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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL COMAHUE

CENTRO UNIVERSITARIO REGIONAL ZONA ATLANTICA

CATEDRA DE PENSAMIENTO POLITICO LATINOAMERICANO.

PROFESORES: Dall Armellina, Pedro / Pose, Hernán


ALUMNO: Berraz Oroño, Leandro

PRIMER CUATRIMESTRE DE 2018 - VIEDMA (RN)

Segundo parcial domiciliario de Pensamiento Político Latinoamericano


Desarrollo:
1. En palabras de Haya de la Torre, el APRA (Alianza Popular Revolucionaria
Americana) es "la organización de la lucha antiimperialista en la América Latina,
por medio de un Frente Único internacional de Trabajadores manuales e
intelectuales (obreros, estudiantes, campesinos, intelectuales, etcétera), con un
programa común de acción política" (Haya de la Torre, 2008, p.70), fundada en
diciembre del año 1924.
Su sistema de ideas, en palabras de Abelardo Ramos, "fue formulado entre 1924 y
1930" y, prosigue, "su periodo de formación transcurrió pues, entre la Reforma
Universitaria de 1918 y la crisis mundial de 1929" (Abelardo Ramos, 1968, p. 339).
El semi-feudalismo económico mantenido por las oligarquías gamonalistas y
latifundistas peruanas, la situación de dependencia de Indoamérica respecto de
las decisiones e imperativos imperialistas de Estados Unidos, los movimientos
pendurales de las incipientes corrientes de izquierda socialistas, comunistas, etc.,
que buscaban llevar a cabo rupturas respecto de las decisiones regionales de
aquellos regímenes latinoamericanos que denotaban la complicidad y anuencia de
los gobernantes a la hora de llevar a cabo acuerdos internacionales con el poder
capitalista de los yankees, así como también con el de los ingleses, y una serie de
características más implicaban, en mayor o menor medida, que frentes únicos de
izquierda empeñados en reunir a las distintas clases correspondientes de cada
nación en pos de discutir, en síntesis, la soberanía nacional, tuvieran lugar en la
escena producto de una especie de necesidad de época, si se me permite tal
vaguedad.
En este sentido, la explicación que brinda José Alberto de la Fuente1 de la visión
de Haya de la Torre sobre algunos de los temas mencionados en el anterior
párrafo es esclarecedora; aquel destaca que, según el pensador peruano, los
caminos y recorridos de los pueblos indoamericanos han sido tales debido a una
discrecionalidad exclusiva de parte de la clase latifundista criolla, que poco tendría
que ver con los ideales democráticos y republicanos. De ahí, prosigue el autor, es
que Perú ha tenido la experiencia de vivir en una permanente tensión entre la
tiranía y la anarquía, además de padecer la fuerza de los intereses económicos
exógenos por sobre los endógenos.
El APRA, entonces, podría ser considerada una fuerza mayúscula que trata de
conjugar el hartazgo de las mayorías latinoamericanas respecto de los gobiernos
cómplices de la conquista territorial imperialista junto con una lucha popular de
carácter enteramente propositivo; aquella conquista2 no supo ser comprendida en
su verdadera magnitud sino a partir de las nuevas interpretaciones surgidas al
1
José Alberto de la Fuente, Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA y el Indoamericanismo, Anuario de Filosofía
Argentina y Americana, nº 24, Cuyo, 2007. Págs. 90 a 91.
2
De esa manera alude Haya de la Torre al castigo padecido por las repúblicas latinoamericanas, quienes
sufrían el poder del capital extranjero e imperial de, principalmente, Estados Unidos. Antes de 1924, la
fuerza de la conquista habría sido explicada -bajo su punto de vista- de manera equívoca, por planteársele
en términos raciales, culturales y nacionales. Haya de la Torre, El antiimperialismo y el APRA, Edición
homenaje de la Comisión del Centenario del Nacimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre, 2008. Págs. 71 a 72.
interior de las universidades populares <<González Prada>>, según las cuales, a
posteriori del enunciamiento del poderío económico y del funcionamiento clasista
del imperialismo, existirían formas comunes de defensa que, como requisito,
implicarían una unión de los distintos trabajadores, tanto "manuales como
intelectuales".
Los antecedentes de la génesis de aquella organización con la que Haya de la
Torre se empeñó en nuclear a una gran cantidad de actores de la vida social y
política del Perú son, en definitiva, vastos, así como también ricos respecto de su
contenido político y, además, de su posible desmenuzamiento analítico.
En cuanto a los objetivos de la alianza, explicita Haya de la Torre (ibídem) que "el
programa máximo internacional del Apra consta de cinco puntos generales, que
servirán de base para los programas de las secciones nacionales de cada país
latinoamericano. Los cinco puntos generales son los siguientes:
1º.– Acción contra el imperialismo yanqui.
2º.– Por la unidad política de la América Latina.
3º.– Por la nacionalización de tierras e industrias.
4º.– Por la internacionalización del Canal de Panamá.
5º.– Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo".

