Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Cristián Opazo
Contenidos
Introducción:
Dramaturgias chilenas más allá de los teatros universitarios 3
Obras citadas 68
Obreros, polizontes, pupilos 3
Introducción:
Dramaturgias chilenas más allá de los teatros
universitarios (S. XX)
ansiedad provocado por el miedo que suscita en un individuo la posibilidad de participar de una
espacio que percibe amenazante (American Psychiatric Association 5-8). En psiquiatría, este
trastorno fue tipificado por C. O. Westphal en 1871 y psicoanalíticamente explicado por S. Freud
en 1887: “For him the space of the street [among others] represents temptation for the sexually
repressed female patients. . . (Homes 2.2). La agorafobia —insiste Freud— es un mecanismo
conectado con “the repression of the intention to take the first man one meets on the street” (17).
Para la teoría marxista, en tanto, la agorafobia es un epifenómeno de la modernidad capitalista ya
que, bajo este paradigma, “everything that is solid melt into air, including the reasoning solidity of the
domestic architecture of the built environment and the stable roles and rules governing social life”
(Berman qtd. in Holmes 3.2). Por último, para los estudios de performance, agorafobia será la
cualidad de un discurso crítico que releva la jerarquía de la institución que lo legitima y oblitera las
condiciones que podrían evidenciar su caducidad (Bankey 136, Opazo, “Pedagogía teatral” 2).
2 En español, el verbo errar tiene dos acepciones significativas: “[3.] andar vagando de una
3 Ofrezco algunos ejemplos, seguidos de una observación. En los trabajos de Bravo Elizondo
(1986), Cánepa (1974), Durán (1963), Guerrero (1991), Piña (2014) y Rodríguez (1973), el adjetivo
obrero es el calificativo dilecto de los textos de los dramaturgos del periodo 1900-1930 (en este
contexto de uso, obrero deviene sinónimo de popular y social). A su vez, en las monografías de
Guerrero (1991), Hurtado (1993, 1997, 2010), Oyarzún (2004-2012) y Piña (2014), los dramaturgos
del medio siglo (generación de 1957) son saludados como pupilos aventajados de las universidades
Católica y de Chile (e.g. “movimiento renovador impulsado por un grupo de estudiantes y apoyado
por las universidades” [Hurtado 14], o “[camada de] autores [que] se van perfeccionando dentro . .
. de los teatros universitarios” [Guerrero 10]). En último término, en los ensayos de Bravo-
Elizondo (2000), Lepeley (1994) o Piña (1998), los dramaturgos son “fichados” como “militantes,
trabajadores y artistas” (Pradenas 404). Empleados de manera recurrente, los tropos obreros, pupilos y
militantes contribuyen a mal comprender la díada ciudad-teatro: emplear la voz obrero como sinónimo
de social o popular resta visibilidad al “Santiago deleitoso” (ciudad de burdeles, cines, circos,
cocinerías, ferias y mercados donde se abrazan aristocracia y plebe del mil novecientos); elogiar a
todos los dramaturgos nacidos entre 1920 y 1934 con el epíteto pupilos contribuye a desconocer sus
acciones de disidencia política, sexual o teológica libradas en contra de la universidad; por último, la
tríada militantes-trabajadores-militantes menosprecia las luchas micro-políticas de diletantes, migrantes
y performeros. Así, esta lectura busca situarse en una genealogía crítica no agorafóbica, compuesta,
entre otros, por Catherine Boyel (Out of the Wings) Marta Contreras y Adolfo Albornoz y Patricia
Henríquez (Historia del Teatro de la Universidad de Concepción); Mauricio Barría (Biblioteca Sonora del
Teatro Chileno); Soledad Lagos (Creación colectiva: teatro chileno a fines de la década de 1980); Sara Rojo
(Tránsitos y desplazamientos teatrales), y Juan Villegas (Historia multicultural de teatro de América Latina).
Obreros, polizontes, pupilos 5
7 Aquí subrayo los términos archivo y repertorio como gesto de adscripción al lexicón sugerido
por Diana Taylor en su texto homónimo: mientras el archivo es una registro seriado y jerarquizado
de textos sistemáticamente codificados, el repertorio es el conjunto de estrategias que permiten a una
comunidad apropiarse críticamente de los materiales que los archivos tutelan (16-24). Desde mi
formación textualista-chilena, me entusiasma comprender esta díada como una actualización
culturalista de otros binomios antes empleados: enunciado/ enunciación (Benveniste), vertreten/
darstellen (Spivak) o epistemología/ práctica enunciativa (Bhabha).
8 Estos binarismos estructuran textos claves de la semiótica del teatro en boga en las décadas
de 1970 y 1980 (e.g. Semiótica teatral [1977], de Anne Ubersfeld, y Diccionario de teatro [1987], de
Patrice Pavis). En contextos periféricos, la semiótica proveyó un lexicón que permitió superar el
Obreros, polizontes, pupilos 7
impresionismo (e.g. en Chile, el oficio de Cánepa, Durán y Piga, fue sistematizado por Carrasco,
Contreras o Pereira). No obstante, pese a su rigor, las categorías semióticas no permitieron relevar
tradiciones liminales: acciones de arte, creación colectiva o teatro circo (Diéguez 35). En contra de
la semiótica, Joseph Roach, N.W. Tgiong’ y Diana Taylor, entre otros, coinciden en que en África
o Latinoamérica, textos y espectáculos no se excluyen sino que superponen: “estos modos de
comunicación se producen entre sí, de forma interactiva a través del tiempo” (Roach 193-94). Por
consiguiente, es más significativo pensar quiénes y con qué autoridad se apropian de un texto,
independiente de su formato (Thiong’o 348). Así, distanciados de los binarismos, “lo que interesa
[ahora] no es la lectura o el estudio de un objeto en sí sino su comportamiento. . . . [en breve] su
dimensión performativa” (Prieto Stambaugh 209).
Obreros, polizontes, pupilos 8
9 Los estudios sobre performance enseñan conexiones entre agendas creativas y/ o críticas
que, de otro modo, se percibirían desagregadas (Bial 40). Así, bajo su alero, convergen las
definiciones de dramaturgia, texto dramático y dramaturgo de Eugenio Barba, Hans-Thies Lehmann y
Heiner Müller que, respectivamente, sustentan mi postura. De Barba, recojo el axioma que indica
que la dramaturgia es una práctica escrituraria que codifica tres tipos de materiales: sensoriales,
verbales e inconscientes (255-56). De Lehmann, tomo la metáfora que figura al texto como un
espacio ignoto —textscape, dirá en inglés— cuya topología desconcierta al explorador (148-50). De
Müller, rescato la premisa de que dramaturgo es quien dispone, en la escena de la escritura,
materiales que obligan a diseñar nuevas maneras de administrar el espacio teatral (26). Como
resulta evidente, en este espacio crítico, el mínimo-común-denominador de las premisas de Barba,
Lehmann y Müller es la sujeción a experiencias materiales (Pavis 214).
