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QUE ES

Voluntad

(del latín “voluntas”, derivado de “volo”, “yo quiero”) Deseo consciente que lleva al
hombre a realizar determinadas acciones. El idealismo considera, de manera errónea, la
voluntad como una propiedad independiente de influjos y circunstancias exteriores, desligada
de toda necesidad objetiva, y ve las acciones y la conducta del hombre como una
manifestación de la voluntad “libre”, a la que concibe con un criterio idealista. En realidad,
la fuente de la actividad volitiva del hombre dirigida hacia un fin, radica en el mundo
objetivo. Reflejado a través del prisma de las condiciones interiores del sujeto (necesidades,
intereses, deseos, conocimientos, &c.), el mundo objetivo ofrece al hombre la posibilidad de
plantearse fines diversos, de tomar resoluciones, de actuar de tal o cual modo. No es libre la
voluntad que elige partiendo sólo de los deseos del sujeto (voluntarismo, existencialismo),
sino la que elige con acierto, en consonancia con la necesidad objetiva. Según palabras de
Engels, el libre albedrío no significa otra cosa que la facultad de tomar una resolución con
conocimiento de causa. El carácter volitivo de una acción o de un acto de conducta aparece
con máxima claridad en los casos en que el hombre, para alcanzar un objetivo, ha de vencer
obstáculos exteriores o interiores. El eslabón inicial del acto volitivo consiste en el
establecimiento y en la comprensión del fin; luego, en tomar la decisión de actuar, en elegir
los procedimientos más adecuados para dar cumplimiento a la acción. Lo decisivo para
caracterizar como volitiva una acción dada es que la decisión tomada se haya cumplido. El
hombre no posee por naturaleza la fuerza de voluntad. La destreza y la capacidad para elegir
un objetivo, tomar resoluciones acertadas y cumplirlas, para llevar hasta el fin la empresa
iniciada, son fruto del saber, de la experiencia, de la educación y de la autoformación.
Diccionario filosófico · 1965:484-485

Voluntad

Fenómeno de la psiquis, de la conciencia, el cual es la condición subjetiva para alcanzar


tal o cual fin, para superar los obstáculos externos o internos (temor, cobardía, indecisión,
duda) que se alzan en el camino para conseguir el fin propuesto. De este modo la voluntad
se manifiesta en el hombre en la actividad consciente. La filosofía idealista considera la
voluntad como algo que le es propio desde el principio y en la que no tiene nada que ver el
nivel de cultura o de educación, ni las particularidades del medio social que lo rodean.
Algunos idealistas hablan de la voluntad no sólo como el factor determinante de la esencia
humana sino incluso como creadora del mundo (Schopenhauer). Es típica en este sentido la
afirmación relativa a la incognoscibilidad de la voluntad, a su carácter irracional (Freud y sus
discípulos). Con apoyo en tales tesis se afirma que la voluntad es autónoma, que tiene
independencia absoluta, llegándose de este modo a un voluntarismo que es típico en no pocas
teorías sociales reaccionarias de la sociedad burguesa. Desde el punto de vista de la filosofía
materialista científica la voluntad se forma en el proceso de la actividad práctica del hombre
y se basa en el conocimiento por éste tanto de los objetos del mundo exterior cuanto de sus
propias posibilidades personales –subjetivas– (Libre albedrío). La voluntad es la decisión de
realizar tales o cuales actos, mas no los mismos actos; constituye una cualidad psíquica ligada
a otras esferas de la actividad consciente del hombre y en las que se apoya. Se forma en el
proceso de la evolución global del hombre, es decir de sus cualidades individuales, cultura y
capacidad intelectual. El descubrimiento de las cualidades volitivas del hombre como
personalidad reviste inmensa importancia para el desarrollo social. El aplastamiento de estas
cualidades puede influir negativamente en la conducta de los hombres y, por tanto, en el
desarrollo de la producción material y espiritual. De ahí que sea muy importante orientar la
voluntad humana. A fin de que la actividad creadora, la creación de bienes materiales y
espirituales de la sociedad se convierta en obra voluntaria del hombre, se hace indispensable
desarrollar multifacéticamente su personalidad, formar en él una concepción científica del
mundo y elevadas cualidades morales (Educación comunista).
www.filosofia.org/enc/ros/vold.htm

QUE ES FILOSOFIA

La filosofía es una ciencia que de forma cuidadosa y detallada, busca dar


respuesta a una variedad de interrogantes como por ejemplo, la
existencia, la mente, la moral, la belleza, el conocimiento, la verdad y el
lenguaje. Al tratar estas incógnitas, la filosofía trata de alejarse de lo espiritual,
del esoterismo, y de la mitología al enfocarse en pruebas racionales más
que en argumentos de autoridad.

El origen histórico de la filosofía señala, que ésta surge en el siglo VI a.C.


en Grecia, como resultado de los diferentes cuestionamientos que el hombre
comenzó a hacerse sobre las cosas que le rodeaba; es por esto que la
filosofía nace como un forma racional de explicar los fenómenos que suceden
en la naturaleza, a través de la promoción de las propias capacidades
humanas y marcando distancia de las explicaciones míticas, que para esa
época, predominaban en esa cultura.

Algunas de las ramas centrales de la filosofía en la actualidad son:

Metafísica: se encarga del estudio de la naturaleza, de cómo se encuentra estructurada,


qué la compone y los principios esenciales de la realidad. Su objetivo es alcanzar una
mayor comprensión empírica del mundo, tratando de conocer la verdad más amplia del por
qué de las cosas. La metafísica se apoya en tres interrogantes: ¿Qué es ser? ¿Qué es lo que
hay? ¿Por qué hay algo, y no más bien nada?

Gnoseología: la gnoseología se encarga de analizar el origen de la naturaleza, así como el


alcance del conocimiento humano. No sólo investiga los conocimientos particulares como
el de la física o la matemática, sino que se encarga del conocimiento en general.

La gnoseología se asocia con la epistemología, ya que ésta al igual que la gnoseología, se


enfoca en el estudio del conocimiento, ocupándose de problemas como los hechos de tipo
histórico, psicológico y sociológico que conducen a la obtención del conocimiento, así
como los juicios por los cuales se los valida o se los rechaza.

En la gnoseología se distinguen tres clases de conocimiento:

El conocimiento proposicional. Este conocimiento se encuentra relacionado con la


proposición “saber qué”. Por ejemplo todos saben que 2+2 es 4, que la luna orbita
alrededor de la tierra o que se tiene un dolor de muelas. Cada uno de estos conocimientos
son diferentes entre ellos, sin embargo todos tienen en común que son conocimientos
basados en una proposición.

El conocimiento práctico. Este conocimiento se encuentra vinculado a la


expresión “Saber cómo” y se obtiene al contar con las destrezas necesarias para realizar
una acción. Por ejemplo se dice que las personas saben cómo redactar una carta, cómo
amamantar a un bebé o cómo andar en motocicleta.

El conocimiento directo. Se encuentra vinculado con la expresión “conocer”. Y es aquel


conocimiento que se obtiene de los entes. Por ejemplo una persona dice que conoce a su
perro, que conoce una canción, etc.

Lógica: es una ciencia los fundamentos de la inferencia válida y la demostración. El


objetivo de la lógica es la inferencia. Entendiéndose por inferencia a todo aquel proceso
mediante el cual se deduce conclusiones a partir de hipótesis. La lógica investiga los
principios por los cuales ciertas inferencias son aceptables y otras no. Igualmente analiza
los argumentos sin tomar en consideración el contenido de lo que se está argumentando y
sin tomar en consideración el lenguaje empleado.

Ética: la ética se encarga del estudio de la moral, de todo lo relacionado con la bondad o
la maldad de las conductas humanas. Su enfoque son las acciones humanas y todo lo que
se relacione con el bien, con la felicidad, el deber y la vida realizada.

Estética: la estética se encarga del estudio de la percepción de la belleza. Cuando se dice


que algo es bello o feo, se está dando una opinión estética, que al mismo tiempo
manifiestan experiencias estéticas. Por lo tanto, la estética busca analizar estas experiencias
y opiniones, cuál es su naturaleza y los fundamentos que tienen en común.

Al hablar de la filosofía de la naturaleza se hace referencia a aquella que se encarga


del estudio de los fenómenos, que se caracterizan como naturales y que pueden
comprender desde el movimiento, hasta la composición de las cosas que constituyen la
realidad, pasando por el cosmos e incluso por el cuerpo humano.

Las características más resaltantes de la filosofía de la naturaleza son las siguientes, se


desarrollaron diferentes concepciones tanto idealistas como materialistas. Sus exponentes
manifiestan un evidente interés por el estudio de la naturaleza. Se reconocía la eternidad y
lo infinito del mundo. El hilozoísmo (teoría que sostenía que la sensibilidad y la vida son
inherentes a todas las cosas de la naturaleza).
Por su parte la antropología filosófica se encarga del estudio del ser humano, siendo éste
sujeto y objeto al mismo tiempo, convirtiéndose en un elemento de reflexión. La
antropología filosófica investiga el origen y naturaleza de la especie humana, para así poder
determinar el sentido de su existencia, la relación del hombre con los demás seres, etc.

QUE ES DERECHO

La palabra derecho proviene del término latino directum, que significa “lo que está
conforme a la regla”. El derecho se inspira en postulados de justicia y constituye el orden
normativo e institucional que regula la conducta humana en sociedad. La base del derecho
son las relaciones sociales, las cuales determinan su contenido y carácter. Dicho de otra
forma, el derecho es un conjunto de normas que permiten resolver los conflictos en el seno
de una sociedad.

