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La historia no da marcha atrás

Proceso civilizatorio y cambio histórico en Venezuela


por Iraida Vargas-Arenas*, Mario Sanoja Obediente*

Suramérica y el Caribe fueron y siguen siendo una civilización


originaria [3]. Su formación estuvo determinada por la existencia de
diversos procesos civilizatorios cuyos ámbitos geográficos y
persistencia histórica se reflejan de cierta manera en las diversas
regiones geohistóricas contemporáneas.

El espacio geográfico como una fuente


ABRIL DE
de explicación afecta todas las realidades
2004
históricas, todos los fenómenos
espacialmente definidos.
Desde
Fernand Braudel [2]
Caracas
(Venezuela)
Suramérica y el Caribe fueron y siguen siendo una
Herramientas civilización originaria. [4] Su formación estuvo determinada
por la existencia de diversos procesos civilizatorios cuyos
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ámbitos geográficos y persistencia histórica se reflejan de
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cierta manera en las diversas regiones geohistóricas
contemporáneas. A partir del siglo XVI estuvieron sujetas a la
Países
influencia del tiempo histórico mundial, esto es, la
Venezuela
superestructura de la historia universal, pero la coyuntura de
su desarrollo, desde remotos tiempos, ha estado determinada
por el ritmo de los tiempos históricos de sus propias y
diversas regiones geohistóricas.

A la par de los Andes Centrales, el noroeste, el sureste de


Suramérica, la región amazónica central, el norte del
Amazonas, el noroeste de Colombia, las Guayanas, Venezuela
y el Caribe conformaron desde hace milenios una extensa
macroregión geohistórica cuya pertinencia, permitiría
entender el proceso civilizatorio que dio origen a esta Tierra
de Gracia llamada Venezuela. [5]

Las poblaciones originales arawakas colonizaron una gran


parte del vasto espacio geográfico suramericano y caribeño.
Ciertos lingüistas sitúan el origen de las lenguas arawakas o
maipure entre el Amazonas, el piedemonte oriental andino y
las cuencas altas de los ríos Madeira y Ucayali, hace unos
4500 a 5000 años antes de ahora, la posible existencia de un
segundo centro de origen en el occidente de Venezuela. Unos
grupos humanos parecen haberse desplazado desde aquella
región hasta el Bajo Orinoco, 3000 años antes de ahora, y
otras a lo largo de la costa noroccidental de Suramérica
llegando al noroeste de Venezuela alrededor de 3000 años
antes de ahora.
Con base a los conocimientos que poseemos en la actualidad,
no se puede establecer con certitud la pertenencia de aquellas
antiguas poblaciones larenses a la familia lingüística arawaka,
pero sí sabemos que para el siglo XVI de la era cristiana el
noroeste de Venezuela estaba habitado por pueblos hablantes
de lenguas arawakas. [6] Los antiguos pueblos arawakos
contribuyeron a iniciar y consolidar el proceso civilizatorio
venezolano expresado, particulamente, en una formación
social aldeana sedentaria con base en la cual comenzó a tomar
configuración el presente territorio de la nación venezolana.
Las regiones subandinas del actual estado Lara, ocupadas
desde 10.000 años antes del presente por bandas de
recolectores cazadores, fueron el asiento -hacia 3000 años
antes de ahora- de antiguas poblaciones agroalfareras como la
de Camay, vinculadas a la Cultura Valdivia de la costa
ecuatoriana, las cuales parecen haber operado la
domesticación secundaria de razas locales de maíz,
propiciando así el surgimiento de una forma de vida
sedentaria fundamentada en el cultivo del maíz, de la auyama,
posiblemente de la yuca amarga y de diversos frutales como
la papaya o lechosa. De igual manera, parecen haber
originado cultivos como el algodón cuyas fibras se empleaban
para fabricar tejidos y telas diversas. La decoración de las
vasijas de barro sugiere que conocían también diversas
técnicas para la manufactura de cestería, similares a las que se
infieren de la decoración de las vasijas manufacturadas por las
antiguas poblaciones valdivianas de la costa del Ecuador. [7]

