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El león y el elefante

Todos los animales veneraban profundamente a su rey el león. Reconocían su porte, fuerza, fiereza y valentía y no les importaba
en absoluto que los gobernara desde hacía mucho tiempo.
Sin embargo, había algo que los molestaba mucho y era que el monarca tenía por amigo predilecto a un viejo y pesado elefante,
hecho que no llegaban nunca a comprender.
Todos se desvivían por ser el predilecto del rey y se creían con mejores atributos que el elefante para serlo.
El rencor y la envidia llegaron a tal punto, que un día quisieron hacer una asamblea para compartir sus inconformidades y ver
cómo hacer que el león escogiese otro amigo.
Una vez estuvieron reunidos, la primera en hablar fue la zorra.
-Nuestro rey es magnífico, pero habremos de coincidir que no es bueno escogiendo amigos. Si al menos hubiese escogido a
alguien tan astuta como yo, el animal más listo, y con una bella y peluda cola como la mía, lo hubiese entendido y esta asamblea
no tuviese lugar, dijo con toda la seguridad del mundo.
-No entiendo como el león puede andar con un animal que carece de garras grandes y poderosas como las mías- dijo a su vez
el oso, que ni había atendido a todo lo dicho por la zorra.
Por su parte, el burro tildó a los dos anteriores de tontos y exclamó:
– Para mí está más que claro. Al rey le gusta el elefante porque tiene unas orejas grandes como las mías, solo que descubrió a
aquel primero y a mí no ha tenido el gusto de conocerme.
– ¡Qué manera de halagarse a sí mismos estos tontos!- dijo un pato a otro. –Se ve que desconocen que lo mejor del mundo es
graznar- agregó.
Y así, aptos solos para ver sus supuestas virtudes, los animales nunca lograron ponerse de acuerdo y mucho menos determinar
el porqué de la preferencia del león por el elefante. Muchos menos fueron capaces de llevarle sus inquietudes a este y de
entender la importancia de valores como la modestia y el desinterés, capaces de hacer que las mejores cosas de la vida vengan
por su propio peso y derecho.

Fábula larga: La liebre y la tortuga


Había una vez una liebre muy veloz que, consciente de su capacidad, se burlaba constantemente de los demás animales porque
se creía superior a ellos.
El blanco preferido de sus ataques era una lenta tortuga, a la cual no dejaba de decirle cosas hirientes.
-¡Pero vaya que eres lenta tortuga! Ten cuidado no seas muy vieja ya para cuando llegues a tu destino de hoy. No vayas tan
deprisa que te harás daño –decía continuamente de forma burlona e irónica la liebre.
Al inicio muchos animales les rían sus gracias, pero al no disminuir estas y ser tan constantes, muchos se sentían ya cansados
de la liebre, a la que creían altanera, prepotente y realmente pesada.
Cansada también de tanta burla, la tortuga un día se atrevió y le dijo a la liebre:
-Sabes, estoy segura que con toda mi lentitud podría ganarte una carrera.
-¿Cómo? –preguntó la liebre. –Qué puedes ganarme en una carrera, eso lo dudo.
-Pues mira –ripostó la tortuga-, hagamos una apuesta con el resto de los animales como testigos y veamos quién se lleva el
premio.
Segura de su velocidad y la lentitud del rival, la liebre aceptó el reto, aunque más que eso lo consideraba un pan comido.
Pactaron iniciar la carrera enseguida y llamaron a la línea de partida al resto de los animales del bosque.
Cuando se hizo la señal de arrancada la liebre se mantuvo alardeando con los demás en la salida y dejó que la tortuga, con paso
lento, tomase distancia.
Pasado un rato la liebre emprendió su carrera y ciertamente era veloz. En poco tiempo rebasó a la tortuga, no sin antes proferirle
insultos y tildarla de loca.
Cuando tomaba relativa ventaja, la liebre se echaba a un lado del camino a descansar o hacer otras cosas y dejaba que la
tortuga, que no se detenía nunca, le pasase con su andar lento.
Esta operación la repitió muchas veces, confiada en que acabaría ganando la carrera en un impulso final, sin importar cuanta
ventaja sacase la tortuga.
Sin embargo, cuando le hubo sacado a esta mucha distancia en uno de los adelantos, vio un frondoso árbol que proyectaba una
rica sombra en la que descansar unos minutos. Así lo hizo y tan bien y confiada se sentía, que terminó por dormirse.
Al despertar, la liebre se percató que la tortuga estaba casi llegando a la meta, razón por la que echó a correr con suma velocidad.
No obstante, la velocidad en este punto ya no le era suficiente y la tortuga terminó ganando la carrera, convirtiendo a la liebre en
objeto de risa del resto de los animales, que alababan a la primera por su perseverancia.
Desde ese día, la liebre aprendió a respetar a los demás tal y como son, y a no ser tan orgullosa ni confiada.

Fábula con moraleja: El Toro y las Cabras


Había una vez un toro y tres cabras que, como se criaron juntos desde pequeños en una verde pradera, eran muy amigos y se
pasaban el día jugando.
La escena de verlos jugando era habitual en la pradera pero para un perro vagabundo que a diario los observaba desde lejos no
dejaba de resultar un tanto extraña. Su experiencia de vida le impedía entender cómo aquellos animales podían llevarse tan bien
entre sí.
Un día el perro no pudo aguantar más su curiosidad y fue adonde el toro y le preguntó:
-Compañero, ¿cómo es que tú, un toro tan fuerte, pasas tus días jugando con tres insignificantes cabras? ¿Acaso no ves que
puedes ser la comidilla del resto de los animales? Pensarán que eres un toro débil y por eso es que te juntas con animales
indefensos.
Las palabras del perro pusieron a pensar al toro, que no quería ser el hazmerreír del resto de los animales ni le hacía gracia la
idea de que subestimaran su fuerza y valor.
En resumen, por el que dirán fue apartándose cada vez más de sus amigas cabras, al punto de que llegó un día en el que no las
vio más.
Pasó el tiempo así y el toro se fue sintiendo cada vez más solo. Extrañaba a sus amigas cabras, que eran como su única familia,
y los juegos que a diario hacían juntos.
Ese estado emocional lo hizo reflexionar y comprendió su error. Nunca uno se puede dejar llevar por lo que digan los demás y
debe hacer lo que le nazca y le dicten su conciencia y corazón. De no ser así, podemos perder lo que más apreciamos o
deseamos en la vida.
Afortunadamente, para el toro no fue muy tarde y recuperó la amistad de sus hermanas cabras, con las que fue muy feliz para
siempre, jugando cada día.

Fábula con moraleja: El rico y el zapatero


Había una vez un zapatero muy laborioso, cuyo único entretenimiento era reparar los zapatos que sus clientes le llevaban.
Sin embargo, tanto disfrutaba el hombre de su trabajo que, amén de que sólo le alcanzaba para lo justo, cantaba de felicidad
cada vez que terminaba un encargo y con la satisfacción del deber cumplido, dormía plácidamente todos las noches.
El zapatero tenía un vecino que por el contrario era un hombre abundantemente rico, al que además le molestaba un poco los
cánticos diarios del laborioso hombre.
Un día el rico no pudo más y se decidió a abordar al zapatero. No entendía la causa de su felicidad y al ser recibido en la puerta
de la humilde morado preguntó a su dueño:
-Venga acá buen hombre, dígame usted ¿cuánto gana al día? ¿Acaso es la riqueza la causa de su desbordada felicidad?
-Pues mire vecino –contestó el zapatero, -por mucho que trabajo solo obtengo unas monedas diarias para vivir con lo justo. Soy
más bien pobre, por lo que la riqueza no es motivo de nada en mi vida.
-Eso pensé y vengo a contribuir a su felicidad –dijo el rico, mientras extendía al zapatero una bolsa llena de monedas de oro.
El zapatero no se lo podía creer. Había pasado de la pobreza a la riqueza en solo segundos y, luego de agradecer al rico, guardó
con celo su fortuna bajo su cama.
Sin embargo, las monedas hicieron que nada volviese a ser igual en la vida del trabajador hombre.
Como ahora tenía algo muy valioso que cuidar, ya no dormía tan plácidamente, ante el temor constante de que alguien irrumpiese
para robarle.
Asimismo, por dormir mal ya no tenía las mismas energías para afrontar con ganas el trabajo diario y mucho menos para cantar
de felicidad.
Tan tediosa se volvió su vida de repente, que a los pocos días de haber recibido dicha fortuna de su vecino acudió a devolverla.
Los ojos del hombre rico no daban crédito a lo que sucedía.
-¿Cómo que rechaza tal fortuna? –interrogó al zapatero. -¿Acaso no disfruta el ser rico?
-Vea vecino –contestó el zapatero, -antes de tener esas monedas en mi casa era un hombre realmente feliz que cada mañana
se levantaba luego de dormir plácidamente para enfrentar con entusiasmo y energía su trabajo diario. Tan feliz era que incluso
cantaba cada vez que podía. Desde que recibí esas monedas ya nada es igual, pues solo vivo preocupado por proteger la fortuna
y ni tan siquiera tengo tranquilidad para disfrutarla. Por tanto, gracias, pero prefiero vivir como hasta ahora.
La reacción del zapatero sorprendió enormemente al hombre rico. No obstante, ambos comprendieron lo que tal desarrollo de
los acontecimientos quería decir, y es que la riqueza material no es garantía de la felicidad. Esta pasa más por pequeños detalles
de la vida diaria, que a veces suelen pasar desapercibidos.

