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Aunque los términos gobernabilidad y democracia son considerados por lo general

como equivalentes, en realidad no lo son. Ser conscientes de ello puede evitar que
caigamos en un error y que nuestra comprensión de lo que pasa actualmente en
Ecuador y América Latina sea mucho más clara. Tiendo a creer que la idea de
gobiernos efectivos, con aparentemente buenos resultados en su gestión, se está
convirtiendo en uno de los argumentos de peso al momento de evaluar las
democracias en la región. Es decir, considerar que la calidad de la democracia en la
región es alta porque ha generado "gobiernos efectivos", sustituyendo así la idea de
gobernabilidad por democracia. No obstante, tenemos casos en los que, teniendo
gobiernos con buenos resultados en su gestión, la calidad de su democracia deja
mucho que desear. Me refiero, por ejemplo, al caso de Ecuador, donde las normas
electorales están vigentes y se cumplen pero en donde las instituciones que se
supone imponen límites a las autoridades políticas no existen o no funcionan
correctamente. Como puede verse, hay una confusión entre efectividad del
Gobierno por calidad de la democracia. Esta confusión incluso lleva a que
organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
condicione el éxito de una democracia al establecimiento de políticas que
promuevan el desarrollo y la justicia social. Es decir, resultados. Si vemos lo que
pasa en realidad, podemos constatar que existen gobiernos ampliamente
democráticos que producen resultados deficientes, así como gobiernos eficientes
que en términos democráticos son cuestionables en cuanto se refiere a la
alternancia del poder, la puesta en funcionamiento del sistema de pesos y
contrapesos, la garantía de los derechos civiles y políticos, por mencionar solo unos
cuantos atributos. Buena parte de las críticas que se hacen en la actualidad al
funcionamiento de las nuevas democracias tiene que ver con lo que se ha dicho
hasta aquí, así como con la creciente dificultad de restringir los deseos del poder
ejecutivo de tener libertad de acción irrestricta y con el funcionamiento del Estado
de Derecho. Por lo general se hace caso omiso de las limitaciones impuestas por la
Constitución y leyes de sus países, eliminando su responsabilidad ante otras
instituciones. La superación de la época de las dictaduras militares no
necesariamente ha llevado a que la democracia como tal se consolide. Lo que
tenemos, más bien, son ciclos discontinuos de "consolidación", transiciones fallidas
y reinstauraciones autoritarias. Buena parte de ello se ha debido a que no tenemos
una visión integral de lo que tenemos que hacer para tener una democracia en
serio. Lo sucedáneo llena temporalmente el vacío de lo esencial.

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