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Los Campamentos de Fe y Alegría:

Sembrando sueños
No buscamos jóvenes para comunicar saberes;
les invitamos a sembrar sueños,
para juntos hacerlos realidad.

Los campamentos CEFA una experiencia para ser cristal y nunca espejo

No es posible desarrollar un espacio que pretenda generar procesos de educación, si en esa


actividad no asumimos el aquí, es decir la realidad misma de los sujetos involucrados y también el
mi aquí, o sea, la intencionalidad o pretensión que poseemos los acompañantes y facilitadores en
esos espacios formativos. Entendida esta relación entre el aquí de los sujetos y el mí aquí de los
acompañantes, tendremos un Norte con posibilidades de llegada. De lo contrario, seremos espejos
que reflejan imágenes desdibujadas, que no se corresponden con la realidad de los sujetos
reflejados, por muy reales que parecieran ser. Lo que pretendemos con nuestras experiencias de
pastoral y, particularmente con los campamentos, es: de ser cristal que refleje con nitidez y deje
mirar con claridad, esos aquí y mi (o nuestro) aquí, para poder experimentar la realidad, en
coherencia con lo que de suyo es, y con lo que porta y trae de novedad al mundo. Desde esta
ventana de realidad, presentamos nuestra experiencia de Campamentos.

Aventura y reto

Los campamentos son una aventura que reta la capacidad de organización, el entusiasmo por la
movilización, la curiosidad y el descubrimiento; en los campamentos se ejercita la comprensión
colectiva de la realidad, se vive la democracia, se da lugar y valor a la palabra, se aprende a ejercer
la crítica, se vive la solidaridad, se anticipa la justicia, se gesta el compromiso, la aceptación y el
riesgo y se cultiva la esperanza…

Estas realidades axiológicas, estos valores, no se los va a comprar y adquirir en un fin de semana –
cuando ocurren los campamentos de Fe y Alegría- ni se los puede guardar en la mochila para
mostrar a los padres o profesores como trofeos, que luego se instalan en el olvido, o se pierden
como noticia trasnochada. Hay una muletilla, salida de los adultos, que forza entre los jóvenes,
una más rápida perdida de sentido a la experiencia vivida de campamento: sucede cuando el
profesor o el padre de familia dicen al joven: -“de que te sirven los campamentos si sigues siendo
igual que antes…”. Ese igual que antes, posiblemente significa: vago, irresponsable, tonto… y los
jóvenes se van, alzando los hombros, internamente dolidos, desvalorizados…

La conclusión a la que llega el joven, con reacciones así, es obvia: ¿para qué vivir por un fin de
semana unos valores que en la vida cotidiana parecen no representar nada? La respuesta será:
para abrir los ojos y entender que estos valores que se recrean en la pequeña CIUDAD DE LONA,
no se compran ni se miden, sino que se siembran en lo profundo y secreto del corazón, para que
cada uno los haga germinar, con alegría o llanto, ante cualquier injusticia que se cometa. Y esta
actitud, no se la consigue de golpe, de un trazo.

Para los que desean apurar este proceso, y quieren ver “resultados” cuanto antes en los
muchachos, habrá que decirles que una educación transformadora requiere de un aprendizaje
dialógico (Pablo Freire) que permita a los sujetos –en este caso a los jóvenes- descubrirse
gradualmente a sí mismos y tomar conciencia del mundo que les rodea. Pero esto reclama mucha
paciencia y reflexión, hasta que los muchachos y muchachas se conviertan en protagonistas de su
propia vida y constructores de una nueva sociedad justa y equitativa, donde los valores del
evangelio alimenten nuestro sueño, nos hagan danzar en fraternidad y compartir el pan de la
solidaridad.

Cuidado nos pasa lo de aquel hombre que con buenas intenciones quiso ayudar a nacer a una
mariposa y soplaba su capullo para que saliera más rápido; efectivamente salió más rápido, pero
sin alas, sin la maduración suficiente, sin posibilidades de vivir.

Campamento: en su praxis desde los jóvenes


Aprendiendo a organizarse

Aprender las cosas al ritmo de la vida y para la vida. Parece mentira que se diga de los jóvenes de
Fe y Alegría –no sin razón a veces- que son irresponsables, que no estudian, que no obedecen… sin
embargo, cada mes, se los ve organizándose febrilmente en comunidades para ir a campamentos.
Casi siempre son diez chicos o chicas, usando tiempo de su recreo o al final de clases, se reúnen
para planificar toda la ardua actividad que supone montar un campamento: quien será el guía,
quienes arman la carpa, quien lleva la olla, la sartén, el cuchillo, el machete, el arroz, el azúcar…
encantados, llegan con los cartones y mochilas a cuestas, después de recorrer unos dos
kilómetros, a la zona de campamentos en San Ignacio de Checa.

