Sie sind auf Seite 1von 382

EL EVANGELIO

Concordado y comentado por un Ingeniero Técnico

Autobiografía de Jesucristo
“El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”
Con estas palabras del Hijo de Dios, que son permanentes más allá del tiempo, se vuelve
a actualizar el Evangelio, concordado y escrito en forma autobiográfica, es decir, relatado
por el mismo Cristo. En la palabra y la vida de Jesucristo se contiene todo lo que Dios ha
querido decir a cada mujer y a cada hombre. El mismo Jesús dirá de su palabra que es
Espíritu y Vida, dirá que su palabra es la del Padre que le ha enviado. El Verbo ha bajado
del cielo para dejar en este mundo la Palabra de su Padre Dios, como se deja una semilla
que lleva vida en sí misma, en terreno propicio que genera un nuevo nacimiento, para
vivir una nueva existencia, única y verdadera que ha de entenderse en clave de espíritu y
eternidad, porque este es el último destino del hombre: la vida eterna. La Fe hay que
suplicarla a quien la puede dar. Dios siempre la ha dado y la dará, con plenitud, a la mujer
y al hombre que con inteligencia de adulto y corazón de niño, hambriento de Verdad, con
buena voluntad, la requiere con toda su alma. El Hijo de Dios sale a nuestro encuentro
cuando, a solas, en los íntimos aposentos de nuestro espíritu, nos hace conocer quien es
Él y por qué ha venido a este mundo. A continuación, en esta Autobiografía, se descubre
una infinita deuda de gratitud que compromete al bien nacido. Amor con amor se paga.
Cuanto más se conoce más se ama, por esto precisamente, se justifica este libro, porque
pretendo conseguir que el Amor sea conocido y muy amado.

Página 2
Querida lectora o lector:
Ya han pasado más de treinta y cinco años desde que inicié la concordancia
evangélica que a continuación puede contemplar. Cronológicamente, se ordenaron los
hechos que describen San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan para dar lugar a un
solo relato que se presentó en estilo autobiográfico. Para el desarrollo de este trabajo me
he valido de la: “Versión crítica sobre los textos hebreo y griego” de la Sagrada Biblia,
traducida por D. Jose María Bover S.I. y D. Francisco Cantera Burgos Editada por LA
EDITORIAL CATOLICA S.A. año 1.953.
En el año 1.980 se publicó la 1ª edición con muy pocos ejemplares. Este libro
dispone del “nihil obstat” certificado por el que fue Cardenal de Sevilla Exc. Sr. Bueno
Monreal. Ahora, a treinta años vista, el Ingeniero que suscribe, vuelve a presentar este
trabajo, sobre el Evangelio, como libro electrónico e impreso, al alcance, de quien lo
quiera leer, pero añadiendo los comentarios, según mi leal saber y entender, producto de
las reflexiones que a un hombre normal, ya metido en años, le sugieren las palabras y los
hechos que se relatan. Son comentarios de un católico con profundo respeto al Magisterio
de la Iglesia Católica. Son comentarios consecuentes con la práctica del ejercicio de la
razón y el sentido común en el normal desarrollo de mi actividad como persona y
profesional, la de un Ingeniero Técnico. Dejo constancia de que he empleado el mismo
sentido deductivo para interpretar los hechos de mi vivir entre los hombres y los hechos
que a continuación se describen.

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al


conocimiento de la Verdad.
¿Qué es la Verdad? ¿Quién es la Verdad? La Verdad, el Camino y
la Vida es Jesucristo.
Toda la Verdad está palmariamente manifiesta en las páginas de
este Libro. Leerlo y entenderlo supone conocer lo que Dios
quiere que se conozca. Al asumir esta Verdad se toma posesión
de un "salvoconducto" con el que entras en la vida eterna.
Que este Libro llegue a tus manos, amiga lectora o lector, no es
consecuencia de una casualidad producto de un arbitrario azar.
Es, sin duda, un acto de divina predilección consumado en tu
tiempo, un singular privilegio con el que Dios Padre te pensó y
te amó desde antes de la Creación del mundo.

Rafael García Ramos


(Ingeniero Técnico)
19 de Junio de 2.009
Año Sacerdotal
MURCIA-ESPAÑA

Página 3
INTRODUCCIÓN

¿Cuándo?
“Cuando vino la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, hecho hijo de mujer”
(Gál 4,4). Esta “plenitud de los tiempos” coincide, aproximadamente, con los finales
del año 749 de la fundación de Roma.
¿Dónde?
En el extremo occidental de Asia. En una tierra, limitada al Norte por la Fenicia y la
Siria, al Este por la Arabia , al Sur por la Idumea y al Oeste por el Mediterráneo. Una
tierra que se llama Palestina, cuya extensión, 25.124 Km2, es algo menor que la región
de Murcia-España.
¿Por qué?
“Porque así amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el
que crea en Él no perezca, sino que alcance la vida eterna. Porque no envió Dios a su
Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”. (Jn 3,16-17)
La palabra “Evangelio” define la historia de la vida, doctrina y milagros de Jesucristo,
contenida en los cuatro relatos que llevan el nombre de los cuatro evangelistas y que
componen los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento. Los cuatro evangelistas son:
San Mateo
San Marcos Sinópticos
San Lucas
San Juan
Ordenando cronológicamente los relatos anteriores se da lugar a la “Concordancia
Evangélica”, que viene a ser un único relato de unos hechos consumados en tiempo y lugar
determinados. Relatar esta Concordancia en primera Persona, la convierte en Autobiografía,
palabra con la que se define la vida de un hombre o una mujer contada por sí mismo. Si
además el Protagonista de esta Autobiografía singulariza al lector, entonces nos
encontramos con una interpelación personal de quien escribe al quien le lee, un
requerimiento íntimo de Alguien que parece conocerte profundamente. Este trabajo,
realizado por un Ingeniero Técnico, pretende dar a conocer a Jesucristo según las
enseñanzas del Magisterio de la Iglesia Católica, por tanto, como se puede apreciar en el
fichero “ANTECEDENTES”, dispone del “nihil obstat” certificado el 16 de Junio de 1.981 por
el Excmo. Sr. D. José Bueno Monreal, Cardenal de Sevilla.
El texto canónico se ha mantenido rigurosamente, solo se han añadido unas pocas
palabras que lo convierten en redacción autobiográfica. Los subjetivos comentarios son
consecuentes con mi leal saber y entender, fundamentados en la misma lógica y sentido
común con el que un técnico razona en el ejercicio de su profesión. El Ingeniero que
suscribe expone, al lector, con la máxima objetividad posible, lo que gradualmente, va
interpretando según se avanza en la lectura de este bello Libro. Al principio, uno, percibe ser
mero espectador de los hechos que describe el Protagonista, Jesucristo, pero a las pocas
páginas leídas, te metes dentro del relato, te sientes comprometido y acabas “tocado”.

Página 4
INTERACTIVO (Pulse apartado)
INDICE DE LA AUTOBIOGRAFIA
APARTADO PÁGINA
INTRODUCCIÓN. 4

PRÓLOGO. 5

GENEALOGÍA. 6

CAPITULO I.-MI INFANCIA


1.01 Anuncio del nacimiento de Juan Bautista. 8

1.02 Anuncio de Gabriel a mi Madre. 10

1.03 Visitación de mi Madre a su prima Isabel. 11

1.04 Zozobras en el corazón de mi padre, José. 13

1.05 Nacimiento en Belén. 14

1.06 Anuncio de los ángeles a los pastores. 15

1.07 Circuncisión y purificación. 16

1.08 Epifanía y huida a Egipto. 17

1.09 Matanza de inocentes. 19

1.10 Vuelta a Nazaret. Pérdida en Jerusalén. 20

CAPITULO II.-PERIODO DE PREPARACIÓN


2.01 Juan Bautista en el Jordán. Bautismo. 23

2.02 Tentaciones en el desierto. 25

2.03 Testimonio de Juan Bautista. 27

2.04 Primeros discípulos. 28

2.05 Bodas de Caná. 30

CAPITULO III.-PRIMER AÑO DE PREDICACIÓN


3.01 Expulsión del Templo de compradores y vendedores. 32

3.02 Entrevista con Nicodemo. 33

3.03 Ultimo testimonio de Juan. 35

3.04 La Samaritana. 36

3.05 Comienzo la predicación en Galilea. 39

3.06 Vocación de mis primeros discípulos. 40

3.07 Predicación y milagros en la Galilea. 42


INDICE INTERACTIVO
3.08 El leproso. 44

3.09 El paralítico de Cafarnaúm. 45

3.10 La vocación de Mateo. 47

CAPITULO IV.-SEGUNDO AÑO DE PREDICACIÓN


4.01 El paralítico de la piscina. 49

4.02 Manifestación apologética de mi Persona. 51

4.03 Segunda misión en Galilea. 52

4.04 Sano a un hombre que tenía una mano paralizada. 53

4.05 Junto al lago de Genesaret. Numerosas curaciones. 54

4.06 Elección de los Doce Apóstoles. 55

4.07 El Sermón de la Montaña. 57

4.08 El siervo del centurión. 68

4.09 La viuda de Naím. 70

4.10 Mensaje de Juan. 71

4.11 Una mujer me unge los pies en casa de un fariseo. 73

4.12 Anuncio de la Buena Nueva. La blasfemia contra el Espíritu. 75

4.13 Mi Madre y mis hermanos. 77

PARABOLAS DEL REINO


4.14 Parábola del sembrador. 78

4.15 No hay nada escondido, ni hay nada secreto. 80

4.16 Parábola de la cizaña. 81

4.17 Parábola de la semilla que germina sin saber cómo. 82

4.18 Parábola del grano de mostaza. 83

4.19 Parábola del fermento. 84

4.20 Declaro a mis discípulos la parábola de la cizaña. 85

4.21 Parábola del tesoro escondido y la perla. 86

4.22 Parábola de la red. 87

4.23 Conclusión. El escriba instruido. 88

4.24 La tempestad calmada. 89

4.25 Los dos endemoniados gerasenos. 90


INDICE INTERACTIVO
4.26 La hemorroisa y Jairo. 92

4.27 Curo a dos ciegos y un endemoniado mudo. 94

4.28 Enseñanza y rechazo en Nazaret, mi pueblo. 96

4.29 Predicación de la Buena Nueva. Misión de mis Apóstoles. 98

4.30 Instrucciones para todo tiempo. 101

4.31 Llega a Herodes mi fama. Martirio de Juan Bautista. 104

4.32 Mis Apóstoles vuelven de su predicación, retiro al desierto. 106

4.33 Primera multiplicación de los panes. 107

4.34 Camino sobre el mar. 109

4.35 Yo soy el Pan de la vida. 111

CAPITULO V.-TERCER AÑO DE PREDICACIÓN


5.01 Discusión con los escribas y fariseos. 114

5.02 La hija de la cananea. 116

5.03 Curación de un sordomudo. Multitud de curaciones. 118

5.04 Segunda multiplicación de los panes y los peces. 119

5.05 La señal del cielo y la levadura de los fariseos. 120

5.06 El ciego de Betsaida. 122

5.07 La confesión y el primado de Pedro. 123

5.08 Les anuncio claramente mi muerte. 124

5.09 Transfiguración en el Tabor. 126

5.10 Curación del muchacho endemoniado. 128

5.11 Subo a Jerusalén. 130

5.12 Intentan los judíos apoderarse de Mí. 132

5.13 La mujer adúltera. 134

5.14 Doy testimonio de Mí mismo. 136

5.15 “Adónde Yo voy, vosotros no podéis venir”. 137

5.16 Hijos del diablo. 138

5.17 “Antes de que Abraham naciese Yo existo”. 140

5.18 El ciego de nacimiento. 141

5-19 y 5.20 Yo soy la Puerta. Yo soy el Buen Pastor. 144


INDICE INTERACTIVO
5.21 Predicción de mi Pasión y Resurrección. 146

5.22 La moneda en la boca del pez. 147

5.23 El mayor en el Reino de los cielos. 148

5.24 Quien no está contra nosotros con nosotros está. 149

5.25 La oveja descarriada. La corrección. La oración eficaz. 153

5.26 “Hasta setenta veces siete”. El siervo cruel. 155

5.27 En Samaria no me reciben. 156

5.28 Tres vocaciones. Condiciones para el apostolado. 157

5.29 En la Perea. Misión de setenta y dos de mis discípulos. 159

5.30 Maldición sobre Corazaín y sobre Betsaida. 160

5.31 Vuelta de los discípulos y júbilo en mi Corazón. 161

5.32 La Parábola del Buen Samaritano. 162

5.33 En Betania: Marta y María. 164

5.34 Cómo orar. Eficacia de la oración. 165

5.35 “El Padre y Yo somos una misma cosa”. 166

5.36 Lanzo un demonio mudo y me calumnian. 168

5.37 ¡Bienaventurada mi Madre! 170

5.38 La señal de Jonás profeta. La lámpara del cuerpo. 171

5.39 Soy invitado a comer en casa de un fariseo. 173

5.40 La levadura de los fariseos hipócritas. 174

5.41 Guardarse de la avaricia. Parábola del rico necio. 176

5.42 Desprendimiento de los bienes temporales. 177

5.43 Preparados para el más allá. 178

5.44 Las señales de los tiempos. 179

5.45 Necesidad de la penitencia. La higuera estéril. 180

5.46 La mujer encorvada. 181

5.47 Parábola de la mostaza y la levadura. Número de elegidos. 182

5.48 Amenazas de Herodes. “¡Jerusalén, Jerusalén!” 184

5.49 El hombre hidrópico. Recomendación de humildad y caridad. 185

5.50 La Gran Cena. 186


INDICE INTERACTIVO
5.51 La abnegación. La torre y el rey. La sal. 187

5.52 La oveja descarriada. La dracma perdida. 188

5.53 El hijo pródigo. 190

5.54 El mayordomo infiel. 191

5.55 La avaricia de los fariseos. El rico Epulón y el pobre Lázaro. 192

5.56 Lázaro enferma y muere. 195

5.57 Determinan darme muerte. Me retiro a Efrén. 198

5.58 El escándalo. Perdonar las ofensas. Eficacia de la fe. 199

5.59 Los diez leprosos. 201

5.60 Advenimiento del Reino de mi Padre. 202

5.61 El juez inicuo. 204

5.62 El fariseo y el publicano. 205

5.63 El matrimonio es indisoluble. 206

5.64 Bendigo a los niños. 208

5.65 El joven rico. El peligro de riquezas. Galardón de la pobreza. 209

5.66 Los obreros de la viña. 211

5.67 Tercer anuncio de mi Pasión. 212

5.68 Ambición de los hijos de Zebedeo. 213

5.69 En casa de Zaqueo. 214

5.70 La parábola de las minas. 215

5.71 El ciego Bartimeo. 216

5.72 En memoria de María, que me ungió. 218

CAPITULO VI.-SEMANA DE PASIÓN


6.01 Entrada triunfal en Jerusalén. 219

6.02 Llanto sobre Jerusalén. 221

6.03 Entro en la ciudad y en el Templo. 222

6.04 La higuera maldecida. 223

6.05 Echo del Templo a los que vendían y compraban. 224

6.06 Unos gentiles desean verme. 225

6.07 La higuera seca: eficacia de la fe y la oración. 227


INDICE INTERACTIVO
6.08 “¿Con qué autoridad haces eso?” 228

6.09 Los dos hijos enviados a la viña. 229

6.10 Parábola de la viña. 230

6.11 Parábola de las Bodas Reales. 232

6.12 “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. 233

6.13 Los saduceos. Cuestión sobre la resurrección. 234

6.14 El Gran Mandamiento. 235

6.15 Soy Hijo y Señor de David. 237

6.16 Guardarse de los escribas y fariseos. 238

6.17 La ruina de Jerusalén. 240

6.18 Los dos cornalillos de la viuda. 241

6.19 Concluye mi ministerio. Incredulidad de los judíos. 242

6.20 La destrucción del Templo. 243

6.21 Las señales precursoras. 244

6.22 Destrucción del Templo y de la ciudad. 246

6.23 Señales de mi vuelta al mundo. 248

6.24 Tiempo de la ruina de Jerusalén. 251

6.25 Tiempo de mi segunda venida. 253

6.26 ¡Velad! Parábola del lazo y el ladrón. 254

6.27 Los siervos que velan. 255

6.28 Las diez vírgenes. 256

6.29 Los talentos. 258

6.30 El Juicio Final. 259

6.31 Reunión del Sanhedrín y traición de Judas. 262

CAPITULO VII.-LA ÚLTIMA CENA


7.01 Preparación de la Cena Pascual y comienzo de la misma. 263

7.02 Contienda entre mis Apóstoles. 265

7.03 Lavo los pies a mis discípulos. 266

7.04 Judas es descubierto. 268

7.05 La Eucaristía. 271


INDICE INTERACTIVO
7.06 El Nuevo Mandamiento. 273

7.07 Predicción de las negaciones de Pedro. 274

7.08 ¡Volveré! Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. 276

7.09 Frutos de la Fe. Otro Consolador. No os dejaré huérfanos. 278

7.10 Vuelvo a prometerles el Consolador. 280

7.11 La Vid y los sarmientos. 281

7.12 El Mandamiento del amor fraterno. 282

7.13 Odio del mundo contra Mí y mis discípulos. 283

7.14 Acción del Espíritu Santo. 284

7.15 “Otra vez me veréis”. 285

7.16 Conclusión. 286

ORACIÓN SACERDOTAL
7.17 Ruego por Mí. 287

7.18 Ruego por mis discípulos. 288

7.19 Ruego por mi Iglesia futura. 289

CAPITULO VIII.-PASIÓN Y MUERTE


8.01 En el huerto de Getsemaní. 290

8.02 Se consuma la traición. El prendimiento. 294

8.03 Ante Anás. 298

8.04 Ante Caifás. Ultrajes. 299

8.05 La negación de Pedro. 301

8.06 Al amanecer, ante el Sanhedrín. 305

8.07 Desesperación de Judas. 306

8.08 Presentación ante Pilatos. 308

8.09 Nuevas acusaciones. 311

8.10 Ante Herodes. 312

8.11 De nuevo comparezco ante Pilatos. 313

8.12 Me flagelaron y coronaron de espinas. 316

8.13 “ECCE HOMO”. 318

8.14 Hijo de Dios. 320


INDICE INTERACTIVO
8.15 Mi crucifixión, mi agonía y mi muerte. 323

8.16 Mis amigos a distancia. El costado abierto. 332

8.17 La mortaja y sepultura de mi cadáver. 334

CAPITULO IX.-RESURRECCIÓN Y VUELTA AL PADRE


9.01 El sepulcro vacío. 338

9.02 Pedro y Juan van al sepulcro. 343

9.03 A María Magdalena. 344

9.04 A las mujeres que tanto me querían. 347

9.05 La guardia del sepulcro sobornada. Testigos dormidos. 348

9.06 Camino de Emaús. 349

9.07 A mis Apóstoles y discípulos reunidos. 353

9.08 Tomás incrédulo. “Señor mío y Dios mío”. 355

9.09 En Galilea a la ribera del Tiberiades. 357

9.10 Confiero el Primado de mi Iglesia a Pedro. 359

9.11 En un monte de Galilea. 361

9.12 Ultimas recomendaciones. 363

9.13 La Ascensión al cielo. 364

EPÍLOGO. 366

INDICE DE LOS COMENTARIOS


AL DIOS DESCONOCIDO. 370

EL AMOR INTERMINABLE. 373

A LOS PIES DE MI DIOS CRUCIFICADO. 375

¿ABORRECER AL PADRE, A LA MADRE, A LA MUJER, A LOS HIJOS…? 377

MORIR Y RESUCITAR DOS VECES. 379

LA COMPASIÓN. 386

COMULGAR. 389

LA ÚLTIMA OPCIÓN. 391

LAS LÁGRIMAS DEL AMOR. 394

LA ESPERANZA. 396

LA FE INSEGURA DEL HOMBRE. DIOS A LA VISTA. 399


INDICE INTERACTIVO
PRÓLOGO (Jn 1,1-18)
En el principio Yo ya era, era la Palabra de mi Padre Dios, en el estaba, en el era Dios y en
el existía en el principio.
Todas las cosas fueron hechas por mí, y sin mí nada se hizo de cuanto ha sido hecho. En mí
había vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz, en las tinieblas brilla, y las tinieblas
no me acogieron.
Apareció un hombre, enviado de parte de mi Padre: su nombre era Juan. Este vino como
testigo, para dar testimonio de la Luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la Luz,
sino quien había de dar testimonio de mí que soy la Luz.
Existía Yo, Luz verdadera, la que ilumina a todo hombre viniendo a este mundo. En el
mundo estaba, y el mundo fue hecho por mí, y el mundo no me conoció.
Vine a lo que era mío y los míos no me recibieron. Mas a cuantos me recibieron, a los que
creen en mi nombre, les di potestad de ser hijos de Dios; los cuales no de la sangre, ni de la
voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios nacieron.
Y Yo, Palabra de mi Padre, me hice carne en el seno purísimo de una Virgen, María, la
Madre mía y tuya, y habité entre los hombres; y éstos contemplaron mi gloria, gloria cual del
Unigénito procedente del Padre: lleno de gracia y de verdad. 1
Juan da testimonio de mí y clama diciendo: Este era el que dije: “El que viene detrás de mí
ha sido puesto delante de mí, porque era primero que yo”.
Pues de mi plenitud vosotros todos recibís gracia sobre gracia. Porque la Ley por mano de
Moisés fue transmitida, la gracia y la verdad por mano mía fueron hechas.
A Dios nadie le ha visto jamás: Yo, el Unigénito Hijo, el que está en el regazo del Padre
mirándole cara a cara, es quien os lo da a conocer.

1
Este versículo está acomodado y complementado con referencias a la Virgen María.
Página 5
GENEALOGIA DE JESUCRISTO (Mt 1,1-17;Lc 3,23-38) 2
Soy hijo de David, hijo de Abraham. 3
Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus
hermanos, Judá engendró a Farés y a Zará de Tamar, Farés engendró a Esrom, Esrom
engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón
engendró a Salmón, Salmón engendró a Booz de Rahab, Booz engendró a Jobed de Rut,
Jobed engendró a Jesé, Jesé engendró a David el rey.
David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. Salomón engendró a Roboam,
Roboam engendró a Abías, Abías engendró a Asá, Asá engendró a Josafat, Josafat
engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a
Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a

2
La explicación de esta doble genealogía se puede encontrar, ampliamente razonada, en “Vida de Jesucristo”
de D. José María Bover, S.I. En la Pg 118 se lee: “En la hipótesis de que el motivo determinante de la doble
genealogía fue la adopción o la fusión de familias, que no es inverosímil, podría muy bien ser que la genealogía
de San Lucas, sin dejar de ser la de José, fuese en realidad también la de María. Para ello es necesario
suponer que Helí es una abreviatura de Eliacim, que Eliacim puede considerarse como equivalente a Joaquín
(cf. Judit, 4,5; 4,7; 4,11; 15,9 según la Vulgata), que es fundada la tradición de que el padre de María se
llamaba Joaquín. Admitido todo esto como probable, resultaría que San Lucas, al reproducir la genealogía legal
de José, nos daría en realidad, quizá sin pretenderlo, la genealogía natural de María. Lo cual estaría en
consonancia con el carácter profundamente Mariano de los dos primeros capítulos del tercer Evangelio. Si
María fue, directa o indirectamente, la fuente histórica de estos capítulos, nada extraño sería que María diese la
genealogía de José, que era su propia genealogía”.
3
Genealogía de San Mateo, que es descendente y comienza por Abrahán.
Página 6
Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Joaquím, Joaquím engendró a Jeconías
y sus hermanos al tiempo de la deportación a Babilonia.
Después de la deportación de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a
Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliacim, Eliacim engendró a
Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud
engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob, Jacob engendró a
José el marido de mi Madre de la cual nací.
Todas las generaciones, pues, desde Abraham hasta David son catorce, desde David hasta
la deportación también son catorce y desde la deportación hasta mí igualmente catorce.
Según se creía, soy hijo de José, que lo era de Helí, el de Matat, el de Leví, el de Melquí, el
de Jannái, el de José, el de Matatías, el de Amós, el de Nahum, el de Eslí, el de Naggái, el
de Maat, el de Matatías, el de Semeín, el de Josec, el de Jodá, el de Joanán, el de Resá, el
de Zorobabel, el de Salatiel, el de Nerí, el de Melquí, el de Addí, el de Cosam, el de
Elmadam, el de Er, el de Jesús, el de Eliezar, el de Jorim, el de Matat, el de Leví, el de
Simeón, el de Judá, el de José, el de Jonam, el de Eliacim, el de Meleá, el de Mená, el de
Matatá, el de Natán, el de David, el de Jesé, el de Jobed, el de Booz, el de Sala, el de
Naasón, el de Aminadab, el de Admín, el de Arní, el de Esrón, el de Fares, el de Judá, el de
Jacob, el de Isaac, el de Abraham, el de Tara, el de Nacor, el de Seruc, el de Ragán, el de
Fálec, el de Eber, el de Sala, el de Cainam, el de Arfaxad, el de Sem, el de Noé, el de
Lámec, el de Matusalá, el de Enoc, el de Járet, el de Maleleel, el de Cainán, el de Enós, el
de Set, el de Adán, el de Dios. 4

4
Genealogía de San Lucas, ascendente, llega hasta Adán y hasta el mismo Dios Creador.
Página 7
CAPÍTULO I-EVANGELIO DE MI INFANCIA

1.01 Anuncio del nacimiento de Juan Bautista. (Lc 1, 5-25)


Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de
Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, llamada Isabel. Eran ambos justos a
los ojos de mi Padre Dios, caminando sin falta en todos sus mandamientos y preceptos. No
tenían hijos porque Isabel era estéril y ambos avanzados en edad.
Ejerciendo Zacarías su ministerio sacerdotal, cúpole en suerte entrar en el Santuario del
Templo para ofrecer el incienso. La muchedumbre del pueblo estaba fuera orando.
Apareciósele un ángel puesto de pie a la derecha del altar del incienso. Se turbó Zacarías al
verle y le sobrecogió el temor. Mas el ángel le dijo:
“No temas, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración; y tu mujer Isabel te dará un hijo, a
quien pondrás por nombre Juan. El será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su
Página 8
nacimiento; porque será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor que embriague;
será lleno del Espíritu Santo ya desde el seno de su madre y convertirá a muchos de los
hijos de Israel al Señor, su Dios. El mismo le precederá con el espíritu y poder de Elías, para
retornar los corazones de los padres hacia los hijos y los rebeldes a la prudencia de los
justos, a fin de preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Dijo Zacarías al ángel:
“¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad”. 5
El ángel respondió diciendo:
“Yo soy Gabriel que asisto en la presencia de Dios y he sido enviado para hablarte y darte
esta buena nueva. Y he aquí que estarás mudo y sin poder hablar hasta el día en que esto
se cumpla, por cuanto no diste fe a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo”.
Estaba el pueblo esperando a Zacarías y se maravillaban de que tardase tanto tiempo. Y
cuando salió no podía hablarles y entendieron que había tenido una visión en el Templo. Les
hablaba por señas, pues como el ángel le dijo, quedó mudo.
Cumplidos los días de su ministerio, Zacarías marchó a su casa. Días después concibió
Isabel, su mujer, y ella lo ocultó cinco meses, diciendo para sí:
“Así lo ha hecho el Señor conmigo el día en que se ha dignado quitar mi vergüenza entre los
hombres”. 6

5
No da crédito a las palabras del ángel. La mezquindad del hombre hace imprevisible la respuesta de un
corazón humano a una visión celeste.
6
Para una mujer israelita, no tener hijos era una vergüenza entre los suyos.
Página 9
1.02 Anuncio de Gabriel a mi Madre. (Lc 1, 26-38)
Pasados seis meses, envió de nuevo mi Padre al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una doncella desposada con un varón llamado José, de la casa de
David, cuyo nombre era María. Entró donde ella estaba y le dijo:
“Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres”.
María, mi Madre, al oír estas palabras, se turbó, y discurría en sí que podría ser este saludo.
Y le dijo Gabriel:
“No temas María, pues hallaste gracia a los ojos de Dios. He aquí que concebirás en tu seno
y darás a luz un Hijo, a quien darás por nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo
del Altísimo, y le dará el Señor Dios el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de
Jacob eternamente y su reinado no tendrá fin”.
Dijo mi Madre al ángel:
“¿Cómo será eso, pues no conozco varón?”
Y Gabriel le dijo:
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cobijará con su sombra; por
lo cual también lo que nacerá será llamado Santo, Hijo de Dios. Y he aquí que Isabel, tu
parienta, también ella ha concebido en su vejez, y este es el sexto mes para ella la que
llamaban estéril; porque nada es imposible para Dios”. 7
Y dijo mi Madre:
“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Y retiróse Gabriel de delante de mi Madre.

7
Todo es posible para Dios. Los hombres pedimos como quien somos como somos, pero Dios da como Quien
es como es. La Omnipotencia de Dios está al servicio de la Fe. Una sola alma puede demandar de Dios, en
virtud de un supremo acto de Fe, la consumación de un hecho, imposible para el hombre por sí mismo, que
puede influir en la historia de toda la humanidad, en su destino final.
Página 10
1.03 Visitación de mi Madre a su prima Isabel. (Lc 1, 39-80)
Por aquellos días, mi Madre se puso en camino, se dirigió presurosa a la montaña, a una
ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel el saludo de mi
Madre dio saltos de gozo el niño que en su seno llevaba y en ese instante quedó llena del
Espíritu Santo y con fuerte voz exclamó:
“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y de dónde a mí esta gracia,
que venga la Madre de mi Señor a visitarme? Porque así que sonó tu voz en mis oídos, el
niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído tendrán cumplimiento las cosas
que te han sido dichas de parte del Señor”.
Y dijo mi Madre:
“¡Engrandece mi alma al Señor, y se regocija mi espíritu en Dios mi Salvador; porque
puso sus ojos en la bajeza de su esclava. Pues he aquí que desde ahora me llamarán
dichosa todas las generaciones; porque hizo en mi favor grandes cosas el Poderoso,
y cuyo Nombre es Santo; y su misericordia por generaciones y generaciones, para
con aquellos que le temen. Hizo ostentación de poder con su brazo: desbarató a los
soberbios en los proyectos de su corazón; derrocó de su trono a los potentados, y

Página 11
enalteció a los humildes; llenó de bienes a los hambrientos y despidió vacíos a los
ricos. Tomó bajo su amparo a Israel, su siervo, para acordarse de su misericordia,
como lo había anunciado a nuestros padres, a favor de Abraham y a su linaje para
siempre!”
Mi Madre permaneció con Isabel como tres meses y volvió a su casa.
A Isabel se le cumplió el tiempo de su parto y dio a luz un hijo. Y al enterarse sus vecinos y
parientes de que el Señor había usado con ella de gran misericordia, le daban el parabién.
Al octavo día vinieron a circuncidar al niño y querían llamarle con el nombre de su padre,
Zacarías. Intervino Isabel su madre, diciendo:
“No, sino que se llamará Juan”.
Dijéronle:
“Nadie hay en tu familia que se llame con ese nombre”.
Entonces preguntaron por señas a su padre cómo quería que se llamase. El pidiendo una
tablilla, escribió en éstos términos:
“Juan es su nombre”.
Todos quedaron maravillados. Y se abrió de improviso su boca, y se desató su lengua, y
habló bendiciendo a Dios. Y se espantaron todos los que vivían en su vecindad, y en toda la
montaña de Judea se divulgaban todas estas cosas, y todos los que la oían las guardaron
en su corazón diciendo:
“¿Qué será, pues, este niño?”
Y es que la mano de mi Padre estaba sobre este niño.
Zacarías, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
“¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque visitó y rescató a su pueblo. Ha suscitado un
poderoso Salvador para nosotros en la casa de David, su siervo, según le había anunciado
desde antiguo por boca de sus santos profetas; salud que nos liberase de nuestros
enemigos y de manos de todos los que nos odian; para hacer misericordia con nuestros
padres y acordarse de su alianza santa; para cumplir su juramento, que juró a Abraham
nuestro padre; de darnos que, libres de temor, liberados de manos de nuestros enemigos, le
sirviéramos en santidad y justicia en su presencia, todos nuestros días. Y tú, ¡Oh niño!,
profeta del Altísimo serás llamado, por cuanto irás delante del Señor para aparejar sus
caminos, para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación en la remisión de sus
pecados, por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, por las cuales nos visitará un Sol
Levante desde lo alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras de
muerte, para enderezar nuestros pies por el camino de la paz!”
Juan crecía y se robustecía en el espíritu y vivió en los desiertos hasta el día de su
manifestación a Israel.

Página 12
1.04 Zozobras en el corazón de mi padre, José. (Mt 1, 18-25) 8
En mi Madre, esposa de José, se evidenciaba su embarazo, por obra del Espíritu Santo, y el
corazón de mi padre, que siempre permaneció virgen, sufría las zozobras del no saber que
hacer ante este acontecimiento inesperado. En el seno de su bendita mujer el Hijo de Dios
tomaba la carne de su Madre para hacerse hombre, un Hijo de su esposa en el que nada
tuvo que ver. Mi padre, bien conocía a su María. Mi padre, oyó a Isabel que reconoció a su
prima como la Madre de su Señor, ¿qué hacer? Decide iniciar en secreto el acta de repudio
y en su caso apartarse de la mujer de la que no se consideraba digno. Estando él con éstos
pensamientos, un ángel de mi Padre se le apareció en sueños y le dijo:
“José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer, pues lo que se engendró en
ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque el
salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que por boca del profeta dijo mi Padre:
“He aquí que una Virgen concebirá y dará a luz un Hijo y llamarán su nombre Emmanuel,
que quiere decir Dios con nosotros”.
Despertado José mi padre, del sueño, hizo como lo ordenó el ángel y tomó consigo a María,
mi Madre, su mujer, la cual sin que él la conociese me dio a luz y púsome por nombre Jesús.

8
Apartado acomodado a la redacción autobiográfica, complementando algunas de las palabras de San Mateo.

Página 13
1.05 Nacimiento en Belén. Portal de Belén. (Lc 2, 1-7)
Aconteció que por aquellos días salió un edicto de César Augusto para que se hiciese el
censo de todo el Imperio. Este empadronamiento, el primero, se efectuó siendo Quirino
gobernador de la Siria. Y se pusieron todos en viaje para inscribirse cada cual en su ciudad.
Subió también mi padre José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la Judea, a la
ciudad de David que se llama Belén, por ser él del linaje y familia de David, para
inscribirse en el censo juntamente con María, su esposa y Madre mía, que estaba encinta.

Y sucedió que estando ellos allí, se le cumplieron a mi Madre los días del parto y me dio a
luz y envolviéndome en pañales, me recostó en un pesebre, pues no había para nosotros
lugar en el mesón.

Página 14
1.06 Anuncio de los ángeles a los pastores. (Lc 2, 8-20)
En aquella misma comarca de los alrededores de Belén se hallaban unos pastores que
pernoctaban al raso de la noche y velaban por turno para guardar su ganado, y he aquí que
un ángel de mi Padre se presentó ante ellos y su gloria los envolvió en sus fulgores
quedando sobrecogidos de temor. Pero el ángel les dijo:
“No temáis, pues he aquí que os traigo una buena nueva, que será de grande alegría para
todo el pueblo: que os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador, que es el Mesías, el
Señor. Y esto os servirá de señal: hallaréis al Niño envuelto en pañales y recostado en un
pesebre”.
Y al instante se juntó con el ángel una gran muchedumbre del ejército celestial que alabando
a su Creador decían:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”
Así como los ángeles se fueron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
“¡Ea!, vayamos a Belén, y veamos esto que el Señor nos ha manifestado”.
Fueron a toda prisa, y me hallaron recostado en un pesebre junto a mis padres, María y
José. Y al verme dieron a conocer la declaración que se les había hecho acerca de mí. Y
todos los que los oyeron se maravillaban de las cosas que les habían dicho los pastores. Mi
Madre guardaba todas estas palabras, meditándolas en su Corazón. Y se volvieron los
pastores glorificando y alabando a mi Padre Dios por todas las cosas que oyeron y vieron,
conforme les habían sido anunciadas.

Página 15
1.07 Circuncisión y purificación.(Lc 2, 21-38)
Al cumplirse los ocho días me circuncidaron poniéndome el nombre de Jesús como ya había
sido llamado por el ángel antes de que fuese concebido en el seno de mi Madre. Y subimos
a Jerusalén para cumplir con la Ley de Moisés por la cual mi Madre se sometió a la
purificación y Yo era presentado a mi Padre. Dicha Ley dice:
“Todo primogénito varón será consagrado al Señor”.
Mis padres ofrecieron como sacrificio un par de tórtolas. Y he aquí que había un hombre en
Jerusalén por nombre Simeón, justo y temeroso de mi Padre Dios, que aguardaba la
consolación de Israel y el Espíritu Santo estaba sobre él, habiéndole sido revelado que no
vería la muerte antes de verme. Vino al Templo impulsado por el Espíritu Santo y cuando
mis padres me introducían en el Templo, se acercó a nosotros y recibiéndome en sus brazos
bendijo a mi Padre Dios diciendo:
“Ahora dejas ir a tu siervo, Señor, según tu palabra, en paz; pues ya vieron mis ojos tu
Salud, que preparaste a la faz de todos los pueblos: luz para iluminación de los gentiles y
gloria de tu pueblo Israel”.
Mis padres estaban maravillados de las cosas que se decían de mí. Simeón nos bendijo y
dijo a mi Madre:
“He aquí que este está puesto para caída y resurgimiento de muchos en Israel, y como una
señal a quien se hace contradicción- y a ti misma te traspasará el alma una espada-, para
que salgan a la luz los pensamientos del fondo de muchos corazones”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy
avanzada, habiendo vivido con su marido siete años desde que se casó, y quedando viuda,
había llegado hasta los ochenta y cuatro años. No salía del Templo, sirviendo a mi Padre
Dios en ayunos y oraciones noche y día. Acercándose en aquel momento, alababa también
a mi Padre Dios, y hablaba de mí a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Página 16
1.08 Epifanía y huida a Egipto. (Mt 2, 1-15)
Por aquellos días llegaron a Jerusalén unos Magos venidos de las regiones orientales y
decían:
“¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y
venimos a adorarle”.
Al oír esto, el rey Herodes se turbó y toda Jerusalén con él. Y convocados todos los jefes de
los sacerdotes y los escribas del pueblo, se informó de ellos sobre dónde había de nacer el
Mesías. Y ellos le dijeron:
“En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta: Y tú Belén, tierra de Judá, de ningún
modo eres la menor entre las principales ciudades de Judá; porque de ti saldrá un Jefe que
pastoreará a mi pueblo Israel”.
Entonces Herodes, habiendo llamado secretamente a los Magos, se informó exactamente de
ellos acerca del tiempo en que había aparecido la estrella; y enviándolos a Belén dijo:
“Id y tomad exacta información acerca del Niño; y cuando le hubiereis hallado, dadme aviso,
para que yo también vaya y le adore”.
Después de oír al rey, se pusieron en camino y de repente la estrella que vieron en el
Oriente, iba delante de ellos, hasta que llegando hasta donde Yo me encontraba se paró
encima. Al ver la estrella, sintieron grandísimo gozo. Y entrando en la casa, me vieron con
María, mi Madre; y postrándose en tierra me adoraron; y abriendo sus tesoros me ofrecieron
presentes, oro, incienso y mirra.

Página 17
Avisados en sueños que no volvieran a Herodes, se tornaron a su tierra por otro camino. Así
que los Magos hubieron partido, he aquí que un ángel se apareció en sueños a mi padre,
José, diciéndole:
“Levántate, José, toma contigo al Niño y a su Madre y huye a Egipto, y estate allí hasta que
yo te diga, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo”.

Él, levantándose de noche, nos tomó a mi Madre y a mí y se refugió en Egipto; y estuvo allí
hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que había dicho mi Padre por boca del
profeta:
“De Egipto llamé a mi Hijo”.

Página 18
1.09 Matanza de inocentes. (Mt 2, 16-18)
Entonces Herodes, viéndose burlado por los Magos, se enfureció en extremo, y mandó
matar a todos los niños que habían en Belén y en todos sus contornos de dos años para
abajo, según el tiempo exacto que había averiguado de los Magos.

Entonces se cumplió lo dicho por boca del profeta Jeremías:


“Una voz se oyó en Ramá, llanto y gran lamentación; era Raquel que lloraba sus hijos,
y no quería ser consolada, pues ya no existen”.

Página 19
1.10 Vuelta a Nazaret. Pérdida en Jerusalén. Vida en Nazaret (Mt 2, 19-23; Lc 2, 40-52)
Muerto Herodes, he aquí que un ángel se apareció en sueños a mi padre, José, en Egipto y
le dijo:
“Levántate y toma al Niño y a su Madre, y marcha a tierra de Israel; pues han muerto los que
buscaban la vida del Niño”.
Mi padre, José, levantándose, nos tomó a mi Madre y a mí y partimos hacia la tierra de
Israel.
Mas habiendo oído que reinaba Arquelao en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir
allá y avisado en sueños, nos retiramos a la región de Galilea y allí nos establecimos en una
ciudad llamada Nazaret para que se cumpliese lo dicho por los profetas, que Yo sería
llamado Nazareno.
Mi padre, José, ejercía de carpintero y con el esfuerzo de su trabajo mantuvo a su familia
con la ayuda de mi Madre que se ocupaba de las labores de la casa, una familia como
muchas de Nazaret. 9
Mis padres cada año iban a Jerusalén por la fiesta de la Pascua y cuando cumplí doce años
subimos a la fiesta según costumbre. Y acabados los días mis padres se volvieron con la
comitiva sin advertir que Yo me había quedado en Jerusalén, pues creyeron que iría con la
caravana y mis parientes. Y así caminaron una jornada.

9
Este párrafo está acomodado para resaltar el estilo autobiográfico.
Página 20
Me buscaron entre los familiares y conocidos y al no encontrarme se volvieron a Jerusalén
para buscarme. Y sucedió que después de tres días me hallaron en el Templo, sentado en
medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas, doctores que quedaron
pasmados de los conocimientos que descubrieron en un Niño de doce años. Mis padres al
verme quedaron atónitos y mi Madre me dijo:

“Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo, angustiados, andábamos
buscándote”.
Yo les contesté:
“¿Pues por qué me buscabais? ¿No sabíais que había Yo de estar en la casa de mi
Padre?”
Página 21
No comprendieron mis palabras y por fin, en su compañía, nos volvimos a Nazaret viviendo
sometido a mis padres.

Mi Madre guardaba todas estas cosas en su bendito Corazón. 10


Fui creciendo en sabiduría, en estatura y gracia delante de mi Padre Dios y de los hombres.

10
También se acomoda al relato autobiográfico
Página 22
CAPÍTULO II-PERIDODO DE PREPARACIÓN

2.01 Juan Bautista en el Jordán. Bautismo.(Lc 3, 1-22; Mt 3, 1-17; Mc 1, 1-11)


En el año decimoquinto del Imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilatos procurador de la
Judea, y Herodes tetrarca de la Galilea, y Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de la
Traconítide, y Lisanias tetrarca de la Abilina, al tiempo del sumo sacerdote Anás y Caifás,
vino la palabra de mi Padre Dios sobre Juan, el hijo de Zacarías, en el desierto de Judea. Y
recorrió toda la comarca del Jordán predicando un bautismo de penitencia para remisión de
los pecados, diciendo:
“Arrepentíos, pues está cerca el Reino de los Cielos”.
Como está escrito en el profeta Isaías:
”Voz de uno que clama en el desierto: aparejad el camino del Señor, enderezad sus sendas;
todo barranco se rellenará y todo monte y collado se rebajará; y lo tortuoso se hará recto, y
lo áspero caminos llanos; y verá toda carne la Salud de Dios”.
Y como profetizó Malaquías:

Página 23
“Mira, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual aparejará tu camino”.
Y salía a él toda la región de la Judea y los jerosolimitanos todos, y eran bautizados por él
en el río Jordán, confesando sus pecados. Y andaba Juan vestido de pelos de camello con
una faja de cuero en torno de sus hombros; y su mantenimiento era langosta y miel silvestre.
Y viendo a muchos de los fariseos y saduceos que venían a su bautismo, les decía:
“Engendros de víboras, ¿quién os mostró el modo de huir de la ira inminente? Haced, pues,
fruto digno de la penitencia. Y no se os ocurra decir dentro de vosotros: “Tenemos por padre
a Abraham”. Porque os digo que poderoso es Dios para hacer surgir de éstas piedras hijos a
Abraham. Y ya, además, el hacha está puesta a la raíz de los árboles. Todo árbol, pues, que
no lleve fruto bueno será cortado y echado al fuego”.
Preguntaban a Juan las turbas:
“¿Qué haremos pues?”
Y él les decía:
“El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga provisiones, haga lo
mismo”.
Vinieron también unos publicanos a ser bautizados y le dijeron:
“Maestro, ¿qué hemos de hacer?”
Y él les decía:
“No exijáis nada sobre la tasa que os ha sido fijada”.
Le preguntaron también algunos agentes armados:
“¿Qué hemos de hacer también nosotros?”
Y él les dijo:
“A nadie hagáis extorsión, ni denunciéis injustamente, y contentaos con vuestro sueldo”.
El pueblo en expectación discurría en su corazón acerca de Juan, si por ventura no sería el
Mesías, pero Juan respondió a todos:
“Yo os bautizo en agua para penitencia: mas el que viene tras de mí es más fuerte que yo,
ante quien no soy digno de desatar agachado la correa de su calzado. El os bautizará en
Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene su bieldo para limpiar su era y allegar el trigo en su
granero; mas la paja la quemará con fuego inextinguible”.
Y así, con estas y con otras muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la Buena Nueva.
Y aconteció, al tiempo que todo el pueblo era bautizado, que vine desde Nazaret de Galilea
al Jordán y me presenté a Juan para ser bautizado por él. Mas Juan me atajó diciendo:
“Yo tengo necesidad de ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí?”
Mas Yo le dije:
“Déjame hacer ahora, pues así nos cumple realizar plenamente toda justicia”.
Juan me bautizó, y al salir del agua, estando en oración, rasgáronse los cielos y el Espíritu
Santo en forma de paloma descendió sobre mí y se oyó la voz de mi Padre que dijo:
“Este es mi Hijo amado, en quien me agradé”.

Página 24
2.02 En el desierto. Tentaciones. (Mt 4, 1-11; Mc 1, 12-13; Lc 4,1-13)
Lleno del Espíritu Santo, volví del Jordán para ser conducido, por el mismo Espíritu, hacia el
desierto y ser tentado por el diablo. Estuve en el desierto, entre las fieras, cuarenta días y
cuarenta noches, y fui tentado por Satanás. No comí nada durante aquellos días, y
acabados sentí hambre y fue entonces cuando se llegó a mi presencia el Tentador diciendo:
“Si eres Hijo de Dios, di que éstas piedras se conviertan en panes”.
Le respondí:
“Escrito está: “No de sólo pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la
boca de Dios”.
Entonces, tomándome el Diablo me llevó a la Santa Ciudad, me puso sobre el alero del
Templo y dijo:
“Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo, porque escrito está que a sus ángeles ordenará
acerca de Ti, y en las manos te tomarán no sea que tropieces con tu pie en alguna piedra”.
Yo le dije:
“También está escrito: “No tentarás al Señor tu Dios”.
De nuevo, Satanás, tomándome, me llevó a un monte sobremanera elevado y mostrándome
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos me dijo:
“Te daré toda esa potencia y la gloria de ellos, puesto que a mí me ha sido entregada, y a
quien quiero la doy; si, pues, Tú postrándote delante de mí me adorares, será Tuya toda”.
Le respondí:

Página 25
“¡Vete de aquí, Satanás; porque escrito está: “Al Señor tu Dios adorarás y a el sólo
darás culto!”
Y habiendo dado fin a toda tentación el Diablo se retiró de mí hasta otro tiempo oportuno. 11

Y he aquí que vinieron los ángeles y me servían.

11
Cristo será de nuevo tentado. Satanás no descansará nunca, vive en eterna ansiedad.
Página 26
2.03 Testimonio de Juan Bautista. (Jn 1, 19-34)
Los judíos enviaron, desde Jerusalén, algunos sacerdotes y levitas que fueron al encuentro
de Juan y le preguntaron:
“Tú, ¿quién eres?”
Y Juan confesó la verdad y no la negó diciendo:
“Yo no soy el Mesías”.
Y volvieron a preguntarle:
“¿Quién pues? ¿Eres Elías tú?”
Y dijo:
“No lo soy”.
Y de nuevo:
“Eres tú el Profeta”.
Y respondió:
“No”.
Dijéronle, pues:
“¿Quién eres? Para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti?”
Juan contestó:
“Yo soy voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, según dijo el
Profeta Isaías”.
Y los enviados, que eran fariseos, por último, le preguntaron:
“¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”
Juan les respondió diciendo:
“Yo bautizo en agua; en medio de vosotros está quien vosotros no conocéis, el que viene
detrás de mí, a quien no soy digno de desatar la correa de su calzado”.
Estas cosas pasaron en Betania, a la otra parte del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Al día siguiente, al verme venir hacia él, Juan dijo:
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es Aquel de quien yo dije:
detrás de mí viene un Hombre que ha sido puesto delante de mí porque era primero que yo.
Y yo no le conocía; mas para que el sea mostrado a Israel, para esto vine yo bautizando en
agua. He visto el Espíritu que descendía del cielo como paloma y se posó sobre El. Y yo no
le conocía, mas el que me había enviado a bautizar en agua, el me dijo: “Aquel sobre el que
vieres descender el Espíritu y posarse sobre El, este es el que bautiza en el Espíritu Santo”.
Y yo le he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
Página 27
2.04 Primeros discípulos. (Jn 1, 35-51)
Al día siguiente, estaba Juan con dos de sus discípulos y fijando sus ojos en mí dijo:
“He aquí el Cordero de Dios”.
Como oyeran estas palabras, los dos discípulos vinieron en pos de mí, y viendo que me
seguían les dije:
“¿Qué buscáis?”
Ellos contestaron:
“Rabí, Maestro, ¿dónde moras?”
Y les dije:
“Venid y lo veréis”.
Vinieron, pues, vieron donde moraba y se quedaron conmigo aquel día. Sería como la hora
décima. Andrés, el hermano de Pedro, y Juan se llaman los discípulos que oyendo las
palabras de Juan Bautista me siguieron.
Página 28
Andrés fue en busca de su hermano Simón y le dijo:
“¡Hemos hallado al Mesías, al Cristo!”
Andrés y Simón vinieron a mí y poniendo mis ojos sobre Pedro le dije:
“Tú eres Simón, el hijo de Juan, tú te llamarás Cefás” (que significa “Pedro” o
“Piedra”).
Al día siguiente determiné salir para Galilea acompañado de mis discípulos. En el camino
hallé a Felipe y le dije:
“Sígueme”.
Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe, a su vez, encontró a
Natanael, y le dijo:
“Aquel de quien escribió Moisés en la Ley y los Profetas igualmente, le hemos hallado:
Jesús, hijo de José, el de Nazaret”.
Y le dijo Natanael:
“¿De Nazaret puede salir algo bueno?”
Dícele Felipe:
“Ven y lo verás”.
Felipe y Natanael vinieron hacia mí y al acercarse dije:
“Ahí tenéis verdaderamente un israelita en quien no hay engaño”.
Natanael respondió:
“¿De dónde me conoces?”
Yo le dije:
“Antes de que Felipe te llamase, cuando estabas debajo de la higuera, Yo te vi”.
Respondió Natanael:
“¡Rabí, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel!”
Mas Yo le dije:
“¿Porque te he dicho que te vi debajo de la higuera crees? Mayores cosas que estas
verás. En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles del cielo
que suben y bajan sobre el Hijo del hombre”.

Página 29
2.05 Bodas de Caná.(Jn 2, 1-12)
Pasados tres días, llegando a Caná de Galilea, se celebraban unas bodas y allí estaba mi
Madre. 12
Fuimos invitados a la boda mis discípulos y Yo. Como faltase vino, mi Madre se llegó a mí
diciéndome:
“No tienen vino”.
Y Yo le dije:
“Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora”. 13
Dijo mi Madre a los que servían:

12
Posiblemente, los novios eran parientes de la Virgen María, de Jesús.
13
"Mujer" es el nombre empleado en aquella sociedad judía para expresar el respeto y la deferencia hacia la
mujer. Ahora diríamos: "Señora". Estas son las palabras que oímos ahora, pero lo que no vemos es el gesto, la
sonrisa y la ternura en la mirada del Hijo a la Madre que entendió que su Jesús ya había aceptado lo que sin
palabras le suplicaba. Para rendir el Corazón de Cristo solo hay que mirarlo para oir de sus divinos labios:
"¿Qué te pasa...?” "¿Qué quieres…?"
Página 30
“Todo cuanto el os diga, hacedlo”. 14
Había allí seis hidrias de piedra, destinadas a la purificación de los judíos, cada una de las
cuales podía contener de ochenta a cien litros. Les dije:
“Llenad de agua las hidrias”.
Las llenaron hasta arriba y les dije:
“Sacad ahora y llevadlo al maestresala”.
Y lo llevaron. Mas cuando gustó el maestresala el agua hecha vino, no sabiendo de dónde
era, aunque si lo sabían los que servían, que habían sacado el agua, llama al esposo y le
dice:
“Todo hombre pone primero el buen vino, y cuando están ya bebidos, pone el peor; tú, sin
embargo, has reservado el vino bueno hasta ahora”.
Este fue el primer milagro que hice, mi gloria se manifestó y los discípulos creyeron en mí.
Después de esto, bajé a Cafarnaúm junto con mi Madre, mis hermanos y discípulos, y allí
permanecimos no muchos días.

14
Para la Virgen María este no sería el primer milagro que contemplara de su Hijo. Sabe con Fe segura lo que
va a ocurrir y consciente de que lo que sugiere a su Hijo en público, adelantará la hora de la divina
manifestación del Mesías.

Página 31
CAPÍTULO III-AÑO 1º DE PREDICACIÓN PÚBLICA

3.01 Expulsión del Templo de compradores y vendedores. (Jn 2, 13-25)


Estaba cerca la Pascua de los judíos y subí a Jerusalén. Hallé en el Templo a los que
vendían bueyes, ovejas y palomas, a los cambistas sentados. Hice un azote de cordeles y
los eché a todos del Templo y con ellos las ovejas y los bueyes, desparramando las
monedas de los cambistas y volcando sus mesas les decía:
“¡Quitad eso de ahí, no hagáis la Casa de mi Padre casa de tráfico!”
Y mis discípulos recordaron lo que está escrito: “El celo por tu Casa me devoró”. Los judíos,
que vieron tales cosas, me preguntaron:
“¿Qué señal nos muestras que acredite tu modo de obrar?”
Les respondí:
“¡Destruid este Santuario, y en tres días lo levantaré!”
Dijeron, pues, los judíos:
“En cuarenta y seis años se ha edificado este Santuario, ¿y Tú en tres días lo levantarás?”
No comprendieron que hablaba del Santuario de mi Cuerpo. Cuando, pues, resucité de entre
los muertos, recordaron mis discípulos que había dicho esto, y dieron fe a la Escritura y a la
palabra que les hablé. Mientras estuve en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos
creyeron en mí porque veían los milagros que hacía. Pero Yo no me fiaba de ellos, porque
bien conocía el corazón de todos y cada uno de los hombres sin necesidad de testimonio
alguno. 15

15
Amiga lectora, amigo lector, también el tuyo es conocido. Te conoce bien quien bien te quiere.
Página 32
3.02 Entrevista con Nicodemo. (Jn 3, 1-21)
Había un hombre de la secta de los fariseos, llamado Nicodemo, magistrado de los judíos.
De noche vino a verme y dijo: 16
“Rabí, sabemos que vienes de parte de Dios como Maestro; porque nadie puede hacer esas
señales que Tú haces, si Dios no está con El”.
Le respondí:
“En verdad, en verdad te digo: si uno no fuere engendrado de nuevo no puede ver el
Reino de Dios”.
Díjome Nicodemo:
“¿Cómo puede un hombre nacer si ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el
seno de su madre y nacer?”
Le contesté:
“En verdad, en verdad te digo, quien no naciere de agua y Espíritu no puede entrar en
el Reino de Dios. Lo que nace de la carne, carne es, y lo que nace del Espíritu, espíritu
es. No te maravilles de que te haya dicho: “Es necesario que nazcáis de nuevo”. El
aire sopla donde quiere, y oyes su voz, y no sabes de dónde viene ni adónde va: así
es todo el que ha nacido del Espíritu”.
Y dijo Nicodemo:

16
Este pasaje convendría leerlo varias veces porque en él se condensa toda la esencia del cristianismo. Estas
palabras llevan en sí engendrada la verdadera vida, la que es y no se ve, la única vida.
Página 33
“¿Cómo puede ser eso?”
Y de nuevo le contesté:
“¿Tú eres maestro de Israel, y esto no sabes? En verdad, en verdad te digo que lo que
sabemos, esto hablamos; y lo que hemos visto, esto testificamos; y nuestro
testimonio no lo aceptáis. Si cuando os he dicho cosas terrenas no me creéis, ¿cómo
me vais a creer si os dijere cosas celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que ha
bajado del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. Y como Moisés puso en alto la
serpiente en el desierto, así es necesario que sea puesto en alto el Hijo del hombre,
para que todo el que crea en el alcance la vida eterna. Porque así amó Dios al mundo,
que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en el no perezca, sino
que alcance la vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al
mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. Quien cree en El, no es condenado;
quien no cree, ya está condenado, 17 porque no creyó en el Nombre del Unigénito Hijo
de Dios. Este es el juicio: que la Luz ha venido al mundo, y amaron los hombres más
las tinieblas que la Luz, porque eran malas sus obras. Porque todo el que obra el mal,
aborrece la Luz, y no viene a la Luz, para que no sean puestas en descubierto sus
obras; mas el que obra la verdad, viene a la Luz, para que se manifiesten sus obras
como hechas en Dios”.