A la hora de hablar de derecho es fundamental que establezcamos cuales son sus fuentes,
es decir, las ideas y los fundamentos en los que se basa aquel para poder desarrollarse y
establecer sus principios básicos. En este sentido, tenemos que subrayar que sus citadas
fuentes pueden determinarse, de manera general, en tres grandes categorías:

Las reales, que son las que vienen a establecer lo que es el contenido de una ley en
cuestión.

Las históricas, que son todos aquellos documentos antiguos que se emplean para referirse
a los que tienen el contenido de una ley.

Las formales, que son las que se definen como todas aquellas acciones realizadas por
distintos entes (individuos, Estado, organismos…) para proceder a crear lo que es la ley.
Dentro de dicha categoría nos encontramos a su vez con la jurisprudencia, los tratados
internacionales, la costumbre…

El derecho efectivo o positivo está formado por


las leyes, normativas, reglamentos y resoluciones creadas por el Estado para la
conservación del orden social. Se trata de normas cuyo cumplimiento es obligatorio para
todos los ciudadanos.

El derecho subjetivo, en cambio, es la facultad propia de un sujeto para realizar o no una


cierta conducta. Se trata de la potestad que el hombre tiene, en conformidad con una norma
jurídica, para desarrollar su propia actividad frente a otro.
Se considera que el derecho tiene varias características. Una de ellas es la bilateralidad (un
individuo distinto al afectado está facultado para exigirle el cumplimiento de una norma),
que le otorga la cualidad de imperativo atributivo al derecho. Es imperativo ya que impone
un deber de conducta (como pagar impuestos) y atributivo por lo mencionado anteriormente
respecto a la facultad para exigir el cumplimiento del imperativo.

Otras características del derecho son su heteronomia (es autárquico; por más que el sujeto
no esté de acuerdo con el contenido de la norma, debe respetarla), alteridad (las normas
jurídicas siempre refieren a la relación de un sujeto con otros) y coercibilidad (permite el
legitimo uso de la fuerza estatal cuando un ciudadano no cumple con sus exigencias).

Además de todo lo expuesto hay que determinar que de manera habitual el derecho se
clasifica en lo que son tres grandes ramas:

Derecho Social. Bajo dicha denominación se engloban todas aquellas normas jurídicas que
tienen como claro objetivo conseguir que los ciudadanos vivan en una sociedad en
convivencia. Es decir, se trata de las normas que dan forma al ordenamiento jurídico y que
están a favor de esa citada sociedad lo que supone que dentro de esta clasificación esté el
derecho sindical o el derecho del trabajo.

Derecho Privado, es el que determina las relaciones jurídicas entre personas legales sin
que ninguna ejerza como autoridad estatal. Ejemplo de ello es el Derecho Civil.

Derecho Público. Regula las relaciones entre los órganos del poder público y los individuos
o las entidades de carácter privado. Ejemplos: Derecho Procesal, Derecho Penal…

La estructura de la voluntad juega el papel fundamental de ser el recorrido conceptual


completo del proceso de la voluntad libre. Y también nos permite entender que la voluntad,
según Hegel, requiere una formación para ello. Hegel considera que tal formación sería una
formación racional que iría más allá del entendimiento. La relación entre voluntad y razón
es esencial para comprender cómo y por qué Hegel piensa la actividad de la estructura de
la voluntad, desde su primera determinación hasta la última, como libertad. En el recorrido
de la voluntad aparecen las distintas formas que va adquiriendo la libertad, por eso hacemos
el repaso de cada una de esas formas, aunque este escrito también tiene como uno de sus
propósitos detenerse en algunas de las críticas que Hegel acomete a las formas de la
libertad, y en particular al “arbitrio”.

Por otra parte, para dar cuenta del proceso por el cual atraviesa la voluntad, Hegel
acude a lo que hoy en día llamaríamos “filosofía práctica”.
Puesto que la voluntad es espíritu, y al ser el espíritu la esfera de la actividad en que
se desarrolla la voluntad, entonces la filosofía del espíritu de Hegel, en este aspecto,
sería una filosofía que se ocupa del espíritu práctico, a saber, como razón práctica
espiritual.

1. La voluntad como “espíritu práctico” y “espíritu libre” en Hegel

Hegel rechaza cualquier intento de definición de la voluntad libre, ya que esa es


precisamente la formalidad del proceder del “entendimiento” (Verstand) por medio de la
“representación” (Vorstellung). El filósofo alemán ha sostenido en múltiples ocasiones que
la tarea de la filosofía consiste en proceder por medio del “concepto” (Begriff), pues sería
de este modo como opera la realidad entendida como totalidad, y no mediante la separación
abstracta y unilateral de sujeto y objeto. La filosofía especulativa hegeliana, al ser una
filosofía de la “inmanencia”, es una filosofía que pasa tanto por las determinaciones del
entendimiento como por las del concepto o, mejor dicho, el momento del entendimiento
también forma parte del desarrollo del concepto (Nuzzo 1990). Es por ello que en la filosofía
especulativa de Hegel no cabría quedarse en los niveles del entendimiento, dado que la
voluntad se expresaría en la realidad de acuerdo a su concepto (Álvarez 2001). Por lo cual,
una deducción de la libertad de la voluntad no puede conocerse más que “en conexión con
el todo” (Hegel 1999a [1821], 77), y conforme a su concepto. Esa sería precisamente la
demostración filosófica (especulativa) que Hegel se propone: que se conozca el recorrido
del concepto como concepto existente, real en su movimiento inmanente (Álvarez 2001).
Es decir, en la realidad efectiva se concreta el concepto, y la tarea de la filosofía sería la de
rastrear tal recorrido.

Cabe señalar que Hegel comienza a desarrollar el tratamiento de la voluntad libre en la


parte final del espíritu subjetivo, llamada “psicología” 2. Tal desarrollo esquemático del
concepto de la voluntad hecho por Hegel, pero presentando su conexión con los momentos
anteriores, y por lo cual se obtiene una panorámica más amplia del lugar que ocupa la
voluntad dentro del sistema hegeliano, se halla presente en laEnciclopedia de las ciencias
filosóficas (Hegel 1999b [1830]; Valls 2003; Amengual 2001). El orden de presentación de
la voluntad libre en laEnciclopedia (Hegel 1999b [1830], §443-486) opera del siguiente
modo:
1. Espíritu teorético
2. Espíritu práctico
3. Espíritu libre
En la parte del espíritu teorético, Hegel indica que el espíritu en su momento más universal
y abstracto es inteligencia (Intelligenz); además explica que los otros momentos, que pasan
a ser determinaciones de la voluntad, no pueden desligarse de ella. El recorrido de la
estructura del espíritu subjetivo que transita al espíritu objetivo atraviesa por
determinaciones tan básicas como el sentimiento, la representación, el recuerdo, la
imaginación, la fantasía, la intuición, el lenguaje, la memoria, hasta llegar al “pensamiento”,
que contiene al entendimiento y a la razón. En cada uno de estas determinaciones está
presente la inteligencia como espíritu teorético (theoretische Geist) (Hegel 1999b [1830], §§
445-468). Hegel explica el espíritu teórético señalando que “la inteligencia sabiéndose de
sí misma como determinante del contenido, que tanto es suyo como está determinado como
lo que está-siendo, es voluntad” (Hegel 1999b [1830], § 468).

La voluntad propiamente dicha hace su acto de presencia cuando Hegel analiza el siguiente
momento: el espíritu práctico (praktische Geist) (Hegel 1999b [1830], §§ 469-480). La
voluntad forma parte de un espíritu práctico, el cual se encuentra dentro de lo que podemos
llamar filosofía práctica precisamente porque su tarea es la de seguir el despliegue de
relaciones del conjunto de determinaciones por las que atraviesa la voluntad en
su actividad. Hay que recordar que para Hegel el pensamiento ya es en sí mismo una
actividad. El pensamiento es actividad, y la actividad implica pensamiento, pues
la acción de un individuo humano no puede prescindir del pensamiento al efectuar su
quehacer, su actividad finita, porque: “sólo en el pensamiento estoy conmigo mismo, sólo
el concebir es la penetración del objeto” (Hegel 1999a [1821], 79).

Al proceso de la voluntad libre Hegel le denomina “espíritu libre” (freie Geist) (Hegel 1999b
[1830], § 481). Hemos visto que para el filósofo de Stuttgart la voluntad está constituida por
pensamiento y acción, que forman parte de una misma unidad. Para Hegel no es posible
disociar pensamiento (espíritu teorético) y acción (espíritu práctico), dado que ambos
operan en coordinación, pues son forma y contenido de lo mismo: la voluntad libre quiere,
toma conciencia y realiza su libertad (espíritu libre). Por lo cual, lo propio de la voluntad es
ser libre, ya que voluntad sin libertad es algo vacío, sin contenido. Si la voluntad carece de
libertad, entonces no es voluntad. Hegel señala que “[…] la libertad es una determinación
fundamental de la voluntad” (Hegel 1999a [1821], 79). Es por ello que la forma esencial,
determinación y contenido de la voluntad es la libertad, y la libertad sólo se produce en
forma de voluntad. Según Hegel, no habría separación entre pensamiento (lo que es
libertad del espíritu en su esencia) y, por otro lado, el querer de la voluntad, pues los dos
momentos constituyen la unidad del espíritu libre. Lo mismo se puede aplicar al intentar
separar espíritu teorético y espíritu práctico. La voluntad es “[…] un modo particular del
pensamiento: el pensamiento en cuanto se traduce en la existencia, en cuanto impulso de
darse la existencia” (Hegel 1999a [1821], 79). Se entiende que la relación entre
pensamiento y praxis sería una determinación (Bestimmung) de la voluntad, lo que
permitiría el despliegue de la voluntad que producirá sus determinidades (Bestimmheit),
como serían el derecho u otras instituciones sociales que cobran existencia en un contexto
espiritual socio-histórico (Amengual 2010, 30).