Mediante estos cinco puntos se condensarían los objetivos primarios de la


organización, y, a partir de allí, se resistiría contra el imperialismo, se buscaría la
unidad indoamericana a través de un concepto de Nación amplio que abarcara a
cada una de las repúblicas sometidas, se impulsaría el desarrollo de una visión de
soberanía del Estado respecto de la economía -siendo la internacionalización del
canal de Panamá el ejemplo más claro, siendo que permitiría liberar un medio de
circulación de la riqueza-, así como también se lideraría, mediante la fuerza de los
oprimidos, al conjunto de las clases que, con su élan, lucharían por una sociedad
que viera en el pueblo el contenido de su propio porvenir.
Acerca de las nuevas funciones del Estado, Haya de la Torre pone de relieve -a
modo de preámbulo- el caso mexicano post-revolucionario para dar a entender
que la nueva sociedad antiimperialista y antifeudal -que se atreve a romper con el
statu quo oligárquico- no podrá mantener el funcionamiento del Estado
preestablecido para su propio bienestar, sino que, más bien, habrá que generar
una nueva arquitectura estatal.
Así, según Haya "la cualidad del Estado antiimperialista tiene que ser, pues,
esencialmente, de lucha defensiva contra el enemigo máximo. Conseguida la
derrota del imperialismo en un país dado, el Estado deviene el baluarte sostenedor
de la victoria, lo que supone toda una estructuración económica y política. El
imperialismo no cesará de atacar y sus ataques tenderán a buscar una nueva
adaptación o ensamblaje en el flamante mecanismo estatal erigido por el
movimiento triunfante. El Estado antiimperialista debe ser, pues, ante todo, Estado
de defensa, que oponga al sistema capitalista que determina el imperialismo un
sistema nuevo, distinto, propio, que tienda a proscribir el antiguo régimen opresor"
(de la Torre, 2008, p. 169).
Con el manejo del aparato estatal, el APRA buscara la consecución de sus
principales objetivos, peruanizando el Estado3 y siguiendo una directriz de
soberanía que implicaría, además de lo mencionado anteriormente, "organizar su
defensa estableciendo un nuevo sistema de economía, científicamente planeada y
un nuevo mecanismo estatal que no podrá ser el de un Estado democrático
«libre», sino el de un Estado de guerra, en el que el uso de la libertad económica
debe ser limitado para que no se ejercite en beneficio del imperialismo" (ibídem).

2. Para Mariátegui, el problema del indio tiene que ser visto, pensado y descripto
como un drama -violento y descarnado- enraizado en las condiciones socio-
económicas de los mismos; aquellas circunstancias iniciales se remontan a la
colonización española sobre, en este caso, las poblaciones indígenas. Sucede que
es en la tierra en donde el indio es, y el regocijo de aquel es, en efecto, su propio
suelo.
Aquellas tesis que pasen por alto la categoría económico-social en sus análisis
sobre el problema del indio, tenderán a caer en premisas absolutamente
superfluas, vacías de contenido y expresarían, por ende, una vanidad
contraproducente. El drama del indio, aquello por lo cual han sido por siglos seres
desventurados, desgraciados, deberá ser atendido empezando por la raíz de sus
infortunios, y no comenzando con argumentos preocupados por el carácter
inmediato de resolución de los mismos.
Los medios administrativos y legales son insuficientes para resolver estas
dificultades porque, aunque haya leyes escritas y medios instrumentales para
llevar a cabo procesos de cambio en pos de beneficiar a aquellas poblaciones
desarraigadas, mientras siguiera existiendo el feudalismo de los latifundistas y los
hacendados, en la práctica sería imposible que se registrasen soluciones al
respecto.
La influencia de los gamonales y su incidencia en los poderes centrales -a través
de los parlamentos- suprimiría, ipso facto, toda posibilidad de restitución de las
tierras a los indios subyugados; dice Mariátegui, "el «gamonalismo» invalida
inevitablemente toda ley u ordenanza de protección indígena" (Mariátegui, 2011, p.
49).

