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DE DOCTA IGNORANTIA
Capítulo 1. De qué modo saber es ignorar.
Nicolás ya no se pregunta por Dios, ni por el mundo, sino por el conocimiento.
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Existe un apetito natural: el hecho de dirigirse a un fin que les es propio y es su propia perfección. En el caso del
Intelecto, su fin es la verdad.
Definición de conocimiento: “toda investigación consiste en la proporción comparativa, sea esta fácil o
difícil; por ello lo infinito, en cuanto infinito, es desconocido.”, 3.
“el número incluye todas las cosas susceptibles de ser proporcionadas. Por consiguiente, número no es el que
realiza la proporción únicamente en la cantidad, sino en todas las cosas que, de algún modo, puedan convenir
y diferir substancial y accidentalmente.”, 3.
“la precisión de la combinación en las cosas corporales y la adaptación congruente de lo conocido a lo
desconocido supera a la razón humana, hasta el punto de que a Sócrates le parecía que no sabía nada, a no
ser que ignoraba.”, 4.
“para que el apetito en nosotros no sea en vano, deseamos saber que ignoramos. Si pudiéramos acceder a esto
plenamente, accederíamos a la docta ignorancia.”, 4.
Capítulo 2. Declaración preliminar de lo que sigue.
Lo máximo no es la cumbre de una serie, sino que es la totalidad. No tiene un sentido cuantitativo. Los opuestos en lo
absoluto se piensan en coincidencia [lo máximo y lo minimo]. Lo absoluto [o desvinculado] no tiene oposición.
A diferencia de Aristoteles, quien entendía que el acto perfeccionaba a la potencia, para Nicolás, la prioridad
ontológica se halla en la absoluta posibilidad de ser, del cual procede el acto. En Dios, lo único que está actualizado es
la posibilidad de ser.
La unidad de Dios es coincidencia de opuestos, que reúne todo, también, complicatio. El máximo contracto o universo,
es despliegue de Dios o explicatio dei. Es, a su vez, unidad de la pluralidad, en acto. También, es ámbito de oposición.
Lo máximo contracto procede de lo máximo absoluto y se da en él. El universo es privativo porque está determinado,
también es infinito porque no tiene nada en acto que lo limite.
“Pues llamo «máximo» a esto que nada mayor puede existir. La abundancia, por cierto, conviene a lo uno.
Coincide así la maximidad con la unidad, la cual es entidad. Por lo que si tal unidad está universalmente
desvinculada de todo respecto y de toda contracción, es manifiesto que nada se le opone, puesto que es la
maximidad absoluta. Así, lo máximo es lo uno absoluto, que es todas las cosas y en el que todas las cosas están,
porque es lo máximo. Y porque nada se le opone, con él coincide simultáneamente lo mínimo; por lo cual
también está en todas las cosas. Y porque es absoluto, entonces es en acto todo ser posible; no se contrae
en nada de las cosas; de él todas las cosas provienen.”, 5.
“del mismo modo en que la maximidad absoluta es la entidad absoluta, por la cual todas las cosas son aquello
que son, así también de ella proviene la unidad universal del ser, que es llamada «máximo que proviene de lo
absoluto»; y de ahí que exista de manera contraída como universo, cuya unidad por cierto está contraída en
la pluralidad, sin la cual no puede existir. Porque este máximo, por cierto, en su propia unidad universal
abraza todas las cosas, de modo que todas las cosas, que provienen de lo absoluto, son en él y él es en todas
las cosas. No tiene sin embargo subsistencia fuera de la pluralidad en la cual es, porque no existe sin la
contracción, de la cual no se puede desvincular. De este máximo –esto es, del universo- agregaré unas pocas
cosas en el segundo libro.”, 6.
“el universo no tiene subsistencia sino de manera contraída en la pluralidad, buscaremos en los mismos
muchos lo uno máximo en el cual el universo subsiste máxima y perfectísimamente en acto, como en su meta.”,
7.
“Conviene, sin embargo, que el que quiere alcanzar el sentido eleve el intelecto por encima de la fuerza de las
palabras antes que insistir en las propiedades de los términos, los cuales no pueden adaptarse a tan grandes
misterios intelectuales.”, 8.
Capítulo 3. Que la verdad precisa es incomprensible
El intelecto tiene la capacidad de captar la coincidencia de opuestos.
El polígono está inscripto en el círculo, esto es, ningún conocimiento se da por fuera de la verdad.
“dada cualquier cosa que no sea lo máximo mismo en tanto tal, es evidente que puede darse una mayor. Y
puesto que encontramos igualdad gradual (en cuanto a que una cosa es más igual a una que a otra según la
conveniencia y la diferencia de género, de especie, de lugar, de influencia, de tiempo, entre otros similares)
es evidente que no pueden encontrarse dos o más cosas tan similares e iguales que no puedan ser
infinitamente más similares todavía. De ahí que la medida y lo medido, por más iguales que sean, siempre
permanecerán diferentes.”, 9.
