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MOTIVOS PARA REGOCIJARSE

Sofonías 3:8-20.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador”
de Mérida, Yucatán; el día domingo 14 de Diciembre del 2014 (3er. domingo de adviento), a
las 11:00 horas.

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INTRODUCCIÓN: ¿Le gusta a usted celebrar sus cumpleaños? Qué hermoso día
es el día de nuestro cumpleaños, a menos que alguna vez haya surgido algo que
empañe el gozo muy especial de ese día. Pero por lo general nos gusta celebrar
nuestro cumpleaños porque trae sobrados motivos para gozarnos ese día. Un motivo
muy común es que aquellos de nuestra familia y de nuestras amistades que nos tiene
alguna estima, nos mandan un saludo, en la actualidad por medio de las redes
sociales; o nos visitan personalmente para darnos un obsequio, y aprovechamos esas
ocasiones para compartir con ellos desde un sencillo hasta un sofisticado refrigerio,
almuerzo, o cena. La presencia de la gente que nos aprecia es muy significativa
cuando llegan esos días.
Siglos antes del nacimiento, vida, ministerio, muerte, y resurrección de Jesucristo,
los profetas como el profeta Sofonías, predicaron acerca de un día igualmente
especial y muy significativo para el pueblo de Dios. Se trata del día del
Señor. Sofonías utiliza distintas frases para referirse al mismo día; pues por ejemplo,
le llama: “El día de Jehová” (1:7), “el día del sacrificio de Jehová” (1:8), “el día grande de
Jehová” (1:14), “el día de la ira de Jehová” (2:2), y “el día del enojo de
Jehová” (2:3). Para la época de Sofonías, este día de Jehová o del Señor significaba
primeramente un cercano juicio tanto para los rebeldes del mismo pueblo de Dios,
como para las ciudades, naciones, e imperios circunvecinos que han tratado mal al
pueblo de Dios; pero el día del Señor también significaba para el pueblo de Dios un
día de esperanza, porque aunque Dios estaría castigando a los rebeldes de su mismo
pueblo, también estaría salvando a un remanente de su pueblo que seguirá siendo su
pueblo fiel y muy amado.
Sin embargo, aunque aquel “día del Señor” se cumplió cuando Dios juzgó a su
mismo pueblo como a algunas ciudades y naciones extranjeras (Cf. 2:4-12), aquel día
profético del día del Señor, apuntaba más allá de aquella época y más allá de
aquellas naciones, pues vislumbraba todos los futuros grandes eventos específicos en
la historia de la redención de los seres humanos en los que Dios estaría obrando para
acabar paso a paso con los enemigos de aquellos a quienes Él ha escogido para
salvación. Pero antes de que para los israelitas y judíos llegara favorablemente “el
día del Señor”, y considerando los beneficios que tal día traería inmediatamente al
antiguo pueblo de Dios, Sofonías invita a todo el pueblo de Dios que quedaría como
remanente, a que cante, a que exprese su júbilo, a que se goce y regocije, por los
beneficios que estaría recibiendo de Dios. Así leemos que la invitación de Sofonías a
ellos fue: “Canta, oh hija de Sion; da voces de júbilo, oh Israel; gózate y regocíjate de todo
corazón, hija de Jerusalén” (Sofonías 3:14).
Basado en estas palabras de Sofonías 3:14, que ordenan cantar, dar voces de
júbilo, gozarse y regocijarse (muy apropiado para este día de regocijo), intitulé este
mensaje como MOTIVOS PARA REGOCIJARSE, porque el pueblo de Dios tiene
suficientes motivos para regocijarse del día del Señor. / ¿Cuáles son los motivos que
del día del Señor causan regocijo en los hijos de Dios? / A través de nuestro texto
bíblico que hemos leído, les compartiré tres motivos muy importantes que a los
creyentes nos causan regocijo en relación con el día del Señor.