La comunidad organizada y auto responsable, se convierte en el núcleo vital de la ciudad de


lona; es ella la que empuja, anima y cuestiona; es el espacio común para resolver los conflictos,
analizar las nuevas ideas y planificar acciones. Sin demasiada teoría, aquí está presente la
pedagogía del dialogo, que durante toda su vida Pablo Freire la considero como el método
educativo por excelencia: el ser humano se hace persona, en dialogo con su mundo y con los
otros.
Aprendiendo a armar su propia casa y socializando sus normas de convivencia

Jóvenes organizando a jóvenes y compartiendo lo que saben; cada comunidad aprende a armar
su propia carpa y busca su espacio para cocina. El guía coordina el tiempo necesario para el
trabajo y todos asumen su responsabilidad. En la plenaria general, 200 jóvenes escuchan y opinan
sobre las normas de convivencia de la ciudad de lona; sin normas consensuadas, esta ciudad sería
una Babel. Asombra ver la manera como, apenas dos líderes adolescentes, manejan un grupo tan
numeroso sin que les tiemblen las manos o se les corte la voz. ¿Cuál es el secreto? No otra cosa
que la motivación significativa y la planificación previa…

Luego de sentir la necesidad de las normas y comprenderse responsablemente, cada comunidad


se reúne, prepara sus estrategias de relacionamiento y sus propias evaluaciones. El equipo de
asesores, junto con los jefes de campamento y el equipo de materiales, toman el pulso de la
ciudad de lona en diferentes reuniones que se suceden durante el transcurso del campamento.
Esto permite recrear sobre la marcha el plan de trabajo si resulta necesario.

Fe y Alegría ha optado por una gestión democrática, centrada en lo pedagógico y con un


liderazgo educativo compartido. Esto solo es posible si se garantizan procesos de participación. Sin
participación es imposible una gestión democrática. La participación es una manera de entender la
vida y las relaciones humanas… En lo personal, promueve la criticidad, la creatividad, la solidaridad
y el compromiso. En lo social, favorece el pluralismo, las instancias de organización social, la
capacidad de convocatoria y los vínculos comunitarios. Y en lo institucional, ofrece un testimonio
coherente que asegure la permanencia de la identidad y unidad de la institución, con flexibilidad
histórica. Es lo que se quiere sembrar desde la práctica: una verdadera identidad ciudadana.

Reflexionando desde la vida

Se reflexiona a partir de frases generadoras, cantos, videos foros, etc. Según la temática a tratar.
Por ejemplo: “De ti depende”. “siempre hasta el final”. “Saber mirar a las chicas con ojos limpios:
como a mi madre cuando tenía mi edad”. “El amor se debe poner más en las obras que en las
palabras”. “Aprender haciendo”. “Todos somos responsables por la vida”. “Todos somos iguales”…

Durante el campamento se favorece un tiempo de mayor profundidad y de silencio interior, que


favorezca el encuentro con las propias motivaciones, le sigue otro momento de fuerte
intercomunicación hacia los demás: aquí se despierta una actitud responsable frente a sus
relaciones significativas (familia, profesores, instituciones, enamoradas/os…) y también una
capacidad de indignarse ante abusos, injusticias cometidas. Por eso, el cuidado que debemos
tener los adultos por ser coherentes tanto en el colegio como en casa, siendo fieles en el hacer, lo
que afirmamos en el decir.

Este despertar que los jóvenes realizan en los campamentos de Fe y Alegría, es solo es posible
desterrando la prepotencia y renunciando al ejercicio de la disciplina como el valor absoluto. La
pedagogía del amor, como señalara Pablo Freire en el texto ya citado, “… es ayuda, apoyo, animo,
acompañamiento, amistad. Amar no es consentir, sobreproteger, dejar hacer. El amor no crea
dependencia, sino que da alas a la libertad. El educador es una migo que ayuda a cada educando,
especialmente a los más débiles y necesitados, a triunfar, a crecer, a ser mejores. El amor crea
seguridad, confianza, es inclusivo, no excluye a nadie. Es paciente y sabe esperar. Por eso respeta
los ritmos y modos de aprender de cada uno y siempre está dispuesto a brindar una nueva
oportunidad”.

Este encuentro de los jóvenes consigo mismo, lleva al encuentro mayor con el Dios de la vida y
con un Jesús que nos dice, como en la canción: “no basta rezar, hacen falta muchas cosas para
conseguir la paz”; con un Jesús “verbo, no sustantivo” que nos exige ser creativos para ir al convite
de su mesa y comprometernos solidariamente, desde nuestra pobreza, no solo con palabras sino
con acciones. De aquí se levantan las manos de varios jóvenes que quieren comprometerse mucho
más con el movimiento CEFA y se preparan a asistir a los Campamentos Misioneros…

En palabras de Fe y Alegría, nuestra labor se corona de estas afirmaciones: “La pedagogía


evangelizadora penetra todo el quehacer educativo, brinda oportunidades formativas para que los
diferentes actores puedan descubrir la persona de Jesús y los valores cristianos. Esto abrir espacios
para el conocimiento del evangelio, de la Palabra de Dios, del Jesús histórico y de los diferentes
elementos que forman parte de la fe cristiana; brinda posibilidades de vivir comunitariamente la fe
y la fraternidad… abriendo posibilidades para encauzar y explicitar el compromiso cristiano por la
transformación del mundo en que vivimos”.

