La Comisión de la Verdad y la Reconciliación fue creada en 1991,
durante el gobierno de transición de Valentín Paniagua, con la tarea de investigar los hechos de violación de derechos humanos ocurridos en el período 1980 – 2000 durante la guerra armada interna en el Perú. Además de la investigación de la violencia terrorista de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), intentó profundizar en las causas de esa violencia y en la dura represión militar contra estos movimientos terroristas, que cobró principalmente víctimas civiles en este fuego cruzado. Para ello, recogió el testimonio de 1985 personas y organizó 21 audiencias con las víctimas de la violencia, a las que asistieron más de 9500 personas. El Informe Final se hizo público el 28 de agosto del 2003, ante el presidente peruano Alejandro Toledo Manrique.
Desde los inicios del conflicto se dejó sentir claramente a exigencia
ciudadana de conocer la verdad sobre lo que ocurría en las zonas donde éste era más intenso. La falta de información sobre las graves violaciones a los derechos fundamentales de las personas ponía seriamente en cuestión los principios de transparencia y responsabilidad que el régimen democrático debía sostener.
La matanza de Uchuraccay, en enero de 1983, en la que ocho
periodistas ofrendaron sus vidas en el cumplimiento de su labor informativa, dio al país indicios de la compleja naturaleza del conflicto y se convirtió en un amenazante ejemplo de los riesgos asociados al ejercicio libre del periodismo en los años por venir. Fue precisamente como reacción a la matanza de los periodistas que por primera vez diversos sectores de la sociedad civil se vincularon entre sí para exigir la verdad. Pero fue también entonces cuando la ciudadanía percibió las inmensas dificultades de las instituciones oficiales para comprender la naturaleza del conflicto. Ni la Comisión Investigadora de los Sucesos de Uchuraccay, formada por el Poder Ejecutivo, ni un prolongado proceso judicial posterior, respondieron a las expectativas de la ciudadanía por esclarecer los hechos, las responsabilidades y la naturaleza del conflicto que se iniciaba.
Los organismos del Estado que tenían la autoridad constitucional
para investigar los crímenes no se encontraban a la altura de lo que exigía su misión. Los organismos jurisdiccionales no cumplían con la función de poner en conocimiento del país lo que venía ocurriendo, y el clamor de las víctimas porque se investigasen los hechos no obtuvo respuesta. Como se mostrará en este Informe, ya sea por incapacidad técnica o por falta de voluntad. Ante la agresión que sufría la prensa y la ineficacia demostrada por las autoridades judiciales, el naciente movimiento de derechos humanos hizo suyas las denuncias, cada vez más constantes y consistentes entre sí, de familiares de personas que habían sido "desaparecidas" en las zonas de emergencia luego de arrestos arbitrarios. Tuvieron que ser los líderes comunitarios, las comunidades religiosas o algunos valientes profesionales quienes asumieran la dura tarea de investigar y hacerle saber al país lo que ocurría en las zonas donde se desarrollaba el conflicto.
La lucha contra la subversión en departamentos como Ayacucho
reforzó en miembros de las fuerzas policiales prácticas autoritarias y represivas como torturas y detenciones indebidas que iban en contra de los derechos humanos, por este motivo la Comisión de la Verdad encuentra responsabilidad en agentes de la policía nacional por ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzosas y tratos crueles contra campesinos y supuestos terroristas. La reacción de la población, sobre todo en Ayacucho, fue en contra de los grupos subversivos, creándose "comités de autodefensa", los cuales fueron un instrumento esencial de los campesinos para enfrentarse y defenderse de la represión terrorista. El Estado peruano por su parte, seguía como espectador de los hechos y no se involucraba en la erradicación del terrorismo. Las fallas fundamentales que encontró la CVR en el Estado fueron, la falta de preparación para enfrentar conflictos de esta naturaleza, la incapacidad de someterse a marcos constitucionales y legales y sobre todo la desconfianza que le provocaban sectores de sus propios ciudadanos, por este motivo, la CVR encuentra al Estado responsable indirecto del conflicto, al no involucrarse y defender a la población. PROPUESTAS: Sobre esto han habido distintos e inteligentes aportes de diversas personas e instituciones que han llamado la atención sobre medidas posibles, sobre caminos a explorar, sobre creatividad que despertar. En la elaboración del Plan Nacional de Pacificación este Consejo.
El Consejo debe abrir caminos para el diálogo nacional. A esta
instancia la concebimos como un lugar privilegiado para el diálogo al servicio de la paz; un espacio de encuentro de diversas opciones políticas de diferentes credos, de diversos sectores sociales, económicos, culturales, institucionales, todos comprometidos en dar su aporte al logro de la pacificación nacional. En este sentido, es fundamental la inmediata instalación en los Consejos regionales por la paz y que ellos cuenten con todas las garantías para su funcionamiento, Pero no sólo debemos escuchamos entre nosotros.; tenemos que saber escuchar la voz de todos nuestros compatriotas, en especial la de la gente sencilla; y promover la más amplia participación de las organizaciones populares en el logro de la paz. Hay que impulsar una verdadera movilización nacional por la paz. Por eso el Consejo por la paz debe ser igualmente para estimular, recibir y sistematizar las propuestas depadificación que surgen de toda la sociedad. Debernos tener corno horizonte una economía más justa, que permita a todos una vida digna y plena Debemos promover una política económica que supere la miseria y el hambre. Es claro que este aspecto no puede dejarse para un programa de segunda hora. Son necesarias acciones urgentes e inmediatas en este terreno, no sólo en lo referente a la dramática emergencia de la alimentación, la salud y la educación, que no han sido atendidas en la medida en que se ofreció y en que las medidas económicas tomadas exigían, sino principalmente en relación al empleo, al salario justo y a los precios equitativos de los productos agrícolas. La CVR propone que el gran horizonte de la reconciliación nacional es el de la ciudadanía plena para todos los peruanos y peruanas. A partir de su mandato de propiciar la reconciliación nacional y de sus investigaciones realizadas, la CVR interpreta la reconciliación como un nuevo pacto fundacional entre el Estado y la sociedad peruanos, y entre los miembros de la sociedad, entiende que la reconciliación debe ocurrir en el nivel personal y familiar; en el de las organizaciones de la sociedad y en el replanteamiento de las relaciones entre el Estado y la sociedad en su conjunto. Los tres planos señalados deben adecuarse a una meta general, que es la edificación de un país que se reconozca positivamente como multiétnico, pluricultural y multilingüe. Tal reconocimiento es la base para la superación de las prácticas de discriminación que subyacen a las múltiples discordias de nuestra historia republicana. el Perú sólo será posible alcanzar la reconciliación y la paz mediante el ejercicio de una justicia que juzgue y sancione a los responsables de los hechos de violencia, si se atiende y repara a las víctimas por los enormes daños ocasionados, y si se emprenden reformas del Estado destinadas a garantizar que tales sucesos no vuelvan a ocurrir.