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30 abril
Cada cinco minutos, una operadora del servicio de emergencias 911 recibe una llamada
de una mujer agredida. En promedio, son 228 casos al día. En días feriados y fines de
semana, la cifra puede llegar a duplicarse. Los partidos de fútbol, en especial los
decisivos, ponen a las autoridades en alerta. Son detonantes de la violencia doméstica.
Los números son asombrosos y ponen a prueba los medios dedicados a atender
denuncias. La disponibilidad de recursos humanos y materiales determina la rapidez de
respuesta y esa puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. La atención de un caso
puede exigir la intervención de una decena de instituciones, la mitad de ellas en los
primeros instantes.
El año pasado, 51.404 mujeres pidieron a los tribunales medidas de protección, según el
Observatorio de Género del Poder Judicial. Los recursos nunca serán suficientes a falta
de los profundos cambios culturales necesarios para redefinir las relaciones familiares y
las dinámicas de dominación entre hombre y mujer.
Hay, desde luego, factores puntuales, como el consumo de alcohol y drogas, pero la
explicación de la epidemia de agresiones es más profunda. La respuesta inmediata es
indispensable. Debemos aumentar constantemente las capacidades de intervención. La
oleada de feminicidios en los primeros meses de este año no deja lugar a dudas.
Iniciativas como los comités locales de atención y seguimiento, integrados por jueces,
fiscales, policías, sicólogos y trabajadores sociales merecen la mayor atención.