Obreros, polizontes, pupilos 9
10 La locución adjetiva despectiva medio-pelo se zahiere a aquellos individuos que por su linaje
(espurio) y por sus pertrechos (exiguos) no cuentan con el reconocimiento (simbólico) de las élites
(Jauretche 7). En su avidez de reconocimiento, el medio-pelaje chileno —casta de huachos
desclasados— se reconoce, a sí mismo, “introvertido y patético” (Salazar 7-21). Por consiguiente,
las oleografías y moblajes sugeridos en las didascalias de Acevedo Hernández, Luco Cruchaga y
Moock me seducen, justamente, como los divertidos performances de un fallido afán de visibilidad.
Obreros, polizontes, pupilos 10
sedas, irresistibles para los personajes, para los actores y, ni hablar, para
los espectadores. En sus “Cuarenta años de teatro,” de hecho, Acevedo
Hernández señala cómo los momentos más celebrados de sus montajes
eran aquellos en que se ponían en escena pasajes que implicaban la
manipulación de objetos de apariencia suntuosa (34-36). En esos
instantes, la exhibición del objeto suscita respuesta (de fascinación y
repulsa) que no caben en los límites de las frases enunciadas por los
actores.
Circa 1910, el trabajo con los materiales se aprende del oficio circense,
de los géneros chicos y de los clubes de lectura secretos. Del circo,
cuentan las segundas partes, mojigangas de asunto escueto que suceden a los
números de variedades (acrobacia, adiestramiento y malabarismo). Los
escritores de segundas partes aprenden a suplementar el diálogo con
juegos de pantomima, lira popular y, sobre todo, con el despliegue de
objetos deseados por la audiencia (accesorios, perfumes, vestuarios). De
los géneros chicos, en tanto, importa la dicción de su primeras figuras:
divas/ divos que reclaman turnos de habla que puedan repetirse como
estribillos o manifiestos Al final, de los clubes de lectura secretos, interesa
cómo ellos ponen en circulación textos inaccesibles. Al alero de estos tres
espacios, la dramaturgia crea un modus operandi que no solo permite
presentar la vida de los otros sino, también, relevar los materiales que
excitan el goce de los sentidos.11
Por su exuberancia material, estas dramaturgias circulan en simultáneo
en soportes diferentes: álbum fotográfico (reproducido en revistas), anejo
con ilustraciones (distribuido junto con pasquines obreros), montaje-tipo-
sainete (puesto en escena en teatros de palcos), producción
11 Hacia 1910, la dramaturgia debe prever episodios de exacerbación sensorial. Entonces, los
textos dramáticos son el pie forzado de un teatro que se concibe como un hito más de la ciudad
deleitosa (conjunto de boîtes, burdeles, cines, circos, ferias, quintas de recreo y teatros donde
aristocracia y plebe satisfacen “impostergables de salud, de comida y de amor”) (Salinas 5-16).
Obreros, polizontes, pupilos 11
12 Acevedo Hernández recuerda los deberes de dramaturgo que le encomienda don Rafael
Pellicer: “Haga lo posible por arreglar las obras para las seis personas [de la compañía]. . . . Vea la
manera de quitar, de unir figuras que haya que quitar. . . . Si puede arreglar en tres actos, lo hace. . .
.” (“Cuarenta” 35).
13 Los textos de Acevedo Hernández exploran la cotidianidad de los suburbios; los de Cariola,
las componendas arribistas del medio-pelaje urbano; los de Hurtado Borne, las fantasías de las
castas espurias; los de Luco Cruchaga, los secretos vergonzantes de madres, huachos y lachos; los
de Moock, el asenso frustrado de familias desclasadas; en fin, los de De la Sotta, las patologías que
se contagian en la ciudad deleitosa.
Obreros, polizontes, pupilos 12
14 La pretendida autonomía de los teatros universitarios de Santiago es, en todo caso, relativa.
Esta condición se revela, por ejemplo, en Pro Arte, semanario de difusión cultural afín a las élites
universitarias, fundado en 1948 por Enrique Bello. Pro Arte publica bajo la tutela explícita de los
institutos binacionales de cultura, en especial el Chileno-Francés. Su primer editorial es claro: “el
mundo acaba de salir de la pesadilla de la guerra. . . otro mundo está naciendo” (1, 1). Escindido
por la “cortina de hierro,” el “nuevo mundo” reclama un canon teatral donde no caben los
maestros de la “órbita soviética”: Brecht, Meyerhold, Piscator. Más aún, con ayuda de su crítico
residente —el galo becado por el Chileno-Francés, E. Frois— Pro Arte celebra una genealogía
francesa de comediantes, dramaturgos y filósofos (J. Anuilh, J.L. Barrault, J. Copeau, J. Giraudoux,
G. Marcel y E. Robles, entre otros) (Ibarra 79-110).
Obreros, polizontes, pupilos 13
(1938-1958), “de antiguo centro de formación de profesionales para las llamadas carreras liberales,
la universidad evolucionó. . . hasta llegar a ser un centro de investigación científica” (“Constantes
en el desarrollo del teatro y la historia chilena [1910-1970],” Teatro iberoamericano [Santiago: Teatro
UC, 1992], 51). Por consiguiente, estos teatros buscan “promover, incentivar y difundir la creación
dramática nacional” (TEUCH, op. cit., p. 1.). Para cumplir este objetivo, el TEUCH y el TEUC
implementan medidas que favorecen la creación dramática: por una parte, en 1943, el TEUCH
inicia un programa de difusión de autores chilenos, que comprende concursos anuales de
dramaturgia y periódicos de textos de autores nacionales. Por otra parte, el TEUC “también
organiza concursos de obras teatrales nacionales. Las obras [que allí resultan] ganadoras son
representados por el grupo universitario y [a partir de 1960] publicadas por la revista Apuntes [aún
en circulación ininterrumpida]“ (Pradenas, op. cit., 297).
20 Anótense algunos ejemplos: Las pascualas (1957) y Los que van quedando en el camino (1969),
de Aguirre (laguna sureña [Región del Bío Bío] y fundo en Ranquil [Región de La Araucanía]); El
Cherube (1965) y La remolienda (1965), de Sieveking (volcanes andinos [Región de La Araucanía] y
colina en las cercanías de Villarrica y burdel en Curanilape [Región de la Araucanía]); La isla de los
bucaneros (1944), de Bunster (caleta extraviada en los mares del Pacífico Sur [Chile insular]); Ayayema
(1964) y Fuerte Bulnes (1955), de Requena (Isla Wellington [Región de Magallanes]); y, también, El
abanderado (1962), El tony chico (1964) y Versos de ciego (1961), de Heiremans (valles transversales
[Región de Valparaíso]).
21 Fuechsel, Charles, Encyclopaedia Britannica, 8th ed., s.v. “Map.” Chicago: Encyclopaedia
Britannica, 2014. http://global.britannica.com/EBchecked/topic/363506/map (accessed
September 4, 2014).
