Sie sind auf Seite 1von 10

Queremos estar sanas, queremos estar guapas, queremos sentirnos bien con nuestro

cuerpo, pero, ¿qué pasa con nuestra salud emocional y mental?. Todos los días nos
bombardean con el tema de la salud y lo importante que es cuidarse la línea, comer
bien, hacer ejercicio, evitar el sobrepeso, e invertir recursos y tiempo en nuestro
aspecto físico. Son mensajes que nos lanzan a nosotras las mujeres para que nos
hagamos sumisas a la tiranía de la belleza y luchemos contra nosotras mismas: contra
nuestras arrugas, canas, esos kilos de más, esas imperfecciones, el vello corporal, los
michelines, las patas de gallo, etc. Sin embargo, no nos hablan de lo importante que es
trabajar nuestro bienestar, y nuestra felicidad.

Apenas tenemos herramientas para cuidarnos: nos educan para que cuidemos a los
demás. Nos hacen creer que las mujeres nacemos con un don especial para
entregarnos al amor, para sacrificarnos por los seres queridos, para cuidar bebés,
gente anciana, enferma o con discapacidades, por eso la mayoría de nosotras lo
hacemos gratis, y las que se dedican a ello profesionalmente cobran salarios de
miseria, en condiciones indecentes, en la mayor parte de los países del mundo.

En nuestra cultura no se habla del auto-cuido, de lo importante que es cuidarse bien,


quererse bien, tratarse bien, ocuparse y preocuparse por una misma: cuando lo
hacemos nos sentimos egoístas y culpables, porque los mandatos de género nos
empujan a olvidarnos de nosotras mismas para poder dar amor y cuidos a los hombres
con los que nos emparejamos. Y sabemos apoyar emocionalmente a todo el mundo,
pero no a nosotras mismas cuando nos toca vivir momentos de nuestras vidas difíciles
o terribles: separaciones de pareja, muertes de seres queridos, o momentos de crisis
personal en la que parece que todo se hunde y no encontramos la salida.

Cuando caemos en una depresión o en cualquier otra enfermedad mental, tenemos la


ayuda de profesionales (terapeutas, psicólogas, etc.), pero apenas trabajamos en el
área de la prevención: ¿cómo podemos evitar llegar a situaciones de sufrimiento
extremo?, ¿cómo podemos ahorrarnos el intenso dolor que sentimos cuando nos
invaden las emociones, y nos encontramos sin herramientas para gestionarlas?

No nos enseñan educación emocional en la escuela: sólo podemos pedir ayuda cuando
ya ha sucedido el desastre. Es entonces cuando, después de trabajar mucho para salir
de las depresiones, entendemos lo importante que es cuidarnos y querernos bien a
nosotras mismas, tratarnos bien a nosotras mismas, velar por nuestro bienestar y
nuestra felicidad, y construir redes de afecto para combatir la soledad y la
dependencia.

La depresión y las enfermedades mentales han experimentado un aumento


vertiginoso en estos tiempos de individualismo feroz: la soledad y la tristeza causan
estragos entre la población. Cada vez nos suicidamos más y consumimos más
medicamentos para calmar la pena y manejar el dolor, pero no hay pastilla que nos
cure las heridas del alma, que nos borre recuerdos traumáticos, que nos enseñe a
gestionar nuestros sentimientos y nos ayude a aprender a relacionarnos con los
demás.

En el ámbito del amor romántico, esta falta de herramientas nos lleva al desastre
sentimental, no una, sino varias veces a lo largo de nuestra corta vida. Nos arrojamos
al amor desnudas porque nos hemos creído este rollo de que el amor es ciego, y que
cuando Cupido nos lanza sus flechas y nos alcanza el corazón, no hay nada que
podamos hacer excepto entregarnos al amor sin resistencia. Abrimos nuestro corazón,
nos volcamos en el amor, nos creemos que enamorarse es tirarse al vacío sin cuerdas,
sin arnés, sin casco, sin protección de ningún tipo. El amor de las películas es una
enfermedad, un hechizo, una locura que nos trastorna, y nos trastoca por completo.
Dejamos de pensar racionalmente, de ser adultas responsables, de cuidarnos y
querernos, como si estuviéramos poseídas por el demonio. Nos hace olvidarnos de
toda la gente a la que queremos para poner en el centro al ser amado... Nos hemos
creído el cuento de que al enamorarnos estamos condenadas para siempre a amar sin
condiciones, a olvidarnos de nosotras mismas y de nuestra felicidad, a sacrificarnos y a
sufrir por amor.

