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I
HISTOBIA DE MALAGA
Y SU
HISTORIA DE MALAGA
POR
D. ILDEFONSO MARZO,
ÍDdmísüo de la sociedad numismática y arqueológica de la Biblioteca Nacional, de la
comisión de monumentos históricos y artísticos de esta provincia, de mérito del Liceo
Malagueño, y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia.
TOMO I
M A R Z O D E 1850.
Málaga: Imp. y librería de don Francisco Gil de Montes, calle de Cintería, núm. 3.
mm
c
No solamente la narración de los acontecimien-
tos, sinó un estudio detenido acerca de las eos ,
lumbres de los pueblos, de su carácter, sus leyes,
su industria, su situación, sus vicios, sus virtudes
j sus monumentos constituyen la historia profana
de las naciones.
{Espíritu de Rollin en su f refació á la historia
antigua.)
PRIMERA PARTE.
(1) véase la nota I al Apéndice de la primera parle, que tkne por título:
Fracmenlo de la, Odysea de Homero. . . .
(2) Véase la nota II a id. de id. Sobre elverdadero significado'de los Geriones.
(3) Véase la ocla III á id. de id. ^níi^uos testimonios de la población de la Es-
paña primitiva.
esta falta de unidad, y á despecho de sa valor nativo, perdieron su
independencia. Sin embargo, el carácter de los primeros españoles
era tan propio de las armas, que hicieron esclamar á Tito Livio
«Esta genle feroz no vive sino con ellas, y en quitándoselas, ó m ueren
ó se matan,» Pero los turdetanos de la Bética, según refiere este grave
historiador, eran los menos belicosos de la Península; por consiguiente,
menos bárbaros y mas inclinados á las artes de la paz. (1)
Conslruian sus casas con tierra apisonada, especie de argamasa
que duraba muchos siglos; fundaban sus ciudades en las alturas, en
las inmediaciones de los rios, ó en la procsimidad de los mares. Sus
caminos inaccesibles, como muchos de los de ahora, no se paiecian á
las calzadas romanas, ni ninguna de sus obrasá los suntuosos puentes,
acueductos y anfiteatros de Alcántara, de Segovia y de Sagunto. (2)
Agil el español para todo, lleno de un valor que1 fué terror del
imperio del mundo, armado del arco y de la flecha, ceñido con una
espada puntiaguda, cubierto con un rodela ó sin mas defensa que una
honda; vestido con una túnica blanca como la nieve, festoneada de
púrpura, ó cubierto con el sago, especie de gabán que le llegaba á las
rodillas, se desviaba de las legiones ó catervas para batirse en
pelotones, protegidos por sus dilatados bosques, ó dominando sus
montes sobre caballos tan ligeros como el viento. (3) El Dios de
Adam y de Noéera invocado por él; es decir, un Dios supremo, im-
posible de nombrar con el lenguaje de los hombres, y sin represen-
tación material de ninguna especie, ni aun en el templo de Hér-
cules, donde se ofrecían holocaustos á Tubal, bajo el nombre de
Endobel. (4)
Entre tanto, los fenicios, esos hijos de la opulenta Tiro, á
quienes aguijoneaba la fama de nuestras riquezas y fértil suelo,
se presentan como esploradores en la ciudad de los Sexitanos,
Almuñecar; son rechazados de nuestras costas, según relata E s -
trabon; corren después hácia Calpe, terminan sus escursiones
en Onoba, la Huelva de nuestro tiempo, y consultando allí sus
©ráculos sobre la humeante sangre de sus víctimas, no verifican
(1) Estrabon.
(2) Bochart.
(3) Martin de Roa tradnre el nombre jjobroo de Malach por mnar, por loque
eonjetura que Estrabon la llamó reino de las ciudades de la costa. Este mismo autor,
complacido en vagar por el ameno campj de bis etimologías, añade que Malache, c\\
griego, significa la malva, y que acaso esta nueva raiz aludiese á la blandura y sua-
vidad de su clima. Finalrnenlo. apojan ios- en Arislólelcs, pretendo nuestro erudilo
jesuíta que lo blando de este nombre Malache, usado por Mármol en su historia da
Africa, es aplicable á jo tierno de sus almeudras. que en griego equivale a decin
Ta Ualacon, Tou-Amigdalvu.
4-
Además, si hubiera sido la reina de esta región como pretende
Roa ¿donde están los monumentos, las inscripciones, las medallas, ni
aun la tradición de este esplendor improvisado? La historia enmudece
y nada dice de aquella remota edad, en la que yo solo alcanzo,
meditando en el espíritu de comercio y de conquista de nuestros
primeros invasores, que Málaga seria una factoría fenicia, una escala
de negociantes ó un presidio militar de los navegantes de Tiro y de
Sidon; pero no un punto de importancia como Cádiz, cuyo templo de
Hércules y juramento de Annibal son rasgos indelebles de su remota
fama y del esplendor de sus habitantes. (1)
Ridículo seria transcribir esos cuentos de la hija del conde don
Julián, arrojándose desesperada de una alia torre de esta ciudad para
que la llamasen Mala-Caha; ni que su fundación se debe á uno de
los parientes de Tubal, á quien no dejan descansar en toda España
para que preste su nombre á todos los pueblos iberos. Desmentida
aquella fábula por Pedro Mantuano y D. José Pellicer en sus Anales
de España, como cosa fraguada en los cantares moriscos: el mismo
padre Mariana, al hacer su indicación como historiador fiel, concluye
diciendo estas importantes palabras: «Algunos tienen todo esto por
fábula, por invención y patraña; nos ni la aprobamos por verdadera
nij lajdesechamos como falsa. El lector podrá juzgar libremente y
seguir lo que le parezca probable.» Juicio sabio de tan eminente
historiador, que al par que transige con las tradiciones del vulgo,
establece la duda sobre el hecho que reliere y le somete á la ilustración
de los lectores. (2)
Pomponio Mela, escritor del siglo 1 y el primer español que produjo
una cosmografía completa, dice de Málaga que era una población de
escasa fama, asi como.Abdera, Suel, Ex ó Sexi, Menoba, Salduba,
Lacippo, y Barbesul, hoy Adra, Fuengirola, Almuñecar, Vizmiliana,
Marbella, Alechipe y Torre de Guadiaro. Estrabon, ya citado tantas
veces, nacido medio siglo antes de nuestra era, geógrafo esacto y
verídico, repite lo mismo y aun añade que Menace, ó Menaca, otro
pueblo citado entre Málaga y Almuñecar, era emporio muy principal
de nuestra costa: circunstancia que el autor de las Conversaciones
prestó á su patria sin ninguna esactitud. Plinio, el célebre Plinio» esa
(1) Véase la nota XII al apéndice de la 1.* parle Sobre las moneda» turdetana».
(2) Estrabon y Justino.
(3) Veáse la nota XIII al apéndice de la ! • parle Sobre la» primera» esptdicione»
griega» á España.
su recinto, y acaso dejasen el nombre de Phsro en la atalaya del
castillo. También se valdrían de sus naturales y recursos para fundar
á Menoba, hoy venta de Vizmiliana. Tampoco podemos afirmar si
pugnarían sus costumbres con la religión primitiva, oí sisu legislación
se confundiría con la del país, aun cuando profesasen otra en sus
colonias.
Los scytas, celtas, gálatas, germanos y galos, ó hijos de la
niebla, porque todos son sinónimos, abandonando las rejiones hiper-
bóreas como un torrente desbordado, ansiosos de nuestro blando
clima y de los frutos y riquezas de nuestro suelo, al invadir todo
el occidente del Asia y de la Europa, fijaron también el pie en esta
tierra codiciada, 800 años antes de la venida é e Jesu-Crislo, según
dice Tito-Livio, De estos guerreros audaces han procedido los cina-
brios, y después los godos, destructores del imperio romano. (1)
Dos siglos habían pasado desde el arribo de los griegos, cuando
«os invadieron los Scytas. Trajeron á España un nuevo idioma, algo
mas parecido al griego que el hebreo nativo délos iberos ythobelíos,
formándose de su mezcla ese lenguage original y bárbaro que tanta
conecsion tiene con el célebre vazcuence. (2)
Este pueblo feroz hizo su entrada en Iberia por las provincias
<lel Norte; ocuparon la Cantabria, dieron su propio nombre al cabo
Finisterre, llamándole Promontorio Céltico; pasaron á la Lusitañía,
pero no se adelantaron de la Beturia, comprendida entre Sierra Mo^
rena y el Guadiana. Seguidos de sus costumbres tracias y sármatas,
llegaron hasta prestar adoración á las mugeres fatídicas, según resulta
del precioso tesoro de inscripciones, reunidas por Cean Bermudez.
Este tropel de estranjeros lo cambió todo; aun el nombre de Span,
España, que se atribuye á los fenicios, le trocaron con el de Celtiberia.
Afortunadamente no pisaron este estremo meridional ni deberían
tener alteración las blandas habitudes que nos dejaron los fenicios y
los griegos.
Aun cuando una crítica mas rigurosa que ira parcial baile fuera de
propósito la breve reseña que estoy haciendo de los grandes sucesos
de la patria, la he tenido por conducente para la concordancia de
la historia y para la armonía de mi proyecto.
(1) Véase la nota XIV del apéndice de la primera parte: Sobre ios celias españoles
y monumentos de Antequera.
(2) D. Juan Erro.
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Siguiendo el orden de los tiempos, tocamos en una época en qire
los cartagineses y romanos hicieron su simultáneo asiento en nuestra
patria, aunque con muy diverso carácter de los thobelios, fenicios,
griegos y celtas, 'Los primeros vinieron á poseer y poblar la tierra
que les habia caido en soerle en la primera división del muodo, los
segundos y terceros la cultivaron como comerciantes, mas no como
señores y dueños. Los cetías, atraídos de su bondadoso clima, se re-
clinaron como hijos en su seno y la aclamaron por madre, prefuién'
dola á los ásperos y estériles recuerdos de laScytia; pero los cartagi-
neses y romanos quisieron apoderarse de esta hermosa parte del mundo
para esprirairla su sangre y sus riquezas.
Según el testimonio de Plinio, los cartagineses fueron los prime-
ros que á fuerza armada se introdujeron en España: Poeniarma primum
Hispania infulerunt y aun cuando no se sepa á punto fijo cuando
hicieron esta invasión, hay datos para juzgar fuese antes del siglo
IV de Roma. Amilcar Barca, no satisfecho con el écsíto de la primera
guerra púnica, luego que vio á su república convalesciente de esta
primera desgracia, aparece en Cádiz con un poderoso egórcito; doma
á los tartesios, restablece en esta costa á los bástulos poenos; pasa el
Ebro; funda á Barcino, dándola su propio nombre; llega al Pirineo y
no realiza la grandiosa idea de su hijo Anibal, porque la muerte le
arrebató en bu carrera. ( í ) Le sucede el jóven Asdrubal, fundador
de Cartago Nova, Cartagena, que destinó para punto céntrico de sus
operaciones marítimas, y muere en Auringi, Jaén, por el puñal ho-
micida de un celtibero. Anibal, ese coloso de la historia, lleno de
virtudes y talentos, toma el mando del egército, recuerda su jura-
mento en los altares de Cádiz, arma toda la España contra los roma-
nos, y de victoria en victoria se presenta delante de Sagunto....,
Sucumbió este pueblo heróico perdido entre sus cenizas, pero distin-
guido con asombro por todas las edades; y el infatigable vencedor,
después de haber asegurado al Africa contra los romanos de Sicilia al
frente de 120 mil hombres, la mayor parte españoles, pásalos inacce-
sibles Alpes con elefantes de Numidia, inunda toda la Italia, v abale
en Canas las águilas y el orgullo de la rival de su patria. (2)
En el entretanto, la nación española, calificada de bárbara por
Polivio.
Véase ia nota X V al Apéndice de la 1.* parte: Sobre h venida de ¡os cartogi
ne$et y Tómanos á España.
los autores griegos y latinos, tenia hombres de b uen sentido, perspi-
caces en lof negocios y de un maduro juicio, que preveian que el tér-
niino de la contienda seria á espensas de su libertad é independencia.
Con este conocimiento, formaron un tercer partido á las órdenes de
Mandonioé Indi vil, que ausiliando y abandonando alternativamente á
ios cartagineses y romanos, sostuvieron aquel espíritu marcial que
debió turbar después al joven Scipion al triunfar de la contienda. (1)
Principió la nueva lucha con nuestras ciudades y regiones, lucha
de doscientos años, que coasumió mas egércitos romanos que la con-
quista de todo el mundo; lucha que hizo dudar á Veleyo Palerculo
q m nación era la mas vaücnte, si la romana é española; o qué pueblo
era mas digno de ocupar el imperio de la tierra. (2) Si» embargo, nos
vencieron los romanos luego que nuestra desunión les hizo fácil el
triunfo, y luego que César Augusto, conquistado el universo, convir-
tió contra nosotros sus victoriosas armas.
En todo el grandioso cuadro que acabo de bosquejar. Málaga,
estasioaaria é insignificante todavía, «in ofrecer nada notable que
consignar en la historia, seguiría sin duda alguna los partidos y en-
señas de los que alternativamente se disputaban el dominio de la
España. Situada en frente de Siga , ciudad considerable del Africa
Mauritana, vió en sus maros á Longino, general de los pompeyanos,
cuando relevado por Trebonio se embarcaba para Italia. Pero ya en
tiempo' de los romanos era otra-su categoría, como confirman los
perdidos restos de una opulencia que no he podido encontrar mas
allá de los tiempo de! imperio, y que no era probab'e ecsisliese antes,
si consideramos la serie de calamidades que la guerra debía haber
producido en aquellos anteriores tiempos.
Alterada la división de la Península por Augusto, continuó com-
prendida Málaga entre los bástulosdela Bética, que se estendian desde
el estrecho gaditano hasta Barea, hoy Vera, por todo el litoral de la
costa. (3) De las inscripciones que copiaron el malagueño Bernardo dé
Aldrete, Grutero, Muratori, Morejon, Roa, Milla, Velazquezy Valdeílores,
las mismas que solamente encontramos en el autor de las Conversa-
ciones, ó en el erudito y fácil Masdeu; observamos que esta ciudad
(1) Véasela nota XVIII al Apéndice d é l a primera p^rie: Sobre los monumen-
tos arqueológicos de Málaga y su provincia.
(2Í Fuengirola y Montero.
(3) Véase la nota X I X al Apéndice de la primera parte: Sobre la eategoria de
las ciudades romanas de la provincia de Málaga.
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Suel era su rival, que Cárlama era municipio, que Anlicaria batia
moneda y que Menoba era el emporio de la costa, según el testimonio
de Estrabon. Esos restos colosales de Carlima, aun en medio de su
mutilación y vergonzoso abandono, dicen mucbolnas ai alma que lade-
saparecida eslátua de Salónicade quebabló el padre La-Leña. Por todo
lo cual, deduzco, que osta ciudad esclusivamente mercantil, poseedo-
ra aun de su legislación propia y costumbres trasmitidas por sus fun-
dadores, seria rica y opulenta, aplaudida por sus frutos, pero no fas-
tuosa ni magnífica.
Asiigis ó Ecija era una de las cuatro chancillerias ó convenius co-
nocidos en la Bélica, y á ella estaban sometidas Anticaria, Singilia,
Nescania, Angelas, Cartima y Malaca, hoy Antequera, Valsequillo, (1)
Valle de Abdaíagis, Andujar, Cártama y Málaga. Los otros tres con-
ventos jurídicos eran Córdova, Santiponce (2) y Cádiz ¿De donde,
pues, el autor de las Conversaciones derivó la chancilleria de Málaga?
De una lápida cuya inscripción no vio (3) mas que en los manuscritos
de Morejon y tomada por este de los mamotretos de un vecino de esta
ciudad que no se nombra. Tal modo de escribir la historia es agenode su
gravedad, y un embarazo para los lectores. Porque Málaga no fuese
convento jurídico no pueden desmerecer sus timbres; tendría dominio
sobre su término, sobre sus vicos, sus castillos montanos y sus pa-
gos, conservaría sus fueros, esa honrosa prerogativa de Confederada
que solo partieron con ella cuatro ciudades de España (4), y que acaso
obtuvieran por una heroica defensa; disfrutaría en fin, de la libertad
de su culto primitivo y de la celebridad de su comercio,
Una circunstancia notable que no he visto reproducida por los his-
toriadores del país, encuentro en Rufo Aviene, célebre poeta español,
contemporáneo de Teodosio el Grande. Habla de una isla enfrente de
Málaga, de la manera siguiente:
(1) Véase la ñola X X del Apéndice á la primera parte: Sobre la Cueva del Uigue-
ron ó de los Cantales.
u
impuestos, y aquellos distribuían la justicia, convocaban los concilios,
subdividian las contribuciones, determinaban las fiestas públicas y
la inauguración de los templos; pero luego que se crearon los cuatro
conventos jurídicos de que he hecho antes referencia, se atajáronlas
demasías de los gobernantes, y dejó de repetirse el escándalo de un
Cecilio Clásico, que, con estafas y cohechos, sacó dos millones de rea-
les para gastarlos con su manceba. (1)
Los pueblos conquistados por los romanos & veían frecuente-
mente en el duro conflicto de renunciar á sus creencias religiosas, úl-
tima humillación de dependencia; peí o á veces, ya fuese por supers-
tición ó por política, respetaban los vencedores á los Dioses de los
vencidos, evocándolos en los combates y ofreciéndoles las aras sun-
tuosas de sus númenes romanos. De esta tolerancia y opresión nacía la
variedad de templos de nuestros pueblos, y esa confusión de inscrip-
ciones, verdadero caos para el que observa sin la antorcha de la his-
toria. Isis, Osiris, Anubis y Serapis, divinidades del Egypto, alzaban
sus cuadrados templos, cargados de geroglítícos, al lado de la Venus
de Asiría, de Gelestis, diosa de Cartago, y de la celebrada hija de
Apolo Pasifae. Los elegantes altares de Júpiter Tenante con su arqui-
tectura griega, descollaban junto al macizo templo de Hércules, aun
en esta misma ciudad, si abrimos el libro de piedra de sus antiguas
tradiciones; pero las ceremonias y ritos de las deidades de la patria
quedaron sepultados para siempre en la noche de los tiempos. (2)
La prosperidad de estas provincias meridionales se halla compro-
bada por todos los escritores. El Betis y el Singilís (3) se navegaban
hasta cerca de su nacimiento. Infinitos canales llevaban sus benéficas
aguas á los demás puntos donde no alcanzaba su curso. Por estos
antiguos cauces alternaban con las galeras romanas los vionoxilios ó
canoas, llenas de los frutos indígenas. Todo era animación en estas ri-
veras olivíferas: el templo del oráculo Mnesteo, la linterna de Apion,
el faro de S. Lucar, Luciferí-Fanum, eran saludados por los marine-
ros andaluces, que inspirados siempre por el clima, se esplicarian con
su gracia natural en el lenguage hermoso del Lacio. Al par de estas
incursiones se almacenaban mil riquezas en nuestras templadas costas
(1) Plinia.
(*2) Eneidi.
(3) Véase lañóla X X I H del Apéndice a la primera parle: Sobv¿ taanU<jna prot-
peridatl de ln Utlica y comercio de e$te rais.
4
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lidian las naciones, nuestra cuna y nuestro orgullo. Por estas con-
cordancias históricas puede llenarse el vacío de la Málaga Romana, que
parece como perceptible por los sucesos contemporáneos, y que sale
de la obscuridad que la circunda para tomar una parte muy activa en
aquella prosperidad pública que animara todo el pais que la rodea.
Así es mas fácil juzgarlas relaciones que estrecharían sus vínculos
con los pueblos circunvecinos, los alicientes de su industria, la im-
portancia de su comercio y el objeto de su culto. (1).
A la pluma sagaz del P. Mariana se escapó una irrupción que hi-
cieron los moros por estas costas en tiempo de Marco Aurelio, y á
ella aludirá sin duda esa inscripción de Antequera que ha trasmitido
Morales, y en la que se manifiesta que Galo Maximiano, procónsul
de la Bética, la libertó del largo asedio que sufría. Es harto verosímil,
que, atraídos estos bárbaros por el aliciente de nuestras riquezas, or-
ganizasen esas espedicíones sin grandes obstáculos de nuestra parte;
porque ya queda referido carecíamos de fuerzas militares desde los
tiempos de Augusto. (2)
Las primeras semillas de la religión cristiana, esparcidas par oí
apóstol Santiago en Zaragoza y Galicia, transpiraron á estas provin-
cias en tiempo del emperador Claudio, siendo gobernador de la Be-
tica Urnbonio Celio, germinando después prodigiosamente hasta la
conversión de Constantino. San Ecisio la predicó enCarteya, hoy Torre
de Cartagena, al par que en Granada San Cecilio, (3) siendo conocida
en Málaga aun antes de Diocleciano.
Por el concilio de Eliberis, tenido á principios del siglo IV, era
Patricio el pastor de nuestros fieles, y en el furor de las persecucio-
nes de estos tiempos, fueron pacíficas hostias San Ciríaco y Santa Pau-
la, esos patronos cristianos que aun venera nuestro pueblo entre sen-
cillas y piadosas tradiciones. (4)
Un tropel de naciones bárbaras inundan el medio día de la
Europa: eran los hijos de los scitas antiguos. Rechazados por el nevado
pais donde vieran la luz primera, impelidos por la falta de sustento
para sus numerosas tribus, adoradores frenéticos del numen de las
ERRATA IMPORTANTE.
NOTA I.
W a c m c u i o de l a O d i s e a de H o m e r o .
NOTA II.
S o b r e e l v e r d a d e r o s i g n i f i e a d o d e Sos C í e r t o n e » .
NOTA III.
A n t i g a o » t e s U m o i i i o s d e i a n ^ b S a c i c i » tle l a I f c p a n a
primitiva.
NOTA V .
NOTA VI.
S o b r e l a s c o s t u m b r e s de los p r i m i t i v o s Iberos.
P a r a g e ele l o s t e m p l o s i b e r o s .
1V0TA VIII
S o f i r e et g r a d o d e v e r a c i d a d d e l n l t r a ^ e fie l a C a l i a ^
NOTA X .
y eÍ9|5r<^j|Uíh§^ do^e^éifíhabilaljk^^fextrái*
de Jqs úlltfftfift t^rrnf^gs de Iq, ^>rr«; li) que equivale á ^lecin que t
se s a c a i ^ í j g j ^ e d i o d i ^ ^e^lisp^^que Caéá.dQndfiLSportaron los
fenicios, Cf^iofí) $kttV¿Qw^...^wl»ó en tiempo deJiilwi.Gekr^
y que aseguraba haber visitada ;las. naciónes que j e f e r k ^ é é sa»¿.-v
historias^ .4icp¿|*o cpnQyq!§ Qtf o. estaño que el de Espaaá, ídasc
, . ^ ,V)lv3VI ,./ÍJ'7\*^I-i - - ^ j , . , ^ - , . ^ ^ ^ , , ^ . . . ^
co, y solamente habló del que procedia de. las minas de íaLusita-
nia y Galicia; y por último, DionisioPeriegetes, Rufo Festo Avié^
noy Stephapp Bizanlino^afirman que en la B é t i c a J i a b i a a b u n d a d
tes minas de este metal, y (jue el Guadalquivir conducia mucho
• - - • - - - - - - J.
37
NOTA X I .
NOTA XII.
NOTA XIII.
^ o b r c las p r i m e r a s expediciones g r i e g a s á E s p a ñ a .
NOTA X I V .
NOTA X V .
S o b r e l a v e n i d a d e los e a r t a g i n e n e » y romano»
á España.
NOTA X V I .
NOTA XVII,
£tabB*e l a g e o g r a f í a a n t i g u a ele l a p r o v i n c i a d e H a -
laga.
hh
101
¡VOTA XVIII.
NOTA X I X .
*ofore l a c a t e g o r í a d e l a s c i u d a d e s r o m a n a s d e la
p r o v i n c i a de l i á l a g a *
Í
Fuengiroja) y Malaca (Málaga) en el litoral de los Bástulos-
^enos. mnod! BJes
Finalmente, los demás pueblos que no gozaban de esta dis-
tinción, entraban en clase de estipendiarios, es decir, sugetos á
los magistrados romanos, y sometidos al pagjo de las contribucio-
nes directas que se imponían sobre las personas y las propieda-
des. Entrelos pueblos romanos de nuestra provincia^, reconoce-
mos por estipendiarios á Coin, (Lavibis), y á Andorisae (Alliau-
rin el Grande. fPlinio, Hislor. Nalur. lib. 3, capítulos 1 y 2,
FloreZy Medallas de las colonias y Municipios, cap. 41.
Gibhon, Hisfor, d é l a Decad, lomo 1, cap. 2, Cean, sumario de
las antigüedades romanas, en la Introducción. Gravina, de Im-
perio Romano, lib. sing. cap. ^6. Sigonio. Be jure antiguo l í a -
hae, lib. 2, cav. 3. FUangieri. Ciencie legis latina, cap. 22..
Áulo Gelio. Nocí. atic. lib. 16, cap. 13. Spanheim orb. romm
caps. S y 62, Florcz, Medallas, cap. 12).
NOTA X X .
S o b r e l a C u e v a d e l H i g a e r o n 6 de los C a n t a l e o
NOTA X X I I .
NOTA X X I I I .
NOTA X X I V .
.a/ii.rNOTA x x v . .va
'MT/1*11311^/111 flu
i j i a a u a/ioiaigao ÁVÍTIHI
Sobre el ntemor^blc sliio de Siugi||a.
G. V A L U O MAXVMIANO
PROC. AVGG.
EV. ORDO SING. B A R B .
OB M V M C I P I V M
DIVTI1VA OBSIDIONE L I B E R A —
I V M .
PATRONO CVBANTIBVS
G. F A B . RVST1C0 E T L . A E —
M1L10
PONTIANO.
La que traduce el padre Sánchez Sobrino de esta manera:
y>El cabildo 6 Áyuníamiento de Singilia de los Barbanos de-
v d i c ó esta estatua á Gayo Valió Maximiano, Procurador
» Augusíal de los Evocados, por haber librado al Municipio
>ide un largo cerco: siendo comisarios para la dedicación
y)Gayo Fabio Búsltco y Lucio Emilio P o n t i a n o . »
Debemos advertir que el Procurador Áugustal de los E v o -
cados, era el gefe que tenia facultades ámplias para llamar
de nuevo á las armas á los soldados veteranos que sebabian
retirado del servicio; y por este repelido sacrificio personal,
103
disfrutaban tales evocados del mismo grado é insignias que los
centuriones romanos.
En el testo y versión de esta interesante inscripción, que
apenas puede ya leerse en el Arco de los Gigantes, hemos se-
guido las doctrinas de Sánchez Sobrino, que cotejó su lectura
con el original en 1773. E l autor de las Conversaciones Mala-
gueñas la copió de Cabrera, que era uno de los roas aventajados
historiadores de Antequera, y aun cuando aquel escritor quiera
referir este notable acontecimiento á los años 169, 70 ó 71
de Jesucristo, en tiempo de los dos hermanos Antoninos, d i -
feriendo d é l o s ilustradores de la Historia de Mariana, impresa
en Valencia, que la remontan á Marco Aurelio, así como el
Padre Cabrera, nuestro erudito Sánchez Sobrino es de esta
última opinión, fijando empero su cronología al año 166, época
en que fué por cuarta vez elevado al imperio romano. {Tácito,
Annal. lib. 3 y A. Sparciano, In Ael. Adriano, Julio Capitoli-
no, In Antón, Philos, vobisco, In Probo. Gibbon, tom. 2 . ° cap.
12. Sánchez Sobrino, Viage Topográfico, p á g .
Sobre l a introdaccion de l a r e l i g i ó n c a t ó l i c a en
E s p a ñ a j primeros m á r t i r e s cristianos.
•
m
Augusta, (Zaragoza) con una visita de la virgen, qne le ordenó»
alzar el célebre santuario del Pilar, objeto de las adoraciones
del bizarro pueblo de Aragón^ y baluarte sagrado en nuestros
días de la mas heróica defensa. Martirizado en Jerusalon, fué
traido por sus discípulos á / n a F/ayza (El Padrón) y trasla-
dado después á Compostela, donde ?e venera su sepulcro, sir-
viendo su nombre santo de grito de guerra por espacio de mu-
chos siglos en nuestras lides con los sarracenos. Aquellos
autores sagrados, que aceptaron estas noticias como tradiciones
de su época, añaden, que el apóstol San Pablo continuó poste-
riormente esta regeneración divina en Cataluña, Aragón y V a -
lencia, y especialmente en nuestra Andalucía, siendo.gobernador
de la Bélica Umbonro Gelio^ según que hemos afirmado en e l
testo de estos estudios.^
Corrobórase la autenl-icídad'de estos asertos por la autori-
dad de Lactanck) cuando dicer con su coetáneo Lucio Cecilio,
que aumentados los once discípulos que habían quedado des-
pués de la muerte del Salvador, eon.san Matías y san Pablo, se^
dividieron por toda la tierra para enseñar las doctrinas de su
divino Maestro; pero como la predicación de Santiago, acae-
cida en el primer siglo de nuestra era, no diese todos aquellos
frutos que pretendía su celo ardiente, por el general apego de
los españoles á sus antiguos usos y costumbres, presúmese que
por este motivo decidió el apóstol san Pablo visitar la Penín-
sula Ibérica, según aparece de una de sus epístolas á los r o -
manos. En ella dice: «Como no hay en estas regiones lugar
^alguno donde no haya anunciado yo el evangelio, y me i m -
»pelan los deseos antiguos de veros, espero que cuando vaya
» á E s p a ñ a os visite al paso, y me lleve allá.alguno de vosor
»lros después que rae haya detenido para gozar db vuestra
« c o m p a ñ í a . Ahora pienso ir á Jerusalen á repartir las limus-
inas entre los hermanos y después de concluido este en-
cargo, pasaré por ahí para dirijirme á E s p a ñ a . » Afirma san
Gerónimo que el emperador Nerón, al principio de su reinado,
dejó en libertad á san Pablo para que predicase el evangelio
en las partes de Occidente, «y que á; gufea de un impetuoso
«torbellino inundó la iglesia de Dios. Enviado por el Señor
» s e derramó sobre la tierra para anunciar el Evangelio desde
»Jerusalen hasta el Ilirico, y aun ílegó á España, corriendo
» d e s d e un estremo del Océano al otro.» Por ultimo, en el co-
mentario sobre Isaías, espresa terminantemente el mismo autor
sagrado »que vino (san Pablo) á E s p a ñ a , embarcado en un ba-
^jel eslfangero:» E t uí ipse scribü altenigenarum ad H i s p a -
nías portatus est navibus.
En apoyo de eslos asertos, y para dar todavía mas proe-
bas de que las primeras nociones de la religión cristiana cun-
dieron hasta nuestras provincias, citaremos á Tertuliano cuando
dice: «que varios pueblos de la Getuha, muchos de la M a u -
«ritania y todas las provincias de E s p a ñ a , diversas naciones de
vlas'Galius, las reglones británicas^inaccesibles á los romanos,
«conocian é principios del siglo 3 . ° al verdadero Mesias.»