“el intelecto, que no es la verdad, nunca puede comprender con precisión la verdad al punto que esta no pueda |2
ser comprendida con infinita mayor precisión. Se comporta así respecto de la verdad como el polígono
respecto del círculo, que cuantos más ángulos inscribe en su interior, tanto más semejante al círculo se vuelve,
pero nunca resulta igual a él (aun si los ángulos se multiplicaran infinitamente) a no ser que se resuelva en la
identidad con el círculo. “, 10
Capítulo 11. Que la matemática nos ayuda muchísimo en la aprehensión de los diversos asuntos divinos.
Sobre los números como símbolos más convenientes para inteligir las cosas divinas, son creaciones propiamente
humanas, son estables e inmateriales, y conocemos plenamente su esencia.
“que las cosas espirituales (en sí mismas inalcanzables para nosotros) se investigan simbólicamente, tiene su
origen en aquello que fue dicho antes: que todas las cosas guardan entre sí cierta proporción recíproca
(aunque oculta e incomprensible para nosotros), siendo que a partir de todas las cosas surge un único
universo y todo es, en lo uno máximo, ese mismo uno.”, 30.
“todo lo sensible está en cierta inestabilidad continua, porque en ello abunda la potencialidad de la materia.
Y cuando consideramos las cosas, vemos que las más abstractas son firmísimas y sumamente ciertas para
nosotros, como lo son las mismas matemáticas. Boecio, ilustradísimo entre los romanos, afirmó que nadie que
carezca completamente de la práctica matemática puede alcanzar el conocimiento de lo divino.”, 31.
“dado que el camino para acceder a las cosas divinas no se nos muestra sino por medio de símbolos, podemos
utilizar más convenientemente los signos matemáticos por su incorruptible certeza.”, 31.
Capítulo 12. De qué modo deben ser utilizados los signos matemáticos para nuestro objetivo
Pico Estrada: El camino que allí propone es un recorrido en tres pasos que parte del símbolo matemático para
trascender sus aspectos imaginativos y racionales y llegar a la concepción puramente intelectual de lo infinito
absoluto. En primer lugar, indica Nicolás, hay que considerar las figuras matemáticas finitas con sus propiedades y
razones: el triángulo, por ejemplo, es una figura formada por tres lados. Esta es una definición que, además de ser
comprensible independientemente de toda experiencia sensible, es representable. La mente humana se mantiene por
tanto en el plano sensorio-imaginativo. En un segundo paso, la mente deberá transferir las razones y propiedades de
la figura geométrica a esta misma figura concebida como infinita. Podemos advertir que aquí la mente se encuentra
con una contradicción: la de concebir una figura infinita. El triángulo infinito no sólo no es imaginable, sino que
trasciende además la definición racional. En él, en efecto, los tres lados devienen línea infinita con lo cual, aunque
sigue siendo triángulo, su descripción no responde a la definición de esta figura geométrica. Esta concepción de
infinito, sin embargo, sigue estando ligada a una figura (en el ejemplo, la de triángulo). En un tercer momento, por
tanto, deberá ser trasladada a otro plano (transumere): el de lo infinito simple, que está por completo desvinculado
de toda figura.
La transumptio o traslación que el procedimiento requiere no es una comparación. En sí mismo, el símbolo no tiene
algo en común con lo simbolizado, ya que los signos matemáticos guardan todavía una relación con la materia (en
caso contrario no podrían ser imaginados).30 Por lo tanto, toda matemática es finita. Para especular acerca de lo
infinito, para realizar la transumptio, es necesario saltar por encima (transilire) de la simple similitud o comparación.
Proceder según el modo transumptivo es «trasladar un elemento de un plano a otro que no le corresponde». El primer
paso fue considerar la definición de triángulo desde el punto de vista de la razón, dimensión cognoscitiva todavía
ligada al principio de no contradicción. El segundo fue trascender los límites de la razón contemplando
intelectualmente la noción de triángulo infinito, que supera los contrarios. El tercer paso, la transumptio, supone saltar
del plano del infinito matemático al de lo infinito absoluto. No consiste, por cierto, en comparar uno con otro, porque
entre ellos sigue no habiendo proporción alguna. El procedimiento simbólico que propone Nicolás no salva la distancia
que existe entre principio y principiado. Lo que la mente finita conoce es siempre ella misma y su propio proceder.
Eso sí: entendidos estos como espejo y como enigma del ejemplar del cual proceden.