17
La condenación es un misterio insondable, consecuencia de la libertad del hombre que escoge su último
destino con plena conciencia. El hombre sabe muy bien que vive en tinieblas y no desea salir de ellas, sabe
que al otro lado está la eternidad y libremente la elige en infinita desesperanza.

Página 34
3.03 Ultimo testimonio de Juan. (Jn 3,22-36;Jn 4,1-3;Lc 3,19-20;Lc 4,14;Mc 1,14;Mt 4,12)
Después de esto, mis discípulos y Yo nos fuimos a la región de Judea y allí morábamos y
bautizábamos. Juan también seguía bautizando en Enón, cerca de Salím, porque había allí
aguas abundantes; y acudía gente y eran bautizados ya que Juan todavía no había sido
echado en la cárcel. Se originó, pues, una contienda de parte de los discípulos de Juan con
un judío acerca de la purificación. Y vinieron a Juan y le dijeron:
“Rabí, aquel que estaba contigo a la otra parte del Jordán, a favor de quien tú diste
testimonio, mira, el bautiza y todos acuden a El”.
Juan respondiendo, dijo:
“No puede un hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo. Vosotros mismos me sois
testigos que dije: “No soy yo el Mesías”, sino: “He sido enviado delante de El”. Quien tiene la
esposa este es el esposo, mas el amigo del esposo, el que asiste y oye su voz, se goza en
gran manera por la voz del esposo. Así, pues, este gozo mío ha sido cumplido. El conviene
que crezca, yo que disminuya. El que viene de arriba está por encima de todos; el que es de
la tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que viene del cielo está por encima de todos.
Lo que ha visto y oído, esto testifica, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su
testimonio pone un sello a la veracidad de Dios. Porque Aquel a quien Dios envió habla las
palabras de Dios; porque no con medida da el Espíritu. El Padre ama al Hijo, y todas las
cosas ha entregado en sus manos. Quien cree en el Hijo posee vida eterna, mas el que
niega su fe al Hijo no gozará la vida, antes la ira de Dios pesa sobre él”.
Este fue el último testimonio de Juan sobre mí, porque poco después reprendía a Herodes el
tetrarca por motivos de Herodías, la mujer de su hermano y Herodes añadía a sus múltiples
maldades la de encerrar a Juan en la prisión. Encierro que tendría su origen en la trama
farisaica contra Juan. Así, pues, enterado de que a oídos de los fariseos llegaban las
noticias tales como: “Jesús hace más discípulos que Juan, y bautiza”, decidí abandonar la
Judea e impulsado por la fuerza del Espíritu volví a Galilea.

Página 35
3.04 La Samaritana. (Jn 4,4-42)
En este viaje debíamos pasar por Samaria. Llegamos, pues, a una ciudad de Samaria
llamada Sicar, cerca de la posesión que dio Jacob a su hijo José. Estaba allí la fuente de
Jacob. Fatigado del camino me senté, sin más, junto a la fuente, sería como la hora sexta.
Llega una mujer de Samaria a sacar agua y le digo:
“Dame de beber”.
Mis discípulos se habían ido a la ciudad a comprar provisiones. Díceme, pues, la mujer
samaritana:
“¿Cómo Tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana?”
En efecto, los judíos no tienen trato con los samaritanos. Le dije:
“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice “Dame de beber”, tú le
hubieras pedido, y el te hubiera dado agua viva”.
Díjome la mujer:
“Señor, no tienes pozal y el pozo está hondo; ¿de dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Acaso
eres Tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y él mismo bebió con sus hijos
y sus ganados?”
Le respondí diciendo:
“Todo el que bebiere de ese agua tendrá sed otra vez; mas quien bebiere del agua que
Yo le diere, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se hará en él fuente
de agua bullidora para vida eterna”.
Díjome la mujer:
“Señor, dame esa agua, para que me quite la sed y no tenga que venir aquí a sacarla”.

Página 36
Le dije:
“Ve, llama a tu marido y ven acá”.
Y me respondió:
“No tengo marido”.
Le dije:
“Bien dijiste: “No tengo marido”; porque cinco maridos tuviste, y ahora el que tienes
no es marido tuyo; en eso has dicho verdad”. 18
La mujer dijo:

“Señor, veo que Tú eres Profeta. Nuestros padres adoraron a Dios en este monte, y vosotros
decís que en Jerusalén está el lugar donde hay que adorarle”.
Le contesté:
“Créeme, mujer, que viene la hora en que ni a ese monte ni a Jerusalén estará
vinculada la adoración al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros
adoramos lo que conocemos, porque la salud viene de los judíos. Pero llega la hora, y
es ésta, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque el Padre tales quiere que sean los que le adoren. Espíritu es Dios; y los que le
adoran, en espíritu y en verdad le deben adorar”. 19
Y finalmente, la mujer me dijo:
“Sé que ha de venir el Mesías, el que se llama Cristo; cuando el venga, nos manifestará
todas las cosas”.
Y por último, le dije:

18
Dios no da ninguna alma por perdida.
19
Dios es Espíritu del que se nace de nuevo. Así lo dice Cristo a Nicodemo. El Espíritu no se ve pero se puede
percibir como se percibe el viento que se siente y no se ve. No puedo negar su existencia porque no lo
contemplen mis ojos y no lo palpen mis manos, como no puedo negar la brisa que me susurra al oído al mover
las hojas de los árboles
Página 37
“Soy Yo, el mismo que habla contigo”. 20
En esto vinieron mis discípulos, y se maravillaron de que hablara con una mujer; nadie
empero, me dijo: “¿Qué preguntas?” o “¿Qué hablas con ella?”. Dejó, pues, su cántaro la
mujer y se marchó presurosa a la ciudad diciendo a los hombres:
“¡Venid a ver a un hombre que me dijo todas las cosas que hice! ¿Acaso es este el Mesías?”
Salieron de la ciudad y venían a mí. Entre tanto mis discípulos me rogaban:
“Rabí, come”.
Mas Yo les dije:
“Yo tengo para comer un manjar que vosotros no sabéis”.
Decíanse, pues, mis discípulos unos a otros:
“¿Acaso alguien le trajo de comer?”
Pero Yo les dije:
“Mi manjar es hacer la Voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra. ¿No decís
vosotros: “Cuatro meses aún, y llega la siega?” Mirad, os digo, alzad vuestros ojos y
contemplad los campos, que ya están blancos para la siega. El segador cobra su
jornal y recoge fruto para la vida eterna, para que el sembrador y el segador se gocen
juntamente. Porque en esto resulta verdadero aquel proverbio: “Uno es el que siembra
y otro el que siega”. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no habéis labrado;
otros labraron y vosotros habéis entrado en su labor”.
De aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en mí por la palabra de la mujer,
que atestiguaba:
“Me dijo todas las cosas que hice”.
Así, pues, como llegaran a mí los samaritanos, me rogaban que me quedase con ellos, y
accediendo me quedé allí dos días. Y muchos más creyeron por mi palabra, y decían a la
mujer:
“Ya no creemos por tu dicho, pues por nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es
verdaderamente el Salvador del mundo”.

20
“Yo soy el Mesías”, el Hijo de Dios tanto tiempo esperado por el pueblo de Israel, un pueblo que lo sigue
esperando hasta el final de los tiempos porque todavía no lo han reconocido.
Página 38
3.05 Comienzo la predicación en Galilea. (Jn 4,43-54;Mt 4,13-17;Mc 1,14-15;Lc 4,14-15)
Pasados los dos días, salí de allí para Galilea porque un profeta no tiene estima en su propia
patria. Y cuando llegamos a Galilea me hicieron buena acogida los galileos porque habían
visto lo que hice en Jerusalén durante la fiesta. Llegué, pues, a Caná de Galilea, donde
convertí el agua en vino. Había allí un funcionario real, cuyo hijo estaba enfermo en
Cafarnaúm. Este oyendo que Yo llegaba de Judea a Galilea, vino a mí y me rogaba que
bajase y sanase a su hijo porque estaba para morir. Le dije:
“Si no viereis señales y prodigios, no queréis creer”.
El funcionario me pedía:
“¡Señor, baja antes que muera mi hijo!”
Y por fin le dije:
“Anda, tu hijo vive”. 21
Creyó el hombre en mi palabra y se marchó. Y cuando él ya bajaba, le encontraron sus
criados, que le manifestaron que su hijo vivía. Informose, pues, de ellos sobre la hora en que
había sentido la mejoría. Dijéronle:
“Ayer a las siete le dejó la calentura”.
Conoció, pues, el padre que aquella fue la hora en que le dije: “Tu hijo vive”. Y creyó él y
toda su familia.
Este segundo milagro lo realicé a la vuelta de Judea a Galilea. Pasado un tiempo dejé
Nazaret y me fui a habitar a Cafarnaúm la marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí,
para que se cumpliese lo anunciado por el profeta Isaías cuando dice:
“Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar allende el Jordán, Galilea de los
gentiles: el pueblo sentado en tinieblas vio una gran luz, y a los sentados en región de
muerte y sombra amanecióles una luz”.
Desde entonces comencé a predicar el Evangelio de mi Padre Dios y les decía:
“¡Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de los Cielos: arrepentíos y creed en
el Evangelio!”
Mi Nombre se reconoció en toda la comarca y les enseñaba en sus sinagogas y era
glorificado por todos.

21
Este milagro, como otros que veremos más adelante, lo hace Jesús sin ver a quien curaba, a distancia, en el
acto, al dictado de su Voluntad.
Página 39
3.06 Vocación de mis primeros discípulos.(Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11)
Cierto día, caminando por la ribera del mar de Galilea vi a los hermanos Simón-Pedro y
Andrés que echaban la red en el mar, pues eran pescadores. Más adelante vi a otros dos
hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la nave con su padre
recomponiendo sus redes.
Comencé a hablar a la muchedumbre estando de pie junto al lago. Como se agolparan sobre
mí, vi dos barcas juntas al lago, los pescadores que habían bajado de ellas estaban lavando
las redes y subí a una de ellas, que precisamente era la de Simón-Pedro y le rogué que
bogase un poco apartándose de la playa y así sentado en la barca de Simón enseñaba a la
muchedumbre. Y cuando cesé de hablar, le dije a Simón:
“Boga mar adentro, y soltad vuestras redes para la pesca”.
Respondió Simón:
“Maestro, con haber estado bregando toda la noche, nada cogimos; pero sobre tu palabra
soltaré las redes”.
Y como esto hicieron, prendieron gran cantidad de peces, y se rompían sus redes. Hicieron
señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniendo le ayudasen. Y

Página 40
vinieron y llenaron ambas barcas, tanto que se hundían. Viendo esto Simón-Pedro, postróse
a mis pies diciendo:
“¡Retírate de mí, porque soy un hombre pecador, Señor!” 22
El espanto les invadió a todos con motivo de esta redada de peces, incluso a Santiago y a
Juan, que formaban sociedad con Simón.
Yo le dije a Simón:
“No temas; desde hoy más serán hombres los que pescarás”.
Dirigiéndome a los demás les dije:

“Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”.


Sacaron las barcas a tierra, lo abandonaron todo y me siguieron. Santiago y Juan, a los que
también llamé, dejando a su propio padre Zebedeo en la nave con los jornaleros, se vinieron
tras de mí.

22
Jesús se gana el alma de Pedro, justamente en el ejercicio de su profesión. El milagro sorprende al pescador,
le desnuda el alma, se descubre indigno de la amistad de este Hombre, se arrodilla ante su impresionante figura y
le rinde el corazón con unas palabras que ya me gustaría a mí, querida lectora o lector, asumirlas con el mismo
espíritu que las pronunció Pedro.
Página 41
3.07 Predicación y milagros en la Galilea.( Mc 1, 21-39; Lc 4, 31-44; Mt 8, 14-17; Mt 4,23)
Entramos en Cafarnaúm y llegado el sábado enseñaba en la sinagoga. Se asombraban de
mi enseñanza, porque les hablaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. De
pronto un hombre poseído de un espíritu inmundo se puso a gritar diciendo:
“¡Ah! ¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Viniste a perdernos? Te
conozco quien eres, el Santo de Dios!”
Le ordené resueltamente:
“Enmudece y sal de él”.
Y sacudiéndole violentamente y dando alaridos, salió de él el espíritu inmundo. Quedaron
todos pasmados de suerte que se preguntaban unos a otros, diciendo:
“¡¿Qué es esto?! ¡¿Qué palabra es ésta?! Porque con autoridad y poder manda a los
espíritus inmundos y le obedecen y salen”.
Se extendió rápidamente mi Nombre por toda la comarca de Galilea. Saliendo de la
sinagoga vinimos a casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan.

Página 42
La suegra de Simón yacía en cama con una gran fiebre y me rogaron por ella. Vine a ella,
mandé resueltamente a la fiebre y ésta la dejó; ella, levantándose al instante, nos servía. Ya
tarde cuando se puso el sol, todos cuantos tenían enfermos de diferentes dolencias los
trajeron a mí. Y toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. Puse las manos sobre cada uno
de ellos y los curé de las diversas enfermedades de que estaban aquejados, dándose así
cumplimiento a lo anunciado por el profeta Isaías, cuando dice:
“Él tomó nuestras flaquezas y llevó nuestras enfermedades”.
Me presentaron también muchos endemoniados y lancé los espíritus con mi palabra. Al salir
estos espíritus, que eran demonios, gritando decían:
“¡Tú eres el Hijo de Dios!”
Yo les increpaba y no les permitía decir que sabían que Yo era el Mesías. Al amanecer, muy
oscuro todavía, levantándome, salí y me fui a un lugar solitario para hacer oración. Vino en
mi busca Simón y los demás y hallándome dijeron:

“Todos andan buscándote”.


Mas Yo les dije:
“Vamos a otra parte, a las poblaciones inmediatas, para que también allí pueda Yo
predicar; que para esto salí”.
La muchedumbre me buscaba y al encontrarme querían retenerme, pero les dije:
“También a otras ciudades tengo que anunciar el Evangelio del Reino de Dios, pues a
esto fui enviado”. 23
Recorrí la Galilea enseñándoles en sus sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y
curando toda enfermedad y dolencia y lanzando los demonios.

23
Amiga, amigo, este anuncio del Evangelio, hace ya 2.000 años, es el mismo anuncio que ahora estás leyendo.
Página 43
3.08 El leproso. (Mt 8, 1-4; Mc 1, 40-45; Lc 5, 12-16)
Y en una cierta ciudad, se me presentó de improviso un hombre todo lleno de lepra y al
verme, doblando las rodillas y cayendo sobre su rostro, me adoró y me rogaba diciendo:
“Señor, si quieres me puedes limpiar”. 24
Sentí una profunda compasión y extendiendo mi mano le toqué diciendo:
“Quiero, sé limpio”.
Al instante desapareció de él la lepra y quedó limpio y tomando con él un tono severo le
despedí diciendo:
“Mira, no digas nada a nadie, sino anda, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu
purificación lo que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Mas él, en saliendo, comenzó a proclamar bien alto y divulgar el hecho, hasta el punto de
que no pude entrar manifiestamente en ciudad alguna. La fama de mi Nombre se extendió
cada vez más y concurrían grandes muchedumbres para oír mi palabra y ser curados de sus
enfermedades. Yo me retiraba a sitios solitarios para orar.

24
Si tú y yo tuviéramos esta Fe haríamos de la vida oración y de la oración vida.
Página 44
3.09 El paralítico de Cafarnaúm. (Mt 9, 1-8; Mc 2, 1-12; Lc 5, 17-26)
Al cabo de días volvimos a Cafarnaúm y habiendo corrido la noticia de que estaba en casa,
se aglomeraron muchos, hasta el punto de que ya no se cabía ni siquiera a la puerta. Yo les
enseñaba mi palabra y delante de mí, sentados se hallaban unos fariseos y doctores de la
Ley que habían venido de todas las aldeas de Galilea, incluso de Judea y de Jerusalén. De
improviso, he aquí que unos hombres, llevando sobre una camilla un paralítico, buscaban
manera de introducirle y ponerle delante de mí. Pero no hallando sitio a causa de la
muchedumbre, subieron a la terraza y por entre las tejas lo descolgaron junto con su camilla
hasta ponerle en medio delante de mí. Viendo la fe que tenían, dije al paralítico:

Página 45
“Buen ánimo, hijo; perdonados te son tus pecados”.
Comenzaron a cavilar los escribas y los fariseos, pensando en sus corazones y diciendo:
“¿Quién es Este, que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?”
Y al punto conociendo en mi Espíritu que así pensaban en su interior les dije:
“¿Qué andáis pensando en vuestros corazones? ¿Qué es más hacedero, decir al
paralítico: “Perdonados son tus pecados”, o decir: “Levanta, toma a cuestas tu
camilla, y anda?” Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad de
perdonar pecados sobre la tierra….Yo te lo digo: levanta, toma a cuestas tu camilla y
marcha a tu casa”. 25
Y al instante, habiéndose levantado a vista de ellos, tomando a cuestas su camilla se
marchó a su casa glorificando a Dios. De todos se apoderó el estupor y glorificaban a Dios
que había dado tan grande potestad a los hombres, y llenos de temor decían:
“¡Hoy hemos visto cosas increíbles!”

25
El paralítico era un hombre con el alma manchada por un pasado que quizás le atormentara. “Buen ánimo,
hijo…”, estas son las consoladoras palabras que oye de Jesús y en virtud de la fe de unos amigos y quizás
también de su propia fe, se dispone a ser sanado en el alma y en el cuerpo. “¿Quién puede perdonar
pecados sino solo Dios?” Esta pregunta quedó contestada con la evidencia incuestionable de un milagro que
maravilló a los presentes. ¿Qué otros argumentos necesitamos tú y yo para creer en el Hijo de Dios?
Página 46
3.10 La vocación de Mateo.(Mt 9, 9-17; Mc 2, 13-22; Lc 5, 27-39)
Tras esto salimos otra vez a la ribera del mar; y toda la muchedumbre venía a mí y les
enseñaba. Pasando vi a Leví el de Alfeo sentado en su despacho de aduanas y le dije:
“Sígueme”. 26
Y abandonándolo todo, levantóse y me seguía. Leví hizo un gran convite en su casa y
muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa conmigo y mis discípulos. Murmuraban
los fariseos y sus escribas al verme comer con pecadores y decían a mis discípulos:
26
Dios llama con el imperio de su Voluntad, y a quien llama, sea quien sea, lo predispone a obedecer, con
soberana libertad, en el acto.

Página 47
“¿Cómo es que coméis y bebéis con los pecadores y publicanos?”
Habiéndoles oído, les dije:
“No tienen necesidad de médico los sanos y robustos, sino los que se hallan mal.
Andad y aprended qué quiere decir: “Misericordia quiero, que no sacrificio”. Que no
he venido a llamar justos, sino pecadores a penitencia”. 27
Vinieron también los discípulos de Juan que estando con los fariseos ayunando me dijeron:
“¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos frecuentemente y, en cambio, tus discípulos no
ayunan?”
Les dije:
“¿Acaso pueden ayunar y afligirse los hijos de la sala nupcial en tanto que está con
ellos el esposo? Cuanto tiempo tienen el esposo consigo, no pueden ayunar. Vendrán
días cuando les sea arrebatado el esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie
echa un remiendo de paño tieso sobre un vestido viejo, porque quita su entereza al
vestido y se hace un desgarrón peor. Ni nadie echa sobre un vestido viejo un
remiendo cortándolo de un vestido nuevo; de lo contrario, fuera de que se rasga el
nuevo, tampoco con el viejo cuadra el remiendo tomado del nuevo. Y nadie echa vino
nuevo en odres viejos; de lo contrario, romperá el vino nuevo los odres y se
derramará y los odres se echarán a perder; si no que el vino nuevo en odres nuevos
se ha de echar. Y nadie después de beber añejo le quiere nuevo; porque dice: “Bueno
es el añejo”.

27
Cristo no ha venido para los justos sino para los pecadores que quieran convertir su vida, volver a empezar.
Entre nosotros….¿Quién es justo?
Página 48
CAPÍTULO IV-AÑO 2º DE PREDICACIÓN PÚBLICA

4.01 El paralítico de la piscina.(Jn 5, 1-18)


Corría el año 781-782 de Roma y se celebraba la fiesta de los judíos y subí a Jerusalén.
Había en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, un estanque, por sobrenombre en
hebreo Bethesda, que tenía cinco pórticos. En éstos yacía gran muchedumbre de enfermos,
ciegos, cojos, impedidos, que aguardaban la agitación del agua. Porque, de tiempo en
tiempo, un ángel bajaba al estanque y removía el agua. El primero, pues, que después de la
agitación del agua entrase en ella, quedaba sano de cualquier enfermedad que le aquejase.
Estaba allí un hombre que llevaba treinta y ocho años en su enfermedad y como le viese
tendido en el suelo y conociese que llevaba ya mucho tiempo le dije:

Página 49
“¿Quieres ponerte sano?”
Me contestó:
“Señor, no tengo un hombre que, cuando se remueva el agua, me eche en el estanque, y en
tiempo que yo llego, otro baja antes que yo”.
Le dije:
“Levántate, toma tu camilla y anda”.
Quedó sano al instante y tomando su camilla andaba. Era sábado aquel día y encontrándose
con unos fariseos le dijeron:
“Es sábado y no te es permitido llevar la camilla”.
Él les respondió:
“El que me sanó me dijo: “Toma tu camilla y anda”.
Le preguntaron:
“¿Quién es el hombre que te dijo: “Toma tu camilla y anda?” 28
No pudo contestarles porque tras curarle me retiré sin ser notado, gracias a la muchedumbre
de gente que había en aquel sitio. Pero después lo hallé en el Templo y le dije:
“Mira, has sido curado; no peques ya más, no sea que te suceda algo peor”.
Se fue aquel hombre y manifestó a los fariseos que Yo le había sanado. Y esto fue causa de
que me persiguieran, ¡porque tales cosas hacía en sábado! Encontrándome con ellos les
dije:
(Ir al apartado siguiente)

28
Esta pregunta descubre el corazón de los fariseos de aquél tiempo. No es posible más mezquindad en el
alma de un hombre que pregunta por quien le autorizó a llevar la camilla en lugar de por quien le sanó. La
casuística de los judíos relevantes del pueblo de Israel es inmisericorde. ¿Quién puede entender un corazón
tan duro?
Página 50
29
4.02 Manifestación apologética de mi Persona. (Jn 5, 19-47)
“Mi Padre sigue hasta el presente obrando, y Yo también obro”.
Por esto, pues, más aún pretendían matarme, porque no solo violaba el sábado, sino porque
les dije que Dios Padre, Padre mío era, haciéndome igual a El. Y continué diciéndoles:
“En verdad, en verdad os digo, no puede el Hijo hacer nada de sí mismo si no lo viere
hacer al Padre. Porque cuanto Aquel hace, esto igualmente hace también el Hijo.
Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todo cuanto el hace, y le mostrará mayores
obras que estas, para que vosotros os maravilléis. Porque como el Padre resucita a
los muertos y los vivifica, así también el Hijo a los que quiere vivifica. A la verdad, el
Padre no juzga a nadie, sino que todo el juicio lo ha entregado al Hijo, a fin de que
todos honren al Hijo, lo mismo que honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra
al Padre, que le envió. En verdad, en verdad os digo, el que escucha mi palabra y cree
al que me envió, tiene vida eterna y no incurre en sentencia de condenación, sino que
ha pasado de la muerte a la vida. En verdad en verdad os digo, que llega la hora, y es
ésta, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán.
Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en sí
mismo; y le dio poder de ejercer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre. No os
maravilléis de esto, pues llega la hora en que todos los que están en los sepulcros
oirán su voz, y saldrán los que hubieren obrado el bien para resurrección de vida; los
que hubieren obrado el mal, para resurrección de condenación. No puedo Yo hacer
por mí mismo nada; según lo que oigo doy sentencia, y mi sentencia es justa, porque
no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Si soy Yo quien da
testimonio de mí, mi testimonio no es verídico; Otro es el que da testimonio de mí, y
sé que es verídico el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis una delegación a
Juan, y él dio testimonio a favor de la verdad; no que sea un hombre de quien Yo
recibo testimonio, mas digo esto para que vosotros seáis salvos. El era la antorcha
que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis por un instante regocijaros en su luz. El
testimonio que Yo tengo, mayor es que el de Juan; porque las obras que el Padre me
dio llevar a cabo, estas mismas obras que hago, testifican acerca de mí que el Padre
me ha enviado. Y el Padre, que me envió, el ha dado testimonio acerca de mí. Ni su
voz habéis oído jamás ni visto su aspecto, y su palabra no la tenéis permanente en
vosotros, porque a quien el envió, a este vosotros no creéis. Escudriñad las
Escrituras, ya que creéis vosotros poseer en ellas la vida eterna; ahora, bien, ellas son
las que dan testimonio de mí. ¡Y no queréis venir a mí para tener vida! Gloria de los
hombres no la recibo; pero os conozco, y sé que no tenéis en vosotros el amor de
Dios. Yo he venido en Nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su
propio nombre, a él recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, recibiendo como recibís
gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria del único Dios? No penséis que os
voy a acusar delante de mi Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien vosotros
tenéis puesta la confianza. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, ya que de
mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?”

29
Amiga lectora o lector, ¿Qué te voy a explicar que tú no hayas entendido? Es el mismo Hijo de Dios quien
está interpelando a tu conciencia y razón. ¿Se entiende lo que está escrito para ti?
Página 51
4.03 Segunda misión en Galilea. (Mt 12, 1-8; Mc 2, 23-28; Lc 6, 1-5)
Terminó la Pascua y volví a Galilea y cierto día de sábado paseaba con mis discípulos por
unos sembrados, y como tuvieran hambre comenzaron a arrancar espigas y frotándolas con
las manos las comían. Los fariseos me dijeron:
“Mira, ¿cómo hacen en sábado lo que no está permitido?”
Así mismo decían a mis discípulos:
“¿Por qué hacéis lo que no está permitido en sábado?”
Dirigiéndome a ellos les dije:
“¿Nunca leísteis qué hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre y los que con
él estaban, cómo entró en la Casa de Dios en tiempo de Abiatar, sumo sacerdote, y
comió los panes de la proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los
dio además a los que con él estaban? ¿O no leísteis en la Ley que en día de sábado
los sacerdotes en el Templo violan el sábado y son inculpables? Pues Yo os digo que
hay aquí algo mayor que el Templo. Y si hubierais entendido qué quiere decir:
“Misericordia quiero que no sacrificio”, no habríais condenado a esos hombres sin
culpa. El sábado por el hombre fue instituido, y no el hombre por el sábado. Así que
Señor es el Hijo del hombre también del sábado”. 30

30
“Misericordia quiero que no sacrificio”. Esta frase, de Os 6,6, solo se contempla dos veces, en el
Evangelio de San Mateo. Dios bajó del cielo a reclamar a los hombres misericordia para con sus hermanos.
Dios, antes que sacrificios, quiere amor operando en el ordinario vivir de cada día, sin espectáculo,
calladamente, desde dentro.
Página 52
4.04 Sano a un hombre que tenía una mano paralizada. (Mt 12,9-14; Mc 3,1-6; Lc 6,6-11)
Otro sábado entré en una sinagoga para enseñar. Había un hombre allí que su mano
derecha estaba rígida. Observaban atentamente los escribas y fariseos si en sábado curaría
a ese hombre, para hallar de qué acusarme e incluso me preguntaron:
“¿Es lícito curar en sábado?”
Yo conocía sus pensamientos y dirigiéndome al hombre que tenía rígida la mano le dije:
“Levántate y ponte de pie en medio”.
Levantóse el hombre y quedó de pie en medio y mirando a los fariseos les dije:
“Os pregunto si es permitido en sábado hacer bien o hacer mal, salvar un alma o
perderla”.
Ellos callaban y les dije:
“¿Qué hombre habrá entre vosotros que tenga una oveja, y si esta en día de sábado
cayere en una hoya, por ventura no la cogerá y la levantará? Pues ¡qué diferencia no
habrá entre un hombre y una oveja! Así que es permitido en día de sábado hacer
bien”.
En silencio les miré con indignación entristecido por el encallecimiento de su corazón, y dije
al hombre:
“Extiende tu mano”.
Y la extendió y quedó restablecida, sana como la otra. Los escribas y fariseos se llenaron de
insensatez y unos y otros deliberaban sobre qué iban a hacer conmigo.

Página 53
4.05 Junto al lago de Genesaret. Numerosas curaciones. (Mt 4, 24-25; Mt 12, 15-21; Mc
3, 7-12; Lc 6, 17-19)
Enterado de sus pretensiones me retiré de allí en compañía de mis discípulos hacia el mar.
Me seguía gran muchedumbre, gente de Galilea, de Judea, de Jerusalén, de Indumea, de
allende el Jordán, de los contornos de Tiro y Sidón porque oían decir cuanto Yo hacía,
extendiéndose mi Nombre por toda la Siria. Llegando a la orilla dije a mis discípulos que
estuviese preparada una barca porque la gente me atropellaba para tocarme cuantos
padecían enfermedad. A todos los que se hallaban mal, aquejados de enfermedades y
dolores, endemoniados, lunáticos y paralíticos…, a todos curé. Y los espíritus inmundos en
viéndome caían a mis pies gritando:
31
“¡¡Tú eres el Hijo de Dios!!”
Yo les mandaba severamente que no me diesen a conocer. Se cumplía lo anunciado por el
profeta Isaías, cuando dice:
“He aquí mi Siervo, a quien escogí, mi Amado, en quien se agradó mi alma; 32 pondré mi
Espíritu sobre El, y proclamará justicia a las naciones. No porfiará ni dará voces, ni oirá
alguno en la plaza su voz. La caña cascada no la quebrará, y la mecha humeante no la
apagará, hasta que haga triunfar la justicia; y en su Nombre esperarán las naciones”.

31
Así vociferaban los que venidos de otro mundo, de un mundo infernal y tenebroso, se volvían a él con
satánica rabia. Le conocían tanto como le odiaban, seres que todavía viven, que viven en eterna
desesperación. ¡Si el hombre quisiera creer y entender!
32
Jesús es el Amado en quien se agrada el "alma" de Dios, en quien se agrada el alma del hombre que le
conoce.
Página 54
4.06 Elección de los Doce Apóstoles. (Mt 5,1;Mt 10,1-4;Mc 3,13-19;Lc 6,12-16)
Días después separándome de la muchedumbre, subí a la montaña para orar y trasnochaba
en oración a mi Padre. Y cuando se hizo de día, llamé a los discípulos para que vinieran a
solas conmigo. Escogí entre ellos a Doce a quienes di el nombre de Apóstoles y los destiné
para que anduviesen conmigo y para enviarles a predicar. Les di potestad para lanzar
espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y dolencia. Los nombres de los Doce
Apóstoles son éstos:

Página 55
Primero Simón, a quien impuse el nombre de Pedro, y Andrés su hermano, Santiago el hijo
de Zebedeo y Juan su hermano, a quienes impuse los nombres de “Boanerges”, que quiere
decir “Hijos del trueno”; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el recaudador; Santiago el
hijo de Alfeo, Judas Tadeo el hermano de Santiago, Simón apellidado Zelotes y Judas
Iscariote, el que me traicionó. 33

33
¿Por qué lo eligió si sabía que le iba a entregar? ¿Por qué eligió a quien cometería el mayor pecado del
hombre? Porque la libertad es el supremo atributo del ser humano en virtud del cual somos semejantes al
mismo Dios que nos creó para que, cumpliendo su Voluntad, le amemos con nuestro soberano y libre albedrío.
Página 56
4.07 El Sermón de la Montaña. (Mt 5, 1-48; Mt 6, 1-34; Mt 7, 1-29; Lc 6, 17-49)
Bajé con ellos y me detuve en un paraje llano y allí una gran muchedumbre me esperaba
para oírme y ser curados de sus enfermedades. Me senté y rodeado de mis discípulos les
enseñaba diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que están afligidos, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que hacen obra de paz, porque ellos serán llamados hijos de
Dios.
Bienaventurados los perseguidos por razón de la justicia, porque de ellos es el Reino
de los cielos.
Bienaventurados sois cuando os ultrajaren y persiguieren y dijeren todo mal contra
vosotros por mi causa; gozad y alborozaos, pues vuestra recompensa es grande en
los cielos. Que así persiguieron a los profetas que os precedieron.
Mas ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestra consolación!
¡Ay de vosotros los que estáis hartos ahora, porque tendréis duelo y lloraréis!
¡Ay de vosotros cuando os den parabién los hombres, porque así fue como sus
padres hacían con los falsos profetas!
Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se volviere sosa, ¿con qué se la salará?
Para nada vale ya sino para ser tirada fuera y ser hollada de los hombres.
Página 57
Vosotros sois la luz del mundo. No puede esconderse una ciudad puesta sobre la
cima de un monte. Ni encienden una lámpara y la colocan debajo del celemín, sino
encima del candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Que alumbre así
vuestra luz delante de los hombres, de suerte que vean vuestras obras buenas y den
gloria a vuestro Padre, que está en los cielos.
No penséis que vine a destruir la Ley o los Profetas: no vine a destruir, sino a dar
cumplimiento. Porque en verdad os digo: antes pasarán el cielo y la tierra que pase
una sola letra o tilde de la Ley sin que todo se verifique. Por tanto, quien quebrantare
uno de éstos mandamientos más pequeños y así enseñare a los hombres, será
considerado el más pequeño en el Reino de los cielos; mas quien obrare y enseñare,
éste será considerado grande en el Reino de los cielos. Porque os certifico que si
vuestra justicia no sobrepuja a la de los escribas y fariseos, no esperéis entrar en el
Reino de los cielos.
Oísteis que se dijo a los antiguos:

“No matarás; y quien matare, será sometido al juicio del tribunal”. Mas Yo os digo que
todo el que se encolerizare con su hermano, será reo delante del tribunal; y quien
dijere a su hermano “raca”, 34 será reo delante del Sanhedrín; y quien le dijere
“insensato”, será reo de la gehena del fuego. Si, pues, estando tú presentando tu
ofrenda junto al altar, te acordares allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí
tu ofrenda delante del altar, y vete primero a reconciliar con tu hermano, y vuelve
luego a presentar tu ofrenda. Sé condescendiente al concertarte con tu contrincante,
presto, mientras vas con él en el camino, no sea caso que el contrincante te entregue
al juez, y el juez al alguacil, y te echen en la cárcel; en verdad te aseguro que no
saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Oísteis que se dijo:

34
Palabra hebrea que expresa profundo desprecio por el semejante.

Página 58
“No cometerás adulterio”. Mas Yo os digo que todo el que mira a una mujer para
codiciarla, ya en su corazón cometió adulterio con ella. Que si tu ojo derecho te es
ocasión de tropiezo, arráncalo y échalo lejos de ti, porque más te conviene que
perezca uno solo de tus miembros, y que no sea echado todo tu cuerpo en la gehena.
Y si tu mano derecha te sirve de tropiezo, córtala y échala lejos de ti, porque más te
conviene que perezca uno solo de tus miembros, y que no se vaya todo tu cuerpo a la
gehena.
Se dijo también: “El que despidiere a su mujer, déle líbelo de repudio”. Mas Yo os digo
que todo el que despidiere a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace cometer
adulterio; y quien se case con una repudiada, comete adulterio.
Asimismo oísteis que se dijo a los antiguos:

“No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos”. Mas Yo os digo que no
juréis en absoluto: ni por el cielo, pues es trono de Dios; ni por la tierra, pues es
escabel de sus pies; ni por Jerusalén, pues es ciudad del “Gran Rey”; ni jures
tampoco por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Sino
sea vuestro lenguaje: “Sí” por sí, “No” por no; y lo que de esto pasa proviene del
Malvado.
Oísteis que se dijo:

Página 59
“Ojo por ojo y diente por diente”. Mas Yo os digo que no hagáis frente al malvado;
antes si uno te abofetea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiere
ponerte pleito y quitarte la túnica, entrégale también el manto; y si uno te forzare a
caminar una milla, anda con él dos; y a quien te pidiere, da; y a quien quisiere tomarte
dinero prestado, no le esquives. Y a quien tome lo tuyo no se lo reclames.
Oísteis que se dijo:

“Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Mas Yo os digo a vosotros los que


me escucháis: amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os persiguen y calumnian y
maltratan: para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, porque Él
hace salir su sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. Y como
queréis que hagan con vosotros los hombres, también vosotros haced con ellos de
igual manera. 35 Porque si amareis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis?
35
Esto habría que volverlo a leer. Necesitamos reflexionar, por lo menos querer querer entender a Jesucristo que
tanto pide a quien tan poco puede dar. ¿Amar a los enemigos? ¿Bendecir a los que nos maldicen? Señor mío y
Dios mío….. ¿cómo?

Página 60
¿Acaso no hacen eso mismo también los publicanos y pecadores? Y si saludareis a
vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿Acaso no hacen eso mismo
también los gentiles? Y si hiciereis bien a los que os hacen bien, ¿qué gracia
hallareis? También los pecadores hacen eso mismo. Y si diereis prestado a aquellos
de quienes esperáis cobrar, ¿qué gracia hallareis? También pecadores a pecadores
dan prestado, con intención de recobrarlo al igual. Antes bien, amad a vuestros
enemigos, y haced bien y dad prestado, sin esperar retorno; y será grande vuestra
recompensa, y seréis hijos del Altísimo, pues Él es bueno con los ingratos y
perversos. Sed misericordiosos, como vuestro Padre es Misericordioso. Sed, pues,
vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
Mirad no obréis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos; de
lo contrario no tenéis derecho a la paga cerca de vuestro Padre, que está en los
cielos. Por eso, cuando hicieres limosna, no mandes tocar la trompeta delante de ti,
como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para ser honrados de
los hombres: en verdad os digo, firman el recibo de su paga. Mas cuando tú hagas
limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede
en secreto, y tu Padre, que mira a lo secreto, te dará la paga.
Y cuando oréis, no seréis como los hipócritas, porque son amigos de hacer la oración
puestos de plantón en las sinagogas y en los cantones de las plazas, para exhibirse
delante de los hombres; en verdad os digo, firman el recibo de su paga.

Mas tú cuando ores, entra en tu habitación y, echada la llave a tu puerta, haz la


oración a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que mira a lo secreto, te dará la
paga. Y al orar no charléis neciamente como los gentiles, pues se imaginan que con
su mucha palabrería serán escuchados. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, que
bien sabe vuestro Padre de qué tenéis necesidad antes de que se lo pidáis.
Vosotros, pues, habéis de orar así:

Página 61
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea el tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el
cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, y perdónanos nuestras
ofensas, como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden; y
no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del Malvado.
Porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros
vuestro Padre celestial: mas si no perdonareis a los hombres sus ofensas tampoco
vuestro Padre os perdonará las vuestras.
Y cuando ayunéis, no os pongáis ceñudos como los hipócritas, pues desfiguran sus
rostros para figurar ante los hombres como ayunadores. En verdad os digo, firman el
recibo de su paga. Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu cara, para que no
parezcas a los hombres como quien ayuna, sino a tu Padre, que está en lo escondido;
y tu Padre que mira a lo escondido, te dará la paga.
No atesoréis tesoros sobre la tierra, donde la polilla y el orín los hacen desaparecer y
donde los ladrones perforan las paredes y roban; atesoraos más bien tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni el orín los hacen desaparecer y donde los ladrones no
perforan las paredes y roban. Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu
corazón.

Página 62
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si, pues, tu ojo estuviere bueno, todo tu cuerpo estará
iluminado; mas si tu ojo estuviere malo, todo tu cuerpo estará entenebrecido. Si, pues,
la luz que hay en ti es oscuridad, ¿la oscuridad cuánta será?
Nadie puede ser esclavo de dos señores, porque bien aborrecerá al uno y tendrá amor
al otro, o bien se adherirá al primero y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al
dinero. 36
Por esto os digo: no os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis o qué beberéis, ni
por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis.

36
¿Se entiende bien, amiga lectora, amigo lector?

Página 63
¿Por ventura la vida no vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Poned los ojos en las aves del cielo, que ni siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Acaso vosotros no valéis más que
ellas? Y ¿quién de vosotros a fuerza de afanes puede añadir un solo codo a la
duración de su vida? Y por el vestido, ¿a qué acongojaros?

Considerad los lirios del campo cómo crecen: no se fatigan ni hilan; y Yo os aseguro
que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Y si la hierba del
campo, que hoy parece y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿por ventura no
Página 64
mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os acongojéis, pues, diciendo: ¿qué
comeremos?, o ¿qué beberemos?, o ¿con qué nos vestiremos? Pues tras todas esas
cosas andan solícitos los gentiles. Que bien sabe vuestro Padre celestial que tenéis
necesidad de todas ellas. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y esas cosas
todas se os darán por añadidura. No os preocupéis, pues, por el día de mañana; que el
día de mañana se preocupará de sí mismo: bástele a cada día su propia malicia. 37
No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados: pues con el
juicio con que juzgáis seréis juzgados. Absolved, y seréis absueltos; dad y se os dará:
medida buena, apretada, remecida, desbordante será la que os den en vuestro seno;
porque la medida que empleareis con los demás, esa misma recíprocamente se
empleará para con vosotros. ¿Por ventura puede un ciego guiar a un ciego? ¿No
caerán acaso entrambos en la hoya?

No hay discípulo sobre el maestro, mas una vez cumplidamente formado, cualquiera
será como su maestro. ¿Y a qué miras la brizna que está en el ojo de tu hermano, y no
adviertes la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano:
“Hermano, deja que te saque la brizna que está en tu ojo”, no viendo tú mismo la viga
que está en tu ojo? Farsante, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás
claro para sacar la brizna que está en el ojo de tu hermano.
No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea
que las pateen con sus pies y revolviendo contra vosotros os hagan trizas.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá: porque todo el que
pide, recibe: y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. O ¿quién habrá entre
vosotros a quien su hijo pidiere pan…? ¿por ventura le dará una piedra?; o también le
pidiere un pescado, ¿por ventura le dará una serpiente? O si le pide un huevo, ¿por
ventura le dará un escorpión? Si, pues, vosotros con ser malos, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará bienes a los que se
lo pidieren …dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?

37
El cumplimiento del deber de cada día, el abandono en las manos del Padre que me ha creado, de un Padre
Bueno que vela por mí, éste si que es camino de santidad, ejerciendo el ordinario vivir de nuestra vida en Paz.

Página 65
Así, pues, todo cuanto quisiereis que hagan los hombres con vosotros hacedlo con
ellos. 38 Porque ésta es la Ley y los Profetas.
¡Entrad por la puerta angosta! ¡Cuán ancha es la puerta y espaciosa la senda que lleva
a la perdición! ¡Y son muchos los que entran por ella! ¡Cuán angosta es la puerta y
estrecha la senda que lleva a la vida! ¡Y son tan pocos los que dan con ella!
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestiduras de ovejas; mas
por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconoceréis.

¿Por ventura se cosechan uvas de los espinos o higos de los abrojos? Es así que
todo árbol bueno produce frutos buenos, mas todo árbol ruín produce frutos malos.
No puede el árbol bueno producir frutos malos, ni el árbol ruín producir frutos buenos.
Todo árbol que no produce fruto bueno es cortado y arrojado al fuego. Así que por
sus frutos los conoceréis. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo
bueno; y el malo, del malo saca lo malo; porque de la plenitud rebosante del corazón
habla la boca. 39

38
Esta es la llave que abre el Paraíso. Tengo que querer para todos lo que quiero para mí. Yo vendré a ser
amado según la medida de mi amor por los demás. Necesito comunicarme, no puedo ejercer la vida y el amor
en soledad.
39
A poco que escuches a tu prójimo conocerás con quien tratas. ¡Qué poco tiempo se necesita para conocer al
hombre!
Página 66
¿A qué viene llamarme: “¡Señor, Señor!”, si no hacéis lo que Yo digo? No todo el que
me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos; mas el que hace la Voluntad
de mi Padre, que está en los cielos, éste entrará en el Reino de los cielos. Muchos me
dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre, y en tu
Nombre lanzamos demonios, y en tu Nombre obramos muchos prodigios? Y entonces
les declararé: “Nunca os conocí; apartaos de mí los que obráis la iniquidad”.
Así, pues, todo el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone por obras, os voy
a mostrar a quién es semejante. Es semejante a un hombre que edifica una casa el
cual cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y bajó la lluvia, y vinieron los
ríos, y soplaron los vientos y se echaron sobre aquella casa estrellándose en ella, y no
pudieron conmoverla por estar tan bien edificada y cimentada sobre roca. Pero, todo
el que escucha éstas mis palabras y no las pone por obra, se asemejará a un hombre
necio que edificó su casa sobre arena o tierra sin fundamento: y bajó la lluvia, y
vinieron los ríos, y soplaron los vientos, 40 y rompieron contra aquella casa, y al
instante se desplomó y fue grande el derrumbamiento de aquella casa.
Terminados estos razonamientos, la muchedumbre se maravillaba de mi enseñanza, porque
mis palabras eran dichas como quien tiene autoridad y no como sus escribas.

40
A todos y cada uno, en el transcurso de la vida, nos llegan tiempos de imprevisibles consecuencias. Llegan
para los que creen y para los que no creen. El que cree se consolará con la Esperanza, el que no cree no hay
Esperanza que le consuele. Con Fe, pase lo que pase, el último destino se consuma en la otra vida interminable.
Sin Fe, no hay más destino que ésta vida, una vida contingente, que se acaba en breves años.
Página 67
4.08 El siervo del centurión. (Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10)
Bajamos del monte y seguidos de un gran gentío entramos en Cafarnaúm. Había cierto
centurión, cuyo siervo, enfermo, estaba para morir, el cual le era de mucha estima. Como
hubiese oído hablar de mí, envió a algunos ancianos de los judíos, suplicándome que
viniese a sacar de peligro a su siervo, diciendo:
“Señor, mi muchacho yace en casa paralítico, presa de atroces torturas”.
A su vez los ancianos me rogaban encarecidamente, diciendo:
“Es digno de que le otorgues esto, pues ama nuestra raza, y la sinagoga él nos la edificó”.
Les dije:
Página 68
“Allá voy, y le curaré”.
Acompañado de ellos y cuando estábamos cerca de la casa, el centurión envió unos amigos
diciendo:
“Señor, no te molestes, que no soy digno de que entres debajo de mi techo; por lo cual
tampoco me consideré digno de ir a Ti; mas ordénalo con una sola palabra, y quede sano mi
muchacho. Que también yo, simple subordinado a las órdenes de la autoridad, que tengo
soldados a mi mando, digo a éste: “Ve” y va; y a otro; “Ven” y viene; y a mi esclavo: “Haz
esto”, y lo hace”. 41
Al oír esto, quedé maravillado 42 y vuelto a la gente que me seguía, les dije:
“Os aseguro que ni siquiera en Israel hallé fe tan grande. Y os digo que vendrán
muchos del oriente y del occidente y se recostarán a la mesa con Abraham, Isaac y
Jacob en el Reino de los cielos; en cambio, los hijos del Reino serán echados a las
tinieblas de allá fuera: allí será el llanto y el rechinar de los dientes”.
Dirigiéndome a los enviados del centurión les dije:
“Id y decidle: como creíste, hágase contigo”.
Y el muchacho sanó en aquella hora.

41
¿Qué te parece, amiga lectora o lector? Tú y yo, ¿tenemos esta Fe?
42
Se sorprende Jesucristo en varias ocasiones. Esta es la primera que se nos muestra en el Evangelio de San
Mateo y de San Lucas. Su sorpresa hace referencia a la Fe de un gentil, es decir, de la Fe de un hombre que
no era judío.

Página 69
4.09 La viuda de Naím. (Lc 7, 11-17)
Al día siguiente, acompañado de mis discípulos y de gran tropel de gente, marché a una
ciudad llamada Naím. Llegando cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban a
enterrar a un difunto, hijo único de una madre viuda que venía acompañada de mucha gente
de la ciudad. Viéndola sentí enternecérseme el Corazón, 43 y le dije:
“No llores”.
Llegándome al féretro, lo toqué, y los que lo llevaban se detuvieron y exclamé:
“¡Muchacho, te lo digo, levántate!”
El muchacho se incorporó y comenzó a hablar y se lo entregué a su madre. Les sobrecogió
el temor a todos y me glorificaban, diciendo:
“¡Un gran Profeta se ha levantado en medio de nosotros. Dios visitó a su pueblo!”
Y se difundió esta voz acerca de mí por toda la Judea y por todos los países comarcanos.

43
Cristo sintió una profunda pena y sin que nadie se lo pida obra un milagro portentoso, devuelve la vida a un
cadáver. Él, que es Autor de la vida, la da y la quita a quien quiere, cuando quiere, donde quiere. ¿Quién puede
ser este Hombre con poder sobre la muerte? Tú y yo, amiga y amigo, ¿quién creemos que puede ser?

Página 70
4.10 Mensaje de Juan. (Mt 11, 2-19; Lc 7, 18-35)
Juan, que estaba en la cárcel, tuvo noticias de todas éstas mis obras. Y llamando a sí a dos
de sus discípulos me los envió diciendo:
“¿Eres Tú el que ha de venir o aguardamos a otro?”
Presentáronse a mí los hombres diciendo:
“Juan el Bautista nos ha enviado a ti diciendo: “¿Eres Tú el que ha de venir o aguardamos a
otro?”
En aquella hora curé a muchos de sus enfermedades y espíritus malignos y a muchos
ciegos hice merced de ver. Y respondiendo les dije:
“Id e informad a Juan de lo que visteis y oísteis: Los ciegos cobran vista, los cojos
andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, los
pobres evangelizados…Y bienaventurado aquel que no se escandalizare de mí”.
Una vez marchados los mensajeros de Juan, me dirigí a la muchedumbre diciéndoles:
“¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña cimbrada por el viento? Pues, ¿qué
salisteis a ver? ¿Un hombre vestido de ropas muelles? Mirad que los que andan con
ropaje espléndido y entre regalos, en los regios alcázares están. Pues, ¿qué salisteis a
ver? ¿Un profeta? Si, os digo, y más que profeta. Este es de quien se ha escrito: “Mira
que envío un mensajero delante de tu Faz, el cual aparejará tu camino delante de Ti”.
En verdad os digo, no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el
Bautista; mas el menor en el Reino de los cielos, mayor es que él. Todo el pueblo que
le oyó y los publicanos dieron a Dios la gloria de justo, siendo bautizados por el
bautismo de Juan; los fariseos, en cambio, y los legistas frustraron el designio de
Dios acerca de ellos, no haciéndose bautizar por él. Desde los días de Juan Bautista
hasta el presente, el Reino de los cielos padece fuerza, y los hombres esforzados

Página 71
arrebatan de él. Porque todos los Profetas y la Ley hasta Juan profetizaron. Y si
queréis creerlo él es Elías el que había de venir. Quien tenga oídos oiga”.
Me volví hacia unos fariseos que me escuchaban y les dije:
“¿A quién, pues, asemejaré los hombres de esta generación? ¿Y a quién son
semejantes? Semejantes son a los niños sentados en la plaza y que dan voces los
unos a los otros, diciendo: “Os tocamos la flauta, y no danzasteis; entonamos
lamentaciones y no llorasteis”. Porque ha venido Juan el Bautista sin comer pan ni
beber vino y decís: “Demonio tiene”. Ha venido el Hijo del hombre comiendo y
bebiendo, y decís: “Ahí tenéis un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de
publicanos y pecadores”…Quedó, pues, acreditada la Sabiduría por todos y propios
hijos suyos”.

Página 72
4.11 Una mujer me unge los pies en casa de un fariseo. (Lc 7, 36-50)
Uno de éstos fariseos me rogaba que comiese con él, y aceptando entré en su casa y me
recosté a la mesa. Inesperadamente se presentó una mujer, que era conocida en la ciudad
como pecadora; la cual enterándose de que comía en casa del fariseo, tomó consigo un
botecillo de alabastro lleno de perfume, y puesta detrás junto a mis pies, llorando, comenzó
con sus lágrimas a bañarme los pies, y con los cabellos de su cabeza los enjugaba, y los
besaba fuertemente, y los ungió con perfume. 44 Viendo esto el fariseo que me había
invitado, dijo para sí:

44
¿Quién puede dar más? Para esta mujer ¿quién era Jesús?
Página 73
“Este, si fuera profeta, conociera quién y qué tal es la mujer que le toca, cómo es una
pecadora”. 45
Dirigiéndome a él le dije:
“Simón, tengo una cosa que decirte”.
“Maestro, di”.
“Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, el otro
cincuenta. No teniendo ellos con qué pagarle, les perdonó a entrambos. ¿Quién, pues,
de ellos le amará más?”
“Entiendo que aquel a quien más perdonó”.
“Rectamente juzgaste”.
Me volví a la mujer y dije a Simón:
“¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua a los pies; mas ésta bañó mis
pies con sus lágrimas y los enjugó con sus cabellos. No me diste ósculo; mas ésta,
desde que entré, no cesó de besarme fuertemente mis pies. No ungiste con óleo mi
cabeza; mas ésta ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo: le son perdonados
sus muchos pecados, porque amó mucho. Mas a quien poco se perdona, poco
ama”. 46
Y dije a la mujer:
“Quedan perdonados tus pecados”.
Los que estaban a la mesa Conmigo comenzaron a decir entre sí:
“¿Quién es Éste, que también perdona pecados?”
Por último dije a la mujer: 47
“Tu fe te ha salvado; vete en paz”.

45
¿Quién puede dar menos? Para este hombre ¿quién era Jesús?
46
El amor es directamente proporcional a la gratitud. Un alma bien nacida, con sentido de la correspondencia
por el favor recibido, es un alma que tiende al amor, tan noble y bello como bella y noble sea ella misma o
quiera que así sea.
47
Es muy posible que estemos ante María Magdalena, que seguramente venga a ser la María de Betania, la
hermana de Lázaro. María Magdalena, conocida por tal nombre por su procedencia de Magdala.

Página 74
4.12 El anuncio de la Buena Nueva. La blasfemia contra el Espíritu. (Lc 8, 1-3; Mc 3, 20-
30; Mt 12, 22-37)
Después de esto fui recorriendo las ciudades y aldeas predicando y anunciando la Buena
Nueva del Reino de Dios. Me acompañaban los Doce y algunas mujeres que curé de
espíritus malos y enfermedades: María la llamada Magdalena, de la cual salieron siete
demonios, Juana la mujer de Cusa, procurador de Herodes, Susana y otras muchas, las
cuales nos servían de sus haberes. Volví a Cafarnaúm y de nuevo concurrió la
muchedumbre, de tal suerte que ni comer nuestro pan podíamos. Enterados de mi presencia
en Cafarnaúm, mis parientes vinieron para apoderarse de mí, pues decían:
“Está fuera de sí”.
Me presentaron un endemoniado ciego y mudo, y le curé, de suerte que el mudo y ciego
hablaba y veía. Y estaban asombradas las turbas diciendo:
“¿No es tal vez este el hijo de David?”
Página 75
Sin embargo, los fariseos y escribas, que habían bajado de Jerusalén, oyendo esto decían:
“Este tiene a Belzebú, y no echa a los demonios sino en virtud de Belzebú, príncipe de los
demonios”.
Conociendo sus pensamientos, que decían: “tiene espíritu inmundo”, los llamé a mí y les dije
en parábola:
“¿Cómo puede Satanás echar a Satanás? Todo reino dividido contra sí mismo, no
puede mantenerse en pie; será asolado; y toda ciudad o casa dividida contra sí
misma, no podrá sostenerse. Y si Satanás lanza a Satanás y se levanta contra sí
mismo, está contra sí mismo dividido: ¿cómo, pues, se mantendrá en pie su reino? No
puede sostenerse, sino que llegó su fin. Y si Yo lanzo los demonios en virtud de
Belzebú, ¿en virtud de quién los lanzan vuestros hijos? Por eso ellos serán vuestros
jueces. Y si en virtud del Espíritu de Dios Yo lanzo los demonios, señal es que ha
llegado a vosotros el Reino de Dios. O ¿cómo puede uno entrar en la casa del fuerte y
arrebatarle su ajuar, si primero no atare al fuerte? Sólo entonces saqueará su casa.
Quien no está Conmigo, contra mí está; 48 y quien no allega Conmigo, desparrama. Por
esto os digo: todo otro pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, mas la
blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. Y quien dijere palabra contra el Hijo
del hombre, se le perdonará, mas quien la dijere contra el Espíritu Santo, no se le
perdonará ni en este mundo ni en el venidero sino que será reo de pecado eterno. 49
Una de dos: o haced bueno el árbol y bueno también su fruto, o haced malo el árbol y
malo también su fruto, porque del fruto se conoce el árbol. ¡Engendros de víboras!,
¿cómo podéis hablar cosas buenas siendo vosotros malos? Porque de lo que rebosa
el corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas, y el
hombre malo, del mal tesoro saca cosas malas. Os certifico que de toda palabra
ociosa que hablaren los hombres darán razón en el día del juicio. Porque por tus
palabras serás dado por justo y por tus palabras serás condenado!”

48
¿Se entiende, amiga lectora o lector? ¿Está claro?
49
La conciencia del alma conoce al Espíritu y se peca contra Él por acción y por omisión. Hay quien tuerce,
deliberadamente, por hacer daño, el sentido de la acción y la palabra. Sus días están numerados y contados y
en breve tiempo consumidos. Después, en la otra vida, le espera la eternidad, y allí no hay tiempo, ni a quien
hacer daño, sino a sí mismo. Se conoce el mal y se pacta con él para tratar de pervertir lo bueno o no
defenderlo.