2. Voluntad y derecho

No es propósito de este artículo profundizar en la relación entre voluntad y derecho,


aunque muy brevemente abordamos el tema, puesto que sirve para explicar parte del
desarrollo de la voluntad libre dentro del espíritu objetivo. Primero hay que señalar que
el mundo del espíritu es el horizonte en el que se lleva a cabo la realización de la libertad
de la voluntad. El mundo del espíritu se ha constituido, organizado y configurado como
realidad y obra humana. Tal mundo del espíritu es el espíritu objetivo. Además, elespíritu
objetivo se produce dentro de una “eticidad” (Sittlichkeit); es decir, en un mundo
humano con sus instituciones, entre ellas el derecho.

Hegel habla de una segunda naturaleza (zweite Natur) al referirse al derecho, con lo cual
se explica que no se está refiriendo al derecho como algo natural o que pueda
fundamentarse en lo natural 3, sino que el derecho sería, mas bien, una obra
eminentemente humana, es decir, que el derecho es una objetivación de la libertad del
espíritu que se hace existente (Hegel 1999a [1821], 77; Quelquejeu 1972, 222).

Resumimos diciendo que, para Hegel, el derecho es una forma de objetivación del
espíritu a manera de institución que sería producida por la libertad de las voluntades 4;
dicha objetivación ocurre de un modo concreto dentro de la historia de las sociedades
humanas que se dan su libertad. Que la voluntad produzca el derecho es un acto de
libertad que encierra el hecho de otorgarse su propia normatividad o ley (el derecho)
como determinidad que hace efectiva la libertad. Es por ello que el derecho en Hegel “ha
de entenderse en su sentido más amplio como existencia o realización socio-política de
la libertad” (Amengual 2001, 26).

3. La voluntad en general: La estructura de la voluntad en Hegel

En la “Introducción” a la Filosofía del derecho, Hegel habla de una estructura de la


voluntad que indica su configuración a partir de tres momentos (Hegel 1999a [1821],
81-87), a saber: a) El momento más inmediato e indeterminado en el cual hay
una universalidad abstracta (abstrakte Allgemeinheit) y en que la voluntad es pura
reflexión hacia sí misma en la que hay una indiferencia hacia todo otro, pues es pura
identidad e igualdad consigo misma. Hay en la voluntad una infinitud abstracta producto
de la universalidad del pensamiento como reflexión del yo;

b) El segundo momento es el de la particularidad (Besonderheit). En este momento ya


está presente la diferencia como no identidad de la identidad, y negatividad que elimina
a la primera posición pura del yo indeterminado. Es así mismo el momento de la finitud
en el que el yo particular es determinado por un contenido;
c) Este es el momento de la superación dialéctica (Aufhebung). En ella la singularidad
(Einzelnheit) es la unidad de los dos momentos previos, es decir, de la universalidad en
su sentido abstracto y formal, y de la particularidad finita, para dar paso a una voluntad
que contiene una universalidad concreta (konkrete Allgemeinheit). Con lo cual la
voluntad tiene su libertad como concepto y como sustancia. Estos momentos se
corresponden –en ese mismo orden– con:
1. El momento de la voluntad indeterminada como voluntad abstracta;
2. El momento de la voluntad determinada, primero como voluntad natural y después
como voluntad reflexiva (arbitrio);
3. El momento de la voluntad que se autodetermina como voluntad racional en sí y para
sí.

Ahora pasamos a explicar con más detalle el comienzo del recorrido de la voluntad. Hegel
indica que el primer momento de la voluntad le corresponde a la pura indeterminación.
Se refiere a la actividad del pensamiento que es universalidad infinita en su momento
más abstracto como pensamiento del yo. Todas las determinaciones que están en el
pensamiento pueden desplegarse en ese yo, que no tiene límites en su pensamiento, es
decir, es la autorreferencia del yo hacia sí mismo como pensamiento y, por ello, como
libertad en el sentido más inmediato yuniversal abstracto. Es el momento en que el
pensamiento del yo sería el impulsor de la voluntad hacia las posibilidades que el mismo
pensamiento otorga, pero sólo hacia su interior.

Siguiendo la conceptualización anterior, Hegel aprovecha para efectuar una crítica a las
filosofías que piensan la voluntad de modo solipsista, y que querrían un “yo puro” ajeno
a toda determinación. Tal forma de voluntad pretende separar el pensar de sus propias
determinaciones, y consistiría en una operación que intenta negar la actividad del pensar
de la voluntad y sus contenidos y que, además, quiere una indeterminidad
autorreferencial del yo. En base a esta posición se han llegado a formular teorías que
consideran a la voluntad como carente de contenido, abstrayéndola de las
determinaciones de la realidad en que se encuentra; tales teorías además promueven
que el entendimiento considere como libertad a la indeterminación abstracta de la
voluntad. Para Hegel esta forma de libertad sería una libertad propia del entendimiento
(Freiheit des Verstandes), aunque también le llama libertad negativa, y además es
representada como libertad del vacío (Freiheit der Leere). Tal forma de libertad nihilista
ha estado presente en distintos momentos en la historia, ya sea en forma de religión,
de movimientos políticos y sociales, o de teorías filosóficas (Hegel 1999a [1821], 81-
83), pero respecto a la actitud frente al conocimiento también se corresponde “[…] con
la vivencia de la libertad que tiene la conciencia escéptica que –como dice
la Fenomenología– se sustrae a toda determinación, porque no quiere comprometerse
con una posición concreta” (Álvarez 2000, 232). Hegel nos dirá que la voluntad de la
libertad del vacío solamente se quiere a sí misma como universalidad abstracta y, por lo
tanto, no quiere nada (Nichts, Nihil). Por ello todavía no puede ser una voluntad plena.
Pero ahora veamos cómo la voluntad abstracta –y en general–, además de ser
pensamiento es también actividad.

4. La voluntad como actividad

Nuestro autor señala que el pensamiento nos lleva directamente a


la actividad (Tätigkeit) de la voluntad que inmediatamente es libertad. Es aún un
momento sumamente abstracto, pero que indica el papel del pensamiento como
impulsor de la actividad de la voluntad que se quiere libre. Hegel explica que el yo es
quien genera sus propios impulsos como voluntad, pues el yo se ha puesto a sí mismo
y, de este modo, ya es inmediatamente un yo pensante. El yo puro es una voluntad
abstracta que pretende abstraerse de cualquier determinación, es un yo que contiene la
universalidad abstracta que intenta sacudirse de toda particularidad y por ello mismo
permanece en la unilateralidad. Es una identidad (como lo idéntico a sí mismo de modo
formal) que es incompleta, puesto que no refleja todavía su diferencia.

Para la voluntad en este momento hay una certeza indubitable para sí: yo me sé
deseando. Sé que deseo algo y que no lo tengo, carezco de ello. Esa es una
determinación inmediata, pero que permite que la voluntad inicie su despliegue en pos
de su objeto y entre en la mediación con los objetos. Esta voluntad ya sabe que desea
y quiere algo; y además es capaz de darse cuenta que carece de aquello que desea. Es
de este modo consciente de la falta o carencia del objeto de deseo. Hegel divide en dos
momentos la actividad de la voluntad abstracta:

a) En un primer momento queda de manifiesto la infinita actividad de la voluntad que


está por desplegarse, y la indeterminación inicial pasa a ser por ahora una determinación
plena de deseo y de potencia en sentido de impulso (Triebe) hacia algo. Aunque aquí el
deseo es certeza de algo que se quiere, de algo que se desea y no se tiene, es
la carencia (Mangel) como subjetivación del objeto deseado. Es además la forma que
toma la voluntad como subjetividad que tiene como fin lo que se encuentra en la
objetividad.

b) La voluntad es capaz de darse cuenta que quiere tener lo que desea y por ello se pone
la meta de obtenerlo. Es entonces que se halla ante la necesidad de establecer
el fin (Zweck) que le permita la realización de la apropiación del objeto que desea. Esta
voluntad puede –y de hecho lo hace– trazarse objetivos que lo lleven a la consecución
de lo que desea, aunque, por el momento, sólo en el sentido de saber distinguir qué es
lo que desea y quiere tener como suyo. Es decir, ya establece claramente qué es lo que
quiere obtener, no sólo conservando el deseo en su interioridad sino externándolo en la
objetividad como fin, lo cual implica las acciones y los medios que le lleven a obtenerlo.
Se puede hablar de que en el cálculo que la voluntad realiza y en la actividad que produce
en pos del fin hay una racionalidad de modo incipiente.

5. La voluntad natural

Ahora Hegel precisa que la primera forma de voluntad es la voluntad natural, la cual se
encuentra en un estado pobre en determinaciones y contenido. La voluntad natural es
solamente en sí de modo inmediato a través de los instintos, deseos, inclinaciones e
impulsos, que son las primeras determinaciones que el concepto encuentra en la
voluntad. Pero esta forma de la voluntad natural ya contiene la racionalidad propia del
concepto, aunque todavía no ha alcanzado el grado de desarrollo de una voluntad en la
que predomine la racionalidad, y en la que alcance su forma de voluntad como voluntad
racional, dado que el concepto aún no ha alcanzado sus momentos más acabados. Esto
como consecuencia de que, aunque los contenidos de la voluntad son propios de ella
misma, todavía no los reconoce como producto de la forma; es decir, hay todavía una
separación entre forma y contenido del concepto, que sería una diferencia que se
manifiesta como propia de la voluntad finita.

Entonces, aunque la voluntad comienza el recorrido del concepto por lo natural, hay que
considerar que ya está presente una forma que requiere un desarrollo en sus
determinaciones para alcanzar un mayor contenido; la forma es la voluntad en sí (an
sich), pero que además tiene que transitar un camino necesario para alcanzar su
ser para sí (für sich). Y aunque este recorrido contiene la racionalidad del concepto, no
obstante, la voluntad natural se pone como la forma en que el concepto se hace
presente, ya no sólo como pensamiento, sino como la existencia de la voluntad natural.
Lo cual ocurre a través de un despliegue que la voluntad efectúa guida por su
propio concepto en términos de un primer nivel de la estructura de la voluntad libre
comonaturaleza conceptual (Quante 2008)5.

