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SEXUALIDAD
RELACIONES Y CRECIMIENTO ESPIRITUAL

AUTORA: Agnes Ghaznavi

INDICE

§ Prefacio

1. La práctica diaria de una psiquiatra


§ Identidad sexual:
§ una historia de muchas generaciones
§ El cuento de las manzanas

2. Actitudes tradicionales que influyen en el presente.


§ El hombre de mi vida

3. Cualidades y actitudes necesarias en una relación de igualdad


§ Reciprocidad
§ Respeto
§ Amistad
§ Lealtad
§ Castidad
§ Fidelidad
§ Proximidad y libertad
§ Ternura
§ Afecto

4. Algunas relaciones difíciles


§ Celos
§ Envidia
§ Imponer la propia opinión
§ Sensibles e insensibles
§ Derrochadores y tacaños
§ Ordenados y bohemios
§ Hiperactivos sexuales y recatados

5. El carácter de oposición
§ La pareja utilizada como cubo de la basura
§ Relaciones sadomasoquistas
§ Otras relaciones patológicas

6. Relaciones inmaduras y degradantes


§ Tres ruedas
§ Relaciones incestuosas y abusos sexuales
§ Las perversiones y el temor a ellas

7. Dolor y desarrollo
§ Mis padres y yo
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§ El proceso de convertirse en persona


§ La sexualidad emergente
§ Vulnerabilidad e ira

8. El desarrollo sexual en los niños


§ Masturbación
§ Adolescentes y sexualidad

9. Elegir una pareja para toda la vida


§ Sobre el romanticismo
§ Sobre el compromiso

10. Nuevos aspectos de la sexualidad


§ La relación
§ Pasión y sensualidad en el amor
§ No supresión, sino regulación y control
§ La comunicación como modelo para el cuerpo y la mente

11. Nuevos métodos de salud espiritual


§ El amor como acción
§ No deben guardarlo en sus corazones
§ Regar continuamente el árbol de nuestra unión
§ Afrontar las dificultades

Epílogo
Biografía
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PREFACIO

Hace sólo unas décadas, comenzó una revolución silenciosa: la revolución sexual. ¡Y todavía no
ha terminado!

Hace más de un siglo, tuvo lugar una revolución mucho más poderosa: un prisionero, la
Manifestación Divina, Bahá'u'lláh, proclamó la unidad de la humanidad y la igualdad de derechos
entre hombres y mujeres. Desde entonces, las mujeres han empezado a desarrollar sus capacidades y
han comenzado a surgir oportunidades de acceso a todo tipo de campo de actividad en la sociedad. Así
pues, las antiguas estructuras de familia y de relaciones sociales han comenzado a resquebrajarse.

La visión de la Fe Bahá'í es de evolución y desarrollo humano progresivo, de capacidades que se


manifiestan tanto en hombres como en mujeres, de nuevas oportunidades que ofrece una sociedad en
evolución. Es la visión de una sociedad que se enriquece con esas cualidades femeninas que hasta
ahora habían estado confinadas dentro de los límites del hogar. Esta visión dice que unas nuevas
cualidades se entrecruzan para tejer vínculos íntimos entre hombre y mujer, manteniendo unas normas
de castidad. La castidad permitirá a las personas asociarse de manera más libre y con una gran
creatividad en las relaciones, sea en el trabajo, en el ocio o en campos creativos tales como el religioso,
el artístico o el científico.

¿Existe alguna solución preparada, según la psicología, para todas las dificultades que la gente
encuentra hoy en día en sus relaciones y en sus aspiraciones sexuales? Hasta el presente no he
conocido ningún enfoque que haya demostrado que da resultados duraderos. Siempre que han surgido
problemas, la solución ha sido combinar la consulta y el deseo de ambos miembros de la pareja de
crecer como personas en la relación, y luego buscar un ajuste, en el terreno sexual, dentro de este
nuevo contexto. Ésta es la visión de la Fe Bahá'í.

Para quienes están decididos a seguir una nueva visión de las relaciones y, por tanto, también de
sus necesidades sexuales, existe la recompensa del crecimiento personal y del enriquecimiento de la
relación. Hay que pagar el precio de un duro trabajo -a menudo, un intenso sufrimiento- combinado
con una creciente sensación de dominio y una apertura a nuevos campos de experiencia, a nivel
emocional y espiritual.

No existen soluciones mágicas. Tengo la convicción de que la Fe Bahá'í ofrece la "receta" más
hermosa que podemos encontrar en la era moderna para este conjunto de crecimiento en la relación de
pareja y necesidades sexuales. Además, esta receta no parece limitarse en absoluto a quienes se
confiesan bahá'ís, sino que parece aplicable universalmente. En aquellos casos en que no se sigue este
nuevo modelo, la vida sexual de la pareja se estanca, la relación pierde su grandeza o las personas
padecen sufrimientos y penalidades o un vacío interior. Los seres humanos son muy frágiles,
dubitativos y apáticos en su aspiración por crecer y evolucionar, pero todos parecen subir
trabajosamente por esta espiral, dedicándose un día al crecimiento interior y otro a la relación con el
cónyuge o intentando atender sus necesidades sexuales, además de otros cambios múltiples y
complejos en la vida humana.

Como último recurso, parece que todos nosotros evolucionamos en la misma dirección: crecer
espiritualmente y traducir este crecimiento en actitudes y acciones que calen en nuestras vidas
cotidianas.

Teniendo esto en cuenta, me gustaría definir algunos términos tal como se utilizarán en este
libro:
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La relación matrimonial (la relación, de forma abreviada) es el deseo de dos personas de


mantener una interrelación duradera y cada vez más profunda: ... el matrimonio debe ser una unión del
cuerpo y también del espíritu... pues, si el matrimonio está basado en el espíritu y en el cuerpo, esa
unión es verdadera, y por ello perdurará.1

Sexualidad es un término que denota un ámbito más amplio que las meras funciones corporales.
La sexualidad tiene una expresión compleja y abarca todos los niveles del ser humano: el físico,
psicológico, social y espiritual. Por así decir, la sexualidad y la relación se entrecruzan:

... una verdadera relación entre dos personas que se tienen cariño ... una relación tanto física
como espiritual.2

El sexo es una actividad humana.


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1
LA PRÁCTICA DIARIA DE UNA PSIQUIATRA

La mayoría de la gente, si reflexiona al respecto, recibe todo tipo de informaciones fragmentadas


acerca de la sexualidad. Esta educación sexual informal, desde la niñez más temprana, comienza en la
familia y continúa a lo largo de los años de escolaridad y de la adolescencia. En la actualidad, muchas
escuelas tienen programas de educación sexual y se publican numerosos artículos en la prensa popular
y libros sobre la sexualidad, hasta el punto que ahora resulta difícil no verse desbordado por tanta
información. No obstante, lo extraño es que la gente permanece leal a sus lejanos recuerdos de la
niñez: aunque están bien informados, a menudo parece que su propia sexualidad se aferra a sus
primeras fuentes de aprendizaje, por parciales o falsas que pudiesen haber sido.

Recuerdo de mi propia niñez haber tenido la vaga impresión de que mis padres sentían un tenso
pudor cuando hablaban de cuestiones íntimas. Esto me volvió desconfiada y aprendí a procurar, con
tacto, no avergonzarlos más, ni a ellos ni a otras personas. Aprendí a aparentar que no entendía lo que
sucedía.

¡Sin embargo, habían despertado mi curiosidad! Así, busqué en los libros -toda clase de libros-
en un esfuerzo de reunir más información sobre aquel tema tan misterioso que parecía reservado para
los mayores, no para los niños. Tenía dudas y pensaba mucho en ello, en mi intento de desentrañar
aquel misterio. Más adelante, un diccionario vino en mi ayuda. Mi padre había comprado el antiguo y
muy detallado Grosse Brockhaus para que toda la familia lo utilizase, que fue una oportuna fuente de
opiniones interesantes y detalles anatómicos fascinantes. En particular, las patologías estaban descritas
con gran precisión.

El tabú procedía directamente de mis antepasados norte- americanos, los pioneros puritanos:
"estas cosas" son sólo para hombres; una mujer virtuosa actúa como si no le interesara en absoluto. Yo,
que era una ávida lectora de novelas románticas, quedé asombrada por el consejo de la época
victoriana de "tumbarse y pensar en las patas del piano de cola". Apenas sabía lo que eso quería decir:
¡todo era un gran misterio y, por tanto, evidentemente era muy importante!

Cuando comencé a mostrar las primeras señales de la prepubertad, mi madre me preparó para el
inicio de la menstruación. Fue una introducción bastante lacónica al arte de dar a luz. Aprendí a llamar
a mi período "la maldición"; éste era el vocabulario normal de aquella época. Aprendí que las chicas
no nadan ni participan en actividades deportivas cuando tienen "la maldición". Me sentí avergonzada y
acusada.

Más adelante, mi madre me invitó a tener una breve charla acerca del amor. Me senté junto a
ella y la máquina de coser. Era obvio que mi madre había hecho acopio de todo su coraje y estaba
decidida a cumplir el deber que tenía hacia mí. Con las manos sobre el regazo, comenzó diciendo:
"Cuando te enamoras de un hombre... cuando te enamoras de un hombre... bueno... (titubeó y,
visiblemente, se rindió) cuando te enamoras de un hombre, ¡todo está bien!". Entonces aprendí que
nunca, nunca debía volver a hacer que mi madre se sintiera tan desgraciada, mostrando interés en saber
más cosas acerca de este tema misterioso. También aprendí que lo que ella decía no era
necesariamente toda la verdad, pero esto lo guardé para mis adentros.

Cuando llegó el tiempo de empezar a salir con chicos, descubrí con asombro y desagrado que a
las chicas, fuera cual fuese su carácter y temperamento, se les decía que debían tener cuidado y
desconfiar de los hombres, porque todos ellos querían obtener sólo una cosa de ellas. Por otra parte, a
los muchachos se les animaba a demostrar su virilidad saliendo con tantas chicas como les fuese
posible y manteniendo relaciones sexuales tempranas, pero no les convenía implicarse en una relación.
Más tarde aprendí que ésta era la educación tradicional: normas distintas para chicos y chicas. Con
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perplejidad comprendí que eran los padres de esos chicos y chicas los que invocaban esa doble moral,
animando a los muchachos a ser permisivos e irresponsables en nombre de la "libertad", y a las
muchachas a ser temerosas y permanecer a la defensiva. De las jóvenes que se sometían a los deseos
de los chicos se decía (por los hombres) que eran "fáciles", pero que no valían mucho la pena.

¿Cuál ha sido el resultado de todo esto? Que cada vez más personas plantean su disfunción
sexual a su médico de cabecera. Las mujeres, cuando acuden a la consulta de su ginecólogo,
proporcionan enormes cantidades de sufrimiento reprimido a la menor pregunta. Estas mujeres, que a
menudo me son enviadas por ginecólogos, se presentan con un discurso semejante al siguiente:

- Doctora, nunca he sentido nada durante el acto sexual. Hace algunos años, a veces soñaba y
luego tenía un orgasmo al despertarme. Eso me hacía sentir bien. Pero nunca he tenido una sensación
semejante con mi marido (o mi novio). Cuando leo algo acerca del orgasmo, no me siento identificada.
Hace poco tiempo, expliqué a mi marido esta triste realidad de nuestra vida matrimonial y se quedó
horrorizado. Yo siempre había simulado el placer durante el acto sexual. Él se sintió culpable y
desgraciado por no haber podido darme un orgasmo. Desde entonces, las cosas han ido cada vez peor
entre nosotros, porque mi marido está cada vez más deprimido por su incapacidad de darme un
orgasmo. Él insistió en que viniera a su consulta.

Por supuesto, el hombre no es responsable de "dar" un orgasmo a una mujer; eso es asunto de
ella. Sin embargo, está claro que un hombre puede ayudarle mucho y contribuir a su consecución.

Aparte de dar consejos personales y específicos, suelo introducir algunos hechos básicos acerca
de la sexualidad y luego abordo los siguientes aspectos:

§ Por lo general, ambos miembros de la pareja padecen inmadurez o una disfunción de sus facultades
sexuales. El síntoma más evidente de uno de ellos puede ocultar el síntoma del otro, como en el
caso de la eyaculación precoz de un hombre y una disfunción orgásmica de la mujer.
§ A menudo, las personas no han tenido ninguna educación sexual, o ésta ha sido muy escasa. Esto
parece ser así, no sólo en mi pequeña ciudad próxima a las montañas en la Suiza occidental, sino
también en las mujeres que viven en áreas cosmopolitas. ¡Ser una persona culta o sofisticada
cambia el nivel dé conocimiento, pero no las sensaciones! Una discusión sincera y abierta sobre
estas cuestiones puede derribar muros de ignorancia y los miedos que son su consecuencia, y
despejar el camino para que la sexualidad fluya de una manera más natural.
§ Además, los síntomas están anclados en la propia historia personal y de la familia y se remontan a
varias generaciones atrás. Se han generado conflictos y agravios que no se han resuelto. Una
frustración prolongada ha bloqueado la relación y su forma de expresión.
§ También puede haber conflictos o agravios ocultos dentro de la pareja que no se están afrontando.
Dado que este motivo suele estar presente e incluso ser el elemento principal, explico a mis
pacientes que estas dificultades ocultas han conducido a la agitación interior y a la infelicidad. No
se han explicado ni se han afrontado conjuntamente dentro del matrimonio. A menudo, esta
situación brota de la sensación de que existe una obligación, inconsciente y compartida, de tener
que adaptarse al cónyuge, ser siempre amable y agradable, no crear problemas y contribuir a que
haya paz en el matrimonio y en el hogar. Por supuesto, es estupendo ser una persona amable y
agradable, y por descontado debemos contribuir a que haya paz en el hogar; pero cuando existe una
auténtica dificultad, ésta debe plantearse:

Una vez más, en caso de que una circunstancia cause una ofensa real entre ambos, no
deben guardarlo en sus corazones, sino explicarse su naturaleza mutuamente y tratar
de eliminarla lo antes posible.1

§ Cuando las personas recurren a un especialista para corregir su disfunción sexual, suelen haber
llegado ya a un estado de crisis y a menudo creen que su relación ha llegado a su fin. Es útil ver las
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crisis bajo un prisma diferente: son el principio de un cambio, de una apertura, de reconocer el
sufrimiento, la vulnerabilidad, la debilidad y la diferencia mutua, y de trabajar para alcanzar un
nuevo nivel más amplio de unidad y comprensión. Una crisis suele surgir cuando una página de un
largo capítulo de la vida se está volviendo muy deprisa y una nueva etapa asoma por el horizonte;
por ejemplo, el cambio de la vida despreocupada de unos recién casados a la de quienes esperan a
su primer hijo, o el nacimiento de otros niños, o la fase en que los hijos se van de casa y cortan el
cordón psicológico que les unía a sus padres.
§ Una emancipación tardía de la mujer suele ser la causa de muchas fricciones, ¡ya que ningún
hombre está dispuesto a renunciar a sus privilegios sin antes luchar por ellos sin rodeos! La
depresión, la ansiedad, la frustración o el sentirse "quemado" son sólo síntomas que enmascaran los
verdaderos problemas de los individuos y de su relación. No debemos insistir en exceso en estos
síntomas, ya que pueden distorsionar el problema subyacente que deberá ser afrontado por ambos
miembros de la pareja de una manera satisfactoria. Concentrarse sólo en los síntomas distraerá
nuestra atención del problema y lo centrará exclusivamente en la persona "enferma". Esto conduce
a un callejón sin salida.
§ Muchas mujeres no tienen una relación realista o personal con su propio cuerpo. Nunca se sienten
verdaderamente vivas o permanecen "como muertas", es decir, muchas partes íntimas de sus
cuerpos están adormecidas como si estuviesen bajo los efectos de la anestesia. Muy a menudo, las
mujeres no han aprendido a respetar las necesidades y los deseos de su cuerpo. No prestan atención
a sus expresiones positivas, como la necesidad de ternura, contacto y valoración por parte de su
compañero, ni a las señales y avisos de sus limitaciones, como el cansancio o la necesidad de estar
sola y no ser molestada o utilizada. En una etapa relativamente tardía de sus vidas, tendrán que
sumergirse en el abismo de sus propias necesidades y deseos, llegar a conocerlos y aprender el
lenguaje del cuerpo.
§ Muchos hombres no han aprendido nunca el vocabulario de la ternura y del respeto hacia una
mujer.
§ La mayoría de la gente no ha sido jamás iniciada en los métodos de la consulta, la comunicación y
la cooperación, ni a la noción de la igualdad entre los sexos. Es preciso aprender estas nociones y
métodos. Cuando se desencadena la disfunción sexual de una pareja, es útil sondear las diferentes
cosas que los miembros de la pareja han aprendido: las actitudes inconscientes, o la expresión no
verbal de prejuicios e informaciones amenazadoras que un niño pequeño puede haber interpretado
mal o entendido de manera literal. Todos estos aspectos tienen un efecto duradero en las personas y
moldean sus impulsos y deseos, y son responsables de una parte de los conflictos y las dificultades
que surgen más tarde. Es evidente que, a pesar de la bravata: "Ya sabemos cómo son las cosas, ya
hemos leído todo lo que hay que leer sobre eso, no seguimos el ejemplo de nuestros padres y
madres", las normas anticuadas y desfasadas de generaciones pasadas siguen presentes en la gente
de hoy. Por desgracia para los miembros de la pareja, la identidad sexual y las actitudes ligadas a la
misma suelen ser inconscientes y se originan en la niñez; se aprenden a través del ejemplo y no de
las palabras. Estos modelos sólo cambian poco a poco.
§ Es lamentable que muchas personas sólo lleguen a ser conscientes de que han sido víctimas de
abusos sexuales, tales como el incesto o abusos por parte de amigos o extraños, en una etapa tardía
de sus vidas. Esta experiencia puede aniquilar el potencial sexual de un individuo.
§ Por lo general, la pareja no ha aprendido a expresar emociones mutuamente de una manera que
resulte comprensible para ambos, y se ven envueltos en problemas de comunicación. Los niños son
muy eficaces en el campo de la comunicación de emociones, ya que no han aprendido a suprimir su
deseo natural de comunicarse.
§ Muchas mujeres se sienten fascinadas por la fuerza y el aura de poder, corporal y verbal, de los
hombres. No han aprendido a expresar verbalmente sus propios valores, opiniones y puntos de
vista. Carecen de confianza para expresar su naturaleza más emocional y sociable en presencia de
hombres. Las mujeres tienen que aprender a asumir su naturaleza y a expresarla con confianza, y
verbalmente, cuando estén con hombres.
§ A menudo, un hombre y una mujer que llevan varios años viviendo juntos no se conocen el uno al
otro, ni siquiera físicamente. En estos casos, yo suelo contarles algo semejante a esto: "La
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naturaleza ha hecho a los hombres más agresivos y musculosos. Sus padres y madres los educaron
para alcanzar metas y ser extrovertidos, activos e intensos en las actividades que realizan". Así
sucede también en la sexualidad. En general, a un hombre le gusta un entrante breve, pero no
quiere quedarse mucho tiempo en él. Luego le gusta pasar al plato principal; ésa es la parte
importante para él, y le encanta saborearla. Lo importante es lo genital; es una acción intensa,
activa, con un rápido clímax seguido de la necesidad de recuperarse. La mujer tiene su sexualidad
extendida por todo el cuerpo; su sexualidad está en la piel, debajo de ella, y también en sus
genitales. Es global, no está concentrada. Tiene sensaciones sexuales con diferentes grados de con-
tacto. Incluso los detalles ajenos al dormitorio, como un ramo de flores, una caricia o una mirada
amorosa, la hacen sentirse "sexual", mientras que esto no es frecuente en los hombres. Si el
compañero tiene muy poco desarrollado o carece de este aspecto globalizador de la sexualidad, la
mujer no suele "animarse". Cuando una mujer está excitada, puede tener toda una serie de
orgasmos, uno detrás de otro, lo que suele causar perplejidad en el hombre. Por supuesto, esto es
una simplificación, generalizada y exagerada, pero muy a menudo da la señal de alarma en ambos
miembros de la pareja respecto a sus diferentes expectativas y sensaciones.
§ En la sexualidad, estamos desnudos... ¡no sólo en lo exterior, sino también en lo interior! No
podemos ocultar qué es lo que somos, pero habitualmente no nos damos cuenta de esto. Un hombre
violento será sexualmente violento, una mujer tímida será apocada y pasiva, una persona
imaginativa querrá probar cosas nuevas, un individuo apasionado resuma pasión... a menos que
estén bloqueados.

Como estamos desnudos, expresamos emociones, no sólo las más hermosas y humanas, sino
también las animales y oscuras. De alguna manera, escapan a nuestro control. Así, una mujer que ha
mantenido su ira contra su tiránico padre, firmemente encerrada en su pecho o en su vientre, expresará
su odio contra su compañero. Un hombre cuya madre fue demasiado posesiva y protectora querrá
liberarse de esa madre cuando haga el amor con su mujer... y su esposa puede que no sea demasiado
posesiva, ¡pero aun así recibe una ración de cólera cada vez que tienen una relación sexual!

Identidad sexual:
una historia de muchas generaciones

Fue inolvidable mi encuentro con una mujer bahá'í de quinta generación con antepasados
zoroastrianos. Nunca nos habíamos encontrado antes y jamás volveríamos a hacerlo.

Lo que ella me dijo cuando charlamos lo confirmé mientras leía el corto capítulo que John
Huddleston dedica a los zoroastrianos en su libro The Search for a Just Society:

No se hace ninguna distinción entre las almas de hombres y mujeres y, en consecuencia, en la fe


Zoroastriana las mujeres han sido tratadas de forma más igualitaria que en la mayoría de las demás
culturas... [Los zoroastrianos] son conocidos por sus niveles de educación superiores a la media... y
una elevada moralidad sexual (se asegura que no existe nadie que pueda definirse como una prostituta
Zoroastriana).l

Nuestra conversación se centró sobre el tema de la identidad sexual. Aquella mujer tranquila e
impresionante me habló de su creencia de que la religión y sus tradiciones moldean de manera
profunda lo que llamamos identidad sexual. Bajo su ancha frente, sus oscuros ojos tenían una
expresión serena cuando añadió:

- Creo que, para que la identidad sexual cambie, ¡se necesitan seis generaciones como mínimo
tras cambiar de religión!
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Al mirar a sus sagaces ojos y su silueta femenina llena de dignidad, pensé que ella y su familia
habían alcanzado, en cinco generaciones, lo que otros procedentes de un pasado menos afortunado
tendrían que esforzarse durante mucho más tiempo. A su manera, con total seguridad en sí misma,
aquella bahá'í de antepasados zoroastrianos expresaba una realidad: la identidad sexual es una parte
importante de nuestra identidad; el hecho de ser concebido, nacer y ser educado como chico o como
chica es una parte importante de nuestra identidad y puede mantener su influencia a lo largo de toda su
vida. El aprendizaje y el sufrimiento son diferentes para un hombre y para una mujer.

La identidad sexual abarca la sexualidad, que a su vez es algo más que la actividad sexual. La
religión ha determinado profundamente la identidad sexual. Cada religión ha creado modelos para el
hombre y la mujer, ha definido el contenido de la relación entre ambos sexos o incluso ha legislado al
respecto. Cada religión, en sus días de gloria, ha dado los mejores frutos sobre la cuestión de la
identidad sexual; en su larga decadencia, en todas las religiones se ha abierto un oscuro abismo de
vicio, perversión, lujuria y vacío.

El mayor fruto de la dispensación bahá'í sobre la cuestión de la identidad sexual es el don de la


igualdad entre los sexos y la elevación de la castidad como cualidad personal para ambos sexos y
garantizador de unos matrimonios más felices.

El cuento de las manzanas

Los bahá'ís no creen en la supresión del impulso sexual sino en la regulación y


control.1

Hace unos años, el profesor Hossain Danesh de Canadá, al presentar una mesa redonda sobre
sexualidad en una Conferencia de Estudios Bahá'ís sobre "Salud y curación" contó la siguiente
historia:

A lo largo de los años, los padres han introducido el tema de la sexualidad a sus
hijos diciéndoles cosas como ésta: "Queridos niños, el mundo es hermoso y está lleno
de cosas maravillosas. Hay árboles y matorrales con bayas deliciosas; y hay
melocotones, jugosos y dulces. Probad los melocotones y disfrutad de su sabor.
También hay albaricoques, peras, ciruelas y melones, suaves, dulces y refrescantes...
¡también podéis probar todas estas deliciosas frutas! Y hay fresas, frambuesas,
arándanos y las tentadoras moras, por no hablar de la grosella... Podéis tomar todas
estas maravillosas frutas, comerlas y saborearlas. Pero hay una fruta, una sola fruta,
queridos niños, que no podéis probar, que debéis evitar y alejaros de ella: ¡la
manzana!"
Y, ¿qué ocurrió a lo largo de los años? Que todos los niños y todos los jóvenes,
incluso los hombres y mujeres ya adultos, sólo pensaban en una cosa: ¡en las
manzanas! ¡No paraban de pensar en las manzanas prohibidas!

Esta maravillosa historia describe el paradigma de la sexualidad y su inevitable influencia sobre


los pensamientos, las preocupaciones, los deseos y las inhibiciones de la gente en todas las épocas. Ha
ocupado una enorme parte de sus pensamientos, sentimientos y deseos privados e íntimos de la
humanidad, a menudo hasta un extremo tal que la gente perdía su equilibrio y su felicidad, y se
volcaba en una búsqueda desesperada de la quimera de la felicidad sexual. El resultado podía ser el
que Shoghi Effendi, Guardián de la Fe Bahá'í, describió acertadamente con estas palabras:

"A menudo pensamos que nuestra felicidad se encuentra en una cierta dirección; sin embargo, si
tenemos que pagar un precio demasiado elevado por ella, tal vez descubramos que no hemos comprado
la libertad o la felicidad, sino sólo una nueva situación frustrante y decepcionante."
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Cuando yo estaba estudiando psiquiatría, un día iba en coche con un compañero de estudios a un
pueblo de las montañas. Yo conducía; íbamos a ver a una familia cliente. No sé cómo sucedió, pero la
conversación se desarrolló de tal manera que acabamos hablando de sexualidad y yo me aventuré a
decir que mi religión, la Fe Bahá’í, tenía un enfoque positivo de la sexualidad y la consideraba "un
derecho natural de todo individuo". Así, en una familia bahá’í prácticamente no cabía plantearse la
existencia de sentimientos de culpa asociados a la supresión de los deseos sexuales de un individuo de
una forma neurótica. Mi compañero me hizo algunas preguntas y luego pasamos a hablar de otros
temas. Tras nuestra visita, mi compañero me dijo de repente:

- Para regresar tomaré el tren. No iré contigo en coche. Me quedé tan sorprendida que tuve que
aparcar el vehículo en el arcén de la carretera para pensar en lo que había ocurrido. ¡Comprendí que
aquel hombre, de convicción y formación freudianas, había quedado totalmente estupefacto y sus
creencias se habían sacudido al oír que existía una religión que tenía un enfoque tan positivo de la
sexualidad! Supuse que, de algún modo, había puesto en tela de juicio su visión del mundo.

Me imagino que la mayoría de la gente se ha hecho su visión del mundo a partir de un enfoque
deformado de la sexualidad, cuyo origen radica en el declive de la religión como una fuerza sana y
positiva; y, por otra parte, las personas se debaten en la confusión de conocimientos inseguros y
preceptos relativos a esta cuestión importante, pero de ningún modo trascendental. La mayoría de la
gente que he conocido ocultaba, con total discreción, dificultades de carácter sexual o erótico: ¡su
modelo estaba demasiado deformado! ¡No puede existir una sexualidad sana a partir de un modelo
distorsionado!

Y lo que es peor, la mayoría de la gente se pasa largos periodos de su vida reprimiendo su


sexualidad, combatiéndola, ocultándola al igual que sus sentimientos... ¡porque no está encauzada a
través de un canal puro y saludable!

Pero este modelo nuestro producirá personas más sanas, más felices y más nobles, e influirá en
formar matrimonios más estables.1
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2
ACTITUDES TRADICIONALES QUE INFLUYEN EN EL PRESENTE

"La cabeza de la mujer es el hombre", escribió san Pablo, "...ni fue creado el hombre por razón
de la mujer, sino la mujer por razón del hombre" . La autoridad de san Pablo (no de Jesús) ha definido
las relaciones entre hombres y mujeres en la era cristiana durante dos mil años. Este modelo todavía
está muy vigente, como lo demuestra el continuo escándalo causado por la ordenación sacerdotal de
mujeres. "No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio", fue
el consejo de san Pablo.2

La mayoría de las mujeres educadas en la cultura cristiana están apartándose de este paradigma
mas, por desgracia, aún se encuentran atrapadas en un sistema anticuado de relaciones familiares y,
sobre todo, de pareja. Es posible observar un amplio abanico de actitudes diferentes. La rebelión forma
parte del fenómeno de liberarse del modelo antiguo: puede ser de forma abierta u oculta, activa o
pasiva, pero casi todas las mujeres están luchando de algún modo para liberarse. Por consiguiente,
todos los hombres han sido arrojados también al combate ya que, según su forma de pensar, se ven
obligados a perder viejos privilegios y prerrogativas...

Veamos los casos de dos parejas que se han mantenido dentro del modelo antiguo. La actitud de
la mujer es pasiva en un caso y activa en el otro, pero ninguna de ellas ha podido resolver el problema
de forma positiva; ambas están decepcionadas.

Maggie es la mujer de un hombre autoritario, eternamente sumisa, que suspira sus penas en
silencio; con el paso de los años ha caído en un alcoholismo grave. Cuando su marido se siente solo
por la noche, la “utiliza” aunque esté dormida.

María, que procede de una cultura mediterránea, tiene temperamento más que sobrado para
quejarse de su marido, tanto a los numerosos médicos que visita como a sus tres hijos. Es una mujer
solitaria y torturada que suele estar en cama cuidando de sus muchas enfermedades reales o
imaginarias. Piensa que el fin de semana no existe: es entonces cuando su marido, un hombre primitivo
que se aburre cuando no está trabajando, la utiliza con frecuencia para aliviar sus tensiones sexuales.
La rebelión de María se produce en los días laborables, cuando se queja de él... pero sólo ante sus
médicos y sus tres hijos...

A algunas mujeres les encanta su papel tradicional cuando sus hijos son pequeños, pero se
rebelan en cuanto los niños se independizan de sus cuidados. Esta situación puede acabar a menudo en
tragedia, como en el caso de Josie y Ted.

Josie, una mujer de carácter afable y no muy inteligente, estaba casada con Ted, cuyo trabajo
como maquinista de tren le había vuelto obsesivo respecto al orden, la puntualidad y que en el hogar
estuviera todo bien organizado. Tenían serios problemas: Josie se había enamorado de un hombre de
escasa moralidad que la tenía fascinada. Aquel hombre era un auténtico donjuán que sabía jugar con
los sentimientos de Josie. Cuanto más protestaba Ted, más enamorada estaba Josie, despreocupada
como una jovencita, sin pensar en el bienestar de Ted y de sus dos hijos. Parecía que no había salida y,
por fin, Ted decidió divorciarse de Josie.

Con Ted y Josie se había hecho realidad un modelo muy habitual, y el resultado fue un desastre para
toda la familia. Ambos estaban convencidos del carácter sagrado y justo de los roles tradicionales: el
hombre es superior a la mujer y, por lo tanto, debe guiarla, dominarla, mantenerla controlada, etc.
Habían estado tan ocupados, primero con su amor romántico y luego con la construcción de su hogar y
el cuidado de sus hijos, que sólo despertaron a su terrible realidad cuando los chicos ya eran casi
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adultos y la mayor se había enamorado, hasta el punto de estar dispuesta a abandonar el hogar, la
familia y los amigos y seguir a su novio hasta el fin del mundo. La historia se repite...

Sólo entonces Josie comprendió, en lo más hondo de su corazón, que había entregado veinte
años de su vida a su esposo sin pedir nada a cambio, que había abandonado su formación laboral por
él. Ted era mayor que ella y quería un hogar (y alguien que cuidase de él) sin tener que apoyar a su
esposa durante su aprendizaje. Aún peor, ella no había crecido ni un centímetro como persona. No
obstante, había cumplido con sus roles sociales a la perfección: como esposa, ama de casa y, sobre
todo, madre. Ted no tuvo nada que reprocharle hasta el desgraciado incidente de la aventura de Josie.
En cuanto a Ted, su comportamiento también había sido irreprochable: fiel y dedicado a sacar adelante
a su familia y a la de su esposa, de manera incondicional y sacrificada.

Josie, amante del placer, irreflexiva y esquiva a cualquier dolor o sufrimiento, se involucró por
completo en su nuevo romance, pero seguía profundamente vinculada a su marido y siguió viviendo
con él. No estaba dispuesta a sufrir, reflexionar y crecer; ni a buscar nuevos principios que le diesen la
perspectiva necesaria para ordenar su vida de nuevo. No tenía fe en su religión (cuyos principios, en lo
referente a la relación entre hombre y mujer, ella había seguido al pie de la letra, pero sin los
elementos del verdadero amor, la lealtad y la fidelidad). Así, cambió una situación por otra muy
similar: ser la sirviente y la admiradora de un hombre del que esperaba toda la felicidad del mundo.
Cuando su relación extra- matrimonial comenzó a declinar, ella siguió sin pararse a pensar. Continuó
titubeando entre los dos hombres, porque le gustaba ser el ansiado y deseado premio de ambos. ¡Pero
ninguno de ellos estaba dispuesto a seguirle el juego! Su marido pensó en divorciarse, mientras que su
amante prestaba cada vez más atención a su novia anterior. La aventura de Josie, muy basada en el
romanticismo, no había sido muy satisfactoria sexualmente, pero ella había desdeñado este hecho con
esperanzas carentes de realismo y ráfagas de entusiasmo. Inmersos en el materialismo y guiados sólo
por la tradición, Ted y Josie se encaminan hacia la tragedia. Otras mujeres tienen más coraje y fe en la
evolución, y están decididas a trabajar en favor de un modelo de responsabilidad y conciencia, como
compañeras de los hombres en un plano de igualdad. Han resuelto trabajar con paciencia para hacer
realidad más y más rasgos, de este nuevo modelo, conscientes de que, tras miles de años de seguir
modelos antiguos, el nuevo no va a implantarse fácilmente. Tienen que padecer pruebas y
sufrimientos, y aparentemente sus relaciones no son muy buenas. Tienen dificultades evidentes y han
de luchar durante mucho tiempo, ¡a menudo, durante años!

Robert y Mary, que se habían criado en contextos sociales distintos y habían aprendido pronto
que la vida está llena de peligros, se hicieron novios y se casaron jóvenes. Sus caracteres y puntos de
vista eran aún flexibles y no tenían miedo de cambiar sus hábitos o los rasgos de sus personalidades
para conseguir una mayor intimidad. Robert estuvo sometido a un fuerte estrés en su trabajo durante
un tiempo y Mary estuvo muy ocupada con sus tres pequeños, pero ellos procuraron no romper su
vínculo. Se tomaron tiempo para reflexionar y consultar acerca de su relación, cada vez más débil, y de
la reducción de su atracción sexual. Fue una labor ardua y dolorosa. A veces sentían la tentación de
renunciar, pero algo les animaba a perseverar. Además, tenían unos principios morales y una fe a los
que aferrarse; querían ser fieles a los principios de lealtad y fidelidad, y rezaban, aunque no siempre
sentían el amor como un cálido resplandor, sino como perseverancia. Con el tiempo se sintieron más
cómodos en esta nueva fase de sus vidas y recursos que no habían imaginado vinieron en su ayuda
para fortalecer su relación. Su vida sexual se reanimó junto con su nuevo entusiasmo.

Otras parejas, que prefieren crecer y no pueden reunir fuerzas para hacer frente a su relación y a
su sexualidad, renuncian en silencio a ambas, pero crecen como individuos. Por ejemplo, Mariana y
John estaban dedicados a una causa común. Primero fue llevar adelante una familia y trabajar codo con
codo en favor de la comunidad. Luego, cuando los hijos fueron al colegio y luego a la universidad, se
entregaron a tareas inacabables con espíritu de sacrificio. En su vida conjunta, cada uno de ellos
intentaba satisfacer las expectativas del otro respecto a la interpretación de sus roles respectivos, pero
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se sentían desorientados para corregir o incluso desarrollar su relación. Vivían con orgullo unas vidas
de mártires y héroes. Su vida sexual, dolorosamente, no existía, pero habían aprendido a pasar sin ella.

Al parecer, la sexualidad fluye de forma natural si la relación evoluciona y si las personas están
dispuestas a crecer y a aceptar los dolores del crecimiento. La vida sexual no es algo independiente de
los principios y las creencias de las personas. ¡Sobre todo, no puede ser satisfactoria si hay una guerra
subterránea! Ni tampoco puede serlo si la pareja se niega a crecer, individualmente y dentro de la
relación, de acuerdo al incesante flujo de la vida. Cuando se cierra un capítulo de la vida, por ejemplo
cuando los hijos están preparados para abandonar el hogar paterno, una pareja debe revisar su relación
y sus vidas personales, y estar dispuesta a cambiar las cosas.

Por ejemplo, Josie, siguiendo los consejos de su psicoterapeuta, volvió a dedicarse a estudiar y a
formarse laboralmente para descubrir cómo podía aprender nuevos conocimientos profesionales y
ganar así mayor autoestima y confianza. Se le sugirió que Ted aprendiese a ser el compañero de una
mujer moderna, apoyándola en sus nuevos proyectos para que ella pudiese desarrollar su personalidad,
así como tomar más iniciativas para planear el tiempo que pasaban juntos. (Él siempre había dejado
este asunto en manos de Josie y se había concentrado exclusivamente en su trabajo y en su bienestar
personal.)

Cuando las personas rehúsan crecer, vuelven a sus antiguas situaciones y métodos, y al hacer
esto bloquean la realización de su potencial interior. Josie volvió a su hábito de obsesionarse por un
hombre y entregárselo todo a cambio (eso esperaba ella) de la felicidad absoluta. Ted no conseguía
superar su costumbre de entregar la responsabilidad de su propio bienestar a una mujer.

Parece que el antiguo adagio, "No se puede nadar y guardar la ropa", sigue siendo verdadero: sin
crecimiento y el dolor necesario, no puede experimentarse la alegría. En otras palabras, la felicidad es
un bien que se desvanece con facilidad a menos que esté sostenida sobre bases espirituales, es decir,
duraderas.

Esta idea no es popular entre quienes consideran la sexualidad como un elemento intrascendente
de la vida y una fuente de placer inagotable. Este punto de vista es tan predominante que resulta muy
difícil, sin una nueva filosofía de crecimiento y relaciones con bases espirituales, avanzar hacia esta
nueva fase de igualdad en las relaciones entre hombre y mujer:

El mundo actual está sumergido, entre otras cosas, en una excesiva exageración de la
importancia del amor físico, y un desierto de valores espirituales.1

... El alma que tenazmente obedece la ley de Bahá'u'lláh, por duro que esto
pueda parecer, crece espiritualmente, mientras que quien se compromete con la ley por
su propia felicidad aparente, se ve que ha estado siguiendo una quimera: no obtiene la
felicidad que buscaba, retarda su avance espiritual y a veces se ocasiona nuevos
problemas.2

"El hombre de mi vida"

"Él sólo para Dios, ella para Dios en él". Las inmortales líneas de Milton subrayaron el
pensamiento de san Pablo durante siglos en todo el mundo de habla inglesa. Sin embargo, según las
enseñanzas bahá'ís, el paradigma ha cambiado:

Verdaderamente, Dios creó a las mujeres para los hombres, y a los hombres
para las mujeres. l
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El mundo de la humanidad consta de dos partes: masculina y femenina. Cada


una es el complemento de la otra. Por lo tanto, si una es defectuosa, la otra
necesariamente estará incompleta y no podrá alcanzarse la perfección.2

Lo que solía ser la única manera correcta de comportarse de una mujer, es decir, construir su
vida alrededor de un hombre, ahora sus consecuencias están siendo desastrosas. Los mecanismos
destructivos de este antiguo modelo son cada vez más evidentes.

Una joven mujer había sido una "niña modelo", aunque en el fondo era reflexiva y rebelde. Su
padre la adoraba, pero habría preferido un hijo varón. Ella hacía cuanto podía para complacer a su
padre, se convirtió en una muchacha de actitudes masculinas que le acompañaba a pescar e incluso a
mítines políticos. Cuando llegó a la pubertad se sintió muy desgraciada mientras su mente y su cuerpo
sufrían las transformaciones normales. Comenzó a esconder sus pechos bajo voluminosos jerseys y
evitaba las actividades deportivas y las reuniones familiares. Mientras tanto, su padre había tenido por
fin un hijo varón además de sus hijas, y no lamentaba necesariamente el cambio sufrido por su hija
pequeña. Cuando ella quiso aprender un oficio, su padre le contestó: "Las chicas se casan, no necesitan
saber oficios". Así, se limitó a buscar un trabajo y luego se casó como habían hecho su madre y sus
hermanas mayores. Cuando sus dos hijos tenían 8 y 12 años, se encontró en una situación muy
desgraciada: sintió que se había casado con el hombre equivocado, y también se sintió vacía por no
tener ninguna salida para su creatividad. Se hundió en una profunda depresión y tuvo tentaciones de
suicidarse.

Esta mujer había seguido las instrucciones de papá y había vivido para complacerle; había
seguido el ejemplo de mamá, pero se encontró en una situación mental desastrosa. Había construido su
vida primero alrededor de su padre y luego alrededor de su marido, y lo había hecho todo para educar
correctamente a sus hijos. Por fin, su matrimonio llegó al borde de la ruptura total, ya que su marido se
negaba a aceptar la abstinencia sexual. Pero ella no deseaba mantener relaciones sexuales. Comprendió
que jamás había deseado tenerlas. Sólo las había aceptado como parte de la vida matrimonial.

La falta de progreso y capacitación de la mujer se ha debido a su necesidad de


igualdad en la educación y las oportunidades. Si se le hubiera permitido esta igualdad,
no cabe duda de que sería la contrapartida del hombre en habilidad y capacidad. La
felicidad de la humanidad se hará realidad cuando las mujeres y los hombres se
coordinen y avancen por igual, pues uno es el complemento y compañero del otro.1

Después de un año de terapia, en la que su marido finalmente accedió a participar, ambos


reconocieron que no iban a volver al estado anterior de su matrimonio. Sin embargo, el cambio fue
muy doloroso, ya que sus modelos de relación matrimonial y los roles de esposo y esposa eran muy
persistentes. Tales ideas los mantenían aprisionados en mecanismos de infelicidad en los que buscaban
defectos a la otra persona y sentían un descontento general cuando las cosas no seguían los
tradicionales patrones establecidos para el hombre y la mujer.

