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La convivencia pacífica ciudadana está regulada por patrones culturales, tales como
los hábitos, normas de conducta y comportamientos éticos y morales que las
personas adquieren y practican en su vida diaria. También está regulada por la Ley.
Si no hubiera patrones establecidos que articulen cívica y legalmente dichas
actuaciones, las relaciones sociales serían de confrontación y no de cooperación.
Gracias a estos patrones y sus valores, la vida de los pueblos es más pacífica y
llevadera.
Sin embargo, estas normas no necesariamente son compartidas por todos los
grupos sociales. En italiano existe una palabra, Incivile , para referirse a las
personas cuyas conductas y falta de tolerancia son violatorias de la convivencia
ciudadana. La situación económica y social del país, sumada a las influencias
foráneas negativas, ha provocado un deterioro de los patrones de convivencia, con
comportamientos desviados de los estándares compartidos por las grandes
mayorías nacionales. Los medios publican más los comportamientos de los sectores
menos favorecidos económicamente que los de las clases pudientes.
Ninguna sociedad es homogénea. Pero casi siempre comparten modelos que son
transmitidos de una generación a otra, como parte importante de una herencia
cultural del grupo. De manera casi general, es a través de la educación que se
realiza esta transmisión generacional. Pero los cambios culturales son de gran
inercia. Cambiar conductas humanas toma mucho tiempo. Su restablecimiento, en
una sociedad más madura, es una tarea cultural que debe reforzar el tema del
civismo y educación en valores, en las escuelas y en todos los ámbitos de acción
de la sociedad. Por eso, solo teniendo consistencia y profundidad en la educación
cultural, sería viable transferir los modelos de conducta que viabilizan la convivencia
pacífica entre ciudadanos. Además, hay patrones culturales y reglas, escritas o no,
que se complementan entre sí y se concatenan unas con otras.
Para restablecer la armonía entre las culturas sociales, se deben redefinir las
políticas de convivencia pacífica y de seguridad ciudadana. Las redes sociales lo
hacen de una manera muy ágil. Ello ayuda a promover una cultura de participación
de la ciudadanía en las actividades preventivas para fortalecer la concordia.
Algunas iniciativas incluyen fortalecer la participación de la Defensoría del Pueblo
en el rol de consolidación de la armonía democrática ciudadana y la protección de
los Derechos Humanos. Por otro lado, estimular la transparencia en las instituciones
del Estado y el acceso a la información respecto al fortalecimiento de la convivencia
y seguridad ciudadana.
CONVIVENCIA
Diversas corrientes sostienen que la conciencia del Yo sólo puede tenerse a partir
de la existencia del Otro. En dicha interdependencia social que se produce en la
convivencia, cada persona se define a sí misma.
Los problemas de convivencia pueden impactar en la salud física. Algunos estudios
demuestran que los inmigrantes tienen un mayor índice de enfermedades cardíacas
que los pobladores nativos, una situación que se explica a partir de la ausencia de
vínculos de amistad y del apoyo de los familiares. Una mejor convivencia, con lazos
sociales estrechos, contribuye al bienestar.
Diversos estudios han demostrado que la convivencia con animales de otras
especies resulta muy beneficiosa para los seres humanos, tanto para su salud física
como mental. Es importante rodearse de individuos que no hayan sido corrompidos
por las ansias de poder, que no atenten contra sus pares, que vivan en base al
respeto y la compasión; y las personas no solemos reunir dichas virtudes.
Convivir con perros, por ejemplo, nos brinda lecciones de fidelidad y de
consideración a diario. Además, dado que se trata de animales que no demandan
mucho más que amor y respeto, nos vuelven más sensibles y nos ayudan a
desprendernos de los bienes materiales. Parte de la convivencia con estas criaturas
incluye salir a pasear un mínimo de dos veces al día, para que hagan ejercicio y se
relacionen con otros seres vivos; esta actividad nos acerca inevitablemente a
la naturaleza, nos aleja de la contaminación y de la superficialidad, y nos ayuda a
recordar de dónde venimos.
Aprender a convivir
Como todas las facetas de nuestras vidas, la convivencia necesita un
aprendizaje. Desde que somos pequeños estamos relacionándonos con otras
personas, tanto en el ámbito familiar como en el colegio o el vecindario. Vamos
aprendiendo una serie de normas que van a regir nuestras relaciones sociales.
Los niños suelen ser egoístas e intentan satisfacer sus deseos y caprichos en cada
momento. Al tener contacto con otros niños es cuandotienen que acostumbrarse
a ceder y no pensar solamente en ellos. Para poder convivir con los demás,
empiezan a adquirir una serie deconocimientos y reglas, que proceden tanto de
sus padres y profesores como del propio contacto con otros pequeños. Es lo que
denominamos educación.