3
Así lo postula de la Fuente, y con razón, puesto que el crecimiento peruano -tanto civil como cultural-
dependería -entre otras cosas- de la abolición de la servidumbre indígena y la expropiación de los
terratenientes gamonalistas; sin estas modificaciones el progreso no podría ser generado. La liberación de
Perú implicaba esta serie de medidas. José Alberto de la Fuente, Víctor Raúl Haya de la Torre, el APRA y el
Indoamericanismo, Anuario de Filosofía Argentina y Americana, nº 24, Cuyo, 2007. Pág. 91.
Es así que, hasta que no se realizara una verdadera reforma agraria, teniendo en
miras al indio respecto del objetivo final, no habría forma de conseguir resultados
que valieran el esfuerzo precedente. Mariátegui explica4 las razones por las cuales
las soluciones a este problema nunca podrían ser reductibles al ámbito de la
"mera" legislación u administración, y mantiene que las relaciones de poder
configuradas, tanto por los encomenderos de otrora, como así también por los
gamonales de su tiempo "pueden más" y supeditan -por encima- a toda
herramienta con la cual se intentara amparar a los indígenas de los efectos inicuos
del accionar de las fuerzas apropiadoras.
Mariátegui discute, principalmente, con el marxismo ortodoxo de la III Internacional
y con el APRA, encabezado por Haya de la Torre. Los ejes de la discusión son
análogos, pero suscitados por diferentes posiciones respecto de quienes deberían
ser los actores principales que llevaran a cabo una revolución antioligárquica
mediante la cual se lograra desfeudalizar el Perú y poner en marcha los elementos
básicos para la consecución de una sociedad socialista, siguiendo la visión de
Mariátegui.
En las discusiones que mantuvo con Haya de la Torre, si bien los diagnósticos
eran similares, las resoluciones pensadas para la revolución nacionalista por un
lado y, por el otro, para la revolución socialista, eran distintas. Para Abelardo
Ramos5, algunos de los siguientes planteos denotan aquellas dificultades.
La clase obrera, para Mariátegui, era un actor fundamental y debía ser la clase
dirigente de la revolución nacional latinoamericana pero, para Haya de la Torre,
era tan escasa e insignificante que no podía dejársele tamaña responsabilidad sin
siquiera tener posibilidades fácticas de un liderazgo potente y, menos, de
resultados satisfactorios. Es así que Haya postula la necesidad de un Frente
integrado por distintas clases, antes que una clase en particular, con lo cual
Mariátegui estaba en desacuerdo.
Además, Mariátegui estaba en desacuerdo con la postulación de Haya de la Torre
sobre que la última etapa del capitalismo en Europa representaba la primera en el
continente latinoamericano, refiriéndose al imperialismo. Y disentía, básicamente,
porque al mantener el dirigente aprista tal sentencia, defendía el desarrollo de las
"dormidas" fuerzas productivas aludiendo a una posible burguesía nacional o a la
pequeña burguesía incluida en el Frente del APRA, para que liderara y allanara el
camino hacia la revolución industrial necesaria para el desarrollo -etapista- del
País. Claro que Mariátegui no podía considerar la idea de un liderazgo burgués en
la revolución anhelada, ni tampoco creía que el accionar de aquellas fuerzas
pudiera tener algo que ver con decisiones de carácter antiimperialista, por
considerar que en aquella clase era imposible confiar.
En su documento <<Punto de vista antiimperialista>>, deja en claro sus
pretensiones y su vision acerca del etapismo, afirmando -en el inciso b- que «La

4
J. C. Mariátegui, La tarea americana, Prometeo, Bs. As., 2011. Págs. 52 a 53.
5
A. Ramos, De Mariátegui a Haya de la Torre, CEME, Chile, 1973. Págs. 11, 12 y 13.
revolución latinoamericana será nada más y nada menos que una etapa, una fase
de la revolución mundial. Será simple y puramente la revolución socialista».
Si bien ambos coincidían en que la proporción de habitantes indígenas en el Perú
era considerable, ambos le otorgarían un rol distinto en el proceso de revolución
del país, en tanto que para Mariátegui aquellas poblaciones tenían un
conocimiento apriori de las postulaciones marxistas del comunismo por su relación
existencial con la tierra, para Haya de la Torre no sería evidentemente suficiente,
considerando la urgencia y su visión del contexto socio-económico y de clases
para impulsar los cambios necesarios para la nación.
Con el marxismo ortodoxo discute por una serie de razones, pero principalmente
rompe con el stalinismo porque, en la conferencia de Montevideo del 29´ se decide
el establecimiento de las repúblicas Quechua y Aymará, pretendiendo -
desconociendo la realidad indígena- fragmentar la vida nacional y desintegrar aun
mas a las distintas clases asentadas en Perú. La evidente extranjerización de
ideas choca contra ciertas premisas de Mariátegui, quien ve en el indio -
principalmente- el contenido de las fuerzas disruptivas mediante las cuales se
podría conseguir, la construcción de un porvenir socialista.