Página 76
4.13 Mi Madre y mis hermanos. (Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-21)
Todavía estaba hablando a la muchedumbre, cuando vinieron mi Madre y mis parientes, que
deseaban hablarme; y no pudiendo por razón de la mucha gente llegar hasta mí, se
quedaron afuera, y me mandaron razón. Alrededor de mí se encontraba la gente sentada y
díjome uno:
“Mira que tu Madre y tus hermanos están afuera deseando verte”.
Yo, le contesté a quien me hablaba:
“¿Quién es mi Madre y quienes mis hermanos?”
Y extendí la mano sobre mis discípulos, que alrededor mío estaban sentados, y echando en
torno una mirada sobre ellos, dije:
“Ahí tenéis a mi Madre y a mis hermanos. Pues el que hiciere la Voluntad de mi Padre
que está en los cielos, el que escucha la palabra de Dios y la pone en obra, éste es mi
hermano, mi hermana y mi Madre”. 50

50
“Quien escucha mi palabra y la guarda, quien cumple la Voluntad de mi Padre, es para Mí todo lo que
más quiero”.

Página 77
4.14 Parábola del sembrador. (Mt 13, 1-23; Mc 4, 1-20; Lc 8, 4-15)
Otro día, saliendo de casa, llegué a la orilla del mar y otra vez comencé a enseñar. Como
concurriera muchísima gente, subí a una barca y sentado en ella, mar adentro, les hablaba
mientras ellos estaban en la orilla. Comencé a enseñarles en parábolas, diciéndoles:
“Escuchad. He aquí que salió el sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una
parte cayó a la vera del camino y fue pisoteada, y los pájaros del cielo se la comieron.
Otra parte cayó en los pedregales, donde no había mucha tierra, y al punto brotó por
no tener profundidad el terreno; y en saliendo el sol se quemó, y por no tener
raigambre ni humedad se secó. Y otra cayó en medio de espinas, y brotando
juntamente con las espinas, la ahogaron y no dio fruto. Y otras partes cayeron en
tierra buena y daban fruto que subía y crecía, y rendían una treinta, y una sesenta y
una ciento. ¡Quien tenga oídos para oír, escuche!”
Quedando a solas con mis discípulos, me preguntaban:
“¿Por qué les hablas en parábolas? ¿Y qué significa ésta parábola?”

Página 78
Les dije:
“A vosotros se os ha dado conocer los misterios del Reino de los cielos, mas a ellos,
los de fuera, no les ha sido dado, todo se les presenta en parábolas. Porque a quien
tiene, se le dará, y andará sobrado; mas a quien no tiene, aun lo que tiene le será
quitado. Por esto les hablo en parábolas, porque viendo no ven y oyendo no oyen ni
entienden. Y se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: “Con el oído
escucharéis y no entenderéis; y mirando miraréis y no veréis. Porque se apelmazó el
corazón de este pueblo, y con sus oídos oyeron torpemente, y entornaron sus ojos;
no sea caso que vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan con el corazón,
y se conviertan, ¡cuando Yo los sanaría!”. En cuanto a vosotros, ¡dichosos vuestros
ojos, porque ven, y vuestros oídos porque oyen! Porque en verdad os digo que
muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron y oír lo que oís, y no
lo oyeron. ¿No entendéis esta parábola? ¿Y cómo entenderéis todas las demás
parábolas? Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador:

La semilla es la palabra de Dios. Quienquiera que oye la palabra del Reino y no la


entiende, viene el diablo, Satanás, y roba lo sembrado en su corazón, no sea que,
creyendo, se salve: éste es el sembrado a la vera del camino. El sembrado en los
pedregales, éste es el que oye la palabra y luego la recibe con gozo; mas no tiene en
sí mismo raigambre, sino que es efímero y crece por algún tiempo, pero después, en
sobreviniendo tribulación o persecución por razón de la palabra, al punto se
escandaliza y retira. El sembrado entre espinas, este es el que oye la palabra; y la
preocupación por este mundo, y las solicitudes del siglo, las ansiedades, la seducción
de las riquezas, y las codicias, acerca de las demás cosas, entrando, ahogan la
palabra, y ésta se hace infructuosa. Mas el sembrado en la tierra buena, éste es el que
con corazón bueno y excelente, oye la palabra y la recibe, la entiende y la retiene, el
cual ciertamente fructifica y lleva fruto con su constancia y produce, cuál ciento, cuál
sesenta, cuál treinta por uno.

Página 79
4.15 No hay nada escondido, ni hay nada secreto. (Mc 4, 21-25; Lc 8, 16-18)
"Nadie hay que habiendo encendido una lámpara la cubra con una vasija o la ponga
debajo del lecho, sino que la pone sobre el candelero, para que los que entren vean la
luz. Porque no hay nada escondido que no se haga manifiesto, ni nada secreto que no
sea conocido y venga a ser manifiesto. Mirad bien lo que oís. La medida que empleéis
para con los demás, esa misma se empleará para con vosotros, y con creces. Porque
al que tiene se le dará; y al que no tiene, aún lo que tiene se le quitará”.

Página 80
4.16 Parábola de la cizaña. (Mt 13, 24-30)
Volvimos a la gente y les propuse otras parábolas diciendo:
“Se asemeja el Reino de los cielos a un hombre que sembró buena semilla en su
campo. Y mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró encima cizaña en
medio del trigo, y se fue. Y presentándose los siervos al padre de familia, le dijeron:
“Señor, ¿no era buena la semilla que sembraste en tu campo? ¿De dónde, pues, que
tenga cizaña?”.
El les dijo:
“Un hombre enemigo hizo esto”.
Dícenle los siervos:
“¿Quieres, pues, que vayamos y la recojamos?”.
El les dice:
“No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis juntamente con ella el trigo. Dejadlos
crecer juntamente uno y otro hasta la siega, y al tiempo de la siega diré a los
segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, pero el trigo
recogedlo en mi granero”.

Página 81
4.17 Parábola de la semilla que germina sin saber cómo. (Mc 4, 26-29)
“Así es el Reino de Dios, como cuando un hombre echa la semilla en la tierra; y
duerme y se levanta, de noche y de día; y la semilla germina y va creciendo, sin que él
sepa cómo. Por sí misma la tierra fructifica, primero hierba, luego grano lleno en la
espiga. Y cuando el fruto brinda consigo, luego echa la hoz, porque está a punto la
mies”. 51

51
Se puede sembrar y morir sin ver el fruto en esta vida, pero tus buenas obras te acompañarán allí donde
vayas. La renta del buen hacer es para siempre. El fruto de una buena acción se prolonga más allá de lo que
entendemos como tiempo. En Dios todo es eternidad y la buena voluntad de un hombre en el bien querer
y hacer, transciende el tiempo y de esto, se benefician otras generaciones en este y en el otro mundo.

Página 82
4.18 Parábola del grano de mostaza. (Mt 13, 31-32; Mc 4, 30-32)
“¿Cómo compararemos el Reino de Dios? O ¿en qué parábola lo encerraremos? Es
semejante el Reino de los cielos a un granito de mostaza, que tomándolo un hombre
lo sembró en su campo; el cual es la más pequeña de todas las semillas que hay
sobre la tierra, mas cuando se ha desarrollado, sube y se hace mayor que todas las
hortalizas y se hace un árbol y echa grandes ramas, de modo que vienen las aves del
cielo, y anidan en sus ramas y bajo su sombra se cobijan”.

Página 83
4.19 Parábola del fermento. (Mt 13, 33-35; Mc 4, 30-32)
“Semejante es el Reino de los cielos a la levadura, que una mujer toma y mete en tres
medidas de harina, conque viene a fermentar toda la masa”. 52
Todas estas cosas hablé en parábolas a la muchedumbre y con otras muchas semejantes
les dirigí la palabra, según que eran capaces de entender, y sin parábolas nada les hablé,
para que se cumpliera lo anunciado por el profeta que dice:
“Abriré en parábolas mi boca, proclamaré lo que estaba escondido desde la creación del
mundo”.

52
La Virgen María opera en la Iglesia introduciendo la buena levadura, que son sus hijos predilectos, en la
masa del mundo para que este, si quiere, fermente en buenas obras que den gloria a Dios.

Página 84
4.20 Declaro a mis discípulos la parábola de la cizaña. (Mt 13, 36-43)
Dejamos a la gente y entramos en casa y mis discípulos me dijeron:
“Decláranos la parábola de la cizaña del campo”.
Les respondí diciendo:
“El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la
buena semilla son los hijos del Reino; la cizaña son los hijos del Malvado, y el
enemigo que la siembra es el Diablo; la siega es la consumación del mundo. Enviará
el Hijo del hombre sus ángeles, los cuales recogerán de su Reino todos los
escándalos y todos los que obran la iniquidad, y los arrojarán al horno del fuego; y allí
será el llanto y el rechinar de los dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en
el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.

Página 85
4.21 Parábola del tesoro escondido y la perla. (Mt 13, 44-46)
“Mirad, el Reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que
hallándolo un hombre lo ocultó, y de gozo por el hallazgo, va y vende cuanto tiene y
compra aquel campo. Asimismo es semejante el Reino de los cielos a un mercader
que anda en busca de perlas preciosas, y habiendo dado con una perla de gran valor
se fue a vender todo cuanto tenía y la compró”. 53

53
Si buscas a Cristo, si lo encuentras, te cambia la vida para tu bien y el bien de los tuyos, porque amarás a
Cristo, amarás como Cristo y harás amar a Cristo. Jesucristo es el verdadero tesoro, la perla preciosa que vale
más que lo que más vale, vale más que la vida.

Página 86
4.22 Parábola de la red. (Mt, 13-47-50)
“Es también semejante el Reino de los cielos a una gran red, que, echada en el mar,
recoge peces de todo género; la cual, una vez repleta, la sacan a la orilla, y allí
sentados recogen los peces buenos en banastas y arrojan a fuera los malos. Así será
en la consumación del mundo: saldrán los ángeles y separarán los malos de en medio
de los justos, y los arrojarán en el horno del fuego; allí será el llanto y el rechinar de
los dientes”. 54

54
“..llanto y rechinar de dientes”. Esta frase la oiremos en boca de Jesucristo hasta siete veces en los
Evangelios. Seis veces en San Mateo y una vez en San Lucas. ¿Se entienden éstas palabras?

Página 87
4.23 Conclusión. El escriba instruido. (Mt 13, 51-52)
Por último les pregunté:
“¿Habéis entendido todas estas cosas?”
Me contestaron:
“Sí”.
Les dije:
“Por eso todo escriba adoctrinado en el Reino de los cielos es semejante a un padre
de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas”.

Página 88
4.24 La tempestad calmada. (Mt 8, 23-27; Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25)
Aquel mismo día, venido el atardecer, les dije a mis discípulos:
“Pasemos a la otra banda del lago”.
Dejamos a la muchedumbre y tal como estaba en la barca nos hicimos a la mar,
siguiéndonos también otras barcas. Mientras navegábamos sobrevino una gran tempestad
de viento que produjo una gran agitación en el mar, las olas se echaban dentro de las
barcas, de suerte que las olas cubrían las naves hasta el punto de empezar a inundarse. Yo
dormía profundamente sobre el cabezal de la popa y llegándose mis discípulos, me
despertaron diciendo:
“¡Maestro, Maestro…¿no se te da nada que nos vayamos a pique?!”
Díjeles:

“¡¿Por qué estáis acobardados, hombres de poca fe?!”


Me levanté y hablando imperiosamente a los vientos y al mar dije:
“¡Calla! ¡Enmudece!”
Amainó el viento y sobrevino gran bonanza y entonces les dije:
“¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?”55
Quedaron sobrecogidos de gran temor y unos a otros se decían despavoridos y
maravillados:
“¿Quién, pues, será Este, que manda a los vientos y al mar, y los vientos y el mar le
obedecen?”

55
Amiga lectora o lector, a ti y a mí ¿qué nos falta para creer? ¿Quién es este Hombre?

Página 89
4.25 Los dos endemoniados gerasenos. (Mt 8, 28-34; Mc 5, 1-20; Lc 8, 26-39)
Abordamos a la otra banda del mar en la región de los Gerasenos, la cual está frente a
Galilea. Pisando tierra vinieron a mí dos endemoniados, que salían de los sepulcros, bravíos
por demás, hasta el punto de que nadie podía pasar por aquel camino. Iban desnudos y
habitaban en las cavernas sepulcrales. Ni con cadenas pudieron ser sujetados, pues la
forzaban y rompían los grillos. Eran empujados por los demonios a los despoblados. Y
continuamente, noche y día, se estaban en los sepulcros y en los montes, dando gritos y
cortándose con piedras. Como me vieran desde lejos, corrieron y se postraron delante de
mí, y a grandes gritos decían:
“¡¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús Hijo de Dios Altísimo?!” Te suplico, te conjuro por
Dios que no nos atormentes”.
Yo les decía:
“Salid, espíritus inmundos, de éstos hombres. ¿Cuál es vuestro nombre?”
Página 90
Me contestaban:
“¡Legión es nuestro nombre, porque somos muchos!” 56
Y es que habían entrado muchos demonios en ellos. Suplicábanme con insistencia que no
los mandase fuera de aquella región, que no les mandase irse al abismo. He aquí, que en la
falda de un monte pacía una gran piara de cerdos. Y los demonios me rogaban diciendo:
“¡Si nos echas, mándanos a la piara de cerdos para que entremos en ellos!”
Y consintiendo les dije:
“Id”.
Los espíritus inmundos salieron de los hombres y entraron en los cerdos y al instante se
lanzó toda la piara despeñadero abajo en el mar, como unos dos mil, y se ahogaron. Los
pastores que los apacentaban huyeron despavoridos y dieron la noticia del hecho en la
ciudad y por los campos y escuchada esta, los habitantes de esta comarca vinieron al lugar
de los hechos y llegándose a mí, hallaron sentados a los hombres de quienes habían salido
la legión de demonios, vestidos y en su sano juicio: y les entró miedo, y me rogaban los
gerasenos que me ausentase de sus confines. Subí a la barca para volverme y uno de los
endemoniados me pedía y suplicaba poder estar Conmigo, mas Yo le dije:
“Vuelve a tu casa, a los tuyos, y entérales de cuanto el Señor ha hecho contigo y
cómo tuvo misericordia de ti”.
Se fue, y se puso a publicar por toda la ciudad y en la Decápolis cuanto Yo, Jesús, había
hecho con él, quedando todos maravillados.

56
Tenebroso misterio que estremece a la razón. Son muchos seres de otro mundo los que habitan en el cuerpo
y en el alma de este hombre. Son muchos y hablan con una sola voz. Por lo menos mil que no ocupan lugar y
sin embargo son, uno a uno, diferentes entre ellos, habitando en las entrañas de un ser humano, de un
endemoniado. Esto está escrito porque ha pasado, esto no es una pesadilla de un mal sueño, esto es un hecho
concreto consumado en el tiempo y en el espacio, un drama al que se puede asistir en tiempo pasado.

Página 91
4.26 La hemorroisa. Jairo (Mt 9, 18-26; Mc 5, 21-43; Lc 8, 40-56)
Habiendo hecho la travesía y llegando a la ribera opuesta, me acogió la muchedumbre que
seguía aguardándome. En esto vino un hombre por nombre Jairo, que era uno de los jefes
de la sinagoga; el cual, viéndome, cayó a mis pies y me rogó instantemente que entrase en
su casa, pues tenía una hija única como de doce años que se estaba muriendo. Decía:
“¡Señor, mi hija está al cabo; ten a bien venir y poner las manos sobre ella, para que se
salve y viva!”
Levantándome le seguí, viniendo Conmigo mis discípulos. Mientras íbamos, nos seguía un
gran gentío que me estrujaba. Entre la gente una mujer que padecía flujo de sangre hacía
doce años, que había sufrido mucho de parte de muchos médicos y gastado en ellos su
hacienda sin mejora alguna, antes bien había empeorado, como hubiese oído lo que decían
de mí, viniendo entre la gente y acercándose por detrás tocó la franja de mi manto. Porque
decía para sí:
“Como yo toque siquiera sus vestidos, cobraré salud”. 57
Al instante se le paró el flujo y se secó la fuente de su sangre, y sintió en su cuerpo que
estaba curada de su mal. Al punto, dándome cuenta que una virtud o corriente había salido
de mí, volviéndome en medio del gentío, dije:
“¿Quién me ha tocado los vestidos?”
Como todos me lo negasen, díjome Pedro y los demás:
“Maestro, ves el gentío que te está oprimiendo y estrujando, y dices: ¿Quién me tocó?”
Le contesté:
“Alguien me tocó pues de mí he sentido salir una energía”.
Miré en torno, cuando la mujer atemorizada y temblando, sabiendo lo que había ocurrido con
ella y que no había pasado inadvertida, postrándose ante mí, declaró delante de todo el
pueblo por qué motivo me había tocado y cómo instantáneamente quedó sana. Mas Yo le
dije:
“Buen ánimo hija; tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

57
La curó la virtud que salía del mismo Cristo, pero solo ella captó el poder de Aquel en el que creyó sin
ninguna duda. Su Fe consuma el milagro sin previa voluntad de Cristo. Esto da mucho que pensar.

Página 92
Todavía estaba hablando con ella cuando viene uno de la casa del jefe de la sinagoga
diciendo:
“Tu hija ha muerto; ¿para qué molestar ya al Maestro?”
Habiendo entreoído lo que se hablaba, dije al jefe de la sinagoga:
“No temas, cree no más, y será salva”.
No dejando que me siguiese nadie, sólo Pedro, Santiago y Juan, llegamos a la casa de Jairo
y entramos juntos con el padre y la madre de la niña. Todos lloraban y plañían, y al ver el
alboroto y los grandes gritos que daban, dije:
“¿Por qué os alborotáis y lloráis? No lloréis, que la niña no murió sino duerme”.
Se burlaban de mí, ciertos de que había muerto. Les dije entonces:
“Retiraos”.
Echados todos y despejada la turba, acompañado del padre y la madre de la niña y de los
que Conmigo venían, entramos a donde la niña estaba. Tomé la mano de la niña y alzando
la voz dije:

“¡Talitha kumi!” es decir: “¡Niña, te lo digo, levántate!”


Tornó a ella el espíritu, 58 y se levantó al instante y se puso a andar. Sus padres quedaron
asombrados, fuera de sí. Yo les mandé encarecidamente que nadie supiese lo acaecido. Y
por último mandé se le diera de comer a la niña. Sin embargo se extendió la fama del hecho
por toda aquella tierra.

58
El alma de la niña no estaba ya en su cuerpo. Esto es morir. Volvió a ella al imperativo mandato de Cristo. El
alma de la niña estaba en otro lugar que no puedo entender como un espacio diferente al que ocupamos en
este mundo. Volvió a la niña sin recorrer espacio y sin consumir tiempo. La niña sin espíritu estaba muerta, era
un cadáver para amortajar. Para Jesús estaba dormida. ¿Quién es Jesucristo?

Página 93
4.27 Curo a dos ciegos y un endemoniado mudo. (Mt 9, 27-34)
Al poco de partir de allí, me seguían dos ciegos, que a gritos decían:
“¡Compadécete de nosotros, hijo de David!”
Llegado a la casa, se me presentaron los ciegos y les dije:
“¿Creéis vosotros que puedo hacer eso?”.
Me contestaron:
“Sí, Señor”.
Entonces, les toqué los ojos diciendo:
“Según vuestra fe, hágase así con vosotros”. 59
Y se les abrieron los ojos; mas Yo les dije tajantemente:
“Mirad que nadie lo sepa”.
Mas ellos, en saliendo de allí, esparcieron la fama de mi Nombre por toda aquella tierra. No
bien habían salido los ciegos, cuando me presentaron un hombre mudo endemoniado.

59
Para Dios todo es posible y para quien cree en Él también todo es posible. El milagro se consumará en
función de la Fe con la que lo pidamos. Si mi Fe es contundente y firme tengo a mi disposición la Omnipotencia
divina. Dios a disposición de mi Fe y voluntad. ¿Se entiende esto?

Página 94
Y habiendo sido lanzado el demonio, habló el mudo. Y se maravillaban las gentes diciendo:
“¡Nunca jamás se vio tal en Israel!”
Pero los fariseos decían:
“Si lanza los demonios, es en virtud del Príncipe de los demonios”.

Página 95
4.28 Enseñanza y rechazo en Nazaret, mi pueblo. (Mt 13, 53-58; Mc 6, 1-6; Lc 4, 16-30)
Al cabo de unos días salí de allí y me fui a Nazaret, mi patria, donde me había criado,
acompañándome mis discípulos. Venido el día de sábado, entré según mi costumbre en la
sinagoga y fui invitado a leer. Me fue entregado el libro del profeta Isaías, y abriéndolo hallé
el lugar en que está escrito:
“El Espíritu del Señor sobre mí: por lo cual me ungió, me envió para evangelizar a los
pobres, para sanar a los contritos de corazón, para anunciar a los cautivos remisión y a los
ciegos vista, para dar libertad a los oprimidos, para proclamar un año de gracia del Señor y
un día de justa recompensa”.
Y habiendo enrollado el volumen, lo entregué al ministro y me senté. Los ojos de todos en la
sinagoga estaban clavados en mí. Y comencé a decirles:
“Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”.
Todos daban testimonio a mi favor y se maravillaban de las palabras de gracia que salían de
mis labios; y los más, al oírme, se asombraban, diciendo:

Página 96
“¿De dónde a este estas cosas? Y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada, y tales
milagros obrados por sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de José el carpintero?
¿No se llama su Madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No están
todos entre nosotros? ¿De dónde, pues, a este todas éstas cosas?”
Se escandalizaban de mí; mas Yo les dije:
“Indudablemente me aplicaréis este proverbio: “Médico cúrate a ti mismo”. Cuantas
cosas hemos oído hechas en Cafarnaúm, hazlas también aquí en tu patria. En verdad
os digo que ningún profeta es aceptado en su patria, en su casa y entre sus parientes.
En verdad os digo, muchas viudas había por los días de Elías en Israel, cuando se
cerró el cielo por tres años y seis meses, con que vino grande hambre sobre toda la
tierra, y a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a Sarepta, ciudad de Sidonia, a una
mujer viuda. Y muchos leprosos había en Israel al tiempo de Eliseo profeta, y ninguno
de ellos fue curado sino Naamán el sirio”.
Se llenaron de cólera todos en la sinagoga al oír estas cosas. Y levantándose me llevaron
fuera de la ciudad, hasta la cima del monte sobre el cual estaba edificada, con intento de
despeñarme; mas Yo, pasando por en medio de ellos me fui. No obré muchos milagros a
causa de su incredulidad, salvo algunos enfermos que curaron al imponerles las manos.
Quedé maravillado de su incredulidad.

Página 97
4.29 Predicación de la Buena Nueva. Misión de mis Apóstoles. (Mt 9,35; Mt 10,1-23; Mc
6,7-11; Lc 9,1-5)
Recorría las ciudades y aldeas todas, enseñando en sus sinagogas y predicando el
Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Viendo a las turbas se me
enternecían las entrañas para con ellos, pues andaban deshechos y echados por los suelos,
como ovejas que no tienen pastor. Entonces dije a mis discípulos:
“La mies es mucha, mas los obreros, pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que
despache obreros a su mies”. 60
Llamando a mí a los Doce, les di poder y autoridad sobre todos los demonios para lanzarlos
y para curar toda enfermedad y dolencia, enviándolos de dos en dos a predicar el Reino de
Dios y sanar los enfermos, dándole las instrucciones siguientes:
“No vayáis camino de los gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos, id más bien a
las ovejas descarriadas de la casa de Israel. Y al ir, predicad diciendo:

60
Hoy, más que nunca, se hace necesario pedir al Señor de la mies que mande buenos obreros a su mies.
Dios es el Dueño del hombre y no lo salvará sino con otro hombre. Dios se dará a conocer solo por la palabra
del hombre, por sus obras y gestos. Dios hace obreros de la misma mies para la mies.

Página 98
“Está cerca el Reino de los cielos”.
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, lanzad demonios; de balde lo
recibisteis, de balde dadlo. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras
fajas, ni zurrón para el camino, ni dos túnicas, ni dos zapatos, sino sandalias, y un
bastón si queréis: porque digno es el obrero de su mantenimiento. Y en la ciudad o
aldea en la que entréis, averiguad quién haya en ella digno, y quedaos allí hasta que
partáis. Y al entrar en la casa, saludadla; y si la casa fuere digna, venga vuestra paz
sobre ella, mas si no fuere digna, tórnese a vosotros vuestra paz. Y si alguno no os
recibiere ni escuchare vuestras palabras, saliéndoos afuera de aquella casa o ciudad,
sacudid el polvo de vuestros pies. En verdad os digo, se usará menos rigor con la
tierra de Sodoma y Gomorra el día del juicio que con aquella ciudad. Mirad, Yo os
envío como ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como las serpientes y
sencillos como las palomas. Recataos de los hombres, porque os entregarán a los
sanhedrines y en sus sinagogas os azotarán; seréis llevados por mi causa a los
gobernadores y reyes, para que sirva de testimonio a ellos y a los gentiles. Y cuando
os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; que no seréis
vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre quien hablará por
vosotros.

Página 99
Entregará el hermano al hermano a la muerte, y el padre al hijo y se alzarán los hijos
contra los padres y los harán morir. Y seréis aborrecidos de todos a causa de mi
nombre; mas el que permanezca firme hasta el fin, éste será salvo. Y cuando os
persigan en esta ciudad, huíd a la otra; porque de verdad os digo, no acabaréis con
las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre”.

Página 100
4.30 Instrucciones para todo tiempo. (Mt 10, 24-42; Mt 11, 1; Mc 6,12-13; Lc 9, 6)
No es un discípulo más que el maestro ni un esclavo más que su amo; bastante es
para el discípulo ser como su maestro, y para el esclavo ser como su amo. Si al Señor
de casa llamaron Bel-zebú, ¿cuánto más a los de su casa? Así que no les cobréis
miedo, pues no hay nada encubierto que no se descubra ni nada escondido que no se
dé a conocer. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día, y lo que
escucháis al oído, pregonadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el
cuerpo, pero el alma no la pueden matar; antes temed al que puede arruinar alma y
cuerpo en la gehena. ¿No se venden acaso dos gorriones por un sueldo? Y ninguno
de ellos caerá en tierra sin disposición de vuestro Padre.

Y de vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis,
pues; más que muchos gorriones valéis vosotros. Todo aquel, pues, que se declare
Página 101
por Mí ante los hombres, también Yo me declararé por él ante mi Padre, que está en
los cielos; mas quien me niegue a Mí ante los hombres, también Yo le negaré a él ante
mi Padre, que está en los cielos. No imaginéis que vine a poner paz sobre la tierra; no
vine a poner paz, sino espada. Porque vine a separar al hombre contra su padre, y a la
hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán
los de su casa. Quien ama al padre o a la madre más que a Mí; y quien ama al hijo o a
la hija más que a Mí, no es digno de Mí; y quien no toma su cruz y sigue en pos de Mí,
no es digno de Mí.

Quien halla su vida la perderá; y quien pierde su vida por mi causa, la hallará. Quien
os recibe a vosotros, a Mí me recibe; y quien me recibe a Mí, recibe al que me envió.

Página 102
Quien recibe a un profeta a título de profeta, obtendrá recompensa de profeta; y quien
recibe a un justo a título de justo, obtendrá recompensa de justo.
Y quien diere de beber un vaso tan sólo de agua fría a uno de éstos pequeñuelos a
título de discípulos, en verdad os digo que no se perderá su recompensa”.

Cuando acabé de dar éstas instrucciones a mis Doce, pasé de allí a otra parte para enseñar
y predicar por aquellas ciudades. Y mis Apóstoles, saliendo, recorrían aldea por aldea,
evangelizando y exhortando a que hicieran penitencia; y lanzaban muchos demonios, y
ungían con óleo a muchos enfermos y los curaban.

Página 103
4.31 Llega hasta Herodes la fama de mi Nombre. Martirio de Juan Bautista. (Mt 14, 1-
12; Mc 6, 14-29; Lc 9, 7-9)
Llegó a los oídos de Herodes el tetrarca lo que se decía de mí porque mi Nombre se hizo
muy notorio y dijo a sus criados:
“Este es Juan el Bautista el que yo decapité; ha resucitado de entre los muertos, y por eso
las potencias actúan en él”.
Andaba Herodes desorientado, ya que algunos le decían que Juan había resucitado de entre
los muertos; otros que Elías había aparecido; otros que había resucitado algún profeta de los
antiguos. Pero Herodes decía:
“A Juan yo lo decapité; ¿Quién es Éste, de quien oigo decir tales cosas?”
Y buscaba manera de verme. En efecto, el mismo Herodes había enviado a prender a Juan
y le había puesto en cadenas en la prisión con motivo de Herodías, la mujer de Filipo, su
hermano, pues se había casado con ella. Porque Juan decía a Herodes:
“No te es permitido tener la mujer de tu hermano”.
Herodías se la guardaba y quería matarle, y no podía; porque Herodes, aunque quería
matarle, tuvo miedo del pueblo, pues le tenía como profeta. Herodes miraba con respeto a
Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía, y con lo que oía andaba muy
perplejo, y le escuchaba con gusto.
Llegó un día oportuno, cuando Herodes con ocasión de su cumpleaños dio un banquete a
sus magnates, a los tribunos y a los primates de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías
y danzó y agradó a Herodes y a los comensales.

Página 104
Y el rey dijo a la muchacha:
“Te lo juro, pídeme lo que quieras y te lo daré. Cualquier cosa que me pidieres te la daré,
hasta la mitad de mi reino”.
La muchacha salió y dijo a su madre:
“¿Qué debo pedir?”
Ella dijo:
“La cabeza de Juan el Bautista”.
Entrando apresuradamente hizo su petición al rey, diciendo:
“Quiero que ahora mismo me des sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista”.
Herodes quedó muy entristecido, pero en atención al juramento y a los comensales, no quiso
desairarla. Y al punto despachó a un satélite y mandó traer la cabeza de Juan. Decapitó a
Juan en la cárcel y trajo su cabeza sobre una bandeja y la dio a la muchacha y ésta se la dio
a su madre. 61 Enterados los discípulos de Juan, vinieron y se llevaron el cadáver de su
maestro y le dieron sepultura. Después vinieron a mí y me lo notificaron.

61
¿Dónde habita tu alma Herodías? ¿Con quién estás? Y tu hija ¿está contigo? Me estremece tu maldad y tu
desgracia porque no me das pena. No te concibo arrepentida.

Página 105
4.32 Mis Apóstoles vuelven de su predicación y me retiro con ellos al desierto. (Mt 14,
13; Mc 6, 30-32; Lc 9, 10; Jn 6, 1)
Recibiendo estas noticias comenzaron a llegar mis Apóstoles de predicar la Buena Nueva y
juntándose Conmigo me refirieron todo cuanto habían hecho y cuanto habían enseñado. Y
les dije:
“Venid vosotros solos aparte a un lugar solitario y tomad un poco de reposo”.
Porque eran muchos los que iban y venían, y ni siquiera para comer teníamos tiempo
desocupado. Y nos fuimos en la barca a un lugar retirado, a solas, junto a una ciudad
llamada Betsaida, a la otra banda del mar de Galilea o de Tiberiades. Viéndonos la
muchedumbre y enterados a dónde íbamos nos siguieron a pie desde todas las ciudades y
llegaron antes que nosotros. La muchedumbre me seguía porque veían los prodigios que
obraba en los enfermos. Al desembarcar vi el gentío y subí al monte acompañado por mis
discípulos. Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Alzando los ojos vi que se
llegaban a mí una gran muchedumbre, y me compadecí entrañablemente de ellos
enterneciéndoseme el Corazón porque andaban como ovejas que no tienen pastor.

Los acogí y les hablaba y enseñaba largamente sobre el Reino de Dios, y a los que tenían
necesidad de curación los curé. 62

62
Entrañable Corazón de Cristo ¡Cuánto mereces ser amado!

Página 106
4.33 Primera multiplicación de los panes. (Mt 14,13-23;Mc 6,33-46;Lc 9,11-17;Jn 6,2-15)
El día empezó a declinar; venido el atardecer y siendo ya muy avanzada la hora, llegáronse
a mí los Doce y me dijeron:
“El lugar es solitario y la hora ya muy avanzada: despídelos, para que yendo a los cortijos y
aldeas del contorno puedan albergarse y comprarse algo de comer”.
Respondiéndoles les dije:
“No tienen necesidad de marcharse; dadle vosotros de comer”.
Me dijeron:
“¿Habremos de ir a comprar panes por doscientos denarios y les daremos de comer?”
Dirigiéndome a Felipe, le pregunté para probarle, pues bien sabía Yo lo que iba a hacer:
“¿De dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?”
Respondió Felipe:
“Con doscientos denarios no tienen suficientes panes para que cada uno tome un bocado”.
Dije entonces a mis discípulos:
“¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo”.
Lo averiguaron y díjome Andrés, el hermano de Simón Pedro:
“Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos: pero eso, ¿qué
es para tantos? Si no vamos nosotros a comprar comida para todo este gentío…”
Les dije:
“Traédmelos acá. Haced que los hombres se coloquen en el suelo”.
Así lo hicieron. Había mucha hierba en aquel lugar. Y se recostaron distribuidos en cuadros
por grupos de cincuenta y de ciento. Eran los hombres, sin contar las mujeres y los niños,

Página 107
como unos cinco mil. 63 Tomé los cinco panes y los dos peces y alzando los ojos al cielo
recité la bendición y los bendije y partiéndolos los fui dando a mis discípulos 64 que a su vez
lo servían a la gente que estaban recostados. También los dos peces se dieron a cuantos
querían. Y comieron todos y quedaron saciados. Cuando hubieron quedado satisfechos les
dije a mis discípulos:
“Recoged los pedazos sobrantes para que nada se pierda”.
Recogiéronlos, pues, llenando doce canastas con los pedazos de los cinco panes y dos
peces que sobraron a los que habían comido. Los hombres, pues, al ver 65 el prodigio que
obré, decían:
“¡Este es verdaderamente el Profeta que ha de venir al mundo!”
Conociendo sus intenciones de arrebatarme para hacerme Rey, obligué inmediatamente y
con apremio 66 a mis discípulos para que se subieran a la barca y se me adelantasen con
rumbo a la ribera opuesta hacia Betsaida, en tanto que Yo despedía a la gente. Calmada la
muchedumbre y despedida, me retiré Yo solo al monte para orar.

Y entrada la noche seguía Yo solo allí, orando. 67

63
Posiblemente estamos ante una multitud que puede oscilar entre 15 y 20 mil personas.
64
Debieron de multiplicarse los panes en las mismas manos de los discípulos.
65
Verían en las manos de los discípulos de Jesús los trozos de pan y pescado multiplicarse y no agotarse.
66
Les costó separarse de la multitud porque sus sentimientos eran terrenos, no conocían a su Maestro.
67
Ahora recuerdo la oferta del Tentador: “Si eres Hijo de Dios, di que éstas piedras se conviertan en panes”.
Página 108
4.34 Camino sobre el mar y calmo la tempestad. (Mt 14, 24-36; Mc 6, 47-56; Jn 6, 16-21)
Mis discípulos, ya en el mar, dirigieron su barca hacia Cafarnaúm cuando comenzó a soplar
un gran viento y la mar se iba encrespando. La barca estaba ya en medio del mar, azotada
por las olas, porque el viento era contrario. Hacia la cuarta vigilia de la noche, cuando
hubieron avanzado como unos veinticinco o treinta estadios los vi jadeando en bogar y vine
hacia ellos caminando sobre el mar, 68 y como me vieran que me acercaba a la barca, se
azoraron, y decían:
“¡Es un fantasma!”
Perdieron la serenidad y comenzaron a gritar de miedo. Mas Yo les hablé enseguida:
“¡Tened buen ánimo; soy Yo; no tengáis miedo!” 69
Respondiendo Pedro, dijo:
“¡Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti sobre las aguas!”
Le dije:
“Ven”.
Bajó Pedro de la barca y comenzó a caminar sobre las aguas para venir hacia mí. Ya cerca,
sintiendo el viento recio, le entró miedo y comenzó a zambullirse gritando:

68
Tú y yo, amigo lector, estamos perplejos, tanto como el corazón azorado de estos hombres que han visto a
un Hombre que multiplica en sus manos el pan y el pescado para una multitud y ahora lo ven, atónitos, caminar
sobre el mar. ¿Quién es Jesús?
69
Dos cosas me pide Cristo: “ buen áni m o”, “ n o t e n ga s m i e d o” . Caminar sin temor, pase lo que pase.

Página 109
“¡Señor, sálvame!” 70
Y al punto extendí la mano y asiendo de él le dije:
“Hombre de poca fe, ¿por qué titubeaste?”
Subimos a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron 71delante
de mí diciendo:
“¡Verdaderamente, eres el Hijo de Dios!”
Quedaron desmesuradamente atónitos, mirándose unos a otros y con el corazón entupido
pues no se habían dado cuenta cabal de lo acaecido con los panes. En breve se halló la
barca junto a la tierra que íbamos, y apenas salidos de ella algunos me reconocieron y
dando aviso y recorriendo aquella comarca comenzaron a trasladar en camillas a todos los
que se hallaban mal allí donde Yo estaba. Y donde quiera que entraba, en las aldeas o en
las ciudades, o en los cortijos, ponían los enfermos en las plazas y me rogaban les dejase
siquiera tocar la franja de mi manto; y cuantos me tocaron cobraron salud.

70
La reflexión de éstos hechos hace que también a mí me lleven a decir: ¡Señor, sálvame!
71
Con solo emplear la razón llego a la misma conclusión: “¡Verdaderamente, eres el Hijo de Dios!”

Página 110
4.35 Yo soy el Pan de la vida. (Jn 6, 22-72)
La muchedumbre que estaba al otro lado del mar echó de ver que no había allí otra lancha,
sino una, y que Yo no había entrado en la barca junto con mis discípulos, sino que ellos se
habían marchado solos. Cuando vio, pues, la turba que ni Yo ni mis discípulos estábamos
allí subieron a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en mi busca, y encontrándome me
dijeron:
“Maestro, ¿cuándo has venido acá?”
Les respondí diciendo:
“En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque visteis señales maravillosas,
sino porque comisteis de los panes y os hartasteis. Trabajad no por el manjar que
perece, sino por el que dura hasta la vida eterna, el que os da el Hijo del hombre;
porque a Este, el Padre, Dios mismo, acreditó con su sello”.
“¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?”
“Esta es la obra de Dios: que creáis en Aquel a quien el envió”.72
“¿Qué señal, pues, haces tú para que lo veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según que está escrito: “Pan venido del
cielo les dio a comer”.
“En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio el pan bajado del cielo,
sino mi Padre es quien os da el Pan verdadero, que viene del cielo; porque el Pan de
Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo”.
“Señor, danos siempre ese pan”.
“Yo soy el Pan de la vida; el que viene a mí no padecerá hambre y el que cree en mí no
padecerá sed jamás. Pero ya os dije que me habéis visto y no creéis. Todo lo que me
da el Padre vendrá a mí, y al que viniere a mí no le echaré fuera; pues he bajado del
cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y esta es la
voluntad del que me envió: que de todo lo que me dio no pierda nada, sino que lo
72
Les está demandando, por lo que han visto, que crean en Él y esto supone que acepten su divinidad.

Página 111
resucite en el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al
Hijo y cree en El, tenga vida eterna y lo resucite Yo en el último día”.
Murmuraban, pues, los judíos de mí, porque había dicho: “Yo soy el Pan bajado del cielo”, y
decían:
“¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y cuya Madre nosotros conocemos? ¿Cómo
dice ahora: “He bajado del cielo”?”
Les respondí diciendo:
“No murmuréis entre vosotros. Nadie puede venir a mí si no le trajere el Padre, que me
envió; y Yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: “Y serán todos
enseñados por Dios”. Todo el que oye al Padre y recibe sus enseñanzas, viene a mí.
No que al Padre le haya visto alguien; sólo el que viene de parte de Dios, Ése es el que
a visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el
Pan de la vida. Vuestros padres en el desierto comieron el maná, y murieron; este es
el Pan que baja del cielo, para quien comiere de el no muera.

Yo soy el Pan viviente, el que del cielo ha bajado; 73 quien comiere de éste Pan vivirá
eternamente, y el Pan que Yo daré es mi carne por la vida del mundo”.
Disentían entre sí los judíos, diciendo:
“¿Cómo puede Éste darnos a comer su carne?” 74
Les dije:
“En verdad, en verdad os digo: si no comiereis la carne del Hijo del hombre y
bebiereis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna y Yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es

73
No lo entienden, pero tú y yo, amiga lectora o lector, si lo entendemos a dos mil años vista de estos hechos.
¿Qué hemos visto hasta ahora? Hemos contemplado a un Hombre que, entre otros actos inexplicables,
convierte el agua en vino, que cura a un leproso en el acto, a dos paralíticos, resucita a un joven en Naím y a
una niña de doce años, al imperio de su voz calma la tempestad, expulsa de dos hombres una legión de
demonios, con solo tocar su vestido una mujer recobra la salud, devuelve la vista a dos ciegos con fe, en sus
manos se multiplican los panes y los peces hasta saciar más de quince mil personas, camina sobre el mar.
Este Hombre dice haber bajado del cielo, que su Padre lo ha enviado y que este Padre no es ni más ni menos
que Dios. ¡Este Hombre es el Hijo de Dios!
74
Entendieron bien lo que, perplejos, estaban oyendo. C r ist o est á o f r ec i e ndo c o m er s u c a r n e .
Página 112
verdadero manjar y mi sangre es verdadera bebida. 75 El que come mi carne y bebe mi
sangre, en mí permanece y Yo en él. Como es Fuente de Vida el Padre, que me envió,
y Yo vivo del Padre, así quien me come a mí, también él vivirá de mí. 76 Este es el Pan
que bajó del cielo: no como el que comieron vuestros padres y murieron: el que come
este Pan vivirá eternamente”.
Esto dije en Cafarnaúm, enseñando en la sinagoga. Muchos, pues, de mis discípulos, que lo
oyeron dijeron:
“Duro es éste lenguaje. ¿Quién sufre el oírlo?”
Conociendo por mí mismo que mis discípulos, murmuraban de esto les dije:
“¿Esto os escandaliza? ¿Qué, si viereis al Hijo del hombre subir a donde estaba
primero? El Espíritu es el que vivifica; la carne de nada aprovecha. Las palabras que
Yo os he hablado son Espíritu y son Vida. Pero es que hay algunos de entre vosotros
que no creen”.
Ya sabía Yo desde el principio quienes eran los que no creían y quién era el que me había
de entregar. Les dije:
“Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí, si no le fuere concedido por mi
Padre”.
Desde este momento, muchos de mis discípulos se volvieron atrás, y ya no andaban en mi
compañía. Dije, pues, a los Doce:

“¿También vosotros queréis marcharos?”


Mas, Simón Pedro respondió:
“Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y
conocido que Tú eres el Santo de Dios”.
Les dije:
“¿Por ventura no os he elegido Yo a los Doce? Sin embargo, de vosotros uno es
diablo”.
Me refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, porque éste era quien me había de entregar, con
ser uno de los Doce.

75
Insiste Cristo en que hemos de comer su carne y beber su sangre para vivir la eternidad. Mi razón no podría
entender que Cristo se arrancara trozos de su carne y me los diera a comer. Así, más o menos, lo concibieron
en su inteligencia los que oyéndole no le creyeron. Pero Cristo no insulta a la inteligencia del hombre y si Él
dice dar su carne para la vida del mundo así hay que entenderlo, porque le avala su divinidad y nuestra Fe.
Mas tarde veremos que estas palabras se harán realidad en la Última Cena, se consumará el milagro del Amor
en virtud del cual este Dios y Hombre hará posible que, a su mandato, el Pan que consagra y da a comer a sus
Apóstoles sea ni más ni menos que Él mismo, con su carne, con su sangre, con su alma y su divinidad.
76
Amiga lectora o lector, los acontecimientos se precipitan y ahora empezamos a entender que las palabras
de Cristo son Espíritu y Vida. Creo en este Hombre que es mi Dios y vivo en y de este Hombre que es mi Dios.

Página 113
CAPÍTULO V-AÑO 3º DE PREDICACIÓN PÚBLICA

5.01 Discusión con los escribas y fariseos. (Mt 15, 1-20; Mc 7,1-23; Jn 7, 1)
Tras esto anduve por Galilea, pues no quise estar por la Judea, ya que los judíos me
buscaban para matarme. Se acercaron a mí unos escribas y fariseos venidos de Jerusalén y
viendo a algunos de mis discípulos comer su pan con las manos no lavadas- porque los
fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos a fuerza de puños, no comen, aferrados
a la tradición de los ancianos; y al volver de la plaza, si primero no se bañan, no comen; y
hay otras cosas cuya observancia recibieron por tradición, lavatorio de copas, jarros, vajilla
de cobre, lechos…- me preguntaron:
“¿Por qué no caminan tus discípulos conforme a la tradición de los ancianos, sino que
comen su pan con manos profanas?”
Yo, les dije:
“Muy bien profetizó Isaías de vosotros, farsantes, según está escrito: “Este pueblo me
honra con los labios, mas su corazón anda lejos de mí; es vano el culto que me
rinden, enseñando doctrinas, preceptos de hombres”.

Página 114
Dejando a un lado el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.
Anuláis por las buenas el mandamiento de Dios, para mantener vuestra tradición.
Porque Moisés dijo: “Honra a tu padre y a tu madre”, y “El que maldijere al padre o a
la madre, muera sin remisión”. Vosotros empero decís: “Si un hombre dijere al padre
o a la madre: Queda declarado KORBAN, que es decir: ofrenda, todo lo mío que
pudieras reclamar en tu provecho, no le dejáis ya hacer nada por el padre o por la
madre, rescindiendo la palabra de Dios con vuestra tradición que os transmitisteis de
unos a otros; y semejante a éstas en éste género hacéis muchas cosas”.
Dirigiéndome a la muchedumbre les dije:
“Escuchadme todos y entended. No lo que entra en la boca ensucia al hombre; mas lo
que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre. Quien tenga oídos para oír
escuche”.
Y dejando a la gente, entramos en casa, y llegándose mis discípulos, me dijeron:
“¿Sabes que los fariseos al oír tales palabras se escandalizaron?”
Les dije:
“Todo plantío que no plantó mi Padre celestial será arrancado de raíz. Dejadlos: son
ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a un ciego, ambos dos caerán a la hoya”.
Tomando Pedro la palabra, dijo:
“Maestro decláranos la parábola que dijiste a la gente”.
Le contesté:
“¿También vosotros tenéis tan poca inteligencia? ¿No comprendéis que todo lo que
de fuera entra en el hombre no es capaz de contaminarle, pues que no entra en su
corazón, sino en su vientre, y de allí va a parar a la letrina? Todos los alimentos son
puros. Mas las cosas que salen de la boca, del corazón salen, y éstas son las que
contaminan al hombre. Porque de dentro del corazón de los hombres, salen los malos
pensamientos: fornicaciones, hurtos, homicidios, adulterios, codicias, maldades,
dolo, libertinaje, mal ojo, maledicencia, soberbia, privación del sentido moral; todas
esas cosas malas de dentro salen y contaminan y ensucian al hombre; que el comer
con las manos sin lavar no ensucia al hombre”.

Página 115
5.02 La hija de la cananea. (Mt 15, 21-28; Mc 7, 24-30)
Levantándonos, partimos de allí a los confines de Tiro y de Sidón. Y he aquí que una mujer
cananea, gentil, sirofenicia de raza, cuya pobre hija tenía un espíritu inmundo, habiendo oído
de mí, salida de aquellos confines, daba voces diciendo:
“¡Apiádate de mí, Señor, Hijo de David; mi hija está malamente endemoniada!”
Yo no le respondí y llegándose mis discípulos, me rogaban diciendo:
“Despáchala, que viene gritando detrás de nosotros”.
Mas Yo les dije:
“No fui enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel”.
Entramos en una casa, no queriendo que nadie lo supiese, pero no logré pasar inadvertido.
La mujer llegándoseme, se postró a mis pies y me rogaba lanzase al demonio de su hija.
Decía:

Página 116
“¡Señor, socórreme!” 77
Le dije:
“Deja que primero se sacien los hijos; que no es justo tomar el pan de los hijos y
echarlo a los perrillos”.
Ella respondió:
“Sí, Señor, que también los perrillos debajo de la mesa de sus amos, comen de las migajas
que caen de la mesa y que tiran los niños”.
Y admirado, le dije:
“¡Oh mujer, grande es tu fe!; 78 por eso que has dicho, hágase contigo como quieres;
anda, ha salido de tu hija el demonio”.
Quedó sana su hija desde aquella hora. Y marchándose a su casa, halló a la niña echada
sobre la cama y salido el demonio.

77
En dos palabras se aprecia el inmenso dolor de una madre que pide socorro para ella, que sufre en sí las
consecuencias del mal espíritu de su hija.
78
Cristo vuelve a sorprenderse con la fe de una persona que no era judía. Vendrá a tener la misma sensación
que tuvo con la fe del centurión. Obrará, en ambos casos, el milagro a distancia, con solo ejercer su Voluntad
de Hombre y de Dios. La oración perseverante, la pertinaz demanda al Corazón de Cristo culmina con la
consecución de lo que con tanta ansia se pide.

Página 117
5.03 Curación de un sordomudo. Multitud de curaciones. (Mc 7, 31-37; Mt 45, 29-31)
De nuevo saliendo de los confines de Tiro, me encaminé por Sidón hacia el mar de Galilea,
pasando por medio de los términos de la Decápolis. Me presentaron un sordomudo
rogándome que pusiera mi mano sobre él. Lo tomé aparte, lejos de la turba, introduje mis
dedos en sus orejas y con saliva toqué su lengua; y levanté los ojos al cielo suspirando y
dije:
“Effatá” (Ábrete).
Y al punto se abrieron sus oídos, y se soltó la atadura de su lengua y hablaba
correctamente. Les ordené que a nadie lo dijesen, mas cuanto más lo ordenaba, tanto más y
más ellos lo divulgaban. Y asombrados decían:
“Todo lo ha hecho bien, 79 y hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.
Marchando de allí, llegamos a la ribera del mar de Galilea y subiendo a la montaña me senté
y vinieron a mí grandes muchedumbres llevando consigo, cojos, ciegos, sordos, mancos y
muchos otros que dejaron a mis pies. Yo les curé a todos de suerte que la muchedumbre se
maravillaba al ver oír a los sordos, sanos a los mancos, caminar a los cojos, tener vista los
ciegos; y glorificaban al Dios de Israel. 80

79
“Todo lo ha hecho bien…”. Así de sencillo, Jesucristo todo lo hace bien.
80
Amiga lectora o lector, estamos ante un hecho fehacientemente histórico. Miles de hombres y mujeres, niños,
ancianos, sanos y enfermos se llegaron a Cristo que ejercía su Omnipotencia al servicio de su Misericordia.
Una multitud, tantos como tu inteligencia y la mía, quieran entender, pero no menos que la muchedumbre que
comió de los panes que se multiplicaban en sus manos. Una multitud maravillada de contemplar milagros
inauditos, una multitud que glorificaba al Dios de Israel, a este Dios que no es Otro que el mismo Padre de
Cristo, este Padre tuyo y mío en el que no existe el tiempo, un P a dre d e l a l ma , último destino de tu existencia
ly a mía.

Página 118
5.04 Segunda multiplicación de los panes y los peces. (Mt 15, 32-38; Mc 8, 1-9)
Y como de nuevo no tuviesen que comer, llamé a mis discípulos diciéndoles:
“Siento compasión de esta muchedumbre, pues ya tres días permanecen Conmigo y
no tienen qué comer, y si los despidiere ayunos a sus casas, desfallecerán en el
camino, y algunos de ellos han venido de lejos”.
Dijeron mis discípulos:
“¿De dónde podrá uno aquí, en la soledad, saciar a éstos de panes?”
Les pregunté:
“¿Cuántos panes tenéis?”
Me contestaron:
“Siete”.
Mandé a la gente se sentase en el suelo y tomando los siete panes, haciendo gracias, los
partí y los di a mis discípulos para que los sirviesen. Tenían también unos pescadillos que
bendije y mandé que los sirviesen. Y comieron todos y se saciaron, y de los pedazos
sobrantes retiraron siete espuertas llenas. Y los que comieron eran cuatro mil hombres, sin
contar niños y mujeres.

Página 119
5.05 La señal del cielo y la levadura de los fariseos. (Mt 15, 39; Mt 16, 1-12; Mc 8, 10-21)
Una vez despedida la turba, subí a la barca con mis discípulos y vinimos a la región de
Dalmanuta y Magadán. Y saliendo los fariseos y saduceos comenzaron a discutir Conmigo,
demandándome alguna señal procedente del cielo, con ánimo de tentarme. Les dije:

Página 120
“Al caer la tarde decís: “Habrá buen tiempo, porque el cielo se arrebola con aspecto
sombrío”. El semblante del cielo sabéis discernir, ¿y las señales de los tiempos no
podéis?”
Gimiendo en mi Espíritu, dije:
“¿Para qué esta generación demanda una señal? En verdad os digo, una generación
perversa y adúltera reclama una señal, y señal no se le dará sino la señal de Jonás”.
Dejándoles, embarcando de nuevo, me fui a la ribera opuesta. Mis discípulos se habían
olvidado de tomar panes y solo tenían un pan en la barca. Yo les prevenía diciendo:
“Tened ojo y guardaos de la levadura de los fariseos y saduceos y de la levadura de
Herodes”.
Ellos entre sí discurrían:
“Que no hemos tomado panes…”
Advirtiéndolo les dije:
“¿A qué viene el discurrir entre vosotros, menguados de fe, sobre que no tenéis
panes? ¿Todavía no reflexionáis ni entendéis? ¿Tenéis encallecido vuestro corazón?
¿Teniendo ojos, no veis, y teniendo oídos, no oís? ¿No recordáis, cuando partí los
cinco panes entre los cinco mil, cuántos canastos llenos de pedazos recogisteis?”
Dijeron:
“Doce”.
“Y cuando los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de pedazos
recogisteis?”
Dicen:
“Siete”.
“¿Cómo no caéis en la cuenta de que no os hablé de panes? Guardaos de la levadura
de los fariseos y saduceos”.
Comprendieron entonces que habían de guardarse de la doctrina de los fariseos y
saduceos. 81

81
¿A quién se escogió Jesús como ayudantes? ¡No lo entendían! Solo Dios no puede desmoralizarse con
semejantes discípulos. En cualquier caso, el Corazón de Cristo tenía motivos para entristecerse. La
ramplonería mental de la que hacemos gala los que nos contemplamos creyentes, cristianos, se pone de
manifiesto cada día, cada hora, cada minuto. Somos imprevisibles, capaces de lo mejor y de lo peor. Dios
espera toda una vida con tal de ganarse a un hijo en un minuto. Cristo redime al hombre con su vida, su muerte
y sus tr is te z as , éstas que propiciamos con nuestra mezquindad.

Página 121
5.06 El ciego de Betsaida. (Mc 8, 22-26)
Llegamos a Betsaida y me traen un ciego rogándome que le tocara. Cogiendo la mano del
ciego lo saqué fuera de la aldea y habiendo escupido en sus ojos y puestas mis manos
sobre él le pregunté:
“¿Ves algo?”
El ciego alzando los ojos decía:
“Veo los hombres…me parecen árboles…los veo caminar”.
De nuevo puse mis manos sobre sus ojos y distinguió claramente todas las cosas y le dije:
“No entres en el pueblo”.

Página 122
5.07 La confesión y el primado de Pedro. (Mt 16, 13-20; Mc 8, 27-30; Lc 9, 18-21)
Al día siguiente salí con mis discípulos hacia las aldeas de Cesárea de Filipo. Después de
haber orado a solas, llegándome a mis discípulos les pregunté:
“¿Quién dicen las turbas ser el Hijo del hombre?”
Contestaron:
“Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros diferentes, que Jeremías, otros, que algún
profeta de los antiguos ha resucitado…”
“Y vosotros, ¿quién decís que Soy?”
Tomando Pedro la palabra dijo:
“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios viviente”.
Yo le respondí:
“Bienaventurado eres Simón Barjoná, pues que no es la carne y sangre quien te lo
reveló, sino mi Padre, que está en los cielos. Y Yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no podrán contra ella.
Te daré las llaves del Reino de los cielos, y cuanto atares sobre la tierra, quedará
atado en los cielos; y cuanto desatares sobre la tierra, quedará desatado en los
cielos”. 82
Ordené terminantemente a mis discípulos que a nadie dijesen ser Yo el Mesías.

82
Amiga lectora o lector, Roma tiene este privilegio divino. Lo que ate en la tierra, atado para siempre, queda en
el cielo, lo que desate en este mundo, para siempre, queda desatado en el otro. El que no cree en el único
Pedro, no sé qué cielo le espera. Mi esperanza se fundamenta con la Fe en la Iglesia de Cristo, la única Iglesia
que reconozco bajo la paternal autoridad de quien Él mismo se escoge para ser su Roca sobre la que se
fundamenta la única verdad que salva, la Verdad de Pedro, la única, la que es Verdad de Cristo.