Podríamos acumular mas cita« para desvanecer toda sos-
pecha sobre este importante asunto, tales como las de S. Yre-
« e o , las de Eusebk) y las de Orosio; pero como las persecu-
ciones fueron la consecuencia de aquella nueva doctrina que
iba á ejercer un influjo tan poderoso sobre los españoles ro-
manos, nos ocuparemos de esta reseña analítica desde los tiem-
pos de Nerón hasta los de Diocle&iano. En este periodo de
lágrimas para las almas piadosas, de palmas inmarcesibles para
tanta copia de santos, y de placeres cruentos para los tiranos y
los verdugos, se inscribieron en nuestro martirologio, San E u -
genio y santa Leocadia, hijos ilustres de Toledo; san Jus-
to y Pastor, mancebos 'de Alcaía de Henares; san Vicen-
te, santa Sabina y santa Cristeta, ilustres deudos de Avila; san
Emeterio y san Celedonio, soldados gloriosos de Calalrava;
santa Centola, santa Elena, san Marcelo, su muger santa No-
nila y todos sus hijos, pacíficas hostias de Burgos; santa Mar-
la, natural de Astorga; santa Eufemia y santa Marina, de Oren-
se; san Víctor, san Silvestre, san Cucufate y santa Susana, de
Braga; san Verisimo, san Mácsimo y santa Julia, virtuosos
parientes de Lisboa; santa Columba de Evora, santa Eulalia y
otra santa Julia, heroínas bienaventuradas de Mérida; santa Jus-
ta y santa Rufina, de Sevilla, y lodo el escuadren de mártires de
Córdoba, Gerona, Barcelona, Lérida y Zaragoza. San Ciriaco y
santa Paula fueron las víctimas de Málaga en los tiempos de
Dioclesiano. Presos por la confesión de su fé, y apedreados co-
mo san Estovan en aquella furiosa persecución en las riberas
del Guadalmedina, espiraron entre tormentos, siendo canoniza-
dos por santos por el Pontífice san Inocencio, cuando los reyes
católicos le participaron la conquista de esta ciudad; admitidos
por patronos y calificado d^ Diácono, por la identidad de su nom-
bre con otro san Ciriaco Mártir.
Este cumulo de víctimas, cuyas actas fueron deshechas por
la barbarie misma de los verdugos, y cuyos nombres sagrados
106
recogieron las tradiciones y ecsageró la piedad, inspirando el
numen poético del español Aurelio Prudencio, le hicieron decir
de esta manera:
IIII1NVICTI. CAESARES.
MATUL DEVM
SACELLO. m. DVRII. AMAIS
AACOAE. IXSTRVCTO
SVB. MAGNAE PASIFAIS
NVMINE. PRIVATVM. DIA XA E
SACRVM. FORDAM. VACCAM.
107
ALBAM-1MMOLAVERE
OB CHR1STIAIVAM. EORVM'. PIA.
CVRA. SVPRESSAM
EXTINCTAMQVE
SUPERSTITIONEM. DIOCLEC
MAXIMIAN. GALER1VS
ET
COXSTAXTIVS. IMPER.
AVGGGG. PERPETVI.
KOTA XXVII.
7
//
m
una de sus fachadas^ apoyado en dos ejes salientes metidos en
dos botantes, y elevado á voluntad por dos maromas que se ata-
ban en la plataforma del cuarto cuerpo. Introducidos los guer-
reros en estas torres, se aprocsimaban á las murallas de las plazas
para espugnar á los defensores, corno aconteció en Antequera y
en el célebre sitio de Málaga contra los fieros mahometanos. La
Catapulta, de invención griega, era un cuadrilongo de gruesos
maderos, con cuatro pies diagonales, cortado por un eje dentado,
de cuyo centro partia una especie de cuchara revestida de cuer-
das y de planchas de acero, teniendo en su garganta una polea
por la que pasaba un cordel que se envolvia en otro eje grueso y
cilindrico saliente por 'oslados del cuadrilongo, con dos barrenos
transversales, por el que se pasaban unas barras pará sugetar la
catapulta ó cuchara, para que en su sacudimiento diese fueza al
proyectil, que eran unas balas ó piedras que se colocaban en un
agugero, practicado sobre un travesano robusto de madera, sos-
tenido por dos pilares reforzados sobre el primer eje de la ca-
tapulta. La Ballista consistía en dos maderos perpendiculares
y clavados en tierra, con dos fuertes abrazaderas de hierro en su
pié, de tal modo, que, firme y recto el madero mas grueso, ad-
mitía en su último tercio ó cabeza los mangos de cuatro flechas
de desigual y progresiva longitud paralelas al horizonte, las
cuales partían á un mismo tiempo por la vibración ó sacudida
del otro madero anlerior, tendido en forma de arco, á cuyo es-
tremo superior pasaba una cuerda que terminaba en un garfio:
pasando este sobre un pequeño travesafío, que sostenian dos cor-
tos pilares, enganchaba en otro garfio atado áotra nueva cuerda,
que, pasando por otro madero, en triángulo con los anteriores pi-
lares, iba á envolverse en un husillo clavado también en tier-
ra, teniendo por base un cuadrilongo pequeño y superado de dos
travesafíos en forma de cruz para cargar toda la máquina, que,
una vez disparada de su compresión, hacia los efectos del arco.
Los Tonelones eran otra de las máquinas que empleaba la mi-
licia romana para combatir los pueblos murados: consistian en
una gruesa viga, firmemente clavada en tierra cerca del muro, ar-
mada y perpendicular sobre un cuadrilongo de maderos planos
á raiz del suelo: á cierta altura, y sobre la parte superior hen-
dida de esta misma viga, atravesaba otra móvil, á manera de ba-
lanza, adelgasada por un estremo, del que pendia, de cuatro ca-
denas convergentes á la misma, una caja ó zarzo desde el cual
los hombres armados saltaban y penetraban en el recinto. Es
claro que la punta mas gruesa de esta balanza, conforme la des-
125
cribe Lipsio, se sugelaba por una maroma á un tambor ó cilin-
dro, apoyado sobre dos maderos gruesos en uno de los estremos
del cuadrilongo. Y finalmente, el último de los medios de ataque
era el Testudo 6 tortuga militar de los romanos, fácil y útilísima
maniobra que servia no solamente para los asaltos, sinó para
hostilizar y defenderse de la caballería: consistía en agruparse
convenientemente, por lo regular hasta el número de setenta hom-
bres, levantando y uniendo sobre sus cabezas los escudos, en
forma de tejado, pará defenderse de las piedras que sobre ellos
arrojaban los sitiados. Cuando atacaban ó se defendían de la
caballeria, la fila esterior, en vez de levantar los escudos, los
presentaba derechos, formando un muro.
En oposición á esta administración militar, los Tercios
6 regimientos godos se componían cada uno de mil hombres á
las órdenes de un Milenario ó Tiufado, especie de coronel,
que, en la significación de esta última palabra, quería decir
persona alta y sublime. Dividíase el Tercio en dos mitades ó ba-
tallones de á 500 hombres, y cada uno de estos, en cinco com-
pañías de á 100 hombres con diez piquetes de á 10 plazas. Quin-
gentarios, Centenarios y Decanos eran los comandantes de ba-
tallón, capitanes y sargentos. Los Annonarios y Compulsoris
eran los comisarios de guerra y los gefes de las levas. E l general
en gefe de las armas se llamaba Praepositm hostis* que gene-
ralmente era un duque; pero aveces se conferian los mismos car-
gos á los condes. La escelencia de la caballería goda superaba á
la bondad de su infantería. Eran sus armas defensivas el yelmo,
coraza, escudo y braselele; y las ofensivas, picas, lanzas, dardos
y flechas, estas ultimas impregnadas de betún ardiente y ccn pun-
tas de acero, También usaban de la honda y de las armas ro-
manas, con la Cateya Teutónica, dardo pesado y de mucha fuer-
za, y la Hacha, denominada francisca, que habían tomado de
los francos.
El arte de Castrametación ó de campamentos le copiaron de
los romanos y de sus primitivas habitudes salvages; pero atrasa-
dísimos en la fortificación de las plazas, todas sus fortalezas se
reducían á un recinto cuadrado, con su estacada y foso que se
denominaba clausura.
El estado civil de los ciudadaríos se dividía en nobles y
plebeyos ó señores y siervos, patronos y libertos. L a nobleza se
dividía en primates y séniores, como si digeramos grandes j
caballeros. Los siervos, en idóneos y viles; por el origen de su
nacimiento y por sus hechos, y aunque se manumitían de su
126
propia esclavitud, quedaban con dependencia, hasta sus hijos y
nietos, del Patrono que les había libertado, sugetos á sus sayo-
nes ó esbirros, que también se les llamaba Buccelarios, por el
bocado ó buccela que se les suministraba por sus servi-
cios.
Entrelas 96 ciudades que fabricaban rtioneda, según el aba-
te Masdeu, en toda la península ibérica^ ó las 71 del Padre
Enrique Florez, cuando en ella dominaban los romanos, no con-
cedieron los godos este privilegio sino á 29, entre las cuales HO
aparece nuestra Málaga; pero sí Córdoba, Baeza, Martes, L a -
Guardia, Granada y Barbi, que estaba en nuestra provincia á
una legua de Antequera, y en la misma Singilia (cortijo del Cas-
tillon.)
En contraste de las monedas romanas, que dividían en ases
primitivos de cobre, en denarios de plata, denariis,] en medía-
nos y pequeños bronces de cobre, que representaban, con las efi-
gies de Jano y la nave de Saturno^ las cuadrigatas y bigatasde
sus cónsules, con la cabeza del génio Roma, del petase de M i -
nerva, los bustos de los emperadores, sus acontecimientos, sus
triunfos y pomposas laudatoria^ sostituyeron los godos la libra
de oro de 72 sueldos, equivalenteá 2932 rs, y 29 mrs.;el sueldo
de oro de 24- silicuos, 40 rs. y 28 mrs; el semise de oro de 20
rs. y 14- mrs.; el tremise de oro., de 13 reales; la libra de plata
compuesta de 20 sueldos, 273 rs. y 18 mrs.; el sueldo de plata
de 40 denarios, 13 rs. y 22 mrs.; la siliqua de plata, octava
parte del tremise de oro, valor de un real y 24 mrs. y el dena-
rio de cobrey moneda común de 11 V. mrs.
Conservándose los pesos y medidas de Constantino, pesaban
los romanos que nos transmitieron aquellas, ó con la romana
campana, inventada en los campos de Italia, el centenario ó
peso mayor, y el Cálculo ó chalco, peso menor. Ün chalco y ter-
cio formaban la Siliqua, y medía siliqua el Cerato-, dos ceratos
el Obolo; dos obelos el Escrúpulo; 3 escrúpulos la Dragma; 4
dragmas el estatero, 2 estateros la onza; 12 onzas la libra; 50
libras el Talento Minimo y 2 talentos el Centenario.
Las medidas de líquidos y granos se dividían en tres clases,
pequeñas, en que se media por dragmas; medianas, por libras
y grandes por modios. Entre las pequeñas, el cochlear contenia
media dragma; hconchula una y media; el ciatho diez; el aceta-
bulo 12; el oxifebo 15, y la cotula60, que son 7 V»onzas. Entre
las mediana», la Mina componía una libra; el sectario dos; el
cheníx 8; el gomar, ó metrata 10; el congio 12, y el módio 44.
127
Entre las grandes, el 5a/o llevaba un módio y medio; el Bato, dos
módios y un c6ngio\ la Urna, dos módios y medio; el Amphora,
tres; la Arlaba, tres y un cóngio; la Medimna, 5 módios; la Me~
treta Grande, diez; el Gornor Grande, 15, y el(7oro; 30 módios,
que equivalían á 1320 libras.
Las medidas de distancias y superficies eran las mismas
millas romanas de á 1000 pasos cada una. Las longitudinales
consistian en el pie de 16 dedos: é \ p a s o de 5 pies, y la Pértiga
de dos pasos. Un dima de tierra tenia 60 pértigas en cuadro. Un
Agua tenia por largo 12 pértigas, y por lo ancho i pies. Un
Arapenne era un cuadrado perfecto de 12 pértigas por lado. Un
Yugero lo componian dos arapennes unidos; una Porca tenía
de largo 18 pértigas; un campo miliario, hasta 500, y una cen-
turia, lo mismo que 100 yugadas, hasta 2400 pértigas.
Finalmente, la medida de los tiempos se tomaba de la E r a
Hispana. E l día se dividía en A partes: la primera, que com-
prendía desde el amanecer hasta media mañana, se llamaba
prima; la segunda, desde media mañana al medio dia, tercia;
la tfercera, desde medio dia hasta mitad de la tarde, sesta, y la
cuarta, desde la mitad de la larde hasta ponerse el sol; nona.
Iguales divisiones tenia la noche. En la Era-hispánica de los
romanos se dividía el mes enKalendas, Nonas é l d u s : los meses
tenían sus derivaciones y orígenes respectivos. Enero, Januarius
de Jano ó de J a m a ^Puerta); Febrero, Fehruarius februare
(purificar, espiar) porque en él se encendían fuegos y antorchas
alrededor del sepulcro de los parientes y amigos, rogando á
Dios por el descanso de sus almas; Marzo, consagrado á Marte,
fué el primer mes del año marcial desde los tiempos de R ó m u -
lo; Abril, de Aprilis (abrir); Mayo, de m a j u s ó de senibus ( M a -
yores) dedicado á los ciudadanos mas antiguos de Roma; Junio,
áeJuvenibus (juventud), dedicado á los jóvenes romanos; Julio,
de Julius ó Quintilis en conmemoración del nacimiento de Julio
César; Agosto, de Auguslus ó Sexlilis, por haber nacido en él
Octaviano Augusto; Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciem-
bre, de Seplember October November December, ó Séptimo,
Octavo, Noveno y D é c i m o mes del año Marcial que era el de
R ó m u l o y constaba de 304 días. Numa Pompilio reformó el
año agregándole enero y febrero, aunque arreglado á los me-
ses lunares que dan 355 días, debiendo advertir que en estos
tiempos, en que no habían nacido Julio Gésar ni Octaviano A u -
gusto, se denominaron Julio y Agosto, Quintilis y Sexlilis.
Julio César reformó el año de Numa, conforme al movimiento
18
128
deí sol, dándole 365 dias y 6 horas, según observaciones astro-
nómicas que tuvieron lugar el año ¿ 5 antes de Jesucristo, re-
sultando de estas fracciones el año bisiesto, ó el de 366 dias cada
cuatro años; pero como esta intercalación de César, para que
hubiese sido enteramente exacta, necesitaba que el curso del
sol anual fuera igualmente de 366 dias y 6 horas, resultó
que solo era de 366 dias, 5 horas y 4^9 minutos. Por la
tanto, este escedente de 11 minutos por año suministró,
andando el tiempo, un dia mas al cabo de 130 años; circuns-
tancia que adelantó los equinoccios por igual espacio de tiempo.
A fin, pues, de remediar este inconveniente, el papa Gregorio
XIII, ilustrado por las observaciones astronómicas de Copérnico
y Tycho-Brahé, mandó suspender y quitar diez dias al año de
1582, que por esta supresión quedó reducido á 355 dias; de-
cidiéndose desde entonces para el tiempo transcurrido, que
cada 300 años se omiliria en nuestra era el año 366; y ^ara
el porvenir, que tres años secutares, que, conforme al calenda-
rio Juliano, debían ser bisiestos, fuesen comunes, y que en el
cuarto año solamente seria Ja intercalación de un dia.
Entre los mas antiguos pueblos se determinóla medida del
tiempo por la duración de la revolución que la tierra hacia so-
bre su eje; de aquí procedieron los días, y atendiendo á los que
la luna emplea en dar su vuelta alrededor de la tierra contában-
se también por lunas ó por meses lunares; y por último, contando
los dias que el sol gasta en recorrer cada uno de los signos del
zódiaco, resultaron los meses solares. Como el año no era otra
cosa que el espacio de tiempo empleado por la tierra en dar su
vuelta alrededor del sol, el cálculo que nos dá Moisés sobre la
duración de la vida de los primeros patriarcas, nos induce á
creer, como ha pensado Monsieur Goguet, que aplicaría á un
método tan racional su indeterminada cronología, sobre todo
cuando sabemos que fueron los egipcios los primeros que dieron
una forma cierta á su año^ que distribuyeron en 12 meses, por
el conocimiento que tenían de los astros. Estos meses carecían
de denominación^ y únicamente se designaban por su órden nume-
ral, según afirma Herodoto; pero se ignora si el numero de dias
de sus años era lunar ó solar. Llamábase el primer mes entre
los griegos mes del principio; elsesto, mes deenmedio, y el doce,
mes último. E l espacio de cuatro años formaba su Olimpiada y
esta era peculiar de la Grecia: comenzaba en el solsticio del
eslío del año del mundo 3228, ó 776 años antes de Jésucrislo.
Aun cuando adoptaron los atenienses el año lunar como lo»
129
primeros romanos, sufrieron ambos calendarios una irregulari-
dad completa hasta la reforma de Julio César, que verificó con
el ausilio de Sosigenes, sabio egipcio, el año de Roma 708, 44
anos antes de la era vulgar. Esta distribución del tiempo se
observó por espacio de J5 siglos, sin mas alteración que la que
introdujeron los persas en el siglo X I , después de haber sacudido
el yugo de los califas; y consistió en. la ingeniosa intercalación
de Omarcheyam de hacer seis años bisiestos cada 33 años^ á fin
de suprimir los once minutos del cómputo Juliano.
Tal era el arreglo del tiempo cuando el cardenal Pedro
d'Ailly, apellidado el águila de los doctores de Francia, pre-
sentó al papa Juan X X i l l , en un sínodo que se tuvo en Roma
en 14-12, un tratado referente á la reforma del Calendario, sin
que sobre ello decidiesen nada los concilios de Rale y de Cons-
tanza, á los que fué sometido. En 1475, Sixto VI, pensando s é -
riamente en una reforma, de cuya demora podia llegar á alte-
rarse el órden de las estaciones, consultó á Juan Mullerj mas
conocido por el nombre de Regio Montanus, sin ostensibles
resultados; y aun cuando se volviese á tratar de lo mismo por
León X en 1516, presentándose la cuestión al mismo concilio
de Trento, solo el papa Gregorio XIII, con el ausilio de Luis
Lilio, tuvo la gloria de dar cima á la reforma del Calendario
en 1582: la misma que fué adoptada por todos los pueblos ca-
tólicos. Pero el espíritu de secta, en constante oposición coa
el espíritu de las luces, hizo que todos los protestantes y que
los griegos y los rusos rehusasen la noble dádiva que les hacia
un Pontífice ilustrado. Sin embargo, un arreglo tan concluyente
como definitivo sobre la medida del tiempo, unido á las repre-
sentaciones de E r h a r d Weigel, profesor de matemáticas de
Jena, hizo que los estados .protestantes de Alemania acordasen
en Setiembre de 1699, que desde el dia 18 de febrero de 1700
se pasase inmediatamente al 1.° de Marzo. Esto mismo hicieron
la Dinamarca, la Holanda y la Suiza. Los ingleses siguieron
el propio egemplo en 1752, pasando desde el 20 de Agosto al
1.° de Setiembre; los Suizos en 1753, acabando el mes de
febrero el dia 17; pudiéndose decir, en suma, que las naciones
protestantes no adoptaron en su totalidad el Calendario Grego-
riano de una manera definitiva hasta 1777. Solo la iglesia
griega, aun mas terca en su aversión supersticiosa, permanece
todavía sin aceptar la útil reforma del Pontífice cristiano.
Algunos de nuestros lectores encontrarán impropias de
los anales que ilustramos estas noticias minuciosas de nuestra
130
administración civil; poro si luego reflecsionan que se refieren
al pueblo godo que debió habitar en Málaga en los tiempos
que analizamos, y cuyas huellas, aun en esta oscuridad de
hechos políticos, podrá acaso reproducir un mármol ó una
medalla soterrada, aceptarán unos detalles, que, al converger
á nuestra historia, dan una idea aprocsimada de nuestros
pueblos meridionales, al través del silencio que se^ observa
en ella en el largo periodo de un siijio.
Luego que los romanos-godos se hicieron dueños de nues-
tro pais en los tiempos de Sisebuto, dividieron su superficie
en tres porciones iguales; una para los nacionales, que enton-
ces eran romanos, y las demás para si mismos, á fuer de con-
quistadores. Dividiendo las heredades con simples mojones
de piedras, servíanse de muchos molinos para preparar sus
harinas; Cultivaban el lino y el esparto; confeccionaban el aceite,
tenido por el mejor del mundo; usaban de las canalizaciones
y riegos que transmitieran los romanos; lenian telares do seda,
de lana, de lino y de cordoneria de oro; hacian vidrio de va-
rios colores, y todo género de manufacturas, particularmente
de acero y plata.
Pero contrastaban en su vestido con el que usaban los
romanos y que anteriormente hemos descrito. A la Lacerna
del pueblo rey, que era una capa ó manteo, sustituyeron
los godos el Amiculum, para las mugeres honradas, especie
de manto de lino. Los hombres usaban el Slrigio, que era
una tánica antigua que también se llamaba Stringlo; el Relio-
lum, especie de red para recoger el cabello, y el Mdnturn para
abrigo de las manos, muy parecido al manguito. Los vestidos
de seda y oro distinguian á las altas clases.
Al advenimiento de los romanos por toda la estension
de la península española, hallaron cuatro idiomas generali-
zados en ella, sin la infinidad de dialectos que indudablemente
se forman cuando no se cultivan aquellos. Eran estos el Vasco
ó Escuaro, el Celtibero ó Celta, el Bástulo y el Turdelano.
Originalísimo el primero, de nombres indeclinables, sin casos,
números, ni géneros, llenos los verbos de inflecsiones, con cinco
personas en el plural, de una pronunciación suave, compren-
diendo los sustantivos definiciones elocuentes como en la pa-
labra Jaungoicoa para designar á Dios, que enteramente signi-
fica S e ñ o r de lo Alto, é idioma, en fin, que ha suministrado
1950 palabras á la lengua castellana, según Moret y Larramen-
d¡. E l Celtibero ó Celta, originario de la §citia; con mucha parte
131
de griego, declarado celtibero al mezclarse con el vascuenze, v
al cual sin mucha detención Masdeu, queriendo hacerle abo-
rígena, pretende sea una mezcla del griego con la lengua del
pais, siendo así que á su invasión al mediodía aun se es-
presaban .con sus dialectos boreales; el bástulo ó P ú n i c o que
era el hebreo de los fenicios, y finalmente el Turdelano que
era una mezcla de bástulo y griego con los idiomas primi-
tivos de que no tenemos noticia alguna y que debió ser la
lengua hispana. Los romanos, á su llegada, introdugeron su
habla, que se generalizó en el pais durante su larga domina-
ción y usado por la gente culta con igual pureza que en R o -
ma; pero del Bástulo y Celtibérico, mezclado con el latín,
salieron esos dialectos diversos, que, pulimentados con el tiempo,
dieron sin duda nacimiento á las lenguas de los gallegos, ca-
talanes, valencianos y portugueses; debiendo decir sin em-
bargo, que el idioma dominante basta la espulsion de los godos,
fué únicamente el lalin en toda la estension de España.
Los caracteres que se usaron en nuestra nación desde
los tiempos fabulosos fueron el alfabeto de los fenicios, i n -
ventado por Taaut á los 2021 años de la creación del mundo,
y que constaba de 13 letras: á este alfabeto fenicio, que no
falta quien apoye sea el mismo de los asirlos, vino á unirse
el de los griegos al eslenderse por nuestras costas; de tal
modo, que los primeros se quedaron en la Bélica y los se-
gundos en la España citerior ó Tarraconense. Alterados ambos
alfabetos por los indígenas, se produjo el llamado hispánico.
tan original y desconocido como el idioma de este nombre,
verdadero amalgama de las lenguas, bastulas, griegas, celias
y escuaras: empero fué conocido con el nombre de alfabeto
turdelano y celtibero, en razón de que en estas regiones se
hallaban madores muestras de arabos en la munisroática y lilo-
lógia. Ya en el siglo décimo sesto, varios literatos españoles,
como Juan Andrés Estrañz, comenzaron á distinguirse en este
g é n e n > d e estudio, siguiéndole el arzobispo de Tarragona, Don
Antonio Agustín, reputado por el príncipe de los anticuarios
eminentes; Don Bernardo Aldrete, canónigo de Córdoba; Pablo
Albiníano de Rojas, jesuíta valenciano; Juan Francisco Andrés,
doctor de Zaragoza, y, sobre lodos, Don Vicente Juan de L a s -
tanosa, continuaron aplicados á esta investigación, acompaña^
ñados, en la mitad del siglo último, del erudito don Blas A n -
tonio Nasarre, bibliotecario de Felipe V y de Fernando V I ; del
Dean de Alicante don Manuel Marti, v del cónsul de Holanda
132
en Sevilla, don Jaime Barí; pero todos estos hombres entendidos
no hicieron grandes adelantos é importantes descubrimientos
sobre la Índole de eslos caracteres desconocidos; por manera,
que hasta que Don Luis José Velazquez publicó en 1752 su
Ensayo sobre los alfabetos de letras desconocidas, no llegaron
á clasificarse en báslulo-fenicias, furdetanas y celtiberas, y á
saberse que su origen se fundaba en los alfabetos primitivos
fenicio y griego. Con tan feliz descubrimiento, y con los que se
siguieron por don Francisco Pérez Bayer en su Alfabeto y len-
gua de los fenicios y sus colonias y tratado de sus monedas
hebreo-samaritanas, empezaron á leerse las inscripciones de las
medallas de que tanto abunda nuestro suelo, únicas muestras
literarias de aquellos primithos tiempos. Con tan importantes
noticias se han estudiado estos cuños ibéricos y turdetanos,
escritos en idioma fenicio ó hebreo, ó en ambas lenguas, hallán-
dose en las mas modernas también una inscripción latina. A
menudo, las monedas celtiberas presentan un solo caballo en
pelo, ó ya con un ginete montado, ó con lanza ó palma en la
mano, símbolos de la vasta región que tan hermosos los criaba.
Otras veces es un delfín ó un elefante la empresa que Jas distin-
gue; y por lo que hace á las turdetanas ó de la Bélica antigua,
se ven en sus anversos y reversos ó las efigies de Hércules,
Nepluno, Venus, Cibeles y Piuton, ó las imágenes del sol, la
Juna, las estrellas, deidades de los fenicios, ó las de los atunes,
pámpanos, espigas y toros, producciones de nuestro suelo. So-
bre bases tan seguras y adelantos tan plausibles, ha podido en
nuestros dias el caballero Lorick aclarar definitivamente unos
alfabetos tan antiguos como difíciles.
A l advenimiento de los romanos, la irregularidad de su len-
gua pudo con sus limpios caracteres contribuir á que se estin-
guieran aquellos ó á que nuestros demás pueblos, facultados pa-
ra acuñar moneda, conservasen lodavia aquellos tipos primitivos
para consuelo del vencido. Pero por lo que respecta á los godos,
al introducir su alfabeto, usaban indistintamente ya los«carac-
teres rúnicos, ó los modernos de su obispo Urfila, cuando se
hallaban sobre el Danubio en tiempos del Emperador Valente;
acomodando en lo posible la nueva forma de sus letras á la
configuración dominante de las griegas y romanas. Pero en los
últimos tiempos de su dominación en la Península, confun-
didos como se hallaban con los romanos y sus costumbres, se
olvidó la escritura Urfilana, viciándose nuevamente hasta tomar
una forma nueva y estable, que fué denominada gótica, en la
133
que las mismas letras numéricas, á imitación de las romanas,
equivaJian y significaban con una L cincuenta, y mil con una
T , en lugar de M . Alterada mars la ortografía en los nombres de
muchos pueblos, como LisBona por UlisiPona, CordVba yor
€6rdOha\ y otros como Porta Cate, Tarracona y Cesara-costa.
denominaciones romanas transformadas por los godos en Portu-
Gal, Tarra-Gona y Zara-Goza, trasmitidas hasta nosotros.
Las dignidades eclesiásticas en la época que describimos,
eran las mismas subsistentes desde el edicto de Constantino.
Los obispos confirmaban las iglesias y altares y ordenaban y
administraban la confirmación. E l presbítero predicaba, sacrifi-
caba y daba la bendición al pueblo; el diácono ó levita ser-
\ia inmediatamente al sacerdote en el aliar y dispensaba la co-
munión á los fieles; el subdiácono recibia las ofrendas y pre-
paraba los ornamentos y vasos sagrados para el sacrificio; el
lector leia en alta voz el antiguo y nuevo testamento; el salmista
ó cantor entonaba los cánticos divinos al acudir el clero al coro;
el exórcista invocaba el nombre de Dios sobre los energúme-
nos para arrojar los espíritus malignos; el acólito encendía las
velas para el sacrificio y tenia el candelero al tiempo del Evan-
gelio; el ostiario ó portero tenia las llaves del templo. T a m -
bién habia un archipresbltero ó arcipreste que presidia á los
presbíteros; un archidiácono ó arcediánOy á los diáconos;
un pnmiclero ó primicero, á los doctores, salmistas exor-
cistas y acólitos; un tesorero, á los sacristanes y ostiarios,
y un ecónomo que tenia las cajas de la Iglesia y cuidaba de
sus gastos.
En tiempo de la España goda se contaban 83 obispos, á
saber: 15 en la provincia Tarraconense, 21 en la Cartaginesa,
11 en la Bética, 14 en la Lusitania, 11 en la Gallecia y 8 en
la Narbonense. Los de la Bélica eran Sevilla, Córdoba Grana-
da, Ecija, Cabra, Santiponce, Martes, Niebla, X e r é z , M á l a g a
y Adra. L a introducción de los metropolitanos fué á fines del si-
glo IV de nuestra era, los cuales, con los sufragáneos y la au-
toridad del Pontífice Romano, componían la gerarquía episco-
pal. Sevilla fué Metrópoli de la Bética, M é r i d a de la Lusitania^
Tarragona de la Tarraconense, Braga de la G a l i c i a , iVar-
hona de la Narbonense, y Cartagena y Toledo de la Car-
taginense. E l Papa, en estas altas clases, ó sea Primacía de
Honor, remitía el Palio á los obispos, tenia en Roma tribu-
nales de recursos ó de apelaciones, enviaba á España jueces
pontificios y vicarios que le representasen. Los metropolitanos
m
convocaban los concilios, consagraban á los sufragáneos. Ies
subsliluian en sus ausencias, juzgaban sus causas en primera
instancia y \igilaban sobre el buen régimen de los obispados
y parroquias; y finalmente, los sufragáneos hacian el crisma,
administraban el sacramento de la confirmación, conferian órde-
nes mayores, daban el v i á t i c o ^ las vírgenes, consagraban las
iglesias, absolvían á los penitentes, catequizaban, predicaban y
daban órdenes menores.
Dividíanse los concilios en nacionales, provinciales y dio-
cesanos. Los primeros, convocados por el Rey, los segundos, por
el metropolitano y los terceros, por el sufragáneo. Los concilios
nacionales principiaron en el de Braga en 447; siguieron el 3.*
de Toledo, convocado por Recaredoen 589, y concluyeron du-
rante la dominación goda en el 18 de esta misma ciudad, tenida
por Witiza en 701. Después del concilio .de llliberi, del que ya
hemos hecho mención por su relación con nuestra historia, se
celebró el de Zaragoza ó Cesaraugusta el año 380 de nuestra
era, y el de Toledo en el año de 400. Hubo además concilios
provinciales en Sevilla, Mérida, Toledo, Zaragoza, Huesca,
Barcelona, Egara ó Tarrasa, Narbona, Valencia, Tarragona,
Gerona, Lérida y Agüe, convocados por el Rey desde el año
506 al 589. Reuníanse los primeros en casos de necesidad para
asuntos de doctrina ó de disciplina, ó por razones de estado en
vista del enlacé teocrático y civil de la legislación de los godos.