3. En principio, el FORJA fue la Fuerza de Orientación Radical de la Joven


Argentina, la cual nace en el año 1935, a dos años del fallecimiento del ex-
presidente y uno de los máximos dirigentes de la Unión Cívica Radical, Hipólito
Yrigoyen. Además, la aparición de esta fuerza surge en el momento en que el
radicalismo -de carácter antipersonalista- decide levantar la abstención electoral
iniciada cuatro años antes, y un año después de la asunción de Uriburu -con el
derrocamiento del segundo gobierno de Yrigoyen en el año 30´- que da comienzo
a la llamada "Década Infame".
En un principio, la fuerza estuvo liderada por Juan B. Fleitas y Manuel Ortiz
Pereyra, encontrándose allí un conjunto de socios fundadores entre los cuales
estaban Arturo Jauretche, Homero Manzi, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo,
Scalabrini Ortiz (incorporándose luego de ser suprimida la adhesión obligatoria al
partido de la UCR para poder ingresar a la fuerza), entre otros.
El FORJA se propuso encarnar los ideales populares de la UCR expresados -en
mayor medida- una década atrás por -y durante- el gobierno yrigoyenista ,
conjugando una visión antiimperialista, por un lado, y una perspectiva nacionalista-
democrática, por el otro.
Al FORJA le anteceden la Revolución Mexicana, la Reforma Universitaria, la
creación del APRA en Perú, y una serie de acontecimientos y corrientes de
pensamiento de tinte izquierdista, nacionalista, antiimperialista, popular, socialista,
etc., que van a explicar muchas de las ideas contenidas en aquella fuerza radical;
se rechazaba el sometimiento del capital extranjero y subyugante, se resistía
contra la "tiranía económica" de los países imperialistas -contra el neocolonialismo
inglés, principalmente-, se manifestaba un ideal de soberanía encarnada en la
figura del pueblo, etcétera.
En su "Manifiesto al Pueblo de la República"6, el FORJA expone sus visiones e
ideas fundamentales mediante una crítica aguerrida, vehemente, reprobando las
nuevas prácticas políticas, tanto internas como externas. Internas, porque
condenaba las decisiones de una vertiente del radicalismo que formó parte de la
"Concordancia" -en donde yacían, además, el Partido Conservador y el Partido
Socialista Independiente- desentendiéndose de la abstención electoral y -aquí la
critica a las practicas externas- por colaborar con las oligarquías económicas,
entregando las riquezas nacionales al capital extranjero.
Algunas de las razones de la toma de posición en el manifiesto eran debido a que
"al mismo tiempo que se ha privilegiado a los trust y empresas extranjeras -que
monopolizan y explotan los servicios públicos y las riquezas naturales del país- en
los gravámenes impuestos por la ley de cambio, provocando con todos ello el
empobrecimiento general del país en beneficio exclusivo del capitalismo
monopolista extranjero, con el agravante de haberse exigido todos estos
sacrificios económicos al pueblo argentino, so pretexto de salvar su honor y
crédito, en los momentos que todas las potencias europeas suspendían sin
término el pago de sus deudas, sin que esas potencias se hayan sentido por eso
ni desacreditadas ni deshonradas" (FORJA, 1935, p. 2).
En el "Manual de Zonceras Argentinas", Arturo Jauretche denota su visión
particular -y la perspectiva general de la fuerza- al hablar del dilema -arraigado al
quehacer político latinoamericano hacia, aproximadamente, un siglo atrás- de
"Civilización y Barbarie". Él identifica -mediante una imagen simbólica- a una
zoncera madre, creadora de las demás futuras, y desarrollada a raíz del
pensamiento sarmientino expresado nítidamente en el "Facundo".
El problema central allí estaría ubicado con aquello que A. S. Bondy diagnosticó
como una filosofía caracterizada por ser la de un árbol trasplantado7, poniendo en
duda los elementos con los cuales, se pensaba, el continente latinoamericano
podría crecer y desarrollarse, puesto que el carácter de "árbol trasplantado" hacia
alusión a un ocultamiento del pensamiento autóctono, sustituyéndolo por el
conjunto de corrientes ideológicas europeas -tales como el positivismo, el
materialismo histórico, etc.- adoptadas, inclusive, por mucho de los grandes
pensadores indoamericanos.
Así, Jauretche mantiene "que la oligarquía haya creído un éxito definitivo de la
zoncera Civilización y barbarie, lo que llamó "el progreso" de la última mitad del
siglo XIX y los años iniciales del presente, ha sido congruente con sus intereses
económicos. Alienada al desarrollo dependiente del país, su prosperidad
momentánea le hizo confundir su propia prosperidad con el destino nacional".
Claro que, aquella confusión, fue tal a propósito. Y prosigue, "por la profesión de
esta zoncera el ideólogo, extranjero o nativo, se siente civilizador frente a la
barbarie. Lo propio del país, su realidad, está excluida de su visión. Viene a
civilizar con su doctrina, lo mismo que la Ilustración, los iluministas y los liberales
del siglo XIX; así su ideología es simplemente un instrumento civilizador más. No
6
FORJA, Manifiesto al Pueblo de la República, 1935.
7
A. S. Bondy, ¿Existe una filosofía de nuestra América?, Siglo XXI, México, 1968.
parte del hecho y las circunstancias locales que excluye por bárbaras, y
excluyéndolos, excluye la realidad"8.
Lo mismo reflejaba y denotaba Scalabrini Ortiz cuando postulaba que, si bien "el
ferrocarril es una de las invenciones más trascendentales de la humanidad", éste
fue un instrumento que "como toda creación humana", tuvo un "reverso antipático
y pernicioso", lo cual, en el caso argentino, significó "el mecanismo esencial de
esa política de dominación mansa y de explotación sutil que se ha llamado
imperialismo económico"9.
En síntesis, la formación del FORJA tuvo como objetivo primordial, ya se ha visto
aquí -de manera extremadamente concisa- correr el velo de la ignorancia
mediante el cual se percibía a la Nación de una manera inverosímil y, en efecto,
inválida, denunciando a quienes usufructuaban con las riquezas del País y
controlaban el destino del mismo a través de un método neocolonial e imperial;
será preciso, por lo tanto, llevar a cabo un ejercicio critico e identificar las zonceras
que subyacen a nuestras prácticas impuras, para así allanar el camino a una
posible emancipación nacional.