El primer motivo por el cual el pueblo de Dios siente regocijo en cuanto al día del
Señor es:

I.- POR LA PRESENCIA DE DIOS ENTRE SU PUEBLO.


Cuando el día de Jehová llegue para Israel y Judá, Sofonías les aseguraba a ellos
que en realidad “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará” (v. 17). Ahora, más
que nunca, aunque habría juicio entre ellos, Dios principalmente estaba no ausente de
ellos sino presente con la primera intención de salvar y no de enjuiciar. Aunque Dios
los salvó del exilio babilónico, está afirmación tenía un significado más allá del exilio,
pues apuntaba no a la presencia de Dios en medio de solamente los reinos del norte y
sur de Israel, sino de la presencia de Dios de una manera salvadora en medio de todo
el mundo con la finalidad de salvar de la condenación eterna a los que le reciban de
entre toda la humanidad. Por eso cuando Jesús nace se escuchó a un ángel
anunciar a los pastores de Belén “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo,
que será para todo el pueblo: / que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10,11), pues Jesús es la misma presencia de Dios
el Poderoso Salvador de su amado pueblo. El nacimiento de Jesús es parte del gran
día del Señor, quien nos trajo su presencia salvadora.
Amados hermanos, un detalle importante que ocurrió cuando fue anunciado que el
poderoso salvador había nacido, es que “repentinamente apareció con el ángel una
multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: / ¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13,14). Hasta
los ángeles alabaron y glorificaron a Dios por la presencia poderosa y salvadora de
Dios en este mundo, y si los ángeles se regocijaron por Su presencia y por la gran
bendición de la salvación que nos trajo, ¡cuánto más debemos nosotros regocijarnos
por tal salvación! Por eso, tanta razón tiene el apóstol Pablo cuando nos anima a
regocijarnos diciendo: “Regocijaos en el Señor siempre”. No es poca cosa que Dios
esté presente como Salvador en este mundo.
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El segundo motivo por el cual el pueblo de Dios siente regocijo en cuanto al día del
Señor es:

II.- POR LAS ACCIONES DE DIOS A FAVOR DE SU PUEBLO.