Método:
“Pues ya que todo lo matemático es finito (y si así no fuese no podría ser imaginado), si quisiéramos usar lo
finito como símbolo para ascender a lo máximo en tanto tal, será necesario primero considerar las figuras
matemáticas finitas con sus accidentes y sus esencias; transferir además de manera correspondiente
esas esencias a las figuras infinitas; en tercer lugar, después de esto, es necesario trasladar esas mismas
razones de las figuras infinitas a otro plano más elevado: a lo infinito simple, desvinculadísimo de
cualquier figura. Y entonces a nuestra ignorancia se le enseñará, de manera incomprensible, el modo en que
nosotros, que nos afanamos en el enigma, debemos juzgar, más recta y verdaderamente, acerca de lo
altísimo.”, 33.
DE MENTE |3
Capítulo 4. Cómo nuestra mente no es el despliegue sino la imagen de la eterna implicación; además, las cosas
posteriores a la mente no son imagen. Y cómo nuestra mente carece de nociones, aunque tenga un juicio concreado y
por qué le es necesario el cuerpo.
La persona puede explicitar la verdad porque es imagen de Dios. Así como hay una complicatio absoluta, que es Dios,
donde están todas las cosas implicadas, hay una complicatio mentis, todo está complicado en la mente humana.
“imagen es una cosa y despliegue, otra. La igualdad, por ejemplo, es imagen de la unidad. De la unidad, en
efecto, surge la igualdad una vez; de donde la imagen de la unidad es la igualdad. El despliegue de la unidad,
entonces, no es la igualdad, sino la pluralidad. Por consiguiente, la igualdad es la imagen (y no el despliegue)
de la unidad de la implicación.”, 74.
“la mente [es] la imagen simplícisima de la mente divina.”, 74.
“Dios es la implicación de las implicaciones, del mismo modo la mente, que es imagen de Dios, es imagen de
la implicación de las implicaciones.”, 74
“Después de las imágenes están las pluralidades de cosas, que son despliegue de la divina implicación, así
como el número es despliegue de la unidad”, 74.
La mente “a causa de la fuerza asimilativa de la implicación de la unidad, tiene la potencia por la cual puede
asimilarse a toda multitud”, 75.
“Y, por ser imagen de la absoluta implicación (la cual es la mente infinita), tiene la fuerza con la cual se puede
asimilar a todo despliegue.” 75.
Capítulo 5. Cómo la mente es una substancia viva y creada en el cuerpo, y acerca del modo cómo [está]; y si hay razón
en las bestias; y cómo la mente viva es la descripción de la eterna sabiduría.
“la mente es la forma substancial o fuerza que implica todo a su propio modo: implica una fuerza animadora
(por la cual anima el cuerpo, vivificándolo con la vida vegetativa y sensitiva), una fuerza raciocinadora, una
intelectual y una intelectible.”
“la mente es una semilla divina que en su fuerza implica nocionalmente los ejemplares de todas las cosas, es
puesta por Dios (de quien tiene esa fuerza, ya que recibió su ser de Él) en tierra conveniente, donde pueda
producir sus frutos y, desde sí, desplegar nocionalmente la totalidad de las cosas. De otro modo, esta fuerza
seminal dada sería vacía, si no le hubiese sido dada la oportunidad de prorrumpir en acto.”, 81.
“Pues sabes que por su propia naturaleza la vista no discierne sino que siente en el globo ocular, de cierta
manera confusa, un obstáculo que se le aparece dentro de la esfera de su movimiento, a saber, el ojo; este
obstáculo es generado en el ojo por la multiplicación de las especies del objeto.
De ahí que cuando en el ojo hay vista sin discernimiento (como en los infantes, donde no existe uso del
discernimiento), en ese caso, entonces, la mente adviene al alma sensible como discernimiento de la vista y
por medio de aquel ésta discierne entre los colores.
Y así como este discernimiento visual se encuentra en las bestias animadas más completas (por ejemplo los
perros, que reconocen al amo por la vista) y es dado por Dios a la vista como compleción y forma de la vista,
así también le ha sido dada a la naturaleza humana, más allá de ese discernimiento que se encuentra en las
bestias, una fuerza más elevada, que es al discernimiento animal lo que éste a la fuerza sensible, de modo que
la mente sea la forma y compleción del discernimiento animal.”, 82.
En los animales hay un discurso que discierne, pero “su discurso, porque carece de forma (a saber, de intelecto
o mente), es confuso, pues carece de juicio y de conocimiento.”, 83.
“Ya he dicho que así como la vista ve pero no sabe qué ve sin el discernimiento, que la informa, ilumina y
perfecciona, así también la razón silogiza y sin la mente no sabe qué silogiza, sino que la mente informa,
ilumina y perfecciona el raciocinio para que conozca lo que silogiza.”, 84.