Otra mujer, una muchacha de veinte años, mantenía relaciones con dos chicos, pero ella siempre
evitaba comprometerse y tener que afrontar el dolor en ella misma y las dificultades de la relación. Le
gustaban los dos y este hecho no le causaba grandes problemas, aunque admitía que había algo en su
interior que la impulsaba a retraerse hasta romper la relación, a pesar del arrepentimiento y la tristeza
que sentía más tarde. Comprendió que en la base de sus dificultades estaba su incapacidad de encontrar
un modelo de relación con un hombre que fuese diferente de la relación extremadamente inmadura de
sus padres. Ella había sufrido mucho por esa razón: un padre egoísta y tiránico y una madre
egocéntrica e infantil, ambos inmersos en una forma de relación en la que aparentemente las mujeres
lo sacrificaban todo y se quedaban cada vez más vacías, mientras que los hombres se volvían violentos
a su propio pesar.
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La Justicia Divina requiere que los derechos de ambos sexos sean igualmente
respetados, puesto que ninguno es superior al otro ante los ojos del Cielo. La dignidad
ante Dios depende, no del sexo, sino de la pureza y luminosidad del corazón. ¡Las
virtudes humanas pertenecen a todos por igual!1
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3
CUALIDADES y ACTITUDES NECESARIAS EN UNA RELACIÓN DE
IGUALDAD

En una relación de igualdad, la amistad, el respeto y la estima son los aspectos más valorados.
Son las cualidades que ponen los cimientos del verdadero amor, en oposición al simple
enamoramiento.

A través de estas cualidades, la pareja no queda atrapada en una relación romántica que,
necesariamente, conducirá a la desilusión, la decepción y la tristeza.

Una pareja, por tanto, mira en la misma dirección, como dijo Saint-Exupéry, y no a los ojos
enamorados del otro. Mirar en la misma dirección es necesario e indispensable para que dos personas
estén en disposición de hacer frente a la vida con la intención de dominar sus peligros, dificultades y
momentos duros, con la voluntad de superar el sufrimiento que acompaña a la vida.

Por consiguiente, en una relación de igualdad es importante tener ciertos ámbitos de interés,
preocupaciones y actividades comunes, sea en la comunidad, en la familia, en el vecindario, en el arte,
en la ciencia o en cualquier otra tarea. Sin embargo, en última instancia esto no es suficiente. Los
miembros de la pareja deben poner unas bases espirituales firmes. Es la única manera de purificarse a
sí mismos y a su relación, y de permitirles superar las pruebas de la vida. En definitiva, la única
garantía de una relación es la fe de que Dios la protegerá. ¡Y esta fe tiene que cuidarse día a día!

Pero debes someterte y confiar en Dios en todas las condiciones y Él te concederá todo lo que
conduce a tu bienestar. ¡Verdaderamente, Él es el misericordioso y el compasivo! Pues, ¡cuántos
asuntos han estado envueltos en la dificultad y luego se han corregido, y cuántos problemas se han
solucionado por el permiso de Dios.1

Hoy en día, la palabra "amor" está muy mal utilizada. El abuso de un concepto tan importante lo
vacía de significado. Por tanto, en este tiempo de inquietud y dudas generalizadas, vale la pena
describir ciertos aspectos del amor, en especial aquellos que son importantes a la hora de construir
unas bases duraderas de una relación.

Reciprocidad

En tiempos pasados, la reciprocidad en la relación conyugal era rara, ya que las mujeres, en
general, eran consideradas como propiedades o incluso como animales.

Un hombre era libre de utilizar su burro con gentileza, o de tratarlo con brutalidad hasta que al
animal se le agotaban las fuerzas y moría. Actualmente, en el mundo industrializado, el hombre tiene
la misma elección respecto a su coche: puede tener en cuenta lo que necesita y conocer su mecánica, o
conducirlo por terrenos agrestes sin prestar la menor atención a su mantenimiento, cambio de aceite o
recambios. Una mujer puede limpiar y cuidar de su máquina de coser o de su computadora, o puede
maltratarla hasta que se atasque y quede inservible. Incluso una cuchara o un cuchillo puede
mantenerse limpio y en su sitio, o dejar que se oxide o quede manchado.

En una era en que se tiende a tratar a los seres humanos como si fueran máquinas, no es fácil
alcanzar una verdadera comprensión de la naturaleza humana y de las leyes que gobiernan las
relaciones personales, aunque nuestro objetivo sea la felicidad, la armonía y el crecimiento del
individuo, de sus relaciones y de la sociedad.
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En esta época en que las mujeres, por primera vez, están aprendiendo que la dignidad humana
también es aplicable a ellas, es absolutamente importante que los hombres conozcan las leyes de la
reciprocidad y no esperen que una mujer les sirva sin recibir nada a cambio, ni pretendan imponer a
una mujer lo que ella no quiere. Hoy es importante tanto para los hombres como para las mujeres
comenzar a preguntar a su cónyuge qué es lo que le gusta y lo que le disgusta, para poder llegar a
conocerle como un ser humano con sus características individuales. Esto es aplicable a la relación
conyugal respecto al espíritu, a la mente, a sus sentimientos y, por supuesto, al vínculo físico. Es
necesario llegar a conocer las creencias individuales, los gustos e idiosincrasias, sin lanzarse
necesariamente a la conquista de la otra persona o emprender una cruzada para cambiar sus criterios.

A menudo, esta ley básica de la reciprocidad no es respetada en absoluto por la sociedad en


general, no sólo entre hombres y mujeres. Sin embargo, el gran arte de ocultar la verdad mediante una
profusión de palabras y fervientes declaraciones de sinceridad, de nuevo mediante palabras, suele
esconder el reprobable hecho de que existe poca reciprocidad en nuestra vida actual.

Sin embargo, ¡la sexualidad es un verdadero barómetro de la reciprocidad! Es una expresión


corporal de numerosos principios espirituales, entre los que se cuenta la reciprocidad.

La ley de la reciprocidad es similar a la equidad y la justicia: si es correcto que tú recibas,


entonces también lo es que yo reciba. Si quieres expresar lo que sientes, ¿no sería justo que yo también
pudiese expresar lo que siento? Si tú tienes derecho a satisfacer tus ansias y deseos, ¿no es también
apropiado que yo dé respuesta a los míos? Si un día yo no tengo el deseo ni la necesidad, ¿no sería
adecuado que lo aceptaras, ya que pareces dar por sentado que a veces tú también estás atareado,
preocupado, cansado o distraído? Si, en unas ocasiones, tu amor se expresa con serenidad, y en otras
con ternura, o de forma más enérgica y apasionada, ¿no puedes imaginar que yo también atraviese esas
diversas modulaciones de necesidades y estados de ánimo sin querer por ello ofenderte ni rechazarte?
¿Acaso no es esto reciprocidad?

Cuando se suprime la ley de la reciprocidad de manera sistemática y uno o ambos miembros de


la pareja no la respetan, la sexualidad, como un canal de agua, se estanca; puede que gotee un poco de
uno al otro, ¡pero no en la dirección contraria! Entonces, la gente se preocupa, se enfada o queda
perpleja, y recurre a la explicación más habitual: mi pareja está, bueno, deprimida... debemos
administrarle algún tratamiento. ¡Cuando ella haya recibido tratamiento para su depresión, las cosas
volverán a la normalidad!

-¡Cariño! ¡Estás maravillosa! ¿Quién no quiere escuchar estas palabras de su pareja? Sin
embargo, lo trágico es que para muchas mujeres esto puede significar que su pareja sólo desea ver el
lado bueno, saludable de su mujer, que está "siempre dispuesta". Entonces, la esposa siente que debe
reprimir su cansancio, su tristeza, sus decepciones o su falta de entusiasmo, y que siempre tiene que
intentar parecer "maravillosa".

¿Qué sucede cuando una pareja funciona así, o cuando las mujeres piensan que le deben esto a
los hombres?

Hace algún tiempo, uno de mis colegas me pasó el caso de una mujer española que había sufrido
dos operaciones de cáncer y la ansiedad estaba a punto de volverla loca. Había trabajado muy duro
toda su vida, pero le había gustado ser capaz de llevar la responsabilidad de todo; de hecho, su marido,
sus hijos, su jefe y su padre siempre habían buscado fuerza moral en ella. Luego, su fuerza se
desvaneció y contrajo cáncer... y su inmensa tristeza fluyó en forma de un mar inacabable de lágrimas.
Su marido le decía: "No está bien que llores, no deberías llorar".
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Pedí a esta señora que explicase a su marido que tenía un lago de tristeza en su interior, y que si
él la dejaba llorar sin reprochárselo, ella se pondría mejor. Él aceptó; la mujer lloró durante tres
semanas y luego dejó de llorar.

Cuando la tristeza, el cansancio, o cualquier otra emoción natural es reprimida durante largo
tiempo, crea un caos en la mente, el alma y el cuerpo de una persona. Muchos hombres no pueden
aceptar estas manifestaciones naturales de sus compañeras. (Aunque a ellos les parece natural expresar
libremente su agotamiento, su desencanto o sus ansias, buscando el consuelo y la comprensión de sus
esposas.) En palabras de un escritor francés: "No hay mayor contraste con la imagen masculina de
confianza en uno mismo, racionalidad y control, que su dependencia mohína, obtusa y, a menudo,
prácticamente absoluta de sus esposas a la hora de articular y afrontar sus propios sentimientos de
infelicidad, y su propia insensibilidad, miedo y pasividad a la hora de ayudar a sus esposas a
afrontarlos" (Marc Feigen Fasteau). Hay que subrayar que estas palabras las escribió un hombre.

A menudo, a las mujeres no se les permite expresar su tristeza (por así decir, ¡una mujer triste no
es una buena compañera!), cansancio o decepción; entonces ellas reprimen su expresión, pero estas
emociones naturales suelen reaparecer bajo distintas fachadas: ira o un silencio dolido. También es
típico que los hombres no se permitan expresar su tristeza llorando o mostrando un gesto de pena:
¡entonces tienen que volverse irritables, furiosos o incluso violentos!

Apenas hemos aprendido a hacer caso de leyes tan sutiles como la de la reciprocidad, aunque a
todos nos gusta el juego limpio y la justicia, tanto en nuestros propios asuntos como en las leyes de la
sociedad.

En diversos países occidentales, los tribunales han sentenciado recientemente -y por primera vez
en la historia- que una mujer no debe ser obligada a mantener relaciones sexuales contra su voluntad,
aunque esté casada. Éste es un gran paso adelante hacia la ley de la reciprocidad para ambos sexos.

En la sexología moderna, cuando la relación sexual de una pareja se ha interrumpido a causa de


algún síntoma que exprese sufrimiento (impotencia del hombre o frigidez de la mujer, o la ausencia de
la necesidad normal de actividad sexual), el tratamiento comienza enseñándoles a descubrir las
necesidades corporales del otro mediante las caricias. El hombre y la mujer tienen que descubrirlo y
ayudar a su pareja a tomar conciencia de sus necesidades. Ésta es una buena manera de medir la
capacidad de la pareja de aprender la ley de la reciprocidad, además de aprender lo que es la ternura en
un sentido físico.

Respeto

El respeto mutuo es una actitud espiritual muy importante en una relación matrimonial y, por
supuesto, afecta al vínculo físico.

El amor no es completo si no incluye el respeto, ya que éste nos enseña a tener en cuenta la
individualidad, los gustos y aversiones, las creencias, las actitudes y las normas de nuestra pareja. El
respeto mutuo es importante, ya que nadie en su sano juicio se siente amado si su pareja no le trata con
respeto. Nadie puede amar verdaderamente a una persona sin prestar una auténtica consideración a su
individualidad, apreciándola y valorándola como algo precioso y único.

A menudo, las personas (y lamento decir que suelen ser los hombres) afirman que aman a sus
cónyuges, pero no saben que el respeto forma parte del amor y, por desgracia, con el tiempo su
cónyuge se da cuenta de esta lamentable situación. Entonces, el amor se transforma en tristeza y
depresión, porque se ha comprendido que este amor apasionado es en realidad posesivo y egoísta, y no
incluye el respeto y la valoración de la diferencia del otro miembro de la pareja.
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El respeto hace imposible que una persona obligue a su pareja o se imponga sobre ella. A
medida que el respeto crece en nuestro corazón, comprendemos las cualidades de nuestro cónyuge
como persona y, por consiguiente, no deseamos im-poner ni obligar a esta persona a que haga algo que
no desea hacer por propia voluntad.

Cuando el respeto mutuo crece en los corazones y las mentes de las parejas, su relación se
empapa de la comprensión de la libertad y del amor, y forma así un vínculo sólido. Naturalmente, esta
libertad no significa infidelidad, sino liberación del espíritu y de la mente.

Amistad

... será su amigo durante toda su vida...1


El propósito debe ser éste: convertirse en amorosos compañeros y camaradas y
estar unidos cada uno para con el otro, por el tiempo y la eternidad ... unión mutua de
mente y corazón.2

En la actualidad, nuevos aspectos para el aprendizaje aguardan a las parejas en el camino de la


amistad.

La amistad ha sido un ideal durante muchos siglos, pero en la práctica sólo ha sido posible para
una élite. Existe en las canciones y los poemas, en novelas, ensayos, sistemas filosóficos, obras
teatrales y los grandes mitos de las civilizaciones del pasado. Sin embargo, históricamente las
amistades parecen haber sido escasas y espaciadas. El hombre y la mujer normales no tenían tiempo
para la amistad, ni en el matrimonio ni fuera de él: la vida era ajetreada y agotaba a la gente.

No obstante, los hombres comenzaron a cultivar la amistad en muchas sociedades de manera


rudimentaria, en particular cuando las mujeres no estaban presentes. De aquí la nostalgia del tipo de
vínculo que se establece en la guerra, entre soldados o, de forma más mundana, en el terreno de juego
y en el bar. Las mujeres, por su parte, se mantenían ocupadas. Cultivar la amistad no era factible.

La amistad se ha convertido en un mecanismo esencial para establecer vínculos en un tiempo en


que la crisis del matrimonio es evidente en todas las sociedades. La falta de una verdadera amistad
entre los miembros de la pareja es una de las razones de que los matrimonios se estanquen,
desemboquen en infidelidades, se rompan en una crisis o se agosten poco a poco. Cuando un
matrimonio está en crisis, la amistad es uno de los remedios más curativos.

Una crisis de estas características suele producirse cuando una pareja pasa de una fase a otra.

Al principio, el instinto, la pasión, la sensualidad y la mentalidad basada en los roles son


importantes mecanismos vinculantes entre la gente. Es superfluo añadir que no son suficientes para
mantener el vínculo. A medida que pasa el tiempo y la relación sufre tensiones y presiones por todas
partes, personales y sociales, la amistad se vuelve esencial para fortalecer la relación frente a las
fuerzas que tienden a minarla. La amistad también constituye un refugio en tiempos de tensión o
infelicidad.

Si las personas no han desarrollado una fuerte amistad, se verán absorbidas rápidamente por los
patrones tradicionales del pensamiento basado en roles. Pueden regresar a la familia en la que se
criaron o a sus antiguas amistades, en lugar de volverse hacia su compañero de vida y encarar los
objetivos de esta nueva fase. La familia y los viejos amigos los recibirán con los brazos abiertos y les
impedirán que establezcan un vínculo significativo. La amistad es una fuerza muy potente contra estas
influencias poderosas y demasiado naturales. En las circunstancias adversas, los recién casados pueden
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volver a enredarse en los conflictos familiares (¡el conflicto es un medio excelente de reclamar a un
miembro de la familia que se había distanciado!) y los antiguos hábitos pueden ser abrumadores si el
lazo de la amistad entre los cónyuges no ha crecido hasta ser una fuerza de atracción aún más
poderosa.

En la fase siguiente, la de ser padres de niños pequeños, la amistad es absolutamente necesaria.


Es entonces cuando la madre tiende a quedar aislada del mundo exterior y el padre suele sentirse
distanciado de su esposa a causa de las abrumadoras necesidades de su hijo. Ahora es esencial que
ambos sigan siendo conscientes de la gran necesidad de mantener una relación amistosa y profunda,
para que los requerimientos de los niños o de los trabajos no los separen y caigan en los antiguos
patrones de pensamiento basado en roles y en el distanciamiento.

A medida que los niños crecen y entran en la pubertad y la adolescencia, la necesidad de que
exista amistad en la pareja se hace aún más evidente. Durante esta etapa de la familia, muchas parejas
toman conciencia de que hay una enorme brecha en su relación, que muy a menudo puede explicarse
como falta de amistad. Por consiguiente, es importante mantener y profundizar conscientemente en la
amistad durante el crecimiento de los hijos. En su adolescencia, la tendencia más extendida entre las
parejas, y que ejercerá una fuerte influencia, es la de separarse y divorciarse.

Cuando los hijos dejan el hogar familiar y los padres quedan solos para reestructurar sus vidas
como una pareja que se prepara para la ancianidad, la amistad es un vínculo muy valioso, ya que les
permite revisar todos los aspectos de sus vidas e introducir nuevos elementos en su relación. Si la
pareja es consciente de la necesidad de la amistad y, por supuesto, de la subyacente lealtad mutua,
podrá conservar y profundizar su vínculo y adquirir una profundidad y una espiritualidad renovadas.

Por otra parte, si las personas siguen en crisis y no son capaces de volver a crear un lazo vital y
saludable entre ambas, quiere decir que no han integrado la amistad en su relación. Han compartido
muy pocas cosas, viven en mundos diferentes y no han realizado el esfuerzo imprescindible de cultivar
lo poco que tenían en común. Ambos han permanecido como "tiranos", es decir, quieren que el otro se
una a ellos en sus propios intereses, aficiones o pasiones, pero no han aprendido el arte de adquirir
nuevos intereses simplemente por amor a la otra persona y a la relación. A mucha gente le gusta
quedarse en su cascarón, como una ostra, temerosos de abrirse y experimentar un mundo diferente.
¡Desde luego, dos ostras pueden compartir muy pocas cosas!

La amistad permite al cónyuge valorar el aspecto personal de su compañero o compañera, no


sólo su rol social o sexual. Los hombres tienden a valorar en sus mujeres a la buena cocinera, la
perfecta ama de casa, y la madre y esposa devota: éstos son los roles sociales. Tradicionalmente, las
mujeres han valorado la seguridad, la protección y el prestigio que un hombre les ofrece. ¿Basta con
esto en una era en que los roles sociales son cada vez menos claros y ya son muchos los hombres que
son buenos cocineros, perfectos amos de casa y padres admirables? Del mismo modo, para una mujer
que se gana la vida, recibe elogios por su trabajo o su carrera y tiene suficiente personalidad para
mantenerse por sí misma, ¿le basta con tener un marido que la valore principalmente por lo bien que
cuida de la casa? Precisamente en estos tiempos modernos es cuando necesitamos nuevas cualidades y
mecanismos de vinculación. La amistad es uno de ellos... ¡y es esencial!

Así pues, debe esperarse de un hombre que vea las cualidades personales de su esposa y las
valore. Una mujer debe valorar a su compañero por su personalidad (en un sentido positivo) y ser su
amiga. Los rasgos del carácter, las cualidades, las habilidades, facultades y potencial humanos, así
como los ideales, valores y aspiraciones espirituales se convierten en la base de la amistad.

Más allá de la relación matrimonial, la amistad se abrirá por completo a nuevos caminos para
hombres y mujeres, en particular si se elimina para siempre el ser celosos y posesivos, siempre y
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cuando aprendan a valorar las facultades de su cónyuge de formar amistades puras y espirituales con
personas de ambos sexos.

... que se esfuercen con todos sus poderes hasta que la confraternidad universal, cercana y
afectuosa, y el amor sin impurezas, y las relaciones espirituales, entrelacen a todos los corazones en el
mundo...1

Lealtad

La lealtad es la cualidad que cimentaba el lazo entre los nobles y su rey, entre los siervos y su
señor, y entre los miembros de un clan.

La lealtad también era generalmente lo que hacía que un capitán quisiera hundirse con su barco,
sintiéndose tan atado al mismo y a su deber por el honor y la responsabilidad que prefería dar la vida
antes que abandonarlo.

Según ‘Abdu’l-Bahá, la lealtad es una cualidad esencial para mantener el vínculo del
matrimonio. Es una cualidad muy espiritual que "unirá los corazones"2 y, por tanto, es capaz de
conservar lazos importantes para las grandes empresas de la vida. Es una parte esencial de todo
contrato, y desde luego el matrimonio puede considerarse como un contrato, para toda la vida y más
allá, si la intención del matrimonio es espiritual.

Eva se casó con Walter en circunstancias bastante desgraciadas. Nunca fue feliz en su
matrimonio, pero tenía un gran sentido de la lealtad y Walter le correspondía del mismo modo. En
algunos momentos, la lealtad fue la única cualidad que les mantuvo unidos, pues en su relación estaban
interviniendo muchas fuerzas destructivas, incluyendo diferencias culturales e intelectuales. Por
desgracia, no se comunicaban bien entre sí, pues de lo contrario habrían hablado de su vínculo de
lealtad, muy firme pero rígido, y habrían llegado a actitudes más flexibles que les habrían permitido
tener una relación más amorosa y amistosa. La lealtad les mantuvo unidos hasta la muerte; y de alguna
manera tuvieron su recompensa, ya que su relación se hizo más espiritual y dulce en las últimas
semanas de sus vidas.

La lealtad es una cualidad particularmente importante cuando los sentimientos positivos como el
amor, la amistad y el afecto han desaparecido de la relación de forma transitoria o permanente.
Entonces, la lealtad mantiene el vínculo incluso en circunstancias desastrosas.

La vida no siempre puede ser fácil y, por tanto, es importante que cualidades básicas como la
lealtad formen parte del lazo matrimonial. La cualidad que llamamos lealtad es una de las que hacen
aflorar la parte más sólida de las personalidades y de las relaciones; es capaz de mantener una relación
en las circunstancias más difíciles.

Castidad

Todas las grandes religiones enseñan la castidad y la elogian como una virtud. Sin embargo, es
una virtud desacreditada en la permisiva sociedad de los últimos veinticinco años. Hoy en día, en parte
como respuesta a la epidemia del sida y también, quizás, porque el péndulo ya ha llegado al extremo,
la castidad comienza a tomarse en serio otra vez en el mundo occidental.

Para muchos padres, esto suena bien en principio y como teoría general. Pueden incluso
defender la castidad en sus enseñanzas a sus hijos adolescentes. También se propugna en las
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hagiografías de santos y en las biografías de personas de gran pureza. Puede que tales libros estén en
las estanterías, pero ¿se leen en la actualidad?

Una de las dificultades es que, en la práctica, la sociedad ha establecido normas diferentes para
hombres y mujeres. En general, a los hombres se les consideraba libres de conquistar mujeres y, por
consiguiente, no sólo se les permitía sino que se les animaba a "tener experiencias" y saber a quién
debían "elegir" si tenían el matrimonio como objetivo. En cambio, la mujer elegida debía ser pura y
casta.

Se suponía que las mujeres debían permanecer puras, incluso inocentes, excepto aquellas que
rompían la norma y se unían a los hombres en el juego de la conquista... ¡pero éstas no eran de la clase
de mujeres con las que un hombre debía casarse!

Por tanto, los chicos recibían instrucciones sobre cómo conquistar a las mujeres. Con la ayuda
del padre, la madre, hermanos, hermanas y amigos en el gran juego de probar su valor como hombres
(un juego que no tenía el menor sentimiento hacia la persona "conquistada"), los chicos eran
presionados por la rivalidad con sus compañeros y la necesidad de probar su supuesta virilidad. De las
chicas, en cambio, se esperaba que reprimiesen sus percepciones del erotismo y permaneciesen
controladas y subyugadas mediante instrucciones sobre cómo mantenerse puras y a salvo de la lujuria
masculina. De nuevo, padres, madres, hermanas, hermanos y amigas unían sus fuerzas en este esfuerzo
de contrapeso.

Esta doble norma de la educación -que, por supuesto, es algo imposible lógicamente- ha causado
la neurosis individual y social (mala adaptación a la realidad) que culmina en una tremenda
degeneración -homosexualidad, rechazo e incapacidad de compromiso con el matrimonio y la familia,
estados morbosos de neurosis, depresión y ansiedad- o en el rechazo absoluto a aceptarla, rompiendo
así con la tradición y a menudo enfrentándose con los deseos de los padres, en busca de una nueva
norma y un nuevo concepto, mejor adaptado a la realidad moderna.

Hoy en día, las consecuencias de la doble norma, además de su profunda influencia en la


sociedad, es la distorsión del carácter en las vidas de los individuos:

§ Las mujeres acaban por rebelarse contra una práctica injusta. O terminan en una rebelión abierta,
haciendo imposible su desarrollo en la sociedad y como compañeras, aireando sus agravios y, en
consecuencia, teniendo que afrontar una áspera reacción de mucha gente, tanto en sus familias
como entre los varones en general; o reprimen su rebelión contra la injusticia, pero entonces se
deprimen o se torturan a causa de la división entre la revuelta interior y la sumisión exterior, lo cual
suele mutilar su personalidad de por vida.
§ Los hombres desarrollan una actitud agresiva y superior hacia el otro sexo y, finalmente, se
vuelven insensibles no sólo hacia las mujeres, sino hacia la vida en general: hacia el sufrimiento,
los indigentes, los pobres, las víctimas de la opresión, o los afligidos y desesperados.

¿Dónde podemos encontrar valores que sanen esta situación y respondan a las necesidades de la
era moderna?

En las enseñanzas bahá'ís, la castidad

implica una vida sexual inmaculada y casta tanto antes como después del
matrimonio. Castidad absoluta antes del matrimonio y fidelidad absoluta hacia nuestra
pareja escogida después del matrimonio. Fidelidad en todos los actos sexuales; fidelidad
de palabra y obra.1

Además, para los bahá'ís la castidad es aplicable tanto a hombres como a mujeres:
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Di: No puede ser contado entre el pueblo de Bahá aquel que sigue sus deseos
mundanos, o que fija su corazón en las cosas de la tierra... si encontrare la más bella y
la más atractiva de las mujeres, no sentirá su corazón seducido por la menor sombra de
deseo por su belleza. Tal hombre es, de hecho, la creación de la inmaculada castidad.
Así os instruye la Pluma del Antiguo de los Días, como ha sido ordenado por vuestro
Señor, el Todopoderoso, el Todomisericordioso. 2

La castidad, o pureza, en la vida erótica y sexual de los individuos y de la sociedad es "uno de


los conceptos más provocadores que cabe encontrar en esta época tan permisiva", dice la Casa
Universal de Justicia en una carta escrita en 1985. Es un desafío a la historia y a la adaptación que la
mayoría de las sociedades han realizado de sus valores religiosos y espirituales a la rutina y a la vida
cotidiana. Es un desafío a los valores, actitudes y hábitos adquiridos de hombres y mujeres de todo el
mundo, de cualquier clase y condición. Este reto es como un arado que ara poco a poco la tierra y hace
aflorar tierra rica y pura a la superficie para que la cultiven nuevas generaciones y sociedades.

En una sociedad nueva en la que muchachos y muchachas, hombres y mujeres, practiquen la


castidad antes y durante el matrimonio, cada sexo adquirirá un profundo sentido de la justicia y se
liberará de consecuencias funestas en sus vidas y sus personalidades.

En este sentido, la castidad es una medida divina que salvará la vida y la sociedad, aunque será
difícil de poner en práctica para las personas educadas en una sociedad que maneja hábilmente la doble
norma. Sin embargo, mediante esta visión, bahá'ís de todo el mundo están esforzándose con alegría por
sostener este nuevo valor y legarlo a sus hijos como un don para las futuras generaciones. De esta
manera poco a poco se pondrán nuevas bases para la sociedad y darán los frutos de matrimonios más
felices.

La castidad tiene implicaciones profundas para llevar a la práctica la igualdad entre hombres y
mujeres anunciada por Bahá'u'lláh hace más de cien años.

Durante milenios, la castidad se ha considerado como una especie de as para las mujeres. Ellas
la adoptaron para proteger su vida al enfrentarse a un mundo lleno de brutalidad, abuso y acoso sexual,
tanto físico como psicológico. Así, las mujeres han utilizado la castidad, a menudo a nivel
inconsciente, como medida de protección no sólo de la brutalidad y la lujuria, sino de su propia
fragilidad a la hora de afrontar sus necesidades o su potencial. El miedo a los hombres, a su
abrumadora fuerza y a su brutalidad en potencia, ha mantenido a las mujeres en el hogar:

El estado de la mujer en la antigüedad era sumamente deplorable... Si seguía


estudios educativos, se consideraba que era contrario a la castidad; por ello, las
mujeres eran convertidas en prisioneras del hogar... Bahá'u'lláh destruyó estas ideas y
proclamó la igualdad de hombres y mujeres. Él hizo que la mujer fuese respetada al
ordenar que todas las mujeres reciban educación, que no haya diferencia en la
educación de ambos sexos y que hombres y mujeres compartan los mismos derechos.
En la estimación de Dios no hay distinción de sexos.1

Así pues, para las mujeres la castidad no era sólo la garantía de su virtud, sino a menudo de sus
vidas, tanto en el hogar como fuera de él: de no haberse aferrado a ella, habrían sido aún más
maltratadas por sus hombres. Si el miedo a perder su virginidad no las hubiera mantenido
resguardadas, en el hogar y en la familia, habrían sido maltratadas, violadas y destruidas fuera de sus
casas. Sin lugar a dudas, las "esclavizó" a ellas y a su potencial dentro de los estrechos límites del
hogar.
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Por el contrario, la imposición de la ley de la castidad sobre las mujeres, como virtud canjeable y
garante de sus vidas, contribuyó a que estuviesen protegidas, hasta cierto punto, de la degradación y la
perversión. En consecuencia, las mujeres pudieron canalizar sus aspiraciones hacia la adquisición de
las cualidades en las que ahora más destacan: amor, servicio, intuición, una mente alerta, sentido de
liderazgo y un coraje indomable al enfrentarse al peligro.

¿Qué ventajas tendrá la castidad para los hombres? Un carácter casto les permitirá abandonar el
milenario juego de la dominación sobre las mujeres y el degradante hábito de alardear de hazañas
sexuales. La mayoría de los hombres abandonarán gradualmente estos juegos al alcanzar la edad
adulta. Este logro les permitirá adquirir no sólo madurez de carácter, sino también sentimientos, algo
que todavía no se ha considerado como una tendencia generalizada.

La castidad tendrá un significado especial en la juventud, tanto para preservar su gran pureza y
fuerza características, como para contener los intensos deseos y emociones que bullen en este período.
Las grandes emociones, si se desbordan con excesiva rapidez y sin canalizarse de manera adecuada,
son una fuerza destructiva muy potente en la vida de un joven.

Tal es el caso de un preadolescente, digamos de 13 ó 14 años, que se enamore perdidamente y


decida en ese mismo momento compartir sus emociones, deseos, necesidades, tiempo, hogar y espacio
con otra persona.

Si no se atiende esta gran urgencia, en primer lugar, estableciendo un límite de edad bajo para el
matrimonio (como en el caso de la Fe Bahá'í, en la que se permiten que las personas se casen a los 15
años siempre y cuando las leyes del país lo autoricen); en segundo lugar, mediante la razón (por
ejemplo, la necesidad de analizar otros aspectos de la realidad, no sólo la emoción y el deseo); y, sobre
todo, mediante la fortalecedora ley de la castidad, lo más probable es que esta persona se desgaste y se
consuma emocionalmente. Esto sucede cuando los jóvenes están tan insatisfechos en el hogar de sus
padres que casarse o irse a vivir con una persona del otro sexo parece la única alternativa viable. Estos
jóvenes creen -a menudo con razón- que si permanecen en un hogar no saludable, se hundirán en la
depresión o la desesperación. Entonces, la respuesta sería la castidad, así como analizar la realidad y
consultar a una institución compuesta por personas responsables para encontrar una alternativa más
viable.

Así pues, la castidad es una virtud que ahorra energías y canaliza los impulsos, capaz de
contener los deseos y emociones intensos y que permite métodos tales como la reflexión y la consulta,
que ayudarán a la persona afectada a entender mejor la realidad y llevar a la práctica los cambios
necesarios.

La castidad y la pureza del corazón, del alma y del cuerpo van unidas. La castidad es una actitud
que también guía a una persona a la hora de elegir cónyuge: en este sentido, es una protección tanto
para hombres como para mujeres.

La castidad no sólo es la regla de oro para la actividad sexual individual. También es una de las
cualidades "tan fundamentales para el funcionamiento saludable de la sociedad humana que debe
sostenerse en cualquier circunstancia" l. Esta frase escrita por la Casa Universal de Justicia en una de
sus cartas más significativas, dirigida a un médico, se refiere a la generalidad de las leyes que tienen un
valor fundamental para la sociedad humana.

Sin la castidad, se detiene la evolución de la sociedad humana. Entonces, la sociedad se sume en


la decadencia y tiene que atravesar un largo período de renovación, tal como sucedió tras la caída del
Imperio Romano. Los frutos más hermosos de la sociedad -una civilización que manifieste aspectos
tales como la justicia, la evolución, el desarrollo, la libertad dentro de unos límites, la cultura- son
imposibles en una organización social que pisotee la ley de la castidad.
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Por consiguiente, los bahá'ís, comprometidos con el progreso fundamental de la sociedad,


realizarán esfuerzos en sus vidas privadas para cumplir esta ley tan vital para la salud de la sociedad.

Como ya hemos visto, la castidad ha sido un aspecto importante de todas las religiones. Sus
fundadores han dado un ejemplo perfecto de esta preeminente virtud, aunque a menudo sus seguidores
y sus enemigos lo han malinterpretado. Por ejemplo, en el Cristianismo, el celibato de Jesús, debido a
su vida nómada, se ha interpretado como un ideal de abstinencia y ascetismo que incorporaron a las
reglas de la vida monástica y del sacerdocio.

La dispensación bahá'í eleva el rango de la castidad a una virtud y disciplina practicada


conscientemente, y parece ser uno de sus muchos aspectos novedosos.

Además, los Escritos Bahá'ís hablan del aspecto purificador de la castidad, más allá del cariz
físico de la esfera sexual: la purificación del deseo y la evolución hacia el desapego, la pureza de
sentimientos e ideas. Si se practicase durante generaciones, esta visión de la castidad elevará a los
individuos a nuevas alturas de fuerza (la pureza y la fuerza están relacionadas) y así conducirá a la
gente a nuevas dimensiones de virilidad y feminidad:

Cuando el alma del hombre es exaltada y su cuerpo no es más que la herramienta


para su espíritu iluminado.1

Respecto a los aspectos positivos de la castidad, Shoghi ,Effendi también afirma


que la Fe Bahá'í reconoce el valor del impulso sexual... y sostiene que la institución del
matrimonio ha sido establecida como el canal de su expresión legítima. Los bahá'ís no
creen que el impulso sexual deba reprimirse, sino que debe regularse y controlarse.2

Los seres humanos evolucionarán, tanto a nivel individual como colectivo: la práctica de la
castidad por ambos sexos creará una protección para los individuos y la sociedad como nunca se ha
experimentado en la historia de la humanidad. Fortalecerá el carácter de las personas y su sentido de la
responsabilidad hacia el carácter, los sentimientos y las sensaciones corporales íntimas de otras
personas. Nadie se creerá con el derecho de transgredir la intimidad de otro sin su permiso. Además, y
ésta es la cara positiva de la moneda, la gente será mucho más consciente de sus sensaciones y de su
placer, y no se dejarán arrastrar por sus instintos hasta caer en la degradación.

La castidad de ninguna manera implica la retirada de toda relación humana. Libera a las
personas de la tiranía de la omnipresencia del sexo. Una persona que controla sus impulsos sexuales
permite mantener amistades profundas y duraderas con muchas personas, tanto hombres como
mujeres, sin manchar nunca ese vínculo único e inapreciable que debe unir al esposo y a la esposa.3

En este sentido, la castidad es una apertura a nuevas conquistas del ser humano y de la sociedad
en general: permite que las personas se asocien, por primera vez en la historia, sin recelos de
irregularidad de naturaleza erótica o sexual. La gente ya no tendrá que sentir sospechas ni celos al ver
a su padre o madre, hermano o hermana, marido o mujer, hijo o hija, asociados con un miembro del
sexo opuesto.

Construirá una red de relaciones totalmente nueva en la sociedad humana. Este fenómeno, que
ahora está sufriendo sus dolores de parto, aunque está dolorosamente obstaculizado por no practicarse
la castidad, se desencadenará cuando la gente se adhiera a la castidad y ponga fin al juego de la
sospecha, los celos, la envidia, etc. ¡Estos métodos infantiles han ayudado a aprisionar a las mujeres en
el hogar!
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En cierto sentido, todas las leyes divinas tienen la misión de proteger a los seres humanos de
rebasar los límites. Por una parte, estos límites señalan la frontera entre la vida privada y la social, o
nos impiden invadir el espacio vital de otras personas. Por otra parte, las leyes también sirven como
protección para la innata fragilidad de los seres humanos, ya que sólo esta fragilidad y apertura da a
luz nuevas virtudes y fuerzas.

La castidad es el broche de protección de la fragilidad del individuo, que actualmente no es lo


bastante sabio para utilizarla, para resguardarse de todo tipo de abuso, intrusiones, brutalidad y
destrucción. Puede parecer estúpido poner vallas en un jardín lleno de flores raras; parece como si uno
lo separase también de su disfrute por otras personas. Cuando los perros vagabundos que huyen del
hambre lo han pisoteado, ya es demasiado tarde para protegerlo.

Cada ser humano tiene uno de esos jardines raros y preciosos: su jardín interior. Las leyes como
la de la castidad sirven para resguardarlo de la destrucción. La fragilidad del ser humano origina
muchos frutos raros, como la ternura, el florecimiento de la intimidad acompañada de confianza e
inocencia, o el delicado don del afecto. Todas estas cualidades constituyen una parte esencial de la
sexualidad moderna. Si la castidad no está presente para salvaguardarlas, estas otras virtudes no
pueden romper la costra y aflorar.

En esta imagen, la costra de la tierra puede simbolizar toda la destrucción que la humanidad en
general y los individuos han tenido que padecer. Esta destrucción ha pisoteado el terreno fructífero
pero frágil, y ha paralizado el florecimiento de estas cualidades tan necesarias que las personas
modernas ansían y a menudo no pueden degustar. La brutalidad, el comportamiento inhumano, la
injusticia y muchos otros sucesos odiosos en las vidas de la gente han apisonado su jardín interior y,
por tanto, la posibilidad de que desarrollen sus nuevas y esenciales cualidades tanto en su vida sexual
como en todo lo demás.

Fidelidad

Una adúltera es lapidada... ¿Lo es un adúltero? Es tradicional que las mujeres hayan sostenido la
norma de la fidelidad. ¿Eran respetadas por ello, o eran objeto de burla y ridículo a sus espaldas? ¿No
era usual pensar que las mujeres no tenían una vida llena de alicientes si se mantenían fieles a sus
maridos y se preocupaban por las tareas del hogar y por sus hijos? ¿Sigue siendo Penélope nuestro
modelo? ¿Quién sabe quién era ella y qué defendía? ¡Tal vez ni siquiera los griegos seguirían hablando
de ella a menudo!

La fidelidad (es decir, la castidad dentro del matrimonio) no es un concepto que se encuentre
muy a menudo en las revistas para mujeres, por no hablar de las revistas masculinas o en vídeos.
¿Adónde ha ido a parar? ¿Acaso los sermones de las bodas no evitan delicadamente utilizar este
término?

En cuanto a la castidad, es uno de los conceptos más provocadores que pueden


comunicarse en esta era tan permisiva, pero los bahá'ís deben hacer el máximo
esfuerzo para mantener los criterios bahá'ís, sin importar lo difícil que pueda parecer al
principio. 1

La comprensión que tenemos hoy de la fidelidad en el matrimonio parece implicar que uno
permanece fiel mientras ama de manera apasionada y ese amor es recíproco.

¿Qué sucede cuando uno de los miembros de la pareja encuentra dificultades en la vida o sufre
un conflicto, o cuando ambos han sido incapaces de solucionar un problema común con mucha rapidez
a través de una consulta adecuada? ¿Entonces la fidelidad se va por el desagüe?
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En la vida moderna nos aguardan muchas dificultades. Podría parecer que los seres humanos
deben funcionar de forma tan regular y silenciosa como un reloj de calidad: ¡a prueba de golpes y
sumergible! En cambio, la gente cada vez es más sensible y vulnerable. Tiene escasos principios para
defenderse de la duda, del miedo a ser abandonada y acabar sumida en la soledad.

¿Es posible que este arte de ser fiel en el matrimonio y la pareja, el hecho de que la fidelidad se
haya dejado de lado a hurtadillas, y la prevalencia de la soledad en el mundo, estén vinculadas de
muchas formas?

La fidelidad es una cualidad vinculante, esencial cuando uno de los miembros de la pareja
afronta dificultades o cuando surgen problemas en la relación y éstos no se han solucionado
rápidamente.

En verdad tu Señor ama la fidelidad tal como se encuentra en el reino de la


creación, y Él le ha dado preferencia sobre la mayoría de las cualidades dignas de
elogio.2

Ésta parece otra de esas cualidades fundamentales prescritas por el Método Omnisciente, la
Manifestación de Dios, para abrir la puerta del crecimiento y permitir así la relación. Parece ser una de
esas condiciones nucleares de la felicidad humana. Hoy en día mucha gente, sea por tradición, hábito o
una recién adquirida "modernidad" se casa pero no percibe ni respeta ningún límite a sus deseos fuera
del matrimonio.

Numerosas personas se sienten felices al descubrir, cuando la actividad sexual con su pareja no
es satisfactoria, que está mucho mejor con un amante. Rompen un par de matrimonios, al igual que su
pareja... para descubrir que la misma tonadilla vuelve a comenzar: la pareja con quien se ha
comprometido, casado o liado, se convierte en el chivo expiatorio en el que se proyectan las emociones
reprimidas. Así vuelve a generarse desconcierto a causa de esta incapacidad de superar el dolor y el
tormento del pasado, dejarlo reposar y comenzar a vivir y a amar. Sin embargo, cuando las cosas no
resultan tal como ellos desearían y no alcanzan una felicidad duradera, sea en casa con su cónyuge, o
con su "amigo/a", se preguntan por qué salió mal.

Parece digno de lástima que las personas sean tan poco conscientes de su auténtica naturaleza
como humanos y tan ignorantes de que sólo una parte de su ser sigue leyes animales tales como el
impulso, el instinto, el deseo, el placer, etc.

Entre el pueblo de Bahá, sin embargo, el matrimonio debe ser la unión del
cuerpo como así también del espíritu, pues aquí tanto el esposo como la esposa están
encendidos por el mismo vino, ambos están enamorados del mismo incomparable
Rostro, ambos viven y se mueven mediante el mismo espíritu, ambos están iluminados
por la misma gloria. Esta relación entre ellos es espiritual, en consecuencia, es un lazo
que perdurará por siempre. Del mismo modo, ellos gozan de vínculos firmes y
duraderos también en el mundo físico, pues si el matrimonio está basado tanto en el
espíritu como en el cuerpo, esa unión es verdadera, y por consiguiente perdurará. No
obstante, si el vínculo es físico y nada más, con seguridad será transitorio, e
inexorablemente deberá terminar en separación.