Los segundos se convocaban por el metropolitano, y de cuanto
se deliberaba en estas asambleas sagradas se daba noticia en los
concilios diocesanos; que se celebraban cada seis meses ó una
vez al año. En el órden de su celebración había curiosas cere-
monias. Los porteros de la catedral abrían una sola puerta por
donde entraban los obispos por el órden de su gerarquía, se-
guidos de los presbíteros, diáconos, notarios y los pocos secu-
lares á quienes se permitía el ingreso. Luego de cerradas las
puertas, se procedía á la oración, á invitación del arcediano, lo
que terminaba con unas preces vocales pronunciadas por el mas
anciano de los obispos, á que respondían Amen; volviendo á to-
mar asiento á la voz del arcediano. Hecha la profesión de fé,
un diácono, vestido de Alba, tomaba el código de los cánones
y procedía á su lectura: ayunábase en los tres primeros días,
tratándose en ellos de asuntos de religión, y en los siguientes
de otras materias.
Diremos para completar el cuadro de la gerarquía e c l e s i á s -
tica, que en todas las catedrales había dos comunidades, deno-
135
minadas cónclave de niños educandos; en las iglesias de los pue-
blos, rectores ó curas párrocos, y un tribunal eclesiástico que
conocía en causas graves. Los templos, por una ley antiquí-
sima, tenían el derecho de ^ M / O para los católicos y arríanos.
Principió en el recínlo del altar con el coro; después se esten-
dió á toda la iglesia, y últimamente, bajo el mando de Ervigio,
se aumentó á 30 pasos de su área, siempre que no hubiese casa
en ella. Con los productos de los diezmos, las dádivas de los
fieles y las rentas de los inmuebles se hacian tres partes que
se distribuían en las varías clases del clero, sin que ninguna de
las leyes godas dejase de declarar permanente é irrevocable
toda donación hecha á Dios.
La continencia de los sacerdotes no permitía el matrimonio
sino á los ordenados de menores, eligiendo esposas vírgenes;
pero si ascendía á órdenes mayores, y aun al obispado, debía
separarse de su muger ó guardar la castidad: á los que vivían
fuera del claustro canonical, fuesen casados ó no, les era pro-
hibido tener en su casa otras mugeres, que sus madres ó her-
manas, mugeres propias é hijas, con un anciano ejemplar para
que fuera testigo de sus acciones. E l clérigo que recibía en su
casa muger prohibida ó coabitaba con ella, se castigaba en el
primer caso con suspensión y cláusura, y en el segundo con pe-
nitencia perpétua. E n los concilios IV de Toledo y en el de
Mérída se impuso la castidad á los obispos y curas, y en el
Toledano X í , á los que recibiesen órdenes mayores.
Las fiestas de la Iglesia goda, además de los domingos,
eran nueve: Navidad, Circuncisión, Epifanía, Resurrección,
Ascensión, Pentecostés, Invención de la santa Cruz, Anuncia-
ción y la Festividad de la Concepción, que fué admitida por
todos los españoles á mediados del siglo VII. Comenzaba la
cuaresma cinco días mas tarde que ahora, con 36 días de
ayuno. E n el domingo de Ramos, que se llamaba también Ca~
pitilavio se lavaban las cabezas de los niños para presentarlas
limpias al bautismo que se les daba en el sábado santo. E n
las procesiones de penitencia» que se llamaban rogaciones y
letanias, iban á la cabeza los hombres, y las cerraban las m u -
geres, llevando al clero en el centro. E n el entierro de los d i -
funtos iban muchos eclesiásticos entonando salmos hasta la
iglesia, donde se celebraban las exequias y se les ofrecían su-
fragios; siendo imponderable el respeto que se tenia á estos ú l t i -
mos asilos del hombre.
Finalmente, las órdenes monásticas se componían de mon-
1 19
136
ges, divididos en miofoVas, que eran los que hacian vida co-
1
mún, y en anacoretas, que, después de haber vivido en comu-
nidad muchos años, se encerraban en una celda, escluidos de
lodo trato y comercio mundano. Estas primeras casas religio-
sas se gobernaban sin regla fija, bajo la autoridad de los obispos
j abades, hasta mediados del siglo VI en que florecieron san
Martin y san Doroteo, que fueron los que crearon la 3.' clase
de mondes en los monasterios de Dumio cerca de Braga, y en
el de Sirbotano cerca del cabo Martin. Después del año de
570 siguieron otras fundaciones, como la de San Millan de la
Cogulla en la Uioja por san Emiliano; las de Compludo (la
antigua Compláttca) en el Bierzo, san Román de Umisga, cerca
de Toro, por san Fructuoso; el Agállense en Toledo; el de
Ttbaes en Portugal; el de santa Engracia en Zaragoza; el de
Pampliega en tierra de Burgos; el Viclarense ó de Valclar*
en Cataluña, y los de san Pedro de Cárdena y de san Claudio
en León. Todos estos monasterios, bajo las cinco reglas mona-
cales de san Donato, san Fructuoso, san Valerio, Juan V i c i á -
ronse y san Isidoro; pero se deja conocer que en el suelo de
esta provincia, contrastado por las luensas lides de los alanos,
vándalos y suevos, y por los godos é imperiales desde la con-
versión de Uecaredo, apenas habia otros varones dedicados á la
vida contemplativa que esos aislados hermitaños, que, seme-
jantes á Amasuindo, ó acaso, como es probable, al presbítero
Januario que daspues de haber concurrido al concilio de l i l i -
beri (Elvira) harian en aquellos tiempos, ó durante la ocupación
ár abe,una vida contemplativa ya en los bosques de Jotron, tan
inmediatos á Málaga, ó en el cerro de san Antón, cercano al
pueblo de Alhaurin el Grande; pues en la ermita de aquel nom-
bre hallóse en sus cimientos un hermosísimo relieve sobre
una lápida de mármol blanco, de que daremos mavor noticia
y fiel diseño en nuestra Geograjia Concordante. (Don Miguel
Cortés y López, tom. 2 . ° p á g . 70 del Diccionario de la Espa-
ña Antigua. Tácito, de mor, germ. Ilerodoto, lib. h.0 Mel-
pónene. Séneca % De bell. galL César, de belL gall. Gibbon,
Histor, de la Decad. cap. 10. Amiano Marcelino, lib. 31.
Justino, Hist. lib. 2. Jornandez, De reb. gelic, cap. 24.
Orosia, lib. 7, cap. 37. Adelung, Historia antigua de los Ale-
manes, p á g , 202. Orosio, cap. 33, lib. 7. San Isidoro de Se-
villa, Historia Gothorum, p á g . 155, edición Real. Severo Sul~
picio, chronicon, p á g . 450, del tom. 4 . ° de la España Sagrada.
Orosio, lib. 1, oap. 40. San Isidoro, Historia Vandalorum,
137
p á g . 163 y 165. ¡ d a d o , Chron. p á g . 354. Rodrigo de Tole-
do, Uand. cap. 12. San Gregorio de Tours, lib. 2.° cap. 2.
Jornandez, de rebus geticis, cap. 33. Idacío, Chron. p á g . 359.
Vítor Vítense, De persec. vand. lib. 1. cap. \ . D r . Ribera,
Memoria para la Historia de Ronda; Memoria 3.a CeanBer-
mudez, Discurso preliminar á la obra de Llaguno. sobre la A r -
quitectura de E s p a ñ a . Idacio, chron. p á g . 363. San Isidoro,
Hist, S u e v o r . p á g . \$5. Idacio. chron. p á g . 365, 366, 370,
372, 373 y 378. san Isidoro, Hist. S u e v o r . p á g . 158. Reseña
H i s t ó r i c a de España de Don Ildefonso Marzo para la Ilus-
tración de la concordia Geográfica de la P e n í n s u l a , Inédita.
Cuadros históricos al Atlas de E s p a ñ a publicados en Barce-
lona. Procopio, de Bell. Golh. lib. 1. cap. 12. Sócrates y
Teodoreto, Historia Tripartita. San Isidoro, Histor. Gothor.
p á g s . 159, y 160. Mariana, Historia de E s p a ñ a , libros 5.*
y 6.° Juan Biclarense, Chronicon, p á g s . 377. y 381 del tomo
6. ° de la E s p a ñ a Sagrada. Cuadro histórico del \tlas de
E s p a ñ a . Masdeu, Historia c r í t i c a de E s p a ñ a , iom. 8.° p á g s ,
50, 51, 52, 117, 118, 119, 120, 121 y 122. Ánligúedades
Romanas de Rosino, lib. 7.° y cap. H y lib. 10, cap. 6.° y
7. ° cap. A y AS, lib. 20, cap. 5, 7, 13, 8, 9 y 10. Appiano
y Plutarco Rosino, Anlig. Rom. lib. 119, ca^. I.0 Tilo L i -
vio,lib. 8. Justo Lipsio, de Milicia Román. Cuadros del Atlas.
Masdeu, Historia critica de E s p a ñ a , tom. I.0 Rosino, Antig.
rom. lib. A.0 Cap. 4- y 3. Diclionnaire des Origines, tom.
prem. a r t . A n n é e et Calendrier. Larramendi, Diccionario T r i -
lingüe. Masdeu, Histor. crltic. de E s p a ñ a , tom. \ .0 Ilustración
IX, Don Basilio Sebastian Castellanos, Cartilla Numismática,
Masdeu, Historia Critica de E s p a ñ a , tom. 8. p á g . 269.)
NOTA XXVIII.
NOTA XXIX.
é 9 é ó 9 6 f
SEGUNDA PARTE.
no?) 6(1
(1) Véase la nota Idel Apéndice á la 2.a parte, que tiene por título: Noticia d*
Uohoma, de tu religión y doctrinas,con una sucinta idea de los pueblos que invadieron
la Península.
20
íM
fljue rivalizase al de la Meca, y nos darían los jardines encantados y la
caprichosa Alhambra? Solamente una divinidad en tan amargos dias
hubiera podido señalar la blanca página y los caracteres de oro ron
que debian ser inscriptos siete siglos de batallas, los hechos del Cam-
peador, el combate de las Navas, el asedio de Sevilla, U reconquista
de Málaga y la toma de Granadal!
En este periodo estraordinario, en que el valor español pugnaba
coa la bravura oriental, cuando los guerreros, sedientos de gloria y
de altos hechos, bajaban las enrogecidas lanzas y las afiladas cimi-
tarras para tender una mano de piedad á los valientes caídos, sin cu-
rarse de su culto ó su bandera, en este periodo, repito, disfrutaba
Málaga la prerogatira de un gran pueblo.
Sus estrechas y tortuosas calles, sus altas y envejecidas mura-
llas, Gibralfaro todavía con reveslimienlos árabes: la Alcazaba con
sus tres recintos y carcomidos torreones, la puerta mágnífica de már-
mol blanco de una antigua mezquita que vanamente ha desfigurado
la ignorancia, y en la que se lee aun: Solo Dios es poderoso, solo en
Dios está el valor (1); en fin, esa Atarazana ó Arsenal de los tiempos
de Abderrahman, son rasgos característicos .jue dan á nuestra ciudad
ese color del oriente con que llama la atención de los viageros y
esa idea de poder mas espresiva que las descripciones histó-
ricas .
Ecsiste frente de Consuegra el monte Calderioo ó de la traición,
en el que, según el padre Mariana, se concertó la entrega de la Es-
paña. Los historiadores árabes, confirmando estas tradiciones popula-
res, están contestes en que algunos cristianos de Gezira Alandalus, (2)
ofendidos de don Rodrigo, pasaron el Estrecho para suplicar á Muza
emprendiese la conquista.
Quinientos hombres solamente, á las órdenes de Thariq ó Tarie,
pisaron el monte Calpe que nombraban Gezira Alhadra ó monte ver-
de, el año de 710 de nuestra era. Asegurado del país por la in-
fausta victoria del Guadalete, y rendida Ecija, fué tomada Málaga sin
resistencia, á los dos años siguientes por Zaide Ben Kesadí el Seksekí
(3). El Xerif Aledris, conocido por el Nubiense, dice fué conquistada
Mediterráneo.
Conde.
(3) Véase la nota II del apéndice á la i * parte: Pormenores de ta conquista
con el gobierno de fot Emires, hasta la instalación del califato de Córdoba.
\ 146
que afortunadamente rQ§ídian en España, se presentan en Damasco
pidiendo un gobierno justo. Abderrahraan, hijo de Moavia, descen-
diente de los califas, errante entre los beduinos, de un valor á toda
prueba y de cualidades relevantes, es elegido al momento. El anti-
guo gobernador general se indignó con esta nueva, y, como la sierpe
que se pisa [IJ hizo matar en el acto al portador del suceso: crueldad
que le arrebató su fortuna y que espió con su cabeza, ofrecida en
horrendo espectáculo á los habitantes de Córdoba.
El deseado príncipe desembarcó en Almuñecar entre las aclama-
ciones públicas. Elvira, (2) Almería, Málaga, Jerez, Arcos y Sidonia
[3^ se le unieron con 20 mil caballos, distinguiéndose el gobernador
de nuestra ciudad en asegurar su triunfo.
Este monarca, queriendo conmemorar la paz que habia alcanzado,
puso la primera piedra á la grande aljama ó mezquita de Córdoba,
que tuvo i 093 columnas, y puertas embutidas de oro: monumento
semejante al de Damasco, superior en magnificencia al de Bag-
dad, y solo comparable al de Aíacsa [4] rival del templo de
la Meca.
Antes que este último vástago de los Ben-Omeyas se hubiera sen-
tado en el trono de Córdoba y diera fundamento al Califato de Oc-
cidente, veinte y dos emires ó gobernadores fueron los gefes de la
España árabe, que, aunque procuraron alguna paz á sus naturales y
habitantes, eran mayores los males que causaron sus recíprocas ambi-
ciones, inveterados odios y perpetuas guerras.
Abderrahman, que en el infortunio (6) habia aprendido la verda-
dera filosofía, fué un iris para sus pueblos. Obras magníficas, reno-
vación de los antiguos caminos ó calzadas, comidas públicas para los
pobres, justa administración en el estado, y una sensibilidad esquisita,
son los signos que mas han distinguido á este'príncipe. Triste en medio
de la opulencia como el beduino del desierto, á cuyo lado pasara su
edad florida, improvisaba dulces versos, contemplando desde sus ver-
Xerif-Edris.
Créese fué asesinado de órden de so padre.
150
man el grande, habia sido jurado con anterioridad por lamayor parte de
los pueblos, con el entusiasmo que inspiraban las virtudes de sus pre-
decesores, cometió todo jénero de crímenes para vengar la desastrosa
muerte de Aly; pero el hijo de este príncipe Jahye Ben Aly luego que
supo el fallecimiento de su padre y la usurpación de su tio, abandona
el Africa, donde residia con su numerosa caballería de negros de Sus,
gente aguerrida y feroz, y se posesionado Málaga, teatro después dé
mil combates sangrientos entre los dos pretendientes al usurpado trono:
apremiados, empero por Abderrahman, á quien estas discordias civiles
eran en estremo favorables, suspendieron sus hoslilidadesintestinas con-
viniendo falsamente en repartirse el mando del imperio, destruido que
fuera aquel lejítimo concurrente. Poco después, Jahye Ben illy, apro-
vechando la ausencia de su tio Alcasim, y apoderado de Córdoba, le de-
claró sin derecho á la sucesión del reino; pero cargado á su vez por las
armas de este príncipe, entre las quefigurabanlos contingentes de Má-
laga, se refugió en Gibraltar, en tanto que su tio, aborrecido y acosado
por el pueblo, huia disfrazado á Jerez para ocultar su ignominia.
La célebre batalla de los campos de Granada tan favorable en
sus resultados al lejítimo Abderrahman y que hubiera sido decisiva
para la reconquista del trono de sus abuelos, terminó con la muerte
de este rey en el momento de cantarse la victoria; una fatal saeta,
lanzada de la hueste enemiga, arrebató las esperanzas del pode-
roso partido de tan ilustre como desgraciada dinastía, cubriendo
de luto los mismos arcos triunfales erigidos en Córdoba para decorar su
entrada. Le sucedió Abderraman Almostadir Billa, (1) príncipe jóven,
hermoso, amante de las ciencias y de costumbres las mas puras. El
mónstruo que cebaba la sangre y la anarquía, abortado por las pasa-
das contiendas, pugnando tascar el freno suave de la justicia y de
la ley, inmoló á este príncipe en su propia cámara á los 47 dias
de su advenimiento al trono, como si en la negra página de los
destinos humanos hubiese trazado una mano fatídica el anatema de
proscripción de los Omeyas. Le sucede el perpetrador del crimen Muha-
mad Ben Abderrahman Ben Obeidala, sin que bastasen á contener los
desórdenes del Estado, su liberalidad, su amor á las artes, é ilustra-
ción propia, porque murió envenenado sin dejar un heredero. (2/
• i •-
151
Por esta breve noticia de los sucesos contemporáneos, se intro-
ducirá el lector en la historia de los reyes malagueños de la que voy
á dar cuenta en consecuencia de mi propósito.
Jahye Ben Aly Ben Hamud, que dejamos encerrado en Gibraltar,
ese rival formidable de Alcasim, es el primer rey de Málaga que
encontramos en la historia por los años de 4020. Sus estados compren-
dían á Gezira Alhadra, Ceuta y Tánger. Por su moderación y justi-
cia era amado de sus pueblos. Luego que supo la vacante del trono
de Córdoba, juzgó conveniente á su política encerrar en un estre-
cho calabozo á su tío Alcasim, temeroso de que formase otro partido.
Sus subditos, que tanto interés tomaban por su gloria, le impulsaron
á sentarse en aquel desierto trono de los califas de occidente. Ago-
viada la ciudad de Córdoba con el triple peso de la incertidumbre,
del furor y la anarquía, se conmovió toda á la entrada de este prín-
cipe, haciendo resonar en los aires su escssivo alborozo. Apeóse en
la gran mezquita para hacer sus oraciones, apareciendo después por
las calles, precedido de los vivas populares. Escribió á todos los go-
bernadores'de las provincias ecsigiéndoles obediencia; peroles mas
retirados se escusaron con protestos aparentes, y los mas cercanos
osaron despreciarle, designándole como intruso. El alma de Jahye se
indignó escesivamente con la desobediencia del Wali de Sevilla, y
queriendo hacer un escarmiento egemplar que intimidase á los demás,
previno á los alcaides de Jerez, Málaga, Sidonia y Arcos que marcha-
sen contra aquella ciudad, en tanto que se les reunía con los ginetes
de Córdoba. Se dió la batalla en las inmediaciones de Carmena el 7
de Muharram (1) de 1026 de nuestra era; pero Jahye perdió la vida
cosido de una lanzada á la silla de su caballo. Los caballeros cordobe-
ses y los guerreros de Málaga se retiraron afligidos á sus hogares,
mientras que la cabeza de aquel buen rey era ofrecida en espectá-
culo por las calles de Sevilla.
Consternada esta ciudad con la muerte de su monarca y estendi-
da la fatal nueva á los gobernadores de Africa, se les vió llegar
presurosos con Edris Ben Aly Ben Hamud, hermano del infortuna-
do príncipe, proclamándole su sucesor y nombrándole Alolui ó el
ensalzado. Era dadivoso y benigno para con los infelices: los poetas
celebraban en escogidos coaceptos su liberalidad y su justicia. Alzó
ii) Enero. ^
152
inroedialaraente la proscripción de los enemigos de su padre, res-
tituyendo á los desterrados sus antiguas propiedades: no se oyó
en el tiempo de su mando la queja del descontento; visitaba las
escuelas y los hospitales, dando no solo muestras de humanidad y sa-
biduría, sino derramando mercedes y beneficios por do quiera. Te-
nia por primer ministro á Muza Ben Afán, que tan indignamente
correspondió á su confianza, y por mayor general de su ejército á
Aben Bokina.
Naturalmente propenso á amparar al desvalido, prestó sus ar-
mas al señor de Azahila y de santa Maria, Huceil Ben Chdlf, que, l i -
gado con otros gefes inmediatos, se atrevió á menospreciar las ame-
nazas del rey de Córdoba. Sitiado empero en Carmena y próesimo á
sucumbir por falta de provisiones, se retiró con algunos centenares
de soldados á sus dominios de Ecija para implorar el socorro de
Edris, al mismo tiempo que su hijo solicitaba la protección de otros
príncipes. El general Aben Bokina salió de Malaga con un poderoso
ejército para sostener el combate que habia emprendido Zahanaga,
gobernador de Granada, quedando derrotadas las huestes del rey
de Córdoba, recuperada Carmona, y ocupada Atrayana, Triana, an-
tiguo y célebre barrio de Sevilla.
Entre estas guerras intestinas se pasaron varios años: acha-
coso el rey Edris y agoviado de vejez, pasó los últimos de una
vida consagrada á la virtud en los montes de esta ciudad, de-
nominados Yebasler, terminando sus dias el año 1039 de nues-
tra era. ^ nni nal tío ••¡•í-Uui ü oih ••<•:) nh
Sus sobrinos, los hijos del rey Jahye, que eran de menor edad
cuando la muerte de su padre, se educaban en Ceuta bajo la vigi-
lancia de un jeque muy honrado de Algeciras, llamado Abul He^iag,
protegidos por el eslavo Naja, gobernador supremo de los dominios
malagueños en Africa. Era farna, que aquel jeque, sabedor de la hor-
fandad de los principes, reunió á todos los negros que guarnecían el
país y les tuvo este discurso: «Ved los hijos de vuestro rey dispues-
«tos á daros la felicidad si los tomáis por caudillos, y si les prestáis
«vuestra adhesión y valor.» Entusiasmados los negros, desnudaron sus
alfanges para jurarles obediencia. Cuéntase que en tan interesante
escena, Muhamad, el mas jóven de los príncipes, espresó su gratitud
manifestándoles que mientras durase su vida cifraría su mayor honra
en ser gefe de los negros.
Sin embargo, á la muerte de Edris fué jurado rey de Málaga Jah-
153
ye Ben Edris, conocido por Ayan, á esfuerzos de Aben Bokina, y con
general contento del pueblo; pero luego que el Eslavo Naja se ente-
ró de estos sucesos, cruza precipitado el Estrecho con Hacera Ben
Jahye, sobrino mayor del rey difunto, de cuya voluntad disponia, y
se presenta en esta ciudad decidido á coronarle. Aben Bokina, de-
fensor del rey jurado, le hace frente con sus valientes oficiales y
le obliga á refugiarse en la Alcazaba, favorecido por su alcaide. Es-
trechado en esta ciudadela, falto de víveres y en inminente riesgo de
entregarse á discreción, capituló al fin, reconociendo á Ben Edris
por rey de Málaga, reservándose el gobierno de los dominios del Afri-
ca, y estipulando por condición especial, que el poderoso comerciante
Axetaifa, parcial del Eslavo Naja, quedase de primer ministro de
aquel príncipe.
Hacem se hallaba casado con su prima, la hermosa Asafia, cir-
cunstancia que fué origen de su muerte prematura, perpetrada por el
eslavo Naja, ambicioso de su lecho y su ventura. Tan inesperada ca-
tástrofe originó una contienda entre los parientes de la víctima; pero
el intrigante asesino, aun favorecido de la fortuna, logró posesionar-
se de Málaga con fuerzas considerables de mar y tierra, ayudado por
el traidor Axetaifa, que le entregó á su rey dentro de su mismo alcá-
zar. Este triunfo fué de corta duración, como todos los que se deben al
crimen, porque al intentar el eslavo cometer un segundo asesinato en
el cautivo Ben Edris, fué hecho pedazos por los soldados malagueños,
pasando un desfiladero, con muchos de sus adictos. Alborozada la cm -
dad coa tan feliz nueva y resentidos los ánimos con la opresión del
valido, despedazaron á Axetaifa y proclamaron otra vez á su mo-
narca, que no perdió ni un solo instante en atajar la efusión de
sangre y los desórdenes inseparables de estas contiendas ci-
•jfffPfrí oesofi pim í-f iáeñ pJnoífriB. uno ob ob'má ¿k^íinl .esetí oh ©Jftfj
Estinguida en el entretanto en Córdoba la sucesión de los Omc-
yas por las maquinaciones políticas de los magnates que procura-
ban establecer su grandeza sobre el esterminio de tan íncli-
ta dinastía, como por la desconfianza supersticiosa del pueblo que du-
daba de su fortuna, fué elegido digno de tan ilustre trono el virtuoso
vizir Gehwar Ben Muhamad, hijo de los antiguos cancilleres del impe-
rio. Por la nueva forma que dió á su gobierno se notó inmediatamente
su prudencia y sabiduría, así como por el modo con que logró atraer-
se á los partidos. Los disturbios que pesaban sobre Málaga afligian
su corazón; viendo desestimados sus paternales consejos, deler-
154
minó con la fuerza reducir á la razón á los diferentes príncipes de
tan vasta monarquía; pero cuando iba á ejecutarlo, le arrebató la
muerte en el año 4044 de Jesu-cristo. Sucedióle su hijo Ben Gehwar
Abjil' Walid.L? hif.-lov c^oo sb .oífiolib ve-i feb lovfsm cfliiVírté ^vdtl
Fué por estos tiempos cuando Jahye Beñ Edris, siguiendo la po-
lítica de sus antecesores, acudió con sus ejércitos á favorecer á su
amigo y aliado Habus de Zanhaga, señor de Granada; pero duránte
su ausencia, Muhamad, gobernador de Algeciras, se introdujo en Má-
laga, incorporándose con los negros africanos que defendían la Alca-
zaba, quienes le proclamaron entre el estruendo de las armas. El
pueblo, empero, que amaba á su legítimo monarca, sitió inmediata-
mente á los invasores, avisó á su rey del peligro que corrían y ani-
mados con su presencia hicieron reducir á su adversario; pera el cle-
mente Jahye Ben Edris le mandó partir al Africa confinándole en el
castillo de Hisn Airache, Larache; se posesionó de Algeciras, y ori-
llando las dificultades creadas por sus enemigos, se hizo dupño igual-
mente de Tánger y de Ceuta, en cuyas plazas, el pueblo, que detes-
taba á los eslavos, lo sacrificó inhumanamente á la vista de
su rey.
Las nuevas revoluciones del año de 1068 contra el anciano rey
Jahye contribuyeron á destituirle de un trono que no supo defender,
y á que terminase sus días en una estrecha prisión.
Su primo Muhamad Ben Akazim Ben Aly, gobernador de A l -
geciras, que cooperó por destronarle, le sucedió en el reino, conti-
nuando sus guerras contra el rey de Sevilla que se había introducido
en la Axarquia: esta contienda fué larga, porfiada y funesta para él
príncipe de Málaga. Cuando se disponía á traer en su ayuda nuevos
contingentes del Africa, y reparar la derrota que habia sufrido de-
lante de Baza, falleció herido de una ardiente fiebre que acaso le pro-
ducirían sus propias agitaciones y disgustos.
Alsim Almustadí era el mayor desús ocho hijos varones y el que
ocupó su trono en el año de 1072, época de aquel gran temblor de
tierra, cuyos estragos encarecen tanto los historiadores árabes. Co-
menzó en el primei día de la luna de Rabié (1) y duró hasta el
Años
de J . C. Reyes de. Málaga.
(1) Véase la nota IV ds\ apéndice á la 2.' parle: Estado sucesivo la Es-
paña árabe á la extinción del Califazgo, é iluslraciones á la histoma de los reye*
malagueños.
(2) Isidoro Pacense.
(3) Véase la nota V del apéndice á la 2.* parle: Noticias de los obispos de
Málaga mientras la dominación mahometana, con nuevas aclaraciones del anacoreta
Amasuindo.
(4) Se halla en la capilla de la Asunción, costeado á espeosas de) canónigo
magistral don Onufrio Morales.
158
ron casualmente, y guiados por Jusef Ben Taxfin, conquistaron to-
da el Africa y fundaron á Marruecos en el año de 1070. ünia es-
te caudillo á la hermosura de su rostro un alma noble y generosa.
Austero, grave, negligente en sus adornos, dadivoso en demasía,
abstinente y moderado, parecía haber nacido para las altas empre-
sas. ¿Qué estraño podrá parecemos que agoviados los moros espa-
ñoles con las victorias de Alfonso VI recurriesen á este afortunado
guerrero para salir de su conflicto? De poco servia al rey de Sevi-
lla, Aben Abed, haber dado por esposa su hija Zaida al monarca
castellano: zo/.obraba su corona y el peligro era inminente.
Toledo estaba rendida y Zaragoza cercada, cuando Jusef Aben
Taxfin desembarcó en Gibraltar en 1086 de nuestra era. Ensober-
becida aquella gente fiera y bárbara con el progreso de sus ante-
riores triunfos, entran á sangre y fuego por las tierras de Castilla,
apoyados por los príncipes andaluces, y sm respetar los pueblos que
eran el dote de Zaida (1) humillan al ejército de Alfonso en los
campos de Zalaca ó de Cazalla, el dia 14 de la luna Regeb (2) del
propio año. Nuestros historiadores no han querido detenerse en des-
cribir una jornada tan infausta; pero los árabes nos dan todos sus de-
talles; aun el mismo Aben Habed la cantó con estos versos:
, , .
«!
(1) Pretenden los historiadores árabes que AMÍU Ó la luz era el sobre nombre
de Thamur Eoigar, descendiente del profeta y el primeio que predicaba la nueva
doctrina religiosa. Se le designaba a5Ír porque tenia por costumbre encender la luz de
la mezquita.
160
Almanzor Ben Muhamad Ben Alhag, siliándolos estrechamente por
el espacio de siete meses que lardaron aquellos en posesionarse del
reino. Conquistada esta ciudad, quedó por alcaide de ella A l -
kakin Ben Hasmin, célebre por la hospitalidad que dio al goberna-
dor de Ronda cuando se hallaba perseguido. Era por este tiempo,
M7G, cuando el valiente capitán Aben Sad, llamado Ben Abder-
rahman Eloski, de Talavera, falleció en Málaga con sentimiento ge-
neral de cuantos le conocían; fué escelente poeta y guerrero dis-
tinguido. Sus obras se conservaban en Marruecos: se le hizo un en-
tierro suntuoso, depositándose sus restos en la vega de esta ciudad,
y plantándose al rededor de su sepulcro varios árboles frutales.
Cuando Alfonso VII, en época posterior á estos aislado? suce-
so?, tuvo por conveniente pedir ausilio al rey de Granada Aben
Alhamur, para adelantar sus conquistas, era gobernador de Málaga
uno de los Beni Escaliolas, que figuró con sus ejércitos en el sitio
de Niebla. También el monarca árabe estuvo en nuestra ciudad por
los años de 1:¿37 conferenciando con sus generales y privados sobre
el modo de romper una alianza tan contraria á sus propios intereses.