Obreros, polizontes, pupilos 21
22 Ross, Val, El asombroso camino de los mapas, trad. Violeta Linares (Caracas: CEC, 2005), 1.
23 White, Kenneth, “Elements of Geopoetics,” Edinburgh Review no 8 (1992): 166.
24 Considérense los datos biográficos de cada uno de estos dramaturgos: Isidora Aguirre
(colegio Jean D’Arc, lenguas española, francesa e inglesa, estudios de trabajo social, piano y ballet
moderno); Jorge Díaz (familia asturiana, colegio San Pedro Nolasco, estudios de arquitectura);
Luis Alberto Heiremans (familia belga-francesa, lengua belga, francesa e inglesa, colegio The
Grange School, estudios de medicina); Alejandro Sieveking (colegio La Salle de Talca, estudios de
arquitectura); Sergio Vodanovic (nacido en Croacia, lengua croata, colegio de los Sagrados
Corazones, estudios de leyes); Egon Wolff (familia alemana, lengua alemana, Colegio Alemán de
Santiago, estudios de ingeniería química).
25 Villegas, Juan, “Los marginados como personajes: teatro chileno de la década del sesenta,”
Latin American Theater Review no 19, vol. 2 (1986): 86.
Obreros, polizontes, pupilos 22
26Ibíd.
27Ross, op. cit., 1.
28 Griffero, Ramón, “Movimientos autónomos y posmodernidad,” Griffero.cl.
http://www.griffero.cl/ensayo.htm (accessed September 4, 2014). Las observaciones de Griffero, y
también las de Villegas, resultan verosímiles al revisar, por ejemplo, la cronología de estrenos del
Teatro Experimental de la Universidad de Chile. Anótense dos hechos significativos: (a) en su
primera temporada (1941), el TEUCH estrena cinco obras, todas de autores españoles (Cervantes,
Valle Inclán, Lope de Rueda, De la Encina y Casona; (b) el primer estreno de una pieza de Brecht
se produce en la décimo tercera temporada (1953), con Madre coraje y sus hijos. Para un catastro
desagregado por temporadas, véase Imágenes de la universidad de Chile (Santiago: Ediciones de la
Universidad de Chile, 1977), 190-97.
Obreros, polizontes, pupilos 23
29 Considérense algunos ejemplos que evidencian las tensiones que se suscitan en el escenario
cultural. (a) Los teatros universitarios, por un lado, son impulsados por un Estado laico que
considera que los verbos gobernar y educar son sinónimos; pero, por otro, son apuntalados
material y simbólicamente por los institutos binacionales de cultura de Estados Unidos, Francia e
Inglaterra (la línea editorial revista Pro Arte, publicación dilecta de los teatristas universitarios,
evidencia la injerencia de dichos institutos en la educación de audiencias). (b) Asimismo, los
repertorios del TEUC y del TEUCH intentan consolidar una línea editorial afín a sus alma mater
(mientras el TEUC apuesta por el existencialismo cristiano de J. Anouilh o J. Giraudoux, el
TEUCH relee el canon español según las enseñanzas de A. Casona). (c) Por último, dentro de los
mismos teatros, se suscitan roces insostenibles a fines de la década de 1960 (e.g. en Parecido a la
felicidad [1959], Alejandro Sieveking se une a Víctor Jara para remover las estéticas realistas del
TEUCH; Pedro de la Barra deja el propio TEUCH para animar el repertorio político del Teatro de
la U. de Concepción; Jorge Díaz se autoexilia en España tras el estreno de Topografía de un desnudo
[1967], pieza que demuestra más admiración por E. Piscator que por los existencialistas cristianos).
30 Pradenas, op. cit., 288. El subrayado es mío.
Obreros, polizontes, pupilos 24
Por sus cualidades formales, Versos de ciego: obra en dos partes,31 de L.A.
Heiremans, puede leerse como un mapa complejo que, a través de diversos
códigos, entrega información simultánea sobre las múltiples dimensiones
que informan un territorio: gastronómica, geográfica, política, topográfica
o toponímica. Ricos en sistemas de notación, estos mapas exigen un
modo de lectura bifronte: al mismo tiempo, se debe atender tanto a las
ilustraciones de los bordes costeros, llanuras y montañas como a las líneas,
reglas y viñetas que precisan asentamientos urbanos, escalas de distancia e
hitos fronterizos. 32 De manera análoga, el texto dramático exige un
protocolo de lectura simultánea: si los diálogos, generosos en expresiones
populares, representan el sociolecto de una comunidad rural, las
didascalias señalan la posición relativa de esa lengua y de ese grupo de
individuos dentro del tramado cultural de la nación.
Leída desde esta perspectiva, este texto-mapa despliega dos sentidos
complementarios. El sentido alegórico, existencialista y cristiano de los
diálogos es evidente: una anciana memoriosa (La Abuela) y su nieto
inocente (Perico Burro), un profesor chambón (Oliverio Pastor) y una
huerfanita (Muchacha), amén de tres músicos ambulantes (Buenaventura,
Melitón y Sebastián), se pliegan a una cofradía que, alejada de los caseríos,
persigue una estrella esquiva (anunciación de la parusía).33 Las didascalias,
por su parte, prodigan referencias geográficas, permiten comprender las
determinantes materiales que alientan la errancia de los desamparados:
demografía, dieta, economía, oficios y planificación urbana.
34 Heiremans, Luis Alberto, Versos de ciego, Teatro completo de Luis Alberto Heiremans (Santiago:
RIL, 2002), 263.
35 Op. cit., 264.
36 Diccionario de la lengua española (Madrid: Espasa, 1992), 262.
37 Op. cit., 264.
38 Diccionario de uso del español en Chile (Santiago: Academia Chilena de la Lengua, 2001), 390.
39 Heiremans, op. cit., 264.
40 Ibíd.
Obreros, polizontes, pupilos 26
41 Ibíd.
42 Op. cit., 263.
43 Piénsese en Entre gallos y medianoche, texto de Carlos Cariola (1895-1960) estrenado en 1919.
Allí se refieren personajes dedicados a oficios tales como los de empleada doméstica o leche- ro;
sin embargo, para estos personajes, el oficio es pretexto para enunciar dichos y refranes que
imprimen “picardía popular” a la dramaturgia. Tal como concluye José Pineda, “la liviandad
[lingüística] de Entre gallos y medianoche permite una visión optimista, donde el dolor no existe, y los
problemas del diario vivir casi no aparecen” (op. cit., 137).