Sin embargo, cuando la gente de Bahá decide unirse en matrimonio, la unión


debe ser una relación verdadera, una comunión espiritual así como física, para que a
través de todas las etapas de la vida y en todos los mundos de Dios, esa unión perdure;
pues esta unicidad real es un destello del amor de Dios.1
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Psicológicamente es muy comprensible. Si ambos miembros de la pareja se adhieren a la


castidad, existe desde el principio una base de equidad: ambos tienen este precioso don que ofrecerse
mutuamente; ninguno tiene el deseo de comparar a su pareja con otra persona; ambos son únicos el
uno para el otro; ambos tienen plena confianza en el otro, ya que la castidad y la actitud consecuente
con las personas del otro sexo y ante las relaciones eróticas y sexuales fuera del matrimonio dan plena
libertad de interacción y total seguridad de mantenimiento de la relación matrimonial. No hay celos ni
posesividad, actitudes que condicionan muchos matrimonios desde el principio. ¡Cuántos problemas
podrían evitarse si estos terribles compañeros -celos, posesividad y exclusividad- no son invitados a
entrar en la relación ni en el hogar!

Además, es una de las mejores garantías de un matrimonio feliz, siempre y cuando ambos sexos
se adhieran a ella de forma estricta y con plena conciencia de su preciosa ayuda, por supuesto.

Cada miembro de la pareja, armado con el escudo de la castidad, no pondrá obstáculos en las
interacciones del otro en la esfera social, sino que aceptará con total confianza todas las relaciones
establecidas fuera del hogar, siempre que estén guiadas por criterios morales. La amistad, en su forma
pura, es posible entre hombres y mujeres y entre personas del mismo sexo; la confianza forma parte de
las relaciones entre el empresario y sus colaboradores, entre socios y en todos los campos de la
actividad humana útil.

Proximidad y libertad

La proximidad entre los dos miembros de la pareja es una parte integral de una sexualidad
madura y favorecedora del crecimiento.

Martin y Beatrice, casados durante muchos años y padres de tres hijos, van a solicitar mañana la
separación: nunca han podido estar cerca el uno del otro y permitirse la libertad de tener una profesión
de manera creativa o establecer amistades personales. Aunque están unidos entre sí, son muy
desgraciados. Siempre que se aproximan un poco más, uno de ellos pierde los nervios y vuelven a
distanciarse. Cuando disfrutan de un poco de libertad, los celos vuelven a unirlos. Nunca han sido
capaces de resolver este enigma. Mañana, resignados, van a separarse...

La búsqueda de un equilibrio entre la proximidad y la libertad, entre la intimidad y la autonomía


para evolucionar personalmente dentro de unos límites legítimos, es un tema muy candente en la
actualidad. Cada pareja tiene que encontrar su propia solución. Para algunas viene de forma natural,
para otras es el resultado de años de dura lucha, mientras que otras se separan porque han tirado la
toalla.

Para ciertas parejas, este tema es particularmente difícil. Aquellas personas cuyos padres temían
la proximidad son las que corren los mayores riesgos. El padre de Martín se suicidó cuando él era niño,
mientras que su madre enfermó de psicosis. El padre de Beatrice era un alcohólico y su madre se había
refugiado de manera indefinida en una depresión insondable. Estas dos parejas de padres habían
recurrido a métodos drásticos de mantener la distancia; como sus infortunados hijos, habían temido la
proximidad y, por tanto, jamás la habían alcanzado, aunque había sido su objetivo.

¿Cuáles son las barreras que impiden la proximidad? Desde luego, el sistema patriarcal,
mantenedor del pensamiento basado en roles y su interpretación, es enemigo de cualquier tipo de
cercanía entre los miembros de una pareja, ya que de otra manera no pueden mantenerse unos roles
rígidos.

A la busca de esta ansiada proximidad por primera vez en la historia, mucha gente proyecta
esperanzas muy altas en esta valiosa "posesión" que les resulta imposible de alcanzar de manera
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natural. Temen sentirse decepcionados, quizás recordando sus largos conflictos con sus padres o la fría
distancia que mantenían para permanecer fieles a los roles que la sociedad exigía de ellos.

La crítica es enemiga de la cercanía. La actitud crítica crea una distancia de seguridad para evitar
posibles daños. Así, cuando los cónyuges son críticos y vulnerables, inevitablemente tienen que
mantener las distancias en su relación.

Algunas personas tienen un miedo cerval de que otros se entrometan en su intimidad y se hagan
visibles sus flaquezas. Se esconden de la proximidad.

Un gran abismo en los intereses, experiencia o capacidades puede crear o mantener la distancia
en vez de permitir la cercanía. Sin embargo, esto no es siempre así, ya que hoy en día muchas personas
están aprendiendo a trabajar con su relación emocional y espiritual, en lugar de insistir continuamente
en las diferencias y mantener el abismo entre ambos.

¿Qué es lo que crea la proximidad? Cosas sencillas: compartir tiempo, espacio, e intereses
simples. Todo esto promueve la creación de una atmósfera cálida y no crítica.

Es esforzarse por eliminar las dificultades y la crítica, y promover el entendimiento mutuo.

Es consultar cada vez que se produce una desgracia, salvando la distancia creada por la ira, el
dolor o el retraimiento.

Es explicarse mutuamente las cosas hasta que se ha acortado la distancia emocional y las
emociones cálidas y auténticas vuelven a emerger, sin dejar nada pendiente o a medio solucionar.

Es el coraje de persistir y la esperanza de rebajar las barreras en lugar de mantenerlas.

A quienes sienten un temor cerval a la proximidad puede serles útil empezar a hablar con afecto
a una persona a la que ven por primera y última vez, por ejemplo en un vuelo de larga distancia:
pueden sentir el alivio de una cercanía relativa en la conversación y mantener todavía sus defensas.

Otros tendrán que sentir mucho dolor y sufrimiento para demoler las barreras artificiales que se
erigieron a temprana edad para resguardarse de un dolor demasiado agudo, por ejemplo si se
divorciaron los padres, se maltrataban entre sí, o abandonaron a sus hijos.

Sólo puede mantenerse la proximidad si va acompañada de una buena cantidad de libertad


personal; de lo contrario, se deteriora y desemboca en un amor posesivo que sofocará a la pareja.

Este equilibrio entre la cercanía y la libertad tiene que desarrollarse mediante la práctica y no es
fácil. Además, puede variar en las distintas etapas de una relación marital: los enamorados nunca están
lo bastante cerca el uno del otro, y sienten una dicha desbordante cuando llega el primer hijo. Sin
embargo, en otros períodos las circunstancias pueden imponer mucha distancia para que la pareja
pueda afrontar de manera adecuada las numerosas tareas de sus vidas, tales como atender sus negocios,
profesiones, hijos, padres y propiedades, y realizar servicios a sus amigos y a círculos más amplios.
Pero, si no hay momentos de proximidad, la relación de pareja perderá su calidez y su flexibilidad, la
comprensión entre ambos se agotará y funcionarán como caballos de tiro acostumbrados al yugo.
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Ternura

El significado de ello es que debéis demostrar ternura y amor a todo ser humano,
aun a vuestros enemigos, y acoger a todos con inmaculada amistad, con buen humor y
amorosa bondad. l

La ternura es una necesidad humana normal, y cada vez se ve más que la sexualidad moderna
abarca esta expresión del amor. Si se suprime o está ausente en un individuo y en su relación, el efecto
puede ser devastador. En particular, las mujeres suelen expresar más su absoluta necesidad de ternura,
y su ausencia en la relación puede ser una razón de divorcio.

Los cuidados, el compartir y preocuparse por el otro, son hábitos cotidianos importantes en una
relación e impiden que se agote o marchite, en particular si el materialismo, la rutina, las
preocupaciones, las dificultades, las pruebas y las penalidades rodean a los enamorados.

La ternura de corazón es una cualidad que encuentra su expresión en el tono de voz, en la


calidez o el cariño; el corazón y el cuerpo de la otra persona son capaces de percibirla. ¡Expresar
sentimientos de ternura es una cualidad humana normal!

'Abdu'l-Bahá, que para los bahá'ís de todo el mundo es el ejemplo de cómo vivir la propia vida,
solía expresar la ternura con muchos y hermosos matices hacia todos los seres vivos: animales y seres
humanos, hijos y adultos, hombres y mujeres. 'Abdu'l-Bahá siempre encontraba el modo de expresión
adecuado: en su mirada, en su tono de voz, en sus gestos, caricias, abrazos o ideas... y así la percibían
muchas personas sedientas y hambrientas de esta única expresión de amor: la ternura de corazón.

En ciertos aspectos la mujer es superior al hombre. Tiene un corazón más tierno,


es más receptiva y su intuición es más intensa. l

Las madres expresan ternura hacia sus bebés y sus hijos pequeños: cuando lavan y secan a su
pequeño con cariño, acarician su suave piel, lo miman, lo sostienen, lo abrazan y lo acunan, ¡todo se
percibe como una oleada de ternura procedente de esta gran fuente de bondad que es la madre! Hoy en
día, también los padres pueden expresar cierto cariño y ternura cuando sujetan a su hijo, juegan con él,
atienden sus necesidades e intercambian caricias.

No ha sido siempre así. Por ejemplo, me contaron que mi bisabuela irlandesa se negaba a besar a
sus hijos, ¡y mantuvo ese principio toda su vida! En el pasado, muchos hombres reprimieron su deseo
de ser tiernos con sus hijos, pero se ablandaban cuando nacía su primer nieto, lo mimaban y jugaban a
juegos sencillos y tiernos con él. También es posible ver a una persona dura y rígida, que nunca ha
demostrado ternura con nadie, enternecerse e inclinarse para hacer mimos a un gato y acariciar su
brillante pelambrera negra.

Al observar cómo las madres cuidan de sus pequeños, se observa que suelen dispensar mucha
ternura y cariño hacia sus hijos varones, pero son más conscientes de tener que educar bien a sus hijas
y, por ello, son más estrictas con ellas; ¡sin embargo, al parecer las niñas pequeñas y grandes, así como
muchas mujeres, tienen una gran necesidad de ternura! Me parece como si estuviesen expresando, en
sus sentimientos, su cuerpo y su mente, que necesitan esa ternura en la edad adulta porque no tuvieron
la bendición de recibirla tanto en su niñez; hay una gran ansia en la mayoría de mujeres que he
conocido.

Esta gran necesidad no satisfecha de recibir una generosa ración de ternura suele reprimirse
hasta que la mujer llega a la plena madurez y ha vivido con su pareja durante años. Entonces se hace
cada vez más presente y, a menudo, el cónyuge se ve abrumado por esta gran necesidad,
frecuentemente no muy bien expresada. Además, la mayoría de los hombres no han aprendido a
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expresar la ternura, aunque parecen haber recibido una gran cantidad de sus amorosas madres; ¡por
consiguiente, se sienten muy desconcertados a la hora de afrontar esta extraña y novedosa necesidad de
su pareja!

Cuando la sexualidad se inhibe o cesa, y el problema parece encontrarse en la mujer, muy a


menudo uno de los problemas subyacentes es la necesidad no satisfecha de la mujer de que haya
ternura en la relación.

En mi despacho, a menudo explico a ambos miembros de una pareja que las mujeres, al parecer,
tienen un mayor deseo de experimentar ternura en sus relaciones. También les expongo que las
mujeres parecen tener en sus cuerpos el ansia de recibir ternura en abrazos amorosos; quieren sentirse
sostenidas y protegidas, y notar una ternura perdurable en su pareja. Con mucha frecuencia, estas
necesidades son contrarias a la urgencia de acción para la expresión del gran deseo de sus parejas
masculinas; así, a menudo las necesidades de la mujer quedan sumergidas por las urgencias más
apremiantes de su compañero. Entonces, la mujer vuelve a ceder y a reprimir sus necesidades, pero se
deprime y deja de sentir el ansia de expresión corporal de la relación. ¡Y todo esto confunde a los
maridos!

La mayoría de los seres humanos anhelan aprender, pero sólo en su intención y sus palabras, no
en hechos, y muchos cónyuges se han vuelto bastante sordos a los deseos de sus parejas, en especial si
las consideran extravagantes o creen que plantean cosas incómodas para ellos. Cuando esto sucede
durante meses, años o décadas, la necesidad reprimida de ternura se convierte en una fuerza
destructiva en el inconsciente. Conduce a la rebelión, la depresión y la ansiedad, y a menudo a un
deseo irresistible de separación para no tener que vivir bajo el mismo techo que su torturador: el
compañero con buenas intenciones pero bastante perezoso.

Este deseo de separación e incluso divorcio es una terrible consecuencia de una necesidad
sencilla, humana y moderna: ¡la ternura!

Se considera que la sexualidad moderna, en especial entre los jóvenes, incluye la ternura; la
gente joven puede llegar a ser tan sorprendentemente buena en este arte como para sorprender a sus
padres sobre todo al padre insensible y vacilante, que se dan cuenta de que sus hijos les han superado
en este camino hacia una manera de ser más humana.

Un día, en mi despacho, Matthew hablaba de sus hijos: la chica era muy hábil para mediar en las
discusiones de sus padres, mientras que el chico, un joven sensible de 15 años, era tan cariñoso con su
madre que podía darle todo el afecto y la seguridad emocional que ella jamás había tenido. De pronto,
vi que a Matthew se le humedecían los ojos mientras su voz se volvía aún más aguda de lo habitual.
Callé y aguardé a que esta repentina expresión de emoción se desvaneciera. Luego le pregunté:

- ¿Qué es lo que te ha conmovido tanto? Aún emocionado, dijo con voz rota:
- Eso, que mi hijo pueda hacer eso: ¡ser tan tierno!

Es maravilloso presenciar, en general, un progreso tan grande de una generación a la siguiente.


Los jóvenes están descubriendo el ansia de ternura que tienen ambos sexos. También pueden
expresarla con mayor libertad y ofrecerla más a menudo como un amoroso regalo a su pareja.

Ayuda a Tus leales siervos a tener corazones amorosos y tiernos.1


Del mismo modo, cuando las almas llegan a ser verdaderos creyentes, alcanzan
una relación espiritual unos hacia otros, y evidencian una ternura que no es de este
mundo. Todos ellos se regocijarán con un sorbo del divino amor, y esa unión entre
ellos, esa relación también perdurará por siempre. Es decir, las almas que a sí mismas
se releguen al olvido, se despojen de los defectos del género humano y se liberen de la
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servidumbre humana, serán sin duda alguna iluminadas con los esplendores celestiales
de la unicidad, y todas alcanzarán la verdadera unión en el mundo que no muere.2

La ternura tiene patrones culturales... ¡y barreras! Los orientales pueden tener palabras muy
dulces, pero remilgados en sus actos; o, por el contrario, ser tan destacados en la sexualidad como arte
que los occidentales se van a dormir con una copia del Kamasutra bajo la almohada sin saber
exactamente lo que significa.

A veces, la ternura puede expresarse de forma sobresaliente durante el noviazgo, pero secarse
como un río primaveral bajo el sol del verano después de consumarse el matrimonio, para no regresar
jamás. Esto refleja la creencia de que parece inapropiado en un hombre, una vez que se ha convertido
en marido y padre, manifestar afecto después de la fase de noviazgo; al fin y al cabo, tampoco lo hace
el pato, sino que se aleja con viril dignidad dejando a la hembra el deber de cuidar de los huevos, etc.
etc.

¡Los bahá'ís creemos, en cambio, que esta estricta manera de pensar basada en roles ha
finalizado y que ha amanecido una nueva era!

Aunque la necesidad de ternura en la sexualidad moderna es grande, como una necesidad básica
de las mujeres y como forma de dulcificar la relación, hacerla más humana y, sobre todo, duradera (!),
no debe sobrevalorarse su importancia: ésta necesita explicarse y ejemplificarse de manera paciente y
persistente, pero debe relativizarse reconociendo todas las otras cualidades que han de promoverse y
aportarse a la relación. Ninguna de estas necesidades individuales debería ser tan predominante como
para convertirse en irracional o poner en peligro la relación.

Afecto

Entre los variopintos aspectos del amor, el afecto parece ser muy importante a ojos de 'Abdu'l-
Bahá (quien era la encarnación del afecto por todas las criaturas). Cuando los bahá'ís pensamos en este
omnipresente aspecto del amor, muy a menudo piensan en el incesante afecto de 'Abdu'l- Bahá por
todos.

Si el amor en forma de pasión es esa efusiva fuerza vital que parece contener la energía de
cambiar y volver a crear relaciones, el afecto puede compararse con el agua corriente de una fuerza
distinta: la que sostiene y persevera. Es el tipo cálido del amor, una fuente de dulce calor que no exige
nada a cambio.

La pasión parece desear una respuesta: ¿me quieres... o me rechazas? El afecto parece querer
contestar. Confía en ti, deposita su fuerza reconfortante y permanece para que lo utilices. Puedes
absorberlo y no hacer nada durante días y años, o puedes abrasarte con su calor. También puedes dejar
que te sostenga en tus actividades. Puedes responder al mismo con ese mismo calor. Sin embargo, no
parece existir ninguna exigencia de que respondas, correspondas o redobles los esfuerzos, o con una
lluvia de amor.

Comparado con un torrente que mana de las rocas con chorros de pasión, el afecto es la fase
siguiente, en la que las aguas se deslizan bajo la fresca sombra de los árboles, crían pececillos y
truchas y chapotean entre los pedruscos en tranquilos remansos. La corriente central es fuerte y
mantenida, pero junto a la orilla el agua se adapta al bosque, los rápidos y los bancos de arena.

Si la pasión es una fuerza que conquista y abandona, el afecto aporta una fuerza continua a
ambos miembros de la pareja y todo cuanto crece a su alrededor.
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El afecto está relacionado con cualidades tales como la paciencia: no parece agotar su energía;
por el contrario, invoca poderes más profundos de la vida, como la paciencia, para sostener sin
solicitar nada a cambio.

La persona afectuosa, sin ser masoquista ni sentirse frustrada o exasperada, parece encontrar una
recompensa en el acto de dar en vez de recibir; entre los enamorados parece existir un acuerdo secreto
de que se devuelve algo: puede ser como un guiño, un codazo de complicidad, o incluso tres semanas
más tarde, cuando ha terminado el período de tensión y es posible volver a las carantoñas.

Cuando una pareja ha dejado atrás el gran ímpetu de la pasión y sale de la fase de rechazo,
desesperación, frustración y/o carencia de amor, parecen querer avanzar, de forma natural, hacia el
afecto.

El afecto está firmemente unido a la vida. Está basado en la atracción mutua, en una relación
segura. Ya no hay forcejeos por ver quién es más fuerte, quién domina y quién se somete. Es un
vínculo sólido en el que ambos saben que ya no tiene sentido conquistar ni saquear la ciudadela antes
de abandonarla a los elementos de la destrucción, que demasiado a menudo son la cara negativa de la
pasión.

Si a veces la pasión puede compararse con el impulso animal en su forma humana, el afecto está
claramente en el plano humano. Es cómodo utilizar todo tipo de mensajes, como una mirada o un
gesto: ¡no están pensados para conquistar!

El afecto no conoce el abuso: ha alcanzado las altitudes en que el abuso ni se menciona ni se piensa.
Cada miembro de la pareja hace su aportación cuando al otro le falta una cualidad o la fuerza de
continuar en pos de su visión común. Ambos tejen sus pensamientos y sentimientos, sus visiones e
iniciativas, en un mismo tejido.
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ALGUNAS RELACIONES DIFÍCILE4
ALGUNAS RELACIONES DIFÍCILES

Una relación implica respeto mutuo y el deseo de aprender juntos y el uno del otro. También
implica afrontar los diversos aspectos de la vida con armonía y comprensión.

Sin una cierta dosis de respeto por ambas partes, no es posible mantener una relación positiva.
Cuando no hay reciprocidad, uno se siente como un tirano y vacila entre los sentimientos de poder,
culpa e ira, mientras que el otro se siente explotado, furioso y luego culpable. Cuando una relación está
muy degradada, se distancia cada vez más de la realidad y se vuelve más y más destructiva, y acaba
aislándose.

Un objetivo importante de cualquier ser humano es alcanzar la armonía y la comprensión en una


relación íntima. En una relación saludable, se entiende que cada miembro de la pareja actúa y piensa
de manera autónoma en muchos aspectos, pero en otros, ambas personas interactúan y comparten. En
algunas relaciones desgraciadas y muy perjudiciales, la gente se siente prisionera, como si no pudiesen
salir de un lugar cerrado. Éste es el caso de todas las relaciones en las que la dependencia o la
dominación se perciben como limitadoras del crecimiento y de la evolución, tanto de los individuos
como de la relación. Puede afirmarse que esto está ocurriendo cada vez más y cabe preguntarse por
qué.

Intervienen muchos factores, tanto positivos como negativos. En el lado negativo se encuentran
la falta de una verdadera religión y el consiguiente materialismo y búsqueda del placer, así como el
rechazo a asumir la responsabilidad de construir un carácter y un estilo de vida moral.

Los bahá'ís creemos que en el lado positivo está la evolución de la humanidad como parte de la
creación de Dios. Ahora, la humanidad tiene la elección de seguir los preceptos de Dios para la
naturaleza humana y la era en la que vivimos, o descubrir los límites de la naturaleza humana y el caos
que puede originar en los individuos y en la sociedad cuando no seguimos estos preceptos.

Como señala, es particularmente difícil seguir las leyes de Bahá'u'lláh en la


sociedad actual, cuya práctica aceptada es tan distinta de las normas de la Fe. No
obstante, existen ciertas leyes que son tan fundamentales para el sano funcionamiento
de la sociedad humana que deben sostenerse cualesquiera que sean las circunstancias.
Al comprender el grado de fragilidad humana, Bahá'u'lláh ha provisto que otras leyes
se apliquen sólo gradualmente, pero éstas también, una vez que sean aplicadas,
deberán obedecerse, o de lo contrario la sociedad no será reformada sino que se
hundirá en una condición cada vez peor. Es la desafiante tarea de los bahá'ís el
obedecer la ley de Dios en sus propias vidas y ganar gradualmente al resto de la
humanidad hasta su aceptación.1

¡Sin duda, parece como si nos estuviéramos precipitando en este proceso de hundimiento moral,
tanto en las vidas individuales como en la de la sociedad! En algunas relaciones, un miembro de la
pareja tiene una deficiencia en su personalidad que dificulta gravemente la relación y la pareja es
incapaz de cooperar en la curación gradual de dicha deficiencia. Por ejemplo, los celos o la envidia son
deficiencias paralizantes que influyen de forma grave en las relaciones íntimas.
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Celos

Sheila lleva unos años casada y tiene unos hijos adolescentes. Hace poco entró en una depresión
y perdió el apetito, lo que le causó una pérdida de peso. En la terapia surgió que durante años había
estado intentando afrontar unos celos crecientes, pero había renunciado a la esperanza de superar esta
deficiencia paralizante. Cuando era niña y adolescente, presenció las escenas casi diarias de celos y
violencia de sus padres, con amenazas de suicidio y asesinato, y por esta razón resolvió no dejarse
dominar por los celos como su madre lo había estado. Con el paso de los años, a medida que crecían
sus celos, sintió miedo de llegar a parecerse a su madre cada vez más. Su marido conocía sus celos,
pero no lograba entender este temor de su esposa de volverse como su madre y seguía haciendo
comentarios elogiosos del aspecto y la conducta de otras mujeres por la calle. Sheila se creía incapaz
de seguir haciendo frente a esta situación; quiso iniciar una terapia y se trajo consigo a su marido.
Ambos tenían que aprender a encarar el problema de Sheila y de su relación, y de cerrar el abismo que
se había abierto por el hecho de que no habían tratado de resolver este asunto tan serio en su
matrimonio.

Los celos consumen el cuerpo y la ira quema el hígado; evítalos ambos como
evitarías un león.1

¡Qué cierta es esta profunda máxima de los Escritos Bahá'ís, y con cuánta frecuencia confirmará
este hecho al tratar a sus pacientes!

En la actualidad toda la gente está sumergida en el mundo de la naturaleza. Es


por eso por lo que ves celos, avaricia, lucha por la supervivencia... todo lo cual emana
del mundo de la naturaleza. Son pocos los que han sido librados de esa oscuridad, que
han ascendido del mundo de la naturaleza al mundo del hombre...1

Envidia

La envidia es otra deficiencia grave en una relación. Cuando la envidia, sea de posesiones,
cualidades o logros, forma parte de la relación, todos los aspectos positivos que unen a la pareja se van
socavando poco a poco. Se produce un vacío que se llena con emociones tales como la ira, el odio y el
deseo de destruir la felicidad y los logros de la otra persona.

La envidia forma parte de la naturaleza inferior o animal del hombre. Cualquier educador de un
niño, sean los padres o los maestros, puede percibir fácilmente este ingrediente de la comprensión
imperfecta que hacen los niños de las relaciones y de la realidad. Entonces, el educador tiene que
ayudar a remediar pacientemente esta deficiencia en el pequeño y eliminar este desafortunado
ingrediente de muchas relaciones entre hermanos. Tanto la envidia como los celos se aprenden en la
familia; se encuentran con la mayor frecuencia en familias muy inmaduras, en las que los hermanos
tienen la sensación de no estar recibiendo la atención debida de sus padres y, por esta causa, expresan
su infelicidad dirigiéndola contra sus hermanas o hermanos... ¡O en ocasiones contra sus mismos
padres!

"Sabe, ciertamente, que el corazón en el que aún perdure el menor remanente de envidia, nunca
alcanzará Mi dominio eterno, ni aspirará los dulces aromas de santidad que emanan de Mi sagrado
reino", dice Bahá'u'lláh en las Palabras Ocultas.2
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Imponer la propia opinión

El hecho de que nos imaginemos estar nosotros en lo cierto y todos los demás equivocados, es el
mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es necesaria para llegar a la
verdad, pues la verdad es una.1

"Thomas sigue en sus trece sobre esta cuestión. Desde luego, no sabe cómo lo hará. Le dije lo
que tenía que hacer, pero él no quería escucharme. Ahora todo va mal. Se lo dije: ¡ya lo ves, debiste
hacerme caso!". Así se expresó la esposa, muy terca, de un ejecutivo cuyos negocios se precipitaban
rápidamente hacia la bancarrota. Tanto el marido como la mujer estaban seguros de estar haciendo lo
correcto y se pasaban horas y horas contándoselo al otro. Mientras tanto, sus negocios y también su
relación avanzaban hacia el borde del desastre. Sin embargo, a ambos les gustaba la emoción del
riesgo y por ello preferían continuar haciendo lo mismo.

La esposa de René es una mujer de pequeña estatura, semejante a un pájaro, de un país exótico
que prefiere soñar a hacer frente al osado y fornido René. A él, que es maestro, le encanta educar a las
personas, sobre todo a su mujercita. Constantemente le dice cómo y cuándo debe hacer las cosas. Ella
no contesta, pero está deprimiéndose y bebe en exceso. René sigue haciéndole recomendaciones.

En estas dos parejas, a cada persona le gusta tener razón: una lo demuestra verbalmente, y la otra
no haciendo caso de las sugerencias de su cónyuge. Ninguna está dispuesta a abandonar el camino
elegido; ceder sería equivalente a renunciar a la propia personalidad.

Sensibles e insensibles

"Estás preciosa, cariño", dice el marido, confiado, a su trabajadora, orgullosa y sensible esposa.
En su interior, la mujer no se siente comprendida por su bienintencionado esposo, pero ¿cómo puede
decirle que está agotada y al borde de la depresión? Ella calla, se muerde el labio y sigue adelante
hasta que se derrumba y tienen que internarla en el hospital durante dos meses. El marido no
comprende lo que ha ocurrido y está muy preocupado, ya que adora a su mujer y necesita
desesperadamente que ella se encuentre bien en su vida cotidiana.

La sensibilidad hacia los demás está convirtiéndose en una cualidad muy necesaria. Permite a
una persona comprender situaciones cuando la comunicación no es verbal, gracias a la atmósfera
existente entre las personas en una habitación, en la familia o en el trabajo, a través de gestos y de los
tonos de voz. La comunicación verbal no siempre refleja conceptos y creencias íntimas importantes.
En la sociedad actual, a menudo vemos personas que son hipersensibles y reaccionan a cualquier
ofensa, mientras que otras se desenvuelven con desenfado, sin percatarse que tocan temas delicados y
atacan sentimientos delicados de otras personas.

Así pues, parece que algunos tienen que aprender no a reaccionar, sino a proteger su
vulnerabilidad de una manera eficaz. Otros tienen que adquirir sensibilidad. Ambos desarrollos suelen
producirse sólo mediante el sufrimiento.

¿Cómo puede una persona sensible ayudar a su pareja insensible a seguir la senda de la
sensibilidad? ¿Podría ser que el sensible tiene que permitir que su pareja sufra un desengaño y así
comprenda ciertas realidades de la vida?
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Derrochadores y tacaños

En este contexto, la economía puede ser una cualidad que valoran ambos miembros de la pareja,
pero su interpretación puede variar de manera considerable y hacerles sufrir.

Tanto Robert como Bárbara procedían de familias muy pobres y sus padres se habían visto
obligados a limitar mucho sus gastos. Robert intuía cuánto había sufrido su madre a causa de esta
constante limitación en su vida, y creía que a su padre le habría gustado derrochar el dinero de vez en
cuando si hubiera tenido más dinero, como organizar una fiesta en un restaurante caro para todos sus
amigos. Así, cuando Robert era adolescente, las frustraciones y los deseos ocultos de sus padres
comenzaron a manifestarse en su propio comportamiento. Se convirtió en un derrochador experto: le
encantaba ir a cenar a restaurantes elegantes, iba en taxi a todas partes... y era muy generoso con sus
amigos; siempre invitaba él a todos a ir a su casa y tomar algunas copas antes de ir a dormir entre
risotadas. Bárbara había aprendido la lección opuesta: se volvió muy cuidadosa respecto al dinero y
siempre se creía obligada a guardar "una reserva" por si acaso venía una mala época.

Cuando comenzaron a salir juntos, notaron que se complementaban mutuamente; esto formaba
parte de su atracción mutua. Después notaron que crecían los conflictos entre ellos, pero como temían
iniciar una lucha abierta, se volvieron corteses y distantes. Con el tiempo, Bárbara ya no pudo soportar
los despilfarros de Robert y, a pesar de que lo quería realmente, se separó de él. Robert se sintió
totalmente abandonado y se arruinó al cabo de pocos años.

Ordenados y "bohemios"

Florence tenía afición por el arte y su estudio era muy original. Eso fue lo que atrajo a Barney,
que procedía de una familia muy ordenada pero bastante rígida. El pequeño apartamento de Barney
estaba impecablemente limpio, todos los objetos estaban en su lugar, guardados en cajones y armarios.
Parecía un despacho o un hotel, mas no un hogar. Se fue a vivir con Florence, pero pronto descubrió
que le resultaba muy difícil ver el congelador lleno de comida y de hielo, o tener que guardar cosas y
más cosas cuando Florence no se sentía bien, como si fuera una mamá estricta.

Como se sentían a gusto juntos, decidieron consultar entre sí para encontrar una salida a este
dilema. Florence explicó a Barney que se sentía agobiada por su extremo sentido del orden, pero dado
que también lo admiraba, reprimía su tendencia de despreocuparse de los asuntos del hogar. Barney
tranquilizó a Florence al contarle cuánto valoraba el ambiente que ella creaba y su sentido del color y
de la hospitalidad, pero que a veces se sentía como un basurero cuando el desorden y el descuido
superaban el límite de su paciencia y tenía que limpiar por los dos.

Decidieron darse un plazo de seis meses y consultarse cada semana durante una hora al menos
cómo hacer mejor las cosas para ambos. Si la situación mejoraba, buscarían un apartamento más
grande y acordarían ciertas normas, dándose libertad en ciertos aspectos de la vida pero procurando
ceñirse a unas reglas comunes en el espacio y el tiempo compartidos.

Fue por esa época cuando conocieron a algunos bahá'ís y aprendieron a consultar y,
especialmente, la importancia de llevar las decisiones a la práctica. La situación mejoró. Como les
pareció una tontería no mostrar la firmeza de su compromiso a sí mismos, a su familia y a sus amigos,
se casaron.
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Hiperactivos sexuales y recatados

-Mi mujer es una recatada... En cambio, ¡a mí me encanta el sexo!

Esta pareja es bastante común. A causa de los patrones culturales y del clima social, suele ser a
los hombres a quienes les "encanta" el sexo y las mujeres quienes son las "recatadas", especialmente
en las generaciones de mayor edad. Sin embargo, las cosas están cambiando y muchas mujeres jóvenes
pueden sentirse orgullosas de estar más interesadas en el sexo que su novio.

Esta diferencia puede conducir a muchos sinsabores, ya que ambos emplearán sus recursos más
potentes para defender su causa. "El sexo es un instinto que tenemos al igual que los animales, forma
parte de nuestras funciones y necesidades corporales y no debemos suprimirlo". Quienes creen en un
Creador benéfico dirán con razón que el sexo forma parte de la creación de Dios. El sexo es normal,
natural y relajante... "¿Lo ves? Está agarrotada y le duele toda la espalda: ¡seguro que es porque
reprime sus sanos instintos! ¡Y en lugar de dormir profundamente, no para de dar vueltas!"

La otra persona replicará: "Nada de delicadeza o ternura; lo único que le importa es poder hincar
el diente a un buen pedazo de carne... ¡sólo piensa en ESO, en nada más! Pura animalidad, ningún
detalle humano, ningún refinamiento, nada cultural, ninguna comunicación salvo el sexo salvaje. Y en
cuanto termina, se queda dormido y empieza a roncar, mientras yo me siento tensa interiormente,
totalmente agarrotada y frustrada porque no me he sentido respetada como ser humano. Luego me paso
toda la noche dando vueltas en la cama. Y después de todo eso, aún se pregunta por qué no me interesa
nada de todo eso, ¡salvo para que se quede tranquilo! Cuando estoy más desesperada, preferiría que
tuviese una amante... pero entonces siento un miedo y unos celos terribles. La verdad, no lo soporto.
¡Ojalá me muriese!"

El carácter de oposición

Una de las etapas del desarrollo del niño es la fase de oposición. En ella, al niño le produce
placer afirmar su propia voluntad, en particular si es contraria a los deseos y las instrucciones de su
madre. Los psicólogos confirman que ésta es una fase importante para que el niño desarrolle la
conciencia de sí mismo como opuesta a otras personas.

Para que el niño salga luego de esta fase, es necesario que la madre manifieste una cálida
comprensión y apoyo. Es preciso asegurar al niño que el progenitor se siente feliz de ver su desarrollo
y que lo protegerá del peligro y del mal comportamiento. Si la madre está demasiado insegura para
dejar libre a su hijo, éste permanece estancado en esta etapa, en particular si el juego de "portarse mal"
le resulta placentero... y gana. Las personas que se han quedado atascadas en esta fase no han
desarrollado su propia personalidad ni sus propios valores, y tienden a reaccionar contra las
afirmaciones y acciones de otros. Su manera de intentar ser asertivos es enfrentarse a la otra persona,
incluso en perjuicio propio. No parecen tener otra forma de emprender una acción.

El marido de Lucy es un hombre de buen carácter que tiene una relación cordial con sus
compañeros de trabajo, incluidas las mujeres a las que supervisa como encargado. Lucy es incapaz de
ver el lado positivo de Mark, sino que se empeña en enfrentarse a él hasta el punto que Mark se ha
hartado y se ha buscado una amante, aunque en realidad le gusta su familia y su mujer. Lucy tardará
mucho tiempo en liberarse de esta forma, aprendida en su infancia, de reaccionar ante las personas que
las rodean.
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La pareja utilizada como cubo de la basura

Una de las causas principales de la disfunción sexual es el frecuente hábito de tratar a la pareja
como si fuera el cubo de la basura, mientras se permanece inconsciente de la situación y de sus
desgraciadas consecuencias.

Veamos el ejemplo de un hombre que tiene que afrontar muchas frustraciones en su puesto de
trabajo. Allí no puede librarse de ellas, pero en cuanto llega a casa trata mal a su mujer, se queja de que
ella no hace bien las cosas, no es lo bastante atenta y, sobre todo, no es una amante buena y sensible
con él.

Una mujer ha tenido un día agotador con sus tres hijos pequeños. En cuanto su marido llega a
casa, ella empieza a gimotear y a quejarse de lo desgraciada que es por tener que quedarse en casa
cuidando de los niños.

Estas dos personas han tratado a su pareja como cubo de la basura. No son conscientes en
absoluto de lo que están haciendo: han arrojado mucha basura al cubo, pero no lo han vaciado en el
depósito: el cubo de la basura se vacía en la cama, es decir, encima de su pareja.

Relaciones sadomasoquistas

Es muy difícil describir estas relaciones: probablemente, son las relaciones más exquisitamente
dolorosas que cabe imaginar. Y son terriblemente características de nuestra época moderna.

Dos personas se aferran la una a la otra con las mandíbulas apretadas. Separarse equivaldría a
morir. Una parte de la personalidad de cada una de ellas parece irrevocablemente aprisionada en la otra
persona.

Muy a menudo, un tercero quiere ayudar a una de las personas que están enzarzadas en una
relación tan terrible. Ésta, desde luego, es una víctima... ¡incluso parece ser la única víctima! Sin
embargo, si la tercera persona se involucra también, se convierte en uno de los bandos del conflicto y
toma partido, desequilibrando la balanza hacia uno de los lados y provocando así que el otro busque
más ayuda. El conflicto es cada vez mayor. Así, estas patéticas relaciones suelen dar como resultado
que todos toman partido: la familia, los vecinos, los amigos, los profesores, los médicos, los
trabajadores sociales, los abogados, los funcionarios... ¡y el conflicto sigue sin resolverse! Sus
dimensiones se han agrandado, se eleva sobre el sufrimiento, sobre quienes desean ayudar, sobre los
terapeutas... ¡sin encontrar una solución!

¿Cómo llegan a producirse estas relaciones?

Existe una gran dependencia en la manera como ninguna de las partes se siente completa como
persona. Así, una persona puede actuar como el cerebro de la otra, o como los sentimientos de su
cónyuge. Sin embargo, la otra persona es la responsable, que organiza el conjunto y tiene la fuerza de
llevar adelante la situación. Uno trata con los extraños, la otra con la familia. Mientras las cosas van
bien, esta clase de dependencia no se degrada. Pero, si uno de los miembros de la pareja se vuelve
vulnerable y no puede defenderse, ni con palabras ni con obras, se han puesto las bases para la
agresión y la consiguiente venganza. Comienza un juego nuevo: el juego del tormento y el desquite,
del maltrato y la réplica en una forma diferente.
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Ambos se vuelven torturadores, ambos se hacen daño, ambos se vengan. Ambos son víctimas.
¿Cómo salir de semejante tormento? Pueden volverse insensibles al dolor y seguir adelante. O pueden
comenzar a cambiar la situación y actuar de manera positiva, empezando a modificar las actitudes y
reacciones propias. Suelen pasar años hasta que esto se nota en la relación. Además, no se produce sin
ayuda... ¡Y es difícil encontrar una ayuda buena y sabia!

¿Por qué las mujeres son unas víctimas tan perfectas?

Esto es difícil de comprender si no adoptamos una perspectiva histórica. Como sabe el lector, no
hace mucho tiempo que las mujeres aún eran consideradas como parte del ganado en muchos países.
En nuestra civilización, que creemos avanzada, ¡no fue hasta 1835 que el Papa decretó que las mujeres
tenían alma! Creo que el inconsciente de muchos hombres no ha despertado aún al hecho de que las
mujeres tienen alma y son seres responsables.

Si buscamos una imagen, sería la del cazador que clava su puñal en un animal. Mientras el
animal todavía agoniza, jadeando para mantenerse con vida, el cazador apoya el pie sobre él con gesto
triunfal y se jacta: "¡Estas pobres bestias no tienen valor para defenderse por sí mismas!

¿Por qué los hombres no son conscientes de este hecho?

Porque sería demasiado inquietante: necesitarían un cambio de actitud y de estilo de vida. Para
cualquier ser humano que haya rebasado la pubertad, es una fuente de angustia y ansiedad, ligada a
sentimientos de impotencia, frustración y depresión. No es fácil cambiar; es mucho más sencillo
permanecer inconsciente y, por tanto, protegido del dolor de comprender cuánto han contribuido los
hombres a esta situación.

¿Por qué los hombres son víctimas perfectas?

Son muy vulnerables a la opinión pública o, en otras palabras, a la imagen que proyectan sobre
otros, sean miembros de la familia (incluyendo sus propios hijos), los vecinos, los empleados o los
empresarios, o cualquier individuo al que quieran impresionar. Las mujeres lo saben, de forma
consciente o inconsciente, y tienen la capacidad de utilizar palabras para desacreditarles, sea con la
murmuración o con la calumnia, con el fin de devolver el golpe al opresor. ¡Entonces, el hombre
realmente se convierte en opresor! Su orgullo, vinculado a su imagen, es dañado de inmediato.

Las mujeres también usan una especie de superioridad moral para juzgar a un hombre: sin
palabras, o con comentarios breves y mordaces. "Eres un perezoso, nunca me ayudas"; "no te
preocupas lo bastante de los niños, no te quedas en casa a jugar con ellos"; "el deporte, o la política, o
tus amigotes del bar, o tu nuevo equipo de música/tu equipo de vídeo/tus botas deportivas/tu lujoso
coche son más importantes para ti que tu relación con tu mujer o con tu hijo", etc.

Es muy difícil defenderse de tales juicios. Hacen mucho daño y contienen una invocación
inquietante de cambio.

¿Por qué las mujeres siguen utilizando estas armas mortales, armas condenadas tanto
por la ética como por la religión?
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Ellas también deberían cambiar. Y el cambio es difícil. Tendrían que trabajar consigo mismas,
aprender a tener otros objetivos y prioridades en la vida aparte de servir y complacer a los otros
miembros de la familia. Tendrían que aprender a hablar y a defenderse por sí mismas.

Otras relaciones patológicas

Algunas relaciones son tan deficientes que sólo pueden definirse como unilaterales o de prueba,
ya que no se basan en ningún tipo de compromiso. Una de ellas es el tipo "cama y desayuno", una
relación de un nivel tan bajo y básico que es subhumana. A pesar de ello es muy frecuente en la
actualidad, puesto que muchas personas están profundamente decepcionadas, tanto por el fracaso de
sus padres a la hora de establecer una relación buena y duradera, como por haber sufrido ellas mismas
una catástrofe sentimental, a menudo más de una vez.

Otro tipo es el del gato, que cruza el umbral del portal al anochecer y duerme bajo techo hasta el
día siguiente.

Ruth sufrió de manera terrible a causa de la relación que mantenían sus padres y en su interior
anidó algo que la prevendría de llegar a padecer la misma experiencia. Ahora tiene tres hijos
encantadores. El padre es un extranjero que aparece por casa de vez en cuando en el apartamento de
Ruth, acogedor pero sencillo. Allí, él casi es como un cuarto hijo. Cuando pasa cierto tiempo sin que
aparezca por casa, Ruth dice con indiferencia: "Supongo que le han vuelto a pillar robando y ha pasado
el invierno en la cárcel". Ni Ruth ni su compañero tienen una confianza básica en el sexo opuesto.
Ruth mantenía una relación de amor con su callado y pacífico padre, quien murió pronto para evitar el
sempiterno gobierno del "general". Ahora, su compañero tenía una "mamá buena" que nunca le
recriminaba nada ni le guiaba, sino que lo alimentaba y lo vestía cada vez que aparecía por casa.

