J. H. Mansart. Versalles. Francia. Patrimonio de la Humanidad. Exterior. Vista general. Ladrillo, pizarra, piedra blanca, madera y vidrios. Función residencial. El palacio de Versalles tiene su origen en un palacete de caza construido para Luis XIII. Posteriormente, Luis XIV, deseoso de fijar su residencia en Versalles, encargó ampliar el palacio. El definitivo traslado del gobierno a Versalles provocará una nueva ampliación encargada a J.H. Mansart. De las dos fachadas del edificio, la fachada pública tiene como centro el Patio de Mármol. La fachada que da al jardín fue transformada también por Mansart al cerrar la terraza, disponer en su centro un antecuerpo de columnas exentas, y al arquear todos los vanos de la planta central. Aunque con ello se rompía la proporcionalidad, al realizar las alas laterales y repetir la misma distribución, consiguió una poderosa sensación de horizontalidad que compensa eficazmente la extensión del parque al que se asoma. El remate del edificio con una balaustrada adornada con escultura. Exteriormente es de gran austeridad decorativa, cosa que no ocurre en el interior, donde abundan la cerámica, los murales y tapicerías, y numerosas estatuas. Sobresale el Salón de los Espejos. Lo más espectacular de Versalles son sus jardines, que se interpretan como un gesto de propaganda política que demuestra el poder del rey en el dominio de la naturaleza y del agua. En ellos se ordena la naturaleza y, aprovechando los accidentes del terreno, se domestica creando un espacio racional que no es sino la alegoría de una sociedad perfectamente reglamentada por la mente ordenadora de la autoridad real. Están estructurados en tres zonas. En la más cercana al palacio, se taló el bosque y se combinaron estanques con parterres de setos muy recortados, que realizan figuras geométricas que combinan con los colores de las piedras y la arena. En un segundo plano aparece la zona de bosquete que se estructura en torno a la gran cruz que forman los canales. Más allá se abría el gran canal rematado en un estanque octogonal. Fuentes, vasos, estatuas, columnatas y escalinatas realizadas por grandes artistas e ingenieros completaban el conjunto. Desde el punto de vista del estilo, Versalles es la culminación de lo que se ha dado en llamar el Clasicismo francés, creado a partir de 1630 por una nueva generación de arquitectos como Lemercier, Le Vau o F. Mansart, y cuyas propuestas podríamos resumir en cuatro. En primer lugar, saledizos que señalan el centro de un edificio. Segundo, planta baja con grandes elementos divisorios horizontales formando basamento. Tercero, contraste deliberado entre distintos tipos de vanos. Y por último, uso de un limitado repertorio de ornamentos: mascarones, marmitas, figuras echadas sobre los declives de los frontones o en remate sobre los dados de las balaustradas. Este clasicismo no puede, sin embargo, enmascarar el profundo sentido barroco que aparece en Versalles y que parte de la misma concepción del monumento como una arquitectura puesta al servicio del poder del soberano La fachada que da al jardín está construida siguiendo el modelo italiano. La capilla Real realizada por Mansart sería posteriormente copiada en el Palacio Real de Madrid. Es le monumento más espectacular dedicado a la monarquía absoluta que puede verse en Europa, y su influencia se extendió por el resto de los países, convirtiéndose en el referente de todos los palacios reales europeos. La Francia de los Luises y la Roma papal fueron los principales núcleos de la cultura barroca, como centros de poder político y religioso —respectivamente— y centros difusores del absolutismo y el contrarreformismo. El arte barroco francés es fundamentalmente propagandístico, como consecuencia de las convulsiones políticas y sociales de la época, muy próxima a la Revolución francesa. La revisión del urbanismo de las grandes ciudades como París, por ejemplo, vendrá determinada por la exaltación de las nacionalidades que en estos momentos está viviendo Europa, la cual desembocará en la creación de Estados, con sus correspondientes capitales, que deberán adecuarse a la idea de centralismo, magnificencia y orden emanada por el poder del cual serán considerados una proyección. Sobriedad, armonía y claridad van a ser, las tres claves de la arquitectura barroca en Francia, la cual, a diferencia de lo que habría sucedido en el país de origen del movimiento, Italia, estará concebida al servicio del poder establecido político (en vez del religioso) al igual que el resto de las artes. Quizá el aspecto que más llame la atención de la arquitectura francesa barroca sea la disociación que existe entre lo que prometen sus exteriores y la sorpresa que aguarda en el interior, compuesta por toda una voluptuosa serie de decoraciones y objetos que, en ocasiones, rozan el delirio. Igual sucederá con los jardines, cuya función será la decoración externa del edificio. No será, sin embargo, el arte de la monarquía el único desarrollado a lo largo del periodo denominado Barroco francés. Existirán asimismo otras manifestaciones arquitectónicas y plásticas de carácter burgués, caso de los llamados "hoteles".