44 Op. cit., 264.
45 Op. cit., 269.
46 Op. cit., 270.
Obreros, polizontes, pupilos 27
carne con papas cocidas. Tras estos platillos, beberán tizanas aromatizadas
con “boldo,” “cedrón,” o “clavos de olor.”47 Por lógica consecuencia, el
recetario cotidiano de estos lugareños reproducirá la opacidad de aquellas
especies que, como sus fantasías, crecen a ras de suelo: “hay papa terrona/
hay papa amarilla/ hay papa canela/ para su chiquilla,” “causeo tengo /
con papas y ají / no se me vaya / pase por aquí.”48
Nótese la paleta cromática implícita en las percepciones sensoriales de
los personajes: carne, greda, legumbres, madera, tierra, tubérculos y yerbas
secas. La vista, entonces, percibe un paisaje poblado de materias de
colores cálidos: amarillo, beige, café, rojo, terracota. Los colores cálidos—
bien sabemos—acercan los objetos, es decir, nos proporcionan la
sensación de que se hayan más cerca. En la pintura, por lo mismo, “se les
denomina colores salientes [o excéntricos].”49 Dispuestos en la escena de
la escritura, los objetos “cálidos” traman un telón de boca cuyo colorido
homogéneo reproducen las cualidades de una paisaje que apremia el
cuerpo esmirriado de los lugareños.
Consecuentemente, en Versos de ciego, la noción de teatralidad se
traslapa con la de geograficidad. La teatralidad designa aquellas
representaciones escriturarias que hiperbolizan las materialidades de sus
referentes. La geograficidad, por su parte, es la cualidad de aquellos
artefactos cartográficos que relevan “la relación existencial entre el ser
humano [sujeto] y la tierra que habita [paisaje], siendo la tierra la base y el
fundamento de la conciencia en sí [subjetividad].”50 Sobre la base de estos
conceptos, bien puede afirmarse que, en el texto dramático de Heiremans,
la geograficidad se cristaliza a través de un novedoso modo de producir
teatralidad: la dimensión material de los hitos geográficos que describen
51 Dittborn, Eugenio y Luis Alberto Heiremans, “El teatro chileno debe buscar el camino
social” El siglo. Septiembre 17, 1961, 8.
52 La Calavera, Mauco, Pachacama: los topónimos dilectos de Heiremans conforman una
trama de caminos pedregosos, edificaciones de adobe y retenes policiales limitados, al Este, por la
Cordillera de los Andes (Monte Aconcagua); al Oeste, por la Cordillera de El Melón (Cerro La
Campana); al Norte y al Sur, por cordones transversales semiáridos (cactus, coníferas, espinos y
sauces llorones).
Obreros, polizontes, pupilos 29
53 Los invasores se estrenó bajo la dirección de Víctor Jara, en la Sala Antonio Varas, con
elenco del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, en 1963. Inmortalizada por las
fotografías de René Combeau, la escenografía dispone estructuras metálicas livianas (una escalera,
una mesa lateral) que contrastan con un fondo despojado. Considero que el diseño Bauhaus
permite desmarcar el montaje de los límites del realismo sicológico (Combeau, René, “Los
invasores.” Santiago: Chile Actúa, 2014. [accessed September 4, 2014]).
54 Wolff, Egon, Los invasores, Los invasores/ José (Santiago: Pehuén, 1990), 9.
55 Op. cit., 10.
56 Op. cit., 15.
Obreros, polizontes, pupilos 30
Este esquema geométrico permite advertir los dos niveles del conflicto
dramático: en el nivel del enunciado, la disputa por la propiedad (parque/
vertedero); en el nivel de la enunciación, la disputa por los nombres que
autorizan y/ o sancionan los regímenes propiedad (crimen, reivindicación,
toma, usurpación).
En cada escena, burgueses y harapientos relevan niveles distintos de
conflicto: los primeros se inquietan por el cuestionamiento de sus títulos
de propiedad; los segundos, por la vacuidad de los topónimos. Con una
crueldad digna de A. Artaud, la dramaturgia exalta la diferencia de
intereses en la escena final del primer acto, momento en que los
harapientos ya han tomado el control de la casa Meyer. En ese instante,
Bobby, el primogénito de la familia de industriales, intenta mediar: dice
comprender, incluso, “el ocaso de la propiedad privada” ya que, mientras
su madre ve “crápulas,” el intuye “¡un enorme hormiguero de alegría!
¡Hombres! ¡Mujeres! ¡Niños!”58 Sin embargo, para sorpresa del lector, sus
diatribas bien intencionadas son desdeñados por los harapientos: “en ese
momento entra Bobby del jardín, impulsado por varias manos que le empujan dentro de
la habitación. Le han amarrado, fuertemente atando con cuerdas, un cartel que oprime
su pecho y que dice, garabateado con letras inciertas: ‘palabras.’ Un instante trastabilla
por la habitación y, luego, cae en medio de ella.”59
Para explicar este fracaso, ensayaré un sucinto análisis de discurso:
por un lado, Bobby (estudiante universitario) interpela a sus padres
(industriales europeos avecindados en Chile); por otro, se muestra
hospitalario con China y Toletole (harapientos atrincherados al otro lado
del río). Bobby enseña a los miembros de su clase que el presente es
resultado de “siglos de abuso”60 y, su vez, azuza las demandas de los
harapientos: “Estudiantes con conciencia de clase,” “dictadura del
proletariado,” “fraternidad, libertad e igualdad.” 61 Curiosamente, el
discurso de Bobby crispa, por sobre todo, al auditorio harapiento. De
hecho, el efecto perlocutivo de su acto de habla son, literalmente, ladridos:
“Sigue oyéndose la voz de Bobby. Llegan retazos de frases, que lentamente van
perdiendo ilación y lógica. Al final surgen como voces de mando. Secas, cortantes,
rotundas, como ladridos. Las aclamaciones que siguen a las palabras, también van
perdiendo su cualidad cálida y se tornan ladridos.”62
A lo largo del texto, será China quien de las claves para entender la
crispación de los harapientos: “me he alzado sin palabras. . . las ideas se
han agotado,”63 “las palabras son inútiles porque conocemos todas las. . .
justificaciones.”64 China desdeña las palabras porque advierte que, más allá
de sus sentidos denotados, sus reglas de su uso reproducen jerarquías. Por
consiguiente, a juicio de los harapientos, Bobby se equivoca al arrogarse el
67 Skármeta, Antonio, “La burguesía invadida,” Revista Chilena de Literatura no. 4 (1971): 91-
102.
68 La masacre de Ranquil (cercanías de Lonquimay) ocurrió en los meses de junio y julio de
1934. Entonces, los campesinos mapuche se levantan en contra de la políticas implementadas
durante el gobierno de Arturo Alessandri (usurpación de tierras a favor de colonos alemanes,
bohemios y suizos). En su levantamiento, los campesinos organizan una marcha de protesta con
Obreros, polizontes, pupilos 34
Aguirre advierte:
Basta un tablado con una tarima o puente de mayor altura al fondo. La ambientación la da
la utilería campesina que se designa en el texto. . . . Elementos escenográficos: tres paneles
simples que se colocan de manera [de] figurar un hueco en un muro de adobe; dos caballetes
de madera. . . . bancas. . . y escaños. . . . Una importancia especial tendrá la iluminación
(que se puede reemplazar por paneles, blanco para la escena del frío, rojo para el incendio,
azul para la escena del estero). . . . La obra fue escrita del tal manera que pueda prescindir
de todo aparato escénico para su representación al aire libre, en plazas o en el campo. Podrá
pues adaptarse a los medios de [los] que se disponga.69
destino a Temuco. Alarmado por lo que Alessandri considera un conato de “República Socialista”
(1932), el gobierno envía un regimiento de fuerzas policiales. El de julio de 1934, la policía acribilla
a un número estimado de 150 a 200 campesinos mapuche.