Mitificamos a las sufridoras de nuestra cultura: todas las heroínas sufren por amor,
lloran, lo pasan fatal, se olvidan de si mismas, se auto-lesionan y se suicidan. Así no
hace falta que nos mate el patriarcado: ya vamos nosotras solas hacia la destrucción
total, creyendo que es un acto de amor. Las mujeres que aman se hacen daño a si
mismas y permiten que el amado las destroce el corazón y la vida: las mujeres siempre
aparecemos como las grandes víctimas del amor, y eso nos hace especiales, nos pone
guapas, nos convierte en heroínas. Como la Virgen María: adoramos su figura porque
sufrió mucho por su hijo, porque se pasó toda su vida amando a su hijo y
sacrificándose por él.
En todas las películas de amor el mensaje que nos lanzan es que lo importante en la
vida no somos nosotras, sino nuestra necesidad de tener pareja. Nos han convencido
de que no hace falta que nos responsabilicemos de nuestro bienestar y nuestra
felicidad: ya se encargará de eso el príncipe azul cuando lo encontremos. No hace falta
que nos amemos a nosotras mismas: ya vendrá otro a amarnos, a protegernos, a
cuidarnos, a solucionar nuestros problemas a cambio de nuestra capacidad para dar
amor, sexo y cariño.

Gracias a estos mensajes, nos creemos que estamos muy necesitadas de amor, y por
eso, como dijo Marcela Lagarde, nos enamoramos del primer tonto que pasa. Las
consecuencias son tremendas: no es gratis esto de entregar nuestro corazón a
cualquiera. Nos sale muy caro, en realidad: nos tenemos que pasar meses y años
curándonos por las heridas que nos causa una relación fallida. Nos toca hacer talleres,
leer libros, pedir ayuda profesional a terapeutas y psicólogas, nos toca hacer un
inmenso trabajo para recomponer las piezas de nuestro pequeño corazón, para
recuperar la alegría de vivir y la confianza en nosotras mismas.

Sufrir por amor es tremendamente dañino: tiene un coste altísimo. Nos daña la salud
mental y emocional, nos baja la autoestima, nos roba las energías, nos aísla del mundo
que nos rodea, nos aleja de nuestros proyectos vitales, hace sufrir a la gente que nos
quiere, y nos mete en burbujas en las que nos olvidamos de lo verdaderamente
importante.

¿Qué es lo verdaderamente importante? En orden de prioridades, primero Yo y mi


bienestar. Luego mi gente querida y mi red de afectos. Y por último, el romance, que
sólo puede darse cuando yo estoy bien y tengo mucho amor en mi vida: sólo así podré
tener una relación sana, igualitaria, basada en el placer, la ternura, y la alegría de vivir.

Cuidarse a una misma es un acto de rebeldía total: el patriarcado nos quiere ocupadas
en el cuido de los demás, o entretenidas en la búsqueda de pareja (alguien a quien
cuidar, alguien que nos cuide). El patriarcado nos quiere tristes, amargadas,
deprimidas, acomplejadas, envidiosas, locas, aisladas, por eso es tan importante
cuidarnos y querernos bien a nosotras mismas, tratarnos bien a nosotras mismas, velar
por nuestro bienestar y nuestra felicidad, y unirnos para combatir la soledad, ese gran
miedo que nos hace necesitadas y dependientes de una pareja.
Cuidarse a una misma y quererse bien no es tan difícil, en realidad. Hay una técnica
muy fácil que consiste en verse desde lejos como si fueras alguien a quien quieres
mucho: tu madre, tu hermana, tu mejor amiga, tu hija. A ellas les deseas lo mejor, les
das buenos consejos, te preocupas por su felicidad, haces lo que está en tu mano para
ayudarlas, te enfadas si alguien quiere hacerles daño, las proteges y las defiendes
cuando alguien quiere abusar de ellas o tratarlas mal, las apoyas cuando lo necesitan,
las escuchas y las ayudas para que no se auto engañen si están sufriendo, las animas a
tomar buenas decisiones, las empujas a liberarse de todo aquello que no las hace
felices.

Pues contigo puedes hacer lo mismo. Todas nosotras podemos hacer lo mismo:
cuidarnos con el mismo amor con el que amamos a los demás.

Cuidarse bien es quererse bien: hay que buscar la manera de que la energía del amor
emane de ti y llegue a ti, y pase por tu gente querida y por tus parejas, pero siempre
vuelva a ti. La energía del amor es poderosa: hay que repartirla, no reducirla a una sola
persona, y tiene que llegarte a ti también, porque el amor hacia una misma es la base
de toda la relación de una con el mundo en el que vivimos.