4. Hay cuatro formas principales, identificadas desde la perspectiva de Gerardo


Aboy Carles10, de interpretar al populismo. Aquellas interpretaciones han sido
originadas y desarrolladas durante la segunda mitad del siglo XX y principios del
presente, siendo repensadas -algunas más que otras- con el devenir de las
indagaciones acerca de este polisémico fenómeno político.
Sobre la primera manera de entender al populismo, encontramos los trabajos -
quizá más acabados- de autores como Gino Germani y Torcuato Di Tella, quienes
estudian al fenómeno enmarcándose en la corriente teórica del estructural-
funcionalismo, visión según la cual el populismo es suscitado por determinadas
condiciones históricas.
En este primer caso, las condiciones de la vida moderna implicaron el
desplazamiento abrupto de masas -integradas por trabajadores fabriles-
previamente asentadas en el campo y que, luego, se convertirían en habitantes de
la ciudad, razon por la cual empiezan, en cierto momento, a participar en el ámbito
político.
Esta afluencia se genera con la crisis del modelo agroexportador argentino poco
después de la gran depresión del 29´, crisis económica mundial que genera un
"abroquelamiento económico" de las potencias -entre ellas, se encontraban
algunas de las principales exportadoras de productos consumidos en la región- y
por lo que, tiempo después, surge el ISI (Industrialización por sustitución de
importaciones), con lo cual se necesitaría mayor mano de obra. Este nuevo