Otra de estas relaciones está basada en el complejo que tiene el acertado nombre de "Casanova".
En este juego, el hombre siempre se dedica a asediar la fortaleza, pero, cuando ésta se rinde, la saquea
y luego se va a conquistar otra. La mujer (la fortaleza) se muestra distante al principio, más tarde
tímida o desafiante. Por fin, bajo la presión de tanta ternura y tantas atenciones, accede. No mucho
después, ella lamenta su infortunio con palabras como éstas: "Sabía que no era un buen hombre, igual
que mi hermano. Pero era tan amable, tan tierno, tenía tantos detalles... era tan dulce... pero un día, de
repente, desapareció. ¡Y, al final, me había enamorado tanto de él!

El lector puede preguntarse: ¿qué tienen que ver con la sexualidad unas relaciones desgraciadas,
o complicadas y frustrantes?

Parece ser un patrón cada vez más común que los hombres y las mujeres, por una parte, hacen
grandes esfuerzos por formar relaciones armoniosas y abrirse así a una relación sexual cálida y natural;
sin embargo, por otra parte se aferran a los numerosos agravios y amarguras que han padecido en
relaciones difíciles tales como las descritas anteriormente. "El cuerpo no miente", dice un axioma de la
psicología. Así, muchas personas expresan sus dolencias psicológicas en una vida sexual
insatisfactoria, o se hacen reproches mutuos antes, durante o después de la actividad sexual, porque se
sienten vulnerables y pierden temporalmente el control. Por supuesto, una relación desgraciada afecta
profundamente a la calidad de la vida sexual. Además, la misma sexualidad puede convertirse en arma
en una relación difícil en la que no haya respeto, como en el caso de la relación entre una persona
"activa" y otra "recatada".

En definitiva, la gente tendrá que tomar decisiones sobre si quieren trabajar con sus caracteres y
aprender a consultar. Son dos de los mejores remedios para corregir e incluso reparar unas relaciones
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desgraciadas. Esas personas deben armarse de paciencia y esperanza: el proceso puede ser largo, pero
acabará dando frutos.

Hay que diferenciar entre carácter y fe. Aún es muy difícil aceptar esta realidad y acordarse de ella. El
hecho es que una persona puede creer y amar a la Causa e incluso estar dispuesto a morir por ella y sin
embargo no tener un carácter personal bueno, o puede tener rasgos discordes con las enseñanzas.
Deberíamos intentar cambiar, permitir que el poder de Dios contribuya a recreamos y hacer de
nosotros verdaderos bahá'ís en obras al igual que en creencias. Pero a veces el proceso es lento. En
ocasiones jamás se produce el cambio porque el individuo no lo intenta con suficiente empeño. Estas
cosas nos producen sufrimiento y son pruebas...1

Una relación implica respeto mutuo y el deseo de aprender juntos y el uno del otro. También
implica afrontar los diversos aspectos de la vida con armonía y comprensión.

Sin una cierta dosis de respeto por ambas partes, no es posible mantener una relación positiva.
Cuando no hay reciprocidad, uno se siente como un tirano y vacila entre los sentimientos de poder,
culpa e ira, mientras que el otro se siente explotado, furioso y luego culpable. Cuando una relación está
muy degradada, se distancia cada vez más de la realidad y se vuelve más y más destructiva, y acaba
aislándose.

Un objetivo importante de cualquier ser humano es alcanzar la armonía y la comprensión en una


relación íntima. En una relación saludable, se entiende que cada miembro de la pareja actúa y piensa
de manera autónoma en muchos aspectos, pero en otros, ambas personas interactúan y comparten. En
algunas relaciones desgraciadas y muy perjudiciales, la gente se siente prisionera, como si no pudiesen
salir de un lugar cerrado. Éste es el caso de todas las relaciones en las que la dependencia o la
dominación se perciben como limitadoras del crecimiento y de la evolución, tanto de los individuos
como de la relación. Puede afirmarse que esto está ocurriendo cada vez más y cabe preguntarse por
qué.

Intervienen muchos factores, tanto positivos como negativos. En el lado negativo se encuentran
la falta de una verdadera religión y el consiguiente materialismo y búsqueda del placer, así como el
rechazo a asumir la responsabilidad de construir un carácter y un estilo de vida moral.

Los bahá'ís creemos que en el lado positivo está la evolución de la humanidad como parte de la
creación de Dios. Ahora, la humanidad tiene la elección de seguir los preceptos de Dios para la
naturaleza humana y la era en la que vivimos, o descubrir los límites de la naturaleza humana y el caos
que puede originar en los individuos y en la sociedad cuando no seguimos estos preceptos.

Como señala, es particularmente difícil seguir las leyes de Bahá'u'lláh en la


sociedad actual, cuya práctica aceptada es tan distinta de las normas de la Fe. No
obstante, existen ciertas leyes que son tan fundamentales para el sano funcionamiento
de la sociedad humana que deben sostenerse cualesquiera que sean las circunstancias.
Al comprender el grado de fragilidad humana, Bahá'u'lláh ha provisto que otras leyes
se apliquen sólo gradualmente, pero éstas también, una vez que sean aplicadas,
deberán obedecerse, o de lo contrario la sociedad no será reformada sino que se
hundirá en una condición cada vez peor. Es la desafiante tarea de los bahá'ís el
obedecer la ley de Dios en sus propias vidas y ganar gradualmente al resto de la
humanidad hasta su aceptación.1

¡Sin duda, parece como si nos estuviéramos precipitando en este proceso de hundimiento moral,
tanto en las vidas individuales como en la de la sociedad! En algunas relaciones, un miembro de la
pareja tiene una deficiencia en su personalidad que dificulta gravemente la relación y la pareja es
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incapaz de cooperar en la curación gradual de dicha deficiencia. Por ejemplo, los celos o la envidia son
deficiencias paralizantes que influyen de forma grave en las relaciones íntimas.

Celos

Sheila lleva unos años casada y tiene unos hijos adolescentes. Hace poco entró en una depresión
y perdió el apetito, lo que le causó una pérdida de peso. En la terapia surgió que durante años había
estado intentando afrontar unos celos crecientes, pero había renunciado a la esperanza de superar esta
deficiencia paralizante. Cuando era niña y adolescente, presenció las escenas casi diarias de celos y
violencia de sus padres, con amenazas de suicidio y asesinato, y por esta razón resolvió no dejarse
dominar por los celos como su madre lo había estado. Con el paso de los años, a medida que crecían
sus celos, sintió miedo de llegar a parecerse a su madre cada vez más. Su marido conocía sus celos,
pero no lograba entender este temor de su esposa de volverse como su madre y seguía haciendo
comentarios elogiosos del aspecto y la conducta de otras mujeres por la calle. Sheila se creía incapaz
de seguir haciendo frente a esta situación; quiso iniciar una terapia y se trajo consigo a su marido.
Ambos tenían que aprender a encarar el problema de Sheila y de su relación, y de cerrar el abismo que
se había abierto por el hecho de que no habían tratado de resolver este asunto tan serio en su
matrimonio.

Los celos consumen el cuerpo y la ira quema el hígado; evítalos ambos como
evitarías un león.1

¡Qué cierta es esta profunda máxima de los Escritos Bahá'ís, y con cuánta frecuencia confirmará
este hecho al tratar a sus pacientes!

En la actualidad toda la gente está sumergida en el mundo de la naturaleza. Es


por eso por lo que ves celos, avaricia, lucha por la supervivencia... todo lo cual emana
del mundo de la naturaleza. Son pocos los que han sido librados de esa oscuridad, que
han ascendido del mundo de la naturaleza al mundo del hombre...1

Envidia
La envidia es otra deficiencia grave en una relación. Cuando la envidia, sea de posesiones,
cualidades o logros, forma parte de la relación, todos los aspectos positivos que unen a la pareja se van
socavando poco a poco. Se produce un vacío que se llena con emociones tales como la ira, el odio y el
deseo de destruir la felicidad y los logros de la otra persona.

La envidia forma parte de la naturaleza inferior o animal del hombre. Cualquier educador de un
niño, sean los padres o los maestros, puede percibir fácilmente este ingrediente de la comprensión
imperfecta que hacen los niños de las relaciones y de la realidad. Entonces, el educador tiene que
ayudar a remediar pacientemente esta deficiencia en el pequeño y eliminar este desafortunado
ingrediente de muchas relaciones entre hermanos. Tanto la envidia como los celos se aprenden en la
familia; se encuentran con la mayor frecuencia en familias muy inmaduras, en las que los hermanos
tienen la sensación de no estar recibiendo la atención debida de sus padres y, por esta causa, expresan
su infelicidad dirigiéndola contra sus hermanas o hermanos... ¡O en ocasiones contra sus mismos
padres!

"Sabe, ciertamente, que el corazón en el que aún perdure el menor remanente de envidia, nunca
alcanzará Mi dominio eterno, ni aspirará los dulces aromas de santidad que emanan de Mi sagrado
reino", dice Bahá'u'lláh en las Palabras Ocultas.2
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Imponer la propia opinión

El hecho de que nos imaginemos estar nosotros en lo cierto y todos los demás equivocados, es el
mayor de todos los obstáculos en el camino hacia la unidad, y la unidad es necesaria para llegar a la
verdad, pues la verdad es una.1

"Thomas sigue en sus trece sobre esta cuestión. Desde luego, no sabe cómo lo hará. Le dije lo
que tenía que hacer, pero él no quería escucharme. Ahora todo va mal. Se lo dije: ¡ya lo ves, debiste
hacerme caso!". Así se expresó la esposa, muy terca, de un ejecutivo cuyos negocios se precipitaban
rápidamente hacia la bancarrota. Tanto el marido como la mujer estaban seguros de estar haciendo lo
correcto y se pasaban horas y horas contándoselo al otro. Mientras tanto, sus negocios y también su
relación avanzaban hacia el borde del desastre. Sin embargo, a ambos les gustaba la emoción del
riesgo y por ello preferían continuar haciendo lo mismo.

La esposa de René es una mujer de pequeña estatura, semejante a un pájaro, de un país exótico
que prefiere soñar a hacer frente al osado y fornido René. A él, que es maestro, le encanta educar a las
personas, sobre todo a su mujercita. Constantemente le dice cómo y cuándo debe hacer las cosas. Ella
no contesta, pero está deprimiéndose y bebe en exceso. René sigue haciéndole recomendaciones.

En estas dos parejas, a cada persona le gusta tener razón: una lo demuestra verbalmente, y la otra
no haciendo caso de las sugerencias de su cónyuge. Ninguna está dispuesta a abandonar el camino
elegido; ceder sería equivalente a renunciar a la propia personalidad.

Sensibles e insensibles

"Estás preciosa, cariño", dice el marido, confiado, a su trabajadora, orgullosa y sensible esposa.
En su interior, la mujer no se siente comprendida por su bienintencionado esposo, pero ¿cómo puede
decirle que está agotada y al borde de la depresión? Ella calla, se muerde el labio y sigue adelante
hasta que se derrumba y tienen que internarla en el hospital durante dos meses. El marido no
comprende lo que ha ocurrido y está muy preocupado, ya que adora a su mujer y necesita
desesperadamente que ella se encuentre bien en su vida cotidiana.

La sensibilidad hacia los demás está convirtiéndose en una cualidad muy necesaria. Permite a
una persona comprender situaciones cuando la comunicación no es verbal, gracias a la atmósfera
existente entre las personas en una habitación, en la familia o en el trabajo, a través de gestos y de los
tonos de voz. La comunicación verbal no siempre refleja conceptos y creencias íntimas importantes.
En la sociedad actual, a menudo vemos personas que son hipersensibles y reaccionan a cualquier
ofensa, mientras que otras se desenvuelven con desenfado, sin percatarse que tocan temas delicados y
atacan sentimientos delicados de otras personas.

Así pues, parece que algunos tienen que aprender no a reaccionar, sino a proteger su
vulnerabilidad de una manera eficaz. Otros tienen que adquirir sensibilidad. Ambos desarrollos suelen
producirse sólo mediante el sufrimiento.

¿Cómo puede una persona sensible ayudar a su pareja insensible a seguir la senda de la
sensibilidad? ¿Podría ser que el sensible tiene que permitir que su pareja sufra un desengaño y así
comprenda ciertas realidades de la vida?
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Derrochadores y tacaños

En este contexto, la economía puede ser una cualidad que valoran ambos miembros de la pareja,
pero su interpretación puede variar de manera considerable y hacerles sufrir.

Tanto Robert como Bárbara procedían de familias muy pobres y sus padres se habían visto
obligados a limitar mucho sus gastos. Robert intuía cuánto había sufrido su madre a causa de esta
constante limitación en su vida, y creía que a su padre le habría gustado derrochar el dinero de vez en
cuando si hubiera tenido más dinero, como organizar una fiesta en un restaurante caro para todos sus
amigos. Así, cuando Robert era adolescente, las frustraciones y los deseos ocultos de sus padres
comenzaron a manifestarse en su propio comportamiento. Se convirtió en un derrochador experto: le
encantaba ir a cenar a restaurantes elegantes, iba en taxi a todas partes... y era muy generoso con sus
amigos; siempre invitaba él a todos a ir a su casa y tomar algunas copas antes de ir a dormir entre
risotadas. Bárbara había aprendido la lección opuesta: se volvió muy cuidadosa respecto al dinero y
siempre se creía obligada a guardar "una reserva" por si acaso venía una mala época.

Cuando comenzaron a salir juntos, notaron que se complementaban mutuamente; esto formaba
parte de su atracción mutua. Después notaron que crecían los conflictos entre ellos, pero como temían
iniciar una lucha abierta, se volvieron corteses y distantes. Con el tiempo, Bárbara ya no pudo soportar
los despilfarros de Robert y, a pesar de que lo quería realmente, se separó de él. Robert se sintió
totalmente abandonado y se arruinó al cabo de pocos años.

Ordenados y "bohemios"
Florence tenía afición por el arte y su estudio era muy original. Eso fue lo que atrajo a Barney,
que procedía de una familia muy ordenada pero bastante rígida. El pequeño apartamento de Barney
estaba impecablemente limpio, todos los objetos estaban en su lugar, guardados en cajones y armarios.
Parecía un despacho o un hotel, mas no un hogar. Se fue a vivir con Florence, pero pronto descubrió
que le resultaba muy difícil ver el congelador lleno de comida y de hielo, o tener que guardar cosas y
más cosas cuando Florence no se sentía bien, como si fuera una mamá estricta.

Como se sentían a gusto juntos, decidieron consultar entre sí para encontrar una salida a este
dilema. Florence explicó a Barney que se sentía agobiada por su extremo sentido del orden, pero dado
que también lo admiraba, reprimía su tendencia de despreocuparse de los asuntos del hogar. Barney
tranquilizó a Florence al contarle cuánto valoraba el ambiente que ella creaba y su sentido del color y
de la hospitalidad, pero que a veces se sentía como un basurero cuando el desorden y el descuido
superaban el límite de su paciencia y tenía que limpiar por los dos.

Decidieron darse un plazo de seis meses y consultarse cada semana durante una hora al menos
cómo hacer mejor las cosas para ambos. Si la situación mejoraba, buscarían un apartamento más
grande y acordarían ciertas normas, dándose libertad en ciertos aspectos de la vida pero procurando
ceñirse a unas reglas comunes en el espacio y el tiempo compartidos.

Fue por esa época cuando conocieron a algunos bahá'ís y aprendieron a consultar y,
especialmente, la importancia de llevar las decisiones a la práctica. La situación mejoró. Como les
pareció una tontería no mostrar la firmeza de su compromiso a sí mismos, a su familia y a sus amigos,
se casaron.
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Hiperactivos sexuales y recatados

-Mi mujer es una recatada... En cambio, ¡a mí me encanta el sexo!

Esta pareja es bastante común. A causa de los patrones culturales y del clima social, suele ser a
los hombres a quienes les "encanta" el sexo y las mujeres quienes son las "recatadas", especialmente
en las generaciones de mayor edad. Sin embargo, las cosas están cambiando y muchas mujeres jóvenes
pueden sentirse orgullosas de estar más interesadas en el sexo que su novio.

Esta diferencia puede conducir a muchos sinsabores, ya que ambos emplearán sus recursos más
potentes para defender su causa. "El sexo es un instinto que tenemos al igual que los animales, forma
parte de nuestras funciones y necesidades corporales y no debemos suprimirlo". Quienes creen en un
Creador benéfico dirán con razón que el sexo forma parte de la creación de Dios. El sexo es normal,
natural y relajante... "¿Lo ves? Está agarrotada y le duele toda la espalda: ¡seguro que es porque
reprime sus sanos instintos! ¡Y en lugar de dormir profundamente, no para de dar vueltas!"

La otra persona replicará: "Nada de delicadeza o ternura; lo único que le importa es poder hincar
el diente a un buen pedazo de carne... ¡sólo piensa en ESO, en nada más! Pura animalidad, ningún
detalle humano, ningún refinamiento, nada cultural, ninguna comunicación salvo el sexo salvaje. Y en
cuanto termina, se queda dormido y empieza a roncar, mientras yo me siento tensa interiormente,
totalmente agarrotada y frustrada porque no me he sentido respetada como ser humano. Luego me paso
toda la noche dando vueltas en la cama. Y después de todo eso, aún se pregunta por qué no me interesa
nada de todo eso, ¡salvo para que se quede tranquilo! Cuando estoy más desesperada, preferiría que
tuviese una amante... pero entonces siento un miedo y unos celos terribles. La verdad, no lo soporto.
¡Ojalá me muriese!"

El carácter de oposición

Una de las etapas del desarrollo del niño es la fase de oposición. En ella, al niño le produce
placer afirmar su propia voluntad, en particular si es contraria a los deseos y las instrucciones de su
madre. Los psicólogos confirman que ésta es una fase importante para que el niño desarrolle la
conciencia de sí mismo como opuesta a otras personas.

Para que el niño salga luego de esta fase, es necesario que la madre manifieste una cálida
comprensión y apoyo. Es preciso asegurar al niño que el progenitor se siente feliz de ver su desarrollo
y que lo protegerá del peligro y del mal comportamiento. Si la madre está demasiado insegura para
dejar libre a su hijo, éste permanece estancado en esta etapa, en particular si el juego de "portarse mal"
le resulta placentero... y gana. Las personas que se han quedado atascadas en esta fase no han
desarrollado su propia personalidad ni sus propios valores, y tienden a reaccionar contra las
afirmaciones y acciones de otros. Su manera de intentar ser asertivos es enfrentarse a la otra persona,
incluso en perjuicio propio. No parecen tener otra forma de emprender una acción.

El marido de Lucy es un hombre de buen carácter que tiene una relación cordial con sus
compañeros de trabajo, incluidas las mujeres a las que supervisa como encargado. Lucy es incapaz de
ver el lado positivo de Mark, sino que se empeña en enfrentarse a él hasta el punto que Mark se ha
hartado y se ha buscado una amante, aunque en realidad le gusta su familia y su mujer. Lucy tardará
mucho tiempo en liberarse de esta forma, aprendida en su infancia, de reaccionar ante las personas que
las rodean.
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La pareja utilizada como cubo de la basura

Una de las causas principales de la disfunción sexual es el frecuente hábito de tratar a la pareja
como si fuera el cubo de la basura, mientras se permanece inconsciente de la situación y de sus
desgraciadas consecuencias.

Veamos el ejemplo de un hombre que tiene que afrontar muchas frustraciones en su puesto de
trabajo. Allí no puede librarse de ellas, pero en cuanto llega a casa trata mal a su mujer, se queja de que
ella no hace bien las cosas, no es lo bastante atenta y, sobre todo, no es una amante buena y sensible
con él.

Una mujer ha tenido un día agotador con sus tres hijos pequeños. En cuanto su marido llega a
casa, ella empieza a gimotear y a quejarse de lo desgraciada que es por tener que quedarse en casa
cuidando de los niños.

Estas dos personas han tratado a su pareja como cubo de la basura. No son conscientes en
absoluto de lo que están haciendo: han arrojado mucha basura al cubo, pero no lo han vaciado en el
depósito: el cubo de la basura se vacía en la cama, es decir, encima de su pareja.

Relaciones sadomasoquistas

Es muy difícil describir estas relaciones: probablemente, son las relaciones más exquisitamente
dolorosas que cabe imaginar. Y son terriblemente características de nuestra época moderna.

Dos personas se aferran la una a la otra con las mandíbulas apretadas. Separarse equivaldría a
morir. Una parte de la personalidad de cada una de ellas parece irrevocablemente aprisionada en la otra
persona.

Muy a menudo, un tercero quiere ayudar a una de las personas que están enzarzadas en una
relación tan terrible. Ésta, desde luego, es una víctima... ¡incluso parece ser la única víctima! Sin
embargo, si la tercera persona se involucra también, se convierte en uno de los bandos del conflicto y
toma partido, desequilibrando la balanza hacia uno de los lados y provocando así que el otro busque
más ayuda. El conflicto es cada vez mayor. Así, estas patéticas relaciones suelen dar como resultado
que todos toman partido: la familia, los vecinos, los amigos, los profesores, los médicos, los
trabajadores sociales, los abogados, los funcionarios... ¡y el conflicto sigue sin resolverse! Sus
dimensiones se han agrandado, se eleva sobre el sufrimiento, sobre quienes desean ayudar, sobre los
terapeutas... ¡sin encontrar una solución!

¿Cómo llegan a producirse estas relaciones?

Existe una gran dependencia en la manera como ninguna de las partes se siente completa como
persona. Así, una persona puede actuar como el cerebro de la otra, o como los sentimientos de su
cónyuge. Sin embargo, la otra persona es la responsable, que organiza el conjunto y tiene la fuerza de
llevar adelante la situación. Uno trata con los extraños, la otra con la familia. Mientras las cosas van
bien, esta clase de dependencia no se degrada. Pero, si uno de los miembros de la pareja se vuelve
vulnerable y no puede defenderse, ni con palabras ni con obras, se han puesto las bases para la
agresión y la consiguiente venganza. Comienza un juego nuevo: el juego del tormento y el desquite,
del maltrato y la réplica en una forma diferente.

Ambos se vuelven torturadores, ambos se hacen daño, ambos se vengan. Ambos son víctimas.
¿Cómo salir de semejante tormento? Pueden volverse insensibles al dolor y seguir adelante. O pueden
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comenzar a cambiar la situación y actuar de manera positiva, empezando a modificar las actitudes y
reacciones propias. Suelen pasar años hasta que esto se nota en la relación. Además, no se produce sin
ayuda... ¡Y es difícil encontrar una ayuda buena y sabia!

¿Por qué las mujeres son unas víctimas tan perfectas?

Esto es difícil de comprender si no adoptamos una perspectiva histórica. Como sabe el lector, no
hace mucho tiempo que las mujeres aún eran consideradas como parte del ganado en muchos países.
En nuestra civilización, que creemos avanzada, ¡no fue hasta 1835 que el Papa decretó que las mujeres
tenían alma! Creo que el inconsciente de muchos hombres no ha despertado aún al hecho de que las
mujeres tienen alma y son seres responsables.

Si buscamos una imagen, sería la del cazador que clava su puñal en un animal. Mientras el
animal todavía agoniza, jadeando para mantenerse con vida, el cazador apoya el pie sobre él con gesto
triunfal y se jacta: "¡Estas pobres bestias no tienen valor para defenderse por sí mismas!

¿Por qué los hombres no son conscientes de este hecho?

Porque sería demasiado inquietante: necesitarían un cambio de actitud y de estilo de vida. Para
cualquier ser humano que haya rebasado la pubertad, es una fuente de angustia y ansiedad, ligada a
sentimientos de impotencia, frustración y depresión. No es fácil cambiar; es mucho más sencillo
permanecer inconsciente y, por tanto, protegido del dolor de comprender cuánto han contribuido los
hombres a esta situación.

¿Por qué los hombres son víctimas perfectas?

Son muy vulnerables a la opinión pública o, en otras palabras, a la imagen que proyectan sobre
otros, sean miembros de la familia (incluyendo sus propios hijos), los vecinos, los empleados o los
empresarios, o cualquier individuo al que quieran impresionar. Las mujeres lo saben, de forma
consciente o inconsciente, y tienen la capacidad de utilizar palabras para desacreditarles, sea con la
murmuración o con la calumnia, con el fin de devolver el golpe al opresor. ¡Entonces, el hombre
realmente se convierte en opresor! Su orgullo, vinculado a su imagen, es dañado de inmediato.

Las mujeres también usan una especie de superioridad moral para juzgar a un hombre: sin
palabras, o con comentarios breves y mordaces. "Eres un perezoso, nunca me ayudas"; "no te
preocupas lo bastante de los niños, no te quedas en casa a jugar con ellos"; "el deporte, o la política, o
tus amigotes del bar, o tu nuevo equipo de música/tu equipo de vídeo/tus botas deportivas/tu lujoso
coche son más importantes para ti que tu relación con tu mujer o con tu hijo", etc.

Es muy difícil defenderse de tales juicios. Hacen mucho daño y contienen una invocación
inquietante de cambio.

¿Por qué las mujeres siguen utilizando estas armas mortales, armas condenadas tanto
por la ética como por la religión?

Ellas también deberían cambiar. Y el cambio es difícil. Tendrían que trabajar consigo mismas,
aprender a tener otros objetivos y prioridades en la vida aparte de servir y complacer a los otros
miembros de la familia. Tendrían que aprender a hablar y a defenderse por sí mismas.
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Otras relaciones patológicas

Algunas relaciones son tan deficientes que sólo pueden definirse como unilaterales o de prueba,
ya que no se basan en ningún tipo de compromiso. Una de ellas es el tipo "cama y desayuno", una
relación de un nivel tan bajo y básico que es subhumana. A pesar de ello es muy frecuente en la
actualidad, puesto que muchas personas están profundamente decepcionadas, tanto por el fracaso de
sus padres a la hora de establecer una relación buena y duradera, como por haber sufrido ellas mismas
una catástrofe sentimental, a menudo más de una vez.

Otro tipo es el del gato, que cruza el umbral del portal al anochecer y duerme bajo techo hasta el
día siguiente.

Ruth sufrió de manera terrible a causa de la relación que mantenían sus padres y en su interior
anidó algo que la prevendría de llegar a padecer la misma experiencia. Ahora tiene tres hijos
encantadores. El padre es un extranjero que aparece por casa de vez en cuando en el apartamento de
Ruth, acogedor pero sencillo. Allí, él casi es como un cuarto hijo. Cuando pasa cierto tiempo sin que
aparezca por casa, Ruth dice con indiferencia: "Supongo que le han vuelto a pillar robando y ha pasado
el invierno en la cárcel". Ni Ruth ni su compañero tienen una confianza básica en el sexo opuesto.
Ruth mantenía una relación de amor con su callado y pacífico padre, quien murió pronto para evitar el
sempiterno gobierno del "general". Ahora, su compañero tenía una "mamá buena" que nunca le
recriminaba nada ni le guiaba, sino que lo alimentaba y lo vestía cada vez que aparecía por casa.

Otra de estas relaciones está basada en el complejo que tiene el acertado nombre de "Casanova".
En este juego, el hombre siempre se dedica a asediar la fortaleza, pero, cuando ésta se rinde, la saquea
y luego se va a conquistar otra. La mujer (la fortaleza) se muestra distante al principio, más tarde
tímida o desafiante. Por fin, bajo la presión de tanta ternura y tantas atenciones, accede. No mucho
después, ella lamenta su infortunio con palabras como éstas: "Sabía que no era un buen hombre, igual
que mi hermano. Pero era tan amable, tan tierno, tenía tantos detalles... era tan dulce... pero un día, de
repente, desapareció. ¡Y, al final, me había enamorado tanto de él!

El lector puede preguntarse: ¿qué tienen que ver con la sexualidad unas relaciones desgraciadas,
o complicadas y frustrantes?

Parece ser un patrón cada vez más común que los hombres y las mujeres, por una parte, hacen
grandes esfuerzos por formar relaciones armoniosas y abrirse así a una relación sexual cálida y natural;
sin embargo, por otra parte se aferran a los numerosos agravios y amarguras que han padecido en
relaciones difíciles tales como las descritas anteriormente. "El cuerpo no miente", dice un axioma de la
psicología. Así, muchas personas expresan sus dolencias psicológicas en una vida sexual
insatisfactoria, o se hacen reproches mutuos antes, durante o después de la actividad sexual, porque se
sienten vulnerables y pierden temporalmente el control. Por supuesto, una relación desgraciada afecta
profundamente a la calidad de la vida sexual. Además, la misma sexualidad puede convertirse en arma
en una relación difícil en la que no haya respeto, como en el caso de la relación entre una persona
"activa" y otra "recatada".

En definitiva, la gente tendrá que tomar decisiones sobre si quieren trabajar con sus caracteres y
aprender a consultar. Son dos de los mejores remedios para corregir e incluso reparar unas relaciones
desgraciadas. Esas personas deben armarse de paciencia y esperanza: el proceso puede ser largo, pero
acabará dando frutos.
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Hay que diferenciar entre carácter y fe. Aún es muy difícil aceptar esta realidad y acordarse de ella. El
hecho es que una persona puede creer y amar a la Causa e incluso estar dispuesto a morir por ella y sin
embargo no tener un carácter personal bueno, o puede tener rasgos discordes con las enseñanzas.
Deberíamos intentar cambiar, permitir que el poder de Dios contribuya a recreamos y hacer de
nosotros verdaderos bahá'ís en obras al igual que en creencias. Pero a veces el proceso es lento. En
ocasiones jamás se produce el cambio porque el individuo no lo intenta con suficiente empeño. Estas
cosas nos producen sufrimiento y son pruebas...1
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RELACIONES INMADURAS Y DEGRADANTES

Tres ruedas...
-Llevo quince años viviendo con mi marido, pero hace tres que me enamoré de mi vecino, que
se ha convertido en mi amante. Quiero dejar a mi marido, pero no quiero vivir con mi amigo: él
también está casado y no desea romper su matrimonio. Además, es un tirano, como mi padre, y yo no
quiero vivir con un tirano. Pero mi esposo nunca contesta a mis preguntas, nunca me responde, no
tiene opiniones, no toma decisiones, ¡y no le quiero! Pero los niños... ¿qué debo hacer?

-Con mi esposa comparto mi vida cotidiana, mis hijos, la casa, la ayudo en la tienda... pero ella
no sabe que tengo toda clase de aventuras fuera del matrimonio. Las mujeres son muy misteriosas y
atractivas. Quiero conocerlas...

¿Qué es lo que hace que las personas quieran seguir viviendo con su cónyuge, en quien confían,
mientras tienen un amante secreto? Por supuesto, forma parte de nuestra sociedad "libre", hedonista e
individualista: si algo me apetece y me gusta, ¿qué me impide conseguir lo que ansío? Sólo vivimos
una vez y tenemos que disfrutar de la vida tanto como podamos, ¡no se sabe lo que nos traerá el
mañana! Al fin y al cabo, mi mujer (mi marido) no lo sabe y seguimos como si todo fuera sobre
ruedas... ¡Y yo tengo cariño a mi pareja, sin duda! Nunca podría abandonarle, ni a los niños. En
realidad, estoy muy ligado/a a mi familia y a mi hogar...

La gente que organiza esta clase de situaciones por algún tiempo mantienen las apariencias.
Aceptan los valores tradicionales, no quieren perturbar patrones antiguos de la familia, o del
vecindario o la población donde viven. Por un lado, se adaptan muy bien a lo que se espera de ellos,
sin creer en los valores que antes animaban este modelo tradicional: la fidelidad, la veracidad, la
honestidad. Creen que los patrones tradicionales proporcionan comodidad y estabilidad, y sirven para
no "liar" las cosas. Para ellos, adaptarse al modelo que se les ha legado significa aceptar la tradición
autoritaria, pero sólo nominalmente, mientras que la revuelta socava su ser interior. Por así decir,
tienen escaso coraje civil: no se atreven a enfrentarse al orden establecido. Además, tienen miedo del
ostracismo que podría causarles, de la soledad y la incomodidad.

Estas personas, desgarradas entre el confort y el calor de la vida familiar por una parte, y la
aventura y el ansia de placeres fuera del matrimonio por otra, han desarrollado escasos valores básicos
aparte de los criterios materialistas de comodidad, bienestar y estabilidad, sin demasiados de los
riesgos inherentes a la vida y su rápida evolución. Una cierta superficialidad se ha infiltrado en su vida
diaria, muy orientada hacia las necesidades físicas. Por supuesto, cuanto más se pierde el ser interior
en la confusión del materialismo, más personas intentan aferrarse a algo, a cualquier cosa, para llenar
el vacío.

Esta vida mortal es seguro que terminará; sus placeres están destinados a
desvanecerse y a no tardar regresaréis a Dios, angustiados por las punzadas del
remordimiento, pues pronto seréis despertados de vuestro sueño y os encontraréis en
presencia de Dios y se os preguntará por vuestros actos.1

Después de la frivolidad viene la confusión respecto a los valores y los objetivos en la vida. Los
valores tradicionales referidos a lo exterior, en realidad, no son lo bastante convincentes. Los grandes
cambios en la vida y en la sociedad no han encontrado raíces en los conceptos, valores éticos y
creencias correspondientes como para que también sean posibles cambios generales en la personalidad.
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Además, buena parte de la rutina, de la aversión a cambiar, se proyecta en el cónyuge, que


parece ser una persona tradicional, estable y cómodamente encuadrada en un estrecho mundo limitado
al trabajo o al hogar y los hijos.

Una pareja, personas jóvenes y agradables, habían sido muy desgraciados en sus infancias
respectivas, y ambos habían buscado nuevas formas de relación. Habían padecido mucha soledad en
esa búsqueda y se sentían profundamente inseguros. Para el varón, la única forma de conservar una
cierta apariencia de seguridad fue la de estudiar una carrera tradicional y ganarse así cierta admiración
de sus colegas y de su jefe, mientras que para la mujer lo fue el convertirse en una perfecta ama de
casa, que buscaba los mejores jabones y detergentes y los pañales más baratos, y cuida de los niños
para que siempre estén limpios y bien arreglados. En su interior eran dos personas inseguras, pero esta
fachada de normalidad -"somos normales, como todo el mundo"- era necesaria para sus yo inseguros.
Siempre que se le contradecía, la mujer reaccionaba con vehemencia y aparentaba que le
encantaría cambiar su situación y volverse más bohemia, pero creía que su marido estaba encadenado
de manera tan irremisible a su carrera que le impediría a ella cambiar de vida. Y cuando se hacía la
misma pregunta al marido, él se mostraba muy abierto a la nueva idea -en general siempre estaba
abierto a nuevas ideas- pero su esposa era tan sofisticada y estaba tan obsesionada por la limpieza que
él jamás podría cambiar.

Al final, la gente pierde el entusiasmo y se vuelve apática, pues ha perdido las ansias de vivir. Se
aferran a la rutina y a las apariencias de las cosas, pero quedan alienados de quiénes son en realidad y
de la vida, que cambia con tanta rapidez.

Psicológicamente, por tanto, las personas quieren encontrar nuevos alicientes para sus vidas,
algún tipo de ímpetu... y la manera mejor y más rápida parece ser la de ceder a un fuerte anhelo de
estimulación y placer sexual con una persona distinta de su pareja: el hombre que tiene una ama de
casa característica en su hogar buscará a una mujer espectacular, dinámica o sexy; la mujer que tiene
un padre bueno con sus hijos pero que es un amante más bien indolente y egocéntrico, buscará a un
seductor que halague su belleza que está esfumándose rápidamente.

-¿Cómo ha podido soportar durante quince años un matrimonio en el que, como usted dice, no
había amor, pero usted no quería que cambiase nada? -pregunté a una mujer que estaba desgarrada
entre su marido y su amante.

-No lo sé... Sólo aguantaba. Supongo que nos iba bien a ambos. Pero ahora ya no me sirve. Me
gustaría cambiar las cosas, pero él no quiere.

-¿Le ha explicado sus sentimientos? -Lo he intentado... pero no es fácil. Él no contesta; sólo
gruñe, o sonríe, sube las escaleras y se toma una copa. Ya no lo soporto más.

Esta mujer está realizando una psicoterapia dolorosa en la que está haciendo frente a dramáticas
experiencias de incesto en su niñez. De hecho, su matrimonio se realizó de manera de no incomodar a
su padre, que era jefe de su marido. Intentar cambiar el matrimonio implicaba trabajar parte de la
relación con su padre, un tirano. Esta mujer tenía la costumbre de adaptarse de manera compulsiva a
las necesidades de otras personas. Mantenía una imagen de persona buena, responsable y de confianza,
a costa de sus propias necesidades de salud y felicidad. No había aprendido formas legítimas de
afirmar sus propios valores (es una mujer sobria, de buen corazón y que da una gran importancia a la
familia). La mala imagen que tenía de sí misma facilitaba que su padre (y su marido) utilizasen sus
deseos despóticos para aprovecharse de ella. Por desgracia, su hijo también estaba desarrollando
hábitos tiránicos.

El fenómeno moderno de la relación extramatrimonial es un callejón sin salida para el


crecimiento y la maduración de las relaciones, tanto la matrimonial como la extramarital. Es
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satisfactoria durante un cierto tiempo y a ciertos niveles, pero está condenada a estancarse. ¡Es decreto
divino!

¿Cómo salir de este conflicto? Tomando una decisión. Una posibilidad es dejar al o a la amante
(lo que suele ser la decisión correcta) y comenzar a investigar la situación en el hogar con la
determinación de resolver los problemas prolongados. La separación puede ser una respuesta, si la
situación en casa es insoportable y la pareja, a pesar de que se le haya hecho una petición honesta, se
negase a cooperar. En este caso, la separación es un medio de resolver el problema y no es
necesariamente el primer paso que conduce al divorcio de manera inevitable.

A menudo, la determinación de resolver los problemas abre la puerta de una comprensión más
profunda, toca el corazón endurecido de la pareja, o le hace darse cuenta del valor de la relación y que
nazca el deseo de abandonar los hábitos destructivos. Es entonces cuando comienza a abrirse un
camino hacia una nueva fase de la relación.

En muy pocos casos, una aventura extramatrimonial es la consecuencia de una relación muerta
en el hogar. En esta situación, la persona debe llevar a cabo el proceso de separación y divorcio antes
de prever una nueva relación; de lo contrario, se trasladarán a la nueva relación los mismos fallos,
dificultades y conflictos. En cualquier caso, la persona tendrá que empezar a solucionar sus problemas
personales más prolongados y crecer para poder formar una nueva relación más sana.

Relaciones incestuosas y abusos sexuales

Hace algunos años, un medio de comunicación norteamericano citó unas estadísticas que
indicaban que una de cada cuatro mujeres de los Estados Unidos había sufrido abusos sexuales antes
de alcanzar la mayoría de edad.

¡Es una aseveración terrible! Quiere decir que la sociedad más franca y abierta del mundo ha
admitido que una cuarta parte de su población femenina ha padecido abusos sexuales. ¿Qué tamaño
tiene el resto del iceberg?

Estas asombrosas cifras impulsaron una mayor investigación sobre un tema que había sido tabú.
Unos estudios de la Organización Mundial de la Salud sugieren que una tercera parte de la población
femenina adulta, y una quinta parte de la masculina, han experimentado algún tipo de abusos sexuales
en su infancia. Se han calculado proporciones muy similares en los catorce países investigados. Una
encuesta realizada recientemente en Canadá ha revelado que una de cada dos mujeres ha sido sometida
a abusos sexuales, ¡y en un 80% de los casos en forma de incesto! Las estadísticas mundiales indican
que 170 millones de niños padecen abusos cada año, de los cuales un 90% son niñas.

El incesto y el abuso sexual forman parte del aspecto oscuro de la sexualidad humana. Subyacen
en un porcentaje sorprendentemente alto de relaciones y familias, de todos los países y clases sociales.
Éste es un error específico de nuestro tiempo, ya que sólo en los últimos años ha salido a la luz tanta
información al respecto. El tabú, y también los intereses de la delincuencia organizada de este tipo -
como el "turismo sexual" que se vende a los occidentales en forma de viajes a países en vías de
desarrollo donde niños y niñas son obligados a prostituirse para este turismo especializado- han hecho
casi imposible para las víctimas encontrar a alguien que les escuche con una actitud sin prejuicios entre
los padres, los trabajadores sociales, la policía y los jueces. Esto es particularmente cierto en el caso
del incesto, que comprende un gran porcentaje de abusos entre niños y adolescentes.

El incesto y el abuso tienen efectos devastadores para una sexualidad sana y afecta gravemente a
las relaciones que mantendrán sus víctimas en el futuro. ¿Cabe imaginar que el abuso y, sobre todo, el
incesto a una edad temprana en que quien comete los abusos es un padre o un hermano, pueden crear
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seres humanos sanos y no incapacitados? ¿Cabe pensar que quienes abusan son seres humanos felices,
equilibrados y responsables, en su relación con sus parejas y en su vida en general?

En 1991, cuando asistí al V Congreso de la ONU sobre el incesto, me sentí profundamente


conmocionada no sólo por esas estadísticas, sino también por los sinceros esfuerzos de muchos jueces,
terapeutas, voluntarios y grupos de autoayuda para ayudar a las víctimas y a los culpables de abusos
sexuales. Se hace cada vez más evidente que nuestras sociedades albergan no sólo individuos,
instituciones y agentes destructivos, sino muchos individuos, instituciones y agentes entregados con
sinceridad, que están realizando esfuerzos abiertos, pacientes y valientes para corregir estas
situaciones.

Los hechos dejan claro que en muchas partes del mundo, en muchas sociedades en general y
para la inmensa mayoría de los individuos, la sexualidad todavía no es la expresión de amor y afecto, y
el deseo de comunicárselos a un compañero o compañera de vida. Pero, cuando esto está ausente, la
sexualidad está más relacionada con la expresión del poder absoluto de los fuertes sobre los débiles o
incluso los desvalidos. Se convierte en la expresión de la lujuria o del egoísmo, o incluso el impulso de
destrucción, como sucede, por ejemplo, con los asesinos maníacos. También puede ser una forma de
lucrarse, como en la pornografía o las películas de niños que sufren abusos (a los que a menudo matan
después).

Los griegos crearon el mito de Pandora, a quien los dioses le prohibieron abrir una cierta caja.
Ella, sin embargo, no pudo resistirse y, cuando abrió la tapa de la caja, de ahí salieron innumerables
maldades. ¿Es posible que una de ellas sea la conciencia del abuso sexual que ha tenido lugar en la
niñez de muchas mujeres y las consecuencias que acarrea?

¿Puede que una de las consecuencias de los abusos sexuales, a mujeres de todas las edades, pero
sobre todo en sus años más tiernos, sea su pasividad como resultado de temores secretos del poder que
manejan los hombres y su crueldad?

¿Puede que otra consecuencia sea la frigidez y básica falta de respuesta de las mujeres, que aún
predomina? ¿En su interior todavía están en conflicto sus sentimientos íntimos y la convicción de que,
en cuanto cedan y se entreguen a su necesidad natural de contacto e incluso pasión, serán sometidas y
abusadas... otra vez?