Fué anulada efectivamente, pero el walí de Málaga, sobrado orgu-
lloso para disimular algunos resentimientos contra su rey, unido con
los gobernadores de Guadix y de Gomares, se declaró por Alfonso,
siendo el primer fundamento de la división intestina que destruyó
para siempre el imperio de los muzlimes de España. Consecuencia
de esta rebeldía fué la toma de Jerez, Sidonia, Rota, S. Lúcar,
Lebrija y Arcos, porque atacada el rey de Granada por sus propios
subditos á las inmediaciones de la capital, no pudo atender aquellas
plazas. En Málaga y Algeciras hallaron asilo los infelices habitantes
de Jeréz, que en pelotones y taifas se asian todavía á este suelo de
la cuna de sus padres: tan difícil es el sacrificio de los encantos de
la patria! El desgraciado Alhamar no pudo soportar estos reveses, y
falleció en 1273, cuando marchaba á oponerse á los rebeldes. Su hijo
Muhamad le sucede, aunque heredando también la fatalidad de sus
destinos. Abandonado de sus cortesanos, que se unieron al walí de
Málaga, aun cuando quedase victorioso en la batalla de Antequera,
sufrió la humillación de ir á visitar en el centro de su corte al so-
berano de Castilla que lo presentó en espectáculo al armarlo caballe-
ro; procurando con esta honra de la época alejarle de sus pesares y
envolverle en su política. Muhamad, que tenia todas las gracias de
una florida juventud, que hablaba con elegancia el español, que era
16 í
avisado y discreto, comprendió sobraiamenfó que el espíritaíRctósteí
corte de Córdoba se encaminabd á str ruina. Escribe1 ihniefcKaíaiBW
te á Abn Juzef, poderoso rey de Africa, lo estremado oéei i'a^píísgo
y la necesidad de sus socorros. Preséntase este monarca) cohnunonii^
meroso ejército ante los walies rebeldes, que in^uficitthtefeoew ftiflp»^»
le salen á recibir, reconciliándose en seguida con el lirínbípe.de ©raw
nada y marchando de consuno á repeler á los crist>fcnM586loñ oidn »
Pero no fué muy duradera la sumisión aparente*í4ebíref0fl[rRto^
walí, porque ajustadas las treguas con los cristianos,^vel5rlíá»á>"Cofea3rí>í
tarse con Alfonso, poniéndose á su obediencia. Emperooeli'ríJr'jIJuMíí
que empezaba á comprender el influjo y prepotencia dteft gbbcifiíídor
de Málaga, entre amenazas y promesas le hizo partir fracaJ MbP^ae'ig
eos á tomar posesión del alcázar de Ketama con cfuéiJpretórtiliéoli^i'í
demnizarle. Así terminaron tan funestas diferencias1, ipéflr©?G|f|íitíH¡aua
dor Ju<ef puso por gefe de esta ckudad á Ornar BertpJifóhlyNíilfpjiegííSí
con inmediata dependencia de stK (^rderié». idióüi ftol CIJÍIOD BI
Indignado Muhamad de unos conciertos que le arrebiftailsáfl^ta^í'
ya mejor de su corona, y rto pudiendo abiertarnent^1 drsptftbrlííptfÉr^^
muló su sentimiento, y cultivó su amistad con ü . Sanel^itl^ GáfeliflíF,e
en tanto que se le ofrecía la reparación que anlíel^b^. bi^storíacísfeot
siempre el homibre, ¡disimulado cuando débil, usurpada41 ^e^llQflft^
'^SViilil^trf'iWftW^iÉ^ ijtnf] sqionhq Isb lovébeo Í 9
La muerte de Jusef en 1286 y las dí'ulivas del rey 'de^dfcaftád^
inclinaron á Ornar el Batuy á presentarle vasallage, péf^íH1 los
inútiles esfuerzos de Abu Jacub para vengar su trafcí6t|Í',^f'éif5l;SklóSé'
á Salobreña, y le reemplazó en el mando de esta citídád' éí'disffliJ^
gi^idq Ferag Ben Nasar, hermano político de Muharíia^ ^tfe^rftftPs^'
acreditó en la toma de Ceuta el año 1306. Estaba^átehd^Mcttff^n^
hermana del rey» y sus hijos Ismael y Muhamad ocirpaíi%á íMériiati^
vamenteel trono granadino. Era tan poderoso el influjo de e^te Wálí'p
que pudo con sus intrigas escitar una rebelión en l'a caffftál del ^ino
para deponer á su monarca y proclamar á su hijoj períi' to^ó*11H
roano d(íl Eterno se hace frecuentemente visible en los s ú b e o s del
hombre, permitió que este príncipe usurpador, despues'id^ ^ tbi!^
quista de Martes, de su recepción magnífica en la risuetó Granada,
muriese cosido á puñaladas por el resentido Aben Ismael, híjóOder
walí de Algeciras. Este caudillo, que habia salvado de la licencia de
la soldadesca á una jóven de peregrina hermosura, casi á ! éáfétisas
de su vida, no pudo tolerar que el impudente rey de Granada la
163
abuelos, restituía á esta nación perseguida á su barbarie primitiva
y a) furor de los primeros diasde la conquista.
En medio de esta civil discordia, y de una destrucción tan intes-
tina como funesta, la civilización, las artes, la galantería y la indus-
tria arrojaban sus primeros reflejos sobre la hermosa Granada. La
Alhambra se concluía con sus delicadas y transparentes formas, con
sus aposentos encantados. En aquella célebre colina, que parecía una
esmeralda sobre la falda nevada de la sierra, admiraban los jardines
y ios altos surtidores. La molicie de aquel clima, ese culto á la be-
lleza de las moras andaluzas, las justas y los torneos alternaban con
las costumbres guerreras y con la ferocidad de las batallas. Débiles
aquellos príncipes para resistir como antes á los fuertes castellanas,
pedían treguas y mas treguas por adquirir algún respiro para con-
certar alguna empresa, para preludiar una alianza, ó para di-
latar el anatema. La comunicación de entrambos pueblos era casi
indispensable por parte del decaído, en razón de que la inmensa
capital, abundando en manufacturas y en objetos de las artos, tuvo
que deponer el fanatismo para dar fácil salida á sus ricas produc-
ciones. Traficantes de Siria, Egipto, Africa, Italia y otras naciones,
cristianos y judíos, todos los pueblos vecinos, unos desembarcando en
Málaga ó Almería, y otros cruzando la inmensa vega entraban en la
metrópoli para comprar sus ricas sedas, sus olorosos búcaros, sus te-
jidos de lana y sus frutos esquisitos.
La población de Málaga no se estendia en aquellos tiempos, co-
mo ahora, fuera de sus altos muros, porque aunque ecsisten vesti-
guios de edificios en algunos de sus arrabales, y se conserve memo-
ria deque habitaban algunas familias esteriormenle, debemos atribuir-
lo á que corresponderían aquellos restos á las casas de campo de las
huertas, ó á que estos moradores dispersos serian esos moros sin
fortuna que refluirían incesantemente de los pueblos conquistados. El
castillo, mejor defendido que hoy, tenia una muralla doble con cuatro
puertas practicadas sobre la Alcazaba, Mundo Nuevo, campo de la
Victoria y Caleta del Marqués, ahora Campo deReding. Además de
sus fuertes torres, contaba seis baluartes, alzándose por el lado orien-
tal una alta torre á ITsJ varas sobre el nivel del mar. Aun ecsisten
sus vestigios, como los del pozo Airón que entonces fué muy profun-
do, reuniendo esta fortaleza varios algibes y baños para la comodidad
de su guarnición.
Jla Alcazaba ó fortaleza de la Cwesía, según verídicos intérpre-
164:
tes (1), aunque pudiera ecsistir desde la dominación romana, fué cons-
truida por los árabes,como he demostrado en esta historia. Abderrah-
man III de Córdoba perfeccionó sus defensas, aumentando sus mura-
llas y sus torres en 1279,(2) dándola esa forma inespugnable que
aun conservan sus rumas. Todavía es fácil juzgar de su comunicación
interior con la ciudad por la estructura de sus puertas. Tenia HO
torreones principales, tres murados recintos, un camino cubierto con
el castillo y 15000 moros gome res de gnarnicion, en los dias de la
conquista.
Comunicaba con Gibralfaro por una puerta de hierro, coronando
siete torreones la línea de murallas paralelas al mar. Dentr© de la
misma esplanada donde está ta Aduana Nueva se hallaba la de los mo-
ros: este edificio tuvo-tres portadas atlas que daban frente á lasaguas;
pero como todos los historiadores convienen en que Málaga no tenia
mas que cinco puertas en el momento de su conquista, he creído que
este bazar de la marin* se apoyaría contra los muros é e la ciudad y
la Alcazaba sin estorbar sus defensas.
Desde esta cindadela continuaba el maro frente la línea del mar
hasta el callejón de \os Siete Arcos, abierto en el propio terreno del
café de la Marina, donde se elevaba un cuadrado torreón, cuyas en-
tradas y salidas interiores fueron origen de aquel nombre. Desde este
ángulo saliente volvía el muro á la derecha, siguiendo casi una recta,
hasta tocar á Atarazanas. La puerta de Espartería era una de las cin-
co entradas de la ciudad, y correspondia al paraje que aun conserva
esta denominación. Los muros de esta cortina son visibles y ofrecen
su originalidad y aspecto árabe en la calle de Pescadores, notándose
la repetición de sus reductos de menor altura que en las demás lí-
neas del recinto, acaso porque la procsimidad del mar completaría
su fortificación.
El arsenal 6 Atarazanas se adelantaba á la muralla, como ve-
mos al presente, con sus grandiosas bóvedas y su templo de Abderrah-
man. La elevada torre Gorda, que fué llamada por los moros Borchs
Hayta ó torre del Clamor, por que desde su plataforma anunciaba la
oración el alfaquí de la mezquita, ocupó el terreno que está enfrente
de la torre occidental de Atarazanas, como enseñan algunos de sus
(1) Esta debió corresponder al solar de Martirices, en razón á que la tienda de larei-
na Isabel se estableció sobre la altura de la Trinidad.
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191
Aparece de la anterior nomenclatura que el distrito malagueño
comprendía 258 pueblos árabes; 48 en la Exbalia de Velez, 28 en
la Garbia de Ronda y 11 en la Axarquia, (1) sin contar las guarniciones
de los castillos de la costa, cuya total población puede graduarse tri-
plicada, en comparación con la presente. ^2j
El territorio de Málaga se hallaba en mucha parte sembrado de
bosques, según las antiguas crónicas, y la agricultura en un alto gra-
do de fomento. La mayor parte de las producciones indígenas eran
cultivadas en aquel tiempo, dándose la preferencia á las moreras pa-
ra aumentar las cosechas de la seda. Aun en el último siglo sumi-
nistraron las arboledas de Cártama, Alhaurin el Grande, Casapalma,
Yunquera y Casares mucha pane de las maderas de esta iglesia
Catedral.
Los judíos se introducían entre los árabes para impulsar notable-
mente su comercio, llevando nuestros vinos, aceite, higos, pasas,
almendras, sales, lino?, lanas, barrillas, bermellón, hierro, cobre,
metales, barraganes y los usados camelotes á las naciones estran-
geras. El comercio íntimo se sostenía vigorosamente haciéndose alian-
zas con los príncipes vecinos á esta ciudad para asegurar su é c -
sito. (3).
Uniformes las costumbres de los moros malagueños. con los pre-
ceptos y lejislacion de Mahoma, solo sufrieron las pacíficas innova-
ciones de los reyes de Granada. Las enseñanzas eran constantes y
(1) Infatigables en apurar las situaciones de los antiguos pueblos árabes que
acabamos de determinar con notables variantes al testo primitivo, ahora nos toca
añadir en clase de suplemento los de los despoblados de Almadiares cerca de Ca-
nillas de Aceituno junto al riachuelo de este nombre; el de Atmohahi y el de la
Rabila, inmediatos al mismo pueblo; el de Casillas, cerca de la Vihuela; los de
Caulo, Blamochifle, Chinal, Garaupa, Morillo, y Zambucha cerca de Benamar-
gosa; el de Luchiria, contiguo á Bcnamocaira; los de Campanillas, Esleril y Be-
namarin, distantes entre sí media legua, al O. de Benahavís, cuyas tres torres so-
lariegas pertenecen hoy á don Felipe Oñale; el de Benajarafe ó Benajaraf cerca
de Macharaviaya, hoy poblado con 55 casas; el de Benahalis, también poblado no
lejos de este mismo pueblo; e! de Benamayor, cerca de Torrox; los de Mezquitas.
Albotillo y Bornoque, cerca de Iztan; el de ftenamegi al N. de Genalguacil, el
da Monarda, cerca de lubrique la Nueva; el de Áudazar ó Audalasar, cerca de
Alpandeire; el de Parabacon, próesimo á Algatocin; el de Jarques, término de Be-
narraba; los de Chipre, Aguazadoras, Pedrero, Sidron, Real de Sierra-Bermeja y la
Virgen, inmediato á Casares; el de Bentomil, cerca de Pujerra, y los de Chuear,
Benajajin, Aljarra,y ^íícaííor, entre Genalguacil y Casares; cuyos 33 pueblos, uni-
dos á los anteriores, dan 300 poblaciones árabes en la actual estension de esta pro-
vincia. \
(2) Véase la nota VI del apéndice á la segunda parle: Geografía árabe con-
cordante de la provincia de Málaga.
(3) Véaíe la nota VII de id. id.: Idea Sucinta de los judios en España.
26
192
1
195
el vulgo llamaba Abu Amer, gran defensor del islamismo, fuécatedrá-
tico en las escuelas de Granada; Abdalla Ben Alhasam hizo la histo-
ria de España; \bderrahman, conocido por Alsahili, trazó la'biografía
de los varones ilustres, siendo un segundo Plutarco; Abdeluahad Ben
Mohamad publicaba la historia de esta ciudad á fines del siglo X l l , y
los célebres capitanes Farragio Ben Ismail y Abdalla Ismail fueron
distinguidos por su-pericia en el arte de la guerra, y como historiado-
res de los monarcas africanos. Tales fueron los hombres eminentes que
produjera este pueblo en aquellos antiguos tiempos, dejando de enu-
merar otros escritores célebres que la ilustraron, tanto por no dilatar
estos apuntes, como porque los curiosos podrán hallarlos fácilmente en
las traducciones de Casiri. ¡Qué tesoros tan inagotables de sabiduría
deberían contenerse en los multiplicados manuscritos de tanta copia de
sahios\ ¡Qué de noticias locales para llenar mi propio intento!... For-
zoso me es olvidar este furor de la conquista, este irreconciliable fana-
tismo, esta destrucción de monumentos, que, como otras tantas fuentes,
se han cegado para siempre, si he de narrar sin amargura las hazañas
españolas en aquellos tiempos de heroismo.
Y en efecto, qué periodo de tanta gloria es el siglodécimo cuarto!...
Deslumhrados todos los pueblos de la tierra pagaban un tributo de ad-
miración y de respeto á la nación española, que, belicosa por consti-
tución y por costumbre, habia adquirido esa superioridad en las em-
presas que demuestran lafirmezadel ánimo, el denuedo y la cons-
tancia. Los reyes, al par que los capitanes, se buscaban como núme-
nes que encadenaban la victoria á su fortuna. Alfonso X , tan guer-
rero como político profundo, fué solicitado en el centro de Castilla
para que se sentase en el imperio romano, en tanto que D. Jaime I
recibía embajadores en Valencia implorando su poder de parte de
los Palealogos y de un nieto del famoso Gengis-Kan. De España
salieron en aquella edad los vengadores de los griegos contia los
insultos de los turcos, como si la media-luna estuviese conde-
nada á ser humillada por nosotros en todas las latitudes. Los ca-
talanes y aragoneses tremolaron las banderas españolas en el im-
perio del oriente, y cuando se cansaron de vencer, fundaron
un estado en el antiguo Peloponeso. Franceses, venecianos, si-
cilianos y sardos mendigaban entonces el ausilio de esta nación
poderosa para rechazar sus enemigos; y el pabellón de Aragón,
después de haber humillado á la república de Génova, era due-
ño de los mares desde el Istmo de Suez hasta el océano británico.
196
H . •
Los catalanes, con su navegación y su comercio, penetraron en la Ar-
menia y establecieron factorías desde las orillas del Nilo hasta los mas
distantes puntos de la Europa.
Todos los príncipes estrangeros se honraban en hacer tratados y
alianzas con las principales ciudades españolas. Los soldanes del
Égypto, los emperadores de .Alemania y de Constantinopla, los reyes
de Sicilia, Inglaterra y Francia, así como las repúblicas de Italia, se
apresuraban á tratar con las ciudades de Barcelona y de Valencia,
y con las simples villas de Vizcaya, de Guipúzcoa y Merindades de
Castilla.
Al propio tiempo que la España era la primera en el valor, sobre-
salía no menos por el ingenio de sus hijos en los siglos XIII y XIV.
Muy parecida á los griegos en el gusto de las bellas artes, reunía ade-
más una caterva de hombres grandes en todos los géneros de litera-
tura. Ninguna potencia de la Europa podía oponernos en aquel tiem-
po un código tan completo de leyes como las célebres Partidas, ni ese
consulado de mar que ha sido por tanto tiempo el derecho público de
los hombres.
Me indigno como español de la frecuente detracción de esta na-
ción ilustre, tan poderosa en otro tiempo y tan valiente todavía en
medio de la civil discordia que la aflige. Me indigno de que muchos
de sus hijos, ignorantes de sus glorias, aumenten la devision del cs-
trangero, siendo desnaturalizados hácia una madre que ciñó tantas co-
roñas y tantas palmas de victoria. Mis lectores hallarán en el bosque-
jo que he trazado alicientes á su orgullo^ consuelo en los pátrios ma-
les, y mucho que oponer á la envidia y la calumnia. (1)
Entre tanto, los cristianos, mas unidos entre sí, progresando en
la conquista, adelantaban sus huestes vencedoras á la vista de Gra-
nada, postrer asilo de los reyes andaluces. Muley Abul Hacem, pri-
mogénito del fallecido Aben Ismail, reinaba en aquella corte por los
años de 1466. En su azaroso reinado no fué el menor de sus pesa-
res la rebelión de su propio hermano Muley Abdalla, alcaide de Má-
laga, hombre de tanto valor como de acreditada nombradía. Imposi-
I bilitado de someterle, porque se había concertado con D. Enrique de
Castilla en las vistas de Archidona^ á donde le precedieron hermosos
caballos y finas armas de regalo, disimuló su debilidad y capituló con
(1) Véase la viola VIII del apéndice á la segunda parte: Conquista de Ántequera
y otros pueblos de la provincia de Málaga por los cristianos.
197
el rebelde por influjos de ü Diego de Córdoba, sugeto de su mayor
estima y confianza.
Resentidos los caballeros andaluces de las correrías de Abul Ha-
cem y de la conquista de Zahara, cuyos cautivos cristianos fueron
ofrecidos en triunfo por las calles de Granada, anhelaban nuevas
empresas para vengar este insulto y adquirir frescos laureles. Reu-
nidos en Antequera D. Rodrigo Ponce de León, el adelantado de An-
dalucía, D. Pedro'Enriquez, el conde de Cifuentes, alférez del Pendón
real y asistente de Sevilla, D. Alonso de Cárdenas, maestre de San-
tiago, y D. Alonso de Aguilar, con otros muchos capitanes, que reu-
nían en totalidad 2700 caballos y algunas compañías de infantería,
tropa sumamente escogida del egércilo español, trataron en un con-
sejo de hacer una incursión en la Axarquía de esta ciudad, región
fértil, abundante de ganados y llena de poblaciones ricas. También
entraba en el plan de estos guerreros apoderarse por asalto de este
pueblo, en consecuencia del terror que suponían acometeria á los mo-
ros por el écsito de aquella empresa.
Aun cuando el marqués de Cádiz espusiera sus dificultades, en
consideración á la fragosidad y aspereza de los montes de Málaga,
según se hallaba informado por un tránsfuga que le servia, predomi-
nó el imprudente dictamen del maestre de Santiago, é inflamados
los ánimos con la esperanza de un rico botín, se prepararon con ar-
dor á la jornada.
Para ir menos embarazados en la marcha, se dejó en Antequera
una parte del bagage. Aguilar y el adelantado eran losgefesde van-
guardia: seguía á éste el marqués de Cádiz, acompañado de sus her-
manos y deudos, conduciendo la retaguardia el maestre de Santiago
con los caballeros de su órden, con el contingente de Ecija, con la
santa Hermandad y las acémilas del ejército. Esta bizarra división
componíase en mucha parte de jóvenes distinguidos de la primera
nobleza, que se hacían un pasatiempo con el peligro de las batallas.
Montaban aquellos hermosos caballos andaluces, enel dia tan dege-
nerados; brillaban en sus arneses las empresas de sus damas, cual si
fuesen á un torneo. Sus armas eran finísimas y de un esquisito tra-
bajo: variados plumages cubrían las cimeras de sus yelmos, lujo os-
tentoso de la época. Al apartarse de Antequera fueron saludados con
rail vivas por su marcial continente; y para que no faltasen contrastes,
eran seguidos de los codiciosos mercaderes, ansiosos de los despojos
del combate, ceñidos de unos taleguillus de cuero que contenían sus
198
tesoros para trocarlos á bajo precio con las riquezas árabes de Málaga,
según los sueños de su interesada fantasía. El orgullo de los nobles
apenas podia concillarse con estos agios mercantiles.
Todavía era alcaide de esta ciudad el rebelado Abdalla, apellidado
el zagal ó el valiente entre sus propíos soldados, al que, no pudien-
do ocultarse la espedicion de los cristianos, se apoderó de las monta-
ñas, ocupando todo el pais: tomó además los pasos y desfiladeros mas
difíciles, poniendo secretamente en somaten á la Axarquía. En el en-
tretanto, el ejército cristiano se iba empeñando en sendas estrechas y
fragosas, internándose insensiblemente por aquellas soledades, sin mas
guía queel cauce de algún torrente. Habían caminado todo el día, y
el sol tocaba en el ocaso, cuando instantáneamente se detuvieron en
una eminente colina (1) que daba vista á esta ciudad y á su delicio-
sa vega, ceñida de un círculo de montañas y del azul de los mares.
Fué tan lisonjero el espectáculo, tan risueña la perspectiva que se
reanimaron sus esperanzas de conquista, y gozosos se olvidaron de
los riesgos de la empresa; pero el poder de las ilusiones desa-
pareció como un relámpago encontrándose muy luego con todas las
realidades de una verdad espantosa. Principiaba á entrar la noche
cuando se hallaron en el centro de unas pequeñas aldeas abandonadas
de sus habitantes, y que quemaron en un rapto de frenesí. Esta im-
prudencia contribuyó á indicar su posición y á alarmar el enemigo.
Las quiebras y precipicios les forzaban á diseminarse; la oscuridad se
acrecentaba, los caballos, sin suficiente terreno para revolverse, tro-
pezando á cada instante, rodaban por los derrumbaderos arrastrandoá
sus ginetes y aun á los mismos peones. Ya los moros ocupaban todas
aquellas cumbres y lanzaban una lluvia de dardos, piedras y saetas.
Se aumentaba gradualmente el espanto y confusión con los terribles
alaridos que los ecos devolvían para inspirar mayor horror al ejército
cristiano.
Cuando el maestre de Santiago vió que desaparecían sus mejores
soldados sin poderles vengar ni socorrer, reclamó con urgencia el au-
silío del marqués de Cádiz y de D. Alonso de Aguílar: todo fué en
vano, porque solamente concurrieron á participar de sus peligros.
Deliberan, sin embargo, con la rapidéz y sangre fría de los valien-
tes, y resuelven salir de aquel conflicto retirándose á un terreno
(1) CarTajal.
212
é importancia en el imperio de Granada. Fundada en un valle
delicioso, las aguas del Mediterráneo bañaban el pié de sus maci-
zados y altos muros, y el rio de Guadalmedina (1) mas caudaloso
entonces, (2) surgiendo de los montes de castaños, de almendros
y de frutales que en forma de semicírculos y de gradaciones pin-
torescas la coronaban por el Norte, iba besando con sus aguas los
baluartes de Occidente. (3) Una infinidad de torres, la mayor par-
te cuadradas y de lijeros minaretes que se levantaban délas mez-
quitas, dominaban las almenas; pero los formidables castillos de la
Alcazaba y Gibralfaro, mas prominentes aun, aumentaban sus de-
fensas y la hacían inespugnable. Inmediatos á la ciudad se hallaban
dos arrabales, el de la parte del mar contenia los jardines y las
quintas de los vecinos opulentos, y el de la parle de tierra se
hallaba defendido con torres y murallones.
Siendo esla plaza tan rica, tan poblada y mercantil no podia
estar satisfecha con los horrores inmediatos de un asedio. La paz
era sus delicias, y la guerra la espantaba.
Dos gefes militares, de muy opuestos sentimientos, eran ár-
bitros de los destinos de Málaga. Haraet el Zegrí (4) alcaide que
fué de Ronda, era el defensor de Gibralfaro, y Aben Connixa
gobernaba la Alcazaba, ó la fortaleza de la cuesta. Quince mil go-
meres aguerridos, guiados por otros ilustres capitanes, guarnecian
esta ciudad. También habia un moro opulento y poderoso que era
admitido en los consejos y amado ^del pueblo. Se llamaba Aly Dor-
dux.
Don Fernando del Pulgar, en clase de parlamento se le presen-
ta de repente con esta carta del rey:
1) Fué llamada entonces la Caleta del Marqués, cuyo nombre conserra todavía.
2) Este capitán dió su nombre a las dos torres árabes de este sitio.
217
Este semicírculo terrestre se cerraba por la escuadra que rona-
plelaba el bloqueo á las órdenes del conde de Trevenlo, de Mo-
son Requesens, Martin Ruiz de Mena, de Arriaran y de Antonio
Bnrnal. La circunvalación se hallaba delendida con reductos, valla-
dos y fosos, y con la artillería gruesa desembarcada á este fin. No
dejaba de causar sorpresa un aparato militar tan formidable: los
cerros contiguos á la ciudad estaban coronados de tiendas con las
enseñas de los mas ínclitos guerreros de Castilla. Do quiera chis-
peaban las ferrerías ocupadas en construir máquinas para el asalto,
en otras partes habia talleres de varios oficios, alternando su marti-
lleo con el estruendo de las lombardas. Allí un tropel de picape-
dreros redondeaban las balas de piedra que habia de arrojar la artille-
ría: allí se alzaban las humaredas producidas por los hornos de car-
bón, por la iíiflamacion de la pólvora y por las fogatas cristianas:
allí en fin, á la claridad de la luna, empuñando su tizona, veíase
un hermoso jóven, vigilar por la seguridad de Fernandc, ó al pa-
dre de aquel Garcilaso, tan sensible como las églogas de su predes-
tinado laúd.
Desde lo alto del castillo complacíase Hamet el Zegrí con el
horror de la guerra, y con el frecuente estrago de las baterías
cristianas. Su atezada fisonomía se animaba con su estruendo; y
asomado á sus almenas veia con cierto placer el efecto de los com-
bustibles que cruzaban como metéoros la oscuridad del firmamen-
to. Las mas opulentas casas, convertidas en pirámides de fuego,
resplandecían un instante, y después desaparecían entre, clamores y
sombras. Daba el bárbaro una carcajada al ensanchar el sepulcro
de esta ciudad infeliz, decidido como estaba en entregar al vencedor,
por término de la contienda, un vasto campo de ruinas.
Era la Puerta de Granada acaso la mas fuefte de la ciudad,
porque además de sus torres tenia un doble muro avanzado y cir-
cular con sus competentes defensas (1) En su ámbito se recogían
los ganados, como va dicho en esta historia, haciendo de que los
moros adelantasen sus guerrillas hasta la línea enemiga. Deseoso
de nuevos laureles, se encarga el conde de Cifuentes con algunos
caballeros de la Casa-Real de escalar una alta torre que defendía
los arrabales por esta parte del pueblo, ya medio desmantelada
Se llamaban bastidas.
(2j
(2) Antigua defensa militar, hecha con vigas y tablones, cuyo objeto era cubrir
al soldado, facilitando se acercase á las murallas; se revestían con pieles frescas de
•acá para defenderse del fuego.
(3) Del antiguo verbo español fincar o cohjar. componíase de maderos de muy
fuerte trabaron con cubierta que pudiese resistir al fuego, debajo de la cual iba col-
gado el ariete que se llamaba pinjado.
(4) Madarale ó mantelete; parapeto portátil de madera, construido á prueba de
mosquete, y cubierto de frescas pieles de vaca. Defendían á los zapadores como los
plúteos de los romanos.
(5) Andamio triangular con fuertes garruchas para subir piezas grandes.
(6) Grandes escudos de madera cubiertos de pieles y muy semejante? á los tes-
tudos romanos. Reunidas algunas de estas máquinas formaban una techumbre im-
penetrable y facilitaban los aproches.
(7) Se usaron por los españoles en el último sitio de Gibraltar.
30
224
aquellos oscuros subterráneos, y aun cuando los españoles retroce-
dieron una vez, después de seis horas de uno de los mas reñidos
combates, en que los moros hicieron prodigios de valor, tuvieron
que ceder al fin á los cristianos, encerrándose en la ciudad para
perecer de hambre si prolongaban el asedio con su inútil resis-
tencia.
En medio de tantos sufrimientos, esta última calamidad se pse-
senta con todos sus horrores. Los indómitos gomeros se hallaban
reducidos á seis onzas de pan diarias, y los vecinos mas ricos,
ansiosos de la paz, deploraban tan temeraria defensa. Una porción
de ciudadanos, llenos los ojos de lágrimas, preséntanse á Alí Doe-
dux, encargado de la custodia de una puerta, le esponen la mi-
sena de sus hijos, el desfallecimiento de sus esposas, y su pro-
pio abatimiento: le conjuran interponga sus gestiones para entre-
gar la ciudad y conservar sus propias vidas.
Oyólos Alí Dordux con la bondad que le era propia, y, de
acuerdo con sus amigos, propone al rey don Fernando facilitar la
entrada de su egércilo por la puerta que defendía, siempre que
obtuviese la seguridad de la ecsiste'ncia y propiedades de aquellos
moradores. Volvia el fiel comisario con la respuesta que anhelaban;
pero, al acercarse á la ciudad, fué arrestado por una avanzada
de gomeres teniéndole por espía. El compromiso era inminente si
aquel hombre hubiera sido registrado; pero el sagaz mensagero
escápase de los soldados y parte á todo correr hácia la tienda de
Fernando. Aunque le detuvo en su fuga una vira de ballesta, que
le atravesó la espalda, llegó cubierto de sangre á el campo de los
cristianos para morir con su secreto.
El vencedor de la Axarquia, aquel famoso zagal que fué á su
vez balido en los montes de Velez, impulsado de sus alfaquies y
de sus propios rencores, reúne en Guadix lo mejor de sus sol-
dados, y los manda de refuerzo á la guarnición de Málaga: pero
su hermano Boabdil los bate completamente en prueba de su alian-
za con el monarca de Castilla. Este suceso favorable fué trasmitido
á Fernando por el desgraciado príncipe con un regalo magnífico,
solicitando del rey algunas tropas ausiliares para defenderse de su
hermano y de los mal contentos de Granada. Partió Gonzalo de
Córdoba con dos mil infantes y mil caballos escogidos en ausilio
de Boabdil, y para dar á los romanceros esa multitud de anécdo-
tas, va falsas VP verdaderas, sobre sus galanterías.
225
En la huerta del Acíbar, en ese suelo mismo donde ahora
vemos un convento consagrado á la Victoria, se reunían en aquel
tiempo los destinos de la España. Se alzaba una cruz de t ro an-
te la tienda del rey, y la bandera de Castilla ondeaba sobre este
emblema religioso. Muchos nobles españoles se presentaban diaria-
mente acompañados de sus súbditos, y hasta un enviado de Tre-
mecen, tocando en el puerto de Málaga, llegó también á los reales
con un magnífico regalo. Eran caballos de Berbería con jaeces cu-
biertos de oro, mantos ricamente bordados, vestidos de seda de
grande estima, aderezos de esquisitas pedrerías y los célebres per-
futnes de la Arabia. Este embajador, del mismo pueblo á quien ha-
cia la guerra el rey, solicitaba con empeño su alian/.a poderosa,
pidiendo á nombre de su amo un modelo de las armas españolas
para que fuesen respetadas do quiera que las encontrasen, y so-
licitando al mismo tiempo la clemencia del monarca para todos los
habitantes de esta ciudad desgraciada.