Lista de fábulas cortas para niños


La liebre y la tortuga

Una vez, una liebre se burlaba de las patas tan cortas y de la lentitud al caminar de una tortuga, sin embargo,
esta no se quedó callada y se defendió lanzando una risa y diciéndole a la liebre: – Puede que seas muy
veloz amiga liebre, pero, estoy más que segura de que podré ganarte una carrera.
La liebre, sorprendida por lo que le dijo la tortuga, aceptó el reto sin pensarlo dos veces, ya que ella estaba
muy segura de que ganaría a la tortuga a ojos cerrados. Entonces, ambos propusieron a la zorra, que fuese
ella quien señalase el camino y la meta.
Días después, llegó el esperado momento de la carrera, y al sonar la cuenta de tres, se inició la carrera de
estos dos contendientes. La tortuga no dejaba de caminar y caminar, pero a su lento paso, avanzaba
tranquilamente hacia la meta.
En cambio la liebre, corrió tan rápido que dejó muy atrás a la tortuga. Al darse la vuelta y ya no verla, la liebre vió seguro su éxito
sobre la carrera y deicidió echarse una siesta.
Poco después, la liebre despertó y vió si por atrás seguía sin llegar la tortuga, pero al mirar hacia la meta, vió a la tortuga muy
cerca de la final, y en un intento desesperado por correr lo más veloz que pudo, la tortuga llegó y ganó.
Moraleja: la enseñanza es que las metas se consiguen poco a poco, con trabajo y esfuerzo. Aunque a veces parezcamos lentos,
el éxito llegará siempre.
También nos muestra que no tenemos que burlarnos de las personas por sus defectos físicos, ya que pueden ser mejores en
otros aspectos.
Esta fábula tiene un gran valor educativo, ya que hacer las cosas bien hechas es importante en la educación y para ello es
necesario ser pacientes.
El león y el ratón

Érase una vez un león que estaba descansando en la selva, después de un día de caza. Era un día caluroso y solo le apetecía
dormir.
Cuando se encontraba más cómodo, llegó un ratón haciendo mucho ruido. El león era tan
grande que ni si quiera se percató, pero el ratón empezó a subir por su nariz.
El león se despertó con muy mal humor, empezó a gruñir, y agarró al ratón, preparándose
para comerlo.
“¡Perdóname!” suplicó el pobre ratón. “Por favor déjame ir y algún día seguramente te lo
pagaré”.
Al león le resultó divertido pensar que un ratón podría alguna vez ayudarlo. Pero fue
generoso y finalmente lo liberó.
Algunos días más tarde, mientras acechaba a una presa en el bosque, el león quedó atrapado en la red de un cazador.
Era incapaz de liberarse y rugió fuerte para pedir ayuda. El ratón reconoció la voz y acudió rápidamente para ayudarlo. Mordió
una de las cuerdas que ataban al león y este se liberó.
Entonces el ratón dijo:
“Incluso un ratón puede ayudar a un león”.
Moraleja: no menosprecies lo que pueden hacer los demás. Aunque parezca lo contrario todos te pueden ayudar.
La cigarra y la hormiga

Una cigarra cantaba y disfrutaba durante el verano. Día tras día se despertaba tarde y sólo se
dedicaba a cantar, hasta que un día algo le llamó la atención.
Un grupo de hormigas pasaban por debajo de su rama cargando pesadas porciones de
comida sobre su espalda, entonces la cigarra bajó de su rama y le preguntó a una.
-Amiga hormiga ¿por qué trabajas tanto?-
-El invierno se acerca, debemos guardas provisiones para poder pasar la helada- respondió
la hormiga.
A lo que la cigarra luego dijo:
-¡Bah! Trabajar tanto es para bobos, haz como yo, canta y disfruta del verano.
La pequeña hormiga sin decir más nada siguió su camino. En los siguientes días, la cigarra
seguía cantando y muchas veces componía canciones que se burlaban de su amiguita la
hormiga.
Pero un día, la cigarra despertó y ya no era verano, el invierno había llegado.
La helada era la peor de todas en muchos años, trató de abrigarse con hojas de su rama, pero no pudo. Hambrienta buscó
comida, pero no encontró nada.
Entonces recordó que su amiguita hormiga había estado guardando provisiones durante el verano y se dirigió a su hormiguero,
tocó la puerta y la hormiguita salió. Entonces dijo:
-¡Hormiga, ayúdame; tengo hambre y tengo frío, dame refugio y comida!
-¿Pero qué estuviste haciendo todo el verano cigarra?- preguntó la hormiga.
-Cantar y bailar- contestó la cigarra.
-¡Pues si eso hiciste en el verano, ahora baila en el invierno!- Dijo la hormiga y cerró la puerta.
Mientras, la cigarra arrepentida se alejaba reflexionando sobre la lección que había aprendido.
Moraleja: la vida consiste en trabajar y descansar. No puedes descansar demasiado porque más tarde puedes encontrar
consecuencias negativas.
Pedro y el lobo

Había una vez un niño llamado Pedro que era pastor y se llevaba todo el día caminando con sus
ovejas.
Un día estaba tan aburrido que comenzó a preguntarse cómo divertirse. Entonces se le ocurrió
gastar una broma, diciendo que un lobo estaba cerca. Dijo:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Ayuda!
Los vecinos del pueblo acudieron rápidamente con palos para ahuyentar al lobo, pero cuando
llegaron al árbol donde se sentaba Pedro, lo encontraron riendo a carcajadas. Pedro decía:
¡Ja ja ja! ¡Os lo habéis creído!
Los vecinos se fueron a sus casas pensando que era una broma y que no pasaba nada.
Otro día, de nuevo Pedro se encontraba aburrido y volvió con la misma broma:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socoro! ¡Socoro!
Los vecinos volvieron a acudir rápido, con sus palos y preparados para hacer frente al lobo. Pero se volvieron a encontrar a
Pedro riendo, que reía y decía:
¡Os lo habéis vuelto a creer! ¡Qué incrédulos! ¡Ja ja ja!
Esta vez los vecinos pensaron que la broma no era tan graciosa y se fueron malhumorados a sus casas.
Otro día, Pedro estaba caminando con sus ovejas cuando escuchó un ruido entre los matorrales. No le dio importancia, pero
rápidamente un lobo salió empezó a perseguir a sus ovejas. Pedro empezó a pedir ayuda:
-¡Que viene el lobo, que viene el lobo! ¡Socorro!
Los vecinos lo escucharon pero no prestaron atención, ya que pensaban que era otra broma de Pedro.
El lobo pudo atrapar a algunas de sus ovejas y se las llevó para comerlas con su manada.
Moraleja: no mientas, ya que puede que los demás no te crean cuando digas la verdad.
El cuervo y el zorro

Había una vez un cuervo que descansaba en un árbol, tras haber logrado robar un queso de la ventana de una casa.
Cerca caminaba un zorro que olió el fuerte aroma, vio al cuervo y le dijo:
-¡Hola! Qué buen día hace, además tu plumaje es muy bonito. Le queda muy bien.
El cuervo se sintió muy bien con lo que le dijo el zorro. Le entraron ganas de cantar para celebrarlo, abrió el
pico, pero entonces dejó caer el queso.
El zorro, sonriendo, corrió hacia el queso y lo atrapó con la boca antes de caer al suelo.
Moraleja: presta atención cuando alguien te dice cosas bonitas. Puede que sea por interés.
El niño y los dulces

Era 21 de Septiembre y todos los niños contentos después de un largo verano, regresaban
a las escuelas. Al ser el primer día, la maestra llevó a clase un bote lleno de chucherías para
dar la bienvenida al nuevo curso escolar. Uno de los alumnos salió el primero corriendo hacia
los dulces.
Una vez que cogió todas las chuches que pudo,al intentar sacar la mano, el cuello del
recipiente no le permitió hacerlo. El niño lloraba y lloraba amargamente, pero un amigo que
estaba cerca le dijo: -Confórmate con coger solo la mitad y así podrás sacar la mano con los
dulces.
Moraleja: no seas egoísta, avaricioso y escoge solo aquello que necesites. Como bien dice
el dicho “quien mucho abarca, poco aprieta”.
Esta fábula enseña a los niños a no ser tan egoístas, una cualidad muy importante a la hora
desarrollar su personalidad. En un mundo en donde la individualidad prevalece, es bueno
desde pequeños que lo niños aprendan a compartir y a ser generosos con sus iguales.
La pulga y el hombre

Un hombre disfruta de un buen sueño cuando de


repente comenzó a sentir picazón por todo el cuerpo.
Molesto por la situación, buscó por toda su cama para
ver qué era lo que les estaba causando tanta molestia.
Tras su búsqueda encontró a una minúscula pulga y le dijo las siguientes palabras:
– ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por todo mi cuerpo y
no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
– Contestó la pulga: Discúlpeme señor, no fue mi intención molestarlo de ninguna manera;
le pido por favor que me deje seguir viviendo, ya que por mi pequeño tamaño no creo que lo
pueda molestar mucho. El hombre riéndose de las ocurrencias de la pulga, le dijo:
– Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que acabar con tu vida para siempre, ya que no tengo ningún motivo
para seguir aguantando tus picaduras, no importa si es grande o pequeño que pueda ser el prejuicio que me causes.
Moraleja: nos enseña a que todo aquel que le hace daño a otra persona, debe estar dispuesto a afrontar las consecuencias. Ya
que cuando uno molesta, agrede u ofende a otros compañeros, debe saber que sus actos irán seguidos de unas consecuencias.
El conejo y el cerdo