Cuidarse bien es ocuparse y preocuparse por una misma. Es poder preguntarte de vez
en cuando: ¿estoy bien?, ¿me siento bien? Si la respuesta es si, es importante disfrutar
al máximo, no complicarte la vida, saborear cada momento, dar lo mejor de ti en la
relación, permitirte ser feliz.

Si la respuesta es no, entonces hay que buscar soluciones, ser práctica, actuar con
rapidez, tomar decisiones y establecer estrategias para cambiar todo aquello de
nuestras vidas que nos hace daño y que nos impide ser felices.

Una de las principales estrategias para cuidar tu salud mental y emocional es alejarte
de la gente que te hace daño: sacarlos de tu vida.

Cuando se trata de la pareja, esta idea ha de ser una norma fundamental. Hay que
evitar a toda esa gente que necesita machacarte para aumentar su autoestima, que
necesita dominarte para sentirse importante, que te chupa la energía y los recursos
porque no tiene autonomía, que depende de ti pero te hace creer que eres tú la
dependiente. A la gente que te trata mal para sentirse bien hay que tenerla bien lejos.
También a todos aquellos que quieren cambiarte porque no les gustas tal y como eres,
gente que quiere asilarte de tus seres queridos para poder manipularte a su antojo,
gente que no sabe negociar ni hacer pactos, sino imponer sus deseos. Gente que te
hace responsable de su bienestar para que te sientas culpable si no atiendes todos sus
deseos y necesidades, gente egoísta y perversa que disfruta haciendote sufrir, que te
da lecciones, que te humilla o se burla de ti. Es gente que se victimiza para
chantajearte, amenazarte y hacerte sentir culpable, gente que en lugar de facilitarte la
vida te la complica, gente que te mete en circulos viciosos de problemas y sufrimiento
con espacios cortos de felicidad romántica que te compensan los malos tratos y los
malos ratos.

Luego están los que no son malas personas, pero igualmente te hacen daño porque no
saben disfrutar del amor, o porque no tienen herramientas para gestionar sus
emociones y para relacionarse con los demás. A veces la gente llega a las relaciones
con mucho dolor acumulado, con mucha frustración, desconfianza, miedos, prejuicios,
egoísmo, falta de empatía, rencores, y estructuras de guerra que nos impiden empezar
las relaciones de cero y que pueden convertir cualquier relación en un infierno.

No importa los problemas que tengan: tú no eres responsable de los problemas de


nadie, y no vas a curar a nadie, no vas a salvar a nadie, no vas a cambiarle la vida a
nadie que no quiera cambiar por sí mismo/a. El alcohólico, el ludópata, el mentiroso
compulsivo que se cura por amor es puro cuento: de las adicciones y los problemas
solo se sale cuando uno quiere salir, y cuando pide ayuda profesional si siente que solo
no puede.

Los milagros del amor sólo suceden en las novelas y en las películas románticas. Llega
tu príncipe azul y te saca del encierro, de la pobreza, del paro, de la explotación, de la
soledad: tu vida está llena de problemas, y el Salvador llega con las soluciones, se hace
cargo de ti, asume la responsabilidad que tú tienes sobre tu bienestar y tu felicidad.

Nos dicen que sólo tenemos que esperar a que llegue ese príncipe azul, pero lo cierto
es que en lugar de adoptar un papel pasivo como las princesas Disney, lo que tenemos
que hacer es ponernos manos a la obra, asumir nuestra responsabilidad, poner el
cuerpo en movimiento, propiciar los cambios, que sólo llegan cuando una se propone
transformar aquello que no le gusta, no le hace feliz, o no le hace bien.
En el ámbito de la pareja, es fundamental elegir buenos compañeros/as, gente linda
con la que poder construir una relación basada en la honestidad, en la confianza, en el
compañerismo. No te juntes con gente con traumas que pretende que tú les salves de
su dolor, huye de la gente con problemas que se queja constantemente, huye de esos
que le ponen "peros" a todo, huye de los que te dicen: "no me voy a enamorar de ti,
no quiero tener pareja", pero les encanta sentirse queridos y admirados.

Huye de los chicos inseguros que no han trabajado su masculinidad, porque suelen ser
autoritarios, celosos, no saben hablar de sus sentimientos, no saben expresarse ni
comunicarse, son posesivos, son machistas, son dominantes y te piden a ti que seas
sumisa para poder sentirse bien.