“¿De dónde tiene la mente este juicio, puesto que parece hacer juicios acerca de todas las cosas? Lo tiene a
partir del hecho de que es imagen del ejemplar de todas las cosas. Pues Dios es el ejemplar de todas las cosas.
De ahí que, dado que el ejemplar de todas las cosas resplandece en la mente como la verdad en su imagen, la
mente tiene en sí aquello hacia lo que mira y según lo cual hace juicios acerca de las cosas externas”, 85.
Esta doctrina desarrollada por Nicolás de Cusa en el diálogo Idiota. De mente de 1450 supone una doctrina de la
Verdad expuesta por él en obras anteriores, fundamentalmente en De docta ignorantia y De coniecturis. La
desproporción entre lo finito y lo infinito deja al hombre ante la evidencia de la incognoscibilidad de lo absoluto. La
docta ignorancia plantea no sólo ignorancia acerca de la verdad infinita sino también ignorancia respecto de la
precisión o verdad de las cosas. No sólo Dios sino también el mundo en su verdad resultan inaccesibles para el
hombre. Ante la desmesura de la verdad, el hombre sólo se vuelve dueño de aquello que tiene su fuente en sí mismo,
aquello que se explicita a partir de su propio espíritu o mens: las conjeturas. La conjetura es la creación humana para
acceder a la verdad en cuanto le es posible, vale decir, no en sí misma sino en la alteridad. Las conjeturas que
encuentran su origen en la mens constituyen el universo simbólico del cual el hombre es amo y señor. Las conjeturas
abren el camino de la mensura, del número, de la experiencia y del peso, la mente mide pero en esa medición no
alcanza la esencia inmensurable de las cosas sólo construye relaciones de reconocimiento entre lo finito entre sí,
intentando aproximarse a la esencia infinita, sin lograrlo jamás.
El tema de la incognoscibilidad de las formas que plantea Platón en el Parménides inaugura la perspectiva de todo el
neoplatonismo, tardo-antiguo y medieval, Nicolás de Cusa retoma el tema de la incognoscibilidad pero ahora instando
al hombre a realizar su propio discurso.
Ahora bien, desde los pensadores de la Patrística se ha diferenciado la palabra humana externa (vox) y la palabra
interna (verbum cordis o verbum intellectus) que es espejo e imagen de la palabra divina. El propio Agustín tiene en
cuenta la diversidad de lenguas o voces en relación con la unidad del verbo interior. Así, la concepción de las personas
de la Trinidad como un despliegue de la unidad divina que engendra su propio Verbo, resignifica el modo en que el
espíritu humano engendra también en sí mismo, su verbo propio o palabra interior. La escolástica no desconoce esta
relación entre la palabra divina y humana. Tampoco desconoce la diferencia entre la voz y palabra interior, sin
embargo, no le preocupa en su análisis la diversidad de lenguas pues más bien considera que la palabra pronunciada
es la coronación de un proceso interior: la palabra interior nace para ser dicha. Acudiendo a las nociones aristotélicas
de acto y potencia, se entiende que la palabra humana es potencial, formable. Cuando el proceso del pensar se pone
en marcha la palabra se completa, se forma, primero en el pensamiento como una presencia allí de la cosa misma, es
un reflejo de la cosa. La palabra expresada es así el fruto de un trabajo del intelecto humano por reflejar a la cosa. He
aquí algo significativo a señalar: la palabra no refleja o explicita el propio espíritu humano sino la cosa a la que se
refiere. Tomás de Aquino sintetiza este pensamiento diciendo: en el conocimiento la palabra es como la luz en la que
se hace visible el color
La doctrina cusana del lenguaje natural echa sus raíces en la postulación central de La docta ignorancia: la precisión
o verdad de cada cosa resulta inalcanzable para nosotros, éste es su nombre natural inaprehensible porque esta
palabra natural es la pronunciada por Dios en el acto creador. Esto hace que la imposición del nombre arbitrario nunca
sea precisa sino sólo conveniente, conjetural. Pretende Nicolás de Cusa ofrecer una posición de conciliación entre
realistas y nominalistas en torno del problema de los universales: los términos universales son meros nombres, como
afirman los nominalistas, sin embargo, tienen un fundamento real como afirman los realistas, ese fundamento es el
nombre natural. Todas las palabras, de cualquier lengua, son despliegue del espíritu humano y, como tal conjetural,
pero en ella reluce de un modo variado el lenguaje natural. Ese lenguaje natural no es sino la esencia inalcanzable de
las cosas en las cuales reluce una única forma, la Palabra absoluta o Verbo de Dios. La imprecisión propia de las
palabras sólo puede superarse si el espíritu se eleva al infinito, al Verbum dei que resplandece en todas las cosas.