Había una vez en un colegio un conejo muy presumido que todos los días llevaba sus zapatitos muy limpios, relucientes,
brillantes.
En su misma clase también estaba el cerdito Peny, que tenía mucha envidia al
conejo por sus zapatos.
Pero el cerdito al vivir en una charca de barro sabía que nunca conseguiría tener
unos zapatos como los de su amigo conejo.
Todos los días limpiaba y limpiaba, pero nada seguían igual de sucios.
Un día jugando en el recreo tenía que hacer una carrera para ver quien era el más
veloz. El cerdito asustado, no sabía que hacer, ya que sus zapatillas no eran como
las de su amigo.
El día de la carrera, el cerdito Peny no se lo pensó, y salió corriendo a la par que
el conejo.
Mientras corría, solo pensaba en ser el ganador y no rendirse nunca, tal y como
le decía su madre.
Al llegar a la meta, todos se quedaron asombrados por la rapidez del cerdito Peny, no entendían como podía haberle ganado al
conejo y sus superzapatillas.
Moraleja: da igual el zapato que lleves, el esfuerzo por conseguir una meta que te propongas no está en los zapatos sino en ti.
Debes ser feliz con lo que tienes, sentirte a gusto contigo mismo y confiar en ti.
Familia de hormigas
Había una vez una familia de hormigas formada por la madre, el padre y su dos hijitas.
Pronto se acercaba el invierno, así que toda la familia salió en busca de comida ya que si no morirían.
Paseando por el prado, se encontraron con otra hormiga, pero esta no era de su misma especie, ya que era de color rojo y le
faltaban dos patitas.
Angustiada, la hormiga roja les pidió ayuda para que la llevasen hasta su casa, ya que podría morir enterrada por la nieve.
La madre hormiga rotundamente dijo que no, ya que no pertenecía a su especie y si se enteraba el resto de hormigas negras
podrían echarle del prado.
Así que la familia siguió su camino, pero una de las hijas no pudo aguantar y se dio la vuelta para ayudar a la hormiga roja, aun
sabiendo que podrían echarla del prado para siempre.
Una vez llegaron las dos a la casa de las hormigas rojas, estas sorprendidas por la solidaridad de la hormiga negra, le regalaron
toda la comida que tenían.
Gracias a esta recompensa, la familia de la hormiga negra pudo sobrevivir todo el invierno gracias a la familia de hormigas rojas.
Moraleja: hay que ayudar a los demás cuando lo necesiten, ya que algún día también nosotros podemos necesitar esa ayuda.
También nos enseña a que no hay que prejuzgar ni discriminar a otros por su raza o por su condición fisica, algo muy importante
en la vida, ya que tenemos que educar a nuestros hijos en la tolerancia y el respeto a la diversidad.
El pájaro ruiseñor
Era un pájaro ruiseñor muy alegre y divertido. Siempre andaba cantando pero era muy muy despistado.
Una noche cenando con su madre, esta le dijo que no debía cantar hasta mas tarde ya que los cazadores pasarían a esa hora y
si estos les oían podrían matarle.
A la mañana siguiente como todos los días, el pájaro comenzaba a cantar para así atraer a sus presas. Olvidando lo que le dijo
su madre, los cazadores le oyeron y se pusieron a disparar.
Afortunadamente al pájaro le dio tiempo a esconderse, ya que oyó el canto de su madre
avisando de que estaban los cazadores en la zona
Moraleja: hay que estar muy atentos y escuchar a nuestros padres cuando nos hablen, ya
que un descuido nos puede salir caro.
El gato y el ratón
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Una vez, un gato muy hambriento vio entrar a su casa a un ratoncito. El felino, con muchas
intenciones de agarrarlo y luego comérselo, se acercó a la ratonera para decirle:
– ¡Qué guapo y lindo estás ratoncito! Ven conmigo, pequeñito, ven… dijo con dulce voz el
gato.
La mamá del ratoncito escuchó las intenciones que tenía el hábil gato y le advirtió a su hijo
diciendo:
– No vayas hijito, tú no conoces los trucos de ese bribón.
El gato insistente le dijo nuevamente al ratón:
– Ven, pequeñito ven. ¡Mira este queso y estas nueces! ¡Todo eso será para ti!
El inocente ratoncito le preguntó de nuevo a su madre:
– ¿Voy mamá?… ¿voy?
– No hijito, ni se te ocurra ir, sé obediente, le dijo nuevamente su madre.
El gato nuevamente volvió a engañarlo diciendo:
– Ven, te daré este sabroso bizcocho y muchas cosas más…
– Puedo ir mamá, por favor te lo suplico – dijo el ratoncito.
– ¡Que no, tontuelo! No vayas. – Insistió la mamá ratona.
-No me hará nada mamá. Sólo quiero probar un pedacito… – dijo por última vez el ratoncito, y sin que su madre pudiera detenerlo,
salió rápidamente de su agujero.
A los pocos instantes, se oyeron unos gritos que decían:
– ¡Socorro, mamá, socorro! ¡Me come el gato!
La mamá ratona no pudo hacer nada para salvar a su ratoncito que murió devorado por el gato.
Moraleja: esta fábula nos enseña que debemos obedecer a nuestros padres y respetar sus decisiones, ya que ellos siempre
querrán lo mejor para nosotros y el no hacerles caso nos puede pasar factura como al ratoncito de la historia.
El ciervo y el cervatillo

Esta fábula trata sobre dos ciervos, uno joven y otro más mayor.
Ambos querían quedarse a vivir en el monte ya que tenia alimentos para todo el año, pero esto
solo podía ser posible si ambos luchaban, ya que solo había provisiones para uno.
El cervatillo joven tenía muy claro que ganaría, ya que era más veloz y mas rápido que el ciervo
anciano.
A la mañana siguiente cuando se encontraron para luchar, el ciervo anciano le propuso que se
marchara, ya que sabía perfectamente que el iba a ser el ganador.
El cervatillo tozudo y enfadado se dispuso a luchar hasta que fue perdiendo poco a poco sus
cuernos.
Sorprendido de que el ciervo anciano le ganara, preguntó:
-¿Como lo has hecho?, no puede ser, si yo soy más. joven y más veloz que tú.
A lo que respondió el anciano:
-mira mis cuernos y tendrás la respuesta.
El cervatillo sorprendido se dió cuenta de que los cuernos estaban intactos, eran mucho más
fuertes y robustos que los suyos.
Moraleja: debemos respetar a las personas mayores, ya que el ser una persona mayor no quiere
decir que sean patosos o lentos, sino todo lo contrario, ya que nos pueden enseñar muchas cosas que aún no sabemos.
El mono y el delfín

Había una vez un marinero que se comprometió a realizar un viaje muy largo.
Para hacer más entretenida la travesía, se llevó con él a un mono para divertirse
durante la larga travesía.
Cuando estaban cerca de la costa de Grecia, una muy ruidosa y violenta
tempestad se levantó e hizo naufragar a la débil nave. Su tripulación, el marinero
y su mono tuvieron que nadar para así poder salvar sus vidas.
Mientras tanto, el mono que luchaba contra las olas, fue visto por un delfín; el
cual creyendo que era un hombre, fue a salvarlo deslizándose debajo él y
transportándolo hacia la costa.
Cuando estaban llegando al puerto, el delfín le preguntó al mono:
– Mono ¿eres ateniense (nacido en Atenas)?, y él mono por darse de muy
presumido y mentiroso, le respondió:
– Sí, y tengo también parientes muy importantes viviendo allí –
El delfín le preguntó de nuevo si conocía el Pireo (el famoso puerto de Atenas).
El mono creyendo entonces que se trataba de un hombre, le contestó que no
solo lo conocía, sino que también era uno de sus mejores amigos.
El delfín indignado por tantas mentiras que el mono decía, dio media vuelta y lo devolvió a alta mar.
Moraleja: las propias mentiras del mentiroso son las que se encargan de revelar la verdad en un pequeño descuido. Las mentiras
tienen las patas muy cortas, por tanto siempre saldrá a la luz la verdad.
El Astrónomo

En un país muy lejano, donde la ciencia es muy importante para sus habitantes, había un anciano astrónomo al que le gustaba
realizar el mismo recorrido todas las noches para observar las estrellas.

Un día, uno de sus viejos colegas le dijo que había aparecido un extraño astro en
el cielo, el anciano salió de la ciudad para poder verlo con sus propios ojos. Tan
emocionado estaba el astrónomo mirando al cielo, que no se dio cuenta que a pocos
pasos de él había un agujero. Cuando se cayó al agujero comenzó a gritar pidiendo
ayuda.

Cerca del agujero pasaba un hombre, el cual se acercó hasta el agujero para ver lo
que sucedía. Informado de lo que había ocurrido, le dijo al anciano:

-Te ayudaré a salir de ahí, pero ten mucho cuidado la próxima vez que salgas por
un lugar que desconoces, tienes que estar muy atento por donde caminas ya que
te puedes encontrar con cualquier cosa en el suelo.