Tú te mereces a alguien que sepa querer bien, que no tenga miedos, que no sea
egoísta, que sepa tratar bien a la gente a la que quiere, y que quiera y sepa disfrutar
del amor. Tú, y toda la gente que tenga ganas de enamorarse y vivir una historia de
amor bonita, sin jerarquías y sin violencias.

Si al leer este texto te das cuenta de que tú misma cumples con alguna de las
características de la gente con la que es mejor no emparejarse, estás de enhorabuena:
sólo pueden cambiar las personas que son conscientes de sus problemas, de sus
defectos, y de sus puntos débiles. Hacer autocrítica es muy útil y liberador: sirve para
identificar todo aquello que queremos eliminar, transformar o mejorar de nosotras
mismas. El objetivo final es ser mejor personas, y ser más felices.

Y para ser más felices, o al menos para poder estar bien, hay que quererse bien, y
cuidarse mucho, y priorizar nuestra salud emocional antes que cualquier otra cosa.

Otro de los actos de amor más grandes hacia una misma es terminar las relaciones que
no nos hacen felices. Por ejemplo, las relaciones en las que no somos
correspondidas/os. Cuando uno de los miembros está muy enamorado y el otro no,
entonces duele. Cuando ambos están muy enamorados pero uno se desenamora poco
a poco, entonces duele. Y duele mucho. Cuando no hay reciprocidad ni tampoco
valentía para reconocer que no la hay, entonces empiezan los malentendidos, los
conflictos, los llantos, los reproches, las acusaciones, las sospechas, los celos, las
mentiras, los engaños, y el sufrimiento.
Me preguntan mucho en mi Laboratorio del Amor: ¿cómo sé si ya no me quiere,
¿cómo sé si soy plenamente correspondida cuando me enamoro? Para eso creamos el
termómetro del amor, una herramienta que creamos para ver en nosotras mismas las
señales de enamoramiento y desenamoramiento, y luego aplicarlo a la pareja:
podemos leer los sentimientos de los demás en su cuerpo, en sus gestos, en su
comportamiento y en su forma de relacionarse con nosotras.

La mayor parte de las mujeres que trabajamos en este grupo de estudio on line,
coincidimos en que el mayor problema es el autoengaño: cuando no queremos leer las
señales que el cuerpo y el comportamiento de la otra persona nos está lanzando.

Incluso cuando somos nosotras las que no nos estamos enamorando o las que nos
estamos desenamorando, también nos auto engañamos. Nos cuesta admitir que algo
no funciona, que algo está pasando, que nos vamos acercando al final… Si, resulta muy
difícil decirle al compañero o a la compañera lo que sentimos cuando estamos pasando
por una crisis, cuando no surge el romanticismo o cuando se acaba.

Sin embargo, si no somos sinceros y sinceras, el dolor está asegurado: cuando no se


sabe qué está pasando, se sufre mucho.

Cuando preguntas y te responden mentiras, también se sufre mucho.

Cuando la otra persona cambia su comportamiento y su forma de mirarnos, de


relacionarse con nosotras, lo notamos y sufrimos mucho.

Por eso parte de cuidarse a una misma consiste en eliminar el autoengaño, ser honesta
con una misma y con la pareja. Se trata de sentarse frente a un espejo a charlar con
una misma, de escucharse con atención, y de hacerse preguntas clave para saber qué
nos pasa, qué sentimos, qué queremos, qué necesitamos. Así es más fácil sentarse a
hablar con la otra persona.

También las amigas ayudan mucho a ver la realidad cuando el autoengaño te


distorsiona todo. El autoengaño forma parte del auto-boicot, que es un arma para
hacerse la guerra a una misma. Hacerse auto-boicot es, por ejemplo, enamorarse
siempre de personas que nunca se van a enamorar de ti, o de personas que no te
convienen, o engancharse a relaciones que no van a ningún lado.

Auto-boicotearse es tratarse mal a una misma: es ponerse una misma los obstáculos,
fabricarse los miedos, exponerse al dolor más absoluto. Algunas veces llegamos a unos
niveles de violencia espantosos buscando la manera de hacernos daño y de ser
infelices, por eso es tan importante trabajar en mejorar la relación con una misma.
Porque batallar en dos frentes (el primero en el que tú te haces daño a ti misma, y el
segundo en el que te hace daño la otra persona), es demasiado duro, y a veces nuestra
mente y nuestro corazón no lo soportan.

