Sie sind auf Seite 1von 9

1

Exposición Escuela Superior de Guerra Conjunta a los Cursantes

INTRODUCCION

Sabemos que toda conducta moral es una preferencia activa, una valorización
existencial. implica la intervención de la voluntad libre por una parte, y por otra el
llamamiento de los valores y el bien.

Esta doble referencia del acto moral -a la fuente de la que emana, a saber: la voluntad
libre; y la referencia al bien y al valor- procede de un vínculo íntimo entre la voluntad y el
bien. Obrar humanamente es obrar libremente; pero obrar libremente es también obrar en
orden a un fin, que siempre es un bien.

El bien es el objeto propio de la voluntad. La voluntad opera siempre en la búsqueda


de un bien. Nunca se elige el mal en tanto mal en sí mismo, sino en tanto lo elegido
comporte un bien para quien lo elige. (Así, los actos que tienen un objeto moral malo: matar,
robar, mentir, no son elegidos por la malicia que implican, sino por el ”bien” que reporta a
quien lo elige).

Podemos considerar el bien, bajo su aspecto de perfección, de plenitud de ser; es el


bien como valor. También podemos considerarlo como finalidad de la actividad humana,
como aquello que intentamos alcanzar, como el objeto de una tendencia, es el bien como fin.
De este modo el valor es un aspecto del bien.

Esta doble referencia al bien, como valor y como fin es lo que ubica al bien como
parámetro formal de la ética.

Asimismo, los valores no morales perfeccionan al hombre en algunas dimensiones de


su ser, pero no lo hacen bueno. Las virtudes morales aseguran la perfección de la acción y de
quien la ejecuta.

¿Cómo conocemos los valores morales? En principio a partir de la educación familiar,


la que recibimos en el proceso educativo y en la formación y ejercicio profesional. Maritain
distingue entre el conocimiento natural y el conocimiento filosófico de los valores morales. El
conocimiento natural de los valores tiene su raíz en la razón y en la conciencia.

Se habla mucho hoy en día del ethos, del ethos militar, del nuevo ethos militar.
2

El ethos constituye básicamente un complejo de reglas de acción, una escala de


valores y representaciones de sentido, sustraídas del arbitrio individual, que no se manifiestan
solo en las convicciones y conductas personales, sino también en la textura normativa de las
instituciones públicas y también en el ordenamiento económico, social, político y cultural y
no sólo en los postulados, sino principalmente en la forma de vida.

Conforma un todo, es un orden que caracteriza en sus diferentes modalidades a


microgrupos, macrogrupos o conjuntos culturales enteros. Se adquiere por el crecimiento en
el grupo correspondiente, mediante la enseñanza, la imitación, el ejemplo, la aprobación y la
censura y se refuerza por la adquisición de hábitos personales.

El ethos, para los griegos constituía objetivamente la unidad indivisa del bien, de lo
conveniente y lo justo, es decir como costumbre de vida; y subjetivamente como carácter.

El hecho de que el ethos sea un complejo de reglas de acción, una escala de valores y
representaciones de sentido sustraídas al arbitrio individual y que caracterizan a un grupo,
permite definir un ethos específicamente militar.

El ethos constituye así un elemento de identificación que permite la pertenencia al


grupo a partir de lo previamente dado y confirmado en la conciencia y responsabilidad de los
integrantes del grupo.

En este sentido, la pertenencia al Ejército Argentino no se define por razones


accidentales. (Como pueden ser: asistir a las actividades propias del servicio militar, ni por el
uniforme, ni porque un individuo se siente emocionalmente involucrado con sus camaradas,
ni por una cuestión de gusto o de tradición familiar. Ni siquiera por el amor a la Patria o el
deseo de hacer algo grande por ella).

La verdadera pertenencia es un acto de elección, es la voluntad de encarnar valores y


ejercitar virtudes que respaldan a la Institución, definidas en el Reglamento 00 01 “El Ejército
Argentino”, entendida esta elección como respuesta a una vocación.

VALORES QUE DEFINEN ESTA PERTENENCIA

Una fuerza armada es una organización compleja que se convierte en Institución en la


medida que sus integrantes comprenden y asumen los valores y las virtudes que la sustentan y
de esta manera se asegura la cohesión.
3

En el orden señalado, los valores esenciales sobre los que se sustenta el Ejército son:
La Fe en Dios, el Amor a la Patria y la Pasión por la Libertad.

Las virtudes que definen el perfil ético-espiritual de sus miembros son: el Honor, el
Valor, la Rectitud en el proceder, la Abnegación, el Desinterés, la Humildad.