Con relación al día del Señor, le dijo Sofonías al antiguo pueblo de Israel: “En aquel
día no serás avergonzada por ninguna de tus obras con que te rebelaste contra mí; porque
entonces quitaré de en medio de ti a los que se alegran en tu soberbia, y nunca más te
ensoberbecerás en mi santo monte. / Y dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, el
cual confiará en el nombre de Jehová” (vv. 11,12). Con estas palabras, Dios no solo
prometía y aseguraba su presencia, sino que por ser una poderosa y salvadora
presencia, Él estaría ejecutando sus obras para beneficio del mismo pueblo. Aquel
día llegó cuando Dios manifestado en Jesús nació en este mundo para ser el único y
suficiente salvador, y tales beneficios anunciados por Sofonías, se ven realizados por
Jesús. Esto, en la actualidad debe ser también para nosotros, un motivo más para
vivir con regocijo en el Señor, quien colma a su pueblo de grandísimos beneficios.
En este caso, el primer beneficio anunciado para los israelitas fue que “quitaré en
medio de ti a los que se alegran en tu soberbia” (v. 11). Lo que Dios les hace ver dentro
de estas palabras es que en una y otra ocasión los israelitas se habían mostrado
soberbios en contra de Dios, y eso les había acarreado consecuencias en las que
Dios mismo usaba a naciones vecinas cercanas o lejanas para someterlos bajo duros
juicios que iban desde ser tributarios de impuestos hasta ser cautivados, exiliados, o
hasta asesinados en forma masiva en sus principales ciudades. Eso hacía que los
enemigos del antiguo pueblo de Dios se alegraran de la soberbia que los
caracterizaba. Pero qué gloriosa e inmerecida preocupación de parte de Dios a favor
de su pueblo escogido, quien finalmente se encargará de los enemigos de su pueblo,
de quienes dice Dios mismo “quitaré de en medio de ti…”. Jesús el poderoso
salvador, va más allá de solo quitar de en medio de su pueblo a todos los enemigos
físicos que se alegran o más bien se burlan de sus debilidades, pues Jesús tuvo una
función que va a la raíz del asunto, pues más tarde escuchamos al profeta Juan el
Bautista decir acerca de Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del
mundo” (Juan 1:29), es decir es Jesús el poderoso salvador que quita a los
verdaderos enemigos del alma de los seres humanos.
Y luego, el segundo beneficio anunciado para los israelitas fue que “dejaré en medio
de ti un pueblo humilde y pobre” (v. 12). Lo primero que observamos en estas palabras,
junto con la frase anterior que ya les he explicado, es que las personas, aunque ya
formemos parte del pueblo de Dios gracias a su elección y llamado, no tenemos
capacidad para auto librarnos de nuestros enemigos, sino que es Dios quien
interviene para tal efecto. En este caso, Dios se propuso para aquel antiguo pueblo
de Israel, hacer una depuración en medio de su pueblo, dejando Dios que aquellas
personas que quisieran permanecer en sus malos caminos, pues que sigan, pero
finalmente ellos mismos se encontrarán con un destino fatal y final y apartado de Dios;
pero como en todos los tiempos, siempre habrán personas que se arrepientan y
acepten volver al buen camino de Dios, y estos son aquellos a quienes Dios se refirió
cuando dijo a los israelitas que “dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre”. Eso
es lo que Dios ha estado haciendo en este mundo por medio de su presencia en la
persona de Jesús. Dios está llamando a todos aquellos que quieran ser humildes y
pobres en espíritu, para vivir con arrepentimiento para con Dios, y con fe en que
solamente Él los puede hacer el pueblo fiel que permanecerá para salvación
eterna. Y ese pueblo somos los que hemos aceptado las acciones redentoras de
Jesús.
Amados hermanos, de esta manera nos damos cuenta que Dios no es pasivo ante
las circunstancias adversas que le toca experimentar a los que somos llamados a
formar parte del pueblo de Dios sino que está presente en la persona de Jesús el
Salvador tanto para librarnos de los males como el pecado mismo y sus
consecuencias temporales y eternas, así como para transformarnos para una mejor
vida espiritual para consigo mismo, para con el prójimo, y para con Dios, cuya
finalidad es darnos la vida eterna.

El tercer motivo por el cual el pueblo de Dios siente regocijo en cuanto al día del
Señor es:

III.- POR LA PROVISIÓN DE DIOS PARA EL FUTURO DE SU PUEBLO.


Es importante observar que en todos los versículos en los cuales basé este
mensaje, hay una frase expresada repetidamente en forma sinónima que tiene
relevancia en cuanto al día del Señor. Las frases están expresadas así: “En aquel
tiempo…” (V. 9); “En aquel día…” (v. 11); “En aquel tiempo…” (v. 16); “He aquí, en
aquel tiempo…” (v. 19); “En aquel tiempo…” (v. 20). Todas estas frases, en realidad
indicaban un cumplimiento inmediato que se fue dando poco a poco entre los
israelitas y judíos durante los últimos siete siglos antes del nacimiento de Jesús; pero
estas frases, en aquel entonces apuntaban hacia el nacimiento, ministerio, muerte, y
resurrección de Jesús, todo ya cumplido desde hace más de veinte siglos. Sin
embargo, tales frases desde la época de los profetas como Sofonías que hablaban de
aquel gran día, implicaba desde entonces, un gran día que hasta el día de hoy no se
ha cumplido, y que siempre es el día del Señor, y que nosotros los creyentes de todo
el mundo estamos esperando porque nos traerá el pleno cumplimiento de su plan
eterno de salvación eterna para los seres humanos.
En una de las predicaciones de Jesús, conocida como la explicación acerca del
juicio de las naciones que sucederá en aquel día del Señor que ahora estamos
esperando, él explicó lo siguiente: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y
todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, / y serán reunidas
delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las
ovejas de los cabritos. / Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su
izquierda. / Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad
el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”(Mateo 25:31-34). Qué
glorioso día para los que creemos en Jesucristo. Esto, también es un motivo más
para llenarnos de regocijo en la actualidad porque no habrá mayor privilegio que
llegaremos a experimentar que ser guiados de la mano de Jesús para finalmente
llegar a la morada del Padre, a un lugar llamado reino, donde Dios quiere tener a
todas sus humildes y pobres “ovejas” que hemos aceptado la fe de que un día Jesús
volverá por nosotros para darnos tan grandiosa herencia. Con mucha razón el apóstol
Pablo dice: “Regocijaos en el Señor siempre”. Y es que eso no es todo. Hay muchos
más motivos futuros o escatológicos, y celestiales que nos esperan a partir de aquel
día del Señor.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, estamos a solamente once días para celebrar