8
A. Jauretche, Manual de Zonceras Argentinas, Argentina, 1968. Págs. 9 a 10.
9
S. Ortiz, Historia de los Ferrocarriles Argentinos, Plus Ultra, Argentina. Págs. 15 a 16.
10
G. A. Carlés, Releer los populismos, CAAP, Quito, 2004. Pags. 84, 85 y 86.
modelo económico es aplicado durante las presidencias de ex-mandatarios
populistas, como fue el caso de Perón en Argentina y de G. Vargas en Brasil.
Aquella masa desordenada, amorfa, tenderá a identificarse, de manera
incondicional e inmediata, con Perón, percibiéndolo como "el tata grande", como la
figura ocupada y encargada de ser la representante de ese "todo" inefable, lo cual
es explicado, generalmente, en términos de "paternalismo político".
En segundo lugar, hallamos una interpretación del populismo entendido en
términos radicalmente nuevos, expresados en las distintas experiencias políticas
surgidas a partir de la "ola neoconservadora angloamericana de los ochenta"
hasta llegar a figuras representantes de tendencias ultraderechistas como Jean-
Marie Le Pen, ex-líder del Frente Nacional. En el caso Latinoamericano, aquellos
regímenes considerados como "neopopulistas" tenían que ver con los gobiernos
de C. Menem en nuestro país, así como también el de Fujimori en el Perú.
Según esta curiosa perspectiva, los nuevos gobiernos de derecha -o ultra
derecha- vendrían a representar el reverso negativo de los gobiernos populistas
de mitad del siglo XX (mencionados en la primera visión) en cuanto al campo
estrictamente económico, enmarcado -desde esa etapa- en el modelo neo-liberal.
<<Antipopulismos>> les llama Carlos Vilas11 -con quien Carlés mantiene
contrariedades conceptuales- a estos regímenes, quien consideraría poco serio e
ilegitimo afirmar como populistas a gobiernos con características totalmente
distintas respecto de las propiedades tradicionales identificadas por aquel; Vilas es
un autor que entiende al populismo como un fenómeno situado históricamente,
expresado en las decisiones de ciertos regímenes políticos en relación con, por
ejemplo, "la movilización e integración de las clases populares en un esquema de
articulación multiclasista, el énfasis industrializador y redistributivo en un régimen
de economía mixta y con fuerte intervención estatal, una política de sesgos
nacionalistas y no alineamiento internacional y, finalmente, una conducción
fuertemente personalizada".
En tercer lugar, al populismo se lo puede interpretar como un particular modo
discursivo expresado en la esfera política; esta visión ha sido argumentada y
desarrollada, en principio, por E. Laclau -siendo una de las más ricas debido,
considero (quizá prematuramente), a su a vuelo teórico-.
Esta perspectiva cobra consistencia a raíz de la creación del texto "Hacia una
teoría del populismo" y su publicación en el año 1978, en el cual se dejan
asentados los primeros argumentos que le permitirán a Laclau, tiempo después en
"La razón populista", articular -desde disciplinas diferentes- categorías mediante
las cuales el populismo se volverá un concepto político particular sobre el cual
será necesario estudiar e indagar, en mayor o menor magnitud.

11
Autor puesto de relieve por Aboy Carlés, lo cual obedecería, aparentemente, a una necesidad semántica
de reivindicación de ciertos rasgos insoslayables del concepto de populismo, debido a un corrimiento
distorsionante del mismo realizado por aquellos representantes de la segunda perspectiva enunciada. G. A.
Carlés, Populismo y democracia en la Argentina contemporánea. Entre el hegemonismo y la refundación.
Santa Fe, Argentina, 2005. Pág. 126.
El populismo, si bien seguirá siendo visto y percibido con una connotación
negativa por algunos sectores de la sociedad, adquirirá una seriedad
indefectiblemente nueva que posibilitará el análisis de determinados momentos
políticos que, de no existir una teoría fuerte y diferenciada del fenómeno, hubiesen
sido -o serían- difíciles de explicar.
Aquellos "primeros argumentos" enunciados por Laclau en el texto del año 78´
denotan la dimensión "rupturista fundacional" del populismo, lo cual implicaría una
dicotomización del campo político expresado en el antagonismo de ciertas
interpelaciones democrático-populares en oposición a la ideología dominante. El
socialismo, para el Laclau de esa etapa teorética, debía devenir socialismo para
conseguir la hegemonía. Seria pertinente retomar esta visión mas adelante, luego
de postular la ultima corriente interpretativa identificada por Carlés.
En este sentido, tres años después de publicado el primer análisis de Laclau sobre
el populismo, aparecen en escena Emilio de Ipola y Portantiero postulando -entre
otras cosas- sus críticas a dicho texto, explicitadas en el articulo "Lo nacional
popular y los populismos realmente existentes".
En dicho artículo, el populismo es expresado como una forma particular de
transformismo12 -despojándolo de su carácter netamente rupturista-, y
manteniendo que, si bien el populismo se caracteriza por el conjunto de
interpelaciones populares que yacen en oposición al orden ideológico instituido, al
statu quo, no es menos cierto que, dicho fenómeno, que funciona de ese modo,
tiende a terminar abroquelándose y, por ende, a suprimir la conflictividad que en
un comienzo le dio sentido para pasar, luego, a generar nuevos dispositivos de
ordenamiento de carácter organicista que terminarían por ocultar, dejar latente, el
potencial de separación inicial.
Es por esto que ambos autores terminan diferenciando entre socialismo y
populismo, separándolos y manteniendo que los "populismos realmente
existentes" estarían caracterizados por un organicismo a causa del cual los
antagonismos de los conjuntos populares contra la oposición dominante -en su
búsqueda- terminarían por subvertirse, desviándose de tal manera que la
recomposición efectuada luego mediante el control del aparato del Estado y la
pregnancia nacionalista derivarían en un decisionismo de carácter verticalista que
acabaría por supeditar lo heterogéneo a lo homogéneo, las partes a la totalidad,
convirtiéndose así en un proceso finalmente contraproducente.
De ese modo, Carlés termina coincidiendo con el planteo de de Ipola y Portantiero,
en tanto que "el populismo no puede ser entonces la simple tensión entre las
estrategias de ruptura y de integración de la comunidad política, pero se constituye
precisamente en esa tensión" (Carlés, 2005, pag. 131).
Ahora bien, volviendo a Laclau y su obra "La razón populista" 13, podríamos afirmar
que allí hay un nuevo tratamiento que no comprende al populismo únicamente

