El hecho de la existencia de necesidades sexuales en el hombre y el animal es expresado
en la biología mediante el supuesto de una “pulsión sexual”. La ciencia usa para ello “libido”, en la época de la pubertad y en conexión con el proceso de maduración que sobreviene en ella, se exteriorizaría en las manifestaciones de atracción irrefrenable que un sexo ejerce sobre el otro, y su meta sería la unión sexual o, al menos, las acciones que apuntan en esa dirección. Introduzcamos dos términos: llamamos objeto sexual a la persona de la que parte la atracción sexual, y meta sexual a la acción hacia la cual esfuerza la pulsión. El objeto sexual y la meta sexual, desviaciones cuya relación con la norma supuesta exige una indagación a fondo. Con respecto a, los objetos sexuales de los invertidos, es el contrario al normal. El hombre invertido sucumbiría, como la mujer, al encanto que dimana de las propiedades del cuerpo y del alma viril; se sentiría a sí mismo como mujer y buscaría al hombre. Más unívoca es la situación en el caso de la mujer: las invertidas activas presentan con particular frecuencia caracteres somáticos y anímicos viriles y requieren feminidad en su objeto sexual. No obstante, un conocimiento más circunstanciado podría revelarnos también aquí la existencia de una mayor variedad. Habría que decir también, la meta sexual de los invertidos. En los hombres, la masturbación es con igual frecuencia la meta exclusiva, y las restricciones de la meta sexual hasta llegar al mero desahogo afectivo son aquí todavía más comunes que en el amor heterosexual. También entre las mujeres invertidas son múltiples las metas sexuales; entre estas, el contacto con la mucosa bucal parece privilegiada. A su vez, las personas cuyos objetos sexuales no pertenecen al sexo normalmente apto para ello, vale decir, los invertidos, se presentan al observador como una colectividad de individuos quizá valiosos en todos los demás aspectos los casos en que se escogen como objetos sexuales personas genésicamente inmaduras (niños) parecen de entrada aberraciones individuales.
Desviaciones con respecto a la meta sexual.
La unión de los genitales es considerada la meta sexual normal en el acto que se designa como coito y que lleva al alivio de la tensión sexual y a la extinción temporaria de la pulsión sexual. Las aberraciones que han sido caracterizadas como perversiones. Como el palparlo y mirarlo, se reconocen como metas sexuales preliminares. Por una parte, estas prácticas conllevan un placer en sí mismas; por la otra, aumentan la excitación que debe mantenerse hasta que se alcanza la meta sexual definitiva. Uso sexual de la mucosa de los labios y de la boca. El uso de la boca como órgano sexual es considerado perversión cuando los labios (lengua) de una persona entran en contacto con los genitales de la otra, mas no cuando ambas ponen en contacto sus mucosas labiales. En esta última excepción reside el anudamiento con lo normal. Quien, considerándolas perversiones, abomina de las otras prácticas, usuales sin duda desde los tiempos originarios de la humanidad, cede en ello a un nítido sentimiento de asco que lo resguarda de aceptar una meta sexual de esa clase. El que besa con unción los labios de una bella muchacha quizás usaría con asco su cepillito de dientes, aunque no tenga fundamento alguno para suponer que su propia cavidad bucal, que no le provoca asco, esté más limpia que la de la muchacha. Asimismo, el factor del asco estorba el camino a la sobrestimación libidinosa del objeto sexual, pero a su vez puede ser vencido por la libido. Uso sexual del orificio anal. En lo que respecta al empleo del ano, se reconoce con mayor claridad todavía que en el caso anterior que es el asco lo que pone a esta meta sexual el sello de la perversión. El hecho de que esta parte del cuerpo sirva a la excreción y entre en contacto con lo asqueroso en sí los excrementos no es, como fundamento del asco, mucho más concluyente que el aducido por las muchachas histéricas para explicar su asco hacia los genitales masculinos: que sirven a la micción. Además, el papel sexual de la mucosa anal en manera alguna se restringe al comercio entre hombres; la predilección por él tampoco es característica de la sensibilidad de los invertidos. Sustituto inapropiado del objeto sexual. Fetichismo. Un aspecto totalmente particular ofrecen los casos en que el objeto sexual normal es sustituido por otro que guarda relación con él, pero es completamente inapropiado para servir a la meta sexual