69 Aguirre, Isidora, Los que van quedando en el camino, prólogo de Volodia Teitelboim (Santiago:
Mueller, 1970), 8-9.
70 Op. cit., 4.
71 El estreno de Los que van quedando en el camino (1969) estuvo a cargo del Departamento de
Teatro de la Universidad de Chile. La edición impresa de Los que van quedando en el camino
comprende “Instrucciones generales para el montaje” (extensa didascalia) “Reparto”
(pormenorizado dramatis personae) y dos partes (“Días buenos” y “Días malos”).
Obreros, polizontes, pupilos 35
“talaje.”72
Al igual que las didascalias, los diálogos se construyen desde la
perspectiva de los obreros: si las primeras definen las condiciones
materiales, los segundos señalan las condiciones históricas. Ya el
“Prólogo,” tres actores principales y un coro (compuesta por el restos del
reparto) descreen del proceso de reforma agraria que corre paralelo a la
cruzada geográfica de los teatros universitarios:
ACTOR I. Allá por los años veinte un gobierno “progresista” prometió
la tierra para los campesinos pobres.
CORO. Igual que hoy.
ACTOR. II [El gobierno “progresista”] Los alentó para salir de la
esclavitud resignada y ellos, confiados en la ley, reclamaron sus derechos.
CORO. Igual que hoy.
ACTOR III. Alarmados los dueños de la tierra se unieron para defender
sus intereses. Para conservar sus privilegios.
CORO. Igual que hoy.
ACTOR I. La pobreza y la injusticia siguió en los campos.
CORO. Igual que hoy.
ACTOR II. El gobierno culpó a los terratenientes. Los terratenientes
culparon al gobierno.
CORO. Lo mismo que hoy.
ACTOR III. Las leyes que dicta la clase dominante no le sirven a la clase
dominada. Entonces, los campesinos se alzaron en la “ilegalidad.”
CORO. Lo mismo que hoy.
ACTOR II. Y aquel gobierno progresista que los había alentado a pelear
por sus derechos ¡respondió con la sangre!73
76 En su novela Machos tristes, Darío Oses recrea con maestría la fulgurante vida cultural del
periodo: “como lo hicieron las iglesias con sus campanarios durante la colonia fue la universidad la
que después marcó el tiempo y el ritmo de la vida en la ciudad, y además le inoculó una sustancia
nueva porque no solo engranajes de relojería operaban en el altillo. Los cabros del ITUCH
[nombre adquirido por el TEUCH a partir de 1959, cuando se consolida como instituto de la U. de
Chile] renovaron el arte dramático que hasta entonces se reducía a los galanteos de Alejandro
Flores. Más allá Domingo Santa Cruz organizaba orquestas. . . . mientras los maestros de danza
exiliados de la Alemania Nazi preparaban las coreografías de Carmina Burana y de la Mesa verde. . .
todo eso, conciertos, estrenos, sueños, manifiestos, pasaban a ser parte del lenguaje con que la
ciudad hablaba, entendía y gratificaba a los hombres que vivían en ella” ([Santiago: Planeta, 1991],
71-72).
77 Sugiero la metáfora de la nacionalización, pues, durante el periodo en cuestión, el Estado,
Obreros, polizontes, pupilos 38
vía universidad, ofrece incentivos materiales y simbólicos para que los nuevos teatristas desarrollen
su trabajo dentro de la universidad. Dentro de los incentivos, se cuentan programas de apoyo a la
internacionalización, instancias de intercambio académico y concursos de dramaturgia y dirección,
entre otros (De la Barra, ibíd.).
78 Opazo, Cristián, “Madrid, Madrid: Todas las fiestas del mañana,” Siete obras desconocidas de
Jorge Díaz (Santiago: UC, 2013), 29-35.
Obreros, polizontes, pupilos 39
Madrid, Madrid:
Jorge Díaz, (auto) exiliado ejemplar
“Siento no poder
explicarte algunas
expresiones, pero sé que
las entenderás sobre la
base de la intuición”—
Jorge Díaz, Carta
personal enviada a la
editora, (c.1990).
juvenil española que germinan durante el primer gobierno de Felipe González (1982-1986). Estas
manifestaciones comparten tres rasgos comunes: (a) desdén por la utopía socialista abortada por el
franquismo; (b) fascinación por el diseño, la literatura y la música de los jóvenes ingleses opositores
a Margaret Tatcher (desde el punk hasta el new wave); y (c) vindicación de sexualidades que descreen
de la díada heterosexual/ homosexual. Borja Casani—director de La Luna de Madrid—resume con:
“Todo el mundo había estudiado como cultura a Kierkegaard, Nietzsche, Flaubert. Y, de pronto,
hay una generación que empieza a memorizar y a considerar como cultura propia unos nombres
rarísimos: Siouxsie & the Banshees, Echo & the Bunnymen. . . [dejando, así,] fuera de combate. . .
a toda la memorización previa” (cit. en Fouce 145).
Obreros, polizontes, pupilos 42
última estrofas de la canción. En el original, Reed escribe: “And what costume shall the poor girl
wear/ To all tomorrow’s parties,/ For Thursday’s child is Sunday clown/ For whom none will go
mourning/ And blackened shroud, a hand-me-down-gown/ Of rags and silks, a costume/ Fit for
one who sits and cries/ for all tomorrow’s parties.” En su texto, en tanto, Díaz anota: “And what
caused him to sell the poor girl rags/. . . ./ And black and charred and hand ne down bared/ of
flags and silks and costumes” (Díaz [transcripción] i); “¿Y qué le obligó a venderle a la pobre chica
esos trapos/ para todas las fiestas del mañana?/ porque la niña del jueves es el payaso del
domingo/ por quien nadie llevará luto,/ negra, chamuscada y desamparada,/ sin sedas, banderas ni
vestidos,/ adecuados para quien se sienta y llora/ por todas las fiestas del mañana” (ii).
Obreros, polizontes, pupilos 43
81 Aunque el borrador de no esta fechado, sus diálogos y sus didascalias ofrecen marcas
temporales significativas: en los diálogos, Missa recuerda asistir a un concierto de Parálisis
Permanente (activos entre 1981-1983), en la sala Rock Ola (abierta entre 1981-1985), y, en las
didascalias, la dramaturgia señala que Curro viste en plan “La arruga es bella” (eslogan de Adolfo
Domínguez utilizado entre 1979-1980). Desde un punto de vista contextual, agreguemos que
Warhol —amigo de Reed que inspira “All Tomorrow’s Parties”— visita Madrid, causando gran
revuelo, en enero de 1983. De esto se sigue que el texto, con seguridad, fue escrito después de 1981 y,
probablemente, en una fecha no posterior a 1985 (año de la clausura de Rock Ola).