Durante el último milenio antes de Cristo, diversos grupos


humanos desprendidos de las antiguas poblaciones agro-
alfareras del estado Lara, colonizaron la cuenca del lago de
Maracaibo, estableciendo una red de aldeas sedentarias que se
prolongaba hacia las planicies del territorio de la Guajira y el
noreste de Colombia. Para comienzos de la era cristiana ya se
había constituido en el noroeste de Venezuela lo que
podríamos considerar un oekumene arawako. El núcleo de
dicha formación social se hallaba localizado en los valles
subandinos del estado Lara, donde se estaba produciendo para
aquella época la consolidación de una sociedad política, social
y culturalmente jerarquizada. La organización económica se
apoyaba en una agricultura intensificada mediante la
utilización de sistemas de regadío y cultivo en terrazas
artificiales, lo que permitía obtener una importante
producción exceden-taria. En el norte del lago de Maracaibo
existía una gran variedad de etnias arawakas o kaketías que
incluían desde grupos de pescadores-recolectores
especializados que explotaban las salinas que se formaban
naturalmente, hasta cultivadores con cerámica que habitaban
el actual litoral de la Guajira venezolana y los valles fluviales
de la Guajira colombiana. [8]

A partir de inicios de la era cristiana, la antigua sociedad


igualitaria larense comenzó a devenir desigual, al separarse la
comunidad original en linajes endógamos. Éstos eran
segmentaciones de la sociedad original, individuos que se
reconocían como descendientes de un antepasado mítico o
tótem, quienes preservaban su identidad grupal mediante las
uniones entre los miembros del mismo linaje. Ello contribuía
no solamente a la preservación del patrimonio comunal, sino
también de las relaciones de dominación política que ejercían
sobre las personas del común. En estas antiguas sociedades
jerárquicas larenses se produjo un proceso de acumulación de
fuerza de trabajo, particularmente artesanos que trabajaban las
conchas de moluscos marinos y terrestres, así como el hueso
para producir una compleja industria de pectorales alados,
cuentas de collar, pendientes, pulseras, cubre sexos, tapa ojos,
etc., que eran utilizados como parafernalia funeraria. De igual
manera, rasgo que ya había aparecido desde siglos anteriores,
se producía gran cantidad de cerámica funeraria que se
utilizaba también para acompañar los enterramientos
humanos. A diferencia de las antiguas aldeas igualitarias,
donde los muertos se enterraban al interior de las viviendas,
comienzan a aparecer grandes necrópolis donde se enterraban
centenares de difuntos acompañados de complejas ofrendas
votivas. Ello funcionaba como un medio para el consumo no
reproductivo de gran cantidad de bienes creados artesanal-
mente. De esta manera, no solamente se mantenían los grupos
de artesanos en permanente producción, sino que se reforzaba
la capacidad de poder y dominación que tenían los linajes
sobre el resto de la población, potenciándose el carácter de la
desigualdad social. Estas características se hacen patentes en
la forma de organización social jerarquizada de la etnia
kaketía, stock arawako, que componía -en el siglo XVI- el
Señorío de Manaure. Dicha formación sociopolítica, que se
extendía desde el mar Caribe hasta los llanos de Apure, era
gobernada por un Señor o Diao que se consideraba tenía
poderes civiles, militares y religiosos, así como control sobre
los fenómenos naturales. Por debajo de la autoridad principal,
existía un sistema de jefes regionales y locales que
gobernaban diferentes regiones y polis que formaban la
jerarquía social y política que ejercía el poder dentro del
Señorío Kaketío del occidente de Venezuela. [9]

Vecinos al señorío arawako, los pueblos conocidos como


timote habitaban la cordillera andina desde por lo menos los
siglos VIII y X de la era cristiana. Culturalmente, tenían
muchas afinidades con las antiguas poblaciones arawakas que
habitaban los valles subandinos del estado Lara, incluyendo la
utilización del regadío y el cultivo en terrazas. A diferencia de
aquellos, sus poblados estaban constituidos por casas
fabricadas con piedras, levantadas sobre terrazas o terraplenes
artificiales como era también común en las etnias indígenas
del norte de Colombia. Los pueblos timote tuvieron un
desarrollo jerárquico político-religioso muy elevado. El
gobierno de las aldeas estaba en manos de un mohan o
sacerdote que ejecutaba funciones religiosas y
administrativas, existiendo asimismo templos construidos en
madera donde residían deidades relacionadas con la
agricultura. Anualmente, los aldeanos hacían peregrinaciones
a dichos templos para ofrecer tributos a las divinidades y
solicitar consejo a los mohanes sobre el éxito de sus cosechas.
Tanto los timote andinos como los kaketío de Lara y Falcón
mantenían relaciones de intercambio con sus parientes del
norte del lago de Maracaibo, quienes, a su vez, servían como
intermediarios comerciales con las etnias tairona. En el sur del
lago, ríos como el Zulia y el Catatumbo funcionaban también
como importantes avenidas para el tránsito de personas y
mercancías desde y hacia la cuenca del río Magdalena. A su
vez, las etnias caribes y arawakas del sur del lago mantenían
relaciones de intercambio con las etnias indígenas del norte de
Santander y con las timote de la cordillera de Mérida. Fue a
partir de esta compleja red de relaciones sociales e
intercambios comerciales, como se consolidó la fachada
andina venezolana.