Moraleja: antes de lanzarse a la aventura o ir por sitios desconocidos, hay que conocer muy bien el lugar por el que se transita
y ser precavidos.
El asno, el perro y el lobo

Caminaban muy despacio y agotados por el sol un asno, con su carga de pan, y su amo
seguido por su perro. Es así que llegaron a una pradera verde donde el amo cansado y
agotado por la caminata realizada, echó a dormir bajo la sombra de un árbol.
El asno se fue a comer algo de pasto que había en la pradera cuando de pronto el perro,
que también estaba muy cansado y hambriento, le dijo:
– Estimado asno, yo también tengo hambre, ¿Me darías un poco de pan que hay en la cesta
que llevas encima por favor?
A lo que el asno le respondió:
– Mejor ¿Por qué no esperas un rato más hasta que despierte el Amo y te dé el mismo de
comer?
El perro, al escuchar la respuesta del asno, se dirigió a otro lado de la pradera. Es entonces
que, mientras que el asno seguía comiendo su pasto, apareció un hambriento lobo que se
abalanzó de inmediato sobre el asno para devorarlo. Sorprendido, gritó ayuda al perro:
– ¡Socorro! ¡Sálvame amigo perro!
El perro, respondió:
-Mejor, ¿Por qué no esperas un poco más hasta que despierte el amo y te salve?
Moraleja: hay que ofrecer nuestra ayuda a los demás siempre y cuando la necesiten si no queremos que nos pase lo mismo que
al asno. Hay que educar a nuestros hijos para que sean personas solidarias y compartan con el resto de sus iguales.
El cuervo y los pájaros

Un día el dios Júpiter citó a todos los pájaros a una reunión para elegir como Rey al más
hermoso de todos. Los pájaros, muy halagados ante esta gran oportunidad, de inmediato
fueron a las aguas del gran río para lavarse y acicalarse para estar presentables.
El cuervo, dándose cuenta de su fealdad, se le ocurrió un plan que consistía en recoger las
plumas que los pájaros dejaban caer al acicalarse, para luego pegarlas a su cuerpo. Es así
que el cuervo pasó varias horas colocándose las plumas para ser el más bello de los
pájaros.
Entonces llegó el día esperado y todas las aves acudieron a la cita, entre ellos el cuervo,
que destacó al instante por sus plumas multicolor. Júpiter al verlo, decidió coronar al cuervo
por su gran belleza, pero los pájaros se sintieron muy indignados por haber elegido al
cuervo.
Sin embargo, el cuervo pronto perdió sus plumas, sintiendose avergonzado ya que volvía a
ser el mismo que era en realidad.
Moraleja: no tenemos que aparentar lo que no somos y no debemos por que sentirnos
inferiores por nuestro físico o aptitudes, ya que cada
persona es única y diferente, con sus virtudes y sus defectos.
Debemos querernos tal y como somos, ya que solo así nos querrán los demás.
El viejo perro cazador

Hace muchos años, vivía un viejo perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho
perder gran parte de las facultades, como ser más fuerte o veloz.
Un día, mientras se encontraba en una jornada de caza junto a su amo, se topó con un
hermoso jabalí, al que quiso atrapar para su dueño. Poniendo en ello todo su empeño,
consiguió morderle una oreja, pero como su boca ya no era la de siempre, el animal
consiguió escaparse.
Al escuchar el escándalo, su amo corrió hacia el lugar, encontrando únicamente al viejo perro. Enfadado porque hubiera dejado
escapar a la pieza, comenzó a regañarle muy duramente.
El pobre perro, que no se merecía semejante regañina, le dijo:
-Querido amo mío, no creas que he dejado escapar a ese hermoso animal por gusto. He intentado retenerlo, al igual que hacía
cuando era joven, pero por mucho que lo deseemos ambos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de
enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso.
Moraleja: nos viene a decir que debemos ser respetuosos con nuestros mayores, ya que hicieron lo posible porque nuestra
familia tuviera una vida feliz.
El perro y el reflejo

Había una vez un perro, que estaba cruzando un lago. Al hacerlo, llevaba una presa bastante
grande en su boca. Mientras lo cruzaba, se vio a si mismo en el reflejo del agua. Creyendo
que era otro perro y viendo el enorme trozo de carne que llevaba, se lanzó a arrebatársela.
Decepcionado quedó cuando, por buscar quitarle la presa al reflejo, perdió la que el ya tenía.
Y peor aún, no pudo obtener la que deseaba.
Moraleja: no hay que envidiar a los demás y debemos ser felices con lo que somos y con lo
que tenemos, ya que como dice el dicho “la avaricia rompe el saco”. Tenemos que
conformarnos con lo que tenemos, y no pedir o exigir más a nuestros padres, sino queremos
que nos pase lo que al perro.
Las ranas y el pantano seco
Vivían dos ranas en un bello pantano, pero llegó el verano y se secó, por tanto la abandonaron para buscar otro con agua.
Hallaron en su camino un profundo pozo repleto de agua, y al verlo, dijo una rana a la otra:
– Amiga, bajemos las dos a este pozo.
– Pero, y si también se secara el agua de este pozo, – repuso la compañera -, ¿Cómo crees que subiremos entonces?
Moraleja: Antes de emprender cualquier acción, analiza primero las consecuencias de ella. Ante un problema, debemos buscar
otras alternativas y reflexionar sobre cuál es la opción buena antes de tomar una decisión de manera impulsiva que no sea la
adecuada.
El labrador y la culebra
Al lado del hogar de un modesto labrador, una culebra había decidido instalar su nido. Un tarde, el pequeño hijo del labriego,
pensando que era uno más de sus juguetes, agarró al animal de tan mala manera, que este le mordió en defensa propia. Una
mordedura de la que no se pudo recuperar y que su padre quiso vengar cortándole la cola a la culebra.
Enterado de cómo habían sucedido los hechos, el labrador sintió tal culpa que fue en busca de la culebra para pedirle perdón y
ofrecerle miel, agua, harina y sal, como muestra de su sincero arrepentimiento. A pesar de la nobleza de sus intenciones, la
culebra no solo no le perdonó, sino que además se permitió el lujo de decirle:
– Agradezco que quieras venir a intentar remediar el error que cometiste conmigo, pero no hay ninguna posibilidad de que tú y
yo podamos ser amigos. Mientras que a mí me falte la cola que tú me quitaste y a ti el hijo que mi veneno te ha arrebatado,
seremos incapaces de estar en paz.
Moraleja: es imposible reconciliarse con algún amigo si uno de los dos no ha perdonado al otro. Con esta fábula aprendemos a
que hay que saber pedir perdón y perdonar cuando tengamos algún debate o discusión con un compañero. De esta manera se
resolverán tranquilamente y pacíficamente cualquier problema.
El lobo y el perro dormido
Disfrutaba un perro de un merecido descanso en la puerta de su casa, cuando de repente un veloz lobo se lanzó sobre él con
claras intenciones de devorarlo. Para intentar librarse de tan negro destino, el perro le suplicó con todas sus fuerzas que lo
escuchara, aunque solo fuera una sola vez, antes de que el lobo cumpliera sus deseos.
Entiendo que desees saciar tu hambre –comenzó diciendo el perro- pero de un saco de huesos como yo, tu estómago no tardará
en volver a sentirse vacío; si en verdad deseas darte un buen festín, espera a que mis dueños celebren sus bodas y seguro que
me encuentras mucho más apetecible.
Tan convincente era su argumento, que el lobo se marchó tan contento. Meses después, estaba el perro asomado a una ventana
de la casa de su dueño, cuando volvió el lobo para reclamar lo que tanto tiempo había estado esperando. Molesto ante la
insistencia, el perro contestó:
– ¡Lobo tonto, la próxima vez que aparezcas y yo esté durmiendo en el portal de mi dueño, no esperes a que se celebren las
bodas de mis dueños!
Moraleja: viene a decirnos que si hemos sido capaces de salir airosos de algún tipo de peligro y si recordamos como lo hicimos,
podremos hacerlo en otras ocasiones.
El zorro, el oso y el león
Habiendo encontrado un león y un oso a un cervatillo, se retaron en combate a ver cual de los dos se quedaba con la presa.
Un zorro que por allí pasaba, viéndolos extenuados por la lucha y con el cervatillo en medio, se apoderó de este y corrió pasando
tranquilamente entre ellos.
Y tanto el oso como el león, agotados y sin fuerzas para levantarse, murmuraron:
-¡Desdichados nosotros! ¡tanto esfuerzo y tanta lucha hicimos para que todo quedara para el zorro!
Moraleja: por ser egoístas y no querer compartir, podemos perderlo todo.
Las dos amiguitas
Era una vez 2 avestruces amiguitas que se hicieron tan pero tan amiguitas que no podían pasar un día sin la compañía de la
otra, hasta que cierto día un pequeño desliz entre ambas puso a prueba su hermosa amistad:
– Hoy jugaremos a lo que yo quiera – le dijo uno de ellas a la otra.