12
Ibídem. Pág. 130.
13
E. Laclau, La razón populista, Fondo de cultura económica, 2005. Págs. 92, 93, 94, 95, 96 y 97.
como un momento de ruptura, debido a que el autor se ocupa de incluir conceptos
distintivos tales como los de "lógica equivalencial" y "lógica diferencial", los
"significantes vacios", etcétera., que le permiten elaborar de manera más solida
las propiedades del populismo, sin reducirlo a la mera tensión.
Laclau asume que la tensión entre lo equivalencial y lo diferencial es irresoluble,
que el pueblo, en este caso, va a terminar expeliendo a un conjunto que denote la
pérdida de su diferencialidad, sin lograr llevar a cabo una sutura. Sin embargo, "sin
algún tipo de cierre, por más precario que fuera, no habría ninguna significación ni
identidad" (Laclau, 2005, p. 95), de lo cual se deduce que, si bien la armonía social
total es un problema insoluble, la condición de correlación momentánea entre las
partes será un preludio a la composición equivalencial que dará lugar, en
determinado momento, a procesos parcialmente sostenibles y durante los cuales
se podrá identificar la constitución de un pueblo.
Esto implicaría la posibilidad articulatoria de los discursos sociales, los cuales
expresaran la objetividad estructural en las cuales se desarrollan y la tensión con
una modalidad distinta de articulación por sobre la cual se intentaran llevar a cabo
practicas que subviertan aquel orden preestablecido para alcanzar una dimensión
hegemónica mediante la unificación de un conjunto incompleto pero potente de
discursos. Por eso el antagonismo es una categoría necesaria del populismo, y el
significante vacio la razón por la cual, en determinado momento, hay una
necesidad discursiva mediante la cual se construyen ciertas identidades que
tienden a hegemonizar las prácticas políticas.
Hegemonizar significara llenar aquellos vacios preexistentes a la próxima
constitución de la identidad colectiva, pero posteriores al momento de ruptura con
la oposición ideológica hasta ese momento dominante, y, por lo cual, a medida
que la articulación y unificación de los discursos cobren una dimensión mayor, el
significante vacio tenderá a disminuir, lo cual no quiere decir que deje de existir,
sino que su misma condición de "vaciedad" permitirá una nueva constitución
dominante en la cual una de las partes diferenciales asumirá la representación de
una totalidad que le excede que, según la retorica clásica, es denominada como la
sinécdoque.