Es menester señalar que aunque la voluntad natural dispone de instintos, éstos se hallan
todavía como una multiplicidad de instintos, lo cual no favorece que la voluntad –como
dueña de todos esos instintos– pueda coordinarlos. Por otro parte, tales instintos son
algo universal e indeterminado. Es decir, ya están presentes la particularidad y la
universalidad en la forma de voluntad natural. Aunque todavía falta un actoque coloque
al sistema de los instintos de tal modo que pueda articular y ordenar a los diversos
instintos; este acto es el acto en el que la voluntad decide. Hegel nos dirá que “[…] sólo
como voluntad que decide es voluntad real” (Hegel 1999a [1821], 92). O dicho de modo
negativo: “Una voluntad que no decide nada no es una voluntad real” (Hegel 1999a
[1821], 93). Es así que por medio del acto de decidir la voluntad se constituye
como voluntadreal. La decisión es el acto que le permite a la voluntad ser existente,
pues le va la resolución de sí misma como voluntad, dado que la voluntad, para ser
voluntad, requiere decidir. Por lo cual, la indeterminación producida por el sistema de
instintos se determina; esto ocurre al momento en el que la voluntad se resuelve,
cuando la voluntad ha decidido algo o por algo y, entonces, deviene como voluntad
real (existente, objetiva y determinada).

Por otro lado, Hegel no desaprovecha para criticar a quienes piensan que la forma incipiente de voluntad de la voluntad
natural sería la única forma de voluntad. Es decir, quienes piensan que ya no se puede ir más lejos en el desarrollo de la
voluntad. Hegel cuestiona a quienes opinan que el pensamiento sería lo finito y limitado, mientras que el hombre con su
voluntad a secas (voluntad natural) sería lo infinito (mala infinitud). Para Hegel sería más bien lo contrario: el pensamiento,
al actuar en la decisión, tiene que llevar su infinitud a los terrenos de la finitud. El tomar decisiones coloca a la voluntad en
lo finito, eso es cierto, pero una decisión implica también el ejercicio del pensamiento, por lo cual se establece una unidad
de todos los aspectos presentes en la decisión, y que Hegel ve como unidad de lo finito con lo infinito y de lo subjetivo con
lo objetivo. El pensador alemán señala al respecto: “En la voluntad comienza la finitud propia de la inteligencia, y sólo
porque la voluntad se eleva nuevamente al pensamiento y da sus fines la universalidad inmanente, elimina la diferencia
entre la forma y contenido y se convierte en la voluntad objetiva infinita” (Hegel 1999a [1821], 92-93).

De este modo, el momento de la voluntad finita da paso al momento objetivo de la voluntad infinita que se muestra como
verdad de la voluntad natural, lo cual implica que la forma de la voluntad natural se relaciona con su contenido, y que opera
como “sistema de los instintos”. Como resultado de lo anterior, la particularidad prevalece y persiste como aspecto
dominante de la siguiente forma de la voluntad en la que las contradicciones entre subjetividad y mundo objetivo, y entre
entendimiento y razón, serán intensificadas: la voluntad reflexiva como arbitrio.

6. La voluntad como arbitrio

El momento del desarrollo de la voluntad como arbitrio (Willkür) es fundamental, tanto por su referencia al momento de la
particularidad, como por el tipo de concepción de libertad de la voluntad reflexiva. Para Hegel, el arbitrio está lejos de ser
la voluntad efectivamente libre, y más bien sería una forma aparente de la libertad, aunque no por ello deja de ser un
momento del desarrollo de la voluntad, y de ser, además, una de las formas en que la voluntad ejerce la libertad. De cualquier
modo, es necesario detenerse en esta forma de voluntad, pues representa lo que la conciencia común u ordinaria considera
que es la libertad6. Podemos añadir que el arbitrio es la forma predominante de entender (verstehen) la libertad tanto en su
sentido kantiano como en su sentido liberal. Es por ello que nos interesa mostrar los argumentos que Hegel emplea para
criticar dicha forma de libertad, libertad que es más bien una forma del actuar arbitrario de la voluntad cuando aún no ha
llegado a ser una voluntad racional.

Hegel comentaba anteriormente que aquella voluntad que decide es una voluntad finita. Tal voluntad finita es su
aspecto formal, puesto que se encuentra por encima del contenido, que es: 1) el sistema de los instintos; y 2) su satisfacción.
En este momento la voluntad es: 1) formalidad infinita (por la reflexión); y 2) contenido que sería la contingencia propia
de la multiplicidad de opciones entre las que tiene que decidir; aunque la voluntad formal del arbitrio sigue considerando
que la relación con lo externo es algo sin nexo con su interioridad. Por ello, hay una separación tajante entre sujeto y objeto,
tal y como Hegel ha objetado antes al entendimiento. De este modo, para el yo reflexivo el contenido es algo posible que
puede ser o no suyo, “mientras que el yo, por su parte, es la posibilidad [Möglichkeit] de determinarse por uno u otro de
estos contenidos, es decir, de elegir, entre estas determinaciones que […] son para él exteriores” (Hegel 1999a [1821], 94).

Además, la contingencia es lo propio del arbitrio, puesto que coloca cualquier contenido como determinación y a la
voluntad como lo indeterminado. Es así que el arbitrio no comprende todavía, a causa de su formalidad tendiente a separar
la relación, que hay una unidad de la voluntad que le permitiría ponerse como objeto y fin de sus propias determinaciones;
ello con el propósito de no caer en el límite de la voluntad de la reflexión en la que el arbitrio sale de sí (se enajena) y no
encuentra más que determinaciones finitas y contingentes, predominando, de esta manera, una forma de reflexión arbitraria.

Así también, la voluntad como arbitrio reduciría su libertad a un simple acto de elección, de elegir entre varias opciones. Y
aunque el momento de la elección es un momento fundamental de la voluntad, sucede que, de la universalidad propia de la
elección que efectúa la voluntad como arbitrio, resulta lo opuesto a una libertad efectiva: el yo es lo indeterminado y el
contenido de la elección es lo determinado. Siendo que lo propio de la elección sería que la voluntad se determinara. Estamos
ante lo opuesto a la voluntad que se autodetermina, que sería el arbitrio que es determinado desde fuera de sí. En el arbitrio
parecería que la voluntad hace lo que quiere, lo que ella misma decide, pero resulta que su querer y su decisión están
dominados y determinados por el contenido que se presenta como determinante en la elección, pues lo que a fin de cuentas
se está eligiendo es algo ya dado, y que proviene de afuera de la unidad de la voluntad. Se da entonces que la decisión como
acto de la voluntad lleva a una libertad aparente, puesto que la determinación externa del contenido prevalece sobre un yo
indeterminado, lo cual no hace más que contradecir el sentido de la libertad como autodeterminación. En consecuencia, hay
una contradicción producto de que:
1. Por un lado, está la determinación externa dada (el objeto contingente);
2. y por otro, está la voluntad formal que es incapaz de otorgarse sus propias determinaciones.

Esto explica el predominio de lo contingente como contenido que determina la elección del arbitrio. Hegel indica que “en
el arbitrio el contenido no está determinado por la naturaleza de mi voluntad, sino por la contingencia” (Hegel 1999a [1821],
95-96). Hegel, claramente, está señalando que la voluntad del arbitrio es dependiente del contenido que, en este caso, resulta
ser lo determinante.

Considerando lo anterior, formulamos la siguiente pregunta: ¿si el contenido me determina, puedo decir que soy libre?
Según Hegel, la respuesta tendría que ser negativa: “[…] si se persevera en afirmar que el contenido es dado, el hombre
resultará determinado por ello y en este aspecto no será ya libre” (Hegel 1999a [1821], 96). Por lo cual, la voluntad no es
libre al elegir un contenido que es determinado por la contingencia de algo ya dado. Una voluntad ante un contenido que la
determina no sería libre en el sentido de no ser autodeterminante. Tal sería la contradicción de una voluntad que se siente
libre porque cree que al elegir está haciendo lo que quiere y que, de ese modo, estaría ejerciendo su libertad. A la reflexión
del arbitrio le faltaría lo propio de una voluntad racional, pues el arbitrio ha mostrado que no sale de los márgenes
del entendimiento. Por ello, Hegel sostiene que “lo opuesto a la determinación –la decisión o abstracción– no es más que el
otro momento igualmente unilateral” (Hegel 1999a [1821], 68). Es decir, la voluntad, al colocarse en la decisión, permanece
en lo propio del entendimiento: la unilateralidad, en este caso, de la decisión que separa a la voluntad de sus contenidos que
son exteriores y contingentes; o sea, que la voluntad como arbitrio no es producto de una autodeterminación en la que exista
la unidad de la voluntad consigo misma, sino que prevalece el predominio de uno de los lados, que resulta ser el contenido
contingenteya dado que determina al arbitrio.