Cocinando y jugando al aire libre

Volviendo al día a día de los campamentos, el tiempo de comer juntos es el más valioso para
mostrar la calidad de unión en el trabajo: en efecto, unos cocinan, otros cantan, otros juegan; se
despiertan cualidades ocultas, hay un alto grado de participación y de ayuda mutua y lo que es
sorprendente, nadie se queja de la comida. Al final todos valoran el esfuerzo que hace cada una de
las mamas por alimentar a sus hijos y tener limpia una cocina.

En palabras de Frabboni –(puede verse le documento de Fe y Alegría sobre la dimensión corporal


en la educación)- se nos recuerda que: “el juego responde a las siete necesidades básicas de la
infancia: comunicación, socialización, movimiento, autonomía, construcción, exploración y
fantasía. Solo el juego tiene más poder que los medios de comunicación, promotores de
aislamiento y soledad. Por ello una autentica pedagogía popular que busca la salud integral de los
educandos le da al juego la importancia que requiere y multiplica las oportunidades de
aprendizaje a través del juego”. Sin duda, nuestro lema de no llevar al campo las taras sociales de
la ciudad, da pleno resultado.

Haciendo el ritual del fuego en la noche de campamento

Es uno de los momentos más gratos y recordados de los campamentos: tiempo de creatividad, de
alegría, de buen humor, de chispa, de arte… cada comunidad, con sus iniciativas lúdicas, su humor,
saca a relucir capacidades escondidas y van arrancado aplausos y gritos de acampados. La forma
de encender el fuego es lo que más llama la atención: todo es oscuridad y silencio, de pronto una
música suave y entre ella una voz que pide que venga el espíritu del fuego, todos gritan espíritu
del fuego ven y otra voz contesta ¿para qué quieren mi fuego? Se arma un dialogo interesante
hasta que al final hay varias antorchas que se unen para prender la fogata… un gran espectáculo,
promovedor de una pregunta por la luz, por el calor y por la fiesta.

Aquí se mezclan varias dimensiones de nuestra educación: la intelectual, corporal, ética,


especialmente la estética. Es una verdadera escuela de la expresión y la creatividad, es un espacio
donde se desarrollan los talentos sin ninguna presión. Hay un esfuerzo grande por hacer síntesis
de los dos días de campamentos a través de socio dramas y canciones propias. Todos nos reímos y
hasta los profesores se olvidan de las notas y de los uniformes almidonados.

El campo de banderas y adiós con sabor a reencuentro

En el lugar de acampada, se encuentra una cruz con la bandera del Ecuador y la bandera de Fe y
Alegría; para nosotros es un lugar sagrado, ya que aquí se realizan los actos más solemnes, más
formales del campamento; sagrado porque es el sitio de reencuentro de nuestra identidad. Se
podría llamar el círculo de la identidad o circulo de la esperanza. Aquí pedimos al Dios de la vida
que nos ayude a hacer realidad nuestro lema de “ser más para servir mejor”, a cambiar las
injusticias sin miedo a que nos hieran y a no buscar más recompensa que saber qué hacemos Su
voluntad. El canto a nuestro Himno al Ecuador implica valorarse como parte de un pueblo del que
hay que recuperar dignidad y belleza. Al final, el Himno a Fe y Alegría nos compromete en la
misión de buscar caminos alternativos para nunca quedar satisfechos mientras haya opresión. Y
porque sabemos que todavía hay mucho que caminar… entrelazamos los lazos y en un solo circulo
cantamos: NO ES MAS QUE UN HASTA LUEGO… MUY PRONTO JUNTO AL FUEGO NOS REUNIRA EL
SEÑOR…

La experiencia de campamentos, como dice el Padre José Mendoza, S.J., quiere ayudar a
hombres y a mujeres a tener un estilo de vida diferente, a actuar bajo el principio de SER MAS
PARA SERVIR MEJOR. Desde el pensamiento del fundador de Fe y Alegría, Padre José María Vélaz,
S.J., el movimiento CEFA (Campamentos Ecuatorianos Fe y Alegría) profundiza la pedagogía del
amor, quiere hombres y mujeres en plenitud, comprometidos en la construcción de un mundo
más solidario y justo.

Los campamentos no son un fin, son una gran herramienta para transmitir una fe liberadora y
una educación transformadora: este espacio nos permite ver lo humano y lo divino de los
acampados, nos permite acompañar, animar y soñar con la juventud que quiere caminar contar
corriente, que quiere atreverse a conocer la sociedad, a combatir las injusticias, a descubrir la
naturaleza como obra de Dios y transformarla a favor de todos los seres que habitan el planeta.
Esta ética juvenil, trabajada desde la comunidad y presentada desde la libertad y para la libertad,
es la que permite decir no a una cultura de mercado que lleva a la muerte y apostar por la vida y el
amor, por la fe y la justicia, aunque muchas veces parezca imposible lo posible: una educación que
se levante desde el amor, por la justicia y la esperanza.

Chino Vargas.

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