Accedió el rey á sus demandas, concediéndole su amistad y en-
tregándole vnrios modelos de las armas españolas en escudos de oro
del tamaño de una mano. (1)
En una aldea, no muy distante de Guadix, vivía por el tiempo á
que se refiere esta historia un moro anciano tunecino, llamado Ara-
ham Alguerbí, que por espacio de muchos años se ejercitaba en la
oración. El aislamiento á que estaba reducido, sus ayunos y peni-
tencias, su vida contemplativa y las revelaciones que creía recibir
de un ángel que le enviaba Mahoma, lo recomendaban por un santo
entre los moradores del contorno, de suyo crédulos y entusiastas. Yió-
sele aparecer cierto día por las calles de Guadix con el semblante de-
mudado y con los ojos encendidos, concitando al pueblo á que le si-
guiera para libertar á Málaga del cerco de los cristianos. Esta osci-
tación, que en época mas tranquila se hubiera tenido por locura aun
por los mismos mahometanos, ahora produjo cierto efecto en este pueblo
desgraciado, reuniéndosele como unos 400 hombres, la mayor parte
gomeros, resueltos á obedecerle.
Después de penosas marchas, ocultándose durante el día, trepan-
do montes y colinas, llegó e^ta tropa de fanáticos á dar vista á los
cristianos. El hermitaño impostor registró desde una altura la esten-
(!) Cura de los Palacies: capítulo 84. Pulgar, parte tercera: capítulo 86.
226
sion de nuestra línea, eligiendo para su rebato la estancia del mar-
qués de Cádiz. Apenas rayaba el alba, cuando cayeron por la retaguar-
dia de los españoles procurando abrirse paso y penetrar en la plaza:
desvanecida la natural sorpresa por tan inesperado ataque, fueron
acuchillados por los tercios del marqués, refugiándose en la ciudad
como unos 200 hombres.
Sin tomar parte en la contienda, y ocupado en su proyecto, se
halló al santón de rodillas, inmóvil como una estatua, y alzadas las
manos al cielo. Las tropas se acercaron á él con cierta mezcla de
curiosidad y de respeto, y, sin causarle ningún daño, lo presenta-
ron al marqués. Interrogado por este ilustre caudillo, manifestó que
era santo, que Alá le había revelado, por la mediación del profe-
ta, cuanto debia acontecer en tan memorable asedio. Chanceándose
el marqués de Cádiz, ó impulsado por la general inclinación de los
débiles humanos en procurar conocer la oscuridad del porvenir, pre-
guntóle inmediatamente cuando se rendirla la plaza, y respondió
con aire de inspirado y misterioso que solo delante de los reyes
podria revelar este secreto. Picado de curiosidad, pidió permiso el
marqués para presentarlo á sus altezas, llevándole con el albornoz
que le cubria y en su propio desaliño.
Estaba el rey recogido cuando llegó el more santo, y aun
cuando Isabel hubiera gustado mucho recibir á este hombre ra-
ro, por un efecto de atención, mandó retirarlo fuera hasta que
despertara Fernando. Se encaminó, seguido de una porción de
curiosos, á la magnífica tienda de doña Beatriz de- Bobadi-
lla, esposa de don Alvaro de Portugal, hijo del duque de Braganza.
Engañado el impostor por la bnllantéz de estas personas, é igno-
rante de la lengua, imaginó que se hallaba en la presencia de los
reyes. Pide le den un jarro de agua, que tomó .con avidéz, pero
al levantar el brazo para acercarla á sus labios, separa diestramente
el albornoz, arroja el jarro por el suelo, y tirando un terciado ó
espada corta que encubría, dió á don Alvaro tan terrible cuchillada
en la cabeza, que le postró por el suelo y estuvo á punto de mo-
rir. Vuélvese inmediatamente hácia la hermosa Beatriz para repetir
el golpe, pero afortunadamente se le enredó el arma en las colgadu-
ras de la tienda, (4) salvándose esta señora. Aun cuando quiso he-
(1) Aun cuando no hay dato seguro sobre la época en que se construyó este puente,
que no falta quien atribuya á los romanos, sabemos, por Morejon, que en una de
sus dos torres se bailó una inscripción árabe medio borrada que parecía demos-
trar que habia sido reedificado. Se hallaba situado donde ahora temos el de
madera, y desapareció en la inundación que tuvo lugar en 22 de setiembr*
de 1661.
229
le una pieza de batir {\) que la pudiese volar á una señal con-
venida. Entonces se acercó al puente por medio de sus zapado-
res, hasta formar un reducto que llenó de artillería para comba-
tir la torre. En el vigor de ambos fuegos revienta la oculta má-
quina con una esplosion horrorosa, haciendo venir á tierra una
gran parte de la tone, y sepultando entre sus escombros a muchos
de sus defensores. Los demás huyeron despavoridos por aquel es-
tremecimiento y llenos de confusión por tan inesperado accidente.
Sin perder un instante los cristianos, parapétanse de nuevo en
los restos del torreón para batir el opuesto. Era terrible aquel
fuego á una distancia tan corta, sostenido con arcabuces y ba-
llestas; pero el intrépido Ramírez, de parapeto en parapeto, llegó á
ponerse debajo de la artillería de los moros, abandonando la se-
gunda forre, que tuvieron que ceder al valor. de nuestro egército.
Los conocedores del arte de la guerra y de la localidad de este
combate en el reducido ámbito de un puente flanqueado por una
estensa paralela de murallas coronadas de artillería, apreciarán co-
mo corresponde un hecho de armas tan heróico para el ilustro
caudillo y para los bravos españoles que osaron acometerle. No
quedó sin recompensa: Francisco Ramírez de Orena, luego que
se rindió Málaga, fué armado caballero por el escelso don Fernan-
do en la misma torre destruida que conquistó con tanta gloria. (2)
El hambre de la ciudad era ya tan escesiva, que, desesperados
los gomeros, penetraban en las casas para devorar los cueros de vaca
y las hojas de parra cocidas con aceite, ultimo ausilio de los infelices
habitantes. En este horroroso conflicto veíanseles vagar eesánimes en
busca de los cristianos para ofrecerse por esclavos. Murmuraban de
Hamet el Zegrí sin que la bandera blanca pudiese ya reanimar las
esperanzas de este moribundo pueblo. Volvieron á Alí-Dordux, su-
prcándole intercediese con aquel obstinado caudillo para que, entre-
gando la plaza, terminasen sus miserias y se atajase la mortandad
que sufrían. No vaciló este honrado musulmán en asociarse con cierto
alfaquí llamado Abraham Alhariz y con un habitante principal que se
nombraba Amar Ben Amar, determinando los tres dirijirse á Gi-
bralfaro.
Sentado junto á una mesa de piedra con varios pergaminos de-
(1) Llámase Cartago ó Cortao, cuyo destino era abrir brecha á las murallas.
(2) Pulgar, parte tercera, capítulo 91.
230
senrollados, llenos de caracteres misteriosos y de figuras cabalísticas,
esparcidos en derredor vanos instrumentos estraños y desconocidos,
pensativo y taciturno apareció Hamet el Zegrí conferenciando con el
Dervis sobre las desgracias públicas, cuando llegó Alí-Dordux (I).
Salúdale este moro generoso con alguna admiración, y le dirijo este
discurso: »Te requerimos en el nombre de un Dios Omnipotente desis-
tas ya de una resistencia tan funesta como inútil para el desgra-
ciado pueblo que la hambre desespera: venimos á rogarte entregues
esta ciudad á los cristianos, antes que se estinga para siempre la es-
peranza en su clemencia. Millares de nuestros guerrejos tiene pos-
trados la cuchilla del enemigo; no quieras tú que la miseria arreba-
te los que quedan, con tanta muger inerme y tantos niños inocentes,
que, arrasados los ojos de lágrimas, piden pan, ó se nos mueran
sin que podamos remediarles... ¿De qué sirve esa temeraria resis-
tencia? ¿Son mas fuertes por ventura estas muí alias cascadas que
lo fueron las de Ronda? ¿Son acaso mas valientes los soldados que
tú mandas que los guerreros de Loja? Ronda ha desaparecido, y
la nobleza de Loja sucumbió ante los destinos venturosos de ese
enemigo formidable. ¿Seremos tan estúpidos que soñemos en au-
siliares? Ya no hay tiempo de esperanzas, y Granada, la gran
corte, perdió su orgullo y su fuerza: ya no tiene capitanes, ya
no tiene ilustres hijos quo defiendan sus recintos. Te rogamos por
Alá no seas tú mas enemigo de esta Málaga infeliz que pudo serlo
el cristiano. Entrégale lo que queda de esta ciudad arruinada
otro tiempo tan dichosa!... y pon alivio á nuestras penas.»
A este sentido discurso, pronunciado con vehemencia, nada tu-
vo que oponer el gobernador del castillo: le escuchó sin alterar-
se, porque el público infortunio calmaba en algún tanto los furores
de su alma: contestó de esta manera: «Un poco de paciencia, ami-
gos mios, y tened rnas confianza en este santo que aquí veis: nues-
tros males van á terminar muy pronto; los hados son inmutables;
está escrito en el libro del destino que saldremos vencedores de la
próesima batalla, y que esos montones de harina que blanquean en
el campo de los cristianos van á ser nuestros trofeos. Así lo ha
prometido el grande Alá por boca de su profeta. Allah Achbar (¡Dios
es grandel) Nadie se oponga á los decretos del Altísimo.»
(1) Pulgar.
23^
raas y oíros objetos de valor, tesoros de su opulencia que sa-
crificó á su patria. Preséntase á aquellos príncipes con la ener-
gía de sus virtudes, y, enumerando las proezas de su escelsa
dinastía y los rasgos de clemencia usados por otro Fernando
en las conquistas de Córdoba y de Sevilla, se prosterna someti-
o á su voluntad suprema.
Alí-Dordux quedó indultado con cuarenta familias principales
que obtuvieron facultad de permanecer en Málaga en clase de
mudejares (V- Entregáronse los rehenes, que consistían en otros
veinte, ciudadanos distinguidos; y D. Gutierre de Cárdenas, co-
mendador mayor de León, armado de punta en blanco, tomó
posesión de la ciudad en nombre de los soberanos. Siguiéronle
algunas tropas con varios gefes del egército, enarbolándose la
bandera de la cruz, «1 estandarte de Castilla y el pendón de
Santiago en esa alta torre que aun ecsiste sobre los muros de la
Alcazaba. En esa carcomida atalaya, testigo de tantos siglos, que
desde entonces fué llamada la torre del Homenage, resonaron las
festivas voces de Castilla, de Fernando y de Isabel, repetidas por
tres veces entre las salvas de la artillería de toda la línea y de
la escuadra, y de las músicas guerreras.
Tuvo lugar este memorable suceso el sábado 18 de agosto
de i 487, después de un sitio de tres meses y once dias. Los mas
renombrados capitanes se alojaron sucesivamente en las torres
y fortalezas, en tanto que el desfallecido pueblo corría impulsado
por el hambre á procurarse el anhelado sustento, y á contemplar
mas de cerca aquellos montones de granos y de harinas que vie-
ron llenos de mi?eria desde el hogar de sus padres, desde ese
hogar que perdían por él arcano inconcebible del destino de los
hombres. Todo se repartió entre ellos, que así lo habia dispues-
to la Reina, cuyo corazón sensible' se encontraba conmovido con la
desgracia de los moros.
Solamente Hamet el Zegrí, devorado de pesar y lleno de in-
dignación, sofocaba hondos suspiros viendo la ciudad famosa en-
tregada al enemigo. Las banderas de la Cruz y los blasones de
Castilla, tan contrarios á su culto, tremolados sobre la orgullosa
media lunal Rugía cual un tigre encadenado, vagando lleno de
(1) Entre los obispos que acompañaron al cardenal, venían el de Badajoz, Don
Pedro de Prexamo, y el de León, D. García Valdivieso, que fueron hospedados en
la casa del mahometano Torrox ó Corroí, solar que cupo después á D. Sancho de
Rojas, maestre sala de Fernando, y progenitor de los con ies de Casapalma. Este edi-
ficio corresponde en la actualidad á una casa principal inmediata á la provisión del pan.
237
una fué destinada á la redención de cautivos, otra se distribuyó
entre los capitanes del egército, reservándose la tercera para in-
demnización de los gastos de la conquista. Fueron enviados cien
goraeres al papa Inocencio VIH, convirtiéndose a! cristianismo. A
la reina de Nápoles, que era hermana de Fernando, se le reca-
laron cincuenta jóvenes moras, remitiéndose otras treinta « la
reina de Portugal, reservándose las demás para las señoras de
la corte. Cuatrocientos y cincuenta judíos moriscos que se ha-
llaban en la plaza obtuvieron sus rescate por un judio estable-
cido en Castilla, contralista del egército cristiano, y en estremo
rico y opulento, pagando por la libertad de sus hermanos vein-
te mil doblas de oro.
La generalidad de los habitantes, sin distinción de personas, ha-
bían de pagar treinta doblones de oro y de plata para obtener su res-
cate en el intervalo de ocho meses, y, de no verificarlo, serian
tenidos por esclavos. En los corrales de la Alcazaba se hizo la
enumeración de esta población infortunada antes de ser disemi-
nada por los pueblos comarcanos, resultando por unánime testi-
monio de los escritores de aquel tiempo, que pasaron de 15 mil
los que perdieron su libertad.
Terrible era el espectáculo y estremado era el contraste que
presentaba este pueblo. Pe una parte, el orgulloso español se per-
mitia la humillación del vencido, y por otra, arrasados los ojos
de lágrimas, se arrancaba al mahometano de la herencia de sus
padres, del hogar de sus esposas, de las dulzuras de este clima
y del encanto de su patria. Horrorosa transición para una ciudad
entera; y bárbara ley de aquellos tiempos en que era un concepto
de política y como un deber sagrado el esterminio de los hombres.
Al par que una procesión magnífica daba gracias al Criador por
tan señalada victoria, dirijíanse lentamente hácia los patios de la
Alcazaba una infinidad do jóvenes llenas de gracias seductoras, una
porción de señoras distinguidas arrebatadas de la opulencia y el
regalo, mezcladas con la inmundicia de las plebes. Allí yacían aban-
donadas, separadas de sus magníficos harenes, de sus jardines de-
liciosos para sufrir el cautiverio, el insulto y derision de tantos
pueblos diferentes. Las infelices lloraban y esclamaban de este mo-
do: aOh Málagal ¡ciudad célebre y hermosa como ningunal ¿Dón-
de está ya la fuerza de tus castillos?... ¿Dónde la belleza de tus
torres?... Tus formidables muralla? ¿qué han servido á tus habí-
238
tantes, si desterrados de la dulce palria van á morir entre estran-
geros, ó á vivir como un rebaño de esclavos? ¿Qué será de tus ancianos
y de tus madres cuidadosas cuando ya no encuentren á nadie que se
gloríe de honrar sus canas? ¿Qué será de tus doncellas criadas con tanta
delicadeza y señorío cuando se hallen reducidas á tan dura servidum-
bre?... ¡Ayl Tus naturales separados para siempre no volverán mas
á verte. Al hijo se arrebata de los brazos de sus padres, al marido de
su esposa, y á los niños inocentes del tierno seno de sus madresl...
Oh MálagaI pueblo donde hemos nacido ¿quién puede verte desolada
sin derramar amargas lágrimas. (1)
-•'!' I
APENDICE 4 L 4 2.a PARTE
•
NOTA I
NOTA II.
- _
258
mos del lodo inútil determinar en esta nota todos aquellos suce-
sos que presenten mayor relieve en el periodo de 44 años, que
fueron los que mediaron hasta el advenimiento de Abd-al-Rahh-
man al califato de Córdoba. Al insinuar los Emires que se dispu-
taron el mando y los despojos de la conquista desde la invasión
de Thariq-Ben-Zyad, hasta las guerras de Jusaf-al-Fehery, con el
ilustre vástago de los Beny-Ommyah, podrán apreciarse mejor to-
dos los acontecimientos habidos en este suelo y el estado civil y
moral de los pueblos que contiene, después de los primeros estragos
de tan inesperada invasión.
Sin embargo de que hayamos dicho en nuestra historia que
Taric ó Tarif viniese á esplorar el Monte Calpe en el mes de Julio
del año 710 de nuestra era, debe entender el lector que este es-
plorador con 500 hombres era uno de los oíiciales mas valientes
de Muza, llamado Muza Thariq Ben Malek, distinto del Tarig Ben
Zyad que desembarcó al siguiente año de 611, como tenivintedel
Emir, en la pequeña isla de Alghezyrah Alhadra (Al Djezyrah-Al-
Kadra), isla verde, que está en la rada de Algebras, Este último
capitán, apenas pisó nuestra costa, creyó prudente fortificarse en
la cumbre de un cercano monte, que llamó MMte de Thariq (en árabe
Gebal-Thariq), de donde se ha corrompido toor los cristianos, G i b r a l -
tur, y aun cuando Theodomiro, que era gobernador del pais, quiso
oponerle resistencia, fué completamente batido con los 1200 españo-
les que habia podido reunir sin que /ograse estorbar que el caudi-
llo de los árabes tomase á Cádiz, Sidonia y todo el litoral del rio
Anas, (Al-vady-Ana^ Guadiana. (0
rif, acompañado de 400 infantes y Í00 ginetcs; cuatro buques los trasportaron á
la isla, después nombrada isla de Tarif (Tarifa). Desde aquí hizo una incursión á
Algeciras, y volvió sano y salvo con un rico botin. Tuvo lugar este aconteci-
miento en el mes de ramadan del año 91 (Julio, 710 de J . C.) Testigos los demás
musulmanes del feliz éscito de esta empresa, se apresuraron á tomar parle en otra
nueva espedicion, para la cual hizo Muza venir á su mewla, Tarik-ebn-Ziad, que
acababa de ser uombrado para la comandancia de Tánger, y que era general de
su vanguardia, y le envió á España al frente de t mil musulmanes, la mayor
parte berberiscos. Habiéndose, pues, embarcado Tarik, dirigióse á una montaña
que se elevaba sobre el mar y tocaba por un lado al continente. Abordó en
ella, y recibió entonces el nombre de Djfbcl-Tarik (monte de Tarik, por
corrupción Gibraltar). Eíccluosc este desembarco en el mes de redjeb del año 92
de la Hégira, (entre Abril y Mayo del año 711 de J . C.) Cuando todos hubieron
desembarcado sobre aquel monte Tarik, bajó á la llanura y penetró en Algeciras,
donde ha'lú á una muger anciana que le tuvo ests discurso: Yo tenia un marido
que prevem el porvenir: anunció al pueblo que llegaría el dia en que un emir
entraria en esta ciudad y tomaria posesión de ella, describiéndole la figura del
conquistador, que debería, según dijo, tener la cabeza abultada y una mancha ve-
lluda en la espalda.»—Tarik se despojó al momento de sus vestidos y tuvo el
placer de ver que llevaba sobre su cuerpo, y en el parage citado, la mancha de la
profesia.»
Hemos transcrito este pasage con la anécdota que lo termina, para que juzgue
el lector de la propensión de los historiadores á eesornar con maravillas la mayor
parle de sus libros y para ampliar las noticias de aquel estraordinario acontecimien-
to. También hubo megicanos que previeron, de igual manera, la llegada de los es-
pañoles, y si ambos hechos fuesen ciertos, serian únicamente de aquellos que referimos
á la Providencial
260
á la memoria de su liviandad é injusticia, que la ampliación del pa-
lacio que había construido en O^doba el rey Wiliza y que los
moros llamaron de D. Rodrigo, y la pomposa leyenda de Igeditania
pms con que acaso la adulación de algunos pueblos estremeños le
saludaron en el poder. Este desgraciado rey, á quien la Crónica de
D. Rodrigo y el historiador Abulcarin hacen bajar á una cueva para
abrir la torre de Hércules, en la que solo encontró varias pinturas
de sarracenos, como presagios de su destino, perdió en la batalla del
Guadalete y en su márgen occidental fa/-va/tí-«/-Leííe) la salvación
del pais En aquel combate funesto, que acaeció, según nos afirma
el infatigable investigador Masdeu, el 31 de Julio del año 711, ó el
11 del mes Xawal de la égira 92, en que lidiaron por un lado
30 mil guerreros árabes y moros con 100 mil soldados cristianos; en
aquella acción de tres dias, ó de ocho según pretenden entendidos
historiadores, en la que el monarca cristiano apareció en un carro
de marfil, envuelto en un mamo de púrpura con resplandecientes
bordados de oro, ciñendo la corona de Recaredo, y en aquella ba-
talla famosa, donde el valiente Mugueit el Rumí, que mandaba la
caballería enemiga, se distinguió tan altamente mientras que el trai-
dor D. Opas, y los hijos de Witiza desertaron cobardemente, en la
que el ardor canicular de Julio no pudo impedir el primer día que
fuese dudoso el écsito, pues que ya cejaban los árabes y que úni-
camente la bravura de Thanq pudo alcanzar la victoria; atacado D.
Rodrigo por el caudillo sarraceno, quedó tendido en el campo, atra-
vesado por su lanza, trofeo sangriento después en la corte de Dámasco.
Dice el Padre Mariana, compilador de nuestras crónicas, que
aquel infortunado rey, viendo perdida la batalla sin la esperanza de
vencer y por no sufrir la mancilla de ser un vivo testimonio de la
esclavitud de su patria, saltó*desu carroza ática, y montando en su
caballo Orelia, huyó del funesto campo; pero como en esta misma
fuga se hubiese hallado después el brioso caballo del rey, su sobre-
vesta, corona y calzado, cuajados de pedrerías, en la propia orilla del
Cuadalete, se viene á corroborar la esposicion histórica de los ára-
bes, cuando no son suficientes pruebas deque sobreviviese al com-
bate las aeerciones de Pellicer y deFr. Prudencio de Sandobal, sobre
la inscripción de Viseo, descubierta dos siglos después, y que dice:
Hic requiescat Rodericus últimus rex Golhorum; á menos que algún
criado fiel no transportase su cadáver, separado de la cabeza, para
sepultarle en aquel pueblo.
261
Apenas hubo Thaiiq obtenido tan notable triunfo, comprendió la
necesidad de no dejar á los cristianos sobreponerse á su derrota, sa-
bedor como se hallaba de que Muza, celoso de tanta gloria, queria
tomar parle en la conquista. Diviiió su egército en tres columnas
con intención de espWar el hermoso pais que se eslendia desde las
faldas de Sierra Morena hasta las playas del Mediterráneo, dando á
Mugueit-El Rumí el mando de la izquierda, á Zaid Aben Kesadi-el-
S^kseki el de li derecha, reservándose el tercero para operar por el
centro desde aquel campo de batalla. Es fama, que al revistarles les
recomendó en sus arengas perdonasen á los inermes, nada qvilasen
al labrador, teniendo seguro el botin que tomasen en las ciudades. Es-
te movimiento combinado dió por resultado inmediato que el Uumí
rindiese á Córdoba, y que Zaide, al partir de Ecija, recorriese, sin
tropiezo alguno, las comarcas de Archidona y Málaga, no á los dos
años siguientes, como nos afirma Conde, sino á muy poco después
de la jornada del Guadalete. Thariq, que mandaba el centro y la
flor de aquel egército, sabiendo que Theodomiro, vencido en el pri-
mer amago, con algunos partidarios que habia reunido en tierra de
Málaga, Jaén y Granada, se hallaba en la áspera tierra de Cazorla y
sobre las cumbres del monte Argentario, solar antiguo del Bélis, con
ánimo de disputar la victoria conseguida, se dirigió sobre Haccula
Baetica, que hoy corresponde á Baylen, pasó los montes Marianos
{Sierra Morena) en persecución de los godos, y sin detenerse un so-
lo dia rindió á la opulenta Toledo con una capitulación honrosa, ha-
llando en ella todos los tesoros acumulados en sus palacios desde Ala-
rico hasta don Rodrigo.
Al rumor de unas victorias conseguidas tan fácilmente, y de
aquel inmenso botin que era presa del vencedor, entre cuyos ricos
despojos sobresalia una mesa colosal de mármol verde, de 365 pies,
toda incrustada de oro y plata, con tres guarniciones de piedras pre-
ciosas, tenida por la Mesa de Salomón y hallada en Medmut-Mmeida,
(nudad de la Mesa), era imposible que Muza pudiera quedar pa-
sivo. Decidido á tomar parle en aquella gloriosa conquista, desem-
barcó con 18 mil caballos en la costa occidental de Andalucía, y
abriéndose un nuevo camino se apoderó de Sevilla y Carmena, pasó
el Guadiana, sometió toda la Lusitania, rindió á Mérida y desde es-
ta capital de los antiguos turdulos, reforzada con las nueras huestes
que le trajo de Africa su hijo Abdelazis^ entró en Toledo para privar
del mando supremo á su teniente Thariq, y ostentar, entre sus cau-
262
tívos á la princesa Egüona, que los árabes llaraaban Ayela, la viu-
da ilustre de don Rodrigo, y que después, bajo el apodo de Omali-
sam, ó la de los collares hermosos, fué la esposa de Abdelaziz.
Mientras que el padre de este príncipe, combinado con su tenien-
te, sitiaba y rendia á Zaragoza, conquistaba la Cataluña y se estendia
por la Ga//m iVarvoneríse, llamada por los árabes Veled Áfranc (tierra
de Francia), impaciente Abdelaziz por distinguirse en una guerra que
tanta anchura podia dar á sus dotes de humanidad, volvió á
sugetar á Sevilla, rebelada con su guarnición musulmana, partiendo
desde esta ciudad contra las huestes de Theodomiro, atrincherado to-
davía en las sierras de Segura, y aun hostilizando por intervalos á
los cristianos y judies que habían aceptado ya el dominio del
vencedor. Iba el caudillo mahometano al frente de una numero-
sa caballería con los jóvenes capitanes Otman, Edris y Abulca-
zin, y sobre las llanuras de Lorca, en la tierra de Tadmir '(reir-o de
Murcia), batió en dispersión á los godos, encerrándolos en Orihuela.
Cuando asediaban aquella plaza, último baluaite español, disfrazado
Theodomiro, se presentó á Abdelaziz delante de m misma tienda, y
obtuvo de él un tratado que le permitió el dominio de aquel reino
y el de Valencia, bajo la condición de un tributo que se había de sa-
tisfacer en dinero y mercaderías. Celebradas estas paces, y tranqui-
las aquellas provincias donde el talento de Theodomiro parecía perpe-
tuar la dinastía de don Rodrigo, retrocedió Abdelaziz por el rei-
no de Jaén á la vega de Granada, cuyas ciudades conquistó, inclusa
la de Antequera, en 714. Visitó igualmente á Málaga, para recorrer
después nuestras ciudades marítimas, y dejó á perpetuidad la fama
de su hermoso nombre Abdelaziz (Abdel-Aziz) servidor del Fuerte,
sobre una sierra escarpada que señorea un estenso valle á tres le-
guas de Anlequera, y á cuyo tajado pié yació en tiempo de los ro-
manos el municipio de Nescania.
Pero esie noble caudillo, verdadero conquistador de la provincia
de Málaga, si consideramos queZaide solo la atravesó al escape; este
capitán magnánimo, al reconocer A Theodomiro en la persona de su
emisario, le favoreció en sus deseos, quizá á ruego de Egilona que
tanto supo influir en las acciones de su vida; este valeroso príncipe,
único Emir de losárabes en la conquistada península despuesque Thariq
y Muza salieron para Damasco, sospechoso á su mismo pueblo por su
adhesión á los cristianos, fue asesinado en su propio oratorio por órden
de su primo Ayub, casi en el mismo momento en que seducido por
263
sus triunfos y por los consejos de Egílona, ciñó su erguida cabeza con
la corona de Ataúlfo.
Reinaba Solimán en Damasco cuando admitia á su presencia
á los dos gefes que en el corto intervalo de dos años habian con-
quistado á España, esta nación inespugnable al valor cartaginés y
á la pericia del romano. El viejo y avaro emir del Almagreb (la
Mauritania), que iba á recibir el presente de la cabeza de su hi-
jo, es fama, que interrogado por la voz del mismo Califa acerca de
las nuevas regiones que acababa de vencer, dijo estas memora-
bles palabras: «Los berberiscos se parecen á los árabes en la fi-
sionomía, en el valor y en las costumbres hospitalarias; pero son
pérfidos é infieles en los tratados: los cristianos de España son
leones en el castillo, mugeres en el campo y cabras en las mon-
tañas: los de Afranc (Francia) son vivos é intrépidos en el ata-
que, pero tímidos y cobardes en la fuga.» La ingenuidad de es-
te informe no bastó para atenuar la proscripción que le amena-
zaba; y el esterminio de todos sus hijos puso fin á la ecsisten-
cia de aquel poderoso caudillo que desde el desierto de Cairban
había llevado triunfante el estandarte del Profeta hasta los muros
de Narbona!
El asesinato de Abdelaziz hizo comprender á Theodomiró la
instabilidad del nuevo reino que acababa de fundar á la vista de
su enemigo, y á fio de perpetuarle, envió emisarios á Solimán, quien
confirmó las concesiones de aquel infortunado príncipe con notable
benevolencia, sin que sufriese menoscabo por los emires que le
sucedieron, así como Athanagildo que le reemplazó en 743 y que
reinó con prudencia hasta el advenimiento de Abderrahman, pri-
mer Califa de Córdoba en 755, yéndose á unir con Pelayo la bos-
quejada monarquía.
Los emires que se sucedieron en el gobierno de la Península,
principian en ese mismo Ayub (Job) ó Ayub-Ben-Habid, que era primo
de Abdelaziz, y que erigió la fortaleza de Calat-Ayud; ^Calalayud, sobre
el solarde la antigua Bilbilis: sustituido por Alaor(Alahhor) ó Alhaur-Ben-
Abderrahman, recien venidode Siria, vulgarmente llamado el Horr, que
conquistó toda la Gallia Goda, y harto célebre por el yugo de hierro
que hacia pesar en nuestra España. Depuesto por sus escesos, le reem-
plazó inmediatamente Ben Melic Alzawa (Alsamahh), muerto delan-
te de Tolosa; á este siguió Abderrahman Ben Abdallah E l Gafe-
qui, que por falta de inteligencia depositó el mando en Ambiza Ben
Jo
264
Johim, ó Ambaza Ben Sliahini Alkalbi, tan célebre por la justicia
y la prudencia de su adrninisrracion. Wa'di Hodeira Ben Abdallah
fue su sucesor momentáneo hasta la llegada de Jahia Aben Zalama
(Jahhyay), nombrado por el emir de Africa, tan memorable en
nuestras crónicas bajo el nombre de Zulema. Reemplazado por
Hodeifa ó\Hadipha Ben Alahuas Khod-zayfah) que solo gobernó
seis mesé?, y por Olhmin-Ben-Abi-Nezi ((Ttsman), que otros es-
critores denominan Otman-Ben-Abi-Tasa-Algiohani, y conocido por
el nombre vulgar de Munuza, á" quien la poesía hizo célebre con
los menlidós amoies de la cristiana Hormesinda, sucedió a es-
tos Haiactan ó Alhaclam Ben-Obeíd (Alháyt«am,),. que la biblioteca
de Castri nombra Alhaytsan-Ben-Abdelkanani, natural de Siria,
quien mientras su antecesor recorría con sus armas el pais de Afranc,
había'quédado en Andalucía para ejercitar su orgullo y sus cruel-
dades, por las cuales fué depuesto de órden del Califa de Damas-
co y paseado sobre un asno con la cabeza rapada y á la vista
de los moradores de Córdoba, que fueron los que particularmente
hablan sufrido su tiranía. Mahhommed-Ben-Abdallah, encargado
por el Califa de cumplir esta justicia, gobernó España dos meses,
al cabo de los cuales nombró por Emir á Abderrahman-Ben -Ab-
dallah (Abd-al-Rahhman) sucesor del Misericordioso, el mas céle-
bre de los guerreros de aquel tiempo, que supo sostener las ca-
pitulaciones otorgadas en beneficio de los cristianos, que para ven-
gar la derrota de Tolosa.se adq-jutó por la Gallía Narbonense si-
guiendo las orillas del Ródano, ocupó á Lion y toda la Borgoña
hasta los confines de la Alsacia; volvió en seguida á la Aquitania,
se apoderó de Idiosa y Burdeos," pasó el Carona, tomó á Poitiers
y sitió á Toúrs. Cuando, como un nuevo Atíla, amenazaba al Oc-
cidente, y cuando las Medias-Lunas iban á ondear por Europa
desde los minaretes de Estambul hasta las torres de París y To-
ledo, fué batido á orillas del Loira por el famoso Carlos Martel
(el Caldous de los mahometanos), quedando tendido en el campo
con la mas florida pavte de su numerosa hueste.