Mientras tanto, en el seno de la voluntad se lleva a cabo una dialéctica de los instintos, pues unos instintos exigen que se
sacrifiquen otros, en una lucha que se define desde la decisión contingente del arbitrio. Tal arbitrio acude al entendimiento
para calcular y elegir qué instinto es el que otorga la mayor satisfacción. Esta sería una pugna interna entre los instintos
como sistema de los instintos, lo cuales son el contenido de la voluntad. La voluntad va experimentando internamente el
desgaste de encontrarse ante una multiplicidad frente a la cual parecería no tener más que dos opciones:

1. Elegir uno de los instintos; y entonces limitarse a ese instinto e ir perdiendo su universalidad (abstracta), con lo cual se
agudizaría la contradicción del arbitrio al decidirse a favor de algo que resaltaría todavía más la carencia o falta de lo que
no se ha elegido, siguiendo así una espiral de determinaciones contingentes del contenido (sistema de los instintos) sobre la
voluntad;

2. Abstenerse de decidir entre los instintos y subordinarlos o suprimirlos; con lo cual el entendimiento resultaría una
negación de la decisión que se suponía era la característica propia del arbitrio como libertad. Sería como intentar regresar a
la pureza de la voluntad en su momento más abstracto, y en el que solamente existía la referencia de la voluntad a sí misma,
que sería intentar sostenerse en la universalidad abstracta carente de contenido.

Dado que hay un entrampamiento en el momento del dominio de las determinaciones del contenido sobre la voluntad
indefensa del arbitrio, por las limitaciones y carencias propias de la reflexión del entendimiento, no queda más que buscar
una salida a este problema a partir de la intervención de la razón para hacer ajustes en el sistema instintivo. Lo que
significaría sacudirse del arbitrio subjetivo que no da para más como forma de libertad de la voluntad. Hegel ahora habla de
“la exigencia de purificación de los instintos” (Hegel 1999a [1821], 98). Y para ello hay que recurrir a la razón para que
ordene el desorden provocado en la voluntad por la fragilidad del arbitrio. Es así que del sistema de los instintos como
contenido de la particularidad se pasa a un sistema racional de las determinaciones de la voluntad que opera a través
del concepto. Hegel señala:

El hombre común se cree libre cuando se le permite actuar arbitrariamente, pero en el arbitrio
radica precisamente su falta de libertad. Cuando quiero lo racional no actúo como individuo
particular, sino
según el concepto de lo ético [den Begriffen der Sittlichkeit] (Hegel 1999a [1821], 96).

Con lo anterior, Hegel ya está anunciando el papel del derecho y de las instituciones sociales, tanto de la sociedad civil
como del Estado, es decir, de la eticidad, para coordinar y ajustar las contradicciones propias del sistema natural de los
instintos, y de este modo reconducir los contenidos particulares de las voluntades por la mediación universal del concepto:
el concepto de la eticidad.

Hegel añade que la universalidad del pensamiento que se necesita para ajustar al sistema de los instintos es
la cultura como formación (Bildung) de los instintos (Hegel 1999a [1821], 99), es decir, la cultura como productora objetiva
de contenidos de la voluntad que va más allá de la unilateralidad de la reflexión finita y particular y de los instintos, como
contenido y forma de la voluntad7. Más bien, ahora la unidad de la voluntad tiene a la cultura como contenido, así como
sus objetos, sus expresiones y sus símbolos; además, la forma se encuentra en el tránsito de la particularidad del arbitrio
(entendimiento) a la universalidad de la razón (concepto).

Las críticas de Hegel a la voluntad reflexiva como arbitrio indicarían que tal forma de voluntad no es ni puede ser, por las
limitaciones ya expuestas, la que permita a la voluntad acceder a un grado sustancial de libertad. En todo caso, el siguiente
paso es el que permitiría que la voluntad gane sustancialidad y consiga su autodeterminación.

7. La voluntad libre racional: la autodeterminación

Hegel indica que hay un concepto de voluntad libre que permitiría la superación de la universalidad formal del arbitrio, tal
concepto sería una universalidad concreta que se determinaría como voluntad libre en sí y para sí, es decir, que se tiene a
sí misma como la forma que tiene su propio contenido de modo existente, además de que es el universal que se tiene como
objeto y fin. Esa es la forma de voluntad que es “verdadera idea” (Hegel 1999a [1821], 100). La voluntad como voluntad
universal se sabe dentro de una interacción espiritual, y que, además, ha superado los momentos de la inmediatez natural y
de la particularidad del arbitrio. Tal concepto de voluntad es universal concreto porque ha superado toda individualidad
particular y todo límite proveniente de la unilateralidad (del entendimiento) de no concebir la unidad del concepto. Dicha
universalidad es lo racional de la filosofía especulativa hegeliana. Es también voluntad racional que participa de la razón
práctica (praktischen Vernunft) que contiene la universalidad de la actividad del pensamiento. Tal voluntad participa del
pensamiento, que es, así mismo, actividad existente, y por lo cual se realizan pensamiento y ser como unidad de la voluntad
libre. Hegel explica el lado del pensamiento en la unidad de la voluntad a través de la autoconciencia (Selbstbewusstsein),
y para ello, Hegel considera el papel que juega la autoconciencia en la estructura racional de la voluntad del siguiente modo:

La autoconciencia que eleva y purifica su objeto, contenido y fin hasta esta universalidad, lo hace
como pensamiento que se impone en la voluntad. Éste es el punto en el que se ilumina que la
voluntad sólo es voluntad libre verdadera, en cuanto inteligencia pensante (Hegel 1999a [1821],
100).

Dado que la autoconciencia es la conciencia que sabe de sí misma o que es consciente respecto a su propio pensar y actuar,
es la vía para salir del pantano del entendimiento. La autoconciencia permite que la voluntad se tenga a sí misma como a su
propio objeto, en este caso, actividad de pensamiento sobre sí mismo, en cuanto sujeto pensante sobre su experiencia y
realidad, y de las determinaciones que produce y de las que se le presentan.

Para Hegel, las determinaciones centrales del pensamiento son la libertad y su forma de ser libre. También en ello va su
objeto, sus fines y su contenido como parte de la unidad universal de la voluntad libre (Hegel 1999a [1821], 99). He ahí el
principio de la determinación universal del pensar las instituciones como determinidades o productos de la voluntad libre,
en este caso en su momento como autoconciencia. Hegel agrega: “Esta autoconciencia que se capta como esencia por medio
del pensamiento y con ello se desprende de lo contingente y no verdadero, constituye el principio del derecho, de la
moralidad y de toda eticidad” (Hegel 1999a [1821], 100). Es por ello imprescindible el momento
del pensamiento como esencia que permite la unidad del ser y la existencia, y por el cual la autoconciencia se coloca como
soporte racional de la voluntad que proporciona el pensar que se reconoce en el concepto de la voluntad como libertad; el
cual también contendría el principio de las instituciones que han sido construidas por la misma actividad de la voluntad
libre, y que le permiten hacer efectiva su libertad 8.

La voluntad tiene dos lados, que son: el subjetivo y el objetivo. El primero es el lado de la autoconciencia. Éste se compone
de tres momentos:

i. La forma pura como unidad absoluta de la autoconciencia y que se refiere al momento en el que el yo es igual a yo;
iii. El momento de la particularidad que es propio del arbitrio y del contenido contingente;
iii. La forma unilateral, que es propio de la autoconciencia como pensamiento sobre algo pero que no se ha exteriorizado
como voluntad
que se objetiva.

Por su parte, el lado objetivo se divide en:


i. Voluntad objetiva simple, en tanto se tiene a sí misma como su determinación;
i.i. Voluntad objetiva sin la forma infinita de la autoconciencia;
i.ii. La objetividad como forma unilateral que se opone a la forma de la determinación subjetiva de la voluntad.

Para que la voluntad sea libre en sí y para sí es necesario que se dé la unidad de ambos lados de la voluntad. De otra manera,
la voluntad todavía se hallaría inmersa en los problemas y contradicciones de la libertad del entendimiento.

El siguiente momento es el la voluntad verdadera (wahrhafte Wille): “la voluntad verdadera consiste en que aquello que se
quiere, su contenido, sea idéntico a ella, es decir, que la libertad quiera la libertad” (Hegel 1999a [1821], 101). Ya está
presente el momento de la esencia del concepto de voluntad libre con la apertura del pensamiento de la voluntad que sabe
que tiene que lograr la identidad de la forma y el contenido de su libertad.

Ahora se requeriría dar el siguiente paso que consiste en que la voluntad se dé su existencia como infinitud libre. La infinitud
libre es aquella en la que la voluntad sabe que ella es su propio objeto y que ha dado el despliegue completo del salir y
retornar, pues el pensamiento le permite tomarse como objeto de sí misma; por lo que en este momento la voluntad es en sí
y para sí, puesto que: “[…] la existencia del concepto, su exterioridad objetual, es lo intrínseco mismo” (Hegel 1999a [1821],
101). La voluntad libre es ahora relación infinita y verdadera con ella misma, pues ya no depende –como en el caso del
arbitrio– de determinaciones externas, en el sentido de no lograr la unidad de forma y contenido. Logrando la unidad de
pensamiento y realidad efectiva es como la voluntad se objetiva, se exterioriza. La voluntad libre se autodetermina porque
es existencia que se opone a sí misma como concepto, lo cual quiere decir que la voluntad libre se otorga sus propias
determinaciones, que provienen de la relación consigo como unidad de su esencia (pensamiento) y su existencia (ser) como
concepto que se realiza. Por lo cual, “la voluntad existente en y por sí es verdaderamente infinita” (Hegel 1999a [1821],
101).

La última etapa de la estructura de la voluntad libre se corresponde con el momento de la determinación absoluta del espíritu
libre como voluntad libre que quiere ser libre. Es decir, es el momento en el que la voluntad tiene como determinación y
objeto a su propia libertad: volición y libertad son consustanciales. Esto significa que el momento de la determinación
absoluta del espíritu libre es el de la voluntad verdaderamente libre, la cual contiene una libertad sustancial (Pérez Cortés
2008), puesto que la voluntad libre es querencia, conciencia y realización de la libertad. Por último, la actividad de la
voluntad libre que supera la contradicción entre objetividad y subjetividad lleva al resultado de la unidad del concepto con
su Idea como totalidad espiritual existente, que conforma la libertad en sus dos lados: libertad subjetiva y libertad objetiva.