Las cualidades en el orden castrense: espíritu militar, iniciativa, obediencia,


disciplina, lealtad, honradez, austeridad, responsabilidad, ejemplo personal, eficiencia
profesional, capacidad para el ejercicio del mando que junto con la Vocación militar puesta al
servicio del cumplimiento del deber son considerados los rasgos de la personalidad de los
integrantes permanentes de la Institución.

En esta enumeración está enunciado el Ethos militar, al que ya nos hemos referido.

a. Amor a la Patria:

Si lo analizamos desde el punto de vista de la Filosofía del Derecho, podemos decir


que amar la Patria hasta morir en su defensa es un acto de justicia legal, especie de la justicia
distinta de la conmutativa y de la distributiva. Es justicia legal defender, amar, servir y honrar
a la Patria, porque es un deber para con ella, por la que todo nos ha sido transmitido: religión,
identidad, lengua, educación, cultura, medios materiales, etc.

Enseñaba San Agustín que la Patria es la comunidad concorde de personas unidas en


virtud de un mismo fin que aman. Todo hombre existe por una familia, en una ciudad o
localidad determinada, dentro de una Nación concreta. Si hubiese perdido a la familia propia,
otros miembros de la comunidad atenderían al huérfano o a la viuda, con un innegable acto de
solidaridad fraternal, de caridad cristiana. Se existe con el prójimo. El ser humano no es una
entidad biológica que cabe en sus propios límites corpóreos.

Entender así a la Patria es reconocer que ella nos ha sido donada por Dios. Enseña
Caturelli que “La patria es ese todo actual que se compone de una comunidad concorde de
personas sustancialmente vinculadas a un territorio, que expresa su naturaleza en una lengua
determinada, constitutivamente trasmisora de una tradición histórica y cultural, orientada al
fin último que es Dios” ( La guerra justa: Malvinas 1982, Ed Perfil EMGE).

Dios nos manda en el cuarto mandamiento del Decálogo honrar Padre y Madre y a
nuestros mayores. Esta virtud exigida es la virtud de la piedad (pietas).
4

El sentimiento de respeto y amor a lo propio es tan esencial, que lleva al ser humano
aun a contradecir el instinto de la propia conservación, inmolándose en defensa de eso tan
suyo que es la Nación. Este amor filial es innato al hombre. Odiar o menospreciar lo propio es
antinatural.

El realismo filosófico permitió al mundo greco-romano descubrir que la virtud de la


pietas es la causa del patriotismo. Virgilio describe en la Eneida cómo el héroe troyano salva a
su padre de la destrucción de Troya y lo carga sobre sus hombros, llevándolo en busca de
nuevas tierras donde fundar la nueva Troya. El hombre piadoso salvará a su nación cargando
con toda la tradición sobre sus hombros para que no muera la Patria. Su padre representa la
historia, la cultura, las leyes y la herencia de su pueblo. Así quiso soñar el nacimiento de su
Patria el poeta Virgilio: fruto de un acto de amor filial. Así surgirá Roma, la nueva Troya.
(Por eso es inadmisible, para quienes se dicen miembros de la Civilización Occidental y
Cristiana, que no se conserven los valores de la Patria y se prefiera sustituirlos por los
beneficios no claros de un orden mundial superador de las nacionalidades).

Estamos hablando de los valores fundacionales de la Patria. Los romanos fundaban sus
ciudades luego de trazar los ejes cardinales y colocar en el centro de la ciudad las cenizas de
sus antepasados. Esto quería decir que una ciudad era bien fundada si su siembra se hacía
respetando el Orden del Cosmos (la Ley de Dios) y la tradición de los mayores (la Piedad);
una ciudad así fundada, estaba basada en el Bien, en la Virtud y sus ciudadanos iban a ser
educados en esa virtud. La educación consistía en crear hábitos virtuosos en los educandos,
haciendo hombres y mujeres generosos, austeros y honorables. Las virtudes cardinales
reinarían en su corazón y sería una sociedad sana, libre, buena. Enemiga natural de las
ciudades fundadas por el afán de lucro y con las miras puestas sólo en el mercantilismo (que
es el origen de Cartago y por ello guerrea a muerte con Roma). Los romanos arrancaron de
cuajo la semilla de la mala ciudad. Tal la premonición de guerra entre la Ciudad de Dios y la
de la soberbia humana, que la visión agustiniana llevará a su plenitud.

