Estética
Platón: Fedro.
La manía poiética.1
245a El tercer grado de locura y de posesión viene de las Musas, cuando
se hacen con un alma tierna e impecable, despertándola y
alentándola hacia cantos y toda clase de poesía, que al ensalzar mil
hechos de los antiguos, educa a los que han de venir. Aquel, pues,
que sin la locura de las musas acude a las puertas de la poesía,
persuadido de que, como por arte (tšcnh), va a hacerse un verdadero
poeta, lo será imperfecto, y la obra que sea capaz de crear, estando
en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los inspirados y
b posesos. Todas estas cosas y muchas más te puedo contar sobre las
bellas obras de los que se han hecho «maniáticos» en manos de los
dioses. Así pues, no tenemos por qué asustarnos, ni dejarnos
conturbar por palabras que nos angustien al afirmar que hay que
preferir al amigo sensato y no al insensato. Pero, además, que se alce
con la victoria, si prueba, encima, eso de que el amor no ha sido
enviado por los dioses para traer beneficios al amante o al amado.
Sin embargo, lo que nosotros, por nuestra parte, tenemos que probar
c es lo contrario, o sea que tal «manía» nos es dada por los dioses para
nuestra mayor fortuna.
“Mientras no se conozca la verdad sobre cada una de las cosas acerca
de las cuales se habla o escribe, mientras no se sea capaz de definir cada cosa
por sí misma, y una vez definida se sepa dividirla de nuevo por especies hasta
lo indivisible, y se pueda discernir de este modo la naturaleza del alma, y
descubrir la especie de discurso que se adapta a cada una para establecer y
ordenar así el discurso (...) no será posible manejar con arte, en la medida en
que su naturaleza lo permite, el arte oratoria, ni para enseñar, ni para persuadir
(...)”.2
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PLATÓN, Fedro, 245a-c, trad. de C. García Gual, M. Martínez
Hernández y E. Lledó Íñigo, Gredos, Madrid, 2000.
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PLATÓN, Fedro, 277 b-c.
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Estética
Platón: Fedro.
La manía poiética.3
245a El tercer grado de locura y de posesión viene de las Musas, cuando
se hacen con un alma tierna e impecable, despertándola y
alentándola hacia cantos y toda clase de poesía, que al ensalzar mil
hechos de los antiguos, educa a los que han de venir. Aquel, pues,
que sin la locura de las musas acude a las puertas de la poesía,
persuadido de que, como por arte (tšcnh), va a hacerse un verdadero
poeta, lo será imperfecto, y la obra que sea capaz de crear, estando
en su sano juicio, quedará eclipsada por la de los inspirados y
b posesos. Todas estas cosas y muchas más te puedo contar sobre las
bellas obras de los que se han hecho «maniáticos» en manos de los
dioses. Así pues, no tenemos por qué asustarnos, ni dejarnos
conturbar por palabras que nos angustien al afirmar que hay que
preferir al amigo sensato y no al insensato. Pero, además, que se alce
con la victoria, si prueba, encima, eso de que el amor no ha sido
enviado por los dioses para traer beneficios al amante o al amado.
Sin embargo, lo que nosotros, por nuestra parte, tenemos que probar
c es lo contrario, o sea que tal «manía» nos es dada por los dioses para
nuestra mayor fortuna.
“Mientras no se conozca la verdad sobre cada una de las cosas acerca
de las cuales se habla o escribe, mientras no se sea capaz de definir cada cosa
por sí misma, y una vez definida se sepa dividirla de nuevo por especies hasta
lo indivisible, y se pueda discernir de este modo la naturaleza del alma, y
descubrir la especie de discurso que se adapta a cada una para establecer y
ordenar así el discurso (...) no será posible manejar con arte, en la medida en
que su naturaleza lo permite, el arte oratoria, ni para enseñar, ni para persuadir
(...)”.4
PLATÓN, Fedro, 245a-c, trad. de C. García Gual, M. Martínez
Hernández y E. Lledó Íñigo, Gredos, Madrid, 2000.
PLATÓN, Fedro, 277 b-c.