Conclusión

Después de la presentación anterior se pueden resumir varios aspectos: el concepto de la voluntad libre sería el principio y
acto volitivo del espíritu que realiza su libertad, y la estructura de la voluntad libre en Hegel explica el proceso completo
del espíritu objetivo desde la perspectiva de la libertad. Además, la voluntad no sería sólo particularidad, sino que también
es la unidad de la universalidad y de la particularidad del espíritu, entendido éste como la unidad de lo finito y lo infinito
como totalidad. Con ello se puede comprender que el mundo social no lo produce una particularidad aislada, ni tampoco
una universalidad abstracta, sino que es el conjunto de particulares el que forma la universalidad del espíritu y, al mismo
tiempo, la universalidad forma a la particularidad finita.

Por otra parte, la libertad aparente del arbitrio es una forma de libertad insuficiente de la voluntad, pues no logra concretar
plenamente ni su esfera privada más inmediata, ni su aspecto social y político. Es importante destacar que, cuando se dice
que el arbitrio contiene una libertad aparente, no se está afirmando que no sea existente; por el contrario, nada más real que
los efectos que produce la libertad del arbitrio, pues el arbitrio es rigurosamente actividad de la voluntad. Es decir, la
voluntad es el agente directo que está inmerso en el proceso que induce y produce dicha forma de libertad. Y cuando
señalamos que el arbitrio es insuficiente, es porque la libertad del arbitrio sería una libertad de la alienación, es decir, de la
determinación de la voluntad por parte del objeto externo, lo cual es un momento por el que pasa la voluntad, aunque le
falta el momento del retorno o de la unidad, en el que la voluntad sepa que todo deslumbramiento por el objeto es también
obra suya; además de que tal acto de enajenación implica también su posterior recuperación entendida como
autodeterminación.

Así también, la estructura del concepto de la voluntad libre muestra la cara verdadera y necesaria de la libertad subjetiva: la
realización efectiva y concreta de la libertad sólo se produce en un mundo social institucionalizado y normado racionalmente
(eticidad), puesto que, tanto el lado formal de la voluntad, como su contenido, serían todos ellos actividad del espíritu, en
este caso, del espíritu objetivo, el cual también sería parte de la filosofía hegeliana del espíritu en sentido práctico.

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1 El “espíritu objetivo” ya no es sólo la pura actividad de la conciencia, como sucedía en el “espíritu subjetivo”, sino que
ahora implica la construcción de la objetividad del mundo en el que habita. Tal construcción de la objetividad es producida
por la actividad de la voluntad que efectúa su libertad en el acto mismo de ser voluntad. Las determinaciones que va
produciendo tal construcción del espíritu objetivo son plasmadas en obras humanas concretas que quedan constatadas
históricamente, como serían el derecho, la economía, la moral, el Estado. Todas y cada una de las instituciones humanas
serían en sí mismas determinidades espirituales de la voluntad.

2 A. Peperzak señala que “la filosofía de Hegel del espíritu subjetivo es la subdivisión de la filosofía temática que hoy
llamaríamos “antropología filosófica”. La tercera parte de esta disciplina, la “psicología”, discute la más alta, la posibilidad
específicamente espiritual, del ser humano” (Peperzak 1989, 97-98). La división completa del “espíritu subjetivo” sería: i)
Antropología; ii) Fenomenología; y iii) Psicología.

3 Acerca del espíritu y lo natural, Valls comenta lo siguiente: “lo denominado por Hegel espíritu es, desde luego, lo humano
contrapuesto a lo natural, pero de ninguna manera lo humano meramente natural” (Valls 1989, 67).

4 R. Pippin indica que “una actualización o devenir efectivo de la libertad de la voluntad se realiza dentro del sistema del
derecho. Esta es una libertad concreta y real efectiva” (Pippin 1997, 33).

5 Michael Quante menciona dos rasgos fundamentales de la voluntad natural: 1) el hecho de ponerse fines (en sentido
teleológico) que superan la mera causalidad y que le proporcionan la determinación de ir más allá de su condición natural,
dando paso a momentos de mayor complejidad conceptual en los que la voluntad se propone y realiza fines, y en los que,
además, muestra un comportamiento que ya no responde sólo al momento natural; 2) la forma de la voluntad natural en la
que el concepto especulativo se presenta como el recorrido completo de la estructura de la voluntad libre que no se queda
inmersa en lo natural, sino que, a la vez, lo contiene y lo sobrepasa (Quante 2008, 423).

6 Will Dudley (Dudley 2002) caracteriza a esta forma de libertad con la expresión coloquial “free as a bird”, la cual asocia
con la libertad propia del liberalismo. Dudley considera que esta es una expresión muy propia del Zeitgeist actual, ya que
muestra cómo la conciencia ordinaria cree que el arbitrio es la forma más acabada de la libertad. El recurso del ave no deja
de evocar a la naturaleza como si ésta otorgara la libertad. Por su parte, Klaus Vieweg señala que: “Se cree que la libertad
es precisamente eso, de que uno puede hacer lo que quiera. “I’m free to do what I want” escuchamos cantar a Mick Jagger,
el líder de los Rolling Stones. Para Hegel hay en esto una falta total de formación del pensamiento, un entendimiento
superficial que hoy en día goza de una popularidad insospechada” (Vieweg 2009, 28).

7 Alan Patten insiste en el papel fundamental de la ‘culturización’ o ‘formación’ [Bildung], puesto que “[…] las capacidades,
fines, y actitudes del sujeto no son una
propiedad natural de todo ser humano adulto, sino que son adquiridos solamente como resultado de un proceso de
socialización y educación” (Patten 2002, 102).

8 Pippin señala que “una voluntad libre sólo puede serlo como actualmente libre si es co-participante de unas instituciones
éticas específicas” (Pippin 1997, 33).

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Bibliografía
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Pérez Cortés, Sergio. 2007. “Hegel: su concepto de libertad”. En Filosofía política: sus clásicos y sus problemas actuales,
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Peperzak, Adriaan. 1982. “Zur Hegelschen Ethik”. En Hegels Philosophie des Rechts: Die Theorie der Rechtsformen und
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Peperzak, Adriaan. 1989. “Los fundamentos de la ética según Hegel”. En Estudios sobre la Filosofía del Derecho de
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Pippin, Robert. 1997. “Hegel, Freedom, The Will. The Philosophy of Right (§§ 1-33)”. En Grundlinien der Philosophie des
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Quante, Michael. 2008. “G.W.F. Hegel: la autonomía personal y la estructura de la voluntad”. En Filosofía de la acción,
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Quelquejeu, Bernard. 1972. La volonté dans la philosophie de Hegel. París: Editions du Seuil.

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Vieweg, Klaus. 2009. La idea de libertad. Contribuciones a la filosofía práctica de Hegel. México: UAM-I/CEF Porfirio
Miranda.

La manifestación de voluntad es la exteriorización o reconocimiento de un hecho


con la finalidad de dar a conocer hacia los demás lo que se desea con un determinado
acto por lo que la manifestación de voluntad consuma un acto.jurídico.
Existen diversas teorías de de derecho que explican la manifestación de la voluntad
entre ellas tenemos:

La teoría de la voluntad: esta teoría nos dice que la voluntad es lo único valido,
debido a que es lo que desea la persona.´
La teoría de la declaración: menciona que lo declarado en un documento basta por
si sola para la creación, interpretación y efectos de un acto jurídico concreto ya que se
sustenta en el principio de la buena fe y por lo tanto lo que se encuentra declarado es
exactamente lo deseado por la persona.

Las formas en que la manifestación de voluntad es exteriorizada o expuesta para


efectos legales son: expresa y tácita. La manifestación expresa abarca el uso del
medio escrito u oral o a través de signos inequívocos, gestos indicativos, lenguaje que
expresen su entendimiento de forma directa.
Derecho, Moralidad Y Eticidad
Hasta este momento la libertad es una determinación interna del espíritu; para que
alcance su objeto, será necesario que la realidad se convierta en un mundo
determinado por ella. Esta especie de trasmutación del mundo por el espíritu origina
las instituciones jurídicas (el derecho), morales y políticas, cuya totalidad constituye
el espíritu objetivo. En su base reposa la libertad como atributo de la voluntad. Esta
es necesariamente libre, la libertad es un modo particular del pensamiento, a saber,
el pensamiento traducido en realidad practica. A través de la voluntad cada quien
determina sus actos, según las exigencias de la razón.

La esfera del derecho comprende todos aquellos atributos que permiten extender
hacia fuera la voluntad de la persona, poniéndola en conciliación con os otros. El
derecho no es entendido sólo como derecho jurídico, sino que se extiende a todos
los atributos o delimitaciones objetivos de la voluntad. El derecho proporciona la
base para la vida en común da las personas. Vida en común que no es un
sobreañadido a la persona sino su naturaleza misma. En este sentido el derecho de
propiedad, el derecho contractual, el derecho penal, no poseen otro sentido que
facilitarla.

La moralidad es el reino de lo subjetivo en lo práctico y dice relación a la totalidad


de factores que permitan considerar como personal (moral) un acto de la voluntad,
con independencia de los factores objetivos (la intención, el imperativo la
conciencia). Surge de la determinación de la voluntad de manera interna. Es el
dominio del deber por el deber al estilo de la reflexión moral en Kant, con la
diferencia de que en Hegel este nivel debe ser superado, y por ello la moralidad
abstracta del individuo que busca realizarse en vano, debe pasar a la esfera de la
universalidad concreta (eticidad), formada por la familia, la sociedad civil y el Estado.