Obreros, polizontes, pupilos 44
82 Al recordar el aporte las cofradías new wave a la contra-cultura madrileña, Borja Casani
señala: “En ese momento, [los jóvenes de pose andrógina] son la vanguardia absoluta, los que
realmente dan el cante, los que ponen la carne en el asador en lo que es el show, el espectáculo.
Eran deslenguados, brillantes, apoteósicos. Hicieron avanzar la cosa a un ritmo al que no hubiera
avanzado si hubieran tenido que ser los machos ibéricos quienes tiraran el asunto” (cit. en
Bermúdez 173).
83 En la página 17 del manuscrito original, el parlamento de Missa es una traducción
literal de la canción “I’m Waiting for my Man,” de Lou Reed: “Estoy esperando a mi hombre/. . .
./ La cabeza me da vueltas/ solo estoy buscando a un sucio amigo mío/ estoy esperando a mi
hombre.” Díaz no cita la fuente, pero entrecomilla el parlamento (¿acertijo para lectores futuros?).
Obreros, polizontes, pupilos 45
84 Del griego ἀγορά (espacio de reunión) y φοβία (miedo), la agorafobia es un trastorno de ansiedad
provocado por el miedo que suscita en un individuo la posibilidad de participar de una espacio que
percibe amenazante (American Psychiatric Association 5-8). En psiquiatría, este trastorno fue
tipificado por C. O. Westphal en 1871 y psicoanalíticamente explicado por S. Freud en 1887: “For
him the space of the street [among others] represents temptation for the sexually repressed female
patients. . .” (Holmes 2.2). La agorafobia —insiste Freud— es un mecanismo conectado con “the
repression of the intention to take the first man one meets on the street” (17). Para la teoría
marxista, en tanto, la agorafobia es un epifenómeno de la modernidad capitalista ya que, bajo este
paradigma, “everything that is solid melts into air, including the reasoning solidity of the domestic
architecture of the built environment and the stable roles and rules governing social life” (Berman
citado en Holmes 3.2). Por último, para los estudios de performance, agorafobia será la cualidad de
un discurso crítico que releva la jerarquía de la institución que lo legitima y oblitera las condiciones
que podrían evidenciar su caducidad (Bankey 136).
85 Nótese el contexto crítico de este ensayo. En Chile, antologías, ensayos e historias reconocen un
hito: la fundación de los teatros universitarios (U. de Chile,1941; UC, 1943; U. de Concepción,
1945)—epifenómeno del triunfo electoral del frente-populismo (1938). Antes y después de los
teatros universitarios, dichos trabajos rescatan manifestaciones para-institucionales, ya “prehistoria”
o “Apocalipsis” de los teatros universitarios (1900-1940 y 1973-2010) (véase, entre otros, Rojo
[1984], Piña [2014]). Con todo, estos valiosos trabajos histórico-críticos escamotean, cuando
menos, cuatro hechos significativos: primero, los teatros universitarios mantuvieron una relación
ancilar con las opciones político-estéticas de una élite que, salvo excepciones, se distanció del
proyecto cultural de la Unidad Popular; segundo, la concomitancia entre teatros universitarios y
burguesía eclipsó una tradición de teatros populares gestada al alero de movimientos sindicales en
Obreros, polizontes, pupilos 49
la década de 1910, y revivida, afuera de la universidad, por la UP (e.g. A. Acevedo Hernández, L.E.
Recabarren); tercero, aquello que se desdeña como para-institucionalidad (“prehistórica” o
“apocalíptica”), constituye una genealogía de movimientos de resistencia contra cultural imbricados
con causas tan diversas como significativos; cuarto, la etapa universitaria de nuestros autores
canónicas es una coyuntura de transición que, una vez superada, los conduciría a errancias sexuales
(Díaz en Madrid), compromisos militantes (Aguirre en el PC) o aventuras experimentales
(Sieveking con Víctor Jara).
86 Adelantemos que los parroquianos de Spándex—caso del que me preocuparé en las páginas
Obreros, polizontes, pupilos 50
centrales de este ensayo—deben aprender a tolerar los perpetuos allanamientos del Grupo de
Operaciones Policiales Especiales (GOPE). De la velada El Caribe Nunca tan Lejos, los asistentes
recuerdan: un comando ordena “¡Mujeres a la derecha, hombres a la izquierda!” y un transformista
empinado sobre sus tacos aguja reclama “¿Y nosotras?” Desconcertados, los policías observan
cómo se forma una tercera fila de andróginos bailarines. Minutos más tarde—según registra un
VHS inédito—Pérez espeta: “Vamos a tener que desalojar. A la salida, carabineros los revisará uno
por uno. Nosotros nos quedamos hasta el final. Y, tranquilos, los esperamos el próximo sábado”
(cit. en Iglesias). Las cosas no acabarían ahí: el martes de la semana siguiente, El Mercurio publicaría
una nota de advertencia: “Importan nuevos conceptos de diversión juvenil” (firmada por Germán
Echevarría). Desde un punto de vista retórico, en la nota abundan epítetos que sitúan las fiestas en
el campo semántico de lo abyecto: “[los asistentes] da[n] cauce a sus más extrañas conductas,”
“[los] muchachos [engalanados] con. . . maquillaje” o “[no se sabe si] esa niño o niña que está allá
está estupendo o estupenda” (A19). Para un tramado crítico que permita aproximarse a la relación
entre estas ciudadanías abyectas y la violencia policial-estatal, véase el trabajo indispensable de
Ileana Rodríguez y Mónica Szurmuk en Memoria y Ciudadanía. Santiago de Chile: Cuarto Propio, 2009.
87 Un caso significativo de cómo el quehacer extra universitario es escamoteado es el de Víctor
Jara: al día de hoy persiste la idea de que su labor de insurgencia (que le costó la vida) se canalizó
casi exclusivamente a través de la canción popular. Este mito comienza a ser desmontado en Víctor
Jara: hombre de teatro, de Gabriel Sepúlveda (Santiago: Sudamericana, 2001). Allí, se repasa, entre
otros hitos de rebeldía creativa, su temprana dirección de Parecido a la felicidad (1959), de Alejandro
Sieveking. A cargo de estudiantes díscolos de la Universidad de Chile, este montaje impugnó la
“lectura sentimental” que los maestros criollos hacen de Stanislavski y, en su lugar, apostó por un
híperrealismo done la cotidianidad burguesa se expresa a través de un trabajo que releva la
exuberancia del gesto corporal, el lenguaje coloquial y los síntomas de una sexualidad vivida como
neurosis.