Abdelmelic Ben Cotan, ó Abdelmalek-Ben-Caltan (Abd-al-Malek),
servidor del Fuerte, á la noticia de tal desastre, vino á reemplazarle
de órden del emir de Africa; y no obstante sus esfuerzos para repa-
rar aquella pérdida, no le fué fácil conseguirlo, por lo cual le reem-
plazó inmediatamente el célebre caudillo Ocba-Ben-Albegag, que en
las compilaciones de Paquis se denomina Ocba-Ben-el-Hhejadi-el-
265
Soleili; que Casiri nombra Acba-Ben-Alhagiab, y los escritores árabes
determinan O'qbak-Ben-al-Hhedjadj (Oc6a descendiente del Hegiaz],
Antes de entrar en España era conocido en África por sus espedido-
nes contra Tánger, y el influjo de su nombre y la sabiduría de su
administración contribuyeron á afirmar la duminacion de los árabes
en la península; pero cuando este ilustre gobernador se preparaba á
llevar de nuevo la guerra á las Gallias, supo, bailándose en Zarago-
za', la sublevación de los berberiscos, recien convertidos al cisma de
los Morabitos ó Morahilhs, (consagrados á Dio-), y se vio obligado á
pasar á Africa para reprimir la rebelión que no pudo conseguir
hasta después de cuatro años. En esta larga ausencia predominaron
los desórdenes, se olvidaron sus reformas, despertáronse las ambi-
ciones de los gobernadores de provincia, y cuando desembarcó de
nuevo en España para sugetarlos, murió á los pocos dias, sin que
los esfuerzos de su sucesor Ahd-elmelik por una parle, y los de
Abderrahman, \ú}u de Ocba, por otra, pudiesen contener !a guerra ci-
vil que se encendió con el desembarco en Algeciras da Balcg y
Thaalaba (Beledj yTsalebah), cuando derrotados en Africa, buscaron
un asilo en España. Divididos en sus fuerzas para sitiar á .Toledo
y Córdoba que no pudieron conquistar por los esfuerzos de Ab-
delmelic, fué este al fin asesinado, derrotado y entregado por
sus propios subditos, aunque vengado por Abdcrrahman, que ma-
tó después á. j5a/eí/, proclamado un momento emir por la hueste
que le obedecía, en la infausta acción.de Calatrava.
Hussan Ben Divar, ó líuzan Ben Dliizar, apellidjdo Abul Cha-
tur, que en la Biblioteca Escurialense se denomina Abul Catar
Rasan Ben Baschar, y en los estrados de Conde Hhosan-Ben-
Dhirar, fué nombrado por el walí de África Hantallah para Emir de
la Península, consternada á la sazón con los estragos de la guer-
ra. Célebre este capitán, no solo por sus victorias, sino por sus es-
clarecidos dotes en la elocuencia y la poesía, se introdujo en
nuestras comarcas con un egército de bereberes, arrestó á los
principales rebeldes, repartió todas las tierras entre pueblos tan
diversos; mas no pudiendo conciliar las ambiciosas miras de los
dos gefes de tribus. Samad y Thueba, pereció en una batalla de-
lante de los muros de Córdoba, sucediéndole Thueba (Tsuabah),
el Thuabat Ebn Salama de Casiri, en tanto que Samaií (Zarnayl) se
abrogó el gobierno de Zaragoza. La debilidad de este poder, con-
trastado por la ambición, la insubordinación de todas las clases de
266
aquella reciente sociedad, la licencia de las tropas por la con-
descendencia de unos gefes avaros de los despojos de vencedores
y vencidos, hicieron de nue&tro país ese campo de Agramante,
que tanto se diferenciaba de los periodos de tranquilidad que se
siguieron á la conquista. En tan acerba situación, reuniéronse to-
dos los hombres entendidos y prudentes para deliberar, primero
sobre el remedio peienlorio que reclamaban tantos males, y des-
pués para meditar en los medios ulteriores de asegurar la paz
pública y la prosperidad del pais. En aquella asamblea de mag-
nates, de nobles caudillos y propietarios, tenida el año 746 de
nuestra era, fué elegido el honrado Juzuf ó Jucepli Ben \hdelrah~
man klfari (Juzaf-al-Fehry), de la tribu de Coraisch, por último
emir de España, quien respetado de los cristianos así como de los
musulmanes, y apreciado de todas las facciones, restableció el or-
den y la paz,proporcionando á nuestra nación cuatro años de re-
poso y que se repusiera en mucha parte de sus discordias pa-
sadas; pero fenecido este intérvalo, Awier Ben Ámru, que era emir
del mar (Amyr-al Bahhr) almirante, sublevándose contra Joussof,
dio márgen á una guerra sangrienta que solo pudo terminar con
la venida de los Ommiadas al Califato de Córdoba.
Por este rápido bosquejo de los sucesos de España durante
aquellos primeros años que siguieron á la conquista, comprende-
rán nuestros lectores que sustrayendo de la historia aquellos pri-
meros furores que habia, producido el fanatismo de los sectarios
del Islam sobre los inermes cristianos, hubo humanidad y toleran-
cia en algunos de los emires mahometanos en beneficio de los
pueblos, y que á la patética descripción del llanto general de E s -
p a ñ a , inspirada por el patriotismo del rey D. Alfonso el sábio,
que mejor es un himno elegiaco de profunda melancolía, debe
una crónica imparcial oponer la capitulación de Toledo, en la que
fueron condiciones que los cristianos que emigraran se llevasen
sus riquezas con absoluta libertad; que los que quisieran quedar-
se tendrian el libre ejercicio de la religión de sus mayores en
siete iglesias cristianas que designa el Padre Mariana con los nom-
bres de Santa Justa, San Torcuato, San Lúeas, San Marcos, San-
ta Eulalia, San Sebastian y nuestro Señor del Arrabal; que fue-
ran las exacciones aquellos mismos tributos que se pagaban á los
reyes godos, sin exigir otros nuevos; que se gobernasen por sus
leyes y por jueces de su elección. En confirmación de esta poli-
tica, copiaremos textualmente el tratado de paz que se celebró por
los dos opuestos adalides, Theodomiro y Abdelaziz.—«Capitulaciones
entre Abdelaztz Ben-Muza Ben Nazir y Tadmir Ben Gobdos, con-
firmadas con juramento.=Ea nombre de Dios Misericordioso. Ab-
delaziz hace la paz con estas condiciones. Se conserva el gobier-
no en Tadmir (^Theodomiro), la vida y bienes á los cristianos; no
se hará agravio á la libertad de sus mugeres é hijos; no se les
privará el egercicio de su religión, ni se entregarán á las llamas sus
templos: Entregará Tadmir siete ciudades, á saber: Orihuela, Fa-
lentola (Valencia), Elicant, (Alicante), Muía, Vacasora, (Villena),
Ota (Huete), y Lorca: no dará socorro á los enemigos, ni permi-
tirá que se refugien en su territorio, antes bien avisará de sus
designios luego que los descubra. Pagará Tadmir y lo mismo cual-
quiera vecino noble un dinero de oro cada año, y á mas cuatro
módios de trigo y dos tantos de cebada (el raódio equivale á un
celemín), cuatro cántaras de vino cocido y las mismas de vina-
gre (la cántara equivale á una arroba), y dos batos de miel (balo
equivalente á un tarro), é igual medida de aceite. Los criados
pagarán la mitad. Fecho en 4 de Bageb (Mayo) de la égira 94
(712 de Jesucristo): nombre de los testigos: Otliman Ben Abi Ad-
da: Abi-Ben Abi Obayela: Edris Ben Maisera: Abulcasen Almo-
seri.»
Otra de las pruebas que pudiéramos aducir para disminuir el
color de ecsageracion con que se pintan los estragos de aquella
primera irrupción, es necesario derivarla de la misma conformidad
con que se sugelaron los cristianos al yugo del vencedor, cual-
quiera que fuesen sus antipatías y altivez, porque á pesar de su
estado lamentable y decadente en los rápidos reinados de Witiza
y don Rodrigo, la topografía del pais, tan propia para las guerrillas,
y el cúmulo de sus iras les habría facilitado mucha mayor resisten-
cia. Así debemos suponer, que al ver los conquistados pueblos que sus
obispos permanecían al frente de sus diócesis; que los sacerdotes ce-
lebraban en sus parroquias las ceremonias de su culto; que los frailes
y los mongos seguían en sus austeridades, y las vírgenes del Señor
en sus modestos asilos elevando sus plegarías al par de las del Mue-
zzín, sino de grado ó espontánea voluntad, se sometieron resignados
á la estrella del vencedor. Las doncellas del país, deponiendo los
terrores que al principio les inspiraban aquellas hordas salteadoras,
con tan diversas costumbres, de idiomas tan diferentes y de razas
268
tan distintas, aceptaron sus obsequios y sucumbieron á unos enlaces
que confundían su porvenir con la improvisada fortuna de los nuevos
propietarios, que en los despoblados comunes y en las tierras fero-
ces é incultas obtenian repartimientos por premio de su valor.
Esta escesiva tolerancia, corroborada además con el singular en-
lace del hijo del conquistador con la ¡lustre viuda de don Rodrigo;
con que la madre de Abderrahman era de origen cristiano; y con que
hasta á los mismos clérigos se les permitía el matrimonio, facilitó á
algunos emires arreglar la administración y reconciliar mas y mas
á cristianos y muziimes entre roas de cien mil familias hebreas pro-
cedentes de las tribus de Juclá y de Benjamin, que, desde los tiem-
pos de Adriano, compartían en nuestro pais de las mismas garantías
y de idénticos derechos. La raza pura cristiana, que, quedó sugetaal
yugo de los nuevos invasores, fué denominada Mozárabe ó Mistiarabe
(Mosta reb) que quiere decir en lengua del Yemen, cambiados en á r a -
bes, y al habitar en nuestros campos y ,en muchas de nuestras ciu-
dades llegaron á participar de las mismas distinciones permitidas al
vencedor; empero con la restricción de obstentar publicamente los
ejercicios del culto delante de unos guerreros que tenían al Alcorán
por enseña de sus armas. Y aun cuando no sea menos cierto que
las crueldades del Horr redujesen á los cristianos á la misma es-
clavitud que á los salvages del Atlas, le sucedió inmediatamente el
humanitario Ambiza, que planteó oficinas de rentas en Córdoba, que
ordenó con equidad la distribución de los impuestos y la. restauración
de los puentes y calzadas. Ceba Abdelmelic fué otro de los agentes
eficaces que cambiaron totalmente la faz civil de nuestros pueblos.
Sus admirables disposiciones serian dignas de recomendarse á los hom-
bres mas adelantados en la ciencia administrativa. Castigó á los am-
biciosos sin servicios y sin méritos, estableció jueces rectos que pre-
senciasen el castigo de los prevaricadores; y protegiendo indistinta-
mente á todos los ciudadanos, cualesquiera que fuese su secta y el
límite de sus derechos, deslindó las atribuciones de los caudillos mi-
litares, y creó una magistratura independiente en Malaca (Málaga),
Anlequira (Antequera), y en Arxiduna (Archidona), que con cadies
subalternos en poblaciones de menos importancia, escuchaban todas
las quejas, conciliaban las desavenencias, é interponían su autoridad
para conservar inalterable la preciosa paz de las familias. Ordenó
que los waües, ó comandantes generales de los distritos españoles,
organizasen partidas para perseguir á los ladrones que infestaban los
269
caminos, y eviíar al mismo tiempo las venganzas y maldades que
afligían frecuenlemenle á los colonos é indígenas. El ilustre emir,
cuya administración bosquejamos, no descuidó la enseñanza, porque,
al establecer en todas las ciudades y aldeas infinitas escuelas públi-
cas, acudió á su dotación con asignaciones sobre las rentas del pais.
Finalmente mandó construir mezquitas y oratorios, dotándolas de pre-
dicadores y santones que enseñasen el Alcorán y convirtiesen á Ins
cristianos; y formando la estadística, llegó á regularizar los i m -
puestos.,^ ft0jjjm ^h muAoíi] hiiV.X \)) húMt>ñ's¿r) Úi írd • 1«
A estas medidas conciliadoras, unió el em'iv Hussam Den Dirar
sus esfuerzos para que depusiesen sus enconos y rivalidades los dos
partidos árabes y africanos que por la serie de la conquista se ha-
bían domiciliado en la nación, y cuyo principal fundamento consistía
en las preferencias sobre la posesión de las tierras que fuesen de
mayor importancia por su feracidad y productos; porque es necesa-
rio advertir, que en los tiempos que recorremos yacían yermos
todos lus campos, cubiertos de bosques y malezas y sin utilidad
alguna para unas tribus guerreras precisadas á alternar con el estruen-
do de las armas éntrelas faenas de su. cultivación. Por estas con-
sideraciones, el buen juicio del emir, deseoso de aclimatar á tan d i -
versas naciones en el nuevo suelo que ocupaban, con los recuerdos
siempre gratos de la patria donde nacieron, dispuso que los árabes
de Palmira ó de las Palmas, confundiesen su ecsistencía en las áridas
campiñas de Murcia y partidos orientales de Almería, tan semejan-
tes á aquellas sábanas áridas y desiertas de la antigua ciudad de Ze-
nobia, y que ha cantado Wolney con mayor inspiración que filoso-
fía; á las tribus oriundas de las vertientes del Líbano y los valles
del Carmelo destinó á nuestra serranía de Ronda y al país no me-
nos montuoso de Algeciras y Medina Sidonia: A los nómadas del
Jordán y de los campos de Jcrusalem se lesdió por domicilio las ri-
beras del Guüdalhorce, sea en los valles de Archidona, ó en las r i -
sueñas vegas de Anteqvera y Málaga, donde erigieron a Rayrja por
cabeza de nuestro distrito, hoy pueblo casi desconocido y muy próc-
símo á Archidona; acaso para conmemorar el nombro úoJericó que
también se nombró' Rahad: los guerreros de Kinscrina 6 Caléis, próc-
simos á l a actual Alepo, tomaron tierras en Jaén; algunas razas de
Pcrsia se acomodaron en Lo/a; los belicosos eathnnies, hiernenitas y
egypcios se esparcieron por Baza, Ubeda, Guadiz y Baeza, cual si
teniendo á la vista el magestuoso curso de! Bétis y los bosques de
270
Sierra-Morena, recordasen los fértiles campos de Bengala, las aromá-
ticas frutas del Djebel y la fertilidad del Nilo; y por último, á aque-
llos nobles caballeros déla guardia real de Damasco, que el histo-
riador granadino Ebn-Al-Katlib hace subir al número de 10 mil
ginetes, partidarios todos de Baleg, que traian los apellidos de los
Cañes, Ali-Ben-Bachisis, Asgei-Ben-Baycbis, Baelies, Salemis-Al-
mansores, Gedelies, KeiU-büas, Akalttas, Hatalies-Ben-Amer, Gafe-
quis, Alsalelies y Alnamaries, encontraron en Illiberis (Elvira), y en
el arrabal de Garnathad al Jahvd {colonia de judios de Granada^
al pié de Sierra Nevada, entre los vergeles de una vega mas her-
mosa que la de Esparta, las blancas cúspides del Líbano y el mismo
estenso jardin con que se anuncia al viagero la metrópoli del desier-
to, la capital de los califas. [Conde, Ñolas al X e r i f Medris, A l - M a -
kkari, Hislory of ihe Mahomedan Dinaslyes, traducción inglesa de D .
Pasqual Gayangos. lib. 4,° cap. I.0 klkalhb, historiador de Granada,
contenido en la Biblioteca-Arábigo-Hispaiia; tomo 2.°, página 182.
Ben-Hazil de Granada, i d . pág. 326. Don Bodrigo de Toledo, de
rebus Hispaniarum, Cap. 17, 18, y 19. Histor. krabum, cap. 9.
Don Bodrigo de Toledo, De Beb. Hisp. libro 3. cap, 20. Cunde,
Dominación de los árabes, parte 1.a cap. 9. Historia de los árabes y de
los moros de España, por Viardot, parte 1.a cap. l ^ p á g . 7 hasta /a 21
inclusives, Xerif-Aledris, clima \.0 parte 2.* Don Bodricfo de Toledo,
crónica caballeresca; parte 1 .a cap. 215. Isidoro Pacense, Apéndice k,
aerea 749. Adiciones al cronicón de Juan Biclarense, según la España
sagrada del Padre F r . Enrique Florez, tomo VI, pág. 433. V U n i -
vers, Afrique: tome troisiéme: payes 525 el 326. Cronicón Abel-
dense según id XIII, números 7, 8 etc. Cronicón del Monge de
Silos X V I I , números 16 y \1 etc. Jiménez Bodr. libro ///, cap.
20. Edición al Biclarense, mím.1 43. Pacense, Cron, núm. 34. Don
Bodrigo, De Beb. Hisp. libro 3, cap. 20. Hist. arab. cap. 12. Ebn-
Al-kattib, en Casiri, pág. 182, Ben-Hazil, pág. 326. Al-Ma-
kkari, traducción de Gayangos, parte 1.a cap. 10. Idem, libro 4,
cap. 1. Ben-al-Cuty. citado por Al-kattibt véase Conde part. 1,
cap. 12. Ahmed-Basis de Córdoba. Biblioth. arab. Hisp. tom. 2, pág.
222 y 324. Don Bodrigo, Hist. arab. cap. 9. E l Pacense, Cron.
núm. 38. Almed-Basis, Biblioth. tom. 2, pág. 105. Conde. Domin
de ¡os arab, parte 1.a cap. 15. Coronica General, lib. 12. cap.
75. Basis, Biblioth, lom. 2.* pag, 324. MotireA- Meruan, nieto de
Muza, citado por el Dhobi-Ben-Jalikan Ibn-Jalikan. Vüae ilustrium
271
virorum en Wunsten, Goetlúng. 1835, en k.0 Masdeu, tomos XII y
X X X V I Ahmed-Rasis, Bihhoih de Casiri. Historia de España,
Fragmentos, iom. 2 pág. 323. Isidoro Pacense, cronicón según F i o -
rez, tomo VIII pág. 303, éíc. Adiciones á Juan Biclarense según el
mismo Flores, lih. VI pág. 422, etc. Bouges, Hisloire eccle-
siastique et civile de la ville et diocése de Carcassone. D'Herbelot,
Biblioléque Oriéntale, articles Mousa Tarek. Isid. Pacense, crón.
núms. 32 al 37 según Flores, lih. VIH, pág. 30. Rasis, Fragm.
Hisl. Hisp. según Casiri, tomo 2 pág. 325. Pacense, crón. núm.
52 al 57 según Florez lomo VIH, pág. 306. Cronicón Abeldense
núm. 79, según i d . , tomo XIII. Jiménez, Historia Arábum, caps.
41 y 42 Conoíe, versión de Morlés, p. 1, pág. 126 y Bouges,
Hisloire ecclesiaslique de la ville et diocése de Carcassone, pág. 49.
Isid. Pasence, cron. 59. Según Florez, tom. VIH. pág. 3 H . Cro-
nicón de Fredegarius, según la historia de los escritores franceses
de Duchesne, tom. 1 pág, 108, efe. Eginhardas, vida de Cárlo-Magno
en la misma colección, tom. 2, pág. 94. Jiménez, Hist. Arab.caps.
12 i/ 14. Isid. Pacense, cron. núm. 63 y 67, se^wn Florez, tom,
VIII; pág. 314, eíc, Abu-Beker, Vestís Sérica, Casiri, tomo 2, pág,
32. Jiménez, Hist. Arab. caps. XVI 4/XVII. Conde, parte \ cap.
26. fien Alabar de Valencia, Vestis-serica, Casiri tom. 2, pág. 32.
Conde, parte 1, cap. 33. Ahmed-Razis, Casiri, tom. 2, pag. 33.
Conde, parte M cap. 37. Historia de España por el padre M a r i a -
na, tom. 3, pág. 398 y 399, edición de Valencia. Conde, parte 1*
cap. 26, Josepho; Antigüedades Judaicas, libro 8.° cap. 9. E b n - A l -
Kattib, Historia de Granada, pág. 1.a en Casiri, tom. 2. pág. 522.
Ben~Alabar de Vaíenaa, Vestís Sérica i d . tomo 2, pág. 32.
NOTA III.
• -- -' -
288
administrativo. Entre la diversidad de razas de que ya nos hemos
ocupado de oriundos del Hedjaz, en quienes se vinculaba el poder de
sirios, egipcios y africanos: con sus infinitas tribus y con sus cabilas
del Atlas en que se subdividia el pais, sobresalían los cristianos some-
tidos al conquistador como la clase mas numerosa con el nombre
de mozárabes, conservando su religión y el egercicio de su culto.
Gobernados por las leyes godas tenian jueces especiales, y la digni-
dad de un conde que abogaba por sus derechos y por la inte-
gridad de sus Cueros en la corte del califa. La política del soberano
parecía que aconsejaba usar de contemporización con nuestra nación
vencida, que cultivaba el pais, pagaba fielmente los impuestos, y
se alistaban con bravura en la guardia de los príncipes. Respeta-
das las iglesias, la clausura de las vírgenes y el retiro del reli-
gioso hasta el estremo de permitir la conservación de sus hábitos
y lás oblaciones de su piedad; sobresalían Froioario qn el obis-
pado de Guadíz, Sansón, Alvaro y san Eulogio en la misma corte
mahometana, Samuel en la antigua Iliberís, y el herético Hoctoge-
sis ^n la diócesis de Málaga. Este esceso de tolerancia, que parece
como increíble enmedio de la dominación de un pueblo tan adherido
á la religión de Mahoma, llegó al estremo de permitir la celebración
de tres concilios que fueron convocados el primero indistintamente
en Sevilla en 782, reinando Abd-al-Rahhraan el Grande, el segun-
do en Córdoba en 852,'bajo el 2.° Abd-al-Rahhman, "y el tercero
también en dicha ciudad en 862 reinando Mohhamme.d I. En estas
santas asambleas se trató de disciplina, de prohibir los actos este-
riores del culto, de contener el escesivo celo, que aunque condu-
jese al martirio, alteraba la paz pública, y de dirimir las discordias
lamentables y las injurias recíprocas de Hoctogesis y de Sansón! Mas
no debemos creer que esta indulgencia recíproca de dos naciones tan
opuestas, no cambiase frecuentemente á pesar de toda la vigilancia
y los consejos de prudencia de los cadies musulmanes y de los jue-
ces cristianos. El uso de nuestras campanas que dejaba oir por i n -
tervalos, los alaridos del Muezin que oscilaba á la oración desdo
los altos minaretes, sin duda alguna ecsacerbados por la incongruen-
cia de ambos ritos, originaba el que los muzlimes prorumpieseri
en imprecaciones, se tapasen los oídos, y orasen por los ilusos,
que retraídos por el temor desde el centro de sus oratorios, devol-
vían iguales denuestos y se creían contaminados con focar los ves-
tidos del árabe. Por este escesivo celo, y p o r u ñ a apología contí-
289
nua de la santidad de nuestro culto sobre la religión mahometana,
sufrieron glorioso martirio un Fandila de Guadiz, unRogerio de P a -
rapanda y un Amador de Martos, en tanto que aquellos mismos
árabes, al conquistar la Palestina conservaron todos los monges de
Africa bajo la única condición de pagar un diñar por cada con-
vento.
Sin embargo, los demás cristianos mozárabes ó mintiarabes ha-
bían sustituido al trage godo el albornoz, el calzón ancho y el tur-
bante oihntal,. y llegaron á perder la lengua latina, adulterándola
otros con los modismos de la árabe, especialmente en nuestro pais.
Pero de aquellos enlaces de la raza pura oriental con los prime-
ros cristianos, ya conserváran su religión ó hubiesen renegado de
ella; de aquella indefinida mezcla de tantos pueblos diferentes con
los españoles indígenas y los numerosos judies que pululaban en
el pais, nació aquella nueva raza de mauludines muzlitas y m u -
lados, derivaciones sinónimas de la palabra munulad, que era lo
mismo que decir un hombre que guarda los mismos usos, la misma
religión y lengua que los árabes conquistadores, y cuya palabra ha
dado origen á la de Mulato en equivalencia de la de cristiano
nuevo, ora se aplique al hijo ó nieto de un renegado español, ora
al cristiano nuevo que se convierta á nuestra fé.
Esta nueva generación, tan despreciable en su origen como
abatida por el vencedor, vino á ser, andando el tiempo, el funda-
mento de aquella guerra social que acaudillada por los Muzzas y
López, musulmanes de religión, pero godos de linage, no solo
vieron perecer el trono de los califas, sino que bastó por su i n -
flujo y continuados esfuerzos á precipitar la caida de los moros
españoles, porque aquellos nuevas hombres con su población su-
cesiva, vejados por las orgullosas castas que blazonaban de su
cuna, en armonía con los mozárabes mas humildes y tolerantes, y
aun con mas derechos patrios, después de algunas, generaciones
llegaron á sobreponerse á las tribus aventureras ó á las cabilas
vagabundas que se sucedieron en la conquista.
La última condición de la España-Musulmana^ eran los esclavos
que se destinaban al servicio del califa y de las altas clases del
imperio. Procedian de los prisioneros de guerra ó de las presas
que se hacían sobre las fronteras enemigas, ya fuesen cristianos
ó rebeldes.
290
POBLACION.
EJÉRCITO.
IMPUESTOS.
MONEDAS ARABES.
(i) Ha sido tal la abundancia de estas monedas almohades, que el vulgo con-
funde con los cuños almorávides, que nuestro rico gabinete numesmático se v«
frecuentemente en la necesidad de venderlas al peso, y por su valor intrín-
wco.
302
Sanhagi en 1165 de J. C. (de la Hegira el 561) con el título
de rey de aquella comarca del Africa, se le ocurrió acuñar mor*
neda poniéndoles esta inscripción: Men duria algoralb Nasraha Ala~
H, Coraib. Las monedas de las almohades de Almeria decian en
su aerea; «En el nombre de Dios misericordioso, el Mehedt, prín-
cipe del pueblo.—La alabanza á Dios único, misericordioso y ele-
mente.—El Caim bimrri Allah {el ensalsado por decreto de Alá)
el principe Ábú Mohhamed Abdelmumen Ben A l i , Amir A m u -
menin.
Los reyes Nazeritas de Granada acuñaron doblas de oró y di-
nares y medallas de plata de forma circular y cuadrada con ele-
gantes caracteres nedjis. Léese en las mas comunes. «Acuñada en
Granada^ y el año respectivo. Otras: «La alabanza á Dios; M a ~
homa enviado de Dios.)) Otras: iVo hay poder sino en Dios único. E l
imperio todo es de Dios,)) Las mas raras y elegantes son del tiem-
po de Yousef I de forma cuadrada y con orlas y letreros circu-
lares: Dicen en el área: «OA vosotros los creyentes; perserverad;
sed constantes; y pelead y temed á Dios y ' asi seréis felicesh
En los cuatro ángulos del cuadrado,» Guala Galibi li-Allah (no es
vencedor sino Diosl] y en la área opuesta: «Abd-Allah Anasir Le-
din Allah Jouzef Aben Jouzef Ben Mohhamed Ben Jouzef, Ben Ts-
mail Ben Nazar; favorescale y ampárele Dios!))—Fuera del cuadro:
(.(.Acuñada en la ciudad de Granada á la que Dios guarde. Parece
que en esta última medalla transpiraba una especie de proclama
del monarca para, con el subdito ante ja progresiva decadencia del
imperio.
Finalmente en el museo de Borgia hay otra moneda de Granada
en forma ecsagona y con un círculo ecsarado, donde dice, por un
lado: «.Acuñada en Granada, año» y por el otro; ((.Ochocientos se-
tenta y siete,» que corresponde al H72 de nuestra era; por-
lo que deberemos inferir se acuñaría en tiempo del ultimo rey de
Granada Abou-Abd-AUah-Al-Ssaghyr (Boabdil.)
ReGpecto al valor intrínseco comparativo numismático árabe se-
rá muy poco lo que podremos decir. Las doblas no tenían valor
propio y servían para espresar el valor decuplo de otra moneda
de plata y de oro que variaba encada división de la España ára-
be. Ignorábase su valor durante el califato de Córdoba, ¿as doblas
Juzefinas, introducidas por los almorábides, á fines del siglo undé-
cimo valían entre los cristianos 4 reales de plata (8 reales de vellón);
303
y créese por Viardot que podían correr en los tiempos de A l -
hamar y San Fernando. Las doblas halladas en el campo del
rey de Fez Abu-Alhassam, vencido en Tarifa en 1340 pesaban
aprocsimadamente una libra de oro. El milsgal ó mitcal de oro
equivalente al adirhem Bagli ó de cabeza de muía que era el
apodo del príncipe que le mandó acuñar, tenia su valor propio;
contenia 20 Karats ó quilates, y valia 50 reales. El mitcal de plata
valia la décima parte del mitcal de oro; es decir 5 reales vellón.
Y, Gnalmenle, el diñar ó adirham era una moneda de oro equiva-
lente A doce adirhames de plata, que son esas monedas endebles
y redondas algo mayores que nuestras pesetas y cuya evaluación
comparativa no podemos concordar con el que tuvieron las mone-
das godas de aquel tiempo.
* -
313
«Labrados á maravilla:
«El moro que los labraba
ccCien doblas ganaba al dia.»
ESCULTURA.
AGRICULTURA.
PAPEL
BRUJULA.
PÉNDOLA Y RELOXES.
TELESCOPIOS.
POLVORA.
IDIOMA ARABE.
(1) Averroes mereció ser retratado é incluido como sabio, por el célebre Ra-
fael, ea,su cuadro de la Escuela de Atenas.
321
Beke-Ebn-Zaraya-al-Razy, (De Razy); y Áhu~al-Qasem~khataf-
Ebn-Abas (Abulcasi), dignos émulos de Hipócrates. Fueron mé-
dicos de Málaga, Mohhamed-Ben-Cacin'kazragita; Mohhamed-Ben-
Phatis, al mismo tiempo que humanistas, el primero fué además
un elegante poeta como habilísimo en el agedréz y caligrafía, y
el segundo murió en Lorca.
Al restaurar tan ui.il ciencia, al hermanarla con la química,
estendieron sus estudios; esparcieron nuevas luces sobre enferme-
dades raras, perfeccionando la terapéutica con ventajas de la hu-
manidad.