Si los hombres obedeciesen la Ley Divina, si respetasen el Orden Natural que el


Creador puso en las cosas, el mundo viviría en concordia. Lamentablemente sabemos que
esto no es así, y por ello dice el Apóstol Santiago: “¿De dónde vienen las luchas y los litigios
entre ustedes? ¿No provienen acaso de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros?
5

Codiciáis y no tenéis; entonces matáis, envidiáis y no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís
mal, para obtener satisfacción de vuestras pasiones”. (Stgo 3,1)

San Pablo nos enseña que a ejemplo de Cristo debemos “ser imitadores de Dios, como
hijos (hijitos) muy amados. Vivid en el amor, siguiendo el ejemplo de Cristo” (Ef 5,1-2).
Nos exhorta a “tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús” (Flp 2,5). Así debemos
meditar serenamente acerca del sentimiento patriótico de Jesús, admirablemente
mencionado por el evangelista: “Y cuando se fue acercando (a Jerusalén), al ver la ciudad,
lloró por ella” (Lc 19,41).

Jesús respetó, hasta la obediencia de muerte, la decisión de las autoridades. No


incumplió nada de la ley de su Nación, dolorido ante el rechazo de los suyos, lloró lágrimas
divinas siendo Dios y hombre.

Impresiona contemplar este amor patriótico que mostró Jesús. Digno de tomarse
muy en serio, ya que fue capaz de hacer sufrir al mismo Verbo Encarnado. Esto es así, porque
el mayor bien temporal que puede tener el hombre en la tierra es la Patria.

Los hombres no admiten la supremacía de Jesucristo sobre la vida política, el orden


social y los corazones; de allí esas estructuras de codicia, ambición, mentira, odio y crimen
en que vienen a dar, con tanta frecuencia, nuestras sociedades modernas.

El amor a la Patria es el amor al prójimo, a nuestras familias, a nuestros


conciudadanos, a quienes debemos amar como a uno mismo. Esto ha engendrado santos y
héroes. Toda la tradición católica del amor a la Patria está expresada en la hermosa poesía del
P. Leonardo Castellani:

Amar a la patria es el amor primero

y es el postrero amor después de Dios;

y si es crucificado y verdadero

ya son un solo amor, ya no son dos.

Dando por sentado este antecedente, que es referencia, ni más ni menos, que al origen
y la causa de nuestra vocación de servicio a la Patria, vamos a tratar ahora, someramente,
sobre las otras dos virtudes cardinales.
6

b. Fé en Dios

Ya la Constitución Nacional en su Art. 2 define que: “El Estado sostiene la religión


católica apostólica romana”. El Ejército Argentino, como Institución del Estado participa de
esta norma y propicia entre sus miembros la práctica de los valores cristianos. La Fe en Dios
implica la identificación con los valores y principios cristianos, según se define en el “Perfil
Básico del Subteniente al Egreso”.

La fe en Dios que (se hace extensiva o) impera la fe en sí mismo, en la causa por la


que se lucha, en los jefes y camaradas, en el triunfo final, que constituyen apoyos que
promueven el fortalecimiento positivo del comportamiento humano.1

 Deber de testimoniar la fe

El Concilio dice a los laicos “que no escondan esta esperanza en el interior del alma”,
o sea que no tengan temor de confesar la fe recibida. No tener temor de ser testigos de la
verdad; de hablar, de decir las cosas; de mostrarnos como cristianos; no tener temor de
enseñar nuestra fe, de defender nuestra fe; de proclamar la verdad. Es el primer aspecto del
testimonio.

Muchas veces el cristiano, el católico, se ve atado por el temor, por la vergüenza, por
el respeto humano. En nosotros se repite el temor de San Pedro, cuando lo señalan y le dicen:
“Vos también andabas con El”, y contesta: “Yo no lo conozco”.

Muchas veces somos cobardes en dar testimonio, y no porque nos vayan a matar, sino
porque alguien se burle, se ría o nos critique. No esconder la verdad en el interior del alma
sino manifestarla. No dejarnos llevar por el demonio mudo, por el respeto humano, no tener
miedo a manifestar la verdad aunque sea impopular, aunque sea contra corriente.

“No predicamos el Evangelio para el gusto de los hombres” decía San Pablo. Y decía
más todavía: “Predico a Cristo y a Cristo crucificado, escándalo para los judíos”

El testimonio puede significar la lucha, puede significar la persecución, puede


significar el combate.

Los falsos profetas de AT anunciaban profecías agradables. El verdadero profeta era el


que decía la verdad, cayera como cayera.

1
Ver Manual del Ejercicio del Mando, Cap II, Pág 14.
7

Cuando a Cristo el Sumo Sacerdote le dice: “En el nombre del Dios vivo te conjuro a
que nos digas si eres el Hijo de Dios”, lo han conjurado en el nombre de Dios. Cristo
responde: “Tú lo has dicho. Yo soy”. Y sabe que eso le va a costar la muerte. Da testimonio
de la verdad con su palabra aunque le cueste la vida.