¿Puede que la naturaleza más temerosa de las mujeres, esos miedos "irreales" que tienen, tan a
menudo menospreciados como parte de su naturaleza "histérica", surjan de una realidad básica que
pertenece a la condición femenina? Su identidad como mujer le produce la sensación de que tiene que
protegerse, desde sus años más tiernos, de la mirada ansiosa de los hombres, siempre deseosos,
siempre anhelantes de las mujeres, y que se aprovechan de su actitud ingenua e infantil y de su ciega
bondad?

¿Puede que otra de las consecuencias de la caja abierta de Pandora sea que las mujeres se sienten
tan avergonzadas de su debilidad, y tan culpables de sentirse tentadas por la lujuria masculina, que se
bloquean como mujeres, se vuelven duras y competentes, pero ocultan su naturaleza femenina de la
percepción de los hombres, al tiempo que padecen de su propia falta de feminidad en la vida diaria?

Además, ¿cabe pensar que ésta sea una razón por la que los hombres no han aprendido a tratar a
las mujeres como personas? ¿Es posible, pues, que se sientan privados de un estímulo esencial para
investigar una realidad oculta a su naturaleza, usualmente escrutadora, abierta y franca?

Una vez más, ¿puede ser una razón por la que los hombres, privados del gusto refinado y la
influencia de la naturaleza más tierna y amorosa de las mujeres (porque las mujeres se bloquean y se
cierran, y muestran indiferencia, cautela e incluso dureza a los hombres a pesar de su ardiente deseo de
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relacionarse), permanecen incultos, balbucientes, técnicos y racionales, en lugar de integrar ciertos


rasgos y cierta influencia femenina en sus vidas?; ¿es por eso por lo que les resulta tan difícil aprender
de las mujeres?

¿Y es posible que los hombres se hayan visto así privados de la posibilidad de integrar más
estrategias femeninas de resolución de conflictos y pacificación en el sistema mundial?

. ... cuando se establezca la perfecta igualdad entre el hombre y la mujer se


establecerá la paz, por la sencilla razón de que las mujeres en general no favorecerán
nunca la guerra.1

El incesto y el abuso sexual no son siempre evidentes. Las relaciones incestuosas o de abusos
causan daño siempre, aunque el incesto no se haya llevado realmente a la práctica. Los ejemplos
siguientes muestran este hecho y son necesariamente explícitos. No están pensados para ofender,
aunque reconozco que a algunos lectores pueden parecerles duros. No obstante, dado que historias
como éstas suceden cada vez a más personas y se desvelan también con mayor frecuencia, tienen que
entenderse antes de poder encontrar soluciones a gran escala.

Cathleen reposa en la bañera mientras espera que se enfríe el agua antes de empezar a
enjabonarse, retrasando así al máximo el momento en que tendrá que salir y abandonar este elemento
de ternura que ella tanto necesita y no parece encontrar en ningún otro aspecto de su vida. Su padre
entra en el baño y la examina con la mirada de una manera que la afecta profundamente, aunque ella
no se atreve a pensar en lo que eso significa. Su padre se atreve incluso a ofrecerse para lavarle la
espalda. Ella acepta de mala gana y no ofrece resistencia, pero se encoge de vergüenza interiormente
cuando él le lava no sólo la espalda, sino también los órganos sexuales, mostrando así sus propias
necesidades reprimidas. La joven no se atreve a reaccionar: su padre la ha golpeado toda la vida y a
menudo tiene arrebatos violentos fruto de un mal genio incontrolable; sin embargo, desde entonces ella
procura cerrar con el pestillo la puerta del baño cada vez que toma un baño o una ducha. Tiene la
sensación de que la puerta cerrada es un frágil intento de protegerse de algo potente e incontrolable. De
manera consciente, no se atreve a pensar en todo esto: las consecuencias serían tan grandes y terribles
que sacudirían toda su vida y la de su familia; una familia aparentemente muy normal, pero muy frágil
en realidad.

En lo más hondo, recuerda las numerosas veces que, en su infancia, su padre, habitualmente a
requerimiento de su madre, la había pegado con fuerza por alguna desobediencia. Parecía que ella
siempre provocaba en aquel pobre hombre un ataque de ira a causa de su comportamiento travieso. De
algún modo, hay algo muy intenso y ominoso, una pasión contenida, en aquellas palizas habituales,
algo que la niña parecía temer, desafiar y también disfrutar, pues aguantaba los golpes y se encerraba
en sí misma. Mucho después, se le ocurrió que en el fondo estaba gritándole a su padre: "No me
rendiré. Aunque me mates a golpes, no cederé ni un centímetro".

Después comprendió también lo mortífera que había sido la relación de sus padres. Lo entendió
cuando su oculta hostilidad mutua estalló en forma de insultos y desnudaron su odio, profundamente
arraigado, en una guerra feroz e interminable que sólo podía terminar con la muerte. Comprendió que
no era "culpa" de su padre... ni de su desgraciada y atrapada madre.

Su madre había querido ser pianista, pero, cuando inesperadamente sintió los débiles
movimientos de su primera hija en su vientre, renunció a ser responsable de su propia vida y cedió a la
presión social, a la insistencia de sus padres y a su propia mala conciencia... y se casó con el padre de
la niña. En lugar de llegar a ser pianista, se convirtió en una ama de casa que educaba a tres niñas.
Jamás pudo relacionarse con su primera hija, aunque hizo todo lo posible, tanto a nivel material como
de principios.
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En su sopor, la madre por lo general no era muy consciente de las necesidades sexuales de su
marido, o sólo lo suficiente para encontrar interminables excusas para no ceder demasiado a menudo a
sus potentes, y probablemente normales, exigencias: estaba muy cansada, le dolía la cabeza o la
espalda, tenía el período, etc. Su marido no era un tirano con ella: era una persona afable, respetada por
mucha gente que le consideraba un empresario competente y con principios.

A veces, la madre salía de su sopor y, por un sentido del deber hacia su primogénita -que era
excepcionalmente atractiva, con unos cabellos pelirrojos maravillosos, ojos verdes y pensativos, y un
cuerpo esbelto-, le decía en tono perentorio: "Cathleen, ve a ponerte algo encima del sujetador. Aunque
haga calor, no está bien que comas llevando puesto sólo el sujetador". Cathleen, cuyo joven cuerpo
absorbía la energía del sol con avidez, miraba a su madre, reprimía las ganas de preguntarle por qué, e
iba a ponerse algo de ropa para poder seguir comiéndose la ensalada. Pero no tenía sentido para ella...
¿Qué intentaba decirle su madre? ¿Qué era aquella cosa sin nombre?

Durante este tiempo se produjeron dos cambios en los hábitos familiares: el padre se convirtió
en un entusiasta de la sauna e invitó a sus hijas a ir con él a la sauna pública. ¡En cambio, la madre
aborreció la sauna! Cathleen, a quien le encantaban las sensaciones de intenso calor y frío en su cuerpo
(era una joven sensual), estaba, no obstante, dominada por el miedo porque su padre, en aquellas tardes
de descanso, no podía apartar los ojos de su cuerpo esbelto como una gata que, envuelto por el vapor,
yacía sobre el banco con naturalidad y, no obstante, con recelo. Ella jamás pudo librarse de la insana
sensación de tener aquellos ojos torturados mirando fijamente su joven cuerpo. Más adelante, durante
la terapia, comprendió hasta qué punto este hecho la había despertado a la sensualidad a una edad muy
temprana, y que esta creciente pasión de su padre por su cuerpo la había empujado a abandonar el
hogar cuando tenía dieciséis años. Se fue a vivir a casa de una amiga y dejó de asistir a clases... ¡pero
el marido de su amiga se convirtió en su primer amante! De todas maneras, huir de casa le permitió
salvar algunas partes suyas y sentimientos sanos.

Cathleen no había desarrollado ninguna protección eficaz contra la lujuria masculina, pues
notaba su tremenda necesidad de amor y ternura, afecto, interés y admiración. Los hombres, de manera
parcial y furtiva, podían satisfacer esta terrible necesidad. Cathleen jamás sintió este tierno amor de su
madre, quien nunca había estado a su alcance.

Por otra parte, en Cathleen y en su padre se había desarrollado una necesidad recurrente de
explotar en violentas discusiones cuando Cathleen se hizo adolescente. Ambos se insultaban e
injuriaban. Estas discusiones herían profundamente el orgullo del padre (que en realidad era un pater
familias, un patriarca). Él lanzaba amenazas a su hija mientras ella se acurrucaba en un rincón,
sollozando. Aun así, Cathleen tenía una sensación de triunfo y satisfacción indescriptible en su interior
cuando el terrible dolor de su corazón remitía: ¡no había cedido! Y había reivindicado a su
atormentada madre, tan pasiva, tan ultrajada como mujer y como artista.

Cathleen comprendió más adelante que esta necesidad periódica de discusiones, y antes de
palizas, era una manera cruda que su infantil e irresponsable padre tenía de liberar una necesidad
sexual reprimida, y que él sólo era apenas consciente del terrible daño que estaba infligiendo en su
hija.
***
Margaret era una niña sensible, muy reflexiva y con grandes dotes, aunque sus padres, absortos
en sus propios asuntos, idealistas y bastante poco realistas, la tenían muy abandonada. Salían de noche
a menudo y la madre solía pedir a un bondadoso amigo, un hombre soltero de poco más de cincuenta
años, que se quedara al cuidado de los niños. Margaret abrió aún más sus grandes ojos, y sus pupilas
de color castaño se oscurecieron, cuando su "tío", aparentemente bondadoso, comenzó a acariciarle los
genitales mientras la tenía sobre las rodillas y miraban la televisión, después de que su hermano
pequeño se hubiese ido a dormir. Margaret intentó explicar este incidente tan desagradable a su madre,
pero ésta estaba demasiado absorta en otros asuntos y se aferraba a la imagen idealizada del hombre a
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quien confiaba sus hijos. Así pues, ese individuo acarició a Margaret los genitales un par de veces más
hasta que la niña comprendió que tendría que encargarse ella misma de evitar el extraño
comportamiento de ese "amable tío" cuando sus padres y su hermano no estuvieran presentes: se iba a
dormir al mismo tiempo que su hermano, aparentando tener mucho sueño. El "amable tío" tuvo la
delicadeza de no insistir.

Algún tiempo después, Margaret, muy tímida pero simpática, había desarrollado una relación
cautelosa con un grupo de niños del barrio. Un día al anochecer, las niñas estaban jugando a la pata
coja en una calle desierta cuando oyeron la voz de un hombre entre los espesos setos de una mansión
de la proximidad. Margaret apenas conocía a los dueños de la mansión. El hombre estaba retirado y
había sido oficial del ejército. Con un tono de voz cariñoso, invitó a las niñas a ir a jugar a su jardín.
Las niñas, bulliciosas hasta aquel momento, se quedaron calladas de asombro, pero enseguida
percibieron un peligro invisible y monstruoso y huyeron de la oscura calle y del jardín de espesos
setos. Fueron a refugiarse al salón iluminado de la familia de una de ellas, donde parlotearon llenas de
miedo, emoción y asombro, y contaron una y otra vez a la atónita madre una historia que ella no
acababa de entender.

Cuando Margaret fue a la escuela, era una alumna ingenua y tímida, pero seria y deseosa de
aprender; era la preferida de su maestro, que comenzó a darle un trato preferencial cuando ella tenía 9
ó 10 años, cuando le pidió que se quedara después de las clases para ayudarle a clasificar las cosas.
Con el paso del tiempo, invitó a la niña a ponerse a su lado mientras él corregía la interminable pila de
exámenes y comenzó a acariciar su cuerpecito, tan cálido y tierno comparado con el suyo propio,
dolorido y solitario (tenía cuatro traviesos hijos y una mujer obesa y agobiada).

Luego le besó la carita y humedeció sus labios con sensuales besos (que a ella no le gustaron en
absoluto). Margaret se sentía desgarrada entre su terrible necesidad de afecto (no encontraba mucho en
casa, aunque sus padres eran bondadosos y bienintencionados) y una sensación de peligro y de verse
inmersa en algo terrible, con un dolor y un sufrimiento sinfín. Notaba la soledad de aquel pobre
maestro, sí, y quería ayudarle... pero por fin, un día, se sinceró con su madre y contestó con franqueza
a sus preguntas. La madre dio el asunto por zanjado y no molestó más a la niña: había tomado
conciencia de su responsabilidad y, tratándose básicamente de una mujer inteligente, afrontó el
problema con eficacia. Algún tiempo después, el maestro parecía triste y distante cuando se despidió
de Margaret y le dijo que él y su familia se iban a vivir a un área rural. Margaret se sintió aliviada
aunque triste. Algo le dolía, pero también sentía anhelo en su interior. Margaret se había convertido en
una niña solitaria. ¿Cómo podía afrontar estas cosas inconfesables que anidaban en su seno y la
inquietaban? ¿Cómo podía tratar de resolverlas cuando no tenía la posibilidad de desvelarlas sin
sentirse avergonzada y culpable? Se bloqueó y sintió un dolor inacabable.

***

Las historias de Cathleen y Margaret son las de las heridas secretas e inquietantes de unas
niñas. ¿Qué fue de ellas cuando crecieron? Una, Cathleen, interrumpió su educación y tuvo una
aventura tras otra con distintos hombres, aferrándose a ellos pero sin llegar a sentirse sexualmente
excitada ni satisfecha. Renunció a la esperanza de recibir algún día lo que ansiaba. La otra, Margaret,
sentía algo por los hombres que habían abusado de ella, se sintió avergonzada y culpable, y guardó ese
dolor en su interior.. Se volvió solitaria, tanto interiormente como en su vida exterior. Le resultaba
difícil acercarse a los hombres, y aún más porque era muy inteligente, a menudo más que los hombres.

¿Cuáles son los rasgos destacados de las historias de estas niñas, en las que el abuso no terminó
en incesto, sino en las que la relación con el padre era de naturaleza incestuosa, en el caso de Cathleen,
o el abuso sexual lo habían realizado personas que tenían una posición de confianza, en el caso de
Margaret?
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El padre de Cathleen era inmaduro, con principios rígidos que le impedían consumar sus
impetuosas necesidades sexuales en una relación abiertamente sexual con su pequeña hija. La
necesidad se desvió, expresándose a través de palizas, discusiones violentas o miradas. Por otra parte,
Margaret dio la espalda a un padre ausente y buscó el amor y el afecto paternos en los brazos de otros
hombres.

A su vez, la madre de Cathleen era una mujer capacitada y con la ambición de hacer algo por sí
misma en la vida, pero no era lo bastante fuerte para reclamar sus propios derechos y defenderlos. Así
pues, sucumbió a los viejos principios autoritarios o puritanos. Cedió ante el esquema tradicional de la
vida de una mujer, sin poder conducir el proceso de emancipación de su capacidad y metas en campos
útiles. Mujeres como ésta suelen hundirse en la depresión, huyen de sus deberes en el hogar mediante
ensoñaciones, o dan resueltamente la espalda a las necesidades emocionales de sus hijos, volviéndose
ciegas sobre todo a lo que les ocurre a sus hijas. Estas mujeres están ausentes, en el sentido de que no
son capaces de proteger a sus hijas de las necesidades de un padre hambriento de actividad sexual...
mientras que ellas rehuyen la sexualidad y dejan, de manera inconsciente, a su hija no deseada como
presa de las necesidades del hombre hambriento de su esposa y padre de una hija carente de
protección.

La relación entre los padres es gravemente patológica, y existe poca o ninguna comunicación
salvo a un nivel muy emocional y en su mayor parte destructivo, sea por pasivo e inhibido, o por
activo y violento.

Éstas son las historias de dos mujeres más que sufrieron incesto en su familia:

Mary era una mujer enjuta y pelirroja, con una expresión misteriosa, de inocencia pero también
de una elevada conciencia del deseo de los hombres por el cuerpo de una mujer: iba vestida de una
manera capaz de atraer la mirada de cualquier hombre. Aunque tenía 35 años, en cierto modo todavía
era una niña: no había aprendido a hacerse responsable de su aspecto y de sus actos.

-Mi padre, que abusó de mí durante años, me daba café después de la cena para que no me
fuese a dormir cuando mamá iba a limpiar a la fábrica, todavía me mira descaradamente con deseo
cuando voy a visitarles. Me desnuda con la mirada, me da palmaditas, apoya la mano en mis hombros
y, cuando noto que aún desconoce los límites, le miro directamente a los ojos y le digo: "Papá,
recuerda que soy tu hija".

Dice que su madre hace mucho tiempo que está interesada en el esoterismo (se ha marchado de
este plano terrenal, por así decir) y se ha convertido en una masajista excelente (utiliza su pasión por
tocar de una manera indirecta y sólo con otras personas, puesto que es totalmente pasiva con su marido
y en su relación con sus numerosas hijas).

Katja es la hija mayor y más competente de un magnate industrial y estuvo trabajando en su


empresa hasta hace tres años, cuando su hermana menor, que había sufrido abusos sexuales de su
padre, le contó todo lo que había sucedido. Entonces, Katja empezó a ver lo que ocurría realmente en
su familia. Después, su padre le dijo con toda tranquilidad que la empresa no sería para sus cuatro hijos
(de los que tres eran mujeres) sino sólo a su hijo varón, menos dotado para los negocios pero mucho
más sumiso y, por consiguiente, más dispuesto a dejar que su padre y jefe de setenta años siguiera
dando las órdenes. Cuando Katja comprendió que su madre también era demasiado débil para defender
los intereses de su hija, como mujer y como socio comercial, cortó los vínculos con el negocio familiar
y montó su propia empresa. Durante la terapia, Katja reveló con gran vergüenza que sus padres
también le habían hecho proposiciones cuando ella tenía dieciocho años: habían estado juntos en un
hotel durante un viaje de negocios. Esto la ayudó a cortar los lazos con una familia que parecía tan
patológica que no sabía cómo tratar con ellos.
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***
Durante mucho tiempo ha existido el abuso sexual, tanto de niñas como de mujeres. En muchas
sociedades, se ha convertido en una costumbre. Es una expresión de ignorancia y de profunda falta de
respeto por los seres humanos, tanto de otras personas como de uno mismo.

Los niños en particular no han sido vistos como seres humanos hechos y derechos hasta el
presente siglo. ¡La Declaración de los Derechos del Niño es una creación reciente y frágil! Por
consiguiente, no ha existido una auténtica toma de conciencia de la unidad de la humanidad: los niños,
las mujeres, las minorías y los ancianos han sido excluidos y suelen ser inconscientes de sus derechos
y necesidades como seres humanos.

Un nuevo fenómeno es la aterradora falta de contención de muchos hombres (y, a veces,


también de mujeres) cuando tienen que afrontar sus apetitos sexuales. Ni las restricciones religiosas, ni
sociales, ni tradicionales, ni judiciales, pueden impedir a algunos individuos intentar satisfacer sus
impulsos sexuales con cualquier ser humano débil e impotente que casualmente se cruce en su camino.

¿Qué debe hacerse? ¿Qué podemos hacer? En primer lugar, podemos dejar de negar los hechos y
empezar a tratarlos como parte de la condición humana actual. Sólo cuando dejemos de negarlos,
podremos empezar a trabajar con eficacia en esta situación. Únicamente entonces seremos capaces de
dejar a un lado las emociones paralizantes de la vergüenza, la humillación, la impotencia y el dolor
extremo.

En segundo lugar, podemos comenzar a educamos en el respeto a los seres humanos, en


particular de quienes son débiles y dependientes. Tendremos que empezar a trabajar conscientemente
en todas nuestras relaciones, y en particular en nuestras propias familias. Este esfuerzo espiritual
comenzará a afectar a nuestro entorno. El miedo, el odio y otros sentimientos que nos mutilan a
nosotros y a los demás, se irán transformando poco a poco.

En tercer lugar, como resultado de nuestros esfuerzos, el alma llegará a entender la necesidad de
la religión (siempre y cuando sea una religión viva) y su profunda influencia transformadora en los
seres humanos y en los vínculos sociales. El hábito destructivo del abuso sexual, es decir, el uso del
poder y el dominio en lugar del amor y la confianza, se transformará lentamente en vínculos
caracterizados por la dignidad humana.

En cuarto lugar, los niños y los adolescentes deben aprender el profundo significado de la
sexualidad y cómo discernir entre una sexualidad con sentido dentro de una relación humana entre
iguales, y las expresiones de poder y control.

En quinto lugar, la gente debe aprender a ser activa para evitar todas las situaciones que
conduzcan al abuso sexual. Deben aprender a defenderse por ellos mismos: gritar, morder, pedir
ayuda, huir de situaciones y relaciones de abuso y buscar apoyo activamente.

En sexto lugar, es preciso recordar a los niños y sobre todo a las mujeres su dignidad humana
innata y el derecho consiguiente de no ser utilizados como objetos. Cuando la gente aprenda a confiar
en su dignidad, también podrá construir su autoestima y autovaloración.

En séptimo lugar, al enfrentarse a un abuso, todos los seres humanos deben aprender a
considerarlo como tal y reconocerlo como algo degradante. Tienen que aprender a romper el tabú y
denunciar el abuso. Aunque quienes lo perpetran suelen ser también víctimas -tanto de otras personas
como de sus propias circunstancias-, no por ello dejan de ser responsables de lo que han hecho y, por
tanto, deben rendir cuentas de sus acciones. Denunciar no significa dar noticias sensacionalistas en los
medios de comunicación ni hablar con el primero con que uno se tropieza. Es preciso aprender a hablar
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de manera eficaz, a las personas adecuadas y con los términos correctos. Esto quizás implique escoger
a una persona ajena a la familia, si el abuso lo ha realizado un miembro de ésta, ya que es posible que
otros familiares no sean capaces de hacer frente a este problema.

Y en octavo lugar, las víctimas o, por así decir, los supervivientes de estos actos deben aprender
a dirigirse a personas competentes que puedan ayudarles a desarrollar una autoestima y un coraje
suficientes para defender sus derechos y formular la acusación. Para los niños pequeños, a menudo
esto puede ser imposible. Sin embargo, cada vez se establecen más vías de ayuda pública y un número
creciente de instituciones están deseosas de aprender cómo ayudar a estas personas mutiladas, a
menudo para el resto de su vida.

Dado que el tema del incesto está saliendo cada vez más a la luz, tiene que afrontarse de manera
franca, abierta y sin hacer juicios. En definitiva, toda la familia -el causante, el cónyuge y el hijo- es
víctima, víctimas de una manera antigua de manejar el poder en la familia: el decadente sistema
patriarcal.

Las perversiones y el temor a ellas

La perversión, la sodomía, el fetichismo... Nuestra imaginación y nuestro conocimiento están


perdidos en una nube de asombro, estupor... ¡e ignorancia!

De la perversión puede decirse que es un estado de inmadurez en los seres humanos: en lugar de
madurar y convertirse en adultos competentes, responsables y centrados en los demás, permanecen
anclados en un estado de egocentrismo y sufrimiento y centrados en ellos mismos.

Se han creado y reestructurado muchas teorías para ayudar a la gente a abordar este tema, que
parece tener una inacabable fascinación para algunas personas. Aun así, el conocimiento y la teoría no
pueden, por sí mismos, ayudarnos a entender a los seres humanos que sufren, ni nos ayudan a sentir
compasión o comunicamos con una persona que está encallada en una perversión. Me agradaría
sugerir un enfoque distinto.

Recuerdo mi propio sentimiento de impotencia cuando, hace unos años, los padres de una
muchacha de diecisiete años acudieron a mí para quejarse de los hábitos lésbicos de su hija. ¿Qué
podía hacer yo con una joven que a una edad tan temprana estaba decidida a ser una lesbiana? La
muchacha tuvo la cortesía de venir y charlamos, pero era evidente que no iba a abrirse. Confiada, me
estaba "vendiendo" sus costumbres lésbicas en lugar de hablarme de dolor y sufrimiento.

Entonces, recurrí a la última posibilidad: llamé por teléfono a su madre y le pedí que viniese a
verme. La madre se había criado con otras tres hermanas en una familia monoparental. Su padre había
muerto cuando ella era muy pequeña. Con su primera hija, volvió a vivir muchos de sus propios
miedos a la pérdida y al dolor que había padecido en su infancia y adolescencia. Comenzamos a hablar
de su agudo temor a que su hija, al volver tarde a casa una noche de sábado, fuese atacada y violada.
Ella me habló de su desesperación y su ansiedad mientras permanecía en vela, hora tras hora, a la
espera del leve ruido de la puerta al abrirse y que entrase su hija; una vez que eso sucedía, se sumía en
un sueño profundo e inquieto. Cuando la madre se liberó de sus propios temores y recuerdos de la
niñez, ¡su hija nos sorprendió a todos al empezar a salir con un chico!

Hace pocos años, dos refugiadas que vivían en otro país acudieron a mí en busca de ayuda. Para
cualquier psicoterapeuta, estas dos mujeres tenían el aspecto y se comportaban como lesbianas: eran
extremadamente beligerantes una con otra y tenían unas discusiones terribles. Era evidente que una de
ellas estaba empezando a cambiar y las peleas se producían porque la otra no quería abandonar el
estado actual de la situación.
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Al examinar la situación con más detalle, encontramos que ambas mujeres habían abandonado
su patria y a sus padres a una edad temprana y se habían apoyado mutuamente, al parecer, en un
período muy difícil de sus vidas. En cierto modo, habían varado en una isla solitaria.

Cuando comenzamos a trabajar con la situación, se dieron permiso mutuamente para ser seres
humanos individuales, con diferentes apetencias y necesidades, capacidades y gustos. Hoy en día,
viven vidas separadas, aunque no siempre fáciles. Cada una vive sola y tiene sus propios amigos. Se
valoran entre sí como una persona especial para la otra. Cada una está buscando una pareja.

A menudo, la homosexualidad fomenta la ansiedad, pero también encubre muchos tormentos. Es


la ansiedad la que lleva a las personas a la consulta del terapeuta.

En una ocasión, un homosexual acudió a la consulta de mi marido, que es terapeuta. Al


conversar sobre el motivo de la visita, mi marido dijo que podía ayudarle a dirigir sus energías hacia
otras metas. Cuando el hombre dijo que, en realidad, no tenía intención de cambiar y sólo quería
librarse de su ansiedad, mi esposo le sugirió otros terapeutas que estarían más adaptados para un
objetivo de esas características. El hombre, que era encantador, dijo con expresión seductora: "Gracias,
¡pero usted me gusta!". ¡Entonces, mi marido dijo adiós a este encantador caballero!

En la actualidad, mucha gente se adapta muy bien a su perversión porque no sienten la necesidad
de cambiar. Esto se debe en parte a la permisividad de nuestra época. Por consiguiente, le gusta
disfrutar del aspecto placentero e infantil de la vida, sin llegar acrecer.

Un vendedor de gran éxito inició una terapia porque le fascinaban las mujeres y se sentía cada
vez peor, puesto que estaba inmerso en una obsesión de conquistarlas por el placer de conseguirlo y no
por amor. Él estaba casado y tenía dos hijos a los que amaba, pero tanto su mujer como él habían sido
infieles durante años. Ahora, su esposa tenía un amante y él tenía aventuras con distintas mujeres. A la
última, la estaba cortejando por fax.

En la terapia, quedó claro hasta qué punto este hombre había sufrido de manera indecible la
infelicidad y el subsiguiente divorcio de sus padres cuando él tenía trece años. Su hermana se había ido
a vivir con el padre, y él se había quedado con su solitaria madre que lo idolatraba. Él se sentía como
un prisionero de esta madre mimosa y la abandonó pronto... para irse a vivir con una mujer mayor que
él, que le cuidaba y le decía lo que debía hacer.

Hacia el final de la terapia habló de su amor por una mujer hacia la que no se sentía atraído
sexualmente, y a la que no quería cortejar por temor a que volviera a desear conquistarla por el placer
de jugar. Su rostro estaba bañado en lágrimas. Habló de sus flaquezas, pero dijo que le iba bien hablar
de ellas. En lo más hondo, este hombre sufría un enorme dolor y no había aprendido a expresar el
daño, la decepción, el fracaso y las debilidades.

Su latente homosexualidad nunca fue mencionada, pero habló de su deseo de estar cerca de su
padre, de su decepción por no haber alcanzado nunca ese ideal, y de su lucha para enfrentarse a su
padre (tuvieron una tremenda discusión entretanto). De ser un hombre con relaciones perversas con
mujeres y que padecía una homosexualidad latente, pasó a ser una persona que sufría de manera
consciente.

La gran mayoría de personas desconocen la perversión; muchos creen que, en el fondo, no serían
capaces de afrontar el tema con todas sus dudas, incertezas, ansiedades y miedos. ¿No descubrirán que
ellas mismas están albergando algún rasgo oscuro de homosexualidad, sadismo u otra perversión en
algún recoveco de su corazón? Para ocultar estos temores, muchas personas rehuyen el tema o incluso
se apresuran a vituperar a los homosexuales. Un comportamiento con estas características muestra las
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profundas ansiedades de los individuos al afrontar aspectos de sus propias vidas que puede que no sean
tan diáfanos. ¡Es doloroso verse a uno mismo tal como es!

Es una señal de fuerza y limpieza moral, por una parte, no aprobar la perversión, sobre todo la
expresión homosexual del instinto de amar, y por la otra acercarse con compasión y comprensión a la
gente afligida por la perversión y ayudarles a salir de su conflicto, sobre todo cuando hay tanto
sufrimiento y ansiedad con raíces muy profundas.

Laurence acababa de convertirse en bahá'í. Estaba imbuido de los ideales de la Fe Bahá'í y sentía
un gran amor por Bahá'u'lláh, el Autor de esta Fe. Este amor le animó a iniciar una terapia para tratar
su actitud homosexual y liberarse de muchos años de relaciones homosexuales. Estaba decidido y,
sostenido por su gran amor a Bahá'u'lláh, estaba convencido de que podría cambiar y dirigir sus
energías de nuevas maneras. Afrontó muchos aspectos suyos de los que no era consciente, sobre todo
en las relaciones establecidas en su niñez.

Laurence permaneció radiante, activo y confiado de que algún día encontraría a su compañera de
vida, una mujer que le gustase, y que él sería capaz de responder a sus deseos. Este hombre era
valiente: tenía fe, hizo frente a sus problemas, no iba a dejarse desanimar para conseguir sus objetivos,
¡y permaneció radiante en las pruebas más duras!

La perversión no es algo que sólo le ocurra a otras personas; no forma parte del lado oscuro de
unas personas enfermas y de lo desconocido, tal como podemos tender a verlo. En esta época oscura
de transición, la perversión está junto a la puerta, en nuestras familias y en nosotros mismos.

La perversión es una posibilidad en la vida de mucha gente. El riesgo existe en nuestro


inconsciente. El desafío se nos plantea de forma inesperada. ¿Estamos preparados para abordar estos
hechos? La perversión puede existir en nosotros, en los miembros de nuestra familia o en nuestros
amigos, como una voluntad no vigilada de lanzarse a una aventura, a lo desconocido, de investigar lo
prohibido. Puede estar esperándonos en un momento de desesperanza, soledad o aburrimiento.

Existen varias razones para que exista este peligro:

§ La humanidad está pasando por fases de tremendo aprendizaje, con una rapidez e intensidad
como no se había conocido antes.
§ Esta situación accede en nuestra psique a una fragilidad básica, inherente en la naturaleza
humana.
§ Nosotros no somos conscientes de esta fragilidad.
§ Estamos despreocupados y bastante pagados de nosotros mismos, y no nos hemos procurado la
protección necesaria, tanto psicológica como espiritual.
§ Los adolescentes y jóvenes atraviesan períodos de terrible soledad jamás experimentados antes.
Sus fuerzas psíquicas están sobrecargadas de tensión y corren el riesgo de estallar. Esta situación
crea una disposición a buscar afecto a cualquier precio, particularmente si tenemos en cuenta
que, en la mayoría de las familias, en el período de la adolescencia la tensión está a flor de piel y
el verdadero afecto está bajo mínimos.
§ Por consiguiente, los adolescentes pueden sentirse tentados de entrar en la perversión por
adultos que abusen de ellos, a menudo con la coartada de ser uno de los padres, un pariente, un
guardián, un maestro o un clérigo.
§ Durante esos períodos de soledad, y durante encuentros inocentes, los adolescentes pueden
adquirir hábitos que más tarde, si la soledad y la desesperanza continúan, se vuelven fijos.
§ Lo que es peor, los padres obsesionados por el miedo a la perversión, que de súbito desconfían
de sus hijos y sospechan de la existencia de peligros ocultos en todas partes, empujan a los
adolescentes hacia lo desconocido, hacia la aventura. En busca de afecto y calor, serán
receptivos a prácticas perversas por ninguna razón más que la del sentimiento de rechazo de sus
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padres. Se sienten incomprendidos. No comprenden el miedo de sus padres, sino que sólo notan
su rechazo y desconfianza.
§ Para los padres que albergan este miedo, a menudo de forma subconsciente, debe haber en ellos
una matriz o un vacío que nunca se ha llenado con la confianza y la habilidad de prevenirse de la
perversión. El miedo es un canal poderoso que crea la acción en la generación siguiente. La
mayoría de los padres son inconscientes de su propio miedo, que se alimenta a sí mismo y crea
en el niño la conducta que los padres consideran horrenda. El miedo precipita las cosas. Sin
embargo, la confianza y la capacidad de resistir las malas épocas con ecuanimidad y confianza
permitirán que tantos adolescentes como padres superen las épocas extremadamente malas.
§ Muchas civilizaciones promueven la homosexualidad. Las sociedades en que los hombres sólo
se relacionan con hombres y las mujeres sólo comparten su tiempo y espacio con mujeres, y
donde los encuentros sexuales mixtos están limitados a la intimidad de la familia, alientan a
menudo el desarrollo de conductas homosexuales.
§ El aislamiento y la ausencia de conocimiento, cultura y refinamiento, en un sentido intelectual y
espiritual, impiden a las personas relacionarse con otras y aprender habilidades sociales que, a
su vez, les ayudarían a encontrar amigos de ambos sexos y luego seleccionar una pareja.
§ Muchos hombres que se desenvuelven en medios exclusivamente masculinos, como un equipo
de fútbol o baloncesto, o en la armada, en el ejército o en la policía, donde las mujeres brillan
por su ausencia, se deslizan de forma inconsciente hacia la necesidad de relaciones sólo
masculinas, "viriles". Estas relaciones son alentadas, o forman parte del entorno. Lo mismo es
válido para los estados de aislamiento en ambos sexos, como la prisión, la vida en un medio
salvaje, etc. Estos entornos conducen a la carencia de una verdadera relación y sentimientos en
la persona, a la que luego le resulta difícil cultivar relaciones más refinadas.
§ Muchas mujeres, en su coquetería y charlatanería con las vecinas y otros miembros de la
familia, cultivan aspectos "homosexuales" latentes, especialmente si viven una situación
desesperada en su relación matrimonial.

Hoy en día, lo que se denomina homosexualidad latente afecta a muchas personas


bienpensantes. Forma parte de nuestra problemática moderna. Hemos abandonado el techo protector
del patriarcado y una sociedad con tradiciones religiosas, que eran reconfortantes porque eran bien
conocidas y estaban rígidamente estructuradas, a pesar de que eran decadentes y perversas en sí
mismas, ¡mientras que la amistad con ambos sexos y las relaciones refinadas con el otro sexo todavía
no se han aprendido! El entorno espiritual necesario para el desarrollo de tales habilidades sólo acaba
de florecer, creo yo, en esta nueva era. No obstante, necesitamos coraje para afrontar lo desconocido.
El coraje surge de la fe.

Desde luego, no debe aprobarse la perversión. Pero, ¿debemos juzgar al homosexual, al


transexual...? Es bueno y natural no alentar comportamientos que, en los adultos, son contrarios a la
naturaleza. Y es natural no hacer juicios sobre una persona afligida por los mismos. Las enseñanzas
bahá'ís sobre este tema pueden resumirse así:

... los homosexuales no son el único segmento de la sociedad humana que trabaja
en esta tarea [preparar su alma para los otros mundos de Dios]: todo ser humano está
acuciado por dictados interiores como el orgullo, la codicia, el egoísmo, deseos
lujuriosos heterosexuales u homosexuales...1
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6
DOLOR y DESARROLLO

Mis padres y yo

Puede parecer irrelevante invocar a los padres cuando pensamos en nuestra sexualidad y nuestra
relación con la pareja. ¿Qué tiene que ver mi sexualidad con mis padres? ¿Puede que tenga algo que
ver con su relación mutua, con su conducta individual, con la manera como se comportaban entre sí y
con miembros del sexo opuesto?

Una crisis en una relación, incluida una crisis de la sexualidad en la relación, suele vincularse a
menudo con no estar demasiado involucrado en la influencia y la imagen de los propios padres.

"Gina era una mujer abierta y entusiasta antes de casarnos, pero ahora es histérica y dominante.
¡En cierto modo, me recuerda a mi madre!"

"Peter solía ser tierno y cooperante, pero ahora que nos hemos casado apenas habla y es bastante
autoritario: ¡igual que mi padre!"

Recién casados... ¡y ya están sumidos profundamente en la duda y el dolor! No es extraño que


estos sentimientos tengan también una honda influencia en su naciente actividad sexual.

La conducta de nuestro cónyuge puede recordamos no sólo a nuestro progenitor del sexo
opuesto, sino también al progenitor significativo, por ejemplo, en los casos en que los niños se crían
junto a un único progenitor, en que uno mantiene una relación simbiótica con el progenitor y el otro
está ausente (tanto en persona como psicológicamente) de la interacción familiar.

A menudo, los niños son más sensibles que sus padres y quedan profundamente influidos por el
dolor de sus progenitores.

Ahmad procede de una familia oriental, pero se crió en Europa y se casó con una chica de su
país de adopción cuando aún era adolescente. Fue un amor a primera vista y durante un tiempo
mantuvo una relación muy feliz y creativa. Ahmad siempre se había alejado del ejemplo de su padre:
un autócrata fascinante para el mundo exterior, pero bastante severo y estricto dentro de la familia, que
prohibía a su dotada esposa que tuviera ningún protagonismo. Sin embargo, poco a poco Ahmad
descubrió, con enorme decepción, que estaba volviéndose triste y distante (no quería ser duro y
autocrático como su padre, pero en su interior se sentía desgarrado entre su madre sufriente y su padre
dominante). Existía tensión en la relación con su esposa y con frecuencia creciente buscó la compañía
de otros amigos (¡siempre había una excusa!) en lugar de quedarse en casa y terminar sus estudios. La
actividad sexual había desaparecido.

Para Ahmad, al igual que para muchos otros jóvenes adultos, la actividad sexual se ha bloqueado
porque la imagen de sus padres ha interferido en sus propios sentimientos, pensamientos y deseos. Los
padres de Ahmad se cernían sobre él en su inconsciente y le impedían que se relacionase con su buena
esposa y sus encantadores hijos. Esta imagen estaba destruyendo lentamente su vida familiar.

Gianna llevaba ya algún tiempo casada. Sus hijos se estaban haciendo mayores. Su relación con
James había llegado a un punto de estancamiento y ella no sabía dónde se encontraba. Era una persona
espiritual, inteligente, y buscó una solución. Sus sinceros esfuerzos la condujeron a su propia relación
con sus ancianos padres, y a valorar cómo sus padres habían fracasado de muchas maneras en su
relación personal mutua. Era mucho trabajo, que implicaba el surgimiento de una nueva realidad en su
modelo de sus padres y su marido. El proceso fue lento, pues significaba afrontar el dolor y salir de un
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sueño para hacer frente a la realidad de su propia vida. Cada vez que repasaba otro capítulo de sus
experiencias infantiles con sus padres y superaba el dolor inherente al mismo, se sentía más fuerte a la
hora de tratar a su tiránico marido. Todo era doloroso: ha menudo, deseaba no haber empezado y poder
regresar a su mundo de sueños!

La humanidad como un todo, después de haber sido inmadura, es decir, en un estado de niñez y
luego de adolescencia, está despertando a un estado de madurez, y esto significa asumir
responsabilidades. El individuo está siguiendo el mismo proceso.

Asumir responsabilidades quiere decir DEJAR DE:

§ generalizar
§ sentirse culpable de manera neurótica hacer reproches
§ evitar el problema humano normal que es el miedo de cometer errores y aprender de ellos
§ evitar la realidad, utilizando métodos tales como el miedo, la ira, el pánico, etc.

Después de este proceso, podemos cortar la influencia negativa de nuestros padres, que surge de
la infancia o, a menudo, de varias generaciones pasadas, y establecer una relación más madura con
ellos.

El proceso de convertirse en persona

Muchos ciudadanos de los países llamados civilizados no pueden entender tanto ruido cuando
las mujeres dicen que desean convertirse en personas, vivir sus propias vidas, existir por sí mismas, en
lugar de hacerlo sólo en relación con un hombre, sea su padre, su marido, su hermano o su hijo. No
obstante, no es sorprendente en absoluto que las mujeres, de manera inconsciente, se consideren así
mismas como cosas, ya que en prácticamente todas las culturas las limitaciones puestas en las vidas de
las mujeres -incluso allí donde no se las cuenta junto con el ganado- les ha impedido durante siglos
desarrollar la conciencia de su propio valor, su dignidad y sus derechos humanos. Para muchos, estas
reivindicaciones parecen exageradas. Para un psicoterapeuta, no lo son: el inconsciente sigue operando
como si fuesen hechos. Además, no sólo las mujeres han retenido un vívido recuerdo inconsciente de
la realidad pasada, sino que los hombres siguen pensando como si todavía fuese válida.

Ya que partes de la sexualidad funcionan de manera inconsciente, es como si uno tuviera un


encuentro con la historia y muchas generaciones pasadas. Esto puede ser tan interesante como
devastador.

Una persona de cultura musulmana, incluso una que se haya adaptado culturalmente al estilo de
vida secular, académico y blando de la sociedad norteamericana, seguirá siendo musulmana en todo lo
concerniente a sus creencias privadas e íntimas. Durante algún tiempo, una mujer joven ha estado
acudiendo a mi consulta; está siendo cortejada ardientemente por un físico de cultura musulmana y
nacionalizado norteamericano. Esta joven, maravillosamente despierta y emancipada, se siente confusa
por el conflicto existente entre las protestas y el comportamiento privado de su novio, que no ceja de
declarar sus nobles intenciones, pero que actúa como un tirano, ¡y parece dispuesto a redoblar su
tiranía en cuanto se hayan casado! Ese joven, encantador e inteligente, nunca se ha preocupado de
mirar en su interior y reflexionar sobre lo que ha aprendido de su trasfondo cultural y religioso: lo que
le han transmitido sus padres, que viven desunidos pero en lo externo se han adaptado el uno al otro.
¡Por consiguiente, él se comporta de manera inconsciente, sobre todo en la intimidad, como si todavía
viviera en Persia y su futura esposa estuviese cubierta de pies a cabeza con un chador negro!