CIRUGIA.
MATEMATICAS.
ASTRONOMIA.
GEOGRAFIA.
43
328
FILOSOFIA Y ORATORIA.
HISTORIA.
ROMANCES.
POESIA
MUSICA.
...
339
ENSEÑANZA.
is
m
da la caza y la guerra. Sin embargo, se infringía por la impe-
riosa necesidad las frecuentes hostilidades de los cristianos. 90
En los entierros iban amortajados los árabes con unas liras de
lienzo blanco; en el tiempo á que nos referimos, y con ante-
rioridad con tosidos de'seda bordados de plata y oro. Labados antes
los cadáveres y vestidos con una camisa, recibían la modesta mor-
taja que les transmitieron los egipcios. Perfumado el cuerpo muerto
con arreglo á sus haberes, se le conducía al cementerio seguido de
sus parientes y de alquiladas plañideras que con voces descom-
puestas y gritos ecsagerados indicaban el entierro por donde quiera
que pasaba. En los funerales del rico, tales como en las pompas dé
Tahira, hija del rey Mohhammed de Sevilla, tan célebre por su
belleza, era llevado el atahud por los principales ministros. Parado
de trecho en trecho para dar solemnidad á las arrakeas ó pos-
traciones que terminaban en el cementerio, se hacía entonces el
elogio del difunto. Seguía l a demanda de l a huesa y l a respuesta de
l a fosa, poniéndose mas ó menos ulismas ó aleas en la cabeza ó
en el pecho, especie de amuletos que tributaba el sentimiento y
que jpor su escesivo abuso fueron prohibidos por Jouzef. General-
mente las sepulturas se escababan uniformes en dirección dé la
Meca, depositándose en ellas algunos jarros de leche ó miel, plan-
tándose á su alrededor algunas plantas aromáticas. Cuando en Má-
laga falleció el célebre caudillo Aben S a d denominado A l m e d - B e n -
Ahd-al-Rahhman E l o s k i , natural de Talavera, fué sepultado en su
vega en un parage muy ameno, plantándose alrededor de su se-
pulcro doce hermosos árboles de fruto doble. Desde la muerte del
pobre, privado de sepultura si no había pagado el asaque, aque-
lla contribución general, que en concepto de limosna satisfacía to-
do creyente para sóstenimíento del estado y conservación del cul-
to, bajo el nombre común de X a r a y A z u m a , que en los días de
la conquista se titulaba Jarauna; desde el entierro del magnate,
ma^ jó mgnos suntuoso, hasta las ceremonias fúnebres de los ca-
lifas y emires, se acrecentaba tanto el lujo en sepulcros é inscrip-
ciones, como apreciará el lector comparando los epitafios de un
. hombre particular, de un caudillo de los mas ilustres por su valor
y sabiduría, y del famoso Aí/iamar primer monarca granadino, Co-
locadas estas inscripciones, ya á la cabeza ó al pié de las mismas
sepulturas, leíase, pues, en ía primera que fué ecsarada sobre una
columna; y que se encontré en Toledo á la puerta del edificio qus
352
fué convento de Mínimos del nombre de san Bartolomé.
«En el nombre de Alá, clemente y misericordioso: Ó vosotros
los mortalesl Considerad que las promesas de Alá se han de cum-
plir; no os dejéis pues engañar de los deleites de esta vida mun-
dana ni arrastrar por las falacias del demonio en perjuicio de
nuestro Dios.
«Este es el sepulcro de Mohhammad, hijo de Moalla, el cual,
confesó antes de morir, que no hay mas Dios que Alá, y que
Mohhammad (Mahoma) es su siervo y mensagero, á quien envió
Dios con la dirección y ley verdadera, para que la obstentase triun-
fante sobre toda otra religión aun apesar de los infieles.
«Murió (el dicho Mohhammad), Dios le haya perdonado, en
la noche del domingo á ocho dias por andar de la luna Rabia,
postrera del año cuatroscientos y cuarenta y siete: (es decir, el
21 de la luna que corresponde al 19 de Julio de 4055 de la era
cristiana.)»
Dice el ilustrado orientalista don Pascual Gayangos, á quien
debemos esta versión, y con cuya amistad nos honramos, que la
primera parte de ella se compone de un versículo ó aleya del
Alcorán, sacado de la Sura 6 capítulo intitulado E l Criador.
La segunda que vamos á trasladar traducida por el mismo
anticuario, parece que fué mentada por el célebre impostor Miguel
de Luna y el morisco Antonio del Castillo entre las láminas plúm-
beas que originaron la célebre causa sobre falsificaciones contra el
padre Echevarría y don Manuel Medina Conde, nuestro historia-
dor malagueño, anterior á nuestros estudios, y se contenía en
una lápida dibujada en el cuaderno de estampas que de aque-
llas antiguallas recopilaron sus autores: decia pues de esta ma-
nera. .• , / ;,: i .• </ ojj aiítíiaíd . • B*IJ -.r mío
«En el nombre de Alá clemente y misericordioso, la bendición
de Alá sea sobre Mahoma y los suyos:
«Toda alma ha de provar la muerte y cada uno de nosotros
habrá su recompensa el día de la resurrección.
«El que se hallare lejos del fuego del infierno y fuese admi-
tido en el Paraíso, aquel será verdaderamente dichoso, pues la
vida presente
«no es sino un almacén de engaños. Aquí yace de Xeque
honrado, devoto, austero, morábito y guerrero Abu-Mohhammadr
Al-hage, el ilustre.
353
«Hasan, hijo de Saleh, hijo de Ali, el conocido por Giangiar
Al-bagdali ó de Bagdad.
«La misericordia de Alá sea sobre él: vino á esta. tierra para
emplearse en la guerra contra los infieles.
«Visitar á los reputados por santos, y asistir en la corte de
sus reyes, los afortunados. Fué
«de familia ilustre, hijo de padres conocidos por su santidad
y á quien Alá guió
«por la senda de la bienaventuranza, lugar teniente de Sidi
Ahmed Ar rifayi Sarjalaki
«Arbuagiem-Al-Mutayi. docto igualmente en letras divinas y
humanas.
«Comunicó sus conocimientos á cuantos fueron á encontrarle y
los guió por la senda de la sabiduría: marchó á
da guerra santa á la faz de su Dios y gastó cuanto tenia en
su servicio.
«Bendijo en su presencia los círculos y asambleas literarias,
y defendió con su persona
• «las plazas y fronteras: fué uno de los adornos de su siglo,
y una
«de las lucernas de la religión. Murió (¡Dios escelso le haya
perdonadol) el dia martes á veinte y cinco de la luna de Xawal
del año tres.
«y treinta y ochocientos (833): Alá le cobige con su miseri-
cordial» (corresponde al 16 de Junio de 4430, ó á los 62 años an-
tes de la conquista de Granada.)
Sepultado Alhamar (Mohhammed-Ebn-Al-Hhamar) primer rey
de Granada, dentro de una caja de plata, que también se llama-
ba Álchanoza, cubierto de preciosos mármoles, en un cementerio
propio por no estar aun habitada la Makbura del Generalife, la
piedad filial de su sucesor Mohhamed II, hizo poner este epitafio
esculpido en letras de oro.
«Este es el sepulcro del sultán alto, fortaleza del Islam, de-
coro del género humano, gloria del dia y de la noche, lluvia de
generosidad, roció de clemencia para su pueblo, polo de la sec-
ta, esplendor de la ley, amparo de la tradición, espada de ver-
dad, mantenedor de las criaturas, león de la guerra, ruina de
los enemigos, apoyo del estado, defensor de las fronteras, ven-
cedor de las huestes, domador de los tiranos, triunfador de los
35Í
mgaGiO loo o^íopuap h Alk .ob oitd J ' J & p b o M t i f í w : i h
impíos, principe de las fieles, sábio adalid del pueblo escogido,
defensa de la fé, honra de los reyes y sultanes, el vencedor por
Dios, el ocupado en el camino do Dios, Abu-Abd-Allah~Mohham~
med-Ben-Jouzef-Uen-Naser-al-Ajisari, ensalsele Dios al grado ele
los altos y justificados y le coloque entre los profetas, justos már-
tires y santos, y complázcase Dios de el y le sea misericordioso,
pues fué servido que naciese el año 591 (el 1197 de nuestra era)
y que fuese su tránsito dia Giuma (viernes) después de la Azala
de Alasar (media tarde,) á 29 de la luna Jumada Postrera año
671 (12751.) Alabado sea aquel, cuyo imperio no fina, cuyo reinar
no principió, cuyo tiempo no fallecerá, que no hay mas Dios, que
él el misericordioso v clemente.» . "
loda vez que consideremos el germen de civilización que ha
emanado de los árabes desde la mas remota antigüedad, no podrá
sernos estraño el espíritu de caballería que los distinguió en to-
das épocas, ora se les investigue en la corle de los califas de
Córdoba, ó en ios encantados pensiles del Generalife y de la Alham-
bra. En los mas remotos tiempos, cuando invadieron el Egipto los
árabes Qahhthanytes (Legtanidos) y Kuschytos (Kusitas), bajo la CO"
mun denominación de Iksos ó pastores, estendidos bástala Grecia
en época de Sesostris, esparcieron las primeras semillas de los co-
nocimientos humanos en nuestras regiones europeas. Fieles siem-
pre á su pa!abra> generosos con los vencidos y justos por reli-
gión, el que blazanoba de caballero en esta raza original, debia'
poseer las diez virtudes del valor, bondad, poesía, elocuencia,
fuerza, gracia, equitación y destreza en el manejo de la espada,
lanza y arco; y con ellas, estimando tando el valor como los pue-
blos germanos, vióse al wali ^td-aZ-^l/ci/eA;, vulgarmente llama-
do Abdelmelic en época de Ahd-al-Rahhaman, atravesar de una
lanzada á su propio hijo, por verle retroceder ante una fuerza su-
perior, y en los reglamentos de Jouzef se prevenía terminante-
mente, que todo árabe que huyese delante del enemigo, no sola»
mente fuese tachado de infamia, sino que se le condenára á muene.
Esclavos del pundonor, sabemos^^ue ef wah de Córdoba, usó
de una cortesanía que apenas sería creíble sino estuviese confir-
mada en las páginas de la historia. Atacaba Alfonso VIII en
i 139 la fortaleza de Oreja con toda la fuerza de su ejército, cuan-
••••» •• .einyjiio.i t í u su JOKÍJDIOÜ ,OOGJ89 I^U oyonft ¿ i ' r ^ i ' i B o o gol
do el ceneral mahometano que le era inferior en el suyo, h'a-
, „ , SOP &D 70i , , , , , , iQD^'J
ciendo marchas forzadas, presentase delante de Toledo, donde en-
355
cerrada la reina Berengucla apenas tenia un soldado que pudiese
defender su persona. El conflicto era imminenle, y la pérdida de
la plaza y la vergonzosa esclavitud de señora tan ilustre, iban á
recompensar aquella conversión estratégica, si un pensamiento de
la reina, ran elevado como ella, no hubiese conjurado el peligro.
Hace salir un heraldo para decir al wali «que si iba á combatir
cristianos, fuese á buscarlos á Oreja donde le esperaba su esposo;
pero que hacer la guerra á una señora sin valientes campeones
que pudiesen defenderla, era indigna hazaña de un guerrero y de
un caballero generoso » Es fama que el almoravid, cediendo á es-
ta estraña defensa, escusóse de su error y pidió por favor á B e -
rengúela el honor de saludarla á la cabeza de la hueste. En este
día tan memorable en los fastos de la caballería, mientras el
fuerte de Oreja sucumbía al valor castellano, viose á la reina de
Castilla, con todo el esplendor de su rango, sentada sobre los ba-
luartes de aquella metrópoli, revistar como en un torneo á un
ejército enemigo, brillante con sus arneses, y con la propia emu-
lación que si hubiese desfilado delante de sus soberanos.
Fundadores, pues, los árabes' de las milicias religiosas, los ca-
bálleros [rabhxjt) ó rabis envolvían el pensamiento de nuestras ó r d e -
nes militares, así cóme los Haschefs ó descubridores parecen como
lós indicios de los antiguos cuadrilleros y modernos migueletes que
por su eáericial'institucion vinieron á modelar Ja policía de las n"a-
''ciones en nuestros presentes tiempos. En estas cofradías bélicas,
entraban aquellas familias que confundían su prosapia cou los anales
muslímicos. Los elevados n a z m ' / a s disputaban á \os ommiadas lo
esclarecido de su origen, aunque descendientes primeros de la tribu
árabe de A6en-C/iare(/ ausiliares del profeta y abuelos de los aben-
cerrages. Los príncipes Alnayares, descendientes áe kben-Hud y áo
los reyes de Zaragoza, blasonaban de una estirpe fundada por Ben-
Omar ó el distinguido Marsilio, contemporáneo de Abderrahman el
Grande. Los decaídos Meruanes, orgullosos de su linage, no des-
deñaban alternar con los jactanciosos Gazanitas, Iribú célebre de S i -
ria, con los Alsalemis, Kalebitas, Gedelitas, Gafekis y Homeritas,
nietos d é l o s capitanes que comandaba j5a/e<j, en el primer siglo de
la conquista.
De menos elevada alcurnia eran los nobles africanos que cor-
".^rian también á alistarse en esta milicia sacra. Contábanse los ze-
gries, procedentes de Aragón, emanados de la alta cuna de los
356
reyes Zeiriías, alternando con los Comeres puros numidas del
desierto. Después venían los ilfarmes, vanos de su descendencia
con los califas de Fez. seguidos de los Zayanitas que señalaban
por abuelos á los príncipes de Tlemcen, y formando en las mis-
mas filas con los Zenetes y Azuagos de las comarcas argelinas,
con los Gazules de Getulia, con los Zahanegas de Marruecos, con
los Almoradies de Tánger, y con todos los demás nietos de Ma-
sinisa y de Jugurtha.
Hemos dicho anteriormente que el Pendón Blanco era el es-
tandarte real que en tiempo de los califas ondulaba en los com-
bates sobre esta escogida milicia. Blazon del rey klhamar, de la
dinastía granadina, que fué armado caballero por San Fernando,
era un escudo de plata con banda azul diagonal cuyos estremos
terminaban en la boca de dus dragones, y en ella escrito este
mote a l e galib ile Alá» (solo Dios es vencedor,) que es el mis-
mo que en multiplicadas Alegas, se repite al infinito sobre los
muros interiores de la Alhambra. El orgullo de Mohhammed IV,
uno de sus descendientes se hizo notable en la vanguardia de
la hueste musulmana que taló el campo de Baena. Ebcaramuzan-
do el rey y blandiendo su rica lanza toda guarnecida de oro y
cubierta de piedras preciosas, a arrojó contra un cristiano que
atravezado con ella siguió huyendo con su caballo á refugiarse
en la ciudad; pero cuando iban á seguirle un gran número de
muslimes para rescatar la lanza, los detuvo el soberano con esta
frase generosa; aDejadlo a l pobre que s i no mwere pronto tendrá
con que curar sus heridas.-»
Pero donde mas se corrobora este espíritu caballeroso era en
la hospitalidad que ofrecían á sus contrarios. Desavenido el prín-
cipe Don Felipe con su hermano Don Alonso el sábio, y seguido
de Don Ñuño González de Lara, don Lope Díaz de Haro, Don
Estovan Fernandez de Castro y otros ilustres caballeros, vinieron
á buscar un asilo en la Corte de Alhamar. El monarca granadi-
no salió al frente de sus hijos y de sus mas esclarecidos magna-
tes á recibir á tan ilustre huésped, destinándose para su aloja-
miento el palacio de Abu-Seid, y, obsequiado con esplendor, estu-
vo en aquella Corte hasta la muerte de Alhamar; debiendo á su
sucesor Mohhammed que le trasladase á Sevilla para la reconci-
liación con su hermano Don Alonso, cuyo príncipe, usando en
esta ocasión, idéntica cortesanía salió al encuentro de su jeneioso
357
enemigo, le hospedó en su propio Alcázar, celebró torneos y Ges-
tas á la usanza do Castilla para obsequiarle complidaraente, y has-
ta le armó caballero como habia hecho San Fernando con su ilus-
tre predecesor. Sin embargo, estos obsequios no fueron tan espon-
táneos en la política profunda de aquel aventajado príncipe, porque
la reina doña Violante, rodeada de hermosas dueñas y de donce-
llas peregrinas, al par que aplaudía en el moro la gentileza de su
apostura, las gracias de su juventud, y la pureza de su acento en el
habla de Caslilla, supo con ardid y maña ecsigirle la promesa de
que demorária por un año mas romper sus hostilidades contra los
walíes rebeldes de Guadix, Gomares y Málaga, que era lo mismo
que retardar la tranquilidad de su reino por tan dilatado tiempo.
Cuando el infante D. Pedro, hermand de Fernando IV el Em-
plazado, en compañía de su tio D. Juan, que era Señor de Vizcaya,
murieron siniestramente en las cercanías de Granada ante las hues-
tes agarenas acaudilladas por Osmin tan famoso por sus victorias,
como por sus frecuentes desafíos con los adalides cristianos, el ca-
dáver de D. Juan, abandonado en un barranco, fué recogido por los
moros á invitación de su heredero, embalsamado previamente y co-
locado con obstentacion en uno de los salones de la Alhambra, den-
tro de un atahud cubierto de un rico paño de oro y rodeado de mu-
chas luces. No satisfecha todavía la galantería de Ismael, dispuso
que algunos cautivos cristianos orasen por el difunto delante de la
guardia de honor presidida por Ozmin y en aquella estancia regia
donde solo se entonaban alabanzas al Profeta. Terminadas estas so-
lenínidades, escribió al hijo del difunto previniéndole corlesmente
que 'máñdase por el cadáver cuando lo tuviese á bien. Cuando
salió de Granada la fúnebre comitiva, sobresalían entre la escolta
los guerreros granadinos por su gravé continente, por sus soverbios
caballos y por sus brillantes armas.
Tales fueron las costumbres y el espíritu de ilustración de los
árabes y moros que subyugaron la Península, y hasta en los últimos
tiempos en que agonizaba un imperio tan digno de ser estudiado,
era la ciudad de Granada, sin embargo de sus rebeliones, estenso
jardín de frutales, admirable por sus nevadas sierras, rica por sus
producciones, deliciosa por su clima, y rival digna de Damasco.
Las princesas y las damas de aquella metrópoli del mediodía, aun
relevaban su hermosura y la esveltez de sus formas, con los cintu-
rones, bandas, ligas y cofias labradas con plata y oro de un abrí-
Uanlaclo arlificip Pulcras, ,hpsla ^ nimiedad, cuidaban sus largas
cabelleras, y hacían alarde d e s ú s dentaduras ebúrneas con el real-
ce de sus dichos, con la agudeza de sus modales, y con su discre-
ción esquisila. Los varoniles granadinos, ortodoxos en su religión,
eran sufridos en las fatigas, generosos en el combale, d e t á l l a m e -
diana y de cabello negro: vehe.jpepjles en su conversación, senten-
ciosos en sus palabras, metafísicos. en los conceptos, hablaban el
árabe puro que introdugeron sus abuelos. Vestían finísimas lelas
de lana seda y algodón, rayadas de colores coa sutil artificio; y en
el Invierno usaban la capa africana con el albornoz tunecino, y en
la estación calurosa, cubríanse de lienzo blanco.
Los contornos de Granada aun mas risueños que en nuestros
dias, encantaban por su hermosura. Aquella multitud de torres,
centinelas colosales del estenso circuito, dominaban á otras torres
por la dilatación de su vega. En aquel bosque virginal, surcado
por el Genil y bañado de mil riachuelos que le rendían sus tribu-
ios, había templetes esparcidos para invocar al Ser Supremo; entre
4 30 molinos de agua y mas de 300 pueblos. Era tan feraz el sue-
lo, era tan ancha aquella vega, era tan puro el ambiente, y era
tan hermosa la sierra, que de maravilla en maravilla se perdía la
mente humana en contemplación infinita. Desde las cúspides del
Veleta y del obtuso Mulahacem tocaba la zona de plata con la zona
de esmeraldas que circundaba la Alhambra, y los palacios sun-
tuosos que denominaban sus colínas y los raudales cristalinos que
vagaban murmurantes debajo de los parrales; y aquel occeano de
luz que inundaba a la ciudad para aumentar sus relieves, y el
esmalte de sus campos, conmoviendo los espíritus de los vates gra-
nadinos llegaron á imaginar que el paraíso de Mahoma se asenta-
ba sobre el Zenit de aquella tierra \ e n l u r o s a . (Historia de. los á r a b e s
por A b u l - F e d a , Anales muslímicos traducidos por Reiske. Biblioteca
de Herbelot, articulo Omiades. Á l - M a k a r y , hislory ofthe Mohham-
medan dinastyes i n S p a i n , traducción del S r . Gayangos. Biblioteca
a r á b i g o - h i s p a n a de C a s i r i , con referencia á E l - D h o b i , á A l k a l t i b ,
. á Ben-Alabar, á R a z i s , á A l - H o m a i d i , y á Ben-Baskual. Xerif
A l e d r í s s i , g e o g r a f í a , traducción de Conde, De rebus Hispanice, y l a
Historia Arabun de D . Rodrigo. H i s t o r i a de l a dominación de los
árabes en E s p a ñ a , por Conde, Viardot, historia de los á r a b e s y de
los moros de E s p a ñ a , p a g . 28. Scbastianus Salmaiicenses, cronicón
tmnero 21, según F l o r e z l i b . XIII, p á g . 487. Crónica d e l monge
359
de Silos, n.0 28, según idem, lih. X V I I , p á g . 283. Bouges,
Histoire Eclesiástique et civile de la Ville de Carcassonne,
p á g , 65. Ebn-Alabar, Ehn~el~Khatib, Elmacin, Abii l-Feda,
según Casiri, tomo 2.° p á g s . 73, 33, \9S, eap. 6.° y p á g . 72.
Conde, tom. I.0 cap. 26 «/p«^s. 224 á 230. Abu-Abd-Állah,
Vestís Á c u - P i c t a series Ommiaditarum Hispanice; AUHomaid,
Saplementum Abu-Bakir, Vestis S é r i c a , Ben-Alabar, chrono-
log. hisp. de la colección de Casiri, tomo II, p á g . 198, etc.
y p á g . 30. Giménez, historia krabum, p á g . 19. Conde, tom. I.0
p á g s . 258 á 285. Viardot, historia de los árabes y de los mo-
ros de E s p a ñ a , parte primera, cap. 2 . ° , pags. 31 y 32. Sebas~
tian de Salamanca, n.0 23.1>. Rodrigo de Toledo, De rebus
hispanice, lib. 4-, cap. 13. Historia Arahum, cap. 26. Distou-
ches, histoire de Dinamarque, E l monge de Silos, crónica,
núm. 34. Conde, Dominación de los árabes, parte 2.a, cap. 49.
Xerif Atedrissí geografía, clima I V , D . Rodrigo, historia
A r a bum, cap. 28. Depping, histoire des expeditions mariti-
mes des Normans. E l Pacense, crónica núm. 49. E l Padre E n -
rique Flores, S. Eulogio, lib. 2 . ° cap. 1.°; Conde, Domina-
ción etc. p á g s . 287 á 317. Viardot, p á g s . 33 á 38. Sebastiams
Salmaticenses, chronicon in regno Ordonii, Monachi Abeldensis,
croniconnúm. 47 a60. Jiménez. Rerum in Hispania Gestarum,
lib. IV, cap. 14, al 16. E l mismo. Historia Arabum, cap, X X ,
Abu-Bakir, Vestis S é r i c a . Abu-Abdalla, Vestis Acu Picta,
Cronología de Ben-Alatar; suplemento de A l - H o m a i d í ; todos
estos últimos autores según Casiri, en su Biblioteca Arábigo-
Hispana, tom, 2.° Zurita, Anales de la corona de Aragón, lib,
I cap. I, p á g , 8. Favyn, histoire de Navarre lib, II, p á g , 60,
Anales Bethuzani y Fuldcnses, y los de los Reyes de Francia
d é l a colección de Duchesne, Conde, Historia de la Dominación
etc, tom. 1.° pags. 318 á 382. Viardot p á g s , 39 ^ 46. Sam-
pirus episcopus Astoricensis in régno Ordonnii I etc. Giménez,
Rerum in Hispania Gestarum, lib, I V , cap. X I I , al lib, V,
cap, I X , Monachi Silensis, cronicón, Lucas Tudensi, chroni-
con Mundi, Abu-Abdalla, Vestis Acu Picta, p á g . 2 0 i . Ben~
Alabar cronología p á g , 201. Abu-Bakir, Vestis S é r i c a , p á g ,
37, todos en el tom, I I de Casiri. Florez, Antigüedades Ecle-
siásticas, Abad Sansón, Apología lib. 2, n.0 4 . ° . Ambrosio de
Morales, Crónica General, lib. A,0 cap. 21. L a Fuente, Alcán-
tara, Historia de Granada, etc, tom, II, p á g , 127 con refe-
rencia á carta de D , Pascual Gayangos, L a Fuente Alcántara
Discurso de recepsion en la Academia de la Historia. Sansón,
360
Apolog. lib. 2. Prefacio, n.0 8. S. Eulogio. Memor. Sanctor,
lib. 2, 11 y lib, 3, cap. 7^ y 13. Sebastian de Salamanca, eró-
nica n.* 25 y 26. Garibay, compendio histórico, lib. 10. Co/i-
de, Historia de la Dominación etc. Viardot, Historia de los
árabes y de los moros. Apuntes inéditos de algunos cuños del
Museo de Borgia. Cartilla Numismática ó repertorio de las
palabras técnicas de la ciencia de las Medallas, de D . Basilio
Sebastian Castillanos n.* 21. Galería Numismática Universal,
de i d . íom. I, p á g . X X F , y X X V I . Siglo Pintoresco, cuaderno
V y X correspondientes á los meses de Mayo y Octubre de
í B l l , Estudios históricos y literarios, inscripciones arábigas,
por D . Pascual Gayangos. Padre Andrés, Hist, de la literatura.
Diccionario de Geografía de España y Ultramar por don Pas-
cual Madoz, tomo VI art. Córdoba. Conde, Historia de la D o -
minación de los árabes en E s p a ñ a tom-, 1.° p á g . 4-15 y s i -
guientes. Historia de E s p a ñ a desde los tiempos primitivos has-
ta la mayoría de la reina doña Isabel II, por don Antonio
Alcalá Galiano, tomo 2.° página 29. Poema del Moro Espó-
silo por don Ángel Saavedra, duque de Bivas, tom. I.9 Notas,
nota 23, p á g . 450 á 452^ edición de P a r í s . Atlas histórico-
geográfico de E s p a ñ a , cuadros X X I I , X X V , y X X I X . E l
Guadalhorce, í S é n e , p á g . AÚ. Conde, Historia de la Domina-
ción, etc. Bevista Literaria delperiódico titulado E l Español,
n ú m . 27, Arquitectura de los Arabes, E l Guadalhorce l,a. S é r i e ,
articulo klhambra de Granada por don Ildefonso Marzo p á g .
161. Gonzalo Argote de Molina, Discurso sobre la poesía
castellana-, edición de Sevilla por Hernando Diaz, año de 1575.
L a Fuente Alcántara, Historia de Granada, tomo 3.° p á g .
245. Xerlf Aledris, Descripción de E s p a ñ a , traducción de
don José Antonio Conde, pag. 147. Geografía concordante de
E s p a ñ a y Portugal, por don Ildefonso Marzo-, inédita. Be-
seña H i s t ó r i c a ' Conde, Dominación etc. Viardot. Historia de
los árabes y de los moros en E s p a ñ a , parte 2 a Compendio
de la Gramática árabe de Bacas Merino. Padre .Andrés, H i s -
toria de la Literatura. L a Fuente Alcántara, Historia de Gra-
nada tomo Í I I . Alcalá, Galiano, Historia de España etc., to-
mo IV, p á g . 170 á 178. Conde, Historia de la Dominación
etc., págs. 341, 396 y 542. Padre Andrés, Historia de la
Literatura. Cam:i, Biblioteca Escurialense. Siglo Pintoresco,
cuaderno V, año de 1847, Estudios históricos y literarios,
Inscripciones Arábigas, por don Pascual Gayangos. Conde,
JÍistor\a de la Domimcion etc, tomo I, p á g . 491. Alcalá Ga*-
361
líano, Historia de la Dominación etc., tomo 4..*, p á g . 148 y
siguientes. Conde, Historia de la Dominación, ele. E l Siglo
Pintoresco, cuaderno F , año de 1847, Estudios históricos y
literarios, Inscripciones Arábigas, de don Pascual Gayangos.
Conde, Historia de la Dominación, etc., tomo 3, p á g . 54. \ l ~
Kattihy Descripción de Granada, en la Biblioteca A r á b i g o -
Hispana-, Washigton Irving, Conquista de Granada J
N O T A IV.
r-> km I
IVOTA V.
í l o t i c i a s de los o b i s p a d o s de M á l a g a mientras
l a doininacion mahometana, con nuevas acia-
raciones del anacoreta Amasnindo.
I N HOC LOCO R E C O M H T V S
A M A S V I M H HOXACnVS,
HOiVESTVS E T M A G M F I C V S ,
E T RARITATE FERVIDVS.
371
QUI FUIT M E N T E SOBRIVS
CHRISTI DEI ECREGVIS.
P A S T O R SVIQVE OVIBVS,
SICVT BEL1ATOR PORTIBVS.
R E P E L L I T MV1VDI DELICIA
NOS VI VEAS I \ T E M P O R E
QÜATVOR DENIS E T DVO
HABENS Q V E I N CENOBIO.
B E Q V I E T IN HOC T V M V L O ,
MICRAVIT Q V E A S A E C V L O ,
CONLOCATVS IN GREMIO
CVM CONFESSORVM CETVO
KALENDAS IANVARIAS
DECIMO INTER T E R T I A S
HORA POPVLORVM QVE C A N T V ,
DORMIVIT DIEVENERIS
HOC IN E R A CENTIS D E C E M ,
E T BISQVE DECIES
B E G N A N T E NOSTRO DOMINO
IESVCRISTO ALTISSIMO.
Respecto á los obispos Julián, Frai Juan Martínez, don Fer-
nando de Yerguera, Frai Fernando de Alcarria, Frai Martin de
las Casas y don Rodrigo de Soria que, como sucesores de Hoc-
logesis, introduce el autor de las Conversaciones, no tienen mas
autenticidad, el primero que una bula del Pontífice Pascual II, con-
servada en el archivo de la iglesia de Toledo, por la que consta
era Prelado de Málaga á fines del siglo undécimo donde fué mar-
tirizado por los mismos sarracenos: el segundo, de una releren-
cia dudosa, al trasladar el obispado de Medina Sidonia á Cádiz,
en tiempo de Clemente IV; el tercero y cuarto, como titulares en
el pleito suscitado sobre los diezmos de Antequera eu 1430: el
372
quinto, meramente nominal en el fallo de una sentencia, y el úl-
timo igualmente titular en 1464, á quien se supone fallecido al
tiempo de la conquista de Málaga. Martin de Roa solo menciona
estos dos últimos y supone, no sin fundamento, que á la inva-
sión de los almorávides apenas quedaron en nuestra ciudad y pro-
vincia, sino muy pocos cristianos, que fueron reducidos á ser-
vidumbre.