Página 123
5.08 Les anuncio claramente mi muerte. (Mt 16, 21-28; Mc 8, 31-39; Lc 9, 22-27)
A partir de este momento comencé a manifestar a mis discípulos lo siguiente:
“El Hijo del hombre tiene que ir a Jerusalén y padecer muchas cosas y ser desechado
por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y ser entregado a la muerte y al tercer
día resucitar”. 83
Esto les declaraba abiertamente y tomándome consigo Pedro, comenzó a reconvenirme,
diciendo:
“¡No lo consienta Dios! Señor, de ningún modo te acaecerá tal cosa”.
Mas Yo, volviéndome hacia mis discípulos, increpé a Pedro, diciendo:
“¡Vete de aquí, quítateme de delante, Satanás, piedra de escándalo eres para mí, pues
tus miras no son las de Dios, sino las de los hombres!”
Llamé a la gente que viniera a mí y junto con mis discípulos les dije:
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome a cuestas su cruz de
cada día y sígame. 84 Porque quien quisiere poner a salvo su vida, la perderá; mas
quien perdiere su vida por mí y por el Evangelio, éste la salvará. Pues, ¿qué provecho
saca el hombre ganando el mundo entero, pero perdiéndose o perjudicándose a sí
mismo? ¿Qué podrá dar un hombre a cambio de recuperar su alma? 85 Porque quien

83
Cristo revela palmariamente su destino. Ya lo conoce, lo conoce desde siempre como Dios y en el misterio
de su inteligencia humana desde Niño. Esta reflexión es su pensamiento dominante, un supremo abandono en
la Voluntad de su Padre que ordenará los acontecimientos para que se cumpla lo que está escrito.
84
La cruz de cada día es inevitable. O la llevas con garbo detrás de Él, negándote a ti mismo por amor a su
Persona, o esta misma cruz, sin Fe, te hunde en desesperanza.
85
Consumes una vida sin vivirla por conseguir las cosas de este mundo. Cuando ya las crees tener no queda
tiempo para disfrutarlas, además tu alma está embotada y en riesgo de perderse para siempre. ¿Qué vale lo
que has ganado? Los restos de cuatro seres queridos, al cabo de pocos años, los he visto ocupar solamente
una capacita en la esquina de una fosa del cementerio.

Página 124
se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora,
también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando viniere en su gloria y en la de
su Padre y de los santos ángeles. Porque el Hijo del hombre ha de venir: y entonces
dará en pago a cada cual conforme a sus actos. En verdad os digo que hay algunos de
los que aquí están presentes que no gustarán la muerte sin que antes vean el Reino
de Dios venido en poderío y al Hijo del hombre viniendo en su realeza”.

Página 125
5.09 Transfiguración en el Tabor. (Mt 17, 1-13; Lc 9, 28-36; Mc 9, 1-12)
De seis a ocho días después, tomé a Pedro a Santiago y a Juan y subí con ellos a un monte
elevado para orar. Y mientras estaba orando, me transfiguré en presencia de ellos. Cambió
mi rostro que relumbraba como el sol y mis vestiduras se pararon blancas como la luz,
centelleantes y relampagueantes, blancas en extremo, cuales ningún batanero sobre la tierra
es capaz de blanquearlas así. Dos varones circundados de gloria me hablaban, eran Moisés
y Elías, sobre el tránsito que Yo realizaría en Jerusalén. Pedro, Juan y Santiago estaban
cargados de sueño; mas despertando vieron mi gloria y la de Moisés y Elías. Y cuando
Moisés y Elías se retiraron díjome Pedro:
“Señor, Maestro, que buena cosa es estarnos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas: una
para Ti, una para Moisés y una para Elías”.

Página 126
Pedro no sabía lo que decía, pues estaba fuera de sí por el espanto. Y estando todavía
hablando, de pronto se formó una nube luminosa que los cubría y se llenaron de miedo. Y he
aquí una voz salida de la nube que decía:
“Este es mi Hijo querido, el Elegido, en quien me agradé, escuchadle”. 86
Mis discípulos cayeron sobre su rostro y se atemorizaron sobremanera. Mas Yo
acercándome a ellos los toqué y dije:
“Levantaos y no tengáis miedo”.
Súbitamente, alzando sus ojos y echando una mirada enrededor, a nadie ya vieron sino solo
a mí. Y mientras bajábamos del monte les ordené diciendo:
“A nadie digáis la visión hasta que el Hijo del hombre hubiere resucitado de entre los
muertos”.
Ellos se callaron, guardando lo visto para sí y a nadie por aquellos días contaron nada de lo
ocurrido. Mis discípulos se preguntaban qué era aquello de resucitar de entre los muertos. Y
me interrogaron diciendo:
“¿Por qué, pues, los escribas dicen que Elías ha de venir primero?”
Yo les respondí:
“Elías ciertamente, viniendo primero, restaurará todas las cosas; ¿y cómo está escrito
del Hijo del hombre que ha de padecer muchas cosas y ser menospreciado? Pues
bien, os digo que Elías ya vino y no le reconocieron, antes hicieron de él cuanto
quisieron, según está escrito de él”.
Comprendieron entonces mis discípulos que les estaba hablando de Juan Bautista.

86
Esta es la voz del Padre, del Padre del Verbo, de su Palabra. El Padre se agrada en su Hijo e invita a
escucharle, a escuchar su Palabra hecha Hombre como nosotros, menos en el pecado, pero un Hombre que
conoce al hombre porque tiene alma de hombre y carne de hombre. En el Bautismo, el Padre presentará a su
Hijo tal y como ahora lo hace, pero aquí, el Padre dirá que este es su Elegido y además pide como Padre y
como Dios que le escuchemos y esto, precisamente, amiga lectora o lector, es lo que hacemos, escuchar, en
sagrado silencio, la Palabra de Dios leída según el mismo Cristo la viene susurrando a nuestro corazón.

Página 127
5.10 Curación del muchacho endemoniado. (Mt 17, 14-21; Mc 9, 13-29; Lc 9, 37-43)
Ya al día siguiente, llegándonos al resto de los discípulos, vi gran gentío en torno de ellos. Y
al punto todo aquel gentío, al verme, quedaron estupefactos, y viniendo hacia mí me
saludaron. Les pregunté:
“¿Qué es lo que discutís con ellos?”
Uno de entre la gente me dijo:
“Maestro, traje a Ti mi hijo, que tiene un espíritu malo y dondequiera que se apodera de él, le
echa por tierra, y enseguida grita y le retuerce entre espumarajos y da diente con diente, y
se pone rígido; y el demonio a duras penas se va de él, dejándole magullado. Y yo lo
presenté a tus discípulos, rogándoles que lo echasen y no pudieron”.

Página 128
Se echó a mis pies y gritando decía:
“¡Señor compadécete de mi hijo, porque está lunático y padece de mala manera. Maestro, te
ruego que mires a este hijo mío, porque es el único que tengo!”
Le respondí diciendo:
“¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta
cuándo os soportaré? Traédmelo acá”.
Me lo trajeron y cuando le vi, al punto el espíritu le sacudió violentamente, y cayendo en
tierra se revolcaba espumajeando. Y pregunté a su padre:
“¿Cuánto tiempo hace que comenzó a estar así?”
Me contestó el padre:
“Desde la infancia; y muchas veces le echó ya en el fuego, ya en el agua, para hacerle
perecer. Pero si algo puedes, socórrenos, compadecido de nosotros”.
Le contesté:
“¿Qué si puedes? Todo es posible al que cree”.
Volvió a gritar diciendo:
“¡¡Creo; socorre a mi fe, aunque sea poca!!” 87
Viendo que crecía el concurso de la gente, hablé con imperio al espíritu inmundo:
“¡Espíritu mudo y sordo, Yo te lo mando: sal de él y no entres ya más en él!”
Y dando gritos y sacudiéndole con extrema violencia, salió, y quedó el niño como muerto, de
suerte que los más decían:
“¡Ha muerto!”
Mas, acercándome a él lo tomé de la mano, lo levanté y él se puso de pie y lo entregué a su
padre. El muchacho quedó curado desde aquel instante. Y todos quedaron atónitos ante la
grandeza de Dios. Ya en casa me preguntaron mis discípulos:
“¿Por qué nosotros no pudimos lanzarle?”
Les dije:
“Por vuestra poca fe. Porque en verdad os digo que si tuviereis fe como un granito de
mostaza, diréis a éste monte: “Trasládate de aquí allá”, y se trasladará y nada os será
imposible. Este linaje de demonios con nada puede salir, si no es con oración y
ayuno”. 88

87
Patético grito de un padre que pide ayuda y ayuda para saber pedirla, que somete todas sus facultades a la
voluntad, en virtud de la cual supera la falta de fe necesaria para demandar de Cristo el milagro aunque su
razón dude.
88
El demonio existe aunque yo no lo crea. No veré al demonio, pero si puedo apreciar los efectos que produce
sobre un endemoniado. Despreciar la reflexión sobre la realidad del demonio no me garantiza su inexistencia.
Cuanto menos crea en él más cerca lo tengo.

Página 129
5.11 Subo a Jerusalén. (Mc 9, 30; Jn 7, 2-29)
Se aproximaba la solemnidad de los judíos, la Escenopegia y dijeron mis hermanos:
“Parte de aquí y dirígete a la Judea, para que también tus discípulos vean esas obras que
haces. Porque nadie hace las obras ocultamente si quiere adquirir publicidad. Ya que estas
cosas haces, manifiéstate al mundo”.
Ni siquiera mis familiares creían en mí. Les dije, pues:
“Mi tiempo todavía no ha llegado; vuestro tiempo siempre está a punto. No puede el
mundo aborreceros, pero a mí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras
son perversas. Vosotros subid a la fiesta; Yo no subo a esta fiesta, porque mi tiempo
todavía no se ha cumplido”.

Página 130
Me quedé en Galilea, pero cuando hubieron subido todos a la fiesta, entonces subí Yo
también aunque de incógnito y así, pues, atravesé la Galilea sin que nadie lo supiese.
Los judíos me buscaban durante la fiesta y decían:
“¿Dónde está Aquel?”
Y sobre mí había mucho murmureo en las turbas. Unos decían:
“Es bueno”.
Mas otros decían:
“No, sino que embauca a la multitud”.
Nadie, empero, hablaba de mí públicamente por miedo a los judíos. Cuando ya la fiesta
estaba a la mitad subí al Templo y enseñaba. Se maravillaban los judíos diciendo:
“¿Cómo Éste sabe de letras, sin haberlas aprendido?”
Les respondí diciendo:
“Mi doctrina no es mía, sino de Aquel que me envió. Quien quisiere cumplir su
Voluntad, conocerá si mi doctrina es de Dios o si Yo hablo por mi propia cuenta. El
que habla por su cuenta, busca su propia gloria: mas quien busca la gloria del que le
envió; éste es veraz y no hay en él injusticia. ¿Por ventura no tenéis la Ley que os dio
Moisés? Y nadie de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué tratáis de matarme?”
Respondió la gente:
“Endemoniado estás; ¿quién trata de matarte?”
Les dije:
“Una obra hice, y todos os maravilláis. Por eso Moisés os dio la circuncisión, no que
provenga de Moisés, sino de los patriarcas, y en sábado circuncidáis a un hombre. Si
la circuncisión recibe un hombre en sábado, para que no venga a menos la Ley de
Moisés, ¿os encolerizáis Conmigo porque en sábado sané a todo hombre? No
juzguéis por apariencias, sino juzgad juicio recto”.
Decían, pues, algunos de los de Jerusalén:
“¿No es Éste a quien tratan de matar? Pues ya veis si habla con libertad, y nadie le dice
nada. ¿Es que por fin habrán conocido de veras los jefes que este es el Mesías? Pero Éste
sabemos de dónde es; mas el Mesías, cuando venga, nadie sabe de dónde es”.
Clamé, en el Templo, diciendo:
“¡Conque me conocéis a mí y sabéis de dónde soy…! Pues no he venido de mí mismo,
sino que Otro es, real y verdadero, quien me envió, a quien vosotros no conocéis. Yo
le conozco, porque de el procede mi existencia y Él me envió”.

Página 131
5.12 Intentan los judíos apoderarse de mí. (Jn 7, 30-53)
Buscaban como apresarme; mas nadie me echó mano, pues todavía no había llegado mi
hora. De la multitud, muchos creyeron en mí, y decían:
“El Mesías, cuando venga, ¿acaso obrará más señales de las que Éste obró?”
Oyeron los fariseos a la gente repetir por lo bajo esas cosas sobre mí, y despacharon los
sumos sacerdotes y los fariseos alguaciles para prenderme. Les dije, pues:
“Un poco de tiempo todavía estoy con vosotros, y me voy al que me envió. Me
buscaréis y no me hallaréis, y a dónde Yo estoy vosotros no podéis venir”.
Al oír esto se dijeron los judíos unos a otros:
“¿Adónde se va a ir Éste, que nosotros no lo hallaremos? ¿Por ventura se va a ir a la
dispersión de los gentiles para enseñar a los gentiles? ¿Qué es esto que ha dicho: “Me
buscaréis y no me hallaréis, y donde Yo estoy, vosotros no podéis venir?”
El último día, el mayor de la fiesta, me dirigí a la gente a voces, diciendo:
“¡Quien tiene sed, venga a mí y beba. Quien cree en mí, como dijo la Escritura,
manarán de sus entrañas ríos de agua viva!” 89
Esto dije del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en mí. Porque todavía no había
Espíritu, por cuanto Yo no había sido aún glorificado. Algunos, pues, de la turba oídas estas
palabras, decían:
“Este es verdaderamente el Profeta”
Otros decían:

89
Quien tenga sed de justicia, de amor, de esperanza, quien busque saciarse de la belleza, de la bondad, de la
paz y la felicidad en el amar y ser amado, sin medida ni tiempo, venga a Cristo y encontrará la Fuente de todo
bien más allá de lo imaginable. Beber de Cristo su palabra que convertirá la nuestra en ríos de agua viva para
bienaventuranza de quien te escucha, para bienaventuranza tuya y mía, amiga lectora o lector.

Página 132
“Este es el Mesías”.
Mas algunos decían:
“¿Pues acaso el Mesías viene de Galilea? ¿No dijo la Escritura que: “De la descendencia de
David, y de la aldea de Belén, donde estaba David, viene el Mesías?”
Se originó, pues, escisión en el pueblo a causa de mí. Y alguno de entre ellos querían
prenderme, mas nadie echó mano sobre mí.
Vinieron, pues, los alguaciles a los sumos sacerdotes y fariseos, los cuales les dijeron:
“¿Por qué no le habéis traído?”
Respondieron los alguaciles:
“Jamás hombre habló así, como este hombre”.
Dijeron los fariseos:
“¿Qué? ¿También vosotros habéis sido embaucados? ¿Por ventura, alguno creyó en el
entre los jefes o entre los fariseos? Pero esa turba, que no conoce la Ley, son unos
malditos”.
Díceles Nicodemo, el que antes había venido a mí; que era uno de ellos:
“¿Por ventura, nuestra Ley condena al reo si primero no oye su declaración y viene en
conocimiento de lo que hizo?”
Respondieron y le dijeron:
“¿Acaso también tú eres de Galilea? Investiga, y verás que de Galilea, no surge ningún
profeta”
Y se marcharon cada uno a su casa.

Página 133
5.13 La mujer adúltera. (Jn 8, 1-11)
Abandoné la ciudad y me fui al monte de los Olivos. Al amanecer me presenté otra vez en el
Templo y todo el pueblo vino a mí y Yo les enseñaba. Los escribas y fariseos traen a una
mujer sorprendida en adulterio y habiéndola puesta en medio, me dicen:
“Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio. En la Ley, Moisés
nos mandó que a semejantes mujeres las apedreásemos; Tú, pues, ¿qué dices?” 90
Esto decían tentándome, para tener de qué acusarme. Yo, inclinándome hacia el suelo,
escribía con el dedo en la tierra. Mas como ellos persistiesen preguntándome, me erguí y les
dije:
“Quien de vosotros esté sin pecado, sea el primero en apedrearla”.

90
Mejor es ser juzgado por Dios que por los hombres. El Hijo de Dios vuelve a ser tentado por Satanás que se
valdrá de sus hijos para poner a prueba la Justicia y la Misericordia divinas. Si Jesús optaba por salvar la vida
de esta mujer se ponía de frente a la Ley de Moisés. Si por el contrario se inclina hacia la aplicación de la Ley
¿dónde queda su bondad y misericordia con los pecadores? “Aquel que se considere sin pecado comience
la lapidación”. Ante la divina mirada del que conoce la conciencia de cada persona, aquellos hombres, sin
misericordia, se ven con toda la perversidad del alma a la vista de los demás, se avergüenzan de su desnudez
moral y comienzan a alejarse los más viejos en años y maldad, después todos.

Página 134
E inclinándome de nuevo hacia el suelo volví a escribir en la tierra. Ellos, como esto oyeron,
se fueron retirando uno a uno, comenzando por los más viejos; y quedamos solos la mujer
de pie en medio y Yo sentado. Alcé la cabeza y le dije:
“Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te condenó?”
Ella contestó:
“Nadie, Señor”.
Y le dije:
“Tampoco Yo te condeno: anda, y desde ahora no peques más”.91

91
Se marcharon todos y quedaron solas la Misericordia y la Miseria. Jesús absuelve como Dios y no como los
hombres, absuelve sin humillar porque respeta la dignidad del ser humano por muy grave que sea su pecado.

Página 135
5.14 Doy testimonio de mí mismo. (Jn 8, 12-20)
De nuevo les hablé a la gente diciendo:
“Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue no tema caminar en tinieblas, sino que
tendrá la luz de la vida”.
Contestaron los fariseos:
“Tú das testimonio de Ti mismo; tu testimonio no es verídico”.
Les dije:
“Aunque Yo de testimonio de mí mismo, mi testimonio es verídico, porque sé de
dónde vine y adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; Yo no juzgo a nadie. Y aun
cuando Yo juzgue, mi juicio es conforme a verdad; porque no soy Yo solo, sino Yo y el
Padre, que me envió. 92 Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos
personas hace fe. Yo soy quien doy testimonio de mí mismo, y también da testimonio
de mí el Padre, que me envió”.
Dícenme, pues:
“¿Dónde está tu Padre?”
Les respondí:
“Ni me conocéis a mí ni tampoco a mi Padre; que si me conocierais a mí también a mi
Padre conoceríais”.
Estas palabras hablé en el gazofilacio, mientras enseñaba en el Templo; y nadie me prendió
porque todavía no había llegado mi hora.

92
Estas palabras no tienen matices. Tú y yo, amiga lectora o lector, entendemos el real sentido del texto. Cristo
manifiesta que Él, no es solo, que es Él y el Padre que le ha enviado. Y si Yo soy Yo y el Padre que me ha
enviado, no puedo manifestar que mi Persona es la Persona del Padre, porque Yo soy Yo y mi Padre es mi
Padre, sin embargo, en clave de naturaleza o esencia divina, el Padre y Yo somos lo mismo.

Página 136
5.15 “Adónde Yo voy, vosotros no podéis venir”.(Jn 8, 21-31)
De nuevo les dije:
“Yo me voy, y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado. Adónde Yo voy, vosotros
no podéis venir”.
Y ellos se preguntaban:
“¿Por ventura se quitará la vida, pues dice: “Adónde Yo voy, vosotros no podéis venir?”
Mas Yo les dije:
“Vosotros sois de aquí abajo. Yo soy de allá arriba; vosotros sois de este mundo. Yo
no soy de este mundo. 93 Os dije, pues, que moriréis en vuestros pecados; porque si
no creyereis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados”.
Y me volvieron a preguntar:
“¿Tú quién eres?”
“Pues ni más ni menos, eso mismo que os vengo diciendo. Muchas cosas tengo que
hablar y juzgar acerca de vosotros; pero el que me envió es veraz, y Yo, lo que oí de
El, esto hablo al mundo”.
No entendieron que les hablaba de mi Padre. Les dije, pues:
“Cuando levantareis en alto al Hijo del hombre, entonces conoceréis que Yo soy y que
de mí mismo nada hago, sino que, según me enseñó el Padre, eso hablo. Y el que me
envió está Conmigo, y no me dejó solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada”.
Muchos creyeron en mí, y a éstos que creyeron en mí les dije:
“Si vosotros perseverareis en mi enseñanza, sois verdaderamente discípulos míos, y
conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”.94

93
Estas palabras, tampoco tienen matices. Cristo es de un lugar que dice estar arriba, de donde ha venido, no
es de este mundo. ¿Qué otra interpretación se le puede dar al texto?
94
Ser discípulo de Cristo es conocer la única verdad, la única que hace verdaderamente libre al hombre.

Página 137
5.16 Hijos del diablo. (Jn 8, 32-47)
Unos fariseos tomaron la palabra diciendo:
“Somos linaje de Abraham, y de nadie jamás hemos sido esclavos; ¿cómo dices Tú: “Seréis
libres”?”
“En verdad, en verdad os digo que todo el que obra el pecado, esclavo es del pecado.
El esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo queda para siempre. Si, pues, el
Hijo os diere libertad, seréis realmente libres. Bien sé que sois linaje de Abraham;
pero tratáis de matarme, porque mi palabra no prende en vosotros. Lo que Yo vi cabe
mi Padre, eso hablo; y vosotros, por vuestra parte, lo que oísteis de vuestro padre,
eso hacéis”.
“Nuestro padre es Abraham”.
“Si hijos fuerais de Abraham, haríais las obras de Abraham; mas ahora pretendéis
matarme, a mí que os he dicho la verdad, que oí de Dios; eso Abraham no lo hizo.
Vosotros hacéis las obras de vuestro padre”.
“¡Nosotros no hemos nacido de fornicación; un solo Padre tenemos, Dios!”

Página 138
“Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque Yo de Dios salí y he venido;
pues no he venido de mí mismo, sino que el me envió. ¿Por qué no reconocéis mi
habla? Porque no estáis en disposición de oír mis palabras. Vosotros tenéis por padre
al diablo, y deseáis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el
principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla la
mentira, habla de su cosecha, porque es mentiroso y padre de la mentira. Mas a mí,
por lo mismo que os digo la verdad, no me creéis. ¿Quién de vosotros me convence
de pecado? Si digo verdad, ¿por qué vosotros no me creéis? El que es de Dios
escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis, porque no sois de
Dios”. 95

95
No ser de Dios no supone no ser de nadie, supone ser de Satanás. Si no se quiere ser hijo de Dios, se es,
necesariamente, aunque no se quiera, hijo del diablo. El que no cree ya está condenado y no, desgraciadamente,
experimentará su condena más allá de la muerte, no, no hay que esperar tanto. Aquí, en este vivir sin vivir
gusta, porque lo quiere, de una agonía sin esperanza, de un ejercicio del desamor cuyo resultado es padecer y
hacer padecer, no compadecerse y no aceptar la compasión. En cualquier caso, en segundos, con un “¡Dios
mío, perdóname!” se gana el Corazón de un Padre que ha esperado toda una vida frustrada.

Página 139
5.17 “Antes de que Abraham naciese Yo existo”. (Jn 8, 48-59)
“¿No decimos nosotros que eres Tú samaritano y tienes demonio?”
“Yo no tengo demonio, sino que honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis a mí. Yo
no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. En verdad os digo, si uno guardare mi
palabra no verá la muerte eternamente”.
“Ahora si hemos conocido que tienes demonio. Abraham murió, y también los profetas. ¡Y Tú
dices: “Si uno guardare mi palabra, no gustará la muerte jamás”! ¿Acaso eres Tú mayor que
nuestro padre Abraham que murió? Y los profetas también murieron. ¿Quién presumes ser?”
“Si Yo me glorifico a mí mismo, mi gloria es nada; mi Padre es quien me glorifica, el
que vosotros decís ser vuestro Dios; y no le habéis conocido, mas Yo le conozco. Y si
dijere que no le conozco, seré mentiroso como vosotros; pero le conozco y guardo su
palabra. Abraham, vuestro padre, se regocijó con la esperanza de ver mi día; lo vio y
se alegró”.
“No tienes aún cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”
“En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham viniese a ser, Yo soy”. 96
Tomaron piedras para arrojarlas sobre mí mas me oculté y salí del Templo.

96
¿Qué más se puede decir? Amiga lectora o lector, ¿no se entienden estas palabras? Cristo, un Hombre como
tú y como yo, menos en el pecado, dice lo que estás leyendo, que es antes de que Abraham viniese a ser.
¿Qué te parece? Un Hombre que acredita sus palabras con hechos como jamás se habían visto desde la
creación del mundo, dice existir más allá del tiempo. ¿Quién es este Hombre de carne y hueso, Hijo de una
Mujer, María, Varón que salió de las purísimas entrañas de una Virgen? ¿Qué Hombre habló, habla o hablará
con autoridad divina? ¿Qué más hay que leer, ver u oír para creer? ¿Cómo es posible que la razón humana
ante esta maravillosa luz se mantenga voluntariamente en tinieblas? Amiga y amigo mío, en el ejercicio de mi
profesión, en la práctica de la técnica, la lógica es el instrumento a utilizar como consecuencia de un sentido
común que todo hombre tiene desde sus primeros años de existencia. La Fe no es producto de un sentimiento
o de una enfermiza imaginación. La Fe es un don de Dios que se merece con la buena voluntad en la reflexión
de lo que hasta ahora hemos leído. Hasta aquí, hay argumentos más que suficientes para tener una profunda
conciencia e inteligencia plena de que estamos, para nuestra estupefacción, ante un relato de hechos humanos
y divinos contados por el mismo Dios, el Dios en el que existo y me muevo, el Creador de lo que se ve y no se ve.
Este Dios, como verás a continuación, amiga y amigo mío, también es un Dios Redentor y se llama Jesucristo.

Página 140
5.18 El ciego de nacimiento. (Jn 9, 1-41)
Al día siguiente, pasando vi a un hombre ciego de nacimiento. Y mis discípulos me
preguntaron:
“Maestro, ¿quién pecó: éste o sus padres, para que naciera ciego?”
Respondí:
“Ni pecó éste ni sus padres, sino que se habían de manifestar en él las obras de Dios.
Es preciso que obre Yo las obras del que me envió, mientras es de día; viene la noche,
en que nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, Luz soy del mundo”.
Dicho esto, escupí en tierra, hice lodo con la saliva y le ungí con el lodo los ojos al ciego
diciéndole:
“Anda, lávate en la piscina de Siloé”.
Fue, pues, y se lavó, y volvió con vista. Con esto los vecinos y los que antes le veían
mendigar decían:
“¿No es éste acaso el que estaba sentado y mendigaba?”
Unos decían:
“Es él”.
Otros decían:
“No, sino que es uno que se le parece”.
Él decía:
“Soy yo”.
Decíanle, pues:

Página 141
“¿Cómo, pues, te fueron abiertos los ojos?”
Él respondió:
“Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, y me ungió los ojos, y me dijo: “Ve a Siloé y
lávate”; conque fui, y habiéndome lavado, recobré la vista”. 97
Y le dijeron:
“¿Dónde está El?”
Dice:
“No lo sé”.
Llevan a los fariseos al que había estado ciego. Era sábado el día que hice lodo y le abrí los
ojos. De nuevo, pues, le preguntaron también los fariseos cómo había recobrado la vista. El
les dijo:
“Me puso barro sobre los ojos y me lavé, y veo”.
Decían, pues, algunos de entre los fariseos:
“Este hombre no viene de Dios, pues no guarda el sábado”. 98
Mas otros decían:
“¿Cómo puede un hombre pecador obrar semejantes señales?”
Y había escisión entre ellos. Dicen, pues, al ciego otra vez:
“¿Tú que dices de el en cuanto que te abrió los ojos?”
Él dijo:
“Que es Profeta”.
No creyeron, pues, los judíos acerca de él que era ciego y recobró la vista hasta que
llamaron a los padres del mismo que había recobrado la vista, y les preguntaron diciendo:
“¿Es éste vuestro hijo, que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?”
Respondieron sus padres y dijeron:
“Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; cómo ve ahora, no lo sabemos, o
quién abrió sus ojos, nosotros no lo sabemos; preguntadle a él, edad tiene; él dirá de sí”.
Esto dijeron sus padres, porque temían a los judíos; pues ya se habían concertado los judíos
en que, si alguno me reconociera por Mesías, fuese expulsado de la sinagoga. Por esto
dijeron sus padres: “Edad tiene; preguntadle a él”. Llamaron, pues, por segunda vez al
hombre que había estado ciego, y le dijeron:
“Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que este hombre es pecador”.
A esto respondió él:
“Si es pecador no lo sé; una cosa sé: que yo estaba ciego y ahora veo”.
Dijéronle, pues:
“¿Qué hizo contigo? ¿Cómo te abrió los ojos?”

97
Nació ciego y vivió ciego hasta encontrarse con Jesús. Dios puso su saliva en la tierra, hizo un poquito de
lodo, untó los ojos del ciego de nacimiento, se lavó en la piscina de Siloé y comenzó a ver la luz por primera
vez. Para Dios todo es posible.
98
Siento vergüenza ajena por el hecho de que puedan existir seres de mi raza, hombres, capaces de razonar
con tan perversa ignorancia, una ignorancia voluntariamente querida. Un corazón enfermo por la maldad que
entenebrece la razón.

Página 142
Les respondió:
“Os lo dije ya, y no me escuchasteis; ¿a qué lo queréis oír de nuevo? ¿Acaso también
vosotros queréis haceros discípulos suyos?”
Le cargaron de denuestos y le dijeron:
“¡Tú discípulo Suyo eres; nosotros, de Moisés somos discípulos! Nosotros sabemos que a
Moisés le ha hablado Dios; mas este no sabemos de dónde es”.
Respondió el hombre y les dijo:
“En esto precisamente está lo extraño: que vosotros no sabéis de dónde es, y, no obstante,
me abrió los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que, si uno honra a
Dios y cumple su voluntad, a éste escucha. Nunca jamás se oyó decir que uno abriera los
ojos de un ciego de nacimiento. Si este no viniera de Dios, no pudiera hacer nada”.
Respondieron y le dijeron:
“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y tú nos das lecciones a nosotros?”
Y le echaron fuera. Llegó a mis oídos que le habían echado afuera y encontrándome con él
le dije:
“¿Tú crees en el Hijo de Dios?”
“¿Y quién es, Señor, para que crea en El?”
“Le has visto, y el que habla contigo, el es”. 99
“Creo, Señor”.
Postrándose, me adoró. Y dije a mis discípulos:
“Para un juicio vine Yo a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se
vuelvan ciegos”.

99
Cristo es el Mesías, el Hijo de Dios. Como Dios, se dará a conocer, de forma directa, a este joven. Antes,
apreciamos que también se da a conocer, como el Mesías, a una mujer samaritana. Ambos le ven y le
escuchan meridianamente. A este, le dirá Jesús: “Le has visto…”, a la samaritana le dirá: “Soy Yo, el que
habla contigo…”

Página 143
5.19 y 5.20 Yo soy la Puerta. Yo soy el Buen Pastor. (Jn 10, 1-21)
Y oyendo estas palabras algunos fariseos me dijeron:
“¿Es que también nosotros estamos ciegos?”
Les dije:
“Si fuerais ciegos, no tuvierais pecado, mas ahora decís: “Vemos”: vuestro pecado
subsiste. En verdad, en verdad os digo, el que no entra por la puerta en el redil de las
ovejas, sino que salta por la otra parte, ese ladrón es y salteador; mas el que entra por
la puerta es pastor de las ovejas. A éste el portero le abre, y las ovejas oyen su voz, y
llama a sus ovejas cada una por su nombre, y las saca afuera. Cuando ha sacado
afuera todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su
voz; mas al extraño no le seguirán, antes huirán de él, porque no conocen la voz de
los extraños”.
No entendieron ésta alegoría y les dije de nuevo:
“En verdad, en verdad os digo que Yo soy la puerta de las ovejas.

Página 144
Todos cuantos vinieron antes de mí, ladrones son y salteadores; mas no les
escucharon las ovejas. Yo soy la puerta; quien entrare por mí será salvo, y entrará y
saldrá, y hallará pasto. El ladrón no viene sino para robar, y matar, y destruir; Yo vine
para que tengan vida y anden sobrados. Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor
expone su vida por las ovejas; el que es asalariado y no pastor, de quien no son
propias las ovejas, ve venir al lobo y abandona las ovejas y huye, y el lobo las
arrebata y dispersa, porque es asalariado y no le importa de las ovejas. Yo soy el
Buen Pastor, y conozco las mías, y las mías me conocen, como me conoce mi Padre y
Yo conozco a mi Padre; y doy mi vida por las ovejas. Y otras ovejas tengo que no son
de este aprisco; éstas también tengo Yo que recoger, y oirán mi voz y vendrá a ser un
solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama mi Padre, porque Yo doy mi vida, para
volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que Yo por mí mismo la doy. Poder tengo
para darla y poder tengo para tomarla otra vez. Esta orden recibí de mi Padre”.100
Otra vez se originó escisión entre los judíos con motivo de éstas palabras. Y decían muchos
de ellos:
“Demonio tiene y disparata. ¿Para qué le escucháis?”
Otros decían:
“Esas palabras no son de endemoniado. ¿Es que un endemoniado puede abrir los ojos a los
ciegos?”

100
Amiga lectora o lector, estas palabras están dichas por un Hombre que sabe que tiene que dar la vida por sus
ovejas, que nadie se la quita, que la da el por Sí mismo. Dice tener poder para darla y poder para recobrarla.
¿Quién es este Hombre? Dice que por esto el Padre le ama. Este Padre es el Dios creador del mundo. No habla
de un padre terreno. Este Hombre, con antelación, conoce su destino, Sabe que va a morir en ignominiosa muerte
de Cruz, como sabe que resucitará antes de que pasen tres días. ¿Quién, pues, es este Hombre que dice ser Hijo
de Dios? Amiga mía, amigo mío, ¿será posible lo que tú y yo estamos entendiendo? ¿Será posible, Dios mío,
que Tú mismo te hayas hecho Hombre sin dejar de ser Dios y hayas descendido a este mundo?

Página 145
5.21 Predicción de mi Pasión y Resurrección. (Mt 17, 22-23; Mc 9, 30-31; Lc 9, 44-45)
Mientras andábamos por Galilea, maravillándose todos por las cosas que hacía, instruía a
mis discípulos diciéndoles:
“Clavad vosotros en vuestros oídos estas palabras: el Hijo del hombre ha de ser
entregado en manos de los hombres, y le darán la muerte; y después de muerto, al
tercer día resucitará”.
Mas ellos no entendían estas palabras, estaban cubiertas como un velo para ellos, de suerte
que no alcanzaban su sentido; y tenían miedo de preguntarme sobre ellas quedando
entristecidos sobremanera.

Página 146
5.22 La moneda en la boca del pez. (Mt 17, 24-27)
Llegando a Cafarnaúm, se presentaron a Pedro los que cobraban los didracmas y dijeron:
“¿Vuestro Maestro no paga los didracmas?”
Dice:
“Sí”.
Y cuando entró en la casa, me adelanté a él diciendo:
“¿Qué te parece Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran impuestos o
tributos? ¿De sus propios hijos o de los extraños?”
“De los extraños”.
“Luego exentos están los hijos. Mas para que no los escandalicemos, vete al mar y
echa el anzuelo, y al primer pez que saques, tómalo, y abriéndole la boca, hallarás un
estater; tómalo y entrégalo a ellos por mí y por ti”. 101

101
¿Qué te parece? ¿Qué mente humana puede conocer que en un pez hay una moneda antes de pescarlo?
Si a mi me dicen que vaya al mar, eche un anzuelo y al primer pez que saque le abra la boca y allí encontraré
una moneda, no le hubiera hecho caso. La Persona que me hiciera semejante petición ha de tener crédito
divino, no puedo imaginarme en un hombre tal conocimiento.

Página 147
5.23 El mayor en el Reino de los cielos. (Mt 18, 1-5; Mc 9, 32-37; Lc 9, 46-48)
En aquella sazón, estando en casa, se llegan a mí los discípulos y me preguntan:
“¿Quién, pues, es mayor en el Reino de los cielos?”
Y es que entró en ellos un pensamiento sobre quien de ellos sería el mayor. Conociendo el
pensamiento de su corazón les pregunté:
“¿Sobre qué altercabais en el camino?”
Ellos callaban. Es que en el camino habían altercado unos con otros sobre quién era el
mayor. Mas Yo les dije:
“Si alguno quiere ser el primero, ha de ser el último de todos y criado de todos.
Porque el que es más pequeño entre vosotros, éste es grande”.
Llamé a mí a un niño, lo tomé de la mano y lo coloqué en medio de ellos y después de
abrazarle, les dije:
“En verdad, en verdad os digo, si no os tornareis e hiciereis como los niños, no
entrareis en le Reino de los cielos. Así, pues, el que se hiciere pequeño como éste
niño, éste es mayor en el Reino de los cielos. Y quien recibiere a uno de tales niños en
mi Nombre, a mí me recibe. Y quien me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me
envió”. 102

102
Estas palabras tienen el sentido que tienen. Recuperar la inocencia no está al alcance del hombre de
mundo, hay que pedirla. El Padre Dios, siempre la da a quien se la pide. Nos hacemos niños para entender el
Reino de Dios o no lo entenderemos nunca.

Página 148
5.24 Quien no está contra nosotros con nosotros está. El escándalo. (Mc 9, 37-50; Lc
9, 49-50; Mt 18, 6-11)
Tomando Juan la palabra, dijo:
“Maestro, vimos a uno lanzando demonios en tu Nombre y se lo estorbamos, pues no anda
con nosotros”.
Mas Yo le dije:
“No se lo estorbéis, pues no habrá nadie que obre un milagro en mi nombre, y pueda
enseguida hablar mal de mí. Pues quien no está contra nosotros, con nosotros está. Y
quien os diere de beber un vaso de agua a título de ser vosotros de Cristo, en verdad
os digo que no perderá su galardón. Y quien escandalizare a uno de éstos
pequeñuelos que creen en mí, más vale que le cuelguen al cuello una muela de tahona
y lo echen al mar. ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Porque fuerza es que
vengan los escándalos; mas ¡ay del hombre por quien viene el escándalo! Y si te
escandalizare tu mano, córtala y échala lejos de ti: más te vale entrar manco en la vida
que no con las dos manos irte a la gehena, al fuego inextinguible, donde “su gusano
no muere y su fuego no se extingue”.

Página 149
Y si tu pie te escandalizare, córtalo y échalo lejos de ti: más te vale entrar cojo en la
vida, que no con los dos pies ser arrojado en la gehena, donde “su gusano no muere y
su fuego no se extingue”.

Página 150
Y si tu ojo te escandalizare, sácalo y échalo lejos de ti: más te vale con un ojo entrar
en Reino de Dios que no con los dos ojos ser arrojado a la gehena, donde “su gusano
no muere y su fuego no se extingue”.

Porque todos serán salados con el fuego, y toda víctima con sal será salada. Buena es
la sal; mas si la sal se desalare, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros sal, y
estad en paz unos con otros.

Página 151
Guardaos, no menospreciéis a uno de esos pequeñuelos, porque os digo que sus
ángeles 103 en los cielos sin cesar contemplan el rostro de mi Padre, que está en los
cielos. Porque el Hijo del hombre vino a salvar lo que había perecido”.

103
Este es el Ángel de la Guarda que Dios pone junto a cada hombre o mujer que viene a ser en este mundo.
Los ángeles son incontables. A cada hombre se le destina un ángel que ejercerá su oficio solamente con el hijo
de Dios que le han designado. Es un buen amigo, el mejor amigo, que me conoce bien, que me alumbra, me
rige, me guarda y gobierna si yo lo quiero. Hay tantos ángeles, con este destino, como hombres y mujeres
vengan a ser en la historia de la humanidad, y estos solo serán una pequeñita parte del número incontable de
los que ven el rostro divino de nuestro divino Padre. Son espíritus puros y como tales ahora no los podemos
ver con estos ojos, pero están, existen y nos esperan. Vimos anteriormente que en un solo hombre podían
habitar más de mil espíritus impuros, más de mil demonios, seres individuales y distintos entre sí, con voluntad
y entendimiento propios, que con Lucifer escogieron, libremente, renegar del Dios que los creó ángeles buenos
desde el principio. No aceptaron a Cristo desde su superior conocimiento de los designios del Padre. Quien fue
el más bello de los ángeles, “Lucifer”, se reveló contra su Creador y arrastró consigo, hacia el infinito abismo, a
un tercio de los ángeles que suscribieron su enorme maldad. Están para siempre en el Averno. Mientras dure
esta vida buscarán la perdición de lo más querido por Dios: el hombre. Si hay más ángeles buenos que malos,
si en un hombre caben más de mil ángeles malos ¿cuántos serán éstos y aquellos?

Página 152
5.25 La oveja descarriada. La corrección fraterna. La oración eficaz. (Mt 18, 12-20)
“¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿por
ventura no dejará las noventa y nueve en los montes y se irá a buscar la descarriada?
Si le aconteciere hallarla, en verdad os digo que goza por ella más que por las noventa
y nueve no descarriadas. Así no es voluntad en el acatamiento de vuestro Padre, que
está en los cielos, de que perezca uno de esos pequeñuelos.

Página 153
Si pecare contra ti tu hermano, ve y corrígele entre ti y él sólo. Si te escuchare,
ganaste a tu hermano; mas si no te escuchare, toma todavía contigo a uno o dos, para
que “sobre el dicho de dos o tres testigos se falle todo pleito”; y si no les diere oídos,
dilo a la Iglesia; y si tampoco a la Iglesia diere oídos, míralo como gentil y publicano.
En verdad os digo, cuanto atareis en la tierra será atado en el cielo, y cuanto
desatareis sobre la tierra será desatado en el cielo. En verdad también os digo que si
dos de entre vosotros se concertaren sobre la tierra acerca de cualquier cosa que
pidan, les será otorgado por mi Padre, que está en los cielos. Pues dondequiera que
estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”.

Página 154
5.26 “Hasta setenta veces siete”. El siervo cruel. (Mt 18, 21-35)
Entonces, dijo Pedro:
“Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y le perdonaré? ¿Hasta siete veces?”
Contesté:
“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 104 Por eso se asemejó el
Reino de los cielos a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Y como
comenzó a tomarlas, le fue presentado un deudor de diez mil talentos. No teniendo él
con qué pagar, mandó su señor se le vendiese a él, a su mujer, a sus hijos y a todo
cuanto tenía, y con eso se le pagase. Postrándose, pues, el siervo aquel, le suplicaba
rendidamente, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y todo te lo pagaré”. Compadecido
el señor de aquel siervo, le dejó ir libre y le perdonó la cantidad prestada. Pero así que
salió aquel siervo se encontró con uno de sus consiervos, que le debía cien denarios;
y asiendo de él le ahogaba, diciendo: “Paga todo lo que debes”. Postrándose, pues,
su consiervo, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo y te pagaré”. Mas él no
quería, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Viendo,
pues, sus consiervos lo que pasaba, se disgustaron sobremanera y se fueron a
enterar a su señor de todo lo ocurrido. Entonces, llamándole su señor, le dice: “Siervo
ruin, toda aquella deuda te perdoné porque me lo suplicaste. ¿No era justo que
también tú te compadecieses de tu consiervo, lo mismo que yo me compadecí de ti? Y
encolerizado su señor, lo entregó a los verdugos hasta que le pagase todo lo que le
debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonareis cada uno a
vuestro hermano con todo vuestro corazón”.

104
El cristiano no guarda rencor a nadie, pase lo que pase. De no ser así no es cristiano. No existe un límite en
el perdón. Un ser humano, mientras viva en este mundo, tiene derecho al perdón, si lo pide, por perversas que
hayan sido sus obras. Téngase por seguro que un hombre es hijo de Dios de siempre y para siempre y su
Padre demandará perdón para su hijo, si pide clemencia. Si el hombre no perdona al hombre que suplica
perdón, el Padre de ambos saldrá al encuentro de los dos. Al que no perdonó no le perdonará y al que pidió
perdón y no fue perdonado lo recibirá en sus eternas entrañas a poco que sienta y pronuncie un: “Padre mío
perdóname”.

Página 155
5.27 En Samaria no me reciben. (Lc 9, 51-56)
Aconteció que, cuando se cumplieron los días de mi partida de este mundo, serio el rostro,
tomé la firme resolución de encaminarme a Jerusalén. Envié mensajeros delante de mí y
puestos en camino entramos en una aldea de samaritanos para disponer de alojamiento. No
me acogieron, pues mi aspecto era de quien iba a Jerusalén. Viéndolo mis discípulos
Santiago y Juan, dijeron:
“Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?”
Vuelto a ellos les respondí diciendo:
“No sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del hombre no vino a perder las almas
de los hombres sino a salvarlas”.
Y nos marchamos a otra aldea.

Página 156
5.28 Tres vocaciones. Condiciones para el apostolado. (Mt 8, 18-22; Lc 9, 57-62)
Mientras íbamos de camino, llegándose un escriba, me dijo:
“Maestro, te seguiré a donde quieras que partas”.
Y le dije:
“Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del hombre no
tiene donde reclinar la cabeza”.
Le dije a otro:
“Sígueme”.
Mas él dijo:
“Señor permíteme que primero vaya a enterrar a mi padre”.
Y Yo le insistí:

Página 157
“Deja los muertos enterrar sus muertos; pero tú marcha a anunciar el Reino de Dios”.
Llegándose otro dijo:
“Te seguiré, Señor, mas primero permíteme ir a despedir de los de mi casa”.
Yo le dije:

“Nadie que puso su mano en el arado y mira hacia atrás es a propósito para el Reino
de Dios”.

Página 158
5.29 En la Perea. Misión de setenta y dos de mis discípulos. (Lc 10, 1-12)
Y tras esto designé también a otros setenta y dos y los envié de dos en dos delante de mí a
toda ciudad y lugar adónde Yo había de ir. Y les decía:
“La mies es mucha, y los obreros, pocos; rogad, pues al Señor de la mies que mande
obreros a su mies. 105 Id; mirad, que os envío como corderos en medio de lobos. No
llevéis bolsa, ni alforja, ni zapatos, y a nadie saludéis por el camino. Y en la casa que
entrareis, primero decid: “Paz en esta casa”. Y si allí hubiere un hijo de paz, reposará
sobre él vuestra paz; si no, retornará sobre vosotros. Y en esa misma casa quedaos,
comiendo y bebiendo de lo que allí hubiere, porque digno es el obrero de su salario.
No os paséis de una casa a otra. Y en cualquiera ciudad que entrareis y os recibieren,
comed lo que os presenten, curad a los enfermos que hubieren en ella, y decidles:
“Está ya cerca de vosotros el Reino de Dios”. Y en la ciudad en que entrareis y no os
recibieren, saliendo a sus plazas decid: “Hasta el polvo que se nos ha pegado de
vuestra ciudad a nuestros pies lo sacudimos sobre vosotros; sabed, empero que está
cerca el Reino de Dios”. Os aseguro que en aquel día se usará menor rigor con
Sodoma que con aquella ciudad”.

105
La mies siempre será mucha y los obreros serán enviados según sepamos pedírselo al Señor de la mies y
los obreros. La mies es el mundo, el Señor es Cristo y sus operarios son todos los cristianos que están
obligados, por amor, a dar a conocer a su Señor, que los envía como ovejas en medio de lobos, así como
suena, amiga lectora o lector.

Página 159
5.30 Maldición sobre Corazaín y sobre Betsaida. “Quien a vosotros oye a mí me oye”.
(Mt 11, 20-24; Lc 10, 13-16)
Por aquel entonces comencé a reprochar a las ciudades en que se habían obrado la mayor
parte de mis prodigios, porque no habían hecho penitencia:
“¡Ay de ti, Corazaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y en Sidón hubieran sido
hechos los prodigios obrados en vosotras, tiempo habría que en cilicio y ceniza,
sentados en el suelo, hicieran penitencia. Pues bien, os digo que con Tiro y Sidón se
usará menos rigor en el día del juicio que con vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿por ventura
serás exaltada hasta el cielo?

¡Hasta el infierno serás hundida! Que si en Sodoma se hubieran hecho los prodigios
obrados en ti, subsistiría aún hasta el día de hoy. Pues bien, os digo que con la tierra
de Sodoma se usará menos rigor el día del juicio que contigo. El que a vosotros oye, a
mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; mas el que a mí me
desecha, desecha al que me envió”. 106

106
¿Verdad que esto también se entiende muy bien? Jesuristo no ha bajado del cielo para llegarse a ti o a mí
en primera persona, de manera física, sin embargo mandará a su siervo para decirte por él lo que debemos
escuchar. No atender al enviado de Cristo es exactamente lo mismo que no atenderle a Él, lo mismo que no
atender a su Padre, que nos requiere enviando a hombres como nosotros. Son hombres con nuestros mismos
defectos pero, en esto, con la gracia de Dios. Esta es una oportunidad que no se volverá a repetir en nuestras
vidas. En tus manos, amiga lectora o lector, tienes ahora este Libro. ¿Crees, de verdad, que es una casualidad?

Página 160
5.31 Vuelta de los discípulos y júbilo en mi Corazón. (Lc 10, 17-24); Mt 11, 25-30; Mt 13,
16-17)
Volvieron los setenta y dos muy contentos, diciendo:
“¡Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre!”
Les dije:
“Contemplaba Yo a Satanás caer del cielo como un rayo. Ved que os he dado potestad
de caminar sobre serpientes y escorpiones y contra toda la potencia del enemigo, y
nada podrá dañaros; mas no os gocéis en eso, que los espíritus se os someten; sino
gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
En aquella misma hora me estremecí de gozo en el Espíritu Santo y dije:
“¡Bendígote, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque encubriste esas cosas a los
sabios y prudentes y las descubriste a los pequeñuelos. Bien, Padre, que así pareció
bien en tu acatamiento! 107Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre, y
ninguno conoce cabalmente al Hijo sino el Padre, ni al Padre conoce alguno
cabalmente sino el Hijo, y aquel a quien quisiere el Hijo revelarlo. 108 Venid a mí todos
cuantos andáis fatigados y agobiados, y Yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, pues soy manso y humilde de Corazón, y hallaréis reposo
para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. 109
Y vuelto a mis discípulos, en particular les dije:
“Dichosos los ojos que ven lo que veis. Porque os digo que muchos profetas y reyes
quisieron ver lo que veis, y no lo vieron, y oír lo que oís, y no lo oyeron”.

107
La Verdad se muestra meridiana a la luz de una razón sencilla. Esta misma Verdad se oculta al sabio que
como tal se reconoce por los méritos de sí mismo.
108
Conocer al Padre viene dado por Cristo. Sin Cristo nunca podré conocer cabalmente al Padre, ni en este ni
en el otro mundo. Cristo inspira al corazón de quien Él se escoge un "Padre mío" que al pronunciarlo en la
intimidad del alma supone gustar ya en este mundo la bienaventuranza de nuestro destino último, un destino
de divinidad que nos hará semejantes al Dios que nos creó para Él, contemplándole cara a cara como se
contempla el rostro del Padre a quien se adora en amor.
109
Leamos de nuevo este pasaje. El Amor y la Paz al alcance, al alcance del corazón de mujer o de hombre
sencillo y bueno que trata de buscar a Cristo, de encontrar a Cristo, de amar a Cristo. Y aquí lo tenemos fácil,
pues, Él mismo te está demandando el alma con esta lectura que lleva en cada frase su Espíritu, su Verdad y
su Vida. Este es el Camino por el que tú y yo, amiga lectora o lector, caminamos hacia el Padre que, por
su infinita Misericordia, será descanso de tu alma y de la mía. Último, único y feliz destino de nuestra existencia.

Página 161
5.32 La Parábola del Buen Samaritano. (Lc 10, 25-37)
Y he aquí que un legista se levantó, y con ánimo de tentarme dijo:
“Maestro, ¿qué haré para entrar en posesión de la vida eterna?”
Le contesté:
“En la Ley, ¿qué está escrito? ¿Cómo lees?”
Él, respondiendo, dijo:
“Amarás al Señor Dios tuyo de todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza,
y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”. 110
Yo le dije:
“Muy bien respondiste: haz esto y vivirás”.
Él, queriendo justificarse me dijo:
“Y ¿quién es mi prójimo?”
Tomando la palabra le dije:

110
Para amar de este modo hay que conocer muy bien a la Persona amada, porque el amor es directamente
proporcional al conocimiento que se tiene del Objeto de tu amor. Amar a Dios con todo el corazón, con toda el
alma, con toda la fuerza, con toda la mente supone un conocimiento de su Persona tan grande como la medida
del inmenso amor que se ha definido. ¿Quién conoce a Dios para amarlo de esta forma? En el Evangelio de
San Mateo (11, 25-30), oiremos a Cristo que nos dice: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie
conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera
revelarlo”. A Dios Padre solo lo conoce Dios Hijo y también aquél a quien el Hijo lo revele. Amaremos tanto
más cuanto mayor sea nuestra disposición para captar lo que el Hijo revela de su Padre. ¿Cómo puedo saber
si amo a Dios? Es fácil, tú y yo no podemos asegurar que amamos a Dios, que no vemos, si no amamos, tanto
como a nosotros mismos, al prójimo que si vemos. El amor al hermano es, sin duda, la medida de mi amor a Dios.

Página 162
“Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores, los cuales
le despojaron, y después de cargarle de golpes se marcharon, dejándole medio
muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por el mismo camino, y habiéndole visto,
dio un rodeo y pasó de largo. De la misma manera también un levita, habiendo venido
por aquel lugar y viéndole, dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba
de viaje llegó cerca de él, y así que lo vio se le enterneció el corazón, y llegándose, le
vendó las heridas después de echar en ellas aceite y vino; y colocándole encima de su
propio jumento, le llevó a la hospedería y le cuidó. Y al día siguiente, sacando dos
denarios, los dio al hospedero, y le dijo: “Cuídale, y lo que gastares demás, a mi
vuelta yo te lo abonaré”. ¿Quién de éstos tres te parece haber sido prójimo del que
cayó en manos de los salteadores?”
Contestó:
“El que usó la misericordia con él”.
Le dije:
“Anda y haz tú de la misma manera”.

Página 163
5.33 En Betania: Marta y María. (Lc 10, 38-42)
Mientras íbamos de camino entré en cierta aldea, y una mujer, por nombre Marta, me dio
hospedaje en su casa. Esta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a mis pies,
escuchaba todas mis palabras. Pero Marta andaba muy afanada con los muchos
quehaceres del servicio. Y llegándoseme dijo:
“Señor, ¿nada te importa que mi hermana me haya dejado sola con todo el servicio? Dile,
pues, que venga a ayudarme”.
Mas Yo le respondí:
“Marta, Marta, te inquietas y te azoras atendiendo a tantas cosas, cuando una sola es
necesaria; con razón María escogió para sí la mejor parte, la cual no le será quitada”.

Página 164
5.34 Cómo orar. Eficacia de la oración.(Lc 11, 1-13)
Aconteció que estando en cierto lugar orando, cuando hube acabado, me dijo uno de mis
discípulos:
“Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñó a sus discípulos”.
Les dije:
“Cuando os pongáis a orar decid: Padre, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino;
el pan de nuestra subsistencia dánoslo cada día; y perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos metas en
tentación”.
Les dije también:
“¿Quién habrá de vosotros que tenga un amigo, y le viene éste a medianoche y le
dice: “Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío llegó de viaje a mi casa y no
tengo qué presentarle”; y él desde dentro respondiendo, dice: “No me des fastidio; ya
la puerta se ha cerrado, y mis muchachos, lo mismo que yo, están en cama; no puedo
levantarme para dártelos…”. Os digo que si no se levanta y se los da por ser su
amigo, a lo menos por su descaro se levantará y le dará cuanto necesite. Y Yo os
digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad a golpes, y se os abrirá; porque
todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama a golpes, se le abre. Y ¿a
quién de vosotros, que sea padre, le pedirá su hijo un pan…, por ventura le dará una
piedra? O también un¬ pescado…¿por ventura en vez de pescado le dará una
serpiente? O si le pide un huevo, ¿por ventura le dará un escorpión? Si, pues,
vosotros, malos como sois, sabéis dar buenos regalos a vuestros hijos, ¿cuánto más
vuestro Padre celestial dará desde los cielos el Espíritu Santo a los que se lo
pidieren?”. 111

111
Jesús nos sorprende. Sus discípulos le ruegan que les enseñe a orar y el Hijo de Dios manifiesta a sus
hermanos, los hombres, que glorifiquen a su Padre Dios, a nuestro Padre Dios, con el ejercicio del ordinario
vivir. Que pidan el pan de cada día, que entre los hombres no haya rencor sino mutuo y permanente perdón.
Pedir no caer en la tentación que saldrá a nuestro encuentro en las horas esperadas e inesperadas. Por último,
Cristo, nos aconsejará pedir al Gran Desconocido de este mundo, al Espíritu Santo, el Dios Persona en la que
nos movemos y existimos y sin embargo no le captamos como Alguien a quien se le ama por Sí mismo. Una
Persona que me conoce y me demanda el tributo del amor que le debo, porque me pensó, me amó, desde
antes de que el mundo viniera a ser. Una Persona de la que llevo algo Suyo, el alma que me define como quien
soy como soy, un alma que viene a ser el yo mismo que no veo y de la que no puedo dudar, porque dudaría
de mi propio yo, Alguien a quien no reconozco con mis sentidos y sin embargo me es tan real como la verdad
de mí mismo. Yo no veo mi alma y sin embargo no existo sin ella. Creo en esta Persona aunque no la vea y
lamento no amarla tanto como me requiere y si se me permite la expresión, procuro ejercer mi más noble amor
sobre este Ser que “siente y padece” la falta de amor de los hombres porque no le conocemos.