Otros grupos humanos agroalfareros vinculados con las


antiguas culturas andinas del actual Perú, Kotosh y Chavín, se
movieron a lo largo de las numerosas avenidas fluviales de la
cuenca del Amazonas, y llegaron hasta las bocas del Orinoco
tres mil años antes de ahora, fundando grandes poblados en la
actual Barrancas del Orinoco. La alfarería de Barrancas, una
de las más hermosas de Venezuela y del continente, representa
una propuesta de expresión naturalista visual de la ideología y
la cosmogonía de las antiguas poblaciones arawakas
orinoquenses. Al mismo tiempo, en 3.000 años antes de ahora,
otras poblaciones agroalfareras comenzaron a asentarse en el
Bajo Caroní, donde para 10.000 y 7.000 años antes del
presente ya estaban ubicados grupos de antiguos recolectores
cazadores.

Estas nuevas poblaciones parecen haber estado asociadas con


la aparición del arte rupestre representativo y la expresión
gráfica de las ideas. Es de allí donde se inicia, posiblemente,
la expresión gráfica de las ideas pintadas o grabadas sobre los
muros de cuevas y abrigos rocosos o sobre las afloraciones de
grandes piedras a lo largo y en la confluencia de los ríos
guayaneses. [10] Esta compleja red de migraciones humanas e
influencias culturales, así como de relaciones sociales e
intercambios comerciales, permitió la consolidación de la
fachada amazónica venezolana

Los arawakos orientales, los barranqueños, y los occidentales,


los pueblos larenses de Camay, se encontraron en el Orinoco
Medio hacia 2700 años antes de ahora, fusionándose y dando
nacimiento a una nueva y fuerte cultura mestiza. Presionados
por los pueblos caribes provenientes al parecer de la
amazonia, los portadores de aquella migraron hacia la región
de Paria donde se mezclaron a su vez con antiguas
poblaciones de recolectores pescadores que ya habían
descubierto la agricultura de plantas tropicales hacia 4.400
años antes de ahora y -lo más importante- habían abierto las
rutas de navegación de alta mar en el Caribe, llegando hasta
las Grandes Antillas. De este otro mestizaje surgió un nuevo
proceso civilizatorio; las poblaciones arawakas originaras del
noreste de Venezuela se expandieron hacia las Pequeñas y
Grandes Antillas, llevando consigo el conocimiento de la
agricultura tropical, la alfarería y la vida sedentaria.
Consecuencia de este proceso civilizatorio caribeño fue el
desarrollo de vigorosas sociedades jerárquicas como la Taína,
las cuales caracterizan la fase final de la historia precolonial
de Puerto Rico, República Dominicana. Haití y Cuba,
fundamento de la fachada caribeña venezolana. [11]

Las características diferenciales que presentaba el estatus del


desarrollo sociohistórico de las poblaciones originarias
venezolanas en el siglo XVI, fueron determinantes no sólo de
la manera cómo se produjo el contacto inicial entre
aborígenes y castellanos, sino de las tendencias que
experimentó posteriormente el proceso de conquista y
colonización de nuestro territorio. En el occidente de
Venezuela, existían para la época sociedades jerárquicas con
un alto grado de sedentarismo y organización sociopolítica
que, en muchos casos, se había expresado como una
considerable inversión de trabajo productivo para crear
paisajes agrarios materializados en viviendas construidas
sobre montículos artificiales y terrazas, sistemas de
camellones para el cultivo en zonas de inundación,
montículos y terrazas artificiales para el cultivo, sistemas de
canales de regadío, embalses artificiales para almacenar el
agua, silos subterráneos, sistemas de calzadas que servían
tanto para la comunicación durante las épocas de inundación,
como para preservar y orientar las aguas de lluvia y de los ríos
desbordados, etc. Esta materialidad socio-técnica permitió la
obtención de un producto agrícola suficiente no solo para
mantener y reproducir el grupo social, sino también para el
intercambio de productos agrícolas por bienes terminados u
otros productos naturales procesados: tejidos, tallas en piedra
o hueso, plumas de pájaros, alfarería, carne de venados o de
váquiros, pescado seco, etc.