A lo que la otra contesto:


– Te equivocas eso lo decidiré solo yo.
Y así con tales posturas, ambas se empecinaron en sus caprichos por muchas horas y sin llegar a un acuerdo. Luego de discutir
por un largo rato, las dos avestruces amigas por fin entraron en razón y una de ella dijo:
-Dejemos los juegos por hoy y encontremos otra manera de llegar a un acuerdo.
Y diciendo estas palabras ambas acordaron alternarse diariamente y que cada una decidiese por un día entero que juegos jugar.
De esta manera no hubo más problemas y conflictos y conservaron una linda amistad hasta la muerte.
Moraleja:hablando tranquilamente se puede llegar a un acuerdo, donde ambas personas salgan privilegiadas. Debemos educar
a nuestros hijos en el diálogo y la comunicación para resolver los conflictos que le sucedan en la vida diaria, ya que es la mejor
opción para llegar a una acuerdo.
El aceituno y la higuera
El aceituno ridiculizaba a la higuera porque, mientras él era verde todo el año, la higuera cambiaba sus hojas con las estaciones.
Un día una nevada cayó sobre ellos, y, estando el aceituno lleno de follaje, la nieve cayó sobre sus hojas y con su peso se
quebraron sus ramas, despojándolo inmediatamente de su belleza y matando al árbol.
Pero al estar la higuera desnuda de hojas, la nieve cayó directamente a la tierra, y no la perjudicó en absoluto.
Moraleja: No debemos burlarnos de las cualidades ajenas, pues las nuestras pueden ser inferiores. Debemos ser respetuosos
y tolerantes con el resto de personas.
El zorro y la cabra
Una vez un zorro estaba vagando por la oscuridad, cuando or desgracia cayó en un pozo. Intentó salir pero no podía. No tenía
otra alternativa que permanecer allí hasta la mañana siguiente. Al día siguiente, una cabra llegó por allí, miró al pozo y vio al
zorro. La cabra preguntó “¿qué estás haciendo ahí, señor zorro?”
El astuto zorro respondió:
“Vine aquí para beber agua. Es la mejor que he probado en mi vida. Ven y pruebala por ti misma. Sin pensar ni siquiera por un
rato, la cabra saltó al pozo, apagó su sed y buscó una forma de salir. Pero al igual que el zorro, también fue incapaz de salir.
Entonces el zorro dijo:
“Tengo una idea. Ponte de pie sobre tus patas traseras. Subiré sobre tu cabeza y saldré. Entonces yo te ayudaré a salir también”.
La cabra era inocente e hizo lo que el zorro le dijo.
Mientras caminaba, el zorro dijo:
“Si hubieras sido lo suficientemente inteligente, nunca hubieras entrado sin ver cómo salir”.
Moraleja: Mira ante de saltar. No hagas algo ciegamente sin pensarlo antes.
El huevo de oro
Había una vez un rico comerciante de tela que vivía en un pueblo con su esposa y sus dos hijos. Tenían una gallina hermosa
que ponía un huevo todos los días. No era un huevo normal, sino un huevo de oro. Sin embargo, el joven comerciante no estaba
satisfecho con lo que solía obtener todos los días.
Quería conseguir todos los huevos de oro de su gallina en muy poco tiempo. Por tanto, un día pensó y al fin concluyó en un plan.
Decidió matar a la gallina y juntar todos los huevos.
Al día siguiente, cuando la gallina puso un huevo de oro, el hombre lo cogió, tomó un cuchillo afilado, cortó su cuello y cortó su
cuerpo abierto. No había nada más que sangre por todas partes y ningún rastro de ningún huevo en absoluto. Estaba muy
triste porque ahora no conseguiría ni siquiera un solo huevo.
Debido a su codicia, comenzó a ser más pobre y finalmente se convirtió en un mendigo.
Moraleja: Si deseas más, puedes perder todo. Es necesario estar satisfecho con lo que uno tiene y actuar sin codicia.
El coyote y las uvas
Una tarde muy soleada, un coyote iba caminando y el estómago le rugía de hambre. De repente, nota en la cima de un árbol que
hay un racimo de hermosas uvas moradas e intentó alcanzarlas apoyándose en sus patas traseras, pero no llegó.
Intentó alcanzarlas saltando, pero tampoco llegó; una y otra vez fallaba hasta que sus patas ya no podían más y entonces cayó
al suelo extenuado.
Estando tumbado en el suelo, se pudo dar cuenta que dos pajarillos la estaban observando; levantándose, se sacudió el polvo y
se marchó diciendo.
-Mejor paso de esas uvas, seguro están verdes-
Retomó así su camino, y en cuanto ya había ganado distancia, los pajarillos picotearon las uvas y éstas cayeron al suelo, donde
se dieron un banquete.
Mirando de lejos, el coyote pensó:
-Tal vez si hubiese pedido ayuda, estaríamos comiendo los tres-.
Moraleja: A veces nuestro orgullo puede más que nuestro juicio, hasta el punto en que somos capaces de despreciar las cosas,
sólo porque parecen inalcanzables.
La hormiga y la mariposa
Una hormiga trabajadora se encontraba reuniendo provisiones bajo el fuerte sol de verano a orillas del río. De pronto, el suelo
bajo ella cedió, y la hormiga cayó al agua donde estaba siendo violentamente arrastrada.
Desesperada, la hormiga gritaba
-¡Ayuda, socorro, auxilio, me ahogo!-
En eso, una mariposa se da cuenta de la situación de la hormiga y rápidamente buscó una ramita, la agarró con sus patitas y se
lanzó hacia donde estaba la hormiga; tendiéndole la rama y salvándola.
La hormiga muy feliz le dio las gracias y ambas siguieron su camino.
Al poco tiempo, un cazador furtivo se acerca por detrás de la mariposa con una red; en silencio se disponía a capturarla, pero
justo cuando ya tenía la red sobre la cabeza de la mariposa ¡sintió un piquete muy doloroso en su pierna! Gritando soltó la red y
la mariposa al darse cuenta, salió volando.
Mientras volaba, la mariposa desconcertada giró su cabeza para ver qué había herido al cazador, y se dio cuenta que era la
hormiga a la que ese mismo día había salvado.
Moraleja: Haz el bien, sin mirar a quien. La vida es una cadena de favores.
El viento y el sol
Una vez, el viento y el sol tuvieron una discusión
-Yo soy el más fuerte, cuando yo paso, los árboles se mueven; hasta puedo derribarlos si quiero- dijo el viento.
-El más fuerte aquí soy yo, yo no derribo árboles, pero puedo hacerlos crecer- Le respondió el sol.
-Voy a demostrarte que soy el más fuerte ¿ves a ese hombre con chaqueta? Se la voy a quitar con mi soplido- dijo el viento.
Así, el viento sopló con todas sus fuerzas, pero mientras más fuerte soplaba, más fuerte el hombre se aferraba a su chaqueta, y
el viento se cansó de soplar.
Entonces fue el turno del sol, y este, lanzando todos sus rayos hacia el hombre, hizo que se quitara la chaqueta de tanto calor.
-Bien, tú ganas, pero debes admitir que yo hice mucho más ruido- dijo el viento al final.
Moraleja: cada persona tiene sus propias capacidades y a menudo vale más la maña que la feurza.
El halcón, el cuervo y el pastor
Lanzándose desde los cielos, un halcón cazó un corderito. Un cuervo la observó y tratando de imitarlo, se lanzó sobre un carnero.
Sin embargo, no pasó lo mismo que antes, y al desconocer las artes, el cuervo se enredó en la lana, donde sin importar que tan
fuerte batía sus alas, no logró escapar.
Viendo el pastor lo que sucedía, tomó al cuervo entre sus manos, con su machete cortó sus alas, y a su casa lo llevó.
Fascinados sus hijos lo vieron, y curiosos del asunto a su padre preguntaron:
-¿Papá, qué ave es esta?
-Para mí es sólo un cuervo, pero él se cree halcón.
Moraleja: Es bueno y necesario aprender a conocer nuestros propios límites, incluso para superarlos; el primer paso es
conocerlos.
El hijo y el padre
Un día, un joven iba por la calle de noche después de salir de su trabajo; apurado recorría los rincones solitarios de la ciudad
pues esa noche su madre le había dicho que lo esperaba en casa con una deliciosa cena.
Faltando sólo unas cuadras para llegar, el joven ve a lo lejos la figura desgastada por la edad de alguien que aguardaba en la
esquina de una acera para cruzar la calle mientras un semáforo estaba en verde.
–Tonto viejo, ¿por qué no cruzas si no vienen carros? ¡Yo sí cruzaré, tengo un compromiso importante!- pensó el joven
acelerando el paso.
Pero al llegar a la esquina de aquella acera se dio cuenta ¡ese hombre era su padre!
-¿papá?-
-hola hijo-
-¿Qué hace acá?-
-Voy para la casa, vamos tarde, tu mamá seguro se molesta-
-Papá, no vienen carros-
-sí ya veo-
-Papá aquí no hay policías-
-Pero es un barrio seguro, no hacen falta ni a estas horas de la noche-
-Papá no hay cámaras-
-No me había fijado, ¿eso es bueno o malo?-
-¡Papá nadie nos está viendo! ¡Vamos a cruzar que vamos tarde!-
-¡¿QUÉ?! ¡YO ME ESTOY VIENDO!-
Moraleja: Siempre podremos engañar a los demás, pero nunca podremos engañarnos a nosotros mismos. Una conciencia
tranquila es la clave para vivir en paz con uno mismo.
El Zorro y los Gallos
Dos gallos luchaban para tomar el control del gallinero.
Después de una intensa pelea, uno de ellos salió derrotado, y no le quedó otra alternativa más que esconderse entre los
matorrales.
El vencedor exhibiéndose orgulloso, se montó sobre uno de los postes de la cerca y comenzó a cantar a los cuatro vientos su
victoria.
Fue entonces, cuando a su espalda, un zorro que esperaba paciente dio un salto hacia la verja y de un mordisco feroz cazó al
gallo ganador.
Desde entonces, el otro gallo es el único macho en el gallinero.
Moraleja: La humildad es una virtud que muy pocos practican, pero que todos deberían dominar. A quien hace alarde de sus