Página 165
5.35 “El Padre y Yo somos una misma cosa”. (Jn 10, 22-42)
Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno y me
paseaba en el Templo por el pórtico de Salomón. Me rodearon los judíos y me preguntaron:
“¿Hasta cuándo tienes suspenso nuestro espíritu? Si tú eres el Mesías, dínoslo
abiertamente”.
Les respondí:
“Os lo dije, y no me creéis. Las obras que Yo hago en el nombre de mi Padre, éstas
dan testimonio de mí. Sin embargo, vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas.
Página 166
Mis ovejas oyen mi voz, y Yo las conozco, y me siguen. Y Yo les doy la vida eterna, y
no perecerán eternamente, y no las arrebatará nadie de mi mano. Mi Padre, que me las
ha dado, mayor es que todo, y nadie puede arrebatarlas de mano de mi Padre. El
Padre y Yo somos una misma cosa”. 112
Cogieron de nuevo piedras los judíos para apedrearme. Les respondí:
“Muchas obras buenas hice a favor vuestro de parte de mi Padre: ¿por cuál de estas
obras me apedreáis?”
Respondieron los judíos:
“No te apedreamos por obra alguna buena, sino por blasfemia y porque Tú, siendo hombre
te haces Dios”.
Les respondí:
“¿No está acaso escrito en vuestra Ley: “Yo dije: sois dioses”? Si llamó dioses a
aquellos a quienes se dirigió la palabra de Dios -y no puede fallar la Escritura-, ¿a
quien el Padre santificó y envió al mundo decís vosotros: “Blasfemas”, porque dije:
soy Hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre no me creáis; mas si las hago, ya
que a mí no me creéis, creed a las obras, para que sepáis y entendáis que mi Padre
está en mí y Yo en mi Padre”.
Buscaban, pues, de nuevo cómo apoderarse de mí y me escapé de sus manos. Y marché
otra vez al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado primero bautizando, y allí
habité. Venían muchos a mí, diciendo:
“Juan no obró ningún milagro, y todo cuanto dijo Juan de Éste era verdad”.
Y muchos creyeron allí en mí.

112
Amiga lectora o lector, a esta altura de la narración tenemos afirmaciones de Jesús que le comprometen,
que nos comprometen. El Dios de la Biblia, el Dios que el pueblo hebreo considera como solo suyo, el Dios de
Abraham, de Jacob, de Moisés, el Ser Omnipotente y Creador, Principio y Fin de toda criatura, este Dios que
tiene Nombre de “Padre”, este Dios que es Padre de todos y cada uno de los hombres, de todos los espíritus
que le reconocen como tal, este Padre de Jesucristo, es una misma cosa con su Hijo. Decir que: “El Padre y
Yo somos una misma cosa”, es decir que “el Padre y Yo somos dos Personas distintas pero con una
sola esencia o naturaleza”. Y esto lo manifiesta un Hombre como tú y como yo excepto en el pecado, pero un
Hombre que se ve, que se oye, que se palpa. Si le doy crédito a sus palabras, si en virtud de los hechos que
hasta ahora hemos contemplado y que a su vez nos han llenado de estupor, si reflexiono sobre su sentido, no
puedo entender otra cosa que lo mismo que manifiesta Jesucristo, es decir, que Dios Padre y Él, Dios Hijo, son
una misma cosa. Luego, si asumo esta Verdad que me da vida, estoy reconociendo que este Hombre al que
veo, oigo y palpo, es el Dios Autor de la vida, es un Ser, Persona distinta del Padre, en el que se aprecia,
fehacientemente, una naturaleza humana y una evidente naturaleza divina que se capta sin forzar la razón ni la
lógica. Más adelante le oiremos a Tomás decir: “Señor mío y Dios mío”, también se entenderán las siguientes
palabras que me salen del alma: ¡Cuánto te amo, mi Dios Crucificado!

Página 167
5.36 Lanzo un demonio mudo y me calumnian.(Lc 11, 14-26;Mt 12, 43-45)
Lancé un demonio mudo y sucedió que salido el demonio, habló el mudo; y se maravillaron
las turbas. Mas algunos de entre ellos dijeron:
“En virtud de Belzebú, príncipe de los demonios, lanza los demonios”.
Yo, entendiéndoles los pensamientos, les dije:
“Todo reino dividido contra sí mismo es devastado, y cae casa sobre casa. Y si
también Satanás se dividió contra sí mismo, ¿cómo se sostendrá su reino? Pues que
decís que en virtud de Belzebú lanzo Yo los demonios. Y si Yo en virtud de Belzebú
lanzo los demonios, ¿vuestros hijos en virtud de quién los lanzan? Por esto ellos
serán vuestros jueces.

Página 168
Mas si con el dedo de Dios lanzo los demonios, luego llegó a vosotros el Reino de
Dios. Si el hombre valiente, bien armado, defiende el atrio de su casa, seguro queda
cuanto posee; mas cuando uno más fuerte que él sobreviene y le vence, le quita toda
su armadura en que confiaba y reparte sus despojos. Quien no está Conmigo, contra
mí está; y quien no allega Conmigo desparrama. 113 Cuando el espíritu inmundo ha
salido del hombre, anda vagando por lugares áridos, buscando reposo y no lo halla.
Entonces dice: “Me volveré a mi casa, de donde salí”. Y llegando la halla desocupada,
barrida y aderezada. Vase entonces y toma consigo otros siete espíritus peores que
él, y entrando se establecen allí, y resultan las postrimerías de aquel hombre peores
que los principios. Así acaecerá también a esta generación perversa”.

113
Las palabras de Cristo tienen plenitud de sentido, así, pues, el ser humano y sobre todo el que se dice
cristiano está involucrado en esta encrucijada, o se está con Cristo, o se está contra Él. Gastar con indiferencia
la vida en este mundo y de manera consciente declararse agnóstico, querer pasar inadvertido ante Dios y los
hombres, con espíritu tibio, ni frío ni caliente, es predisponerse a ser vomitado de las entrañas de Dios. Nos
juzgarán, sobre todo, por los pecados de omisión y este es el gran pecado del mundo, porque una pasota
humanidad no le interesa la asignatura del Amor y es de esto, precisamente, de lo que le van a examinar al
final de sus aburguesados días.

Página 169
5.37 ¡Bienaventurada mi Madre! (Lc 11, 27-28)
Y aconteció que, diciendo Yo estas cosas, alzando la voz una mujer de entre la turba, me
dijo:
“¡Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que mamaste!” 114
Y Yo le dije:
“Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”.

114
Jesús de mi alma, bienaventurada sea tu Madre y Madre mía, en todo caso, a pesar de mi mezquindad y de
mi miseria.

Página 170
5.38 La señal de Jonás profeta. La lámpara del cuerpo. (Mt 12, 38-42; Lc 11, 16; Lc 11,
29-36)
Entonces con ánimo de tentarme, tomaron la palabra algunos de los escribas y fariseos,
diciendo:
“Maestro, queremos ver de Ti una señal procedente del cielo”.
Respondiendo les dije:
“Esta generación es generación perversa y adúltera; busca una señal, y otra señal no
se le dará sino la señal de Jonás el profeta. Porque como Jonás fue señal para los
ninivitas, así lo será también el Hijo del hombre para esta generación. Porque como
estuvo Jonás en el vientre de la bestia marina tres días y tres noches, así estará el
Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los ninivitas se
alzarán en el juicio contra ésta generación y la condenarán, porque hicieron
penitencia a la predicación de Jonás; y mirad que hay algo más que Jonás aquí. La
reina del Mediodía se alzará en el juicio contra los hombres de esta generación, y los
condenará, porque vino de los últimos confines de la tierra para oír la sabiduría de
Salomón; y mirad que hay algo más que Salomón aquí. Nadie que enciende la lámpara
la pone en sitio oculto o debajo de la medida, sino sobre el candelero, para que los
que entran vean la luz.

Página 171
La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo fuere bueno, también todo tu cuerpo
quedará iluminado; mas cuando fuere malo, también tu cuerpo quedará en tinieblas.
Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea oscuridad. Si, pues, todo tu cuerpo está
iluminado, sin tener parte oscura alguna, estará enteramente iluminado, como cuando
la lámpara te ilumina con su fulgor”.

Página 172
5.39 Soy invitado a comer en casa de un fariseo. Reprendo a los fariseos y escribas.
(Lc 11, 37-54)
Estaba todavía hablando, cuando un fariseo me invitó a comer en su casa. Habiendo
entrado me puse a la mesa. Mas el fariseo, viéndolo, se extrañó de que antes de la comida
hubiese omitido las abluciones.
Le dije:
“Ahora, vosotros, fariseos, limpiáis lo exterior de la copa y del plato; mas vuestro
interior está lleno de rapiña y perversidad. Insensatos, quien hizo lo de fuera, ¿no hizo
también lo de dentro? Pero sí, de lo que hay dad limosna, y sin más, todo queda
limpio para vosotros. Mas ¡ay de vosotros, fariseos que dais el diezmo de la
hierbabuena, de la ruda y de toda clase de hortalizas, y pasáis por alto la justicia y el
amor de Dios! Esto es lo que convenía hacer, y aquello no omitirlo. ¡Ay de vosotros,
fariseos, que ambicionáis el primer puesto en las sinagogas y las salutaciones en las
plazas! ¡Ay de vosotros, porque sois como los sepulcros disimulados, y los hombres
pasan por encima sin saberlo!”
Y uno de los legistas que allí estaba, me dijo:
“Maestro, diciendo eso también a nosotros nos ultrajas”.
Le dije:
“¡Ay también de vosotros los legistas!, que abrumáis a los hombres con cargas
insoportables, y vosotros ni con uno de vuestros dedos tocáis las cargas! ¡Ay de
vosotros! que edificáis los sepulcros de los profetas, y fueron vuestros padres los que
los mataron. Conque testigos sois y aprobáis las obras de vuestros padres, porque
ellos los mataron, y vosotros levantáis los edificios. Por eso mismo dijo la Sabiduría
de Dios: “Enviaré a ellos profetas y apóstoles, y de ellos matarán y perseguirán, para
que la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo sea
demandada a esta generación: desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el
que pereció entre el altar de los holocaustos y el santuario”. si, os lo digo, será
demandada a ésta generación. ¡Ay de vosotros los legistas, porque os alzasteis con la
llave de la ciencia!; vosotros no entrasteis, y a los que entraban se lo estorbasteis”.
Desde entonces, como Yo hubiera salido, comenzaron los escribas y fariseos a urgirme
implacablemente y tirarme de la lengua sobre muchos puntos, tendiéndome lazos para coger
algo de mis labios.

Página 173
5.40 La levadura de los fariseos hipócritas. (Lc 12, 1-12)
En esto, como se hubiesen aglomerado millares y más millares de gente, hasta el punto de
pisotearse unos a otros, comencé a decir:
“Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. Nada hay encubierto
que no se descubra ni nada oculto que no se conozca. Por lo cual, cuanto dijisteis en
la oscuridad será oído en la luz, y lo que hablasteis al oído en las recámaras, se
pregonará desde lo alto de los terrados. Y a vosotros, mis amigos, os digo: no tengáis
miedo a los que matan el cuerpo y tras eso no tienen poder para más. Os voy a
mostrar a quién tenéis que temer: temer a Aquel que después de matar tiene poder
para lanzar a los infiernos.

Página 174
Si, os digo, temed a Este. 115 ¿Por ventura no se venden cinco gorriones por dos
cuartos? Y ni uno solo de ellos está olvidado en el acatamiento de Dios. Pero también
los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis: valéis más que
muchos gorriones. Os digo además: todo aquel que se declare por mí delante de los
hombres, también el Hijo del hombre se declarará por él delante de los ángeles de
Dios. 116 Y todo el que hablare contra el Hijo del hombre, se le perdonará: más el que
blasfemare contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. Cuando os conduzcan a las
sinagogas y ante los magistrados y autoridades, no os preocupéis cómo o con qué
razones os defenderéis o qué diréis; porque el Espíritu Santo os enseñará en aquella
hora lo que hay que decir”.

115
Amiga lectora o lector, el Infierno no es una imaginación de la mente. El Infierno es una realidad tenebrosa
que alberga eternamente a Satanás y a sus hijos. Si el hombre se pone, voluntariamente, al alcance de Lucifer
corre un riesgo estremecedor de perder su alma. El Infierno, para un ser racional creado, es sobre todo un
estado de infinita y eterna desesperanza experimentada en un lugar que no ocupa espacio, en un lugar sin
distancia porque el Infierno está dentro del mismo condenado. Es un misterio de la libertad del hombre que es
capaz de, voluntariamente, con plenitud de conciencia, rebelarse contra el mismo Dios que le ha creado, es la
“cuerda locura” que odia y quiere odiar para siempre a todo aquello que se asemeje a Dios. No puede haber
Misericordia divina para aquel que no sólo la rechaza para sí mismo y para los demás, sino que con perversa
radicalidad la odia con toda su alma.
116
El hombre nunca será dañado por el Demonio si el hombre lo respeta guardando la mayor distancia posible
de su radio de acción. Este instinto de conservación nace con el hombre y es como la voz de su conciencia que
le alertará en el transcurso de su vida terrena tantas veces como Satanás lo intente. El abandono supremo en
las manos de nuestro Padre Dios nos hace impenetrables a las acciones del Demonio. Cada hombre, por sí
mismo, ha costado toda la sangre de Cristo y esto es de incalculable valor para el Padre que tiene contados
hasta nuestros cabellos. ¿Qué puede hacer Satanás y su Averno contra un hijo de Dios?

Página 175
5.41 Guardarse de la avaricia. Parábola del rico necio. (Lc 12, 13-21)
Díjome uno de la turba:
“Maestro, di a mi hermano que reparta conmigo la herencia”.
Le contesté:
“Hombre, ¿quién me ha constituido juez o partidor sobre vosotros?”
Y dije a todos:
“Atended y guardaos de toda codicia; porque aun cuando uno ande sobrado, no
pende su vida de los bienes que posee”.
Y les propuse una parábola diciendo:
“Había un hombre rico, cuyos campos rindieron abundantes frutos. Y razonaba
consigo mismo, diciendo: “¿Qué haré, pues no tengo donde recoger mis frutos?” Y
dijo: “Esto haré: derribaré mis graneros y los edificaré mayores, y recogeré allí mis
cosechas y mis bienes; y diré a mi alma: alma mía, tienes muchos bienes repuestos
para muchos años; huelga, come, bebe, date a la buena vida”. Pero díjole Dios:
“Insensato, esta misma noche te exigen tu alma; y lo que allegaste, ¿de quién será?”.
Así es el que atesora para sí y no es rico para con Dios”.

Página 176
5.42 Desprendimiento de los bienes temporales. (Lc 12, 22-34)
Luego, aparte, a mis discípulos les dije:
“Por esto os digo: no os acongojéis por la vida, pensando qué comeréis, ni por el
cuerpo, con qué os vestiréis. Porque la vida más es que el alimento, y el cuerpo, más
que el vestido. Considerad los cuervos, que ni siembran ni siegan, que no tienen
despensa ni granero, y Dios los sustenta; ¡cuánto más valéis vosotros que las aves!
¿Y quién de vosotros con acongojarse puede añadir un codo a la duración de su vida?
Pues si ni siquiera podéis lo mínimo, ¿a qué apuraros por los demás? Considerad los
lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; y os digo que ni Salomón en toda su gloria se
vistió como uno de ellos. Y si la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al
horno, Dios así la viste, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? Tampoco
andéis vosotros buscando qué comeréis o qué beberéis, ni estéis con el alma colgada
de un hilo. Porque todas esas cosas son tras las cuales andan las gentes del mundo,
y vuestro Padre sabe que necesitáis de ellas. Sino buscad el Reino de Dios, y esas
cosas se os darán por añadidura. No temas rebañito pequeño, porque plugo a vuestro
Padre daros el Reino. Vended vuestras haciendas y dad limosna; haced bolsas que no
envejezcan, tesoro que no fenezca en los cielos, donde no llega el ladrón ni estraga la
polilla: porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. 117

117
Amiga lectora o lector, volvamos a leer estas preciosas palabras de Cristo. De lo que está lleno el corazón
habla la boca y estas palabras son palabras de inmensa paz, las del Príncipe de la Paz. Dios es mi Padre y si
así lo creo y así lo vivo ¿qué me falta? Todo lo que tengo me ha sido dado y todo lo que me falta se me da
justamente cuando lo necesito, no cuando yo lo quiero sino cuando mi Padre lo dispone.

Página 177
5.43 Preparados para el más allá. (Lc 12-35-53)
“Estén ceñidos vuestros lomos y encendidas vuestras lámparas, y vosotros
semejantes a hombres que aguardan a su señor, cuando vuelva de las bodas, para
que en cuanto llegue y llame, le abran al punto. Bienaventurados aquellos siervos a
quienes en viniendo hallare el señor velando, en verdad os digo que se ceñirá y los
hará poner a la mesa, y pasando de uno a otro les servirá. Y aunque viniere en la
segunda vigilia, y aunque en la tercera, si los hallare así, bienaventurados son ellos. Y
entended que si supiese el amo de casa a qué hora viene el ladrón, vigilaría y no
dejaría que se perforase su casa. Vosotros también estad apercibidos, pues a la hora
que no pensáis, viene el Hijo del hombre”.
Dijo Pedro:
“Señor, ¿esa parábola nos la diriges a nosotros o también a los demás?”
Contesté:
“¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente, a quien dará el Señor cargo sobre
su servidumbre, para que a su tiempo distribuya la ración de trigo? Bienaventurado
aquel siervo a quien su amo, al venir, hallare obrando así, en verdad os digo que le
dará cargo sobre todos sus bienes. Mas si aquel siervo dijere en su corazón: “Mi amo
tarda en venir”, y comenzare a golpear a los muchachos y a las muchachas, y a comer
y beber y embriagarse, vendrá el amo de aquel criado en el día que no aguarda y a la
hora que no sabe, y le partirá por medio, y le deparará la misma suerte que a los
infieles. Aquel siervo que conociere la voluntad de su amo y no se dispusiere u obrase
conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; mas el que no la conociere, si hiciere
algo digno de azotes, recibirá pocos. A todo aquel a quien mucho se dio, mucho se le
exigirá; y a quien mucho entregaron en depósito, más le pedirán. Fuego vine a meter
en la tierra; ¡y cuánto deseo que ya prendiese! Con bautismo tengo que ser bautizado,
¡y qué angustias las mías hasta que se cumpla! ¿Pensáis que vine a traer paz a la
tierra? No, os lo aseguro, sino más bien división. Porque desde ahora serán cinco en
una casa, divididos: tres contra dos y dos contra tres. Se dividirán el padre contra el
hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la
suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra”.

Página 178
5.44 Las señales de los tiempos. (Lc 12, 54-59)
Y dirigiéndome a las turbas les decía:
“Cuando veis levantarse una nube por el poniente, al punto decís: “Viene aguacero”, y
así sucede; y cuando sopla el viento del sur, decís: “Habrá bochorno”, y se cumple.
Hipócritas, sabéis reconocer el semblante de la tierra y del cielo, y al tiempo en que
estamos, ¿cómo no lo reconocéis? ¿Y cómo de vosotros mismos no discernís lo que
es justo? Porque mientras vas con tu contrincante al magistrado, procura por el
camino librarte de él, no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregará al
alguacil, y el alguacil te echará en la cárcel. Te lo aseguro, no saldrás de allí hasta que
hallas pagado el último céntimo”.

Página 179
5.45 Necesidad de la penitencia. La higuera estéril. (Lc 13, 1-9)
Estando en la Perea se presentaron a mí algunos que me refirieron el caso de los galileos,
cuya sangre había mezclado Pilatos con la de sus víctimas. Y respondiendo les dije:
“¿Creéis que éstos galileos, por haber padecido esta desgracia, fueron más
pecadores que todos los demás galileos? No, os lo aseguro; antes si no hiciereis
penitencia, todos igualmente pereceréis. O aquellos dieciocho sobre quienes se
desplomó la torre de Siloé y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los
otros habitantes de Jerusalén? No, os lo aseguro, antes si no hiciereis penitencia,
todos igualmente pereceréis”.
Y les propuse ésta parábola:
“Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Vino a buscar fruto en ella y no lo
halló. Y dijo al viñador: “Ya van tres años desde que vengo a buscar fruto en esta
higuera y no lo hallo. Córtala: ¿para qué, además, ha de esterilizar la tierra?” El
respondiendo, le dice: “Señor, déjala este año todavía, y entre tanto cavaré en torno
de ella y echaré abono; y si diere fruto en adelante…, que si no la cortarás”.

Página 180
5.46 La mujer encorvada.(Lc 13, 10-17)
Cierto día de sábado, enseñando en la sinagoga, vi a una mujer que tenía un espíritu de
enfermedad hacía dieciocho años, y estaba encorvada y no podía absolutamente levantar la
cabeza.
Llamándola le dije:
“Mujer estás libre de tu enfermedad”.
Puse mis manos sobre ella y al instante se enderezó y glorificaba a Dios. Interviniendo el
arquisinagogo, enojado de que Yo hubiera curado en sábado y dijo a la turba:
“¡Hay seis días para trabajar: en éstos, pues, venid y haceos curar, pero no en día de
sábado!”
Dirigiéndome a él le dije:
“Hipócritas, cualquiera de vosotros en sábado, ¿no desata a su buey o su asno del
pesebre y lo lleva a abrevar? Y a ésta que es hija de Abraham, a quien ató Satanás
hace ya dieciocho años, ¿no era razón desatarla de esta cadena en día de sábado?”
Mis adversarios se avergonzaban con estas cosas y la muchedumbre sin embargo se
gozaba de todos los hechos gloriosos obrados por mí.

Página 181
5.47 Parábola de la mostaza y la levadura. El número de los elegidos. (Lc 13,
18-30)
Les decía:
“¿A qué es semejante el Reino de Dios? ¿Y a qué lo compararé? Es semejante a un
granito de mostaza, que tomándolo un hombre lo echó en su huerta, y creció y se hizo
árbol grande, y las aves del cielo se cobijaron en sus ramas.

Página 182
¿Con qué compararé el Reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer
tomó y metió en tres medidas de harina, conque toda la masa fermentó”.

Y caminando hacia Jerusalén pasamos por todas las ciudades y aldeas enseñando. Me dijo
uno:
“Señor, ¿son pocos los que se salvan?”
Le contesté:
“Procurad con empeño entrar por la puerta estrecha, porque muchos, os lo aseguro,
tratarán de entrar, y no lo lograrán. Una vez que el amo de casa se levante y cierre la
puerta, si os quedáis afuera, por más que os pongáis a golpear la puerta, diciendo:
“¡Señor, ábrenos!”, él os responderá diciendo: “No sé de dónde sois vosotros”.
Entonces comenzaréis a decir: “Comimos y bebimos en tu presencia, y enseñaste en
nuestras plazas”. Y os dirá: “No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los que
obráis la iniquidad”. Allí será el llanto y rechinar de dientes, cuando viereis a
Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y a vosotros
echados afuera. Y vendrán del oriente y del poniente, del septentrión y del mediodía, y
serán admitidos al banquete en el Reino de Dios. Y mirad que hay últimos que serán
primeros, y hay primeros que serán últimos”.

Página 183
5.48 Amenazas de Herodes. “¡Jerusalén, Jerusalén!” (Lc 13,31-35)
En aquel mismo punto se me acercaron algunos fariseos diciéndome:
“Retírate y marcha de aquí, porque Herodes te quiere matar”.
Les dije:
“Id y decid a ese zorro: “Mira, lanzo demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana
y al tercer día se acaba Conmigo. Es menester, con todo, que hoy y mañana y el día
siguiente siga Yo mi camino, porque no cabe que un profeta perezca fuera de
Jerusalén”. ¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata profetas y apedrea a los que le han sido
enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la clueca a su pollada debajo
de las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os deja. Y os certifico que no
me veréis ya hasta que venga el día en que digáis: “Bendito el que viene en el Nombre
del Señor”.

Página 184
5.49 El hombre hidrópico. Recomendaciones de humildad y caridad. (Lc 14,
1-14)
Y aconteció que habiendo sido invitado a comer en día de sábado por uno de los jefes de los
fariseos, siendo observado por ellos, se presentó un hombre hidrópico que se puso delante
de mí. Tomando la palabra, les dije a los legistas y fariseos:
“¿Es permitido en sábado curar o no?”
Ellos se callaron. Entonces tomé de la mano al hombre y le sané. Y les dije a ellos:
“¿A quién de vosotros se le cae en un pozo el asno o el buey y no lo saca
inmediatamente en el día de sábado?”
No sabían qué replicar a esto. Habiendo reparado cómo los convidados se escogían los
primeros asientos, les propuse una parábola diciéndoles:
“Cuando fueres por alguno invitado a bodas, no te recuestes en el primer asiento, no
sea caso que haya sido invitado por él uno de más consideración que tú, y venga el
que a ti y a él convidó y te diga: “Cede el lugar a éste”, y comiences entonces con
gran confusión a ir bajando hasta ocupar el último lugar. Si no que, cuando fueres
invitado, ve y recuéstate en el último lugar, para que, cuando venga el que te convidó,
te diga: “Amigo, sube más arriba”. Entonces te verás honrado a los ojos de todos los
comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será
ensalzado”.
Dije también al que me había convidado:
“Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus parientes, ni a
los vecinos ricos, no sea que ellos también a su vez te inviten y con esto quedes
pagado. Sino que, cuando hagas un convite, llama a los pobres, mancos, cojos,
ciegos, y será dichoso, porque no tienen con qué recompensarte, pues se te dará la
recompensa en la resurrección de los justos”.

Página 185
5.50 La Gran Cena. (Lc 14, 15-24)
Como hubiese oído esto uno de los comensales, me dijo:
“Dichoso el que participará del convite en el Reino de Dios”.
Yo le dije:
“Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. A la hora de la cena mandó su
criado que dijese a los convidados: “Venid, que ya está todo a punto”. Y comenzaron
todos por igual a excusarse. El primero le dijo: “He comprado un campo y necesito ir
a verlo: te ruego me tengas por excusado”. Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de
bueyes y voy a probarlas; te ruego me des por excusado”. Y otro dijo: “He tomado
mujer, y por esto no puedo ir”. Venido el criado, enteró de esto a su señor. Entonces,
enojado el amo de casa, dijo a su criado: “Sal presto a las plazas y calles de la ciudad,
y a los pobres y mancos y ciegos y cojos hazlos entrar acá”. Dijo el criado: “Señor, se
ha hecho lo que ordenaste, y todavía queda sitio”. Dijo el amo al criado: “Sal a los
caminos y vallados y obliga a la gente a entrar, para que se llene mi casa. Porque os
digo que ninguno de aquellos que habían sido convidados ha de probar mi cena”.

Página 186
5.51 La abnegación. La torre y el rey. La sal.(Lc 14, 25-35)
Caminaban Conmigo grandes muchedumbres, y, vuelto a ellas, les dije:
“Si uno viene a mí y no aborrece a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a
sus hermanos y hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. Porque
¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los
gastos y mira si tiene para acabarla? No sea caso que, habiendo puesto los
fundamentos y no pudiendo terminar, comiencen todos los que lo ven a hacer burla
de él, diciendo: “Este comenzó a edificar y no pudo terminar”. ¿O qué rey, si marcha
para entrar en guerra con otro rey, no se sienta primero a deliberar si tiene fuerzas
para hacer frente con diez mil al que viene sobre él con veinte mil? De lo contrario,
mientras él está lejos todavía, despacha una embajada para negociar la paz. Así, pues,
todo aquel de entre vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi
discípulo. Buena es, pues, la sal; pero si la misma sal se vuelve sosa, ¿con qué se
aderezará? Ni para la tierra ni para el estercolero es a propósito; afuera la echan.
Quien tiene oídos para oír, oiga”. 118

118
El amor al Dios que se dejó crucificar por mí, es mi sagrado amor, el más bello y noble concepto que tengo
de la ternura, el cariño y el amor en su más profundo sentido, sin que por ello no ame a los míos con el mismo
corazón.

Página 187
5.52 La oveja descarriada. La dracma perdida. (Lc 15, 1-10)
Se acercaban a mí todos los publicanos y pecadores para oírme, y viendo esto murmuraban
los fariseos y los escribas diciendo:
“Este acoge a los pecadores y come con ellos”.
Mas Yo les propuse ésta parábola:
“¿Qué hombre de vosotros que tenga cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y se va a buscar la perdida, hasta que la halla? Y en
hallándola, pónesela sobre los hombros, y llegando a su casa convoca a los amigos y
a los vecinos y les dice: “Dadme el parabién, porque hallé mi oveja perdida”. Os digo
que de igual manera habrá en el cielo mayor gozo por un solo pecador penitente que
por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de penitencia. 119 ¿O qué mujer
que tenga diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara y barre la casa
y la busca cuidadosamente hasta que la halla? Y en habiéndola hallado, convoca a las
amigas y vecinas y les dice:

119
El cielo y la tierra están comunicados y lo que ocurre en este mundo no pasa desapercibido en el otro.
Hay que asumir, amiga lectora o lector, que un solo hombre es capaz de mantener en vilo a toda la Creación.
Si se me permite, creo entender que la acción de un solo hombre es capaz de elevar al mundo o de rebajarlo.
El Cielo que no veo, todo un universo de belleza, amor, paz y gozo está pendiente de la libertad de acción de
un solo hombre en la tierra, y esto lo creo porque he asumido que un hombre, sea cual sea su condición, raza o
estado es hijo de Dios y a Dios le vale un solo hombre tanto como le vale el Sacrificio, la muerte de su Hijo
Jesucristo, le vale toda la Creación.

Página 188
“Dadme el parabién, porque hallé la dracma que había perdido”. Así, os digo, es
motivo de gozo para los ángeles de Dios un solo pecador que haga penitencia”.

Página 189
5.53 El hijo pródigo (Lc 15, 11-32)
“Un hombre tenía dos hijos. Y dijo el menor de ellos a su padre: “Padre, dame la parte
de la hacienda que me corresponde”. El les repartió la hacienda. De allí a no muchos
días, el hijo menor, habiéndolo recogido todo, se partió a tierras lejanas, y allí dilapidó
su hacienda viviendo licenciosamente. Mas cuando lo hubo gastado todo, sobrevino
en aquella tierra grande hambre, y él comenzó a sentir necesidad. Conque fue y se
arrimó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual le envió a sus campos a
apacentar puercos. Y ansiaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los
puercos, y nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi
padre andan sobrados de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré y me iré a
mi padre y le diré: “Padre, pequé contra el cielo y contra ti: no soy digno de llamarme
hijo tuyo; tómame como uno de tus jornaleros”. Y levantándose fuese a su padre.
Estando él muy lejos todavía, vióle su padre, y se le enterneció el corazón, y corriendo
hacia él echósele al cuello y se lo comía a besos. Díjole el hijo: “Padre, pequé contra
el cielo y ante ti; no soy ya digno de llamarme hijo tuyo…” Dijo el padre a sus criados:
“Presto, sacad el mejor vestido y vestídselo, y ponedle una sortija en la mano y
calzado en los pies; y traed el novillo cebado y matadle, y comamos y hagamos fiesta;
porque mi hijo estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado”. Y dieron
principio al festín. Su hijo mayor estaba en el campo; y como al volver llegó cerca de
la casa, oyó la sinfonía y la danza; y llamando a sí a uno de los muchachos, le
preguntó que era aquello. El le dijo: “Ha vuelto tu hermano, y tu padre mató el novillo
cebado, porque le recobró sano”. Enojóse y no quería entrar; mas su padre, saliendo,
le instaba. El, respondiendo, dijo a su padre: “Tantos años como te sirvo, sin haber
jamás traspasado tus mandatos, y jamás me diste un cabrito para holgarme con mis
amigos; mas así que vino ese tu hijo que ha consumido tu hacienda con malas
mujeres, mataste para él el novillo cebado”. Mas él le dijo: “Hijo, tú siempre estás
conmigo, y todas mis cosas son tuyas; mas razón era holgarse y regocijarse, porque
este, el hermano tuyo, estaba muerto y revivió, estaba perdido y fue hallado”. 120

120
Este Padre y estos hijos están de permanente actualidad en un mundo como el que vivimos. Dichoso el
hombre que queriendo dejar de ser pecador se somete al juicio de Dios y no al juicio de los hombres, sus
hermanos. Dios es Padre de buenos y malos, pero ¿quién es bueno y quién es malo? Es bueno quien ejerce la
misericordia, la compasión y el perdón. Es malo quien no las ejerce. Es mejor recuperar a un hombre, aunque
haya sido malo, que perderlo para siempre. El espíritu farisaico, la falta de clemencia denigra el corazón
humano que está hecho para amar. No se puede dejar de amar a tu semejante, haya hecho lo que haya hecho,
porque el mejor de los hombres es capaz de la mayor vileza. Hay que querer para los demás lo que quieres
para ti mismo.

Página 190
5.54 El mayordomo infiel. (Lc 16, 1-13)
Dije también a mis discípulos:
“Era un hombre rico que tenía un mayordomo, el cual fue acusado ante él de que
malbarataba su hacienda. Y habiéndole llamado, le dijo: “¿Qué es eso que me cuentan
de ti? Ríndeme cuentas de tu administración, porque no podrás en adelante seguir de
mayordomo”. Dijo para sí el mayordomo: “¿Qué voy a hacer, ya que mi amo me quita
la mayordomía? ¿Cavar? No puedo. ¿Mendigar? Me da vergüenza. Ya sé qué haré
para que, cuando sea removido de la mayordomía, me reciban en sus casas”. Y
llamando uno por uno a los deudores de su amo, decía al primero: “¿Cuánto debes a
mi amo?”. El dijo: “Cien batos de aceite”. El le dijo: “Toma tu factura, y siéntate al
punto y escribe: Cincuenta”. Luego dijo a otro: ¿Y tú cuánto debes?”. El dijo: “Cien
coros de trigo”. Dícele: “Toma tu factura, escribe: Ochenta”. Y alabó el amo al
mayordomo infiel, porque había obrado sagazmente; porque los hijos de este siglo
son más sagaces que los hijos de la luz en el trato con sus semejantes. Yo también os
digo: granjeaos amigos con esa riqueza de iniquidad, para que, cuando os venga a
faltar, os reciban en las moradas eternas. Quien es fiel en lo mínimo, también en lo
mucho es fiel; y quien en lo mínimo es infiel, también en lo mucho es infiel. Si, pues,
en las riquezas de iniquidad no fuisteis fieles, ¿quién os confiará los verdaderos
bienes? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿lo vuestro quién os lo entregará? Ningún
criado puede servir a dos amos; porque o bien a uno aborrecerá y al otro amará, o
bien se entregará al primero y tendrá en poco al segundo. No podéis servir a Dios y al
dinero”. 121

121
Si el hombre elige, como último fin de su existencia, al Dinero, elige a un Señor que le esclavizará tantos
años como dure su vida. El Dinero es la antítesis de Dios y si el hombre elige al Dinero desprecia
voluntariamente a Dios. En pocos años, el Dinero habrá envilecido su corazón y se pudrirá sin él donde se
pudren los muertos.

Página 191
5.55 La avaricia de los fariseos. El rico Epulón y el pobre Lázaro. (Lc 16, 14-31)
Oían todas éstas cosas los fariseos, que eran amigos del dinero, y hacían mofa de mí. Y les
dije:
“Vosotros sois los que blasonáis de justos delante de los hombres; mas Dios conoce
vuestros corazones; porque lo encumbrado a juicio de los hombres es abominación a
los ojos de Dios. La Ley y los Profetas terminan en Juan; desde entonces es
anunciada la Buena Nueva del Reino de Dios, y todos forcejean por entrar en él. Pero
más fácil es que pasen el cielo y la tierra que no que caiga una sola tilde de la Ley.

Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y quien se casa
con la que ha sido repudiada por su marido, comete adulterio”.
Les dije ésta parábola:
Página 192
“Era un hombre rico, que vestía púrpura y lino fino y banqueteaba cada día
espléndidamente. Por el contrario, un pobre, por nombre Lázaro, estaba tendido junto
a su puerta, cubierto de úlceras y deseando hartarse de lo que caía de la mesa del
rico; pero hasta los perros venían y lamían sus úlceras.

Sucedió que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió
también el rico y fue sepultado. Y estando en el infierno, en medio de tormentos,
levanta los ojos y ve a Abraham a lo lejos y a Lázaro en su seno. Y levantando la voz,
dijo: “¡Padre Abraham, compadécete de mí y manda a Lázaro para que moje la punta
de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque me abraso en estas llamas!”. Dijo
Abraham: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro asimismo los
males; ahora, en cambio, él aquí es consolado y tú atormentado. Y a todo eso, entre
nosotros y vosotros se interpone una sima infranqueable, de suerte que los que
quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni tampoco de ahí pasan a nosotros".

Página 193
Y dijo: "Te ruego, pues, padre, que le envíes a casa de mi padre- pues tengo cinco
hermanos -, para que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos
vengan a este lugar de tortura”. Dice Abraham: “Tienen ya a Moisés y a los Profetas;
escúchenlos”. El dijo: “No, padre Abraham, sino que, si fuere a ellos alguno de los
muertos, harán penitencia”. Díjole: “Si a Moisés y a los Profetas no escuchan,
tampoco se rendirán si alguno resucitare de entre los muertos”. 122

122
El hombre rico miraba al pobre Lázaro, que estaba sentado a su puerta, como el que mira un objeto, no
sintió ninguna compasión porque lo miraba como una cosa sin interés. El hombre, Lázaro, no le decía nada al
hombre Epulón. Esto es de permanente actualidad, pero el resultado de esta actitud, de los malos ricos con los
buenos pobres, está a la vista. En breve tiempo, estos dos hombres están en otro lugar. Léase de nuevo el
apartado. Cristo expone con claridad el destino final de ambos hombres. Dios ha puesto nombre a dos almas,
que representan infinidad de ellas, en el mismo estado que se nos describe en la parábola. Dios no se inventa
este drama, está permanentemente vivo al otro lado de esta vida, vida efímera para el rico y para el pobre.

Página 194
5.56 Lázaro enferma y muere. (Jn 11, 1-46)
Había un enfermo, Lázaro de Betania, la aldea de María y Marta, su hermana. Era María la
que me ungió con su perfume y enjugado los pies con sus propios cabellos, cuyo hermano
Lázaro estaba enfermo. Me enviaron, pues, las hermanas de Lázaro un recado, diciendo:
“Señor, el que amas está enfermo”.
Oído esto dije:
“Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea
glorificado el Hijo de Dios”. 123
Yo estimaba a Marta, a María y a su hermano Lázaro. Y oído este recado quedé aún dos
días en el lugar donde estábamos; luego tras eso dije a mis discípulos:
"Vamos a la Judea otra vez”.
Dícenme mis discípulos:
“Maestro, ahora trataban de apedrearte los judíos, ¿y otra vez vas allá?”
Les respondí:

123
La palabra “glorificado” solo la emplea el evangelista San Juan. Hará referencia de ella hasta 12 veces, de
las cuales, 8 serán en boca del mismo Cristo. Esta es una prueba contundente de la divinidad de Jesús, que es
conocedor de los hechos antes de que vengan a suceder. Jesús manifiesta que la primera causa de la
enfermedad, que llevará a la muerte a su amigo Lázaro, no es puramente fisiológica, tiene su razón de ser en
virtud de la glorificación que supondrá para Cristo llevar a cabo la resurrección de un cadáver en
descomposición.
Página 195
“¿No son doce las horas del día? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz
de este mundo; mas si uno camina de noche, tropieza, porque le falta la luz”.
Tras esto les dije:
“Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido, pero voy a despertarle”.
Dijéronme, pues, mis discípulos:
“Señor, si duerme sanará”.
Yo les había hablado de su muerte, mas ellos pensaron que hablaba del sueño natural.
Entonces les dije abiertamente:
“Lázaro murió, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis. Pero
vamos a él”. 124
Dijo, pues, Tomás, el llamado Dídimo, a los discípulos:
“Vamos también nosotros para morir con El”.
Llegado, pues, le hallé que llevaba ya cuatro días en el sepulcro. Estaba Betania cerca de
Jerusalén, como a unos quince estadios. Muchos de los judíos habían venido a Marta y a
María para darles el pésame de su hermano. Marta, pues, así como oyera que Yo llegaba,
me fue a encontrar; María, en tanto, quedaba en casa. Díjome, pues, Marta:
“Señor, si estuvieras aquí, no se hubiera muerto mi hermano; no obstante, ahora sé que
cuanto pidieres a Dios, Dios te lo otorgará”.
Le dije:
“Resucitará tu hermano”.
Me contestó ella:
“Sé que resucitará cuando la resurrección universal del último día”.
Le respondí:
“Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí aun cuando muera, vivirá; y todo el
que vive y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” 125

124
Esta frase no puede entenderse, como no la entenderían sus discípulos, si no se conoce el final del drama
al que a continuación asistimos. A los ruegos de Marta y María, Cristo no se podía negar y hubiera curado a su
amigo antes de que la muerte lo apartase de los vivos en este mundo. Se alegra porque sabe lo que va a
ocurrir y en su escala de valoración divina nos hace comprender que este es su mayor milagro (aparte de su
propia resurrección), el único milagro del que dice, Él mismo, que se ejecuta para gloria Suya. Este es,
finalmente, el broche del Taumaturgo divino con el que pretende consolidar la fe de sus discípulos. Ahora va a
pronunciar palabras inauditas, palabras jamás oídas a ningún otro hombre posible, palabras de Dios que
demandan la Fe de los que, queriendo creer, somos testigos de este palmario y portentoso milagro, un milagro
que acredita la divinidad de Jesucristo.
125
Amiga lectora o lector, ¿qué hombre puede atribuirse veracidad en éstas palabras y en virtud de qué? Con el
bagaje que Cristo trae de los prodigios que hemos contemplado hasta ahora, estas palabras son para creer en
virtud de la autoridad de quien las pronuncia, pero para terminar de creerlas hay que esperar unos minutos, los
que siguen. Mis oídos han llevado a mi inteligencia unas palabras de sobrehumano poder, mi ojos están fijos en
la figura del Hombre que las pronuncia y un poquito más adelante, a este Hombre le veo llorar la muerte de su
amigo, pero la atención que presto a este Jesús Hombre me lleva a un estado de máxima tensión cuando le
oigo ordenar que retiren la piedra del sepulcro. ¿Qué se propone hacer? Me sitúo entre la muchedumbre
atónita que no pierde detalle en un riguroso silencio. Se oyen las palabras de un Hijo, que veo, dirigiéndose a
un Padre, que no veo. De pronto se oye un grito que nos estremece el alma: ¡¡Lázaro sal afuera!! Nuestros
ojos se dirigen con estupor hacia la fosa donde sabemos que yace un cadáver en estado putrefacto y
contemplan a un hombre, que habíamos visto difunto, que echa a andar cuando le quitan los vendajes. (He
leído y he entendido, estoy ante el Hombre a quien reconozco como el “Señor mío y Dios mío”. A partir de
ahora procedo a leer el Evangelio, esta Autobiografía, con supremo abandono de las potencias de quien me
definen como quien soy como soy en las benditas manos de mi Dios, de un Dios al que veré Crucificado y
Resucitado. Un Dios al que puedo decirle: “Amado mío”).

Página 196
“Sí, Señor; yo creo que Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que viene al mundo”.
Habiendo dicho esto, se fue y llamó secretamente a María, su hermana, diciendo:
“El Maestro está aquí y te llama”.
Ella, como lo oyó, se levantó al instante y vino hacia mí. Todavía no había Yo llegado a la
aldea, sino que estaba aún en el sitio donde Marta me había encontrado. Los judíos, pues,
que se hallaban con ella en la casa y la consolaban, viendo que María se levantó de presto y
salió, siguieron tras ella, pensando que iba al sepulcro para llorar allí. María, pues, como
vino a donde Yo estaba, en viéndome se me echó a los pies, diciéndome:
“Señor, si estuvieras aquí, no se hubiera muerto el hermano”.
Así que la vi llorar, como también lloraban los judíos que con ella habían venido, me
estremecí en mi Espíritu y conturbado dije:
“¿Dónde le habéis puesto?”
Me dijeron:
“Señor, ven y lo verás”.
Lloré…y decían los judíos:
“Mira como le quería. ¿No podía Este, que abrió los ojos del ciego, hacer que también éste
no muriese?”
Me estremecí otra vez en mi interior y me dirigí al sepulcro. Era éste una cueva, sobre la
cual había una losa puesta. Dije:
“Quitad la piedra”.
Díjome Marta:
“Señor, ya huele mal, que es muerto de cuatro días”.
La miré diciéndole:
“¿No te dije que, si creyeres, verás la gloria de Dios?”
Quitaron, pues, la piedra. Alcé los ojos al cielo diciendo:
“Padre…, gracias te doy porque me oíste. Yo ya sabía que siempre me oyes; mas lo
dije por la muchedumbre que me rodea, a fin de que crean que Tú me enviaste”.
Y dicho esto con voz poderosa clamé:
“¡¡Lázaro ven afuera!!”
Y salió el difunto atado de pies y manos con vendas, y su rostro estaba envuelto en un
sudario. Les dije:
“Desatadle y dejadle andar”.
Muchos, pues, de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo que hice,
creyeron en mí. Mas algunos de entre ellos se fueron a los fariseos y les contaron lo que Yo
había hecho.

Página 197
5.57 Determinan darme muerte. Me retiro a Efrén. (Jn 11, 47-56)
Convocaron, pues, los sumos sacerdotes y los fariseos el Sanhedrín, y decían:
“¿Qué haremos?, pues ese hombre obra muchas maravillas. Si lo dejamos así, todos
creerán en El, y vendrán los romanos y arruinarán nuestro Templo y nuestra nación”.
Uno de ellos, Caifás, que era aquel año sumo sacerdote, les dijo:
“Vosotros no sabéis nada, ni reflexionáis que nos interesa que muera un solo hombre por el
pueblo y que no perezca toda la nación”.
Esto dijo no por su propio impulso, sino que, como era sumo sacerdote aquel año, profetizó
que Yo había de morir por la nación, y no por la nación solamente, sino para que los hijos de
Dios que estaban dispersos los juntase en uno. A partir, pues, de aquel día, resolvieron
hacerme morir. Así, pues, ya no me presentaba en público entre los judíos, sino que me
retiré de allí a la región vecina al desierto, a la ciudad llamada Efrén, y allí moraba con mis
discípulos. Se aproximaba ya la Pascua de los judíos, y subieron muchos del país a
Jerusalén antes de la Pascua con el fin de purificarse. Me buscaban y se decían unos a
otros estando en el Templo:
“¿Qué os parece? ¿Qué no vendrá a la fiesta?”
Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno
supiese dónde Yo estaba, me denunciase, a fin de apoderarse de mí.

Página 198
5.58 El escándalo. Perdonar las ofensas. Eficacia de la fe. (Lc 17, 1-10)
Dije a mis discípulos:
“Es imposible que los escándalos no vengan; mas ¡ay de aquel por quien vienen! Más
le valiera que le colgaran al cuello una rueda de molino y le precipitasen en el mar,
antes de escandalizar a uno de éstos pequeñuelos.

Si pecare tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al


día pecare contra ti y siete veces se volviere a ti, diciendo: “Me arrepiento”, le
perdonarás”.

Página 199
Mis Apóstoles me pedían:
“Auméntanos la fe”. 126
Les dije:
“Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a ese moral: “Arráncate de raíz y
plántate en el mar” y os obedecería.

Si uno de vosotros tiene un esclavo ocupado en la labranza o en el pastoreo, cuando


llega a casa a su vuelta del campo, ¿acaso le dirá: “Presto, ven acá, ponte a la mesa”?
¿No le dirá más bien: “Prepárame de cenar y ciñéndote sírveme, hasta que yo coma y
beba, y después comerás y beberás tú?” ¿Por ventura queda reconocido el esclavo
por cumplir lo ordenado? Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que
se os ordenó, decid: “Siervos somos sin provecho; lo que debíamos hacer, eso
hemos hecho”. 127

126
Para practicar los mandatos de este Hombre, que es Dios, se precisa de más fe de la que tenemos. Jesús
de mi alma, para entenderte necesito mucha más fe de la que tengo. “Auméntanos la fe”.
127
Amiga lectora o lector, estoy cierto de que si en el ejercicio de la vida, alguien se ha beneficiado, para bien de
su alma, de mis palabras o de mis actos, ha sido como consecuencia del obrar de Aquel que todo lo ha puesto
para que esto fuese así. Por mí mismo no he generado bondad en los hechos que me han acompañado, todo
me ha sido dado. Sin embargo de mis miserias respondo por mí mismo porque estas si las he generado desde
la mezquindad de mi pobre corazón. Entender esta reflexión cuando me queda por vivir mucho menos que he
vivido deja un poso de paz en el alma que con plena libertad se abandona, con suprema confianza, en las
benditas manos de su Señor.

Página 200
5.59 Los diez leprosos. (Lc 17, 11-19)
Aconteció que, al dirigirme a Jerusalén, pasaba por entre los confines de Samaria y Galilea.
Y al entrar en cierta aldea, me salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales,
manteniéndose a distancia, levantaron la voz diciendo:
“¡Jesús, Maestro, compadécete de nosotros!”
Luego que los vi, les dije:
“Id y mostraos a los sacerdotes”.
Y sucedió que mientras iban quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que había sido curado,
volvió atrás, glorificando a Dios a grandes voces y cayendo sobre su rostro a mis pies, me
dio gracias. Era un samaritano. Tomando la palabra, dije:
“¿No quedaron limpios los diez? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No se hallaron quienes
volviesen a dar gloria a Dios, sino éste extranjero?” 128
Mirándole a él, le dije:
“Levántate y vete; tu fe te ha salvado”.

128
El Hijo de Dios, el Hijo de María siente y padece la ingratitud de los hombres. Ni es un Dios impasible, ni es
un Hombre impasible. Espera el agradecimiento como cualquiera de nosotros lo esperaríamos y se entristece
del que no es bien nacido, porque de bien nacido es ser agradecido.

Página 201
5.60 Advenimiento del Reino de mi Padre. (Lc 17, 20-37)
En el camino me preguntaron unos fariseos:
“¿Cuándo viene el Reino de Dios?”
Les respondí diciendo:
“No viene el Reino de Dios con aparato, ni dirán: “Aquí está, o allí”; mirad que el
Reino de Dios está dentro de vosotros”.
Y dirigiéndome a mis discípulos les dije:
“Vendrán días en que deseéis ver uno de los días del Hijo del hombre y no lo veréis. Y
os dirán: “Aquí está”, “Allí está”; no vayáis ni andéis tras ellos. Porque como el
relámpago, al relampaguear, recorre con su brillo todo el cielo de un extremo al otro,
así será el Hijo del hombre en su día. Pero antes es menester que el padezca
mucho129 y sea reprobado por esta generación. Y como aconteció en los días de Noé,
así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían; se casaban ellos, se
casaban ellas, hasta el día que Noé entró en el Arca y vino el Diluvio, que acabó con
todos.

129
Qué bien se entienden estas palabras cuando se conoce la Pasión de Cristo, la horrorosa agonía de mi
Señor y mi Dios.

Página 202
Asimismo, como aconteció en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían,
plantaban, edificaban; mas el día que salió Lot de Sodoma llovió fuego y azufre del
cielo, que acabó con todos. Eso mismo pasará el día en que el Hijo del hombre
aparezca. En aquel día, si uno se halla en el terrado y tiene sus cosas dentro de casa,
no baje a tomarlas; y asimismo quien esté en el campo no vuelva atrás. Acordaos de
la mujer de Lot.

Quien buscare poner en cobro su vida, la perderá; y quien la perdiere la salvará. Os


aseguro que en esa noche estarán dos en una cama; el uno será tomado y el otro será
dejado. Estarán dos moliendo juntas: la una será tomada y la otra será dejada”.
Y tomando la palabra mis discípulos me dijeron:
“¿Dónde Señor?”
Les dije:
“Donde estuviere el cuerpo, allí también se juntarán las águilas”.

Página 203
5.61 El juez inicuo.(Lc 18, 1-8)
Les propuse una parábola en orden a que es menester siempre orar y no desfallecer,
diciendo:
“Había un juez en cierta ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había
también en aquella ciudad una viuda, que venía a él y le decía: “Hazme justicia de mi
contrario”. Y por algún tiempo no quería. Pero luego diciendo para sí: “Verdad es que
ni temo a Dios ni respeto a hombre; con todo, porque esa viuda me importuna, le haré
justicia, no sea que por remate me abofetee”. Oíd lo que dice el juez inicuo. ¿Y Dios
no hará justicia a sus escogidos, que claman a el día y noche, y se mostrará remiso en
su causa?

Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero el Hijo del hombre al venir, ¿por ventura
hallará tal fe sobre la tierra?”. 130

130
Dios siempre hace justicia, pero si esta se le demanda con pertinaz premura, si se pide con imperiosa Fe,
esta justicia se consuma con brevedad divina, justo en el tiempo de oportuna providencia, cuando más eficaz
resulta para la mujer o el hombre que la reclama.

Página 204
5.62 El fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14)
Les propuse también esta parábola para algunos que presumían de sí como hombres justos
y menospreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al Templo: el uno fariseo y el otro publicano. El fariseo, de
pie, oraba para sí de esta manera: “¡Oh, Dios!, gracias te doy porque no soy como los
demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros o también como ese publicano; ayuno
dos veces por semana, pago el diezmo de todo cuanto poseo”. Mas el publicano,
manteniéndose a distancia, no osaba siquiera alzar los ojos al cielo, sino que
golpeaba su pecho diciendo: “¡Oh, Dios, ten piedad de este pecador!”. 131 Os digo que
éste bajó a su casa justificado más bien que aquel; porque todo el que se exalta será
humillado, y el que se humilla será exaltado”.

¿Qué mujer o qué hombre está exento de emplear estas palabras cuando se examina a sí mismo?
131

¿Quién de nosotros, los hombres y mujeres de hoy, no suscribimos esta plegaria delante de Jesucristo?

Página 205
5.63 El matrimonio es indisoluble. (Mt 19, 1-12; Mc 10, 1-12)
Concluidos estos razonamientos vine a los confines de la Judea allende el Jordán. Y de
nuevo vinieron a mí grandes muchedumbres que me seguían. Y como siempre les enseñaba
y curaba a sus enfermos. Se acercaron unos fariseos que tentándome me dijeron:
“¿Es lícito al marido repudiar a su mujer por cualquier motivo?”
Respondiendo les dije:
“¿Qué os mandó Moisés?”
Ellos dijeron:
“Moisés permitió escribir líbelo de divorcio y repudiar”.
Mas Yo les dije:
“¿No leísteis tal vez que el que los creó desde el principio los hizo varón y hembra? Y
dijo: “Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán los

Página 206
dos una sola carne”. Así que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios, pues,
juntó, el hombre no lo separe”. 132
Dícenme:
“¿Por qué, pues, Moisés prescribió dar líbelo de divorcio y repudiar?”
Contesté:
“Porque Moisés, en razón de vuestra dureza de corazón, os consintió repudiar
vuestras mujeres; mas desde un principio no ha sido así. Y os digo que quien
repudiare a su mujer, no interviniendo fornicación, y se casare con otra, adultera, y
quien se casare con la repudiada, adultera”.
Y llegando a casa de nuevo, mis discípulos me interrogaron acerca de esto. Y les dije:
“Quien repudiare a su mujer y se casare con otra, comete adulterio contra la primera;
y si la mujer repudiare a su marido y se casare con otro, comete adulterio”.
Y mis discípulos me dijeron:
“Si tal es la situación del hombre respecto a la mujer, no vale la pena casarse”.
Mas yo les dije:
“No todos son capaces de comprender esta palabra, sino aquellos a quienes ha sido
dado. Porque hay eunucos que así nacieron desde el seno de su madre, y hay
eunucos que lo son por obra de los hombres, y hay eunucos que así mismo se
hicieron tales por razón del Reino de los cielos. Quien sea capaz de comprender,
comprenda”.

132
Dios no acepta el adulterio por ningún concepto. El hombre y mujer casados, casados son y están para
siempre, les une un vínculo que emana del propio querer divino desde que el hombre es hombre y la mujer,
mujer. El adúltero vive su adulterio para siempre y en tal caso su destino no está en el cielo. Al morir se
encontrará con el rostro de un Dios Padre que pedirá cuenta de la felicidad de su hija o de su hijo, de la
felicidad de los hijos de sus hijos. El adulterio lleva consigo la voluntaria ocultación de la conciencia que se ve
sometida a una tenebrosa vejación irreversible, que dura tanto como dura la vida de un adúltero. También hay
que hacer referencia a otro tipo de desorden por el cual la persona se adultera a sí misma. La vasectomía en el
hombre y la ligadura de trompas en la mujer suponen dos actos intrínsecamente malos que afectan no sólo a
las personas que, voluntariamente, lo han querido sino también a los facultativos que han intervenido para
secar las fuentes de la vida. A la hora de la verdad, te presentas en la otra vida con un cuerpo tullido, se pone
en juego la eternidad porque se sabe que respondemos de nuestros actos y este es un acto desordenado,
irreversible y de imprevisibles consecuencias.

Página 207
5.64 Bendigo a los niños. (Mt 19, 13-15; Mc 10, 13-16; Lc 18, 15-17)
Me presentaban también a mis queridos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y
recitase una oración. Mas mis discípulos al verlo, reñían a los niños y a los que los traían.
Advirtiendo esto, me enojé y llamando a mí a los pequeñuelos, les dije a mis discípulos:
“Dejad en paz a los niños y no les impidáis que vengan a mí, porque de los tales es el
Reino de Dios. En verdad, os digo, quien no reciba el Reino de Dios como niño, no
entrará en él”. 133
Y después de abrazarlos y bendecirlos, habiendo puesto mis manos sobre ellos, partí de allí.

133
¿Está claro, amiga lectora o lector? Tener corazón de niño y ciencia y conciencia de adulto es lo que pide el Señor.