Sucede que cuanto más te quieres, menos te torturas, menos te castigas, menos te
auto-lesionas, menos te destrozas la vida. Si trabajas tu autoestima y aprendes a
quererte bien, entonces vas a luchar siempre por tu bienestar, vas a alejarte de la
gente dañina, vas a buscar buenas compañías, vas a escucharte y a confiar en ti, vas a
facilitarte la vida, vas a protegerte, vas a mimarte y vas a alejarte rápido de relaciones
que se están terminando, que no te hacen bien, que no te hacen feliz.

Cuidarse bien es también saber poner límites a los demás, aprender a decir no cuando
algo no te está sentando bien, no dejarse manipular por los demás. Cuidarse bien a
una misma es no hacer tuyos los problemas que tienen los demás: cada cual ha de
hacerse responsable de sus dolores, sus miedos, sus traumas: bastante tenemos con
los nuestros, no podemos cargar con los de los demás porque somos humanas, no
somos seres invencibles.

Cuidarse es no meterse en guerras románticas que no sirven para nada, es ahorrarse


situaciones dolorosas, es no permitir que nadie te haga daño, ni consciente, ni
inconscientemente. Tanto el tiempo como la energía son tesoros y no son ilimitados:
no podemos malgastarlos en relaciones que no van a ninguna parte, o en personas que
no merecen la pena.

La vida es muy cortita, y sólo tenemos una: ya que vamos a estar un rato, que sea al
menos un buen rato. Que no se nos vayan los meses y los años esperando milagros
románticos, ni apariciones estelares, ni se nos vaya la energía en luchar contra
nosotras mismas.
Hay dolores que no pueden evitarse, como la pérdida de un ser amado. Pero hay otros
muchos que sí pueden evitarse, por eso es tan importante que nos sintamos libres
para unirnos a quien queramos, o para separarnos cuando la relación no nos hace
bien. Y hay que hacerlo con rapidez: cuanto menos sufrimiento soportemos, mejor. El
sufrimiento va mellando nuestra salud emocional hasta que nos destroza, no es
gratuito.

Hay que evitar sufrir, porque es el germen de todas las enfermedades mentales.
Tenemos que ser adultas y responsables de nuestra salud, tenemos que tomar las
riendas de nuestro bienestar emocional y mental, tenemos que aprender a tomar
decisiones que nos ayuden a estar bien. Hay que usar el sentido común, y
responsabilizarse de lo que hacemos, lo que sentipensamos, y lo que decimos: la clave
es trabajar la honestidad y la coherencia en el ámbito de los sentimientos.

No estamos condenadas a sufrir por amor: podemos adoptar un ritmo lento en el


enamoramiento para poder pararnos a leer las señales, evaluar si nos merece la pena
empezar una relación, podemos darnos consejos sensatos a nosotras mismas,
podemos pedir ayuda si nos cuesta pensar con claridad a la gente que nos quiere.
Podemos mirarnos con amor, tratarnos bien, evitarnos problemas. Podemos ser
prácticas y sensatas en el amor, podemos decir "No", podemos echar marcha atrás
cuando queramos, podemos evitar el autoengaño y el auto boicot, podemos elegir las
mejores compañías, podemos poner en el centro nuestro bienestar y nuestra felicidad.

Cuidarse a una misma y cuidar a las demás es uno de los actos de amor más nobles y
revolucionarios que podemos llevar a cabo en la vida. Cuidar a las que cuidan,
cuidarnos y dejarnos cuidar por las compañeras: si el patriarcado nos quiere locas,
enfermas, destruidas, nuestra venganza es ser felices. Si el patriarcado nos quiere
sufridoras y dolientes, nuestra mayor rebeldía es alimentar la alegría de vivir. Si nos
quiere dependientes y sumisas, si nos quieren llenas de miedos y de celos, tenemos
que empoderarnos, cultivar nuestra autonomía, construir redes de apoyo, cuidados y
amor.

Querernos bien es bueno para la salud: cuanto más nos cuidamos, más libres,
autónomas, empoderadas estamos. Cuanto más nos queremos, más fácil nos resulta
querer a los demás: si aprendemos a cuidarnos, podremos cuidar más a los demás.
Tener una buena salud mental y emocional nos permite construir relaciones de pareja
más bonitas, más alegres, más divertidas, igualitarias, sanas y placenteras: si estamos
bien, podremos dar lo mejor de nosotras mismas y disfrutar del amor, que al fin y al
cabo es lo más hermoso de nuestras vidas: los afectos que construimos con la gente a
la que queremos.

Coral Herrera Gómez

Das könnte Ihnen auch gefallen