propios éxitos, no tarda en aparecerle alguien que se los quita.
El amo del cisne
Algunas personas cuentan que los cisnes son hermosas aves capaces de entonar bellas y armónicas canciones justo antes de
su muerte.
Sin saber esto, un día un hombre se hizo a un hermoso cisne. Éste no era sólo el más bello, sino el mejor cantante de todos. Por
esta razón, el hombre pensó que el cisne podría deleitar a quienes visitaran su hogar con sus maravillosos cantos. De esta
manera, el hombre buscaba generar envidia y admiración en sus allegados.
Una noche, el amo organizó una fiesta, sacando a al cisne para exhibirlo, como si se tratase de un valioso tesoro. El amo solicitó
al cisne que entonara una bella canción para entretener al público. Ante esto, el cisne permaneció impávido, generando molestia
e ira en el amo.
Los años pasaron y el amo siempre pensó que había malgastado su dinero en la bella ave. No obstante, una vez el cisne se
sintió viejo y cansado, entonó una maravillosa melodía.
Al escuchar el canto de la melodía, el amo comprendió que el cisne estaba a punto de morir. Reflexionando sobre su
comportamiento, el amo entendió su error al intentar apurar al animal a cantar cuando éste era joven.
Moraleja: nada en la vida debe ser apurado. Todas las cosas llegan en el momento más oportuno.
El enfermo y el doctor
En un hospital se encontraba internado un enfermo cuya salud decaía con el pasar de los días. Éste no veía mejoras en su
estado.
Un día, el Doctor que le revisaba se encontraba dando sus habituales rondas. Al entrar en la habitación del paciente le preguntó
a éste qué le aquejaba.
El enfermo sin dudarlo respondió que estaba sudando más de lo normal. Ante esto el Doctor dijo:
– Todo parece normal. Estás bien.
Al día siguiente, el Doctor volvió a visitar al paciente. Éste indicó que se encontraba más enfermo que el día anterior, y que tenía
mucho frío. Ante esto el Doctor respondió:
– No pierdas la paciencia, todo está bien.
Pasaron algunos días y el Doctor volvió a visitar al enfermo. Éste, visiblemente desmejorado, volvió a indicar que se encontraba
más enfermo y no conseguía conciliar el sueño. El Doctor respondió nuevamente:
– Estás bien.
Al retirarse el Doctor de la habitación, escuchó al enfermo decir a sus familiares:
– Creo que me voy a morir de estar bien, pero cada día estoy peor.
Ante esto, el Doctor sintió vergüenza y entendió que debía prestar más atención a las necesidades de sus pacientes.
Moraleja: hay profesiones que requieren de constancia y disciplina. Es importante preocuparse por otros y escuchar sus
necesidades, para evitar jugar con sus vidas y bienestar.
El gato y el cascabel
En una casa de una gran urbe vivía un gato grande y consentido por sus dueños. Dicho gato tomaba toda la leche que gustaba,
y sus amos le consentían y cuidaban, esforzándose por darle todo lo que quisiera.
El gato tenía una confortable cama para él solo, y pasaba sus días persiguiendo a un grupo de ratones que también vivían en la
casa. Cada vez que uno de estos ratones se asomaba para tomar algo de alimento, el gato aparecía y ferozmente le cazaba.
Los ratones eran atosigados por el gato de tal manera que ya no podían salir de su ratonera para conseguir alimento.
Un día, los ratones se reunieron para buscar una solución a sus problemas. Tanto los niños como los jóvenes y los viejos
deliberaron infructuosamente en busca de soluciones.
Hasta que un joven ratón propuso una alternativa que a todos gustó: ponerle un cascabel al gato para así saber cuándo
merodeaba fuera de la ratonera.
Todos los ratones vitorearon y acordaron que ésta era la mejor alternativa. Hasta que uno de los ratones más viejos preguntó:
– ¿Quién se encargará de poner el cascabel en el gato?
Inmediatamente todos los ratones se desanimaron, puesto que no apareció ningún voluntario.
Se dice que hasta el día de hoy los ratones pasan las tardes deliberando quién se encargará de la temeraria labor, mientras que
la comida continúa escaseando.
Moraleja: a veces las mejores soluciones vienen acompañadas de grandes sacrificios.
El adivino
En la plaza pública de un pueblo, un adivino se encargaba de leer la fortuna de quienes le pagaban por ello. De un momento a
otro, uno de sus vecinos se acercó para contarle que la puerta de su casa había sido rota y que sus pertenencias habían sido
robadas.
El adivino se paró de un brinco y corrió hacia su casa para ver qué había sucedido. Sorprendido al entrar en su morada vio que
ésta se hallaba vacía.
Uno de los testigos del evento entonces preguntó:
– Tú, que siempre estás por ahí hablando del futuro de los otros, ¿por qué no predijiste el tuyo?
Ante esto, el adivino se quedó mudo.
Moraleja: el futuro no puede ser previsto. No hay que confiar en aquellos que dicen que pueden predecir lo que va a pasar con
nuestras vidas.
El zapatero y el hombre rico
Existía hace muchos años un zapatero laborioso, cuya única labor y entretenimiento consistía en arreglar los zapatos que sus
clientes le llevaban.
Tan feliz era el zapatero que a sus clientes cobraba poco o nada, ya que arreglaba los zapatos por placer. Esto hacía del zapatero
un hombre pobre, sin embargo, cada vez que terminaba un encargo, lo entregaba sonriente y se iba a dormir plácidamente.
Era tal la felicidad del zapatero que pasaba las tardes cantando, cosa que molestaba a su vecino, un hombre rico.
Un día, el hombre rico, embargado por la duda, decidió abordar al zapatero. Se encaminó hacia su humilde residencia y parado
en el sencillo pórtico preguntó:
– Dígame usted, buen hombre, ¿cuánto dinero produce al día? ¿es el dinero lo que causa so desbordante felicidad?
El zapatero respondió:
– Vecino, la verdad es que soy muy pobre. Con mi trabajo solo obtengo unas cuantas monedas que me ayudan a vivir con lo
justo. No obstante, la riqueza no significa nada en mi vida.
– Eso me imaginé – Dijo el rico. Vengo a contribuir con su felicidad.
De esta manera, el hombre rico le entregó al zapatero un saco lleno de monedas de oro.
El zapatero no terminaba de creer lo que estaba sucediendo. Había dejado de ser pobre en segundos. Luego de agradecerle al
rico, tomó el saco de monedas y lo guardó con recelo bajo su cama.
Este saco de monedas cambió la vida del zapatero. Al tener algo que cuidar con recelo, su sueño se volvió inestable y temía que
pudiese entrar alguien a su hogar a robar el saco de monedas.
Al no dormir bien, el zapatero ya no tenía la misma energía para trabajar. Ya no cantaba de felicidad y su vida se volvió agotadora.
Por esta razón, el zapatero decidió devolver al hombre rico el saco de monedas.
El hombre rico no daba crédito a la decisión del zapatero, por lo que le preguntó:
– ¿Acaso no disfruta usted de ser rico? ¿Por qué rechaza el dinero?
El zapatero pausadamente respondió:
– Vecino, antes de tener ese saco de monedas, yo era realmente feliz. Todos los días me levantaba cantando después de dormir
plácidamente. Tenía energía y disfrutaba mi trabajo. Desde que recibí este saco de monedas, dejé de ser el mismo. Vivo
preocupado por cuidar el saco y no tengo tranquilidad para disfrutar de la riqueza que se encuentra en él. Sin embargo, agradezco
su gesto, pero prefiero vivir siendo pobre.
El hombre rico se sorprendió y entendió que la riqueza material no es fuente de felicidad. También entendió que la felicidad se
compone de pequeños detalles y cosas que muchas veces pasan desapercibidas.
Moraleja: aquello que realmente nos puede hacer felices no es el dinero o las posesiones materiales. La vida se compone de
pequeños detalles y situaciones que nos pueden hacer felices, aun cuando no tenemos dinero.
El toro y las cabras
En una verde pradera vivían un toro y tres cabras. Estos animales habían crecido juntos y eran verdaderos amigos. Todos los
días el toro y las cabras jugaban y disfrutaban de la pradera.
Era normal que estos cuatro amigos jugaran, sin embargo, para un perro viejo y vagabundo que rondaba por la misma pradera,
esta escena resultaba extraña. Las experiencias de la vida del viejo perro le impedían entender cómo aquellas cuatro criaturas
podían ser amigas y llevarse bien entre sí.
Un día, el perro confundido decidió acercarse al toro y preguntarle:
– Señor toro, ¿cómo es que un animal tan grande y fuerte como usted puede pasar los días jugando en la pradera con tres
pequeñas cabras? ¿No ve usted que esto puede resultar extraño para los demás animales? Este juego puede afectar su
reputación. Los demás animales van a pensar que usted es débil y por eso se relacionan con esas tres cabras.
El toro meditó sobre las palabras del perro, sin querer convertirse en el hazmerreír de los demás animales. Él quería que su
fuerza no fuera subestimada. Por esta razón, decidió alejarse de las cabras, hasta que dejó de verlas.
El tiempo pasó, y el toro se sentía solo. Echaba en falta a sus amigas cabras, ya que para él ellas eran su única familia. Ya no
tenía con quien jugar.
Al meditar sobre sus emociones, el toro entendió que había cometido un error grave. Se había dejado llevar por lo que otros
pudieran pensar, en vez de hacer aquello que le nacía. De esta forma, se dirigió hacia sus amigas cabras y les pidió disculpas.