5. Los puntos fundamentales de la ideología de la Revolución Cubana pueden ser


entendidos desde la perspectiva de quien realiza un proceso analítico dialectico
que se constituye, por un lado, mediante la exegesis del corpus conceptual del
marxismo y, por el otro -e inclusive aquí mas importante-, a través de la eiségesis
de los textos revolucionarios caracterizados por el interpretativismo, en el presente
caso, de un sujeto enraizado en un contexto socio-económico disímil -o
desconocido- al de los países tenidos en cuenta por el mismísimo Marx al plantear
sus premisas comunistas para la aplicación de las formulas indispensables que
harían posible el surgimiento de un nuevo modo de producción y la posterior
desaparición del Estado.
Las leyes objetivas de la historia, expresadas a través de la DIAMAT, en
determinado momento son puestas en tela de juicio por los máximos pensadores
de las revoluciones emancipadoras de América Latina. Sucede que, dado que en
el continente habían condiciones de existencia y fuerzas distintas y no tenidas en
cuenta por la ortodoxia marxista de la III Internacional, muchos de aquellos
dirigentes revolucionarios oponían el materialismo dialectico a una filosofía de la
praxis que, según Kohan, le permitiría a Guevara superar la dicotomía entre
materialismo e idealismo14.
Guevara rescata el materialismo dialectico cuando es necesario, pero trata de
resignificar aspectos de la teoría marxista que tenían mayor importancia en el
terreno latinoamericano, y específicamente en el cubano. Por eso expresa, sobre
la revolución cubana15, que era de carácter singular debido a que algunos habían
creído ver un desfasaje porque sin una teoría de peso no sería posible un
movimiento revolucionario, dándole, el Che -a modo de critica-, un lugar
preponderante a la masa y al máximo dirigente de la revolución, Fidel Castro16.
A la masa, en tanto que llevaría a cabo con "entusiasmo y disciplina" los deberes
que el gobierno se encargaba de establecer, siendo aquellos de distinta índole.
Así, aquellas decisiones iniciadas por Fidel eran explicitadas al pueblo, la cual las
tomaba para sí. Y, respecto de Fidel, decía Guevara que poseía las cualidades de
todo gran conductor y dirigente, ensambladas con facultades tales como la
"audacia, la fuerza, el valor y su extraordinario afán de auscultar siempre la
voluntad del pueblo". Es considerado un actor imprescindible de la vida política
cubana, ya desde el 26 de julio de 195317, cuando dirige el ataque al Cuartel
"Moncada", que da inicio a los procesos revolucionarios que finalizarían el primero
de enero de 1959, con el establecimiento del gobierno revolucionario cubano.
Guevara se encarga de dividir el proceso de la revolución cubana en etapas hasta
el primero de enero, momento de establecimiento gubernamental de Fidel y sus
hombres. Así, el movimiento comenzaría a denotar un perfil antes del
desembarco del Granma, para luego seguir con las victorias de la Plata y Arroyo
del Infierno; desde allí, luego, hasta el Uvero y construcción de la Segunda
Columna guerrillera; concluida la constitución de la Segunda, quedaría la
constitución de la siguiente (la Tercera) y la Cuarta, con la invasión hacia Sierra de
Cristal y el establecimiento del Segundo Frente, para luego llegar a la huelga de
abril y su fracaso, el rechazo de la gran ofensiva y, por último, la invasión hacia las
villas18.
Durante todo ese recorrido, de comienzo a final, las características practicas de
los distintos actores que participaron de esos momentos históricos van a ir
transmutando, generándose un proceso de modificación mediante el devenir de

14
N. Kohan, El sujeto y el poder, Edición AMPLIADA, 2005. Pág. 32.
15
E. Guevara, Obras Completas 1, LEGASA. Pág. 263.
16
E. Guevara, Obras Completas 2, LEGASA. Págs. 10, 38 y 39.
17
Ibídem. Pág. 8 y 9.
18
E. Guevara, Obras Completas 1, LEGASA. Pág. 268.
los principios morales postulados -y estudiados- por los principales dirigentes
militares de la revolución cubana.
Antes del desembarco, es decir, previo a la primera etapa, prevalecía un carácter
según el cual la revolución debería darse abruptamente, indicando un perfil un
tanto poco solido y pueril, quizá, de sus contendientes. El objetivo era derrocar el
régimen de Batista, para así dar lugar a una forma de gobierno radicalmente
distinta lo más rápido posible. Desde allí se sucedieron una serie de hechos
inesperados, con posteriores revitalizaciones de la fuerza sublevada, allanando,
poco a poco, el camino a la constitución de la revolución.
La inclusión de nuevos actores, como las masas campesinas, serian pasos
indispensables en momentos de debilidad potencial, con el necesario
establecimiento de columnas guerrilleras que robustecieran el espíritu de lucha. Es
el campesinado el que incide en las fuerzas guerrilleras para la posterior
consecución de sus luchas, siendo modificada su madurez y aprehendiendo del
carácter vigoroso, su ethos terrenal y su capacidad de sufrir ante las adversidades
y la hostilidad de las fuerzas opresoras. La Reforma Agraria será una
demostración de aquello.
Dirá el Che, "el intelectual, de cualquier tipo, pone su pequeño grano de arena
empezando un esbozo de la teoría. El obrero da su sentido de organización, su
tendencia innata de la reunión y la unificación" (Guevara, 1960, p. 276).

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