 Combate de la verdad

La verdad une, pero la verdad divide. Une a los que son de la verdad, a los que reciben
la verdad, a los que reconocen la verdad. Pero la verdad divide, porque quienes no reconocen
la verdad, la rechazan, la enfrentan. Entonces la verdad llama a la unidad, pero provoca
división porque hay quienes no quieren aceptarla.

A veces a la verdad se la diluye, se la disfraza, se la envuelve, se la presenta de manera


que al final no aparece como verdad, será una “verdad” que no entusiasme a nadie. Será una
verdad cómoda, que no haga correr riesgos.

En cambio cuando la verdad es capaz de entusiasmarnos, de dar sentido a nuestra vida,


cuando somos capaces de jugarnos por ella, aparecerá el coraje de proclamarla y luchar por
ella.

 Vivir según la fe que se profesa

También el Concilio dice: “Los laicos quedan constituidos en poderosos pregoneros de


la fe, cuando sin vacilación unen a la vida según la fe, la profesión de esa fe”

El primer testimonio de la verdad que tenemos que dar es el testimonio de la palabra.


Es decir no mentir, rechazar la mentira, proclamar la verdad aunque cueste. Decir la verdad
aunque duela, no disfrazar la verdad, no escapar a la lucha.3/7/18

Word no encontró ninguna entrada para la tabla de contenido.

Pero fundamentalmente tenemos que testimoniar la verdad con la vida. La gente de


nuestro tiempo está cansada de palabras. Hay un escepticismo frente a eso. Cada vez se cree
menos en las palabras, y en las promesas.

Cómo hacer, entonces, para que las palabras y que la verdad que anunciamos sea una
verdad creíble, creída. Cuando buenamente tratamos de anunciar esa verdad no solamente con
las palabras que decimos, sino con el ejemplo de nuestra vida. Eso se da de modo perfecto en
8

Cristo. Cristo es la verdad. No solamente dice la verdad, es la verdad. Con su vida da


testimonio de la verdad.

Los católicos estamos llamados a eso, a anunciar la verdad no sólo con palabras, sobre
todo con nuestras vidas. La gente no cree cuando una persona dice una cosa y hace o vive
otra. Vicio característico de los fariseos, a quienes Cristo combate; llenos de religiosidad
exterior, pero llenos de mentira y podredumbre por dentro. “Sepulcros blanqueados” les dice.

Coherencia! Eso es lo que se nos pide. Y al contrario, la incoherencia es escándalo.

Además, “el que no vive como piensa, terminará pensando como vive”. Si uno
empieza a aflojar, a transar, a cambiar, terminará cambiando su manera de pensar.

¿Por qué cae la fe? Muchas veces la fe se derrumba en una persona, no tanto por un
argumento intelectual, sino porque empieza a vivir de una manera que no está de acuerdo con
la fe. Entonces la fe de a poco empieza a molestar.

Se nos pide: “vivir según la fe”.

c. Esperanza:

“En esperanza fuimos salvados” dice S. Pablo a los Romanos y también a nosotros
(Rom 8,24). Según la fe cristiana, la “redención”, la salvación, no es simplemente un dato de
hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido que se nos ha dado la esperanza, una esperanza
fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente aunque sea un presente
fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esa
meta y si esa meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.

Pero se nos plantea: ¿de qué género ha de ser esta esperanza? ¿de qué tipo de certeza
se trata?

En la Biblia “esperanza” es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto en que


en muchos pasajes las palabras “fe” y “esperanza” son intercambiables. Así la Carta a los
Hebreos une estrechamente la “plenitud de la fe” (10,22) con la “firme confesión de la
esperanza” (10,23). También cuando la Primera Carta de San Pedro exhorta a los cristianos a
estar siempre prontos a dar una respuesta sobre el sentido y la razón de su esperanza (cfr 3,15)
esperanza equivale a fe.
9

S. Pablo recuerda a los Efesios cómo antes de su encuentro con Cristo no tenían en el
mundo “ni esperanza ni Dios” (Ef 2,12). Naturalmente sabía que habían tenido dioses, que
habían tenido una religión, pero sus dioses se habían manifestado inciertos y de sus mitos
contradictorios no surgía esperanza alguna. A pesar de los dioses estaban “sin Dios” y por
consiguiente estaban en un mundo oscuro sin esperanza, ante un futuro sombrío.

“No se aflijan como los hombres sin esperanza” 1 Tes 4,13 Aparece como un sello
distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los
pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida no acaba en el vacío. Sólo cuando el
futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente.

De modo que el cristianismo no era sólo una “buena noticia”, el mensaje cristiano no
es sólo “informativo”, sino “preformativo”. El Evangelio no es solamente una comunicación
de cosas que se pueden saber y creer, sino una comunicación que comporta hechos y cambia
la vida. Quien tiene esperanza vive de otra manera.

Das könnte Ihnen auch gefallen