Afortunadamente, hizo esto a tiempo y las cabras le perdonaron.
El toro y las cabras siguieron jugando todos los días y fueron felices en la pradera.
Moraleja: debemos hacer aquellos que nos nace y dicta nuestra conciencia y corazón, sin importar lo que otros puedan pensar
sobre nuestras decisiones.
La mula vanidosa
Había dos mulas de carga que trabajaban para diferentes amos. La primera mula trabajaba para un campesino y se encargaba
de llevar pesadas cargas de avena. La segunda mula trabajaba para el rey y su labor consistía en llevar cuantiosas sumas de
monedas de oro.
La segunda mula era sumamente vanidosa y orgullosa de su carga. Por esta razón, caminaban altanera y haciendo ruido con
las monedas que llevaba. Tanto ruido hizo un día que, unos ladrones se percataron de su presencia y le atacaron para robar su
carga.
La mula se defendió con fuerza, hasta perder su carga y terminar gravemente herida. Al caer sobre el suelo adolorida y triste,
preguntó a la primera mula:
– ¿Por qué me pasó esto? ¿por qué esos ladrones robaron mi carga?
Ante este cuestionamiento la otra mula respondió:
– A veces lo que parece un gran trabajo no lo es. Es mejor pasar desapercibido para no despertar la envidia de otros.
Moraleja: es mejor ser discreto que vanidoso cuando se tiene algo de gran valor. Muchas personas pueden sentirse envidiosas
cuando se habla mucho de lo que se tiene.
El elefante y el león
En la selva todos los animales le rendían culto al león como su rey. Veían en él una figura fuerte, valiente, fiera y elegante. No
les importaba que llevara muchos años gobernándoles.
Sin embargo, algo que todos los animales de la selva no conseguían entender era que, al lado del tenaz león siempre se
encontraba un viejo y lento elefante. Cada animal de la selva ardía en deseos de estar al lado del mandatario en lugar del elefante.
El rencor y los celos de los animales fueron gradualmente creciendo. Un día todos los animales decidieron hacer una asamblea
para que el león eligiese a un nuevo compañero.
Una vez inició la asamblea, la zorra tomó la palabra:
– Todos pensamos que nuestro rey es increíble, no obstante, coincidimos en que no tiene un buen criterio para escoger amigos.
Si hubiese elegido a una compañera astuta, hábil y hermosa como yo, esta asamblea no tendría lugar ni sentido.
Después de la zorra continuó el oso:
– No me cabe en la cabeza cómo nuestro rey, un animal tan imponente, puede tener como amigo a un animal que carece de
garras grandes y fuertes como las mías.
Ante los comentarios de los demás, el burro por su parte señaló:
– Yo entiendo perfectamente lo que está pasando. Nuestro rey eligió al elefante como su amigo porque tiene unas orejas grandes
como las mías. No me eligió a mí primero porque no tuvo el placer de conocerme antes que al elefante.
Tal fue la preocupación de todos los animales por reconocer sus cualidades sobre las del elefante, que no consiguieron ponerse
de acuerdo y jamás lograron entender que el león prefería al elefante por su humildad, sabiduría y modestia.
Moraleja: los valores como la humildad, el desinterés y la modestia pueden hacer que las cosas más valiosas de la vida vengan
por sí solas. La envidia es una pésima consejera.
El guepardo y el león
Una vez, los animales de la sabana estaban un poco aburridos y decidieron buscar maneras de divertirse.
Unos fueron a los pozos a saltar en el agua, otros se pusieron a trepar árboles, pero el guepardo y el león, aprovecharon la
ocasión para probar sus cualidades frente a todos y decidieron hacer una carrera.
– ¡Atención! Si queréis entretenimiento aquí está: seremos testigo de una carrera de velocidad entre el león y el guepardo. ¿Quién
ganará? Acercaos y lo sabréis en minutos.
Entonces los animales se animaron y se acercaron curiosos. Murmuraban entre ellos sobre cuál era su favorito y por qué.
– El guepardo es veloz. La victoria es suya – decía la jirafa.
– No estés tan segura amiguita. El león también corre rápido – le respondía el rinoceronte.
Y así cada cual abogaba por su candidato. Mientras tanto, los corredores se preparaban para la competencia.
El guepardo, se estiraba y calentaba sus músculos. No estaba nervioso sino que se preparaba para dar un gran espectáculo y
dejar clara su ventaja sobre el león.
Por su parte, el león solo se sentó a observar el horizonte y a meditar. Su esposa, la leona, se le acercó y le preguntó:
– Querido, ¿qué haces aquí? La chita está poniéndose a tono para la competencia y tú solo estás aquí sentado con la mirada
perdida. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo?
– No, mujer. Tranquila. Estoy meditando.
– ¿Meditando? A segundos de una carrera con el animal más veloz de la sabana, ¿tú meditas? No te entiendo querido.
– No tienes que entenderme cariño. Yo ya preparé mi cuerpo para esta carrera durante todo este tiempo. Ahora, necesito preparar
mi ánimo.
El clan de los elefantes mayores, fueron quienes prepararon la ruta y marcaron las líneas de salida y de meta. Los suricatos
serían los jueces y un hipopótamo daría la señal de salida.
Llegó el momento y los corredores se pusieron en posición:
– En sus marcas- comienza a decir el hipopótamo- listos…¡fuera!
Y arrancaron a correr el león y el guepardo, quien enseguida tuvo la ventaja.
Los competidores se perdieron rápidamente de vista de los animales ubicados al principio de la pista.
La victoria parecía ser del guepardo, pero al minuto de haber empezado, dejó de ser tan veloz. El león seguía corriendo a su
ritmo pero cada vez estaba más cerca de alcanzarla, hasta que al fin la superó y allí aumentó la velocidad y le ganó.
Moraleja: No por ser más veloz, ganas una carrera. A veces, basta con utilizar tus energías de una forma inteligente.
La hormiga, la araña y la lagartija
Había una vez, en una casa de campo donde habitaban muchos animales de distintas especies, una araña y una lagartija.
Vivían felices en sus labores; la araña tejía hermosas y enormes redes mientras la lagartija mantenía lejos de la casa a los
insectos peligrosos.
Un día, vieron un grupo de hormigas trabajando recogiendo cosas. Una de ellas las dirigía y les ordenaba a dónde ir a buscar la
carga y por cuál ruta debían llevarla hasta su casa.
Extrañadas por los visitantes, la araña y la lagartija se acercaron a la hormiga:
– Hola. ¿Quiénes son ustedes y qué hacen aquí?- se adelantó a preguntar la araña.
– Sí, ¿quiénes son?- le apoyó la lagartija.
– Hola. Perdonen el descuido. Somos las hormigas y estamos de paso, buscando comida para prepararnos para el invierno.
Espero que no estemos molestando.
– No exactamente, pero es extraño verlas aquí. Este terreno ha estado solo para nosotras desde hace mucho y…
– Y no nos gusta el escándalo ni que dejen suciedad en esta zona. Nuestro trabajo es mantener a los insectos alejados de aquí-
dijo la lagartija con tono de cierta molestia.
– ¡Oh perdonen! De verdad que no es nuestra intención molestarlas. Insisto: estamos de paso preparándonos para el invierno.
– Pues yo no sé si lloverá, lo que sé es que les agradezco que terminen rápido con su labor y se vayan a su casa. Aquí ya
estamos completos- sentenció la lagartija y se fue por los matorrales velozmente.
La araña, algo incómoda por el mal humor de su vecina, también se fue a sus aposentos. Antes, le advirtió a la hormiga sobre
su naturaleza insectívora.
La hormiga se quedó pensando: “¡Pero qué gruñones! La lagartija quiere su espacio y la araña nos puede comer. Creo que es
mejor que huyamos”.
Entonces volvió a su puesto y ordenó la retirada a sus compañeras.
Esa noche llovió a cántaros y mientras las hormigas estaban en su casa con refugio seguro y comida abundante, la araña y la
lagartija temblaban de frío y pensaban en que por estar discutiendo no habían guardado comida en sus despensas.
Moraleja: Debemos ser abiertos con lo nuevo y lo diferente porque no sabemos si ahí podemos encontrar o aprender algo para
nuestro bien.
Los perros y la lluvia
Había una vez una casa grande en la que vivían varios perros: Negrita, Blani, Estrellita y Radio. Vivían felices corriendo por los
patios, jugando y haciendo travesuras, pero casi a ninguno lo dejaban entrar a las casas.
Solo Estrellita tenía permiso de hacerlo, por ser la más pequeña y consentida.
Al llegar el invierno, todos buscaban refugio porque el frío les helaba todo el cuerpo. Estrellita se burlaba de ellos desde la
comodidad de su camita dentro de la casa.
El invierno pasó y el sol radiante iluminaba todo. Los días eran perfectos para jugar al aire libre.
Los perros salieron contentos a correr y Estrellita también quiso acompañarlos pero ellos le dijeron:
– No queremos jugar contigo Estrellita. Sabemos que no es tu culpa que te permitieran entrar a ti sola a la casa durante las
lluvias, pero no tenías derecho a burlarte de nosotros que nos moríamos de frío.
Y Estrellita, se entristeció y se acurrucó en su cómoda camita. Sola.
Moraleja: Los buenos amigos no se burlan de las dificultades de los demás. Intentan ayudarlos.
La abeja y el fuego
Había una vez una abejita que siempre visitaba un jardín lleno de girasoles. La abejita se pasaba las tardes conversando con los
girasoles más pequeños.
