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1. INTRODUCCIÓN
Pero nada de esto resultoí cierto. Bien dice la sabiduríía popular que
“el que siembra vientos cosecha tempestades“ y es en esa realidad en la
que vivimos en una permanente tensioí n entre la paz anhelada y la
evidencia de las confrontaciones sangrientas que hoy reconocemos y de
las cuales muchos – entre ellos el Papa Francisco – han denominado como
el ingreso en la “ Tercera Guerra Mundial “ .
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2. UNA REALIDAD INCUESTIONABLE
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confrontacioí n no ha de dejar heridos sino que el asunto se resuelve con la
aplicacioí n directa “ disimulada “ de una pena de muerte no decretada o el
ocultamiento de prisioneros por razones de una pretendida “ seguridad
nacional “ o la desatencioí n clíínica de los detenidos heridos o – en el caso
de los naí ufragos sobre todo – la incuria en las tareas de salvamento.
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situacioí n de quienes padecíían las desgracias que generaba la guerra. Se
tramita un documento con el que filosoí ficamente es casi imposible estar
en desacuerdo, en el que se hacen propuestas concretas capaces de
transformar enunciados ideoloí gicos y doctrinales en praí cticas reales de
comportamiento, en gestos reconocibles de un humanismo sobreviviente.
Por ejemplo se propone en esa accioí n diplomaí tica el “intercambio de
prisioneros inhabilitados ya para el servicio militar“ que luego de
muí ltiples consideraciones fue finalmente acogida debido no solo - como
reza en el oficio diplomaí tico - por el espííritu de “ un profundo sentimiento
de amor por el proí jimo “, sino porque ofrece una iniciativa plausible que
seraí negociada entre los gobiernos .
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de concluir – en muchos casos – que maí s allaí de las palabras estaí el maí s
acaí de los hechos que no dan cumplimiento a aquellas. Medidas especiales
a favor del reingreso de mujeres y de ninñ as en su propia patria ; lo mismo
de ninñ os y de joí venes menores de 17 anñ os; adultos mayores de 55 o
menores de esta edad pero enfermos asíí como aquellos que ejercen tareas
meí dicas, espirituales necesarias para el servicio y complementariamente
el intercambio de detenidos civiles, el intercambio de prisioneros
discapacitados o gravemente enfermos que proponíía el Nuncio Pacelli
desde Baviera , la liberacioí n de los padres de familia detenidos y auí n el “
reposo dominical “ para los prisioneros de guerra propuesto por la Santa
Sede todo ello en concordancia con una dignidad humana que reclama ser
satisfecha en obras mas que enunciados.
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combatientes y hoy tiene como vííctimas preferenciales a la poblacioí n civil
. Paradoí jicamente una de las formas de estar mayormente protegido es
pertenecer al aí mbito formal armado ya que la indiscriminacioí n del
objetivo a golpear sorprenderaí maí s faí cilmente a civiles que a militares.
Basta no maí s comparar el nuí mero de civiles fallecidos en las guerras
actuales asíí sean aquellas de “bajo perfil“ con el nuí mero de militares
profesionales muertos en accioí n. Esta creciente evidencia debe llevar -en
el mundo de las definiciones -a conceptuar de manera diferente a las
“vííctimas“ para que sean efectivamente cobijadas por toda la “magníífica“
teoríía de la proteccioí n a los heridos y enfermos.
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como el llamado a hacer imposible las llamadas “guerras de represalia“
siempre actuales desde cuando se elaboroí el “Coí digo de Hammurabi“ del
1350 antes de Cristo que expresa aquella traí gica verdad de quienes
ansíían aplicar el “ojo por ojo y diente por diente“ guerras que se
prolongan en el tiempo y constituyen la Historia sin fin de la violencia;
basta ver y analizar coí mo la llamada “mala paz“ deja las semillas vivas que
generaraí n la proí xima guerra.
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modo patoloí gico – se producen las migraciones a todo riesgo desde todos
los paises circundantes del Mediterraí neo o del AÁ frica con un enorme
costo social. Esos migrantes y “ noí mades migrantes “ son fruto de guerras
civiles, de conflictos religiosos o de las guerras econoí micas que si bien
silenciosas producen un enorme nuí mero de damnificados.
8. CONCLUSIÓN