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II. 16. Nietzsche.

El hombre y el superhombre

Hacia finales del siglo xix y principios del siglo xx se profundiza una visión del hombre decadente
resultado de las distintas frustraciones ocurridas tanto a nivel f ilosófico, político y económico de
este periodo. En este contexto también aparece una filosofía existencialista que tuvo dos
vertientes fundamentales: por un lado, una que veía al hombre como pura existencia pero
salvando un sentido para su existir; por otro lado, un existencialismo nihilista ( nihil: nada) que ve
al hombre como mera existencia arrojada en el mundo sin un sentido trascendente en esta
realidad.

En este contexto y siendo parte de ello aparece el literato y pensador Friedrich Wilhelm
Nietzsche, que nació en 1844 y fue criado en un ambiente pietista rodeado de mujeres de su
familia desde la muerte de su padre, cuando el joven contaba con cinco años de edad. Tuvo
amplios conocimientos de la Antigüedad Clásica, Filología y Filosofía. Fue profesor en la
Universidad de Basilea jubilándose a los treinta y dos años por cuestiones de salud. Residió en
Francia e Italia quedando al final de sus días, después de internaciones, al cuidado de su madre y
su hermana. Falleció en el año 1900. De manera no sistemática trata cuatro cuestiones
fundamentales: el eterno retorno de lo mismo, la voluntad de poder, la muerte de Dios y el
superhombre. Expone su pensamiento sobre éste último ítem en su obra Así habló Zaratustra ,
donde señala que el hombre es un ser incompleto puesto que es una etapa o puente entre el
simio y el superhombre, y que por esto debe ser superado. Este ideal de superhombre tiene la más
alta inteligencia y nobleza de alma, y una gran voluntad de poder. Nietzsche señalaba en Así habló
Zaratustra : «Yo quiero enseñar a los hombres el sentido de su ser; ese sentido es el
superhombre, el rayo que brota de la sombría nube que es el hombre» (Nietzsche, 2007: 26). Se
caracteriza por aceptar la voluntad de poder y someter las cosas a su voluntad, siendo un hombre
vital que ama la vida y este mundo y que ve como bueno todo lo que procede de su voluntad. Es
un ser que acepta el “eterno retorno” pues cuando toma una decisión realmente la quiere tomar y
no se arrepiente de sus actos, generando su propio sistema de valores. No acepta el control de las
pasiones en el hombre.

Es interesante en este punto el discurso de Zaratustra de las tres metamorfosis del Espíritu, que
se transforma en camello, luego en león y finalmente en niño. Con el camello se simboliza el
espíritu de carga que se arrodilla y quiere que lo carguen bien; el león es el espíritu que aspira a la
libertad siendo señor de sí mismo, la tercera metamorfosis será la del espíritu como un niño que
logra lo que ni el león alcanza que es su propia voluntad y la conquista de su mundo. En palabras
del pensador alemán: «Inocencia es el niño y olvido, un nuevo inicio, un juego, una rueda que gira
por sí misma, un primer movimiento, un sagrado decir “sí”» (Nietzsche, 2007: 32). El superhombre
será el que asuma la vida teniendo en cuenta que el autor, basándose en la cosmovisión de la
antigua Grecia, distinguía entre lo apolíneo y lo dionisíaco, donde el primero expresa el mundo
como representación, el orden y el Estado mientras que lo dionisíaco sería la voluntad, la música,
lo intuitivo, la libertad, la encarnación de la voluntad de vivir. En su obra El origen de la tragedia
encontramos su exposición detallada de este dualismo.
Se marca claramente una reacción antirracionalista ya que, según su pensamiento, la falsa cultura
racionalista en la que nos hallamos inmersos habría tenido su origen con el pensamiento de
Sócrates. Esta cultura intentó anular y sujetar la vida. La razón agobiaría el ímpetu vital haciendo
imposible la excelencia individual de la persona. En este punto desataco que Nietzsche denunció
una moral gregaria que sublima los valores del grupo contra los individuales ya que, según él, en
grupo se defiende el débil del fuerte. La meta sería eliminar la moral de esclavos para imponer la
moral de los poderosos, aristocráticos y fuertes. Consecuencias de la muerte de Dios Una famosa
frase de este autor es que Dios ha muerto. El hombre y el mundo no tienen ningún significado, lo
que es la gran e inevitable consecuencia de la muerte de Dios en la sociedad occidental. Según
esta visión, los valores vigentes en la sociedad de raigambre judeocristiana se vienen abajo. Esta
crítica se puede encontrar en su obra El Anticristo . Los hombres destruimos estos valores con la
intención de poner en su lugar nuestros nuevos valores. El superhombre pasa a ocupar el lugar de
Dios. En su obra Ecce homo señala: «Dios, inmortalidad del alma, redención, más allá son
conceptos a los que no les presté ninguna atención ni ningún tiempo, ni siquiera cuando era niño
[…]. Soy ateo instintivamente. Soy demasiado curioso, demasiado problemático, demasiado
altanero para contentarme con una respuesta burda. Y Dios es una respuesta burda, una falta de
delicadeza para nosotros, los pensadores» (Nietzsche, 2002: 56). El conocimiento como mentira
del intelecto Para Nietzsche la verdad es solamente un medio para alcanzar el poder. La verdad no
existe ya que es una designación de las cosas así como uniformemente válida y obligatoria. En este
sentido la ciencia, el concepto y el lenguaje son impedimentos para el contacto directo del hombre
con la realidad. El hombre tiene que amar la vida (movimiento) y huir de todo lo que la destruya.
El conocimiento es fruto de la mentira del hombre porque llena de vanidad a quien lo pone en
ejercicio. También afirma que el intelecto no sirve para conocer la verdadera realidad de las cosas
sino que previene la desgracia sin otorgar felicidad. El hombre debe guiarse únicamente por la
intuición.

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