La vida en las ciudades tiene como común denominador hoy en día la falta de
tiempo. Las prisas y el estrés no son buenos aliados para la convivencia. La
relación con nuestros vecinos, en muchos casos, se limita a un saludo de rigor y la
convivencia familiar se resiente del cansancio de la jornada laboral.
Un tratamiento especial merece el impacto que la aparición de la televisión ha
tenido en la convivencia familiar. La televisión no deja de ser un electrodoméstico
más, cuyo objetivo es la información y el entretenimiento y que, usado en su justa
medida, es de suma utilidad.
Cuando este ambiente ideal se rompe, el país necesita responder con eficiencia
mediante acciones sustentadas en el conocimiento.
Hay propuestas de este tipo planteadas aquí en Costa Rica por los mismos
adolescentes desde hace casi tres años cuando se realizó, con el apoyo del Fondo
de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la conferencia subregional “Cultura de
Paz y Prevención de Violencia Juvenil”, en la que la actual mandataria, doña Laura
Chinchilla, fue la anfitriona.
Por su parte, los ministros participantes declararon que “la prevención debe
constituir el eje central de las intervenciones”.
Hogar y comunidad. Para los estudiantes adolescentes, el hogar y la familia son los
ambientes que generan el mayor sentido de pertenencia independientemente de
que sus núcleos tengan una mamá, la mamá y el papá juntos o cualquier otro tipo
de familia.
Cuando este adolescente crece, los grupos de amigos y amigas cobran mayor peso,
aunque la familia siempre se mantiene como el refugio de seguridad más
importante, según indican encuestas recientes entre los adolescentes.
De aquí que los padres y madres, los compañeros de clase y hasta los amigos de
la comunidad, deben verse como aliados naturales al momento de fomentar una
cultura que exalte el valor de la convivencia pacífica.
Desde la primera infancia, el hogar debe alentar una crianza alejada del castigo
físico.
Ese niño o niña debería crecer en una cultura de valores y también de
responsabilidades, donde sus padres o cuidadores sean su primer buen ejemplo.
Para que los estudiantes adolescentes perciban sus casas como el refugio principal,
las personas adultas que ahí viven deben ser conscientes de esa responsabilidad.
Hay rutas marcadas que sirven de guía para prevenir otro acto de violencia en un
colegio.
Sus frutos posiblemente no son percibidos como inmediatos pues van de la mano
con cambios culturales, de ahí que la tarea es grande, pero el país no empieza de
cero y tiene la posibilidad de dar respuestas eficientes y sostenibles.
Frente a esta situación, y con el objetivo de formular una Tesis Doctoral, se realizó
un estudio diagnóstico entre los meses de noviembre de 2013 y agosto de 2014,
atendiendo al interrogante ¿Qué manifestaciones y situaciones atentan contra la
convivencia escolar en esta institución?, para lo cual se acudió a distintas fuentes:
Actas de Comisión y Promoción de estudiantes (año 2013); libros observadores de
estudiantes (de tres niveles); entrevista a docentes y encuesta a estudiantes de
grado sexto.
Las reflexiones que este artículo presenta se desarrollaron a partir del análisis
comparativo de las respuestas de los docentes y estudiantes participantes, con el
objetivo de dilucidar similitudes y diferencias en sus percepciones de la violencia
escolar, las formas de tramitación de conflictos y las estrategias que proponen frente
a este fenómeno; lo cual es necesario y pertinente para establecer un panorama
general desde sus miradas, y así proponer una reflexión pedagógica sobre la
importancia de valorar los puntos de vista de los otros en la construcción de una
convivencia pacífica.
Texto elaborado por: Sindy Paola Díaz Better. Magíster en Tecnologías de la
Información aplicadas a la educación, Universidad Pedagógica Nacional (UPN).
A la vida
A la integridad física y moral
A la libertad personal
A la seguridad personal
A la igualdad ante la ley
A la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión
A la libertad de expresión y de opinión
De resistencia y de inviolabilidad del domicilio
A la libertad de movimiento o de libre tránsito
A la justicia
A una nacionalidad
A contraer matrimonio y fundar una familia
A participar en la dirección de asuntos políticos
A elegir y ser elegido a cargos públicos
A formar un partido o afiliarse a alguno
A participar en elecciones democráticas
Derechos sociales
A la alimentación
Al trabajo (a un salario justo y equitativo, al descanso, a sindicalizarse, a la
huelga)
A la seguridad social
A la salud
A la vivienda
A la educación
Derechos culturales
A la paz
Al desarrollo económico
A la autodeterminación
A un ambiente sano
A beneficiarse del patrimonio común de la humanidad
A la solidaridad