El concepto de percepción proviene del término latino perceptio y se refiere a la
acción y efecto de percibir. La percepción puede hacer referencia a un conocimiento, a una idea o a la sensación interior que resulta de una impresión material hecha de nuestros sentidos.
Para la psicología, la percepción es la función que permite al organismo recibir,
elaborar e interpretar la información que llega desde el entorno, a través de los sentidos.
La percepción comenzó a ser estudiada en el siglo XIX. Los primeros modelos
que relacionaban la magnitud de un estímulo físico con la magnitud del evento percibido posibilitaron el surgimiento de la psicofísica.
Los especialistas aseguran que la percepción es el primer proceso
cognoscitivo, que permite al sujeto captar la información del entorno a través de la energía que llega a los sistemas sensoriales.
El proceso de percepción es de carácter inferencial y constructivo; la
representación interna de lo que acontece en el exterior surge a modo de hipótesis. La información que llega a los receptores se analiza de forma paulatina, junto a la información que viene de la memoria y que ayuda a la interpretación y a la formación de la representación. Mediante la percepción, la información es procesada y se logra formar la idea de un solo objeto. Esto quiere decir que es posible sentir distintas cualidades de un mismo objeto y unirlas a través de la percepción, para determinar que es un único objeto. Por otra parte, como no percibimos sólo por un órgano sino que recibimos muchos estímulos al mismo tiempo y por distintos órganos ocurre que la más leve desviación en cualquiera de los órganos puede dar lugar a diferencias profundas en el resultado total de nuestras percepciones. En cierto modo, la percepción es una interpretación de lo desconocido, aunque por ser la única que el hombre puede dar, ésta le sirve para su desenvolvimiento en el mundo. Por el cual por otra parte se encuentra en íntima comunicación. PERSUACIÓN La persuasión está en todas partes: en el corazón de la política, del marketing, del rol de los padres, de la negociación, de la acción evangelizadora y de las decisiones judiciales. También se describe a la persuasión como el “acto de convencer a otro individuo, o de hacer sugerencias eficaces. Generalmente adopta la forma de un llamado al intelecto, pero su eficacia depende de qué ocurre al prejuicio, a la emoción y a la sugestión”. Arlotti define la persuasión como el “acto de inducir a alguien a que admita algo a que se negaba, por medios que no son única ni principalmente”. El origen de la persuasión se remonta a la antigua Grecia: allí los filósofos comenzaron a hablar de algo que denominaron “retórica”, concebido como el arte de persuadir o convencer mediante el uso especial del lenguaje, es decir, utilizando imágenes mentales, imagos (ejemplo insuperable para referirse a algo, como podría ser mencionar el desierto en relación a la esterilidad, o a la muerte como fin de algo, o al cielo como señal de pureza) construidos en base a omisiones o exageraciones, similitudes conceptuales entre imágenes (el sol como sustitución de una moneda de oro, por ejemplo), o bien utilizando sólo una parte de algo para mencionar el todo (“bronces” para significar campana). Todas estas técnicas de comunicación presuponen cierto esfuerzo tanto en la construcción como en la decodificación, pero justamente el tiempo de interpretación al que es sometido el cerebro hasta dar con la idea final, ese trabajo de construcción del concepto comunicado, es lo denominado “retórica”. Es así que la acción más significativa en el proceso de persuasión es la utilización deliberada de la comunicación para cambiar, formar o reforzar las actitudes de las personas, siendo estas actitudes representaciones mentales que resumen lo que opinamos de las cosas, personas, grupos, acciones o ideas. Debido a que las actitudes juegan un papel importante en la forma de comportarse, un cambio de ellas debería dar lugar a un cambio en el comportamiento.
Ariel F. Campirán Salazar, “Critical Thinking y desarrollo de competencias” (en) Raymundo Morado Estrada, La razón comunicada I. Materiales del Taller de Didáctica de la Lógica, Torres Asociados, México, 1999, pp. 93-101.