En este caso, los españoles tuvieron la oportunidad de


asimilar a su programa de colonización grandes contingentes
de fuerza de trabajo aborigen que ya poseían hábitos de
disciplina laboral y política que facilitaba su encuadramiento
dentro de los moldes de la sociedad clasista que imponía el
proceso colonial. Por el contrario, en el oriente de Venezuela
y en áreas de la cuenca del lago de Maracaibo, el contacto
entre españoles y comunidades aborígenes donde
predominaban las igualitarias, tanto caribes como arawakas
caribizadas, determinó un largo período de lucha anticolonial
que culminó en algunas zonas en el siglo XVIII, en otras en el
siglo XIX.

En determinadas porciones del occidente de Venezuela, las


antiguas etnias aborígenes continuaron viviendo en sus
antiguos espacios territoriales bajo un nuevo sistema de
propiedad de la tierra, cultivando y produciendo sus
manufacturas tradicionales, procesos de trabajo mejorados por
la introducción de máquinas como el arado de reja tirado por
bueyes, los telares a pedal y la introducción de cultivos
comerciales de alta productividad como el trigo, la cebada, la
avena, los cítricos, los plátanos, las legumbres y,
posteriormente, el café, que complementaron los importantes
cultígenos autóctonos como el maíz, la yuca, raíces y
tubérculos tropicales, la papa, la arracacha (apio), el tabaco y,
particularmente, el ganado vacuno, el ganado lanar, cerdos y
gallinas que fortificaron la economía tanto comercial como
doméstica; asimismo, caballos, mulas y asnos que aumentaron
sensiblemente la capacidad del transporte terrestre de
personas y mercancías.

En el oriente de Venezuela, la colonización española tuvo dos


ritmos. En el bloque montañoso y selvático que comparten los
actuales estados Anzoátegui, Sucre y Monagas, habitaban
numerosas etnias caribes del grupo lingüístico Tamanaco,
algunas de las cuales siguieron viviendo de manera
independiente hasta finales del siglo XVIII, cual comunidades
periféricas al proyecto misional. En la formación de sabanas
de Apure, Barinas, Portuguesa, Cojedes, Guárico, Anzoátegui,
Monagas y posteriormente Guayana, la introducción del
ganado vacuno y el caballar propició el surgimiento de un
modo de trabajo pastoril así como la formación de una
sociedad de pastores o llaneros producto del mestizaje de
poblaciones indígenas arawakas y caribes, negros esclavos y
blancos o mestizos pobres. Estas poblaciones llevaban una
vida seminomádica, de hábitos sociales rudos y espartanos,
acostumbradas a la utilización mínima de bienes materiales.
La herramienta de trabajo de los llaneros era una larga lanza
utilizada para arrear el ganado o como arma ofensiva contra
otros hombres o contra tigres y animales salvajes. Igualmente
utilizaban sogas de cuero crudo para enlazar el ganado
cimarrón y afilados cuchillos. En la casa del hato dormían en
chinchorros, y en los trabajos del llano, sobre cueros de res.

Se alimentaban principalmente de carne semicruda o salada y


secada al sol. Los relatos idealizados destacan el carácter
igualitario y democrático de la vida en los hatos llaneros; no
obstante, eran los dueños de hatos quienes obtenían pingües
ganancias de la venta de cueros, sebo, carnes secas, cecinas,
huesos de ganado, etc, los cuales sirvieron -entre otras- como
materia prima para estimular en el primer mundo la industria
del calzado, la fábrica de correas de transmisión y las grasas
que movían las maquinarias industriales y la fabricación de
botones. Las cecinas, por otra parte, servían como alimento de
los marineros en los barcos que zarpaban desde Venezuela, de
los pobres y los esclavos negros en Venezuela y Las Antillas.
La miserable remuneración que recibían los llaneros y la
bajísima inversión de capital que hacían los dueños de hato
tanto en los peones como en la reproducción de los rebaños,
indica el carácter de la explotación social y económica a la
estaban sujetos los trabajadores del llano. [12] Al estallar la
Guerra de Independencia en 1810, muchos dueños de hatos
afectos a la causa del Rey de España, transformaron sus
vaqueros en una temible fuerza de combate al mando de no
menos temibles comandantes como Boves, Zuazola y Morales
que no sólo defendían los interes de su Rey, sino que
expresaban su odio social contra los mantuanos y oligarcas de
la Provincia de Caracas. Desde el punto de vista
geoestratégico, los llanos proveían a los ejércitos realistas una
base logística insuperable: comida abundante todo el año,
tropas disciplinadas, entrenadas para guerra móvil, fieles a sus
amos, habituadas a vivir sobre un caballo, a comer y beber
poco y a no temer a la muerte. Inútilmente trataron los
generales caraqueños de penetrar en los llanos; de allí los
diferentes combates librados en La Puerta, actual estado
Aragua y otros lugares que formaban la vía de acceso hacia
los llanos. Sólo cuando la inteligencia y el carisma de Simón
Bolívar lograron atraer a su causa caudillos llaneros como
Páez, Anzoátegui, Monagas y otros con su caballería llanera,
pudo la causa patriota abrir el largo camino que llevaría
finalmente a la Batalla de Carabobo y la Independencia.

