, S.A., Madrid, 2007
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UNSAAC – FACACET - EP ECONOMÍA - Economía y medio ambiente (B)
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En cuanto a la gestión de los recursos naturales, Mill fue pionero en ideas que
hoy forman parte de los modelos económicos más comunes, atribuyéndosele la
aportación de las siguientes hipótesis (Fisher (1981)): i) los costes de extracción
crecen a medida que se agota el recurso; ii) el incremento de los costes de
extracción se amortiguará por el cambio técnico; y iii) el stock de tierra tiene valor
no sólo por lo que puede producir sino también por la belleza natural de los
paisajes y ecosistemas.
La preocupación por la gestión de los recursos naturales tiene en Jevons uno de
los máximos exponentes, al disertar en 1865 sobre el problema del agotamiento
del carbón, la fuente de energía principal de la época, en el libro La cuestión del
Carbón: una Investigación sobre el Progreso de la Nación y la Probable Extinción
de las Minas. El pesimismo sobre el agotamiento era manifiesto en la conclusión
de que:
«debo enfatizar el doloroso hecho que el crecimiento pronto hará el consumo de
carbón comparable con la oferta total. Con la mayor profundidad y dificultad de las
minas llegaremos a esa inevitable frontera que impedirá nuestro progreso.»
Sin embargo, la contribución más importante de Jevons a la Economía de los
Recursos Naturales es el principio de equi-marginalidad, que preside todo
problema de optimización o de maximización de beneficios netos en la gestión
del medio ambiente. De acuerdo a este principio microeconómico, el óptimo en
la asignación de un bien entre usos alternativos se obtiene por la comparación,
en igualdad, del valor marginal obtenido en cada uno de ellos.
En esta misma época, Marx sentó un nuevo paradigma en relación a la visión de
los recursos naturales al servicio de la humanidad, al cual se le suele atribuir —
probablemente de forma errónea— los fracasos en la gestión del medio ambiente
que hicieron las economías socialistas en el siglo XX (Pearce y Turner (1990)).
En la obra El Capital, cuyo primer volumen se publicó en 1867, se encuentran
algunas implicaciones para el uso de los recursos naturales desde el punto de
vista de la lucha de clases.
Marx formuló un modelo de producción de bienes y servicios caracterizado por
una relación social de explotación, en la que la clase capitalista roba a los
trabajadores los beneficios de la tecnología y la producción, siendo éstos
remunerados sólo lo suficiente para mantener el esfuerzo y la subsistencia
porque debido a la oferta creciente de trabajo no tienen más remedio que aceptar
estas condiciones.
La teoría del valor del trabajo es un elemento fundamental del análisis marxista,
distinguiendo entre valor de uso y valor de cambio. El valor de uso se deriva de
las calidades y materiales de los bienes.
El trabajo es el origen de este valor, pero puede dar lugar a diferentes valores
dependiendo de los recursos naturales incorporados. El valor de cambio se
define por la cantidad de trabajo incorporado en los bienes a partir de la
producción, y puede medirse por el tiempo de trabajo invertido, ponderando por
la destreza y habilidades del trabajador. Según Perelman (1974), la contribución
teórica más relevante de Marx susceptible de ser aplicada al análisis de los
problemas ambientales, está justamente en el descubrimiento del carácter dual
del trabajo, esto es, que el trabajo tiene un valor de uso (su capacidad para
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fertilidad del suelo es un progreso hacia la ruina de las fuentes últimas de la fertilidad.
Cuanto más se apoye el desarrollo de un país en la fundación de una industria
moderna, como en Estados Unidos por ejemplo, más rápido será este proceso de
destrucción. De este modo, la producción capitalista desarrolla la tecnología y la
combina junto a varios procesos sociales sólo depredando las fuentes originales de
riqueza —la tierra y el trabajo.»
A la digresión marxista se opone la concepción neoclásica del estudio de los
problemas económicos, cuyos principios han calado hondo en el paradigma
dominante del análisis de los problemas ambientales. Los neoclásicos suplantan
la teoría del valor basada en la oferta por una teoría basada en el concepto de
utilidad marginal, resaltando la importancia de la demanda para determinar el
valor de las cosas. El análisis marginal comenzó con Jevons, quien formuló la
teoría de la utilidad marginal decreciente como determinante del valor, mientras
que Walras sostuvo que el conjunto del sistema económico está ligado a las
decisiones de gasto del consumidor. Pero fue Marshall en 1890 quien reconcilió
el análisis clásico del valor basado en los costes de producción y, en última
instancia, el trabajo y la visión del valor determinado por la utilidad y la demanda.
El precio y el valor vienen explicados por la oferta y la demanda, cuya interacción
permite la asignación de recursos escasos, y por ello, valiosos. La oferta recoge
la tecnología y el progreso del conocimiento, mientras que la demanda refleja las
preferencias de los consumidores.
Por otra parte, Marshall introdujo el concepto de economías externas para
referirse a los beneficios que reciben las unidades de producción del desarrollo
industrial, y que se realizan fuera del mercado y sin contraprestación monetaria.
Sin embargo, fue Pigou (1920) quien resaltó el carácter posiblemente negativo
de estas externalidades, utilizando el ejemplo de los pastos dañados por las
cenizas de carbón emitidas por los ferrocarriles, y advirtiendo también de
posibles efectos positivos y negativos sobre consumidores. Este concepto fue
posteriormente desarrollado por Kapp (1950), Scitovsky (1954) y Bator (1958),
constituyéndose como un elemento que preside el análisis económico de los
problemas ambientales y de sus posibles soluciones. Buchanan y Stubblebine
(1962) argumentan que la presencia de efectos externos viola las condiciones
para una asignación óptima de recursos en la economía.
Sin embargo, el nivel óptimo de externalidad no es cero, dado que en la
búsqueda del nivel óptimo intervienen los conceptos marshallianos de beneficios
y costes marginales.
Pero quizás la aportación más importante de Pigou fue su análisis de las posibles
soluciones para la corrección de las externalidades, favoreciendo la idea de que
la economía libre de mercado no funciona bien en este contexto y existiría un
margen para que el gobierno interviniese con el objetivo de incrementar el
bienestar. Una de sus preocupaciones fundamentales era la forma irracional en
la que se adoptaban las decisiones del uso intertemporal de los recursos,
ponderando el presente más de lo que sería socialmente deseable,
especialmente para los bienes ambientales. El resultado es un daño a las
generaciones futuras, que podría ser corregido mediante intervención pública
que incentive el ahorro sobre el consumo presente. Pigou sugirió el uso de
subsidios, impuestos, y legislación como los tres instrumentos de política que
serían útiles para conseguir un uso racional de los recursos agotables, la
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