88 Construyo la expresión escenario contra-pedagógico sobre la base de voces recicladas. Con el
Obreros, polizontes, pupilos 51
4/5/91 Spándex
sustantivo escenario señalo la fugaz y precaria coyuntura histórica donde una serie de teatristas fuerza
un cambio en las maneras de producir teatro (e.g. actores, directores, diseñadores, dramaturgos,
escenógrafos) (Taylor and Townsend 1). Este uso metafórico de la voz escenario está autorizado
por su étimo, skené: de manera literal, plataforma; de manera figurada, construcción improvisada. El
adjetivo contra-pedagógico, en tanto, califica un modus operandi que, como el de los teatristas,
promueve la reapropiación de los materiales disponibles en el entorno, aunque con el propósito de
disponerlos de manera reñida con las convenciones de uso (de ahí, la elección del prefijo contra en
lugar de pos, que podría sugerir “superación” o “desdén.” Dentro de este contexto, las convenciones de
recto uso de las ciencias y las técnicas (pedagogía, en un sentido general), son ungidas como
hegemónicas por las instituciones de instrucción formalizada, o, lo que es equivalente, partidos
políticos, sindicatos y universidades, entre otras entidades cuya misión es la transmisión sistemática
de discursos hacia un grupo individuos contractualmente cohesionados (Freire 189).
89 Los títulos de las convocatorias de cada fiesta de la serie son Spándex (5/4/91), Noche de
Negros (5/11/91), 70 a la Chilena (5/18/91), El Caribe Nunca tan Lejos (5/25/91), Made in
Ingland [sic] (6/1/91), Noche de Estrellas (6/8/91), La Noche del Verbo (6/15/91) y Noche de
Época: La Nuestra (6/22/91).
90 Sirva una breve contextualización: en su afán de sobrevivencia, los jóvenes teatristas del Chile
pos golpe descubren espacios residuales que la urbe abandona y los transforman en genuinas
trincheras o escenarios contra pedagógicos: El Garage (Matucana 19), Teatro Esmeralda (San
Diego 1025), o El Trolley (San Martín 841). Allí, no solo imaginan fiestas new wave (revés festivo de
la heteronormatividad de las peñas folclóricas). También, exhiben piezas teatrales que no caben en las
ruinas de los teatros universitarios. Es en estos espacios residuales donde debutan Alfredo Castro,
Ramón Griffero y Andrés Pérez. Sin la tutela de los maestros de antaño (exonerados, muertos), los
jóvenes polizontes renuevan las pedagogías y los oficios teatrales: abrazan el performance, el pos-
dramatismo y el transformismo; celebran el diseño teatral y el dramaturgismo, hasta entonces,
desdeñados.
Obreros, polizontes, pupilos 52
91 Hablo de teatralidad residual, pues, en Spándex, los organizadores buscan dar visibilidad a
exponentes del teatro de revistas y del vaudeville travesti. En dictadura (1973-1988), estas
manifestaciones fueron desdeñadas por una izquierda que consideró la revuelta del género una
querella frívola.
Obreros, polizontes, pupilos 53
92 El mayor éxito de la compañía el Gran Circo Teatro con más de 25 temporadas nacionales y 5
giras extranjeras.
93 En 1989, tras asistir a una función de La Negra Ester, el senador democratacristiano Ignacio
Walker escribe una carta al diario La Época y celebra el que la obra sea “un pedazo de Chile, de su
música, de su idiosincrasia” (7). En 1990, en tanto, Rosario Guzmán Errázuriz, de La Segunda,
consigna que “luego de un largo peregrinaje en que invitamos a diversos políticos. . . algunos de la
Concertación manifestaron una decidida falta de interés por presenciar una obra que. . . no les
parecía adecuada ni oportuna” (6).
Obreros, polizontes, pupilos 54
una feria de prevención de SIDA. La idea era hacer stands estilo Spándex:
bien adornados y con harta osadía. . . . [Al final] fue un escándalo y, a la
semana siguiente, llegaron los pacos a hablar con el viejo chico, el dueño del
teatro: si nos volvía a arrendar la sala, le quitaban la patente. . . . (Palma 165-
66)
En esta escena, Palma ignora información clave. Días antes, Pérez recibe
un llamado de un funcionario de gobierno: si Spándex no cesa, Gran
Circo Teatro perderá todo apoyo fiscal. Efectivamente, el gabinete de
Aylwin teme la inminencia de un destape a la española y, para evitarlo,
encarga el Primer informe nacional sobre la juventud. De acuerdo con el
informe, el Estado debe implementar un conjunto de políticas públicas
que dificulte la organización espontánea de colectivos contra culturales.
Dentro de este contexto, el fin de Spándex debe ser comprendido como el
cierre de una paso fronterizo por donde unos polizontes abyectos trafican
mercancías libidinales no-codificadas.94
Tras el cierre de Spándex, Palma y Pérez parecen condenados a errar
como polizontes. Daniel Palma es diagnosticado como portador de VIH
(octubre, 1995) y, a causa de una infección oportunista, pierde el noventa
por ciento de la visión; tras un breve paso como jefe de comunicaciones
de la ONG Frena SIDA (1997), desarrolla una incipiente carrera literaria
(es autor de la novela autobiográfica Hijos de la trampa [Santiago: Asterión,
2014]). Por su parte, Andrés Pérez monta una decena de piezas en la
década que sucede a Spandex (ninguna volvería a seducir a la crítica
periodística del modo en que lo hizo la Negra Ester). En 2002, sin apoyo
institucional, Pérez muere a causa de una neumonía favorecida por su
condición de portador de VIH. Una investigación posterior demostraría
94 Varios ejemplos prueban el impacto de este informe. Desde su encargo (1991) hasta su
publicación oficial (1994), se multiplican las instancias privadas que cooptan la disidencia juvenil en
calidad de target o nicho de consumo. Algunos ejemplos: el diario El Mercurio inicia la publicación
de la revista Zona de Contacto; la Compañía Chilena de Comunicaciones funda la radio Rock & Pop
(1992) y la revista homónima (1994); el gobierno crea la Corporación Cultural Balmaceda 1215.
Para comprender el modus operandi del Estado, véase: Fernando Blanco, Desmemoria y perversión:
privatizar lo público, mediatizar lo íntimo, administrar lo privado (Santiago: Cuarto Propio, 2010-12).
Obreros, polizontes, pupilos 55
95
Pérez nace el 11 de mayo de 1951, en Punta Arenas. En sus años de formación aúna
cuatro tradiciones: la de los teatros universitarios (se gradúa de actor en la
Universidad de Chile [1977]); la del teatro callejero (funda el Teatro Urbano
Contemporáneo [1980]); la del teatro circo (inspirado por la dirección de Ariane
Mnouchkine, funda el Gran Circo Teatro [1986]), y la de los performance revisteriles
(es coreógrafo de la compañía de vedettes Bim Bam Bum [1973-1975]). Sobre la base
de estas tradiciones, oficia de director y dramaturgista en montajes de textos de
autores tan diversos como Roberto Parra (La negra Ester [1988]), William
Shakespeare (Noche de reyes y Ricardo II [1992]) y Yukio Mishima (Madame de
Sade [1998]), entre otros. Muere el 3 de enero de 2002 producto de una infección
oportunista suscitada por el virus del VIH.