En su casa, le decían que el jardín era para polinizar, no para conversar. Pero ella sabía que podía hacer ambas cosas. Y le
encantaba.
Sus amigos girasoles eran divertidos y siempre hablaban de cuánto admiraban el sol. Un día, quiso darle una sorpresa a los
girasoles y se fue a buscar un cerillo encendido.
Con gran esfuerzo encontró uno en un basurero y se las ingenió para encenderlo en la estufa de una casa en la que siempre
olvidaban cerrar las ventanas.
Con todas sus fuerzas llegó al jardín y cuando estaba cerca de sus amigos, se le cayó el cerillo. Afortunadamente, se encendió
el riego automático porque era justo la hora de regar el jardín.
La abejita casi se desmaya del susto y sus amigas también.
Moraleja: por muy buenas que sean tus intenciones, siempre debes calcular los riesgos de tus acciones.
Tilín el desobediente
Había una vez un caballito de mar llamado Tilín, que tenía un amigo cangrejo llamado Tomás. Les encantaba pasar las tardes
jugando juntos y visitando arrecifes.
Los padres de Tilín le habían dicho siempre que tenía permiso para jugar con su amigo cangrejo, siempre que no saliera a la
superficie.
Un día, le ganó la curiosidad y le pidió a Tomás que lo llevara a la orilla. Este se negó a llevarlo pero Tilín insistió.
El cangrejo accedió pero con la condición de que solo fueran hasta una roca por un momento y regresaran enseguida.
Así lo hicieron, pero cuando subieron a la roca, no se dieron cuenta que una lancha de pescadores venía del otro lado y cuando
los vieron lanzaron su red.
Tilín sintió que algo le tiró muy fuerte hacia abajo y se desmayó. Cuando despertó, estaba en su cama con sus padres. Al ver
que despertaba Tilín, ellos suspiraron de alivio.
Lo siento mamá y papá. Solo quería ver la superficie una vez. Sentir el aire de allá arriba. ¿Qué pasó con Tomás? -dijo Tilín.
Lo siento Tilín. Él no pudo escapar- respondió su mamá con la cara triste.
Moraleja: es mejor obedecer a los padres porque tienen más experiencia y conocimientos.
El zorro irresponsable
Érase una vez Antonie, un zorrito que iba a la escuela en el bosque.
Un día la maestra les asignó una tarea que consistía en tomar del bosque 5 ramitas durante 10 días y hacer con ellas una figura.
Al final de los 10 días, todos expondrían sus figuras. La mejor escultura ganaría un regalo.
Todos los zorritos salieron hablando de lo que pensaban hacer; unos harían la torre Eiffel, otros un castillo, otros grandes
animales. Todos se preguntaban cuál sería el regalo.
Los días pasaban y aunque Antonie decía que estaba avanzando en su tarea, la verdad era que no había empezado siquiera.
Todos los días al llegar a su madriguera, se ponía a jugar con lo que encontrara y a pensar en cuánto le gustaría comerse un
pastel de moras.
Faltando un día para la entrega, la maestra le preguntó a los zorritos sobre sus avances con la tarea. Uos decían que ya habían
terminado y otros que ya casi.
La maestra les dice:
Me alegra mucho oír eso niños. El que haga la escultura más bonita, se llevará este rico pastel de moras.
Era el pastel con el que Antonie soñaba. Al salir de la clase, Antonie corrió a su madriguera y en el camino tomó tantas ramas
como pudo.
Llegó y comenzó a realizar su proyecto pero ya era muy poco el tiempo que le quedaba y no logró hacer su tarea.
Al llegar a su clase el día de la presentación, todos los demás llevaban bonitas obras menos Antonie.
Moraleja: Cuando pierdes tiempo por pereza, no puedes recuperarlo y podrías perder buenas recompensas.
La carrera de perros
Érase una vez una carrera de perros que se celebraba cada año en un pueblito remoto.
Los perros debían correr un tramo de mil kilómetros. Para lograrlo, solo se les daba agua y tenían que sobrevivir con lo que
pudieran encontrar.
Para la gente de los demás poblados, esta carrera era la más complicada del mundo. Llegaba gente de todas partes del mundo
a poner a prueba a sus canes.
En una ocasión, se presentó a la carrera un perro flaco y viejo. Los demás perros se reían y decían:
Ese perro viejo y flaco no aguantará y se desmayará a los pocos metros.
El perro flaco les respondio:
“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.
Llegó el día de la carrera y, antes de la voz de partida, los perros jóvenes al viejo le decían:
“Bueno viejo, nos llegó el día, por lo menos tendrás la dicha de decir que en esta carrera participaste un día”.
El perro viejo sin inmutarse respondió:
“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.
Salieron los perros al escuchar la voz de partida, los veloces pronto tomaron la delantera, detrás iban los grandes y los fuertes,
todos a la carrera.
El perro viejo iba el último.
Al cabo de los primeros tres días, los veloces se desmayaron por agotamiento y falta de comida. Siguió así la carrera y los perros
grandes, al viejo le decían:
Viejo los rápidos se salieron ya. Es un milagro que sigas en pie, pero eso no significa que a nosotros nos ganés.
El perro viejo como siempre, muy tranquilo respondió:
“Quizá sí, quizá no. Quizá la carrera la gane yo”.
Pronto los perros grandes se agotaron; por su gran tamaño toda el agua se acabaron, y de la carrera fueron sacados.
Finalmente quedaban los fuertes y el perro viejo. Todos estaban sorprendidos porque el perro viejo iba cada vez más cerca de
los fuertes.
Ya casi al final de la carrera los perros fuertes sucumbieron y decían: “¡No puede ser! Ahora dirán que todos los perros, fuertes,
grandes y jóvenes, ante un viejo cayeron”.
Solo el perro viejo la meta logró cruzar. y al lado de su amo fue feliz a celebrar.
Moraleja: Si te concentras en la meta y eres consecuente, puedes conseguir lo que quieres.
El gallo puntual
¡Kikirikiii!
Cantó el gallo a las 5 de la mañana, como era su costumbre.
Su canto marcaba el inicio de la faena en la granja; la señora va a la cocina para preparar el desayuno, su esposo va al campo
a recoger la cosecha del día y los chicos se alistan para ir a la escuela.
Al ver esto todos los días, un pollito le pregunta a su papá gallo:
Papi ¿por qué todos los días cantas a la misma hora?
Hijo, canto a la misma hora porque todos confían en que yo cumpla con mi trabajo y los despierte. Así todos pueden cumplir sus
labores con puntualidad.
Otro gallo que pasaba por allí, escuchó la conversación y le dice al pollito:
Tu papá se cree importante, pero no es cierto. Fíjate, yo canto cuando quiero y no pasa nada. Él por gusto propio canta todas
las mañanas.
El papá gallo dijo:
¿Eso crees? Hagamos algo: mañana cantas tú a la hora que quieras, pero te quedas en el poste después de cantar.
¿Es un reto? – dijo el envidioso gallo.
Sí, eso es- le afirmó el papa gallo.
Al día siguiente, según lo planeado, el otro gallo cantó en el poste, pero esta vez no fue a las 5 de la mañana, sino a las 6:30.
Todos en la casa se levantaron como locos; corrieron atropellándose unos con otros, malhumorados. Todos iban retrasados a
sus labores.
Ya listos, salieron todos, pero antes de irse, el señor de la casa agarró al gallo que aún seguía en el poste y lo encerró como
represalia por haberlo despertado tarde.
Moraleja: No menosprecies el trabajo ajeno por insignificante que parezca. Además, es importante ser puntual.
El caballo presumido
Un día llegó un campesino a la tienda del pueblo en busca de un animal de carga que lo ayudara a transportar las herramientas
para el campo.
Habiendo visto a todos los animales que el tendero le ofrecía, el campesino procedió a cerrar el trato en el interior de la oficina
de la tienda.
En el establo, los animales quedaron ansiosos esperando enterarse por cuál de ellos se había decidido el campesino.
Un caballo joven les decía a todos:
“Listo yo ya me voy, el campesino me elegirá, soy el más joven, bello y fuerte aquí así que mi precio él pagará”.
Un caballo viejo que allí se encontraba le dice al joven:
“Cálmate chico que con ser tan presumido, no ganarás nada. Al cabo de unos minutos, entraron el campesino y el vendedor.
Llevaban dos cuerdas en mano y enlazaron a dos borriquitos.
El caballo relinchando fuerte decía:
“¿Qué pasó aquí? Pensé que a mi era al que elegirían”.
Los caballos más viejos, al joven con risas le decían:
“Mira chico, al campesino solo le importaban animales para el trabajo no un animal bello y joven”.
Moraleja: Ser presumido solo puede hacerte quedar mal.
El loro y el perro
Había una vez un loro y un perro que se cuidaban entre si.
El loro daba compañía al perro y al hablar mucho le entretenía. Por su parte, el perro protegía al loro de otros perros que se lo
querían comer.
Sin embargo, el loro a veces hablaba demasiado, y seguía haciéndolo aunque el perro le pedía que se callase para dejarlo
dormir.
Un día el loro estuvo hablando desde la mañana hasta la noche, incluso cantó varias canciones mientras el perro intentaba
dormir. Al final el perro dejó de intentar dormir y se quedó despierto sin poder hacer nada.
A la mañana siguiente el loro se despertó, empezó a hablar, pero se dió cuenta que el perro ya no estaba para escucharle. Se
había ido, seguramente porque así le dejaría descansar. Prefería estar solo que mal acompañado.
Moraleja: No hay que molestar a nuestros amigos. Intenta tratarlos bien para que quieran estar a tu lado.

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