Las inscripciones encontradas en Benaojan, Singilia y otros
puntos, esculpidas sobre ladrillos sepulcrales con el monograma de
Cristo, de las que haremos mención esacta en nuestra Geografía
Concordante, solo prueban preséntemente la ecsistencia de algunos
cristianos en el periodo que recorremos, y de la misma manera
la lápida que representa la profesía de Simeón conservada en el
altar mayor de la capilla de san Antón de Alhaurin el Grande,
es otro de los testimonios de que ecsistieron algunos fieles mas
ó menos protegidos ó mas ó menos tolerados hasta últimos del si-
glo X V , que fué cuando los mahometanos sucumbieron á nues-
tras armas, f S a n s ó n , Apologías, libro II, Prefacio, San Eulogio;
Memoria Sanctorum, ¡ i b . II, cap. II, y l i b , /II, cap. V i l y X I U .
Conversaciones M a l a g u e ñ a s , conv, X \ V . M a r t i n de R o a , F u n d a c i ó n
de M á l a g a , cap. X I V . )
NOTA VI,
G e o g r a f í a á r a b e c o n c o r d a n t e de l a P r o v i n c i a de
Halaga.
ID 30D'
NOTA VII.
IVOTA VIII.
«Nacido en Granada,
«Criado en Cártama,
»Enamorado en Coin
»Frontero de Alora»
}
m
de su corazón en aquel capitán anciano de quien era prisionero,
y que el humano Narvaez, ecsigíéndole palabra de volver á sufrir
su suerte, le permitiera dar cima á su amorosa aventura.
Con efecto Abiodarraez llegó sin tropiezo á Coin, donde gozó
de las caricias de la hermosura que adoraba, no sin rebelarla también
el compromiso de su honor para volver como otro Regulo á su con-
dición infausta. La generosa Jarifa, ecsaltada por su pasión y por la
contrariedad estrema de correrla misma suerte que la de su desgracia-
do, amante, dejó la casa de sus padres y cuando menos se esperaban
aparecieron en Antequera á la presencia de Narvaez. Este gefe ve-
nerable tan indulgente como bondadoso hacia dos jóvenes enamora-
dos, los abrazó con ternura, les alzó su esclavitud, y les dió un
salvo conducto para que no se les molestase en su tránsito á Gra-
nada, descubriendo en esta acción las virtudes de su alma y la noble-
za de su alcurnia. ' .
Este suceso embellecido por el novelista citado, y trasmitido ade-
mas por los cronistas de los árabes, de absoluta identidad en las
historias de aquel tiempo, lo conmemoramos nosotros en las páginas
del Guadalhorce. Decia, pues de esta manera:
SUCESO HISTORICO.
I.
ii.
» J o v e n , dime por q u é lloras
« C o m o si fueses rouger?
»¿Por qué mi piedad imploras?....
»¿Por qué das á conocer
«Cierto valor que desdoras?
»Tu guerrero de Granada,
^05
» Y además noble guerrero
>jCon el alma acongojada
» S o l o por ser prisionero?...
» E s i n d i g n o de lu espada.
«Ygnoras que en la batalla
«Juegan la muerte y la vida?...
» Y que la suerte se ensava
»En aberrojar fementida
»Á;Í que incitaba á ganalla..,?
»Cese lanío abatimiento;
«Comunícame tu pena,
»Que departido el tormento
» S i el alma no se serena
« P u e d e aliviarse un m o m e n t o . » ^
—•«yo no lloro ante la muerte... »
«Menos ser tu prisionero
«¡Gran Narvaez! l l o r ó l a suerte,
«Que de la mora que quiero
« M e aleja con mano fuerte.
« E s mas hermosa que el sol y
«Que allá ves en la alta sierra
«Derramando su arrebol...
« F u é . m i numen en la guerra
«Este prodigio español.
«Mas que la vida la amo;
«Mi dulce esposa iba á ser:
«Desesperado la llamo,
«Que fué vano mi correr
«Cual tortolilla al reclamo. •
«Ya sabes mi triste historia
«Mis lágrimas justas son,
«Lloraré por su memoria:
«Que el dolor del corazón
« H a c e olvidemos ía gloria.»
El altivo castellano
Le miraba con dulzura;
Y alargándole la mano,
Cual un nuncio de ventura,
Así dijo al mahometano.
«Si tu palabra me das
«Sobre el pomo de tu acero,
406
» Q u e á estos muros tornarás
» C o m o noble caballero^
«Vuelve tus pasos atrás.
«Debajo de esta armadura
« D o n d e se asienta el honor,
«También se siente dolor
« P o r la agena desventura:
«Corre en pos de tu hermosura.»
Y una lágrima corría
Por el rostro del anciano,
Que agitado detenia
Con la encallecida mano
Cuando el árabe partía.
Y otra lágrima enjugaba,
Sin detener su carrera,
E l jóvea que en pos volaba
De la mirada hechicera
De la doncella que amaba.
ni.
Un antiguo torreón.
Que la.luna iluminaba
A l través de un nubarrón,
E l castillo bosquejaba
Cual fantástica visión.
Sus almenas carcomidas
Sobre el bosque se asomaban;
Aves tristes y escondidas
A l pasagero grasnaban
Desde las altas guaridas:
Un estenso y hondo lago
Con vislumbres plateadas.
Producido del estrago
De tormentas y cascadas.
Daba allí su color vago.
A su borde aparecieron
Dos amantes desgraciados;
Los céfiros detuvieron
Sus murmurios, encantados
m
De las pláticas que oyeron. (1)
«Tu suspiras, ¡alma mía!
«Cuando escitas mi contento?
»Cuando el llanto que vertía,
»Enjugóse en el momento
»Que en mis brazos te tenia?....
»¿Sabes tú cuanto le adoro?
"Satas tú cuanto he sufrido?...
»¿3abes tu que todo el oro
» Q u e la Arabia ha producido
»Valen menos que mi moro?—
— » A h Jarifa!... dulce estrella!
»En el cielo estaba escrito
« F u e s e eterna mi querella!....
»Cual si fuera algún delito
»Adorarte muger bella!
«Olvidando patrios lares,
«Fiel á un tierno juremento,
«Sin pensar en los bazares
» D e l cristiano campamento,
« Y o volaba á estos lugares.
« T u memoria, esposa mia;
« L o s encantos que atesoras:::::
))Esa dulce simpatía
«Conque tanto me enamoras,
«Mi alma toda embebecía.
¿ D e improuso sorprendido
»Del ejército cristiano,
«Defendiroe embravecido
« P e r o mi luchar fué vano:
«Caí. al suelo sin sentido.
«Humillado y prisionero,
«Densa noche mi ventura;
«Ecshalé mi dolor fiero
«Como débil criatura
«Llanto indigno de un guerrero! =
— « N o prosigas ángel mió!
«Ya comprendo el triste arcano
«Y el rigor del hado impío:
«Al ejército cristiano
IV.
E l alcázar de Antequera
Era fábrica moruna
Con resaltes interiores
De gótica arquitectura:
E n un salón espacioso
Todo lleno de molduras,
De ventanas ojivales,
Y de lámparas etruscas,
* Los tapices alternaban
Y sus flamencas figuras,
Con las blancas porcelanas
Y las alcatifas turcas:
Los damascos en el fondo
Daban rica colgadura
A un retablo de oro puro/
Y en el una efigie augusta.
Los bldsones de Narvaez
E n el respaldo figuran
í)pl sitial donde' preside
Las audiencias y las juntas:
Sobre una mesa de roble
ü n haz de banderas turcas,
Rotas lanzas y turbantes
Y abolladas armaduras:
Cuatro inmobles sentinelas
En sus esquinas figuran.
m
Hijos dignos de las armas
Por su bélica apostura.
Una puerta allá á lo lejos
Abrese al pueblo que duda,
Y en lo opaco de su cuadro
Un guerrero se dibuja.
Un guerrero que llevaba
Pintada en la faz augusta,
E l valor de cien combates
Y el brillar de un alma pura.
«Vengan pues los estrangeros»
Dijo el héroe con mesura,
Y al momento entre la plebe
Ancha calle los precursa.
Esas gracias que se sueñan,
O que reserva natura
Para hacer que el hombre halle.
Á sus pasiones escusa;
Daban todos sus fulgores
Á la angélica figura
De Jarifa, vacilante
Entre esperanzas y dudas:
Esas perlas del roció.,
Que en las flores tanto abundan
Resaltaban en sus ojos
Cual tesoros de dulzura.
A su lado, altivo un moro,
Hace inclinación profunda,
Y con voz sonora y firme,
D e esta manera se anuncia:
«Aquí estamos capitán,
«Mi palabra fué escritura:
«Esta mora me ha seguido
« Q u e mi suerte no la asusta,
»Viene á partir mis cadenas,
»Á disipar mis angustias,
« Y á ser de la vida mia
«Genio solo de venturas:
»Mírala; ydime si tuve
»Razón en mi triste cuita;
« N o es posible que la mires
«Sin juzgar mi pasión justa»
410
p/ofundo silencio reinaba en la estancia,
Lo$ labios inmobles, los ojos clavados.
En solo el guerrero que á dos desgraciados
Cedido le estaba felices hacer.
La escena era grande, la escena era santa;
Un coro del cielo acaso se oia
Que ea harpas de oro con dulce armonía
Subliman del hombre lo augusto del ser:
ífAroables amigos, dichosos timantes,
))Los dos libres sois, felices partid:
»Tornad á Granada, do quiera decid
» Q u e nunca mi alma permite opresión. •
» Dadme vuestra mano, dejad que os abrace,
»Dejad que contemple la dicha una vez:
«Que aquellos que estamos cual yo en la vejez
»Tan solo nos aman por el corazón.»
(ILDEFONSO MAIIZO.)
SUCESO TRADICIOIVAL..
I.
II.
(J; M . BREMON.)
NOTA I X .
NOTA X .
Idea de M á l a g a á r a b e .
i.
HAMET-EL-ZEGRI.
Era una noche de primavera; apenas el viento del mar em-
briagado con los aromas que le regalaban mil jardines, podía agí-
m
tar en el espacio las flámulas del profeta aun mas altas que
la 'ciudad. Los resplandores de la luna en toda su plenitud^
prestaban su color de nácar á las torres de la x\lcazaba, &
las cúpulas de las mezquitas y á los minaretes del Muézin. Los
murmurios de las olas que espiraban blandamente con sus cen-
tellas fosfóricas al pié del escarpado muro, eran los besos de la
infancia en la raegilla de una madre... Tal vez algún punto blan-
co semejante á una paloma que retorna hácia su nido, dibujaba
en el vaporoso horizonte la imágen de algún navio que por su
preciosa carga era envidia de la hermosura. Málaga entregada al
sueño y protegida de su cielo no habia dejado en su limpio azul
ni la mas ligera nube. El centinela de Gibralfaro, numidá de na-
cimiento, repetía Ja voz de alerta cual el eco de la montaña que
muere en la inmensidad, y en aquel rostro de ébano, que nunca
alteró la vergüenza, notábase sin embargo, la hermosura de la ju-
ventud y la osadía del corazón.
—Zoraida, mi dulce arnorl ¿por qué ecshalas unos suspiros que
conmueven todo mi ser? Tú, el numen de esa opulenta metrópoli
que se considera feliz besando el polvo de tus pies; tú, la reina de
mi voluntad, el galardón de mi valor, la que tiene sometido al ti-
gre terror del enemigo campo, y cuya angélica mirada vale mas que
el armiño del Atlas, que el diamante de la rica Crmulz y que el
perfume lascivo de la nación de nuestros padres (1)... ¿porqué sus-
piras bien mío?... ¿qué origina de tu dolor? ..
—Sabes, Hamet, que te idolatro desde el afortunado dia en que
tu mano generosa me separó de las esclavas y me apartaste del ha-
rem: mis ojos estaban enjutos cuando los fugitivos muslimes se am-
pararon de nuestras murallas precedidos del horror y anunciando
los estragos del egército de Isabel. Ni una lágrima vertí cuando per-
dimos á Ronda, tu defensa mas heroica y tu mas relevante corona...
No era posible que llorase la descendiente de Moavia, la nieta ilus-
tre de los califas, la que fué espulsada de Sorah de la dulce orilla
del Gran Rio (2) para que se hospedase el infiel... pero... ¡ay de mi!
¿cómo quieres que no suspire habiendo oido esta mañana el vaticinio
de Mohhammad? se ha pronunetado el anatema^ y tú debes perecer...
tú, el mas cumplido guerrero de nuestra patria infeliz, el objeto de
LA COMOUISTA.
ni.
E L ENTIERRO.
A.
klejandro; embajada que le dirigen los Turdetanos, pág. 5 y nota
XII pág. 38.
Antequera: sus monumentos célticos, nota XIV pág. 42.
Arqueologia de Málaga Romana y su provincia, pág. 9 y nota XY1II
pág. 65.
Administración goda-española: nota XXVII pág. 410.
Ataúlfo: palabras memorables, nota idem.pág. 415.
Armas de los godos españoles; nota id. pág. 448.
Armas de los romanos, nota id. pág. 421 y siguientes..
Alfabetos de letras desconocidas; nota id. pág. 434 .
Alfabeto godo, nota id. pág. 432.
Árabes: Introducción á la invasión de los árabes, pág. 43.
Árabes: pueblos que invadieron á España; nota I del 2.° apéndice,
pág. 239.
Arquitectura árabe: Introducción, nota III del 2.° ap. pág. 303.
Ahzarát (Medina): nota id, pág. 307.
Atarazanas de Málaga: nota id. pág. 340.
Alhambra de Granada: consideraciones filosóficas sobre su arquitectura,
nota id. pág. 343 y siguientes.
Albas Jahix, célebre artista de Málaga, nota id. pág. 317.
Agricultura de los árabes, nota id. pág. id.
Astronomía entre los árabes: nota id. pág. 326.
Abd-Allah-Algiazami, historiador árabe malagueño, nota id. pág. 331.
Abu-Teib, célebre compilador y Abu-Abd-AUab, historiador distingui-
do, ambos de Ronda, nota id. pág. 332.
Archidona-árabe, fué patriado Abu-Othman-Su-ad-Ben-Youssef-Ben-Saad,
distinguido poeta y humanista, nota id. pág. 335.
Abu-Baker-Ben-Hagiar-Mohhamed-Ben-Alkamandi, doctor y poeta de
Velez-Málaga. Abul-Abbas-Ahmet-Ben-Jahia, comentador natural del
mismo pueblo; Abul-Hok-Abrahia id. id. y Ali-Ben-Ilahi-Alphasori,
poeta recomendable de la misma ciudad: nota id. pág. 336.
450
Amasuindo. nuevas aclaraciones sobre este anacoreta, pag. 157 v no-
t a V . p á g . 368.
Almorávides: su irrupción, pág. 157.
Almohades: Málaga se declara por ellos, pág. 159.
Árabes españoles ilustres: pág. 194.
Abdeluahad-Ben41ohharamed, historiador árabe de Málaga en el año de
1200; pág. 195.
Antequera árabe: su conquista por los cristianos, nota VIH del 2.° ap.
pág. 389 y siguientes.
Archidona árabe: su conquista, nota VIII del 2.° ap. pág. 411.
Alora árabe: su conquista nota IX de id. pág. 4^5.
Alozaina árabe: su conquista, nota id., pág. 427.
B.
c.
Costumbres de los primitivos iberos, pág. 2 y nota VI pág. 23.
Civilisacion de los Turdetanos, pág. 2 y nota IV pág. 26.
Caba; sobre el grado de veracidad del ultrage de la Caba, nota IX, pág. 33,
451
Celtas: Sus irrupciones en España, pag. 7 y nota XIV sobre los celtas
españoles y monumento de Anlequera, pág. 42.
Cartagineses: Su introducción en España pág. 8 y nota XV sobre la ve-
nida de los cartagineses y romanos á España pág. 54.
Ciudades romanas de la provincia de Málaga, nota XIX pág. 66.
Cantales (cueva), nota XX pág. 68.
Craso. Sus aventuras, id. id.
Comercio de la Bética en tiempo dé los romanos, pág. 45 y nota XXIII,
pág. 92.
Ciriaco y Paula (San), nota XXVI, pág. 109.
Costumbres de los godos, nota XXVII, pág. 110.
Conquista de Málaga por los godos: nota XXVIII, pág. 137.
Ciudades romanas españolas con facultad de acuñar moneda: id. pág. 126.
Calendario: su reforma en tiempo de Gregorio XIII; nota id. pág. 129.
Carácteres celtibéricos, célticos, bástulos y Turdetanos; nota XXVII,
pág. 130.
Ciudades metrópolis de obispados godos id. pág. 133.
Concilios españoles; id. pág. 134.
Comunidades eclesiásticas: id. id.
Califato de Córdoba: Historia de los Califas; nota 111 del 2.» apéndice,
pág. 272.
Córdoba: descripción de su gran mezquita nota id. pág. 305.
Comercio de los árabes: nota id. pág. 315.
Civilización de los árabes: nota id. pág. 321.
Cirugía de los árabes: nota id. pág. 324 y siguientes.
Costumbres árabes; nota id: pág. 341.
Computo árabe: nota id. pág. 347.
Comercio de Granada: pág. 163.
Costumbres de los árabes españoles, así religiosas como civiles, pág. 191
y siguientes.
Combate de los Montes de Málaga: pág. 197.
Conquista de Málaga por los cristianos: preliminares, pág. 203.
Conquista de Antequera: nota VIII del 2.° apéndice, p¿g, 389 y siguientes.
Conquista de Teba: nota id. pág. 386.
Coin árabe; su conquista: nota IX pág. 429.
Cártama árabe; su conquista: nota id. pág. id.
Casarabonela árabe; su conquista: nota id. pág. 435.
Construcciones civiles españolas, pág. 2 y nota V. pág. 22.
Í52
D.
E.
F.
enicios: sus escursiones hasta las columnas de Hércules, pág. 3 v nota
VIH sobre la irrupción de los fenicios á Iberia, pág. 28.
Fundación de Málaga, pág. 6.
Fuero Juzgo: Nota XXVII pág. 115.
Femcios: su alfabeto: nota XXVII, pág. 132.
Filosofía de los árabes, nota III del 2.° ap. pág. 328.
Fiestas de la Iglesia goda, nota XXVII del primer ap. pág. 135.
Fortificaciones árabes de Málaga, pág. 163.
G.
eriones, pág. 1* y nota II sobre el verdadero significado de los Gerio-
nes pág. 20.
Griegos: sus primeras espediciones á Iberia pág. 6 y nota XIII sobre las
primeras espediciones de los griegos á España, pág. 39.
Gibralfaro: su nombre primitivo; pág. 7.
Gibralfaro: su conclusión en tiempo de los árabes; nota III del 2.° apén -
dice, pág. 327.
Guerra de los españoles primitivos hasta la destrucción de Numancia,
pág. 9 y nota XVI, pág. 58.
Geografía árabe comparativa: pág. 110. y nota XVI del 2.0ap.
Geografía árabe concordante de la provincia de Málaga; pág. 372.
Godos españoles: su estado moral y político, pág. 18 y nota XXIX sobre
m
el estado moral y político de los godos hasta la invasión de los ára-
bes, pág. 141.
Geografía concordante romano-antigua de la provincia de Málaga: nota
XVII, pág. 61.
Guerras entre españoles y romanos hasta la batalla de Munda-Bética,
nota XIV pág. 96.
Godos su establecimiento en Málaga: pág. 17 y nota XXVII sobre el orí-
gen de los godos, sus costumbres primitivas, sus invasiones en la Pe-
nínsula, principio de nuestra monarquía y administración compa-
rativa.
Godos españoles: Su tragey armas; nota id., pág. 118 y pág. 130. Tra-
tamiento de los proceres y condición de los ciudadanos: nota id.
pág. 120. Egército comparado con el egército romano, nota id. pág.
121 y siguientes. Su estado civil:, id. pág. 123.
Gregoriana; Reforma del calendario: id. pag. 129. Alfabetos Rúnicos
y Uríilanos id. pág. 132. Dignidades eclesiásticas, id. pág. 133.
Fiestas religiosas, pag. 135. Órdenes monásticas id. pág. 136.
Gobierno de los Emires árabes, nota II del 2.° apéndice; pág 237.
Granada árabe: su perspectiva: nota III id. pág. 358. Sus reyes nazeri-
tas oriundos de una familia malagueña, pág. 162. Su prosperidad y
comercio: pág. 163.
H.
I.
J.
K.
^aladal-Ben-Muza, árabe distinguido de Velez-Málaga: nota III del t9
apéndice, pág. 335.
L.
M.
Slonumentos civiles de los españoles primitivos; pág. *2 y nota Y, pá-
gina 22.
Málaga: su fundación y etimología de su nombre, pág. 3 y siguientes.
Congeturas sobre su estado primitivo, pág. 4 y Cronología de su
fundación: pág. 6.
Monedas Turdetanas: pág. 18.
Menga (cueva de); nota XIV, pág. 42.
59
456
Málaga romana: su concordancia geográfica; pág. 9. Sus templos é ins-
cripciones: pág. 10, y nota XVllI sobre los monumentos arqueológicos
de Málaga y su provincia, pág. 65. Su concordancia geográfica en
tiempo de los romanos pág. 9 y nota XVU pág. 61. Su calidad de
Municipio: pág. 10.
Málaga (provincia;) sobre la categoría de las ciudades de la provincia
de Málaga: nota XIX, pág. 66.
Málaga: isla enfrente de su puerto, pág. H . Religión de su distrito;
pág. 14 y nota XXII sobre su religión y templos de la provincia,
pág. 81.
Munda Bética: su célebre batalla; nota XXIV pág. 96.
Mártires cristianos durante la dominación romana: nota XXVI, pá-
gina 103.
Málaga goda: pág. 17, y nota XXVII pág. 110.
Málaga. Sus primeros obispos; pág. 17 y nota XXVIII sobre la con-
quista de Málaga por los godos y série de sus obispos cristianos,
pág. 137.
Monedas romanas y ciudades que las acuñaban en el distrito malague-
ño, nota XXVII pág. 126.
Medidas romanas, ibidem.
Medida del tiempo en todas las edades; id. pag. 128.
Metropolis-godo-españolas; id. pág. 133.
Monasterios godos: id. pág. 136.
Mahoma; noticia de su religión y doctrinas con una suscinta idea de
los pueblos que invadieron la Península; nota I del 2.° apéndice:
pág. 144.
Málaga árabe, época en que fué invadida pág. id. Su nombre y co-
rografía á la invasión de los árabes; pág. í 4 5 .
Magioges: sus desembarcos en las costas de la provincia de Málaga,
pág. 148.
Monedas árabes: nota III del 2.* apéndice, pág. 298.
Málaga árabe; sus monedas; id. pág. 300.
Medinat Ahzarat: su descripción: nota id. pág. 307.
Málaga árabe: sus Atarazanas: nota id. pág. 3^0. Gibralfaro: su conclu-
sión en tiempo de los árabes: nota id. pág. 311.
Manufacturas árabes: nota id. pág. 315.
Málaga árabe: AlhaxJahix, célebre artista; nota id. pág. 317.
Málaga árabe: patria de los célebres médicos Mohhammed-Ben-Phalís,
y Mohammed-Ben-Cacim-Kasragita: nota id, pág. 324.
Medicina: nota id. pág. 323.
Matemáticas entre los árabes: nota id. pág. 325.
Í57
Málaga árabe: patria del célebre jurisconsulto Zalmi-Alkamita, del an-
ticuario Mohhammed-Alkananit, del jurisconsulto Mohhammed Acka-
tib, y del sabio Abd-AHah-Redun-Almakiri; nota id. pág. 328.
Málaga árabe: patria del historiador Abd-Allah-Algiazami: nota id. pá-
gina 331.
Málaga árabe: patria de Mohhammad poeta original: nota id. pág. 334.
Málaga árabe: patria del cancionero Abul-Casim-Mohhammed-Ben-Ha-
ní, del comentador Abul-Hok-Abrahia; del esclarecido poeta Abilhokm,
del compendiador de canciones Mohhammed-Ben-Altagibita-Ben-Ad-
drah; y del notable poeta Ali-Ben-Hahi-Alphasori: nota id. pág. 336.
Mohhammad Ben-Mohhammed-Ali-Abd-Allah; humanista y poeta de Ve-
lez-Málaga: nota id. pág. 335.
Música entre los árabes: nota id. pág. 338.
Milicia árabe: nota id. pág. 335.
Málaga árabe. Reyes malagueños, pág. 151 y nota IV. Estado sucesivo
de la España árabe á la estincion del Califazgo, é ilustraciones á la
historia de los reyes malagueños, pág. 361.
Málaga árabe: se declara por los Almohades; pág. 159.
Málaga árabe: noticia de los obispos de Málaga, durante la dominación
mahometana con aclaraciones dol anacoreta Amasuindo; nota V, pá-
gina 368.
Málaga árabe: sus reyes originan la dinastía de los reyes nazeritas dé
Granada; pág. 162
Málaga árabe: sus fortificaciones y recinto; pág. 163.
Málaga árabe: Edificios públicos de Málaga; pág. 166. Población y lími-
tes: pág. 167. Concordancia geográfica de los pueblos del distrito ma-
lagueño: pág. 183 y siguientes.
Málaga árabe. Aldeluah-Ben-Mohhammed; historiador árabe de Málaga
en el año de J. C. de 1200 pág. 195.
Málaga árabe: gran combate entre moros y cristianos en los montes de
Málaga: pág. 197.
Málaga árabe: Preliminares para su conquista, pág. 163.
Málaga árabe: tala de la Hoya: nota IX del 2.° apéndice, pág. 423.
Marbella árabe: su conquista; nota id. pág. 337. Conquista de los pue-]
blos de su sierra id. id.
Málaga árabe: su conquista pág. 207. Fuerza del ejército cristiano: pág.
208. Temblor de tierra antes de su marcha: pág. 209. Descripción
topográfica de Málaga árabe: pág. 211. Carta del rey á Alí-Dordux.
212. Asedio y circunvalación 214. Llegada de la Reyna: pág. 219.
Ataque de Gibralfaro por el marqués de Cádiz: pág. 221. Hambre de
Málaga pag.224. Atentado de un santón contra la vida del rey católico,
458
pág. 225. Abundancia del campamento cristiano: pág. 227. Estre-
mos del hambre en Málaga: pág. 229. Conferencias de Gibralfaro:
pág. 230. Salida de los sitiados contra los sitiadores: pág. 231. De-
sesperación de Málaga: pág. 233. Rendición: pág. 235. Entrada triun-
fal de los reyes católicos: pág. 236. Ayes de los moros malagueños:
pág. 237. Recopilación de la conquista consignada en el episodio.
Málaga en el siglo XV, nota X pág. 442 y siguientes.
O.
P.
'rólogo: pág. 3.
Primera parte: pág. 1.
Población de España: pág. \ y nota III pág. 21.
Plomo blanco ó Bedil: pág. 5 y nota X pág. 36.
Producciones y comercio de la Bética en tiempo de los romanos; pá-
gina 45 y nota XXIII pág. 82.
Paula (santa): nota XXVI, pag. 103.
Pesos romanos: nota XXYU; pag. 126.
Parte segunda: pag. 143.
Población arabe-española; nota III del 2.° apéndice, pag. 290.
Péndola: nota id; pág. 319. M
Papel^ nota id. pág. 318.
Pólvora: nota id. pág, 319.
Poesiade los árabes españoles: nota'id. pág. 334.
Prosperidad de los moros de Granada: pág. 163.
Población árabe de Málaga: pág. 167.
Provincia de Málaga: Nomenclatura árabe concordante de los pueblos
de su distrito: pág. 169 y sigaientes.
Preliminares para la conquista de Málaga: pág, 203.
Peña de los Enamorados: suceso tradicional: nota VIH pág. 415.
R.
s.
©ingilia: su memorable sitio: pág. 16 y nota XXV; sobre el memo-
rable sitio de Singilia; pág. 101.
Suceso tradicional: Peña de los Enamorados: nota VIII del 2.° apén-
dice, pág. 415.
Setenil-árabe: su conquista: nota id. pág. 427.
T.
V.
z.
ITI
Páginas. Lineas. Donde dice. Léase.
7 2 monumentos. monumento.
42 35 lucitanos. lusitanos.
20 33 pag. 54. pag. 54).
24 i9 (Estepa. (Estepa).
27 48 nota XIII. nota XIV.
34 44 perpetuo" perpetuo.
39 24 Fhaso. Phaso.
43 33 (los alcarreños, los. (los alcarreños) loe.
» 34 castellanos viejos). (castellanos viejos).
44 25 meridionales. meridionales.
#47 » sostituido. sostenido.
49 26 druidicos. druidicos.
52 42 ^ecerdotistas. sacerdotisas.
53 24 Mortificado. Modificado.
62 23 (cabo Tiloso. (Cabo Tiloso).
» 67 carpesiorum gens] carpesiorum gens.
64 40 reuzidos. reunidos. .
65 45 suntzosos. suntuosos.
75 7 esceder de 20. esceder de 20 sus individuos.
84 6 indigites. indigetes.
» 42 una. aun.
86 49 Letms. Litms.
89 4 que pudiese que se pudiese.
» 4 despositaban. depositaban.
407 49 Cafarmaum. Cafarnaum.
412 44 diformes. deformes.
444 3 Cuadiz. Guadiz.
434 31 munismatica. numismática.
4 32 29 irregularidad. regularidad. •
444. 4 Alandulas. Alandalus.
474 43 Hijos de Ahumad (6). Hijos de Ahumad. (4)
60
464
Páginas. Líneas. Donde dice. Léase,
i 82 1 En en En.
485 17 2,1325; 4,485.
» » 2, 3, 3, 5. 1,2, 3, 4.
4 86 9 Monlegicar. Ortegicar.
493 10 Mohama. Mahoma.
494 29 lo. los.
215 20 amanacio. amaneció.
217 2 Moson. Mesen.
263 32 (Calatayud. (Calatayud).
264 6 Hod-Zayfah). (Hod-Zayfah).
274 20 Otman y Kaleb. Otman Kaleb.
j> 38 y Marsilio. Marsilio.
276 16 al trono. el trono.
283 15 resohia. revolvía.
285 1 285. (pag.) 284 (pag.)
306 18 Ali. Allí/
313 30 repradace. reproduce.
318 17 (dj ar on y ophron (A v ron). (djaron y aphron Avron).
322 32 (el 209 de J: C.) (el1319de J.C.)
327 13 Ahiruni. Alhinmi.
339 17 liarla. tiara.
344 26 Tamdien. También.
348 10 Masden. Masdeu.
350 23 (Lid-Kehir. (Lid-Kebir),
» 19 árebe. árabe.
352 14 cualroscienlos. cuatrocientos.
369 36 Amasuendo. Amasuindo.
370 30 Amasueido. Amasuindo.
371 2 ECUEGVIS. EGREGIYS.
» 28 relerencia. referencia.
373 1 Recreación. Recreación.
374 26 do Ceutu. de Ceuta,
374 12 cabo creux. cabo Creux.
375 11 cabo Ortegal). (cabo Ortegal).
» 35 (monte eminente. (monte eminente).
382 36 Plasecia. Plasencia.
391 26 don Atvar. don Alvar,
» 37 el al.
39^ 8 y y. y-
465
Páginas. Líneas. Donde dice. Léase.
FIN DE LA PAUTA.
HISTORIA DE MALAGA
POR
D. ILDEFONSO MARZO,
üidividno de la sociedad numismática y arqueológica de la Biblioteca Nacíonir, de la
comisión de monumeivtos históricos) artísticos de esta pmiucia, de mérito díl Liceo
Malapeúo y academice coiTcspondicutc de la Real Academia de la Historia.
MARZO DE 1850.
Miíaga: Imp. y Ubfefía de don Franciico Gil de MODUS. cJIe de Cintería, nútn. 3.
E s propiedad del Autor,
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