96
El origen de la crisis económica de la compañía de Pérez estaría en el montaje de
Época 70: Allende. En pleno gobierno cívico-militarizado de Patricio Aylwin, este
proyecto amenaza con reflotar los fantasmas de la Unidad Popular (1970-1973) y, por
consiguiente, es escamoteado por el oficialismo cultural. De manera sintomática, en el
diario La Segunda, Rosario Guzmán Errázuriz consigna: “luego de un largo
peregrinaje en que invitamos a diversos políticos...algunos de la Concertación
manifestaron una decidida falta de interés por presenciar una obra que...no les parecía
Obreros, polizontes, pupilos 59
99
Tilda a Pérez de discriminado no es trivial: sus fiestas Spandex fueron clausuradas
luego de la realización de un performance en que, su “socio,” Daniel Palma, enseñaba
cómo usar correctamente el condón en una época en que, en Chile, el VIH se
expandía debido a la carencia de campañas de salud públicas eficientes (Opazo 131-
32).
Obreros, polizontes, pupilos 61
100
En entrevista concedida a Marcos Llanos de el diario La Nación, Pérez describe el
proceso de escritura de La huida: “[l]a escribí en 1974.” “A lo largo de estos 26 años,
la habré reescrito dos veces y, ahora, la última rescritura fue en mayo de este año
[2000]. Sí, [en algún momento, el manuscrito] se me perdió. Es que yo soy un poco
descuidado. Pero como sé que cuento con amigos fantásticos, que me guardan las
obras, tal vez por eso soy descuidado, un poco regalón también. El director de teatro,
Fernando González, es alguien que tiene todas mis obras guardadas. Yo le había
prestado este texto a un grupo donde estaba Alfredo Castro, Aldo Parodi y Patricio
Strahovsky, con quienes formábamos un grupo que se llamaba Teatro Urbano
Obreros, polizontes, pupilos 62
101
En esta máxima aludo a Relationscapes: Movement, Art, Philosophy, Erin
Manning. Allí, la ensayista distingue entre anatomía (biological data) y el cuerpo
(relational condition). Por consiguiente, el cuerpo no debería ser representado con
ilustraciones anatómicas sino a través de biogramas: mapeos de los tejidos afectos
Obreros, polizontes, pupilos 64
2000 (“el lugar, un puerto; el país, Chile” [2]). Los bailarines de discoteca
saben (-mos) que los puertos de Antofagasta y Valparaíso son los
escenarios urbanos de las míticas fiestas; por ejemplo, la de la calle
Huanchaca (11 Jul. 1969) o la de la Divine Disco Gay (4 Sep.1993). Cito
dos fiestas claves para comprender cómo se construye el cuerpo de los
homosexuales marginalizados. En la cultura popular chilena, la primera se
recuerda como el escándalo de la calle Huanchaca: en una vivienda de
fachada continua, una patrulla de carabineros sorprende a una cofradía
varones homosexuales. El titular y la bajada de La Estrella del Norte rezan:
“Los verdes embarraron una fiesta loca, loca,” “diez bailan piluchos y
nueve vestidos como mujeres” (1). Tras la redada, los jóvenes son
encarcelados y torturados. La segunda fiesta se celebra en Divine, “disco
pirata” ubicada en el segundo piso de un inmueble ubicado en el número
2687 de la calle Chacabuco. A las 3.30 de la madrugada, estalla un
incendio en que culmina con 16 muertos. Inconsistencias en la
investigación, permiten suponer que el siniestro habría sido ocasionado
por una brigada de cabezas rapadas.
A partir de estas fiestas trágicas, los parroquianos saben que las huellas
del baile de homosexuales, comunistas y pobres, no las guardan los libros
de texto sino sus propios cuerpos. Figurados entre redadas policiales y/ o
paramilitares, estos cuerpos son el único soporte de las locas con
aspiraciones teatrales.
Consciente de la precariedad, Pérez se enfrenta a sus actores como un
maestro que exige a sus pupilos una economía radical de recursos
materiales. Sobre las tablas, las didascalias escuetas apuntadas en pliego
mecanografiado se traducen en un acuario rectangular, un biombo de tela,
una cama de fierro, un lavatorio de loza. Lo irreductible es el cuerpo del
actor go-go dancer, anatomía proyectada por dos vectores: una secuencia de
que lo invisten.
Obreros, polizontes, pupilos 65
JOAQUÍN. [Interpretado por Pérez.] Tú sabes que no se los llevan a ninguna isla,
¿verdad? Tú sabes que los suben a un barco y, luego, en altamar, les ponen los pies
en un cajón de cemento fresco, con una mordaza en la boca para que no griten…
Tú sabes que gritan igual. [Tomando una concha.] Escucha… [ahora, susurrando] Pedro…
Joaquín… Tú sabes que, una vez que el cemento solidificado, los lanzan al mar. . . .
[Gesticulando.] Y ahí van ellos, con sus tacos altos de cemento, desatando sus
mordazas, agitando sus brazos con esos pañuelos, bailando la última patita de una
cueca no deseada. (3-4)
102
Pedro Lemebel describe estos recursos de saturación sintáctica como “chapas,”
“pequeñas crueldades, “caricaturas zoomorfas,” “chistosas ocurrencias” (57). Creo
que conviene meter estas estrategias retóricas dentro del mismo saco: con la primera
(chapa), el sujeto rompe la teleología del nombre propio; con las siguientes, fija,
aunque sea en la jerga, un escenario donde reconocerse.
103
El baile de las fiestas clandestinas la palabra es capital. En las fiestas Spandex, tan
importante como las canciones del playlist (no siempre novedosas) era el layout
diseñado por Daniel Palma y Pérez. Cada noche de sábado, los parroquianos
esperaban con ansiedad las sorpresas de un layout que mezcla la música con discursos
de Pérez sobre las políticas culturales de la Concertación, lecciones prácticas de
Palma sobre el uso correcto del condón (Opazo, “Pedagogías” 128-30).
Obreros, polizontes, pupilos 66
Pánico a la discoteca
104
La cárcel de Pisagua es célebre porque, en ella, se perpetraron violaciones contra
los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). Sin
embargo, pocos saben que, durante la administración de Aguirre Cerda, Pinochet
fungió como guardia de este recinto penitenciario. No solo eso, en 1947, el senador
Salvador Allende visita Pisagua alertado por las noticias de violación sistemática de
los derechos de los reos. Entonces, el encargado de entorpecer su inspección es el
teniente Pinochet (Binaque 9).
Obreros, polizontes, pupilos 68
Obras citadas