normal. Asimismo, el sustituto del objeto sexual es, en general, una parte del cuerpo muy poco apropiada a un fin sexual (el pie, los cabellos), o un objeto inanimado que mantiene una relación demostrable con la persona sexual, preferiblemente con la sexualidad de esta (prenda de vestir, ropa interior). No sin acierto se ha comparado este sustituto con el fetiche en que el salvaje ve encarnado a su dios. Además, los casos en que se exige al objeto sexual una condición fetichista para que pueda alcanzarse la meta sexual (determinado color de cabellos, ciertas ropas, aun defectos físicos) constituyen la transición hacia los casos de fetichismo en que se renuncia a una meta sexual normal o perversa. Tocar y mirar. Al menos para los seres humanos, un cierto grado de uso del tacto parece indispensable para el logro de la meta sexual normal. También es universalmente sabido qué fuente de placer, por un lado, y qué aflujo de nueva excitación, por el otro, se obtienen de las sensaciones de contacto con la piel del objeto sexual. Por tanto, el demorarse en el tocar, siempre que el acto sexual siga adelante, difícilmente puede contarse entre las perversiones. Asimismo, ocurre en la impresión óptica sigue siendo el camino más frecuente por el cual se despierta la excitación libidinosa. La ocultación del cuerpo, que progresa junto con la cultura humana, mantiene despierta la curiosidad sexual, que aspira a completar el objeto sexual mediante el desnudamiento de las partes ocultas. Además, en la perversión cuya aspiración consiste en mirar y ser mirado sale a la luz un rasgo asombroso, la meta sexual se presenta en doble configuración, en forma activa y pasiva. El poder que se contrapone al placer de ver y que llegado el caso es suprimido por este (como ocurría en el caso anterior con el asco) es la vergüenza. Sadismo y masoquismo. El sadismo respondería, entonces, a un componente agresivo de la pulsión sexual, componente que se ha vuelto autónomo, exagerado, elevado por desplazamiento al papel principal. Asimismo, en el lenguaje usual, el concepto de sadismo fluctúa entre una actitud meramente activa, o aun violenta, hacia el objeto sexual, hasta el sometimiento y el maltrato infligidos a este último como condición exclusiva de la satisfacción. Además, En cuanto perversión, el masoquismo parece alejarse de la meta sexual normal más que su contraparte; en primer lugar, puede dudarse de que alguna vez aparezca primariamente; quizá nace, de manera regular, por trasformación a partir del sadismo. El dolor así superado se alinea junto con el asco y la vergüenza, que se oponían a la libido en calidad de resistencias. Por otra parte, el sadismo y masoquismo ocupan una posición particular entre las perversiones, pues la oposición entre actividad y pasividad que está en su base pertenece a los caracteres universales de la vida sexual. Consideraciones generales sobre todas las perversiones: Variación y enfermedad. Los médicos que primero estudiaron las perversiones en casos bien acusados y bajo circunstancias particulares se inclinaron, desde luego, a atribuirles el carácter de un signo patológico o degenerativo, tal como hicieron respecto de la inversión. Asimismo, el estudio de las perversiones nos ha procurado esta intelección: la pulsión sexual tiene que luchar contra ciertos poderes anímicos en calidad de resistencias; entre ellos, se destacan de la manera más nítida la vergüenza y el asco. La pulsión sexual en los neuróticos. El psicoanálisis. Una importante contribución al conocimiento de la pulsión sexual en personas que por lo menos se aproximan a lo normal se obtiene de una fuente asequible por un único y especial camino. Para conseguir una información exhaustiva y certera acerca de la vida sexual de los llamados psiconeuróticos los que sufren de histeria, neurosis obsesiva, la falsamente llamada neurastenia, existe un único medio: someterlos a la exploración psicoanalítica llamada catarsis. Asimismo, el psicoanálisis elimina los síntomas de los histéricos bajo la premisa de que son el sustituto la trascripción, por así decir de una serie de procesos anímicos investidos de afecto, deseos y aspiraciones, a los que en virtud de un particular proceso psíquico (la represión) se les ha denegado (frustrado) el acceso a su tramitación en una actividad psíquica susceptible de conciencia. Bibliografía.
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual. Recuperado de internet 6 de
noviembre de 2017, de http://tesis.uson.mx/digital/tesis/docs/6720/Capitulo3.pdf