con gratitud y gozo que un día Dios vino a humanarse en Jesucristo. El recordar su
solo nacimiento, sus grandes y maravillosas obras realizadas durante su ministerio
para nuestra salvación, y en el gran día de su regreso, debe generar en nuestro
corazón un profundo regocijo. Con más razón podemos regocijarnos en el Señor, si
reconocemos que gracias a Jesús tenemos salvación.
Estimado oyente/lector, si usted no puede regocijarse en el Señor, quizá se deba a
que no ha tenido la experiencia de recibir de él, el perdón de sus pecados, y por lo
tanto no entiende la grandeza de lo que significa haber sido salvado de la
condenación eterna, y de recibir la vida eterna solamente por la fe. Pero, para que
comience usted a regocijarse en el Señor Jesús, necesita verdaderamente creer que
él dio su vida para pagar la fianza por sus pecados muy personales, y necesita usted
decírselo personalmente, ya sea en voz audible o en el silencio de la voz de su
corazón, diciéndole personalmente que él tome el control de transformación y
salvación de su propia vida. Dígale desde hoy: “Señor Jesús, creo en ti, acepto y
quiero que tú seas mi único y suficiente Salvador y Señor. Hoy te pido que me
concedas la gracia de tu salvación. Amén”. Si usted ha tomado esta sencilla pero
trascendente decisión, usted ya tiene motivos suficientes para gozarse y regocijarse
en el Señor.
RAZONES PARA REGOCIJARSE

Aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso. (1


Pedro 1:8)
Los cristianos tenemos muchas razones para regocijarnos. La principal se basa en
quién es Dios: Él es soberano. Esa es la verdad más grandiosa acerca de Dios.
Nada está fuera de su control, y Él lo controla todo a fin de obrar para nuestro
bien (Ro. 8:28). Él tiene un conocimiento infinito de todos los aspectos de la vida;
dónde estamos y qué decimos (Sal. 139:2-4). Y Él ejerce su conocimiento en
perfecta sabiduría. El conocer así a Dios nos debe dar gozo inefable y glorioso.

También debemos regocijarnos porque Dios nos salvó, nos adoptó y prometió
darnos una herencia en Jesucristo (Ef. 1:1-11). Cuando Cristo regrese,
disfrutaremos de su presencia y del lugar celestial preparado para nosotros (Jn.
14:2-3). Hasta entonces, tenemos el gozo de saber que Dios ha prometido
satisfacer todas nuestras necesidades (Fil. 4:19). Además, tenemos el privilegio de
servir al que más amamos. Eso incluye el dar las buenas nuevas a los perdidos y
alentar a los hermanos en la fe para que crezcan en su amor y en su servicio a Él.
También podemos tener gozo al saber que podemos orar a Dios en cualquier
momento (He. 4:15-16).

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