Las poblaciones andinas y del noroeste de Venezuela tuvieron


una participación marginal en la Guerra de Independencia.
Como los ejércitos carecían de estructura logística, tenían que
mantenerse con los recursos que conseguían despojando de
ellos a las poblaciones no combatientes. A diferencia de los
llanos, como se trataba de una economía agropecuaria, la
abundancia de recursos alimenticios era estacional. La fuerza
de trabajo estaba integrada por campesinos que -aunque
organizados- no poseían las formidables cualidades de los
llaneros para la guerra móvil.

Mientras que las poblaciones llaneras fueron repetidamente


saquedas, quemadas, dispersadas y perseguidas por los
combatientes de ambos lados, en los Andes y el noroeste de
Venezuela, los destrozos de la guerra fueron mucho menores.
Continuaron llevando su vida cotidiana sin mucho sobresalto,
conservándose intactas las relaciones de poder entre las
oligarquías locales y la masa de peones campesinos. Los
relatos épicos del siglo XIX idealizaron a los llaneros y a sus
generales devenidos Presidentes de la República, legitimando
así la formación de la nueva oligarquía de la Cuarta
República.

El siglo XIX venezolano estuvo caracterizado por la lucha


entre las distintas oiligarquías regionales por el control del
gobierno central. El siglo XX trajo consigo una
modernización ideológica y material de la debilitada
República. Los caudillos andinos, armados con las ideas
liberales que proclamaban la consolidación del Estado
nacional, insurgieron contra la oligarquía caraqueña. El
peonaje de las haciendas andinas, formado durante siglos en
la vida organizada y sometida, primero bajo los mohanes y
luego bajo los dueños de hacienda, se transformó en un
formidable ejército de infantería, armado con los temibles
fusiles Mauser modelo 70, Winchester de repetición y
pequeños cañones Krupp de montaña. En pocos meses, ese
formidable ejército campesino barrió a los centrales y
orientales, tomando la ciudad de Caracas y el poder, iniciando
la historia del dominio político de los andinos que comenzó
con Cipriano Castro y continuó con los gobiernos de Juan
Vicente Gómez, Eleazar López Contreras, Isaías Medina y
Marcos Pérez Jiménez. [13]

Durante la segunda mitad del siglo XX, los procesos políticos


dieron fin al mestizaje interregional que había propiciado
desde 1930 el auge de la industria petrolera. A partir de 1960,
la intensificación de los movimientos migratorios acabó con
los vestigios de la vieja sociedad colonial, propiciando la
creación de nuevos tipos sociales. Las comunidades urbanas
regionales que surgieron como consecuencia de tal proceso,
tuvieron que soportar condiciones extremas de pobreza,
exclusión e ignorancia, mientras se consolidaba un sistema
social gobernado por la clase media y alta y sus representantes
políticos y gerenciales, quienes canalizaron hacia su propio
peculio la mayor parte de la riqueza creada por la industria
petrolera.

Ese proceso no sólo disolvió la contradicción sociocultural


existente en Venezuela desde hacia tres mil años, sino que
definió claramente la situación de las clases sociales. Fue a
partir de 1999, con el triunfo del Presidente Chávez, que el
proceso de cambio histórico que se ha iniciado ha comenzado
a crear conciencia social y política entre los pobres, creando
las bases para la ruptura de la exclusión social y propiciar la
incorporación de los pobres, negros, mestizos, indígenas y
blancos a la sociedad nacional y al bienestar: salud,
educación, empleo, autoestima, acceso al poder, iniciando así
el relevo de las antiguas clases dominantes.

Los contenidos de nuestra historia, como vemos, juegan un


papel de primer orden en la conformación cultural, social,
política y económica de la sociedad venezolana. No es
coincidencia que sea un llanero barinés, Hugo Chávez, quien
conduce el actual proceso de cambio y que sean de nuevo sus
lastimosos oponentes los representantes de la vieja oligarquía
central ungidos como dueños de los medios de distorsión -que
no de comunicación- masiva. La historia no da marcha atrás.
Aún cuando los sectores reaccionarios traten de detener los
cambios sociales, éstos son tercos, buscan su camino de
diversas maneras y determinan la aparición de procesos
revolucionarios con características inéditas como es el caso de
la Venezuela actual.

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