Página 208
5.65 El joven rico. El peligro de las riquezas. Galardón de la pobreza. (Mt 19, 16-30; Mc
10, 17-31; Lc 18, 18-30)
Cuando salía para proseguir mi camino, he aquí que cierta persona principal corriendo hacia
mí y arrodillándose, me preguntaba:
“Maestro Bueno, ¿qué he de hacer de bueno para obtener la vida eterna?”.
Le dije:
“¿A qué preguntas sobre lo que es bueno? ¿A qué me llamas bueno? Nadie es bueno
sino sólo Dios. Mas si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos”.
Díceme:
“Cuales”.
Contesté:

Página 209
“Conoces los mandamientos: “No matarás, no adulterarás, no robarás, no dirás falso
testimonio, no defraudarás, honra al padre y a la madre, y amarás a tu prójimo como a
ti mismo”.
Y respondiendo, díjome el joven:
“Maestro, todas estas cosas las guardé desde mi juventud. ¿Qué más necesito?”
Fijando en él la mirada, le amé, 134 y le dije:
“Una cosa te falta: si quieres ser perfecto, ve, vende todo cuanto posees y dalo a los
pobres, y poseerás un tesoro en el cielo; y vuelto acá, sígueme, cargando con la
cruz”.
Como el joven oyera éstas mis palabras, se puso muy triste y frunciendo el ceño se marchó
malhumorado, porque era enormemente rico y poseía muchos bienes. Viéndole marchar,
echando en torno una mirada dije a mis discípulos:
“En verdad os digo, ¡cuán difícilmente los que poseen riquezas entran en el Reino de
Dios!”.
Ellos se asombraban al oír mis palabras. Pero de nuevo tomando la palabra les dije:
“Hijos, de nuevo os digo: ¡cuán difícil es que los que tienen puesta su confianza en las
riquezas entren en el Reino de Dios!”.
Ellos más y más se pasmaban, diciéndose entre sí:
“¿Quién, pues, podrá ser salvo?”
Fijando en ellos la mirada les dije:
“Para los hombres, imposible, mas no para Dios; que para Dios todo es posible”. 1 3 5
Entonces tomando Pedro la palabra, me dijo:
“Mira, nosotros lo dejamos todo y te seguimos; ¿qué habrá, pues, para nosotros?”
Le contesté:
“En verdad os digo que vosotros, que me seguisteis, al tiempo de la regeneración,
cuando se sentare el Hijo del hombre en el trono de su gloria, os sentaréis también
vosotros sobre doce tronos para juzgar las doce tribus de Israel. Y todo aquel que
dejó casas, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o campos, por causa de
mí, de mi nombre, por el Reino de Dios y por el Evangelio, recibirá el ciendoblado
ahora en este tiempo, en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, junto
con persecuciones y en el siglo venidero poseerá en herencia la vida eterna. Y
muchos primeros serán postreros, y muchos postreros serán primeros”.

134
El Corazón de Cristo se enamoró de este joven. Dios le hace una declaración pública de amor a un hombre.
Le pide a este muchacho que le siga de manera tan directa como no lo hemos visto en el resto del Evangelio.
La perfección en el hombre, la santidad suprema consiste fundamentalmente en el abandono de todo amor
terreno, de todo amor a las cosas para guardar el corazón solo para Dios que pide que se le siga cargando con
la cruz, con la cruz de cada día. Entiendo que he de seguirlo con la cruz mía y la Cruz de Dios que son una
sola Cruz.
135
Para Dios todo es posible y esto es una luz de esperanza para el que no la tiene. A donde el hombre no
puede llegar llega Dios. Dios puede llegar hasta el corazón más despreciable según el juicio de los hombres.
Bendito sea el Dios de la Misericordia que no da a nadie por perdido, porque todo es posible para El.

Página 210
5.66 Los obreros de la viña. (Mt 20, 1-16)
Y les dije:
“Porque es semejante el Reino de los cielos a un hombre amo de casa, que salió al
amanecer a contratar obreros para su viña. Y habiéndose concertado con los obreros
en un denario al día, los envió a su viña. Y habiendo salido hacia la hora tercia, vio a
otros que estaban en la plaza parados, y les dijo: “Id también vosotros a la viña, y os
daré lo que fuere justo”. Ellos fueron. Habiendo salido otra vez hacia la hora sexta y
nona, hizo lo mismo. Cerca de la hora undécima, habiendo salido, halló a otros por
allí, y les dice: “¿Por qué os estáis ahí todo el día holgando?” Dícenle: “Porque nadie
nos ha contratado” Díceles: “Id también vosotros a la viña”. Viniendo el atardecer, dijo
el amo de la viña a su mayordomo: “Llama a los obreros y págales el jornal,
comenzando por los últimos hasta llegar a los primeros”. Y venidos los de la hora
undécima, cobraron cada uno su denario. Viniendo luego los primeros, pensaron que
cobrarían más, y cobraron también ellos su correspondiente denario. Mas habiéndolo
recibido, murmuraban contra el amo de casa, diciendo: “Estos últimos trabajaron una
sola hora y los igualaste a nosotros, los que hemos soportado el peso del día y del
calor”. El, respondiendo a uno de ellos dijo: “Amigo, no te hago agravio. ¿No te
concertaste conmigo por un denario? Toma lo tuyo y vete. Y si quiero a éste último
darle lo mismo que a ti, ¿no me es permitido de lo mío lo que quiero? ¿O ha de ser
malo tu ojo porque yo soy bueno?” Así serán los últimos primeros, y los primeros
últimos. Porque muchos son llamados, mas pocos elegidos”.

Página 211
5.67 Tercer anuncio de mi Pasión. (Mt 20, 17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18, 31-34)
Marchaba Yo delante de mis discípulos subiendo camino de Jerusalén y me seguían
asombrados porque tenían miedo. Tomé Conmigo a los Doce aparte y comencé a decirles lo
que me iba a suceder:
“Mirad, subimos a Jerusalén, y se cumplirán para el Hijo del hombre todas las cosas
escritas por los profetas; porque será entregado a los sumos sacerdotes y a los
escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles para que se mofen
de El, y le escarnecerán y le escupirán y le azotarán; y después de azotarle le matarán;
y al tercer día resucitará”. 136
Pero ellos, nada de esto entendieron, era este lenguaje encubierto para ellos porque no
sabían lo que les decía.

136
Estaba escrito, estaba profetizado por hombres que más allá de su tiempo contemplaron la Pasión de
Cristo, la Pasión de un Hombre que a su vez era el mismo Dios que inspiraba a los profetas. Cristo ya ve de
cerca la consumación de su tarea en este mundo, conoce con detalle el padecer que le espera y con esta
preconciencia de su patética muerte pone en conocimiento de sus Doce la velada amargura que le embarga el
alma. Amiga lectora o lector, ¡qué misterio! El Hombre a quien reconozco Dios ya empieza a pedir ayuda
y no la encontrará porque no lo entienden. A tiempo pasado, nosotros, ya lo entendemos y esto nos sobresalta
el alma que con instinto reflejo huye del inmenso dolor que supone acompañar a un Dios sufriente.

Página 212
5.68 Ambición de los hijos de Zebedeo. (Mc 10, 35-45; Mt 20, 20-28)
Fue entonces cuando se llegó a mí la madre de los hijos de Zebedeo junto con sus dos hijos,
Santiago y Juan, y postrándose y en ademán de pedirme algo, hablaron Santiago y Juan,
diciendo:
“Maestro, queremos que hagas con nosotros lo que te pidiéremos”.
Les dije:
“¿Qué queréis que haga Yo con vosotros?”.
Me contestaron:
“Otórganos que, uno a tu diestra y otro a tu izquierda, nos sentemos en tu gloria”.
Lo mismo decía la madre:
“Di que se sienten éstos dos hijos míos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu Reino”.
Mas Yo les dije:
“No sabéis que cosa pedís. ¿Podéis beber el cáliz que Yo bebo o ser bautizados con
el bautismo que Yo soy bautizado?”.
Me dijeron:
“Podemos”.
Les dije:
“El cáliz que Yo bebo, beberéis, y con el bautismo que Yo soy bautizado seréis
bautizados; mas el sentarse a mi diestra o a mi izquierda no es incumbencia mía
otorgarlo, sino que es para quienes está reservado por mi Padre”.
Al oír esto los otros Diez, se enojaron con los dos hermanos, Santiago y Juan. Intervine y
llamándolos a mí les dije:
“Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las tratan despóticamente y
los grandes abusan con ellas de su autoridad. No ha de ser así entre vosotros; antes
el que quisiere hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; y el que quisiere
entre vosotros ser el primero, será esclavo de todos, puesto que el Hijo del hombre no
vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. 137

137
Dios baja del cielo para servir al hombre. ¿Quién da más? Cristo no ha bajado del cielo para servir solo a los
hombres de su tiempo en este mundo como Hombre que pasó haciendo el bien. Cristo ha de servir a todo
hombre que viene a este mundo y esto es así porque el Dios que se hace Hombre permanece hasta la
consumación de los siglos como el Servidor de todo ser humano. Cristo sirve al hombre como Dios, por tanto
dará como Dios si el hombre como tal le reconoce. ¿Mi Creador a mi servicio?...Así es, y si tuviera Fe, lo que
se me ocurre pedirle a mi Servidor es servirle yo en supremo abandono de quien soy como soy. Que haga
posible amarlo con infinita pasión. Para esto le demando a mi Servidor su servicio. Que ponga lo que me falta,
Quien divinamente sirve, para consumar, por su Misericordia, un amor de adoración, una adoración en amor a
su Persona, una Persona que da su vida por mí.

Página 213
5.69 En casa de Zaqueo. (Mc 10, 46; Lc 18, 35-37; Lc 19, 1-10)
Al acercarnos a Jericó, un ciego, Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado a la vera del
camino, mendigando. Y oyendo a la turba que por allí pasaba, preguntaba qué era aquello. Y
le enteraron de que pasaba Jesús el de Nazaret. Llegamos a Jericó y atravesamos la
ciudad. Y he aquí que un hombre llamado por nombre Zaqueo, que era jefe de los
publicanos y estaba rico, buscaba cómo ver quién era Yo, y no lo lograba a causa del gentío,
por ser pequeño de estatura. Y echando a correr hasta ponerse delante, se subió a un
sicómoro para verme, pues Yo tenía que pasar por allí. Llegando a aquel sitio, alcé la vista y
le dije:
“Zaqueo, date prisa en bajar, porque hoy he de parar en tu casa”.
Bajó a toda prisa y me recibió gozoso. Viendo esto, murmuraban todos, diciendo:
“Entró a hospedarse en casa de un hombre pecador”.
De pie Zaqueo, me dijo:
“Mira, Señor; la mitad de mis bienes doy a los pobres, y si algo defraudé a alguno, le
restituyo el cuádruplo”.
Le dije:
“Hoy vino la salud a esta casa, por cuanto también él es hijo de Abraham; porque vino
el Hijo del hombre a buscar y salvar lo que había perecido”.

Página 214
5.70 La parábola de las minas. (Lc 19, 11-27)
Ya pues, cerca de Jerusalén y creyendo mis discípulos que enseguida se había de
manifestar el Reino de Dios, les propuse una parábola:
“Cierto hombre de noble linaje se partió para un país lejano con el fin de asegurarse la
posesión de un reino y volver luego. Y habiendo llamado a diez siervos suyos, les
entregó diez minas, y les dijo: “Negociad en tanto que vuelvo”. Pero sus ciudadanos
le aborrecían y enviaron una embajada tras él, diciendo: “No queremos que éste reine
sobre nosotros”. Y acaeció al volver él después de recibido el reino, que ordenó
fuesen llamados a su presencia aquellos siervos a quienes había entregado el dinero,
para saber cuánto habían granjeado cada uno. Se presentó el primero diciendo:
“Señor, tu mina ha producido diez minas”. Díjole: “Bien siervo bueno; puesto que en
cosa muy pequeña has sido fiel, te doy autoridad sobre diez ciudades”. Vino el
segundo diciendo: “Tu mina, Señor, ha rendido cinco minas”. Díjole: “Bien siervo
bueno; puesto que en cosa muy pequeña ha sido fiel, también tú gobierna cinco
ciudades”. Y el otro vino diciendo: “Señor, ahí tienes tu mina, que tenía guardada en
un sudario porque tenía miedo de ti, pues eres hombre exigente; tomas lo que no
depositaste y siegas lo que no sembraste”. Dícele: “De tu propia boca te juzgo, siervo
perverso. ¿Sabías que yo soy hombre exigente, que tomo lo que no deposité y siego
lo que no sembré? Y ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco, y yo, al venir, le
hubiera cobrado con los intereses?”. Y dijo a los presentes: “Quitad a ese la mina y
dadla la que tiene diez minas”. Le dijeron: “Señor, ya tiene diez minas”. Contestó: “Os
digo que a todo el que tiene, se le dará, y al que no tiene aun eso que tiene le será
quitado. Y en cuanto aquellos enemigos míos que no quisieron que yo reinase sobre
ellos, traédmelos acá y degolladlos en mi presencia”.

Página 215
5.71 El ciego Bartimeo. (Mt 20, 29-34; Mc 10, 46-52; Lc 18, 38-43; Lc 19, 28)
Y dicho esto, caminando delante de todos, salí de Jericó, subiendo hacia Jerusalén. Me
seguía un gran gentío y he aquí que dos ciegos, Bartimeo y otro, sentados junto al camino,
mendigando, en oyendo decir que Jesús el de Nazaret pasaba por allí, se pusieron a gritar
diciendo:
“¡Señor, Jesús, Hijo de David, ten compasión de nosotros!” 138
Muchos de los que marchaban delante le increpaban para que callasen; mas ellos gritaban
mucho más diciendo:

138
Amiga lectora o lector, con estas palabras se hace una poderosa oración: “Señor, Jesús, Hijo de María,
ten compasión de mí”. Este grito llega al Corazón de Cristo, se para, se vuelve y mirándome fijamente verá a
un hombre ciego que le oye pero no le ve. Y mis oídos oyen: “¿Qué quieres que haga yo
contigo?”…..”Maestro mío, Señor, ¡que vea!”. Siento su mano sobre mis ojos y oigo: “Recobra la vista, tu
Fe te ha salvado”. Se me ha dado ver y veo, para gloria mía, el bellísimo rostro del más Bello de los hombres,
del Hijo de María y esta es mi oración y con ella iré tras de Cristo, le seguiré de cerca, sin perderle de vista.

Página 216
“¡Señor, ten piedad de nosotros, Hijo de David!”
Me detuve y dije:
“Llamadlos”.
Y llaman a los ciegos diciéndoles:
“Buen ánimo, levantaos, os llama”.
Bartimeo, tirando de sí la capa, levantándose de un salto se vino a mí. Y cuando se hubieron
acercado, les pregunté:
“¿Qué queréis haga Yo con vosotros?”.
Me dicen:
“Rabbuni, Señor, que se abran nuestros ojos y recobremos la vista”.
Me compadecí, y tocando sus ojos, les dije:
“Recobrad la vista; id, vuestra fe os ha salvado”.
Y al instante recobraron la vista, y me seguían glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo,
dio alabanza a Dios.

Página 217
5.72 En memoria de María, que me ungió. (Mt 26,6-13; Mc 14,3-9;Jn 12,1-11)
Llegamos a Betania seis días antes de la Pascua, y allí se hallaba Lázaro a quien Yo había
resucitado de entre los muertos. Dispusieron, pues, en mi obsequio, una cena allí, en casa
de Simón el leproso; y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa
Conmigo. María tomó una libra de perfume de nardo legítimo, de subido precio; y con su
frasco de alabastro, vino y me ungió los pies y los enjugó con sus propios cabellos; 139
quebrando el alabastro, derramó el perfume sobre mi cabeza y la casa se llenó de la
fragancia del perfume. Dice, pues, Judas Iscariote, uno de mis discípulos, el que me iba a
entregar:
“¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios y se dio a los pobres?”
Dijo esto no porque le importase de los pobres sino porque era ladrón, y como guardaba la
bolsa, hurtaba lo que en ella se echaba. Había allí también algunos de mis discípulos que,
llevándolo pesadamente, decían entre sí:
“¿A qué viene este despilfarro de perfume?”
Y trinaban contra ella. Mas dije Yo:
“Dejadla en paz. ¿Por qué la molestáis? Buena obra es la que ha hecho Conmigo.
Pues a los pobres siempre los tenéis con vosotros, y siempre que quisiereis les
podéis hacer bien, mas a mí no siempre me tenéis. Lo que tuvo en su mano, hizo. Que
al echar ella este perfume sobre mi cuerpo, se adelantó a embalsamarlo para la
sepultura, para lo cual lo tenía reservado. En verdad os digo, dondequiera que fuere
predicado el Evangelio por todo el mundo, se hablará también de lo que ésta hizo,
para memoria suya”.
Enterada la turba de que Yo estaba allí, vinieron no solamente por verme a mí, sino también
por ver a Lázaro, a quien resucité de entre los muertos. Los sumos sacerdotes, por este
motivo, resolvieron matar también a Lázaro, pues muchos de los judíos, a causa de Lázaro,
se les iban y creían en mí.

139
Por favor, presta atención, amiga lectora o lector. Si te fijas bien en San Lucas, Lc. 7,36-50, contemplarás a
una mujer conocida como pecadora que hace exactamente igual que lo que ha hecho María, la hermana de
Lázaro. En los versículos siguientes, también de San Lucas, Lc. 8.1-3 veremos por primera vez el nombre de
María Magdalena. Estamos en el principio del 2º año de predicación pública. A María Magdalena la volvemos a
ver en la Pasión de Cristo. Betania estaba muy cerca de Jerusalén. ¿Es posible que esta María de Magdala
sea la misma María, hermana de Marta? Pudiera ser que, la mujer que esta Autobiografía nos presenta en la
página 73, la María Magdalena, que también se menciona en la página 75 y la María de Betania que acabamos
de contemplar de rodillas ungiendo los pies de Cristo y secándolos con sus cabellos, sean la misma persona.

Página 218
CAPÍTULO VI-SEMANA DE PASIÓN

6.01 Entrada triunfal en Jerusalén. (Mt 21, 1-9; Mc 11, 1-10; Lc 19, 29-40; Jn
12, 12-19)
Ya era el día primero de la semana, 10 de Nisán. Llegamos cerca de Jerusalén, en Betfage,
en el monte de los olivos y entonces envié a dos de mis discípulos, diciéndoles:
“Id a la aldea que está frente a vosotros, y luego que entréis en ella hallaréis un asna
atada y un pollino con ella atado, sobre el cual ningún hombre jamás se sentó:
desatadlos y traédmelos acá; y si alguno os preguntare: “¿Por qué hacéis eso? ¿Por
qué los desatáis?”, le diréis así: “Porque el Señor tiene necesidad de ellos, mas luego
los hace traer de nuevo acá”.
Fueron los discípulos enviados y hallaron, como Yo les había dicho, un pollino atado junto a
la puerta, fuera en el camino que daba la vuelta. Y mientras ellos desataban el pollino, les
dijeron sus amos:
Página 219
“¿Por qué desatáis el pollino?”
Ellos dijeron:
“Porque el Señor tiene necesidad de él”.
Y les dejaron hacer. Y me trajeron el asna y el pollino. Y, echando sus mantos encima del
pollino, me hicieron montar en él y me senté. Esto se ha hecho para que se cumpliese lo
anunciado por el profeta Zacarías, que dice:
“Decid a la hija de Sión: Mira que tu Rey viene a ti manso y montado sobre un asna y sobre
un pollino hijo de animal uncido al yugo”.
Estas cosas no las conocieron mis discípulos desde un principio; mas cuando fui glorificado,
entonces recordaron que tales cosas estaban escritas sobre mí, y estas fueron las que
Conmigo hicieron.
Y según que Yo iba avanzando, la gran muchedumbre, tendía sus mantos en el camino;
otros cortaban ramas de los árboles del campo y con ellas tapizaban el camino. Y cuando ya
me acercaba al descenso del monte de los Olivos, toda la muchedumbre de mis discípulos
comenzaron gozosos a alabar a Dios con grandes voces por todos los prodigios que habían
visto, diciendo:
“¡Hosanna al Hijo de David!”
“¡Bendito el que viene, el Rey, en el Nombre del Señor!”
“¡Bendito el Reino, que viene, de nuestro padre David!”
“¡Paz en el cielo, Hosanna y gloria en las supremas alturas!”
La gran muchedumbre que había venido a la Fiesta, al oír que venía Yo a Jerusalén,
tomaron palmas, y salieron a mi encuentro y clamaban:
“¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, y el Rey de Israel!”
Daba, pues, testimonio la turba que Conmigo estaba cuando llamé a Lázaro del sepulcro y le
resucité de entre los muertos. Por esto también me salió al encuentro la muchedumbre, por
haber oído que Yo había obrado este portento. Los fariseos, pues, se dijeron unos a otros:
“Veis que nada logramos; he aquí que el mundo se fue tras El”.
Y algunos de los fariseos de entre la turba me dijeron:
“Maestro, increpa a tus discípulos”.
Les respondí:
“Os digo que si éstos callasen, las piedras clamarán”.

Página 220
6.02 Llanto sobre Jerusalén. (Lc 19, 41-44)
Y cuando ya estuve cerca, viendo la ciudad, lloré 140 sobre ella, diciendo:
“¡Si conocieras también tú en este día lo que lleva a la paz! Mas ahora se ocultó a tus
ojos. Porque vendrán días sobre ti en que levantarán una valla tus enemigos contra ti,
y te cercarán y te estrecharán por todas partes, y te arrasarán y estrellarán a tus hijos
en ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, en razón de no haber conocido el tiempo
de tu visitación”.

140
Lágrimas de Cristo, lágrimas de Dios en el rostro de un Hombre. ¡¿Qué hemos hecho los hombres?!

Página 221
6.03 Entro en la ciudad y en el Templo. (Mt 21, 10-17; Mc 11, 11)
Y como entrase en Jerusalén, se conmovió toda la ciudad, diciendo:
“¿Quién es Éste?”
Y las turbas decían:
“Éste es el profeta Jesús, el de Nazaret de Galilea”.
Y entré en el Templo de mi Padre. Y se llegaron a mí los ciegos y los cojos en el Templo, y
los curé. Pero viendo los sumos sacerdotes y los escribas las maravillas que obré y a los
niños que gritaban en el Templo y decían: “¡Hosanna al Hijo de David!”, lo llevaron a mal, y
me dijeron:
“¿Oyes qué cosas dicen éstos?”
Mas Yo les dije:
“Sí, ¿es que nunca leísteis que de la boca de los pequeñuelos y de los que maman, te
aparejaste alabanza?”
Y los dejé echando en torno una mirada sobre todo, y como fuese ya tardía la hora, salí
fuera de la ciudad en dirección a Betania con los Doce, y pernocté allí.

Página 222
6.04 La higuera maldecida. (Mt 21, 18-19; Mc 11, 12-14)
Al día siguiente, segundo de la semana, 11 de Nisán, al amanecer, salimos de Betania y
volvimos a Jerusalén. En el camino sentí hambre y viendo de lejos una higuera que tenía
hojas, fui allí por si acaso hallaba en ella alguna cosa: y llegando a ella, nada hallé sino
hojas, porque no era el tiempo de higos. Y tomando la palabra le dije:
“¡Para siempre coma nadie fruto de ti! ¡No brote ya fruto de ti por siempre jamás!”
Me oían mis discípulos, cuando de repente se secó la higuera.

Página 223
6.05 Echo del Templo a los que vendían y compraban. (Mt 21, 12-13; Mc 11, 15-19; Lc
19, 45-48)
Y llegamos a Jerusalén y habiendo entrado en el Templo de mi Padre, comencé a echar de
allí a los que vendían y a los que compraban en el Templo, y volqué las mesas de los
cambistas y las sillas de los que vendían las palomas, y no consentí que nadie trasladase
objeto alguno pasando por el Templo. Y enseñándoles les decía:
“¿Es que no está escrito que: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las
gentes?” Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”.
Y lo oyeron los sumos sacerdotes y los escribas, y junto con los primates del pueblo,
buscaban manera de acabar Conmigo, porque me tenían miedo; y no atinaban en lo que
habían de hacer, pues el pueblo todo, oyéndome, estaba pendiente de mis labios y
asombrado de mi enseñanza. De día enseñaba en el Templo y cuando se hacía tarde me
salía fuera de la ciudad.

Página 224
6.06 Unos gentiles desean verme. (Jn 12, 20-36)
Había unos griegos de los que subían a honrar a mi Padre en la solemnidad. Estos se
acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea y le rogaban diciendo:
“Señor, deseamos ver a Jesús”.
Viene Felipe y se lo dice a Andrés; vienen Andrés y Felipe y me lo dicen a mí. Y Yo les
respondí diciendo:
“Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os
digo, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; mas si muere, lleva
mucho fruto. Quien ama su vida, la pierde; y quien aborrece su vida en este mundo, la
guardará para la vida eterna. Quien me sirve, sígame; y donde Yo estoy, allí estará
también mi servidor. A quien me sirviere, mi Padre le honrará. 141 Ahora mi alma se ha
turbado; y ¿qué diré? ¡Padre, sálvame de ésta hora! Mas para esto vine a esta hora.
Padre, glorifica tu Nombre”. 142
Vino, pues, una voz del cielo:

141
Estas palabras de Cristo están en permanente presente para ser escuchadas por todas las generaciones,
hasta el último día de este mundo. ¿Qué pudieron entender los que las escuchaban en esa hora? Estas
palabras son un susurro divino que se oye en el silencio de nuestra intimidad más reservada, allí donde solo
está el hombre y su Creador, allí donde Cristo y yo estamos solos.
142
La bendita alma del Cristo Hombre se ha turbado. Mi Dios se me manifiesta turbado. ¿Qué le ocurre a
Cristo? En mi Señor se da un no querer y querer que a dos mil años pasados puedo entender. Cristo es una
sola Persona con dos naturalezas, la humana y la divina. Cristo tiene sentimientos, como un hombre, que le
afloran cuando contempla lo porvenir con el conocimiento del Dios que es. Siendo humano no deja de ser
divino. Ser el mismísimo Dios Creador del Universo no le exonera del sufrimiento como Hombre que ha de
padecer una horrorosa muerte, una muerte de Cruz que ya contempla su alma de Hombre que se resiste a tan
atroz padecimiento. Pide a su Padre librarse de esta hora y a su vez se determina a aceptarla con supremo
abandono de su voluntad de Hombre en la Voluntad de su Padre Dios. En tal estado anímico suplica a su
Padre que glorifique su Nombre y su Padre le responderá con voz manifiestamente oída por oído humano.
Página 225
“Le glorifiqué, y de nuevo le glorificaré”.
La turba, pues, que allí estaba y le oyó, decía que había sido un trueno. Otros decían:
“Un ángel le ha hablado”.
Les respondí diciendo:
“No por mí ha venido esta voz, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo;
ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera. Y Yo, cuando fuere levantado de
la tierra, a todos arrastraré hacia mí”. 143
Esto dije significando con cual muerte había de morir. Me respondió la turba:
“Nosotros hemos oído de la Ley que el Mesías permanece eternamente, y ¿cómo dices Tú
que “tiene que ser exaltado el Hijo del hombre”? ¿Quién es ese Hijo del hombre?”
Les dije, pues:
“Todavía breve tiempo está la luz con vosotros. Caminad, mientras tenéis la luz, para
que las tinieblas no os sorprendan. Y quien camina en las tinieblas no sabe dónde va.
Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz”.
Esto hablé, y retirándome, me escondí de ellos.

143
Cristo se contempla muerto en Cruz, elevado sobre la tierra, para esto ha venido al mundo, para entregar su
vida como rescate de toda mujer y de todo hombre que será arrastrado hacia este mi D i o s C r uci f i c a d o .

Página 226
6.07 La higuera seca: eficacia de la fe y la oración. (Mt21,20-22; Mc11,20-26)
Al día tercero de la semana, 12 de Nisán, al pasar de madrugada por el sitio donde estaba la
higuera, vieron mis discípulos que la higuera se había secado desde las raíces y se
maravillaron diciendo:
“¡Qué de repente se secó la higuera!”.
Y acordándose Pedro, me dijo:
“Rabí, mira; la higuera que maldijiste se ha secado”.
Y respondiendo les dije:
“Tened fe de Dios. En verdad os digo que si tuviereis fe y no titubearais en vuestro
corazón, no sólo haréis eso de la higuera, sino que aun si dijereis a ese monte:
“Quítate de ahí y échate en el mar”, se hará. Y quien tuviere fe de que lo que dice se
hace, lo alcanzará. Por esto os digo: todo cuanto rogáis y pedís, creed que lo
recibisteis y lo alcanzaréis. 144 Y cuando estáis en pie orando; perdonad, si algo tenéis
contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone
vuestros pecados. Pero si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre, que está en
los cielos, perdonará vuestros pecados”. 145

144
Cuando Cristo nos pide que tengamos Fe de Dios es porque es posible al hombre obtener de Dios esta Fe.
Cristo no propondría cosas imposibles al hombre. Con esta Fe, el poder del hombre es ilimitado. La
Omnipotencia al servicio de la Fe del hombre. La Fe solo se genera en el corazón bueno, en el corazón de niño
que pide como un niño a su Padre y su Padre le da como Padre, da como Dios a quien solo puede recibir como
hombre. Las palabras de Cristo son tan reales como lo que significan, no están dichas para la mente
metafísica, están expresadas para que las entienda toda inteligencia humana y está muy claro, porque así Él
mismo lo asegura, que cuanto más niño sea el hombre que las escucha más las entenderá. De las siguientes
palabras en boca de Cristo: “quien tuviera fe de que lo que dice se hace, lo alcanzará. Por esto os digo:
todo cuanto rogáis y pedís, creed que lo recibisteis y lo alcanzaréis”, ¿qué puedo entender?.....pues,
justamente lo que dicen, y si así lo creo ¿qué me falta en este mundo?
145
Amiga mía, amigo mío, me considero siempre necesitado del perdón de mi Padre Dios, pues he experimentado
la necesidad de recomenzar cada día, porque justamente cada día caigo más de siete veces y no puedo implorar
misericordia si a su vez yo no la ejerzo con el que me la reclama, con este hermano al que no me está
autorizado juzgar sino solo perdonar si quiero parecerme al que tanto me perdona.

Página 227
6.08 “¿Con qué autoridad haces eso?” (Mt 21,23-27; Mc 11,27-33; Lc 20,1-8)
Llegamos de nuevo a Jerusalén y venido al Templo me paseaba y enseñaba al pueblo
anunciándoles la Buena Nueva. En esto se me presentaron de pronto los sumos sacerdotes
y los escribas con los ancianos, diciendo:
“Dinos: ¿con qué potestad haces esas cosas? ¿O quién te dio esa potestad de hacerlas?”
Les respondí:
“Os preguntaré también Yo una cosa, la cual si me dijereis, también Yo os diré con
qué autoridad hago estas cosas: el bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿del cielo o de
los hombres? Respondedme”.
Ellos discurrían consigo, diciendo:
“¿Qué vamos a decir? Si dijéremos: “del cielo” dirá: “¿Por qué, pues, no lo creísteis?” Si, en
cambio, dijéremos: “de los hombres”, hemos de temer a la turba y el pueblo entero nos
apedreará, porque está en la persuasión de que Juan era profeta”.
Todos tenían a Juan como que realmente era profeta. Y respondiendo me dijeron:
“No sabemos de dónde era”.
Díjeles también Yo:
“Tampoco Yo os digo con qué potestad hago esas cosas”.

Página 228
6.09 Los dos hijos enviados a la viña. (Mt 21, 28-32)
Y les dije:
“¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Y acercándose al primero, dijo: “Hijo, ve
hoy a trabajar en la viña”. El respondiendo, dijo: “No quiero”; mas luego arrepentido,
fue. Y acercándose al otro, le habló de la misma manera. Mas él, respondiendo, dijo:
“Voy señor”; y no fue. ¿Quién de los dos hizo la voluntad de su padre?”
Dicen:
“El primero”.
Contesté:
“En verdad os digo que los publicanos y mujeres de mala vida se os adelantan en el
Reino de los cielos. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la
justicia, y no le creísteis; al paso que los publicanos y mujeres de mala vida le
creyeron; y vosotros, viéndolo tampoco os arrepentisteis después, de modo que le
creyeseis”.

Página 229
6.10 Parábola de la viña.Mt 21, 33-46; Mc 12, 1-12; Lc 20, 9-19)
Y comencé a decir al pueblo ésta parábola:
“Escuchad otra parábola. Un hombre había, amo de casa, que plantó una viña, y la
cercó con un vallado, y cavó en ella un lagar y edificó una torre y la arrendó a unos
labradores y se ausentó de aquel país para mucho tiempo. Cuando se acercó el
tiempo de los frutos envió a los labradores un siervo, para que le diesen del fruto de la
viña. Mas los labradores le cogieron y, después de maltratarle a golpes, le despidieron
con las manos vacías. Y tornó a enviar otro siervo; más ellos también a éste, después
de maltratarle a golpes, descalabrarlo y ultrajarlo, le despidieron con las manos
vacías. Y tornó a enviar otro tercero; mas ellos también a éste, después de herirle, le
echaron y le mataron. De nuevo envió otros siervos, más numerosos que los
anteriores. Y asiendo los labradores a sus siervos, a cuál golpearon, a cuál mataron, a
cuál apedrearon. Todavía uno tenía el amo de la viña: su hijo querido; envióle el último
a ellos, diciendo: “¿Qué voy a hacer? Enviaré a mi hijo querido, tal vez a éste
respetarán”. Mas aquellos labradores, en viendo al hijo, se dijeron entre sí y
razonaban unos con otros diciendo: “Este es el heredero; venid matémosle, para que
venga a nuestras manos la herencia”.

Página 230
Y asiendo de él echándole fuera de la viña, le mataron. Cuando venga, pues, el dueño
de la viña ¿qué hará con aquellos labradores?”
Dijéronme algunos:
“A los malos los hará perecer malamente, y arrendará la viña a otros labradores, que le
pagarán los frutos a su tiempo”.
Otros, oído esto dijeron:
“¡No quiera Dios!”
Mas Yo mirándoles fijamente, dije:
“¿Qué significa, pues, esto que está en las Escrituras?: “La piedra que reprobaron los
constructores, ésta vino a ser la piedra angular. Por obra del Señor se hizo esto, ¿y es
maravillosa a vuestros ojos?” Por esto os digo os será quitado el Reino de Dios y se
dará a gente que produzca sus frutos. Y todo el que cayere sobre esta piedra, se hará
trizas; y sobre quien cayere le triturará”.
Y cuando oyeron los sumos sacerdotes y los escribas y los fariseos éstas mis palabras,
comprendieron que las decía por ellos. Y buscaban manera de apoderarse de mí en aquella
misma hora, pero temieron al pueblo que me tenía por Profeta. Y dejándome se fueron.

Página 231
6.11 Parábola de las Bodas Reales. (Mt 22, 1-14)
Tomé de nuevo la palabra y les hablé en parábolas diciendo:
“Se ha asemejado el Reino de los cielos a un rey que dispuso unas bodas para su
hijo. Y despachó sus esclavos para llamar a los que habían sido convidados a las
bodas. Y no quisieron venir. De nuevo despachó otros esclavos diciendo: “Decid a los
convidados: he aquí que tengo preparado mi convite; mis toros y animales cebados
han sido sacrificados, y todo está a punto; venid a las bodas”. Mas ellos, no haciendo
caso, se marcharon, quien a su granja, quien a su comercio; los demás, echando
mano de sus esclavos, los ultrajaron y los mataron. El rey se encolerizó, y enviando
sus ejércitos, hizo perecer a aquellos homicidas e incendió su ciudad. Entonces dice a
sus esclavos: “Las bodas están a punto, pero los convidados no eran dignos; id,
pues, a las encrucijadas de los caminos, y a cuantos hallareis, llamadlos a las bodas”.
Y habiendo salido aquellos esclavos a los caminos, reunieron a cuantos hallaron,
malos y buenos; y se llenó de comensales la sala de bodas. Y entrando el rey a ver a
los que estaban a la mesa, vio allí un hombre no vestido con traje de boda, y le dice:
“Compañero, ¿cómo entraste acá, no teniendo traje de boda?” El no desplegó los
labios. Entonces el rey dijo a los sirvientes: “Atadle de pies y manos y arrojadle a las
tinieblas de allá afuera; allí será el llanto y el rechinar de los dientes”. Porque muchos
son los llamados, mas pocos los elegidos”.

Página 232
6.12 “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. (Mt 22, 15-22; Mc 12, 13-
17; Lc 20, 2-26)
Los fariseos que se retiraron, tomaron consejo cómo me armarían lazos para cogerme en
palabras, a fin de poderme entregar al poder y jurisdicción del gobernador. Y habiendo
estado en acecho, enviaron unos espías, discípulos suyos, que representasen el papel de
hombres justos. Y junto con los herodianos, se presentaron a mí y me interrogaron, diciendo:
“Maestro, sabemos que eres veraz y que hablas con rectitud y enseñas el camino de Dios en
verdad y no tienes respetos humanos, porque no eres aceptador de personas; dinos, pues,
¿qué te parece? ¿Nos es lícito dar tributo al César o no? ¿Lo damos o no lo damos?”
Conociendo su bellaquería les dije:
“¿Por qué me tentáis, farsantes? Traedme y mostradme la moneda del tributo”.
Ellos me presentaron un denario. Y les dije:
“¿De quién es esa imagen e inscripción?”
Dícenme:
“Del César”.
Les dije entonces:
“Así, pues, restituid al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”.
Y no lograron cogerme en palabra delante del pueblo, y, maravillados de mi respuesta, se
callaron y, dejándome, se fueron.

Página 233
6.13 Los saduceos. Cuestión sobre la resurrección. (Mt 22, 23-33; Mc 12, 18-27; Lc 20,
27-40)
En aquel mismo día se me acercaron unos saduceos, que dicen no haber resurrección, y me
interrogaron diciendo:
“Maestro, Moisés nos dejó escrito que: “Si el hermano de uno muriere y dejare mujer sin
dejar hijo, tome su hermano la mujer y suscite prole a su hermano”. Había, pues, entre
nosotros siete hermanos; y el primero, habiendo tomado mujer, murió sin hijos; y dejó su
mujer a su hermano. Asimismo el segundo la tomó, y murió sin dejar descendencia. También
el tercero la tomó y asimismo también hasta el séptimo; y los siete no dejando hijos
murieron. Posteriormente a todos también la mujer murió. La mujer, pues, en la resurrección,
¿de cuál de ellos viene a ser mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer”.
Les dije:
“Errados andáis por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios. Los hijos de este
siglo toman mujer y toman marido; mas los que fueren hallados dignos de tener parte
en aquel siglo y en la resurrección de entre los muertos, ni toman mujer ni toman
marido; pues ni morir ya pueden, como que son iguales a los ángeles, y son hijos de
Dios por ser hijos de la resurrección. Y en cuanto a que resucitan los muertos,
también Moisés lo indicó en el pasaje de “la zarza”, en que llama “al Señor el Dios de
Abraham, y Dios de Isaac, y Dios de Jacob”; y no es Dios de muertos, sino de vivos,
pues todos viven para El. Muy errados andáis”. 146
Y oyendo esto las turbas, se pasmaban de mi enseñanza. Y respondiendo algunos de los
escribas, dijeron:
“Maestro, dijiste muy bien”.
Y fue así que ya no se atrevían más a preguntarme nada.

146
Los muertos resucitan, los muertos resucitarán. El destino del hombre no acaba con esta vida, pero
además, para Dios, un hombre no deja de existir cuando expira. Vemos un cadáver, cuando la muerte asume
en la decrepitud la carne que rápidamente se corrompe, pero se sabe que ya no está en ese cuerpo la persona
que conocimos. ¿Dónde está? ¿Cómo está? Jesucristo habla de personas muertas ya hace muchos años y sin
embargo les conoce vivos porque para Dios, que no es Dios de muertos, todos vivimos. Jesucristo, próximo a
morir le dirá a un crucificado junto a Él: “..hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Al otro lado, amiga, amigo,
seguiremos siendo tú y yo. No nos verán, no nos oirán y sin embargo nosotros si veremos y oiremos, tal cual
nos ven y oyen, los que hemos conocido e invocado durante nuestro caminar por este mundo. Al morir saldré
de este mundo como quien soy y sin nada de lo que tengo. Aquí dejo mis pertenencias, dejo mi cuerpo y todo
lo que se corrompe. Allí me llevo el fruto de mi amor, de mi fe, de mis obras. El yo que no veo, pero que en
definitiva es mi propio yo, al morir, deja este mundo sin dejar de ser yo. Mi cuerpo, mi carne, aquí se queda
hasta el final de los tiempos, pero esto no es el yo con el que amo, no es mi alma con la que veré, justamente
al separarse de mi cadáver, cara a cara a mi Redentor, Jesucristo, el Amado mío.

Página 234
6.14 El Gran Mandamiento. (Mt 22, 34-40; Mc 12, 28-34)
Los fariseos, habiendo oído que había hecho tascar el freno de los saduceos, se juntaron en
grupo. Y llegándose uno de ellos, escriba, que nos había oído discutir, viendo que Yo les
había contestado muy bien, me preguntó con ánimo de tentarme:
“Maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento y primero de todos en la Ley?”
Le respondí:
“El primero es: “Escucha Israel; el Señor, nuestro Dios, es un solo Señor, y amarás al
Señor Dios tuyo con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con
toda tu fuerza”. Este es el gran mandamiento y el primero. El segundo, semejante, es
éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mayor que éstos, otro mandamiento no
le hay. De éstos dos mandamientos penden la Ley entera y los Profetas”. 147
Y dijo el escriba:

147
Estas palabras las pronuncia el Único Hijo, del Único Dios Padre, Jesucristo. Ni los israelitas de aquel
tiempo ni los hombres que somos en este tiempo hemos visto a Dios. Sabemos que existe y con esta Fe
también conocemos que este Dios demanda al hombre un amor supremo por encima de todo otro amor
posible. Dios es mi único Dios, pero lo concibo en mi razón como tres Personas con una sola naturaleza divina.
Del solo Padre, del solo Hijo y del solo Espíritu Santo, de tres Personas, que no confundo, recibo en lo más
reservado e íntimo de mi alma un requerimiento que me suena así: “Amado mío, soy tu Señor y tu Dios y
me has de amar con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con toda tu fuerza”. Esta es
la suprema y divina demanda con la que estoy comprometido porque me va en ello la vida eterna, porque me
va en ello el verdadero amor que solo es posible acreditarlo cuando uno quiere al prójimo como así mismo,
porque no se puede amar al Dios que no vemos si no amamos al hermano que vemos. Nadie puede amar a
nadie si no lo conoce previamente. Nadie puede amar a Dios si no lo conoce, y desde luego el hombre por sí
mismo no puede conocer, en su plenitud, al Dios que tanto le pide. Si lo que he leído hasta ahora lo asumo tal y
como la lógica me lo ha hecho interpretar, tengo ante mis ojos al mismo Dios Hijo que me ha hecho conocer al
mismo Dios Padre en virtud de la plenitud, con la que ha llenado mi ciencia y mi conciencia, la plenitud del
Espíritu Santo Dios que procede del Padre y del Hijo, este gran D es c o n oc i d o que habita en mi alma y al cual
trato de amarlo por Sí mismo.

Página 235
“Muy bien, Maestro, con verdad dijiste que “Uno es, y no hay otro fuera de El”, y el “amarle
con todo el corazón y con toda la inteligencia y con toda la fuerza” y el “amar al prójimo
como así mismo”, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.
Viendo que había respondido sensatamente, le dije:
“No andas lejos del Reino de Dios”.
Y nadie ya osaba interrogarme.

Página 236
6.15 Soy Hijo y Señor de David. (Mt 22, 41-46; Mc 12, 35-37; Lc 20, 41-44)
Viendo reunidos a los fariseos, dirigiéndome a ellos, les pregunté:
“¿Qué os parece del Mesías? ¿De quién es Hijo?”
Dícenme:
“De David”.
Les dije:
“¿Cómo, pues, el mismo David, movido del Espíritu Santo, en el libro de los Salmos le
llama Señor cuando dice: “Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi diestra, hasta que
ponga tus enemigos como escabel de tus pies”? Si, pues, David le llama Señor,
¿cómo puede ser Hijo suyo?”
Y nadie podía responderme palabra, ni osó nadie desde aquel día interrogarme ya más. Y la
turba, que era numerosa, me escuchaba con gusto.

Página 237
6.16 Guardarse de los escribas y fariseos. (Mt23,1-36;Mc12,38-40;Lc20,45-47)
Entonces hablé a las turbas y a mis discípulos, diciéndoles:
“Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fariseos. Así, pues, todas
cuantas cosas os dijeren, hacedlas y guardadlas; mas no hagáis conforme a sus
obras porque dicen y no hacen. Lían cargas pesadas e insoportables y las cargan
sobre las espaldas de los hombres, mas ellos ni con el dedo las quieren mover. Todas
sus obras hacen para hacerse ver de los hombres, porque ensanchan sus filacterias y
agrandan las franjas de sus mantos; son amigos del primer puesto en las cenas y de
los primeros asientos en las sinagogas, y de ser saludados en las plazas, y de ser
apellidados por los hombres “rabí”. Mas vosotros no os hagáis llamar “rabí”, porque
uno es vuestro Maestro, mas todos vosotros sois hermanos, y entre vosotros a nadie
llaméis padre sobre la tierra, porque uno es vuestro Padre, el celestial. Ni hagáis que
os llamen preceptores, porque vuestro preceptor es uno, el Cristo. El mayor de
vosotros será vuestro servidor. El que se exaltare, será humillado, y el que se
humillare, será exaltado.

Página 238
Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque cerráis el Reino de los
cielos delante de los hombres; que ni entráis vosotros ni a los que entran dejáis
entrar.
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos farsantes!, porque rodeáis el mar y la tierra en
razón de hacer un prosélito, y cuando ya lo es, lo hacéis hijo de la gehena, doble más
que vosotros.
¡Ay de vosotros guías ciegos!, los que decís: “Si uno jurare por el santuario, eso es
nada; pero si uno jurare por el oro del santuario, queda obligado”. ¡Necios y ciegos!
Pues ¿cuál es mayor? ¿El oro o el santuario que santificó el oro? Y “Si uno jurare por
el altar, eso es nada; pero si uno jurare por la ofrenda que está sobre él, queda
obligado”. ¡Ciegos! Pues ¿qué es mayor? ¿La ofrenda o el altar que santifica la
ofrenda? Así, pues, quien juró por el altar, jura por él y por todo lo que hay sobre él; y
quien juró por el santuario, jura por él y por el que en él puso su morada; y quien juró
por el cielo, jura por el trono de Dios y por el que está sentado sobre él.
¡Ay de vosotros escribas y fariseos farsantes!, porque pagáis el diezmo de la menta,
del eneldo y del comino, y dejasteis a un lado las cosas más graves de la Ley: el justo
juicio, la misericordia y la buena fe; éstas había que practicar, y aquellas no
descuidarlas! ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello!
¡Ay de vosotros escribas y fariseos farsantes!, porque limpiáis lo exterior de la copa y
del plato, y dentro están rebosando de rapiña y de incontinencia. Fariseo ciego, limpia
primero lo interior de la copa para que también su exterior quede limpio.
¡Ay de vosotros escribas y fariseos farsantes!, porque os semejáis a sepulcros
encalados, que de fuera parecen vistosos, mas de dentro están repletos de huesos de
muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por defuera parecéis justos a los
hombres, mas de dentro estáis repletos de hipocresía e iniquidad.
¡Ay de vosotros escribas y fariseos farsantes!, porque edificáis los sepulcros de los
profetas y adornáis los monumentos de los justos y decís: “Si viviéramos en los días
de nuestros padres, no fuéramos cómplices de ellos en la sangre de los profetas”. De
modo que os dais testimonio a vosotros mismos de que sois hijos de los que mataron
a los profetas. Así que vosotros colmad la medida de vuestros padres. ¡Serpientes,
engendros de víboras! ¿Cómo esperáis escapar de la condenación de la gehena? Por
eso, mirad, Yo envío a vosotros profetas y sabios y letrados; de ellos mataréis y
crucificaréis, y de ellos azotaréis en vuestras sinagogas y perseguiréis de ciudad en
ciudad, para que recaiga sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra
desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Baraquías, a quien
matasteis entre el santuario y el altar. En verdad os digo, vendrán todas estas cosas
sobre esta generación”.

Página 239
6.17 La ruina de Jerusalén. (Mt 23, 37-39)
“¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata los profetas y apedrea a los que han sido
enviados, cuantas veces quise recoger a tus hijos de la manera que la gallina recoge a
sus pollitos debajo de sus alas, y no quisisteis! Mirad, déjase para vosotros vuestra
casa, desierta. Porque os digo: no esperéis verme a partir de ahora, hasta que digáis:
“Bendito el que viene en el nombre del Señor”.

Página 240
6.18 Los dos cornalillos de la viuda. (Mc 12, 41-44; Lc 21, 1-4)
Me senté frente al gazofilacio y miraba atentamente cómo la gente iba echando monedas de
cobre en el gazofilacio; y muchos ricos echaban mucho; y llegando una viuda pobre, echó
dos ochavos, que hacen un cuarto. Y llamando a mis discípulos, les dije:
“En verdad os digo que esa viuda pobre echó más que todos los que echan en el
gazofilacio; porque todos los demás echaron en las ofrendas de Dios de lo que les
sobraba; ella, empero, de su indigencia echó cuanto tenía, todo el sustento de su
vida”.

Página 241
6.19 Conclusión de mi público ministerio. Incredulidad de los judíos. (Jn 12, 37-50)
Obré grandes maravillas en presencia de ellos y sin embargo no creyeron en mí, para que
se cumpliera la palabra del profeta Isaías, cuando dijo:
“Señor, ¿quién dio fe a nuestro mensaje? ¿Y a quién ha sido revelado el brazo del Señor?”
Por esto eran incapaces de creer, porque también dijo Isaías:
“Cegó sus ojos y enmudeció su corazón, para que no vean con los ojos, ni entiendan con el
corazón, y se vuelvan a mí y Yo los sane”.
Esto dijo Isaías cuando vio mi gloria y habló de mí. Con todo, aun de los jefes muchos
creyeron en mí, mas por miedo a los fariseos no se declaraban, para no ser expulsados de
las sinagogas, porque amaron la gloria de los hombres mas que la gloria de Dios. Y
levantando la voz dije:
“¡Quien cree en mí, no cree en mí, sino en Aquel que me envió. Y quien me ve, ve al
que me envió! Yo vine como Luz al mundo, para que todo el que cree en mí no quede
en las tinieblas. Y quien oyere mis palabras y no las guardare, Yo no le juzgo, porque
no vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. Quien me desecha y no
recibe mis palabras, ya tiene quien le juzga. La palabra que hablé, esa le juzgará en el
último día. Que Yo no hablé por mi iniciativa, sino el Padre, que me envió. El me dio la
orden de qué había de decir y qué había de hablar. Y sé que su mandamiento es vida
eterna. Lo que Yo hablo, pues, así lo hablo, conforme me lo ha encargado el Padre”. 148

148
Ver a Cristo es ver a su Padre que lo ha enviado. Cuando más adelante, leamos que Felipe, uno de sus
apóstoles, en la última Cena le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, Jesucristo le afirmará que
quien le ve a Él ha visto al Padre y le reclamará esa Fe en virtud de la cual debería haber comprendido que el
Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre y en cualquier caso debería haber creído tal afirmación por la
evidencia incuestionable con la que pudo contemplar las obras maravillosas que su Señor había hecho. El
Verbo hecho carne, este Cristo que nos habla, habla según el mandato de su Padre. El Padre no tiene otra
palabra que esta palabra que oímos en boca de Cristo, porque a su vez el mismo Cristo es la misma Palabra
con la que Dios Padre se expresa eternamente. Este mandato del Padre, que hace hablar a su Hijo, un Hijo
que no es ni más ni menos que su propia Palabra hecha carne en este mundo, es un mandato que lleva en sí
engendrada la vida eterna a la que está destinado todo aquel que cree en esa palabra que expresa la Palabra
de Dios, el Hijo eterno del Padre, el Hijo de María, Madre y Bendita Mujer de nuestra raza.

Página 242
6.20 La destrucción del Templo. (Mt 24, 1-3; Mc 13, 1-4; Lc 21, 5-7)
Terminado el día, cuando salíamos del Templo, como algunos hablando de él, dijesen que
estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas motivas, díjome uno de mis
discípulos:
“Maestro, mira qué tales piedras y qué tales construcciones”.
Le respondí diciendo:
“¿Ves esas grandes construcciones? En verdad os digo, días vendrán en que no
quedará ahí piedra sobre piedra que no sea demolida”.
Llegando al monte de los Olivos, me senté frente al Templo y en particular Pedro, Santiago,
Juan y Andrés me preguntaron:

“Maestro, dinos ¿cuándo será eso, y cuál la señal cuando todas esas cosas estén para
cumplirse? ¿Y cuál la señal de tu advenimiento y del fin del mundo?”

Página 243
6.21 Las señales precursoras. (Mt 24, 4-14; Mc 13, 5-13; Lc 21, 8-19)
Respondiéndoles, comencé a decirles:
“Mirad que nadie os seduzca y extravíe. Porque muchos vendrán en mi Nombre,
diciendo: “Yo soy el Mesías”; “El tiempo ha llegado”, y a muchos seducirán. No
vayáis tras ellos. Y cuando oyereis guerras y noticias de batallas y revoluciones, no
os alarméis, porque así tienen que suceder estas cosas; mas no es todavía el fin. Se
levantará raza contra raza y reino contra reino, y habrán grandes terremotos por
diferentes lugares, y hambres y pestilencias, y fenómenos espantables aparecerán
con grandes señales en el cielo.

Página 244
Preludio de los grandes dolores serán estas cosas. ¡Ojo con vosotros mismos! Mas
antes de todo esto echarán las manos sobre vosotros y os perseguirán y os
entregarán a los sanhedrines, sinagogas y prisiones y os azotarán, y compareceréis
ante los gobernadores y reyes por causa de mí para dar testimonio ante ellos. Y
cuando os condujeren para entregaros, asentad, pues, en vuestros corazones que no
os preocupéis ni ensayéis de antemano qué habréis de hablar; sino lo que os fuere
dado en aquella hora, eso hablad: pues Yo os daré lengua y sabiduría, a la cual no
podrán resistir o contradecir todos vuestros adversarios. Que no sois vosotros los
que habláis, sino el Espíritu Santo. Seréis entregados por los padres y hermanos y
parientes y amigos y matarán a algunos de entre vosotros y seréis aborrecidos de
todas las gentes por causa de mi nombre. Pero no perecerá un solo cabello de vuestra
cabeza. Y entonces se escandalizarán muchos, y unos a otros se entregarán, y se
aborrecerán unos a otros. Y entregará a la muerte el hermano al hermano y el padre al
hijo, y se alzarán hijos contra padres y les darán la muerte. Y surgirán muchos falsos
profetas y extraviarán a muchos. Y por haberse multiplicado la iniquidad, se enfriará la
caridad de las multitudes. Mas el que fuere constante hasta el fin, éste se salvará. Con
vuestra constancia adquiriréis la salud de vuestras almas. Y será predicado este
Evangelio del Reino en todo el orbe, para que sirva de testimonio a todas las gentes. Y
entonces vendrá el fin”.

Página 245
6.22 Destrucción del Templo y de la ciudad. Mt 24, 15-22; Mc 13, 14-20; Lc 21, 20-24)
“Y cuando viereis cercada de ejércitos a Jerusalén, entonces conoced que es llegado
su asolamiento. Y cuando viereis la abominación del asolamiento, anunciada por el
profeta Daniel, en el lugar santo, estar donde no debía -el que lee entienda- entonces
los que estén en la Judea huyan a los montes, y los que estén en medio de Jerusalén
aléjense de ella, los que estén en la azotea, no bajen ni entren para tomar algo de sus
casas, y el que esté en el campo, no torne atrás para tomar su manto. Porque días de
venganza son éstos, para que se cumpla todo lo que está escrito. ¡Ay de las mujeres
que estén encintas y de las que críen en aquellos días de tal tribulación cual no la ha
habido semejante desde el principio de la creación, que Dios creó, hasta ahora, ni la
habrá!

Página 246
Porque vendrá gran necesidad sobre el país y cólera contra éste pueblo; y caerán al
filo de la espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones.

Y si no acortara el Señor esos días, no se salvaría hombre viviente; mas en atención a


los elegidos, que se eligió, acortó esos días el Señor. Y Jerusalén será pisoteada por
los gentiles, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles”.

Página 247
6.23 Señales de mi vuelta al mundo. (Mt 24,23-31; Mc 13,21-27; Lc 21,25-27)
“Entonces si alguno os dijere: “Mira, aquí está el Mesías”, o “Allí está”, no lo creáis,
porque se levantarán falsos Mesías y falsos profetas y obrarán y exhibirán grandes
señales y portentos, hasta el punto de ser seducidos, si posible fuera, aun los
elegidos. Vosotros estad alerta: mirad que de antemano os lo he dicho todo. Si os
dijesen, pues: “Mirad, está en el desierto”, no salgáis; “Mirad está en las recámaras”,
no lo creáis. Pues como el relámpago parte del oriente y brilla hasta el occidente, así
será el advenimiento del Hijo del hombre.

Página 248
Donde quiera esté el cadáver, allá se juntarán las águilas. Y luego, después de la
tribulación de aquellos días, habrá señales en el sol, y la luna y las estrellas caerán del
cielo.

Y habrá angustias en las gentes, desatinadas por el mugido del mar y del oleaje,
perdiendo los hombres el sentido por el terror y la ansiedad de lo que va a sobrevenir
al mundo, porque el ejército de los cielos se tambaleará.

Entonces aparecerá la Señal del Hijo del hombre en el cielo, y se herirán los pechos

Página 249
todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo
con grande poderío y majestad.

Y enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y congregarán sus elegidos de los
cuatro vientos desde un extremo del cielo hasta el otro extremo”.

Página 250
6.24 Tiempo de la ruina de Jerusalén. (Mt 24,32-35;Mc13,28-31;Lc 21,28-33)
“Cuando éstas cosas comenzaren a suceder, erguíos y alzad vuestras cabezas, pues
se llega vuestra liberación”.