¿Cuántas mujeres se han tomado tiempo para reflexionar, han sido aconsejadas adecuadamente
por unos padres sabios y pacientes, sobre el trasfondo y los modelos culturales del hombre con el que
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piensan casarse y las implicaciones que las diferencias culturales tendrán sobre ellos? ¿Cuántas parejas
han pensado que, después del matrimonio, vivirán juntos según el modelo de sus padres o sus abuelos,
en particular en su vida íntima? ¿Cuántas parejas se han tomado tiempo y esfuerzo para examinar
temas relativos a la igualdad de derechos y deberes, antes de establecer el compromiso? ¿Cuántas
dificultades podrían, por lo menos, aliviarse?

Después del compromiso (que suele ser el matrimonio), muchos hombres se vuelven machistas y
muchas mujeres "cosas", y entonces tienen que abordar su conflicto según las leyes de la realidad, de
sus creencias y emociones... y eso suele ser un trabajo arduo y doloroso.

En la relación sexual, esto se expresa a menudo, después de años de gradual degradación, en el


rechazo de las mujeres a todo lo relacionado con el sexo. Entonces, los hombres se enfrentan a la
decisión de continuar con la familia y sacrificar sus necesidades sexuales naturales, o forzar a las
mujeres a tener relaciones sexuales. (En este aspecto, las leyes solían protegerlos a ellos, aunque ya no
es así). O bien ambos miembros de la pareja, motivados por un vínculo de lealtad o afecto, así como
por sentido común o por razones religiosas, intentan trabajar con la dificultad, que en el lenguaje de la
psicoterapia se llama conflicto interpersonal y suelen estar apoyados por un conflicto de lealtades
intrapersonal, como si cada persona estuviera conversando activamente con sus padres o sus abuelos, y
no viviendo sus vidas presentes.

El hombre razona según el siguiente esquema: "Al fin y al cabo, yo soy quien trabaja aquí, yo
gano el dinero de la familia, tengo que soportar toda la incertidumbre de mantener mi puesto de trabajo
y apoyar a la familia, y todas las dificultades del trabajo. De manera que, cuando llego a casa, aquí
también debo tener una conducta ejemplar. ¡Pues no puede ser! Un hombre debe poder, al menos,
tumbarse, leer el diario y ver la televisión... ¡y pasar un buen rato en la cama con su mujer después de
la cena! Los hombres tenemos nuestros instintos y las mujeres deben comprender que un hombre es
distinto de una mujer. ¡Tenemos nuestras necesidades, y punto! No voy a seguir tolerando tantas
tonterías. Mi mujer tiene que elegir, ¡o se va a enterar!"

Por su parte, la esposa puede estar pensando con dolor: "Nunca pensé que los hombres eran así.
¡Ahora que me toca pasarlo a mí, veo lo que pasaba entre mis padres bajo una luz diferente! ¡Qué
egocéntricos son! No voy a aceptar por más tiempo el ser tratada como un objeto, satisfaciendo todos
sus caprichos, teniendo que despertarme a las 2 de la madrugada, cuando su señoría viene a casa
después de una de sus juergas, y complacerle en todos sus deseos. ¡No! Lo he hecho durante muchos
años, incluso cuando los niños eran pequeños y yo estaba tan cansada que apenas podía moverme...
pero no creo que pueda volver a hacerlo, es algo que rebasa mi dignidad humana. Y siento que no me
comprende como persona, no tiene consideración hacia mis deseos de que haya más diálogo y ternura
en nuestra relación, no sólo en la cama... No, no voy a aguantarlo más. Hay un límite para todo,
incluso para la humillación. ¡No!"

En la intimidad, muchas parejas tienen que realizar el doloroso proceso de conocerse


mutuamente como personas. Una persona, a diferencia de una cosa, puede decir cuáles son sus deseos
y debe ser tomada en serio, puede iniciarse un diálogo con ella, puede decir sí o no, puede elegir,
demorar, negociar o reclamar. ¡Ninguno de estos modos de conducta corresponde a cosas! Una cosa
depende de los deseos de otros y no se queja ni reclama sus derechos.

***
"Hoy quería decir no a mi marido, cuando él daba por sentado que iba a hacer el amor con él a
una simple señal suya; pero incontables generaciones de mujeres gritaban en mi corazón: no puedes
decir que no a un hombre, eso no se hace. Alma, mi abuela, tan hermosa e inquebrantable en su de-
terminación de no dejar que se expresaran sus deseos y sus sentimientos, jamás habría dicho que no al
abuelo... excepto, quizás, para proteger a un niño o salvar la vida de una persona... Decir no suele ser
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el primer movimiento de una mujer hacia la conciencia de ser diferente en sus gustos y aversiones, en
sus necesidades y deseos... Para ella, es el primer grito de independencia, ¡mientras que para su marido
es el inicio de la revuelta y del fin!

¿Cómo puede una mujer, que no ha aprendido a expresar sus sentimientos y necesidades con
claridad, expresar estas necesidades, opiniones y sentimientos suyos con la confianza de que será
respetada?

"Estoy cansada...". Tal vez lo dice porque no puede expresar sus verdaderos sentimientos:
Cuando tú no me escuchas y estás sumergido en tu periódico, tu negocio o estás absorto mirando la
televisión, la situación hace que me sienta cansada y sola. ¡Necesito tu simpatía y tu amistad!

"Estoy enferma... no puedo...". Quizás esto quiere decir: Me pone enferma sentir que necesitas
mis cuidados pero yo no puedo apoyarme en ti, recibir tu amor y tu cariño cuando estoy
desilusionada... y no sólo tengo enfermo el corazón, sino también mi cuerpo. Noto que el dolor del
reuma envara mis caderas y me duele cuando hacemos el amor, y no puedo dormir cuando te das la
vuelta y empiezas a roncar después de un orgasmo, mientras yo permanezco despierta durante horas
con mi falta de emociones y sensaciones... hay un vacío en mi interior.

"Tengo sueño...". Sí, ¿por qué no tener sueño y leer a solas, si compartimos tan pocas cosas y tú
sólo estás interesado en el fútbol, las opiniones de tu socio y las piernas de tu secretaria...? ¿Por qué no
puedo leer y huir a mi mundo de sueños cuando me siento tan sola?

"Tengo dolor de cabeza...". Gracias a Dios, este dolor de cabeza me impide pensar. Tengo miedo
de pensar mucho las cosas, creo que entonces tendría que actuar. Y no estoy acostumbrada a tomar la
iniciativa. Me da mareos y jaqueca. Podría hacer algo desesperado. No estoy acostumbrada a pensar, a
elaborar estrategias como mi marido y avanzar paso a paso. Me siento muy sola sin su apoyo. Pero,
entonces, ¿por qué tengo que irme a la cama con él?

Ésta es la historia de una mujer simpática y afable cuyo matrimonio estaba atravesando una
crisis grave: todo había ido de mal en peor, su marido había fracasado en los negocios, se había ido
con una amante, había abandonado a la familia sin pagar jamás ni un céntimo... Por lo menos, ella
había tomado conciencia de la lamentable situación y había pedido la separación. Pero ella no estaba
preparada para defenderse en los tribunales, ya que nunca, nunca, había dicho "no" a su esposo.
Siempre había satisfecho todos sus deseos y él siempre había subido otro nivel de la espiral. Intenté
explicarle que tendría que decirle "no" en los tribunales y defender su propia vida y los derechos de sus
hijas. Por fin, le describí el futuro si ella no comenzaba a decir "no": su marido contraería el sida, o
tendría problemas de corazón o de hígado, y al final le pediría a ella que le cuidase durante el resto de
su vida... Ella se fue pensativa, y jamás he vuelto a verla.

En un matrimonio existe una relación entre dos personas, sus opiniones, puntos de vista y
sentimientos. Sin embargo, muchas mujeres no hablan por sí mismas... ¡y todo termina en un
matrimonio de un tirano con una muñeca de trapo!

Para la mayoría de las mujeres, empezar a hablar por sí mismas es el primer paso para sentirse
mejor y corregir una relación agonizante en la que no hay comunicación. Se necesita valor y
determinación para llegar hasta el final y no dejarse desanimar por comentarios críticos del marido o
del entorno, ¡sino confiar en que es lo correcto y que la igualdad de hombres y mujeres es voluntad de
Dios!

Aunque no es imprescindible que las mujeres copien a los hombres, podrían adoptar la seguridad
con que los hombres hablan por sí mismos. Como consecuencia de su seguridad, no es fácil engañar a
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un hombre para que haga algo que no quiere hacer. Su capacidad de comunicación, tanto verbal como
no verbal, es clara y no deja lugar a dudas.

Tanto para los hombres como para las mujeres es un proceso doloroso romper con las
tradiciones y los patrones antiguos, es decir, que las mujeres tomen la palabra y que los hombres
respeten los gustos y las aversiones, las opiniones y los sentimientos de sus esposas, tanto sexuales
como de otro tipo. No obstante, esto contribuye al proceso evolutivo que puede crear matrimonios y
relaciones más razonables y felices.

Hoy en día, una mujer puede ser una ejecutiva o directora, o incluso la jefa, pero en casa todavía
tiene que calzarse los dolorosos zapatos de la emancipación y aprender a ocupar su espacio, marcar sus
límites y expresar sus necesidades. Está rompiendo con el modelo de su madre, pasado de generación
en generación durante milenios, y es quizás lo más doloroso de todo, pero es necesario. La cadena de
la tradición está quebrándose y un nuevo modelo está entrando en vigor.

La sexualidad emergente

En el momento actual parece difícil escribir de una manera adecuada sobre la sexualidad de las
mujeres, puesto que una gran parte de la misma está todavía reprimida por el miedo. Este miedo es a
incomodar a los hombres y también a tener que asumir la propia sexualidad en su totalidad, siendo tan
absolutamente distinta de la imagen de la sexualidad femenina promovida por los medios de
comunicación, que tiene más relación con las fantasías masculinas que con la realidad.

Por consiguiente, asumir la propia sexualidad depende en gran medida del coraje de las mujeres,
así como de su perseverancia y persistencia a la hora de perseguir sus metas. Sin embargo, hoy en día
esto a menudo no es posible ni totalmente deseable, ya que las mujeres se sienten (y deben sentirse)
responsables de la continuidad de la vida, del desarrollo de sus hijos y del bienestar de sus esposos.

A causa de la represión social e individual, la sexualidad de la mujer tiende a florecer antes y


después del período de la vida en que la familia y sus responsabilidades tienen preferencia: en la
adolescencia, o cuando los niños están creciendo. Esto, por supuesto, puede crear la confusión en una
mujer y en su entorno, y puede estropear su vida si no se permite que su sexualidad madure con un
sentido del equilibrio y de la perspectiva.

En los apartados siguientes intentaré describir algunas impresiones de la sexualidad emergente


de las mujeres, así como los enormes obstáculos que las mujeres tendrán que superar en su camino
hacia el equilibrio. Es, sobre todo, una senda espiritual de esfuerzo y dolorosa maduración.

Una mujer debe tener el coraje de vivir en la realidad, es decir, tomar conciencia de que una
mujer en la sociedad actual es menos valorada que un hombre. Éste es un hecho difícil de aceptar, pero
la mujer debe ser consciente del mismo y, aun así, llevar a cabo su evolución como persona con
asiduidad y dejar que emerja su propia sexualidad. Debe estar preparada para hacer frente a sorpresas y
dificultades.

Durante este proceso, una mujer suele toparse con obstáculos que pertenecen no sólo a su propia
vida, sino a muchas generaciones de mujeres que la precedieron: la conciencia de la inferioridad
social, experimentada tanto en la familia de origen como con el hombre: el hecho de haber sido
denigrada o tratada como una niña desde la infancia; una violación a una edad temprana, o incesto; la
sensación paralizante de tener que cerrar muchas puertas ante una misma, de haber tenido que limitar
el propio potencial y posibilidades de acción desde una edad temprana; y el hecho de haber aprendido
a vivir según las expectativas que los hombres tienen de las mujeres y sus responsabilidades, sobre
todo hacia los niños y el hogar.
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Una mujer de un país latinoamericano me contó la historia de su vida. Da una cierta idea de lo
que una mujer que quiere tomar conciencia puede tener que afrontar. Abandonada por su madre
deprimida, y adoptada por una mujer de sociedad de carácter dominante, Juanita fue violada a los doce
años y comenzó a tener un hijo cada dos años desde que tenía quince, cada uno de ellos de un padre
diferente. Cada vez, cuidaba del bebé con enorme cariño y amor durante algunos meses, hasta que
enfermaba, dejaba al bebé con su madre adoptiva y se marchaba durante un tiempo hasta que regresaba
para repetir todo el proceso. A una edad un poco madura se casó con un hombre bien situado, que
estaba encaprichado de ella y adoptó a sus tres hijas. Pero, en las propias palabras de esta mujer: "El
día que me casé sentí que mi marido se había convertido en un animal y no tenía control sobre su
mente y sus sentimientos. Fue una experiencia terrible".

¿Qué experimentó ella? Todo se debía a que había sido una niña abandonada por su madre
(todas las niñas eran abandonadas, la madre se quedaba sólo con los hijos varones). Para su
mentalidad, una niña carecía de importancia. Su cuerpo se volvió hermoso... y no tardó en ser violada.
También el hijo de su madre adoptiva intentó violarla. Ella aprendió que sólo su cuerpo era
interesante; su personalidad, su mente y su espíritu no lo eran. Además, aprendió que los hombres
tienen derechos sobre el cuerpo de las mujeres, aunque sea el de su hermana. Dio a luz y cuidó bien de
sus hijas: tanto, que enfermó y no pudo seguir cuidándolas. Quería hacerlo mejor que su madre
sanguínea y su madre adoptiva, pero no había recibido suficiente apoyo y amor y no fue capaz de
llevar a cabo esta tarea. Lo que su madre había hecho con ella, lo estaba repitiendo ella con sus propias
hijas. Por fin, se casó, sobre todo por el bien de las niñas, a las que quería dar un hogar estable.
Durante la noche de bodas, experimentó con sorpresa cómo la historia se repite: su propio marido,
ahora que ella era "suya", la trató por primera vez como aquellos que la habían violado o habían
abusado de ella.

Tomar conciencia de lo que la vida implica para una mujer y seguir un proceso de
concienciación puede ser algo extremadamente doloroso. Muchas mujeres renuncian a embarcarse en
semejante proceso.

Otras muchas, en cambio, descubren que sus sentimientos de ternura cuando están en los brazos
de un hombre les producen sensaciones sexuales placenteras, si no realmente excitantes, y a menudo
sólo ansían estar acurrucadas en los brazos de su pareja. ¿Es posible que, durante milenios, las madres
hayan desviado su ansia de ternura de sus maridos a sus hijos? Han amparado a sus hijos con afecto y
pasión, pero no han mantenido el mismo vínculo con sus hijas, a las que durante siglos han educado
para afrontar las responsabilidades de la vida. A menudo, los hombres se extrañan de esta ausencia de
apremio genital en la mujer adulta que yace entre sus brazos, y de su anhelo de ser acogida y
acariciada... como una niña pequeña.

La plenitud de la voluptuosidad suele producirse como una sorpresa para la mujer cuando siente
que su hijo está creciendo dentro de ella; su total desvalidez y su hermosa vulnerabilidad la hacen
sentirse responsable; y además, aunque no suele hablar de ello, la hace sentirse sensual de una manera
como jamás ha experimentado antes. A veces, las mujeres se deprimen cuando cesa esta sensación de
plenitud física al nacer el niño. ¿Cómo pueden explicar esta sensación voluptuosa y sensual a su
marido?

El dolor del parto es algo que todo el mundo conoce. ¿Se atreverán las mujeres a hablar de su
otro aspecto? ¿No sólo la inmensa felicidad de dar a luz a otro ser humano, sino las percepciones
sensuales en su pelvis y la sensación de poder cuando experimenta todos estos sucesos misteriosos en
ella misma?

Y más adelante, ¿alguna muestra de ternura de un hombre puede compararse con la ternura
natural, amorosa y mimosa que fluye hacia la madre desde su hijito acurrucado en las curvas de su
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cuerpo? ¿Cómo puede una mujer explicarle a un hombre que esta ternura es la máxima felicidad, y lo
doloroso que es sentir que se desvanece a medida que los hijos crecen y sólo le dan un pellizco en la
mejilla, teniendo que renunciar a esta sensación corporal sin límites?

¿Hay alguna sensación más maravillosa de dar y recibir, descanso y actividad, que la experiencia
de cuidar de un niño, con las múltiples facetas de percepciones de ternura, firmeza o exigencia que
corresponden a una madre?

Vulnerabilidad e ira

Los humanos nacen blandos y flexibles, y esto les permite absorber cosas nuevas, aprender y
cambiar. Es un hecho conocido respecto a los bebés, pero sigue siendo cierto hasta el último aliento de
la vida de una persona.

Por lo tanto, la psicología moderna está cada vez más interesada en la vulnerabilidad de los seres
humanos y su percepción del daño y del dolor. Si son sometidos a un dolor paralizante o a privaciones
cuando son demasiado jóvenes y débiles para resistirlo, aprenden a tapar las debilidades, ocultar los
errores y reprimir los sentimientos para sobrevivir, aunque sólo sea a un nivel físico y funcional. Esto
sucede cada vez más, a medida que los tiempos pasan del plano humano y espiritual a la situación
inhumana y computerizada de una sociedad sin valores. Por otra parte, también encontramos el
movimiento opuesto: de una conducta insensible, brutal y antisocial, a otra más humana. Los padres
están deseosos de aprender, los niños son cada vez más sensibles e inteligentes, la gente busca valores
nuevos.

Cuando un ser humano vulnerable y, por tanto, abierto se siente ofendido o herido, tiene dos
opciones. Puede reaccionar al dolor y utilizar la violencia, o buscar venganza mediante métodos
destructivos pasivos como las drogas o el alcohol. O bien, puede decidir hacer frente al dolor, sufrir y
tratar de hacer frente al reto mediante una defensa adecuada de sus propios sentimientos e intereses,
sin hacer pagar ojo por ojo en la medida de lo posible.

Si la persona es demasiado débil, el golpe es demasiado doloroso o la relación es tan difícil que
se pierden las esperanzas de lograr un cambio, una persona puede cortar el flujo de emociones y
recurrir al embotamiento de los sentimientos. Sin embargo, esto implica la interrupción de todos los
sentimientos.

Cuando un ser humano, a través de alguna influencia de su vida -sea espiritual o emocional-
vuelve a la vida y empieza a recorrer el sendero que conduce a la vitalidad emocional y espiritual,
puede que necesite expresar la ira reprimida y, con ella, otros sentimientos tales como la tristeza, la
angustia y otros similares.

En nuestra sociedad, en la que mantener una buena imagen pública y ocultar nuestros errores es
una prioridad fundamental, suele verse la ira como sinónimo de violencia. Apenas se comprende que la
ira puede estar justificada para evitar la aniquilación de una relación estancada o de una personalidad
constreñida y emocionalmente moribunda.

***
Una relación matrimonial es un reto. No es realista esperar que siempre sea absolutamente feliz,
interesante o satisfactoria. Ni siquiera es deseable una situación así, no importa lo que anuncie nuestro
sueño romántico. Si los seres humanos vivieran "felices para siempre", sus relaciones no crecerían ni
evolucionarían; al contrario, permanecerían sólidamente ancladas en la tradición y se hundirían cada
vez más en la apatía.
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El impulso más poderoso en la evolución de los seres humanos es la Voluntad Divina, a través
de las Manifestaciones de Dios, los Educadores de la humanidad enviados por Dios: Krishna,
Zoroastro, Buda, Moisés, Jesús o Muhammad... y en esta época mundial, Bahá'u'lláh.

Así pues, la evolución y el cambio, sea en las personalidades, los caracteres o las actitudes
espirituales de los miembros de la pareja, procede de diversas fuentes. Algunas están condicionadas a
influencias externas más allá del control de los individuos: la guerra, el hambre y la necesidad, o
condiciones inhumanas en la sociedad y en el trabajo. Otras fuentes del cambio son inherentes a
nuestras propias vidas, cuando evolucionamos de acuerdo a los dictados de nuestra edad y nuestras
funciones biológicas, en particular si somos padres de niños pequeños, o hijos de padres ancianos y
enfermos. La pérdida del trabajo, de la riqueza, del prestigio o de los seres queridos trae duelo y pesar
a nuestras vidas y a menudo cambia nuestras relaciones.

Algunas modificaciones provienen de nuestra propia voluntad y dependen de nuestra iniciativa y


del deseo de crecer. A menudo, el sufrimiento nos hace madurar y nos vuelve más fuertes, capaces de
resistir la privación de afectos o el dolor en una relación durante años o décadas, con la esperanza de
que se produzca un cambio en la situación o en la actitud de la pareja en algún aspecto de la vida.
Lejos de causar una desesperación permanente, esto puede favorecer la creatividad, abriendo nuevos
campos de actividad, pensamiento y emociones.

Si la gente no está motivada por el deseo de crecer y por actitudes espirituales, no podrán hacer
frente a los desafíos de la vida sin recurrir a métodos destructivos para protegerse del dolor. Entre ellos
están la depresión, la frustración, el abuso de sustancias nocivas, la violencia y el retraimiento, con lo
que se pierden todas las cualidades y sentimientos humanos. Lo que queda es una persona con una
máscara, que funciona como una computadora. Por otra parte, si las personas están animadas por el
amor a la vida, a la gente y a Dios, evolucionarán y seguirán siendo creativas en muchos campos, a
pesar de que el dolor y la tristeza entren en sus vidas. Obtendrán los frutos de nuevas cualidades
espirituales y capacidades hasta entonces desconocidas, incluso en situaciones desastrosas.
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7
DESARROLLO SEXUAL

El desarrollo sexual en los niños

La gente solía creer que la sexualidad era algo que sólo existía durante la adolescencia o incluso
en la edad adulta. ¡La pubertad, por supuesto, también tiene algo que ver!

Naturalmente, nadie contaba sus tremendas sensaciones y sus angustias secretas previas a la
adolescencia, y nadie pensaba que esto pudiera ser algo generalizado.

El impulso sexual es una necesidad que brota de un instinto similar al del hambre, la sed o la
necesidad de sobrevivir. Forma parte de la naturaleza animal y, por tanto, anida en el vasto ámbito del
inconsciente... ¡que pertenece a la vida en este mundo!

El impulso sexual, así como el campo más amplio de la sexualidad, existen desde la concepción.
Como cualquier otra facultad, la sexualidad crece y evoluciona a través de la infancia y la adolescencia
hasta llegar a la madurez. Además, cuando las personas se ocupan de su sexualidad, esta facultad sigue
expresándose prácticamente hasta la muerte.

¿Cómo debemos ver la sexualidad en el niño? Como una facultad naciente que es necesario
investigar, una facultad a la que debe tenderse y que ha de aceptarse como una realidad. Si esto no se
realiza, se convertirá en algo nocivo e insano, o se agostará. Después debe educarse de forma más
consciente; y esto requiere la cooperación de los padres y los hermanos. Necesita un clima de
confianza y responsabilidad.

Cuando no se reprime su curiosidad natural hacia todas las formas de vida, los niños investigan
sus propios cuerpos a una edad muy temprana. Incluso antes de que puedan controlar conscientemente
sus movimientos, disfrutan de todo tipo de sensaciones gratas y gimen de placer <¡cualquier padre
atento lo sabe!>. Esta investigación es necesaria para que se desarrolle una sexualidad sana. Buena
parte de ella se lleva a cabo a través de juegos, forcejeos, bailes, toqueteos, caricias, etc. Todo esto
ocurre en fases, como una planta que crece cada año, que desaparece bajo tierra durante un par de
estaciones, pero asimila el aprendizaje y el crecimiento efectuados durante el último año.

A partir de ese período de la vida en que un niño sano abruma a sus padres con centenares de
preguntas sobre el ser humano, Dios y el universo, también aparecen preguntas acerca de las relaciones
y la sexualidad. En buena medida es un mecanismo para llamar la atención, pero no totalmente.

El padre tiene la opción de escuchar atentamente a esas preguntas y tratar de imaginar en qué
dirección está dirigiéndose la mente inquisitiva de su hijo. Muy a menudo, las preguntas del padre
ayudarán al niño en su investigación. La información no solicitada, en su mayor parte demasiado
plúmbea, teórica y surgida del mundo de los adultos, perjudica la mente inmadura pero creativa del
niño. Por consiguiente, el padre y el hijo descubrirán cuál es el concepto preciso que el niño está
intentando adquirir. En última instancia, es el niño quien sabe lo que quiere aprender, no los adultos.

Los niños son excelentes observadores. Pueden juntar las piezas de un rompecabezas a partir de
cosas que han visto y oído a su alrededor. Sus preguntas les ayudan a encontrar las piezas que les
faltan. Si los padres fruncen el entrecejo, regañan o juzgan al niño a lo largo de este proceso, éste se
retraerá. Su mente inquisitiva recurrirá a otros métodos, por lo general más retorcidos y menos
saludables...
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Así pues, los padres deben comprender que la sexualidad forma parte de la creación de Dios.
Debe ser investigada, aprendida y dominada, primero en el plano físico y luego en el psicológico y
espiritual; en una etapa temprana, los tres se funden. La única tarea que tienen los padres es canalizar
este flujo de energía para completar ese proceso o eliminar los pequeños aspectos no deseables. ¡Pero
no debe reprimirse, a ninguna edad!

Los bahá'ís no creen en la supresión del impulso sexual sino en su regulación y


control.1

En la actualidad, la sexualidad está reconocida como uno de los temas delicados que deben
tratarse en el proceso educativo. La sexualidad es un tema nuevo en los programas educativos y tiene
que abordarse de manera consciente e inteligente. A menudo los padres, atrapados en medio del
proceso de desembarazarse de tabúes, tradiciones, represión religiosa o hipocresía, pierden el tren. Se
vuelven permisivos o resignados, en lugar de seguir siendo educadores. Examinemos brevemente
algunas de las trampas más comunes.

Masturbación

En un entorno muy natural como, por ejemplo, el hogar de una joven pareja bahá'í con un niño
pequeño, yo estaba sentada en la cocina, charlando y haciendo compañía a la joven madre, mientras su
hijo, que acababa de cenar, estaba sentado en su orinal. Su madre preparaba la cena de la pareja y le
lanzaba alguna mirada de vez en cuando, más que nada para asegurarse que estaba bien. Lo que me
sorprendió fue que, mientras que el pequeño, un niño saludable de unos 10 meses de edad, se
acariciaba los genitales de tanto en tanto y era evidente que estaba obteniendo una cantidad
considerable de placer, su madre parecía contemplar su actividad sin inmutarse; no le parecía necesario
reaccionar de ninguna manera.

Es totalmente normal que un niño pequeño examine abiertamente distintas partes de su cuerpo y
obtener de esta actividad un placer evidente. Del mismo modo, es normal que el progenitor se dé
cuenta de ello y no reaccione. Es una actividad normal en esta edad y percibirlo como algo natural
demuestra que se está ejerciendo una paternidad normal.

Hace algún tiempo, unos amigos acudieron a nuestra consulta para hablamos de su hija de seis
años. Alexia había sido hija única durante más de cinco años, pero sus padres acababan de traer al
mundo a su hermano menor. Ambos estaban preocupados y avergonzados por el hábito compulsivo de
Alexia de masturbarse delante de las visitas. Había consolidado este hábito a pesar de las advertencias,
regaños, sacarla del salón, etc. Alexia continuaba aun con mayor ahínco.

Aconsejamos a estos padres bienintencionados que no la riñeran por ello y que no se


preocupasen. Les explicamos que Alexia estaba molesta por el desafió que representaba la llegada de
un hermano a un territorio que hasta entonces nadie le había disputado, y que ella estaba usando esa
actividad, aprendida hacía unos años como parte de su proceso de desarrollo normal, como una táctica
de choque para persuadir a sus padres para que le concedieran más atención. Había sufrido por haber
perdido temporalmente mucha de la atención natural que, según ella creía, le correspondía por parte de
sus padres, sus amigos y otros miembros de la familia.

Les sugerimos que, si Alexia continuaba haciendo lo mismo en señal de desafío, debían
explicarle que esto, a su edad, era una práctica privada y que tendría que ir a su habitación, ya que no
se consideraba correcto en una niña ya mayor y en presencia de otras personas. Al mismo tiempo,
intentamos tranquilizar a estos queridos amigos, que habían tenido una educación muy estricta sin una
educación sexual adecuada ni la comprensión de las expresiones normales del desarrollo de un niño.
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Al cabo de unas pocas semanas, este episodio había pasado al olvido tanto para Alexia como para sus
padres.

Éstos son dos ejemplos de la experiencia de un niño con su cuerpo y la reacción, o ausencia de la
misma, de las personas que lo rodeaban. Cuando los padres entienden que el desarrollo normal de un
niño exige que experimente con las distintas funciones corporales y aprenda también las habilidades
sociales, no reaccionan ni se asustan por tales hechos, sino que los aceptan con tranquilidad. Entonces
pueden abordarlos dentro del marco normal de la educación de sus hijos, conscientes de que una de las
funciones de la infancia es investigar la realidad del cuerpo, de la familia y de la sociedad.

Cuando los padres no han aprendido a valorar estos procesos normales de aprendizaje y tienden
a asustarse, esos patrones se consolidan y se generan actividades compulsivas, en detrimento del
individuo afectado. Si no se interfiere en el proceso natural, ese tipo de conductas no tarda en remitir.

Uno de los primeros pacientes a los que atendí durante mi formación fue un joven de diecinueve
años que se masturbaba de manera compulsiva. La masturbación es un sustitutivo de la compañía, de
la relación con otras personas; la utilizaba para sobreponerse al desánimo y la falta de estímulos, ya
que este joven oscilaba entre dos extremos: actuar como un recluso y ser socialmente destructivo.
Naturalmente, sus masturbaciones iban acompañadas de intensas fantasías, pero estaban
perjudicándole por sus paralizantes sentimientos de culpa. Este muchacho no había aprendido de
manera natural, es decir, en el seno de su familia y en su entorno social, las funciones del cuerpo sin
experimentar sentimientos de culpa, pero tampoco había adquirido las habilidades sociales que le
habrían ayudado a pasar del entorno familiar a un grupo normal de adolescentes. Por consiguiente,
intentamos ayudarle en el contexto psicoterapéutico. Para este joven, la masturbación se había
convertido en una adicción y sus sentimientos de culpa le mantenían en la prisión de sí mismo y de su
familia de origen.

Está claro que la masturbación no es un uso apropiado del instinto sexual, tal como éste es
entendido en la Fe.

Además implica, como usted ha señalado, fantasías mentales, mientras que


Bahá'u'lláh... nos ha exhortado a no dar rienda suelta a nuestras pasiones, y en una de
sus Tablas más conocidas 'Abdu'l-Bahá nos alienta a mantener puros nuestros
pensamientos.1

En una evolución normal, el individuo pasa de la investigación de su cuerpo a la del entorno


social y al dominio maduro del impulso sexual y su utilización dentro de la relación matrimonial. Esto
implica una relación basada en el cariño y el compromiso.

Para un adulto sano normal, es placentero relacionarse con una persona del sexo opuesto y
profundizar en esta relación. Puede asemejarse a invitar a una persona del otro sexo a salir a cenar. No
es saludable que una persona normal siempre "coma fuera de horas en el autoservicio", es decir, que se
masturbe en soledad. En la expresión del impulso sexual, que también se expresa en la actividad
corporal, es algo maduro y normal disfrutar del acto sexual con una persona del sexo opuesto -que
indica la máxima maestría en este campo- y no empecinarse en la inútil experiencia de la masturbación
excesiva.

Adolescentes y sexualidad

En todas las épocas, los adolescentes han tenido que "arreglar cuentas" con sus padres respecto a
la sexualidad. Es uno de los temas que enfrenta a las generaciones. Es la señal de la próxima madurez
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y puede parecer alarmante para los padres que no se hayan preparado a sí mismos ni hayan preparado a
sus hijos para la independencia.

Los adolescentes están "entre dos aguas", ya que no son lo bastante maduros para haber
alcanzado la maestría en las relaciones, sus impulsos y su sexualidad, pero al mismo tiempo tienen el
indudable deseo de mantener una relación sexual.

A nivel inconsciente, los adolescentes de hoy tienen que afrontar también el problema de la
sexualidad de sus padres, que muy a menudo está llena de frustraciones, tabúes e impulsos no
liberados. Como son muy perceptivos, pueden discernir con facilidad muchas cosas en el
comportamiento de sus padres, incluidos sus deseos y ambiciones reprimidos. Dado que todavía están
muy ligados a sus padres (al menos de manera inconsciente), no pueden distanciarse de estas
percepciones y, por tanto, tienen que convivir con este trasfondo inconsciente de las relaciones y la
sexualidad de sus progenitores.

¿Son mamá y papá cariñosos el uno con el otro, o sólo conviven con indiferencia? ¿Se
preocupan por el otro, o sólo están juntos como un par de caballos cansados, sujetos a unos mismos
arneses? ¿Todavía disfrutan de la compañía mutua, o uno de ellos es feliz cuando está fuera de casa,
incluso los fines de semana? ¿Comparten tiempo e intereses? ¿Hay intimidad y cercanía en su
relación... o hay un vacío? Cuando pasean juntos, ¿se lanzan reproches mutuamente con necesidades
reprimidas y frustradas, o responden bien, se comunican y negocian?

A diferencia de las generaciones anteriores, la juventud actual se niega a reprimir su impulso


sexual y seguir el ejemplo de sus padres. Así pues, declaraciones de Shoghi Effendi, Guardián de la Fe
Bahá'í, tales como la Fe Bahá'í reconoce el valor del impulso sexual...

Todas las personas tienen el derecho natural de hacer un uso adecuado del instinto sexual y es
precisamente con este propósito que ha sido establecida la institución del matrimonio...

Los bahá'ís no creen en la supresión del impulso sexual sino en la regulación y control, suenan
extremadamente modernas en comparación con las sentencias de las tradiciones religiosas del pasado.

Para muchos adultos y ancianos, tales aseveraciones suenan como herejías y les resulta difícil
integrar nuevas formas de pensar con sus tabúes. En cambio, los jóvenes están ansiosos de oír estas
cosas y, de manera sorprendente, no se oponen a comprender lo que implica la castidad tal como está
formulada en las enseñanzas bahá'ís, siendo... "el único camino a una vida matrimonial feliz y
satisfactoria".

Por todo ello, muchos jóvenes han sufrido de manera atroz la desunión entre sus padres, en
particular cuando el matrimonio va en declive antes de una separación o un divorcio. Según las
estadísticas, en algunas sociedades la mitad de todos los matrimonios terminan en divorcio, sobre todo
en Occidente. Por tanto, los jóvenes están buscando una moral más razonable y un fundamento
espiritual de la relación marital. Aunque aceptar la castidad les exigirá mucha disciplina, el sufrimiento
les ha alejado de las tradiciones del pasado.

Antes, la represión del instinto sexual en los jóvenes se aplicaba de manera unilateral, es decir,
sobre las muchachas y las mujeres, con lo que se descargaba una moral y una responsabilidad social
muy exigentes en el sexo femenino. En todo el mundo, tanto hombres como mujeres se adherían
tácitamente y apoyaban esta norma distorsionada. En cambio, la Fe Bahá'í subraya que "ambos sexos
deben practicar estrictamente la castidad", y la juventud actual aceptará esto, ya que su sentido de la
igualdad ha madurado.
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Entre los adolescentes, la sexualidad suele utilizarse para expresar la ira y la impotencia
contenidas contra los padres, no necesariamente como el poderoso instrumento que es para expresar
afecto, deseo, pasión o amor por la pareja. Se emplea para hostigar a un padre inerme, ¡y eso es todo!
Entonces se desencadena el caos, tanto en el adolescente como en su pareja y en sus padres. Todos se
sienten mal, nadie sabe qué es lo que está pasando. Y la sexualidad, que tiene una fuerza tremenda,
rompe los vínculos no sólo entre los padres y el hijo, sino en la pareja, una vez que se ha eliminado el
lazo paterno. Lo que queda es el vacío y, a menudo, el deseo de no ser activos sexualmente; o, por el
contrario, utilizan la sexualidad para herir a otras personas, de forma directa o indirecta.

Muchos padres sufren mucho cuando sus hijos adolescentes llevan a la práctica sus impulsos
sexuales, pero se sorprenden al descubrir que sus hijos pueden madurar y calmarse, aparentemente, de
la noche a la mañana. Esto suele coincidir con el momento en que los padres asumen su propia
responsabilidad y hacen cambios importantes en su comportamiento.

Los padres maduros reconocen enseguida la ventaja de revisar y revivir ciertos aspectos de su
propia relación matrimonial cuando sus hijos adolescentes se van haciendo mayores. En lugar de
interferir, corregir y reprimir a sus hijos, abordan sus propias vidas y así les dan un buen ejemplo. La
mejor clase de ayuda para los niños y adolescentes son unos padres dispuestos a afrontar las trabas y
obstáculos de su propia relación. Esto ayuda a los hijos a separarse de los padres y establecer sus
propias relaciones maduras.

Además, una educación permisiva de unos padres descuidados, cansados y embrutecidos por el
materialismo ha sido la causa de que los jóvenes sean frágiles y les ha vuelto muy sensibles a
influencias negativas y destructivas procedentes de los medios de comunicación y la sociedad. Muchos
jóvenes, des protegidos y con su vulnerabilidad y sensibilidad al desnudo, están buscando un nuevo
modelo de relaciones y de sexualidad... y están desesperados, porque el mundo moderno no tiene nada
que ofrecerles salvo la adaptación al modelo antiguo: la brutalidad, una lujuria carente de alegría o una
sexualidad sumisa reprimida por una conciencia culpable y apática, todo ello recubierto por la
impresión de que el sexo es algo sucio y fútil.

Lo que muchos jóvenes intuyen es la posibilidad de desarrollar relaciones sólo por diversión,
explorando las profundidades misteriosas e insondables del ser humano. Además saben apreciar mejor
que sus padres la amistad en la relación y la ternura.

Si no pueden encontrar este nuevo modelo -para mí, sólo existe plenamente en las enseñanzas
bahá'ís con su moderna combinación de realismo e idealismo, que da igualdad entre los sexos y una
base amplia para la felicidad en el matrimonio y en la familia-, los jóvenes desafiarán al mundo de los
adultos y, sobre todo, a sus padres.

Una de las maneras más eficaces que tienen los jóvenes para desafiar a sus padres es mediante
una práctica sexual prematura e irresponsable. Los adultos nunca ven el reto que plantea esta situación
para sus propias vidas vacías de valores. Los jóvenes descubren que atacan el punto vulnerable de sus
padres pavoneándose de su sexualidad, pero los padres no tardan en volverse críticos y en enojarse,
con lo que el joven se retira a un cascarón de desafiante distanciamiento.

Patricia era una niña buena, al menos a los ojos de sus padres. Era obediente, amable y educada
con los adultos, es decir, con los numerosos amigos de sus progenitores. Y ella obedeció a sus padres
hasta bien entrada en la pubertad y, de manera aparente, durante la adolescencia (es decir, ¡a los ojos
ciegos y los oídos sordos de sus padres!). Patricia tenía el firme convencimiento de que sus padres
tendrían una gran sorpresa si ella hablase como otros niños no tan bien educados como ella, que a
veces se oponían a los puntos de vista y las opiniones de sus padres y se encastillaban de vez en
cuando con un "no" firme. Los padres de Patricia se sentirían absolutamente abandonados por su hija.
No podrían comprender que es el tipo de conducta normal para abandonar el nido y desplegar las
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propias alas para echar a volar por el ancho mundo. Esto la entristecía mucho. Patricia amaba a sus
padres, que habían dedicado sus vidas a procurarle bienestar, pero habían llegado al final del camino
cuando ella entró en la adolescencia.

Sola con su tristeza, pero queriendo formar parte del mundo y tener sus propios amigos, Patricia
recurrió a una especie de doble vida que es común a muchos adolescentes. Durante el día era la niña
buena y obediente que conocían sus padres: intentaba seguir siendo una buena estudiante, aunque
estaba exhausta, reprimía continuamente los bostezos y sonreía a sus padres, era dulce con su ingenua
mamá, que la mimaba, y con papá, que se volvía viejo y torpe. En cambio, por la noche salía
sigilosamente del dormitorio y se iba con su grupo de amigos. Eran hijos de familias católicas
tradicionales, cuya moral y religión no concordaban entre sí, y en las que predominaba la represión y
los secretos en las relaciones y en su psique.

Sus amigos eran chicos y chicas modernos; al entrar en la adolescencia, habían examinado a
fondo a sus padres y habían afrontado la dura verdad de que papá y mamá decían una cosa (sé buen
chico, respeta la moral y la ética) y hacían otra (había un abismo en la relación entre papá y mamá, y
cada uno vivía su propia vida, tenía sus propios amigos... y sus propios amantes). Los jóvenes habían
tomado la determinación de dar la espalda a la falsa moral de sus familias y querían conocer la
"realidad", o lo que entendían por ella, que era el sexo tal como se mostraba en la televisión y en las
películas: crudo, brutal, violento y lujurioso. Lo practicaban, pero se sentían tristes interiormente, ya
que no les hacía felices, no más que sus pobres padres.

Patricia, que no quería perderse todo esto y quedarse sola, siguió el juego: mantenía relaciones
sexuales, ya que era una especie de pasaporte de entrada a su grupo de amigos: así, uno pasaba a
formar parte del círculo más íntimo. Sin embargo, ella ni lo quería ni le apetecía: era sólo un pase para
acceder a una supuesta madurez. Interiormente se sentía triste, abandonada y perdida en un mundo en
el que no sabía cómo desenvolverse.

Por fin, Patricia se sinceró con su mejor amiga, una chica bahá'í un poco mayor que ella, y juntas
probaron otros estilos de amistad, dejando de utilizar el sexo como un medio para tener amigos. Ello
también implicó hablar con los estupefactos padres de Patricia, invitándolos a evolucionar y
comprender a su hija, que no era mala, sino que se sentía perdida en un mundo para el que no había
estado preparada.

Al principio, los adolescentes no buscan necesariamente el sexo como algo diferenciado de la


amistad. Es sólo un medio de encontrar amistad y aceptación como parte del grupo. Además, tener
relaciones sexuales secretas o, por el contrario, pavonearse de ellas ante sus padres, parece una
alternativa válida a muchos adolescentes desilusionados. Los padres notan que sus hijos están
desafiándoles, pero en el fondo los chicos se sienten abandonados y desgarrados. ¡Cuánto les gustaría
gritar: vosotros me amáis, pero no me habéis ayudado a saber vivir en este mundo! Me dijisteis lo que
no debía hacer, pero todo el mundo hace precisamente eso. No me habéis dado ni principios ni una
moral que me guíe cuando esté solo. Entonces sólo escucho el eco de vuestra voz enojada lanzándome
advertencias, pero no sé lo que debo hacer para juzgar a la gente y a las situaciones por mí mismo.