VOLUNTAD: Es una actividad de la mente humana y se entiende como la capacidad de


determinarse. De conseguir parar o sosegar nuestros impulsos y deseos para mediarlos
por la prudencia y cotejarlos con la realidad. No es fácil ver a un sujeto desnudo por las
céntricas calles de Madrid. La gente se asustaría, lo rechazarían y hasta avisarían a la
policía. De ahí que la voluntad sea algo tan importante en el comportamiento individual y
colectivo.
Este acto del «querer» fue definido por Aristóteles directamente desde la ética como el
acto voluntario, o la virtud con la voluntad. Este paso fue determinando para no vincularse
al intelectualismo moral que su maestro, Platón, puso en boca de Sócrates. Sin embargo,
el concepto ya se percibía como un acto de libertad humana. No será hasta Agustín de
Hipona y la escolástica que planteará cuestiones más vinculadas con la moral y la
teología. El libre albedrío es aquel acto en el que se da la voluntad humana donde el
apetito, el deseo y todas aquellas actuaciones pecaminosas puedan ser detenidas por
medio de esta férrea voluntad conectada con una fe implacable. Así la voluntad no solo
será una acción de entendimiento y raciocinio, también será una acto de compromiso
moral y religioso.
Spinoza volverá a dotarle su significado con el entendimiento. Así, un acto volitivo son
formas de personas y no tanto de nociones de libertad o voluntad libre. Kant, por otro lado
dotará a la voluntad de una acepción que tendrá que ver con la ética del deber. De ese
modo, una «voluntad buena», será aquella que actúe sólo por deber, dirigida por
el imperativo categórico.

A uno de los problemas que nos enfrentamos desde la segunda mitad del s. XX es esta
dualidad entre cuerpo y alma, entre razón y emoción que también contagia a la voluntad.
Si tenemos el prejuicio de la “máquina” como cuerpo, entenderemos como Spinoza o Kant
que el cuerpo pretende y quiere unas cosas, cuando debe ser el acto volitivo y racional
quien debe sosegarlo y actuar correctamente.
Pero, ¿no será que cuerpo y mente, voluntad y deseo son cosas que pertenecen al mismo
rango de acción? De ser así, deberíamos empezar a plantear a la voluntad como una
parte más de esta compleja mezcla entre lo que soy yo y lo que quiero ser, entre lo que
desearía ser, lo que puedo ser y lo que realmente llegaré a ser.
Filosofía del Derecho en Hegel
La última gran obra publicada por Hegel fue la Filosofía del Derecho (1821), aunque algunas
notas de sus conferencias y clases, junto con apuntes de sus alumnos, fueron publicados
también después de su muerte.
Foto: terencerenaud.com

La Gaceta Jurídica / Salvador Krsnaly Romero


00:00 / 31 de mayo de 2013

No cabe duda, que Hegel es una de las figuras más emblemáticas y de consulta obligada en el
desarrollo de los sistemas idealistas postkantianos; su genialidad lo llevó a desenvolver todos los
campos manifiestos del pensar, las artes, la religión, la historia, la lógica, la política y, muy
particularmente, el Derecho.

Indagó en estas áreas y con profunda agudeza supo proporcionar el momento real del máximo
desarrollo de la filosofía europea del siglo xix. Se dice, y muy acertadamente, que es Hegel el
último y máximo intento de la filosofía occidental por construir un sistema autosuficiente, que
tomó como característica esencial el desarrollo de un método dialéctico que propone estudiar la
realidad en su despliegue dialéctico. Este despliegue parte del remanente del espíritu hasta su
estado absoluto.

La última gran obra publicada por Hegel fue la Filosofía del Derecho (1821), aunque algunas
notas de sus conferencias y clases, junto con apuntes de sus alumnos, fueron publicados también
después de su muerte.

El término dialéctica es utilizado por Hegel para comprender y expresar la situación real del
mundo, en la Dialéctica de Hegel queda patente una voluntad de actuación sobre una realidad
escindida, contradictoria y alienada que lucha por superar esta situación.

Introducción a la Filosofía del Derecho de Hegel

El esbozo de una teoría del Derecho más ampliada y depurada es hecha con el objetivo de dejar
claras las bases del Derecho como ciencia y lleva implícita también la investigación y desarrollo
completo de esta ciencia. Pero, al hacerlo, no pretende de ninguna manera dejar creada una
estructura teórica que a manera fidedigna reproduzca la verdad, pues la filosofía es según Hegel
una construcción efímera como la tela de Penélope que cada día era comenzada de nuevo.
La tarea del escritor y, más importante, del filósofo es descubrir la verdad, decir esta verdad y
difundirla, con argumentos exactos (nótese el surgimiento del ideal griego del sabio, como amigo
del saber, amante de la sabiduría), y es ante todo al filósofo al que corresponde esta asignación.

En materia de Derecho, Hegel afirma que éste junto con la ética y el Estado profesan una verdad
de antaño, reconocidas en el anterior desarrollo de las leyes, la moral pública y los sistemas
religiosos, desde aquí, el Derecho y las leyes, se encaminaron al progreso que han alcanzado.

Pero también, Hegel reconoce y “concibe” como contrario a la libertad del individuo el hecho de
atenerse y dejarse persuadir a lo públicamente aceptado y las leyes creadas para la regulación de
cada individuo del Estado, este último pues no debe ser al final la determinación última y
apodíctica del modo de actuar de los individuos.

Reconoce que el hombre busca y crea en el pensamiento su libertad y el fundamento de la ética.

Sin embargo, esta libertad que el hombre posee y le determina a actuar cae en un contenido sin
razón, si únicamente posee valor efectivo para el pensamiento. El hombre es libre sólo en la
medida que discrepe de lo que es reconocido y aceptado por voto universal y sepa crearse una
realidad singular que le autodetermine a dirigirse.

Esta idea de la libertad constituye un papel fundamental en el desarrollo del derecho individual
y el hombre, como sustancia ética de la sociedad civil, sólo desarrolla todo su devenir en base a
la libertad.

Libertad no es un concepto límite en Hegel, sino es la misma autoconciencia que se determina a


obrar y moldear el contenido de su voluntad.

El mundo ético (el estado, la razón), como resultado del elemento de la autoconciencia, no goza
de la fortuna de tener a su base la razón que le afiance como fuerza y potencia. El universo
espiritual corresponde al mundo del acaso y del capricho de la voluntad divina, abandonado por
Dios.

Bases establecidas

Hegel considera al Estado como la rica estructura de lo ético, la arquitectura de su racionalidad


que con la determinada distinción de las esferas de la vida pública y de sus derechos le construye
bases solidas que son, a la vez, las bases verdaderas de todo Estado, con bases armónicas y
establecidas según un criterio de verdad.

Y cuando toda esta estructura es de buena ley, parte de lo íntimo hacia la revelada luz del
desenvolvimiento de la idea, llevando consigo su interna necesidad de la veneración, de la verdad
y una ley que es elevada por sí y en sí, por encima de toda forma subjetiva de sentimiento. La ley
no puede estar consentida por el sentimiento, puesto que es en sí o debería ser en sí, una forma
universal del desarrollo de los individuos.

El Derecho, la ética, el mundo real del Derecho, son formas que se aprehenden con el pensar; los
conceptos determinan la forma de la racionalidad (es decir la ley). La ley es en cierta medida el
Scibboleth (signo de reconocimiento entre los hebreos) en el cual se identifican las habitantes de
la nación y los amigos de esta.

Hegel también toma la idea determinante, de que la filosofía debería ser como el principio motor
de la aplicación del derecho y las leyes, pues la falta de este principio, conduciría a los estados a
una superficialidad respecto a lo ético, al Derecho, y sobre todo al deber. Esto es la fatuidad. El
Estado caería por esto como en un estado de disolución de toda ética interior, de la conciencia
justa, del amor y del Derecho entre los particulares, así como la destrucción del orden público y
las leyes del estado (pues estas últimas estarían basadas en propósitos y opiniones subjetivas, en
el sentimiento subjetivo y en una convicción individual).

El contenido de la filosofía, el saber conceptual de Dios y de la naturaleza física y espiritual se


verían seriamente afectados.

La primera fase del espíritu objetivo es la esfera del Derecho (das recha) de la persona, el sujeto
individual consciente de su libertad ha de dar expresión exterior de su naturaleza como espíritu
libre. Ha de darse a sí mismo una esfera externa de la libertad. Así pues, la libertad es el principio
primero y unitario de cada individuo como parte del Estado y la ciencia del Derecho parte de la
libertad en su despliegue dialéctico.

Hegel introduce también el concepto de propiedad, vinculado directamente con un acto de la


voluntad, por naturaleza una persona se convierte en el dueño de una cosa, no por un mero acto
interno de la voluntad, sino por la apropiación efectiva que el sujeto hace sobre ella, ejerce
naturalmente toda su voluntad en esta cosa.

La idea del Derecho

La ciencia filosófica del Derecho tiene por objeto la idea del Derecho, o sea, el concepto del
Derecho y su realización. La realización, es la configuración que toma el concepto para sí en un
hecho efectuado, constituye el momento esencial del, y pasa, de mera constitución teorética a la
realización por la cual se concibe.

La ciencia del Derecho es parte de la filosofía, se concibe como una ciencia y tiene el punto de
partida, que es el resultado y la verdad de lo que antecede y lo que constituye la llamada
demostración. Es, por lo tanto, una ciencia teorética, que necesita ser demostrada en la práctica.
Pero Hegel diferencia entre concepto de Derecho y ciencia del Derecho, este último es la
constitución teórica del primero y, conforme a su devenir, cae fuera de ella, puesto que debe ser
admitido como dado.