Y les dije ésta parábola:


“Ved la higuera y todos los árboles. Cuando ya sus ramas se ponen tiernas y las hojas
brotan, conocéis que está cerca el verano. Así también, vosotros, cuando viereis
Página 251
realizarse estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas, el Reino de Dios. En
verdad os digo que no pasará esta generación sin que todas estas cosas se hayan
realizado.

El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”. 149

149
Esta frase está escrita por San Mateo, San Marcos y San Lucas empleando literalmente las mismas
palabras. Esta frase que es como una sentencia testamentaria del que las pronuncia, está diciendo en clave
divina que las palabras del Jesús Hombre, que oímos, se quedan fijas en la eternidad porque habla con la
autoridad de Dios. Todo va a ocurrir como Él lo ha dicho y porque Él lo ha dicho y esto no se puede dar en
ningún otro ser humano, tenga el poder que tenga. Esto se da solamente en el que es el Dios de los siglos.
Nada es más verdad que la palabra del que es la Palabra del Padre, Dios mismo hecho Hombre, que habla
palabras divinas.

Página 252
6.25 Tiempo de mi segunda venida. (Mt 24, 36-41; Mc 13,32)
“Lo que toca a aquel día y hora nadie lo sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo,
sino el Padre solo. Porque como en los días de Noé, así será el advenimiento del Hijo
del hombre. Porque como en los días que precedieron al Diluvio seguían comiendo y
bebiendo, casándose ellos y casando a ellas, hasta el día en que entró Noé en el arca,
y no se dieron cuenta hasta que vino el Diluvio y llevóselos a todos, así será también
el advenimiento del Hijo del hombre. 150 Entonces serán dos en el campo: uno es
tomado y uno abandonado; dos que molerán con la muela: una es tomada y una
abandonada”.

Amiga lectora o lector, Jesús vendrá otra vez al final del tiempo y lo veremos venir tal cual Él lo dice.
150

Seguro que viene, seguro que lo veremos venir, estemos donde estemos.

Página 253
6.26 ¡Velad! Parábola del lazo y el ladrón. (Mt24,42-44;Mc13,33;Lc21,34-36)
“Guardaos, no sea que se apesguen vuestros corazones con la glotonería y la
borrachera y las preocupaciones de la vida, y os saltee repentino aquel día como lazo;
porque sobrevendrá a todos los que moran por la haz de la tierra. Estad alerta, velad,
pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor. Esto sabed, que si el amo de
la casa supiera a qué hora de la noche viene el ladrón, velaría y no dejaría abrir un
boquete en su casa. Por esto también estad prestos, porque a la hora que menos
penséis viene el Hijo del hombre. Velad en todo tiempo orando, para que logréis
escapar de todas estas cosas que van a suceder, y manteneros en pie en presencia
del Hijo del hombre”.

Página 254
6.27 Los siervos que velan. (Mt 24, 45-51; Mc 13, 34-37)
“Es como un hombre que, emprendiendo un viaje, dejó su casa y lo puso todo en
manos de sus siervos, señalando a cada cual su labor, y al portero ordenó que velase.
Velad, pues, porque no sabéis cuándo va a venir el dueño de la casa, si a primeras
horas de la noche, o a la media noche, o al canto del gallo, o a la madrugada, no sea
que, llegando de improviso, os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos
digo: ¡Velad! ¿Quién es pues, el siervo fiel y prudente, a quien puso el señor al frente
de su servidumbre, para que le diese el mantenimiento a su tiempo? Dichoso el siervo
aquel a quien su señor, a su vuelta, hallare obrando así, en verdad os digo que lo
pondrá al frente de toda su hacienda. Mas si dijere aquel mal siervo en su corazón:
“Se tarda mi señor”, y comenzare a golpear a sus consiervos, y comiere y bebiere con
los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en el día que no aguarda y a la hora
que no conoce, y le partirá por la mitad y le deparará la misma suerte que los
hipócritas: allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

Página 255
6.28 Las diez vírgenes. (Mt 25, 1-13)
“Entonces se asemejará el Reino de los cielos a diez vírgenes, las cuales, tomadas
sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco
prudentes. Porque las necias, tomadas sus lámparas, no tomaron aceite consigo; mas
las prudentes tomaron aceite en las alcuzas junto con sus lámparas. Y como se
tardase el esposo, se adormecieron todas y se durmieron. A la media noche levantóse
un clamor: “¡He aquí el esposo, salid al encuentro!”, Entonces despertáronse todas
ellas y aderezaron sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de
vuestro aceite, pues nuestras lámparas se apagan”. Respondieron las prudentes,
diciendo: “No sea caso que no baste para nosotras y para vosotras; id más bien a los
que vendan y comprad para vosotras”. Mas mientras ellas iban a comprar, llegó el
esposo, y las que estaban prontas entraron con él a las bodas, y cerrose la puerta.

Página 256
Más tarde vienen también las demás vírgenes, diciendo: “Señor, Señor, ábrenos”. Mas
él, respondiendo, dijo: “En verdad os digo, no os conozco”. Velad, pues, porque no
sabéis el día ni la hora”.

Página 257
6.29 Los talentos. (Mt 25, 14-30)
“Porque es así como un hombre que, estando para emprender un viaje, llamó a sus
siervos y les entregó sus bienes, y a uno le dio cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a
cada cual según su propia capacidad, y emprendió su viaje. Enseguida se fue el que
había recibido los cinco talentos, negoció con ellos y ganó otros cinco. Asimismo,
también el que había recibido los dos ganó otros dos. Mas el que recibió uno se fue,
cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo llega el
señor de aquellos siervos y ajusta cuenta con ellos. Y llegándose el que había
recibido los cinco talentos, presentó otros cinco talentos, diciendo: “Señor, cinco
talentos me entregaste; mira otros cinco talentos gané”. Díjole su señor: “Bien, siervo
bueno y fiel; en cosas pocas fuiste fiel, sobre muchas te pondré: entra en el gozo de
tu señor”. Y llegándose también el que había recibido los dos talentos, dijo: “Señor,
dos talentos me entregaste; mira, otros dos talentos gané”. Díjole su señor: “Bien,
siervo bueno y fiel; en cosas pocas fuiste fiel, sobre muchas te pondré; entra en el
gozo de tu señor”. Y llegándose también el que había recibido un talento, dijo: “Señor,
conocí que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y allegas de donde
no esparciste; y, receloso, me fui y escondí tu talento en la tierra; ahí tienes lo tuyo”. Y
respondiendo su señor, le dijo: “Siervo malo y haragán, ¿sabías que cosecho donde
no siembro y allego donde no esparcí? Razón, pues, era que tú consignaras mis
dineros a los banqueros, y yo en llegando hubiera recobrado lo mío con intereses.
Quitadle, pues, el talento y dadlo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que
tiene se le dará y andará sobrado, mas el que no tiene, aun lo que tiene le será
quitado. Y al siervo desaprovechado arrojadle a las tinieblas de allá fuera: allí será el
llanto y el rechinamiento de los dientes”.

Página 258
6.30 El Juicio Final. (Mt 25, 31-46)
“Y cuando viniere en mi gloria y todos mis ángeles Conmigo, me sentaré en mi trono y
serán congregadas en mi presencia todas las gentes, y las separaré unas de otras,
como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y colocaré las ovejas a mi derecha y
los cabritos a mi izquierda. Entonces diré a los de mi derecha: Venid, vosotros los
benditos de mi Padre, entrad en posesión del Reino que os está preparado desde la
creación del mundo; porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed, y me
disteis de beber; peregrino era, y me hospedasteis; desnudo, y me vestisteis, enfermé,
y me visitasteis; en prisión estaba, y vinisteis a mí.

Página 259
Entonces me responderán los justos, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos peregrino y
te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en prisión y
fuimos a Ti?” Y Yo les diré: En verdad os digo, cuanto hicisteis con uno de éstos mis
hermanos más pequeñuelos, Conmigo lo hicisteis. Entonces diré también a los de mi
izquierda: Apartaos de mí, vosotros los malditos, al fuego eterno, que preparó mi
Padre para el diablo y sus ángeles.

Página 260
Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
peregrino era, y no me hospedasteis; desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en
prisión y no me visitasteis. Entonces responderán también ellos: “Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento o sediento, o peregrino o desnudo, o enfermo o en prisión, y no te
asistimos?” Entonces les responderé diciendo: En verdad os digo: cuanto dejasteis
de hacer con uno de éstos más pequeñuelos, también Conmigo lo dejasteis de hacer.
E irán éstos al tormento eterno; mas los justos, a la vida eterna”. 151
Dormíamos en el monte de los Olivos y de madrugada la gente del pueblo venía al Templo
para escucharme.

151
El Juicio Final es un acto en el que creo sin lugar a dudas. Amiga, amigo, se consumará en el tiempo o más
allá del tiempo tal y como lo conocemos, pero es absolutamente cierto que se cuenta con nuestra participación.
No seremos espectadores, formamos parte de este drama que se va a ejecutar al final del tiempo del hombre.
Y ¿de qué se nos va a juzgar?, pues está claro, se nos juzgará de amor, de todos nuestros pensamientos,
palabras y obras con los que ejercimos el amor al prójimo. Nos examinamos de amor, amiga mía, amigo mío, y
precisamente saldrán a nuestro encuentro todos aquellos con los que lo ejercimos dándonos cuenta y sin
darnos cuenta. También saldrán a nuestro encuentro aquellos a los que los hombres no perdonaron y esto
puede ser más que patético para el que no perdonó y el no perdonado. El sacrificio ordinario del ordinario vivir
cumpliendo con el ordinario deber, según el estado de cada uno, es una fortuna acumulada día a día de toda
una existencia. Al marido se le juzgará como marido, a la esposa como esposa, al padre como padre, a la
madre como madre, al hijo como hijo…….Seremos juzgados por nuestro trabajo, por nuestro descanso, por
nuestros actos buenos y por nuestros actos malos. En último término un incontable número de almas nos
beneficiaremos, como así Dios quiere, de la eterna Misericordia de un Padre que nos ha esperado a la hora
oportuna, a nuestra mejor hora para llevarnos con Él.

Página 261
6.31 Reunión del Sanhedrín y traición de Judas. (Mt 26, 1-5; Mt 26 14-16; Mc 14, 1-2; Mc
14, 10-141; Lc 22, 1-6)
Se celebraba de allí a dos días la fiesta de los ázimos, llamada Pascua. Y dando por
terminado todos éstos razonamientos les dije a mis discípulos:
“Sabéis que de aquí a dos días será la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado
para ser crucificado”.
Entonces se congregaron los príncipes de los sacerdotes y los escribas y los ancianos del
pueblo en el atrio del príncipe de los sacerdotes que se llamaba Caifás, y acordaron
apoderarse de mí con astucia y matarme. Mas decían: “No en la Fiesta”; porque temían se
produjese un tumulto en el pueblo. Y en éste mismo día entró Satanás en Judas, apellidado
Iscariote, uno de mis Doce Apóstoles; y se fue a hablar con los príncipes de los sacerdotes y
con los jefes de la policía, sobre cómo me entregaría; y les dijo:
“¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré?”
Oído esto, se alegraron, y se concertaron en que le darían treinta siclos. Y se comprometió.
Y desde entonces buscaba ocasión propicia de entregarme sin tumulto.

Página 262
CAPÍTULO VII-ÚLTIMA CENA

7.01 Preparación de la Cena Pascual y comienzo de la misma. (Mt 26, 17-20; Mc 14, 12-
17; Lc 22, 7-18)
Y el día primero de los ázimos, cuando sacrificaban la Pascua, se llegaron mis discípulos,
diciendo:
“¿Dónde quieres te preparemos lo necesario para cenar la Pascua?”
Y envié a dos de mis discípulos, Pedro y Juan, diciéndoles:
“Id a la ciudad y cuando entréis en ella os saldrá al encuentro un hombre, llevando un
cántaro de agua; id tras él hasta la casa en que entre, y decid al amo de la casa:

“El Maestro dice: Mi tiempo está cerca: ¿Dónde está la estancia donde coma la
Pascua con mis discípulos?” Y él os mostrará una sala superior, grande, provista de
mesas y divanes; allí preparad lo necesario”.
Y salieron Pedro y Juan y lo hallaron todo como Yo les había dicho; e hicieron lo que les
ordené y prepararon la Pascua. Llegado el atardecer, vine con los Doce, y cuando fue la
hora, me puse a la mesa junto con ellos. Y les dije:

Página 263
“Con gran deseo deseé comer esta Pascua con vosotros antes de padecer. Porque os
digo que no la comeré ya más hasta que tenga su cumplimiento en el Reino de Dios”.
Tomé un cáliz y habiendo dado gracias, dije:

“Tomadle y distribuidle entre vosotros. Porque os digo que a partir de ahora no


beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino de Dios”.

Página 264
7.02 Contienda entre mis Apóstoles. (Lc 22, 40-30)
Y se suscitó entre mis discípulos una rivalidad sobre quién de ellos era considerado como el
mayor. Mas Yo les dije:
“Los reyes de las naciones les hacen sentir su dominación, y los que ejercen el
mando sobre ellas son apellidados bienhechores. Mas vosotros no así; antes bien, el
mayor entre vosotros hágase como el menor; y el que manda como el que sirve. Pues
¿quién es mayor: el que está sentado a la mesa o el que sirve? ¿No es verdad que el
que está sentado a la mesa? Mas Yo en medio de vosotros estoy como el que sirve; y
vosotros sois los que habéis perseverado Conmigo en mis pruebas; y Yo dispongo a
favor vuestro, como dispuso a mi favor mi Padre, un Reino, para que comáis y bebáis
a mi mesa en mi Reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de
Israel”. 152

152
Quien perseverare durante toda una vida, con sus gozos y penas, al servicio del Rey de reyes, tiene
asegurado la posesión de un trono para ser coronado como rey. Este es el último destino del cristiano, ser rey
con el Rey del Universo.

Página 265
7.03 Lavo los pies a mis discípulos. (Jn 13, 1-17)
…Mañana ya sería la fiesta grande de los judíos, la Pascua. Y sabiendo que ya era llegada
mi hora de pasar de este mundo al Padre, como hubiese amado a los míos que estaban en
el mundo, los amé hasta el extremo. 153 Y durante la Cena como ya el diablo hubiese
puesto en el corazón a Judas, hijo de Simón Iscariote, que me entregase, sabiendo que
todas las cosas las entregó el Padre en mis manos y que de Dios salí y a Dios volvía, me
levanté de la mesa y dejando los vestidos, tomé un lienzo y me lo ceñí. Luego eché agua en
un barreño y comencé a lavar los pies a mis discípulos 154 y enjugarlos con el lienzo con que
estaba ceñido. Llego, pues, a Simón Pedro y díjome éste:
“Señor, ¿Tú a mí me lavas los pies?”
Le respondí:
“Lo que Yo hago tú no lo sabes ahora, mas lo entenderás después”.
Díjome Pedro:
“No lavarás mis pies nunca jamás”.

153
San Juan no encontrará otra palabra que defina mejor el amor de Cristo por los suyos. Decir que “los amó
hasta el extremo”, es decir que “los amó hasta la locura”, según la traducción literal del párrafo en griego.
154
¿Quién me dará mayor ejemplo de humildad, de esta virtud que tanto necesito? ¿Qué me pedirás, Jesús de
mi alma, que me resista a darte?

Página 266
Respondí:
“Si no te lavo no tienes parte Conmigo”.
Contestó:
“Señor, no mis pies solamente, sino también las manos y la cabeza”.
Mas Yo le dije:
“El que se ha bañado no necesita lavarse sino los pies; antes bien está limpio todo. Y
vosotros limpios estáis, aunque no todos”.
Esto dije porque conocía al que me entregaba; por esto dije: “No todos estáis limpios”.
Habiendo, pues, terminado de lavarle los pies, tomé mis vestiduras y, puesto de nuevo a la
mesa, les dije:
“¿Entendéis qué es lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “El Maestro”
y “El Señor”, decís bien, pues lo soy. Si, pues, os lavé los pies, Yo, el Señor y el
Maestro, también vosotros debéis unos a otros lavaros los pies. Porque ejemplo os di,
para que como Yo hice con vosotros, así vosotros lo hagáis. En verdad, en verdad os
digo: no es el siervo mayor que su señor, ni el enviado mayor que el que lo envió. Si
esto sabéis, bienaventurados sois si lo hiciereis”. 155

155
Bienaventurado, que es lo mismo que decir elegido de Dios, si entiendo que cualquier hombre es hijo del
mismo Dios a quien yo llamo “Padre mío”. Bienaventurado quien quiere para los demás lo que quiere para sí.

Página 267
7.04 Judas es descubierto. (Mt 26,21-25; Mc 14,18-21; Lc 22,21-23; Jn 13,18-30)
No de todos vosotros lo digo: Yo sé a quienes me escogí; mas se había de cumplir la
Escritura: “El que come mi pan, levantó contra mí su calcañar”. Desde ahora os lo
digo, antes de que suceda, para que cuando sucediere, creáis que Yo soy. En verdad,
en verdad os digo: quien recibe a quien Yo envío, a mí me recibe; y quien a mí me
recibe, recibe al que me envió”.
En diciendo esto sentí conturbarme en mi Espíritu 156 y declaré:
“En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros, el que come Conmigo, me
entregará: la mano del que me entrega está Conmigo sobre la mesa”.
Mis discípulos se entristecieron sobremanera y comenzaron a decir uno por uno:
“¿Por ventura soy yo, Señor?”
Les respondí:
“Uno de los Doce, el que metió Conmigo la mano en el plato, éste me entregará. El
Hijo del hombre se va, según lo que está decretado y escrito de Él: mas ¡ay de aquel
hombre por cuyas manos el Hijo del hombre es entregado! Mejor le fuera a aquel
hombre si no hubiera nacido”. 157
Se miraban unos a otros perplejos por no saber de quien lo decía, y comenzaron a discutir
unos con otros sobre quién era de ellos el que me entregara. Recostado estaba en mi seno
Juan, el discípulo a quien Yo tanto amaba, y hácele señas Simón Pedro para que me

156
Cristo se conturba, se emociona y se esfuerza para no llorar porque uno de sus más queridos amigos le va
a traicionar. Ambos los saben. En el Corazón de Uno habita la pena, en el del otro la maldad suprema.
157
Amiga, amigo, sobre esta afirmación de Cristo hago la reflexión de lo que supone no tener la oportunidad
de nacer. Dios concede la vida como un don supremo, un don sagrado a no disfrutar si por vivirla se llega al
mayor pecado posible en un hombre, el pecado de Judas. Fuera de esto, la vida se la merece hasta el más
infame de los hombres, porque por grande que sea la miseria humana mayor es la Misericordia divina. ¿Qué
demandará Dios a la mujer que, voluntariamente, suspende la vida del ser humano que lleva en sus entrañas?
¿Qué demandará Dios al facultativo que interviene en este nefando crimen? ¿Qué demandará Dios al estadista
que promueve leyes para privar a un incipiente hijo de Dios de la plenitud de su ser? ¿Qué demandará Dios a
una sociedad empapada de la sangre de mártires no nacidos? Oirán, con eterna desesperación, los gritos que
estos seres humanos profieren al ser succionados del vientre de la madre que no les quiere, oirán,
permanentemente, los lamentos del dolor de su muerte y abandono en un contenedor de basura. Para mí no
hay otro pecado mayor, porque se tortura hasta la muerte a un ser indefenso, empleando la premeditación y
alevosía de que es capaz una inteligencia humana manifiestamente perversa. No es merecedor de la vida
eterna quien, interrumpiendo, con conocimiento de causa, el desarrollo integral de un ser humano, le impide
consumar la felicidad a la que estaba destinado.

Página 268
preguntase de quién se trataba. Juan dejándose caer confiadamente sobre mi pecho, me
dijo:

“Señor, ¿quién es?”


Le dije:
“Aquel a quien daré el bocado que voy a mojar”.
Mojando, pues, el bocado lo di a Judas, hijo de Simón Iscariote. Y tras el bocado, en el
mismo instante entró en él Satanás. Respondiendo Judas, dijo:

“¿Soy yo tal vez, Rabí?”


Le contesté:
“Tú lo has dicho. Lo que vas a hacer, date prisa en hacerlo”.
Los que estaban en la mesa no entendieron por qué se lo dije; pues pensaban algunos que
como Judas guardaba la bolsa, le decía Yo:

Página 269
“Compra las cosas que tenemos necesidad para la fiesta”, o que diera algo a los pobres. En
habiendo, pues, tomado el bocado, se salió él inmediatamente. Era ya de noche.

Página 270
7.05 La Eucaristía. (Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc 22,19-20; 1Cor 11,23-26)
Esta era la noche en que iba a ser entregado. Comiendo con mis discípulos, tomé un pan y
habiendo pronunciado la bendición y dando gracias, lo partí y se lo di a mis discípulos,
diciendo:

“Tomad, comed: éste es mi cuerpo, que por vosotros es entregado; haced esto en
memoria de mí”.
Y asimismo habiendo tomado el cáliz, después de haber cenado, habiendo dado gracias, se
lo di diciendo:
Página 271
“Bebed de él todos, porque ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que por
vosotros y por muchos es derramada, para remisión de los pecados. Haced esto,
cuantas veces bebiereis, en memoria de mí”. 158
Y bebieron de él todos.

158
Veo y gusto el pan y el vino, y a su vez oigo las palabras de Quien dice que eso que veo y gusto, el pan y el
vino, es su Cuerpo y su Sangre. Miro al rostro de quien ha pronunciado estas palabras y me encuentro con el
rostro de mi Dios. Jesús manifiesta con solemnidad divina que debo comerlo y beberlo en la forma y verdad
que puedo hacerlo, cuando Él, que es Dios, hace posible que este pan y este vino sean verdadera, real y
sustancialmente, su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Toda la Fe que necesito para creer me ha sido
dada con abundancia, colmadamente. En mi mano está tener la voluntad y disposición para ejercerla con el
supremo amor con el que Cristo me lo demanda.

Página 272
7.06 El Nuevo Mandamiento. (Jn 13, 31-35)
Cuando ya Judas había salido, emocionado, les dije a mis discípulos:
“Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en El. Si Dios
ha sido glorificado en El, Dios, a su vez, le glorificará en si, y presto le glorificará.
Hijuelos, ya poco tiempo estoy con vosotros. Me buscaréis, y como dije a los judíos
que “a donde Yo voy, vosotros no podéis venir”, también a vosotros os lo digo ahora.
Un nuevo mandamiento os doy: que os améis unos a otros; como Yo os he amado,
que también vosotros os améis mutuamente. 159 En eso conocerán todos que sois
discípulos míos, si os tuviereis amor unos a otros”.

159
El amor es el bello distintivo con el que se reconoce a un cristiano. Amar como Él ha amado debería ser el
noble anhelo de un corazón que se sabe esclavo de Cristo, nuestro modelo. En el ejercicio de la vida
tendremos ocasión de experimentar lo poco que se cumple este mandato divino. ¿Quién puede amar como
ama Cristo? Y sin embargo se nos requiere para que así sea en este pasar por el mundo haciendo todo el bien
posible. Al menos hemos de querer querer cumplir este mandamiento del Amor, a pesar de nuestras miserias.

Página 273
7.07 Predicción de las negaciones de Pedro. (Mt 26, 31-35; Mc 14, 27-31; Lc 22, 31-38;
Jn 13, 36-38)
Díjome Simón Pedro:
“Señor, ¿adónde vas?”
Le respondí:
“A donde Yo voy no puedes ahora seguirme, pero me seguirás más tarde”.
Dijo Pedro:
“Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida daré por Ti”.
Respondí:
“¿Tu vida por mí darás? En verdad, en verdad te digo, todos vosotros os
escandalizaréis en mí esta noche; porque escrito está: “Heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas del rebaño”. Mas después que hubiere resucitado, iré antes
que vosotros a Galilea”.
Volvió a tomar la palabra Pedro, diciendo:
“Aun cuando todos se escandalicen en Ti, yo nunca jamás me escandalizaré”.
Le dije:
“En verdad te digo, Pedro, que tú, hoy, en esta noche, antes de cantar el gallo dos
veces, tres veces me negarás. 160 Simón, Simón, mira, Satanás os reclamó para
zarandearos como el trigo; pero Yo rogué por ti, que no desfallezca tu fe, y tú un día,
vuelto sobre ti, conforta a tus hermanos”.

160
Su más apasionado amigo, el que es reconocido como cabeza de la incipiente Iglesia, le va a negar. El que
está dispuesto a dar la vida por su Maestro afirmará con “contundente debilidad” que no le conoce. Nadie
puede juzgar al bendito Pedro porque nadie está libre de cobardías aún mayores. Sorprende con qué exactitud
conoce Cristo los hechos que van a ocurrir antes de que ocurran. ¿Quién es Jesús?

Página 274
Mas él, con sobrada porfía, decía:
“Señor, Contigo pronto estoy a ir aun a la cárcel y a la muerte. Aunque me viere en trance de
morir Contigo, no seré yo quien te niegue”.
Y otro tanto decían también todos mis discípulos. Mas Yo les dije:
“Cuando os envié sin bolsa, alforja y sandalias, ¿acaso os faltó algo?”
Ellos dijeron:
“Nada”.
Y les dije:
“Mas ahora quien tenga bolsa tómela; asimismo también alforja; y quien no tenga
espada, venda su manto y cómprese una. Porque os digo que tiene que cumplirse en
mí esto que está escrito: “Y fue contado entre los delincuentes”. Pues lo que a mí se
refiere, toca a su fin”.
Ellos dijeron:
“Señor, mira, hay aquí dos espadas”.
Les dije:
“¡Basta ya!”.

Página 275
7.08 ¡Volveré! Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn 14, 1-12)
“No se conturbe vuestro corazón. ¿Creéis en Dios? También en mí creed. En la casa
de mi Padre hay muchas moradas: de no ser así, os lo hubiere dicho; pues voy a
prepararos lugar. Y si me fuere y os preparare lugar, otra vez vuelvo y os tomaré
Conmigo, para que donde Yo estoy estéis también vosotros. Y adónde Yo voy, ya
sabéis el camino”.
Díceme Tomás:
“Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?”
Le contesté:

Página 276
“Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me habéis
conocido, también a mi Padre conoceréis; y ya desde ahora le conocéis y le habéis
visto”. 161
Díceme Felipe:
“Señor, muéstranos al Padre, y nos basta”.
Le dije:
“Tanto tiempo estoy con vosotros, ¿y no me has conocido, Felipe? Quien me ha visto,
ha visto al Padre: ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que Yo estoy en
el Padre, y el Padre está en mí? Las palabras que Yo os hablo, de mí mismo no las
hablo, mas el Padre que en mí mora, el hace sus obras. Creedme, que Yo estoy en el
Padre, y el Padre en mí; y si no, por las obras mismas creedlo”.

161
Conocer a Cristo es conocer al Padre, ver a Cristo es ver al Padre. Llegar hasta el Padre solo es posible a
través de Cristo. Cristo es el único Camino, la única Verdad, la única Vida. Todas las palabras de Cristo son
palabras de Dios, están avaladas por sus obras. Ya, a la altura en la que estamos de la lectura de esta
Autobiografía, no se puede poner a prueba la razón, porque la evidencia de que estamos ante un Ser singular
no es cuestionable. Ahora, el siguiente paso, es reflexionar sobre un misterio que transciende a la mente
humana. Estamos oyendo palabras pronunciadas por boca humana que dicen verdades divinas, palabras en la
boca de Cristo que expresan con meridiana claridad una verdad palmaria, su Padre es Dios y Él, que
contemplamos Hombre, manifiesta que Ambos son dos Personas distintas pero tienen una sola Naturaleza.
Con el Espíritu, son un solo Dios. Cristo se me muestra como Hombre, mis sentidos lo reconocen con
naturaleza humana, pero mi Fe, sin dejar de contemplar a un Hombre como yo, contempla a su vez un Ser
divino, mi único Dios, el Autor de la vida que me concede vivir, mi último destino, la razón que justifica mi
existencia en su existir.

Página 277
7.09 Frutos de la Fe. Otro Consolador. No os dejaré huérfanos. (Jn 14, 12-24)
“En verdad, en verdad os digo: Quien cree en mí, las obras que Yo hago, también él
las hará, y mayores que éstas hará, porque Yo voy al Padre. Y cualquier cosa que
pidiereis en mi Nombre, eso haré, para que sea glorificado el Padre en el Hijo. Si algo
pidiereis en mi nombre, Yo lo haré. Si me amareis, guardaréis mis mandamientos; y
Yo rogaré al Padre, y os dará otro Valedor que esté con vosotros perpetuamente: el
Espíritu de la verdad, que el mundo no puede recibir, porque no le ve ni conoce;
vosotros le conocéis, pues a vuestro lado permanece y en vosotros está. No os dejaré
huérfanos; vuelvo a vosotros. Todavía un poco, y el mundo ya más no me ve; pero
vosotros me veréis, porque Yo vivo y vosotros viviréis. En aquel día conoceréis
vosotros que Yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y Yo en vosotros. Quien tiene
mis mandamientos y los guarda, éste es el que me ama; y quien me ama, será amado
de mi Padre, y Yo también le amaré y me manifestaré a él”. 162
Díjome Judas, no el Iscariote:
“Señor, ¿y qué ha pasado, que vas a manifestarte a nosotros y no al mundo?”

162
Amiga mía, amigo mío, el mundo no puede entender estas palabras, sin embargo en ellas está la suprema
felicidad a la que aspira el hombre de todos los tiempos. Creer en Cristo es estar en disposición de hacer
las mismas obras que Él hace, es asegurar que, en su Nombre, todo lo bueno que pidamos al Padre nos
será dado. Creer en Jesucristo es ser destinatario del Espíritu que vive en cada cristiano para hacerle feliz
con la íntima revelación de una verdad singular y bienaventurada, la hermosa verdad de que Cristo está en el Padre,
que nosotros estamos en Cristo y Cristo en nosotros. En el amor contemplaremos a Jesús ya en esta vida.

Página 278
Le respondí:

“Si alguno me amare, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y a él vendremos y en


él haremos mansión. 163 Quien no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que oís
no es mía, sino del Padre, que me ha enviado”.

163
Guardar la palabra de Cristo y vivir en consecuencia de este amor que decimos profesar, supone ser
mansión de la divinidad. El Dios que no cabe en el Universo se digna habitar, con toda su plenitud, en el alma
y en el cuerpo de una criatura que ama a su Creador, a su Redentor, con todo su corazón.

Página 279
7.10 Vuelvo a prometerles el Consolador. (Mt 26, 30; Mc 14, 26; Lc 22, 39 Jn 14, 25-31)
“Estas cosas os he hablado estando con vosotros; mas el Paráclito, el Espíritu Santo,
que enviará el Padre en mi Nombre, el os enseñará todas las cosas que os dije Yo. La
Paz os dejo, la Paz mía os doy. 164 No se conturbe vuestro corazón, ni se acobarde.
Oísteis que Yo os dije: “Me voy y volveré a vosotros”. Si me amaseis, os holgaríais de
que voy al Padre, pues el Padre es mayor que Yo. Y ahora os lo he dicho antes de que
suceda, para que, cuando sucediere, creáis. Ya no hablaré muchas cosas con
vosotros, porque viene el príncipe de este mundo; mas en mí no tiene nada; pero
menester es conozca el mundo que amo al Padre, y que, como me lo mandó el Padre,
así lo hago. Levantaos, vamos de aquí”.
Y cantando los himnos, salimos al monte de los Olivos.

164
El Espíritu del Padre y del Hijo, que habita en nuestra alma, si así lo queremos, nos enseñará la ciencia de
Cristo, este conocer al Autor de la Vida que es también el Autor de la Paz, de la verdadera Paz.

Página 280
7.11 La Vid y los sarmientos. (Mt 26, 31; Mc 14,27; Jn 15, 1-11)
En el camino dije a mis discípulos:
“Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo sarmiento que en mí no lleva
fruto, lo arranca; y todo el que lleva fruto, lo poda, para que lleve fruto más copioso.
Ya vosotros estáis limpios, en virtud de la palabra que os he hablado. Permaneced en
mí, y Yo vosotros. Como el sarmiento no puede llevar fruto en sí mismo si no
permaneciere en la cepa, así tampoco vosotros, si no permaneciereis en mí. Yo soy la
Vid, vosotros los sarmientos. Quien permanece en mí y Yo en él, éste lleva fruto
abundante, porque fuera de mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en mí, es
arrojado fuera como el sarmiento y se seca; y los recogen y arrojan al fuego, y arden.
Si permaneciereis en mí, y mis palabras permanecieren en vosotros, cuanto quisiereis
pedidlo, y lo obtendréis. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis fruto
abundante; con eso seréis discípulos míos. Como me amó el Padre, también Yo os
amé; permaneced en mi amor. Si mis mandamientos guardareis, permaneceréis en mi
amor; como Yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su
amor. Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo
sea cumplido”. 165

165
¿Quién no entiende éstas palabras? Conocer a Cristo, amarle, es vivir de Él, en Él, con Él y para Él. ¿Quién
puede meditar estas palabras y no rendirle el corazón a Jesucristo? ¿Por qué la Luz, la Verdad y la Vida, que
son estas mismas palabras, no son aceptadas por el mundo? ¡Qué misterio de ingratitud se da en el hombre!

Página 281
7.12 El Mandamiento del amor fraterno. (Jn 15, 12-17)
“Este es el mandamiento mío: Que os améis unos a otros, así como os amé. Mayor
amor que éste nadie le tiene: que dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis
amigos, si hiciereis lo que Yo os mando. Ya no os llamo siervos, pues el siervo no
sabe lo que hace su señor; mas a vosotros os he llamado amigos, pues todas las
cosas que de mi Padre oí os las di a conocer. No me escogisteis vosotros a mí, antes
Yo os escogí a vosotros, 166 y os destiné para que vayáis y llevéis fruto y vuestro fruto
permanezca, para que cuanto pidáis al Padre en nombre mío, os lo de. Esto os mando:
Que os améis los unos a los otros”. 167

166
Dios lleva la iniciativa. Dios se escoge al hombre al que le va a demandar amor sobre todo amor posible. El
hombre no escoge a Dios, pero el hombre sí puede despreciar este privilegio inaudito. Dios mendiga el amor
del hombre, y el hombre se lo puede negar. ¿Hay mayor misterio que éste?
167
Dios es Amor y este es su mandamiento supremo: amar, amar con toda el alma al Creador y a lo creado,
amar a los hijos de mi Padre como a mí mismo me amo.

Página 282
7.13 Odio del mundo contra mí y mis discípulos. (Jn 15, 18-27; Jn 16, 1-4)
“Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido primero que a vosotros.
Si del mundo fuerais, el mundo amaría lo que es suyo; mas pues no sois del mundo,
sino que Yo os entresaqué del mundo, por eso os aborrece el mundo. Acordaos de la
palabra que os dije: “No es el siervo mayor que su señor”. Si a mí me persiguieron,
también a vosotros os perseguirán; si mi palabra guardaron, también la vuestra
guardarán. Mas todas esas cosas harán con vosotros a causa de mi Nombre, porque
no conocen al que me envió. Si Yo no viniera y les hablara, no tuvieran pecado; mas
ahora no tienen excusa de su pecado. Quien a mí me aborrece, también aborrece a mi
Padre. Si no hubiera Yo hecho entre ellos obras cuales ningún otro hizo, no tuvieran
pecado; mas ahora las han visto, y han aborrecido así a mí como a mi Padre. Mas
había de cumplirse la palabra escrita en su Ley: “Me aborrecieron sin motivo”. Mas
cuando viniere el Paráclito, que Yo os enviaré de cabe el Padre, el Espíritu de la
Verdad, que procede del Padre, el dará testimonio de mí. Y vosotros también sois
testigos, ya que desde el principio estáis Conmigo. Estas cosas os he hablado por
que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas; más aún, llega hora en que
todo aquel que os matare piense rendir culto a Dios. Y esto harán, porque no
conocieron al Padre ni a mí. Pero estas cosas os he hablado para que, cuando llegare
su hora, os acordéis de ellas que Yo os las dije. Y no os las dije desde un principio,
dado que estaba con vosotros”.

Página 283
7.14 Acción del Espíritu Santo. (Jn 16, 5-15)
“Mas ahora voy al que me envió, y ya ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde
vas? Antes, por haberos Yo dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestros
corazones. Pero Yo os digo la verdad: os cumple que Yo me vaya: porque si no me
fuere, el Paráclito no vendrá a vosotros, mas si me fuere, os lo enviaré. Y El, cuando
viniere, convencerá al mundo cuanto al pecado, cuanto a la justicia y cuanto al juicio.
Cuanto al pecado, por razón de que no creen en mí; cuanto a la justicia, porque me
voy al Padre y ya no me veis; y cuanto a juicio, porque el príncipe de éste mundo ha
sido juzgado.

Todavía muchas cosas tengo que deciros, mas no las podéis sobrellevar ahora; mas
cuando viniere El, el Espíritu de la Verdad, os guiará en el camino de la verdad
integral. Pues no hablará de si mismo, sino lo que oyere, eso hablará, y os dará a
conocer lo porvenir. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo dará a conocer.
Todo cuanto tiene el Padre, mío es; por eso dije que recibe de lo mío y os lo dará a
conocer”. 168

168
Cristo se va y además dice que conviene que Él se marche para que pueda venir Otro al que llama
Paráclito, Espíritu de la Verdad. ¿A dónde va Cristo y de dónde viene esta Persona? Cristo va al Padre y este
“Desconocido” viene del Padre y guiará a los que tengan Fe, susurrando al oído del alma las palabras de
Cristo, estas mismas palabras que hemos leído en ésta Autobiografía. Cristo no se va a un lugar, tampoco ésta
Persona, que será enviada por Él, viene de un lugar, esta ubicación de Personas no ha de entenderse en clave
de espacio y tiempo porque en Dios no hay dimensiones, todo es eternidad permanente.
Página 284
7.15 “Otra vez me veréis”. (Jn 16, 16-24)
“Un poquito y ya no me veis; y otro poquito, y me veréis”.
Dijeron, pues, entre sí algunos de mis discípulos:
“¿Qué será eso que nos dice: “Un poquito, y no me veis; y otro poquito, y me veréis", y “Me
voy al Padre”? No entendemos lo que dice”.
Conocí que tenían ganas de preguntarme y les dije:
“Andáis averiguando unos con otros sobre esto que os dije: “Un poquito, y no me
veis; y otro poquito y me veréis”. En verdad, en verdad os digo que vosotros lloraréis
y os lamentaréis, y el mundo se regocijará; vosotros os acongojaréis, pero vuestra
congoja se tornará en gozo. La mujer cuando está de parto, tiene congoja, pues llegó
su hora; mas cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto, por el gozo
de que nació un hombre al mundo. Pues así también vosotros, ahora cierto tenéis
congoja; mas otra vez os veré, y se gozará vuestro corazón, y vuestro gozo nadie os
lo quita. Y en aquel día no me preguntaréis cosa alguna. En verdad en verdad os digo:
si alguna cosa pidiereis al Padre, os lo concederá en nombre mío. Hasta ahora no
habéis pedido cosa alguna en Nombre mío. Pedid y recibiréis, porque vuestro gozo
sea cumplido”. 169

169
Lo que se pidiere en Nombre de Jesucristo no será negado por el Padre. Para pedir en el Nombre del Hijo de
Dios hay que disponer el alma y suplicar, precisamente al Espíritu que la vivifica y la inspira, saber qué pedir,
cómo pedirlo y cuando pedirlo, porque de seguro que siendo así, lo pedido será realidad en la medida de la Fe
con que se suplique. Amiga lectora o lector, creamos esta sagrada verdad con la que Cristo nos provoca la Fe
porque su palabra ni se engaña ni nos engaña, es tan verdad como la Verdad que Él mismo dice ser.

Página 285
7.16 Conclusión. (Jn 16, 25-33)
“Estas cosas os he hablado en parábolas; llega la hora en que ya no os hablaré en
parábolas, sino que declaradamente os daré nuevas acerca del Padre. En aquel día
pediréis en mi nombre, y no os digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, puesto que
el Padre, el mismo, os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que Yo
de Dios salí. Salí del Padre y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo y me voy al
Padre”. 170
Dijéronme mis discípulos:
“Ahora sí que hablas abiertamente y no dices ninguna parábola. Ahora conocemos que lo
sabes todo y no tienes necesidad de que nadie te pregunte: en esto creemos que saliste de
Dios”.
Les dije:
“¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora -y ya ha llegado- en que os dispersaréis cada
cual por su lado y a mí me dejéis solo. Mas no estoy solo, pues el Padre está
Conmigo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis Paz. En el mundo
tendréis apretura; mas tened buen ánimo, Yo he vencido al mundo”.

170
Cristo, como venimos diciendo, no viene de un lugar, viene del Padre y el Padre es una Persona. Viene a
este mundo y como Hombre le hemos visto, le hemos tocado, le hemos oído. Dejará el mundo, que sí es un
lugar, y volverá a su Padre. En el Padre estaba como Dios antes de hacerse Hombre y cuando se hizo Hombre
no dejó de ser Dios. Ahora está en el Padre, que no es un lugar, como Dios y como Hombre. Amiga lectora, o
lector, tú y yo ¿iremos al Padre como Cristo se ha ido?

Página 286
7.17 Ruego por mí. (Jn 17, 1-5)
Estas cosas hablé, y alzando los ojos al cielo, dije:
“Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a Ti; según
que le diste el señorío sobre toda carne, para que a todos los que les has dado, a
éstos de vida eterna. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el solo Dios
verdadero, y a quien enviaste, Jesucristo. Yo te glorifiqué sobre la tierra, consumando
la obra que Tú me has encomendado hacer; y ahora glorifícame Tú, Padre, cabe Ti
mismo con la gloria que cabe Ti Yo tenía antes que el mundo fuese”.

Página 287
7.18 Ruego por mis discípulos. (Jn 17, 6-19)
“Manifesté tu Nombre a los hombres que me diste del mundo, Tuyos eran, y Tú me los
diste; y tu palabra han guardado. Ahora han conocido que todo cuanto me has dado,
de Ti viene: pues las palabras que me confiaste, Yo las he comunicado a ellos, y ellos
las recibieron, y conocieron verdaderamente que de Ti salí, y creyeron que Tú me
enviaste. Por ellos Yo ruego: no por el mundo ruego, sino por aquellos que me has
encomendado, 171 pues tuyos son, y mis cosas todas tuyas son, y las tuyas mías; y he
sido glorificado en ellos. Y desde ahora no estoy en el mundo, y éstos quedan en el
mundo, y Yo voy a Ti. Padre Santo, guárdalos en tu nombre éstos que Tú me has
dado, para que sean uno como Nosotros. Cuando estaba con ellos, Yo los guardaba
en tu Nombre; a los que me has dado los custodié; y ninguno de ellos pereció, sino el
hijo de la perdición, para que la Escritura se cumpla. Mas ahora voy a Ti y digo estas
cosas estando en el mundo para que tengan mi gozo cumplido dentro de sí. Yo les he
comunicado tu palabra, y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como ni
Yo soy del mundo. No pido que los saques del mundo, sino que los preserves del
Malo. No son del mundo, como ni Yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: Tu
palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, Yo también los envié al mundo. Y
por ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la
verdad”.

171
Cristo ruega por los hombres que su Padre le ha dado. No ruega por todos los hombres que vengan a ser
en este mundo, por lo menos de manera expresa. Para estos hombres escogidos, el Hijo de Dios demanda a
su Padre la protección, para que todos estos elegidos sean uno, así como El y su Padre son Uno. Todas y
cada una de las palabras de Cristo son las palabras que el Padre le mandó comunicar a los hombres y
entiendo, amiga mía, amigo mío, que no es ningún atrevimiento confirmarte que, estas palabras son las mismas
que vienes leyendo en esta Autobiografía.

Página 288
7.19 Ruego por mi Iglesia futura. (Jn 17, 20-26)
“No ruego por éstos solamente sino también por los que crean en mí por medio de su
palabra; que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y Yo en Ti, que también ellos en
Nosotros sean uno, para que el mundo crea que Tú me enviaste. Y Yo les he
comunicado la gloria que Tú me has dado, para que sean uno como Nosotros somos
Uno. Yo en ellos y Tú en mí, para que sean consumados en la unidad: para que
conozca el mundo que Tú me enviaste y les amaste a ellos como me amaste a mí.
Padre, los que me has dado, quiero que, donde estoy Yo, también ellos estén
Conmigo, para que contemplen mi gloria que me has dado, porque me amaste antes
de la creación del mundo. Padre Justo; y el mundo no te conoció. Mas Yo te conocí; y
éstos también conocieron que Tú me enviaste. Y Yo les manifesté tu nombre, y se lo
manifestaré. Para que el amor con que me amaste sea en ellos, ¡y Yo en ellos!” 172

172
Esto está escrito para nosotros, para los hombres y mujeres de mi tiempo y para todas las generaciones
posibles hasta el final de los años de este mundo.

Página 289
CAPÍTULO VIII-PASIÓN Y MUERTE

8.01 En el huerto de Getsemaní. (Mt 26, 30-46; Mc 14, 26-42; Lc 22, 39-46; Jn 18, 1-2)
Dicho esto, salí de Jerusalén, junto con mis discípulos, a la otra parte del torrente Cedrón,
me dirigí, según costumbre, al monte de los Olivos. Y llegamos a una granja llamada
Getsemaní, donde había un huerto en el cual entramos mis discípulos y Yo. También Judas,
el que me entregaba, sabía aquel lugar, puesto que muchas veces nos reuníamos allí. Y les
dije a mis discípulos.
“Sentaos aquí mientras voy allá para orar. Orad, para que no entréis en tentación”.
Vinieron Conmigo Pedro y los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan. Me invadió la tristeza y
comencé a sentir espanto y abatimiento. Entonces les dije:
“Triste sobremanera está mi alma hasta la muerte: quedad aquí y velad Conmigo”.

Página 290
Arrancándome de ellos, me aparté a la distancia como de un tiro de piedra, y puestas las
rodillas, caí con mi rostro sobre tierra, y oraba diciendo:
“Abba, Padre, todas las cosas te son posibles; Padre mío, si es posible, si quieres,
pase de mí este cáliz; mas no se haga como Yo quiero, sino como quieres Tú, no se
haga mi voluntad sino la Tuya”. 173

173
En virtud de su divinidad, el conocimiento pretérito de los infames hechos que se le vienen encima a Cristo,
pone a prueba la naturaleza humana de un Hombre que tiene sentimientos como tú y como yo, amiga, amigo.
De cara al final de su vida en este mundo, el que se nos ha mostrado como Dios, se manifiesta, con patética
evidencia, que es Hombre y Hombre que no quiere sufrir. Bien conoce como Dios e incluso como Hombre que
es necesario padecer la Pasión que le espera, pero lo que nosotros apreciamos es un Hombre en suprema
depresión, tanta como para hacerle sudar sangre, con un miedo pavoroso e indescriptible. La infinita amargura
con la que se muestra la humanidad de Jesús nos secuestra la razón para interpretar el por qué de este
misterio y en un acto de compasión de quien adora a su Señor solo se me ocurre acompañarlo como el perro
acompaña a su Amo hasta la muerte. No comprendo nada, solo dispongo mi alma para unirme a este Jesús de
quien recibo la existencia, no entro en las causas que motivan tanto horror en un Hombre, aunque intuyo que
mi miserable vida algo tiene que ver con tanta pena. Amiga lectora o lector, ahora toca reflexionar sobre la
Pasión de nuestro Dios. Dispongámonos a contemplar cómo los hombres dimos excruciante muerte al Autor de
la Vida, porque esto que leemos se ha consumado en nuestro tiempo, en nuestro espacio, en nuestra historia.

Página 291
Vine a mis discípulos y los hallé durmiendo y le dije a Pedro:
“¡Simón! ¿Duermes? ¿Así no pudiste velar una hora Conmigo? Velad y orad, para que
no entréis en tentación; el espíritu, si, está animoso, mas la carne es flaca”.
Y de nuevo me retiré y me puse a orar otra vez, repitiendo las mismas palabras:

“Padre mío, si no es posible que pase este cáliz sin que Yo lo beba, hágase tu
voluntad”.
Y viniendo otra vez, los hallé durmiendo, porque estaban sus ojos cargados, no sabían qué
responderme. Y habiéndoles dejado, me retiré de nuevo y oré por tercera vez, repitiendo de
nuevo las mismas palabras. Venido del cielo se llegó a mí un ángel que me confortaba.

Página 292
Vine en agonía, orando más intensamente y un sudor como grumos de sangre caía de mí al
suelo. Me levanté de la oración y vine por tercera vez a mis discípulos y los hallé durmiendo
por efecto de la tristeza. Y les dije:

“Ya por mí, dormid y descansad…¿Cómo, dormís? ¡Ea! Ya está: llegó la hora; he aquí
que es entregado el Hijo del hombre en manos de pecadores. Levantaos, vamos:
mirad que está aquí cerca el que me entrega”.

Página 293
8.02 Se consuma la traición. El prendimiento. (Mt 26, 47-57; Mc 14, 43-53; Lc 22, 47-54;
Jn 18, 3; Jn 18, 12-13)
Hablando todavía, llegó Judas y con él la cohorte y gendarmes proporcionados por los
sumos sacerdotes y fariseos, una turba numerosa con linternas, antorchas, espadas y
bastones, que venían enviados por los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los
ancianos del pueblo. Judas iba delante de ellos, el cual había dado una contraseña diciendo:
“A quien yo besare, el es: sujetadle y llevadle bien asegurado”.
Y así que llegó, al punto, acercándose a mí, dijo:
“Salud, Maestro”.
Y me dio un fuerte beso. Le dije:
“¡Amigo, a lo qué has venido!…¡Judas! ¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?”

Página 294
Sabiendo, pues, todo lo que me iba a sobrevenir, salí a ellos y les dije:
“¿A quién buscáis?”
Respondieron:
“A Jesús de Nazaret”.
Les dije:
“Yo soy”.
Ya Judas estaba con la turba y al decirles “Yo soy”, retrocedieron y cayeron a tierra.

Página 295
De nuevo, pues, les pregunté:
“¿A quién buscáis?”
Y ellos respondieron:
“A Jesús de Nazaret”.
Les dije.
“Os dije que Yo soy. Si, pues, me buscáis a mí, dejad marchar a éstos”.
Para que se cumpliera la palabra que dije: “De cuantos me diste no he perdido a nadie”.
Entonces, acercándose, echaron manos sobre mí y me sujetaron. Mis discípulos viendo lo
que iba a pasar, dijeron:
“Señor, ¿herimos con la espada?”

Y Simón Pedro, alargando la mano, desenvainó su espada, e hiriendo al siervo del sumo
sacerdote, le cortó la oreja derecha. El nombre del siervo era Malco. Intervine y dije:
“Dejadle, no haya más”.
Y tocando la oreja de Malco le sané. Y dije a Pedro:
“Vuelve la espada a su lugar, porque todos los que empuñan espada, por espada
perecerán. ¿O piensas que no puedo rogar a mi Padre, y pondrá ahora mismo, a mi
disposición, más de doce legiones de ángeles? El cáliz que me ha dado el Padre, ¿no
lo he de beber? ¿Cómo pues, se cumplirán las Escrituras, que dicen ha de suceder
así?”
Página 296
Y dirigiéndome entonces a los que habían venido contra mí, sumos sacerdotes y jefes de la
policía del Templo y ancianos les dije:
“¡Como contra un salteador habéis salido con espadas y bastones a prenderme! Cada
día estaba y me sentaba con vosotros en el Templo enseñando, y no extendisteis las
manos sobre mí para prenderme. Mas todo esto ha pasado para que se cumplan las
Escrituras de los Profetas. Pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas”.
La cohorte, pues, el tribuno y los satélites me prendieron y me ataron. Entonces mis
discípulos todos, abandonándome, huyeron.
Un cierto joven me seguía, envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo y le detienen;
mas él, soltando la sábana, desnudo, se escapó.

Página 297
8.03 Ante Anás. (Jn 18, 12-14; Jn 18, 12-23)
Me llevaron primeramente ante Anás, pues era suegro de Caifás, que era pontífice aquel
año. Era Caifás quien había dado a los judíos aquel consejo:“Conviene que muera un
hombre solo por el pueblo”. Ya ante Anás, me interrogó acerca de mis discípulos y de mi
doctrina. Le respondí:
“Yo he hablado públicamente al mundo; Yo siempre enseñé en la sinagoga y en el
Templo, a donde concurren todos los judíos, y a escondidas no hablé nada. ¿Por qué
me interrogáis a mí? Interroga a los que han oído lo que le hablé; mira, esos saben lo
que dije Yo”.
Y en habiendo dicho esto, uno de los satélites allí presentes me dio un bastonazo en la cara,
diciendo:

“¿Así respondes al pontífice?”


Yo le dije:
“Si hablé mal, da testimonio de lo malo. Mas si bien, ¿por qué me hieres?”

Página 298
8.04 Ante Caifás. Ultrajes. (Jn 18, 24; Mt 26, 57-68; Mc 14, 53-65)
Anás, pues, me envió atado a Caifás, el pontífice. Me llevaron a casa de Caifás, el sumo
sacerdote, y allí se habían congregado todos los sacerdotes, los ancianos y los escribas. Los
sumos sacerdotes y el Sanhedrín entero buscaban algún falso testimonio contra mí con el
objeto de darme la muerte, y no lo hallaban: porque aunque muchos testificaban en falso
contra mí, los testimonios no eran acordes. Posteriormente, comparecieron dos, diciendo:
“Este dijo: Puedo derribar el Santuario de Dios y en tres días reedificarlo”.
“Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este Santuario, hecho por mano de hombre, y en tres
días edificaré otro no hecho por manos humanas”.
Y ni aún así era acorde su testimonio. Y levantándose el sumo sacerdote y adelantándose al
medio, me interrogó, diciendo:
“¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos testifican contra Ti?”
Mas Yo, manteniéndome callado, no respondí nada. De nuevo el sumo sacerdote me
interrogó diciendo:
“¡Te conjuro por el Dios vivo que nos digas si Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Bendito!”
Le contesté:
“Tú lo dijiste: Yo soy; empero, os digo que a partir de ahora veréis al Hijo del hombre
sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
“¡Blasfemó!; ¿qué necesidad tenemos ya de testigos? Oísteis la blasfemia. ¿Qué os
parece?”
Todos ellos me condenaron, diciendo:

Página 299
“¡Reo es de muerte!”
Entonces comenzaron algunos a escupirme en el rostro, a darme puñadas y bofetadas. Y los
hombres que me tenían aprisionado me escarnecían hiriéndome. Y habiéndome envuelto el
rostro con un velo, me golpeaban con los puños y me preguntaban diciendo:

“Profetízanos, Mesías, ¿quién es el que te dio?”


Y otras muchas cosas insultantes decían contra mí.

Página 300
8.05 La negación de Pedro. (Mt 26, 58; Mt 26, 69-75; Mc 14, 54; Mc 14, 66-72; Lc 22, 54-
62; Jn 18, 15-27)
Pedro desde lejos iba siguiéndome, y con él iba Juan. Juan era conocido del sumo
sacerdote y entró junto Conmigo en el atrio de Caifás; mas Pedro se quedó fuera a la puerta.
Saliendo Juan, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. Y en esto, dijo a Pedro la
muchacha portera:
“¿Por ventura también tú eres de los discípulos de ese hombre?”
Dijo él:
“No lo soy”.

Página 301
Estaban allí los siervos y los gendarmes, que habían hecho fuego en medio del atrio, porque
hacía frío y justos alrededor del fuego se calentaban; estábase también Pedro entre ellos
calentándose. Habiéndose sentado Pedro, se le acercó una de las muchachas del sumo
sacerdote, y como vio a Pedro calentándose, mirándole fijamente, le dice:

“También tú andabas con el Nazareno, ese Jesús”.


Y vuelta a los demás decía:
“También este andaba con él”.
Pedro lo negó delante de todos, diciendo:
“No le conozco, mujer, ni sé ni entiendo qué es lo que tú dices”.
Salió fuera del vestíbulo, y un gallo cantó. Como hubiere salido al portal, le vio otra
muchacha y dijo a los que allí habían:
“Este andaba con Jesús el Nazareno”.
La muchacha portera comenzó de nuevo a decir a los presentes:
“Este es de ellos”.
Pedro otra vez negaba y saliendo al atrio, de pie, de nuevo se calentaba. Dícenle, pues:

Página 302
“¿Qué? ¿También tú eres de sus discípulos?”
Y me negó con juramento diciendo:
“No lo soy. No conozco tal hombre”.
Otro, viéndole, dijo:
“También tú eres de ellos”.
Mas Pedro dijo:
“¡Hombre!, no lo soy”.
Habiendo pasado cosa de una hora se acercaron los presentes a Pedro que le volvieron a
decir:
“Verdaderamente, también tú eres de ellos. Pues tu modo de hablar te delata, porque eres
galileo”.
Entonces, Pedro, comenzó a proferir imprecaciones y a jurar:
“¡No conozco a ese hombre que decís!”

Por último, uno de los siervos del sumo sacerdote, hermano de aquel a quien Pedro había
cortado la oreja, le dice:
“¿Pues no te vi yo en el huerto con él?”
Pedro también lo negó. Al instante, estando él hablando todavía, cantó un gallo por segunda
vez, al tiempo que Yo maniatado y escarnecido pasé junto a Pedro fijando mis ojos en los
suyos. Recordó Pedro aquellas mis palabras: “Antes que el gallo cante dos veces, hoy
me negarás tres veces”.

Página 303
Y rompiendo en llanto no cesaba de llorar, y saliendo afuera, lloró amargamente.