En una familia en que las crisis se reconocen como parte de la vida y, en particular, de la
adolescencia, los padres y los hijos se ayudan mutuamente a pasar a la siguiente fase y adoptan una
actitud tolerante y con sentido del humor. Utilizan el conocimiento y los métodos espirituales para
sondear la profundidad de esta importante etapa y remontan juntos las adversidades. Además, una
familia como ésta habrá aprendido a consultar sus decisiones mucho antes de que sus hijos lleguen a la
adolescencia. En una familia como ésta, los padres guían a sus hijos desde la infancia para que
aprecien las diferencias entre los sexos y adquieran una actitud positiva e investigadora hacia el sexo y
la sexualidad. Junto con la comprensión de los factores biológicos, transmiten conceptos éticos y
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morales que les permitirán apoyar a sus hijos incluso en las épocas difíciles, sobre todo cuando estén
solos con amigos que quieran tentarlos o desafiarlos.

Mary y John tenían tres hijos. Ninguno de ellos había aprendido a ocultar sus dificultades.
Muchas personas creían que John y Mary eran raros porque mostraban sus dificultades y hablaban de
ellas. Tenían problemas como pareja y sus hijos manifestaban abiertamente lo que no les gustaba y
eran totalmente sinceros cuando se oponían a las decisiones de sus padres. Los abuelos estaban
asombrados por esta franqueza y deploraban la ausencia de "buena educación y obediencia" en sus
nietos.

Sin embargo, con el tiempo, John y Mary resolvieron sus propias dificultades. Sus hijos, al haber
sido animados a tomar sus propias decisiones, maduraron y se beneficiaron de la gran proporción de
paciencia y sentido del humor que sus padres habían mostrado con ellos. De pronto, expresaron su
necesidad de tener una religión y sus ganas de aprender; tenían muchos amigos. Se hablaba de sexo en
la familia y había quedado claro que, por ejemplo, las películas pornográficas no se las consideraba
una buena manera de aprender. Los padres compartían sus propios conocimientos y su experiencia, así
como sus principios, con sus hijos... así como también todo aquello que desconocían. Hablaban de la
vida como un desafío para todos ellos.
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8
ELEGIR UNA PAREJA PARA TODA LA VIDA

La elección personal de la pareja no se ha practicado nunca realmente en el mundo hasta ahora.


Muy pocas personas han adquirido las facultades necesarias de discernimiento, objetividad y
distanciamiento de las emociones que interfieren en la decisión y de los valores tradicionales, o de una
visión de la vida. ¡Todas estas facultades son indispensables para elegir a la pareja!

Se han empleado distintos métodos en todas las épocas, de los cuales el más extendido era que la
elección estaba a cargo de los padres. La mayoría de occidentales tienden a ser condescendientes
respecto a esta práctica, que aún es habitual en muchos países. Apenas se dan cuenta de que su propio
inconsciente sigue funcionando de acuerdo a los mismos criterios que las sociedades africanas, india o
china, por mencionar sólo a algunas de las más conocidas.

Estrechamente imbricado con este antiguo método, cuya ventaja, si todo va bien, es la de
combinar sabiduría madura y experiencia, es la predilección por los aspectos materiales. Las actitudes
de los padres abarcan desde una sabia evaluación de las necesidades básicas de la vida hasta la codicia,
incluso hasta el punto de que pueden estar dispuestos a sacrificar la felicidad de su hijo por su propia
ambición. Así, los industriales, campesinos o artesanos occidentales, por mencionar sólo a unos pocos
que tienen una fuerte influencia sobre sus hijos para que se casen con alguien que tenga dotes para los
negocios o para el trato social, insisten en los aspectos materiales de la vida. El futuro de la empresa
familiar, o de la granja familiar, o del estado social de la familia, depende de que el hijo o la hija se
casen con la persona "adecuada".

El otro modelo es el del romanticismo. Se remonta a las historias de reyes, príncipes y doncellas
en apuros, fue cantado por los trovadores, confirmado por las novelas y la poesía del siglo XIX, y hoy
es comercializado a escala global por Hollywood y los medios de comunicación. Este modelo, como
sabe todo el mundo desde la historia de Romeo y Julieta, es trágico: no encaja en la realidad, pero
complace a la fantasía. Aun así, sociedades enteras persisten en mantener esta empalagosa ilusión,
aunque sus consecuencias sean desastrosas para los individuos y la sociedad, y produzca infelicidad,
frustración, rupturas matrimoniales y familiares, y divorcios. "Casarse con un amante es algo fatídico...
La obsesión de encontrar al amante y al marido en una misma persona ha condenado a más mujeres a
la desgracia que ninguna otra ilusión", ha escrito Carolyn Heilbrun, reflejando la dolorosa experiencia
de muchas mujeres.

Durante siglos, la elección personal sólo existía en este paradigma romántico. Sin embargo, en la
actualidad, la elección personal de la pareja ha sido instituida por el fundador de la Fe Bahá'í,
Bahá'u'lláh. En palabras de 'Abdu'l- Bahá:

“primero debes elegir a alguien que te agrade, y luego el asunto está sujeto al
consentimiento de padre y madre. Antes de hacer tu elección, no tienen ellos ningún
derecho a interferir.”1

Es la primera vez en la historia de las religiones que la elección personal es prioritaria, seguida
del consentimiento de los padres:

Deseando establecer el amor, la unidad y la armonía entre Nuestros siervos,


Nos lo hemos condicionado, una vez conocido el deseo de la pareja, al permiso de sus
padres, para que la enemistad y el rencor no surja entre ellos.1

Así dice Bahá'u'lláh en su Libro de Leyes. La Casa Universal de Justicia,


institución suprema de la comunidad mundial bahá'í, ha explicado que esta ley de
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consentimiento paterno es "una ley de gran importancia que afecta al fundamento


mismo de la sociedad humana"2.

Por primera vez en la historia, las dos modalidades de elección de la pareja, la personal y la
paterna, han sido institucionalizadas y puestas en relación mutua. Este nuevo modelo es tan único que
necesitará el paso de varias generaciones y siglos para que se acepte y se comprenda su profunda
contribución a un nuevo modelo de matrimonio, una familia más amplia y una sociedad más sana.

La visión bahá'í de la elección de la pareja es tanto espiritual como realista, pero no materialista
ni superficial.

La atracción superficial es la más comercializada en la actualidad: la belleza externa, un aire de


masculinidad o un aura de feminidad en sentido corporal, "sexy", o bien la riqueza, el prestigio, los
títulos y la posición social. Sin duda, es normal sentirse atraído por la belleza, pero no dejarse arrastrar
por ella hasta excluir cualquier otro tipo de consideraciones. Los medios materiales pueden permitir un
mayor servicio en otros campos, pero una elección basada en la riqueza sin tener en cuenta el carácter
es, desde luego, un grave error que ha proporcionado muchos argumentos para escribir novelas.

En una sección anterior de este libro he explicado algunos caracteres que son mutuamente
incompatibles. Estudiar el carácter de la otra persona y llegar a conocerse bien es muy importante, ya
que casarse implica vivir juntos y compartir el espacio, el tiempo, las posesiones, las relaciones y los
intereses. ¡Todo esto trae el carácter más esencial al primer plano, y la relación matrimonial pone a
prueba el carácter al máximo!

Cada uno debe... poner el máximo cuidado por informarse profundamente del carácter del
otro...!

Aquí, en palabras de 'Abdu'l-Bahá, está la quintaesencia de una máxima global, que debe
atenderse con mucha atención antes de resolver la cuestión de elegir a la pareja.

"Las parejas deberían estudiar sus caracteres mutuos y dar tiempo a conocerse antes de decidirse
a contraer matrimonio"2, según la Casa Universal de Justicia. 'Abdu'l-Bahá formuló otro mandato al
dirigirse a un hombre que quería encontrar a una pareja: "Antes de elegir esposa, un hombre debe
reflexionar con serenidad..."

¡Esto es totalmente contrario a todas las nociones del amor romántico, en que las personas se
enamoran perdidamente y dejan de lado cualquier tipo de reflexión serena! La visión romántica
favorece el seguir ciegamente las emociones y tomarlas como única guía en el arte de elegir al
compañero o compañera de vida.

Por último, las cualidades espirituales e intelectuales son primordiales a la hora de elegir a la
pareja, y tienen preferencia sobre las consideraciones físicas o materiales. Estas certezas, que un
psicoterapeuta ve corroboradas en su trabajo diario, han sido establecidas como máximas a través de la
pluma maestra de un pensador como Shoghi Effendi, Guardián de la Fe Bahá'í:

La institución del matrimonio, tal y como fue establecida por Bahá'u'lláh, si


bien concede la debida importancia al aspecto físico de la unión conyugal, lo
considera subordinado a los propósitos y funciones morales y espirituales con los que
fue investido por una providencia amorosa y todosabia".l

El vínculo sexual es una maravillosa forma de mantener unido un matrimonio y hacerlo


significativo para ambos miembros de la pareja; sin embargo, en una crisis no es lo bastante fuerte para
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regenerar el vínculo matrimonial en su totalidad, ¡mientras que una unión espiritual y moral sí puede
hacerlo!

Sobre el romanticismo

Y además, el hombre y la mujer deben ser verdaderamente amigos y deben sentir


simpatía el uno por el otro. Su comprensión debe tener base en la realidad y no
fundamentarse en la pasión y el deseo...2

La relación romántica se basa en la cercanía y la intimidad, compartir y ser amigos. Este anhelo
es inherente al ser humano y forma parte de nuestra naturaleza. Con la misma y profunda necesidad de
comunión, nos permite alcanzar un nivel superior, embarcamos en la búsqueda de los reinos
espirituales y aproximamos a Dios.

El romanticismo ha evolucionado desde la Edad Media, cuando la esposa de un hombre podía


ser también la dama distante e idealizada en el corazón de otro: un trovador que le escribía canciones
de amor, un caballero que lucía su pañuelo en una manga, un cruzado. ¿Quién no se ha conmovido por
los amantes "marcados por el Destino" Tristán e Isolda, Romeo y Julieta, Desdémona y Otelo? Pero es
su amor el que es eterno; sus vidas terminaron de forma trágica.

Aunque se gasta mucho dinero en invocar el amor romántico en una pantalla cinematográfica
durante un par de horas, la humanidad no ha dominado todavía este arte en la vida real. Sin embargo,
entretanto muchas personas se llenan los bolsillos con este negocio.

El romanticismo es una necesidad del corazón humano. Transfigura el amor mortal y da lustre a
ese amor eterno entre el hombre y Dios, insondable, eterno, inefable.

Un aspecto del mismo es la intimidad y la unión, un sentimiento en lo más hondo del corazón y
del alma que surge de nuestro amor por nuestro Creador y también por nuestros padres. Esta marca
indeleble la volvemos a crear de distintas formas, y una de las más conmovedoras es la intimidad de
los jóvenes amantes. "Todo el mundo ama a los amantes...". Otro aspecto es el amor sentimental y de
color de rosa de una vieja pareja, como el mito griego de Filemón y Baucis: su amor era auténtico y
devoto; no necesitaban palabras para expresarlo. Tal era su amor, que Zeus los transformó en árboles
cuyas ramas se entrecruzaban.

Trascender el plano racional es otro aspecto del romanticismo. Potencia los sentidos del tacto y
del olfato -en este estado, los tilos y los lirios son más fragantes que nunca-, y el agua de los torrentes
o las campanadas de medianoche tienen un tono diferente del que tenían el día anterior. La conciencia
de la belleza y del carácter irrepetible de la otra persona hace que este mundo parezca más real que el
que solemos considerar como realidad. Cuando hay verdadero amor, los amantes también se sienten
más próximos a Dios.

El amor romántico da alas a personas que, en otras situaciones, son pragmáticas. Su imaginación
vuela, sus ideales son más elevados, el futuro parece más cercano y el mundo más hermoso.

El amor romántico crea una visión. Puede ser una visión de amor o del futuro, de una familia, de
grandes hazañas que los amantes conseguirán juntos.

El amor romántico es uno de los mejores elixires para que los seres humanos salgan de sus
caparazones. La muchacha tímida y retraída florece y se convierte en la radiante protagonista del baile;
el joven serio y taciturno con la cara cubierta de granos se vuelve elocuente, su piel se limpia y reluce
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de salud. Todo porque han salido de su prisión de soledad y del temor de permanecer en ella toda su
vida.

Éstos son algunos de los aspectos positivos y esenciales de lo que generalmente llamamos
romanticismo. ¿Qué hay de los aspectos que la experiencia ha demostrado que son destructivos?

En una pareja, tal como 'Abdu'l-Bahá nos recuerda: "su comprensión debe estar basada en la
realidad..."

Si el romanticismo no está templado en sus aspiraciones por la realidad, es decir, por una firme
comprensión de la realidad de la otra persona y de los denominadores comunes de esa realidad, el
amor está condenado a morir apenas haya florecido, porque le falta la base. Además, si faltan unos
firmes cimientos de amistad, el amor romántico se vuelve frívolo y superficial, sin sustancia real. Es
entonces cuando el amor romántico se deteriora y pasa a ser rechazo, odio y destrucción, tanto de sí
mismo como de la otra persona y de la relación. Así, los "verdaderos" amantes románticos prefieren
morir antes que ver cómo se marchita su amor: ¡al menos, en el escenario! Pero no ocurre sólo en la
poesía romántica y en los héroes y heroínas de la ficción; a menudo, también sucede en personas
jóvenes, tan frágiles y con tanto deseo de amar y ser amados, pero que al mismo tiempo intuyen tantas
dificultades para arraigar su amor en la realidad.

Ésta puede ser una de las razones por la que los bahá'ís creemos que es esencial investigar la
realidad cuando se trata de elegir a la pareja. Además de investigar su carácter, es importante tener una
visión de la propia vida y aspiraciones personales, y tratar de comprender si la otra persona "encaja" en
ella.

Muchas personas sienten la necesidad de desarrollar una relación romántica con la persona
elegida. A menudo, ésta aparece de repente y se experimenta como un enamoramiento. Sin embargo,
después de la boda, dada nuestra superficialidad e inmadurez, la rutina suele imponerse y el
matrimonio se estabiliza a un nivel material y puramente físico.

Otras parejas permanecen dentro del capullo del romanticismo y se aíslan de la realidad. En
palabras de Saint-Exupéry, son parejas que se miran mutuamente a los ojos, mientras que el amor
verdadero consiste en mirar juntos en la misma dirección. Por tanto, el auténtico amor es unidad de
visión, afrontar la realidad, mientras que el romanticismo es crear una ilusión en una isla personal,
apartados de los demás y alejados de la realidad. Las personas que viven así dejan de desarrollarse
como personas y en su relación. A veces, en el camino de la evolución descubren con gran pesar que
su relación los ha aprisionado en un estado irreal de falsa armonía, mientras la vida pasaba de largo
frente a ellos. Pueden experimentar esta sensación como "desenamorarse" y aterrizar bruscamente en
la realidad.

Creo que, para un o una bahá'í, el amor romántico puede y debe ser una parte, pero no más que
una parte, de una relación madura y satisfactoria. No debe utilizarse mal y terminar en un
enamoramiento superficial (por desgracia, a menudo se trata de algo inconsciente). El amor romántico
no debe ser un sueño ni una cárcel, sino estar integrado en la realidad de la relación y permitir la
cercanía, la intimidad, el compartir, y sentirse fascinado por el afecto e incluso la pasión por la persona
amada.

Sobre el compromiso

Hoy en día se dan diversos fenómenos que son alarmantes y que incitan a la reflexión:
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§ Muchas personas no pueden comprometerse en una relación madura. Permanecen solteros,


desgraciados y solitarios.
§ Muchas parejas son incapaces de superar una crisis grave. Se derrumban psicológicamente,
físicamente, o de ambas formas. A menudo terminan en divorcio. Una disfunción sexual puede ser
el primer síntoma de alarma y puede ser algo tan serio que la pareja se vea obligada a buscar ayuda.
§ Muchas personas, tanto jóvenes como mayores, viven juntas. Es evidente que buscan cercanía e
intimidad, pero no se casan. Mantienen preparadas las maletas para marcharse de inmediato si es
necesario.

¿Qué está ocurriendo? Volvamos al modelo patriarcal, en el que, a nivel social y psicológico,
eran los padres quienes elegían a la pareja, en general según las necesidades percibidas de la sociedad,
tales como la clase social, el credo, el negocio, etc. En la sociedad occidental, todo lo que queda de
este paradigma es un comportamiento neurótico.

En este modelo, la adhesión a los valores del matrimonio como institución está más relacionado
con los valores sociales que con la iniciativa y la convicción del individuo. Las tradiciones sociales,
incluido el ostracismo de las personas que no se someten a la norma general, las creencias religiosas y,
en particular, la subordinación de las mujeres, que carecen de derechos legales sobre su propiedad o
sobre sus hijos, hacen casi imposible que la gente rebase los límites de la institución matrimonial. La
reflexión y la convicción individuales a nivel consciente tienen poco que ver con esto.

Hoy en día, con el impacto de la revelación de Bahá'u'lláh, las cosas están cambiando
rápidamente. La sociedad, la religión y la presión de los padres, que habían cimentado esta situación,
se han vuelto ineficaces, frágiles o decadentes. Una sociedad individualista se ve impotente al
enfrentarse a la carencia total de guía espiritual en estos asuntos. Bahá'u'lláh ha establecido otro
modelo: el de la libre elección de la pareja, el consentimiento de los padres en esa elección, y una
ceremonia matrimonial fundamentada en la religión dentro de un contexto social. El núcleo de este
modelo es el compromiso después de la libre elección.

Es una revolución tan grande que la sociedad entera está a punto de intentar examinar este nuevo
modelo, pero todavía es incapaz de comprenderlo o dominarlo.

Básicamente, los seres humanos sienten una gran necesidad y deseo de estar juntos, de
compartir: el deseo de sentir calidez e intimidad. Estas necesidades impulsan a la gente a convivir, y ya
no existen barreras éticas ni sociales que lo impidan. Pero no quieren comprometerse en la relación, a
menudo porque han sufrido demasiado a causa de los agudos aunque subyacentes conflictos entre sus
padres y en su familia extensa. ¡Sin embargo, al no comprometerse, no pueden beneficiarse de la
cercanía que buscan y formar una buena relación!

Éstos son algunos ejemplos de jóvenes incapaces de comprometerse con su pareja:

§ Beatrice, una joven muy atractiva, está atada patológicamente a las necesidades de su familia y es
por ello incapaz de formar una relación saludable. Quedó traumatizada cuando su primera pareja
murió en un accidente; luego se enamoró de su jefe, un hombre casado con cuatro hijos, y se
convirtió en una marioneta suya. Su siguiente amor fue un hombre mucho mayor que ella, que no
podía darle hijos... Ésta era una muchacha que se relacionaba con todo tipo de hombres, pero que
tenía la tendencia a seleccionar hombres con los que jamás podría comprometerse, por razones
materiales o psicológicas.
§ Robert intenta mantener una apariencia de armonía entre sus desgraciados padres, va a casa cada
fin de semana y se pasa las vacaciones recorriendo carreteras con su moto. Es un hombre
enormemente solitario, que se enamora de aquellas mujeres que le utilizan para sus propios deseos
egoístas...
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§ Carlo suele acostarse con una mujer muy dominante cada vez que se siente maltratado. Es como un
gato que entra sigilosamente en el establo por la noche para tomar un poco de leche. Sin embargo,
este frágil acuerdo no tarda en romperse y Carlo regresa a su libertad y a su soledad.

Estos tres modelos son predominantes en nuestra sociedad occidental individualista, en la que
los niños, incluso cuando ya son adultos, permanecen involucrados psicológicamente con la relación
desgraciada de sus padres. Las normas sociales han impedido separarse a los padres, pero sus hijos son
incapaces de formar una relación duradera, ya que no han recibido la educación o el apoyo maduro
suficientes para llegar a ser psicológicamente independientes.

Las personas que establecen un vínculo duradero suelen enfermar con facilidad. Éste era el caso
de una mujer que vino a verme porque tenía una sensación de opresión en el pecho y sofocaciones una
semana después de su matrimonio. Había estado conviviendo con su novio durante siete años. ¡De
manera inconsciente, el matrimonio le parecía una especie de prisión! El compromiso le recordaba la
opresión, sentirse encarcelada, atrapada e infinitamente desgraciada. ¡Como es natural, ningún ser
humano normal desea entrar en una prisión! Y nadie quiere quedar atrapado en una relación
desgraciada.

Estos cuatro ejemplos de individuos modernos, entre otros muchos, muestran modelos
intrincados de personas desgraciadas que buscan compañía con la intención de establecer una relación
duradera, pero nunca alcanzan su objetivo y se retiran de la relación: no son capaces de
comprometerse, ya que el matrimonio ha adquirido un sabor repulsivo para ellos. A menudo les
recuerda la relación desgraciada o simplemente terminada de sus propios padres, que puede que haya
acabado en separación o divorcio, o en la que ambos padres canalizaban sus interminables luchas a
través de los hijos, disputándoselos y convirtiendo al niño o a la niña en el "portador" de mensajes
destructivos de sospecha, odio y desinformación hacia un lado o hacia el otro.

Por consiguiente, hoy en día mucha gente expresa abiertamente su aversión al compromiso.
Otros manifiestan una evidente indiferencia a toda esta cuestión y permanecen en un nivel puramente
funcional: comen, trabajan, duermen y hacen el amor de la misma manera que se van de excursión o
practican un deporte. Han caído por debajo del nivel de la relación y del compromiso hasta un nivel de
instintos animales: la satisfacción de las necesidades. De forma inconsciente, reproducen las mismas
luchas, tanto verbales como físicas, la brutalidad o la indiferencia que había en la relación de sus
padres. Su mente consciente efectúa un salto hacia lo desconocido y toma la decisión de no
comprometerse.

En la actualidad se ve que esta gran dificultad que las personas tienen para comprometerse se
debe a que, en el fondo, tienen mucho miedo a ser abandonadas. Así se protegen de este terrible
peligro: no se comprometen, ni siquiera con sus sentimientos, y desde luego nunca con su vida; entran
y salen de las relaciones sin establecer ningún compromiso. Muchos de estos individuos modernos han
padecido el terrible trauma del divorcio de sus padres y, en el fondo, saben que no podrían volver a
afrontar esa experiencia en su propio matrimonio.

Por consiguiente, el matrimonio se ha convertido en una mera formalidad y es desdeñado por


muchos como una fachada, un formulismo o un pedazo de papel carente de sentido. Rehuyen la
ceremonia; les parece una simple limitación, que sólo existe para satisfacer a otros, no a ellos mismos,
ya que ellos no tienen fe ni en la sociedad ni en su credo tradicional. Como ni la sociedad ni la religión
ponen ya barreras a que la gente conviva sin comprometerse, ninguna ofrece una visión adecuada para
movilizar los recursos humanos para encarar este desafío. Los acontecimientos de este último siglo han
erosionado los valores sociales y las creencias religiosas. ¿Qué es lo que queda? Componentes
hedonistas, individualistas y sentimentales, pero un desierto de valores.
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El matrimonio bahá'í es el compromiso de ambas partes, una hacia la otra, y la mutua


vinculación de mente y corazón. Cada uno, no obstante, debe poner el máximo cuidado por informarse
profundamente del carácter del otro, para que el convenio obligatorio entre ellos sea un lazo que
perdure para siempre. El propósito debe ser éste: convertirse en amorosos compañeros y camaradas
cada uno para con el otro, por el tiempo y la eternidad.1

Bahá'u'lláh ha puesto el compromiso de los dos miembros de la pareja en el corazón del


concepto de matrimonio, creando un nuevo contrato entre los individuos y la sociedad, pero iniciando
el proceso con los individuos y su decisión consciente e insertándolo luego en un contexto social.

Así pues, el compromiso es un acto consciente que integra sentimientos y convicciones. Esta
visión constituye un desafío espiritual. Es asombroso que muchos jóvenes atentos la aceptan de
inmediato, al intuir su verdad y su valor. ¡Aceptan el reto!

Sin embargo, aunque el desafío es espiritual, la condición es práctica: investigar el carácter del
otro a fondo antes de comprometerse.

El carácter es una mezcla de características y cualidades más o menos permanentes. También


alberga debilidades y defectos. Es preciso investigar tanto los puntos fuertes como los débiles. Esta
investigación debe realizarse a fondo, no puede ser superficial o trivial como en el romanticismo.
Después de esta investigación, debe efectuarse una decisión consciente en la que se valorarán los
puntos fuertes y se aceptará convivir con las debilidades de la pareja. Es preciso afrontar las
situaciones juntos, en una relación con base espiritual. El amor romántico idealiza o incluso imagina
características positivas, pero niega las flaquezas. Esta situación en el amor romántico no tiene un
correlato con la realidad y la relación se erosiona poco a poco, a menos que esté apoyada por un
trabajo basado en la realidad y en el carácter, adquiriendo una visión espiritual.

Es muy interesante el hecho de que la sexología apoya este modelo de compromiso: una
disfunción sexual en una crisis grave sólo puede trabajarse si las personas están comprometidas entre
sí. En ausencia de un compromiso, la relación se erosiona cuando la disfunción sexual predomina
durante un largo período de tiempo.

La vida moderna ha eliminado la confianza espontánea, así como el coraje y la fe. Por ello, las
personas han dejado de lado la fe en la sinceridad de los demás y en el potencial básico de los seres
humanos de evolucionar y cambiar.

Por otra parte, encontramos dos nuevos fenómenos de tipo psicológico que están enlazados entre
sí:

- En primer lugar, existe una tendencia general a que las personas sean más vulnerables. La
vulnerabilidad en un sentido positivo, según modernos descubrimientos de la psicología, está
relacionada con la creatividad y la sensibilidad para entender a la gente, incluido uno mismo. En
última instancia, impide a la gente cometer actos crueles y brutales, y les incita a investigar métodos
espirituales.
- En segundo lugar, se produce una gran soledad si las personas vulnerables no han sido capaces
de aprender métodos espirituales de defender sus derechos y privilegios.
Durante la infancia de la humanidad, fue la religión la que protegió a la gente de la devastadora
experiencia y decepción que representa la soledad. Hoy en día, las personas tienen que sufrir esta
experiencia sin la religión, mientras se van aproximando a la madurez. ¡Y sentirse solo viviendo en
compañía es algo muy difícil!

Por tanto, como podemos ver, un aumento en la vulnerabilidad conduce a la soledad si no está
alentado por un tremendo aprendizaje espiritual, y tanto la vulnerabilidad como la soledad forman
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parte de la incapacidad de la gente para comprometerse. Es la soledad -el resultado de la


vulnerabilidad- la que genera el gran temor a comprometerse. La gente tiene miedo de sentirse herida
hasta el punto de tener que abandonar a su "atormentador", es decir, a su pareja.

Al no haber aprendido métodos espirituales de autodefensa, como el sentido del humor, el


conocimiento de la naturaleza humana y unas relaciones basadas en la espiritualidad, el arte de
negociar o el perdón, las personas no pueden comprometerse con alegría, confianza y felicidad. No
obstante, los aspectos positivos de la vulnerabilidad, a saber, la creatividad y la sensibilidad, acabarán
por conducirles a un nuevo aprendizaje y les proporcionarán unas habilidades que jamás soñaron.

Otro fenómeno que está produciéndose es el siguiente: No sólo la sociedad en general, sino cada
individuo y cada pareja, tienen que llevar a cabo el laborioso y a menudo largo y doloroso proceso de
abandonar el erosionado modelo patriarcal y comprometerse con su pareja sobre una base espiritual.
En el proceso, tienen que trabajar con su carácter y su relación y, una vez implicados en el proceso, ya
nunca podrán abandonarlo; de lo contrario, su relación volverá a enfermar y quedarán
psicológicamente mutilados como individuos. .

Nuestra sociedad todavía no ha comenzado a enseñar a la gente a establecer relaciones con


sentido, a adquirir habilidades sociales que conduzcan a relaciones adultas y maduras, a perfeccionar el
carácter, a tomar conciencia de sus motivos y a seleccionar una pareja adecuada para contraer
matrimonio. Por el contrario, está contribuyendo a la ruptura de los lazos matrimoniales y familiares.

Por consiguiente, el compromiso en el sentido bahá'í implica poder eludir el dolor duradero;
compromiso significa algo más que un mero certificado de matrimonio -un pedazo de papel, como los
jóvenes dicen con desdén-, es algo más que una ceremonia en presencia de la familia y los amigos.
Compromiso es un contrato extendido a todos los niveles: administrativo, social, familiar, financiero,
físico, emocional y, sobre todo, espiritual. Todos estos niveles de interacción humana deben encontrar
un compromiso y, de esta forma, desarrollarse y crecer.

El compromiso permite el crecimiento de una relación, y una relación es una nueva creación, a
través de la interacción, la implicación y el intercambio entre dos seres humanos diferenciados.

Sólo si las personas tienen el coraje y la fe de interactuar espiritualmente, puede la relación


crecer realmente y echar raíces, volviéndose duradera y firme a lo largo de las vicisitudes de la vida.
Este compromiso espiritual implica, no obstante, la creencia en valores espirituales. También implica
la certidumbre de que el espíritu actuará en la relación, así como ser conscientes de que habrá que
superar pruebas y momentos difíciles.

Un compromiso sólo puede ser firme si ambas partes trabajan en su propio carácter y tienen esta
clase de fe. Trabajar consigo mismo impide interferir demasiado en las responsabilidades de la otra
persona.
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9
NUEVOS ASPECTOS DE LA SEXUALIDAD

La relación

El matrimonio bahá'í es una relación auténtica entre dos personas que sienten cariño la una por
la otra.l

¿Con quién está uno casado? ¿Con su padre, su madre, su hermana, su hermano, su negocio, su
trayectoria política?

¡Una relación realmente significa un asunto íntimo importante! Mucha gente nunca ha salido de
su familia de origen. Muchos orientales hablan abiertamente y con naturalidad de su apasionada
vinculación con los miembros de su familia de origen, acerca de sus logros, sus mártires y sus héroes,
pero permanecen extrañamente callados acerca de las contribuciones y los logros de su cónyuge.
Muchos occidentales ocultan el hecho de que siguen siendo emocionalmente dependientes de su
familia de origen, de una manera parcial o incluso totalmente infantil; pero este hecho se expresa de
forma indirecta, neuróticamente, y confunde tanto a ellos mismos como a quienes le rodean.

Una relación implica crecer hasta salir de la familia de origen, abrirse a lo desconocido, a nuevos
rostros y nuevas personas; apreciar otras cualidades o características, investigar nuevas realidades y
sondear la personalidad de otra persona. Una relación supone compartir, contribuir con su fuerza y
buscar ayuda para sus debilidades. Una relación es un camino aventurado.

"Mi marido murió hace pocos años de un ataque cardíaco. Tengo 27 años y un hijo. ¿Cree que
debo volver a casarme? ¿Qué pasa con la relación que tenía con mi esposo?". Noté la angustia de esta
joven mujer, viuda a una edad temprana y una bahá'í sincera, e intenté explicarle, utilizando las manos
y los dedos, que nos relacionamos de manera diferente con cada persona y utilizamos distintas
cualidades y aspectos de nuestra personalidad, como las facetas de un diamante, y que ninguna
relación es igual a otra. Por lo tanto, cada una es única y perdurará, si está basada en verdaderas
cualidades y sentimientos. Cuando nuestra vida física llega a su fin con la muerte, nos llevamos
nuestras relaciones espirituales. Así, la vida sexual vinculada a la vida física termina, pero las
verdaderas relaciones perduran.

Una de mis pacientes estaba muy angustiada por su relación con su marido. Éste tenía una
personalidad rígida y no quería ni podía cambiar. De pronto, ella comprendió que uno no cambia, no
puede cambiar, la personalidad de un adulto, especialmente si esa persona se resiste al cambio y quiere
que todo siga tal como ha sido en el pasado. No obstante, puede trabajarse con la relación. Ella
entendió, como en una revelación, que podía trabajar con su propio crecimiento y que, a través del
mismo, ella cambiaría. Su crecimiento afectaría a la relación y su marido tendría que relacionarse de
forma diferente con ella.

"Mi primera esposa murió cuando yo tenía 56 años. Teníamos una relación excelente, construida
sobre cosas prácticas, como tener una familia, forjar nuestro negocio, o servir a la Fe de forma
práctica. Mi segunda mujer y yo hemos mantenido una relación más espiritual, leyendo y entendiendo
las Escrituras, dando inspiración a otras personas y desplazándonos como pioneros". Este hombre
eminente y espiritual había comprendido que sus relaciones con sus dos esposas eran importantes para
él, cada una en su propio ámbito, y que no iba a intercambiar una por otra. Ambas eran esenciales,
aunque diferentes.
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Quienes se sienten inseguros y se aferran desesperadamente a su identidad infantil en su familia


de origen, se bloquean y quedan ligados a un pensamiento basado en roles (soy el encargado de cuidar
de mi esposa, ella me apoya; yo debo atender mi trabajo y el mundo exterior, ella cuida de los niños y
la casa, etc.), pero nunca forman una verdadera relación. No se embarcarán en la aventura de crecer, de
aprender, de cambiar: de formar una relación auténtica y viva tal como está prevista en las Escrituras
Bahá'ís.

A través de expresiones tales como: "deben realizar un gran esfuerzo para familiarizarse con el
carácter del otro" y "su objetivo debe ser el crear amor, amistad y unión entre sí' l , las Escrituras
sugieren que deben realizarse muchos esfuerzos para sostener una relación. Uno de los aspectos
importantes de una relación es comprender los "ingredientes" de la misma, es decir, las cualidades y
características de cada cónyuge. Familiarizarse con el carácter del otro es algo así como comprar
acciones del capital de la otra persona. La mayoría de la gente desperdicia años y décadas en comprar
acciones de las carencias, o sea, de los errores recíprocos, de aquello que falta, de las flaquezas.
Cuanto más se concentran en estos aspectos, más presenciarán la degradación de su relación. Las
cualidades son como ladrillos, las debilidades son como ladrillos que faltan: ¡agujeros! Basarse en los
aspectos negativos desanima a ambos cónyuges y erosiona la relación.

Pasión y sensualidad en el amor

El amor es un poder de atracción fundamental en el universo, pero a nivel humano debe estar
gobernado y dirigido por el alma racional, no sea que, desencadenado, nos conduzca a un
comportamiento contrario a las enseñanzas.1

En una de sus Tablas, Bahá'u'lláh dice: "La embriaguez de la pasión ha pervertido a la mayor
parte de la humanidad. ¿Dónde están las alboradas de la pureza, oh Deseo de los mundos?"2. En esta
Tabla, Bahá'u'lláh expresa con palabras conmovedoras el concepto de que la pasión puede alejar a la
gente de sus metas espirituales. "La embriaguez de la pasión" describe la lujuria en la que uno deja de
lado los aspectos espirituales.

Cuando yo estaba creciendo -en una sociedad cristiana, y en una familia multicultural y
multiconfesional-, tomé conciencia con dolor del predominio de la oposición entre cuerpo y mente,
entre las necesidades físicas y las del espíritu. Más tarde, durante mis estudios, sus implicaciones en
las ciencias humanas, la literatura y las artes quedaron en evidencia. Durante mi actividad como
psiquiatra, me he vuelto más y más consciente de los mecanismos represivos que han exiliado al
inconsciente las necesidades corporales y sexuales de la gente, pero han creado el caos en la psique de
muchas familias en las que las generaciones pasadas se habían adherido con rigidez y fanatismo al
principio cristiano enunciado por san Pablo:

No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración;
luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.3

Cuando conocí las enseñanzas bahá'ís sobre el cuerpo y la sexualidad, sentí alivio. El cuerpo y
sus necesidades, incluyendo la sexualidad, formaban parte de la creación de Dios y, por ello, eran
fundamentalmente buenas, siempre y cuando se utilizaran de acuerdo al propósito de Dios. Empleando
una imagen moderna, diríamos que la sexualidad es buena si está "empaquetada con castidad", es
decir, dentro de la relación entre marido y mujer. Todas las demás relaciones, como las que existen
entre los familiares y entre amigos, deben estar impregnadas por el amor, ese amor descrito en los
Escritos de 'Abdu'l-Bahá como "el vínculo vital que, de acuerdo con la creación divina, es inherente a
las realidades de las cosas" l.
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La pasión y la sensualidad son aspectos del amor que han sido particularmente reprimidos en la
conciencia de los sistemas religiosos decadentes, o se han expresado de manera explosiva en forma de
perversiones, evitando así el control del alma consciente.

Cuando estaba realizando la investigación para escribir este libro, una consulta al Departamento
de Investigación de la Casa Universal de Justicia respecto a la pasión daba lugar a la siguiente
aclaración, que parece particularmente relevante:

En la visión bahá'í de la vida, no son despreciadas las cosas materiales y la propia naturaleza
material o animal. Nos han sido dadas para ser utilizadas para nuestro propio beneficio y para la gloria
de Dios. Pero deben verse en su propia condición y subordinarse a la regla y a la iluminación de un
orden superior: el de la naturaleza espiritual del hombre. Bahá'u'lláh reconoce que los seres humanos
tienen pasiones; Él no nos dice que las eliminemos, pero en el Kitáb-i-Aqdas sí nos advierte que no
nos "abandonemos" a ellas. El poder del anhelo apasionado en el amor humano es claro por el uso que
Bahá'u'lláh hace de él en Los Siete Valles como metáfora del ardiente amor del alma a Dios. Aquí, el
amor está descrito en dos niveles espirituales muy diferentes, pero la realidad del anhelo del alma por
Dios sólo puede describirse de esta manera porque el amor entre el amante y su amada es considerado
como una metáfora válida.2

Es la integración en las enseñanzas bahá'ís de los aspectos apasionados del amor a los demás con
la fidelidad, la lealtad, la castidad (pureza) y el afecto lo que parece particularmente significativo. La
pasión no es reprimida como en el concepto cristiano predominante de la oposición entre cuerpo,
espíritu. Tampoco se sublima como el epítome, la única expresión del amor, como en el amor
romántico, donde está ordenada a finalizar después de algún tiempo porque no está templada ni
equilibrada por otros aspectos del amor.

Cabe imaginar que en el futuro, a medida que la gente crezca y sus relaciones maduren, el amor
apasionado permanecerá contenido en la relación matrimonial y no se desvanecerá como sucede tan a
menudo. Hoy en día suele servir sólo para la función biológica de unir a las personas en matrimonio,
pero desaparece cuando la gente, de forma inconsciente, se rebela contra la "prisión" del matrimonio.

Tal como entendemos los términos, "pasión" (cuyo significado original es "sufrimiento") puede
definirse como cualquier emoción o sentimiento particularmente intenso. Es la misma fuerza de la
emoción la que, por una parte, puede empujar a una persona a alcanzar grandes logros y, por otra parte,
puede conducirla al exceso si no es controlada. Está claro que algunas personas son, por naturaleza,
más apasionadas que otras. 1

Psicológicamente, la pasión es un potente método para conseguir cosas. Como todos los
métodos, puede emplearse con fines positivos o destructivos. Por consiguiente, dentro del marco de la
relación matrimonial, la pasión en un sentido positivo confirmaría el matrimonio dentro del amor y el
compromiso, mientras que en una relación destructiva, en la que actúan fundamentalmente la lujuria,
la posesividad y el egoísmo, la pasión sería perjudicial.

Peter y María, que no se adhieren a ningún principio religioso en particular, han estado viviendo
juntos durante varios años. Al comprender que su vínculo era profundo y que querían seguir juntos y
tener hijos, se casaron. Luego descubrieron, con asombro y desilusión, que en cuanto se hubieron
casado dejaron de amarse con la misma pasión que antes.

¿Qué sucedió? Inconscientemente, el matrimonio equivalía a aburrimiento, estancamiento,


aburguesamiento... ¡y, por tanto, se convirtió en una prisión! Cuando trabajamos esta cuestión con
Maria y Peter, pudieron volver a incorporar la pasión a su relación. Comprendieron que su rebelión
había socavado su amor apasionado.
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En general, cuando las personas notan que la pasión ha desaparecido de su relación, la buscan en
otra parte. ¡Parece muy sencillo, en tiempo de intenso y exclusivo consumismo! Como están
"enganchados" al amor bajo su aspecto de pasión, se buscan un amante fuera de su relación estable.
Cuando este "amor" acaba, se buscan otro, y así sucesivamente. Al final, se encuentran en un estado de
vacío y confusión, ya que la pasión tiende a arder... ¡ya consumirse! Es como el fuego: si no recibe
combustible de otros aspectos del amor dentro de la relación, muere no sólo en una relación y en la
siguiente, sino en última instancia en la misma persona. Entonces llegamos a las formas modernas de
perversión en que una persona se vuelve homosexual o lesbiana después de muchos años de relación
matrimonial estable, o un donjuán se convierte de súbito en un misógino o en un asceta, evitando las
relaciones humanas y dedicándose a alguna causa oscura. Cuando las almas no son alimentadas por la
espiritualidad, los seres humanos se desilusionan de la auténtica relación y del verdadero amor.

Pues si las cualidades espirituales del alma, abiertas al hálito del Divino Espíritu, nunca se
emplean, se atrofian, se debilitan, y finalmente se inutilizan; mientras que si solo se ejercitan las
cualidades materiales del alma, ellas alcanzan un poder terrible, y ese hombre, infeliz y extraviado se
vuelve más salvaje, más injusto, más vil, más cruel, más malvado que los mismos animales inferiores.
Estando sus aspiraciones y deseos fortalecidos por el lado más bajo de la naturaleza de su alma, se
hace más y más brutal, hasta que todo su ser no es en modo alguno superior al de las bestias que
perecen. Tales hombres son los que planean el mal, para dañar y destruir; carecen en absoluto de
espíritu de compasión divina, por cuanto la cualidad espiritual del alma ha sido dominada por la
material... Vosotros comprendéis cómo el alma es la intermediaria entre el cuerpo y el espíritu.1

En este contexto, las aclaraciones del Departamento de Investigación de la Casa Universal de


Justicia encajan perfectamente:

"Sensualidad" cubre un amplio abanico de significados, todos ellos relacionados con los placeres
que se obtienen de los sentidos o sensaciones físicas. Una vez más, son los extremos de esta cualidad
los que son censurables. Renunciar a todos los placeres sensuales, o incluso ir más allá e infligir dolor
sobre uno mismo, cae dentro del ámbito del ascetismo, que el Kitáb-i-Aqdas prohíbe. Por otra parte,
ser autocomplaciente respecto a la comida, la bebida o el goce sexual, entregarse a la gratificación de
los apetitos, se convierte en la actitud licenciosa que también está prohibida en la Fe. Como en el caso
de la pasión, los individuos varían en la sensualidad de sus naturalezas; puede que algunos necesiten
restringir esta cualidad, otros quizá necesiten fomentar una mayor calidez de sentimientos.

... ¿Cómo una joven pareja, educada para comportarse en la estricta moral explicada en las
enseñanzas bahá’ís, puede superar las reticencias que existan entre ellos, aunque sean libres de la
antigua actitud que afirma que el sexo es despreciable?

