Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
María es la mujer por excelencia de la humanidad, pues como lo dice la Constitución Lumen Gentium:
“María brilla como modelo de virtud ante toda la comunidad de los elegidos”.
Los Evangelios presentan a María adorna da de sólidas virtudes evangélicas; las virtudes que vamos a
considerar resplandecieron muy notablemente en María, son dignas de cultivar en las personas de todos los
tiempos como remedio a todas las situaciones de pecado.
1. Humildad de María.
La humildad es anonadarnos y confesar nuestra pequeñez en la presencia de Dios.
Que un pecador arrepentido se humille es un acto de justicia, pero que María lo haga, sin pensar en su alta
dignidad, es un prodigio de humildad. (San Bernardo)
Ella siempre tuvo presente que el Hijo, al cual había llevado en su seno, había sido reducido por este hecho
al último grado de abatimiento.
Tampoco olvidó las humillaciones que padeció este Dios salvador, el ejemplo del Hijo perfeccionó la
humildad de la madre.
El primer carácter de humildad de María era formar un concepto verdadero de sí misma; sin embargo al
hallarse llena de gracia, jamás pensó sobreponerse a ninguna criatura; pues la humildad es la verdad.
La Virgen estaba segura de no haber ofendido a Dios, pues en previsión de los méritos de Cristo, había sido
preservada del pecado original; del mismo modo conocía que ella había recibido más gracias que todas las
criaturas juntas, porque un corazón humilde considera los favores especiales. Al paso que la luz le descubría la
infinita grandeza de Dios, la hacía conocer más su propia bajeza.
Nunca hubo criatura más elevada y perfecta que María, porque nunca hubo una que fuese más humilde.
Es acto de humildad tener ocultas las gracias del cielo, María quiso ser tan humilde que hasta a San José
quiso ocultarle la gracia de ser la madre de Dios.
Es acto de humildad no presumir de las gracias dadas por Dios. María quiso ser tan humilde que no le dijo a
San José, inmediatamente, que sería la madre de Dios.
Los que son humildes sirven a otros, María sirvió a Isabel por tres meses.
Los humildes no buscan ser ensalzados. Nunca se lee en el Evangelio que María se presentase en público,
cuando Jesús era recibido en triunfo, mas sí lo acompañó, incluso en el calvario.
Dada la corrupción de nuestra naturaleza, no hay virtud más difícil de practicar que la humildad. Por lo cual
no podemos ser hijos de María, si no somos humildes.
5. Sabiduría reflexiva.
Hoy se ha perdido el amor al silencio y a la reflexión profunda, así el hombre no puede encontrarse con Dios
ni consigo mismo; María en la anunciación “se inquietó por estas palabras y pensaba que significaría aquel
saludo” (Lc. 1,29) y ella “guardaba todas estas cosas en su corazón”. (Lc. 2, 19); Así nos invita a no dejarnos
llevar por los sentimientos sin antes tener una reflexión profunda.
Cuando el ángel fue a anunciarle la encarnación, la encontró en oración.
Para que en corazón se a puro, los ojos deben de ser reservados, apartándonos de todo aquello que sabemos
puede poner en peligro nuestra pureza.
La gracia de Dios la podemos dejar actuar más fácilmente si voluntariamente evitamos caer en el riesgo de
perderla.
Como María procuremos el silencio para poder así escuchar la voz de Dios en vez de la voz del mundo.
6. Piedad de María.
La piedad es tener la voluntad pronta y fervorosa por todo aquello que nos encamina al servicio de Dios.
Después de que el ángel le dio el anuncio a la Virgen, ella profundizó más en su recogimiento e hizo más
fervorosa su oración.
Si no hubiera sido por la fuerza que le daba la oración que hacía, ella también hubiera muerto al estar al pié
de la cruz.
María es modelo en todos los estados; enseña a las vírgenes el amor que deben tener a la virginidad y el
cuidado con que deben conservar este precioso tesoro, a las casadas, la obediencia y respeto a su santo esposo y
a las viudas el espíritu de recogimiento, retiro y oración.
La verdadera devoción no consiste solamente en sentir consuelo, gusto y atractivo por las cosas espirituales,
sino una voluntad dispuesta a entregarse a Dios haciendo el bien en la práctica de las virtudes en cada momento
de nuestra vida ordinaria; así también lograremos mantener, conservar y aumentar nuestra piedad.
9. Esperanza de María:
“Yo soy la madre de la Santa Esperanza” (Eclo. 24,24)
María vive en Jesús hasta las últimas consecuencias. Se esmera en el servicio de su hijo.
Esperanza es: virtud sobrenatural que Dios infunde en el alma cristiana para confiar en el auxilio del cielo y
mediante las buenas obas alcanzar la vida eterna.
Debe ser firme y constante para que sea virtud cristiana, no excluye el temor o incertidumbre de nuestra
salvación, pero cuanto mayor la virtud, menor el temor. Produce confianza.
María se entregó en manos de Dios cuando José quiso dejarla por ignorar lo de su embarazo, no dudó que
esto fuera para mayor gloria de Dios.
Ella esperó que su hijo salvaría al linaje humano y reinaría en cielo y tierra aún viéndolo en manos de los
verdugos y la muerte, nunca dudó que su hijo resucitaría.
-Ella nunca sintió que Dios se alejaba de ella en la tribulación.
-Nunca abandonó la oración y la penitencia y adhesión a la voluntad divina.
11.Modestia de María:
Modestia: Virtud que arregla el exterior el hombre y emana de un interior bien arreglado. El vestido, el reír,
el andar, dice la S.E. anuncian lo que hay en el interior del hombre, así como la sabiduría que reina en su
corazón. Los actos exteriores son muestra de os interiores y si éstos están arreglados, son prueba del orden que
tiene el hombre en su interior.
La Virgen María fue un perfecto modelo de modestia; sus sentidos los guiaba por la razón, los modales
de su cuerpo eran serios y decentes, San Epitafio dice: “su modestia parecía ante los hombres un prodigio que
hacía decir que no se había visto otro semejante”.
Todo parecía en Ella algo sobrehumano y celestial dando a entender que el Creador la preparaba para
grandes cosas haciéndola la más perfecta de todas las criaturas.
¿Quién podrá ser tan modesto, pudoroso y decente como María en sus discursos y acciones? Todas éstas
virtudes concurrían a darle un imperio sobre sí misma, felices nosotros si adquirimos las virtudes que le dieron
la perfección a María.
La falta de modestia debilita las demás virtudes así que nos pide dominar nuestra lengua mediante la
prudencia. La cordura exige buscar la oportunidad adecuada para hablar. La prudencia trata de evitar palabras
vanas, la caridad prohíbe herir al prójimo pues la palabra puede causar daños irreparables, si éstas virtudes las
aunamos a la modestia les aumentará su mérito y brillo. Por el contrario sin modestia se doblarán las virtudes y
se puede caer en vicio.
Ésta virtud resplandeció en María, sobre todo en su amor al silencio, a fin de entregarse solo a Dios; sin
embargo, algunas veces interrumpía este silencio para glorificar a Dios en el prójimo.
Imitemos a María que después de Jesucristo es el modelo más perfecto.