Página 304
8.06 Al amanecer, ante el Sanhedrín.(Mt27,1-2;Mc 15,1;Lc 22,66-71;Lc 23,1)
Llegado el amanecer, se reunió en junta el senado del pueblo y sumos sacerdotes y
escribas, tomando consejo contra mí al efecto de darme muerte. Me llevaron a su Sanhedrín
y dijeron:
“Si Tú eres el Mesías, dínoslo”.
Contesté:
“Si os lo dijere, no me creeréis; y si, por otra parte, os interrogare, no me
responderéis. No obstante, a partir de ahora estará el Hijo del hombre sentado a la
derecha del Poder de Dios”.
Dijeron todos:
“¿Conque Tú eres el Hijo de Dios?”
Les dije:
“Vosotros lo decís; Yo soy”.
Ellos dijeron:
“¿A qué necesitamos ya de testimonios? Pues nosotros mismos lo oímos de su propia
boca”.
Y levantándose toda la muchedumbre de ellos, me ataron y me entregaron a Poncio Pilatos,
el gobernador.

Página 305
8.07 Desesperación de Judas. (Mt 27, 3-10; Act 1, 18-19)
Fue entonces cuando Judas, el que me entregó, viendo que Yo había sido sentenciado a
muerte, arrepentido, devolvió a los sumos sacerdotes y a los ancianos los treinta siclos,
diciendo:
“Pequé entregando sangre inocente”.
Pero ellos le dijeron:
“¿A nosotros qué? Allá tú”.
Y arrojando en el santuario los siclos, se retiró, y, marchándose de allí, se ahorcó, y
habiendo caído de cabeza, reventó por medio y se le salieron todas las entrañas.

Página 306
Los sumos sacerdotes, tomando los siclos, dijeron:
“No es lícito echarlos en el arca de las ofrendas, pues es precio de sangre”.
Y habiendo consejo, compraron con ellos el campo del alfarero para sepultura de los
forasteros. Judas, pues, adquirió un campo con el salario de su iniquidad. Y se hizo notorio a
todos los habitantes de Jerusalén, de suerte que aquel campo fue llamado en su propia
lengua “Hakeldamakh”, esto es, “Campo de sangre”. Entonces se cumplió lo anunciado por
el profeta Jeremías, que dice:
“Y tomaron los treinta siclos, tasa del que fue puesto a precio, del que pusieron a precio los
hijos de Israel. Y los destinaron para el campo del alfarero, según que me ordenó el Señor”.
(Jer. 32, 6-9; Zac. 11, 13).

Página 307
8.08 Presentación ante Pilatos. (Jn 18,28-38; Lc 23,2-7; Mt 27,11; Mc 15,2)
Fui llevado, pues, desde Caifás al pretorio. Era el amanecer. Ellos no entraron en el pretorio,
para no contraer contaminación que les impidiese comer la Pascua. Salió, pues, Pilatos
afuera a ellos, y dice:
“¿Qué acusación traéis contra éste hombre?”
Respondieron y le dijeron:
“Si éste no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado”.
Díceles, pues, Pilatos:
“Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra ley”.
Dijéronle, pues, los judíos:

Página 308
“A nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie”.
Se cumpliría la palabra que Yo dije, significando de qué muerte había de morir. Comenzaron
a acusarme, diciendo:
“A Éste hemos hallado amotinando nuestra gente, y prohibiendo dar tributo al César y
diciendo que es el Mesías Rey”.
Entró, pues, Pilatos otra vez en el pretorio y me llamó. Comparecí delante de él y me
interrogó diciendo:
“¿Tú eres el Rey de los judíos?”
Respondí:
“¿De ti mismo dices tú esto, o bien otros te lo dijeron de mí?”
Contestó Pilatos:
“¿Por ventura soy yo judío? Tu nación y los pontífices te entregaron a mí; ¿qué hiciste?”
Le dije:
“Mi Reino no es de éste mundo. Si de éste mundo fuera mi Reino, mis ministros
lucharían para que Yo no fuera entregado a los judíos. Mas ahora mi Reino no es de
aquí”.
Díjome, pues, Pilatos:

Página 309
“¿Luego Rey eres Tú?”
Respondí:
“Tú lo dices: Yo soy Rey, Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para
dar testimonio a favor de la verdad. Todo el que es de la verdad oye mi voz”.
Dice Pilatos:
“¿Qué es verdad?”
Dicho esto, de nuevo salió a los judíos, y dijo a los sumos sacerdotes y a las turbas:
“Yo no hallo en este hombre delito alguno”.

Página 310
8.09 Nuevas acusaciones. (Mt 27, 12-14; Mc 15, 3-5; Jn 18,38)
Mas los sumos sacerdotes siguieron acusándome de muchas cosas y Yo nada respondía.
Pilatos de nuevo me interrogaba diciendo:
“¿No respondes nada? ¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?”
Pero Yo no respondí ya nada más, ni una sola palabra, hasta el punto de maravillarse
Pilatos en extremo. Ellos insistían con fuerza, diciendo:
“Amotina al pueblo, enseñando por toda la Judea y habiendo comenzado por Galilea ha
llegado hasta acá”.
Pilatos, como lo oyese, preguntó si Yo era galileo. Y entendiendo que era de la jurisdicción
de Herodes, me remitió a Herodes, que estaba también en Jerusalén por aquellos días.

Página 311
8.10 Ante Herodes. (Lc 23, 8-12)
Herodes, cuando me vio, se regocijó en extremo; porque desde hacía mucho tiempo estaba
deseoso de verme, pues había oído decir muchas cosas de mí, y esperaba verme hacer
algún prodigio. Y me preguntaba con mucha palabrería. Mas Yo no respondí nada. Estaban
allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándome con ahínco. Herodes menospreció mi
Persona, juntamente con su cuerpo de guardia, y haciendo burla de mí, me vistió un ropaje
luciente y me remitió a Pilatos. Hiciéronse amigos uno de otro, Herodes y Pilatos, aquel día,
pues antes eran enemigos entre sí.

Página 312
8.11 De nuevo comparezco ante Pilatos. (Lc23,13-23;Mt 27,15-23;Mc15,6-14)
Pilatos, habiendo convocado a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, les dijo:
“Me presentasteis a éste hombre como amotinador del pueblo, y he aquí que yo, habiéndole
interrogado delante de vosotros, no hallé en este hombre ninguno de los delitos de que le
acusáis. Pero ni Herodes tampoco, pues lo remitió a nosotros; y he aquí que nada digno de
muerte se le ha probado. Le castigaré, pues, y le soltaré”.
Al oír éstas palabras los sumos sacerdotes, escribas y ancianos del pueblo, crispados,
pedían mi muerte con ahínco. Pilatos recordó que cada año, por la Fiesta, tenía necesidad
de soltarles en gracia del pueblo un preso, el que ellos demandasen. Tenían entonces un
preso notable, un salteador llamado Barrabás, el cual estaba en prisión junto con los
amotinados, que en el motín habían perpetrado un homicidio. Y les dijo Pilatos:
“Es costumbre vuestra que yo suelte un preso por la Pascua; ¿queréis, pues, que os suelte
al Rey de los judíos?”
Pilatos conocía que por envidia me habían entregado los sumos sacerdotes, por ello se
dirigió a la turba proponiéndome a mí por Barrabás. En esto, Pilatos que estaba sentado en
el tribunal, recibió un recado de su mujer que decía:

Página 313
“No te metas con ese Justo, porque he sufrido mucho hoy en sueños con motivo de El”.
En este inciso, los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron e incitaron a las turbas
para que demandasen a Barrabás y a mí me hiciesen perecer. Volviendo a tomar la palabra
el gobernador, les dijo:
“¿A quién de los dos queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, el llamado Mesías?”
Levantaron el grito, toda la muchedumbre a una, diciendo:

“¡Quita de en medio a Éste y suéltanos a Barrabás!”


De nuevo les habló Pilatos, porque deseaba soltarme:
“¿Qué haré, pues, de Jesús, el llamado Mesías, que llamáis Rey de los judíos?”
Ellos, todos, de nuevo gritaron:

Página 314
“¡Crucifícale, crucifícale!”
Por tercera vez les dijo Pilatos:
“Pues ¿qué mal ha hecho Éste? Ningún delito digno de muerte hallé en El. Así que, después
de haberle castigado, le soltaré”.
Pero ellos instaban y más gritaban:
“¡¡Crucifícale!!”

Página 315
8.12 Me flagelaron y coronaron de espinas. (Lc 23, 23-25; Mt 27, 26-30; Mc 15, 15-18; Jn
19, 1-3)
Sus voces se hacían más violentas. Pilatos, pues, queriendo dar satisfacción a la turba, dio
orden de que se efectuase su demanda. Soltó al que demandaban, al que por motín y
homicidio había sido echado en la cárcel. Después, Pilatos ordenó que me azotasen.

Página 316
Cuando terminó la flagelación de los soldados del gobernador, me condujeron dentro del
palacio o pretorio y se reunieron en torno de mí toda la cohorte. Me quitaron los vestidos que
Yo llevaba y me envolvieron en una clámide de grana, trenzaron una corona de espinas y
me la ciñeron sobre la cabeza, poniendo en mi mano derecha una caña. Y así, venían a mí y
me hacían acatamiento y se mofaban, diciendo:

“¡Salud Rey de los judíos!”

Página 317
Y dándome bofetadas y escupiendo sobre mí, tomaron la caña y me golpeaban la cabeza
con ella.

8.13 “ECCE HOMO”.(Jn 19, 4-7)


Salió otra vez Pilatos afuera, y les dice:
“Ved, os lo traigo afuera para que conozcáis que no hallo en el delito alguno”.
Me sacaron, pues, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y les dice Pilatos:
“Ved aquí el Hombre”.
Pero cuando me vieron los pontífices y los satélites, gritaron diciendo:

Página 318
“¡¡Crucifícale, crucifícale!!”
Díceles Pilatos:
“Tomadlo vosotros y crucificadle, pues yo no hallo delito en El”.
Respondieron los judíos:
“Nosotros Ley tenemos, y según la Ley debe morir, pues se hizo Hijo de Dios”.

Página 319
8.14 Hijo de Dios. (Jn 19, 8-16; Mt 27, 24-26; Mc 15, 15; Lc 23, 24-25)
Cuando Pilatos oyó estas palabras temió más. Y entró de nuevo en el pretorio y mandó que
me hicieran entrar. Me preguntó:
“¿De dónde eres Tú?”
Mas yo no le di respuesta. Díjome, pues, Pilatos:
“¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para soltarte y tengo potestad para
crucificarte?”
Le respondí:
“No tuvieras potestad alguna contra mí si no te hubiere sido dada de arriba. Por eso
quien me entregó a ti, mayor pecado tiene”.
Oídas éstas palabras y a consecuencia de ellas, Pilatos pretendía librarme. Pero los judíos
gritaban diciendo:
“¡Si sueltas a éste, no eres amigo del César, pues todo el que se hace Rey se declara contra
el César!”

Página 320
Pilatos, pues, oídas éstas razones, me sacó afuera, se sentó en el tribunal, en el lugar
llamado Litóstroto (o “Embaldosado”), y en arameo Gabbatha (o “Altura”). Era la Paresceve
(o “Preparación”) de la Pascua, la hora cerca de la sexta, y dice a los judíos:
“Ved ahí vuestro Rey”.
Gritaron, pues, ellos:
“¡Quita, quita; crucifícale!”
Díceles Pilatos:
“¿A vuestro Rey he de crucificar?”
Respondieron los pontífices:
“No tenemos Rey, sino César”.
Viendo Pilatos que nada aprovechaba, antes bien se promovía alboroto, tomando agua, se
lavó las manos en presencia de la muchedumbre, diciendo:

“Soy inocente de la sangre de este Justo; vosotros lo veréis”.


Y respondiendo todo el pueblo dijo:

Página 321
“¡¡Sea su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!!”. 174
Entonces Pilatos, dando satisfacción a la turba, dio orden de que se efectuase su demanda.
Y me entregó a la voluntad de los judíos para que fuera crucificado.

174
Desde este diabólico y patético grito hasta hoy ¿Qué más puede sufrir el pueblo judío?

Página 322
8.15 Mi crucifixión. Mi agonía. Mi muerte. (Mt 27, 31-50; Mc 15, 20-23; Mc 15, 27-37; Lc
23, 32-46; Jn 19,17-30)
Me despojaron de la clámide y me vistieron con mis propios vestidos y me llevaron de allí a
crucificar.

Llevando a cuestas mi Cruz, salí hacia el lugar de crucifixión.

Página 323
Y en el camino se encontraron a un hombre de Cirene, que por allí pasaba, cierto Simón que
venía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo.

A éste echando mano de él le requirieron y le pusieron en hombros la Cruz para que la


llevase detrás de mí. Seguíanme gran muchedumbre de pueblo y de mujeres las cuales me
plañían y lamentaban. Volviéndome a ellas, les dije:

Página 324
“Hijas de Jerusalén, no lloréis sobre mí, sino llorad más bien sobre vosotras mismas y
sobre vuestros hijos. Porque, mirad, vendrán días en que dirán: “Dichosas las
estériles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no criaron”. Entonces
comenzarán a decir a los montes: “Caed sobre nosotros”, y a los collados:
“Sepultadnos”. Porque si en el leño verde esto hacen, ¿en el seco que se hará?”
Eran también llevados otros dos, malhechores, para ser ajusticiados Conmigo. Llegamos al
lugar llamado “Cráneo”, que en hebreo se dice Gólgota. Me dieron vino mirrado, vino
mezclado con hiel; mas habiéndolo gustado, no quise beberle. Y allí me crucificaron y
también a los dos ladrones, uno a mi derecha y otro a mi izquierda. Era la hora tercia y fue
cumplida la Escritura que dice: “Y fue contado entre los inicuos”. Yo decía:

Página 325
“¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!”
Pilatos escribió un título, la inscripción de mi causa, y la puso sobre la Cruz por encima de mi
cabeza. Y estaba escrito:
“Este es Jesús el Nazareno el Rey de los Judíos”
Este título, pues, leyéronlo muchos de los judíos, pues estaba cerca de la ciudad el lugar
donde fui crucificado, y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. Decían, pues, a
Pilatos los sumos sacerdotes de los judíos:
“No escribas: “El Rey de los judíos”, sino que “Él dijo: Rey soy de los judíos”.
Respondió Pilatos:
“Lo que he escrito, escrito está”.
Los soldados, pues, como ya me hubieran crucificado, tomaron mis vestidos, e hicieron
cuatro partes, una parte para cada soldado, y la túnica. Era la túnica sin costura, tejida
desde arriba toda ella. Dijeron, pues, entre sí:
“No la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será”.
Para que se cumpliese la Escritura que dice: “Repartieron mis vestiduras y sobre mi vestido
echaron suerte”. Los soldados, pues, esto hicieron. Y sentados me guardaban. Y estaba allí
el pueblo mirando. Y los que por allí pasaban me ultrajaban moviendo sus cabezas, y
diciendo:
“¡Ea! Tú, el que destruye el santuario y en tres días le reedifica, sálvate a Ti mismo, si es que
eres Hijo de Dios, y baja de la Cruz”.
De semejante manera también los sacerdotes, a una con los escribas y ancianos, en son de
burla decían entre sí:
“A otros salvó, a si mismo no puede salvarse; el Mesías, el Rey de Israel, el Elegido, baje
ahora de la Cruz, para que lo veamos y creamos. Baje ahora de la Cruz y nos
comprometemos a creer en El. Ha puesto en Dios su confianza: líbrele ahora, si de verdad le
quiere, como dijo: “De Dios soy Hijo”.
Burlábanse de mí también los soldados, que acercándose me ofrecieron vinagre, diciendo:
“Si Tú eres el Rey de los judíos, sálvate a Ti mismo”.
Página 326
También los que habían sido crucificados Conmigo me ultrajaban. Uno de ellos que estaba
colgado me insultaba diciendo:
“¿No eres Tú el Mesías? Sálvate a Ti mismo y a nosotros”.
Mas el otro, respondiendo, le reconvenía, diciendo:
“¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros, a la verdad, lo
estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos; mas Éste nada
inconveniente ha hecho”.
Y me decía:

“¡Jesús, acuérdate de mí cuando vinieres en la gloria de tu realeza!” 175


Yo le dije:
“En verdad te digo que hoy estarás Conmigo en el Paraíso”. 176

175
Un pecador, ¿qué más puede pedir?
176
¿Qué más se puede dar?
Página 327
Estaban junto a mí, crucificado, mi Madre y la hermana de mi Madre, María de Cleofás, y
María Magdalena. Viendo a mi Madre, y junto a ella al discípulo a quien Yo tanto amaba,
Juan, le dije:
“Mujer, he ahí a tu hijo”. 177
Luego dije a Juan:

“He ahí a tu Madre”. 178


Y desde aquella hora Juan la tomó en su compañía.

177
Madre, también nosotros somos hijos tuyos.
178
Dios mío, no pido más.

Página 328
Llegó la hora sexta y se produjeron tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora nona,
habiendo faltado el sol. Y hacia la hora nona clamé con gran voz:

“¡Eloí, Eloí, ¿Lamá sabaktaní?!” “¡Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me desamparaste?!”
Algunos de los que allí estaban al oírme decían:
“Mira, a Elías llama”.
Después de esto, ya sabiendo que todas las cosas estaban cumplidas, para que se
cumpliera la Escritura dije:
“Tengo sed”.

Página 329
Había allí una vasija llena de vinagre; al punto, tomando, pues, uno una esponja empapada
en el vinagre y clavándola en una caña de hisopo, me la acercaron a la boca para darme de
beber. Mas los demás decían:
“Deja, veamos si viene Elías a salvarle”.
Cuando, pues, hube tomado el vinagre, dije:
“Consumado está”.
Y clamando con voz poderosa dije:

“¡Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu!”179


Y dicho esto, incliné la cabeza y entregué el Espíritu a mi Padre.

179
Expira el Autor de la vida sin consuelo y abandonado por su Padre Dios. Tanto amó Dios a los hombres que
entrega al Hijo de sus divinas entrañas en manos de estos mismos hombres que le dan excruciante muerte.
¿Qué locura es ésta? ¿Quién puede comprenderte, Padre mío? Nos has hecho deudores eternos de tu amor
infinito. La eternidad amándote, con toda el alma, con todo el ser, no paga la suprema gratitud con la que debo
adorarte en amor, Padre de mi vida.

Página 330
Página 331
8.16 Mis amigos a distancia. El costado abierto. (Mt 27, 51-56; Mc 15, 39-41; Lc 23, 45-
49; Jn 19, 31-37)
Y he aquí que el velo del Santuario se rasgó en dos de arriba abajo, y la tierra tembló, y las
rocas se hendieron, y los monumentos se abrieron, y muchos cuerpos de los santos que
descansaban resucitaron, y saliendo de los monumentos, después de mi resurrección,
entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos. Y viendo el centurión, que allí
estaba de pie frente a mí, y los que con él estaban guardándome, el temblor y las cosas que
pasaban y la manera con que Yo expiré se amedrentaron terriblemente y glorificando a Dios
decían:
“¡Realmente este hombre era justo, verdaderamente Hijo de Dios era Este!”
Y todas las turbas allí reunidas para este espectáculo, considerando las cosas que habían
acaecido, se volvían golpeando los pechos. Estaban allí mirando a bastante distancia todos
mis conocidos y las mujeres que me habían seguido desde Galilea sirviéndome; entre las
cuales estaba María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, Salomé y
María la madre de los hijos del Zebedeo, y otras muchas, que habían subido Conmigo a
Jerusalén. Los judíos, pues, como era Paresceve, a fin de que no quedasen los cuerpos el
sábado en la Cruz, pues era grande el día de aquel sábado, rogaron a Pilatos que se nos
quebrantasen las piernas y fuéramos quitados. Vinieron, pues, los soldados, y al primero
quebrantaron las piernas y luego al otro que había sido crucificado Conmigo conjuntamente.
Mas a mí, cuando vinieron, como me vieron ya muerto, no me quebrantaron las piernas, sino
que uno de los soldados con una lanza me traspasó el costado, y al punto salió sangre y
agua.

Página 332
Juan, mi discípulo amado, que lo vio lo ha testificado, y su testimonio es verídico, y Juan
sabe que dice verdad, para que también tú creas. Pues acontecieron estas cosas para que
se cumpliese la Escritura: “No le será quebrantado hueso alguno”. Y también otra Escritura:
“Verán al que traspasaron”.

Página 333
8.17 La mortaja y sepultura de mi cadáver. (Mt 27, 57-66; Mc 15, 42-47; Lc 23, 50-56; Jn
19, 38-42)
Después de esto, habiendo atardecido, puesto que era Paresceve, que es antesábado,
vinieron José de Arimatea, ciudad de los judíos, hombre rico, ilustre sanhedrita, varón justo y
bueno, el cual esperaba el Reino de Dios; discípulo mío, si bien oculto por miedo a los judíos
a cuyo consejo y acto no había dado su consentimiento. Cobrando osadía, entró a la
presencia de Pilatos y le demandó mi cuerpo. Pilatos se maravilló de que Yo hubiera muerto;
y habiendo hecho llamar al centurión, otorgó mi cadáver a José. Vino también Nicodemo, el
que la primera vez había venido a mí de noche, trayendo una mixtura de mirra y de áloe,
como cien libras. Me descolgaron de la Cruz.
Me pusieron en los brazos de mi bendita Madre y me envolvieron en una Sábana limpia que
José había comprado y me ataron con lienzos junto con perfumes, según era costumbre
entre los judíos sepultar.
Página 334
Había un huerto en el lugar donde fui crucificado, y en el huerto un monumento nuevo que
José había excavado en una roca, en el cual nadie todavía había sido puesto.

Página 335
Allí, pues, a causa de la Paresceve de los judíos, puesto que el monumento estaba cerca,
pusieron mi cuerpo; y habiendo hecho rodar una gran losa hasta la entrada del monumento,
se retiraron. Rayaba el sábado. Las mujeres que habían venido Conmigo desde Galilea,
habiendo seguido de cerca, inspeccionaron el monumento y cómo había sido colocado mi
cuerpo.

Página 336
Entre ellas estaba María Magdalena y María la de José sentadas frente al sepulcro. Y
habiéndose vuelto, prepararon aromas y perfumes; y durante el sábado guardaron reposo
conforme al precepto de la Ley. Al día siguiente, que es después de la Paresceve, reunidos
los sumos sacerdotes y los fariseos, se presentaron a Pilatos, diciendo:
“Señor, hemos recordado que aquel embaucador, viviendo aún, dijo: “Después de tres días
resucito”. Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro hasta el día tercero, no suceda
que viniendo sus discípulos lo hurten y digan al pueblo: “Resucitó de entre los muertos”, y
sea el último engaño peor que el primero”.
Pilatos les dijo:
“Ahí tenéis guardia: id y aseguradle como sabéis”.
Ellos fueron y aseguraron bien el sepulcro, tras de sellar la losa, poniendo guardia.

Página 337
CAPÍTULO IX-RESURRECCIÓN Y VUELTA AL PADRE

9.01 El sepulcro vacío. (Mt 28, 1-8; Mc 16, 1-8; Lc 24, 1-9; Jn 20, 1-2)
Y pasado el sábado, María Magdalena y María la de Santiago y Salomé compraron
perfumes con el fin de ir a ungirme. Cuando alboreaba el primer día de la semana, muy de
madrugada, estando oscuro todavía, vinieron al monumento llevando consigo los aromas
que habían preparado. Y se decían unas a otras:
“¿Quién nos correrá la losa de la entrada del monumento?”
De pronto se produjo un gran temblor de tierra, pues un ángel, bajando del cielo y
acercándose, hizo rodar de su sitio la losa, y se sentó sobre ella.

Página 338
Era su aspecto como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve.

Página 339
Del miedo de él se pusieron a temblar los guardias y quedaron como muertos. Apenas rayó
el alba, las mujeres llegaron al sepulcro y mirando atentamente, observan que la losa había
sido corrida a un lado; porque era enormemente grande.

Página 340
María Magdalena, viendo la losa quitada del monumento, corre, pues, y va a Simón Pedro y
a Juan y les dice:
“¡Se llevaron al Señor del monumento y no sabemos dónde lo pusieron!”
Las mujeres, entrando en el monumento no hallaron mi cuerpo. Y aconteció, estando ellas
desorientadas sobre esto, de pronto se le presentaron dos varones vestidos de un largo
ropaje blanco y refulgente; y quedaron espantadas. Quedando ellas amedrentadas e
inclinando sus rostros a la tierra, tomó la palabra el ángel que estaba sentado a la derecha,
diciendo:

Página 341
“No os espantéis vosotras, que ya sé que buscáis a Jesús, el Nazareno, el Crucificado. ¿A
qué buscáis al vivo entre los muertos? No está aquí: Resucitó, como dijo. Recordad cómo os
habló cuando estaba aún en Galilea, diciendo que “el Hijo del hombre había de ser
entregado en manos de los hombres pecadores y ser crucificado y al tercer día resucitar”.
Y ellas se acordaron de mis palabras. Siguió el ángel:
“Venid, ved el lugar donde pusieron al Señor. Pero id marchando a toda prisa y decid a sus
discípulos, y a Pedro, que resucitó de entre los muertos, y he aquí que se os adelanta en ir a
Galilea; allí le veréis, conforme os dijo. Conque os lo tengo dicho”.
Y saliendo, huyeron del monumento a toda prisa, pues se había apoderado de ellas, temblor
y estupor, y a nadie dijeron nada, porque tenían miedo. Mas, luego, repuestas del
sobresalto, con grande gozo corrieron a dar la nueva a los discípulos.

Página 342
9.02 Pedro y Juan van al sepulcro. (Lc 24, 12; Jn 20, 3-10)
Salieron, pues, Pedro y Juan dirigiéndose al sepulcro. Corrían los dos a una, mas Juan
como corría más aprisa que Pedro, le pasó delante, y llegó primero al sepulcro; y
habiéndose agachado, vio los lienzos por el suelo, con todo no entró. Llega, pues, también
Simón Pedro en pos de él y entró en el sepulcro, y contempló los lienzos por el suelo, y
además el sudario, que había estado sobre mi cabeza, no por el suelo con los lienzos, sino
plegado en un lugar aparte. Entonces, pues, entró también Juan, vio y creyó; pues todavía
no conocían la Escritura, “que debía resucitar de entre los muertos”. Volviéronse, pues,
Pedro y Juan a donde posaban, admirándose de lo acaecido.

Página 343
9.03 A María Magdalena. (Mc 16, 9-11; Jn 20, 11-18)
Resucité al amanecer del primer día de la semana y me aparecí primeramente a María
Magdalena, de la que había lanzado siete demonios. María estaba de pie junto al sepulcro,
fuera, llorando. Y así llorando, inclinose para mirar dentro del sepulcro y vio dos ángeles con
vestiduras blancas, sentados uno a la cabeza y otro a los pies del sitio donde había sido
puesto mi cadáver. Y dícenle ellos:
“Mujer, ¿por qué lloras?”
Ella contesta:
“Porque se llevaron a mi Señor, y no sé dónde le pusieron”.
Como hubo dicho esto, volvióse atrás y me vio de pie pero no me reconoció. Le dije:
“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Página 344
Ella, imaginando que Yo era el hortelano, me dijo:
“Señor, si Tú te lo llevaste, dime dónde le pusiste, y yo lo tomaré”.
Le dije:
“¡María!” 180
Ella, volviéndose a mí, dijo:
“¡Rabbuní, Maestro mío!”
Le dije:

180
María reconoce a su Señor por el tono de voz con el que pronuncia su nombre. Mirándole no le reconoció,
oyéndole se encontró de lleno con el Maestro de su alma. Amiga mía, amigo mío, Cristo está cerca de ti y de mí.
No se dejará ver pero, seguro, que si le buscamos le oiremos aunque sea en el bullicio de la calle, en el ordinario
vivir de nuestra vida, sin espectáculo, con la sencillez del corazón de un niño que oye lo que no oyen los adultos.

Página 345
“Suéltame -que todavía no he subido al Padre- mas ve a mis hermanos y diles: “Subo
a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios”.
Fue María Magdalena a dar la nueva a los discípulos que estaban afligidos y lloraban:
“¡He visto al Señor y me ha dicho esto y esto!”
Pero ellos, oyendo decir que Yo vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.

Página 346
9.04 A las mujeres que tanto me querían. (Mt28,8-10;Mc 16,8-11;Lc24,9-11)
María y Juana y María la de Santiago y las demás que iban con ellas, volvían del sepulcro.
De pronto les salí al encuentro, diciéndoles:
“¡Dios os guarde!”
Ellas, llegándose, se abrazaron a mis pies y me adoraron. Entonces les dije:
“No temáis: id, anunciad a mis hermanos que se vayan a Galilea, y allí me verán”.
Ellas, a toda prisa fueron a anunciar todas estas cosas a los Once y a todos los demás. Y
parecieron a sus ojos como delirio estas palabras, y no las creyeron.

Página 347
9.05 La guardia del sepulcro sobornada. Testigos dormidos. (Mt 28, 11-15)
Mientras las mujeres iban, he aquí que algunos de la guardia, viniendo a la ciudad, dieron
aviso a los sumos sacerdotes de todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, y habido
consejo, dieron una buena suma de dinero a los soldados, diciéndoles:
“Decid que: “vinieron sus discípulos de noche y lo hurtaron, mientras dormíamos” 181. Y si eso
llegara a oídos del procurador, nosotros nos le ganaremos, y haremos que nadie os
inquiete”.
Ellos, tomando el dinero, obraron conforme a las instrucciones recibidas. Y se esparció
semejante rumor entre los judíos hasta el día de hoy.

181
¡Testigos dormidos! Esta es la “brillante” coartada de un espíritu perverso que todavía subsiste en el
corazón de los hombres que no te quieren, Cristo mío, Jesús de mi alma.

Página 348
9.06 Camino de Emaús. (Mc 16, 12-13; Lc 24, 13-35)
Tras esto, aquel mismo día, dos de mis discípulos iban de camino a una aldea llamada
Emaús, distante de Jerusalén ciento sesenta estadios. Iban conversando entre sí sobre
todos éstos acontecimientos. Y sucedió que mientras ellos conversaban y discutían, Yo
mismo me aparecí en diferente figura y acercándome caminaba con ellos. Pero sus ojos,
inhibidos, no estaban en disposición de reconocerme. Les dije:
“¿Qué pláticas son esas que cambiáis entre vosotros mientras vais caminando?
Parece que andáis tristes”.
Y tomando la palabra uno de ellos, llamado Cleopás, me dijo:
“¿Eres Tú el único forastero en Jerusalén que no te enteraste de las cosas que éstos días
ocurrieron en la ciudad?”
Yo les dije:
“¿Cuáles?”
Ellos me dijeron:

Página 349
“Las de Jesús de Nazaret, que fue un Profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios
y de todo el pueblo; y cómo le entregaron nuestros sumos sacerdotes y magistrados para
que fuese condenado a muerte, y le crucificaron. Nosotros esperábamos que el era el que
había de liberar a Israel. Pero, con todo esto, éste es ya el tercer día desde que estas cosas
ocurrieron. Verdad es que algunas mujeres de las que están con nosotros nos sobresaltaron;
las cuales estuvieron muy de mañana en el monumento, y no habiendo hallado el cuerpo de
Jesús, volvieron diciendo que hasta visión de ángeles habían visto, los cuales aseguran que
el vive. Y fueron algunos de los nuestros al monumento, y hallaron las cosas como las
mujeres habían dicho. Mas a el no le vieron”.
Yo les dije:

“¡Oh insensatos y lerdos de corazón para creer en todo lo que dijeron los profetas!
¿Por ventura no era necesario que estas cosas padeciese el Mesías y así entrase en
su gloria?”
Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les fui interpretando en todas
las Escrituras lo que a mí se refería. Y llegados cerca de la aldea a donde se dirigían, hice
ademán de seguir adelante. Mas ellos me hicieron fuerza, diciéndome:
“Quédate con nosotros, pues atardece y el día ya reclinó”.
Y entré a quedarme con ellos. Y acaeció que, puesto a la mesa con ellos, tomando el pan lo
bendije, y después de partirlo se lo di. A ellos se le abrieron los ojos y me reconocieron; mas
Yo me hice insensible a sus ojos.

Página 350
Dijéronse entonces el uno al otro:
“¿¡Por ventura nuestro corazón no estaba que ardía dentro de nosotros cuando el nos
hablaba en el camino, cuando nos habría el sentido de las Escrituras!?”
Y levantándose, a la misma hora se volvieron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los Once y a
sus compañeros que decían:
“¡Realmente resucitó el Señor y se apareció a Simón!”

Página 351
Y ellos a su vez referían lo acaecido en el camino y como le reconocieron en la fracción del
pan. Y ni a ellos creyeron.

Página 352
9.07 A mis Apóstoles y discípulos reunidos. (Mc16,14;Lc24,36-45;Jn20,19-23)

Estando ellos diciendo estas cosas, siendo, pues, tarde aquel día, primero de la semana,
estando a la mesa sentados los Once con otros discípulos, y estando cerradas, por miedo a
los judíos, las puertas de la casa, vine y me presenté en medio de ellos diciéndoles:
“Paz sea con vosotros”.
Sobresaltados y despavoridos, creían ver un espíritu. Y les dije:
“¿Por qué estáis conturbados?, y ¿por qué se levanta ese vaivén de pensamientos en
vuestros corazones? Ved mis manos y mis pies, que Yo mismo soy, palpadme, y ved
que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que Yo tengo”. 182

182
Con estupefacto asombro ven a Cristo creyendo ver un fantasma. Lo palparán, lo oirán y lo verán tal y como
lo vieron antes de morir. Su ojos mirarán, primero el bellísimo rostro de su Maestro, después fijarán su mirada
sobre las huellas que en la carne dejó su Pasión y un estremecimiento indefinido les embargará hasta la última
fibra de su ser. Amiga lectora o lector ¿cómo nos veremos resucitados? ¿cuál estado del alma y del cuerpo
será el resucitado? Yo creo que aquel en el que más perfección hayamos tenido.

Página 353
Y esto diciendo, les mostré las manos y los pies y el costado; y les eché en cara su
incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que me habían visto
resucitado de entre los muertos. Como todavía no acabasen de creer de puro gozo ni
saliesen de su asombro, les dije:
“¿Tenéis aquí algo de comer?”
Ellos me presentaron parte de un pez asado y un panal de miel, y tomándolos, en presencia
de ellos los comí, y tomando las sobras se las repartí. Gozáronse, pues, mis discípulos de
verme y les dije:
“Estas son las palabras que os hablé estando aún con vosotros: que tenían que
cumplirse todas las cosas escritas en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos
acerca de mí”.
Entonces les abrí la inteligencia para que entendiesen las Escrituras. Les dije, pues, otra
vez:
“Paz sea con vosotros. Como me ha enviado el Padre, también Yo os envío a
vosotros”.
Esto dicho, soplé sobre ellos, y les dije:

Página 354
“Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonareis los pecados, perdonados les son, a
quienes lo retuviereis retenidos quedan”.

9.08 Tomás incrédulo. “Señor mío y Dios mío”. (Jn 20, 24-29)
Tomás, uno de los Doce, el llamado Dídimo (Mellizo), no estaba con ellos cuando vine y los
otros discípulos le decían:
“¡Hemos visto al Señor!”.
Mas él les dijo:
“Si no viere en sus manos la marca de los clavos, y no metiere mi dedo en el lugar de los
clavos, y no metiere mi mano en su costado, no lo creo”.
Y ocho días después estaban allí dentro otra vez mis discípulos, y Tomás entre ellos. Vine
cerradas las puertas, y puesto en medio de ellos, les dije:
“Paz con vosotros”.
Luego dije a Tomás:
“Trae acá tu dedo, mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas
incrédulo, sino creyente”.

Página 355
Respondió Tomás y me dijo:

“¡Señor mío y Dios mío!”. 183


Le dije:
“¡Porque me has visto has creído! Bienaventurados los que no vieron y creyeron”. 184

183
Tomás escucha las palabras de su Maestro viendo lo que jamás hubiera creído ver. El tono de las palabras
de Cristo, la fija mirada de su Señor, el expectante silencio de los demás, a los cuales no creyó, dejan a Tomás
en un estado de profundo anonadamiento, sobre todo se siente con inmensa indignidad y con tal concepto de
sí mismo reafirma su Fe con cinco palabras que se repetirán hasta la eternidad en cada hombre de los que
Dios se ha elegido…..”Señor mío y Dios mío”.
184
Amiga lectora o lector, bienaventurados, tú y yo y todo aquel que sin verlo le amamos porque creemos,
porque le conocemos. Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la Paz, que nos da a conocer
la Persona de Cristo. Nadie puede amar lo que no conoce. Cuánto bien se puede hacer, amigo mío, si procuramos
que esta Autobiografía se haga llegar a todos los hombres y mujeres posibles, a todos los que el Padre Dios
se escoge como verdaderos amantes del Hijo de sus entrañas. Esta sagrada oportunidad no se le puede negar
a ningún hombre, sea cual sea su raza, estado y condición.

Página 356
9.09 En Galilea a la ribera del Tiberiades. (Jn 21, 1-14)
Tras esto me manifesté otra vez a mis discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Estaban
juntos Simón Pedro y Tomás, el llamado Dídimo, y Natanael de Caná de Galilea, y los hijos
de Zebedeo y otros dos de mis discípulos. Y díceles Simón Pedro:
“Voy a pescar”.
Dícenle:
“Vamos nosotros también contigo”.
Salieron y subieron a la barca. Y en toda la noche no pescaron nada. Y siendo ya de
mañanita, me presenté en la ribera; mis discípulos, empero, no me reconocieron. Les dije
pues:
“¡Muchachos, ¿tenéis algo de vianda?!”
Me respondieron:
“No”.
Les dije:
“Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis”.
Echáronla, pues, y ya no podían arrastrarla por la gran cantidad de peces.

Página 357
Dice, pues, Juan a Pedro:
“¡Es el Señor!”.
Simón Pedro, pues, así que oyó estas palabras, ciñose la ropa exterior, pues ropa no
llevaba, y echóse al mar. Los otros discípulos vinieron en la barca pues no estaban lejos de
tierra -sino que distaban unos doscientos codos-, arrastrando la red de los peces. Cuando
saltaron a tierra, vieron brasas puestas y un pescado sobre ellas, y pan. Les dije:
“Traed acá de los pescados que acabáis de coger”.
Subió Simón Pedro y arrastró hasta la playa la red llena de peces grandes, que eran ciento
cincuenta y tres. Y con ser tantos no se rompió la red. Les dije:
“Venid, almorzad”.
Y nadie de mis discípulos osaba interrogarme: “¿Tú quién eres?”, sabiendo que Yo era.
Tomé el pan y se los repartí y asimismo el pescado. Esta fue la tercera vez que me
manifesté a mis discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Página 358
9.10 Confiero el Primado de mi Iglesia a Pedro. (Jn 21, 15-23)
Cuando, pues, hubimos almorzado, le dije a Simón Pedro:
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
Me contestó:
“Sí, Señor; Tú sabes que te quiero”.
“Apacienta mis corderos”.
Le dije por segunda vez:
“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Me contestó:
“Sí, Señor; Tú sabes que te quiero”.
“Pastorea mis ovejas”.
Le dije por tercera vez:
“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?” 185
Entristeciose Pedro, porque le dije por tercera vez: “¿Me quieres?”, y me dijo:
“Señor, Tú lo sabes todo. Tú bien sabes que te quiero”.
Le dije:

185
Dios requiere el cariño del hombre porque como Hombre tiene sentimientos de hombre. Quiere ser amado,
busca, con vehemencia, el amor de cada hombre porque cada hombre tiene un corazón singular, una original
e irrepetible forma de amar y Dios las demanda todas, espera con anhelo divino y paciencia infinita la libre,
personal y suprema entrega del alma de sus elegidos.

Página 359
“Apacienta mis ovejas.
En verdad, en verdad te digo: cuando eras más joven, tú mismo te ceñías y andabas
donde querías; mas cuando hayas envejecido, extenderás tus manos, y otro te ceñirá
y te llevará a donde tú no quieras”.
Esto le dije significando con qué muerte había de glorificarme. Le dije:
“Sígueme”.
Vuelto Pedro, ve que le seguía Juan, el discípulo al que Yo tanto amaba, el mismo que en la
Cena se recostó en mi pecho y me dijo: “Señor, ¿quién es el que te entrega?”. Y Pedro
viéndolo, me dice:
“Señor, ¿y éste qué?”
Le contesté:
“Si quisiere Yo que éste quede hasta que Yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme”.
Divulgóse, pues, entre mis discípulos esta voz: “Juan no muere”. Pero Yo no dije: “No
muere”, sino “si quisiere Yo que éste quede hasta que Yo vuelva, ¿a ti qué?”.

Página 360
9.11 En un monte de Galilea. (Mt 28, 16-20; Mc 16, 15-18; 1ª Cor 15, 5-8; Act 1, 2-8,12)
Mis Once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Yo les había ordenado. Y en
viéndome me adoraron: ellos que antes habían dudado. Y acercándome a ellos les dije:
“Dióseme toda potestad en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, al mundo entero y
predicad el Evangelio a toda la Creación; amaestrad a todas las gentes, bautizándoles
en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar
cuantas cosas os ordené. El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no
creyere, será condenado. Y a los que hubieren creído les acompañarán éstas señales:
en mi nombre lanzarán demonios, hablarán lenguas nuevas, en sus manos tomarán
serpientes, y si le dieren ponzoña mortífera, no les dañará; pondrán sus manos sobre

Página 361
los enfermos y se hallarán bien. Y sabed que estoy con vosotros todos los días hasta
la consumación de los siglos”. 186

Durante cuarenta días después de mi resurrección, además de ser visto por Pedro y
Santiago, por todos mis Apóstoles, me presenté palpablemente a más de quinientos de mis
discípulos. A todos les hablé de las cosas referentes al Reino de Dios. Y por último también
me presenté a mi Apóstol Pablo, que habría de darme a conocer a los gentiles.

186
Estas palabras se entienden como están dichas y escritas. Jesucristo está con los suyos, todos los días,
hasta el final de los siglos. Cristo ni se engaña ni nos engaña y si Él asegura que está conmigo, conmigo está
aunque yo no le vea con estos ojos, ni le oiga con estos oídos, ni le toque con estas manos. Está, realmente
cierto, donde yo estoy, donde está su Iglesia, porque donde dos o tres se reúnen en su Nombre allí está Él en
medio. Cuando a Cristo se le invoca no viene desde un lugar lejano. Él está donde yo soy y estoy. No ocupa
más espacio que el que yo ocupo. Está dentro de mí, en mis palabras y pensamientos, en mis obras y deseos,
en mis alegrías y en mis penas, en mi trabajo y en mi descanso, cuando estoy despierto y cuando estoy
dormido. Cristo habita en mí mientras así lo quiera yo, y así, un día tras otro, da cumplimiento a una verdad que
me trasciende. Esta sublime verdad es que: “ya no vivo yo sino que es Cristo quien vive en mí”.

Página 362
9.12 Ultimas recomendaciones. (Lc 24, 46-49; Act 1, 4-8)
Y llegó la hora de partir de este mundo. Estando con ellos a la mesa, les ordené que no se
ausentasen de Jerusalén, sino que aguardasen la promesa del Padre, la cual oyeron de mí,
porque como Juan bautizó en agua, ellos y tú seríais bautizados en Espíritu Santo. Los que
se habían reunido me preguntaron diciendo:
“Señor, ¿en esta sazón vas a restablecer el Reino de Israel?”
Les dije:
“No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos oportunos que el Padre fijó
con su propia potestad; mas recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
vosotros, y seréis mis testigos así en Jerusalén como en toda la Judea y Samaria y
hasta el último confín de la tierra. Porque así está escrito y convenía: que el Mesías
había de padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que se había de
predicar en su Nombre penitencia y remisión de los pecados a todas las naciones,
comenzando por Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas”.

Página 363
9.13 La Ascensión al cielo. (Mc16,19-20; Lc24,50-52; Act1,9-12; Jn20,30-31)
Como esto les hubiera dicho, los saqué afuera hasta llegar a Betania, y alzando las manos
los bendije. Y aconteció que, mientras los bendecía, me desprendí de ellos, y era llevado en
alto al cielo. Y una nube que me tomó sobre sí me ocultó a los ojos de mis amados
discípulos. Fui elevado al cielo y me senté a la diestra de Dios, mi Padre.
Mientras estaban con los ojos clavados en el cielo mirando cómo me iba, de pronto se les
presentaron dos varones con vestiduras blancas, que les dijeron:
“Varones galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando fijamente al cielo? Este mismo Jesús,
que ha sido quitado de entre vosotros para ser elevado al cielo, así vendrá, de la manera
que le habéis contemplado irse al cielo”.
Entonces ellos, habiéndome adorado, se tornaron a Jerusalén, con grande gozo, desde el
monte llamado Olivar, que está cerca de Jerusalén, distante el camino de sábado. Y estaban
continuamente en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios. Partiendo de allí, predicaron
por todas partes, cooperando Conmigo y confirmando la palabra con las señales que le
acompañaban. Obré además en presencia de mis discípulos otros muchos milagros, que no
han sido descritos. Los que aquí están reseñados se han escrito para que creas que Yo soy
el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengas vida en Nombre mío.

Página 364
Página 365
Epílogo

¿Qué es una Biografía?


Es, sencillamente, la historia de una vida. Nos relata los acontecimientos de una persona
desde su nacimiento hasta su muerte. Otra persona, diferente al protagonista de la biografía,
escribe con datos de terceros y en algunos casos de sus propias experiencias vividas con el
personaje biografiado.
¿Qué es una Autobiografía?
Es la narración de una vida hecha por el propio sujeto de ella. Una narración no acabada, ya
que no describe, finalmente, su partida de este mundo, un hecho incuestionable para todo
ser humano que desconoce cuando va a morir, donde va a morir, cómo va a morir y por qué
o por quién va a morir. Nadie que haya muerto deja finiquitada su autobiografía. Ningún ser
humano ha escrito su vida después de morir y resucitar…… excepto el Autor del Evangelio
Concordado autobiográficamente que acabamos de leer.
Jesucristo es el Autor de su Autobiografía, un Hombre que ha gustado la muerte en su más
amarga experiencia, un Hombre que por su propio poder ha resucitado, porque este Hombre
es Dios sin dejar de ser Hombre, así como suena, el Dios Fontal de donde procede toda
vida, el Creador del Universo que lo sostiene en su Providencia, el Dios que tiene
contestación al cuando, al dónde, al cómo y al por qué o por quién que señalábamos en el
párrafo anterior.
Invito a mi amable lectora o lector a reflexionar sobre lo que se deduce al volver a leer,
detenidamente, el apartado 5.56 que nos relata la resurrección de Lázaro. El cadáver, ya
larvado y putrefacto, de un hombre, inhumado a la vista de sus conciudadanos
(históricamente incuestionable), yace embalsamado en una tumba de Betania. El drama es
impresionante y me quedo con estas palabras de Jesucristo pronunciadas a la entrada de un
sepulcro de dónde emanaba el olor nauseabundo de una carne agusanada:
“¡¡Lázaro ven afuera!!”
El difunto al imperio de estas palabras salió afuera de manera sobrenatural. Este hombre,
ahora vivo, estaba atado de pies y manos, envuelto en un sudario, quizá, empapado todavía
del viscoso fluido cadavérico. Otros le desataron para que pudiera andar.
Ante esta escena estremecedora y sublime ¿quién puede dudar de la divinidad de
Jesucristo? Este grito de Dios, estas palabras del Autor de la vida dicen lo que ven nuestros
ojos: el espíritu de Lázaro viene desde no se sabe dónde para volver a animar su cuerpo,
podrido un segundo antes.

Página 366
En Jesucristo, las palabras de sus labios no se contradicen con los hechos que se
consuman al unísono de pronunciarlas.
El hecho y la palabra, súbita e imperiosamente, se ejecutan al mismo tiempo.
Racionalmente asumido lo anterior, ahora, deberíamos volver a leer esta Autobiografía para
que nuestra Fe se hiciera más grande.
Vuelvo a invitar a mi amable lectora o lector a reflexionar, ahora, sobre el apartado 7.05 La
Eucaristía. Dice Jesucristo:
“Tomad, comed: éste es mi cuerpo, que por vosotros es entregado; haced esto en
memoria de mí”.
“Bebed de él todos, porque ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que por
vosotros y por muchos es derramada, para remisión de los pecados. Haced esto,
cuantas veces bebiereis, en memoria de mí”.
Si la fuerza, divinamente ejecutoria, de las palabras de Jesucristo en el impresionante
milagro de Lázaro, tal y como hemos visto, es meridianamente palmaria, si han hecho lo que
ellas mismas expresan, debo entender que esta misma Persona ni se confunde ni me
confunde cuando interpreto, literalmente, lo que me están diciendo estos dos párrafos. Un
trozo de pan, que como tal me lo evidencian los sentidos, es el Cuerpo de Cristo. En una
copa que a mi olfato, gusto y vista deduzco que contiene vino, no es tal, sino la Sangre del
Hombre que me la está ofreciendo.
La divinidad de Jesucristo avala lo que estas palabras dicen con independencia de mi mayor
o menor Fe. Y aunque crea, ante este Misterio, solo la disposición de mi alma será la que en
definitiva me haga entender el acto de comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.
Antes del tiempo, Dios determinó hacerse Hombre en el tiempo. El Verbo del Padre, el Hijo
engendrado en la eternidad, decide desprenderse de su rango divino para asumir la
naturaleza humana sin dejar de ser Dios. En un Misterio insondable, la segunda Persona de
la Santísima Trinidad, en un acto de anonadamiento infinito se hace un ser humano sin
perder sus atributos divinos. Se hace Hombre para tener voluntad de hombre y padecer y
morir como morimos los hombres. Toma sobre Sí el pecado de la humanidad, se entrega en
manos de los hombres para morir muerte de Cruz, precisamente por ellos. En el Calvario
contemplamos, a primera vista, un Hombre clavado en un palo en forma de Cruz, sin
embargo para un cristiano, Quien allí está colgado, en patética agonía, es Dios. Se podría
decir que Dios Creador se dejó matar por su criatura por un acto de amor supremo de infinita
magnitud.
Por amor al hombre, el Hijo de Dios consuma la secuencia de su anonadamiento ilimitado en
dos actos de transcendencia divina que el hombre no puede comprender en todo su
significado. Siendo Dios se hace Hombre sin dejar de ser Dios, y siendo Hombre se hace
pan y vino para que lo podamos comer y beber. El Dios en el que nos movemos y existimos
consuma un abajamiento sin medida para pasar de su inicial estado divino a este estado
material que hace posible que pueda entrar por nuestra boca, hasta el tuétano de las
entrañas, bajo las especies de pan y vino sin dejar de ser Dios. Es decir, en cada comunión
comemos y bebemos el Cuerpo y la Sangre de Dios con sabor a pan y sabor a vino pero en
definitiva lo que estamos consumando es el acto más sagrado y transcendental de un ser
humano, ingerir a Dios que se llega hasta el núcleo esencial del "yo" que nos define.
Si te acercas a comulgar asumiendo lo que expresa el párrafo anterior, si haces tuya esta
sagrada verdad que te hará entender el infinito y sublime Amor de quien te está esperando,
extrapolarás a tu persona el anonadamiento ilimitado de Aquel a quien adoran los ángeles y
susurrando en tu espíritu estas palabras: “Señor, vienes a mí como Quien eres y yo te
recibo como quien soy”, te fundirás en una sola cosa con el más Bello de los hombres,
con el Hijo de Dios, Jesucristo.

Página 367
El Señor pudo presentarse, en la historia del hombre, ya adulto, pero quiso pasar por todas
las etapas necesarias para consumar una vida humana. Dios se vale del hombre para
hacer sus obras. Quiso contar con la libertad soberana de una preciosa jovencita judía,
llamada María, que no le defraudó. Aceptó ser la Madre de Dios y en sus purísimas
entrañas, sin concurso de varón, el Espíritu Santo consumó su obra más genuina, la
encarnación del Hijo de Dios y desde ese instante Hijo de María.
Comienza el abajamiento de Dios haciéndose hombre con la humilde y sagrada
colaboración de una Mujer, María, el orgullo de nuestra raza.
Aquí termina la primera etapa que nos muestra el desprendimiento del rango divino a favor
de la naturaleza humana. Veamos la segunda.
Ya hecho ser humano, el Autor de la vida, Jesucristo, decide volver a anonadarse hasta el
extremo. El que es Hombre y Dios a la vez, determina hacerse realidad incuestionable, para
los ojos de la Fe, aunque esté oculto a los sentidos, bajo las especies de pan y vino. Otra
vez necesita del concurso, en este caso, de un varón para que en la Consagración de la
Misa se cumpla su promesa. El sacerdote le prestará todas sus facultades y con ellas, Cristo
mismo, repetirá las idénticas palabras que pronunció cuando su tiempo en este mundo se
acababa. Después, en breves horas, morirá muerte excruciante de Cruz.
Hermana mía y hermano mío, que has llegado hasta aquí en la lectura de este Libro. Con
este epílogo he querido asegurarte que Dios hace sus obras, pero yo creo que las más
importantes las hace con la libérrima colaboración de los hombres y mujeres que se escoge
de este mundo.
A unos dos mil años de esta hora, cuatro hombres tocados por el Espíritu Santo escriben los
cuatro Evangelios que llevan su nombre: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Como eficaces
instrumentos en las manos de Dios, no emplean ni una palabra más, ni una palabra menos,
que las necesarias según la inspiración divina de la que han sido dotados.
Si asumo los razonamientos anteriores en los que se me muestra que para Dios todo es
posible, con mucha fatiga y considerándome el más indigno de los hombres, debo
asegurarte que esta Autobiografía solo se puede entender como tal si se está seguro que el
Protagonista ha sido realmente quien la ha escrito.
Evidentemente, este Libro no lo ha escrito físicamente el mismo Cristo. Tampoco la
consagración la hace, visiblemente, el mismo Cristo, sino que cuenta con el hombre que le
prestará sus atributos. La AUTOBIOGRAFÍA DE JESUCRISTO es consecuencia de una
Concordancia Evangélica relatada finalmente en estilo autobiográfico pero con el ejercicio de
la inalterable voluntad de ajustar, escrupulosamente, el relato al texto canónico de la Iglesia.
En mi caso se da, con plenitud de significado, ser el instrumento, por sí mismo,
miserablemente inútil, usado por Dios para escribir su Vida entre los hombres. Este Libro,
que ha necesitado treinta y tres años para escribirse, ha llegado hasta los lugares más
recónditos del mundo. No es una casualidad, un piadoso trabajo de un hijo de la Iglesia
Católica donde quiere vivir y morir. Este Libro es lo que define su título: Vida de Jesucristo
contada por Él mismo. Lo escrito, escrito permanece en eternidad.
Quiera la Madre de mi Autobiografiado y M a d r e m í a , la Virgen María, poner lo que a mí
me ha faltado para gloria de su Hijo, Jesucristo, del Hijo de Dios y Padre mío. A los pies de
este Eterno y Misericordioso Padre quedan, para siempre, el Libro y el instrumento que lo adora
en amor, para gloria Suya, que es la única gloria mía.

Página 368
Quiera mi Patrón, Maestro y Señor San José
bendecir el fruto de este Libro que, en eterna
gratitud, comparto con todos los sacerdotes,
religiosos y religiosas de la Iglesia Católica,
que perseveran, por la gracia de Dios,
en su sagrada vocación.
19-Junio-2.009 AÑO SACERDOTAL Rafael García Ramos
Querida lectora o lector:
Ya han pasado más de treinta y cinco años desde que inicié la concordancia evangélica
que a continuación puede contemplar. Cronológicamente, se ordenaron los hechos que
describen San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan para dar lugar a un solo relato
que se presentó en estilo autobiográfico. Para el desarrollo de este trabajo me he valido
de la: “Versión crítica sobre los textos hebreo y griego” de la Sagrada Biblia, traducida
por D. Jose María Bover S.I. y D. Francisco Cantera Burgos Editada por LA EDITORIAL
CATOLICA S.A. año 1.953.
En el año 1.980 se publicó la 1ª edición con muy pocos ejemplares. Este libro
dispone del “nihil obstat” certificado por el que fue Cardenal de Sevilla Exc. Sr. Bueno
Monreal. Ahora, a treinta años vista, el Ingeniero que suscribe, vuelve a presentar este
trabajo, sobre el Evangelio, como libro electrónico e impreso, al alcance, de quien lo
quiera leer, pero añadiendo los comentarios, según mi leal saber y entender, producto de
las reflexiones que a un hombre normal, ya metido en años, le sugieren las palabras y los
hechos que se relatan. Son comentarios de un católico con profundo respeto al
Magisterio de la Iglesia Católica. Son comentarios consecuentes con la práctica del
ejercicio de la razón y el sentido común en el normal desarrollo de mi actividad como
persona y profesional, la de un Ingeniero Técnico. Dejo constancia de que he empleado el
mismo sentido deductivo para interpretar los hechos de mi vivir entre los hombres y los
hechos que a continuación se describen.

Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al


conocimiento de la Verdad. ¿Qué es la Verdad? ¿Quién es la
Verdad? La Verdad, el Camino y la Vida es Jesucristo.
Toda la Verdad está palmariamente manifiesta en las páginas de
este Libro. Leerlo y entenderlo supone conocer lo que Dios quiere
que se conozca. Al asumir esta Verdad se toma posesión de un
"salvoconducto" con el que entras en la vida eterna. Que este
Libro llegue a tus manos, amiga lectora o lector, no es
consecuencia de una casualidad producto de un arbitrario azar. Es,
sin duda, un acto de divina predilección consumado en tu tiempo,
un singular privilegio con el que Dios Padre te pensó y te amó
desde antes de la Creación del mundo.

Rafael García Ramos


(Ingeniero Técnico)
19 de Junio de 2.009
Año Sacerdotal
MURCIA-ESPAÑA

Das könnte Ihnen auch gefallen