Sin duda, cada pareja tendrá un enfoque distinto sobre este tema, de acuerdo con los caracteres
de las dos personas involucradas, pero en este aspecto ciertamente la pasión y la sensualidad pueden
desempeñar un papel importante, si se aceptan como cualidades normales de un ser humano y si están
controladas y equilibradas adecuadamente por la razón y la voluntad. l

Los bahá'ís creemos que la religión y la espiritualidad permiten a los seres humanos ser
creativos. Una joven amiga mía, que se había educado en una familia bahá'í, iba a casarse con un
hombre también educado como un bahá'í, es decir, con ideales y metas elevados. Antes de su
matrimonio, ambos se confesaron mutuamente que tenían miedo de la noche de bodas, ya que ambos
eran vírgenes y, prácticamente, no sabían nada al respecto. Así, aliviados del temor a su falta de
experiencia, decidieron empezar a conocerse físicamente durante la noche de bodas y tomarse tiempo
y placer en ello hasta que se sintieran lo bastante fuertes y confiados, más adelante, para realizar el
acto sexual. Mi amiga me confesó que este proceso tardó más de una semana, pero que estuvo
envuelto en una atmósfera de afecto y ternura que fue muy hermosa para ambos y ahora forma parte de
sus recuerdos más queridos.
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Las culturas difieren tanto en su capacidad como en el permiso que dan a la gente para expresar,
recibir y disfrutar de los placeres del cuerpo. Algunas culturas han suprimido por completo las
sensaciones sexuales y no conciben que sean buenas ni hermosas, pero en cambio han abierto las
puertas a otros apetitos. Algunas culturas, por ejemplo, disfrutan de la comida y la bebida hasta tal
punto que la salud se degrada y las relaciones se rompen a causa de tantos excesos. Comer y beber
demasiado crea barreras entre la gente y quiebra los vínculos.

Otras culturas, a menudo las que viven bajo el intenso sol de los climas cálidos, disfrutan de
todos los placeres del comportamiento erótico y tratan la actividad sexual casi como un juego infantil,
pero descuidan aspectos prácticos como la economía del país: a muchas personas les faltan las
necesidades básicas del alimento, el agua limpia o un techo. En tales culturas, los placeres eróticos y
sexuales suelen ir acompañados de una sensualidad altamente desarrollada; parecen proporcionar la
única forma de ocio disponible, en un intento de compensar por la falta de las necesidades básicas.

Si echamos un vistazo a nuestro mundo y los placeres que ofrece, parece que hay que ver
muchas cosas bajo una luz distinta y con la voluntad de aprender de otras personas. Sobre todo, es
preciso cambiar las condiciones básicas. Necesitamos un nuevo modelo que permita a los seres
humanos disfrutar de este mundo de una manera equilibrada y sin excesos, que tienen efectos
degradantes sobre la psique y las relaciones humanas. Además, los seres humanos están despertando a
una situación de atención a las necesidades básicas de miles de millones de personas. ¿Podemos
divertimos mientras ellos lloran de necesidad y agonizan, mientras nosotros nos degradamos a través
de los excesos?

La sensualidad, la capacidad de recibir y expresar a través de nuestros sentidos corporales, es sin


lugar a dudas un don de Dios y una parte de nuestra herencia, siempre y cuando se utilice con
inocencia y con sentido de la responsabilidad, en otras palabras, sin abusar de los demás, ni
degradarlos, ni privarles de lo que es suyo.

No supresión, sino regulación y control

Los bahá'ís no creen en la supresión del impulso sexual sino en la regulación y control.1

Esta sorprendente afirmación de Shoghi Effendi, citada varias veces en este libro, constituye una
revolución en el pensamiento y la expresión religiosa. ¡POCO saben o reconocen, incluso los bahá'ís,
la existencia de esta revolución!

¿Qué es eso tan revolucionario? En primer lugar, la realización de un cierto grado de conciencia
que estaba ausente antes (y recordemos que uno de los muchos objetivos de las enseñanzas bahá'ís es
el conocimiento consciente y la expansión de la conciencia). En segundo lugar, la evolución de la
conducta social y la posibilidad de aplicar leyes. Y en tercer lugar, el enorme aumento del
conocimiento y los inventos científicos y técnicos. A causa de todo ello, por primera vez en la historia
humana vivimos una época en que el dominio de la relación humana más íntima y su expresión
corporal están abiertos a un cierto grado de libertad y pueden quedar bajo el control consciente de la
libre elección, y en que también es posible explorar y comprender sus implicaciones espirituales.

En todas las religiones anteriores, la relación matrimonial y su expresión corporal estaban


basadas en una comprensión relativamente burda y primitiva. El clero y sus instituciones, encabezadas
por hombres, regulaban los aspectos sociales y se convirtieron en el modelo del patriarcado social. Las
mujeres, subordinadas en la familia y en el hogar, eran convertidas en responsables por ley divina de la
castidad y así impregnaban indirectamente todo el tejido social con cierta pureza y dignidad en este
campo de la expresión humana.
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Esto no implica de ningún modo que los Fundadores de estas religiones anteriores demostrasen
nada salvo su respeto y ternura más profundos hacia las mujeres. Abraham era leal a Sara, incluso
aunque ella era estéril. Imploró a Dios que le diese descendencia de esta esposa y así nació un hijo.
Jesús, consciente de la brevedad de Su vida y Su trágico final, jamás se casó, pero lo que sabemos de
Sus conversaciones y tratos con mujeres como María, Su Madre, con Marta y María, y sobre todo con
María Magdalena, constituye la más elevada expresión de tierno respeto por sus cualidades y por su
contribución a Su Causa. Muhammad estuvo casado durante muchos años con Khadijih, una viuda
veintisiete años mayor que él, y le fue fiel hasta que ella murió. Lo que sabemos de este matrimonio
sugiere que fue feliz y espiritual.

Por tanto, los Fundadores de las religiones fueron ejemplos de las formas más elevadas de
respeto, dignidad, ternura, lealtad y amor en sus tratos con las mujeres en general, así como en sus
relaciones matrimoniales. Su propio ejemplo fue la única enseñanza que podían ofrecer sobre este
tema en aquellos tiempos más primitivos de la evolución humana. ¡Aun así, muchos siguieron su
ejemplo!

Como hemos visto, en esta época las cosas son distintas. 'Abdu'l-Bahá explicó:

La Justicia Divina requiere que los derechos de ambos sexos sean igualmente respetados, puesto
que ninguno de ellos es superior al otro, ante los ojos del Cielo.1

Y, en otro contexto, dijo:

En esta Revelación de Bahá'u'lláh la mujer marcha a la par del hombre. En ninguna actividad
ella quedará atrás. Sus derechos son iguales en grado a los del hombre... Alcanzarán en todo un
desarrollo tal que llegarán a ser consideradas como la más elevada posición en el mundo de la
humanidad, y tomarán parte en todos los asuntos. Ten la seguridad. No observes las condiciones
actuales; en un futuro no lejano el mundo de la mujer llegará a ser todorrefulgente y todoglorioso.
¡Pues Su Santidad Bahá'u'lláh así lo ha deseado!2

Por consiguiente, en la Fe Bahá'í (la forma actual de la expresión religiosa), la relación íntima y
su expresión corporal en la sexualidad se ha liberado de su anterior represión y una nueva forma
consciente ha pasado a ser predominante: la regulación y el control. En las sociedades primitivas y en
los seres humanos que no siguen el ejemplo dado por los Fundadores de las religiones, la no limitación
del impulso sexual ha conducido al desencadenamiento de impulsos animales que conducen a la
violencia, como la violación, el maltrato a la propia esposa, la prostitución y la adhesión a la firme
creencia de que la naturaleza del hombre fue y siempre será ésta. Por otra parte, la represión del
impulso sexual ha conducido a expresiones decadentes de esta fuerza generadora de vida, como la
homosexualidad, la sodomía, el travestismo y la transexualidad en los tiempos modernos, y a una
retirada neurótica o psicótica de las fuerzas sexuales de su expresión en la propia vida. Una vez más, la
gente cree firmemente que toda perversión del impulso sexual es un derecho del individuo y debe ser
considerado así por la ley.

¿Es nuestra sociedad actual primitiva o decadente... o ambas cosas? ¿Y acaso no están los
individuos sumidos en la más absoluta desesperación, aferrándose de manera tenaz y obsesiva a
fantasías carente s de vida, en la expresión legítima del impulso sexual? ¿Son libres de cambiar su
punto de vista?

Esta libertad nos ha sido enseñada por Bahá'u'lláh y Su hijo 'Abdu'l-Bahá, y es sostenida por los
bahá'ís. Esta libertad es un regalo para el mundo actual y, en particular, para su juventud. Sin embargo,
como cualquier libertad, tendrá que ser aceptada conscientemente e integrada en un nuevo patrón de
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vida, con nuevos modelos de relaciones y expresiones corporales, y también con nuevas actitudes en la
familia y en la sociedad, en las leyes y en las costumbres.

La libertad de no reprimir, sino sentir, notar, comprender, preservar hasta que llegue el día de la
consumación dentro de una relación matrimonial: todo esto es tan novedoso que muchos jóvenes me
preguntan: "Pero, ¿qué quiere decir no suprimir, sino controlar? ¡Mi madre me dice que debo reprimir
este impulso sexual o no podré conseguir permanecer casto!"

No es fácil de entender. No obstante, veamos lo que los niños y adolescentes hacen con otras
facultades. Las desarrollan de forma lenta pero segura, y a menudo tardan meses o años en aprender
una nueva capacidad del cuerpo hasta que la han dominado y pueden utilizarla de forma segura y
despreocupada. Pensemos, por ejemplo, en la facultad del equilibrio. Poco a poco, el niño pequeño
aprende a controlar el peso del cuerpo, integrando los músculos y las articulaciones en la coordinación
de movimientos y la estabilidad, de tal forma que al final domina el arte de permanecer de pie, luego
de caminar y, por último, de correr con confianza y libertad. O pensemos en la facultad de distinguir
entre distintas formas, aprendiendo a reconocerlas una y otra vez, a ponerlas juntas y a darles un
significado. ¡Pensemos en cómo aprenden a leer! Aunque las nociones básicas pueden aprenderse
pronto, hasta que el niño no es un adolescente, o incluso un adulto, no puede dominar el arte de leer
páginas y páginas de texto, absorbiendo los conceptos y pensamientos más importantes sin cansarse.

Creo que, de la misma manera, el ser humano comienza desde una edad muy temprana a
dominar el arte de sentir su propio cuerpo e interrelacionarse con chicos y chicas en distintos juegos y
situaciones. Los juegos infantiles pueden ser físicos y sociales, pero siempre tienen lugar en un marco
de castidad, es decir, absteniéndose de una expresión sexual específica; incluso juegos tales como los
de "médicos y enfermeras" o "papás y mamás" tienen que ver más con la curiosidad y la identidad
sexual que con la actividad sexual como tal. Sólo en la edad adulta un ser humano, tras haber
aprendido a interrelacionarse de una manera abierta y libre, tras haber aprendido a dominar sus
impulsos y disfrutar de la compañía de personas del otro sexo en un contexto adulto, elige un cónyuge
y expresa todo cuanto ha aprendido, desde su nacimiento, en una relación adulta que implica una plena
expresión sexual. Sin embargo, el individuo siempre está aprendiendo en cada etapa de este proceso
lento y altamente complicado e intrincado; un proceso que tiene lugar a varios niveles, coordinado en
última instancia por valores y principios espirituales. ¡El individuo siempre está aprendiendo para
alcanzar este objetivo definitivo! ¡Puede estar aprendiendo durante 15, 20, 30, 35 años o más!

Por tanto, control no implica supresión. Implica dominio en el contexto de intrincados procesos
de aprendizaje coordinados por el conocimiento espiritual. ¡Control implica tanto el uso de la libertad
como su limitación! Para que un ser humano sea libre y limite su libertad, debe ser espiritual; de lo
contrario, no podrá evolucionar en ambos aspectos. ¡Ser libre y limitar la propia libertad implica
maestría! Y ésta tarda mucho tiempo en desarrollarse. En un sentido maduro, el control puede
describirse con el término "maestría" y otorgársele así el lugar al que tiene derecho en la evolución de
un individuo.

Regulación implica fusionar los derechos y los límites de la expresión del individuo en el
contexto social del orden, y expresar un patrón de leyes y ordenanzas. No obstante, las leyes
expresadas por el término "castidad" parecen muy importantes y deben ser mantenidas, como ha
escrito la Casa Universal de Justicia:

No obstante, hay ciertas leyes que son tan fundamentales para el funcionamiento saludable de la
sociedad humana que deben sostenerse en cualquier circunstancia.1

Esta declaración, simple pero muy importante, realizada por el consejo supremo de la
comunidad mundial bahá'í, parece más necesaria que nunca cuando se evalúa el estado de
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desesperanza y depravación en el que se han sumido algunas sociedades y que se expresan libre y
abiertamente entre los jóvenes y manifiestan así un cáncer oculto en estas sociedades. Por ello:

Es la desafiante tarea de los bahá'ís el obedecer la ley de Dios en sus propias vidas y ganar
gradualmente al resto de la humanidad hasta su aceptación.2

Aunque esta tarea puede ser ardua, y a menudo desalentadora, los bahá'ís estamos
comprometidos con ella.

La comunicación como modelo para el cuerpo y la mente

Muchas personas creen que la sexualidad humana sigue modelos animales.

Apenas comprenden que un ser humano eso debería ser una criatura en la que los valores, y las
elaboraciones de la mente y las emociones, prevalecen sobre la programación primitiva de los instintos
animales. Si hubiesen estudiado la historia de la evolución de nuestro cerebro y hubieran comprendido
su inmenso potencial y sus poderes superiores, demasiado a menudo infrautilizados, reconocerían con
los científicos y sexólogos modernos que el ser humano, incluso en su actividad sexual, se compone
sólo en un grado menor de lo que podemos llamar instinto o "pulsión", y en mucha mayor medida está
guiado por operaciones mentales tales como la educación, los valores, la tradición, la cultura, los
tabúes, el deseo de oponerse, de destruir, de amar y de apreciar.

La comunicación, en un sentido amplio de la palabra, no es sólo una operación verbal, sino que
usa muchos otros medios más efectivos. El lenguaje corporal es uno de los métodos de comunicación
universalmente entendidos... ¡siempre y cuando los signos y los gestos se interpreten de la misma
manera!

Hoy en día, cada vez más personas de los países llamados civilizados han llegado a valorar la
comunicación verbal sólo con un interés relativo: ¡suele desconfiarse de ella, sobre todo entre los
jóvenes!

En muchas culturas no occidentales, los enunciados verbales se valoran respecto al trasfondo de


otros instrumentos tales como el gesto, la mímica o el silencio. Además, las personas todavía dotadas
de la sensibilidad, la intuición y la sabiduría de la experiencia y la tradición que surgen de una filosofía
de la vida imbuida de un sentimiento religioso, evaluarán la comunicación verbal respecto a este
trasfondo más amplio y conseguirán una comunicación más completa que quienes sólo dependen de
las palabras.

Las ciencias sistémicas modernas han enunciado la máxima de que los seres humanos no pueden
evitar comunicarse: ¡aunque esté en silencio, un ser humano está comunicándose todo el tiempo!
Como he descubierto, un terapeuta sentado frente a un cliente puede comunicarse a través de una
mímica sensitiva indicando que está siguiendo lo que dice el cliente con comprensión y sentimiento,
¡O bien lo está desaprobando en gran medida! Otro terapista, a través de una expresión impasible,
puede transmitir que se reserva sus emociones y su juicio para sí mismo, comunicando así a su cliente:
"Tienes que hacer tu propio trabajo", o "Puede que esté aburrido pero no te lo voy a decir", o "Tengo
enfoques e ideas distintos sobre este tema, pero me los guardo para mí'. En algunas culturas, todo se
explica sin reservas; en otras, la comunicación es compleja y confidencial, un asunto para "iniciados".

En la actividad sexual, un ser humano debe utilizar muchos de sus modos de comunicación para
transmitir mensajes complejos a su pareja. En la vida sexual, un ser humano utiliza su cuerpo de
maneras diferentes, integrando modalidades de acción y percepción automáticas, semiautomáticas y
conscientes. No sólo son los deseos y las decisiones individuales los que salen a la luz, sino también
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patrones culturales transmitidos a través de las épocas y las generaciones. La sabiduría familiar, los
tabúes de varias generaciones, las percepciones vinculadas, por ejemplo, a la influencia de los medios
de comunicación o a un intenso intercambio con los amigos, los padres, la autoridad o las normas
culturales... Todos estos modos y conceptos diversificados (y generalmente inconscientes, o
vagamente semiconscientes) forman una especie de fondo de las formas de expresión sexual del
individuo. La persona puede estar armonizada, o en rebelión, o totalmente inhibida por las
modalidades transmitidas a través de la tradición o la educación, el ejemplo o los medios de
comunicación.

La esencia de toda esta cuestión es que la sexualidad es la expresión de la elección de un


individuo en el contexto de algo mucho mayor. Los mensajes inconscientes de la tradición y la
educación tienen un gran impacto. Ninguno es mayor que la imagen totalmente confusa que la mayoría
de la gente tiene del aspecto ético y moral que subyace en todas las actividades humanas, y que nace
en gran medida de la religión y la cultura. En una época de desintegración de los valores morales y
éticos y de decadencia general, la sexualidad no puede ser algo sencillo para los seres humanos.

Es paradójico que mucha gente desea ser liberal en su actividad sexual, pero se encuentra
atrapada entre tabúes o prohibiciones que no puede entender ni aceptar.

Una chica joven y bahá'í muy sincera estaba como pionera en un país muy difícil, en el que las
tradiciones operaban de tal manera que los hombres eran totalmente libres y las mujeres, en cambio, se
adherían estrictamente a antiguas reglas del decoro. Esta muchacha se enamoró de un joven de ese
país, pero se encontró en una situación muy difícil. Naturalmente, su amigo no podía ni tenía la
intención de aceptar o entender las normas morales de un verdadero bahá'í: la castidad, en el sentido de
la abstención de todo acto sexual antes del matrimonio. Aún peor; siendo una mujer joven normal, ella
sentía los apremios normales de su joven cuerpo para encontrar satisfacción sexual.

Buscó consejo en su madre, que se había criado en una sociedad musulmana, pero, aunque
estaba llena de buenas intenciones, al parecer ignoraba las enseñanzas de la Fe Bahá'í que especifican
que los bahá'ís "no creen en la supresión del impulso sexual, sino en su regulación y control", y le
ordenó tajantemente a su hija que debía reprimir sus necesidades. La muchacha se angustió, desgarrada
entre un amigo que quería incitarla a tener relaciones sexuales prematrimoniales, y su amada madre
que le daba el milenario mandato de reprimir sus necesidades.

Yo intenté transmitirle el sentido de las explicaciones dadas por Shoghi Effendi: que el impulso
sexual es un derecho natural de todo individuo y que, a mi entender, esto no significaba que ella
tuviese que suprimir sus necesidades en el sentido de no sentirlas más. Esto sería equivalente a pedirle
que reprimiera una facultad que se le había concedido con su cuerpo, una facultad que formaba parte
de la creación.

Entonces intenté explicarle que tenemos otras muchas facultades que desarrollamos pero no
utilizamos en ese momento; no las suprimimos, sino que las guardamos hasta que podemos utilizarlas.
y que los bahá'ís, desde mi punto de vista, creemos que esta facultad es un derecho otorgado por Dios
para emplearlo no sólo para la procreación, sino como expresión del vínculo entre los hombres y las
mujeres debidamente casados.

Por otra parte, traté de averiguar cuáles creía esta muchacha que eran las intenciones de su
novio. Ella reflexionó y me dijo que él quería seguir siendo libre, que no deseaba verse atrapado ni
casarse, a pesar del gran amor que sentía hacia ella. Él pensaba que el amor debe expresarse
físicamente, aquí y ahora, pero que no quería comprometerse. Esta joven amiga pareció quedar
satisfecha tras nuestra conversación. Pocas semanas después, me escribió para decirme que se sentía
triste de que su relación con ese joven se hubiese roto, ya que parecía no existir ningún compromiso.
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Creo que no es fácil para muchos jóvenes sinceros de hoy seguir su propio buen juicio y sus
valores éticos, a causa del complejo y confuso tejido de mensajes contradictorios transmitidos por
padres y amigos, por la religión y la ciencia, por el sentido común y, en particular, por los medios de
comunicación, que muy a menudo hacen alarde de filosofías distorsionadas de permisividad y
liberalidad, que están vacías de sentido cuando un individuo intenta aplicarlas a su propia vida y
necesidades.

Una mujer joven había estado viviendo durante algún tiempo con su novio, un chico
absolutamente simpático y correcto. Su madre, una bahá'í con sentido común, preguntó a su hija si su
novio le había presentado a sus padres. "No", contestó ella, pensativa. A continuación, la madre le
preguntó cómo creía que evolucionaría la situación si su amigo no se había preocupado de presentarla.
La hija, al regresar junto con su novio, comenzó a empaquetar en silencio sus libros y sus objetos
personales. ¡SU amigo estaba estupefacto! Y aún lo estuvo más al oír que, como no se había
preocupado de presentarla a sus padres, esto quería decir que no quería casarse con ella y que éste era
el motivo de que ella se fuese de casa. El muchacho comprendió que nunca había dejado claro que
realmente la amaba lo suficiente para presentarla a sus padres y casarse con ella. ¡Entonces, tras haber
aclarado la cuestión, ambos procedieron sin titubear a hacer ambas cosas!

Estos ejemplos muestran la saludable y clarificadora influencia del concepto, perfectamente


claro, que está expresado en las enseñanzas bahá'ís sobre el noviazgo, la castidad, la relación con los
padres y la necesidad de que exista un compromiso entre los miembros de la pareja antes de que una
relación sexual pueda ser satisfactoria, o sea, después del matrimonio. En ambos casos, la aclaración
de estos principios, junto con una auténtica preocupación por el bienestar de la persona -sin ninguna
clase de sermones ni actitudes críticas- ayudan a jóvenes totalmente sensatos y saludables a enderezar
su situación: en un caso, un conflicto básico de intereses; en el otro, la ausencia de una buena
comunicación humana en una pareja que tenía básicamente unas metas comunes.

Los valores éticos sensatos, coherentes con la vida moderna, son la mejor ayuda para los
jóvenes. Encuentro a gente joven dotada con un conocimiento superior (comparado con el de sus
mayores) de la necesidad de un sistema moral y ético coherente subyacente a las relaciones sexuales.
Están totalmente deseosos de adaptar las situaciones de su vida a ese sistema, ya que esta visión está
basada en la realidad, la lógica y la sensatez en todos sus aspectos.
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NUEVOS MÉTODOS DE SALUD ESPIRITUAL

El amor como acción

"Construid vuestro nido en las frondosas ramas del árbol del amor". Esto aconseja 'Abdu'l-Bahá
a los recién casados l.

La mayoría de la gente tiene una imagen estática del vínculo matrimonial. No es de extrañar,
pues, que les parezca aburrido. ¡A mí también me lo parecería!

La gente cree que tiene que permanecer invariable, pero ésta es la mejor manera de estancarse y
aburrirse, y de estropear así una relación de forma permanente. Carece de la visión de una relación
como un organismo vivo, compuesto de dos personalidades, cuyas cualidades, intereses, sentimientos
y experiencias cambian con el paso del tiempo. Su visión es la de dos entidades fijas que viven juntas y
tienen que adaptarse para que las cosas funcionen. No es de extrañar que las personas se sientan
aprisionadas y deseen abandonar los calabozos de la monótona rutina diaria, inalterable por cambios,
sorpresas o nuevos desarrollos.

Las palabras que 'Abdu'l-Bahá utiliza para definir el amor son palabras de movimiento: nadar,
elevarse, construir, caminar, moverse...:

Construid vuestro nido en las frondosas ramas del árbol del amor. Elevaos en la despejada
atmósfera del amor. Nadad en el ilimitado océano del amor. Pasead por el eterno jardín de rosas del
amor. Moveos entre los resplandecientes rayos del sol del amor. 1

Una relación viva y en crecimiento es posible si los miembros de la pareja tienen la meta de
evolucionar y trabajar con cualidades espirituales básicas con firme determinación. Estas cualidades,
entre otras, incluyen: lealtad y fidelidad (castidad), constancia y perseverancia, y paciencia.

La lealtad mantendrá el vínculo aunque haya enormes dificultades. La fidelidad mantiene puro el
vínculo y lo hace único. La paciencia proporciona la vía necesaria para buscar nuevas soluciones, más
ricas y profundas. La perseverancia da el vigor y la constancia de la tenacidad, ¡que es particularmente
necesaria cuando la barca del matrimonio va a la deriva y hace falta que todos colaboren para sacarla a
flote!

La confianza es esencial:

La Confiabilidad es el más grande portal que conduce a la tranquilidad y seguridad del pueblo.2
Sed los fiduciarios de Dios entre sus criaturas, y los emblemas de su generosidad en medio de su
pueblo.3

A menudo, cuando el matrimonio no funciona, la gente admite su fracaso... porque se han


propuesto cambiar de pareja. Cuanto más han intentado, sea de forma directa o retorcida, cambiar el
carácter y la manera de actuar de su pareja, con mayor determinación se ha aferrado la otra persona a
sus costumbres de siempre. Su actitud es la de un educador, o sea, un maestro o un padre; y a la
mayoría de la gente, al menos después de algún tiempo, les fastidia sentirse bajo la presión permanente
de un educador.
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Si entendemos que sólo podemos cambiar a una persona, y esa persona es uno mismo, sabremos
cuál es el trabajo que debemos realizar. La mejor manera de cambiar uno mismo es perfeccionar el
carácter, no necesariamente de acuerdo a las expectativas de nuestra pareja, sino de acuerdo a las de
nuestro Creador y Sus exhortaciones en las enseñanzas divinas. A medida que este criterio divino
purifique la relación, todo será cada vez mejor. Al ir añadiendo agua pura, la relación se volverá más
transparente y libre de desperdicios, permitiendo tanto el desarrollo y el crecimiento de los individuos
que la componen, como la creatividad y la salud en la relación misma.

Una relación así no es necesariamente cómoda. Quienes busquen amor tendrán que crecer y
crear, moverse, construir, nadar... y esto significa una inversión constante de energía.

No deben guardarlo en sus corazones

Una vez más, en caso de que una circunstancia cause una ofensa real entre los dos, no deben
guardarlo en sus corazones, sino explicar su naturaleza el uno al otro y tratar de eliminarla lo antes
posible. l

'Abdu'l-Bahá fue el mejor consejero o psicólogo que ha conocido el mundo, aparte de las
Manifestaciones Divinas. ¿Qué quiere decir esta exhortación?

La mayoría de las personas no están familiarizadas con el funcionamiento secreto de sus


sentimientos y emociones. Sobre todo, no son conscientes de lo que ocurre con las emociones
negativas y lo destructivas que pueden ser si se guardan en el corazón, sin expresar el daño o la
decepción, la tristeza o la ira. Si estos sentimientos se reprimen (se guardan en el corazón), crean el
caos en nuestras emociones y en nuestra reserva de energía: se alimentan de nuestra energía y ocupan
el lugar de la alegría, la felicidad y el amor, así como del deseo de abrirse a otras personas y expresar
lo que sentimos por ellas.

La única manera de limpiar el corazón de emociones negativas es explicar su naturaleza a


nuestra pareja, si el daño de la decepción se ha apoderado de nuestra relación con nuestro cónyuge.

Explicar no quiere decir que se haga sólo con palabras (como es típico entre los hombres) o con
sentimientos (como es habitual entre las mujeres), sino que hay que combinar ambas formas. Así
conseguiremos una explicación eficaz, o comunicación, para utilizar el término moderno.

Esta explicación o limpieza del corazón de "impurezas" debe realizarse enseguida, "tan pronto
como sea posible", como dijo 'Abdu'l-Bahá. Si este intercambio o explicación no puede realizarse el
mismo día que el incidente que ha causado el daño, debe posponerse a otro día, pero ese mismo día
debe llevarse a cabo algún tipo de comunicación, como: "¿Cuándo podremos hablar de lo que ha
sucedido?"

La actitud hacia nuestra pareja tiene una gran importancia. Si nota una actitud crítica o burlona,
nuestra pareja puede bloquearse y no desear comunicarse más. No debemos dudar de la sinceridad de
nuestra pareja, aunque la sospecha, los recelos y la duda hayan ocupado el lugar de la apertura, el
cariño y la confianza. A menudo, cuando nos sentimos cansados o preocupados por "asuntos más
importantes", desdeñamos las quejas o las lamentaciones de nuestra pareja como triviales, levemente
histéricas o incluso falsas. Esta actitud interrumpe la comunicación en sentido emocional y el conflicto
se filtra en la relación, causando una tensión prolongada e infelicidad. Esto, por supuesto, también se
expresa en la esfera sexual y puede adoptar la forma de diversos síntomas, como la carencia de la
necesidad de mantener una actividad sexual, falta de sensaciones o la impresión de estar separado de la
realidad.
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Regar continuamente el árbol de vuestra unión

Debéis regar continuamente el árbol de vuestra unión con el agua del amor y el afecto, para que
permanezca verde y frondoso en todas las estaciones, y produzca los frutos más deliciosos para la
curación de las naciones.1

Este consejo de 'Abdu'l-Bahá atañe a las formas espirituales de hacer que crezca un matrimonio.
Un árbol pasa por distintas fases, y también un matrimonio. Cada fase tiene sus propias pruebas
y su propio encanto, y abre puertas a nuevos aprendizajes, conocimientos y crecimiento. No podemos
aferramos a los hábitos de una fase que ha quedado atrás. Una esposa no puede tratar habitualmente a
su pareja como al "papá" de sus hijos, una vez que éstos ya han superado la infancia y han alcanzado la
adolescencia y la edad adulta. Entonces hay que pasar página, y otros aspectos de la relación pasarán al
primer plano y adquirirán fuerza, dando nuevo lustre a la relación... ¡y un nuevo entusiasmo a la vida
en general!

Una relación espiritual, y en particular una tan íntima como entre amantes y compañeros de
vida, debe cuidarse como cuidaríamos nuestro árbol preferido. Una amiga mía me regaló un mirto, una
belleza callada, en verano con sus puras flores, en invierno cuando anhela el clima caluroso. Lo miro a
menudo, lo cuido y me preocupo por él. ¿Cuidamos la relación con nuestra pareja del mismo modo
que lo hacemos por seres vivos como las plantas, los animales de compañía, los niños... o no?

Una relación es una entidad viva y creciente, y por tanto es delicada. Debe cuidarse diariamente,
o de lo contrario se marchitará y morirá, será engullida por la rutina, el materialismo, o el retorno a
viejos hábitos y relaciones, a menudo de nuestra familia de origen o de nuestra juventud.

¡También las carreras profesionales pueden engullir las relaciones íntimas!


Nutrir el árbol de la relación significa compartir. Compartir experiencia, sentimientos,
preocupaciones, alegría. Los ideales y las visiones deben compartirse para que la relación permanezca
enraizada en el presente y el futuro. También compartimos el tiempo y el espacio. No se puede desear
lo mejor para nuestro compañero o compañera de vida desde la lejanía o sólo una parte del tiempo.
Compartir también implica sufrir, y soportar las cosas que no podemos cambiar por el momento. Todo
esto forma parte del crecimiento de los individuos y de la relación.

Afrontar las dificultades

La mayoría de la gente no ha aprendido el arte de afrontar las dificultades. Los hombres, por lo
general, han aprendido a encarar las situaciones y afirmar sus deseos, y si éstos no son satisfechos su
tono de voz se eleva al de una orden. Si las cosas siguen sin encajar, ponen un ultimátum a su pareja
con un tono de acerada determinación.

A lo largo de los milenios, las mujeres han aprendido a ser sumisas, pasivas, adaptativas y
amables. En esta nueva era, en cambio, sus facultades, deseos y necesidades, sus sentimientos y
pensamientos, están madurando y saliendo a la luz. Si no se toman en serio, ellas se desaniman.
Cuando no han aprendido a decir las cosas con calma y firmeza, no dominan la situación y caen en un
estado de rebelión y desaliento. El resultado puede ser la depresión y la ansiedad, una repentina oleada
de ira o incluso un ultimátum, que no tardan en lamentar. Las mujeres aún no han aprendido el arte de
la negociación, aunque tampoco los hombres.

Así pues, tanto los hombres como las mujeres tendrán que aprender a consultar y comunicarse.
Otro arte para los hombres es ser sensibles a lo expresado por su pareja y tratar de entenderla. A
menudo no pueden comprender, a menos que su pareja exprese su emoción de manera considerable y
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así los "transporte" a un reino de sentimientos desconocidos. Estas emociones parecen ser muy
inquietantes para los hombres, pero les ayudan a explorar nuevas facetas de la vida, vinculadas a la
sensibilidad y a las emociones. Entonces tienen que desembarazarse de una parte de su caparazón,
desarrollado a una edad muy temprana para ser "todo un hombre" y adoptar una imagen de virilidad.

Esto no está circunscrito a los hombres. Una cliente mía me llamó, espantada, al sentir que
crecía la ira en ella cuando su marido, por fin, había atravesado sus defensas racionales y la había
tocado en lo más hondo. Sin embargo, fue una revelación oír a su marido decir: "Mi reacción fue
equivocada como método, pero por primera vez he sentido que hemos avanzado en la cuestión de
volver a crear nuestra relación y algo parecido a la unidad".

Por otra parte, las mujeres muy a menudo tendrán que aprender a ser persistentes, con paciencia
y firmeza, con una visión de un futuro más amplio, y a no ceder hasta que la cuestión se aclare y se
haya resuelto con beneficios para ambos miembros de la pareja. Esto forma parte del arte de la
perseverancia: ¡ir hasta el final!

También hay maneras sumamente inmaduras de tratar cuestiones cargadas de emoción. Una de
ellas es la manera como muchas personas huyen a las fantasías o a soñar despiertas, evitando
constantemente el hacer frente al problema. Seguirán viviendo con una situación muy perjudicial para
su matrimonio y lo reconocerán sin sentir ninguna emoción por su pareja y sus amigos, sino que
escaparán a su mundo de sueños, posiblemente con otra pareja, más idealizada, más amorosa, más
cariñosa... ¡sabiendo muy bien que sólo es un sueño!

Otro modo inmaduro de manejar cuestiones explosivas es suprimirlas, enterrarlas un metro bajo
tierra con una losa de plomo y cubierta de cemento. En psicología, esto se denomina represión. Crea el
caos en el inconsciente y puede conducir a la depresión, la ansiedad e incluso la psicosis, dando como
resultado un comportamiento irracional e incluso el deterioro de un carácter que, por otra parte, es
bondadoso.

La mayoría de las personas han aprendido el arte de creer que las manzanas de su vecino son
más maduras, mejores y tienen un color más bonito... y le envidian a él y a todos los demás, se quejan
de su propia desgracia, pero jamás alteran el estado de la situación.

Otro método infantil es el de no ver el propio problema, sino verlo en la vida y la historia de
todos los demás. A esto se le llama proyección. Nuestra sociedad está llena de proyecciones, ya que la
gente no ha aprendido a ser responsable de sus propias vidas. Por lo general, la proyección está
combinada con el milenario arte del cotilleo, que ha minado la mayoría de las sociedades del mundo y
les ha privado de ingredientes esenciales tales como la confianza y el afecto, la sinceridad y la
fiabilidad.

Las siguientes frases de cartas de Shoghi Effendi, escritas a lo largo de los años y compiladas
bajo el título Living the Life (Vivir la Vida), puede configurar algunos objetivos y métodos a los ojos
del lector:

Cada uno de nosotros es responsable de una sola vida, y es la nuestra.


Cada uno de nosotros está inconmensurablemente lejos de ser "perfectos como nuestro Padre
celestial es perfecto" y la tarea de perfeccionar nuestra vida y carácter requiere toda nuestra atención,
nuestra voluntad y energía.

Si permitimos que nuestra atención y energía se ocupe en esfuerzos para corregir a otros y
remediar sus faltas, estamos perdiendo un tiempo precioso.

En última instancia, toda la batalla de la vida está dentro del individuo.1


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EPÍLOGO

Comencé este libro con la intención de exponer las enseñanzas de la Fe Bahá'í a las personas
interesadas en una visión más amplia de la sexualidad que la hedonista que predomina en la actualidad.
Puede parecer extraño, al final de este libro, derivar hacia un intento de enlazar nuestras vidas y
aspiraciones individuales con el gran movimiento de la historia, con la evolución misma. Sin embargo,
me doy cuenta de que ya he contado muchas historias de relaciones difíciles, y no demasiadas eran del
tipo "vivieron felices y comieron perdices". Así pues, tal vez sea preciso decir que no me siento
desanimada en líneas generales, aunque sí me desilusiono de vez en cuando al ver la pena y las
penalidades que hay en la vida de las personas que me rodean. No obstante, a pesar de todo este
torbellino, los puntos que enumero más adelante me hacen sentir confianza.

Es la primera vez en toda la historia del planeta que ciertas tendencias son visibles, y que se
moverán a la esfera de la evolución y se harán realidad:

. Existe una visión de los hombres y las mujeres de que serán compañeros de por vida, entrando
en una relación auténtica, gracias a la misericordiosa revelación de Dios para esta época. Los Escritos
de Bahá'u'lláh y 'Abdu'l- Bahá han despejado buena parte de esta nueva visión: lo que es una relación
auténtica y cómo conseguirla. En el corazón humano, con el paso del tiempo y la oración, estos
Escritos florecerán y producirán cosas hermosas... y, si no en esta generación, ¡en la siguiente y en las
venideras! Es un proceso continuo, que acaba de empezar y no tendrá fin.
Así, las personas valorarán la relación que están construyendo con su pareja; no caerán en el
pesimismo, sino que seguirán construyéndola como si fuese un hogar o un jardín, para hacerla cada
vez más hermosa. Esta relación no será sólo su refugio -un refugio que puedan llevar consigo
dondequiera que vayan, independiente de las cosas materiales- sino que será algo real y que las
personas que se relacionen con esa pareja podrán notar. Los jóvenes de hoy están cada vez más
despiertos y sensibles a esta clase de "refugio" que a todos los "objetos de consumo" del mundo.
. Los niños sentirán la honestidad y la fiabilidad de la relación entre sus padres: la hipocresía y el
engaño no les alejarán a una edad temprana. A pesar del sufrimiento y, en ocasiones, de la tristeza, no
se desesperarán más, ya que sabrán que sus padres quieren trabajar con su relación y no van a rendirse.
Los niños se desesperan cuando ven que sus padres han renunciado.
Entonces, cada niño podrá establecer una relación distinta con cada uno de sus padres según sus
propias cualidades y características, y podrá valorar esta relación por sí misma, en lugar de tener que
ser la garantía de la relación superficial o débil de unos padres desilusionados, teniendo que
mantenerlos unidos contra toda esperanza.
Para los niños ya no será necesario recurrir a las clases de estratagemas negativas que son tan
comunes en la actualidad, como dejar el colegio, drogarse o convertirse en delincuentes. Podrán cuidar
de sus propios asuntos con la confianza de que sus padres saben lo que están haciendo, que no van a
rendirse, y que seguirán trabajando con su relación pese a la sensación de que están arrastrándose por
un túnel oscuro e interminable.

Ø La gente aprenderá a aceptar la llegada de una crisis en lugar de temerla. Una crisis siempre es
dolorosa, pero al mismo tiempo es beneficiosa, porque el material viejo e inútil que hay en
nosotros se desecha para volvernos dulces y creativos, orientados hacia el futuro.
Ø Una nueva comprensión de la dignidad de los hombres y las mujeres ayudará a la gente a mantener
esta preciosa posesión. Así, ya no se degradarán más cediendo o renunciando a la lucha de
progresar como personas y en la relación. Además, la sociedad desarrollará una actitud más justa,
para que los hombres no se sientan tentados a abusar de las mujeres, y ellas no se dejarán ser
sometidas. Cada uno sentirá y comprenderá cuál es la verdadera naturaleza de los hombres y las
mujeres: ser humano y tener dignidad.
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Ø Las mujeres podrán contribuir de una manera significativa a la vida fuera del hogar y conservar
aún sus roles de ser las principales educadoras y constructoras del hogar. Así, ya no tendrán que
centrar obsesivamente sus vidas alrededor de los hombres en el hogar y en la familia. Podrán
crecer y estar más equilibradas, en un nuevo estado de madurez y no de dependencia.
Ø Los hombres se verán aliviados de la carga de ser quienes ganan el sustento familiar y podrán
dedicar una parte mayor de sí mismos a adquirir cualidades tan necesarias en el mundo: amor,
sensibilidad, cariño... a los niños, a los otros miembros de la familia, ¡e incluso a las mujeres!
Ø Las aspiraciones sexuales de los hombres serán más refinadas. Estarán más abiertas a los aspectos
femeninos de la sexualidad, como la ternura, las sensaciones globales, y sentimientos tales como la
unión, la cercanía y el afecto.
Ø Los valores y las visiones de las mujeres serán más realistas. Tendrán el coraje de autoafirmarse y
adquirirán la elocuencia y la perseverancia para llegar hasta el final de los asuntos en su búsqueda
de la igualdad.
Ø La gente valorará la castidad como algo hermoso, tanto para los hombres como para las mujeres.
Llegarán a comprender que es verdaderamente la base de una relación feliz y duradera. La
hipocresía del matrimonio en la sociedad actual -sea una sociedad tradicional, fanática, o hedonista
e individualista- será evidente y la gente anhelará algo verdadero y auténtico. No querrán
complacer a los otros, sino que reconocerán los valores verdaderos.
Ø Las mujeres aprenderán a valorar la castidad y a no canjearla por un placer pasajero o para
satisfacer a los hombres.
Ø Los hombres aceptarán el dominio purificador y fortalecedor de la castidad y aprenderán a verla
como una cualidad masculina a la que hay que aspirar.
Ø La sexualidad se verá como algo limpio, apto para ser discutido con los niños, inocentes y puros.
Ø La sexualidad dejará de tener un carácter escandaloso, ni será sólo una necesidad a la que la gente
sucumbe demasiado pronto, al tiempo que renuncia a su crecimiento personal y al fortalecimiento
de una relación.
Ø La adhesión a la castidad permitirá a la gente establecer amistades con personas del mismo sexo y
del sexo opuesto sin ningún temor.
Ø Los hombres y las mujeres serán lo bastante sensibles para ser conscientes del estado de ánimo y
los sentimientos de su pareja. Esto les permitirá desarrollar una actitud comprensiva; una buena
relación con la propia pareja será una "posesión" muy valiosa, más importante que las cosas o las
apariencias.
Ø Las personas aprenderán a madurar y a salir gradualmente de su familia de origen. Ya no tendrán
que ocultar el hecho de que siguen atadas de una manera infantil e inmadura a sus padres y
hermanos, cayendo así en estados y sentimientos patológicos como las neurosis. En una situación
madura y adulta, la relación matrimonial se aprenderá de forma gradual, desde la infancia, y se
permitirá que los sentimientos crezcan y se expresen, ¡incluso los de los chicos!
Ø La actividad sexual será más sencilla, ya que muchos obstáculos para su fluir natural dejarán de
existir.
Ø Los miembros de la pareja sabrán que lo que está ocurriendo es un fenómeno universal: es el
despertar de la humanidad a las relaciones entre marido y mujer, y la promesa de que podrán
abandonar la prisión de la representación de roles. Podrán ser creativos. Sentirán que, a pesar de
estar llenos de carencias y debilidades, podrán seguir trabajando con su relación y superar las
barreras con el tiempo... y con la ayuda misericordiosa de Dios, que está ahí para que ellos se
aferren a Él y no lo abandonen jamás.

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