Sin embargo, a la ciencia positiva del Derecho no le importaría esto, puesto que ella
principalmente tiende a señalar lo que es jurídico, es decir, son las particulares prescripciones
legales; pues la ciencia del Derecho, constituye esencialmente la zona de las cosas legales y
jurídicas en sí, bajo la universalidad y en razón del estado particular. Estas prescripciones
jurídicas, que corresponden a la ciencia del Derecho, resultan evidentes y son determinaciones
universales, es decir, la contraparte de lo que es prescrito por ella como no jurídico. De esta
manera se discierne lo que científicamente es esencial.
En cuanto al contenido de la prescripción jurídica, la necesidad de la cosa, pero en sí y por sí
misma, es decir el Derecho como tal y en la naturaleza del concepto. Hegel es claro, no puede
haber correcta aplicación del Derecho, si no existe un principio de razón suficiente (dictado por
la filosofía, claro) que determine las acciones de los individuos de un Estado y determine a obrar
a los que elaboran y aplican las leyes.

Los conceptos acerca de lo verdadero y las leyes de lo ético no son más que opiniones y
convicciones subjetivas, y éstas son puestas al lado de aquellas que constituyen la universalidad
y el interés de todos los hombres y todos los vínculos del mundo ético. Como la filosofía es el
sondeo de lo racional, justamente es la aprehensión de lo presente y de lo real (lo que es racional
es real; y lo que es real es racional) ahora bien, el Derecho es real, por lo tanto, es algo racional
que se constituye como una parte de la filosofía.

El objetivo de Hegel, en su Tratado sobre Filosofía del Derecho, es presentar una auténtica
ciencia del Estado y presentar a éste como algo racional en sí, sin embargo, no es un modelo o
forma “de gobierno ideal” la que pretende dejar explicada, sino más bien de qué manera debe
concebirse el Estado como el universo ético, concebirse a cada individuo como hijo de su tiempo,
y la filosofía y la filosofía en su transparencia quedaría también como el propio tiempo
aprehendido con el pensamiento.

La forma en su más concreta significación es la razón como conocimiento que concibe y el


contenido es la razón como esencia sustancial de la realidad ética y también de la natural y la
identidad consiente de forma y contenido constituye la idea filosófica. Así como una verdadera
filosofía conduce a Dios, también un verdadero Estado lo hace.

Al hablar aun de la teoría de cómo debe ser el mundo, la filosofía, por lo demás, llega siempre
demasiado tarde. Pues cuando ella surge, el mundo ya fue concebido y realizado. A continuación,
Hegel pasará a desarrollar su teoría del Derecho, en la cual el individuo es el centro y el centro
de la realización moral sólo se da en el plano de la libertad, hasta llegar, al plano de la voluntad,
en el que la conciencia, alcanza una verdadera autoconciencia.

Positividad en general

La medida, sin embargo y criterio del concepto necesario, no es la representación sino que, más
bien, le sirve de autorregulación al concepto necesario. Éste debe tomar su verdad de esta
representación y reconocerse así. El derecho es positivo en general; y Hegel lo explica así:

a. Es positivo, primero, por la forma de tener vigencia en un Estado; ésta es como una autoridad
legal que es el comienzo para el conocimiento del Derecho, que es la ciencia positiva del Derecho.
Este Derecho positivo, en cuanto a su contenido, recibe este elemento positivo de dos fuentes
primarias, a saber: a) del particular carácter nacional de un pueblo, del grado de su desarrollo
histórico y de la conexión de todas las relaciones que pertenecen a la necesidad natural de este
pueblo como nación.

b. Por la necesidad con que un sistema de Derecho legal debe encerrar la aplicación del concepto
universal a la naturaleza particular de los objetos y de los casos que la realidad exterior muestra.
Es decir, en Hegel, el Derecho tiene fuentes originarias endógenas y exógenas; la primera porque
el Derecho parte de una necesidad interior de cada uno de los habitantes que componen el Estado
civil; y la segunda por el hecho de que las necesidades de la nación son demostradas en la vida
practica.

Cuando el derecho positivo y las leyes, se ven contrariados por el sentimiento del corazón, el
impulso y lo arbitrario, no es la filosofía la que reconoce su autoridad.

La opresión y la tiranía pueden ser elementos del Derecho positivo contingente a él y no afecta a
su naturaleza esencial. Una prescripción jurídica puede manifestarse por las circunstancias y
desde las instituciones motoras de la parte jurídica, como plenamente fundada y consecuente, y,
no obstante, ser en sí y para sí, injusta e irracional. Las leyes (aclara Hegel) son sólo positivas, en
cuanto que tienen, en general, su significación y oportunidad en circunstancias dadas y
definidas; por lo tanto, sólo poseen un valor histórico, por lo cual son de naturaleza transitoria.
Hegel alude mucho al Derecho romano y ratifica particularmente la importancia que éste tuvo
en el desarrollo de los sistemas jurídicos posteriores.

A cada momento histórico corresponde necesariamente una serie de leyes necesarias para ese
momento y delimitadas por las circunstancias del Estado. La sabiduría de los legisladores y de
los gobiernos, en cuanto que han hecho para las condiciones dadas y establecido acerca de la
situación temporal, constituye algo en sí y pertenece a la valoración de la historia, pero esta
legislación tendrá mucho más valor y gozará de profundidad mayor cuanto que fue asistida por
un punto de vista filosófico.

El campo del Derecho es, en general, el campo de la espiritualidad y su próximo lugar y punto de
partida es la voluntad, que es libre. Puesto que, para Hegel, el sistema del Derecho es el reino de
la libertad realizada en el mundo del espíritu, voluntad y libertad, serán los dos conceptos
fundamentales del desarrollo de la ciencia del Derecho, como ciencia del desarrollo de los ideales
del Estado y de cada uno de sus habitantes en particular.

En el mundo del espíritu, uno se auto dirige a actuar, como por una manifestación de libertad
absoluta. La libertad, reconoce Hegel, es como un hecho de la conciencia y se debe creer en ella
y esta deducción de que la voluntad es libre sólo puede tener lugar en la conexión con el todo.

Por eso Hegel empleará claramente un concepto de voluntad, como concepto universal. Cada
uno posee la capacidad de abstraer todo lo que es y, por lo tanto, determinar el contenido de su
voluntad y tener en la propia conciencia de sí mismo un ejemplo para todas las determinaciones.

Voluntad y libertad

La voluntad encierra el elemento de la pura indeterminación o de la pura reflexión del yo sobre


sí; posee y contiene la ilimitada infinitud de la absoluta abstracción o universalidad, el puro
pensamiento de sí mismo.

La voluntad se determina a sí misma y, cuando reflexiona su contenido, reflexiona sobre sí


misma. La libertad negativa es, en cierto sentido, parecida a la ilusión trascendental de Kant, en
la que la razón busca respuestas sobre lo incondicionado, topa y se limita cuando se da cuenta
que es imposible, la libertad no tiene límites en Hegel, o pretende no tenerlos.
En el espíritu, tal como éste es en sí y por sí, en el que la determinación es simplemente la suya
y verdadera la relación de la conciencia constituye sólo el lado fenoménico de la voluntad, la cual
aquí no es ya una cosa por sí. Las determinaciones volitivas (querer, desear, amar) son propias
de la voluntad reflejada su individuación y son contenidos que se determinan por la conciencia.

La voluntad libre sólo en sí es la voluntad inmediata o natural, las determinaciones son los
contenidos de la voluntad que aparece en la voluntad, como existentes son los estímulos, los
deseos, las inclinaciones con las que la voluntad se determina por la naturaleza. Este contenido
es para mí y me pertenece en lo absoluto. Con la decisión, la voluntad se pone como voluntad de
un individuo determinado distinto frente a otro.

La voluntad es por esto individualmente volitiva, está en pertenencia con el yo personal de cada
uno. Es el pensamiento una actividad universal y en él, el objeto y el contenido, permanecen
como algo universal. Como ya se dijo, la libertad de la voluntad, según la determinación de
infinitud, es arbitrio en el cual están contenidas la reflexión, que es toda libertad que abstrae de
todo, y la dependencia del contenido y de la materia, considerados interna o externamente.

Luego, Hegel promulga la determinación de la voluntad, como una cosa-en-sí, pues es en sí y por
sí, y verdaderamente infinita, porque es ella misma su objeto que autodetermina. El objeto no es
para ella, otra cosa, ni un límite, sino que es la voluntad vuelta a sí.

El derecho es algo sagrado, es la existencia del concepto absoluto, el área de la libertad


incondicional, el área de la libertad autoconsiente. Existe también una esfera del derecho más
formal (en su sentido abstracto “pediculosis arbitrios”) en la cual éste ha llevado en sí a
determinación y realidad a los otros momentos contenidos en su idea, tiene por ello la
determinación de un derecho más elevado.

La sustancia ética, teoría del Estado

Hegel, insiste en el concepto de individualidad de la voluntad y como instrumento social posee


los siguientes aspectos:

-La voluntad es inmediata, su concepto es abstracto (la personalidad) y su existencia es una cosa
inmediata y externa; la esfera del derecho abstracto o formal.

-La voluntad es capaz de reflejar en sí, desde la existencia exterior o interior, el mundo existente;
el Derecho de la voluntad subjetiva en relación con el Derecho del mundo y el Derecho de la idea,
que es la esfera de la moralidad. Para Hegel, la voluntad introduce en su esencia todos los
aspectos de la realidad y es autoconsciente; la idea pensada del bien se realiza en la voluntad y
se refleja también en ella. La idea en su existencia universal en sí y para sí, constituye la ética.

Para Hegel, la sustancia ética es: a) espíritu natural, la familia; b) en su desunión y apariencia, la
sociedad civil; c) el Estado, precisamente, en cuanto libertad universal y objetiva, en la libre
autonomía de la voluntad individual.

El Estado como espíritu real y orgánico de un pueblo, a través de las relaciones de los específicos
espíritus racionales, se realiza y manifiesta en la historia universal como espíritu universal del
mundo. El Derecho que corresponde al Estado es el ser supremo. Y este ser supremo sólo es
realizable en la libertad individual.

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