LA BALADA DE NARAYAMA.

El realizador de la obra nos lleva a un viaje en el que las tradiciones, las practicas
ritualistas, sexuales, los estándares, los roles y las normas se hacen valer en un
pueblo arraigado fuertemente a sus creencias. En una sociedad netamente
patriarcal, las normas están establecidas por la propia comunidad, la misma que
está envuelta en la precariedad, pobreza, donde existe falta de muchas cosas, y
que mediante rituales tratan de llevar un orden común.

La supervivencia, se vuelve entonces fundamental, tienes que ganarte tu lugar

dentro de la sociedad, es decir, ser útil, aportar en cada familia y comunidad, de
lo contrario ya no sirves, es decir el más fuerte sobrevive. La película nos
demuestra de una manera un tanto “cruda” la realidad que actualmente estamos
viviendo con nuestros adultos mayores, en una sociedad en donde ya no hay
cabida para ellos ya en las familias, se vuelven unos “estorbos” como relata la
película, en donde al cumplir los 70 años, en donde para asegurar la
supervivencia de los más pequeños, los adultos mayores tienen que abandonar
sus hogares y ser olvidados a su suerte en el monte Narayama.

En un símil con la realidad actual, en donde muchas familias al sentirse

hostigados por el cuidado de sus adultos mayores, los cuales cada vez van
perdiendo importancia dentro de la familia, menospreciados, ultrajados,
abandonados, deciden la vía más fácil de salida que es el abandono en centros
de acogida de ancianos o en hospitales públicos, violentando todo tipo de
derechos, minimizándolos, quitándoles su dignidad.

Al igual que el ritual bárbaro de abandono a sus ancianos en la película, no nos

damos cuenta de que condenando a nuestros ancianos a ser abandonados
maltratados o discriminados, nosotros mismos nos condenamos a ese futuro que
también nos tocará vivir. Estamos enseñando a que las futuras generaciones
hagan lo mismo con nosotros, formando una sociedad insensible, donde
abandonar a sus adultos mayores sea “normalizado”, o culturizado.